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¿Por qué según Jacques Lacan amar es dar lo que no se tiene?

Amar es querer al otro sin idealismos. Es dejar a un lado el dolor que otros nos dejaron
para reconocer que estamos aquí y ahora, ante otra persona, ante alguien nuevo que
merece lo mejor de nosotros. Los vacíos del ayer no pueden proyectarse en el presente.

Amar es dar lo que no se tiene. Es ver al otro como alguien único, nuevo y excepcional
que merece de nosotros lo mejor y no proyectar sobre él viejos patrones erróneos del
pasado. Es querer de forma auténtica, libre y madura sin pretender que ese afecto nos
conduzca a formas de amor ya vividas y conocidas que nos ocasionaron sufrimiento. Dar
lo que no tenemos es abrazarnos al aquí y ahora para reconocer al otro.

Pocas figuras como el psicoanalista francés Jaques Lacan tuvieron tanta habilidad para
construir auténticos malabarismos dialécticos a la hora de transmitir sus teorías,
enunciados y conocimientos. A pesar de ello, le reconocemos su trascendencia e
inigualable maestría para hacernos reflexionar sobre temas determinantes como el amor.

Con el aforismo “amar es dar lo que no se tiene, a quien no es” construye una sentencia a
partir de una negación para jugar una vez más con el argot psicoanalítico. Lo que
buscaba básicamente era hacernos pensar sobre algo. Las personas erigimos muchas
veces nuestras relaciones a partir de la carencia: el amor que no tuvimos en la infancia lo
buscamos en la adultez.

El afecto que no nos dio nuestra última pareja, lo buscamos en la siguiente. Siempre nos
abrazamos al amor trayendo con nosotros un ideal de lo que es el amor. Renunciar a ese
ideal nos permitirá liberarnos del pasado para dar al otro lo que no tuvimos en su día, es
decir, afecto auténtico.

¿Por qué amar es dar lo que no se tiene?

El aforismo “amar es dar lo que no se tiene” se nutre de la complejidad de las


vinculaciones que construimos las personas. Jaques Lacan habló de ello en su seminario
VIII “La transferencia” al hacer referencia al Banquete de Platón. Así, algo que señaló es
que el amor se conjuga muy a menudo bajo la figura de un amante herido por la falta, por
la carencia. Esto provoca que tendamos a pensar que lo que nos falta está escondido en
el otro y que este está obligado además a dárnoslo.

También Sigmund Freud abordó esta cuestión. En su práctica clínica se dio cuenta de
ello, de cómo el paciente transfiere durante la terapia psicoanalítica muchas de esas
carencias, de esos vacíos que el amor ha ido dejando en su vida, en especial durante la
infancia. Así, esa transferencia, la de “que nos falta algo” es algo que proyectamos en casi
cualquier relación.

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Al vincularnos con otras personas repetimos sin darnos cuenta, relaciones del pasado
Algo que nos legó tanto Jaques Lacan como el propio Freud es la idea de que nuestro
inconsciente nos influye más de lo que creemos. Lo hace hasta el punto de boicotear la
manera en que interaccionamos con el mundo y establecemos relaciones de amistad y
también de pareja. Así, un aspecto que necesitamos y buscamos por encima de cualquier
cosa es amor, es reconocimiento.

Así, “amar es dar lo que no se tiene” alude, según Lacan, a un hecho muy concreto
incrustado en nuestro inconsciente: al paraíso perdido de nuestra infancia. Una parte de
nosotros arrastramos la sombra de una ayer desafinado. Ese donde nuestros progenitores
no nutrieron, quizá, nuestras necesidades, no abrazaron nuestros miedos ni nos
ofrecieron un apego seguro y enriquecedor.
A medida que crecemos anhelamos, según Lacan, sanar ese paraíso perdido (el de la
infancia). Esa necesidad hace que muchas de nuestras relaciones afectivas fracasen y, a
medida, que vamos fracasando en el amor, se crean más vacíos, más anhelos, más
ansiedades no satisfechas. En cada vínculo, repetimos un mismo patrón hasta hacer del
amor una repetición frustrante con sabor a infelicidad e incomprensión.

Amar es dar lo que no se tiene, a quien no es


Según el psicoanálisis, hay un modo ineludible de lograr la satisfacción y la madurez en
nuestros vínculos de pareja. Es mediante la renuncia y la aceptación. Debemos renunciar
a que nos den el amor que no recibimos en la infancia porque esa época, ya ha quedado
atrás, porque el afecto de los padres no es el de una pareja.

Debemos también claudicar a esa obsesión por esperar a que los nuevos amores nos
ofrezcan el cariño que otros no supieron darnos. Porque esas personas que nos hicieron
daño son otras y quien ahora ocupa nuestro corazón es alguien diferente. Exigir que unos
reparen lo que otros nos causaron no es lógico, ni maduro ni recomendable.

Hay que partir de cero y asumir lo que no tuvimos en el pasado (amor). A partir de esa
aceptación, nos sentiremos más libres para dar y recibir, para reconocer al otro sin
exigirle, para dejar a un lado el pasado y abrazarnos al presente. Amar es dar lo que no
se tiene, a quien no es, porque esa persona es otra (distinta a quienes pudieron hacernos
daño en el pasado).

Amar aquí y ahora dejando atrás lo que ya no es


El sufrimiento de la infancia traumática persiste durante décadas, es cierto. Los efectos de
una amor que nos traicionó o que vulneró los principios básicos del respeto y el
compromiso, perduran con el tiempo, es cierto. Sin embargo, nada es tan necesario como
abrirnos a las nuevas relaciones partiendo del presente, del aquí y ahora, dejando atrás lo
que no es, lo que ya no existe.

Algo así requiere tiempo. Para cruzar ese umbral y permitirnos construir vínculos más
felices se requiere reparar autoestimas, aceptar el pasado, sanarlo y fortalecer nuestro
amor propio. Solo así construiremos un futuro entre dos más enriquecedor.

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