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Para Lucía,
Para Ale,
El Sueño
porque eso era lo más horrible de todo: pensar, recordar, porque cada vez
que recordaba una horrible sensación de culpabilidad y desasosiego lo
invadía.
Harry siempre había creído que sus padres habían muerto en un accidente
de coche, hasta que, cuando cumplió los once años, se enteró de la verdad
cuando fue invitado a asistir al Colegio Hogwarts. Durante sus cinco años
al í, siempre se había preguntado por qué Lord Voldemort había ido tras él,
no tras sus padres, sino tras él, que sólo era un bebé... y, finalmente, lo
había sabido: había averiguado la existencia de una profecía, una profecía
que lo señalaba a él como al único que tendría poder para vencer a
Voldemort, una profecía que decía, básicamente, que uno de los dos
tendría que matar al otro... Harry no comprendía aún como se había
sentido después de conocer la verdad por la cual su padrino había muerto,
la verdad por la cual había sido engañado y l evado al Departamento de
Misterios, acompañado por sus amigos, que habían estado a punto de
morir... Harry no podía ni pensar en el o sin sentir atroces punzadas de
culpabilidad y de dolor. La verdad, que Dumbledore finalmente le había
revelado, le había aislado aún más del resto del mundo. Generalmente, se
sentía fuera de lugar cuando estaba en Privet Drive, pero ahora se sentía
igual respecto al mundo mágico; se sentía como perteneciente a otra
dimensión. No había sentido ni un solo momento de felicidad en todo el
verano, ni siquiera las continuas cartas de Ron y Hermione (e incluso de
Ginny y Lupin) que recibía eran capaces de alegrarle. No podía con la
culpa; podía odiar a Snape, podía estar enfadado con Dumbledore, pero, en
el fondo, sabía que la culpa era suya. Él era el que se había dejado engañar,
aún cuando Hermione le había dicho que seguramente sería una trampa...
Intentó no pensar más. Acabó de enjabonar el coche y empezó a darle con
la manguera para aclararlo.
—¿Estás triste? Llevas todo el verano así. ¿No te gustan las vacaciones,
primo?
—He dicho que te cal es —repitió Harry, mirando a Dudley con una
expresión que el otro sólo le había visto una vez, el año anterior, y había
terminado siendo atacado por dos dementores (aunque Harry no había
tenido nada que ver con eso, salvo en el hecho de que iban a por él).
Dudley cal ó un instante, con miedo, pero luego se dio cuenta de que Harry
no tenía la varita con él.
Dudley miró hacia la casa, temeroso de que su madre, que creía que era
una especie de angelito, hubiese oído lo que Harry había dicho.
—¿Tienes miedo de que mami oiga que su peoncita fuma? —se burló
Harry, sin verdadera diversión. Antes aquel o le habría hecho disfrutar,
pero esas cosas ya pertenecían al pasado, a otra vida completamente
distinta. Prefería que Dudley le dejara en paz.
Dudley le gruñó, crispando los puños.
—Que te diviertas —le dijo finalmente, yéndose por Privet Drive arriba.
—Bien —dijo el a, poniendo la cara más amable de la que era capaz con
Harry—. Entonces puedes comerte un trozo de helado, si te apetece.
Atentamente.
Ron
Sirius Black, como todo el mundo sabe, había sido acusado de vender a
Lord Voldemort a Lily y James Potter, y de asesinar a Petter Pettigrew,
amigo de Black y los Potter, que le había 4
Tras su fuga, se creyó que Black iba tras Harry Potter, su ahijado, para
terminar el trabajo comenzado por su amo doce años antes; sin embargo,
atrapado en Hogwarts, antes de volver a fugarse había declarado que él
no había matado a aquel a gente, sino que había sido una trampa de Peter
Pettigrew, quien, según Black, seguía vivo, contrariamente a lo que todos
creían. Curiosamente, Harry Potter y dos amigos suyos, que habían sido
capturados por Black, confirmaron la historia, aunque, creyendo que
Black los había hechizado, nadie les concedió crédito.
Antes se habría sentido muy preocupado por los resultados, de los cuales
dependería qué asignaturas podría tener en sexto, y consecuentemente, qué
carrera podría hacer. Pero ahora pensaba que eso no tenía demasiada
importancia; su futuro estaba ya marcado, tuviera las notas que tuviera.
Sacó el primer pergamino que había dentro, que era el certificado de los
TIMOs, y lo leyó: RESULTADOS T.I.M.O.
Firmado: 5
Griselda Marchbanks, Presidenta del Tribunal de Exámenes Mágicos.
Se sorprendió ¡no estaban nada mal!. Había obtenido ocho TIMOs, con
cuatro «Supera las Expectativas» y un «Extraordinario». Sonrió un poco.
La verdad, había esperado tener un «Extraordinario» en Defensa Contra las
Artes Oscuras, pero no se lo había dicho a nadie por si acaso... se imaginó
la cara de Dolores Umbridge si lo viera... e instantáneamente se puso
serio. No le agradaba recordar a Dolores Umbridge, la última profesora de
Defensa Contra las Artes Oscuras. Harry creía que incluso la odiaba más
que a Snape.
—¿No tienes miedo, Potter? Creo que duele mucho su mordisco... —dijo,
ofendido por la risa de Harry, acercándole la serpiente aún más, hasta que
estuvo a treinta centímetros de su cara. La serpiente silbó con más fuerza.
Gordon, Malcom y Dudley se reían.
Pero Harry ya no. Fijó sus ojos en los de la serpiente, y todo cambió. La
serpiente dejó de silbar al instante, notando el dominio de Harry y su
verdadera naturaleza. Harry se perdió en los ojos del animal, sintiéndose
como nunca lo había hecho al usar la lengua pársel; sintió que podía
dominar a la serpiente con su sola mirada... Sintió algo nuevo, distinto,
dentro de sí, pero no le dio importancia, sólo quería asustar un poco a esos
imbéciles. Silbó algo. Piers le miró extrañado, al igual que los demás.
Harry levantó un brazo y tocó la cabeza del animal. Comehombres, para
sorpresa de su dueño, se deslizó por el brazo de Harry y se envolvió en él.
Los demás retrocedieron, espantados.
Harry sonrió.
—No eres muy listo, ¿eh, Piers? ¿Qué tal si te atacara a ti?
—No necesito mi varita para hacer ciertas cosas, Gran D —le aclaró Harry
—. Y estas cosas, además, puedo hacerlas sin más, no tengo que dar
explicaciones por el as. —Cal ó un momento, y miró a su primo más
fijamente—. Te advierto una cosa, Dudley: no son buenos tiempos para
mí, ni en realidad para nadie... no hagas que me enfade, podría ser muy
desagradable... Recuerda a tía Marge.
—Eh, vendrán en coche, creo —dijo Harry para tranquilizar a sus tíos.
—¡Otra vez hablando de los raros esos! —gruñó de pronto tío Vernon,
mirando al televisor y sacando a Harry de sus pensamientos.
—...La mencionada señora aseguró ante la policía, muy asustada, que
había visto a dos mortífagos cerca de su casa durante la noche y... —Harry
se quedó atónito. ¿Había dicho «mortífagos»? ¿En el noticiario muggle?—
...La policía no encuentra motivos para creer que realmente pudiera haber
dos miembros de esa peligrosa secta por la región, pero las investigaciones
continúan. Como nuestros telespectadores recordarán, los mortífagos,
nombre que se dan a sí mismos los integrantes de esta extraña secta, son
altamente peligrosos y no deben de ser atacados bajo ningún concepto, y
menos cuando van vestidos con las túnicas y máscaras que usan para
cometer sus crímenes. Aún no se conoce claramente sus objetivos ni sus
pretensiones, pero algunos de el os, identificados por la policía, son
estos...
—¿Te pasa algo, chico? —preguntó tío Vernon, mirándole con desagrado.
—¿Los conoces?
—¿Y por qué salen en nuestro telediario? —preguntó tío Vernon, ofendido
ante la idea.
—¡¡No digas eso aquí!! —le espetó su tío. Saber que existía un Ministerio
de Magia era un shock del que aún no se había repuesto.
—Está bien —dijo Harry, exasperado—. Esa gente es muy peligrosa. Para
todo el mundo, no sólo para nosotros... La última vez, antes de que...
matara a mis padres, muchos mugg... muchas personas normales también
fueron asesinadas...
—Él odiaba a los... los magos que son hijos de gente normal, como... como
a Lily —explicó tía Petunia con trabajo. Harry la miró boquiabierto por
segunda vez en dos años... Era la primera vez que l amaba a la madre de
Harry, su hermana, por su nombre.
—¿Cómo? —bramó tío Vernon—. ¿Que ese Lord Voldcomosel ame viene
también a por nosotros?
Tío Vernon no decía nada. Aquel o era demasiado para él. Habían acabado
de cenar, pero ninguno de los cuatro se movió de la mesa.
—Tengo que ver porque sólo yo puedo matarle —respondió Harry con
desgana. Aún no creía que estuviese teniendo aquel a conversación con sus
tíos—. Si él me mata a mí... se acabó.
Ya era noche cerrada, pero la brisa era suave y cálida. Harry observó largo
rato ese mundo, un mundo tranquilo que no tenía ni idea de que, en algún
lugar, Lord Voldemort tramaba algo, reclutaba seguidores, y preparaba
planes... ¿Qué pretendía? ¿Por qué no actuaba, ahora que todo el mundo
sabía ya que había retornado? No lo sabía. No había vuelto a tener más
visiones, aparte de algún que otro ocasional dolor de la cicatriz. Los
dolores habían sido algo más fuertes las dos últimas noches, pero nada
serio. También sabía que había soñado con algo, pero al levantarse no
había recordado qué era. No le importaba, realmente, y casi lo prefería,
porque últimamente sólo soñaba con pesadil as donde lo ocurrido en el
Departamento de Misterios y en el cementerio de Little Hangleton se
entremezclaban de forma horrible. Cerró la ventana y volvió a su cama. Se
acostó sobre el a, y decidió leer algo para quitarse de la cabeza las
preocupaciones.
Había sido, desde todos los puntos de vista, un día excelente: había
recibido buenas notas en sus TIMOs, no tendría más clases con Snape, al
día siguiente, que era su cumpleaños, se iría a Grimmauld Place con sus
amigos, había asustado a Dudley y a su banda sin violar ninguna ley... y
aún así, se encontraba vacío, triste. Nada de aquel o tenía verdadera
importancia. Las vivencias del pasado y la terrible amenaza del futuro
pesaban sobre él como losas, alejándolo del mundo normal. Se sentía
aparte, distanciado de todos, diferente. Diferente. Se dio cuenta de que en
todos sus años de vida nunca había sabido realmente lo que esa palabra
significaba para él: diferente...
también era la de Voldemort, sus ojos eran negros con bril os rojizos e
inhumanos y su cicatriz ahora parecía una serpiente. Volvió la vista e hizo
una seña, y un mortífago se quitó la capucha. Lo reconoció: era Macnair, y
levantaba el hacha que una vez Harry le había visto... Hermione l oró en
silencio, pero no bajó la cabeza, sino que miró a Harry con... ¿piedad? Sí,
aquel a expresión era piedad, o lástima... y eso era lo más horrible de todo,
lo que más daño le hacía, aquel sentimiento... ¿Por qué no lo odiaba? ¡Él
iba a matarla, debería odiarlo! Macnair se preparó para matar. Hermione,
consciente de su destino, abrió la boca y pronunció sus últimas palabras
mirando a Harry directamente a los ojos:
—Te perdono, Harry. Ojalá alguna vez comprendas, ojalá alguna vez
vuelvas a...
—¡No! No puede ser... yo nunca podría... ¡Nunca lo haré! Sólo era una
pesadil a... sólo una pesadil a...
qué era aquel o que la imagen de Slytherin le había dicho? « Tienes que
conseguirla para él...» ¿Qué tenía que conseguir? Harry no lo sabía, pero
sentía que saberlo era algo importante, muy importante.
Antes de dormirse, había pensado que tal vez podría alegrarse... tal vez.
Ahora sabía la respuesta: no había ningún tal vez.
Evitando pensar, intentó volver a dormirse, y al fin lo consiguió, pero
tardó mucho, mucho tiempo en hacerlo.
11
—Hola Ron. Buenos días, señor Weasley —dijo Harry, intentando sonreír,
pero sin conseguir demasiado.
—Sí, gracias.
—Bien —dijo el señor Weasley, quien pareció pensar que tenía una
excelente ocasión para hablar con tío Vernon. A Arthur Weasley los
muggles le volvían loco.
—Oye Harry... —dijo Ron— ¿Seguro que sólo fue una pesadil a?
—No... No fue una visión, si es a lo que te refieres... pero fue muy extraño.
Era horrible, eso te lo puedo asegurar...
—Ya podemos irnos, señor Weasley —dijo Harry, que estaba deseando
abandonar aquel lugar.
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Ron empezó a contarle a Harry las novedades. A Fred y George les iba
muy bien con la tienda, y el negocio había prosperado a las mil maravil as.
De hecho, incluso la señora Weasley, que al principio se había opuesto
totalmente a los «Sortilegios Weasley» estaba orgul osa de el os. Le dijo a
Harry que Hermione l egaría al día siguiente, pues había estado de
vacaciones en España (le había enviado a Harry una postal desde Cádiz) y
que sus padres la l evarían a Grimmauld Place después de l egar al
aeropuerto.
podría hablar con Dumbledore, que era lo que más deseaba. No preguntó
por Percy, prefería esperar a estar a solas con Ron. Miró por la ventana. El
coche avanzaba a extraordinaria velocidad, casi como el autobús
noctámbulo, pero el conductor lo manejaba mejor que Ernie, quien l evaba
el autobús. Durante el resto del camino, Ron le contó a Harry que había
sacado 7 TIMOs. Como Harry, había suspendido adivinación, pero también
Historia de la Magia. Sin embargo, estaba contentísimo. No había
esperado tanto. Y también había sacado un «Extraordinario» en Defensa
Contra las Artes Oscuras. Harry se alegró. Esperaba que todos los
miembros del «Ejército de Dumbledore» al que él había dado clases de
Defensa contra las Artes Oscuras hubieran sacado un «Supera las
expectativas» como mínimo. Harry recordó el grupo, y al hacerlo, se
acordó de Cho Chang, la buscadora de Ravenclaw con la que Harry había
tenido una corta relación el año anterior (Harry no habría podido asegurar
que habían sido novios), muy marcada por la muerte de Cedric Diggory,
que había sido el novio de Cho el año anterior, antes de ser asesinado por
Lord Voldemort la noche de su renacimiento. Al recordarla, Harry sólo
notó una especie de nostalgia por otros tiempos que parecían ahora muy
lejanos, como pertenecientes a otra época y a otro mundo distinto. Un
mundo en el que su padrino vivía, y en el que Harry no sabía que tendría
que morir o matar. Al pensar esto último se acordó de su sueño, e
instintivamente pensó que existían, o parecían existir otras alternativas...
pero no quería pensar en eso.
—Oye Ron, ¿has entrenado algo para quidditch? —Ron era el guardián de
Gryffindor desde el año anterior.
—¡Sí! —respondió Ron muy alegre. He jugado con Fred, George, Bil ,
Charlie y Ginny cuando podíamos. Y
Harry sonrió.
—¡Vaya! Kreacher saluda al joven amo, sí. Saluda al gran Harry Potter.
Pero el joven Harry Potter ha perdido a su padrino, me dicen, aunque él de
nuevo escapó del Señor Tenebroso, sí, un sangre mestiza, un sangre
mestiza con suerte, sí. Y viene acompañado de ese traidor a la sangre y de
uno de sus asquerosos retoños...
Harry le miró con un odio visceral. Ni siquiera había recordado que vería
al elfo doméstico.
—¡¡Apártate de mi camino!! —le gritó con rabia, dirigiéndose hacia él—
¡¡Y no vuelvas a mencionar a Sirius!!
La última vez que Harry había visto a Kreacher, éste le había engañado
para que fuera al departamento de misterios, haciéndole creer que Sirius
estaba al í. Si no hubiese sido por él...
—¡Harry...! ¡Oh Harry! Cálmate cariño, ven, ven por aquí... —la señora
Weasley le dio un abrazo y dos besos
—Estúpida, esta maldita traidora a la sangre se cree que puede dar órdenes
a Kreacher, ¡oh, pobre Kreacher, si su ama lo viera, sirviendo a toda esta
escoria! —El elfo se alejó por las escaleras.
—¡¡George y Fred Weasley!! ¡Os dije que nada de tonterías! —les gritó la
señora Weasley intentando poner expresión de enfado, aunque a decir
verdad, parecía a punto de echarse a reír.
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Harry sonrió. El «estudio de mercado» había sido l evado a cabo por los
gemelos en multitud de alumnos de primero el año anterior, pese a los
intentos de Hermione por evitarlo.
—Bueno y... ¿y Percy? —dijo por fin, con una sonrisa tímida en la cara.
—Por nuestra parte es sólo como medio hermano —dijo Fred muy serio
—. No vamos a perdonarle tan fácilmente que haya hecho sufrir tanto a
nuestros padres. De hecho, si no fuera por mamá...
—No. Ahora ya es un bal enato casi adulto —dijo Harry con una sonrisa.
Fred y George rieron y el ambiente se distendió.
—Sí, hasta un cazurro como ese puede servir para algo, ya ves —dijo Fred
entre las risas de Ginny, Ron y Harry. Éste se sentía muy feliz de haberle
dado el premio del Torneo de los Tres Magos a Fred y George.
Harry se asustó de lo que podrían hacer entre los tres. No conocía a nadie
capaz de hacer tantas travesuras y gamberradas. Estaba seguro que en unos
años la tienda de Zonko tendría graves problemas con la competencia.
—Lo sé... —dijo Harry pensativo. Lupin tenía razón—. Supongo que lo
superaré, con el tiempo...
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Una hora después, Kingsley y Tonks salieron. Mientras Ron se servía una
merienda con Ginny, Harry se dirigió al lavabo. Al salir de la cocina, se
abrió la puerta de la entrada y Snape entró en el vestíbulo. Harry se le
quedó mirando con una expresión entre indiferente y de odio. El rostro de
Snape, sin embargo, no mostraba la menor duda: mostraba un odio
indescriptible. No había olvidado la humil ación de haber cogido a Harry
mirando en sus recuerdos más odiados. Harry tampoco había sido muy
feliz ese día, se había l evado una desilusión respecto a su padre...
Snape, tras dirigirle una última mirada de intenso odio, entró en la cocina
y cerró la puerta. Harry se dirigió al lavabo y al salir se encontró con Fred
y George.
—Si quieres, Harry, Fred y yo tal vez podríamos darte un empleo a tiempo
parcial como cobaya, si no quieres volver a Hogwarts —ofreció George
con expresión excesivamente seria y profesional.
—Mejor que no... gracias —dijo Harry con una sonrisa— Creo que es
menos arriesgado enfrentarse a un ejército de mortífagos.
Cuando Harry bajó, Snape ya se había ido, para alivio de Ron y Ginny.
Ofrecieron a Harry unos bocadil os y fueron a sentarse al viejo salón del
sótano de la casa, ahora rehabilitado. Mientras comían, Harry miró a
Ginny.
—¿Qué tal con Dean Thomas, Ginny? —le preguntó, sin rodeos, y
sorprendiéndose a sí mismo por su atrevimiento. Ginny no le había
hablado nada de eso en las cuatro cartas que le había enviado a Privet
Drive.
Ginny le miró con expresión asesina. Harry miró hacia otro lado, como
distraído... Harry sospechaba que Ron deseaba que Ginny saliera con él,
pero a él nunca le había gustado el a, era más bien como una hermana
pequeña...
—. ¿Tú la has oído? —le preguntó a Harry—. ¡Está loca! ¿Yo, con
Hermione? No, gracias —repuso Ron muy ofendido.
Harry casi lamentó haber sacado el tema, pero pensó, divertido, si Ginny
no tendría algo de razón en lo que había dicho.
—Pues no lo sé, Potter, pero dudo que venga hoy a cenar. Probablemente
hasta mañana no vuelva por aquí.
¿Por qué? ¿Te sucede algo? —inquirió, mirándole de una forma extraña
debido a su ojo vacío.
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Harry volvió al salón, donde Ron, Fred, George y Ginny jugaban una
partida de gobstones. Ron iba perdiendo. Se le daba mucho mejor el
ajedrez mágico, en el que siempre conseguía ganar a Harry. Al parecer,
Ginny y Ron ya no estaban picados, y dirimían sus diferencias en la
partida. Ginny l evaba las de ganar. Harry se quedó mirándolos. Un rato
después, la señora Weasley les l amó para cenar.
Cuando la puerta de la cocina se abrió, vieron quien venía con él: Percy.
—No, mamá —repuso Percy—. Pero no tengo mucha hambre... sólo venía
a... —Miró un instante a Harry y bajó la vista.
Percy se sentó, un poco cohibido porque todos habían cal ado y le miraban
de reojo de vez en cuando. El señor Weasley también se sentó. Percy no
parecía saber ni qué decir, ni a quien mirar. Finalmente, haciendo acopio
de valor, habló.
—Es que... —Percy cal ó unos segundos— era tan... tan impensable que
El-que-no-debe-ser-nombrado retornara... Nadie querría creerlo, era más
fácil pensar que te querías dar importancia, como con lo del torneo de los
Tres Magos... —intentó explicarse Percy.
—Claro —dijo Harry escuetamente—. Yo sí quería creerlo ¿verdad?
¡Somos grandes amigos! ¡Pero estaba al í! ¡No quería creerlo, pero lo vi!
¡Él mató a mis padres! ¡¿Cómo iba a querer darme importancia por el o?!
Percy bajó la cabeza, sin saber qué decir. Los demás miraban la escena sin
decir nada.
—Lo... lo sé... Está bien —Percy le miró a la cara, un poco más aliviado
—. Está bien, Harry. Yo... yo te lo agradezco —Pero Harry se fijó en la
expresión de ternura y alivio de la señora Weasley más que en la de Percy.
17
—Seguro que viene muy morena... —siguió diciendo Ron, como si hablara
consigo mismo. Ginny miró a Harry con una risita que Harry captó al
instante. Ron no se percató. Parecía que él mismo estuviera en España.
Harry se rió. Eso era propio de Hermione, quien era la única persona que
Harry y Ron conocían que se había leído Historia de Hogwarts,
Evaluación de la Educación Mágica en Europa y otros libros similares.
Ron pareció volver de su ensimismamiento
—Has cambiado —dijo Harry, sin más—. ¿Desde cuando ese... interés por
Hermione?
Harry sonrió.
Ninguno de los dos dijo nada más. Harry se puso el pijama y se metió en la
cama. Estuvo un rato pensando en lo que había pasado durante el día.
Sobre todo, lo que más había notado era aquel extraño cambio en Ron. Sí,
era lógico, después de lo que habían pasado, pero... había algo más. Harry
lo sentía. Tras aquel cambio había algo más, no sabía el qué. Sin embargo,
sabía que, fuese lo que fuese, Hermione también estaría afectaba. Casi
podía sentirlo. Pensando en el o, se fue quedando dormido, más tranquilo.
Al día siguiente l egaba Hermione, y hablaría con Dumbledore. Todo se
solucionaría. Seguro. Durmió toda la noche calmado y sin sueños.
El elfo doméstico miró a Harry con visible odio e intentó ocultar la foto.
Harry observó durante un rato a la familia Black. Una de las más antiguas
familias de magos, corrompida casi hasta la médula por la idea de la
sangre limpia y la superioridad de los brujos... a Harry no le extrañó que
Sirius hubiese querido abandonar aquel a familia cuando pudo.
Comparados con el os, los Dursley parecían aceptables...
—Sí, gracias.
—Déjamela...
—Sí —dijo Lupin con visible desagrado—. Los conocí cuando estábamos
en Hogwarts. Sirius nos había presentado a sus padres en la estación, pero
nunca quiso que fuéramos a su casa. No le gustaba nada. Al igual que tú,
Harry, Sirius prefería pasar sus vacaciones en Hogwarts, o cuando podía,
en casa de James.
Por supuesto, nunca les dijo que yo era un hombre lobo, ni que mi padre
era muggle. Tus abuelos, sin embargo, sí lo sabían, y no les importaba,
aunque constantemente nos decían que tuviésemos cuidado... —
Harry sonrió. La familia de su padre había sido para Sirius como los
Weasley para él: una segunda familia, mejor que la auténtica...
—No estoy muy seguro... creo que ahora hay al í magos del departamento
de seguridad mágica, algunos aurores, creo... eso es lo que he oído a mi
padre y a Kingsley. Por supuesto, han tenido que echarle algunos conjuros
más a la prisión y reformarla. Sin los dementores, la fuga es muchísimo
más fácil...
—¿Tú también te preguntas por qué no han huido todavía? —dijo Ron
mirándole.
19
—Quizás —dijo Harry, pensativo—. Pero a Bel atrix la ayudó cuando los
aurores l egaron al ministerio de magia...
—¡Harry, Ron, Ginny! Creo que deberíais venir —les l amó la señora
Weasley, por encima de los gritos de
«¡¡Otra vez esta asquerosa sangre sucia en la casa de mis padres!!», que
otra vez gritaba el cuadro.
—Hola Ron —Hermione le dio otro abrazo a Ron, que la miraba de forma
extraña. Ginny se aguantaba la risa.
—Que los chicos te ayuden a l evar las cosas a tu cuarto, querida —dijo la
señora Weasley.
—Gracias.
dijo, tocándoselo.
—Te queda muy bien —opinó Ginny, mientras Ron y Harry se miraban.
Sólo Hermione podía utilizar unas vacaciones para aprender cosas.
No hablaron nada más. Las miradas que se habían dirigido parecían haber
sido suficiente conversación para que todos se entendieran. Bajaron a
comer. En la cocina estaba ya el señor Weasley y ojoloco Moody. Harry
esperaba ver a Dumbledore, pero no preguntó por él para no preocupar a
nadie. No quería que le hicieran preguntas. Hermione estuvo toda la
comida hablando de sus vacaciones en España, pero Harry no prestó
demasiado atención. Su cabeza daba vueltas, pensando en si debía o no
debía contárselo todo... en junio había decidido que no, pero ahora... Harry
había visto en los ojos de sus amigos que estaban preparados para
escucharle. También Ron parecía un poco ido, a pesar de que intentaba
escuchar a su amiga.
Cuando terminaron de comer, Harry había tomado ya su decisión: Iba a
contarles a Ron y a Hermione muchas de las cosas que le preocupaban,
porque, aunque había procurado disimularlo y alejar la idea de su cabeza,
al observar los ojos de Hermione no había podido evitar ponerse nervioso,
porque había recordado su cara en su sueño, sus ojos l orosos, su expresión
de dolor..., mientras pedía a Harry clemencia por su vida.
20
Confesiones y Secretos
Los tres amigos salieron de la cocina hacia el vestíbulo. Harry iba delante,
y se paró antes de l egar a las escaleras.
21
Al oír eso, los tres se quedaron con la boca abierta. Todo el mundo tenía a
la profesora Trelawney por una impostora, aunque Harry había visto dos
años antes como profetizaba el retorno de Voldemort...
—La profecía decía algo así: «el único con poder para derrotar al Señor
Tenebroso l egará cuando el séptimo mes termina, nacido de padres que
han huido tres veces de él. El Señor tenebroso lo marcará como a su igual,
pero él tendrá un poder que el Señor Tenebroso no conoce. Y uno deberá
morir a manos del otro, porque ninguno puede vivir mientras el otro
sobreviva» —Harry cal ó un momento y miró a sus amigos, que se habían
quedado muy serios. Hermione parecía muy asustada—. ¿Entendéis por
qué no lo había contado antes? —dijo, apesadumbrado.
—No seas tonto, Ron. Está claro: significa que o Voldemort mata a Harry
o... o Harry tendrá que matar a Voldemort —explicó Hermione, con la voz
temblorosa—. ¿Es eso, verdad?
Harry afirmó con la cabeza. Ron había puesto unos ojos como platos.
Ginny soltó un quejido.
22
—Por eso él quiso matarme cuando era niño. Uno de sus mortífagos oyó la
profecía, pero sólo la primera parte, y por eso acudió a matarme, creyendo
que era lo que debía hacer, sin saber que, al intentarlo, sólo conseguiría
marcarme...
—Ya... —dijo Ron, entendiendo—. Pero Harry, ¡¿qué poder posees que no
tenga Vo-Voldemort?! —
preguntó, ansioso
Sus tres amigos le miraron durante un rato, sin decir nada, aún asimilando
lo que Harry les contaba, aún intentando digerir el hecho de que su mejor
amigo tendría que enfrentarse a muerte a un mago, y no a cualquiera, sino
al mago más poderoso y terrible que el mundo había conocido...
—Gracias —dijo.
—¿Entonces qué? —dijo Ron—. Hasta ahora parece una simple pesadil a,
Harry...
—. Continúa ¿y...?
—¡Eras tú! —gritó Harry, con lágrimas en los ojos—. Yo... yo ordenaba
que los mortífagos, que eran cientos, te ejecutaran, y... y tú estabas herida,
y sola, y pedías clemencia, me pedías que no siguiera, me decías que yo no
podía ser así, y yo quería gritar... ¡Pero de mi boca sólo salía esa horrible
risa!... y entonces me desperté —terminó, sin atreverse a contarle que la
había visto morir.
Hermione temblaba de pies a cabeza. Ron parecía ido y Ginny parecía a
punto de echarse a correr.
—Sí.
—No sentí que fuera una premonición... pero sí que podía ser real. Creo
que era una posibilidad en mi futuro.
23
sentía que estaba por encima del bien y del mal... era una especie de dios
oscuro... ya no era humano...
—¡Pero Harry! —gritó Ron— ¡Tú jamás harías algo así! Tú le odias. Él
mató a tus padres, y por su culpa murió Sirius... ¡Y ya ha intentado matarte
un montón de veces...! Seguro que te envió esas visiones sólo para
asustarte... igual que hizo cuando viste a tu padrino en el Departamento de
Misterios...
—Bueno, tal vez venga hoy por aquí. Seguro que todo se soluciona ¡Ya lo
verás! —dijo Ron, intentando animar a su amigo.
—No veo cómo —le respondió Harry, abatido, dejándose caer de espaldas
en la cama.
Harry le sonrió. Estuvieron un rato cal ados. Nadie se atrevía a decir nada
más. Cada uno pensaba para sus adentros lo que aquel o podría significar.
Bajaron a la cocina, donde sólo estaba la señora Weasley. Todos los demás
habían salido, por una razón u otra. Ron preguntó si podían ir al cal ejón
Diagon, pero la señora Weasley no parecía muy dispuesta.
—Oye, Hermione, ¿sabes una cosa? —dijo Harry cuando l evaban un rato
jugando una partida de gobstones.
24
del próximo curso. Por supuesto, sólo podemos elegir asignaturas que
hayamos aprobado en el TIMO... y luego, esperar que nos admitan, claro.
Por cierto... ¿qué tal las notas del TIMO?
terminó, ruborizándose.
—Dejadlo ya, por favor —pidió Harry antes de que la discusión fuera a
más y sus dos amigos acabaran peleados como de costumbre.
—Bueno... y ¿quién será este año el profesor de Defensa Contra las Artes
Oscuras? —preguntó Hermione para cambiar un poco de tema.
—No lo sé. No sé de nadie que pueda querer ese puesto —dijo Ron—. Ya
van cinco profesores en cinco años...
—Espero que sea bueno —dijo Harry, esperanzado—. Nos va a hacer falta.
—De todas formas —dijo Hermione—. Quizás deberíamos seguir con las
clases particulares... El año pasado nos fue muy bien con el as. No creo
que hubiésemos logrado salir vivos del Departamento de Misterios si no
las hubiéramos dado.
Harry se mostró de acuerdo en esto último... aunque, aún así, habían salido
vivos por un pelo, y le había costado la vida a Sirius... y si Dumbledore no
hubiese l egado...
25
—Ve, anda, antes de que sea la hora de la cena —le aconsejó Hermione.
—Pues sí, es por el sueño... verá, profesor, hace dos noches yo estaba
encima de mi cama, y de repente empezó a dolerme la cicatriz muchísimo,
como si Voldemort estuviera muy enfadado, aunque no tuve ninguna
visión ni ninguna sensación ¿sabe? —Harry hizo una pequeña pausa.
—¿Qué puede significar, profesor? —le preguntó Harry—. Yo creo que era
una especie de... premonición de lo que podría ocurrir si... ya sabe.
26
Harry no respondió.
—No era por el poder que poseías, Harry. No sufrías porque no tenías por
quien sentir dolor. Ese ser que había en tu sueño, Harry, estaba solo, al
igual que lo está Voldemort ahora. No sufre, no siente dolor, porque no
ama. Es incapaz de sentir algo por alguien, y quizá sea eso, más que todas
sus transformaciones y poderes, lo que le aleja de un ser humano.
—Lo sé. Sé que es duro para ti estar aquí, y que él no esté, pero en algo te
equivocas. Sí hay una cura: El amor. El amor es causa, pero también
remedio, del dolor. Sirius, y también tus padres, murieron por protegerte,
por dar a sus seres queridos la posibilidad de vivir en un mundo mejor que
el que les había tocado a el os. Nadie moriría por Voldemort, Harry. Sus
mortífagos solamente están con él por interés, o por miedo. Ya viste como
cuando él cayó, sus seguidores le abandonaron. ¿Te abandonaron tus
amigos cuando todo el mundo creía que mentías?
—Exacto, Harry. Tú, al igual que tus padres, o Sirius, tienes un tipo de
inmortalidad que Voldemort nunca conseguirá: la inmortalidad de los que
siguen viviendo en el recuerdo de quienes los amaban. ¿Crees que alguien
l oró por Voldemort cuando desapareció? Sus servidores sólo se
preocuparon de salvar su propia piel.
Dumbledore hacía ver las cosas de otra manera... sin embargo, aun distaba
mucho de estar tranquilo.
Y eso mismo fue lo que hizo que Ron, Hermione, Nevil e, Ginny y Luna te
acompañaran, a pesar de que sabían lo que les esperaba.
27
—Sobre eso, Harry, siento decir que no estoy seguro. Voldemort l eva un
mes inactivo. No sabemos lo que pretende, ahora que su plan ha fal ado y
no ha podido conseguir la profecía... —Dumbledore miró fijamente a
Harry—. ¿Dijiste que habías soñado con la profecía?
—No estoy muy seguro, Harry —respondió por fin Dumbledore—. Hay
muchas cosas que ignoramos. Pero no me gusta que sueñes esas cosas. La
Orden debe ponerse a trabajar, y tú también.
—¿Yo?
—Profesor Dumbledore...
—Sí, Ron. Pagué con vosotros la frustración que sentía en contra del
ministerio, de Malfoy, de Umbridge... y vosotros siempre habéis estado a
mi lado. Incluso me sentí celoso cuando recibiste la insignia de prefecto
—Lo que pretendo que entendáis es que yo... sin vosotros... sois lo mejor
que he conocido en mi vida —soltó Harry por fin—. Vosotros fuisteis mis
primeros amigos. Tú y tus hermanos os arriesgasteis mucho al ir a 28
—Vamos Harry, no es para tanto. Sólo hicimos lo que tú habrías hecho por
nosotros...
—Lo sé, pero ahora que Voldemort ha retornado... ¡en junio pude haber
hecho que os mataran a todos! Y...
bueno, no quería que algo así volviera a pasar sin deciros esto.
Dumbledore me ha abierto los ojos en muchas cosas —terminó Harry,
levantándose y dirigiéndose a la puerta. Pero antes de l egar pensó algo y
se volvió hacia Ron y Hermione, aun sin saber muy bien por qué lo hacía
—. Y tal vez vosotros dos deberíais plantearos algo respecto a vuestras
discusiones.
—Digo que tal vez deberíais pensar por qué discutís tan a menudo por
tonterías —aclaró Harry—. Mirad, estamos en peligro, cada vez más, y no
sé... ¿Qué haríais si os pasara algo y estuvieseis enfadados en ese
momento? ¿Cómo os sentiríais si a uno de vosotros le pasara... algo, y lo
último que os hubierais dicho fuese un insulto?
—Te hemos traído unas ranas de chocolate, tío —dijo George entregándole
una bolsa.
—Te aseguro que no son invención nuestra, Harry. Son las mismas
aburridas ranas de chocolate de toda la vida —le aseguró Fred. Harry las
miró un momento con desconfianza.
—Venga, Harry, baja a cenar. Y que nuestra madre no vea que te hemos
dado ranas de chocolate antes de la cena, o nos despel eja.
Los gemelos se desaparecieron, y Harry bajó por las escaleras, hacia la
cocina.
—Bien.
Harry entró en el salón y vio al í a los gemelos, que sacaban algo de una
bolsa.
29
Pasaron a cenar, aun con una sonrisa en la cara. La verdad, había sido todo
un espectáculo... Hermione miraba alternativamente a Ron y a Harry,
como retándolos a que se atrevieran a reírse.
—Los sectores que se opusieron a su política durante todo este año están
cobrando un gran peso —decía—.
Harry y Ron se miraron, con una sonrisa cómplice. A Harry, la idea de ver
al ministro saliendo del ministerio debido a una patada de Moody le
resultaba maravil osamente satisfactoria. Aún no podía terminar de creer
la actitud que había tenido durante el curso anterior...
Todo el mundo cal ó durante un rato, hasta que al fin dijo Dumbledore:
—Ya os dije antes que no tengo ni idea, Ron. Pero l eva mucho tiempo
inactivo. Estoy seguro de que algo planea, pero no tengo ni idea de lo que
es. Aparte de ese sueño no he tenido ninguna otra visión o sensación...
Ron se acostó, sin decir nada más. Parecía muy pensativo, aunque no daba
la impresión de estar pensado en Voldemort. Por varias veces estuvo a
punto de decirle algo a Harry, pero al final no abrió la boca.
30
La carta de Ginny era como la que habían recibido los otros tres el curso
anterior, pero la de Harry, Ron y Hermione contenía un pergamino de
solicitud de la asignaturas que querían cursar al año siguiente. Cada carta
era distinta, porque en los pergaminos sólo podían marcar las asignaturas
que habían aprobado en el TIMO.
Harry se lo pensó un rato. No quería más clases con Snape, pero quería
intentar l egar a ser auror...
—Creo que en dos días —le dijo Hermione, mientras cerraba su sobre y se
la entregaba a la lechuza.
Cuando la señora Weasley les l amó para que pusieran la mesa, vieron
también a Mundungus Fletcher, que charlaba en susurros con Fred y
George, seguramente contándoles alguna de las suyas. Los gemelos
parecían divertidos. A la señora Weasley no le hacía mucha gracia que sus
hijos hicieran tantas migas con Mundungus, que era un sinvergüenza y
siempre estaba metido en extraños negocios y operaciones de dudosa
legalidad, pero Fred y George conseguían a través de Fletcher diversos
productos para sus artículos de la tienda de bromas que difícilmente
podrían haber conseguido por cauces legales.
—Hace dos días que nadie sabe nada de el a —explicó el señor Weasley—.
Cuando Fudge la despidió se encerró en su casa de Escocia y apenas salía.
Tras salir su historia en los periódicos decidió suspender por tiempo
indefinido todas sus apariciones públicas. Pero ahora hace dos días que
nadie sabe dónde está.
—¿Y qué? —preguntó Harry— ¿Por qué se preocupa la Orden del Fénix
de lo que esa mujer haga?
31
—Tal vez ha decidido que el extranjero puede tener un mejor aire para el a
—dijo Ron—. Al fin y al cabo aquí no la quiere nadie.
—Es posible. Pero Dumbledore sospecha que, de alguna forma, y con
algún objetivo aún desconocido para nosotros, Quien Vosotros Sabéis
puede tener algo que ver.
—Sí, pero quizás sea más fácil de capturar —replicó Hermione—. Dado
que está escondida de la opinión pública, tal vez Voldemort espere que su
desaparición se atribuya a otras causas.
—Sí. Yo también estoy cansada de limpiar esta casa. Hasta mañana Ron.
Hasta mañana Harry.
—Es posible, pero si la han interrogado, seguro que lo ha hecho él, para
asegurarse de que no le mienta. De todas formas, creo que ya tenemos
suficientes preocupaciones sin molestarnos por lo que el pase a esa
estúpida. Lo más probable es que se haya largado del país.
32
—¿Sucede algo?
Los abrieron y comprobaron, como les había dicho Snape, que los habían
admitido en todo lo que habían solicitado.
—¡Por fin! —dijo Ron—. Ya estaba harto de estar aquí encerrado todo el
día.
—¿Por qué está tan seguro de que su desaparición tiene algo que ver con
Voldemort, profesor? —preguntó Harry.
—Es una sospecha, Harry. Conozco muy bien a Voldemort, y sé que podría
pretender... —dejó la frase sin terminar.
—Bueno... no lo sé. Creo que no saben nada... pero estoy seguro de que
Dumbledore cree que Voldemort tiene algo que ver, y parecía bastante
convencido. Daba la impresión de que sabía que tramaba algo...
—En fin, nada podemos hacer —repuso Hermione. Luego su cara cambió
y sonrió—. Bueno ¡Alegrémonos!
33
«No nos l evábamos muy bien», nos cuenta Theresa, «pero al fin y al cabo
era mi hermana, y no tenía a dónde ir si abandonaba Londres. El a
permanecía todo el tiempo en la casa y ni siquiera miraba los periódicos
cuando yo se los traía».
Según su hermana, el día 29 de julio salió a ver a una gran amiga suya, y
cuando volvió a su casa su hermana había desparecido. No había señales
de violencia, ni nota de despedida, ni nada. La desparecida no había
recogido ninguno de sus efectos pesonales.
propuso Ron.
—Bueno... no sé... quizás está loca —dijo Ron, más por l evar la contraria
que por propia convicción.
—Bueno, se supone que para obtener información ¿no? —dijo Fred—. Era
la subsecretaria del ministro...
Todos cal aron un rato. Harry pensó que, si era cierto que Voldemort había
secuestrado a Dolores Umbridge, significaba que había vuelto a sus
actividades y que, de nuevo, tenía algún plan.
Fred y George fueron los primeros diciendo «número 93 del Cal ejón
Diagon». Los siguió Ginny, la señora Weasley, Harry, Hermione y por
último Ron.
La tienda, según se fijó Harry, estaba muy bien montada. No era un local
muy grande, pero bastaba, y tenía por la parte de atrás una especie de
almacén donde los gemelos guardaban sus productos, aparte de utilizarlo
como laboratorio cuando no había clientes.
34
Por uno de los lados del mostrador había un pasil o, donde estaba la
chimenea, que conducía a la parte de atrás, el almacén. Harry se fijó en
todo lo que tenían, y muchos productos le trajeron bonitos recuerdos. En
un lado del mostrador tenían un montón de sombreros acéfalos, que hacían
invisible la cabeza de quien se los ponía. Al lado de los sombreros había
un montón de extrañas golosinas y gal etas. Harry reconoció entre el as las
famosas gal etas de canarios. Otros dulces tenían nombres como «chicles
aliento de cerdo»,
—¿Te apetece alguna cosa, Harry? —preguntó Fred con una sonrisa.
—Tal vez os interese una buena provisión de Surtidos Saltaclases para las
clases con Snape —dijo George a Harry y a Ron—. Os hacemos un
descuento especial del 10 por ciento. También descontamos el diez por
ciento a quienes se comprometan a usar los productos contra alumnos de
Slytherin...
Le devolvieron el saludo.
—Aún así, hay muchos de Slytherin que sí han venido —repuso George.
35
—Gracias a vosotros por ayudarle con esas clases. Sacó un «Supera las
expectativas» en su TIMO de Defensa Contra las Artes Oscuras —les dijo
su abuela—, algo que nunca hubiese esperado. Bueno, ya hemos terminado
de comprar y tenemos que irnos. Cuidaos, hijos. Saludos, señora Weasley.
Al salir, la señora Weasley les dijo que el a les l evaría todo a la tienda de
artículos de broma, y que fuesen a dar una vuelta por ahí hasta la hora de
comer. Se dirigieron a la heladería de Florean Fortescue a tomar algo.
Cuando se iban a sentar, Ginny vio a una amiga suya y fue a saludarla.
—¿Seguro?
36
Después de lo que les había dicho... Sin embargo, cuando abrió la boca,
Ron se echó a reír. Un instante después, Hermione hizo lo mismo. Harry
frunció el entrecejo.
Los tres amigos salieron del Cal ejón Diagon y entraron en el Caldero
Chorreante. Sólo estaba el dueño, Tom, al que saludaron, un cliente en la
barra y un individuo bajo y rechoncho en una esquina oscura. Vestía una
túnica negra, y tenía la cara, casi tapada por una capucha, inclinada sobre
una taza de té. Sus ropas estaban raídas y mugrientas. Harry le echó un
vistazo y se sentaron en una mesa. Pidieron tres cervezas de mantequil a y
se pusieron a charlar mientras bebían. Un rato después, el único cliente
salió y se quedaron solos en el local, a excepción del personaje de la túnica
y el dueño.
Umbridge miró hacia un lado e hizo una floritura hacia una serie de cuchil
os que había tras la barra. Los cuchil os empezaron a flotar y se dirigieron
hacia Harry a toda velocidad. Logró esquivarlos la primera vez echándose
a un lado. Los cuchil os pasaron por su lado y por encima, pero dieron la
vuelta a un gesto de la varita de Dolores Umbridge y cargaron de nuevo
contra Harry. Este les apuntó con la varita mientras gritaba
« ¡finite incantatem! ». Logró que cayeran todos menos dos. Harry rodó
sobre sí mismo y uno de los el os se clavó a unos centímetros de su
cabeza, pero el otro le atravesó el hombro izquierdo. Harry chil ó de dolor.
Dolores sonreía aún más, pero sus ojos seguían mostrando aquel a
expresión perdida, como si estuviera en otra parte. Hizo un nuevo gesto
con la varita y el cuchil o que se había clavado en el suelo se levantó de
nuevo y apuntó hacia Harry, que se retorcía de dolor, e incapaz de escapar
— ¡DESMAIUS!
—¿Estás bien?
37
—Eso no importa ahora. Tenemos que curarte esa herida —dijo mirando
hacia el hombro de Harry—.
Parece grave.
— ¡Enervate!
—¿Pero cómo ha podido hacer algo así? —se lamentaba la señora Weasley
—. ¿Cómo?
38
—Sí. Al principio creí que era que se había unido a él, que se había
convertido en una mortífaga. Pero luego me di cuenta. Tenía una expresión
en los ojos que no era la de su cara. Era como la del señor Crouch, como si
no estuviera aquí...
—Bien.
—Profesor Dumbledore...
—¿Sí, Hermione?
—Yo no digo que haya sido una casualidad —se explicó Ron—.
Simplemente...
—Llegó aquí ayer por la mañana —dijo de pronto el dueño del Caldero
Chorreante desde la barra, interrumpiendo a Ron—. No traía equipaje, y
no le vi la cara en ningún momento. Dijo que pensaba quedarse durante el
tiempo que necesitase, que podrían ser semanas. No dijo nada más.
Siempre estaba en esa mesa, sentada, y a cada rato pedía un té.
—Claro. Sabría que en algún momento, Harry vendría por aquí para
comprar el material para el colegio y estaría más desprotegido. Supongo
que a Quien-vosotros-sabéis no le importaría mucho que luego atraparan a
Umbridge —dijo el señor Weasley.
—Utilizaremos la Red Flu, que es lo más rápido que tenemos, dado que no
podéis apareceros —le contestó Dumbledore.
—Venga, iros ya. Que se hace tarde —se despidió la señora Weasley—. Y
tened cuidado.
39
Los magos murmuraban, mirándolos, aunque esta vez sabía que los
murmul os eran de una clase muy diferente a los que había escuchado en
su visita a aquel a sala el verano anterior.
—¿Está diciéndonos que usted no fue? Porque hay cuatro testigos que
afirman...
—Sin embargo, aquí no dice usted nada de por qué iba a querer El Que No
Debe Ser Nombrado utilizarla a usted para acabar con la vida del señor
Potter. Sólo declara que la torturó durante dos días, y que el día 31
—Bueno... Él parecía agotado, sí, ¡pero igualmente era terrible! Dijo que
había conseguido algo, estaba muy contento. —Harry cruzó rápidas
miradas con Hermione y Ron—. Se acercó a mí y me dijo que yo había
sido útil, que como premio, me permitiría... me permitiría vengarme de
Potter. Me echó la maldición y me obligó a ir al Caldero Chorreante, a
esperar a que Potter apareciera, si lo hacía. En tal caso, debía matarle.
—Humm, no sé, por una parte parece convincente, pero los sanadores de
San Mungo que la examinaron dicen que no tiene usted marca alguna o
señal de que haya sido torturada durante dos días, como dice usted que
sucedió, y su pasado, señora Umbridge, pesa mucho contra usted.
—Sí... yo...
—Bueno, veremos lo que tienen que decir los testigos al respecto —dijo
Madame Bones. Miró un pergamino
—¿Pero qué...?
40
—¡No puedo!
—¡NOOOOOO! —chil ó.
—¿Por... por qué le habrá hecho eso? —preguntó Ron—. Fue horrible. Me
caía mal, pero una muerte como ésa...
—La respuesta más lógica es que lo hiciera para no dejar pruebas —opinó
Hermione, con voz débil y temblorosa de la impresión.
—¡Pero ya había declarado! ¡Ya había confesado todo! ¿Qué sentido tiene?
—Profesor...
—Ahora no, Harry. Ya hablaremos más tarde. Vamos, tenéis que iros.
Dumbledore les acompañó hasta las chimeneas, mientras a su alrededor el
revuelo por la noticia de lo ocurrido se extendía entre los funcionarios del
Ministerio. Llegaron a la primera de las chimeneas y, tras despedirse de un
preocupado Albus Dumbledore, los tres regresaron, muy serios, al número
12 de Grimmauld Place.
41
Profesor Dumbledore
Harry asintió.
—Está bien... Será mejor que os vayáis a descansar —sugirió, con aire
distraído. Los tres amigos se apresuraron a asentir y salieron de la cocina,
en dirección a la habitación de Harry y Ron.
No habían hecho más que entrar, cerrar la puerta y sentarse en las camas,
cuando Ginny abrió la puerta y entró también en la habitación. Sonrió.
—¡Ya habéis l egado! Me pareció oíros subir las escaleras y... ¿qué pasa?
—preguntó de pronto, viendo las caras de los tres.
Esta vez fue Harry el que empezó a relatar la historia del juicio y el
posterior asesinato. También Ginny se quedó altamente impresionada.
Ron puso expresión de estar recordando algo, pero Hermione abrió mucho
los ojos.
—Entonces, ¿Es ya seguro que Quién Vosotros Sabéis tuvo algo que ver
con el o? —preguntó Ginny.
—No sé, quizás que podría unirse a mí para aumentar aún más su poder,
no sé... aunque no me imagino que haya atacado mi mente para
provocarme esa visión, salvo que quisiera saber otra cosa y la visión fuese
una consecuencia...
—¡La profecía!
—Es lo más lógico, ¿no? Es la única forma que tiene ahora de saber qué
decía...
42
Creía que la profecía se lo diría. Pero no dice nada de eso... Sólo dice que
uno de los dos deberá matar al otro...
dijo Hermione.
—Bueno, ahora sabe que tienes un poder que él no conoce, Harry —dijo
Ron—. Quizás te coja miedo...
—No. No creo que me tenga miedo. Creo que se le han abierto ciertas
posibilidades que nosotros no entendemos. Algo relacionado con la
segunda parte del sueño...
—No creo que logremos entender esto, Harry —opinó Ginny muy seria—.
Pero hay una cosa que sí creo, y es que tienes que hablar con Dumbledore
y decirle que crees que Quien tú sabes conoce la profecía...
—Ya —dijo Harry—. Esta tarde tengo clases de oclumancia con él. De
todas formas, estoy seguro de que no se le escapó la declaración de
Umbridge. De hecho, ya cuando le conté el sueño mencionó la profecía y
parecía preocupado... Creo que se lo temía.
Ninguno de los tres se libró del interrogatorio, porque aunque casi todos
conocían casi todos los hechos, en algunos casos los rumores que se
habían extendido por el Ministerio habían alterado la verdadera historia.
—No es por eso... bueno, en parte sí, pero lo que más me preocupa es otra
cosa —respondió Harry.
Harry asintió.
La comida transcurrió tranquila, porque casi todo lo que se podía decir
respecto a al muerte de Dolores Umbridge ya había sido dicho, y todo el
mundo se dedicaba a pensar. Al poco de terminar, y mientras los cuatro
amigos estaban el salón, jugando una partida de naipes explosivos, l egó
Dumbledore.
Llamó a Harry, y éste fue a reunirse con él, mientras sus amigos le
deseaban buena suerte con la oclumancia.
—Sí, a veces Ron me habla de objetos que su padre tiene que requisar.
Harry asintió.
43
—Está bien... Pero profesor —pidió Harry, Intentando ocultar toda la rabia
que sentía al pensar que si Voldemort conocía la profecía, todo lo que
habían hecho durante el año anterior no servía para nada—, ¿Por qué no
me explica antes en qué consisten exactamente la Legeremancia y la
oclumancia?
—Verás —explicó Dumbledore—. La legeremancia proporciona al que la
utiliza acceso a diversos estratos de la mente de la persona objetivo.
Muchas veces, o si uno no sabe como hacerlo bien, sólo se consigue un
acceso superficial a los pensamientos activos de la persona... pero un
dominio más profundo permite
Harry intentó hacerlo, pero le era muy difícil dejar la mente en blanco con
tantas cosas como estaban sucediendo.
—. Tres segundos.
Harry se fijó en los dibujos de uno de los sil ones hasta que sólo veía los
colores, no ya la forma. Sintió que se iba, que se adormecía, que se
relajaba...
— ¡Legeremens!
—Será mejor que hoy lo dejemos aquí. No ha estado mal. El próximo día
seguiremos practicando el vacío mental, el control de las emociones.
Cuando lo hayas logrado, empezaremos con el cierre mágico de la mente.
44
—Sí, profesor.
—Creo que bastante bien. Mucho mejor que con Snape, desde luego.
—Vaya...
—¿Nosotros?
—Sí, Ron. A vosotros os afecta tanto como a mí... quiero saber por qué en
ese sueño tenía que matar a Hermione... y sospecho que vosotros dos... —
dijo dirigiéndose a Ginny y a Ron— vosotros dos estabais...
bueno, muertos...
45
—Me alegro, pero ahora os rogaría que nos dejaseis solos. Harry necesita
toda la concentración posible.
—Bueno... Usted sabe que la noche en que tuve aquel sueño, Voldemort
intentó averiguar el contenido de la profecía buscándola en mi mente...
—Sí
—Pero nosotros queríamos saber por qué... por qué vino el sueño que tuve
después. ¿A qué se debió?
—Veréis... no estoy muy seguro de por qué sucedió eso. Creo que, cuando
Voldemort supo el contenido de la profecía, y vuestras mentes estaban
conectadas, de alguna manera... se os reveló una posibilidad alternativa a
mataros el uno al otro. Lo que viste, Harry, es el final de ese proceso. No l
ego a comprender exactamente cómo podrías l egar a ser parte de
Voldemort, pero estoy seguro de que ése era el final de todo... Respecto a
cómo se ha revelado eso, de momento sólo podemos hacer conjeturas.
—Comprendo...
—Por el dolor, Harry —le dijo Dumbledore con voz muy tranquila y
calmada—. Tú mismo lo dijiste: a veces el dolor es tan grande que
haríamos lo que fuese porque parara, por no sentirlo... Si Voldemort ha
urdido nuevos planes encaminados a hacer que te unas a él, visto el fracaso
de su nuevo intento de asesinato, temo que intentará utilizar tu dolor.
Harry miró hacia Ron, Hermione y Ginny, que se habían quedado mudos.
Por supuesto, el os sabían que estaban en peligro, por ser de las familias
que eran, por ser enemigos de Voldemort y por ser amigos suyos, claro,
pero nunca habían sido un objetivo preferente para el malvado mago.
Saber que ahora el os quizá corrían más peligro que él le hizo sentirse
extrañamente furioso.
— ¡Legeremens!
46
Harry notó de nuevo aquel os dedos que hurgaban, pero siguó concentrado
en el sil ón, en sus colores...
—Lo sé, ¡pero es muy difícil! ¡No soporto la idea de que puedan atacar a
mis amigos por mi culpa!
—¿Mañana?
—Profesor Dumbledore...
—¿Sí, Hermione?
Hermione, Harry, Ginny y Ron se miraron los unos a los otros, incapaces
de decirse nada.
Durante las dos semanas siguientes, Harry continuó sus clases con
Dumbledore. Había progresado muchísimo, y, aunque por supuesto
Dumbledore podía hurgar en su mente, prácticamente sólo lograba ver lo
que Harry le mostraba, que casi siempre eran unas manchas de color que
se parecían a un sil ón.
—Pronto podremos empezar con la segunda parte, Harry —le dijo
Dumbledore el día 21 de Agosto—.
Sin embargo, no pudieron tener la clase del día 23, porque un poco antes
de comenzarla, Snape l egó con, al parecer, importantes noticias, y hubo
una reunión extraordinaria de la Orden.
47
—Ya, y por una parte es una lástima —dijo Ron, y Hermione le lanzó una
mirada severa—. ¡Ya lo sé, Hermione! Pero es la única forma de que nos
enteremos de algo más...
—Ni idea —respondió Fred—. Pero seguro que es serio. Todos parecían
preocupados...
Sólo odio.
—No te saldrás con la tuya, Tom —dijo el anciano que sostenía la varita
frente a él.
—¿Ah, no? —Se rió con aquel a risa espeluznante que aterrorizaría a
cualquier otro mago, excepto a aquél al que hacía frente.
48
—Ha tenido... mucha suerte, desde luego. Pero eso no será suficiente. Ese
chico será mío... vivo o muerto.
— ¡Desmaius! —gritó.
¿Cómo? ¿Por qué había crecido tanto su poder? ¿Qué era lo que
Dumbledore sabía desde que le había contado la forma en que había
retornado? El temor lo embargó... ¿Cómo iba él, un muchacho de dieciséis
años, vencer a un mago al que ni Dumbledore podía derrotar? Se encontró
deseando no haber visto nada.
—¡Chist! ¡Cál ate! —le ordenó el gemelo—. Tenéis que leer esto. Voy a
despertar a Harry.
—¿Cómo dices? —preguntó Fred, mirándole con cara rara. Ron también le
observó con interés.
—Habla del ataque a Azkaban, ¿verdad?
Fred abrió la boca completamente. Ron los miraba sin entender nada.
A media tarde del día de ayer, cundieron rumores de que El que no debe
ser nombrado planeaba un ataque contra Azkaban, donde se encontraban
presos varios de sus seguidores desde el 49
—¡Mamá! ¿Qué es esto de que Bil está herido? —preguntó Ron, sin hacer
caso de su madre. La señora Weasley palideció.
—Veamos qué más dice aquí —dijo Ron cuando su madre hubo salido de
la cocina, inclinándose hacia el ejemplar de El Profeta, mientras
empezaban a desayunar:
—¡Maldita sea! —exclamó Ron—. Otra vez todos sueltos... ¿Y qué es eso
de que Dumbledore está herido?
—¿Lo viste?
—¿Sin más?
—Mierda... —dijo.
50
—Sí, gracias, Mol y. Solamente muy cansado... Puedes irte a San Mungo
cuando quieras...
Lupin Les dijo que se iba a tomar un baño y subió por las escaleras. Cinco
minutos después bajaron Hermione y Ginny, ambas con cara de sueño.
—Ayer... ayer por la noche me pasó algo muy raro —explicó Harry—.
Tuve otra visión, pero no como las del año pasado... creo que, creo que yo
la provoqué... —Hermione, Ginny y Ron le miraban boquiabiertos y sin
comprender—. Creo que la visión se produjo como las demás veces, pero
luego fue distinto... distinto porque yo quería verla... yo mantuve la
conexión hasta que no pude más. Vi a Voldemort matar a una mujer y
bloquear la chimenea de la Red Flu, y luego le vi sacar de las celdas a los
demás, les ordenó que subieran a la torre... Al í no sé qué pasó. Perdí la
conexión, y, cuando la recuperé, Voldemort estaba junto a los muros,
haciendo algo, pero Dumbledore l egó y le atacó. Oí un grito, y luego oí la
conversación entre ambos.
Hermione se mordía el labio inferior con tanta insistencia que Harry pensó
que acabaría haciéndose daño.
—No sé si debería...
—Veréis, ayer por la tarde, el profesor Snape nos comunicó que había
ciertos planes para asaltar Azkaban durante la noche y liberar a los presos.
Todos nos sorprendimos, porque de momento, no había hecho nada por el
os. De todas formas, empezamos a prepararnos. Dumbledore acudió a
hablar con Fudge y nosotros emprendimos camino a Azkaban para ayudar
en su protección. Dumbledore nos dijo que él acudiría con ayuda en el
momento preciso, para evitar sospechas. Esperamos al í durante horas.
Creíamos que vendrían 51
por mar, o algo así, ya que Dumbledore había invocado un hechizo
antidesaparición en toda la isla, pero Voldemort lo rompió, no sabemos
cómo.
—Menos mal...
Lupin, por su parte, durmió hasta la hora de comer, hora en que también l
egaron los señores Weasley y Bil .
Los Weasley, Bil y Fleur pasaron a la cocina, con Lupin, pero Ron, Harry,
Hermione y Ginny se quedaron un momento en el vestíbulo.
—Yo sí —afirmó Ginny, muy contenta. Los tres la miraron con curiosidad.
Harry, en realidad, no entendía nada de lo que iba aquel a conversación—.
Pero no os lo voy a decir, no es asunto mío —declaró, abriendo la puerta y
entrando en la cocina, dejándolos a los tres al í, que tardaron un momento
en seguirla.
Tardaron dos días en volver a ver a Dumbledore. Sólo quedaban cinco días
para comenzar el curso, y Harry ya se había hecho a la idea de que no daría
más clases de Oclumancia hasta volver a Hogwarts. Pero ese día,
Dumbledore volvió a Grimmauld Place. No parecía haber sido herido, pero
estaba serio y preocupado.
Parecía más viejo, mucho más viejo que la última vez que Harry lo había
visto. Llamó a Harry y le comunicó que tendrían una clase, y que sería la
última antes del comienzo del curso.
—Bien, Harry —le dijo Dumbledore cuando estuvieron los dos en el salón
que utilizaban siempre—, hoy comenzaremos con el cierre mágico de la
mente. Con él, evitaremos cualquier tipo de intrusión. Es la parte más
complicada de la oclumancia, y la que revela al agresor que dominamos la
técnica.
¿Verdad?
—Más o menos... Debo hacer lo mismo que ya hacía, y desear una barrera.
53
—Sí. Debes dejar tu mente en blanco, excepto por un muro. Ese muro
debes imaginártelo como una barrera entre tu mente y lo que está fuera, o
como una puerta. Eso no funcionaría en un muggle, pero tú eres un mago,
y tu mente proyectará esa barrera contra las agresiones externas, que
«rebotarán» en ese muro sin conseguir obtener nada ¿Lo entiendes? —
Harry asintió—. Bien, entonces vamos a probarlo
Harry fijó su vista de nuevo en el sil ón que siempre utilizaba, hasta que
no vio nada, y empezó a pensar en un muro que separaba su mente del
exterior.
—Lo sé, pero cuando hayas cogido la idea progresarás muy rápido. Venga,
volvamos a intentarlo.
Seguiremos trabajando un rato más, para que fijes la idea. Si lo haces tan
bien como ahora, en la próxima clase, que ya daremos en Hogwarts,
utilizaré toda mi capacidad para atacarte, y de improviso ¿de acuerdo?
—De acuerdo —dijo Harry, un poco colorado por las alabanzas del
director.
—Bueno Harry. Has estado muy bien —dijo, levantándose—. Nos veremos
en Hogwarts —se dirigió a la puerta.
—Profesor...
—¿Sí?
—No lo sé... supongo que con su poder, puede conseguir casi cualquier
cosa.
Harry dudó.
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—¡Bien, Harry! —dijo Hermione muy alegre—. Por fin te librarás para
siempre del acecho de Voldemort en tus sueños.
Ron asintió.
—¿A qué?
—Sí, él te dijo que tu sangre le haría más fuerte que la de ningún otro,
¿no? —dijo Ron.
—Es posible que sólo sea eso... pero no encontramos otra cosa —dijo
Hermione—. Tiene que ser por tu sangre.
Harry cal ó. ¿Tendrían razón? Pero, ¿Por qué iba a ser más poderoso por
usar su sangre? ¿No sería más poderoso si usara la de otro mago más
experimentado?
55
Comienzo de Curso
preguntó.
—Yo sí, cuando subíamos al tren. No os imagináis el asco con el que nos
miró.
—Sí, pero te aseguro que no era una sonrisa simpática. Más bien creo que
venía a decirme que Lucius ya vuelve a andar por ahí...
56
Harry le sonrió. Por lo menos no era el único que se sentía extraño, y esa
idea lo reconfortaba. Nevil e asentía con la cabeza, con una mirada que
Harry no le había visto nunca. Parecía... muy mayor... y bueno, al fin y al
cabo, se había encontrado y enfrentado a los verdugos de sus padres, a los
responsables de que estuvieran, locos, en una sala del Hospital San
Mungo. Incluso había sufrido, durante un breve tiempo, la misma tortura
que el os habían padecido.
—Parecía que le hubiesen dado a él el Premio Anual —dijo Ron, con asco.
—De todas formas no fue tan grave —comentó Hermione—. Dado que
sólo son dos de Slytherin, y todos los demás nos l evamos muy bien. Lo
verdaderamente horrible fue tener que soportar su presencia. La verdad es
que en eso Ron tiene razón, la expresión de Malfoy me daba ganas de
vomitar.
—Largaos de aquí.
tornó dura—. Vas a acabar mal, Potter. Tú y estos amigos tuyos —terminó,
señalando a los demás con un gesto.
—Cál ate, Malfoy ¿q quieres acabar convertido otra vez en babosa? —le
espetó Hermione.
«sangre limpia», pero no nos l egáis ni a la suela de los zapatos —le dijo
Harry. Hermione, Ginny y Nevil e sacaron también las varitas y apuntaron.
Luna, mientras, siguió leyendo como si no pasara nada en el vagón.
—Sí, lárgate, Malfoy —dijo Ron—. Tendrías que haber visto la cara de tu
padre cuando l egó Dumbledore al Departamento de Misterios. Temblaba
como una niña frente al lobo. —Esta vez fueron Harry, Nevil e, Ginny y
Hermione los que se rieron.
—Espero que no tarden mucho —dijo Ron, mirando las fuentes vacías y
los platos con avidez—. Me muero de hambre
y desprecio que siempre usaba con Harry, aunque éste hubiera jurado que
se había intensificado, si tal era posible. Luego contempló al resto de los
alumnos. Vio que muchos miraban hacia él y cuchicheaban. Harry sabía
que, a diferencia del año anterior, la gente no hablaba de lo chiflado que
debía de estar, sino seguramente de los que había sucedido en el
Departamento de Misterios y en el Caldero Chorreante, pero descubrió
que, en realidad, no le importaba. Aún se sentía como si perteneciera a
otro mundo distinto a los demás. Aunque la sensación había cedido un
poco, se sentía lejano de lo que al í ocurría. Sólo sentía a Ron y a
Hermione cerca de él... En ese momento, se abrió la puerta del comedor,
interrumpiendo sus pensamientos, y la profesora McGonagal entró,
seguida de los nuevos alumnos. Esperaron frente al sombrero
seleccionador, y éste comenzó su canción:
59
—Bolt, Alice
—¡HUFFLEPUF!
—Burning, Dyllus.
—¡RAVENCLAW!
Ron observaba la larga fila de alumnos que aún quedaba, esperando que
terminara. Miraba los platos vacíos con expresión ávida, y se veía que
tenía ganas de decir algo, pero, viendo a Nick Casi Decapitado, que
observaba la selección entre él y Hermione, y mirando también a su
amiga, no dijo nada.
—Dings, Shirtley.
—¡SLYTHERIN!
—Fommedon, Alexis.
—¡GRYFFINDOR!
—Funtil, Marva.
—¡HUFFLEPUFF!
—Grideon, Graham.
—¡GRYFFINDOR!
—¿Os habéis fijado en ese chico, Dul ymer? —preguntó Harry—. Pensaba
que no podía haber mirada más desagradable que la de Malfoy.
—¿Por qué habrá sido el último de la lista si su apel ido empieza por D?
—preguntó Hermione—. Además parece muy alto para su edad ¿no
creéis?
Dul ymer, a su lado, sonreía ligeramente, una imagen que no cuadraba con
la mueca de desprecio que le había visto antes. Dumbledore continuó,
pidiendo silencio.
—Gracias, gracias —dijo sonriente—. Aparte de eso, este año, además de
la habitual temporada de quidditch, hemos decidido organizar un Torneo
de Quidditch entre Colegios, que se celebrará en Diciembre y Enero, y en
el que participarán Beauxbatons y Durmstrang, colegios que ya conocéis, y
el Colegio Castelfidalio, de Italia. Cualquier jugador de los equipos de las
casas podrá presentarse a las pruebas para el equipo del Colegio, que serán
en la última semana de Octubre. En Hal oween l egarán nuestros invitados.
Pero Ron no le contestó, porque en ese momento se acercó Katie Bel , una
de las cazadoras del equipo de Gryffindor.
—Hola Harry —saludó—. Hola, Ron. Ginny...
—Tú eres mejor jugador que yo. Tú debes de ser el capitán. Además, te lo
mereces, por lo que te hizo Umbridge el año pasado...
—Sí... Además, tú podrás ser el capitán el año que viene también, y yo, en
cambio, termino este año. No sería bueno para el equipo cambiar de
capitán cada año ¿verdad? Así que, si quieres el puesto, sólo tienes que ir a
ver a McGonagal ... Bueno, ya nos veremos. Hasta luego, Harry.
—¡No seas tonto! Katie tiene razón —dijo Ron—. Te lo mereces, has
conseguido un montón de victorias para Gryffindor. Debes aceptarlo.
—Hola, Cho...
61
—Bueno, pudo ser mucho peor... —le dijo Harry, sin saber qué más añadir.
—Me alegro de que estés bien, Harry, de verdad... —En ese momento,
Michael Corner, el novio de Cho, se le acercó, pasándole un brazo por los
hombros y mirando a Harry con desconfianza—. Bueno, ya nos veremos...
Adiós.
Fuera del Gran Comedor, para desgracia de Harry, se encontró con los de
Slytherin. Algunos le miraron con curiosidad, y otros, como era
costumbre, con verdadero desprecio, pero a Harry no le importaban ya. Iba
a pasar de largo, cuando Dul ymer, para sorpresa de todos, se le acercó.
—Harry Potter —le dijo, con una extraña sonrisa en la boca que a Harry le
pareció entre agradable y misteriosa—. Encantado de conocerte —añadió,
tendiéndole la mano.
¿Amigo del chico que había mirado con desprecio a Dumbledore y había
hecho migas con Malfoy?
—Estupendo —dijo Dul ymer con una sonrisa, aún estrechándole la mano
—. Bueno, Harry, he de irme.
—Por eso mismo, Ron. Tal vez si hubiera más amistad, comprenderían lo
erróneo de sus ideas sobre los magos de sangre mestiza y demás
estupideces...
—No, claro —dijo Ron, sarcásticamente—. El resto son buenos, pero con
malas influencias, ¿verdad?
—¡Qué suerte! —exclamó Ron, suspirando—. Bueno, será mejor que nos
acostemos, si l egamos tarde a clase el primer día Snape es capaz de degol
arnos.
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—Creo que bien... aunque seguro que Snape tiene algo que decir.
—Creo que está perfecta —dijo Harry animado. Esperaba ver la cara de
decepción de Snape cuando no pudiese ponerle un suspenso.
—La mía creo que también está bien —dijo Ron—. A ver...
Llenaron las botel as, pusieron su nombre en el as y se las entregaron a
Snape, quien, por un instante puso una cara de furia al mirar la botel a de
Harry. Esto le bastó para suponer que la poción tenía el aspecto correcto.
Fueron hacia su mesa, recogieron sus cosas y se fueron, sin mirar a nadie.
Se dirigieron al aula de Transformaciones. Esa clase la tenían con los de
Ravenclaw. Con Slytherin tenían, como siempre, Pociones y Cuidado de
Criaturas Mágicas, y con Hufflepuff Herbología.
La clase asintió.
—Los pétalos de las Flores de Fuego se usan, entre otras cosas, para
fabricar los Polvos Flú y como ingrediente básico para pociones
incendiarias.
Pasaron la clase entre apuntes y regando a cada rato las Flores de Fuego.
En la siguiente clase deberían pasarlas a unos tiestos especiales que
regaban la planta correctamente cada poco rato.
—¿Que Dobby los cogió todos? ¡¿Para eso me pasé todo el curso haciendo
punto?! ¡¿Y por qué no me lo dijiste antes?! —gritó, mirando a Harry con
furia.
Harry hizo un esfuerzo por contenerse y se fue. ¿Un aprobado raspado? ¡Si
era una de las mejores pociones que había hecho nunca! Continuó hacia el
despacho de McGonagal , sintiendo que ya le habían amargado la tarde.
—Sí.
—La semana próxima serán las pruebas para el equipo. Necesitaremos dos
cazadoras nuevas, dado que se fueron Alicia y Angelina. Espero que
encontréis unos buenos sustitutos —la profesora suspiró. Sólo 64
—Espero que este año mantengamos la copa, señor Potter —dijo con una
leve sonrisa, mirando desde Harry a la copa de Quidditch que habían
conseguido el año anterior.
—Lo intentaremos.
—Vale, vale —la cortó Harry antes de que hablara de Grimmauld Place—.
Entonces el viernes a las siete.
Luego, él y Ron subieron a su habitación y empezaron a pensar en tácticas
de quidditch hasta la hora de la cena.
—Seguro que está con algo del PEDDO —dijo Ron, sacudiendo la cabeza
—. A lo mejor ahora se declara en huelga de hambre...
—Qué chico tan raro, ese Dul ymer... —le dijo a Ron— La primera vez
que le vi me cayó mal, pero ahora no sé que pensar... es amigo de Malfoy,
y, sin embargo, le enfada y le provoca cada vez que me saluda...
Harry no dijo nada, pero no creía, en absoluto, que Dul ymer estuviese
loco.
Ron le miró con furia, con evidentes deseos de romperle la cabeza, pero
luego pareció pensárselo mejor, sonrió y respondió:
Harry estal ó en una carcajada, al igual que Dean, Seamus y Nevil e, que se
habían acercado. Malfoy se puso pálido y borró la sonrisa de su cara.
—Vamos, Hermione, los elfos de aquí no son como Dobby —dijo Harry—.
Dobby estaba con los Malfoy, y le maltrataban a diario. Dumbledore trata
muy bien a los elfos de Hogwarts...
65
—¿Por qué no vamos a las cocinas y comes algo, Hermione? —le sugirió
Ron—. Te vas a morir de hambre.
Hermione miró a Ron con furia, como diciéndolo que no se bromeaba con
ese tema, pero al final aceptó bajar. Estaba hambrienta.
Harry ya deseaba que l egara la tarde, para tener la primera clase de con
Hagrid. Después de comer, se dirigieron al bosque para la clase. Hagrid ya
los estaba esperando.
—Hola, muchachos...
—A ver qué monstruo vemos hoy —dijo Malfoy a Crabbe, Goyle y Pansy
Parkinson, que se reían—. ¿Qué utilidad tendrá? ¿Podrá quemarnos?
¿Mordernos? ¿Arrancarnos los ojos?
Harry y Ron lo miraron con odio y visible rabia. Harry hubiese dado lo que
fuera por no seguir teniendo aquel a clase con los de Slytherin. Varios de
Gryffindor sacaron las varitas, pero en ese momento Hagrid, que no había
oído a Malfoy, se acercó y empezó con la clase. Malfoy sonrió.
—Bueno, este año empezaremos a ver algunas de las criaturas más
fascinantes que existen, en la medida en que podamos conseguirlas.
66
—Bueno, para las primeras clases de este año, me he decidido por algo
especial: Los fénix. Es muy difícil conseguirlos, así que sólo tenemos uno,
que me lo ha prestado Dumbledore .—Hagrid miró hacia lo alto—.
Ven, Fawkes.
Harry levantó la mano. Hagrid le sonrió y le hizo una señal con la cabeza.
—Exacto. Son un remedio excelente contra las peores heridas. Diez puntos
para Gryffindor.
—Bien hecho, Hagrid —le felicitó Ron—. Le has plantado cara a ese
engreído de Malfoy.
Hagrid le sonrió a Ron. Malfoy había hecho todo lo posible por que
despidieran a Hagrid durante los tres años que l evaba como profesor de
Cuidado de Criaturas Mágicas.
—De acuerdo. Hasta luego —se despidió él—. ¡Ah!, ¿podéis l evar a
Fawkes hasta el castil o?
—Ha sido una clase estupenda —dijo Hermione—. Los fénix son
fantásticos. Me gustaría tanto tener uno...
—Pero son muy difíciles de conseguir, ya has oído a Hagrid —repuso Ron
—. Sólo nace uno nuevo cada mucho tiempo, y normalmente no se acercan
a los humanos. No sé cómo haría Dumbledore para conseguir ése...
67
Henry Dullymer
Proceded.
Harry se asustó al ver los ingredientes y las instrucciones. Había que ser
muy cuidadoso. Al igual que en la primera clase, intentó seguir los pasos
de Hermione, pero supo que no le iba todo igual cuando la poción de
Hermione, al cocerla los 15 minutos necesarios antes de echarle las
cáscaras de huevo de serpiente de cascabel, mostraba un aspecto suave y
levemente denso, de un color plateado. La suya contenía grumos, era más
esperas y tenía un color mucho más blanco. La de Ron, por otra parte, era
de color rojo y soltaba chispas. Snape pasó junto a el os y les miró, con
sonrisa despectiva.
—No tengo ni idea —le dijo Harry—. Espero que Hermione nos ayude...
El resto de las clases fue un poco mejor. El momento más extraño del día
lo tuvieron a mediodía, cuando Harry, Ron y Hermione se dirigían al Gran
Comedor. Al ir a entrar, Henry Dul ymer se les acercó.
—Tú debes ser Ron Weasley ¿verdad? —dijo Dul ymer rápidamente,
extendiéndole la mano a Ron.
Harry iba a preguntarle qué era lo que decían, pero en ese momento,
apareció Malfoy. Vio a Dul ymer hablando con Hermione y sonriéndole y
puso una expresión de enfado que nunca le habían visto. Parecía como si
acabara de indigestarse.
—¡Dul ymer! ¿Se puede saber qué haces? ¡Es una sangre sucia! —Draco
estaba rojo de ira— ¡¿Por qué hablas con el os?! ¡Tu lugar es Slytherin,
con gente de Slytherin!
Malfoy se quedó mudo. Iba a decir algo, pero no encontró las palabras, así
que entró al comedor. Harry, Ron y Hermione estaban asombrados. ¿Un
miembro de Slytherin hablando con el os y humil ando a Malfoy?
68
—Además, no todos en mi casa son como dan a entender, pero bueno, las
demás casas detestan a Slytherin, así que mis compañeros se comportan
igual. Además, la mayoría son influenciados desde que entran, con sólo
once años...
—¿A Ginny? Bueno, sí. No mucho, claro, sólo hemos tenido dos días de
clase juntos. Tenemos con Gryffindor Cuidado de Criaturas Mágicas,
Pociones y Adivinación, aunque Adivinación aún no la he tenido.
Bueno, otro día seguimos charlando, que tengo hambre —se despidió.
Dul ymer se fue hacia la mesa de Slytherin, y los tres amigos, aún
sorprendidos, se dirigieron a la suya, mientras otros alumnos les miraban
con asombro, sin acabar de creérselo.
69
— ¡Expecto patronum!
—Vamos, inténtalo.
—¿Sí, profesor?
Por la tarde, que como la de todos los viernes, la tenían libre, Harry, Ron y
Hermione fueron a visitar a Hagrid.
—Oye, Hagrid —dijo Ron—. ¿Sabes que este año hay un alumno de
Slytherin que es simpático?
—Sí. Ginny nos dijo que había estado hablando contigo —dijo Harry,
sorprendido.
—Pues sí. He tenido dos clases con él. Ayer fueron simplemente unas
palabras acerca de la clase, pero hoy por la mañana se ha quedado a hablar
un rato conmigo. Me dijo que le apetecía conocerme, que nunca había
hablado con un semigigante, y que le gustaría hablar conmigo, si no me
importaba. Y yo le dije que claro que no me importaba.
—¿Te dijo todo eso? ¿Que nunca había hablado con un semigigante? —
preguntó Harry, asombrado—. ¿Y
—Le miraron como si estuviera loco —respondió Hagrid con una sonrisa.
—De cosas sin importancia... Me dijo que sabía que era amigo vuestro, y
que casi todos los compañeros de Slytherin me querían ver despedido,
pero que a él no le importaba lo que yo fuera y que le habían gustado mis
clases. Luego se despidió amablemente y se fue.
—Cuanto más oigo de ese chico más me extraño. No entiendo qué hace en
Slytherin —dijo Harry.
Tras agotar el tema Henry Dul ymer, estuvieron charlando un rato más de
los respectivos veranos de cada uno. Hagrid quiso saber hasta el último
detal e del lo sucedido en el juicio de Dolores Umbridge. Harry se lo contó
con pelos y señales mientras terminaban el té.
Harry y Ron tienen que hacer una redacción para el profesor Snape, y
estoy segura de que no saben como hacerla todavía.
—Aah, así que aquí es... Interesante... —dijo por fin—. Bueno Harry, debo
irme. Ya nos veremos. ¡Saluda a Ron y a Hermione! —añadió, mientras se
alejaba por el pasil o.
—Sí... he hablado con él varias veces... es muy raro para ser de Slytherin...
—Sí.
Continuaron con las pruebas durante tres horas, hasta que casi hubo
oscurecido. Cuando se reunieron en el centro del campo, tomaron la
decisión de aceptar a Ginny como cazadora y como Buscadora suplente.
Otro chico de cuarto año, Gregory Sheldon, consiguió el otro puesto de
cazador, y Harry decidió aceptar a una chica de quinto, Anna Snowblack,
como cazadora suplente.
—Pues yo no estoy tan seguro... quizás él no lo haga por sí, pero veo a
Malfoy perfectamente capaz de obligarle a observar cómo jugamos... —
Ron abrió los ojos de pronto— ¿Y si Malfoy ha encargado a Dul ymer la
tarea de espiarnos, y por eso se l eva tan bien con nosotros?
—Vamos, Ron, ¿no crees que eso es algo paranoico? —le dijo Harry a su
amigo, con una sonrisa—.
—Seguro que lo dice porque está con Hermione —dijo Ginny, entre risitas.
—¡¿Qué?! ¿Pero qué dices? —Ron estaba rojo como los tomates— ¿Harry,
tú has oído...?
—Hola, Harry —saludó Dul ymer también, muy sonriente—. Ron... Hola,
Ginny.
—No —contestó Dul ymer—. Siempre dice que eres buscador por pura
suerte, pero como se le notan los celos en todo el cuerpo, por eso sé que
eres bueno. Aunque claro, hoy no he podido comprobarlo... Pero lo
veremos cuando juguéis contra Slytherin ¿verdad? Oh, no os confundáis
—dijo riendo, al ver la cara de extrañeza que tenían todos—. Yo quiero
que gane Slytherin, claro, pero seguro que será un buen partido...
—Casi no te han marcado goles —le dijo Henry a Ron—. Los del equipo
de mi casa dicen que eres un patoso, pero yo no lo creo. No dejes que te
afecten esas tonterías. Hermione me ha contado lo de la canción del año
pasado...
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¿verdad?
—Pero no lo está —atajó Harry, por si acaso—. Bueno, será mejor que nos
cambiemos, está anocheciendo...
—Eso espero...
—En las clases lo haces bien —dijo Ginny—. Pareces buen mago.
—Oh, no hay problema... —le contestó Dul ymer con una sonrisa de
suficiencia— No es tan peligroso en la sala de Slytherin como parece
fuera... No os preocupéis por él.
preguntó el a, incrédula.
73
—Ya, eso lo dices ahora porque dijo que eras buen guardián —le espetó
Ginny.
El sábado por la tarde lo pasaron haciendo deberes bajo la gran haya junto
al lago, que se había convertido en su sitio preferido cuando hacía buen
tiempo. Estaban haciendo una redacción para herbología sobre las
propiedades de las Astinias, unas extrañas plantas que sólo crecían bajo la
luz de la luna y cuyas propiedades relajantes eran usadas para muchas
pócimas del sueño. De hecho, en clase usaban el encantamiento casco-
burbuja para evitar caer dormidos por los efectos de los polvos que
soltaban. Hermione corregía la redacción de Ron tranquilamente, cuando
oyeron la voz arrastrada de Draco Malfoy.
— ¡Hemor...
— ¡Expel iarmus!
—¡¿Qué diablos haces?! —le preguntó éste a Dul ymer, mirándole casi
con odio. Harry, Ron y Hermione estaban con la boca abierta.
—¿Por qué les defiendes? ¡Eres muy raro! No será que te gusta la sangre
sucia ¿verdad? —preguntó, mirándole resentido.
—El a no me gusta. Y aunque así fuera, no veo qué tiene que ver eso con
Slytherin.
—No pasa nada. No me gustan las peleas —dijo Dul ymer, encogiéndose
de hombros.
—¿Qué le has dicho a Malfoy para que se fuera? —quiso saber Harry.
74
75
El Segundo Sueño
En su segunda clase de Oclumancia desde que estaban en Hogwarts,
practicaron los ataques de imprevisto.
—Sí, claro.
—Excelente. Ahora, Harry, puedes irte. Esta noche creo que nos han
preparado una cena realmente exquisita...
Harry, por su parte, intentaba mejorar aún más en atrapar la snitch, pues no
podía asegurar la superioridad del resto del equipo de Gryffindor, a pesar
de que hubieran ganado el año anterior. Al fin y al cabo, entonces aún
estaban Angelina y Alicia…
Se imaginó siendo elegido buscador del equipo del Colegio, por encima de
Malfoy, ganando el torneo de los Colegios y encima el campeonato
escolar… Sería estupendo, teniendo en cuenta que sólo le quedaba otro
año en Hogwarts… si no lo mataban antes, claro, pensó para sí.
¿verdad?
sustituyó Hermione, quien también estaba blanca, pero tampoco logró que
su nutria fuese lo suficientemente potente para vencer, sólo consiguió
detenerlo un poco. Harry ya no resistía, sacó su varita y se concentró.
— ¡Expecto patronum!
Harry asintió.
La siguiente vez fue algo mejor; Ron lanzó un patronus casi perfecto que
hizo alejarse al dementor. Siguieron practicando aquel o durante toda la
semana. Dumbledore quería verlos preparados para enfrentarse a los
dementores a toda costa.
—Vas muy bien —le dijo, sonriente—. Lo único que puede sacarse de tu
mente es que te encanta el quidditch.
—Bueno, no es por nada, pero espero que no… —replicó Harry, esbozando
también una tímida sonrisa.
Se quedaron un rato cal ados, sin saber qué decir, hasta que la chica,
incómoda, decidió irse.
—¿Sí?
—Oye… me gustaría que volviésemos a ser amigos, como antes… o
bueno, mejor que antes. Desde lo de Marietta… bueno, desde lo del curso
pasado, hemos estado muy raros…
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—Intentó explicarse lo mejor que podía—. Nunca había estado con una
chica ¿sabes? Resulta que donde vivo todos piensan que soy un
delincuente, porque mis tíos son muggles, y odian a los magos y… y
bueno, tú me gustabas mucho… —dijo por fin— A mí no me gusta
Hermione. La quiero mucho, pero sólo es amiga mía…
—No, no hace falta que digas nada… ya sé que ahora estás con Michael
Corner… Bueno, yo estoy bien, pero no me gusta que cada vez que nos
veamos tengamos que disimular ¿sabes? Me gustaría que fuésemos
amigos…
—Sí, supongo... Bueno, será mejor que vayamos a comer ¿no? —dijo
sonriéndole—. ¿Sabes? Me alegro de haber aclarado las cosas.
—Hasta luego.
—¿Has estado hablando con Cho Chang? —le preguntó Hermione con una
sonrisa.
—Sí —respondió. Ron le dirigió una mirada inquisitiva—. Es que era muy
incómodo cuando nos encontrábamos, y en breve será el partido contra
Ravenclaw. El a es la capitana.
—¿Y qué ha pasado? —preguntó Ron, y sin dejar hablar a Harry añadió—:
Además, ¿el a no salía con Corner?
—Has hecho lo que debías —le dijo Hermione, sonriendo aún más.
—Sí, bueno, siempre que su amiga la chivata no tenga nada que decir —
dijo Ron ácidamente.
—Sí, pero eso fue al año pasado, para evitar que nos delatara alguien, y...
—¡Uf! —se quejó Ron un día saliendo de Pociones, después de que Snape
les hubiese mandado escribir una fórmula para una «sencil a» poción
transformadora que permitiese cambiar el color de los ojos a voluntad
durante el tiempo que hiciese efecto, que no podría ser inferior a una hora
—. Seguro que lo hace para que no podamos entrenar. A nosotros no nos
da ayuda ninguna, y yo vi a Pansy Parkinson pedirle consejo sobre ciertos
ingredientes, y él se lo dio. ¿Te imaginas si le pides ayuda tú, Harry?
—Si tú lo dices…
—Ya, pero no tienes que entrenar como un bestia, como nosotros… —dijo
Ron mirando a Harry de soslayo.
—Es necesario, tenemos que ganar a Ravenclaw —repuso Harry—. Si
luego ganamos a Hufflepuff tendremos muchas opciones para ganar el
campeonato. Además, si sigues mejorando a lo mejor consigues entrar en
el equipo de Hogwarts…
78
—Sí, tal vez… —Sus ojos bril aron de la ilusión—. ¿Os imagináis la cara
de Malfoy?
—Sí, Harry, pero esto, a las diez de la mañana un sábadoooo... —dijo Ron
bostezando.
Cuando Harry terminó de explicarles las tácticas a emplear, montaron en
las escobas y se pusieron a entrenar. Harry los observaba, mientras
intentaba atrapar la snitch. Logró cogerla siete veces en la primera hora de
entrenamiento. Luego decidió hacer trabajar duro a Sloper y a Kirke, y
hechizó las bludgers para que se dirigieran contra el os constantemente.
Les costó bastante trabajo y unos cuantos golpes, pero Harry quedó
bastante satisfecho con el trabajo conseguido. Volvió a mandarles ensayar
las tácticas que había diseñado y l amó a Ginny para entrenarla un poco
como buscadora. Tenía que intentar conseguir la snitch antes que Harry.
No lo consiguió ninguna vez, pero Harry consideraba que era mejor
entrenamiento para él competir con alguien que buscar la snitch solo.
—Bien —les dijo antes de entrar en los vestuarios— Creo que hemos
mejorado mucho desde el primer entrenamiento. Seguiremos entrenando
así la semana que viene, y me sorprenderé si no ganamos. Ahora, a
cambiarse y a comer.
Malfoy no respondió nada, pero su puso rojo. Harry vio a Dul ymer taparse
la boca para reírse. Le saludó y salió con Ron.
—No le hagas caso —le dijo a su amigo—. El muy cretino sólo intenta
desmoralizarte porque tiene miedo de que lo hagas igual de bien que en el
último partido del año pasado.
79
En Defensa Contra las Artes Oscuras, habían acabado con los patronus, y
Dumbledore les explicaba cosas que el falso Moody no les había enseñado
sobre las Maldiciones Imperdonables. Hagrid, por su parte, les había l
evado unos animales l amados Kowlers. Eran muy difíciles de ver, ya que
se camuflaban confundiéndose con la vegetación, pero eran muy útiles,
pues ayudaban a encontrar cualquier tipo de planta que se necesitara, por
rara que fuese. No había l evado aún ningún animal peligroso a las clases,
y todo el mundo estaba bastante contento del rumbo que había tomado
aquel a asignatura, lo que alegraba enormemente a Harry.
Al fin l egó el día del partido. Durante el desayuno, Harry, Ron y Ginny
recibieron una carta de los Weasley y de Lupin, donde les daban ánimos
para el encuentro. Harry se sorprendió mucho, y gratamente, porque era la
primera vez que hacían algo así. La mañana transcurrió lentamente y los
de Slytherin, en la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas, se mostraron
especialmente desagradables.
Harry arrastró a Ron hacia la salida del Gran Comedor, mientras el chico
volvía una vez más la cabeza para sonreírle a Hermione.
—Bien ¡Quiero juego limpio! ¿De acuerdo? —les dijo la señora Hooch.
Harry se situó frente a Cho. Se miraron—. ¡Cuando suene el silbato!
¡tres!....
—Suerte, Cho.
—...¡dos!...
—...¡uno!
La señora Hooch lanzó la quaffle al aire al tiempo que hacía sonar su
silbato. Los cazadores se lanzaron a por el a, y Ginny estuvo a punto de
atraparla, pero al final la cogió Bradley, que se lanzó hacia la meta de
Gryffindor. Katie le persiguió, pero no logró darle alcance. Sorteó a
Gregory Sheldon y lanzó.
Harry se alegró, y saludó a Katie. Luego se volvió hacia Ron y le hizo una
seña. Ron miraba en ese momento hacia los de Slytherin, que parecían
decepcionados. Luego decidió ponerse a buscar la snitch. Cho había
empezado a buscar con decisión tras el gol. Harry se puso también a dar
vueltas alrededor del campo, sin dejar de observar a su equipo. Ahora era
Ravenclaw quien atacaba por medio de Zalvin, que se la pasaba a Bradley.
Sloper le lanzó una bludger, pero la esquivó, aunque la maniobra permitió
que Sheldon lograse arrebatarle la quaffle, que cayó en manos de Ginny,
quien se lanzó hacia la meta, sorteando con dificultad a Morton.
80
Esa jugada había sido idea de él y de Ron, y la habían ensayado las dos
últimas semanas.
Cho parecía cada vez más apurada por encontrar la snitch. Estaba casi del
otro lado del campo, cerca de Ron. Harry le miró y vio un reflejo dorado
cerca del aro izquierdo. Harry intentó acercarse no demasiado rápido ni
directo para evitar que Cho se diera cuenta, pero el a también lo vio. Se
lanzó a por la snitch, y Harry aceleró cuanto pudo, pero estaba demasiado
lejos. Cho se acercaba al aro, cuando Sloper, que se había dado cuenta, le
lanzó una bludger obligándola a desviarse. La snitch se movió hacia el
otro lado, acercándose algo más a Harry, que aceleró más. Cho recurperó
velocidad y se dirigió también hacia la snitch. El estadio había cal ado,
expectante ante la jugada. Ambos cazadores estiraron la mano, pero en ese
momento, la snitch se movió muy rápidamente. Harry no vio hacia donde
iba porque tuvo que hacer un movimiento muy brusco, al igual que Cho,
para evitar chocar.
—¡Sí! —le gritó Cho, que empezó a mirar por si volvía a ver la snitch.
El partido continuó. Pasó más de media hora antes de que volviera a verse
rastro de la snitch, que parecía particularmente difícil. En ese tiempo,
Katie logró marcar otros dos tantos, con lo que Gryffindor se puso
cuarenta a cero, pero Ravenclaw logró recortar veinte puntos por medio de
Bradley. En el momento en que Ginny y Katie se dirigían de nuevo hacia la
meta de Ravenclaw después de una parada de Ron, siguiendo otra de las
jugadas ensayadas, Harry vio la snitch cerca de las gradas de Slytherin, y
se lanzó hacia al í a toda velocidad. Algunos alumnos tuvieron que
agacharse. Cho le vio, y se lanzó a su vez. La snitch volvió a moverse de
nuevo y empezó a dar vueltas, cerca de suelo, muy rápida. Harry la
persiguió, seguido de Cho.
Pero la Saeta de Fuego de Harry era más rápida, y la snitch también era
muy veloz, así que Cho no logró mantenerse a la altura. Viendo que así no
conseguía nada, levantó el vuelo intentando averiguar hacia dónde seguiría
la snitch. Por suerte para el a, la snitch subió y se dirigió hacia atrás, a
unos cuatro metros de altura.
Harry viró e intentó seguirla, pero la snitch se dirigía recta hacia Cho.
Viendo que la iba a coger, Harry aceleró al máximo la Saeta, situándose a
un metro de la pequeña esfera dorada. Se dio cuenta de que Cho iba
atraparla, así que hizo lo único que podía. Se irguió, estiró la mano... y
saltó. Saltó sin pensar, mientras la escoba iba a casi doscientos kilómetros
por hora. Logró agarrar la snitch un segundo antes de que pasara Cho.
Cayó por el suelo a toda velocidad, dando vueltas y volteretas, rodando por
el césped, haciéndose un ovil o para evitar hacerse demasiado daño. Por
suerte, las túnicas de quidditch era de muy buena calidad a la hora de
evitar daños. Cuando se detuvo, estaba mareado, medio inconsciente y le
dolía todo el cuerpo. Todo el estadio quedó en silencio, incluso el
comentarista, Lansvil e. Momentos después, oyó vagamente que decía:
—¿Estás bien, Harry? —le preguntó su amiga, que, al igual que todos los
demás, parecía muy preocupada.
—¡Ha sido una jugada increíble, Harry! —le dijo Ron, emocionado.
81
La señora Pomfrey le dijo que tendría que quedarse hasta el día siguiente
en la enfermería, y les dijo a los demás que se fueran, que debía dormir y
descansar. Todos se fueron. Hermione y Ron le dijeron que vendrían a
verlo después de cenar. Hagrid le envió dos trabletas de chocolate de
Honeydukes, junto a una tarjeta de felicitación por lo bien que lo había
hecho.
—No deberías haberlo hecho, Harry —le dijo Ginny, con cara de
preocupación—. Si l egas a chocar contra algo te habrías matado.
—Lo hice sin pensar... Vi que la snitch se dirigía hacia el a y sin más, salté.
Si lo hubiera pensado dos segundos te aseguro que no lo habría hecho.
—De todas formas, esa jugada pasará a la historia. Nunca había visto nada
igual.
—Tú también estuviste muy bien. Marcaste un gol.
—Hola Harry...
—Bien. Bueno... un poco triste, si te soy sincera —dijo con una sonrisa un
poco forzada.
—Ya. Lo siento... pero has jugado muy bien. Si no l ego a ser tan loco
como para tirarme de la escoba habríais ganado.
—Ya, pero te tiraste. Fue una gran jugada. Aunque creí que te matabas
cuando te vi saltar...
—Yo también creí que me mataba en cuanto salté... pero ya era tarde, debí
haberlo pensado antes.
La señora Pomfrey le trajo una sopa para cenar, y luego le dio otra
cucharada de una pócima que Harry reconoció como una de las pociones
curativas que habían visto con Snape, y que afortunadamente no sabía tan
mal como la poción crecehuesos.
82
Todos rieron.
Había esperado tanto... Y de pronto los vio. Al í estaban, frente a él. Los
últimos, los únicos que quedaban, los únicos que se atrevían aún a hacerle
frente. Si superaba la prueba, si vencía aquel a noche, ya nada se opondría
en su camino. Los miró, con odio, con desprecio. Sus rostros permanecían
en las sombras, pero a Harry le resultaban conocidos ¿Quiénes eran?
Sintió miedo, sintió horror. Sabía para qué había ido al í: Había ido a
matar. Las dos figuras se irguieron, firmes, sujetando las varitas con una
mano. Con las manos libres se cogieron, para enfrentarse, unidos, a la
amenaza que se cernía sobre el os. Le esperaban. Harry percibió su miedo,
percibió... resignación... pero también percibió algo más... algo que no le
gustaba, algo que le costaba reconocer, algo que casi había olvidado: era
amor. Se querían, se querían mucho, y estaban juntos frente a él. Se le
enfrentarían juntos, y, si no había más remedio, morirían juntos. Una parte
de él sintió asco y desprecio por lo que percibía, pero otra parte,
escondida, profunda, sintió un leve calor... deseaba también ese amor que
sentía, sabía que podía tenerlo, como antes lo había tenido... pero para el o
tenía que romper aquel a cárcel, aquel a unión... si el os morían ya no
habría escape, ya no habría solución. Luchó, luchó por evitarlo. Pensó, por
última vez, que quizás podría ser diferente, quizás podría ser feliz, con el
os...
pero no podía. La parte malvada se impuso: Iba a hacer lo que había ido a
hacer. Lentamente, se bajó la capucha y los miró.
—Has venido —dijo una de las figuras. Aquel a voz... ¿Por qué Harry no
sabía quienes eran? En el sueño, su yo lo sabía... lo sabía, pero él no
conseguía averiguarlo—. Después de todo, has venido.
—Sí. He venido. Es la hora... vuestra hora —se rió. Con una risa cruel,
fría, desprovista de humanidad. Miró al fuego y le apuntó con su varita. El
fuego crepitó y creció, e iluminó toda la estancia. Volvió la cabeza
lentamente, y les vio. Vio a sus últimos enemigos, su última barrera, los
últimos que se le oponían, y se sintió 83
Le miraban con los ojos l orosos, pero con la voz firme. Hermione l evaba
la misma ropa que le había visto en aquel otro sueño, donde la había
matado. Estaban solos, aguardando por él. Sabían que iba a ir, que quería
matarlos, pero aún así habían esperado. Habían esperado porque sabían
que eran lo único que podría separar a Harry de Voldemort, los únicos que
podrían aun recuperar a su amigo. Las dos últimas personas a quienes él
aún quería... si morían, ya no habría escape, todo estaría perdido. Harry
intentó despertar, intentó detenerse, decir algo, pero no podía, estaba
atrapado y ni siquiera podía cerrar los ojos ni apartar la vista...
¿Qué decía Ron? ¿Qué él había matado a todos los Weasley? No podía ser,
no podía ser... ¡Eran su segunda familia! ¡No podía haberlos matado!
Aquel o tenía que ser una pesadil a, tenía que ser un error...
—¡¡Cál ate!! —le gritó. No quería oír que el os aún lo querían, que lo
amaban, no quería oír aquel as voces compasivas. ¿Por qué no le odiaban?
Tenía que acabar pronto—. Sí —respondió por fin—. Igual que a el os.
Harry les miraba, les escuchaba, aunque sabía que no debía hacerlo, había
planeado l egar y matar, sin más. Si esperaba demasiado...
—Sí, es cierto —reconoció—. Siempre se portaron bien... por eso los maté
sin sufrimiento, Ron. Y a vosotros os mataré igual, a pesar de todos los
problemas que me habéis dado... os prometo que no os dolerá.
Sintió un ramalazo de furia, pero también una suave y dulce ola de calor.
Tenía que apagar aquel a sensación. No quería escuchar a Hermione, no
quería oírla, no debía. Era peligroso...
—Sí, sí lo eres. Dentro de ti, aún lo eres... sé que sí —dijo Ron, desafiante
—Lucha contra él, Harry. Él no es nadie. Nadie le quiere, nadie haría nada
por él. Tú le venciste muchas veces, puedes volver a hacerlo, Harry, sé que
puedes...
—¡¡He dicho que te cal es, asquerosa sangre sucia!! —Apuntó al corazón
de su amiga en otro tiempo, iba a matarla. Tenía que hacerlo ya... pero Ron
se interpuso.
—¡Apártate!
Ron apuntó, pero Harry hizo un gesto y cayó con fuerza contra una mesa,
golpeándose.
¿Por qué nos haces esto, Harry? ¿Por qué te has convertido en lo que
eres...?
84
Hermione se doblegó del dolor. Harry nunca había sentido nada así. El
dolor de Hermione le producía un sombrío placer que nunca había sentido,
pero, al mismo tiempo, un inmenso sufrimiento recorría su alma... o lo que
quedara de el a.
Levantó su varita y abrió la boca, pero Harry fue más rápido, y aunque por
dentro sentía como si se partiese en dos, de su boca sólo salio una risa
acompañada de las palabras:
— ¡Avada Kedavra!
85
De Mal en Peor
—¡Harry! ¡Qué sorpresa, verte aquí tan temprano! ¿Te sucede algo? —
preguntó Dul ymer con cara de preocupación, al ver la expresión de Harry.
—Ya. ¿Celebrando hasta tarde las victorias, eh? —dijo con su sonrisa
habitual.
—Eh... sí, supongo que fue eso —contestó Harry, forzando una sonrisa—.
Bueno, Henry, si me disculpas...
—Adiós, Henry.
—Oye Ron, ¿dónde...? ¡Ah! Harry —dijo Hermione al verlo entrar—. ¿De
dónde vienes?
—De desayunar...
Era tan difícil estar al í, frente a el os, cuando hacía unas horas había
presenciado como los destruía... Al í estaban, uno al lado del otro, como en
el sueño. Harry pensó que si se les ocurriese cogerse de las manos, echaría
a correr gritando.
—Oye, Harry, más vale que nos digas lo que te pasa... —le amenazó su
amiga.
—Está bien, pero vámonos a un sitio tranquilo —dijo al ver que la sala
común se l enaba de gente—. No quiero estar aquí dentro...
86
Salieron de la sala común, siguiendo a Harry, que los l evó cerca del lago,
donde no había nadie. Hermione y Ron le siguieron lanzándose miradas de
preocupación.
—Vamos, Harry. Dinos qué te pasa. Nos tienes preocupados —le dijo
Hermione cuando finalmente se detuvieron.
—Está bien, amigo, tranquilo. —Ron no parecía enfadado por el estal ido
de furia de Harry, sino más preocupado, al igual que Hermione.
—Sí. Tú... y Ron. Estabais juntos, en una casa. Sólo quedabais vosotros...
—¡Sí! Erais mis últimos enemigos... los únicos que quedabais para
enfrentarse a mí... los únicos que aún podíais hacer algo.
—No sé... quizás muertos. De todos modos daba lo mismo. Sólo vosotros
podíais detenerme, si lograbais hacer que nos separamos yo y Voldemort...
Él no soporta el afecto, el cariño... en el sueño sufría al veros...
—Claro, Harry —la apoyó Ron, que parecía un poco recuperado, aunque
seguía lívido—. Yo sé que tú nunca... que nunca nos harías daño.
87
—Con Dumbledore es con quien tienes que hablar, Harry. Ya tiene que
saber algo respecto a estos sueños.
Y tiene que haber una explicación para que los tengas aun cuando dominas
la Oclumancia.
—Esta tarde hablaré con él, cuando tenga que acudir a las clases. Y
vosotros vendréis conmigo.
—A no ser que te creas más poderoso que Voldemort, Malfoy, cál ate. —
Harry le apuntó con la varita. Los jugadores de Slytherin habían dado un
respingo y se habían quedado serios al oír el nombre.
—¡Potter!
Harry se volvió en dirección al castil o. Era Snape, que salía del vestíbulo
con paso rápido. Harry pudo ver la sonrisa que se dibujaba en la expresión
de Malfoy.
—¿Amenazando a otro alumno, Potter? —dijo Snape con desprecio—.
Bien, diez puntos menos para Gryffindor. Y ahora volved al castil o. Y
vosotros, a entrenar —ordenó al equipo de Slytherin, que se fueron
riéndose por lo bajo hacia el campo de quidditch.
—¡Oh, claro que sí! —dijo Harry, rabioso—. Defienda usted a su querido
Malfoy. Será un estupendo mortífago algún día ¿verdad? Al igual que su
padre.
—Eso, Potter, creo que no tiene nada que ver con lo que ha pasado aquí. Y
ahora regresa al castil o si no quieres que te quite otros diez puntos.
Harry le miró con un odio visceral, pero no dijo nada más. Entró en el
vestíbulo, seguido por Ron y Hermione.
—A los dos.
—He tenido otro sueño, profesor. Otro sueño en el que yo estaba unido a
Voldemort...
—Sí
—¿No se supone que no tendría que tener más sueños de esos? Ahora
domino la Oclumancia bastante bien...
le interrumpió Dumbledore—. Pero creo que estos sueños son algo más
profundo que todo eso.
—Es lo que sucede antes del otro sueño. Del que tuviste en julio.
Harry asintió.
—¿Por qué Harry ve esas cosas, profesor? —preguntó Hermione—. ¿No...
no serán profecías, verdad?
88
—Por favor, profesor. Quiero una explicación. La que sea... —pidió Harry
—. Ya no aguanto más sin saber qué me está pasando...
—Bueno, te explicaré lo que creo, aunque sólo es una teoría... —Hizo una
pequeña pausa y luego prosiguió
—No fue eso lo que descubrió. Harry, me temo que una parte de la mente
de Voldemort y la tuya están compartidas de una forma extraña e
inexplicable. Es una sola, pero dividida en esencia entre tú y él. Y esa
noche él consiguió, aunque no lo pretendía, o no lo sabía, l egar hasta esa
mente compartida. Y entonces tuvisteis esa visión, que no es una profecía,
sino una imagen de lo que podría suceder, algo enterrado en vuestras
mentes. Visteis una tercera opción a mataros mutuamente. La posibilidad
de uniros, y lo que tendríais que hacer para que eso sucediera: Eliminar a
tus amigos, Harry, las personas por las que sientes un afecto que
Voldemort no podría soportar. Supongo que él quedó tan sorprendido como
tú por la revelación, y ha tramado ciertos planes. La noche pasada,
supongo que intentó conocer más y volvió a acceder a esa mente
compartida.
—Pero, dominando la oclumancia, ¿Cómo pudo...?
—Porque esa «mente», Harry, no es tuya ni de él, sino de los dos, y por
tanto, no puedes protegerla. No saca nada de ti, pero, cuando lo hace,
podéis tener esas visiones que le muestran lo que debe hacer para
conseguir lo que pretende. De alguna forma, a veces existe un extraño
conocimiento en la mente que no procede de nada que hayamos visto u
oído, sino que simplemente, por alguna razón, lo tenemos. Es algo que
procede de nosotros, de nuestro pasado... nunca se sabe. Hay muchas cosas
que no sabemos sobre la mente, así que no puedo darte una explicación
satisfactoria.
—Creo que él te destruiría, Harry. Al mismo tiempo que todo lo que amas
muere, también lo que tú eres muere un poco, y eres cada vez más él...
temo que, al final, lo único que quede de ti sea tu poder, que es lo único
que Voldemort desea.
Harry no dijo nada. Lo que Dumbledore decía era peor que estar muerto.
Harry no dijo nada. Estaba enfadado. Sin motivos, pero lo estaba... ¿Por
qué diablos le tenía que pasar todo aquel o? ¿Y por qué nadie sabía qué
era?
¿Por qué? ¿Y por qué sus amigos estaban por el medio? ¿De dónde salía la
información para esos sueños?
¿Cómo se construían?
—¡Harry! —exclamó Hermione.
89
—¿Qué te pasa?
—¿Tú qué crees, Hermione? Veo en mis sueños cómo os mato, y nadie me
da respuestas de qué significa...
—¿Cómo?
—¡He visto cómo os mato, quiero saber por qué, quiero saber qué significa
todo lo que veo!
—Dejadlo —espetó Harry, con voz gélida—. Me voy a dar una vuelta.
Quiero estar solo.
Así, sin esperar más, se alejó de sus amigos, que se quedaron plantados
mirándole, y salió a los terrenos, dirigiéndose al lago, donde nadie pudiese
verlo. Se sentó en la oril a y empezó a lanzar piedras al agua.
¿Por qué nadie lo entendía? ¡Él ya sabía que los sueños mostraban cómo se
forjaba su unión con Voldemort! Lo que quería saber era por qué pasaban
las cosas que pasaban, por qué sus amigos aparecían por el medio... por
qué en los sueños se los veía como a el os mismos, como si lo que veía
fuese un recuerdo, y no una visión de algo que no había sucedido, sacada
de sabe Dios dónde... Por ejemplo: ¿por qué en el sueño Ron y Hermione
aparecían cogidos de la mano? «Bueno, son amigos y estaban frente a un
gran peligro, se estaban dando apoyo», pensó. Sí, era una buena
explicación, pero... ¿por qué su yo del sueño, o lo que fuese, se mostraba
tan furioso al verles así? ¿Tanto daño le hacía el cariño de amigos que se
tenían? Porque era eso lo que se veía, ¿no? Por eso actuaban así, porque ya
sólo se tenían el uno al otro...
. ..o quizá no. Quizá hay algo más entre el os. Quizá los sueños te han
mostrado lo que tienes delante de los ojos y te niegas a ver. Lo que quizás
el os mismos se niegan a ver.
Murmuró una voz en su cabeza. ¿Qué quería decir eso? ¿Que Ron y
Hermione se gustaban? ¿Era eso? No lo sabía... cierto es que algo
sospechaba a veces, pero... se le hacía extraño pensarlo, aunque eso
explicaría tantas cosas...
Seguramente sí podría.
De todas formas daba igual, porque él no era así, él nunca haría eso, no.
Jamás.
Harry cerró los ojos. Hacía mucho que no recordaba el incidente con la
serpiente de Piers... ¿Qué le pasaba? ¿Qué diablos le sucedía? ¿Sería
posible que l egase a convertirse en lo que había visto en sus sueños?
«No —se dijo—. Nunca. Ya una vez pensé eso, cuando se abrió la Cámara
de los Secretos, y no tenía nada que ver conmigo. Yo elijo. Yo tomo mis
decisiones», pensó. Al menos, eso esperaba. Eso esperaba.
—¿Por qué estás aquí tan solo? —preguntó a sus espaldas una voz
soñadora.
El tono en que Luna dijo aquel o hizo que Harry sintiera lástima por el a.
Luna le sonrió.
—No es eso. Es que soñé que mataba a Ron, y era tan real... tengo miedo,
y me enfadé con él y Hermione, porque creen que algo así nunca sucederá
y... ¡No lo entienden!
A Harry le parecía cruel decirle que en general sí, y miró hacia el lago. El
a no se ofendió.
—Tal vez todo el mundo piense que soy una lunática, pero me gusta pensar
que todo es posible, Harry.
Luna se levantó.
—No sé cómo hacerlo. Nunca lo he intentado. Todas las visiones que tenía
del estado de ánimo de Voldemort eran automáticas. Nunca intenté ver por
mí mismo... Supongo que para eso tendría que dominar la legeremancia...
Y yo no quiero tener más sueños de esos... ¡Son horribles! No quiero
verme matando a nadie más... No sé si podría soportarlo...
—Sí.
El lunes transcurrió tranquilo y sin incidentes. Por todos los pasil os crecía
la emoción debido al partido de quidditch que enfrentaría a Hufflepuff y
Slytherin ese viernes. Slytherin debía ganar, si no quería quedarse por
detrás de Gryffindor.
91
EN LONDRES
El señor Percy Weasley se hal aba destrozado, rodeado por sus padres, y
no ha querido hacer declaraciones, exceptuando que no descansará hasta
saber quien lo había hecho y l evarle ante la justicia.
—Sí, pero no puedes culparte de eso. Tú no elegiste ser quien eres, o tener
esa cicatriz. El único responsable de ese asesinato es Voldemort, Harry. No
debes olvidar esto nunca —insistió.
Ron le dio las gracias al director con voz débil, y salieron del despacho,
cabizbajos y silenciosos. Se dirigieron a la sala común. Desde luego que se
saltaban Pociones. Lo que menos querían era ver a Snape, y menos aún a
Malfoy. La sala estaba totalmente vacía, y aprovecharon para escribir una
carta para Percy y para los señores Weasley. A Harry ya se le había pasado
del todo el enfado y el rencor hacia Percy. La firmaron todos y la enviaron
por medio de Hedwig.
92
Por la noche les l egó la contestación a su carta. Era una nota breve y
triste. Percy sólo había escrito una línea, agradeciendo su preocupación y
su apoyo. Los Weasley, por su parte, les pedían que no se preocuparan y
que tuvieran cuidado, muchísimo cuidado. Que no se alejasen unos de
otros y no salieran del castil o a deshoras.
La semana no transcurrió mucho mejor que aquel día, pues Harry seguía
teniendo el ánimo por los suelos.
Ron cal ó, aunque dando la impresión de que no había terminado con aquel
a conversación. Los dos equipos saltaron al campo y el partido comenzó
con el pitido de la señora Hooch.
Cuando subían hacia el castil o, Dul ymer se les acercó, muy contento.
Crabbe y Goyle se rieron. Ron no dijo nada, pero antes de que Hermione o
Harry, que miraban con profundo odio a Malfoy, pudieran detenerlo, sacó
su varita y le echó un maleficio que l enó toda la cara de Draco de pústulas
supurantes. Desgraciadamente, en ese momento l egaba Snape, quien pidió
explicaciones a Crabbe, el cual, conteniendo la risa, le contó que Ron
había l egado, sacado su varita y atacado a Malfoy.
—¡No es cierto, señor! —se defendió Ron—. ¡Él empezó! Sólo le estaba
dando su merecido...
—Ya veo. Parece ser que opinas que tienes madera de juez o de verdugo,
¿eh? Bien, veinte puntos menos para Gryffindor, y luego ya pensaremos el
castigo...
—No creo haberle preguntado, señorita Granger, así que cál ese —dijo con
tono cortante. Luego se dirigió a Crabbe y a Goyle—: l evadle a la
enfermería.
Cuando la clase acabó, Snape l amó a Ron y le ordenó una de las cosas que
éste más odiaba como castigo: limpiar los orinales de la enfermería sin
magia.
—Pero eso será la semana que viene —les informó en la clase del jueves
—. Empezaremos a ver el hechizo deflagratius.
Tras salir de la tienda de golosinas, y mientras paseaban por las cal es, sin
rumbo fijo, vieron a Cho Chang y a Michael Corner, que se dirigían al
salón de té de Madame Pudipié, un lugar que a Cho le encantaba para sus
citas. Cho saludó a Harry y Michael Corner les hizo una seña con la
cabeza.
—¡No es cierto! —se defendió Ron—. Pero fíjate cómo nos saluda. Como
si fuésemos escregutos o algo así.
94
—Vamos, Ron, ¿cuándo vas a dejarla en paz? Ya sabe lo que hace, y Dul
ymer parece bastante simpático...
—No creo que sea una buena idea que vayáis por ahí —dijo una voz a sus
espaldas.
—No, no. Sólo he estado por aquí, pero no he estado escuchando vuestras
conversaciones ni nada así... —
Harry se rió. No era de extrañar que Mundungus fuese una tumba: era el
primero que tenía cosas que esconder.
—Bueno, está bien, no iremos por aquí —dijo Ron, suspirando—. ¿Vamos
ya a Las Tres Escobas, a comer?
Aún era algo temprano, pero Harry y Hermione asintieron.
—Bueno, si vais a estar en Las Tres Escobas, entonces yo puedo hacer una
pausa —dijo Mundungus—.
95
Karkarov había huido hace casi año y medio del Colegio Hogwarts, donde
se encontraba a causa de la participación de Durmstrang en el Torneo de
los Tres Magos. Al parecer había huido al notar el retorno del Que No
Debe Ser Nombrado, temiendo venganza debido a los mortífagos que
traicionó para librarse de la condena en Azkaban.
Parece ser que, al final, Quien Ustedes Saben logró dar con él, sufriendo
el mismo castigo que aquel os que desertaron de su bando antes de su
caída. Karkarov, según las autoridades, fue torturado hasta la muerte
mediante la maldición cruciatus.
Igor Karkarov había sido detenido tras la caída del Que No Debe Ser
Nombrado por Alastor
—No creo que se haya ido a Grecia para torturar a Karkarov —dijo
Hermione—. Seguramente lo hizo algún otro... quizás Rookwood. Seguro
que le tenía ganas.
Harry odiaba a Snape, pero aún así, no deseaba ni por asomo que
Voldemort lo capturara. Probablemente le esperaría la misma muerte que a
Karkarov, o incluso peor. Aún así, seguía trabajando para la Orden y
arriesgándose. Por primera vez en su vida, y aún a pesar de la aversión que
le tenía, Harry sintió admiración por su profesor de Pociones.
96
10
—Pettigrew —dijo.
—Fue lo que hizo Pettigrew ¿verdad? Así destruyó aquel a cal e y mató a
aquel os muggles...
Dumbledore apuntó con la varita a una roca que había a unos veinte
metros. Debía de medir casi un metro y medio de alto por dos de ancho.
Todos esperaban, expectantes.
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—¿Yo...? Bueno...
— ¡Deflagratio!
—No está nada mal para ser la primera vez —le dijo Dumbledore—.
Gracias, Nevil e. ¿Quién será el siguiente?
— ¡Deflagratio!
Un poderoso rayo amaril o bril ante salió disparado de su varita contra otra
de las rocas. Al impactar, estal ó en mil ones de partículas de polvo,
provocando un estal ido de fuego y lanzando por los aires trozos del suelo
donde había estado la piedra. Harry cayó al suelo por la fuerza de la
deflagración, a pesar de estar a unos veinte metros de donde se había
producido.
—¡Dios! ¿Habéis visto eso? —exclamó Dean Thomas, entre sorprendido y
asustado.
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—Has hecho algo muy difícil, sí, ¿y qué? También aprendiste a hacer un
patronus a los trece años, algo que casi nadie ha hecho tampoco, y no te
asustaste ¿verdad?
—¡No es sólo eso! ¡No es el hechizo! ¡Es cómo me sentí al usarlo! Sentí...
sentí... algo dentro de mí, algo malo...
—¡Ni se te ocurra! —le dijo a Harry. Luego miró a Ron—. ¿Cómo dices
esas cosas?
99
—Hola —saludó.
—Lo intento. Creo que voy bastante bien... aunque supongo que el puesto
lo conseguirás tú.
—No tienes que agradecerme que te desee algo mejor que a Malfoy —le
dijo, riendo—. Incluso a un dementor le desearía algo mejor que a Malfoy.
Cho se rió.
—Bueno, Harry, he de ir a entrenar —dijo, mirando a su equipo, que ya la
esperaba en el aire.
—Vale. Suerte...
—Gracias. Adiós.
Como veis, he traído una roca especialmente grande, a ver qué podéis
hacer con el a.
Los alumnos empezaron a murmurar. Casi nadie era capaz de hacer estal ar
una de las piedras pequeñas, así que difícilmente podrían hacer estal ar la
grande, que era sólo un poco más pequeña que la que había usado
Dumbledore en su demostración.
—Antes de probarlo —continuó diciendo Dumbledore—. Os mostraré el
único hechizo que puede detener, siempre parcialmente, al hechizo
explosivo. Por supuesto, si un mago lanza su hechizo con potencia
directamente contra alguien, ni este hechizo lo salvará. Su utilidad reside
en evitar los efectos colaterales —
— ¡Deflagratio!
100
—No debes sentir temor de tus poderes, Harry. Para bien o para mal, son
tuyos —le dijo Dumbledore suavemente—. Es eso, ¿verdad?
Harry no respondió.
— ¡Deflagratio!
—Yo veo más difícil destrozar una piedra como lo ha hecho Harry —
repuso Ron—. ¡Y el otro día creí que habías hecho algo espectacular! Lo
de hoy ha sido una pasada.
Harry sonrió.
—Está bien, Harry. Está bien —le dijo Hermione, sin entender demasiado
lo que le pasaba a su amigo.
—Tal vez deberías usar el hechizo deflagratius contra las piezas de Ron,
Harry —le insinuó Seamus—. Si no, no sé si lograrás ganarle nunca...
Al fin, y tras larga espera para todos los miembros de los equipos de
quidditch, l egó el viernes siguiente, cuando se iban a celebrar las pruebas
de selección para el equipo de Hogwarts. Luego se nombraría a un capitán,
y el equipo empezaría a entrenar. Los otros colegios invitados l egarían el
día 30, y en Hal oween se celebraría el sorteo de las semifinales, para ver a
quién le tocaba jugar contra quién.
Harry y Ron estaban nerviosos, pero sobre todo Ron, que no logró hacer
estal ar su roca en Defensa Contra las Artes Oscuras, tal y como había
logrado la tarde anterior. En Transformaciones, Harry, que tenía que
convertir los brazos de Nevil e en alas, acabó convirtiendo al muchacho en
un cisne con orejas que empezó a volar como un loco por la clase, hasta
que la profesora McGonagal lo devolvió a su forma normal.
La comida fue muy agitada. Todo el mundo hacía cábalas sobre quien
acabaría en el equipo del Colegio, al que, por supuesto, se presentaban
todos los jugadores de los cuatro equipos de las Casas. Harry se
tranquilizó. Era el mejor buscador y además, se alegró al descubrir que
todos apostaban sobre seguro por él como buscador titular. Aunque, por
otra parte, se imaginaba las caras de sus compañeros si Malfoy conseguía
el puesto en su lugar... Se obligó a comer y a dejar de pensar en esas cosas.
En cuanto al puesto suplente, se barajaban por igual los nombres de Cho y
Malfoy, al cual no parecía hacerle ninguna gracia que todo el mundo lo
considerara peor que Harry. A Ron le daban también grandes posibilidades
de estar en el equipo, aunque no muchos le veían como el titular. Harry
pensó que los jugadores suplentes se l evarían una desilusión. Cada equipo
jugaría dos partidos, así que no había muchas posibilidades de que a
alguno de los suplentes le tocase jugar.
101
—Bueno. Como todos sabéis, esta tarde son las pruebas de quidditch para
el equipo del Colegio, así que ruego a todos que os dirijáis al campo. A los
capitanes de los equipos de las Casas les pediré que se vengan por aquí, y a
los jugadores que deseen presentarse a las pruebas, que esperen delante de
los vestuarios de sus equipos respectivos.
Harry se levantó y se dirigió hacia la mesa de los profesores entre las
palabras de ánimo de sus compañeros, que también se levantaban para
dirigirse al campo de quidditch. Pasó a la sala tras la mesa de los
profesores, donde esperaban la señora Hooch y Dumbledore, aparte de
McGonagal , Snape, la profesora Sprout y el profesor Flitwick, que era el
jefe de la casa de Ravenclaw. Enseguida entraron Cho Chang, Zacharias
Smith y Warrington, que miró a los demás con un cierto desdén, aunque
sin l egar a parecer odioso, como habría parecido Malfoy.
—Vaya, Weasley... veo que vas a participar, aunque sea con ese palo...
¿Vas a intentar dar algo de gloria a tu pobre nombre? ¿Eh? —se burló. Sin
embargo, sus compañeros o estaban nerviosos o no les hizo gracia la
broma, porque sólo se rieron Crabbe y Goyle.
Luego le tocó el turno a Ron, que logró parar dos de los cuatro penalties de
Katie (al fin y al cabo, era contra quien entrenaba). Ginny, sin embargo,
logró meterle dos. Lo peor fue cuando Warrington le metió tres,
provocando las burlas de Malfoy y los de Slytherin, aunque lo hizo
bastante bien contra los otros tres cazadores del equipo. Tras Ron le tocó
al buscador de Ravenclaw y luego al de Hufflepuff. Al finalizar la prueba,
Ron estaba en el segundo puesto, por detrás de Bletchley, aunque sólo a
tres puntos. De las cazadoras, Katie era la mejor, Ginny estaba en el quinto
puesto, Sheldon en el octavo y Snowblack en el duodécimo; Warrington
estaba de tercero; Bradley, estaba de segundo y Zalvin de sexto, ambos de
Ravenclaw; otro de Slytherin era el cuarto. La señora Hooch pidió un
breve descanso.
—Lo habéis hecho genial —les dijo Harry a Ron, Katie, Ginny, Sheldon y
Snowblack—. Katie ya tiene mucho hecho, y Ginny, aún puedes entrar de
titular. Gregory, tú aún puedes l egar a suplente. Ron, lo has hecho muy
bien, seguro que puedes superar a Bletchley. Ésta no era la prueba
definitiva de los cazadores y guardianes....
102
La señora Hooch pitó. Cada casa animaba a los suyos lo que podía. El
primero en ser eliminado, para alegría de Harry y Ron, fue Goyle, que se
apartó de su tabla mientras se protegía de una bludger enviada por uno de
los golpeadores de Hufflepuff. El juego se hacía difícil de seguir, con los
siete jugadores restantes por todo el estadio, enviándose las cuatro
bludgers unos a otros. Los dos últimos serían los titulares, y los dos
últimos eliminados, los suplentes.
Sloper miró justo a tiempo para dar una voltereta en la escoba y esquivar
la bludger que Crabbe le había enviado. Hizo un giro y golpeó la bludger
de vuelta hacia el jugador de Slytherin, que logró repelerla hacia Modded,
que en ese momento se defendía de otra. No vio la que Crabbe le había
lanzado y le golpeó en la cara. Aún no estaba eliminado, pero quedó
aturdido, y no pudo esquivar otra bludger que se lanzó directa hacia su
tabla, destrozándola.
—Sí, pero yo soy segundo suplente, así que lo tengo crudo para jugar —
repuso Kirke, algo desanimado.
Empezaron a sacar los números. Por suerte, a Ginny le tocó con Katie, a
Sheldon con Bradley y, para finaliazar, a Anna Snowblack con Warrington,
lo que no le hizo ninguna gracia a ninguno de los dos.
Era el turno de Ron. Harry le hizo una seña de ánimo y siguió buscando la
snitch. Intentó evitar mirar hacia Ron, para no distraerse. Mientras
Warrington y Anna comenzaban de nuevo los ataques, Cauldwel se lanzó
en picado hacia el fondo de los aros que no se utilizaban. Harry lo vio y
emprendió la persecución, y al instante se le unieron Cho y Malfoy, que
estaba más cerca. Cauldwel aceleró, pero Malfoy se le cruzó, obligándolo
a desviarse. Cho se pegó a Malfoy, mientras Harry los seguía, acelerando
al máximo su Saeta de Fuego. Los tres forcejearon, pero en el último
instante, la snitch se movió, sobrevolando la cabeza de Malfoy, con lo que
no consiguieron atraparla. Harry viró rápidamente y emprendió su
persecución, pero la snitch desapareció de su vista. Cauldwel se
desplazaba hacia el otro lado del estadio, buscando la otra.
—¡¡Sí!!
—¡Muy bien, Harry! —le dijo Hagrid dándole una palmada en el hombro
que casi lo tira al suelo—. Has vencido a Malfoy.
Harry miró a Draco y le sonrió. Malfoy le miró con cara de odio. No pudo
verle más porque sus compañeros de Gryffindor le rodearon, abrazándole.
Parvati y Lavender le dieron dos sonoros besos cada una en la mejil a que
le hicieron ponerse colorado. Colin Creevey empezó a hacerle fotos.
Cuando logró librarse de el os, se dirigió a Hermione, que observaba la
prueba.
—¿Cómo va Ron?
—Necesita parar por lo menos dos más para entrar de titular, si no, entrará
Bletchley —dijo Harry.
—Estoy muy orgul oso de que seis de nosotros hayamos logrado entrar en
el equipo —les dijo—. Esto demuestra que somos los mejores. Cuando
acabe el torneo, ganaremos la copa escolar. ¡Lo presiento!
Mientras volvían, vieron a Dul ymer, que felicitaba a Malfoy por estar en
el equipo, aunque Malfoy no parecía demasiado feliz. Harry no vio a Cho.
Dedujo que tampoco el a estaba muy feliz. Sólo había un jugador de
Ravenclaw en el equipo titular de Hogwarts y el a había perdido ante
Malfoy. Dul ymer dejó a Malfoy y se acercó a el os.
—Draco no estaba muy contento —comentó Dul ymer mirando hacia los
de Slytherin—. Pero bueno, qué se le va a hacer. Espero que dejéis el pabel
ón de Hogwarts bien alto.
—¿Yo? No sé...
—Pues yo sí. El capitán se elige por votación de los jugadores, y dado que
de los catorce, seis son de Gryffindor... Te vas a presentar para capitán
¿no?
Miró a Katie.
105
—Yo renuncié al puesto de capitana de Gryffindor. No voy a presentarme a
capitana de Hogwarts. Hazlo tú.
—Tienes que presentarte tú, Harry —dijo Ron—. Seguro que los de
Ravenclaw y Hufflepuff, si no se presenta ninguno de el os, te eligen a ti.
Imagínate la cara de Malfoy...
11
106
Cuando media hora más tarde Harry se metió en la cama, tras haber
ayudado a Ron y a Hermione a limpiar, estaba cansadísimo. Se alegró de
que al día siguiente fuera sábado, porque dudaba que pudiera levantarse
antes de las once de la mañana por lo menos.
Terminaron casi a la hora de comer, ya que querían tener la tarde libre para
ir a tomar el té con Hagrid, quien los había invitado para hablar de la
prueba del día anterior y del torneo de Quidditch.
—¿Qué? —saltó Ron—. Pero si iba en séptimo hace dos años y... —cal ó
un momento y miró a Hermione fijamente—. ¿Y tú como lo sabes? ¿ Aún
s igues escribiéndote con él?
Ron se quedó sin palabras y puso mala cara al oír las palabras «será el
único profesor de Durmstrang que venga». No parecía hacerle mucha
gracia que Viktor Krum regresara a Hogwarts.
107
Hagrid sirvió el té y unas gal etas hechas por él, que, conociendo el arte
culinario del semigigante, nadie probó, alegando que hacía poco que
habían comido.
—¿Ya has sabido algo de los gigantes, Hagrid? —preguntó Harry dando un
sorbo a su taza de té.
—¿No irás a preocuparte ahora, verdad? —le preguntó Ron por fin.
—Sí. Que nos unamos. En el Torneo de los Tres Magos Madame Maxime
se unió a nosotros para ayudarnos
—Yo no estoy tan segura, Harry —repuso Hermione. Como la miraban con
cara extraña, explicó—: Para empezar, no es capitán de Slytherin, sino que
lo es Warrington, así que lo lógico sería que, en todo caso, se presentara él.
Además, supongo que Malfoy sabe que si se presenta como capitán,
perderá, y no creo que quiera volver a perder frente a ti, ¿no crees?
Ni a Harry ni a Ron se les había pasado por la cabeza esa posibilidad, pero
Harry pensó que lo que Hermione decía tenía bastante sentido...
—No creo que quiera perder, pero no va a aceptar tan fácilmente a Harry
como capitán —apuntó Ron.
Cuando subieron, Harry escribió una pequeña nota para Lupin, y Ron hizo
lo propio con sus padres. Como no sabían si los Weasley estaban en ese
momento en Grimmauld Place, Harry envió su carta por medio de Hedwig
y Ron mandó la suya por Pig.
Recibieron la contestación el domingo a mediodía. La carta de Lupin
decía: Harry:
Atentamente
Lupin
—No gran cosa. Aún están tristes por Percy. Me dicen que ha solicitado el
traslado al Departamento de Seguridad Mágica, pero aún no ha recibido
respuesta. Fred y George también han ingresado en la Orden.
Harry se fijó en que los vestuarios ya no tenían los colores de las casas,
sino que en cada uno de el os se veía el escudo de uno de los Colegios
participantes. Cuando l egaron el resto de jugadores, la señora Hooch
habló:
Todos asintieron.
109
Entonces votemos. Que levanten la mano quienes quieran votar por Harry
Potter.
Harry y todos los demás de Gryffindor levantaron la mano, al igual que
Bradley y, finalmente, también los dos de Hufflepuff. Malfoy intentó
disimular la rabia que sentía al ver a los de Ravenclaw y Hufflepuff
levantar la mano. Harry intentó disimular su alegría.
—Bien. Parece que no hay dudas. Por nueve votos a favor, es elegido
capitán el buscador Harry Potter. —
—Sí, desde luego es mejor perder que ganar gracias a votos como el tuyo,
Weasley. Tú de guardián...
vamos listos —le dijo mirándole con desprecio entre las sonrisas de los de
Slytherin.
—Déjale, Ginny —dijo Katie mirando a Malfoy con rabia—. Lo único que
tiene es envidia, porque ha perdido.
Eso es todo.
—¿Envidia? ¿De...?
Pero Harry no quiso escuchar más. Sacó la varita, apuntó a Malfoy y gritó:
— ¡Silencius!
Malfoy le miró con un odio tan intenso, que no necesitaba palabras para
expresarse, pero fue a cambiarse.
Salieron al campo, con los uniformes del colegio, que eran de color plata y
oro, con el escudo de Hogwarts en el pecho. La señora Hooch les esperaba.
—Bien. Espero que recuerden todos que mientras estén en el equipo del
colegio, no pertenecen a ninguna casa. Aquí todos sois miembros de un
solo equipo, y espero que todos trabajéis por el bien del mismo, sin
excepción. ¿De acuerdo? —Todos asintieron, incluso los de Slytherin—.
Bien, pues entonces dad unas vueltas por el estadio y pasaos la quaffle un
rato.
—Pues no, pero se aguantó. Supongo que espera pil arme en alguna —dijo
Harry, encogiéndose de hombros y acariciando a Hedwig, que se le había
posado en un brazo—. Pero me da igual. No le tengo ningún miedo.
Cuando todos se hubieron cambiado, Harry les dijo a los seis cazadores
que empezaran a practicar pases con la quaffle para acostumbrarse a jugar
juntos. Bletchley y Ron se turnaron para ponerse en los aros.
Luego, la señora Hooch soltó las bludgers para que los golpeadores
practicasen.
—¡Malfoy! —llamó Harry.
Malfoy no le contestó.
—¡Suelte la snitch! —le dijo Harry a la señora Hooch. Esta, abrió el cajón
y soltó la pequeña esfera dorada, que en seguida desapareció de la vista.
La señora Hooch les ordenó dejarlo a las siete y media, ya que apenas se
veía nada. Harry había logrado atrapar tres veces la snitch, aunque Malfoy
había lograda cogerla en una ocasión.
Por la tarde, tenían clase doble de Defensa Contra las Artes Oscuras, pero
nadie estuvo muy concentrado.
—¿Cómo l egarán hasta aquí? —preguntó de pronto Nevil e—. ¿Lo harán
como la otra vez?
Pero cal ó, porque en esos momentos, un ruido siseante en el lago hizo que
todos volvieran la cabeza hacia al í. Apareció un remolino, del que empezó
a salir, lentamente, el ya conocido barco de Durmstrang, que se 111
Hagrid asintió, mientras cogía los dos primeros cabal os y se los l evaba
por detrás de su cabaña.
Había cambiado mucho en esos dos años, pero Harry la reconoció como la
chica que había salvado, junto a Ron, del fondo del lago durante la
segunda prueba del Torneo de los Tres Magos. La chica se fijó en el os, los
reconoció y les sonrió.
—No es tan guapa como Fleur, pero no está nada mal —observó Ron.
—Pero cuando la saqué del lago, me pareció que tendría unos ocho años
—recordó Harry—. Ahora, en cambio, parece tener unos catorce...
112
Dumbledore pidió a todos que se sentaran en las mesas que quisieran. Los
de Durmstrang volvieron a sentarse en la de Slytherin, los de Beauxbatons
en la de Ravenclaw, y los de Castelfidalio se sentaron en la de Gryffindor.
Krum, por su parte, echando miradas a la mesa de Gryffindor, se sentó en
la mesa de los profesores, junto a su director. Ferl ini se sentó junto a
McGonagal y Madame Maxime junto a Hagrid, que empezó a charlar
animadamente con el a.
Todo el Gran Comedor aplaudió con fuerza. Cuando los aplausos cesaron,
Dumbledore continuó:
—Sí —contestó Harry, sin saber qué más añadir. Finalmente agregó—:
¿Cómo te l amas tú?
113
12
La Noche de Halloween
Todos lo hicieron más o menos bien. Incluso Nevil e, que, después de pil
arle el truco, era de los que mejores explosiones provocaban. Ron, como
Harry había supuesto, logró una explosión espectacular, que requirió la
potencia de los escudos que sus compañeros intentaban crear. Harry se
imaginó en quién habría pensado Ron que era la piedra para proyectar su
rabia. Por la forma en que Hermione frunció el entrecejo, Harry supuso
que su amiga también se lo había imaginado.
—Bueno, debemos irnos —intervino Hermione, viendo que casi todos los
de Gryffindor estaban ya entrando por las puertas del castil o—. Tenemos
clase con McGonagal ahora —les recordó.
114
Harry, Ron y Hermione entraron en el castil o, dirigiéndose hacia el aula
de Transformaciones. Cuando acabó la clase, debían volver a los terrenos,
para la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas. Al salir, vieron a Krum,
que se tomaba uno de sus baños en el lago.
—Os juro que no sé cómo puede hacerlo —dijo Harry a Ron y a Hermione
—. Recuerdo cuando hice la prueba del Torneo de los Tres Magos, y estaba
helado. ¿Te acuerdas, Ron?
—Sí —dijo éste, que miraba como Krum avanzaba de nuevo hacia la oril a
dando grandes brazadas.
Harry volvió la cabeza, lanzándole una mirada furiosa a Malfoy, pero éste
le miró burlonamente, sin borrar la sonrisa de su cara.
—Parece que le has caído bien, Hermione —le dijo Hagrid—. Ahora
decidle que os l eve junto a un unicornio, pero no os adentréis demasiado
en el bosque. Hay unos cuantos por aquí cerca.
Momentos después l egó Nevil e, con otro gnobble un poco más alto que el
de Harry, Ron y Hermione, y, detrás de él, Dean y Seamus, Parvati y
Lavender y un grupo de chicas de Slytherin. También l egaron Madame
Maxime y Hagrid.
—Bien, diez puntos para Gryffindor por ser los primeros —les dijo Hagrid
a los tres amigos—. Ahora, ya podemos regresar, si queréis.
115
Cuando salieron al fin del bosque, dejaron al gnobble, que Ron l evó en
brazos, junto a la cabaña de Hagrid.
—Me gustaría tener uno para explorar el castil o —dijo Ron, pensativo—.
¿Os imagináis qué lugares mágicos o qué objetos podríamos encontrar?
Mi padre y mi madre siempre han dicho que Hogwarts oculta muchas
cosas y muchos secretos...
—No lo sé... por eso son secretos —dijo Ron—. Fijaos, si en segundo
hubiésemos tenido un ser de ésos, a lo mejor nos habría conducido antes a
la Cámara de los Secretos...
—He leído que el colegio también es un castil o, como éste ¿verdad? —le
preguntó Hermione.
—Ojalá fuera así aquí —dijo Dean—. Los de Slytherin piensan que los
descendientes de muggles no deberían ser admitidos en el mundo
mágico...
—¿Por qué? —preguntó Anton—. Son magos, aunque nadie les enseñe la
magia ¿no?
—Ah...
—Bueno, ahora, rogaré a los capitanes de los cuatro equipos, que pasen a
la sala que hay tras nosotros, donde se les informará de ciertos detal es
relativos al Torneo. A los demás miembros de los equipos, les pediré que
vayan al campo de quidditch. Gracias.
116
—Bueno, lo primero, será una presentación —dijo Dumbledore, mirando a
los demás—. Por Hogwarts, Harry Potter.
Asintieron.
—Ah, claro.
Las fuentes de las mesas se l enaron con una soberbia cena. Durante los
primeros minutos, nadie habló, ocupados como estaban en comer.
—Oye, Harry —dijo un rato después Anton—. ¿Crees que nos tocará jugar
juntos en la semifinal?
117
—No lo sé —le contestó Harry, entre sonrisas—. Pero prefiero que nos
toque en la final, ahora que te conozco.
—Yo también lo espero así —dijo, contento—. Pero espero que nos toque
Beauxbatons, a los de Durmstrang los ha entrenado Krum...
—Sí, yo también creo que los de Beauxbatons son más fáciles de vencer
—opinó Ron, echando un vistazo a los jugadores de Beauxbatons—.
Parecen más jóvenes y con menos experiencia...
—Bueno, tampoco es así todos los días —dijo Parvati, mirando fijamente
al chico—. Pero como hoy es fiesta especial...
—Este año, por navidad, celebraremos también un gran baile que estoy
seguro todos disfrutaréis —dijo Dumbledore con una sonrisa. Luego se
puso un poco más serio, mientras por las mesas comenzaban los
cuchicheos—. Es posible que en el futuro no tengamos muchos momentos
de felicidad o de celebración, así que espero que todos disfrutéis lo
máximo posible de esta fiesta.
—Bueno, «Hagui» —dijo una voz detrás de Harry. Se volvió y resultó ser
Grabriel e Delacour—. «Paguece»
—Es cierto, no fue nada —corroboró Harry, que se había sentido muy
arrepentido de haberlo hecho.
118
—Ja, ja, ja —se rió el a—. No hace falta que te pongas así. Mi «hegmana»
usa demasiado sus dotes de veela.
Gabriel e sonrió.
—Vuelve por aquí cuando quieras —le ofreció Ron, que no pestañeaba,
sonriéndole también.
—¿Qué tal si despiertas, Ron? —le dijo Hermione cuando Gabriel e se
hubo ido.
—Ya estoy despierto —dijo Ron, con cara de perplejidad, sin darse cuenta
del tono irónico de Hermione.
La fiesta continuó, muy animada. Anton le dijo a Harry que esperaba verlo
en la final, a lo que Harry le contestó que él esperaba verlo a él. La
mayoría de chicas se mostraba entusiasmada con la idea del baile, y
hablaban sobre a quién pensaban invitar o con quien les gustaría ir.
—Hola —saludó.
—Bueno, hasta mañana, Viktor —le dijo Hermione, al ir a salir del Gran
Comedor.
—Te esperamos en la sala común —le dijo Harry, tirando de Ron, que no
paraba de mirar atrás mientras subían las escaleras. Parecía muy
contrariado.
—Claro que sí. Perfectamente. ¿Por qué no iba a estarlo? —dijo Ron,
visiblemente enfadado.
—Bueno, creo que nos ha tocado el partido más fácil —dijo Harry—. Creo
que Castelfidalio son los más difíciles, aunque a los de Durmstrang los
entrene Krum.
—¿Qué opinas tú, Ron? —le dijo a su hermano.
—Está todo muy bien —contestó Ron, malhumorado, sin quitar la vista de
la entrada de la torre.
—Oye, Ron, ¿por qué no hablas con Hermione de una vez en lugar de
hacer tanto el tonto? —Ron la miró con los ojos muy abiertos—. Pídele
que vaya al baile contigo.
—No tengo nada que hablar con el a —contestó Ron—. Déjame en paz,
¿quieres?
—Hermione tiene razón, eres imposible —le soltó, yéndose con un grupo
de chicas de su curso.
119
—Claro.
—Digo que si vas a contarles que Vicky sigue loquito por ti —repitió Ron,
hiriente.
—No es asunto tuyo —le contestó Hermione, enfadándose también.
—¡Pues ve con él, y que te diviertas! —le gritó Ron, poniéndose en pie de
un salto.
—Yo me voy a la cama —fue toda la respuesta de Harry, y subió hacia los
dormitorios.
—¿Qué?
—¿Cuándo?
—El día que nos contaste lo del sueño...
—Bueno... ¿Crees... crees que debería pedirle que fuera al baile conmigo?
—Ron se puso colorado.
—Bueno... sí —admitió.
—No lo sé...
—¿Vas a ir con Hermione, Ron? —le preguntó Dean con una risita.
—No sé con quien voy a ir —respondió Ron—. ¿Con quien vas a ir tú?
—No lo sé tampoco...
—Yo se lo voy a volver a pedir a Lavender —dijo Seamus—. En el otro
baile me lo pasé muy bien con el a...
—Harry, Ron...
—¡¿Qué?! —gritó Ron. Se puso la bata y, seguido por Harry, salió tras
Ginny.
—¿Qué sucedió?
120
—Pero, ¿por qué no recuerdas nada? —le preguntó Harry—. Si sólo te han
aturdido...
13
Sospechas
—Sólo unos minutos más, por favor —pidió Ron, que parecía muy
afligido.
—No volverás a andar sola por los pasil os de noche —le dijo, rotundo—.
Yo o Harry te acompañaremos siempre.
—Descansa.
—¿Crees... crees que tendrá que ver con Voldemort? —le preguntó Ron,
visiblemente asustado ante la posibilidad.
121
—¿Y quien iba a hacer algo así por que le pil aran incumpliendo una
norma? Únicamente alguien de Slytherin... —dijo Ron.
—Sí, pero eran mayores, no sé... este año no hay ningún profesor nuevo,
tendría que ser un alumno...
—¿Cómo que no? ¿Y los de Durmstrang y Castelfidalio? —dijo Ron—.
Fijaos: l egan ayer, y hoy hay un ataque en Hogwarts. ¿No os parece
sospechoso?
—¿Tú qué crees? —le preguntó Ron a Harry, que estaba muy cal ado.
—¿Quién fue?
—Vaya... bueno, menos mal que está bien —se tranquilizó Nevil e—. Creí
que era algo más grave... Vale..., hasta mañana, entonces.
Harry tardó un rato en dormirse. Lo que había dicho Ron le hizo pensar. El
primer ataque extraño en Hogwarts desde hacía dos años, y ocurría justo
después de que l egaran los de Durmstrang, Beauxbatons y Castelfidalio.
Harry confiaba en los de Beauxbatons, al fin y al cabo Madame Maxime
ayudaba a Dumbledore, pero no sabía demasiado de los demás. Sólo podía
confiar en Krum, de entre todos el os, o al menos eso creía. Los de
Castelfidalio parecían simpáticos, pero ¿quién sabía? El falso Moody
también había parecido simpático... Harry, además, no sabía nada de
Petrimov ni de Ferl ini. Decidió que, al día siguiente, le escribiría sin falta
una carta a Lupin a ver si sabía algo de el os. Le habría gustado pensar que
quizás fuese Malfoy, pero le extrañaba. Si Malfoy quería comunicar
información a Voldemort le bastaría con escribir a su madre, que no
resultaría sospechoso... Dumbledore había dicho que no sabían quién
habría podido hacerlo. ¿Había sido totalmente sincero? Dumbledore
siempre parecía saber lo que se tramaba en el castil o... ¿Sería posible que
ni siquiera tuviese una vaga idea? Decidió que también iría a hablar con él.
122
—La directora Ferl ini nos dijo lo que había pasado —comentó—. ¿Te
encuentras bien?
—Sí, gracias...
Se sentaron a comer. Durante todo el desayuno, Harry no dejó de observar
al Gran Comedor. Alguien, de todos los que había al í sentados, había
hecho algo la noche anterior, algo que justificaba haber atacado a
Hermione y haberle borrado la memoria, corriendo un gran riesgo. ¿Qué
habría hecho? ¿Quién sería?
—Ya veo... sexto o séptimo ¿no? —dijo Ron mirando hacia la mesa de
Slytherin.
—Claro. ¿Quién tiene un padre que es mortífago y está orgul oso de el o?:
Draco Malfoy.
—¿Crees que ha podido hacerlo Malfoy? —preguntó Hermione, un tanto
escéptica.
Después del desayuno, Harry subió a la sala común, y escribió una nota
para Lupin, contándole lo sucedido y preguntándole si sabía algo sobre
Ferl ini o Petrimov. Al terminarla, se la l evó a Hedwig.
—No, profesor —respondió Harry; y esta vez era verdad—. Por eso he
venido. Quería saber si tiene alguna idea de quien pudo haberlo hecho, y
por qué...
Harry asintió.
—Es posible.
—Profesor... ¿cree que atacaron a Hermione por ser amiga mía? ¿Como
hicieron con la novia de Percy?
—No podemos estar seguros, Harry, pero creo que puedo tranquilizarte
sobre ese aspecto. Me temo que el ataque contra Hermione se debió a que
estaba en el lugar equivocado en el momento erróneo. Si quisieran hacerle
daño, le habrían hecho algo más que aturdirla.
123
—Sí.
—No lo sé, pero temo que es lo más probable... encontrarse a esas horas,
en la lechucería... No creo que la mayoría de nuestros invitados sepan
dónde está, y sería sospechoso que salieran del castil o después de que sus
compañeros ya hubieran regresado a sus moradas... pero claro, es posible.
—Harry.
—Ten cuidado.
—Lo tendré.
—No lo sé. Se me ocurrió cuando venía hacia aquí... pero dio lo mismo.
No sabe nada.
—No... pero opina que fue alguien de Hogwarts. También está bastante
seguro de que fue una casualidad que te atacasen —le dijo a Hermione.
—Oye, Harry —dijo Ron, para cambiar de tema—. ¿Por qué no planeamos
tácticas de quidditch? Hoy tenemos el primer entrenamiento...
—De acuerdo —dijo, yendo con Ron y cogiendo una pequeña maqueta del
campo de quidditch, con el que hacían volar pequeñas fichas como si
fuesen jugadores.
124
—No sospecho de ti, Malfoy, porque hacerlo supondría admitir que eres
capaz de lanzar un hechizo desmemorizante, y es obvio que eso está fuera
de tu alcance.
Esta vez fueron los demás los que se rieron, mientras Malfoy enrojecía de
la rabia.
Harry asintió y subió con sus compañeros, que calentaron volando un rato.
Después de la discusión en los vestuarios, la situación era un poco fría.
—Bueno —dijo Harry, viendo que había dos bandos en el equipo—. Está
claro que muchos de nosotros no nos caemos bien, así que sólo preguntaré
si queréis ganar el Torneo de Quidditch o no.
Se volvieron.
—No, pero pudo serlo... —Hagrid se inclinó hacia el os—. Lo peor no fue
lo que le pasó, sino el hecho de que ocurriera algo así en Hogwarts...
—¡Oh! Se mostró sorprendida con sus progresos —dijo Hagrid, orgul oso
—. Tendríais que venir a verle...
125
Ron le ofreció a Harry una partida de ajedrez mágico, que el chico aceptó.
Mientras jugaban, Ron le preguntó:
—Pues no...
—Podrías decírselo a Ginny, creo que el a aún no tiene pareja —dijo Ron,
como si fuera un comentario sin importancia.
—¿Y qué? —preguntó Harry levantando la vista—. Dul ymer parece buen
chico, y es simpático...
—Pero es de Slytherin —repuso Ron, moviendo un cabal o y comiendo un
solitario peón de Harry.
—Bueno... sí, pero no todos los de Slytherin van a ser unos estúpidos
como Malfoy, Crabbe o Goyle —dijo Harry, moviendo su alfil.
—Pero ahora tiene cuatro años más que entonces —insistió Ron—. Yo le
veo perfectamente capaz...
—Yo no creo que fuese él —dijo Harry—. Pero claro, siempre es posible...
—¿Es cierto que no recuerdas nada? —preguntó Dul ymer, con la misma
expresión de preocupación e interés que antes.
—Sí.
—¿Si fue Malfoy? —terminó Henry, viendo como Ron miraba a la mesa
de Slytherin—. Pues no, no fue él.
Sé lo que pasó en el entrenamiento esta tarde, pero ayer, al salir de la
fiesta, bajó directamente a la sala común de Slytherin...
126
bien?
—¿«Podrríamos hablarr»?
—Vamos, esto está l eno de gente, Ron —insistió Harry, lanzándole una
significativa mirada y tirando de él.
Ron le miró.
Ron no contestó, pero volvió a dar vueltas de un lado para otro, hasta que
entró Hermione.
—Bueno... que aún le... le gusto —terminó Hermione, poniéndose aún más
roja. Ron frunció el ceño.
Subió las escaleras hacia los dormitorios. Ron se dejó caer en el sofá,
lanzando suspiros de alivio. Ginny, que había estado hablando con Colin
Creevey, se acercó al sofá y se sentó con el os.
—Ya, claro, claro —le dijo Ginny levantándose, sin darle ningún crédito
—. Bueno, yo os dejo. Hasta mañana.
—El a tiene razón, Ron —dijo Harry, cuando Ginny se hubo ido.
Harry:
Dumbledore nos informó también del ataque hoy (sábado), en una reunión
extraordinaria de la Orden. No tenemos noticia o prueba alguna de que
Voldemort tenga agentes o espías en 127
Ahora bien, tanto tú, como Ron, Hermione y Ginny debéis de tener mucho
cuidado. Procura no recorrer el castil o solo, ni que el os lo hagan. De
todas formas, miembros de la Orden vigilarán Hogsmeade y estarán cerca
de Hogwarts por si es necesario.
Saludos.
Lupin
Harry suspiró, pero no dijo nada más. Toda la familia de Ron estaba en
peligro, sin embargo, él parecía soportarlo y l evarlo bastante bien. No se
quejaba, y no parecía triste, deprimido o demasiado preocupado.
128
14
Así lo hicieron. Harry, que practicaba con Nevil e, con Ron y con
Hermione era el más rápido, aunque Nevil e no lo hacía del todo mal.
Desde lo ocurrido en junio del año anterior, su autoestima había crecido
mucho, y nadie le habría reconocido como el pobre chico de primer año,
que parecía casi un squib.
—Sí, está muy bien —reconoció Ron—. Pero hay un pequeño fal o ¿No
creéis?
—Eso da igual —opinó Harry, y sus amigos le miraron—. ¿Os habéis dado
cuenta? Los que fuimos miembros del ED somos imbatibles para los
demás. Dudo que el que atacó a Hermione fuera mejor que el a.
Hermione le sonrió.
—No son malos —reconoció Harry, viendo una jugada entre la capitana,
Amelie, y otro cazador—. Pero creo que podremos derrotarlos.
Harry y Ron siguieron planeando jugadas hasta las cinco, hora en que los
jugadores de Beauxbatons descendieron para cambiarse. Grabriel e se les
acercó.
—Bueno, eso «habgá» que «veglo» ¿no? —dijo mientras se alejaba hacia
los vestuarios.
—Está mucho más guapa que hace dos años ¿verdad? —dijo Ron.
—Sí —reconoció Harry, y luego miró a su amigo con pil ería—. ¿Por qué
no la invitas a el a al baile?
129
—¿A quién quieres engañar? Con una jugada así sólo distraeríamos al
guardián si fuese Weasley —se burló.
—Oye, si no vas a decir algo constructivo, ¿por qué no te cal as? —le dijo
Katie.
—Eh... sí, es una buena idea —reconoció Harry—. Pues lo haremos así
entonces.
Cuando finalmente la señora Hooch les mandó parar, Harry había atrapado
la snitch cinco veces y Malfoy una, y los jugadores titulares habían ganado
a los suplentes por 380 a 90.
—Ha sido una buena sesión —les felicitó Harry—. El próximo día, que es,
veamos... el miércoles, continuaremos.
—Creo que lo estamos haciendo bastante bien —le dijo Ginny a Harry
después de una sesión especialmente agotadora—. Estoy segura de que
ganaremos a Beauxbatons.
Mientras tanto, en El Profeta, que leían todos los días, había vuelto la
calma. Se sabía que los aurores trabajaban día y noche en busca de los
mortífagos, pero no había habido ninguna detención, ninguna muerte,
ningún ataque. En el castil o, nadie daba señas de ser el agresor de
Hermione y los alumnos estaban mucho más tranquilos. Harry, por su
parte, aún no se había planteado con quien ir al baile, y Ron seguía sin
decirle nada a Hermione, que por su parte seguía dándole largas a Krum,
que cada dos días la abordaba preguntándole si finalmente iba a ir con él.
—¿Cuánto tiempo más crees que va a estar dándole largas a Krum? —le
preguntó Harry.
130
Finalmente l egó el día del gran partido. Todo el mundo se encontraba muy
excitado. En el desayuno, los de Castelfidalio apenas probaron bocado.
—¿No coméis más? —les preguntó Ron—. Vais a necesitar fuerzas contra
Durmstrang.
—Yo no puedo comer más —dijo Anton, visiblemente nervioso—. Antes
de los partidos sólo comemos algo ligero. Ahora nos retiraremos a
descansar, para estar con fuerzas. Llevamos toda la semana entrenando
como bestias.
Tras el desayuno, Harry, Ron y Hermione salieron a dar un paseo por los
terrenos. Aunque aún no hacía demasiado frío, la temperatura era baja. Un
débil Sol lucía en el cielo, y soplaba una suave brisa. Los jugadores de
Castelfidalio permanecían en sus tiendas, y los de Durmstrang se veían en
su barco, contemplando el lago y los terrenos del colegio.
—Sí, pero Krum tampoco parecía muy expresivo durante el Torneo de los
Tres Magos —recordó Harry.
Cuando l egó la hora de comer, Harry vio que había alguien más en la
mesa de los profesores que no conocía, que charlaba con Dumbledore
—Gracias.
—Vaya, gracias —agradeció Anton con una sonrisa—. Nos hará falta
ayuda...
131
—No lo sé... supongo que como había el Torneo de los Tres Magos, y ya
hay un campeonato de quidditch en el colegio, la dirección nunca
consideró necesario participar en algo así...
Lansvil e habló:
—Espero que nos animen a nosotros con tanto entusiasmo —dijo Ron
observando atónito a sus compañeras.
Zandef avanzó como un rayo directo a los aros defendidos por Anton, que
se preparó. El cazador lanzó con fuerza, pero fal ó y Anton cazó la quaffle,
pasándosela a Spiel i, que de inmediato sorteó a Dutron lanzándose a toda
velocidad hacia el campo contrario.
Spiel i se lamentó unos segundos, lo que fue un error fatal, porque Dutron
avanzó con la quaffle a toda velocidad, pasándosela a Kregs. Rodens
intentó bloquearlo, pero recibió una bludger lanzada por Zirks que le hizo
tambalearse, y estuvo a punto de caer de la escoba. Kregs lo esquivó y se
lanzó hacia los aros.
Cuando iba a lanzar, se la pasó a Dutron, que hizo amago de lanzarla, pero
se la devolvió. Kregs lanzó y marcó.
—Ha sido una excelente jugada —observó Ron—. Esa bludger que lanzó
Zirks fue proverbial.
132
—Sí, ha sido muy bueno, pero diez a cero aún no es nada —dijo Harry, que
observó a Krum, el cual había abandonado su gesto hosco y sonreía
vagamente.
La alegría, sin embargo, le duró poco, porque Spiel i, flanqueado por Furti
y Malone, que desviaron las dos bludgers hacia los defensores de
Durmstrang, consiguió atravesar el campo, y pasándosela a Viessi, que se
había acercado a los aros sin que los de Durmstrang le prestaran mucha
atención, logró meter la quaffle por el aro derecho. Parvati y Lavender se
pusieron como locas.
—¡Y nuevo gol de Castelfidalio! —gritaba Lansvil e—. Otra jugada muy
rápida. Los de Durmstrang van a tener que ponerse las pilas para detener
este tipo de contraataques ultrarveloces de los cazadores contrarios.
—Sí, es cierto.
Harry y Hermione miraron. Krum parecía muy disgustado. Era obvio que
había esperado que Klingum capturara la snitch. Parecía comprender que
los cazadores de Castelfidalio eran superiores a los de Durmstrang, que,
aunque eran buenos, no tenían la misma rapidez que sus rivales.
—Hasta ahora no es para tanto —opinó Ron, que casi había sido pisoteado
por Lavender—. Sólo ganan por veinte.
—Sí —respondió Harry—. Son rapidísimos ¿verdad?. Está claro que son
superiores a Durmstrang, excepto por Klingum, que parece mejor buscador
que Giussi.
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¡Vaya disparo! ¡Sí! ¡¡Dutron marca!! —gritó Lansvil e—. Treinta a veinte
a favor de Castelfidalio.
El partido continuó, ambos equipos pusieron cada vez más, luchando con
frenesí. Sin embargo, quedó patente que los cazadores de Castelfidalio
eran mejores. En cinco minutos, con dos rápidas jugadas, lograron marcar
otros dos tantos, poniéndose cincuenta a veinte. Klingum daba vueltas por
el cambio cada vez a más velocidad, buscando la snitch desesperadamente.
Giussi le seguía, pero no volaba tan bien como él. Se notaba claramente
que Klingum había sido especialmente escogido y entrenado por Krum.
Spiel i seguía algo atontado, así que Rodens lanzó, consiguiendo marcar.
—Se están alejando mucho, y la snitch sigue sin aparecer —comentó Ron.
—¡Esta vez ha sido Klingum quien ha evitado por los pelos la victoria de
Castelfidalio! ¡Y el juego sigue! Y
—¡Harry, Ron! ¡Observad! —les gritó Katie señalando hacia donde estaba
Riccel o, que acababa de pasar la quaffle a Rodens.
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—Ha sigo genial —afirmó Ron, contento—. Me da pena por Anton y los
suyos, que lo han hecho muy bien, pero si pasamos a la final, prefiero
enfrentarme a Durmstrang... ¿Podrás vencer a Klingum, verdad? —
preguntó Ron.
—No lo sé... —dijo Harry con sinceridad—. Es muy bueno... pero supongo
que sí podría.
Ron se rió. Harry felicitaba a Klingum, y luego hizo lo mismo con Krum,
que hablaba con sus jugadores.
Ron también iba a felicitarle, aunque en ese momento bajaron Dumbledore
y Binddle, quien felicitó a todos los jugadores, dándoles la mano uno por
uno.
Anton le sonrió.
—Sí. Hemos jugado lo mejor que sabemos, así que no tenemos nada de
qué arrepentirnos. Y sólo perdimos por cuarenta puntos —añadió.
—Bueno, bueno, bueno. Espero que todo el mundo lo haya pasado bien
esta tarde. Aprovecho para felicitar a los primeros finalistas, Durmstrang,
por su victoria, y a Castelfidalio por su excelente juego. Como sabéis, el
próximo partido será el próximo sábado, también a las cuatro y media de
la tarde, Hogwarts contra Beauxbatons. —Los aplausos atronaron el Gran
Comedor—. Esto es todo, podéis seguir con la cena.
Cuando salieron del Gran Comedor, Harry habló con Bradley y con
Modded, para decirles que tendrían entrenamiento al día siguiente, a las
cuatro. En las puertas vio a Dul ymer, que hablaba con unos compañeros
suyos de Slytherin.
—Gracias —le dijo Harry, subiendo la escalinata con sus dos amigos.
135
Harry se acostó y durmió como un tronco, hasta que se despertó, a las diez
de la mañana. Haciendo un esfuerzo, se levantó, y, sin hacer ruido para no
despertar a Seamus, Dean y Nevil e, despertó a Ron, que se levantó no de
muy buen grado.
Sabía que eran buenos, que estaban entrenando duro y que hacían todo lo
que podían, pero no podía evitar pensar «¿Y si perdemos?». Veía las caras
de desilusión de sus compañeros, a los de Slytherin culpándole a él de la
derrota, por ser un mal capitán, a Malfoy echándole toda la culpa, por no
ser rápido atrapando la snitch... Intentaba evitar ponerse nervioso, l evaba
seis años jugando al quidditch, y siempre lo había hecho bien, pero no
podía evitar sentirse preocupado. Nunca había tenido tanta responsabilidad
en el equipo como este año.
Afortunadamente, los profesores procuraron ponerles pocos deberes,
exceptuando a Snape, que actuaba como si no existiera el Torneo, excepto
para meterse con Harry al mandarle trabajos.
—les dijo en la clase del martes—. Y esto va también por usted, señor
Potter. Espero que mejore el nivel de su redacción de la semana pasada.
Que sea el flamante capitán del equipo del Colegio no le concede ningún
privilegio en mi clase —le espetó con una mueca de desprecio en el rostro.
—No dejes que te ofusque, Harry —dijo Ron—. Ahora debemos estar
concentrados en el partido.
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—Gracias.
—Lo sé... es una lástima que tengamos que aguantar a Malfoy, pero claro...
—Luego, para animarla, añadió
Harry miró, y vio a Lupin, Tonks, Kingsley, Moody, los Weasley, los
gemelos y Bil con Fleur Delacour. Se acercaron a el os.
—dijo Fred.
—Yo he venido también a apoyaros, aunque bueno, Fleur dice que prefiere
que gane Beauxbatons...
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haciendo comprender a la chica que sólo había sido una treta. En esos
momentos, Katie avanzaba a toda velocidad hacia la meta de Beauxbatons,
Warrington iba por el otro lado, pero entre el os estaba Blisseisse, que
intentaba bloquear a Katie. Harry se lanzó hacia al í, obligando a la
francesa a desviarse, con lo que Katie pudo pasar la quaffle a Warrington,
que marcó, despistando a Amèdis.
Harry, que seguía sin ver la snitch, volvió a hacer la misma jugada que
antes, lanzándose hacia las gradas donde estaban la mayoría de los de
Gryffindor. Al pasar, oyó los gritos de ánimo de sus compañeros y de
Hagrid, que estaba al í.
Esto pil ó a los de Beauxbatons por sorpresa, que no contaban con una
presión tan fuerte como estaban haciendo. En pocos minutos, Hogwarts
había conseguido otros cincuenta puntos. Estaban ciento cuarenta a treinta.
No era suficiente.
Harry dio una vuelta y entonces vio algo que le asustó: Gabriel e volaba
hacia él y la snitch estaba a unos diez metros de el a, a un lado. No la había
visto, pero si volvía la cabeza... Harry estaba muy lejos. Hizo lo único que
se le ocurrió: volver a lanzarse hacia la dirección contraria obligando a
Gabriel e a mirarle, y rezar porque surtiera efecto. Esta vez usó toda la
velocidad de la escoba dirigiéndose hacia el suelo, con la mirada fija, para
convencer a la chica. El público contuvo la respiración. En el último
segundo, Harry se elevó con un peligrosísimo giro y evitó chocar. Miró
hacia la chica y suspiró de alivio. Gabriel e no le había seguido apenas,
pero se había movido unos metros hacia él y le miraba, y la snitch ya no
estaba. El a le sonrió, como diciéndole «Ya no me engañas». Harry le
sonrió también, intentando que no se le notara lo aliviado que estaba.
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—No ha sido grave. Sólo una mazadura —dijo—. Tómate esto y listo. De
todas formas, me gustaría que dejara usted de hacer estas locuras, señor
Potter. En todos mis años había visto a alguien tan a menudo como a usted.
—Sí —afirmó Harry, acercándose con Ron a los demás—. Todos hemos
estado fabulosos. Si jugamos así el día de la final, el título es nuestro.
Harry miró a Dumbledore, que recorría con sus ojos el Gran Comedor.
Parecía muy satisfecho. Harry miró a su vez y comprendió: eso era lo que
el director había pretendido. Todo el colegio, incluso los invitados,
parecían haber olvidado todas sus diferencias, participando unidos de una
gran fiesta.
140
15
Ron puso cara rara, y miró a sus amigos, antes de volver a mirar a la chica.
141
Un momento después l egó Ron, que parecía muy azorado. Harry le miró,
pero Hermione no levantó la mirada de su redacción. Ron se sentó,
mirando a Hermione de soslayo.
—¿No nos vas a contar qué te quería la chica-veela? —preguntó Harry,
con un asomo de sonrisa.
—¿Y qué le dijiste? —preguntó Harry, lanzándole una mirada dura que
Ron entendió muy bien.
—¿Que no? —preguntó Nevil e, que no podía creérselo—. ¿Por qué no?
¿Qué razón le diste?
—Esto... le dije que... bueno, que a lo mejor iba con... con otra persona...
Nosotros nos encontramos bien. Como sabéis, ahora estamos casi siempre
en Grimmauld Place, por consejo de Dumbledore. Percy se encuentra un
poco mejor. Ha conseguido el traslado al Departamento de Seguridad
Mágica, y trabaja constantemente. Parece más tranquilo, pero está
obsesionado. Aún no hay pistas que nos permitan saber quién cometió el
crimen, pero vosotros no os preocupéis ¿de acuerdo? Estudiad mucho ¡y
no os metáis en líos!
Besos
Pero Nevil e no dijo nada más, porque alguien a sus espaldas, desde el
pasil o del cual venía, gritó
Al l egar al cruce de los pasil os, Nevil e ya había dejado de gritar y sólo
gemía. Miraron a todos lados, pero no vieron a nadie más en el pasil o.
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—¡No voy a dejar que escape! —exclamó decidido, corriendo por el pasil
o.
—Eso nos gustaría saber —dijo Harry—. Eso nos gustaría saber...
—Bueno, menos mal. Dado que estáis todos bien, es mejor que regreséis a
vuestras salas comunes —dijo Dumbledore.
Los tres amigos se sentaron, y Harry les contó a Ron y a Hermione lo que
Dumbledore le había dicho.
Ninguno de los tres dijo nada más y se quedaron un rato mirando al fuego.
Harry y Ron decidieron jugar una partida de ajedrez, observados por
Hermione, aunque ninguno de los dos estaba muy concentrado. Serían las
ocho de la tarde cuando una lechuza entró en la sala, dejando una nota para
Harry.
143
Harry:
Dumbledore.
—Me refiero, señor Weasley, a que sugiero que volváis a reunir al ED.
—Eh... pues claro que queremos, profesor —dijo Hermione, y miró a Ron
y a Harry—. Queremos, ¿no?
Harry asintió.
—Está bien. Hasta luego, profesor —se despidieron, bajando de nuevo por
la escalera.
—Aún así...
—Sí, sería lo mejor —dijo Harry, que estaba pensando en qué practicar en
el ED. El año anterior los habían interrumpido justo después de aprender
los patronus...
Cuando l egaron a la sala común, lo primero que hicieron fue l amar a
Ginny, Seamus, Dean, Parvati, Lavender, Nevil e, Katie y los hermanos
Creevey, los miembros del ED de Gryffindor.
— pero que deberíamos ser discretos, para que no se entere quien no deba
¿de acuerdo?
Todos asintieron.
—Vale. Yo hablaré entonces con Cho chang... —dijo Harry, mirando a los
demás por si alguien decía algo—.
144
—Excelente —dijo Hermione—. Y tú, Ron, puedes hablar con Macmil an,
que se lo comunicará a los demás de Hufflepuff. De momento, conque
seamos los mismos que el año pasado es suficiente. Luego ya veremos.
—De acuerdo. Entonces hablaremos con todo el mundo, y... ¿qué os parece
hacer la primera reunión el miércoles a las siete? —preguntó Hermione—.
¿No tenéis entrenamiento ese día, verdad? —añadió, mirando a Harry y a
Ron.
Harry vio que Padma Patil asentía ilusionada cuando Parvati habló con el
a, y miró a Harry. Lo mismo hicieron Ernie Macmil an, Justin Finch-
Fletchley y Hannah Abbot cuando Ron se acercó a el os, un rato después.
Dumbledore observaba el Gran Comedor con una leve sonrisa. Era el
único que se daba cuenta de lo que pasaba.
Harry se rió, mientras se dirigía hacia las escaleras que conducían a los
dormitorios. Se volvió, y, un poco más serio, les dijo:
—¿Por qué sois tan tontos? —Y, sin agregar más, los dejó al í,
sorprendidos, cada uno mirando hacia un lado distinto de la sala común.
Los jugadores asintieron, aunque no estaban muy de acuerdo con tener que
jugar en la nieve.
—Pues nos irá bien, porque la final será en pleno invierno también, así nos
acostumbraremos. Recordad que los de Durmstrang están habituados al
frío invernal, así que hemos de trabajar duro.
145
—Bueno, veo que estamos todos los del año pasado que aún seguimos en
Hogwarts —dijo mirándolos—.
Bien, este año, como sabéis, tenemos permiso de Dumbledore para hacer
esto, así que no tenemos ningún problema. Tampoco vamos a firmar en
ningún papel embrujado. No creo que sea necesario... —Hermione hizo
una pausa, y algunos alumnos suspiraron con alivio. Algunos miraron
hacia Marietta e hicieron gestos de desagrado—. Y bueno, ahora... si
quieres decir algo, Harry...
—Bueno... Como sabéis, tras los ataques que han ocurrido en Hogwarts
recientemente, Dumbledore habló con nosotros —dijo, señalándose a sí
mismo, a Ron y a Hermione— y nos sugirió que volviésemos a formar el
grupo...
ese tipo de cosas, que es lo que necesitamos para defendernos si nos atacan
por los pasil os...
—No lo creo —dijo Harry—. Aquí todos nos l evamos bien... No, el
agresor no está entre nosotros.
—Sí —confirmó Ron—. Pero ni Hermione ni Harry creen que fuera él. Yo
no estoy tan seguro —añadió. Ni Harry ni Hermione dijeron nada.
—Los miércoles los tenemos todos libres ¿no? A esta hora... o a las ocho.
De todas formas, todo el mundo tiene aún sus galeones falsos ¿verdad?
Todo el mundo asintió, mostrando los galeones, que aún contenían la fecha
de la última reunión, antes de las fiestas de pascua, cuando Umbridge los
había descubierto.
—Vale. Entonces, si algún miércoles no se puede, cambiaré las fechas y la
hora de la reunión y listo.
Procuraré hacerlo con antelación, por si alguien no puede ese día ¿de
acuerdo? Así tendrá tiempo de avisar.
—¿Y qué había en esa profecía que quería Quien Tú Sabes? —inquirió
Justin, interrumpiéndole.
146
Por toda la sala se oyeron lamentos por la pérdida de la profecía. Miraban
a Harry. Harry miró a Nevil e.
dijo, mirándolos—. Quiero que, uno por uno, todos digáis «Voldemort».
—Vamos. ¿Creéis que va a aparecerse aquí sin más por decir esa palabra?
¿Cómo vais a enfrentaros a él si ni siquiera os atrevéis a pronunciar su
nombre?
—Oye, Harry... —dijo Marietta, mirando al suelo. Era la primera vez que
hablaba con él.
—Está bien —dijo Harry sin más—. No es necesario que digas nada. Ya
tuviste tu castigo. Para mí, es suficiente. —Luego la miró— ¿Esta vez
vienes por propia voluntad?
Volvieron a sus puestos sin decir más, pero Cho le dirigió una sonrisa a
Harry, y él se la devolvió, sin que Marietta lo viera.
A las nueve, finalmente dieron por terminado la primera sesión. Se
despidieron y salieron por grupos de la Sala de los Menesteres, para evitar
sospechas de los demás alumnos, sobre todo de los de Slytherin.
—Ya lo sé, pero ya haremos combates más adelante, cuando los demás
estén más preparados.
—Vamos a jugar una partida con los naipes explosivos —dijo Ron.
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—Dobby está bien, señorita, gracias. Dobby viene todos los días a limpiar
la sala común de Gryffindor, señorita.
—Sí, señor —dijo el elfo—. Y además, ningún otro elfo quiere venir,
porque temen encontrarse prendas de ropa...
Dobby sonrió.
Así que ayudaron a Dobby, y entre los cuatro, y con ayuda de la magia,
habían terminado de limpiar la sala común en diez minutos.
—¿Veis como no era para tanto? —les dijo Hermione cuando Dobby se
hubo ido, tras darles las gracias infinitamente—. Si os molesta tanto
limpiar entre cuatro, imaginad que lo tuvierais que hacer solos y todos los
días... sin obtener nada a cambio.
—Ya, Hermione —dijo Ron—. Será mejor que nos vayamos a dormir ¿no?
16
—Oye, si no estás a gusto ¿por qué no te vas del equipo? —le preguntó
Bradley, enfadado—. Te aseguro que no vamos a ponernos a l orar por el o.
Malfoy miró a Bradley con desprecio, pero se cal ó y no dijo nada más.
Recogió sus cosas y se dirigió al castil o seguido por Crabbe.
Ron abría un camino en la nieve con el conjuro que Hermione les había
enseñado para expulsar aire caliente.
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Hermione le miró.
—Está bien —aceptó—. La verdad es que yo también tengo sueño...
Terminaremos mañana, entonces.
—Sí, sí, vamos ahora mismo —le dijo Ron—. Hasta mañana.
—¿Eh? Ah, sí, claro... supongo que sí —dijo Harry—. ¿Vas a pedírselo por
fin?
—Sí —Dijo Ron—. Espero que me diga que sí, porque si no, no sé con
quien voy a ir... —añadió, como sin darle importancia al hecho de que
Hermione pudiera decirle que no.
—¿Y necesitas estar solo para eso? —inquirió Harry, arqueando una ceja.
—Mmm... después de decirle que me gustaría ir con otra no creo que esté
bien ¿verdad?
Por la mañana, bajaron al Gran Comedor. Nada más entrar, Krum se acercó
a Hermione, para preguntarle si más tarde podrían hablar en Hogsmeade.
Ron les observaba, nervioso. Hermione le dijo que sí y se despidió de él.
Después del desayuno, salieron del Gran Comedor, para ir a buscar las
capas y demás cosas. Se cruzaron con Dul ymer, que salió corriendo y
miró a Harry. Llevaba un paquete sin abrir, que acababa de recibir.
Parecía nervioso.
—¿Has visto tú alguno, Potter? ¿O has venido aquí con ese ridículo dinero
muggle?
149
Salieron detrás de los demás alumnos. Harry subió la escalinata y se
dirigió a la torre de Gryffindor. Buscó el monedero por todos lados, e
incluso preguntó a los de primero y segundo si lo habían visto, pero todo
el mundo le dijo que no. Preocupado, volvió a salir de la sala, mirando por
los pasil os. ¿Qué le había hecho al monedero? Pensó un momento. Estaba
seguro de que lo había metido en el bolsil o. Decidió dirigirse a
Hogsmeade. Ron o Hermione le podrían prestar algo de dinero, y luego él
ya sacaría más de su cámara acorazada de Gringotts y se lo devolvería. De
todas formas, no entendía qué le habría podido pasar. Se miró los bolsil os
de la túnica por si tenía algún agujero en el os mientras avanzaba por un
pasil o desierto. Todo el castil o estaba en silencio. Los pocos alumnos que
no podían ir a Hogsmeade estaban durmiendo aún o en las salas comunes,
ya que fuera de las habitaciones con chimeneas, el castil o estaba helado.
Se dirigía hacia las escaleras, pensativo, cuando oyó tras él una voz que
pronunciaba un conjuro:
— ¡Sono videns!
La visión se aclaró más, y empezó a oír el rugir del viento y de los árboles.
El día estaba oscuro, y no podía ver demasiado lejos. Desde donde estaba,
apenas alcanzaba a ver bien Dervish y Banges. La imagen se movió, o más
bien, él, o lo que fuera que era él o por donde veía y oía, se movió. Intentó
hablar o gritar, pero no lo consiguió. Empezó a asustarse. ¿Qué sucedía?
Siguió moviéndose lentamente por la cal e principal.
Las cal es del pueblo bul ían de gente, sobre todo, alumnos del colegio,
que hacían colas a las entradas de las tiendas. Sin embargo, el día estaba
oscuro y apenas se veía nada a unos metros. Harry empezó a sentirse muy
mal. No entendía nada, no comprendía por qué veía Hogsmeade como si
estuviera despierto y, sin embargo, no podía hacer nada. Recordó el
conjuro que le habían lanzado, « Sono videns» ¿Qué conjuro era? No lo
había oído nunca.
Hermione sonrió.
—Tenías razón hace dos años en lo que me dijiste después del baile —dijo
él, mirando al suelo.
—No para mí —dijo él—. Siempre estás conmigo y con Harry, y a veces
creo que no me doy cuenta de el o...
150
Ron también sonrió, quedándose cal ado. Hermione tampoco dijo nada.
Harry no sabía qué pensar o qué hacer. ¿Él quería pedirle perdón a
Hermione? ¿Ron? ¿Para eso quería estar a solas con el a? Harry se habría
puesto a pensar en el o, y la idea le hacía gracia, pero la preocupación que
sentía era mayor que cualquier otra idea en su cabeza. ¿Por qué tenían que
haberse alejado tanto? No había sido buena idea, porque algo malo iba a
pasar. Harry estaba seguro de el o. Algo malo iba a pasar... y él no podía
impedirlo.
Hermione abrió la boca de pronto, pero volvió a cerrarla sin decir nada,
mirando a los lados. Su expresión había cambiado y parecía asustada. Ron
hizo lo mismo. «¿Qué sucede?», pensó Harry desesperado. «¿Qué pasa?».
Pronto lo sintió. El día se había hecho de repente más oscuro, y todo ruido
había cesado. Percibió entonces un frío que no tenía nada que ver con el
del invierno. Hermione se abrazó a Ron, asustada. «¡No!», gritó Harry,
comprendiendo. «¡No puede ser!».
Venían del resto del pueblo. ¿También atacaban al í los dementores? ¿Un
ataque en masa de dementores contra Hogsmeade? Harry se sintió l eno de
rabia e impotencia. Sus amigos iban a ser destruidos y no podía hacer nada
por evitarlo... ni siquiera podía dejar de verlo. Hermione se separó de Ron,
que estaba arrodil ado, y haciendo un esfuerzo enorme sacó su varita.
Pero ya no dijo más. Los dementores se les echaron encima, bajándose las
capuchas. Agarraron la cabeza de Ron, que se interponía entre Hermione y
el os, y se dispusieron a besarlo, cuando un ciervo plateado que bril aba
como la luna se lanzó contra los monstruos, alejándolos de sus objetivos.
Entonces, la oscuridad pasó, y el día se l enó de ruidos de nuevo. «¿Un
ciervo?», se preguntó Harry. «¿Quién...?» Y entonces vio a quien había
lanzado al patronus: era Ginny, que venía corriendo, con la varita en la
mano y expresión asustada.
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—¡Sí, sí lo sé!
—¿Lo sabes? —preguntó Lupin, sorprendido—. ¿Cómo...?
—No lo sé... pero Nevil e disparó a algo... que era por donde yo veía —
explicó Harry.
—¿Aquel o? ¡Creo que era una serpiente! —dijo Nevil e—. O al menos
daba la sensación, porque era invisible. Se lanzó a por Ron y Hermione, y
la mordió en la pierna. Entonces lancé un hechizo desvanecedor...
—No lo sé —reconoció Lupin con pesar—. Nunca había visto nada como
esto...
152
les advirtió, mientras su ojo daba vueltas sin parar mirando a todos lados.
Ya hemos avisado al Ministerio y pronto l egarán los aurores y varios
sanadores de San Mungo, para atender a la gente.
Tenía los ojos abiertos, pero sin vida. No estaba muerto, y sin embargo...
Entonces Dean nos contó que los había visto salir por al í, y Ginny, Nevil e
y yo corrimos.
—¡Fue horrible! —gritó por fin—. ¡Lo veía todo y no... no podía evitarlo!
¡¡No podía hacer nada!!
—Ya hemos hablado con San Mungo, para que nos den el antídoto del
veneno de la serpiente.
—La serpiente que mordió a Hermione fue la misma que atacó a mi padre,
Harry —explicó Ron.
—Tú una vez apartaste a cien... y Ron también lo hizo hoy... salvó nuestra
vida...
—Fuiste muy valiente, Ron —le dijo Harry, dándole unas palmadas a su
amigo.
153
—No lo sé —dijo Harry—. Sólo sé que tenía esto —sacó los dos colgantes
— y que veía desde la posición de la serpiente. Os vi desde que salisteis de
Las Tres Escobas... y os oí, hasta que l egaron los dementores...
—Sí...
Sintió que el alivio que había experimentado al saber que sus amigos
estaban bien estal aba en una rabia inexplicable que no podía contener.
Ron miró hacia Malfoy también y sus labios se crisparon. Nevil e también
los miraba.
—Vamos —dijo Harry, tenso del odio y la rabia que sentía. Nevil e y Ron
le flanquearon.
¡Contesta!
—Cál ate —dijo Ron, con una voz que Harry no había oído nunca—. Cál
ate, Malfoy, porque si no... si no...
Malfoy intentó ponerse arrogante, pero las miradas de Harry, Ron y Nevil
e le asustaban, al igual que sus varitas, chispeantes. Los demás de
Slytherin se apartaron, dejando a Draco solo con Crabbe y Goyle. Pansy
Parkinson bajó la mirada. Con esfuerzo, Malfoy intentó sonreír de forma
despectiva, y entonces, Harry volvió a sentirlo, a sentir aquel a sensación
que surgía de su interior, la que había notado cuando había lanzado la
serpiente de Piers Polkiss contra él... deseaba hacerle daño a Malfoy,
mucho daño, y sabía que podía hacerlo. Levantó la varita hacia la cara del
Slytherin, y de el a empezaron a saltar chispas con fuerza inusitada.
Malfoy apartó la cabeza hacia atrás, mirando la bril ante punta de la varita,
asustado. Harry recordó a sus amigos bajo los dementores, y la furia
creció... sólo estaban él y Malfoy... le odiaba, le odiaba muchísimo... el
pelo de Malfoy empezó a agitarse, y un estremecimiento recorrió la
enfermería. A Harry no le importaba. Se sentía poderoso ahora, iba a
hacerle daño por todo lo que había pasado. Draco parecía más asustado
que nunca en su vida, mientras la varita de Harry bril aba cada vez más.
Crabbe y Goyle se apartaron de Malfoy, cuyo pelo se agitaba cada vez más
violentamente. Miró a los ojos de Harry, y empezó a temblar. Ése era el
momento, ahora, iba hacerle daño, no era como un inocente. Malfoy era
malvado, no importaría dañarle, era una rata, una asquerosa serpiente, e
iba a pagar por todo, iba a...
Dejadle.
Ron y Nevil e bajaron la varita, pero Harry no lo hizo. Había oído a
Hermione, pero no era tiempo de prestarle atención. Era hora de hacer
justicia, de vengar, de...
—Ron...
Harry bajó la varita del todo. Volvía a sentirse tranquilo... tranquilo pero
atemorizado. Atemorizado de sí mismo.
—No sabes la suerte que has tenido, Malfoy —dijo Harry. «No tienes ni
idea de la suerte que has tenido», agregó, para sí, aunque sin comprender
bien lo que aquel o significaba. Sólo sabía que había vuelto a 154
Intentó relajarse.
Malfoy no dijo nada. Nevil e nunca se le había enfrentado así. Ron miró a
Malfoy con una mezcla de odio y asco.
—Si me entero de que tú has tenido algo que ver con esto, Malfoy —le
amenazó Ron—. Te vas a enterar
¿me comprendes?
Malfoy puso una expresión de inmensa rabia, e hizo ademán de sacar la
varita, pero vio como los miraban todos los que había en la sala y no se
atrevió. Eran miradas del desprecio más profundo. Los tres amigos se
volvieron y regresaron junto a Hermione y Ginny. Hermione les cogió las
manos y los abrazó. Pero a nadie se le escapó la forma en que todos
miraban a Crabbe, Goyle y Malfoy, y en general, a los demás de Slytherin,
que abandonaron la sala cabizbajos, dejando solos a Draco y a sus amigos.
En cuanto éstos hubieron salido, las miradas de los demás se dirigieron a
Harry, aunque éste no les prestó atención.
Harry iba a decir algo, pero en ese momento entraron por la puerta Cho,
Michael Corner, Seamus, Dean, Parvati, Lavender, Luna, Bradley, Katie
Bel , Sloper y Kirke, que les saludaron, les preguntaron qué tal estaban y
demás.
Luna hizo otro, y eso nos salvó —explicó, mirando a la chica—. Lo hizo
muy bien...
—¿Dul ymer? —preguntó Harry. «Bueno, al menos hay uno bueno», pensó
para sí, sonriendo.
—¡Es cierto! —exclamó Ron—. Seguro que Lupin y Moody quieren saber
si estamos bien...
Harry les contó que habían ido a buscar las cosas, y cómo, al regresar, no
había encontrado su monedero, por lo cual había ido a buscarlo a su
habitación, y, al no encontrarlo, había creído que lo había perdido, y que
155
—No que yo sepa, pero claro, como venía pensando en el monedero, que
estaba seguro que lo había metido aquí... —dijo Harry, metiendo la mano
en el bolsil o de la túnica. De pronto, su expresión de disgusto fue
sustituida por una de sorpresa—. ¿Qué diablos...?
—Es cierto —reconoció el director—. Pero, por desgracia, les salió bien.
Al menos esa parte —Dumbledore sonrió—. Afortunadamente, nuestro ED
les fastidió un poco el resto a Voldemort...
—Ya veo... —asintió Dumbledore—. Un hechizo del sueño, que por medio
de estos colgantes, te permitía ver lo que veía el otro... muy inteligente.
Un viejo hechizo de las Artes Oscuras. Pero claro, cuando Nevil e
desvaneció a la serpiente el colgante perdió su efecto y despertaste...
persuadirte.
Eso es lo que desea, lo que busca. Ya es más poderoso que antes de caer...
quizás yo habría podido derrotarle antes, pero ahora no. —Y una mueca de
disgusto apareció en su cara—. Temo que sólo tú puedas hacerlo —dijo,
poniéndose aún más serio—. Aunque no sabemos cómo.
¿Eso crees?
Le dijo la voz. Harry no supo qué contestar... pero daba igual. Aquel o no
podía ser tan malo, ¿no? Cuando surgía en él, se sentía más fuerte, e intuía
que pronto iba a necesitar toda la fuerza que pudiera conseguir.
—Pero era horrible —confesó Harry—. Era horrible sentirse así, tan
malvado, no tenía a nadie... —Cerró los ojos y bajó la cabeza. Hermione le
abrazó, reconfortándolo. Harry, sin decir nada, se lo agradeció.
—No lo sé, Arthur. La verdad, no tengo ni idea... Pero quien quiera que lo
haya hecho, es muy listo —añadió Dumbledore—. Muy listo y muy astuto.
—¿Cómo crees que voy a estar bien? —repuso, triste—. Hoy han atacado
Hogsmeade por mí, tres personas han perdido su alma, han podido ser
muchas más y... y todo por mí...
—Es cierto —corroboró Ron—. A nosotros nos gusta como eres, Harry.
Eres el mejor amigo que he tenido nunca, y seguiré a tu lado, aunque me
amenacen todos los mortífagos, los dementores y los gigantes del mundo.
Harry sonrió a su amigo, que se había sentado al lado de Hermione. Ginny
le dio unas palmadas en el brazo y se agachó a su lado.
Le sonrieron.
—Como todos sabéis, hoy es un día triste y oscuro. Lo que se suponía iba
a ser un día de alegría, como lo son todas las visitas a Hogsmeade, se ha
convertido en una batal a. —Miró al comedor fijamente e hizo una pausa
—. Afortunadamente, no tenemos que lamentar daños graves para ningún
alumno, pero como seguramente sabréis, tres habitantes de Hogsmeade
fueron atacados, y su alma les fue arrebatada. —Se oyeron algunos gritos
apagados de terror—. Muchos de vosotros mostrasteis gran valentía,
enfrentándoos a los dementores, y por eso estoy orgul oso de vosotros. Por
tanto —dijo, levantando su copa—. Quiero hacer un brindis por todos los
que, con valor, se enfrentaron al enemigo, o intentaron ayudar a los demás
a riesgo de su propia vida. ¡Por el os! —exclamó Dumbledore.
—Ahora, sin embargo, tengo otra mala noticia que daros —continuó,
dejando su copa en la mesa—.
Preferiría no tener que hacerlo, pero es algo que debéis saber. —Los
alumnos le miraron, expectantes—.
157
Alguien, en este colegio, sabía lo que iba a suceder hoy. —Los alumnos,
horrorizados, se miraron unos a otros, y muchos desviaron su mirada hacia
la mesa de Slytherin—. Alguien que atacó y hechizó a Harry Potter, con la
intención de que viera, sin poder hacer nada, como los dementores
destruían a sus mejores amigos, Ron Weasley y Hermione Granger.
Después de comer, lo primero que Harry hizo fue modificar los números
de su moneda, para celebrar una reunión aquel a misma tarde, a las seis.
—¿Por qué lo has hecho? —le preguntó Ginny más tarde en la sala común,
al notar el cambio en su moneda.
—Porque quiero deciros algo a todos —respondió Harry, sin agregar más.
Los demás asintieron a las palabras de Dean. Harry le sonrió. Los veía al í,
aclamándole, y se sintió más arropado que nunca desde la muerte de
Sirius. Aquel os chicos harían lo que fuese por él, y él lo haría por el os.
Harry no podía expresar con palabras lo que aquel o significaba para él.
Ron y Hermione le miraron y le sonrieron. Parecían saber lo que pasaba
por su cabeza. Él les sonrió, a su vez.
—¿Qué?
—No lo sé. Sólo sé que sentía tanta rabia hacia Malfoy que... —Meneó la
cabeza—. No puedo explicarlo, es como si algo dentro de mí me l enara de
poder, de un poder que no había sentido antes... quería hacerle pagar a
Malfoy, y le habría hecho daño si Ron no me hubiera detenido. Pero no sé
qué es, ni por qué me pasa, ni de dónde sale.
—No os asustéis, ¿vale? No es malo... sólo que mi rabia era más intensa, y
eso me hace sentir más fuerte.
—No debería. De hecho, no creo que lo que me sucede sea lo mismo que
el año pasado. No sé qué es, pero no viene de fuera de mí. Está en mí.
—Vamos, todo estará bien... ¿Por qué no hablas con Dumbledore acerca de
esto?
Bajaron a cenar, sin hablar nada entre el os. Cuando iban a entrar en el
Gran Comedor, Henry Dul ymer se les acercó.
—Hoy estuviste muy bien —le dijo a la chica, con una sonrisa—. Tú
también —añadió, dirigiéndose a Ron—.
Henry sonrió.
cuidaos.
iría al baile con él. Le sonrió. Luego miró a Ginny, que parecía pensativa y
miraba al fuego, cuyas l amas se reflejaban en sus ojos, bril antes. Recordó
una escena similar, vivida hacía casi un año, en Grimmauld Place.
—Lo hiciste muy bien hoy —le dijo Harry, mirándola aún fijamente.
Ginny volvió otra vez la vista hacia él, sin sonrojarse por el comentario
del chico.
—Ya —reconoció—. Pero no es necesario que me lo digas tantas veces...
me pondré colorada de nuevo —
terminó, sonriendo.
Harry no le dijo nada más, pero siguió mirándola. Hermione y Ron les
observaban, cal ados. Ginny volvió a mirar al fuego. Harry volvió a fijarse
en sus ojos castaños, que reflejaban las l amas de la chimenea de una
forma extraña. Se sorprendió a sí mismo descubriendo que aquel bril o
triste le fascinaba... y más ahora, que se veía en él el dolor y el sufrimiento
de todo lo pasado desde junio. Apartó la vista. Se levantó y se dirigió a la
ventana, desde donde veía la cabaña de Hagrid y el carruaje de
Beauxbatons, en los que aún había luz.
—Oye, Hermione... —le dijo a la chica, que se volvió para mirarle— Aún
no has contestado a mi pregunta de esta mañana.
—Me sentía fatal —explicó—. No podía recordar más que cosas horribles,
como lo de mi padre y cosas así, y... miré a Hermione, que tenía ese
aspecto, tan triste y resignado mientras aquel os monstruos le cogían la
cara... y no podía dejarla morir de esa forma ¿entiendes? Creía que iba a
perderla y entonces recordé aquel día, con el trol, cuando la salvamos y
nos hicimos amigos... ¿Lo recuerdas? Y lancé el patronus.
—Bueno, no se puede decir que te haya sido fácil conseguir pareja para el
baile ¿no? —bromeó Harry, mientras subían por las escaleras hacia su
dormitorio—. ¡Ah!, Sólo un pequeño detal e...
—La próxima vez que quieras pedirle algo, hazlo en Las Tres Escobas ¿de
acuerdo?
160
Ron le miró con los ojos muy abiertos, asintió y sonrió. Ambos entraron
en el dormitorio, se pusieron los pijamas y se acostaron. Harry tenía
mucho en qué pensar, aunque ninguna gana de hacerlo. Pensó en la
conversación con Ron, y recordó una frase pronunciada por su amigo,
quizás inconscientemente: «Creía que iba a perderla». Harry sonrió y se
durmió.
161
17 — El Enfrentamiento
—No, tonto —explicó Hermione—. Los pasteles y los dulces son de los
buenos. Hay gal etas y otras cosas de la tienda de bromas, pero están
aparte...
Debían de ser ya las doce y media casi, cuando una lechuza le trajo a
Hermione El Profeta Dominical, que la chica cogió con gran expectación.
TERROR EN HOGSMEADE
La peor parte, quitando a las tres víctimas del beso, fue para Ronald
Weasley, hijo de Arthur Weasley, funcionario del Departamento Contra el
Uso Indebido de la Magia, y Hermione Granger, una muchacha hija de
muggles, ambos grandes amigos de Harry Potter. Según testigos, no menos
de cincuenta dementores se abalanzaron sobre ambos muchachos, que, sin
embargo, lograron reperlerlos.
162
Hermione siguió leyendo hasta casi la hora de comer. El resto del día
transcurrió tranquilo. Se había suspendido el entrenamiento para aquel a
tarde, y Harry, Ron y Hermione la pasaron paseando por los terrenos.
Llevaban en un tarro uno de los fuegos transportables de Hermione, junto
al cual se apiñaban los tres, buscando el calor. Pasaron junto a las tiendas
de campaña de los de Castelfidalio, y se quedaron observando.
Era muy espaciosa. Cabían en el a ocho personas. Había dos cuartos, con
dos literas de dos camas cada una, más una cocina, dos baños y una
especie de salón-recibidor, que era donde estaban. Al í había varias
butacas mul idas y cómodas, y en el centro crepitaba un fuego dentro de
una campana, parecido al que había creado Hermione, que producía un
calor suave. De uno de los cuartos salieron otros tres chicos, cuyos
nombres Harry no conocía. Eran suplentes del equipo. Anton se los
presentó y se saludaron.
Anton entró a la cocina y, unos minutos después salió con una cafetera y
una tetera. Uno de los chicos convocó varias tazas y el azucarero. Ron y
Harry tomaron té, pero Hermione prefirió un café.
—Sí. Nos habían hablado de el os, claro, pero son mucho más terribles de
lo que imaginábamos, tan oscuros, con ese olor y ese estertor al respirar...
—dijo otro de los chicos, poniendo mala cara.
Hermione le sonrió.
163
—¿No te lo han dicho aún? —se extrañó Anton—. Pues falta poco más de
una semana...
Ron se rió.
—Nosotros vamos a ir juntos —dijo, señalándose a sí mismo y a
Hermione—. Pero Harry aún no tiene con quién...
Harry miró al suelo, con fastidio. Por supuesto, pensaba l evar pareja, pero
no le había parecido tan importante ni tan urgente antes...
—Bueno, nos vamos, entonces —Se despidió Ron, con cara de resignación
—. Nos veremos en la cena.
Después de cenar, estuvo también sentado junto al fuego, sin saber qué
hacer, pensando en con quién podría ir. Ron, para vengarse de Hermione
por haberle hecho trabajar toda la tarde, la había retado a jugar al ajedrez
mágico, única cosa en la que podía ganarle, lo que en esos momentos
hacía, con cara de gran satisfacción.
Harry miró al fuego, pensativo. Le habría gustado tanto que Sirius hubiese
aparecido al í, para hablarle...
—Hola...
—¿Cómo lo sabes?
—Ron me lo contó este verano. Las veces que hablabais con él por la
chimenea, y esas cosas...
—Ah, ya... pues sí —confesó—. Estoy triste por él, y por todo lo que ha
pasado... esas pobres personas que han perdido su alma... Son muchas
cosas ¿sabes? Y me siento muy culpable... Me gustaría mucho hablar con
él.
164
—Oye, Ginny...
—¿Qué?
—¿Quieres ir conmigo?
—¿Qué?
—Sí —confirmó él, sin saber a dónde quería l egar con aquel o—. ¿Por
qué?
—Bueno, Hermione, creo que la cosa está clara —dijo Ron con alegría.
—¿De qué hablabas con Ginny? —le preguntó, alzando una ceja.
—De nada...
—¿De nada?
—Que sí...
—No nos hemos hecho novios ni nada de eso —explicó Harry, un poco
asombrado del comportamiento de su amigo.
—Ya, pero...
Esa noche, Hermione fue a hablar con Krum. Harry y Ron vieron que la
chica debía de haberle dicho ya que no iría con él, porque el búlgaro puso
una cara de profunda tristeza y decepción, y levantó la vista mirando hacia
Ron.
—¿Qué querías que me dijera? Me preguntó si yo... si... bueno, eso es cosa
suya ¿no? —les espetó Hermione, poniéndose a comer sin mirarles.
165
Todos los demás parecían también muy contentos ante la idea, así que
Harry se dispuso a dividir a los alumnos en dos equipos, partiendo de los
que habían estado en el Departamento de Misterios en junio.
Extendieron los cojines por la sala para no hacerse daño si caían, y ambos
equipos se pusieron uno frente al otro. Todos levantaron sus varitas,
atentos a la seña de Harry.
—¡YA! —gritó.
La sala se l enó instantáneamente de gritos de « ¡desmaius! », «
¡impedimenta! », « ¡expel iarmus! » y
Las varitas volaban y los rayos de los hechizos surcaban el aire como
flechas. Harry había aturdido rápidamente a Justin, y seguidamente, había
ido a enfrentarse con Ron y Hermione, que habían acribil ado a
encantamientos a Zacharias Smith y a Terry Boot. Se defendió bastante
bien de sus amigos, pero eran dos, y al final necesitó la ayuda de Nevil e
para desarmar a Ron y esquivar a Hermione. Se alejó de el a, dejando que
se enfrentara a Nevil e y a Ginny, mientras Ron intentaba conseguir una
varita e intentaba esquivar los hechizos de los contrarios.
—Todos habéis estado muy bien —los felicitó Harry—. Espero que hayáis
visto la diferencia entre un duelo, donde sólo hay que estar pendientes del
oponente, de una batal a como ésta, donde puede surgir un hechizo de
cualquier lado. Es necesario tener los ojos abiertos y la mente despierta y
concentrada, porque cada instante puede ser el último. Bueno, nos veremos
la semana próxima.
166
—¿Qué hacen éstos aquí? —le preguntó Ron a Harry, que se encogió de
hombros.
—Sí, yo también creo que es buena idea —opinó Bradley—. Con este
tiempo es imposible hacer nada. ¿Qué pensáis vosotros? —preguntó,
dirigiéndose a los de Slytherin. Malfoy se apresuró a contestar, con
desprecio.
—¿Y qué más da? Potter ya ha decidido ¿no? Él es el Gran Capitán.
—Oye, imbécil —le saltó Ron, que desde el sábado crispaba los puños
cada vez que le veía—. ¿No te quejabas el otro día del frío? ¿De qué te
quejas ahora?
Crabbe se rió, pero fue el único de los de Slytherin que lo hizo. Ron sacó
su varita en un segundo y le apuntó a Malfoy, que se quedó inmóvil un
instante. Luego retrocedió.
—Ya estoy harto —dijo Ron, mirándole con profundo odio—. Estoy harto
de ti, de aguantar tu maldita prepotencia por esa estupidez de la sangre
limpia, o porque seas hijo de tu querido papaíto Lucius Malfoy.
Para mí no eres más que basura, y tu padre es una basura aún mayor que
tú.
Malfoy puso una expresión de asco como Harry no le había visto nunca,
pero no dijo nada. Hermione agarró a Ron.
—Vaya —dijo éste, sonriendo de nuevo—. Weasley, así que ahora te dejas
dominar por una sangre sucia,
—Yo no soy ningún cobarde, niña tonta. Lo que pasa es que nunca me
pondría en peligro por salvar a una sangre sucia como Granger, que no
vale para nada.
—Sé muchas cosas, Malfoy. Más que tú, desde luego. No, Ron —dijo,
dirigiéndose a su amigo—. Malfoy no sabía nada del ataque de los
dementores. Su padre, al fin y al cabo, nunca ha confiado en él ¿verdad?.
Harry cal ó. Malfoy no decía nada. Miró a Warrington, pero éste bajó la
cabeza.
—¿Y qué, Potter? —soltó Malfoy—. Mejor arriesgarse a las iras del Señor
Tenebroso que aceptar vivir rodeados de gente como Granger y demás
¿verdad? —dijo, mirando a su grupo—. Te crees muy hombre por haber
escapado en junio, pero no escaparás siempre.
—¡No! —le dijo Harry, que tenía una expresión extraña en la cara—.
Déjale. Es demasiado estúpido para comprenderlo. Su causa ha podido
costarle la muerte a mucha gente, incluso a amigos suyos... pero qué más
le da. Me das pena, Malfoy —Harry le sonrió—. Sí, creo que ya no te odio.
Sólo me das pena... me das pena por lo equivocado que estás, por lo
equivocado que está tu padre... Recuerdo una cosa que Voldemort dijo la
noche en que retornó, cuando tu padre y los demás volvieron a reunirse
con él: «yo no tengo clemencia»... Tu padre y los demás le abandonaron a
su suerte durante trece años, renegaron de él...
¿Crees que les ha perdonado? ¿Crees que los aprecia? Tal vez ahora los
necesite... pero, ¿y si gana? ¿Los perdonará, o habrán de recibir su castigo?
—¿Es cierto todo lo que has dicho? ¿Todo lo que has contado?
— ¡Des...!
— ¡Expel iarmus!
—Ya hace mucho tiempo que hemos dejado de ser unos niños, Malfoy —
le dijo Harry lentamente, mirándole directamente a los ojos—. Ya no es
como en primero, cuando jugábamos a quitarnos puntos, tratando de
hacernos las cosas difíciles aquí. Ya no es tiempo de bromas. He estado
muchas veces al borde de la muerte, y no te tengo miedo. Muchas cosas
han cambiado desde al año pasado. Muchas más de las que te imaginas...
sé que eres demasiado estúpido, o demasiado orgul oso, para entender, y
yo no pienso peder el tiempo contigo. Estás solo. No tienes amigos...
realmente, me das pena. Nadie haría nada por ti.
168
—Está bien.
—No es que nos gusten los sangre... bueno, los hijos de muggles —explicó
Warrington, mirando a Hermione
—Pues deberíais. Creo que nunca he hecho nada para merecer vuestro
desprecio.
—Nosotros no queríamos que muriera nadie cuando hubo los ataques, hace
cuatro años —dijo Bletchley—.
—Creemos que eres un buen capitán del equipo, Potter —le dijo
Warrington—. Has hecho un buen trabajo.
Harry volvió la vista hacia, el castil o, y vio a Malfoy, Crabbe y Goyle, que
miraban la escena desde lejos.
Pansy Parkinson y sus amigas ya se habían ido al castil o. Harry los miró
un momento, y echó a andar hacia el os.
Pues no lo harás.
—Mira, Malfoy. Nos hemos odiado desde el primer día que nos vimos. Sé
que nunca podríamos l egar a ser amigos. Sólo trato de darte una nueva
oportunidad. No te pido que te unas a nosotros, o a nuestro bando.
Malfoy sonrió.
169
—¿Y por qué? Tú elegiste el bando malo, Potter. Te lo dije siempre. Estás
en el bando perdedor.
—¿Eso crees, eh? Pues déjame decirte que yo pienso que no. El Señor
Tenebroso librará al mundo mágico de toda esa basura como los sangre
sucia y demás. Yo a eso lo l amo ganar.
—¿Por qué ese odio a los hijos de los muggles? ¿Por qué?
Si ahora eliges ser como eres, seguir así, pues bien, te consideraré como
enemigo, y entonces pobre de ti si me entero de que has hecho alguna.
—Sí, lo es.
Ahora, para él, Malfoy no era ya partidario del enemigo: era parte del
enemigo, lo mismo daba si realmente era así o no. Si hacía algo, o si Harry
sospechaba algo, ninguna norma del colegio, prefecto o profesor libraría al
Slytherin de pagar por el o.
Los demás l egaron entonces junto a él, interrumpiendo sus pensamientos,
y, sin decir nada, emprendieron el rumbo al castil o. Para entonces, volvía
a nevar. Hermione abrió un camino en la nieve, y los demás iluminaron sus
varitas. Nadie habló mientras recorrían el camino que separaba el castil o
del campo de quidditch. Cuando l egaron al vestíbulo, se miraron un
momento.
170
—Hay más gente que opina así —dijo Harry—. Acordaos de todos aquel
os que se unieron al grupo de los mortífagos en los Mundiales de
Quidditch para divertirse a costa de aquel os muggles...
Tuvieron una discusión muy fuerte. Todo el mundo se enteró de eso que
dijiste sobre que el padre de Draco había sido el causante de los ataques en
segundo, y Warrington le dijo a Malfoy que era un odioso y que todo el
mundo odiaba a Slytherin más que nunca por causa suya y cosas así... Se
armó una buena. Algunos se pusieron de parte de él, y otros en contra,
luego discutieron acerca de Quién Vosotros Sabéis y demás...
Ron sonrió.
—Bueno, yo os he avisado.
Bueno —Ron miró a Harry—. ¿Va una partida de ajedrez antes de irnos a
dormir?
Así l egó el final del trimestre, y los carruajes aparecieron frente a las
puertas para l evar a casa a los alumnos que se iban por Navidad, aunque,
desde luego, nadie de cuarto para arriba se iba a casa, ni ninguno de los
alumnos de los cursos inferiores que estaban invitados al baile. Harry, Ron
y Hermione pasaron la tarde del último viernes de clase tomando el té con
Hagrid. Al día siguiente, sábado, tendrían el primer entrenamiento del
equipo, y Harry quería empezar temprano, para jugar un buen rato antes de
que l egara la noche.
—Voy a aprovechar para visitar las cocinas —dijo, decidida—. Y luego iré
a la biblioteca...
Ron meneó la cabeza, pero no dijo más. Subieron a coger las escobas y,
acompañados por Ginny, bajaron al campo. Fueron los primeros en l egar.
Entraron en los vestuarios y se cambiaron, procurando ponerse mucha ropa
de abrigo. Realmente hacía mucho frío. Un rato después fueron l egando el
resto de jugadores, pero los 171
—¡Pero qué haces, bestia! ¿Estás loco? —Ron voló hacia él. Crabbe se
reía.
—Veremos qué hace Weasley, ¿eh, Potter? —le dijo Malfoy a Harry,
observando la escena.
Harry le lanzó una mirada dura a Malfoy y se lanzó hacia Ron, pero sin
necesidad, porque Warrington y Katie Bel le pararon.
172
18
El Baile de Navidad
Dado que Hermione era tan buena con los hechizos levitatorios, casi todos
los demás fueron contra el a.
¡Deflagratio!
—¡Harry! ¿Qué...?
Hagrid se rió.
173
Los tres salieron de la cabaña, despacio, mientras todos los demás les
miraban, con las varitas sacadas y rodeados de bolas de nieve flotantes.
La respuesta fue una inmensa l uvia de bolas de nieve que los dejó
empapados. Se quitaron la nieve como pudieron, mientras Ginny, Cho y
Nevil e les devolvían, riéndose, sus varitas.
Desde una ventana del cercano castil o, un anciano de larga barba blanca
les observaba con una sonrisa. Le alegraba verlos así. Le daba esperanzas.
Nadie sabía tan bien como él cuán mal estaban las cosas, cuán terrible
sería la tormenta cuando de verdad estal ase. Sabía muy bien que, hasta el
momento, sólo habían l egado los primeros nubarrones. Contempló al
grupo de chicos, especialmente a seis de el os. Cuánto habían cambiado,
cuánto habían aprendido. Sólo esperaba que nada pasara antes del baile de
Navidad, que tuvieran ocasión de disfrutar y distraerse por unos días. En el
os estaba la esperanza, y ahora, viéndolos así, unidos, supo que quizá todo
acabaría bien.
Con una sonrisa aún más grande, Albus Dumbledore se retiró de la
ventana.
—Sí, pero es que... fue muy gracioso —dijo Hermione, que abandonó su
expresión seria y volvió a reírse.
Los días que transcurrieron hasta el día del baile no fueron tan divertidos,
ya que tenían bastantes deberes, y Harry también tenía que pensar en los
entrenamientos de quidditch y en la siguiente reunión del ED. Desde el
domingo hasta el día del baile, el jueves, tenían entrenamiento dos días, el
lunes y el miércoles, así que Harry señaló el martes a las seis para la
próxima reunión del ED.
—No lo sé...
174
—Bueno, pues no sé... alguien del ED habrá que no tenga pareja, ¿no?
—Da igual —dijo Luna—. Pero, de todas formas, igual me paso por al í...
—Sí, venga. Aunque no traigas pareja, nos reiremos un rato...
—Vale, este hechizo sirve para atar al contrario ¿de acuerdo? Observad. —
Apuntó con la varita a Ron y exclamó—: ¡Incárcero!
Cuando iban a irse, Cho le pidió a Harry si podía hablar con él.
—Sí... —dijo Harry, que no entendía por qué Cho le hablaba de aquel o. El
a estaba con Michael... Su mente empezó a divagar. ¿Qué haría si intentaba
besarlo otra vez?
—Me alegro —dijo Cho, mirando la sala como si la viese por primera vez
—. Yo voy a ir con Michael, claro.
—Claro —dijo Harry, que seguía sin entender a qué venía aquel o.
—Eh... —dijo Harry, perplejo ante la invitación— No, claro que no...
bueno, si Ginny no tiene inconveniente...
Cho le sonrió.
Harry le sonrió por vez primera desde que se habían quedado solos.
Estás distinto...
—No pasa nada —dijo el a—. Bueno, será mejor que bajemos ¿no? Nos
veremos en el baile —se despidió, dirigiéndose a la puerta.
Cuando Harry entró por el retrato de la señora gorda, diez minutos más
tarde, se encontró a Ginny, a Ron y a Hermione, que le esperaban. Harry se
sentó al lado de Ginny y Hermione.
175
—¿Entonces?
—Bueno, me dijo que hace dos años, si no hubiese ido con Cedric, tal vez
habría ido conmigo... y que si querría bailar una vez con el a pasado
mañana. ¿Te importa? —le preguntó a Ginny—. Yo le dije que claro que
no me importaba, pero si a ti te molesta...
Ginny le sonrió.
Harry sonrió también, aliviado. Lo último que habría querido era que
Ginny se hubiese enfadado.
Harry desenvolvió otro de sus regalos. Era un libro, una especie de álbum
de fotos. Era de parte de Ron, Hermione y Ginny. Tenía un título: La
Primera Copa de Quidditch. Harry lo abrió, extrañado, y vio lo que era:
una gran colección de fotos de los partidos de quidditch de su tercer año en
Hogwarts, cuando habían ganado el campeonato por primera vez.
Ron sonrió.
Harry miró el álbum. Era muy bonito. Lo abrió por las últimas página y se
encontró fotos de él, de Ron, de Hermione, de Ginny, de Fred y George y
de más alumnos de Gryffindor. Debajo había una inscripción firmada por
los tres: « De tus mejores amigos, para que nunca nos olvides, Harry
Potter».
—¡Ah, sí! Mándale también estos guantes míos —le dijo Ron, dándoselos
antes de que bajara—. Yo bajo dentro de un minuto.
—No es nada —dijo Ginny, también sonriente. Traía con el a una hermosa
capa de terciopelo negro—.
—¿Y Ron? —preguntó Hermione, que, una vez que le dio las gracias a
Harry, se había puesto un poco triste.
176
—Claro que sí. En nuestra familia apenas hay chicas. Tenemos dos
diademas como ésa, pero una será para Ginny. La otra no tiene dueña, así
que le pedí a mi madre si podía dártela —sus orejas enrojecieron al decir
esto—, al fin y al cabo, eres como de la familia...
—Pero... pero...
—Pero nada. Es tuya y ya. Fíjate, esas gemas tienen un hechizo. ¿Ves
cómo bril an?
Hermione sonrió.
—Bueno, por las pintas, debe de ser de cuándo los Weasley tenían dinero,
así que... —bromeó Ron.
—¡Ah! ¡No es nada, Harry! —exclamó sonriente—. Tú nos das unas clases
estupendas... Espero que te hayan gustado —añadió, feliz.
—Ya te dije que no era nada. Bueno, voy a bajar a desayunar ¿vale? ¡Hasta
luego, Harry!.
177
Fue una mañana espléndida, al í todos juntos, disfrutando de sus regalos y
de la mutua compañía... luego, por la noche, sería el baile, y Harry no
sintió que fuera una losa, como lo había sido el del Torneo de los Tres
Magos. Esta vez le apetecía ir. Charlaría con Ginny (Incluso bailaría), y
estaría con Ron y Hermione, sus mejores amigos. Nada podía salir mal en
un día como aquél, aunque fuera de Hogwarts esperasen todas las
desgracias del mundo.
Por la tarde, tras la estupenda comida, casi todos los alumnos salieron a
disfrutar un rato de la tarde fuera del castil o en la nieve.
Tras jugar un rato más, ambos se acercaron a Dean, Seamus y Nevil e, que
charlaban animadamente con Ernie Macmil an, Justin Finch-Fletchley y
Hannah Abbott. Tras un rato, Ernie, Justin y Hannah se retiraron, y los
otros cinco decidieron regresar a su dormitorio en la torre de Gryffindor.
Harry se reía.
—Sí, te ves bien… —le dijo Harry—. No sabía que te importara tanto...
Cuando Ron estuvo listo, los cuatro bajaron a la sala común. Nevil e no
estaba al í, y Dean salió para ir a buscar a Susan. Harry, Ron y Seamus se
sentaron a esperar, rodeados por una multitud multicolor de Gryffindors
emocionados. Parvati y Lavender bajaron del dormitorio con cara de
circunstancias, las dos muy guapas. Seamus se acercó a Lavender y Parvati
salió para ir a reunirse con Anton en el vestíbulo. Poco después bajaron
Hermione y Ginny. Harry se quedó asombrado, pero no tanto como Ron,
que estaba con la boca abierta y no parecía capaz de cerrarla, hasta que
Harry le dio un codazo. Ginny l evaba una túnica de color aguamarina, con
el pelo recogido pero dejando unos mechones que le caían sobre la cara.
Llevaba por encima la capa que Harry le había regalado. Estaba muy
guapa. Harry le sonrió y el a se ruborizó un poco.
—Tú también estás muy bien —dijo el a, sonriéndole—. Gracias otra vez
por la diadema, es... es preciosa.
Me encanta.
178
—Te queda muy bien —le dijo Harry a Ginny mientras bajaban.
A las ocho en punto, se abrieron las puertas del Gran Comedor, y los
capitanes y sus respectivas parejas entraron, siguiendo a la profesora
McGonagal . El comedor había sido engalanado maravil osamente, con
árboles de Navidad, muérdago colgado del techo y tiras de hiedra. Las
mesas de las casas habían sido sustituidas por mesas más pequeñas,
alumbradas por preciosas esferas doradas y plateadas que parecían flotar.
De las paredes colgaban tiras de oro y de plata que bril aban con la luz de
las esferas, y grupos de hadas revoloteaban en los árboles de Navidad.
Muy sorprendido, volvió a mirar hacia las puertas. Draco Malfoy entraba
en esos momentos, con su túnica negra, acompañado de Pansy Parkinson.
Goyle iba solo, Crabbe, por el contrario, había conseguido pareja: Mil
icent Bulstrode. Harry miró a Malfoy y él le lanzó una mirada furibunda.
Cuando todo el mundo hubo entrado, los capitanes y sus parejas se
sentaron. Dumbledore les dio la bienvenida, y la cena comenzó. Hagrid
saludó a Harry a Ginny, diciéndole que estaba muy guapa. Hagrid se había
puesto un traje que le quedaba bastante bien, pero afortunadamente había
decidido no arreglarse el pelo ni la barba, operaciones que nunca le daban
muy buen resultado. Harry observó a Krum. Venía solo y no paraba de
mirar a Hermione, que charlaba muy animadamente con Lavender y
Gabriel e, mientras Ron, Seamus y Nevil e hablaban entre el os muy
ufanos y satisfechos.
—Más vale, porque a mí no. En el otro baile era Parvati la que me l evaba
—explicó—. Aunque no le di tiempo a enseñarme mucho —añadió
susurrando. Ginny se rió.
Harry miró a Ron, que al parecer acababa de decir algo muy gracioso,
porque Hermione se reía a carcajadas. Deseó estar al í, con el os, en vez de
en la mesa principal.
—¿Le habías visto alguna vez tan alegre? —preguntó Ginny, que también
miraba hacia al í.
—Bueno, viste con qué cara miraba a Ron en la enfermería el día del
ataque de los Dementores, ¿no? —dijo Ginny—. Y además, ¿recuerdas el
día que vino Fleur a Grimmauld Place?
179
—Sí.
—Sí. He hablado bastante con Fleur, y bueno, digamos que las veelas
tienen cierta habilidad para... saber de qué pie cojea cada uno, ¿entiendes?
—. Claro... por eso parecía tan furiosa después de la segunda prueba del
Torneo de los Tres Magos...
—Bueno, Fleur nos dio dos besos a mí y a Ron cuando sacamos a Gabriel
e del agua...
Ginny sonrió.
—Bueno, y si los dos se gustan, ¿por qué no... no están juntos? —preguntó
Harry, que aún le costaba pensar en sus dos mejores amigos de esa manera.
—Porque son muy tercos, supongo... ¡Pero tú ni pío! ¡No les digas nada!
—le avisó Ginny. Miró a su plato un rato y luego se volvió hacia Harry—.
¿A ti te importaría que... que salieran juntos?
—Eh... pues no sé, no creo... —dijo Harry, que aún no había pensado en
eso—. ¿Por qué iba a importarme?
Ginny le miró, sonrió y siguió comiendo, sin decir nada. Harry también
sonrió. Le pareció que estaba resultando un día excelente, a pesar de todo
en lo que estaban inmersos. Mirase a donde mirase, veía la felicidad en los
rostros de la gente. Los bailes no eran lo suyo... o eso creía, al fin y al
cabo, sólo había acudido a uno, y había resultado un poco deprimente, pero
se convenció de que aquel día podría pasárselo bien.
—Es que lo estaba, no te haces una idea... averiguar de pronto que era un
mago... yo creía que mis padres habían muerto en un accidente de coche, y
que mi cicatriz me la había hecho en el mismo accidente... y cuando
Hagrid me contó la verdad, y me mostró el cal ejón Diagon, y todos me
conocían... No sé, me sentía totalmente perdido... —Harry la miró—.
¿Sabes lo que es que todo el mundo sepa más de ti que tú mismo?
—Sí, eso nos contaba Ron... decía que Hermione sabía más de ti que tú...
—La chica se rió—. Pues yo, mientras estaba en casa mamá nos enseñaba
todo lo que no enseñan en Hogwarts ¿sabes? Vamos, lo que se aprende en
las escuelas muggles. Y, cuando podía, pues aprovechaba para volar en las
escobas, porque mis hermanos nunca me dejaban jugar con el os al
quidditch.
—Yo iba a una escuela muggle, claro, pero la odiaba... De hecho, si te digo
la verdad, odiaba todo lo que conocía antes de venir aquí. Mis tíos me
odiaban, me castigaban por cualquier cosa rara, y el caso es que yo no
sabía por qué. Y en la escuela nadie se acercaba a mí, porque mi primo
Dudley y su banda eran los 180
—Lo sé. Por eso mi madre te hizo aquel jersey. Ron nos contó en una carta
cómo había sido tu vida, y mi madre pensó que merecías un buen regalo.
Harry siguió hablando con Ginny sobre sus respectivas vidas antes de
Hogwarts. Nunca había hablado tanto con el a, y menos a solas, o casi a
solas. La verdad, pensó Harry sorprendido, era que resultaba fácil hacerlo.
—Bueno, espero que la cena haya sido de vuestro agrado —dijo, sonriente
—. Ahora l ega el momento de la fiesta, que se prolongará hasta la una de
la madrugada. Pido a todos, por favor, que se pongan en pie.
—Bien. Ahora los capitanes de los cuatro equipos iniciarán el baile, al que
luego nos uniremos —indicó. Hizo una seña y un grupo musical al que
Harry no conocía salió al escenario, bajo los aplausos de la gente.
quizás debería procurar disfrutar lo más posible», pensó para sí. Sonrió
más y empezó a bailar de forma más entusiasta, a medida que la canción
cogía más ritmo. Agarró a Ginny y empezó a dar vueltas alrededor de las
demás parejas. Ginny lo miraba como si estuviese loco.
—¡Harry! ¿Qué haces? ¡Para! ¡Van a pensar que estamos locos! —dijo el
a, riéndose.
—¡Pareces Fred! —le dijo Ginny a Harry, riendo, mientras éste bailaba de
forma más movida cada vez.
—¡Sí, y es muy divertidooooo! —dijo él, riéndose aún más, mientras hacía
que los dos girasen.
—¡Voy a marearme!
—No sé, ¿lo has hecho tú? —le preguntó, riéndose. Ginny meneó la
cabeza.
181
Estuvieron bailando otro rato, cuando recibieron una nueva visita. Esta vez
era Henry Dul ymer quien se les acercaba, sonriente.
—Muy bien. He venido con una chica que se l ama Sarah... es de Slytherin,
de cuarto, no sé si la conocerás... —Harry negó con la cabeza—. Da lo
mismo. Bueno, el caso es que yo quería venir con Ginny
—Gracias, pero no... por ahí viene Sarah... es muy simpática... realmente
muy simpática... —dijo, casi susurrando, mientras su cara se ponía seria
por un instante al mirar a la chica, que era rubia, y bastante bonita. Parecía
agradable. Dul ymer apartó la vista de el a y volvió a sonreír como antes
—. Seguiré con el a.
—¿Te importa si bailo una canción con Hermione? —le preguntó Harry a
Ginny, al ver que Nevil e volvía al baile.
182
—Y tú con Ron ¿qué tal? Parece que también os lo pasáis muy bien...
eso sin mencionar que te gusta», pensó para sí, reprimiendo la risa.
Hermione se puso colorada.
—Vale, sí, quería venir con él, pero no sé si se lo habría pedido. Esperaba
que lo hiciera él, después de lo que le dije la otra vez...
Harry sonrió.
—Claro, claro.
—Bueno, y ¿vas a salir con él? —le espetó Harry de pronto. Hermione le
miró abriendo los ojos completamente y parándose en seco.
—¡¿Qué?! ¿Por qué dices eso? Sólo hemos venido a un baile, nada más, no
hay nada de eso... no sé cómo se te ocurre...
—Nada, sólo me metí un poco con el a... le pregunté si iba a salir con
Ron...
183
Al principio, ninguno de los dos dijo nada. Harry se sentía cómodo, pero
un poco extraño.
—No tienes que decir nada —la interrumpió él—. No tienes que
disculparte ni nada así... ¿Y qué tal te va a ti con Michael? —preguntó,
desviando el tema un poco.
—Bien. Nos va bien. Lo estoy pasando muy bien con él. ¿Y tú con Ginny?
—Bien, pero no hay nada entre nosotros —explicó—. Sólo somos amigos.
Harry se detuvo en seco. ¿Por qué le decía aquel o ahora? Cho levantó la
cabeza. Tenía los ojos l orosos.
Harry la miraba, sin saber qué hacer ni qué decir, pero comprendió.
Comprendió lo que era estar en un lugar donde todo recordaba a un ser
querido. Lo comprendió porque lo había vivido. Ahora podía entenderlo...
y entonces recordó la voz de Hermione: « sólo tenías que ser cariñoso con
el a... » Acercó a Cho contra él y la abrazó.
—¿Te apetece que demos un paseo por los jardines? —preguntó Harry,
deteniéndose.
—Ya... bueno, lo de antes no tiene nada que ver con lo de ahora ¿no? —
repuso él.
—¿Por qué lo hiciste? Creíamos que Voldemort estaba al í... ¿No tuviste
miedo?
—Claro que sí, pero yo apreciaba a Sirius, ¿sabes? Y no quería que sólo
vosotros os enfrentarais al peligro; Ron es mi hermano, y tú y Hermione
sois amigos míos.
—No lo sé —respondió él—. ¿Te imaginas que alguien hubiese sabido eso
cuando todos creían que era el Heredero de Slytherin?
—¿Un paseo, eh? —dijo, con una risita, mientras Ginny le lanzaba una
mirada severa.
—Venga...
—Está bien, ya voy, eres... —pero no dijo qué era Hermione, porque
Víktor Krum, que se había pasado toda la noche solo, se les acercaba.
Hermione le sonrió y se alejó un poco con Krum. Ron les siguió con la
mirada.
—Ya te imaginas... saber si quería bailar con él... me dijo que ya sabía que
había venido contigo, pero que se sentía solo, y que no quería bailar ni
estar con nadie más... —se ruborizó ligeramente— y que la otra vez lo
había pasado muy bien y bueno... —Hermione parecía un poco triste por
Krum, pero obviamente le había dicho que no.
Ron la miró un rato, sin decir nada, y luego miró a Krum, que daba vueltas
con su paso desgarbado por la pista, sin hacer caso de los que bailaban.
185
Suspiró.
—Digo que bailes al menos una vez con él. En serio, no me importa, y
tampoco me gusta verle así de triste.
—Sí ¿por?
—¿Es que te gustaría que fuéseis algo más que «sólo» amigos, hermano?
Ginny se rió.
—Aún no me creo que haya dejado que Hermione bailara con él... no
pensé que estaría tan cambiado...
aunque todos hayamos cambiado mucho desde el curso pasado, creo que
esto es demasiado...
A las doce y media, decidieron volver a dar una vuelta por los jardines.
Ron y Hermione se habían sentado en una mesa y charlaban con Hagrid,
pero Seamus y Lavender no habían regresado. Dean y Susan habían salido
así mismo hacía un rato. De Nevil e y Gabriel e tampoco se sabía nada.
Harry, al salir del vestíbulo, contempló la luna, que iluminaba maravil
osamente los jardines y la nieve de los terrenos. Volvieron paseando al
banco que habían ocupado antes. Afortunadamente, estaba libre. Seamus y
Lavender, al parecer, no se habían movido mucho desde la vez anterior, ni
tampoco habían variado demasiado su actividad. Nevil e y Gabriel e se
habían sentado cerca y se oía perfectamente su conversación y la risa de la
chica. «¿Ése es Nevil e?», se preguntó Harry sin poder creérselo.
—¿Sabes que el día anterior a que fueran a buscarme utilicé una serpiente
de un amigo de mi primo Dudley para asustarles?
—¿Cómo?
—Sí... Uno de sus amigos tenía una serpiente. La usaban para asustar a las
chicas en el parque —explicó
186
—Lo hice por rabia... sentía tantas ganas de hacer algo, tantas ganas de
vengarme... —Su rostro se ensombreció—. Ésa fue la primera vez que lo
sentí.
—No como esta vez. Sentí que dominaba a la serpiente casi sin hablar...
Me sentí muy raro... tengo miedo.
—No pienses en eso esta noche —le pidió el a—. Esta noche no.
sé que estáis ahí... sé que estáis a mi lado. Puedo hablar de lo que sea, pero
creo que no podría preocuparme.
sugirió.
—De acuerdo.
—Vaya, estáis aquí —dijo Ron al ver a Harry y a Ginny—. Pensé que
habíais desaparecido, junto a todos los demás...
—Como quieras —dijo Ron—. Nos vemos enseguida —le dijo a Harry.
Paseó un rato por entre las mesas, y, por primera vez en la noche, vio a
Luna Lovegood, sentada en una mesa y hablando con otra chica que Harry
no conocía. Se acercó a el as.
—No.
—Ya sé que no te gusta bailar, pero... ¿quieres intentarlo aunque sólo sea
una vez?
—En el baño.
—Bailas bien —le dijo Harry, cuando l evaban un rato—. ¿Por qué dices
que no te gusta?
—¿Por?
Todo el mundo les aplaudió, y empezaron a tocar una melodía lenta como
último tema.
Cuando la canción terminó, Dumbledore les dio a todos las gracias por
asistir, esperando que todo el mundo lo hubiera pasado bien.
Todo el mundo aplaudió con ganas, y los alumnos empezaron a salir del
comedor para dirigirse a sus respectivas salas comunes. En el vestíbulo,
Hagrid se despidió de el os. Vieron a Nevil e despedirse cariñosamente de
Gabriel e, que le dijo algo así como «Esta noche lo he pasado
estupendamente.
—Lo he pasado muy bien, Harry —dijo Ginny—. Realmente muy bien.
¿sabes?
—¿Qué de qué?
—. No parecéis vosotros.
—¿Raro?
188
—¿Cara rara?
—Sí... Yo tampoco sé por qué —dijo Ron—. Luego me dijo que la cuidara
como había hecho hasta ahora, y que era un buen guardián... y se fue.
—Bueno, yo... —se sonrojó hasta la raíz del cabel o—. ¿Y tú con Ginny?
—soltó, cambiando de tema.
—No lo sé —reconoció Harry—. Realmente, no lo sé. Es cierto que no me
había dado cuenta de cómo es... y de que me encanta estar con el a, y
hablarle y todo eso, pero no me gusta. Al menos, todavía no...
—Sí, será mejor. La verdad, estos bailes son matadores ¿no crees?
189
19
Cuando Harry se despertó, lo primero que le pareció era que sólo había
pasado un momento desde que se había acostado. Hacía mucho que no
dormía tan bien. Se quedó un momento metido en la cama, disfrutando del
agradable tacto de las sábanas y del suave calor en el que estaba envuelto.
Recordó la noche anterior y sonrió. Luego, se incorporó y se puso las
gafas. Miró hacia la ventana, por dónde se veía a la nieve caer, y luego
hacia la cama de Ron, donde su amigo dormía plácidamente, con una
sonrisa dibujada en los labios.
—¿Te lo pasaste bien ayer, Harry? —preguntó Colin, feliz—. ¡Yo sí! Era
mi primer baile, y fue muy divertido.
—Bueno, verás, quería verte para darte esto —dijo Colin, dándole otras
seis fotos más—. Perdona por hacerlas sin que te dieses cuenta, Harry,
pero pensé que te gustarían para completar ese libro... Las acabo de
revelar.
Harry cogió las fotos, extrañado. Las miró y sonrió. Una le mostraba a él,
bailando con Ginny, otra le mostraba bailando con Hermione. La tercera
era de su baile con Cho, en otra se veía a Ron y a Hermione, en la
siguiente a Ron y a Ginny, y, para finalizar, en la más grande se veían
Nevil e, Gabriel e, Ron, Ginny, Hermione y él mismo, sentados en una de
las mesas. No supo qué decir.
Harry cogió las fotos y las miró, y luego las fue pegando en el álbum, al
final, junto a las demás de él y sus amigos. Estuvo contemplándolo
durante un largo rato, sin darse cuenta de que Ron y Nevil e habían l
egado.
—Nada... miraba estas fotos que me ha dado Colin... ¿No querrías alguna
para ti? —le preguntó a su amigo, que observaba las fotos.
—¡Claro que sí! Le pediré a Colin una copia para mí... Mira Nevil e, tú
también sales.
Harry: Venid a verme esta tarde a las cinco. Trae a Ron y Hermione. Usad
la capa invisible y entrad por la puerta que da al huerto de las calabazas.
No se lo digáis a nadie.
Hagrid
—¿Qué querrá? —preguntó Ron, extrañado—. ¿Por qué nos pedirá que
usemos la capa invisible?
—No lo sé... seguro que quiere mostrarnos algo... Bueno, sólo falta una
hora ¿no? —dijo Harry, mirando su reloj—. Pronto lo sabremos.
—No sé... Es muy raro ¿no? ¿Por qué quiere que nos ocultemos?
—Bien —dijo Ron—. Pero antes, déjame que te dé jaque mate, tenía una
jugada estupenda...
Media hora después, los tres salían de la sala común. Harry l evaba la
mochila y se dirigieron al vestíbulo.
—Vamos —susurró.
Hagrid abrió.
—¿Qué sucede, Hagrid? —le preguntó Harry—. ¿Por qué tanto misterio y
secreto?
—¡Porque quiero que veáis una cosa maravil osa! —les anunció Hagrid,
muy feliz—. Os dije que os pusieseis la capa porque no creo que nadie
quiera que os lo muestre... pero yo pienso que tenéis derecho a saberlo, y,
como de todas formas os ibais a enterar igual...
—¿Qué pasa? —preguntó Ron, que no sabía a dónde l evaba aquel camino.
—¿Grawp? ¿El gigante? —exclamó Ron, asustado—. ¡Oh, no...! ¿Por qué
habremos venido?
—Claro que no. Nunca lo harán. Los centauros son muy tercos.
—¿Qué es lo que quieres que veamos, Hagrid? —le insistió Hermione, con
el rostro compungido.
—Sí, soy yo. ¡Mira quien ha venido, Grawpy! ¡Harry y Hermione! ¿Te
acuerdas? ¡Y también Ron!
Harry se fijó en los demás gigantes, que dormitaban sin que pareciera
importarles en absoluto la escena.
—¿Cuatro meses? Guau —dijo Ron, que se acercó un poco más, algo más
tranquilo al ver que los gigantes no les hacían demasiado caso—. ¿Cómo
viajan los gigantes sin que los muggles los vean?
—Sí, he leído que pueden camuflarse como rocas y cosas así ¿verdad? —
comentó Hermione, que seguía agarrada a sus dos amigos.
—¿No habrán matado a nadie para l egar hasta aquí, verdad? —preguntó
Ron.
—¿Su apoyo? —preguntó Hermione—. ¿Su apoyo para qué? ¿Qué quiere
Dumbledore que hagan?
—No sé... creo que Dumbledore ha dicho algo... supongo que, en todo
caso, sólo lo sabrá Fudge...
—Bueno, sí, pero aquí, de momento, lo tratan muy bien —contestó Hagrid
—. No se meten nada con él, aunque sea el más pequeño. Claro que
tampoco están en muy buenas condiciones para ser violentos —
192
—Bueno... eso es otra cosa que quería contaros, pero esperad a que l
eguemos a mi casa. ¡Oh! —dijo Hagrid de pronto, deteniéndose en seco.
Ron chocó contra él.
—¡Chist! —susurró Hagrid—. Mejor será que vayamos por otro camino,
éste puede ser algo... inapropiado.
Hablad bajo.
—Hagrid... —dijo, con voz débil y temblorosa—. Por aquí se va a... a...
—Es que, ya que paso por aquí... hace mucho que no visito a Aragog...
Ron miró a Harry con miedo. Hermione se agarró a el os, mirando hacia
todos lados. Tras caminar unos veinte minutos más, l egaron a la
hondonada de las arañas. Ron miraba hacia el suelo, por donde caminaban
centenares, o quizás miles, de pequeñas arañas. Harry levantó la cabeza y
vio a las más grandes descolgarse de los árboles. Los tres amigos sacaron
las varitas y se apretujaron cada vez más. Las arañas empezaron a
rodearlos, pero sin acercárseles. Hagrid se detuvo.
—¡Aragog! —llamó.
—¿Hagrid? —preguntó una voz, que hizo que Ron se estremeciera aún
más, mientras miraba a su alrededor.
—Son los dos chicos que escaparon hace cuatro años —dijo otra araña,
chascando las pinzas fuertemente.
—¿Aquél os?
193
—Ya sabes de dónde vengo, Magorian —respondió Hagrid con voz severa.
—Sí, lo sé... y sabes perfectamente que no nos gusta lo que habéis traído al
bosque.
—¿Por qué? ¡Acuérdate de lo que dijo la chica! ¡Nos usaron! ¡Se burlaron
de nosotros!
—¿Harry Potter?
—Bueno... ¿Qué es eso que tenías que contarnos de los demás gigantes? —
preguntó Harry, ansioso, apartando de su cabeza, por el momento, el
asunto de los centauros y sentándose en una sil a, mientras Ron y
Hermione hacían otro tanto.
¿Cómo lo sabéis?
194
Observad esto.
—Ah... —dijo Ron, que parecía que no le hubiese quedado muy claro.
Ya os dije que éstos eran ocho cuando se separaron del grupo principal. A
tres los mataron y a los demás ya visteis cómo los dejaron.
—Sí, por supuesto —contestó Hagrid—. Pero es uno de los pocos magos
que lo hace.
195
—Adiós —se despidió él, abriendo la puerta trasera para dejarles salir.
¿Qué sabían los centauros y no querían decirle? Harry sabía que era inútil
preguntarles. Recordó su primer encuentro con el os, en una oscura noche,
en el Bosque Prohibido, cinco años atrás... entonces sólo habían
conseguido sacarles que «Marte estaba muy bril ante esta noche,
especialmente bril ante». ¿Sabrían el os algo que pudiera ayudar? Era
posible, pero, en todo caso, sabía que jamás harían o dirían nada que
interfiriese con lo que el os creían que era el destino escrito en los cielos.
—Digo que qué te pasa... te pasas los días mirando por esa ventana. ¿Te
preocupa algo?
—No... no es nada, no te preocupes.
—Sé que me ocultáis algo —le soltó el a, y Harry abrió mucho los ojos—.
Sí, lo sé... no es que guste, pero tampoco me importa. Supongo que hay
una buena razón para que no me lo digáis, pero... ¿es algo grave?
—Ya, pero era distinto. Tú habías hecho todas aquel as cosas y era lógico
que quisieras saber qué pasaba,
¿no?
196
—Cál ate, Ginny —espetó Ron, dejándose caer en el sofá junto al fuego—.
A ver si te crees que es muy divertido deambular por los pasil os con Filch
y este frío...
—Depende de la compañía —dijo Ginny, riéndose y mirando a Harry, que
también se rió.
Eso les cortó la risa al instante. Harry abrió la boca para decir algo, pero
entonces fueron sus dos amigos los que empezaron a reírse.
—No seas pesado, Harry, sabes perfectamente que sólo somos amigos.
Tras acabar, Ron subió al dormitorio. Pronto sería hora de cenar. Harry, de
nuevo volvió a acercarse a la ventana de la sala común y miró el cielo,
preguntándose de nuevo qué secretos ocultaba, fascinado. Incluso se le
ocurrió la absurda idea de pedirles consejo a Parvati y Lavender, que eran
las mejores en adivinación, aunque, al igual que la profesora Trelawney,
nunca acertaban en nada. Llegó a lamentarse de no tener más Adivinación,
porque ahora, con la ayuda de Firenze, quizás... Harry abrió mucho los
ojos. ¿Cómo no lo había pensado antes? ¡Firenze! Él le ayudaría, además,
ahora vivía en el castil o, y podría hablar con él cuando quisiera... Iría
después de cenar, sin falta.
Un rato más tarde, Ron bajó del dormitorio, y, tras él, Ginny y Hermione,
acompañadas de Parvati y Lavender. Bajaron todos juntos a cenar, y
cuando la cena terminó Harry se levantó antes que nadie.
—Harry Potter. Qué sorpresa verte por aquí... —saludó Firenze con
cortesía.
—, pero Magorian dijo que... que nos dejarían pasar, que teníamos que
seguir con nuestro camino —agregó, mirando a Firenze fijamente.
—Por supuesto que no. Los centauros no suelen revelar sus secretos a los
humanos...
—Pero tú lo haces.
—¿Tú sabes de qué hablaba? —le preguntó Harry sin más preámbulos—.
No me quito eso de la cabeza...
197
—Pero... la profecía dice que sólo yo... sólo yo puedo matar a Voldemort
—repuso Harry.
—Así está escrito, Harry Potter. Es algo claro que todo terminará en una
noche, pero no está dicho ni el cuándo ni el cómo... esas respuestas las hal
arás en el camino, tú y aquel os que te acompañen, porque recuérdalo: sin
el os, no recorrerás ningún camino, ni l egarás a ningún lugar.
—Es todo lo que puedo decirte, joven Potter. Siento no ser de más ayuda,
pero el destino y el futuro dependen de muchas decisiones, de muchas
elecciones, y quedan muchas por tomar antes del fin.
—Gracias...
Después de haber pasado una agradable velada, se fueron a dormir, sin que
Harry l egara a hablarles a sus amigos de su charla con Firenze. Estaba
cansado, y disfrutaba de un apacible sueño cuando alguien entró en la
habitación, despertándole a él y a Ron.
—¿Qué sucede? —preguntó Harry, aún medio dormido. Frente a él, estaba
la profesora McGonagal .
—Tienen que venir conmigo —dijo el a, que estaba muy seria, mirándole
a él y a Ron, que ya estaba despierto—. Vístanse pronto. Es importante.
Les espero en la sala común.
198
20
La Reunión de la Orden
—¿Lupin está...?
Vosotros también.
—No l ores más, querida —pidió la señora Weasley, que también tenía los
ojos l orosos—. Tus padres se pondrán bien... Están en San Mungo, pero se
pondrán bien...
Hermione sol ozaba aún con más fuerza. A Ginny también le caían las
lágrimas. Harry no sabía que hacer ni a dónde mirar, ver a su mejor amiga
en ese estado le partía el corazón. Ron estaba lívido, también tenía los ojos
l orosos, y seguía abrazando a Hermione contra él.
Salieron por una chimenea del vestíbulo de San Mungo en la que Harry no
se había fijado la última vez que había venido. La señora Weasley se
encaminó a la Cuarta Planta, Daños Provocados Por Hechizos, seguida 199
—Ya sé que no es culpa mía —repuso Harry—. Pero... cada vez que creo
que todo va bien, que las cosas han mejorado, sucede algo que lo
estropea... Estoy harto, harto...
200
La señora Weasley los miró y volvió a suspirar, con una leve sonrisa.
—Está bien, nos quedaremos aquí... Iré a buscar un café. ¿Alguien quiere
uno? —preguntó, mirándolos.
—¿Vosotros no?
—Gracias... —musitó.
—Los Granger han despertado —les informó, con una sonrisa—. Pueden
pasar a verlos si quieren.
201
—Es cierto que... a veces... hemos pensado si tal vez Hermione no estaría
mejor lejos de... de Hogwarts —
—Me lanzaron un hechizo y me caí por las escaleras, así fue cómo me
rompí el brazo, pero afortunadamente no ha sido grave...
—¿No les da miedo todo esto? —preguntó Harry—. ¿No les atemoriza lo
que puede suceder?
La madre de Hermione tomó aire, y miró a su hija, que seguía hablando
con Lupin.
—Sí, por supuesto que sí... pero es su vida. Nunca vimos a Hermione tan
feliz como cuando regresó de Hogwarts después de su primer año al í.
Tanto mi marido como yo estábamos orgul osos de que el a fuera aceptada
en ese colegio, porque nunca había tenido muchos amigos, amigos de
verdad. —Volvió a dirigir una mirada a Hermione, y sonrió—. Por
supuesto, el a era la primera de su clase en la escuela a la que iba, pero
creo que siempre fue demasiado responsable para su edad, y, aunque se l
evaba bien con todo el mundo, no tenía verdaderos amigos, amigos con los
que salir a jugar o a divertirse. Siempre estuvo sola hasta que fue a
Hogwarts y os conoció. Jamás la habíamos visto tan feliz, estuvo todo el
verano hablando de lo maravil oso que era el colegio, de lo mucho que le
gustaba la magia... y de los fantásticos amigos que había encontrado.
—Por supuesto, la primera vez que de verdad tuvimos miedo fue cuando
nos enteramos de que la habían petrificado, pero el a misma nos contó
cómo vosotros dos habíais ido a la guarida de unas ¿arañas gigantes?
—Entonces, supimos que si con doce años habíais hecho eso, siempre
estaríais ahí para ayudarla, y veo que no nos hemos equivocado, ¿verdad?
Aunque siempre os estéis metiendo en líos, pero bueno, teniendo en cuenta
lo que sucede... sé que el a nunca permitiría una injusticia si pudiese
evitarla, y así tenemos que aceptarlo. Nos agrada que el a haga lo correcto.
202
Nosotros estamos bien... Nos darán el alta hoy o mañana. Iros y descansad.
—Sí, creo que será lo mejor —asintió el a—. Vamos, chicos. Dormir un
rato os hará bien.
***
—La verdad, creo que dormiré otro rato aún —respondió el a con voz
cansada—. Me siento mucho mejor...
pero ha sido todo tan horrible... Desperté y decidí venir a haceros una
visita.
Ron se la quedó mirando. Harry les sonrió y luego se dejó caer de nuevo
en la cama, mirando al techo.
Hermione se apoyó en Ron. Nadie dijo nada durante un rato. Harry cerró
los ojos y, sin darse cuenta, volvió a quedarse dormido.
Cuando despertó, dos horas más tarde, se sentía mucho mejor, más
descansado. Se incorporó y se puso las gafas. Miró hacia la cama de Ron.
Hermione seguía al í, pero se había quedado dormida, acurrucada junto a
su amigo. Estaba tapada. Ron también dormía plácidamente, con un brazo
por encima de la chica. Harry los observó un largo rato. En otras
circunstancias, habría bromeado con Ginny sobre el os, como lo había
hecho la noche del baile, pero Harry no encontraba una situación más
inapropiada que aquél a para hacer bromas.
que se los veía muy bien juntos. Desde tiempo atrás había sospechado lo
que sentía Ron por Hermione, y, aunque había experimentado más dudas,
también se imaginaba lo que Hermione sentía por Ron. Ahora estaban ahí
los dos, más unidos que nunca... ¿Por qué tenían que sufrir el os? Él había
sufrido la pérdida desde pequeño, al perder a sus padres. Siempre había
estado marcado, siempre había sido distinto... lo odiaba, porque era
injusto, pero había aprendido a aceptarlo; pero lo que no podía aceptar era
arrastrar a sus mejores amigos con él. Sintió un fuerte ramalazo de odio
contra los que habían atacado a los Granger la noche anterior. Sintió cómo
se l enaba de rabia, de furia incontenida, de impotencia... Recordó
entonces la conversación que había tenido con Firenze. Había sido la
noche anterior, aunque pareciera que habían pasado siglos desde
entonces... Firenze le había dicho que el os también estaban destinados a
seguir el mismo camino que él... a acompañarle hasta el final... de alguna
forma, o por alguna razón, también estaban marcados.
—Te quedaste dormida —le contó Ron, sonriendo, aunque con cierta
inseguridad—. No quería despertarte...
—Pero no estaba tapada antes... —recordó Hermione, que seguía roja.
Iba a salir por la puerta cuando ésta se abrió y entró Ginny, ya vestida.
—Aquí...
—Bueno, venga, la comida está casi lista. Comamos, luego hay reunión de
la Orden... —dijo la señora Weasley.
—Sí.
—¿Y qué...?
204
Ron suspiró e iba a levantarse, cuando Harry lo agarró del brazo, con
decisión, haciendo que se volviera a sentar.
—¿Cómo?
—Digo que no nos vamos a ir. Ya no. Quiero saber lo que está pasando.
Moody habló:
—¿Y por qué no dijo eso antes de que los hubieran atacado? —le espetó
Harry a Snape, que le miró fijamente.
—¿Cómo sabe usted todo eso? —le preguntó Ron—. ¿Cómo se entera de
esas cosas?
—¿P-Por qué lo hizo? —Preguntó Hermione, aún sol ozando—. ¿Por qué
quería atacar a mis padres?
—¿El qué?
205
—No subestimes el poder del Señor Tenebroso, Potter —le advirtió Snape
despectivamente—. Él tiene conocimientos, tiene métodos...
Harry le miró.
—¿Qué métodos?
—Él no los comparte con nosotros. Pero sabe, o tiene una idea, de cómo
conseguirlo...
—Pues yo creo que todo lo que tenga que ver con Voldemort es de mi
incumbencia —replicó Harry, desafiante.
—Harry, tranquilízate —le dijo Dumbledore con seriedad.
—¿Cómo cree que voy a tranquilizarme con todo esto que está pasando?
Dumbledore no respondió.
Hermione asintió.
—Me dijo que por fin había vuelto, que me había unido a él... y que tenía
que conseguirla... Pero no sabía qué era lo que tenía que conseguir, no lo
dijo. Sin embargo... —Harry recordó algo de aquel a noche—.
206
—Sí. Creo que por hoy basta, muchachos. Ya no vamos a debatir nada
interesante. Es mejor que os retiréis y descanséis.
—Sí. Hay algo respecto a la forma en que volvió aquel a noche. Quiero
saber qué es.
—Sí. Él le dijo algo de que ahora era el mago más poderoso del mundo
gracias a algo que usted sabía —
—Bueno... no estamos seguros del todo, y aún siendo las cosas como
pensamos, no sabemos demasiado...
pero creemos que la razón por la que los poderes de Voldemort han crecido
tanto se debe a... tu sangre.
—¿Mi sangre?
—Por desgracia no soy el mago más grande del mundo... y también por
desgracia, no tengo una respuesta a tu pregunta.
—¿Cómo?
—Está bien...
207
—Lucius Malfoy —dijo Ron de pronto—. Ese cerdo... quiso ser él el que
atacara a los padres de Hermione.
¡Maldito canal a!
—Los Malfoy siempre me han tenido tirria... mis padres son muggles...
—Sí, Ginny, pero ya sabes que Lucius Malfoy y papá se l evan fatal, y
Hermione es amiga nuestra. No olvides que somos los enemigos mortales
de Draco Malfoy. Draco... —repitió Ron, crispando los puños—.
Hermione, por su parte, tampoco decía nada y seguía con la cabeza baja.
—¡Es verdad! ¿Qué era eso de «tenías que conseguirla»? —preguntó Ron,
mirando a Harry con avidez.
Harry la miró.
—Sí —afirmó Harry—. Estoy casi seguro. Pero bueno, quizás convenció a
Voldemort de que seguía siendo fiel a él...
—Ya, pero ¿no debería haberse reunido con él aquel a noche, como los
demás? —insistió Ron—. Sin embargo, se quedó aquí...
—Bueno, la profecía decía que tú eras el único con poder para derrotar a
Voldemort, ¿no? —recordó Ron—.
Harry miró a Ron, sin decir nada, pero Hermione parecía estar de acuerdo.
208
—¿De qué crees que estarán hablando ahora? —preguntó Ron, mientras
hacía su cama.
Ron sonrió.
—Sí, seguro que Hagrid se metería en un lío si los demás supieran que nos
lo ha enseñado...
—¿Tú crees que Dumbledore no sabe que los hemos visto? —preguntó
Harry, sonriendo a su vez.
Bajaron a la cocina, donde casi todo el mundo se había ido ya, excepto
Lupin y Tonks. Merendaron y luego pasaron el resto de la tarde en el salón
del sótano, charlando y jugando partidas con los naipes explosivos.
Fred y George se les unieron en cuanto l egaron del Cal ejón Diagon.
21
Estuvieron jugando toda la mañana, hasta que l egó Hermione con sus
padres. Salieron a recibirles.
—¡Oh, Dios mío! ¡Lo que le faltaba al pobre Kreacher! ¡Lo que le faltaba
a esta casa! —El elfo había bajado las escaleras, atraído por los gritos del
cuadro—. ¿Cómo es posible? ¡Muggles en la casa!
—Hazlo.
—Llevad sus cosas al segundo dormitorio del tercer piso —les dijo la
señora Weasley a los chicos.
210
—Da gusto ver a Hermione tan contenta, ¿verdad? —dijo Ron sonriendo.
Harry, por su parte, los dejó y bajó a la cocina, donde se encontró con
Lupin, que leía El Profeta. Estaba solo. Harry le miró y se acordó de algo
que quería comentarle.
—¿Sí, Harry?
—¿Por qué me dijiste antes que le ordenara a Kreacher eso? ¿Por qué yo?
—preguntó Harry.
—Sabes por qué debes volver al í, Harry —le dijo Lupin—. Dumbledore
ya te lo explicó.
—Sí, pero debes renovar esa protección que tu madre puso en ti,
¿entiendes? Es importante, Harry. Yo tampoco lo entiendo muy bien, pero
Dumbledore dice que es algo fundamental.
211
Harry abrió mucho los ojos. En su cámara de Gringotts había aún miles de
galeones... y si aún añadía más...
era rico.
Harry asintió. Ahora entendía. Por eso los Black, o los Malfoy se
comportaban así con los hijos de muggles, los consideraban inferiores, y
habían accedido a un poder que antes sólo les pertenecía a el os... eso era
lo que Malfoy le había dicho aquel día. Esa era la razón de su odio: que
aquel os a los que consideraban inferiores habían conseguido los mismos
derechos que el os.
—¿«No exactamente»?
—Sí. Los Potter también son una de las antiguas familias de magos,
aunque, al igual que los Weasley, nunca dieron importancia al tema de la
limpieza de sangre. Su sangre no es totalmente pura, como la de los Black
o los Malfoy, porque durante su historia ha habido matrimonios con gente
se sangre impura. Aún así, tu familia es muy antigua, y como todas el as,
poseía negocios y tierras. Era una familia de grandes magos. Nunca
hicieron nada ilícito para obtener dinero, al contrario que muchos otros. —
Lupin hizo una pausa—. El dinero de tu cámara acorazada en Gringotts es
la fortuna familiar de los Potter, que tus padres te dejaron al morir.
—Está bien —dijo—. Te contaré todo lo que quieras saber, o lo que sepa
yo mismo... Aunque no sé si seré la persona más adecuada para hacerlo.
—¿Por qué no? Eres el último de los amigos de mi padre. ¿Quién podría
ser más adecuado?
—No exactamente. Sólo les vi una vez, en el funeral de tus abuelos, los
padres de Lily, pero tu tía y tu tío no hablaron con nosotros.
—Sí. Supongo que de ahí sacaron la idea tus tíos sobre lo de tus padres...
A tu madre le afectó muchísimo.
Eran su única familia, ya que Petunia nunca fue muy buena hermana,
desde el momento en que Lily recibió su carta. Por lo que me contaba, el a
casi la odiaba, y eso a Lily, que tenían un grandísimo corazón, le dolía 213
Harry sonrió.
Harry asintió.
—Bueno, creo que a tu padre le gustó tu madre casi desde la primera vez
que la vio, porque, aunque con el tiempo l egó a tener muchas
admiradoras, nunca le hizo demasiado caso a ninguna. —Harry sonrió—.
Claro que el a no le hacía demasiado caso a él, porque James y Sirius se
metían en líos continuamente, y con esa manía suya de hechizar a la gente,
sobre todo a Snape... Lily era muy respetuosa con las normas, y muy buena
estudiante, de hecho. ¿Sabes? Hermione siempre me recuerda mucho a el
a... respetuosas con las reglas, buenísimas estudiantes, defensoras de los
derechos de los débiles... —Lupin sonrió, y Harry también lo hizo.
»Tu padre siempre intentaba impresionarla, pero claro, la idea que tenía
James de lo que era impresionar a alguien no coincidía mucho con la de
Lily, y siempre estaban discutiendo... o más bien discutía Lily, porque
James no acababa de entender qué era lo que hacía mal.
—Bueno, los dos fuimos prefectos de Gryffindor, así que l egamos a pasar
bastante tiempo juntos. Así comprendí que, realmente, a tu madre James le
gustaba, pero no quería ni admitirlo, ni sentir nada por él, porque le
parecía muy arrogante. Le daba rabia que le gustase, aunque sólo fuese un
poco, alguien como él, y ésa era una de las razones por las que siempre
intentaba sacarle defectos.
»En nuestros últimos años en Hogwarts, empezó a conseguir cada vez más
y más poder. Los asesinatos y desapariciones se volvieron el pan de cada
día. El miedo comenzó a extenderse y el Ministerio se vio 214
»Sirius y tu padre querían ser aurores —Harry sonrió mucho al oír aquel o
—. Tomaron la decisión final en sexto. Por supuesto, eso nos cambió
bastante, y sobre todo a el os; los aurores vivían muy amenazados, y
sabíamos que, en el futuro, sería una profesión muy, muy peligrosa. Así
fue como Sirius y James se volvieron más «normales», y el motivo por el
cual, al fin, James consiguió ser Premio Anual de Hogwarts en séptimo,
cosa que nunca hubiésemos esperado un año antes. Tu madre fue también
Premio Anual y bueno...
Lupin se rió.
—¡Por supuesto que no! Sirius los espió usando la magia. Creo que nunca
se lo contó a James, seguramente nos hubiera matado si se hubiera
enterado. Después de eso, pasado un tiempo, comenzaron a salir.
—Tu madre siempre deseó ser sanadora de San Mungo, y eso fue lo que
hizo cuando salió de Hogwarts. A mí me habría gustado ser auror, aunque
no tenía tanto entusiasmo como James y Sirius, ni sus notas.
—Así que mi padre l egó a ser auror... —dijo Harry—. ¿Por qué nadie me
lo había dicho?
—Tu tía le cerró la puerta en las narices, diciéndole que no quería saber
nada de el a, ni de gente como el a.
Cuando Lily regresó a casa esa noche, l oraba como una niña pequeña.
215
Lupin miró de nuevo al fuego, cerrando los ojos, como si el recuerdo fuese
demasiado doloroso.
—Sí. Se puso cada vez más grave. La sola mención de Voldemort la ponía
de los nervios y le hacía vomitar.
Ningún sanador pudo hacer nada por el a. Su mal no era corporal. Murió
dos meses antes de la fecha en la que tus padres pensaban casarse.
»Ni James ni Sirius hicieron tampoco los exámenes de aquel año, pero,
como habían prometido, Lily y James se casaron en la fecha prevista, en el
verano, el 18 de julio. Fue el segundo día más feliz en la vida de tus
padres, pero no fue ni la sombra de lo que había podido ser si tu abuela y
tus otros abuelos hubiesen estado vivos. Además, tu abuelo, aunque
parecía contento, estaba como ido. A la boda asistieron también Frank y
Alice, y nosotros asistimos a la suya, que celebraron al mes siguiente; ese
año se habían graduado ambos en la Academia de Aurores.
—¿Por qué dices que ese fue el segundo día más feliz de la vida de mis
padres?
—Porque el día más feliz para el os fue cuando, un año después, naciste tú.
¿Sabes, Harry? —dijo Lupin, mirándole fijamente—. Creo que, de alguna
manera, tú les salvaste la vida a tus padres; les diste una fuerte razón para
luchar, tras tantas pérdidas. Creo que, cuando dieron su vida por ti, sólo te
devolvieron el favor que tú les habías hecho al nacer, porque les diste una
alegría que casi habían perdido. Además, también tu abuelo volvió a
sonreír al verte: su primer y único nieto.
»Estuvieron escondidos en aquel a casa durante casi dos años, hasta que
Voldemort decidió seriamente poner fin a tu vida. Entonces, Dumbledore,
alertado, decidió que lo mejor era usar el encantamiento fidelio...
216
—¿Y mi abuelo? —preguntó Harry—. ¿Él estaba vivo, no? ¿Por qué no
me l evaron con él?
—No imaginaba que fuera tan triste... —murmuró, con voz débil.
—Lo fue, pero también hubo momentos muy felices, te lo aseguro. Tus
padres estaban muy enamorados, y su amor fue bonito. Su boda, y tu
nacimiento, fueron días enormemente felices para el os, puedo
asegurártelo.
En ese momento, se abrió la puerta del salón, y entró Ginny, quien, al ver
las caras de Lupin y Harry se quedó un poco cortada.
—Ron está en vuestro cuarto, haciendo no sé qué. Hermione salió con sus
padres, a dar un pequeño paseo por Londres... creo que han salido a la
cafetería que está al otro lado de la plaza.
—Vaya... bueno, bien pensado es lógico —dijo el a—. ¿Y estás triste por
eso?
Ginny miró a Harry con tristeza, con comprensión, pero sin decir nada.
—¿Por qué, Ginny? ¿Por qué sufrieron mis padres tanto? Mis abuelos
maternos mueren en accidente de coche, mi abuela de enfermedad y mi
abuelo de tristeza, por haber perdido a toda su familia... No sabía que la
historia de mis padres estuviera cargada de tantas desgracias... Mis padres
murieron con veinticuatro años
¿sabes? ¡Sólo con veinticuatro años! ¿Está maldita mi familia?
Harry asintió.
—Sí, a pesar de todo, tuvieron momentos muy felices... eso me dijo Lupin.
Pero lo perdieron todo. Todo por culpa de Voldemort... —Harry puso una
expresión de odio y amargura como Ginny no le había visto nunca—.
217
Todo por culpa de él... destrozó mi vida antes ya de que yo naciera... todos
sufrían porque tenían miedo por mis padres, que eran objetivos para él...
Le odio tanto...
—Lo sé, lo sé... Pero Harry, tú tienes una familia —dijo Ginny—. Nos
tienes a nosotros, a todos... y a Hermione. Sabes que te queremos como si
fueras uno más... Lo sabes, ¿verdad?
Harry sonrió.
—Sí, sí lo sé —dijo él, con una sonrisa débil—. Gracias... otra vez.
—Sí, gracias.
—Ginny me ha dicho que Lupin te ha contado la historia de tu familia...
Harry asintió.
—Lo siento...
—Bueno, un poco frío, pero muy bien. Además fue muy gracioso, mi
padre aún no se acostumbra al hecho de que la casa aparezca y desaparezca
cuando se acerca o se aleja uno de el a —comentó Hermione alegremente.
Hermione recibió una mirada muy significativa de Ron, pero no hizo caso.
Harry no contestó. Se levantó y se acercó a la chimenea, mirándola. Luego
se volvió y, sin más, empezó a hablar.
—Lo siento —murmuró—. Es muy triste que les pasara todo eso...
—Ya lo sé —dijo él. Para su propia sorpresa, ya no se sentía triste, al
menos no como cuando había oído la historia por primera vez. Ahora
conocía mejor a sus padres, y además, contárselo a el os le había hecho
librarse del nudo que sentía en el estómago. Se sentía... liberado—. Pero
fueron valientes y luchadores.
218
Los dos últimos días de vacaciones fueron muy tranquilos, aunque Harry
se pasaba gran parte del tiempo solo, recorriendo la casa que ahora le
pertenecía, pensando en todo lo que había sabido... Recordando a sus
padres... a sus abuelos, tal como los había visto en el espejo de Oesed... en
Alice Logbottom, a la que había visto el año anterior en San Mungo, sin
saber que había sido la mejor amiga de su madre...
—Tomad esto, para que os entretengáis —dijo Fred, dándoles una gran
bolsa de golosinas—. Os servirá para el viaje.
Subieron al tren, que iba casi vacío, debido a que la mayoría de los
estudiantes se habían quedado en Hogwarts debido al baile. Los cuatro se
sentaron en un compartimiento vacío, y saludaron por la ventana hasta que
la Andén Nueve y Tres Cuartos se perdió de vista.
219
22
—También lo habría preferido yo, pero al menos ahora mis padres estarán
a salvo en Grimmauld Place... No sé qué haría si les pasase algo...
¿verdad, Harry?
Tras diez minutos respondiendo preguntas, pudieron subir a dejar las cosas
en sus cuartos. Al bajar, Harry se acercó a Katie Bel , que estaba sentada
junto al fuego.
—Vale. Tendremos que ponernos las pilas —dijo él. Se volvió y miró
hacia Ron y hacia Hermione y Ginny, que acababan de bajar—. ¿Vamos a
cenar?
—Aah, ya... Pues sí, están bien —dijo Hermione—. Gracias por
preocuparos.
—¿Ha pasado algo en estos días? —les preguntó Harry a Parvati y a
Lavender, que estaban sentadas a su lado.
mesa, dirigió la vista hacia donde estaban el os. Ron lo vio y crispó los
puños, poniéndose en pie. Harry, que también había puesto mala cara, lo
sujetó.
—Déjalo por hoy —le aconsejó, con tono frío. Y seguramente fue ese
tono, más que las manos de Harry, lo que sujetó a Ron.
Harry no habría sabido decirlo. Lo que era seguro era que no eran las
mismas miradas de antes. No eran demasiados, pero al menos, era algo.
—Sí, sí lo es...
Ron tuvo que reunir todas sus fuerzas para evitar echarse sobre él, quien,
afortunadamente, parecía bastante cansado y no apto para discusiones.
Harry estaba mucho más tranquilo, aunque no menos furioso que Ron.
Simplemente, esperaba el momento. Intentó evitar mirar a su enemigo,
aunque, si no hubieran estado en clase de Pociones con Snape, no sabía
qué habría hecho.
Harry vio cómo Ginny, por mirar hacia el os, se pinchaba un dedo con una
púa. Harry se rió y la chica le dedicó una mueca.
—...no es que sean unas criaturas fascinantes, ya veis, pero bueno, salen en
el TIMO —continuaba Hagrid
—Sí, ha sido horrible, Henry... pero bueno, lo importante es que están bien
y a salvo.
221
—Sí. Es cierto. Bueno —dijo, mirando hacia su Knarl, que compartía con
otros dos chicos de Slytherin—, volveré con el bicho este...
—Bien —soltó Harry con sequedad, sin levantar los ojos de su pergamino.
—Ya hemos avanzado mucho hoy —alegó Ron—. Y esa redacción no nos
va a l evar tanto tiempo si trabajamos entre los tres —añadió, mientras
recogían los libros y los metían en las mochilas.
—¿Te has divertido mucho, eh? —le preguntó Harry—. Eres detestable,
eres un asco. Incluso en tu propia casa, en Slytherin, te odian. Había
decidido pasar completamente de ti este año, Malfoy, pero ya no. Te avisé.
Te lo dije muy claramente. Te dije que si hacías alguna...
222
—Bien —dijo Harry, suavemente—. Muy bien, a ver qué hacemos contigo,
Malfoy...
—Que te diviertas —le dijo Harry, mientras él y Ron guardaban sus varitas
y volvían junto a Hermione—. No te muevas demasiado —agregó, viendo
como Malfoy se retorcía en el aire—, o el hechizo podría fal ar... No creo
que te gustara la caída...
—Bueno, no sería bueno que gritaran, ¿no? —preguntó Ron, mientras les
lanzaba a los tres un hechizo silenciador.
—¿Qué es lo que sucede aquí? —dijo, de pronto, la fría voz de Snape, que
acababa de entrar en el vestíbulo por el pasil o de las mazmorras—. ¿Qué
es todo esto? —preguntó, mirando a Malfoy, Crabbe y Goyle, y luego a los
tres amigos.
—¡¡He dicho que vengáis conmigo!! ¡Ya estás en un buen lío, Potter, no lo
empeores!!
QUE SE MERECÍA!!
223
—¡¡Te dije que no me levantaras la voz!! ¿Así que estás orgul oso de él,
verdad? ¿Lo que viste en el pensadero el año pasado no te afectó, a que
no? O quizás te divirtió... ¡¿Te divirtió, Potter?! —soltó Snape, gritando a
su vez.
NO...!!
ERES IGUAL!! ¡¡¿TE CREES MÁS QUE LOS DEMÁS PORQUE ERES
CAPITÁN DEL EQUIPO DEL
—¿Esa marca era alguna norma del colegio? ¿O eso no era traspasar
límites? —prosiguió Harry—. ¿A CUÁNTA GENTE MATÓ? ¡¿A
CUÁNTA GENTE TORTURÓ MIENTRAS LO SERVÍA A ÉL?!
—¡Ah, claro! —repuso Harry—. Si le hubieran pil ado... ¡¡Pero está vivo,
¿no?!! ¡Y mis padres están muertos!
—Veo que estás muy orgul oso de lo que hacían tus padres ¿verdad? Como
lo estabas de Black... ¿Y qué hizo él? ¿Qué hizo él durante todo el año...?
Aquel o fue demasiado para Harry, oír a Snape hablar de Sirius lo l enó de
una ira que nunca habría creído posible.
224
—¿Crees que tu padre era mejor que yo, verdad? ¡¡Tu padre se dedicó a
humil arme desde el primer día que estuvimos aquí!! —exclamó Snape,
cambiando el punto de vista de la conversación—. ¡¡Lo odiaba!! ¡¡Y tú
eres igual que él...!!
—¡¡Es cierto que le l amé sangre sucia a tu madre, sí!! —reconoció Snape,
y apartó la mirada, cerrando los ojos un momento, como si hubiera
recibido un golpe—, pero no estoy... no estoy orgul oso de el o, ¿te
enteras? —agregó, con un tono de voz mucho más suave. Parecía muy
afectado por el comentario de Harry.
Harry hizo una pausa. Snape volvió a mirar hacia él—. ¿Por qué me
detesta tanto? ¡Usted me odió desde el primer día que puse el pie en este
colegio! ¡Yo no sabía quien era usted, no sabía quien era mi padre, no
sabía nada! ¡¡Nunca le había hecho nada, y usted me hizo aquí la vida
imposible sin ningún motivo!!
—¡¡No ponga excusas!! ¡¡Usted me odió sólo por ser hijo de mi padre!!
¡¡Sólo por eso!! ¡¡YO NO SOY MI PADRE!! —gritó, l eno de
resentimiento por los años de burlas y humil aciones.
Snape no se había esperado aquel o por parte de Harry. Se quedó cal ado.
—¡Usted siempre habla de normas, normas, normas! ¿Y qué pasa con los
alumnos de su casa? —continuó Harry, que era incapaz de cal arse y
deseaba soltar todas las amarguras que había acumulado hacia su profesor
—. ¿No hay una norma del colegio que dice que los profesores deben de
ser justos? ¿O ésa no la conoce? ¿Cuándo ha sido usted justo? ¡¡No he
visto un solo partido de quidditch de Slytherin en el que hubieran jugado
limpio!! Pero eso le da igual, ¿verdad? Es como hoy, el imbécil de Malfoy
se burló de Hermione, de sus padres... ¿Qué debería haber hecho yo?
¿Decírselo a usted? ¿Para qué? ¿Para que me contestara que eso son
tonterías? ¡No, gracias! Hermione es mi amiga, ha estado a punto de
morir, han estado a punto de matar a sus padres, ¡y no voy a dejar que
nadie se burle de el a, aunque sea su alumno favorito! ¡¡Me da igual que
me quite quinientos puntos!! ¡¡Es mi amiga, y si alguien se mete con el a,
la defenderé!!
Snape se quedó cal ado y volvió a sentarse, mientras Harry le miraba con
un odio visceral.
—¿Por qué no habló con los periódicos el año pasado, o hace dos años?
Podría haber dicho todo lo que piensa de mí. Luego podría haberlo leído
en su clase de Pociones para sus queridos alumnos... Usted dice que le
humil aron, ¡¡no debieron de haberle humil ado mucho cuando enseguida
ha olvidado lo que se siente!! ¡¡Usted y mi padre se odiaban, pero nunca
ha tenido que soportar que los periódicos digan que está loco, ni que el
Ministerio de Magia en pleno vaya tras usted, ¿verdad? No lo sabe... no lo
entiende...
Supongo que usted disfrutaba enormemente leyendo los artículos de El
Profeta, ¿verdad? —continuó Harry
¡¡Nunca he querido ser famoso por esta estúpida cicatriz!! ¡¡Se la regalo!!
¡¡Preferiría un mil ón de veces tener aquí a mis padres!!
—¡Yo no quiero esa cicatriz! —estal ó Snape—. ¡Ni en sueños querría ser
tú!
225
—Vete.
—¡He dicho que te largues de aquí! ¡¡Y nunca hables con nadie acerca de
esta conversación!!
—¿Y el castigo?
Igualmente lo detestaba. Que no les castigase sólo quería decir que por una
vez, Snape se había sentido culpable por todo lo que Harry le había dicho.
Por el camino se cruzó con varios alumnos de Slytherin que le miraron con
interés. Debían haber oído los gritos en las mazmorras. A Harry le daba
igual. Estaba demasiado cansado, demasiado harto, demasiado enfadado...
Y también extrañado. Aquel a mención a su madre, aquel a impresión de
que Snape se sentía arrepentido, o culpable... ¿Qué significaba? No lo
sabía, pero, inexplicablemente, supo que su profesor le ocultaba algo
respecto a aquel o... y que tenía que ver con que no les hubiera puesto
ningún castigo. Llegó frente al retrato de la Señora Gorda, dijo la
contraseña, («calamar gigante») y pasó a la sala común.
—¿No tenemos castigo? —preguntó Ron, sin creérselo—. ¿Por qué no?
—No lo sé...
Harry se sentó en una butaca, y les contó todo lo que había sucedido en la
mazmorra.
—Le dije que me dijese el castigo y me dejara irme, que estaba harto. Y
simplemente me ordenó que me fuera.
Harry asintió.
—Supongo que se habrá sentido un poco culpable por todo lo que le dije...
No sé. Tampoco me importa mucho —agregó. Pero era verdad solamente a
medias. Después de la mención a su madre, la ira de Snape se había
diluido, y había vuelto a su habitual tono frío. ¿Qué significaba?
—Fue idea tuya dejarlo para ahora —le recordó Hermione con una sonrisa.
226
Pareces ido...
—...Y ahora no dejo de pensar en por qué tuvo ese cambio de actitud
cuando mencioné a mi madre —dijo—.
Antes parecía que estaba deseando matarme, y luego nos deja ir sin castigo
y sin quitarme puntos...
Crabbe y Goyle, por su parte, cerraron los puños con ademán amenazante.
Hermione les susurró a Harry y a Ron que no hicieran ninguna locura, pero
el os no contestaron.
—Apartaos —dijo Harry con voz severa.
—No tenemos ningún castigo —le espetó Harry, sonriéndole con frialdad.
227
Malfoy abrió la boca para decir algo, pero en esos momentos entró Snape
y se cal ó. Snape se dirigió a la pizarra y empezó a hablarles de la poción a
preparar ese día. No miró a Harry en toda la hora, ni le dirigió la palabra,
ni una sola vez.
Entonces, Crabbe, que estaba cerca, le lanzó una bludger con todas sus
fuerzas, que Ron no vio. Harry gritó, pero su amigo no le oyó. La bludger
lo golpeó con fuerza en la cara, y se cayó de la escoba. Malfoy sonrió con
malicia, pero Harry, acercándose veloz, sacó la varita y detuvo la caída de
Ron, de la misma forma que Dumbledore lo había hecho con él mismo tres
años antes. Aún así, el golpe fue considerable, porque había caído desde
unos quince metros de altura, por lo menos. Quedó tendido en la nieve,
con un brazo en una posición extraña. Oyó a Ginny gritar y descender
rápidamente hacia su hermano, mientras el resto del equipo se acercaba
también, mirando a Malfoy y a Crabbe con rabia.
—Se ha desmayado —dijo Ginny, asustada—. Pero creo que está bien,
excepto por el brazo, creo que se lo ha roto.
El resto del equipo descendió y se acercó a Ron, excepto Malfoy y Crabbe,
que permanecieron apartados y risueños. Harry los miró con furia.
En cuanto entraron en el vestíbulo, los vieron a los tres, que hablaban con
Snape, al parecer, «explicándole»
lo sucedido.
—Potter —gruñó Snape—. ¿Por qué has atacado a Malfoy esta vez?
—... y diez puntos menos para Slytherin, Malfoy —terminó Snape, sin
escuchar nada más—. Ahora id a la enfermería, y no quiero escuchar una
sola palabra más.
228
Malfoy se quedó sin habla, y parecía más atontado por lo que acababa de
oír que por el golpe que se había l evado. Todos, en realidad, se habían
quedado mudos del asombro. ¿Snape quitando puntos a Slytherin?
229
23
La Final
—Pues es cierto —le dijo Ginny, que estaba sentada a su lado en una sil a.
—Es que no me gusta estar aquí —dijo él—. Entre nosotros tres nos
pasamos media vida en este lugar.
—¿Por qué fuiste hacia Malfoy, Ron? —le preguntó Harry—. ¿Qué te dijo,
que ni siquiera viste la bludger?
—Me dijo que le iba a mandar una carta a su padre —explicó Ron.
—Una carta para pedirle que la próxima vez... que la próxima vez no
dejara escapar a tus padres —terminó Ron, con amargura, apretando tanto
los puños que soltó un grito de dolor. Hermione se puso seria y miró a su
amigo.
—No le hagas caso —le dijo el a—. Sólo pretende provocarte. Mis padres
ahora están a salvo...
Harry volvió la vista hacia Malfoy, que estaba en la camil a más alejada,
acompañado por Crabbe, Goyle y Pansy Parkinson, y los observó unos
instantes, antes de volverse de nuevo hacia Ron.
Una hora después, Harry, Ginny y Hermione se despidieron de Ron,
dejándolo solo con Malfoy y bajaron a cenar al Gran Comedor. Al í, la
mayoría de los alumnos ya se había enterado de lo sucedido, y todo el
mundo comentaba, extrañado, el comportamiento de Snape. Nadie, nunca,
recordaba haber visto a Snape quitando puntos a Slytherin.
Tras la cena, subieron a la sala común. Hermione dijo que iba a ir a ver a
Ron antes de irse a la cama, y se dirigía de nuevo al agujero del retrato,
cuando Harry la sujetó.
—¡No!
—¿Ya has olvidado que nadie debe andar solo por los pasil os? ¡Y menos
de noche! Recuerda que hay alguien peligroso en Hogwarts...
Todos asintieron, y se acercaron para hablar sin que Malfoy los oyera. Sin
embargo, no parecía interesarle mucho lo que dijesen, porque se puso a
mirar al techo. Ron parecía feliz de que todos hubiesen ido a verlo, y
charlaba animadamente. En un momento, Harry, siguiendo un impulso,
levantó la vista hacia Malfoy, y observó que el chico los miraba. Incluso
pareció captar en su mirada un deje de envidia. «No puede ser», pensó
Harry. Malfoy apartó la mirada al ver que Harry le observaba, y volvió a
mirar al techo. Harry se dio 230
cuenta de que nadie había ido a verlo a él desde que le habían dejado en la
enfermería. ¿Había visto una mirada de envidia en él por eso? Durante un
instante, sintió lástima de Malfoy, que se encontraba totalmente solo.
Ahora, además, una parte de los Slytherins estaban peleados con él, como
Warrington o Bletchley... Le parecía increíble, ciertamente, pero le dio
pena verlo al í solo, viendo como a una de las personas que más detestaba
y despreciaba era más apreciado que él. Aquel a sensación le hizo sentirse
raro, y decidió que no le gustaba. Luego recordó lo que le había dicho a
Ron, y también lo que le había soltado a Hermione, y aquel sentimiento se
esfumó. «Se lo merece. Se merece estar ahí y solo. Lo eligió así. Le di la
oportunidad y lo eligió así. Además, casi matan a Ron entre él y Crabbe»,
pensó, y volvió a meterse en la conversación con los demás.
—¿Un suplente? —dijo Ron levantando la voz—. ¿Me estás diciendo que
no juegue la final?
—No —mintió Harry. Sólo él, Ron, Hermione y Ginny sabían lo que había
sucedido en la discusión que había tenido con Snape.
—No tengo sueño aún —respondió él, mientras hacía elevarse unos
cojines y dar vueltas en el aire alrededor de otro que yacía suspendido a un
metro del suelo.
—Vale... pues hasta mañana, Harry —se despidió el a, subiendo por las
escaleras de los dormitorios.
—Puedes hablar conmigo hoy igual que lo hiciste la noche del baile —dijo
Ginny, sin inmutarse por el tono de Harry.
—Digo que parecía muy solo... e incluso diría que tenía envidia de que
Ron tuviera visitas y él no.
231
Harry no dijo nada, perplejo por lo que oía, perplejo al darse cuenta de que
él había pensado exactamente lo mismo.
—Ya lo sé, Harry —dijo el a—. Pero es esperanzador que, con todo lo que
nos ha hecho, seamos capaces de sentir aunque sólo sea un poco de lástima
por él ¿no crees?
—Adiós —murmuró, mientras Ginny subía por las escaleras, con lo que él
se quedó, solo y pensativo de nuevo, en la sala común.
Cinco minutos después subía por las escaleras hacia su dormitorio, con la
cabeza dándole vueltas, a veces en torno al asunto de Snape, y otras en
torno a lo que Ginny le había dicho. Harry pensó que no conocía bien a la
hermana de su mejor amigo, y que lo que había dicho esa noche parecía
alguna de las cosas típicas y extrañas que a veces decía Hermione, como lo
de «fomentar la unión entre las casas» y cosas así. «Será por hablar tanto
entre el as», decidió, mientras se metía en la cama.
—¿Por qué estáis tan nerviosos? —les preguntó Harry el lunes a la hora de
comer—. Sois mejores que Beauxbatons —agregó, bajando la voz.
—Sí, ya... pero nunca se sabe, y han estado entrenando mucho. Si
quedamos de cuartos, con la tradición en quidditch de nuestro colegio, me
moriré de vergüenza cuando volvamos a casa —respondió Anton.
—Sí, bueno...
—Yo, sin embargo, estaré del lado de Beauxbatons —terció Ron—. No por
nada, pero dado que Parvati y Lavender os apoyarán a vosotros, yo ayudaré
a Nevil e. Seremos dos contra dos. Además, yo también conozco a Gabriel
e y me cae muy bien, sin contar que es casi como de mi familia...
232
Finalmente, l egó el viernes, día del partido por el tercer y cuarto puesto.
En las mesas, a la hora de la comida, todo el mundo hablaba sin parar,
hacían apuestas y comentaban sus opiniones. Los de Castelfidalio parecían
tranquilos, aunque un poco serios, al igual que los de Beauxbatons. Como
en los otros partidos, también aquel día Larry Binddle estaba al í.
La señora Hooch, tras su eterna advertencia sobre el juego limpio, soltó las
bludgers y la snitch, lanzó la quaffle e hizo sonar su silbato.
Parvati y Lavender agitaron las banderas con fuerza, mientras Ron y Nevil
e suspiraban, decepcionados.
Ahora eran Ron y Nevil e los que saltaban y agitaban las banderas con
fuerza.
—Sí, y rápida. Ambos son rápidos, en realidad —dijo Harry—. Pero los de
Castelfidalio lo son más, y tienen más estrategia...
—Ya —asintió Dul ymer, viendo como los italianos marcaban un nuevo
tanto, colocándose veinte a diez.
—Si Gabriel e no atrapa la snitch pronto, las cosas se van a poner fatal —
declaró Ron, mirando a Nevil e—.
Animémosla con fuerza.
233
Como si quisieran darle la razón, Viessi marcó dos tantos casi seguidos, y
Anton logró evitar un tanto de Dutrois mediante una parada espectacular.
Los aficionados de Beauxbatons imploraban con todas sus fuerzas que
Gabriel e atrapara la snitch pronto, o perderían.
¡PAM!
Harry, que sabía perfectamente lo que un golpe como aquél podía hacer,
asintió.
—Lo habéis hecho muy bien, no te preocupes —le dijo Ron—. Estas cosas
pasan...
234
—Más tarde...
Un rato después Ron bajó por las escaleras y se sentó junto a Harry.
—¿Vamos a desayunar?
—¿El PEDDO? ¿Aún con eso? Creí que lo habías dejado después de la
visita a las cocinas... —dijo Ron, sorprendido.
—Bueno. Llegó nuestro turno —le dijo Harry a Ron cuando la comida
finalizó.
No estaban los Weasley, pero sí Fred y George, Lupin, Bil , Fleur, Moody,
Tonks, Emmeline Vance y Mundungus, a los que saludaron antes de
dirigirse a los vestuarios.
—Mucha suerte a los dos —les deseó Hermione, dándoles a cada uno un
beso en la mejil a.
—Bien —les dijo Harry a los del equipo, mientras esperaban ser l amados
—. Hemos entrenado bien, somos un gran equipo, y vamos a ganar, ¿de
acuerdo?
—¡Sí! —gritaron todos al unísono, dándose la mano, excepto Crabbe y
Malfoy, que se quedaron como estaban.
235
Harry miró a Ron desde la distancia y le hizo una seña con el pulgar, que
Ron le devolvió, muy sonriente.
En las gradas, los alumnos chil aban sin parar. Harry intentó no
emocionarse aún más cuando Ron logró detener un nuevo tiro de Dutron,
pero le costó. Debía pensar que veinte a cero no era nada, y más cuando
Klingum era un excelente buscador. Siguió dando vueltas, atento a la más
mínima señal de la snitch, mientras evitaba perder de vista a Klingum, que
volaba por el estadio haciendo lo mismo que él. Quería terminar pronto.
Hacía bastante frío, y se le entumecían las manos, agarradas al mango de
la escoba. Y
Mientras se movía para esquivar una bludger que se dirigía hacia él, la vio.
Se encontraba a unos cuatro metros por encima de la tribuna principal. Él
se encontraba cerca de la meta de Vliesky, bastante lejos, y Klingum
volaba por el centro del campo, aunque bastante bajo. Espoleó a su Saeta
de Fuego y se lanzó hacia la snitch. Llevaba recorrida la mitad de la
distancia cuando Klingum se lanzó también hacia al í. Harry estaba algo
más cerca, y su escoba era más rápida, sin embargo, cuando l egó a la
tribuna, la snitch se movió, y Harry, que tuvo que esquivar una bludger, no
pudo ver hacia dónde se había ido. Miró hacia Klingum, pero él tampoco
parecía haber visto dónde se había metido. Volvió a dar vueltas, un poco
decepcionado. Si la snitch hubiera esperado sólo unos segundos más, la
habría atrapado.
—¡Bien! ¿Y tú?
—¡Genial!
236
Warrington pasó como una bala por su lado, en dirección al suelo. Iba a
estrel arse. Cuando estaba a tan solo tres metros del suelo, pareció
recapacitar e intentó frenar y elevar la escoba.
«Que esté vivo —pedía Harry—. Que esté vivo, por favor...»
Harry le dirigió una mirada a Ron, que su amigo captó. Al í pasaba algo
extraño. Harry no estaba demasiado seguro de si el partido debía
continuar, pero estaban a un paso de la victoria... Miró hacia las gradas y
vio a Lupin, que se acercaba a Dumbledore, lo que confirmó las sospechas
de Harry. Ron también se había dado cuenta.
—No sé... intenté levitar, pero no sabía que lo hacía tan bien...
—Lo sé...
—Me has salvado la vida, Harry... —decía Ginny, que parecía a punto de
echarse a l orar—. Creí que iba a morir cuando vi la luz verde...
—No te preocupes por eso —le dijo Harry con cansancio—. No importa.
238
—No tenéis más que algunas magul aduras, afortunadamente —les dijo—.
Tomaos esto y podréis iros dentro de un rato.
—Harry, ¿qué significa esto? —preguntó Hermione, que parecía aún muy
nerviosa.
—¿Por qué atacó a Ginny? —preguntó Ron—. Fue directo hacia el a...
¿Por qué lo hizo? ¡Ni siquiera tenía que estar jugando!.
—¿Por qué? ¡Por lo mismo de siempre! Por la misma razón que atacaron
los dementores, o que murió Penélope Clearwater, o que atacaron a los
padres de Hermione... ¡Por mí!
—Pero... aun así... ¿Por qué algo tan complicado para atacar a Ginny? —
preguntó Ron—. Yo estaba en el campo, era más fácil haberlo hecho
contra mí...
Harry, tú fuiste con Ginny al baile de navidad... seguramente fue por eso
—opinó Hermione.
—Claro... —asintió Ron—. De nuevo, esto nos trae a quien está haciendo
esto en Hogwarts... Esta vez se ha arriesgado mucho ¿no creéis? Hacer
todo esto delante de Dumbledore...
La cena de esa noche no pudo haber sido más distinta de lo que Harry
había pensado aquel a mañana.
—¡Harry! ¡Eh, Harry! —gritó una voz tras el os, cuando se acercaban a la
escalinata de mármol. Se volvieron para mirar. Era Cho, seguida por
Michael Corner, Anthony Goldstein, Terry Boot y Luna.
239
—Vale, pues hasta mañana entonces —Se despidió Cho, al igual que sus
compañeros, que volvieron al Gran Comedor.
—Harry, me has salvado la vida dos veces... primero me apartas del rayo y
luego frenas la caída...
—Bueno, la caída no la frené yo solo. Si no es por Ron no lo habría
conseguido... Menos mal que tenías tu varita —dijo, mirando a su amigo.
—Te dije que serían útiles en el quidditch —le recordó Ron con tono
mordaz. Hermione no respondió.
—Me voy a la cama —dijo Ginny, levantándose—. Gracias otra vez... —le
dio un beso en la mejil a a Harry y otro a Ron, y subió por las escaleras de
los dormitorios.
—Oye, es mejor que subamos a la cama, antes de que l eguen todos los
demás.
¿Cuántos más intentos como el de esa tarde habría? Hasta ahora había
fracasado todos, excepto el de Penélope Clearwater (y aún así, Percy, que
parecía haber sido el principal objetivo, se había salvado), pero
¿cuántos ataques más podrían resistir antes de que alguien querido para él
perdiera la vida? No lo sabía...
pero lo que sí sabía eran dos cosas: Voldemort no se detendría ante nada, y
él, Harry, no pararía hasta que el asesino de sus padres estuviese muerto.
240
24
El Peligro Acecha
Lo primero que hizo Harry al levantarse, al día siguiente, fue modificar los
números de su falso galeón para reunir al ED aquel a tarde a las cinco.
Luego, en cuanto Ron y Hermione estuvieron con él, bajaron a desayunar
—Sí.
—Guau... te vas a gastar una fortuna —dijo Ron, mirándole con una ligera
envidia.
—Bueno, Sirius me dejó su dinero, ¿no? Y en su cámara, según me contó
Lupin, hay mucho más dinero que en la mía, en la que ya hay bastante, así
que no creo que tenga mucho problema...
Ron bajó la mirada, pensativo, untando una y otra vez su tostada. Harry y
Hermione se fijaron en él y se miraron. La situación económica de los
Weasley, con el ascenso obtenido por el señor Weasley y la ayuda de Fred
y George, era mucho mejor, pero no podía compararse a la de Harry, que
poseía ahora dos cámaras l enas de miles de galeones cada una.
—Mira —replicó Harry—, Sirius me dejó todo ese dinero, no sé qué hacer
con él, ¿vale? Me gustaría compartirlo con alguien, no lo quiero sólo para
mí... vosotros me ayudasteis a rescatarlo aquel a noche. Tú me salvaste
hoy la vida. Eres amigo mío, eres como un hermano, así que no discutas.
—Pero Harry...
—Está bien —aceptó Ron—. Pero no tendrás que regalarme nada por mi
cumpleaños.
—Nada —respondió el a.
—Eres muy rara, ¿lo sabías? —le dijo Ron, observándola con interés.
—No me aclaro con todos estos asteroides y cometas —decía Ron—. ¿Por
qué todos tienen que tener nombre?
241
—¿Me acompañáis?
—¿Adónde? —preguntó Ron—. Aún falta una hora para las cinco...
—Claro —respondió el a.
—Un poco mejor que ayer —respondió Dul ymer, sin abandonar la
expresión de preocupación. Luego miró a Sarah, y después a Harry, Ron y
Hermione, y volvió a hablar—: Bueno, creo que no os conocéis
oficialmente. Eh... el a es Sarah Brighton; Sarah, éstos son Harry Potter,
Ron Weasley y Hermione Granger...
—La señora Pomfrey dijo que se está mejorando. Que es posible que en un
par de días recupere la conciencia —comentó la chica.
—Sí, ya lo sé, pero lo grave es que haya sucedido algo así ¿no creéis?
—Bueno, no creo que Warrington esté así por l evarse bien con nosotros
—dijo Harry. Henry y Sarah le miraron, interrogantes—. Creemos que le
pasó esto porque querían que jugase Ginny, para luego poder atacarla.
—¿Y por qué alguien iba a querer hacer algo así? —quiso saber Sarah.
—Tenemos aún mucho tiempo por delante —dijo Ron, mirando su reloj.
—Eso sería estupendo —manifestó Ernie—. Por fin sabremos quien está
detrás de todo esto...
—Bueno, aquí somos de tres casas, ¿no? Podemos indagar entre nuestros
compañeros, a ver qué averiguamos.
—Sí, eso es una buena idea —dijo Ron—. Aunque claro, aquí no hay nadie
de Slytherin, y lo más probable es que el que lo haga sea de Slytherin.
—Eso está muy bien, pero ¿estamos seguros de que esto lo hace un
alumno? —preguntó Terry Boot.
242
—Yo creo que Snape sería capaz de hacer algo así —comentó Justin Finch
—Fletchley.
—Bueno, dado que todo conduce a que sea un alumno el que hace esto, y
que probablemente sea de Slytherin, está claro que necesitamos contactos
en Slytherin —dijo Hermione. Los demás la miraron como si estuviera
loca.
—Tiene razón —la apoyó Harry—. En Slytherin ya no son las cosas como
eran. Seguro que la mayoría conocéis a Henry Dul ymer, que es muy
simpático, y últimamente, Warrington y Bletchley están mucho más
amables. Ha habido un cambio de actitud muy grande en alguna gente de
Slytherin. Además, ahora también están asustados por lo que le ha pasado
a Warrington, y seguro que querrán colaborar.
—¿Cuáles?
Una vez explicados como eran los maleficios, se pusieron por parejas para
practicarlos, lo que estuvieron haciendo durante una hora, antes de
separarse y volver cada uno a sus salas comunes.
243
—¿Barrer los pasil os con una Saeta de Fuego? —exclamó Seamus, que se
había acercado y observaba maravil ado las tres escobas—. Pero, ¿qué
dices?
Harry se rió.
—Vaya, ¿de dónde vendrán estos tres? —dijo Malfoy, más arrogante de lo
que había estado últimamente—.
Malfoy cal ó y abrió mucho los ojos, viendo las escobas que traían.
Harry se dio la vuelta y subió las escaleras, riéndose con Ron y Ginny, sin
esperar a que Malfoy hiciera o dijese algo.
—Ginny, los elfos no quieren ser libres —afirmó Ron, sentándose en una
butaca.
—No es cuestión de que los elfos quieran ser libres o no, Ron, creí que
habías madurado lo suficiente para entenderlo —le espetó Ginny, subiendo
a su cuarto.
244
Ron la miró con cara de incredulidad, pero, viendo que si seguían así iban
a discutir, cambió de tema.
—¿Por qué está tan seria? —le preguntó Ron a Harry en un susurro.
—No, gracias, iré con los de Ravenclaw —Respondió Hermione, con una
sonrisa que le parecía algo forzada. Y era la segunda en dos días.
—Nada...
—Un poco sí —respondió Ron—. Tengo que hablar con el a... últimamente
le hemos hecho poco caso, con todo lo de la final de quidditch, los
entrenamientos y eso...
—Ya no nos falta tanto —dijo Harry—. Creo que podemos hacerlo bien...
¿Qué haríamos si Hermione no hubiera l egado a ser amiga nuestra?
—Pues que aún estaríamos en primero —respondió Ron, riéndose.
—¡Ron! ¡Harry!
245
—¿Qué ha dicho?
—Potter...
—Está... está...
—¡No, aún no! —gritó la señora Pomfrey—. ¡Salid todos de aquí! ¡Que
alguien avise al director! ¡Le han envenenado! Aún no está muerto, pero
puede ser cuestión de minutos.
—¿Qué? ¡Vamos!
—No lo sé —respondió el a.
—¿Por?
—Bueno, vosotros es mejor que os vayáis... y que tengáis los ojos abiertos.
Este castil o no es nada seguro.
246
—Si le envenenaron cuando estábamos al í, eso quiere decir que fue uno
de aquel os chicos de Slytherin
—No lo sé, pero no creo que fuese ninguno de los que estábamos al í.
Warrington le hubiese reconocido.
—Sea quien sea, debe ser un alumno de último curso, o como mínimo de
sexto —opinó Hermione—. Si fue capaz de lanzar una maldición
imperius...
—Sí. Le han administrado a través de la piel unas gotas del peor veneno
que se conoce. No hay antídoto contra él. En San Mungo lo tratarán, pero
dependerá de su propia resistencia el que viva o muera. En caso de que
finalmente viva, no tenemos ni idea de cuánto tardará en despertar.
—No lo sé.
—Es necesario que lo hagamos mejor y más seguido —les recordó—. Esto
se está volviendo muy peligroso.
No sabemos cómo ese individuo envenenó a Warrington, pero lo último
que nos dijo antes de volver a quedarse inconsciente, es que tuviésemos
cuidado. Muchísimo cuidado.
Tras terminar la reunión, a las seis y media, Hermione pidió a Ginny que
la acompañara.
247
—¿No vienes a la sala común? —le preguntó Ron—. ¿Vais a ir por ahí
solas?
—Seguro que es algo del PEDDO —contestó Ron—. ¿Cómo puede pensar
en eso con todo lo que está ocurriendo?
Corrieron hacia aquel pasil o, con las varitas preparadas, pero, cuando lo
doblaron...
—No podemos hacer nada, Harry —dijo Ron, más calmado, aunque
también decepcionado por la fuga del acechador—. Deberíamos volver
junto a Cho y Michael.
—No le ha pasado nada... sólo un golpe fuerte. Dios mío, vaya día l
evamos... —comentó la enfermera, moviendo la cabeza a un lado y a otro.
248
—Yo sí oí su voz, pero no parecía una voz humana... sonaba tétrica —dijo
Cho, estremeciéndose al recordarlo.
—Sucede que...
Y contaron todo lo que había pasado con Cho, Michael y el encapuchado
desde que habían salido de la Sala de los Menesteres.
Pero Ron no le escuchó y se puso a dar vueltas, con cara de furia, hasta que
el agujero del retrato se abrió y la profesora McGonagal entró en la sala.
—He venido a buscarlos para que bajen a cenar —les informó la profesora
—. Y a partir de ahora será siempre así.
decía Hermione.
249
—¡Oh, no! ¡Han suspendido el quidditch, ahora que tenemos las mejores
escobas del colegio! —se quejó Ron—. Y encima mira a ese imbécil cómo
sonríe... —agregó, con rabia, observando a Malfoy.
Salieron del Gran Comedor, cruzándose con los de Slytherin. Dul ymer,
que les saludó al pasar, parecía abatido. Malfoy, sin embargo, estaba
radiante.
Ron lo miró con odio, pero ya se encontraban demasiado lejos para decir o
hacer algo. La profesora McGonagal los dejó frente al retrato de la Dama
Gorda y se fue.
—No creo que vaya a terminar sin más —dijo Hermione, sombría. Suspiró
y cambió de tema—. Bueno, voy a hacer unos cuantos gorros de elfo...
¿Alguien quiere ayudarme? —preguntó, intentando distraer y animar el
ambiente.
Fue lo peor que pudo haber dicho. El autocontrol que Ron había logrado
mantener durante la cena se esfumó en un instante.
—¡Sí, eso es lo que tienes que hacer! —gritó por último Ron, mirando
hacia las escaleras.
—No... —confesó Harry—. Pero creo que te has pasado mucho con
Hermione. ¿Por qué te has puesto así?
Ron no dijo nada, y pareció dudar.
suponía, tal y como los conocía a ambos, que tenían por delante un largo
enfado al estilo de los viejos tiempos.
251
25
La Confesión de Ron
No había tenido una buena noche. Se la había pasado casi toda pensando
en el encapuchado, en cómo hacía lo que hacía, cuando se suponía que era
imposible. Había dado vueltas al asunto de por qué habían atacado a Cho
esta vez, y l egado a la conclusión de que seguramente se debía a que había
«salido» con el a el año anterior, y a que ahora eran amigos. Esto añadía
un nuevo fardo a lo que Harry cargaba ya sobre su conciencia, y
aumentaba aún más las preocupaciones que tenía respecto a las
pretensiones de Voldemort y los mortífagos. Ahora, a todo esto se le unía
aguantar el enfado de sus mejores amigos, y, como resultado, cuando l egó
la hora de comer Harry estaba también de mal humor.
—¿Os pasa algo? —le preguntó Hagrid por lo bajo, mientras Harry
intentaba hacer dormir a un Wil idor, una especie de ratón blanco, cuyos
pelos del bigote eran útiles para pociones de relajación y sueño, y también
contra el dolor. Lo malo era que no había forma de arrancárselos a no ser
que el animal estuviera dormido.
—Eso espero —dijo Harry, observando con sorpresa que su Wil idor se
había quedado dormido.
—No sé, creo que algo sí... ¿Por qué? —preguntó Harry.
—Es que quería reunir algo de ropa para los elfos —explicó el a—. Mira,
ya he...
252
Cuando terminó la clase, salió raudo hacia la torre de Gryffindor, casi sin
esperar a sus compañeros, algo que sabía que no debía hacer, pero no
quería hablar con ninguno de los dos.
—Sí. Y no es que no esté acostumbrado, pero ahora hacía tanto tiempo que
no estaban así... no sé, creí que... bueno, después de todo lo que ha pasado
suponía que estarían mejor que nunca ¿no? ¿Por qué hacen todo esto?
—No estoy muy segura de entender a Ron, aunque creo que sí —dijo
Ginny—. Pero sé perfectamente lo que le pasa a Hermione.
—¿Ah, sí? ¿Y qué le pasa? —quiso saber Harry—. Ya sé que está enfadada
por lo de la PEDDO, pero no sé, ya l eva algunos días rara... ¡Maldita sea!
¡Tengo que encontrarle un regalo...!
—No es por la Saeta de Fuego que Hermione está así, Harry... ¿de veras no
lo sabes? —Le preguntó Ginny, extrañada—. Creí que habías aprendido lo
suficiente como para entenderlo...
—La verdad, me encantaría, pero tengo que hacer dos redacciones para
mañana y ni siquiera he empezado.
—Vale, no te preocupes.
Ginny se fue a una mesa, donde tenía todos sus apuntes y cosas, y Harry se
quedó solo frente al fuego, hasta que l egó Hermione. La profesora
McGonagal la había acompañado hasta la torre, porque era la única de
Gryffindor que tenía aquel a asignatura. Entonces, Harry se acordó de algo
y se acercó al agujero del retrato.
—Me temo, señor Potter, que esas reuniones deben ser suspendidas por el
momento.
—Sí, lo oí, y ya le dije que se había pasado, pero tu actitud creo que
también es exagerada, y de todas formas tenía un poco de razón, no
deberíais andar por el castil o las dos solas después de lo que le pasó a
Warrington.
253
—Eso díselo a Ron cuando lo veas —contestó Hermione, subiendo por las
escaleras de los dormitorios de las chicas.
—Estará tejiendo gorros de elfos o algo así —respondió Ron, que había
puesto mala cara al oír la pregunta de Nevil e.
—¿Qué quieres decir con eso? —le preguntó Ron, mirándola muy
enfadado.
—¡Digo que cómo puedes ser más tonto que un trol con deficiencia
mental!
—¡Por el rol o ese del PEDDO! ¿Por qué va a ser? ¡Pero no es para tanto!
¡No es la primera vez que me meto con el a por eso, ya lo hemos hecho
antes, y nunca se había puesto así!
—Ron —dijo Ginny con voz muy suave—. Si en serio crees que es igual
todo antes que ahora, entonces no tengo nada que decirte.
—¿Quieres saber por qué Hermione estaba tan rara estos últimos días,
Harry? —le preguntó Ginny.
—Bien. Últimamente, con los asuntos del torneo, las clases y demás,
Hermione ha estado muy sola, sobre todo considerando el caso que le
hacías en Navidad, Ron.
—El lunes le pediste que jugara al ajedrez contigo, algo que hacía mucho
que no hacías, y el a aceptó encantada, ¿te acuerdas?
—Sí ¿y qué?
—¿Y qué? ¡Que cuando Harry bajó con las escobas, la dejaste tirada, sin
terminar la partida! El a lo comprendió, sí, pero se sintió dolida. Se sintió
como si volar un rato te importase más que el a.
254
—Sí y no.
—Sí... bueno... pero ¿por qué se puso así por lo del PEDDO?
—¡Ay, Ron! ¿Hay que explicártelo todo? —dijo Ginny, exasperada—. ¡Le
dijiste que todo el mundo estaba harto de sus tonterías!
—Vale, está bien, de acuerdo. Me pasé, pero sigo sin entender por qué es
tan importante lo del PEDDO.
—Ron... no importa que los elfos quieran ser libres o no. No importa que
el a consiga algo o no...
Ron bajó la cabeza, pensativo, y Harry hizo otro tanto. La verdad era que
nunca habían valorado nada lo que el PEDDO significaba para Hermione.
Nunca habían hecho lo más mínimo por ayudarla, a pesar de que el a
siempre les ayudaba en todo lo que podía con los deberes para que ambos
pudiesen entrenar para el equipo de quidditch.
—El día que le gritaste todo eso se pasó media noche l orando mirando la
diadema que le regalaste por Navidad —confesó Ginny—. Con eso te
harás una idea.
Ron apoyó los codos en las rodil as y se tapó la cara con las manos.
—Sí.
—Espero que hagas algo por arreglarlo, Ron —le dijo su hermana—.
Mira, sé que te gusta Hermione, y lo sé desde hace mucho, así que no te
molestes en negármelo. No te comportes como un idiota y habla con el a.
Ron no dijo nada durante un rato. Se levantó y paseó por la sala común,
pensativo.
—¿Cómo?
—Mañana lo sabrás.
—¿Qué?
255
—He sido muy imbécil, ¿verdad? —dijo Ron, mirando hacia Harry.
—Sí, claro.
Durante toda la mañana del día siguiente, Hermione siguió sin dirigirle la
palabra a Ron. Ni siquiera le miraba.
—Hola, Harry.
—¿Cómo estás?
Hermione se quedó cal ada un momento y miró a Ron, que hablaba con
Dean y Nevil e.
—Bueno, ya sabes, ¿no, Harry? —le decía Ron por lo bajo a la hora de la
comida—. En cuanto salgamos de Defensa Contra las Artes Oscuras, te l
evas a Hermione a la biblioteca y esperas una hora, hasta las seis
¿de acuerdo?
—Tranquilo.
—Tenemos que hacerlo por el a... o más bien tengo... He sido muy idiota
mucho tiempo —se lamentó—.
Tal y como habían acordado, al salir de Defensa Contra las Artes Oscuras,
Harry se acercó a Hermione.
256
Aparte de el os dos, sólo había otros tres chicos y una chica de Gryffindor
en la biblioteca, y Hermione, como prefecta, los l amó.
Hermione entró y Harry aprovechó para colocarse la bril ante insignia que
decía «PEDDO». Entró él también y observó la escena: Hermione miraba
con cara de perplejidad lo que sucedía en la sala común. Unos metros por
delante de el a estaba Ron, al lado de Dobby, con su insignia en la túnica,
debajo de la de prefecto. Por toda la sala, decenas de insignias más, que
Ron y él habían hecho la noche anterior, bril aban en las túnicas de los
alumnos, que parecían estar limpiando la sala común a conciencia. Al lado
de Dobby había una mesa l ena de ropa, y varios estudiantes, también con
insignias, la colocaban, ayudados por el elfo.
Ron miraba a Hermione con una sonrisa, mientras sostenía con una mano
un pequeño cuaderno que pertenecía a su amiga. El cuaderno estaba
abierto, y contenía una lista de nombres en las que los tres primeros eran:
Hermione Granger (Presidenta), Harry Potter (Secretario) y Ronald
Weasley (Tesorero), pero, a diferencia de la última vez que lo había visto,
ahora había muchos nombres más. Ginny, a su lado, sostenía una lata que
parecía l ena de monedas, y también sonreía.
—No quería decirte todas esas cosas el otro día —se disculpó Ron—. Fui
un estúpido. No es verdad que a nadie le importe. Si esto es importante
para ti, para nosotros también.
¿Cómo...?
—¿Y cómo vas a... vas a donar un galeón por cada firma? —balbuceó
Hermione, mirando a Harry.
—Esto es lo que deseas ¿no? Trabajar por la libertad de los elfos. Toda
asociación importante que se precie necesita fondos. Es el regalo que
mereces de la herencia de Sirius, ya que no te interesan las escobas
voladoras. Yo lo financiaré.
—¡Gracias! —exclamó, abrazándolos a los dos—. De verdad, me habéis
hecho muy feliz... Gracias también a todos vosotros —dijo Hermione,
separándose de sus amigos y mirando a todos los demás, que le sonreían.
Luego se dirigió al elfo.
257
—Bueno, digamos que tras la charla de Dobby, dije que, como prefecto,
aquí se iba a hacer limpieza por parte de los alumnos y... los fui
convenciendo —terminó, en tono misterioso.
hasta que la idea se quedara fijada en nuestra cabeza —contó Katie Bel
con una sonrisa.
—Bueno, sí... —reconoció Ron—. Ya ves. Pero merece la pena, sólo por
verte contenta otra vez. Y no tendrás que hacer más visitas sola a las
cocinas, porque nosotros te acompañaremos.
—Ron, no sé qué decir...
Hermione asintió.
—Bueno, Dobby ahora debe irse —dijo el elfo, cogiendo toda la ropa que
había reunido—. ¡Muchas gracias, señores y señoritas! —Hizo un
chasquido, y desapareció.
—No pasa nada —dijo el a—. De verdad me habéis hecho feliz hoy...
—Y aún no está todo, ¿verdad, Ron? —dijo Ginny, con una sonrisa.
—Bueno... es que...
—Será mejor que lo dejéis para después de cenar —dijo Harry, viendo
como se abría el cuadro para dejar paso a la profesora McGonagal , que
venía a buscarlos para la cena.
—No —dijo Ron con seguridad—. Hablaremos ahora, que no hay nadie.
—¿Qué crees que sucederá? —le preguntó Ginny a Harry un rato después,
mientras comenzaban a cenar.
258
Más o menos a las once, volvieron a quedarse los cuatro solos, y un rato
después también Hermione anunció que se iba a la cama.
—Esto... hasta mañana —dijo Ron, poniéndose de nuevo más rojo que su
pelo.
—Ya. ¿Y?
259
—Me dijo que se había enfadado mucho porque la había hecho sentir mal,
porque el a pensaba, teniendo en cuenta que a mí no me gustaba nadie y
que el a era mi mejor amiga, que yo se lo pediría, y que al decirle eso, se
había sentido ofendida. ¡Harry, el a creyó que yo pensaba que no era lo
suficientemente guapa como para que yo quisiera ir con el a, sin importar
que fuésemos amigos!
—¿Qué te respondió el a?
—Pero no te gritó.
—No. Me... me besó —dijo Ron, bajando la voz al mismo tiempo que sus
orejas enrojecían.
—¿Cómo?
Harry se rió.
—¿Qué pasa?
—Que seguro que fue mucho mejor que mi beso con Cho...
—Ya —dijo Harry. Ahora que oía esas explicaciones, muchas de las cosas
que había visto, pequeños detal es que casi había ignorado, se juntaban y
empezaban a encajar—. Y bueno, ¿ahora qué?
—Que qué vais a hacer, ahora, si vais a... bueno... estar juntos —las dos
últimas palabras resonaron en su cabeza de forma extraña.
Harry sonrió.
¿vale?
—Sí, bueno, eso sí... —afirmó Ron—. Pero yo me refería a que los tres
seguiremos siendo amigos, ¿sabes?
Como antes. Que el a sea mi... bueno, que estemos juntos nunca cambiará
eso.
—Ya lo sé. No hace falta que te expliques. —Ron no contestó nada, sólo
sonrió—. Me alegro de que por fin te hayas decidido a decírselo...
Ron se quedó un momento cal ado y miró a Harry con expresión grave.
Harry volvía a ver en los ojos de su amigo aquel cambio que había notado
en Grimmauld Place, pero más marcado, más maduro.
—Pero la salvaste.
260
261
26
Snape, en Peligro
—¿Se lo has contado, no? —le preguntó Ron más tarde, mientras se
dirigían a la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras.
Al l egar a clase, se sentaron los tres en su sitio habitual, hasta que l egó
Dumbledore, cuya mirada se dirigió rápidamente hacia las insignias que
toda la clase lucía en sus túnicas.
—Eh... claro que sí —dijo Hermione, sorprendida pero muy ilusionada con
la idea de que Dumbledore perteneciera al PEDDO.
—Vaya... no le gusta que insulte a su novia, ¿eh, Weasley? ¿Qué eres tú, la
mierda, o las moscas?
Hagrid miró hacia Malfoy con el ceño fruncido, y luego observó a los tres
amigos.
—Bueno, veo que ya sois otra vez amigos —comentó Hagrid, mirando
hacia Ron y Hermione—. ¿Ya habéis hecho las paces?
Los tres siguieron a Hagrid, mientras Harry hacía esfuerzos por contener
la risa... y los gritos de dolor por su pie.
¿O no vamos a hacerlo?
—Hecho —dijo Ron, sentándose muy satisfecho—. Y aquí están los dos
sickles...
—Sí, mejor vente, porque éstos irán cogidos de la mano y yo iré mirando a
las nubes.
Así pues, a las tres y media salieron del castil o. Hermione y Ron, como
Harry había dicho, iban cogidos de la mano.
—Parece que se acerca la primavera, ¿eh? —sijo Draco Malfoy con sorna,
que se dirigía al castil o, seguido de sus eternos guardaespaldas—.
Primero el pobretón y la sangre sucia, y ahora también la pobretona y el
cabeza rajada.
—Sí, mejor vámonos —dijo Malfoy con malicia—. Parece ser que ha l
egado el tiempo de celo en la familia Weasley, y no querríamos...
263
—Tranquilízate, Ron. No le hagas caso. Lo que le pasa es que tiene
envidia, porque ni esa estúpida de Parkinson se fija en él.
—¿Celebrar el qué?
—¿Es eso cierto? —preguntó Hagrid, mirando hacia los dos y sonriendo
abiertamente.
—No...
—No hay votación que... —comenzó a decir Hermione, pero una voz la
interrumpió.
—«Herrmione», ¿es «cierrto»? —preguntó de pronto una voz a espaldas
de el a.
264
declaró.
—Como corren las noticias por este castil o... —comentó Ron, mirando a
Krum. Luego se volvió hacia Hermione, observándola con mirada suspicaz
—. ¿Por qué dijo eso de «lo has conseguido»? —le preguntó.
—Sí —respondió él—. Tenemos que volver al colegio, no nos l ega sólo
con lo que estudiamos por nosotros mismos, aunque la directora nos dé
clases.
265
—¿Cómo te has atrevido a hacerlo, sucio traidor? —decía Harry, con una
voz fría y cruel—. ¿Cómo has podido pensar siquiera por un instante que
no te descubriría?
—¿No entiendes? Creo que esta misiva que recibí hace una semana de mi
otro agente, un agente en el que confío mucho más que en ti, está muy
clara, ¿no crees? —preguntó Harry, que era, como notó enseguida,
Voldemort—. Bueno, volvamos a donde estábamos... ¿Conoces el castigo,
Severus?
—Señor...
—Sí...
¿Te crees más listo que el Señor Tenebroso? Tal vez pensabas que
Dumbledore te protegería... ¿Dónde está ahora Dumbledore? Llámalo, a
ver si viene... —Voldemort se rió, y los mortífagos también lo hicieron.
—¡Harry! ¿Qué te pasa? ¿Por qué das esas voces? —preguntó Hermione,
que estaba completamente roja por el hecho de que su amigo los hubiese
visto a el a y a Ron en ese momento.
266
—¿Qué?
—Sí... bueno, como los del año pasado. ¡TENEMOS QUE DARNOS
PRISA!
—Pero Harry, ¿qué vamos a hacer nosotros? ¡No sabemos dónde está! —
dijo Hermione, intentando hacer razonar a Harry.
Lo que había visto había sucedido y sabía que era verdad. Lo sabía
totalmente. No sólo es que lo hubiese visto, también sentía que era cierto...
Se quedó quieto. ¿De dónde había salido aquel a idea? No lo sabía, pero sí
sabía otra cosa: también era cierta. Snape estaba en el bosque prohibido.
¿Cómo podrían...?
Casi en los límites del mapa, un punto con la inscripción «Severus Snape»
se movía lentamente, en el bosque. Otros tres puntos que indicaban la
posición de Avery, Jugson y Macnair se movían cerca, demasiado cerca.
Harry y Ron subieron al cuarto, cogieron sus capas, las varitas y las
escobas, y regresaron a la sala común.
—Sí tú vas, yo también. ¡Soy mejor bruja que tú! —chil ó Hermione,
enfadándose.
Ron le siguió y pronto estuvieron bajo los árboles. Harry bajó de la escoba,
seguido por Ron y Hermione, que también encendieron sus varitas.
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—¡Eh! —gritó alguien, y un rayo de luz los iluminó—. ¡Está aquí! ¡Está
con Potter!
—¿Potter? —preguntó otra voz algo más lejana que la primera—. ¡Que no
escapen!
Harry intentó arrastrar a Snape, que estaba débil y apenas caminaba. Ron y
Hermione lanzaron varios hechizos aturdidores hacia donde estaba el
mortífago, que recibió un impacto.
—¿Entonces?
—Sólo hay una solución —dijo Ron, cuya voz temblaba y denotaba pánico
—. Estamos cerca de la guarida de Aragog.
—Me gusta mucho menos la idea a mí que a ti —aseguró Ron—. Pero nos
prometió que no nos harían daño, y quizás nos ayude...
Llevar a Snape les retrasaba mucho, y los mortífagos debían estar cada vez
más cerca. No faltaba demasiado para l egar, cuando Harry tropezó y cayó.
—¡Confiad en mí!
—¿Qué hacéis aquí? —dijo una horrible voz, que sin embargo no era la de
Aragog.
—¿Ayuda?
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No tuvo tiempo de decir más. Las arañas cayeron sobre el os, y empezaron
a retroceder, intentando defenderse con hechizos. Hermione torció la
cabeza para no verlo.
¡Venga!
Volvieron a los árboles, esquivando a las arañas que iba en pos de los tres
mortífagos, dejándolos a el os en paz. Se dirigieron esta vez a los terrenos
del castil o, pasando a veinte metros de donde sus perseguidores se
defendían de las arañas. Antes de empezar la carrera, Harry vio con horror
como una gigantesca araña caía desde un árbol sobre Avery, clavándole sus
pinzas y desgarrándole la carne. Volvió la vista, espantado, y siguió a sus
amigos.
Harry no pudo evitar pensar que resultaba irónico que el hombre que había
trabajado matando criaturas peligrosas para el Ministerio de Magia fuese
probablemente a morir precisamente a causa de criaturas que seguramente
el Ministerio habría considerado merecedoras de su hacha.
—¿Y Avery?
Harry se levantó, hundido. No podía ser, aquel o era una pesadil a...
primero a sus padres, después a Sirius, y ahora a Hermione... ¿Cómo iban
a explicárselo a sus padres? ¿Qué iban a decirles?. Dejando que las 269
lágrimas cayesen por su cara con total libertad, levantó la varita y lanzó
chispas al aire. Quizás Dumbledore ya les estaría buscando, si Nevil e le
había avisado.
Harry negó con la cabeza, incapaz de hablar. Ron parecía no haberse dado
cuenta de que había alguien al í.
—No... ¡NO!
—¡NO! El a no... ¿Por qué el a, Harry? ¿Por qué no pudo darme a mí...?
—Vamos, amigo, tienes que levantarte —le dijo Harry, l orando también,
mientras Dumbledore, suavemente, cubría el cuerpo de Hermione con una
sábana. Agradeció no tener que ver a su amiga en ese estado.
En los tiempos que siguieron, Harry nunca pudo recordar bien cómo había
sido aquel penoso viaje de regreso al castil o a través del bosque, con Ron
apoyándose en su hombro, casi sin poder caminar, murmurando una y otra
vez el nombre de Hermione. Por su cabeza no dejaban de pasar una y otra
vez imágenes de su amiga desde el día que se habían conocido en el tren
de Hogwarts, hacía más de cinco años. No era capaz de mirar su cuerpo
inmóvil y tapado sobre la camil a que Dumbledore l evaba con su varita.
Hagrid, que l evaba a Snape sobre sus hombros, tampoco dijo nada en todo
el viaje, y las lágrimas se derramaban también por su rostro.
—Se recuperará.
—¿No estará...?
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271
27
Sin Hermione
—Un día... —murmuraba Ron—. Sólo un día, Harry... fue mía un día... y
me la quitaron... me la quitaron...
Harry no sabía qué hacer ni qué decir. Le parecía increíble que sólo un día
antes, Ron y Hermione se hubieran dado su primer beso, que después de la
cena hubiesen estado hablando de las clases del día siguiente, que
simplemente una hora y media antes, hubiera encontrado a Hermione
besándose con Ron en la sala común... y ahora...
Nadie de los presentes decía nada, abrumados por el dolor de los dos
amigos. Tonks l oraba; la profesora McGonagal se había sentado en una
camil a, abatida.
La señora Pomfrey, tras darle una poción a Snape que le había hecho
dormirse, se acercó a Hermione y la examinó durante un rato. Su cara
adquirió un leve matiz de extrañeza.
Harry cerró los ojos. Recordarlo era doloroso, muy doloroso... si tan sólo
hubiese sido un poco más rápido...
—¿Le dio?
—¿Cómo...?
—¿Le dio?
—Pero puede vivir ¿verdad? —dijo Ron, cuya mirada bril aba. Tenía una
nueva esperanza, y ningún «pero»
272
—Ron...
—Hola, Harry —lo saludó su amigo, con la voz débil—. Al fin has
despertado...
—No.
—¿Y Snape?
—Se fue hace una hora —dijo Ron—. Habló con la señora Pomfrey, nos
miró un rato y se fue.
—Perdone...
—¡Oh, señor Potter! Veo que ha despertado. Espero que haya descansado
algo.
—Debería intentar hacer dormir a su amigo —le dijo, mirando a Ron con
preocupación.
—Bueno, eso es muy difícil, pero una sanadora preparada, como yo, sabe
distinguir la muerte real de la aparente.
—¿Qué es?
—Es una vela especial, la Vela de la Vida. Su l ama arde con un complejo
encantamiento y con una gota de la sangre de tu amiga. Debe estar cerca
de el a. Mientras la vela no se apague, querrá decir que la señorita Granger
sigue con vida.
Harry le dio las gracias a la señora Pomfrey y volvió junto a Ron. Un rato
después, la enfermera les ofreció comida, pero ninguno de los dos probó
bocado.
Ron miró lentamente a su hermana, y, por primera vez desde que Harry
había bajado del dormitorio la noche anterior, sonrió.
Nevil e también se acercó a el os, dándoles apoyo. También las lágrimas
caían por sus mejil as.
273
—Por favor, ahora no... yo os contestaré lo que sepa, pero no les hagáis
preguntas todavía.
—No quiero, Harry —dijo Ron—. Por favor, tráeme algo, o quédate y se
lo decimos a Nevil e, pero no quiero bajar.
—Gracias... y Harry...
—¿Qué?
Harry se quedó sorprendido por aquel o. Además, era la primera vez que
aceptaba que quizás Hermione no volviera a despertar desde que
Dumbledore les había explicado lo que le sucedía.
—Viktor...
—¿Sí, «Harrry»?
274
—¿Que me «contarras» qué? —la voz de Krum había cogido un leve matiz
de preocupación.
—¿«Perro» qué...?
—¿Y Ron?
Harry no respondió.
Harry asintió.
—Sí.
—Yo tampoco, Ron. Yo tampoco. Pero tenemos que ser fuertes por el a,
como el a siempre lo ha sido por nosotros, incluso cuando no le
hablábamos ¿recuerdas? Tenemos que seguir adelante, para estar aquí
cuando vuelva.
275
Harry vio como Ginny sonreía para animar a su hermano, pero sus ojos
decían que no tenía tantas esperanzas como Ron en la recuperación de
Hermione.
Harry cogió aire, y les contó cómo se había quedado dormido muy
rápidamente, y cómo ese sueño había comenzado. Luego relató lo que
había visto.
—¿Fue eso exactamente lo que pasó, Severus? —preguntó Dumbledore
cuando Harry hubo acabado.
—¿El qué?
—¿Qué supiste?
—Sí.
—Si Nevil e no hubiera bajado, habría sido Hermione quien habría ido a
avisarle —intervino Ron—. Y ahora no... ahora... —Ron volvió a sol ozar.
—Una araña gigante amiga de Hagrid. Tiene una guarida en el bosque con
miles de arañas. Logramos l egar al í, y los mortífagos nos siguieron. No
sabían nada de lo que al í había.
—Hace poco, Hagrid le dijo a Aragog que no nos atacara si nos veían por
al í —explicó Harry—. Y anoche...
les prometimos comida si nos ayudaban. Les dije que... que podrían
comerse a los mortífagos.
—Sí...
Dumbledore miró a Ron por encima de sus gafas de media luna, con
expresión grave, sin decir nada.
276
Snape miró a Harry con severidad, pero Dumbledore pareció dirigirle una
débil sonrisa, antes de que su rostro recuperase la expresión grave.
—Nos odiarán, nos odiarán por dejarla ir... y tendrán razón al hacerlo.
—¿Cómo se lo han tomado, profesor? —preguntó Harry, temeroso de la
respuesta.
—¿Y?
—Son los únicos casos que se conocen, así que tampoco se sabe mucho...
—Dumbledore reunió fuerzas para proseguir—. Sólo dos de esas ocho
personas sobrevivieron. Uno despertó a los cinco días; el otro, a los nueve.
El resto murieron, o bien por el efecto final de la maldición... o por
demasiada espera.
—¿Demasiada espera?
277
Ron bajó la mirada, pero Harry no. Ahora, más que triste, se sentía
enfadado, ofendido... cuando volvió a hablar, su voz sonaba fría.
Tras permanecer al í una hora y media, Harry sintió que no aguantaba más.
Necesitaba tomar el fresco, o dar un paseo, o lo que fuera. Además, estaba
l egando la hora de la partida de los de Beauxbatons, Castelfidalio y
Durmstrang, y quería despedirse.
—Si los ves marcharse... a los demás, digo, despídelos de mi parte, ¿vale?
—fue lo único que dijo.
—Hola, Potter —saludó Malfoy, que también estaba fuera, con Crabbe y
Goyle—. ¿Qué tal estás?
—Nada, Potter... es que he oído que la sangre sucia anda un poco falta de
ánimo estos días —dijo, con la malicia bril ándole en los ojos. Luego,
antes de que Harry dijera nada, su rostro se puso serio y preguntó, en voz
baja—: ¿Cómo conseguisteis escapar esta vez, Potter?
Malfoy pegó un brinco. No parecía querer creerle, pero leyó en los ojos de
Harry que lo que le decía era verdad. Palideció y retrocedió, asustado.
—Y no quieras saber cómo murieron, Malfoy —continuó Harry,
disfrutando de la reacción de su enemigo—.
—La verdad, lo sentimos mucho... nos caía muy bien Hermione —dijo
Anton—. Esperamos que se recupere... ¿Y tu amigo Ron? —preguntó.
—Con el a, en la enfermería...
—Sí.
278
Harry asintió, hizo un saludo con la mano y se alejó, caminando por los
terrenos, viendo cómo los estudiantes salían del castil o para despedir a
sus invitados. Pasó frente al carruaje de Beauxbatons, donde Hagrid y
Madame Maxime colocaban a los cabal os.
—Igual...
—Lo sé... —dijo Harry, casi sin detenerse—. Bueno, Hagrid, voy a seguir
dando una vuelta...
—Jugáis muy bien —dijo—. «Esperro» que algún día podamos «acabarr»
el «parrtido».
Lo hizo, pero no comió gran cosa, al igual que Harry. Casi nadie había
visto a Ron desde lo sucedido el día anterior, y, durante toda la cena, los
miembros del ED no pararon de acercarse a saludarles y a preguntar cómo
estaban. Ron, generalmente, se limitaba a hacer gestos con la cabeza.
Cho fue de los últimos en acercarse, junto a Marietta y Michael. Los tres
se sentaron en la mesa de Gryffindor.
279
—Entiendo como te sientes —le dijo Cho a Ron—. Bueno, más o menos...
pero al menos tú tienes alguna esperanza...
—Ah. Bueno...
—Uno huyó. Los otros dos murieron —contó Harry con frialdad.
Cuando, más tarde, salían del comedor, fue Henry Dul ymer el que se les
acercó. Parecía triste y preocupado.
—No estoy seguro de que debáis hacerlo —les advirtió Ginny de nuevo,
muy seria—. Si os cogen...
La visita de los Granger no fue, a pesar de todo, tan terrible como Harry y
Ron podrían haber pensado. No les echaron la culpa de lo ocurrido. De
hecho, la madre de Hermione le agradeció a Harry haber apartado a su hija
de la maldición, dándole una esperanza de volver a la vida. El padre de
Hermione había sugerido la posibilidad de l evarla con el os a Grimmauld
Place, pero su esposa se había opuesto. Al í Harry y Ron podrían visitarla,
que seguramente sería lo que Hermione quería.
—Sí... —respondió Ron, más triste aún, sin mirar a la cara a los Granger.
bueno, hace ya mucho tiempo que sabemos que le gustas, por la forma en
que hablaba de ti...
280
Harry miró a su amigo, y suspiró. Tenía que ser fuerte por los dos, o Ron
se hundiría. Tendría que sacar fuerzas de donde no las tenía.
—Ron... ¿qué crees que nos hará Hermione si despierta y no tenemos unos
apuntes que prestarle? Nos matará.
Ron le miró con firmeza un rato, y luego sonrió.
Ginny era un gran apoyo para los dos, pero no era como Hermione, a pesar
de que Harry había l egado a apreciarla muchísimo. Sin embargo, les hacía
compañía casi siempre, aunque los tres estuvieran en silencio.
No era la primera vez que Ron y Harry estaban sin Hermione; en segundo
año, el a había estado petrificada en la enfermería durante semanas, pero
en aquel entonces sabían que se pondría bien, que se recuperaría.
El jueves, tras la hora doble que tenían con él, Snape les pidió a Harry y a
Ron que se quedaran un instante.
Cuando todo el mundo hubo salido, Harry habló, antes de que Snape lo
hiciera.
—Mire, si quiere insultarnos, humil arnos o algo así, le advierto que nos
da lo mismo, y, si lo que quiere es darnos las gracias, ahórreselas. Puede
seguir odiándome igual, no me importa. Si hubiésemos sabido lo que nos
iba a costar su rescate, nos habríamos limitado a decírselo a Dumbledore.
—No me interrumpas, Potter —dijo Snape—. Lo único que quería saber
es: ¿por qué fuiste?
—Tenéis mucha sangre fría. Los dos —dijo Snape—. Desde luego, no se
puede negar que no hayáis aprendido nada en estos años de meteros en
problemas. Conservadla... y cuidad a Granger. No quisiera perder a la
única alumna de Gryffindor que contesta preguntas en clase, aunque sea
una pesadez.
—No lo sé —dijo Harry—. Pero casi preferiría que fuese el de antes. Sería
más fácil odiarlo.
281
Ron, por su parte, apenas había podido soportar ver a su madre salir l
orando de la enfermería, y se había encerrado en la habitación, con los
ojos l orosos y la mirada perdida.
Así pues, Ron casi no daba abasto. El jueves estaba tan cansado que en
clase de Pociones parecía no saber lo que estaba haciendo. Snape estuvo
un rato fijándose en él, y finalmente se les acercó.
—¿Con Hermione?
282
Ginny le puso una mano sobre el hombro y le miró, con compasión, cariño
y tristeza, todo a la vez.
Pasó casi una semana más, y se cumplió un mes desde que Hermione había
sido atacada. Harry había l orado amargamente cada una de las noches de
esa semana, aceptando con infinita tristeza que Hermione ya no volvería
jamás. Un mes era demasiado tiempo. Aunque la vela no se apagara, era
demasiado tarde...
Harry...
—Ron —dijo él, con lágrimas en los ojos—. No podemos seguir así... el a
no lo querría.
283
—Espero que os hayáis pensado mejor eso que dijisteis antes —les dijo
Ginny más tarde, en la sala común.
—No. No voy a dejar que muera más gente inocente —afirmó Harry con
rotundidad—. Nadie nos va a detener. Voy a por la capa invisible.
284
28
El Tercer Sueño
En cuanto Ron, tras hacer cuatro latigazos rápidos con la varita, dejó al
muñeco sin cabeza, brazos y un gran tajo en el pecho, Harry dio por
dominada la maldición.
—¿Y qué? La necesitaremos. Toda ayuda será poca cuando estemos frente
a ese maldito asesino.
—Sin duda sería interesante, pero no... Aquí dice que puede hacerse muy
débil, y sólo provocaría un dolor ligero de cabeza y mareo, con lo que
podríamos probarlo entre nosotros, pero si no nos sale bien podríamos
armar una buena...
—Sí, eso es buena idea... pero luego lo convertimos otra vez en muñeco,
no me gusta hacer sufrir a los animales.
—Claro, a mí tampoco —dijo Harry—. Bueno, hagámoslo entonces...
aunque quizás haga mucho ruido el mono.
—Contra eso hay solución —dijo Ron—. Antes he leído un hechizo muy
útil, el encantamiento insonorizador.
—¿Insonorizador?
285
No sucedió nada.
Guardaron todos los pergaminos y libros que tenían y Ron quitó el hechizo
insonorizador a la habitación.
—Bueno... Dobby debe irse... —dijo el elfo, viendo la cara de los dos
amigos, y desapareció.
—¿Qué habéis estado haciendo? —les preguntó Ginny poco después, tras
regresar de la cena.
—¿Practicando qué?
—No nos importa lo que Dumbledore piense —declaró Harry con dureza
—. Supongo que no esperará que me quede aquí, vigilado y a salvo para
siempre mientras mi mejor amiga está a punto de morir y Voldemort sigue
por ahí, tramando sabe Dios qué... porque si lo espera, está muy
equivocado —agregó.
286
—Bueno, planeemos lo que vamos a hacer mañana —le dijo a Ron con
resignación.
—Yo tampoco creo que vaya a volver, pero aún no actúo como si estuviese
muerta —espetó Ginny—. Hace tres días parecías creer que en cualquier
momento abriría los ojos, y ahora...
Harry había descubierto que se le daba muy bien ese tipo de lucha. Sólo se
dejaba l evar por la emoción, por el brote de poder que se producía en su
cuerpo, y Ron apenas era capaz de defenderse, a pesar de que también él
mejoraba muchísimo. A veces, Harry pensaba si no estaría, de alguna
manera, inyectando en su amigo parte de sus propias capacidades y
sensaciones, pero luego la idea le parecía absurda y la desechaba. Sin
embargo, algo extraño les sucedía, porque habían l egado a un extremo de
comprensión más al á de las palabras y los gestos, y cuando practicaban
hechizos, pensando en la venganza, en el momento en que los mortífagos
estuviesen frente a el os, se l enaban de rabia y de odio, y les parecía que
nada en el mundo de la magia era imposible para el os; entonces
practicaban cada vez con más fervor, cada vez con más intensidad, porque
eso era lo único que distraía sus mentes del hecho de que su mejor amiga
estuviese en la enfermería casi sin posibilidades de recuperación.
287
El jueves por la tarde, Harry y Ron se dirigían a la sala común, tras salir de
Defensa Contra las Artes Oscuras, donde ambos acababan de realizar a la
perfección un hechizo de clonación, que permitía crear una ilusión que
parecía un doble de uno mismo durante un breve tiempo, para despistar.
Harry miró a su amigo.
Ron tardó en contestar, pero la frialdad que últimamente l enaba sus ojos
pareció disolverse lentamente.
—No sé si puedes vernos —dijo Ron—. Tal vez piensas como mi hermana,
que no deberíamos hacer lo que hacemos, que no deberíamos
obsesionarnos con la venganza... Ojalá pudieras lanzarnos una de esas
miradas de reproche. —Ron se cal ó por un largo rato, mientras miraba a
su novia—. Sentimos no haber venido a verte antes. Perdónanos...
Ambos amigos se quedaron cal ados un largo rato, hasta que Harry se
levantó. Eran las cinco y veinte.
—¿Por qué no salimos afuera un rato, Ron? —propuso, mientras miraba
por la ventana—. Hace un buen día, y aún no son las seis...
—Vaya, qué paseo más solitario —se burló Draco Malfoy, que iba con
Crabbe, Goyle, Pansy Parkinson y Mil icent Bulstrode—. ¿Os habéis
quedado sin novias? —Los demás se rieron como tontos—. ¡Ah!, me
olvidaba... creo que Granger ha pasado a mejor vida... Bueno,
considerando la vida que un Weasley puede ofrecer, cualquier otra vida es
mejor.
—Harry —dijo Ron con voz calmada, pero tan gélida que podría congelar
el lago—. ¿No crees que Malfoy es un seguidor de Voldemort?
—Sí. No parar hasta que todos estén bajo tierra. Hasta el último.
¿Recuerdas, Malfoy? Te lo dije. Te dije que te consideraría uno de el os...
Malfoy los miraba con una leve sonrisa, que se desvaneció. Sacó la varita
y los demás lo imitaron. La comisura de los labios de Ron se curvó en una
sonrisa diabólica. Dio un rápido latigazo con su varita antes de que los
Slytherins tuviesen tiempo de hacer nada, y la varita de Malfoy saltó de su
mano.
Crabbe y Goyle, sin las varitas y sin pensar en lo que hacían, avanzaron
hacia el os, pero, con un rápido conjuro de Ron, ambos cayeron de rodil as,
agarrándose la cabeza y aul ando de dolor; les había echado una 288
Harry hizo un gesto con la varita, se vio un destel o, y Pansy Parkinson fue
lanzada a las frías aguas del lago, entre las risas de los demás alumnos.
Chil ó de frío, levantándose e intentando salir, toda empapada.
—Ahora tú, Bulstrode —dijo Ron. El a intentó correr, pero con un gesto de
su varita, la chica fue lanzada al agua igualmente, cayendo cerca de Pansy,
que en esos momentos intentaba salir del lago, tiritando y chorreando.
Malfoy intentó pedir auxilio, pero era incapaz de decir nada. Harry
disfrutó viendo el sufrimiento de su enemigo, porque, de alguna manera,
eso aliviaba el suyo propio. Eso le enseñaría, así aprendería...
—¿De verdad creéis que esto es lo que Hermione quiere que hagáis? ¿Lo
creéis? —dijo Luna.
—¿De verdad crees eso? ¿De verdad piensas que el a se ha ido? ¿Acaso no
hay nada de el a en vosotros?
—Eso está mejor —dijo Luna. Los miró a los dos, y el os la observaron.
289
—¿Qué es eso que me ha contado Luna de que casi ahogáis a Malfoy y que
los tirasteis, a él, a Pansy Parkinson y a Mil icent Bulstrode al lago?
—Ya veo que ha tardado en ir con el cuento —dijo Ron—. Seguro que será
la historia estrel a del próximo mes en El Quisquil oso.
—¡Se preocupa por vosotros! ¡Igual que yo! ¡Igual que todos! —exclamó
Ginny, desesperada—. ¡Miraos, por Merlín! ¿Creéis que a Hermione le
gustaría veros así?
—¿Qué crees que pensarán ahora de nosotros? —le preguntó Ron a Harry.
—No sé... tal vez nos tengan miedo... últimamente no somos los mismos,
¿no crees? —contestó Ron.
—Sí, probablemente.
—¿De que les hemos tirado al lago? —dijo Ron, como si fuera algo
normal.
—Pues sí, señor Weasley, sin contar con que el señor Malfoy afirma que
Potter estuvo a punto de ahogarle.
—Señor Potter, en este colegio hay unas normas. Sé que están ustedes
dolidos, enfadados... pero este comportamiento no puede repetirse.
—Serán veinte puntos menos para Gryffindor —dijo por fin, con
expresión de derrota—. Ahora les l evaré de nuevo a su sala común. Y por
favor, no hagan locuras. Sólo piensen en lo que sería para su familia, señor
Weasley, perderles a ustedes dos, aparte de a la señorita Granger. Mire a su
hermana: el a está muy preocupada por ustedes. —Les dirigió una última
mirada, y, sin decir nada más, los condujo al retrato de la Dama Gorda,
donde les dejó.
290
—Bueno, no está mal, por tirar a dos prefectos y otra alumna al lago...
Hagrid les contó que él también había subido a verla a menudo, sacando el
asunto al notar que los tres habían asimilado ya la idea de que el a
terminaría muriendo. No obstante, cambiaron de tema de conversación,
porque pensar en Hermione al í, donde tantas veces habían ido a tomar el
té, o a sonsacarle información a Hagrid, resultaba muy doloroso.
Tras dejar a Hagrid y volver al castil o, los tres decidieron pasarse por la
enfermería, antes de volver a la sala común. Se quedaron los tres de pie,
observando el frío cadáver de su amiga, inmóvil, ajeno a todo. A Ron
empezaron a caerle las lágrimas, y se acercó lentamente a el a, cogiéndole
la fría mano, intentando darle algo de calor.
Se quedaron todos juntos, hablando, hasta la hora de la cena. Ron dijo que
no tenía hambre y Harry tampoco bajó al comedor. En cuanto los demás se
hubieron marchado, subieron a su habitación.
Estuvieron leyendo durante media hora más, hasta que todo el mundo
subió de la cena. Luego, Harry y Ron, presionados por Ginny, jugaron una
partida al ajedrez mágico, pero no pudieron terminarla. Ron se levantó y
se fue a la mitad, y Harry lo siguió hasta su habitación.
291
—¿Qué? ¿Que nos ha...? —Ron abría y cerraba la boca, anonadado. Miró a
Harry.
—Déjalos, Poppy, creo que tienen derecho. Han sufrido mucho, y estoy
seguro de que a la señorita Granger su presencia le hará mejor que
cualquier otro remedio.
—Hola, Harry...
292
—Harry te apartó, pero el rayo te tocó. Has estado durante seis semanas
entre la vida y la muerte, sin saber si vivirías o morirías, sin poder hacer
nada por ti.
—Más o menos... era una cosa extraña... pero sabía que estabais conmigo.
No podía oíros, no podía veros...
—No sabes lo que han sido estas semanas sin ti. Este colegio no es lo
mismo si tú no estás en él ¿sabías?
—Sí, casi nos hemos convertido en los primeros de la clase —dijo Ron.
Hermione sonrió, sorprendida—. Y
tenemos todos los apuntes que necesitas para volver a ponerte al día...
—Sí, no nos importará ayudarte con los hechizos ni darte unas clases de
apoyo —se burló Harry.
—Gracias por estar conmigo... a los dos. Yo tampoco podría estar sin
vosotros.
—He echado mucho de menos esto... Fue tan terrible imaginar que te
había perdido justo después de tenerte... y tus padres están destrozados. —
Hermione miró a Ron, y su cara se entristeció—. Pero hoy vendrán a verte,
tranquila. Ya... ya saben lo nuestro.
—¿Lo saben?
—Sí, Lupin debió contárselo. Estaba aquí, con Tonks y Kingsley, la noche
en que rescatamos a Snape.
—Eh, eh, una pregunta cada vez —la calmó Harry, sonriente—. Macnair
huyó. Jugson, el que te atacó, no lo consiguió. Las arañas cayeron sobre él
un instante después de atacarte. Lo mataron. —Hermione hizo una mueca
de desagrado—. Snape está bien, aunque muy raro.
—Sí. La semana pasada nos dejó salir de su clase para que yo trajera a Ron
aquí...
—Bueno, cogía mi capa invisible y se venía a pasar las noches aquí, así
que luego estaba agotado... —
explicó Harry—. Ese día l evábamos media hora de clase y apenas había
empezado con la poción.
—Sí.
—¿Y...?
293
—No preguntes más —le dijo Ron—. Tienes que descansar. Mañana
contestaremos a todo lo que quieras.
—¿Qué os pasa?
—Echábamos de menos que nos regañases por algo —dijo Ron—. Pero
tranquilízate, no estamos haciendo nada en contra de las normas del
colegio, ¿no? Y no voy a dormir en una sil a. Si no me dejas dormir aquí,
me iré a esa cama.
Harry cerró los ojos, recordando las últimas semanas. Habían sido una
auténtica pesadil a, pero ahora, por fin, terminaba. Hermione estaba de
nuevo con el os, y todo sería como antes. Por fin...
—Esto... yo... pues ya ve... dormir —dijo Ron, aún medio dormido y
completamente rojo.
—¡Son ustedes prefectos de la escuela! ¡Deberían de dar ejemplo! ¡Esta
chica necesita descanso! —les regañó la enfermera, volviendo a su
despacho.
—También.
—No, tú vas —le ordenó Hermione—. Nadie debe andar solo por los pasil
os, ya lo sabéis. Pero no tardéis en volver, ¿vale?
Hermione los recibió a todos con alegría. Estaba encantada de verlos. Sin
embargo, a la señora Pomfrey no le hizo nada de gracia, y, tras cinco
minutos, echó a todo el mundo, excepto a Harry, Ron y Ginny.
—Nada, simplemente entrenarse como locos en lucha y sabe Dios qué más
—dijo Ginny.
294
—¿Cómo?
—¿Prepararos?
—Sí, aunque a Ginny la teníamos loca. Creo que estaba convencida de que
en cualquier momento íbamos a salir de Hogwarts para emprender la
búsqueda de Voldemort —dijo Harry.
Hermione le sonrió.
—Bueno, ya veremos qué habéis hecho y qué habéis aprendido —les dijo
Hermione—. Y bueno... ¿se sabe ya quién es el mortífago o lo que sea que
está aquí?
—No —respondió Harry—. No ha dado señales de vida. Supongo que con
las nuevas restricciones es cada vez más difícil hacer algo.
Se quedaron toda la mañana con Hermione. A las diez y media, sus padres
acudieron al castil o, acompañados por Lupin y los Weasley. Incluso Fred
y George habían venido, acompañados por Lee Jordan.
—¡Dejadme en paz!
—Os advierto que podría —dijo Harry con una sonrisa—. Hemos
aprendido algunos maleficios bastante interesantes.
—Sí —añadió Ron—. Estoy pensando en echaros la maldición de la locura
y...
—Sí, yo y Harry hemos aprendido... —dijo Ron en voz baja, mirando que
nadie le escuchase.
—Pues sí —dijo Ron, poniendo una mirada peligrosa—. Así que tened
cuidado, o acabaréis en el lago, como Malfoy.
295
—Anda, Ron, será mejor que nos vayamos —dijo Harry, aún riéndose.
—Me voy a la cama —soltó Ron sin más y subió las escaleras hacia el
dormitorio.
296
Ya te han abandonado. O si no, ¿por qué estás aquí? ¿Por qué no estás con
el os?
«Quería salir a pasear un rato», pensó, aún sabiendo que lo que decía no
era verdad.
Ja, ja, ja. No sirve de nada que te engañes. Estás solo... pero da igual,
porque tú no los necesitas.
¿Por qué te haces esto, Harry Potter? ¿Por qué, cuando no lo necesitas?
Tú puedes conseguirlo todo, si te ayudo... No les necesitas... ni el os a ti.
«¡He dicho que te cal es!», pensó de nuevo, acercándose a las puertas de
roble. Las atravesó y se dirigió a la torre de Gryffindor. Quería l egar y ver
a sus amigos, hablar con el os y que le dijeran que el os estaban con él,
como tantas otras veces habían hecho.
«¡Cál ate, maldita sea!». La voz le estaba poniendo furioso, muy furioso.
—No creo que les apetezca estar contigo ahora. Están juntos, y no quieren
que los molestes, por eso no vamos a decirte dónde están.
—¡Es importante! —repitió Harry, empezando a enfadarse.
Volvieron a reírse.
—Dudo muchísimo que prefiera hablar contigo que estar con Nevil e —
comentó Parvati, y las dos volvieron a reírse.
—¡Necesito hablar con alguien! —gritó, ya desesperado. ¿Qué les pasaba
a esas dos? ¿Es que no entendían? Estaban poniéndole muy furioso,
deseaba sacar su varita y hacerles algo, deseaba... Movió la cabeza,
intentando apartar aquel os pensamientos.
Harry apretó los puños y cerró los ojos de nuevo, intentando contener la
rabia que sentía.
«¡Cál ate de una vez!», pensó. Volvió a mirar a Parvati y Lavender, que le
miraban con burla.
—¿Dónde están Ron y Hermione? —preguntó de nuevo, con tono aún más
frío.
Están al í, ¿verdad? Ron y Hermione están al í... Pues bien, voy a subir a
hablar con...
—Tú no vas a ningún lado —dijo Parvati, seria, poniéndose frente a las
escaleras de los dormitorios.
—Apártate, Parvati.
Ya lo has escuchado. Te lo dije... pero hay algo que puedes hacer... algo
que debes hacer, que debes demostrar...
«¡No!».
¡Avada kedavra!
—¡¿Qué has hecho?! —gritaba Lavender, muy asustada, casi sin creer lo
que acababa de suceder—. ¡¿Qué has hecho?!
Harry sonrió.
Bien hecho. Les has demostrado quien eres, se lo has enseñado. No los
necesitas, a ninguno de el os. Sólo te harán sufrir, si no los amas, no
sufrirás.
Subió las escaleras hacia los dormitorios, y, al l egar arriba, abrió la puerta
de la habitación de Hermione.
Entró.
—Hola, Ginny —dijo, con aquel a voz gélida que no era la suya. Sintió
una punzada de odio y rabia al ver como Ginny agarraba la mano de Nevil
e... <<Estúpido Longbottom», pensó—. ¿Cómo estás? Hace mucho que no
te veo...
—He venido a verte. Éramos amigos, ¿verdad? O eso creía... hasta que me
abandonasteis todos... —La miró fijamente—. Afortunadamente, me he
dado cuenta de que no os necesito, de que no me hacéis falta.
—¡Cál ate! —No sabía bien por qué, pero no debía oír las explicaciones de
Ginny, porque eran peligrosas, porque podían tener razón, y eso le
destruiría—. ¡Necesitaba hablar con vosotros aquel día y a nadie le
importaba! ¡Estabas con ese estúpido!
298
—Harry, si supieras...
—No creo haber pedido tu opinión —siseó Harry. Estaba en una lucha
interna. Una parte de él pedía que les escuchara, que comprendería, pero
otra, que era más fuerte, decía que no, que lo que tenía que hacer ya lo
sabía, y a eso había ido.
—Harry...
—Cál ate, Weasley —dijo Harry, dando un fuerte latigazo con la varita.
George gritó, y de su garganta comenzó a manar sangre a borbotones.
Ginny chil ó. Fred se arrodil ó junto a su hermano, horrorizado. Harry no
esperó más y apuntó al gemelo—. Avada kedavra.
Fred cayó, sin vida, junto a su hermano, que se desangraba. Ginny gritaba
y l oraba con todas sus fuerzas, mientras Nevil e intentaba sostenerla.
—¿Por qué haces esto, Harry? ¿Por qué? —chil aba la chica—. Yo te
quería tanto... ¡Eras mi amigo! ¡Eran amigos tuyos!
—Yo no tengo amigos; tengo servidores, tengo esclavos. Yo no soy Harry
Potter, muchacha estúpida.
—¡No lo harás! —gritó Nevil e. Lanzó un hechizo aturdidor contra él, pero
Harry lo desvió sin problemas.
—Recuerdas las viejas frases, ¿eh, Nevil e? Lástima que no tengan valor...
—Me traicionasteis...
—Harry, no sabes...
—Me gustará ver la cara de Ron y Hermione cuando vean esto... lástima
que no pueda quedarme. —Su expresión era ahora de disgusto, de un odio
irracional, inhumano—. También a el os les l egará la hora...
—No necesito saber nada —cortó él. Apuntó directo a su cara—. Avada
kedavra Ginny cerró los ojos antes de recibir el impacto. Su cuerpo sin
vida se desplomó junto al de Nevil e. Harry observó su obra: vio a Fred,
muerto, junto a George, que también había fal ecido, bañado en un charco
de sangre; frente a él, Nevil e y Ginny... Sintió que se partía, sintió deseos
de l orar por sus amigos, y un dolor muy profundo, que era a la vez físico y
espiritual, lo perforó. Ya estaba bien por un día... tenía que irse y
descansar. Tenía que recuperarse, luchar contra aquel sentimiento horrible
que lo obligaba a sufrir por lo que acababa de hacer. La cicatriz empezó a
dolerle de pronto con muchísima intensidad, y todo se volvió negro.
299
29
El Cazador Cazado
Sabía que había sido un sueño, pero nunca había sido tan real... nunca.
—¿Cómo distinto?
—No al principio. Al principio era yo, pero una voz me decía que estaba
solo, que me habíais abandonado...
yo la mataba.
—¿La matabas?
Y al verte a ti...
—Ya lo sé, Ron... ya lo sé... lo siento... ¿Por qué tiene que pasar esto ahora,
justo cuando Hermione se ha puesto bien? ¿No voy a poder sentirme
contento por algo sin que pase algo malo?
300
—No sé... el caso es que yo parecía saber que no era cierto que Ginny
estuviese con Nevil e y que tú y Hermione no quisierais hablar conmigo...
pero no quería admitirlo ni escucharlo, porque eso... eso destruiría la
unión, o algo así...
—Ya, es lo mismo que las otras veces, tenías que matarnos, pero al
matarnos también sufrías... y ese sufrimiento también te destruía.
—Harry... ¿no te gustará Ginny, verdad? —preguntó Ron con una ligera
sonrisa.
—Creo que no... —respondió él. Era cierto, con Ginny nunca había sentido
lo mismo que sentía al ver a Cho... pero, ¿por qué había recordado aquel as
frases antes de dormirse?—. No, no me gusta —aseguró.
¿Qué te pasa?
—Sí...
Cuando iban a salir del retrato, Parvati y Lavender bajaron las escaleras.
Harry las miró un momento y se dirigió a el as.
301
—Desayunaremos al í, en la enfermería.
—¿Qué?
—Hazme caso, Harry. Seguro que Hermione prefiere que comamos con el
a que comer sola.
Ron agitó la varita encima de la mesa, tal como había hecho la noche
anterior, e hizo aparecer en el a una fuente con un desayuno digno del
comedor. Hermione abrió los ojos como platos.
—¿Todo esto?
—Está bien.
—Bueno, pues yo lo mismo —dijo Harry. Sacudió la varita y aparecieron
bandejas con comida. Una para él y otra para Ginny—. Toma —le dijo a la
pelirroja, pasándole su desayuno.
—Gracias.
—Ayer tuve otro sueño como el del verano y aquél en que os atacaba a ti y
a Ron —explicó.
—¿El qué?
302
—¿Otro?
—Sí.
—Profesor... ¿Cree que puedo hacer eso? ¿Que puedo l egar a ser así?
—No... no creo. Dudo que fuera capaz de matar a Parvati sólo porque una
estúpida voz me lo dijera... —pero Harry no estaba totalmente seguro de lo
que decía, porque si Luna no hubiese l egado a donde estaban él y Ron
atacando a Malfoy... ¿qué habría sucedido? Prefirió no pensar en eso—.
Profesor... ¿qué significa todo esto?
—Sí, es cierto... y es una lástima, porque nos sería de mucha utilidad saber
qué busca o pretende Voldemort. Antes, con la ayuda del profesor Snape,
aún sabíamos algo, pero ahora...
—¿Cuándo?
poderoso.
—Sí —respondió Harry, aunque no era del todo cierto, porque había
descubierto ese poder ya en verano—.
—¿Señor Weasley?
303
—No sé...
—¿Vamos a seguir practicando, Harry? —preguntó Ron.
—Sí, eso es cierto —dijo Ron con una sonrisa—. Pero no le dijimos que
dejaríamos de practicar con lo que ya tenemos.
—Pues claro. ¿Cuántas veces me has ayudado tú? Haría lo que fuera por ti
—aseguró, y se sonrojó al instante.
En cuanto l egaron a la clase, Malfoy les miró con odio, odio profundo,
pero también, como Harry se alegró de comprobar, con cierto temor. En
cuanto acabó la clase, en la que Ron y Harry consiguieron una poción
Ron se relajó y sonrió. Malfoy parecía más humil ado que nunca.
Harry sonrió.
—Sí, buena idea —dijo Ron—. Aunque sería mejor en nuestra habitación,
al fin y al cabo no queremos que Dumbledore lo sepa, ¿no?
—Ahora necesitamos sitio —dijo Ron, empezando a reducir las camas con
un toque de su varita.
304
—Buf, no puedo contigo —reconoció Ron al levantarse por tercera vez del
suelo y recoger su varita, que estaba a dos metros de él.
—No sé por qué. Eres muy bueno —dijo Harry, mirando a su varita—. Es
como si... no sé, como si hubiera nacido para esto.
—Bueno, eso es una buena noticia, ¿no? Vas a necesitar todo y más para
vencer a Voldemort. Aunque Hermione y yo estaremos siempre a tu lado,
aunque nos cueste la vida.
—¿Aldus Birffen?
—No sabía tu nombre, pero te conozco —le dijo Harry al extraño, que los
miraba con odio y desprecio, pero no decía nada—. Eres de séptimo.
Slytherin... ¡Estabas en la enfermería el día que envenenaron a
Warrington! ¡Fuiste tú!
—Era necesario —dijo él con una sonrisa, que al instante se volvió gélida,
cuando fijó sus ojos en Dul ymer
—Será mejor pedir ayuda —dijo Harry, haciendo que su varita produjese
un fuerte estampido—. ¿Cómo lo hiciste? ¿Cómo envenenaste a
Warrington?
—No voy a decírtelo, Potter, y si crees que vas a retenerme aquí... —Hizo
ademán de coger una de las varitas.
—Creo que ya lo has hecho. Aunque tengo que admitir que lo hiciste
bastante bien hasta ahora —dijo Harry.
305
Examinó la herida, dio un toque con la varita en la cara de Ron y ésta dejó
de sangrar—. Listo.
Vosotros deberíais iros ya. ¿La señorita Granger puede salir, señora
Pomfrey?
—Bueno, yo sigo por aquí. Ya nos veremos. Me alegro de que por fin estés
bien, Hermione —dijo Dul ymer.
—Gracias.
306
—¿No? ¿Cuál más hay? —preguntó Parvati, que miraba a Harry fijamente
mientras Lavender abrazaba a Hermione.
—No sé, pero no parecía que fuese miedo lo que tenía —comentó Harry.
—Un chico de diecisiete años que intentó matar a un compañero suyo dos
veces, que ha atacado a varios más y ha permitido y ayudado a que
ocurrieran montones de cosas horrendas —puntualizó Ron.
—Bueno, Hermione —dijo Ron cuando la gente que los rodeaba empezó a
dispersarse y a hablar en grupos
—Es increíble que consiguierais todo eso —dijo Hermione más tarde,
mientras cenaban. Aún estaba sorprendida por lo que había visto.
—Sí, eso. Pero yo tampoco soy manco. Si vieras lo que hago con la
maldición cortante...
—Pero yo...
307
Hermione sonrió.
—Al decir esto último se oyeron exclamaciones aisladas del estilo de «de
Slytherin tenía que ser»—. Este alumno está muerto porque decidió
suicidarse al ser capturado. —Un estremecimiento de horror recorrió el
Gran Comedor—. No obstante, y aunque no sepamos ya el por qué, o con
qué intención hizo las cosas que hizo, me complace anunciar que el
peligro ha pasado, y, por tanto, serán abolidas las normas especiales y
regresará el campeonato escolar de quidditch.
Harry siguió al director hasta la sala que había detrás de la mesa, donde
otras dos veces se había reunido.
—Tú dirás.
—Gracias, profesor —dijo Harry, contento—. Por cierto... ¿Ha sabido algo
más acerca de él?
—No. Entre sus cosas no había apenas nada. No había cartas ni nada
parecido. Lo único que tenemos es un frasquito del veneno que usó con
Warrington y varias pastil as del que usó para suicidarse...
—¿Por qué lo hizo, profesor? ¿Tan leal era? —quiso saber Harry. Por
mucho que le diera vueltas, no conseguía comprenderlo.
—No lo sé... pero hay muchas cosas que me gustaría que nos hubiese
contado —dijo el director con pesar
—¿Por qué has tenido que hablarle de quidditch? ¿Cómo se te ocurre? —le
preguntó Hermione mientras se dirigían a la torre de Gryffindor.
—Pues es obvio que no lo era —le reprendió Hermione. Harry los miraba
a ambos sin decir nada. Daba igual lo que fueran, nunca dejarían de
discutir.
—Ya sé que no fue una buena idea —dijo de pronto Ron, bajando la cabeza
—. Lo siento.
—¿Y podemos?
—Sí.
308
Una vez dentro, Hermione se empeñó en ponerse al día con los trabajos, y
tuvo a Ron y a Harry hasta medianoche practicando hechizos
comparecedores. No tardó demasiado en cogerles el truco.
—Bueno, creo que ya lo dominas —dijo Ron, con aspecto cansado—. Así
que me voy a la cama, estoy muerto...
Ron sonrió.
309
30
La Tercera Profecía
—Hagrid las recuperó —dijo Harry—. Pero Ron no quiso que fuésemos a
buscarlas. Dijo que no volvería a montar en escoba a no ser que tú
estuvieras viéndonos.
La chica miró a su novio con ternura y una gran sonrisa. Las palabras de
Harry habían terminado de convencerla.
—No, no quiero —dijo Hermione—. Baja de ahí, tenemos cosas que hacer.
—¡Harry!
—Creo que no... —dijo él, deteniéndose a cuatro metros de altura, al lado
de Harry.
—¿Por qué no te gusta volar? ¡Es muy divertido! —le dijo Harry.
—No es que no me guste, pero no le veo la misma gracia que le ves tú.
310
El resto de la semana transcurrió con total normalidad. El equipo de
quidditch comenzó de nuevo sus entrenamientos, porque tendrían el
partido contra Hufflepuff el día 27 por la mañana. En teoría, tendrían que
jugar contra Slytherin, pero debido a la enfermedad de Warrington y a la
necesidad de encontrar un nuevo cazador, jugarían contra Hufflepuff, y
dos semanas después, Slytherin se enfrentaría a Ravenclaw.
—Sí, o como ésta —dijo Ron moviendo la suya y provocando que las
piernas de Harry se levantaran, con lo que cayó sentado en el suelo. Los
demás volvieron a reírse.
—¿Cómo hicisteis para aprender todo esto tan rápido? —les preguntó
Hermione sorprendida en cuanto salieron de la Sala, tras la reunión.
Más tarde, cuando bajaban al vestíbulo para ir a cenar, Henry Dul ymer
salió del pasadizo de las mazmorras, también en dirección al comedor.
Venía solo.
—Hola, Henry —saludó Harry. El chico se giró hacia la escalinata y se los
quedó mirando.
—Bien, aunque aún estoy afectado por lo del otro día... No consigo
quitarme de la cabeza la imagen de Birffen al tragarse aquel a pastil a...
—Me gustaría ser tan bueno en defensa como vosotros —comentó Henry
con algo de pesar—. Lo hacéis muy bien...
—Bueno... eso sí —admitió Harry, sin saber cómo replicar—. Pero claro,
Crabbe y Goyle con la varita no son gran cosa...
311
—Sí, más o menos. El caso es que... bueno, eres el primer Slytherin que
nos cae bien y que nos ha ayudado, y por eso hemos decidido ofrecerte que
te unieras a nosotros, si quieres.
—Sí.
A la hora prevista, las ocho menos cuarto, Harry, Ron, Hermione y Ginny
se dirigieron al séptimo piso.
Habían quedado con los demás a las ocho, pero así podrían hablar con
Henry antes. Él ya les estaba esperando.
—Por aquí —dijo Harry, entrando por una puerta que Henry no había visto
antes.
—¿Y esto? —preguntó él, mirando a su alrededor en cuanto entró en la
sala—. Está genial.
—Claro.
312
—De nada. —Harry sonrió—. Eso sí, recuerda que no debes decir nada a
nadie, y menos a Malfoy o a cualquiera de sus amigos.
—Sé que es algo indiscreto —dijo Ron—, pero ¿hay algo entre tú y esa
chica? —preguntó, con una sonrisa.
—¿Qué? —dijo Harry—. ¿Qué es eso de «ya hemos perdido media hora»?
¡Sois vosotros los que habéis estado por ahí en algún sitio, haciéndoos
carantoñas!
—Yo le envié una carta el día que despertaste —dijo Ron—. Fue a verte el
día que se marcharon, y le pidió a Harry que le informáramos de lo que te
pasara...
—Fue idea suya que yo le contara lo que te había pasado —dijo Harry.
Querida Hermione:
No te imaginas lo que me alegré cuando recibí la carta de Ron diciéndome
que te habías recuperado. Había pasado ya un mes y medio y no albergaba
esperanzas de que puedieras 313
Cuídate mucho.
Un beso.
Viktor
Ron sonrió.
—¡Adiós! —se despidió Harry. Luego miró hacia sus amigos—. Bueno,
otro miembro más.
—Gracias...
—Pues te aseguro que su confianza a principios del año pasado era nula, y
ahora es tan bueno como cualquiera de los demás. Sólo debes tener
confianza, ¿de acuerdo?
—Bueno, como veis, hoy tenemos a otra invitada más —dijo Harry
sonriente—. El a es Sarah Brighton, la...
—Es mi novia —aclaró Henry con aplomo, sin dejar de sonreír. Sarah se
ruborizó, pero le sonrió.
—Gracias —dijo la chica, mirando a los demás miembros del ED, que le
sonreían.
—Bueno, todos sabéis donde estabais el otro día. Continuad con eso, ¿de
acuerdo? —Todo el mundo se emparejó rápidamente. Harry miró a Henry
y a Sarah—. Bueno, vosotros dos practicaréis un poco aparte, hasta
poneros un poco más a su altura, ¿vale?. Empezad practicando el Expel
iarmus y el embrujo paralizante. Ya sé que los dominas, Henry, pero así le
enseñas a el a y yo podré observar como van los demás, ¿te importa?
Harry se paseó por entre los demás, que movían sus varitas intentando
desarmar o tirar al suelo a su oponente. La mayoría lo hacían bastante
bien. El que más problemas tenía era Dennis Creevey, que aún estaba en
tercero. Hermione había mejorado muchísimo y a Ron le costaba vencerla.
A Harry no le sorprendió en absoluto.
A las nueve, tras terminar la reunión, Henry y Sarah esperaron al final para
irse.
—Hay muy buen ambiente aquí —comentó Sarah con un deje de envidia
mientras bajaban—. Me gusta estar en Slytherin, y al í tengo a buenas
amigas, pero este ambiente me gusta más.
—Hasta mañana —se despidieron los dos mientras bajaban para dirigirse a
las mazmorras.
Al día siguiente, a la hora de comer, Harry, Ron y Hermione l egaron
temprano al Gran Comedor, para cogerles un sitio a Henry y a Sarah. Éstos
l egaron cuando ya casi todo el mundo estaba sentado, y un murmul o se
elevó en el comedor cuando ambos se dirigieron a la mesa de Gryffindor y
se sentaron al í, enfrente de los tres amigos, y entre Nevil e y Seamus, que
los saludaron muy sonrientes. Los murmul os fueron en aumento cuando la
comida se sirvió y empezaron a comer con los demás Gryffindors. En la
mesa de Slytherin no se lo creían, excepto las amigas de Sarah, que la
saludaron con una sonrisa cuando el a se volvió para mirarlas en una
ocasión. El a estaba un poco nerviosa. Henry, sin embargo, se veía muy
seguro de sí mismo. En la mesa de los profesores también había asombro,
aunque Dumbledore sonreía. Snape, sin embargo, no parecía creérselo.
315
—Sí, tenéis que volver —insistió Ginny—. Si tus amigas son tan
simpáticas como tú, también pueden venir el as.
—¡Eh, Dul ymer! —gritó Malfoy desde las puertas del Gran Comedor,
acercándose a el os y seguido de Crabbe y Goyle—. ¿Se puede saber qué
haces? —Malfoy estaba rojo de la ira.
—Oye, Malfoy —dijo Ron—. Si tienes algún problema tal vez yo pueda...
—No sé por qué sigue siendo amigo suyo —dijo Sarah mirándolos.
Mientras hablaban, Pansy Parkinson y dos des sus amigas se les acercaron
y miraron a Sarah con repugnancia.
Al momento, Henry dejó a Draco y volvió con el os. Malfoy les hizo una
seña a Crabbe, Goyle y a Pansy, miró con odio a los demás y se fueron.
Pansy se volvió para dirigir una mirada de odio a Sarah, y le hizo una seña
indicando que se iba a acordar de su atrevimiento.
Sarah sonrió.
—Ha sido un placer. —Se volvió hacia Nevil e—. Gracias —le dijo,
mientras se alejaban.
—Lo sé, pero no me gusta. Sería justo decir que le detesto —confesó
Henry, que parecía necesitar contarlo
—No, Ron. No sabemos para qué quiere ver a Harry. Si quisiera que
fuésemos, nos lo habría dicho. Así que irá Harry solo —sentenció
Hermione. Ron puso mala cara, pero no replicó.
—No sé... dice que l ega la hora... que Voldemort es más fuerte que nunca
gracias a mi sangre... —Entonces recordó la reunión de la Orden del Fénix,
y supo que era el momento de saberlo todo. Miró a Dumbledore con
decisión—. Quiero saberlo todo. Quiero saberlo todo ya.
»Me preguntaste por qué Voldemort es tan fuerte, por qué gracias a tu
sangre se ha vuelto tan poderoso...
pues bien, yo no estaba completamente seguro de por qué... y sigo sin
estarlo, pero creo que puedo darte una respuesta aproximada.
Vaya... las cosas van muy rápido, más rápido de lo que yo me esperaba.
—Profesor... Si usted no pudo hacerle daño... ¿Qué voy a poder hacer yo?
—La protección que ahora posee Voldemort no funciona contra ti, porque
es tuya. Tus hechizos seguirán haciéndole efecto, igual que antes. —
Dumbledore parecía consternado, y miró a Harry con tristeza—. No sabes
cómo lamento poner otra carga más sobre ti... cuando antes del verano te
expliqué lo que la profecía decía, esperaba poder mantener a raya a
Voldemort hasta el momento en que estuvieses preparado para enfrentarte
a él... tenía la esperanza de que no lograra descubrir tan pronto lo que tu
sangre podía ofrecerle, pero dos cosas jugaron en nuestra contra: el hecho
de que él te poseyera, y los sueños.
—¿Cosas ocultas?
—«En él han crecido durante quince años los poderes del Señor
Tenebroso» —repitió Dumbledore—. El hecho de que sepas hablar pársel,
o de que se te den bien la Defensa Contra las Artes Oscuras sólo es el
principio. Como te dije el otro día, cuando creísteis que Hermione moriría,
las cosas os salían demasiado bien... Harry, ¿no has notado nada extraño?
—Sí —confesó Harry, apesadumbrado—. Durante todo este año, cada vez
que me sentía especialmente furioso, o l eno de rabia y odio... era como si
algo me inundara, algo que me l enaba de poder... lo sentí por primera vez
en verano, cuando les arrojé una serpiente a los amigos de mi primo
Dudley...
318
—¿Qué conexión?
—Me refiero a que ese día, el día que el poder que Voldemort puso en ti se
mostró tal y como es, fue el día que tuviste tu primer sueño.
—Sí, supongo que Voldemort lo notó, supongo que el hecho de haber sido
poseído por él, más la rabia que sentías por lo de Sirius, despertó ese poder
dormido en ti, un poder que puede l egar a dominarte, como el día que
atacasteis al señor Malfoy y a sus amigos, ¿verdad?
—Sí —confesó—. Pero... no creo que sea sólo eso lo que me posee, ¿no?
Porque Ron estaba casi igual que yo, y él...
—De todas formas, profesor, aún no entiendo por qué Voldemort es más
poderoso. Entiendo que sea más difícil atacarle, pero... ¡logró romper su
hechizo antidesaparición! ¿Cómo lo hizo?
Harry asintió. Así que era eso lo que le diferenciaba de los demás: él
poseía dentro de sí poderes que Voldemort le había dado, poderes que
habían crecido en él... y esos poderes en su sangre habían terminado por
hacer más fuerte a su poseedor original.
—Vale... entiendo entonces esa parte, pero... ¿Qué es eso de que tengo un
poder que me rodea y que debo utilizar los dos para derrotarle? Se supone
que el poder que yo poseo y él no es el... el amor, ¿no? ¿Qué es eso de que
me rodea?
—No. Las profecías no funcionan así. Las cosas no suceden de una forma
porque se haya profetizado algo, sino que se genera una profecía porque
las cosas sucederán así. —Harry miró al director con cara de no
comprender nada—. Las profecías son como la historia: ambas cuentan
algo, las unas del futuro, la otra del pasado, y ambas tienen una similitud:
lo que dicen no se puede cambiar, por eso las profecías son tan raras; es
muy difícil prever algo que ocurrirá seguro, y por el o la mayoría de las
profecías son vagas y dan pocos detal es; por ejemplo, la primera dice que
uno de los dos deberá matar al otro... pero no especifica quién ganará. Las
profecías nos informan sobre hechos del futuro que no se pueden cambiar,
pero hay pocos hechos de este tipo, y es por el o que las auténticas
predicciones son tan poco comunes.
319
Harry asintió—. Bueno, supongo que Voldemort dejó ese poder, y parte de
sus propios conocimientos y recuerdos, parte de lo que él mismo es, en ti.
Por el o, al utilizar esos poderes, te sientes más conectado a él, y su odio,
su rabia, te l enan...
—Lo sé, Harry... lo sé. Sé que te han hecho mucho daño. Lupin me
comentó que te había contado la historia de tus padres y tus abuelos.
Imagino cómo debes sentirte... pero esa no es razón para morir. Tus
amigos, los que están vivos, los que están aquí... el os sí son una buena
razón para morir, para luchar.
—Lo sé.
—¿En el ED?
—¿Nevil e?
—Sí. Siempre ha sido muy inseguro. Lo que les sucedió a sus padres le
afectó mucho durante toda su vida, pero el año pasado demostró de lo que
es capaz, y creo que aún se puede esperar mucho más de él. ¿Le has
hablado de la profecía?
—De acuerdo.
—¿Leyenda?
—¿Con Hogwarts?
320
31
—Por lo fantástica que es, y porque nadie ha visto jamás esa antorcha...
sin contar el hecho de que nadie cree en su existencia.
»Así fue cómo, tras un tiempo y duros trabajos, Hogwarts fue construido.
Los cuatro trabajaron con ahínco, y eligieron este lugar por hal arse cerca
de Hogsmeade, lugar adonde los alumnos podrían ir de vez en cuando.
Cada uno de los fundadores puso algo de él en este castil o, y construyeron
salas secretas y habitaciones encantadas; pasadizos ocultos y puertas
invisibles. Sería justo decir que hicieron tantas cosas que no creo que
nadie haya descubierto nunca todos los secretos del castil o.
»Por supuesto, cada uno de los fundadores tenía sus preferencias, así que
decidieron dividir a los alumnos en casas, según los caracteres de cada
uno. Cada niño era examinado por los cuatro fundadores y elegido por uno
de el os.
—Sí, al principio... hasta que Gryffindor empezó a buscar magos entre los
muggles. En cuanto Slytherin se enteró, se opuso, alegando que los hijos
de muggles no tenían idea ninguna acerca de nuestro mundo, y que no
tenían derecho a estar al í. Gryffindor, sin embargo, se empeñó, y los
alumnos hijos de muggles fueron admitidos en su casa, al igual que en las
casas de Ravenclaw y Hufflepuff, que se mostraron del lado de Gryffindor
en la disputa. Slytherin, por tanto, cedió, pero nunca admitió a ninguno de
el os en su casa, y los miraba con recelo.
—¿La antorcha tiene que ser usada por dos magos? —preguntó Harry,
sorprendiéndose del detal e.
—Si son ciertas —puntualizó Dumbledore—, que podría ser que no.
»Sucedió que, un año, un alumno de sangre muggle logró las más altas
calificaciones de su curso, algo que nadie como él había hecho hasta
entonces; se dice que Slytherin no quiso entregarle el premio que el
colegio concedía por entonces al alumno más aventajado, y la ceremonia
de entrega se realizó sin él. Esto, desde luego —aclaró Dumbledore—, no
se sabe exactamente si fue cierto o falso. La historia cuenta que Slytherin,
322
durante la ceremonia, se sumió en oscuros pensamientos y en odio hacia
los sangre sucia, como había empezado a l amarlos en secreto, temiendo
que algún día pudiesen ser importantes en el mundo de la magia. Sabiendo
que nunca convencería a los demás de sus ideas, terminó de construir la
Cámara de los Secretos y encerró al í a un monstruo.
»Su intención era que fuese algo secreto, claro, aunque se lo contó a
miembros de su casa, según dicen las historias, y así la leyenda de la
Cámara de los Secretos se difundió y se transmitió hasta nuestros días
como un rumor. Gryffindor la oyó, pero se negó a creer que su amigo fuese
capaz, pese a su intolerancia, de hacer algo semejante. Sin embargo, un
día, al parecer, descubrió a Slytherin intentando usar la antorcha para
cambiar el hechizo del Libro del Registro e impedir que aparecieran en él
los hijos de los muggles; por supuesto no lo consiguió, porque él solo no
podía usar la antorcha. Estal ó una disputa entre el os, donde salió a relucir
el tema de la Cámara, y algo hizo creer a Gryffindor que de verdad existía.
Horrorizado, se enfrentó a su amigo, y tras la mayor discusión que jamás
habían tenido, su amistad se terminó. Slytherin decidió abandonar el
colegio, a pesar de lo mucho que lo amaba, pues no quería seguir rodeado
por los demás fundadores y los hijos de los muggles. Así, una noche, sel ó
la cámara hasta que l egase su heredero y se aprestó a marcharse. Entonces
recordó la antorcha y decidió que no quería que se quedara en manos de
sus ahora enemigos. Así pues, intentó l evársela, pero no pudo.
—Sí, pero nadie sabe dónde, porque nadie la ha visto nunca —contestó
Dumbledore—. Gryffindor la buscó durante años, pero nunca la encontró.
Nadie sabe dónde la ocultó Slytherin.
—Y se supone que yo debo usarla.
—Sí.
—Es mejor que ahora te vayas. Ve con tus amigos, habla con el os. Te hará
bien. Seguid practicando con lo que conseguisteis en la Sección Prohibida
de la biblioteca, y pronto yo os proporcionaré más cosas.
morir por el a, el amor de aquel os a los que quería, pero... ¿qué era eso de
que lo rodeaba? No lograba explicarse nada, y la cabeza ya le daba vueltas.
—¿Te vas a quedar ahí todo el día? —le preguntó la Señora Gorda,
sacándole de sus pensamientos. Sin darse cuenta había l egado a la torre de
Gryffindor.
—Es que...
—Sí.
—Vaya... —dijo Ron cuando Harry hubo terminado—. Así que eso es lo
que te pasó en la enfermería y en el lago...
324
comentó Hermione.
Los tres amigos bajaron a la sala común, sin hablar, y se sentaron cerca de
la ventana.
—Eso de que la hora se acerca... ¿quiere decir que pronto tendrás que
enfrentarte a Voldemort? —preguntó Luna, como si fuese la cosa más
normal del mundo.
Hermione soltó una débil risita que se apresuró a disimular con una tos.
Hermione no respondió.
—No. Dumbledore dijo que había una fuerza inmensa y maravil osa... creo
que es... amor.
325
tendrían que encontrar alguna manera de hal arla, quizás con algún
hechizo. Aunque no imaginaba qué tipo de hechizo podrían usar el os que
no se le hubiera ocurrido a nadie antes. Extrañamente, se dio cuenta de que
el nombre, «Antorcha de la Llama Verde», le sonaba, le sonaba
extrañamente, aunque nunca lo había oído antes, de eso estaba seguro.
Pensando en el a, y en los poderes que tendría, y en cómo podría usarla
para luchar contra Voldemort, se durmió.
—¿Quieres decir que es con esa Antorcha con lo que se supone que
Voldemort conseguirá unirse a ti, o poseerte? —preguntaba Ron en voz
baja durante la clase de Encantamientos. Estaban practicando hechizos
parlantes con unas estatuil as que el profesor Flitwick les había dado, y era
un momento ideal para hablar, de tanto ruido que había.
—Vaya, entonces se entiendo que tengáis que utilizarla entre los dos... —
comentó Hermione.
—Bueno, Harry, si los dos tenéis que usarla, entonces la solución es sencil
a: no la uses y no podrá apoderarse de ti —dijo Ron, muy satisfecho de su
conclusión.
—¿Y por qué sabes tú todas esas cosas en tu sueño? No entiendo que pinta
Slytherin en tu cabeza —dijo Ron.
326
—Yo puedo ayudarla —se ofreció Nevil e—. Así repaso un rato, y luego
practicaré con Ron y Hermione.
—No basta. No l ega con pensar... tiene que ser algo mucho más profundo,
no sé...
Por su parte, Luna, según había dicho Ginny, también sospechaba algo.
Ambas pasaban muchísimo tiempo juntas ahora, ya fuera en clases o en la
biblioteca, y eran grandes amigas. Ginny contaba que a veces la miraba
raro, y que le decía cosas como «tú ocultas algo», cosa que Ginny se
apresuraba a negar.
327
—Luna, eso que dijiste de que mis padres me protegen, y que tu madre a
ti, y que a veces sueñas con el a...
—No lo sé... todo el mundo me dice siempre que aquel os a los que
queremos nunca nos abandonan, pero...
Aquel o tenía cierto sentido. Harry recordaba que Snape le había dicho que
él percibía a Voldemort más claramente cuando dormía, porque su mente
estaba más relajada, más abierta...
—La tengo. ¿No recuerdas el velo? ¿No recuerdas las voces? Son las l
amadas de los muertos a sus seres queridos.
—¿Cómo? —Harry miró a la chica muy fijamente—. ¿Cómo sabes eso?
—Mi padre escribió un artículo hace mucho tiempo sobre ese velo del
Ministerio...
—Sí, tal vez tengas razón, pero... ¿y cuando no estamos cerca del velo?
—No lo sé.
El a se encogió de hombros.
—Sí.
—Oye, Ginny...
—No pasa nada, Harry. Sé que fue muy duro para vosotros. Lo fue para mí,
así que no me imagino lo que debió ser para Ron y para ti...
328
32
El día del partido contra Hufflepuff era esperado por todo el colegio con
muchísima emoción, ya que nadie había albergado la esperanza de que se
fueran a reanudar los partidos tras los ataques, y considerando todo lo que
había pasado (incluida la desastrosa final del Torneo Internacional) todo el
mundo tenía grandes ganas de divertirse y distraerse. No obstante,
Dumbledore había anunciado excepcionales medidas de seguridad por si
acaso, y se había puesto un hechizo antilevitatorio en el estadio: sólo las
escobas que Dumbledore autorizase podrían volar al í.
A las ocho y cuarto se levantó, se vistió y bajó a la sala común. Ron aún
dormía plácidamente, y decidió no despertarlo. Miró por la ventana. El día
era soleado y fresco. Se estaría bien en el campo. Además, había buena
visibilidad, y con el reflejo del Sol sería más fácil localizar la snitch.
Abandonó la ventana y se sentó en el sofá a esperar a los demás jugadores.
La primera en bajar fue Ginny, que estaba pálida.
—Sí —respondió.
—Dumbledore no permitirá que pase nada malo esta vez —le aseguró
Harry—. Ya lo verás.
—No, no... estaré bien —dijo el a, esbozando una sonrisa—. Siempre que
tú estés al í para protegerme —
—¡No os esforcéis mucho! —les dijo Henry Dul ymer cuando salían al
exterior.
Harry se volvió y lo miró. Con él estaban Sarah y sus tres amigas, y las
cuatro sonreían.
Harry, Ron y Ginny se elevaron antes que nadie. Ron se dirigió a los aros,
Ginny cazó la quaffle y Harry empezó a buscar la snitch. Mientas lo hacía,
observó a su equipo. Con su nueva escoba, Ginny volaba como un rayo y
logró pronto el primer gol para Gryffindor. Cuando regresó, celebrándolo
con Katie Bel , parecía que los nervios se habían esfumado. Harry le
sonrió y siguió buscando.
***
—¡Estamos cansados!
—Sí... luego os explico. Así, además, podéis estar un rato solos. Hasta
luego —dijo, levantándose, mientras Ron, sonriente, se sentaba al lado de
Hermione, que miraba a Harry con el ceño fruncido.
—Subamos a la habitación.
330
—Nevil e... ¿tú sabías que mi madre y la tuya habían sido grandes amigas
en Hogwarts?
—¿Cuándo fue esto? —preguntó, con voz débil, viendo la cara de felicidad
de sus padres.
—Sí.
—¿Te das cuenta de que seguramente nos vimos alguna vez siendo bebés?
—dijo Harry, sonriendo. Le resultaba curioso pensar que el chico que
estaba enfrente de él, Nevil e, hubiese sido probablemente el primer niño
del mundo mágico con el que había estado. Nevil e también sonrió.
—Sí.
—Sí.
—Lo eran —confirmó Harry—. Al igual que los míos. Pero nosotros no
somos peores que el os, Nevil e. Sé que tus padres se sentirían orgul osos
de ti si supieran cómo enfrentaste a los mortífagos en junio pasado.
—Sí.
Nevil e abrió mucho los ojos, y empezó a abrir y cerrar la boca, sin decir
nada.
—A mí me gustaría ser sólo Harry Potter y no «el niño que vivió». Nevil
e, le dijiste a Sarah que debía confiar más en sí misma... conseguiste l evar
a Gabriel e Delacour al baile... no eres ningún inútil. Eres un buen mago.
En el ED eres de los mejores, de los que más se esfuerza. Puedes hacer lo
que hago yo... o casi todo
—Tendremos ocasión. Nevil e... quiero que lo hagas con nosotros. Quiero
que entrenes defensa avanzada con Ron, Hermione, Ginny y yo.
—¿Yo?
—Sí, tú. Tengo que aprender a dominar mis poderes, las habilidades que
Voldemort dejó en mí.
—¿Las habilidades que...? ¿Te refieres a lo que dice esa profecía nueva?
Harry sonrió.
—Como esto —dijo Harry. Apuntó a un cojín con la varita y lo hizo flotar;
luego, con un rápido movimiento de su varita, lo segó en dos trozos.
—Sí, sobre todo si lo usas contra una persona —dijo Harry, reparando el
cojín y dejándolo donde estaba.
¿verdad?
332
—Muchas gracias.
Harry sonrió.
Los dos bajaron a la sala común. Harry buscó con la vista a Ron y
Hermione, pero no estaban, así que se dispuso a esperarlos empezando su
trabajo de Encantamientos.
Sus dos amigos l egaron veinte minutos más tarde y se sentaron junto a él.
—Sí.
Dumbledore se reunía a veces con el os, para conocer lo que hacían, sus
progresos y sus habilidades. En general, todo iba muy bien, exceptuando
que Harry seguía sin lograr dominar su poder. Seguía sin lograr alcanzar el
nivel suficiente de odio y rabia como para invocarlo, y se desesperaba.
—Bueno, el caso es que lo has empezado a sentir este año, ¿no? Cuando se
ha hecho fuerte... tal vez dentro de un tiempo puedas hacerlo mejor.
—Ya, pero no tiene que ser este año, ¿no? Aquí en Hogwarts estás a salvo,
y también en casa de tus tíos y en Grimmauld Place... Voldemort no podrá
atraparte tan fácilmente.
333
Cho sonrió.
—¿Qué tal estás tú? —le preguntó Cho—. Hace mucho que no hablamos...
—Bien, bastante bien —dijo Harry, aunque no fuese del todo verdad.
Harry asintió.
—¿Te apetece un ajedrez antes del ir a comer, Ron? —le preguntó Harry a
su amigo.
—Ah, vale... —dijo Harry. Sin embargo, algo le decía que Ron le mentía.
«Bueno, tal vez quiera estar un rato a solas con Hermione», pensó. «Pero
entonces, ¿por qué me miente?
Todo el resto del día Ron y Hermione estuvieron raros. Harry le preguntó a
Ginny, pero el a estaba tan extrañada como él. Cuando se dirigieron a la
Sala de los Menesteres para su entrenamiento, Harry iba ya bastante
enfadado.
—¿Qué?
—Tú no te metas.
Harry abría y cerraba la boca, sin saber qué decir. Tenía un nudo en el
estómago.
—Creo que está claro, Harry —respondió el a con tono frío—. Nosotros ya
tenemos nuestra vida, y tú no eres su centro —añadió, cogiendo de la
mano a Ron.
—¿Y qué esperabas? Mira, hemos aguantado mucho, pero que encima no
podamos tener ni un secreto...
334
Nevil e había sacado la varita, pero Harry fue más rápido. Sacó la suya y
apuntó sin pensar, su mente convertida en un torbel ino, l enándose de
odio, de miedo, de rabia y deseos de venganza. Las l amas de los
candelabros de la sala se agitaron y un estremecimiento recorrió el lugar.
Ron levantó su varita, pero no sirvió de nada: de la de Harry salió un
destel o y la varita de Ron saltó por los aires, y él y Hermione fueron
lanzados violentamente hacia atrás. Cayeron y gimieron, pero Hermione se
incorporó y sacó la suya. Apuntó a Harry y exclamó « ¡expel iarmus! ».
Harry movió su varita, cuya punta bril aba intensamente, y sus dos
antiguos amigos fueron levantados y aplastados contra la pared, incapaces
de moverse.
—¿Cómo habéis podido? ¿Creíais que ibais a burlaros de mí? ¡PUES NO!
¡Ahora veréis...!
Levantó la varita aún más y Ron y Hermione ascendieron, aún pegados a la
pared. Sus caras se contrajeron en una mueca de dolor. Harry iba a hacerles
daño... si el os le abandonaban, si le traicionaban, ya nada importaba...
nada.
—No es eso, Harry —respondió Ron, con su tono de voz normal—. ¿Es
que no lo ves?
—¿Qué no veo?
—¿Qué...?
—¿No lo ves? ¡Ha funcionado! ¡Te hemos puesto furioso y lo has logrado!
—Pues pareció demasiado real —dijo Harry—. ¡Pude haberos hecho daño!
—No creo que pudieras —dijo Ron—. Y era algo necesario. No estábamos
avanzando nada...
—Vale, sí, pero... no hacía falta esto. De todas formas, ahora que lo sé
estaremos como antes...
—Seguramente, pero ahora será mejor que nos vayamos, ¿no? —sugirió
Ginny, que aún estaba impresionada; Nevil e, por su parte, ni siquiera
había abierto la boca.
335
—A lo mejor Harry sólo puede hacerlo cuando se pone así —dijo Ron.
—No lo creo. Puede que le sea más fácil, pero al fin y al cabo, todo lo que
se hace con una varita puede aprenderse, sea más sencil o o más
complicado —le contradijo Hermione—. Y además, yo... yo también lo
sentí dentro de mí —añadió.
—No creo. Ginny también es amiga mía y el a no notó nada —dijo Harry.
—Bueno, tu relación con nosotros es más profunda que con Ginny, ¿no? —
dijo Ron.
—Sí, eso sí... pero no creo que sea todo.
—dijo Harry, con la mirada perdida en sus manos—. Tal vez sea por eso.
—Sí. Me dijo que sin vosotros no l egaría a ninguna parte... pero tampoco
entendí muy bien todo lo que quería decirme.
—¿Y qué tiene que ver eso con que sintamos cuando usas tu poder? —
preguntó Ron.
Pasaron los días y Harry, aunque aún no lograba dominar su poder, había
hecho enormes progresos, y ya era capaz de ejecutar normalmente el
desvío de maldiciones; Hermione había buscado como una posesa en la
sección prohibida hasta encontrar algo acerca de el o y al final lo había
conseguido. El a y Ron también habían logrado dominar la técnica, aunque
ninguno de los dos estaba demasiado seguro de cómo lo había hecho. A
Nevil e y a Ginny aún les costaba, y no conseguían desviar más que
algunos hechizos débiles.
Mientras tanto, las reuniones del ED también proseguían, así como los
entrenamientos de quidditch; también, como Hermione les recordaba
constantemente, se acercaban los exámenes finales, lo que para Ginny
significaba los TIMOs. La consecuencia de todo esto era que apenas tenían
un solo momento de libertad o de ocio.
Por una parte, Harry lo prefería, porque para él, los momentos de ocio,
como cuando se iba a la cama, simplemente le provocaban que en su
cabeza no dejaran de resonar las palabras «el momento se acerca», y el
desasosiego lo invadía. No estaba preparado para enfrentarse a Voldemort
en un combate a muerte, lo sabía. ¿Cómo iba a matarle? ¿Con una
maldición asesina? Ni siquiera sabía cómo hacerla... o eso creía, porque
había veces en que pensaba que sí sabría... de la misma forma que sabía
cómo desviar hechizos: lo 336
había visto en sus sueños; y Bel atrix Lestrange le había dicho que se
necesitaba odiar, desear hacer daño para usar una maldición
imperdonable... bueno, si ese era el requisito, a Harry le sobraba capacidad
para lanzarle una maldición asesina a Voldemort.
Se acercaba el final del mes de Abril, y con el o los exámenes estaban cada
día más cerca; por otra parte, también el partido contra Slytherin se
aproximaba, sería a finales de mayo, y los entrenamientos se
intensificaban, pero Harry y Ron no estaban demasiado preocupados:
Gryffindor era mejor que Slytherin, y además, ninguno de los dos creía
que fuesen a perder por ciento noventa puntos de diferencia, que era lo que
necesitaba Slytherin para ganar la Copa de Quidditch.
—Es ya como si fuese nuestra —les dijo Ron a Harry y a Ginny, entrando
en la sala común tras el entrenamiento de la tarde.
—Habéis tardado mucho —les reprochó Hermione, que tenía una mesa
invadida por libros y apuntes.
—Bueno, queremos ganar —se excusó Harry, dejándose caer en una butaca
—. Buf... Estoy muerto.
Ron bufó.
Hermione les lanzó una mirada reprobatoria (que ambos chicos procuraron
ingnorar) y siguió trabajando.
Tras terminar la partida, (y ser derrotado por Ron), Harry se quedó un rato
mirando al fuego, y luego se acercó a Ginny, que trabajaba en una
redacción para Pociones; Ron se había sentado con Hermione y se había
puesto a hacer su trabajo de Transformaciones, en un intento de que
Hermione dejara de mirarlo con severidad.
—¿El qué?
—Que no es estrictamente necesario que esté muy enfadado... ¿cuál es el
primer poder de Voldemort que demostré poseer? —les preguntó.
337
—Exacto; y fue utilizándola, en verano, cuando sentí por primera vez esa
sensación.
De la punta de la varita de Harry salió una serpiente que cayó frente a él,
en el piso, silbando. Ron, Hermione, Ginny y Nevil e retrocedieron. Harry
se puso frente a la serpiente, pensando en la serpiente de Voldemort, en la
vez que la había visto, la noche en la que el mago había retornado...
recordó la muerte de Cedric, las burlas de los mortífagos... entonces, fijó
su vista en la serpiente e instantáneamente lo sintió, pero de una forma
muchísimo más intensa que la última vez, casi como si la serpiente y él
fueran uno solo; no le extrañó que el basilisco sólo obedeciera a Ryddle, si
era capaz de dominar a las serpientes de una forma tan intensa. Harry se
sintió invadido de fuerza y de poder, y conocimientos e imágenes que no
eran suyos brotaron de su mente. Se sentía casi capaz de todo, o al menos,
capaz de mucho más. La serpiente permanecía frente a él, inmóvil,
totalmente sometida a su voluntad; se sintió solo, se sintió poderoso...
agitó la varita, haciendo estal ar todas las estanterías de la habitación.
Ron le miró con el entrecejo fruncido, sin entender. Harry apuntó a la mesa
con su varita y la convirtió en una araña grande. Ron profirió un quejido,
pero Harry no le hizo caso. Apuntó a la araña con su varita y se concentró,
concentró su odio en el a...
Harry se volvió y vio a Hermione, que le abrazó. Entonces sintió que las
sensaciones se iban, que el odio desaparecía, y volvió a sentirse normal.
—Vaya, parece que lo has hecho —dijo Ron, mirando también a la araña.
—Sí —dijo Harry, muy serio—. Lo he hecho.
338
33
—Sí, sí. Mejor aprender a curar que a matar —se apresuró a decir
Hermione.
—¿No crees que nos hemos pasado, Hermione? —dijo Ron, mientras
contemplaban el montón de libros que habían dejado encima de la cama de
Harry.
Así pues, se repartieron los libros, de tal forma que luego compartirían lo
aprendido, sin tener que leer cada uno todo. A Ginny estuvo a punto de
darle un colapso cuando vio la montaña de libros.
Leer cada uno su parte les había costado acostarse generalmente a la una
de la madrugada o más tarde incluso. Por suerte, Hermione había
preparado una poción contra el sueño cuya receta había encontrado en la
sección prohibida; esto les permitía mantenerse en pie, pues al tomar la
poción se necesitaban menos horas de sueño para descansar lo mismo,
aunque no se debía abusar de el a, porque con el tiempo hacía menos
efecto y además podía causar efectos negativos.
Las prácticas, por desgracia, exigían ciertos sacrificios por parte de los
cinco: para poder curarse, tenían que estar heridos, y se provocaban
moretones y pequeños cortes unos a otros para luego curarse las heridas.
Hermione captó enseguida la esencia de los hechizos para curar, y Harry
descubrió también que no se le daban mal; Ron lo hacía normal, al igual
que Nevil e; a Ginny se le veían facultades, pero debido a la proximidad de
los TIMOs ahora no solía acudir a todas las reuniones que hacían.
—Te pasaste con ese hechizo, Harry —decía Ron, quejándose y tocándose
un moretón que tenía en un brazo, mientras bajaban por la escalinata de
mármol hacia el vestíbulo. Se dirigían a cenar tras una de sus reuniones.
Harry le había lanzado un hechizo golpeador bastante fuerte, y Hermione
no había conseguido quitarle de todo el dolor.
339
—Bueno, si tú lo dices...
—Sí, esto... ¿Qué tal los TIMOs, Luna? —preguntó Harry para desviar el
tema.
—Bueno, creo que bien... al menos, no estoy tan histérica como Ginny...
por cierto, ¿dónde está?
—Eh... —dijo Harry. Se miraron los unos a los otros— en nuestro cuarto
—contestó.
—Sí, es cierto, y tenemos mucho que hacer después. Hasta luego, Luna —
dijo Harry, entrando también en el comedor seguido por Ron y Nevil e.
Hacía cinco minutos que habían comenzado a comer cuando l egó Ginny.
—¿Y qué espera ahora? ¿Algo que le revele dónde está la antorcha esa? —
preguntó Ron.
—No lo sé. Ya te dije que no me había comentado nada desde el día que
me habló de la leyenda.
—No, eso l evaría mucho tiempo... creo que deberíamos buscar algo en la
biblioteca.
—No. Algún tipo de hechizo para localizar objetos... algo así tiene que
haber.
—¿Y no crees que cuando Slytherin la ocultó pensaría en eso? —dijo Ron.
—No es por ser pesimista, pero dudo que con esto consigamos algo...
¡Fijaos! El primero es poco más que un hechizo convocador, dudo mucho
que al centenar de directores de Hogwarts que ha debido de haber desde
Slytherin no se les ocurriera hacer esto.
—Es lo que tenemos... o esto, o recorrer y buscar todo el castil o, pero eso
seguro que sí se les ha ocurrido
—repuso Hermione.
—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Ron muy ofendido—. ¿Que
somos unos vagos?
—¡No, no! —contestó Seamus, alarmado—. Es que... no sé... no es muy...
normal.
—De todas formas, estáis muy raros... —insistió Seamus antes de volver a
dedicarle toda su atención a la comida.
Harry lo hizo y sus ojos se abrieron como platos. Al í, con letras grandes,
estaba escrito: LA LEYENDA DE LA ANTORCHA DE LA LLAMA
VERDE
—De nada. Yo me tengo que ir, pero te lo dejo, si quieres —ofreció Henry
—. Ya me lo devolverás.
—Tuyo es, entonces. Bueno, que os sea útil —se despidió Henry, saliendo
de la biblioteca.
—Lo que pasa es que yo tengo más intereses que el quidditch —le espetó
Hermione con mirada severa.
Así, quedaron en hacer la poción el lunes, ya que les l evaría varias horas y
al día siguiente, domingo, Harry y Ron tenían entrenamiento de quidditch;
y lo que quedaba de tarde del sábado iban a dedicarlo a sus prácticas de
curación.
Tenían pensado estar una hora y media tranquilos, practicando, pero sus
esperanzas se desvanecieron cuando, diez minutos después de haber
entrado, la puerta se abrió y Luna Lovegood entró en la habitación.
—Lo siento, Luna, pero es que... —Ginny parecía compungida y estaba tan
roja como su pelo.
—¿Y el os? —inquirió Luna—. Vale que Ron y Hermione son tus mejores
amigos, pero ¿qué pasa con Ginny y Nevil e? ¿Por qué están el os y nadie
más?
Harry suspiró y miró a la chica fijamente.
—Ya, pero cuando salimos de aquí creíamos que Voldemort estaría al í...
¿Qué mas da? Si no vamos nosotros a por él, vendrá él a por nosotros...
Mejor dar el primer golpe.
342
—Sí, están muertos, lo sé... pero mi padre tiene muchos libros, ¿sabéis? Y
muchas cosas raras de las que se publican en la revista... en verano, tras
conocerte, busqué algo sobre magia antigua... y bueno, se supone que tu
madre hizo algo cuando se sacrificó por ti, te dejó esa protección que
tienes...
—Ya verás como tus padres están contigo, Harry —dijo Luna, muy segura
de sus palabras.
—No fue nada —dijo el a—. No podía dejar que hicieseis una locura.
—No me extraña que Weasley no sepa leer, seguro que no vio un libro
antes de entrar en Hogwarts —dijo la arrastrada voz de Draco Malfoy, que
estaba sentado cerca de el os con Crabbe y Goyle. Hablaba en voz baja,
pero lo suficientemente alta como para que Harry, Ron y Hermione le
oyeran—. Seguro que la sangre sucia le lee los textos...
—Al menos mi padre puede entrar en casa sin esconderse —soltó Ron,
observando con satisfacción cómo la sonrisa se borraba de la cara de
Draco.
—No le hagas caso, Ron... —dijo Hermione—. Toma, échale otra gota de
aceite a la poción, aún se puede arreglar... y bueno, como decía —
prosiguió, bajando la voz—, es mejor hacerlo cuando todo el mundo esté
cenando, para evitar encontrarnos a alguien por casualidad.
—Está bien...
Así pues, aquel a tarde, a las seis y media, Harry, Ron y Hermione salieron
de la sala común para dirigirse a la Sala de los Menesteres. Harry l evaba
el mapa del merodeador y observaba que ni Filch ni su gata 343
—¡La granos! ¡La gorda! ¡La fea! —chil aba Peeves, persiguiendo a
Myrtle La Llorona, que avanzaba por el corredor, mientras el poltergeist le
arrojaba libros.
Por toda respuesta, Peeves empezó a arrojarles libros a el os, hasta que
Harry se hartó, sacó su varita e hizo que los libros empezaran a perseguir a
Peeves, que se alejó revoloteando para evitar que los gruesos volúmenes le
golpearan.
—Bueno, la idea no está mal, pero tampoco estamos seguros de que esté al
í... —dijo Harry.
—¿De qué habláis? —quiso saber Myrtle—. ¡Yo aún estoy aquí!
—Myrtle —dijo Hermione, volviéndose hacia el fantasma—. ¿Qué te
parece si te acompañamos a tus lavabos?
Muy excitados, los tres se dirigieron a los lavabos de chicas del segundo
piso, donde no entraban desde hacía cuatro años, acompañados por Myrtle,
a la que se veía muy feliz. Entraron y Harry se situó frente al lavabo que
abría la puerta de la Cámara.
—Bueno, aquí estamos otra vez... —dijo, recordando lo que había pasado
al í.
—¿La Cámara de los...? ¡Pues claro! La verdad sería lo más normal que
estuviese al í —opinó Ginny.
Ginny palideció.
Ron y Harry fueron a por sus escobas y bajaron de nuevo a la sala común,
donde Hermione los esperaba.
—Bueno, al á vamos —dijo Harry, poniéndose enfrente del grifo que abría
la Cámara. Miró a sus amigos.
La tubería por la que bajaban era muy larga, pero a Harry le dio la
impresión de que la última vez que había bajado era más corta... quizás se
debía a que en realidad, no quería l egar abajo; esta vez, por el contrario,
no había ningún peligro (o al menos eso creía).
Llegaron al fondo, al túnel que conducía a la Cámara. Con las tres luces,
podían ver algo más, pero no demasiado.
—Ya... ¿Qué esperabas? —le dijo Ron. Se volvió hacia Harry—. Bueno, y
ahora ¿dónde buscamos? —le preguntó, mirando a su alrededor.
Avanzaron por él, juntos, doblando las curvas, apuntando con los haces de
luz de sus varitas a los lados, por si veían algo interesante, pero no había
nada en esa parte.
345
Así lo hicieron, pero, tras media hora de búsqueda quedó claro que no iban
a encontrar nada.
No sucedió nada.
Harry así lo hizo, pero lo más que consiguió fue que la estatua abriese la
boca, tal y como lo había hecho cuando Ryddle había l amado al basilisco.
—No —replicó Harry—. Sé que está aquí. Siento que está aquí. No sé
cómo, pero lo sé... aunque no sé exactamente dónde ni cómo descubrirla.
Así pues, pusieron en práctica los cinco hechizos que habían usado el
sábado anterior, pero ninguno de el os dio resultado.
—¡Vaya, veo que le sacas partido a las clases por una vez!
—Esperemos —dijo el a.
346
—No tengo tiempo, Myrtle —dijo Harry, mirando que no hubiese nadie en
los pasil os y saliendo del lavabo.
Entró por las puertas y se dirigió hacia los lavabos de chicas del segundo
piso. Entró, cogió su escoba y bajó de nuevo al interior de la Cámara.
Recorrió el túnel y entró en la gran sala. Entonces oyó a Ron y Hermione;
se habían sentado junto a una columna y hablaban animadamente, dándose
algún que otro beso.
—Cál ate, Harry —dijo Ron, un tanto azorado—. ¡Vaya, lo has traído! —
exclamó, al ver al gnobble.
347
34
—Bueno, tal vez tengamos que cogerla dos a la vez —sugirió Hermione
—. Así era como la encendían Slytherin y Gryffindor, ¿no?
De la varita de Ron salió una l amarada, pero la Antorcha siguió sin arder.
—Nada...
—Lo dudo, pero de todas formas tengo que decírselo —repuso Harry—.
Bueno, será mejor salir de aquí.
—¿No notáis un olor raro? —preguntó Harry, cuando casi estaban l egando
arriba.
Harry salió por la abertura del lavabo y se estaba apartando para dejar sitio
a Ron y Hermione, cuando una voz lo sobresaltó:
—¡Vaya, ya estás aquí!
Harry se volvió para observar la cara sonriente de Henry Dul ymer; tenía
puesto un casco-burbuja. Myrtle estaba a su lado, muy contenta. Harry se
quedó de piedra.
—Sí, vayámonos —dijo Henry, yendo hacia la salida. Sin embargo, antes
de salir se volvió a mirar a Harry—.
¿No la irás a l evar así y que la vea todo el mundo, verdad? —comentó,
señalando a la Antorcha.
—¿Eh? ¡Ah! Pues no debería —dijo Harry, dándose cuenta de que Henry
tenía razón.
348
—Toma esta bolsa —dijo Henry, entregándole una bolsa de tela donde la
Antorcha cabría perfectamente—.
Ya me la devolverás.
Los cuatro salieron del baño, caminaron un rato hasta las escaleras y se
despidieron, dirigiéndose cada uno a sus respectivas salas comunes.
—Sí, deberíamos —asintió Harry—. Así podremos hablar un poco con él,
hace tiempo que no lo visitamos en condiciones.
—No, aún no. Acabamos de encontrarla —explicó Ron, que aún seguía
con el gnobble en brazos.
—¡Ah!, perdona, Ron, me olvidé de él... ¿te importa dejarlo fuera, junto a
los otros?
—No tiene gran cosa que ver —respondió Harry—. No hemos conseguido
hacerla funcionar, así que...
—Yo ya estoy deseando verla funcionar, a ver qué puedes hacer con el a —
dijo Ron, embargado por la emoción.
—Pues yo casi temo más pensar qué podría hacer con el a Voldemort —
repuso Harry.
Esa noche tardó un buen rato en dormirse. Había sido un día largo y
emocionante. Realmente, nunca había pensado que volvería a entrar en la
Cámara de los Secretos, y menos para buscar una antorcha que
supuestamente poseía poderes inimaginables. Harry deseó con todas sus
fuerzas que Dumbledore pudiera hacer algo con la Antorcha, o decirle
alguna cosa más sobre el a, porque si la primera vez que la usaba era con
Voldemort, se moriría del miedo. Como había dicho, temía lo que
Voldemort podría hacer con el a...
349
como, por ejemplo, poseerle y dominarle. Cierto era que, como Ginny
había dicho, la tenía él, pero... ¿acaso en su primer sueño el rostro
fantasmal de Slytherin no le había dicho «la conseguirás para él»? Bien
podría ser casualidad, pero a Harry no se lo parecía. ¿Significaban aquel as
palabras que él debía encontrar la Antorcha y entregársela a Voldemort?
Bueno, él nunca se la entregaría voluntariamente, pero seguramente el
mago intentaría quitársela de alguna forma, y siendo quien era, Harry
sabía perfectamente que era capaz de conseguirlo. Al fin y al cabo, había
conseguido sacar a Harry de Hogwarts en dos ocasiones mediante
estratagemas y trampas, ambas complejas y arriesgadas, sí, pero habían
dado resultado. ¿Volvería a intentarlo? Harry no encontró otra respuesta
que no fuera una afirmación.
—Sí.
—Sí, pero no sólo eso; ambos pusieron parte de sí en este objeto, supongo
que eso creó un vínculo más fuerte entre ambos... un vínculo lo
suficientemente fuerte entre sus mentes como para permitirles encenderla.
—¿Y cómo se supone que debo usarla contra Voldemort, si tenemos que
encenderla los dos?
—¿Y qué se supone que voy a hacer con el a? —preguntó Harry—. ¿La
dejo aquí?
—¿Por qué dice que puedo ser más fuerte que él? Nunca le he vencido, me
he limitado a huir de él...
—Por el sonido —contestó Harry, casi sin pensar—. El canto del fénix me
recordaba a usted, a mis amigos...
—Luna siempre dice que mis padres, y... y Sirius están conmigo, que
nunca me dejan solo...
350
—Y haces bien —le dijo Dumbledore—. Aquel os que amamos, que nos
aman, nunca nos abandonan del todo... y menos aquel os que han hecho un
sacrificio de amor por nosotros, como tu madre hizo por ti.
—Sí, pero me dijo que confiaba en mí, que podía ser más fuerte que
Voldemort... espero que sea verdad.
—Bueno, él nunca había visto la Antorcha, sólo conoce la leyenda, así que
no es de extrañar —dijo Harry.
Al terminar de cenar, los cuatro salieron juntos del Gran Comedor. Harry
miró hacia Henry, quien se acercó, solo. Harry le devolvió la bolsa que le
había prestado.
—¿Qué tal has estado este tiempo? —le preguntó el a, como si no supiera
de qué hablar, o no quisiera hacerlo.
—Sí, me imagino.
Creo que sacaré una buena nota en el EXTASIS de Defensa Contra las
Artes Oscuras —dijo, con una sonrisa—. Voy a echar esto de menos... y
también a ti.
—Yo también te voy a echar de menos —dijo Harry.
—¿Qué te quería? —preguntó Ron, cuando Harry entró por el agujero del
retrato.
351
—¿Qué pasa? —preguntó Harry—. ¿Por qué me mira todo el mundo? ¿Por
qué hay tanto silencio?
La pasada noche la Marca Tenebrosa volvió a bril ar, esta vez en el pueblo
de Hogsmeade, que ya se viera atacado por una horda de dementores
antes de Navidad. En esta ocasión, como en la anterior, la causa del
ataque parece ser la proximidad a Hogwarts y, sobre todo, la presencia en
ese colegio de Harry Potter.
352
—¡TE ODIO! ¡TE ODIO! ¡TE ODIO! ¡TE ODIO MÁS QUE A NADA EN
ESTE MUNDO! ¡JURO QUE
ACABARÉ CONTIGO AUNQUE ME CUESTE A MÍ LA VIDA! —gritó,
dejando que las lágrimas corrieran por su cara.
—¡DÉJAME EN PAZ!
—Harry, ¡ábreme!
Harry oyó un golpe seco y unas palabras y la puerta se abrió. Ginny traía la
varita en su mano.
—¡Quiere esto! ¿entiendes? ¡Me ha dicho que seguirá matando gente hasta
que le dé lo que quiere!
—Harry... Harry, por favor... —dijo Ginny, con las lágrimas cayéndole por
la mejil a. Se acercó a él e intentó abrazarle.
sintió la paz que el a había sentido al abrir los ojos y ver su propio rostro
cerca del suyo, se sintió estremecer 353
cuando él le dijo que Ryddle ya no estaba y que todo iría bien... sintió su
calidez mientras bailaba abrazada a él en el baile de Navidad...
—¡Harry! ¡Harry! ¿estás bien? —oyó. La voz era débil y parecía lejana.
Pero era una verdad a medias... tenía una ligera idea de por qué lo había
logrado, cuando se suponía que se necesitaban dos personas para
encenderla. Miró a Ginny.
—No pasa nada —dijo el a—. Es normal que estés muy afectado... ¿Te
encuentras mejor?
—Lo sé Harry. Es terrible que Kingsley haya muerto, pero no puedes hacer
nada, y no es culpa tuya...
—¿Qué?
—Vi tus... tus recuerdos. Algunos. Era extraño, porque los sentía como si
fuesen míos...
—¿E-Estás bien?
—Menos mal —dijo Ron, observando la ventana rota y las camas movidas
y desordenadas.
preguntó, mirándola.
354
—No, pero Ron y yo l egamos a esa conclusión —explicó Hermione—. El
caso es que, debido a la amenaza de Voldemort, va a haber nuevas
restricciones, y no se podrá salir del castil o pasadas las seis, ni a ninguna
otra hora sin la autorización de un profesor.
—Los prefectos y los Premios Anuales tendremos que vigilar los pasil os
y las salas comunes para que ningún alumno haga ninguna tontería —
prosiguió Ron—. Que es lo que nos faltaba, con los exámenes encima.
—¡Claro que no! ¡Me parece una decisión muy sensata! —dijo Hermione.
Ron iba a replicar, pero prefirió cal arse. Quizás, en el fondo, también
opinaba igual. A Harry le molestaba no poder enfrentarse a Malfoy y ganar
de nuevo la copa, pero en ese momento le importaba poco; tenía
preocupaciones más acuciantes.
—Ya...
—Lo que oyes. Estaba l eno de ese poder, y la cogí... y luego l egó Ginny,
la abracé y... se encendió.
—¿Sin más? —preguntó Ron.
Harry asintió.
—No lo sé... la verdad es que fue muy extraño... y al final, muy doloroso
—dijo.
Retrocedió aún más y entonces vio los rostros sonrientes de sus padres,
inclinándose sobre él. Su padre tenía un brazo por encima del hombro de
su madre, y ambos le miraban. Harry se sintió l eno de una ternura y de un
amor como no había conocido... incluso oía sus voces...
355
— Te quiero, James...
Harry sonrió.
—He visto a mis padres —dijo, con voz ahogada—. He visto a mis
padres...
—¿Qué viste? —se interesó Hermione, agarrándole la mano libre con las
suyas.
Hermione le abrazó.
—¿Lo viste? Pero... no puede ser... Ginny no vio nada cuando sentí sus
recuerdos. ¿Por qué tú sí?
—No es tan poderosa como cuando la usan dos personas, creo, pero aún
así desarrol a mis poderes mágicos de una forma que no podría haber
imaginado —dijo Harry, descendiendo y apagando la Antorcha.
Al í, todo el mundo cal ó y se volvió para mirarle. Fue Nevil e el que dijo
lo que todos pensaban:
—A mí —respondió Harry.
Y sin decir nada más ni esperar a nada, salió por agujero del retrato,
dejando la sala común en un completo silencio.
356
35
Caos
—Tengo que hablar con el director. ¿Ya ha vuelto? —dijo Harry con voz
cortante.
—¿Cómo dice?
Era Fudge.
Harry tomó asiento y ni siquiera miró a Fudge cuando éste salió del
despacho, acompañado por Dumbledore.
—Lo hizo para que me entregue a él —dijo Harry—. Y también para que
le entregue la Antorcha.
357
—Sí...
—Siento que mi mente se aclara... siento que puedo hacer muchas cosas,
algunas que nunca he visto cómo se hacen. Puedo recordar cosas de
cuándo sólo era un bebé, y también... también ver los recuerdos de otras
personas.
—¡Pero yo no puedo estar sin hacer nada mientras mata a gente, sabiendo
que yo podría evitarlo!
—No —respondió.
—Sé que es difícil para ti. También lo es para mí no haber podido impedir
la muerte de Sirius, o la de Kingsley, o muchas otras... pero no podemos
culparnos de todo lo que sucede. Sea como sea, tú no puedes ir junto a
Voldemort para que deje de matar, porque no lo hará. No lo hará hasta que
sea derrotado. ¿Estás preparado para derrotarle?
—Si no puedo hacer otra cosa, al menos intentaré protegerte hasta que
estés preparado para enfrentarte a él... o al menos, más preparado que
ahora. Sé que has progresado mucho, que ya controlas tu poder, y más
ahora, que puedes utilizar la Antorcha tú solo, pero no creo que sea
suficiente todavía... Voldemort l eva demasiados años utilizando las Artes
Oscuras, luchando y preparándose. Es extremadamente hábil y muy
inteligente... y está dispuesto a todo. Una peligrosa combinación.
358
Por tanto, bajó hacia el vestíbulo y se dispuso a salir, pero las puertas del
castil o estaban cerradas.
—Potter, ¿qué haces? —preguntó Filch acercándose a él con su habitual
cara de mal humor.
—Nadie sale del castil o sin permiso, Potter, y no veo el tuyo, así que
regresa a tu sala común si no quieres que te castigue.
Harry miró fijamente al conserje. Estaba harto y quería salir a dar una
vuelta. ¿Era tanto pedir? Y no sólo no podía, sino que además el amargado
del celador pretendía castigarlo, como si todo lo que pasaba no fuese ya
suficiente castigo.
—¿Me estás amenazando? —preguntó, con voz firme. Sin embargo, Harry
notó un deje de temor en el a.
Se dispuso a contestar que sí, que le estaba desafiando, pero decidió que
aquel o no le l evaba a nada y lo único que haría sería buscarse problemas,
así que decidió dejarlo. Podía ir a la lechucería.
—Le echo mucho de menos... Pero una amiga me ha dicho que aún sigue
conmigo. Ojalá yo pudiera soñar con él, sentirlo, como el a dice que siente
a su madre. Claro que todo el mundo opina que está un poco loca... la l
aman Lunática, Lunática Lovegood. Yo también lo pensaba, de hecho, pero
ahora creo que su forma de ver las cosas es... interesante. Incluso
reconfortante a veces... —Suspiró, hizo una pausa y miró por la ventana—.
Ojalá las lechuzas pudierais l evarles mensajes a los muertos... Hoy he
recordado a mis padres, ¿sabes? Fue maravil oso verlos a los dos,
cuidándome. Es curioso que, aunque ni siquiera me acuerde de el os, los
eche de menos... supongo que todo el mundo me ha hablado mucho de
ambos... Pero ahora, al menos, ya tengo un recuerdo verdadero, no una
historia contada. Y estoy seguro de que podré recordar más cosas aún si
utilizo la Antorcha...
359
—Quería salir a dar un paseo por los terrenos, pero Filch no me dejó, así
que me fui a la lechucería y estuve al í.
—No; a Fudge.
—Sí...
—¿Qué hacía al í? —preguntó Hermione, muy interesada.
Harry sonrió.
—No puedes dejar que te afecte —dijo la voz de Henry Dul ymer a sus
espaldas, cuando ya estaban en el vestíbulo.
Harry, Ron y Hermione se volvieron. Henry había salido del comedor, con
Sarah. Ambos estaban serios.
Henry sonrió.
Harry entró en la sala común y se dejó caer sobre una butaca. Ron y
Hermione se sentaron cada uno a su lado.
—¿Por qué quisiste que nos fuésemos tan pronto del Gran Comedor? —
preguntó Ron.
360
—¡Ron! Falta muy poco para los exámenes, no creo que... —comenzó a
regañar Hermione.
—Hermione —dijo Ron, cortándola—, no creo que sea un momento muy
apropiado para estudiar. Deja que se distraiga un poco.
—De acuerdo...
—¿Puedo opinar yo? —dijo Harry con voz corante. Sus dos amigos le
miraron—. Bien: no quiero jugar al ajedrez ahora, ni tampoco estudiar.
Prefiero estar un rato solo... jugad vosotros.
¿Cómo estás?
—Más o menos.
Media hora después, Dean subió a buscar algo, y más tarde Seamus hizo
algo similar. Harry comenzó a sospechar que todas aquel as subidas tenían
como objetivo saber cómo se encontraba, y la idea de que sus amigos se
preocuparan por él le hizo sonreír por primera vez en la tarde.
Cuando después de Seamus fue Ron el que entró, Harry se volvió para
mirarle.
—Estoy bien —dijo—. No hace falta que estéis subiendo a cada rato a
mirar si me he muerto.
—Lo sé, y os lo agradezco... pero de verdad que estoy bien. Sólo quería
estar un rato en silencio, pensando.
—¿Qué?
—Sí. Creo que ya he pensado bastante por hoy... —dijo. Miró hacia Ron y
le preguntó—: ¿Al final jugasteis al ajedrez o te puso a estudiar?
—La convencí para una partida rápida, pero ahora estábamos repasando
Transformaciones.
Ambos amigos bajaron las escaleras hasta la sala común, donde, rodeado
por todos sus amigos, Harry logró olvidarse por unas horas de los
problemas que le atormentaban.
361
DE LOS GIGANTES
—Sí, pero no sé... justo ahora, que las cosas aquí empiezan a ponerse feas,
parte de los aurores son enviados lejos del Ministerio... No sé, no me
gusta.
—A mí tampoco —dijo Hermione—. Pero Ron tiene razón: algo había que
hacer, el Ministerio no puede cruzarse de brazos mientras muggles y
magos inocentes mueren...
—¿Y las clases? —preguntó Hermione—. ¡Falta una semana y poco para
los exámenes!
362
—Tengo permiso para hacer magia desde que demostrasteis que yo no fui
el que abrió la Cámara de los Secretos —contestó Hagrid, esbozando una
sonrisa—. Va a ser duro, pero debo ir.
—Eso espero...
La tarde de ese viernes fue muy agitada. Por todas partes se oían murmul
os y rumores sobre los planes de Voldemort y la misión de los aurores en
Escocia. Además, algunos alumnos eran hijos o parientes cercanos de los
miembros de la misión y se los veía preocupados por sus familiares.
—Digo que, si la presencia de Potter aquí nos pone en peligro a todos, tal
vez debería irse.
—Tiene razón, Weasley —dijo Malfoy, que se abrió paso entre la gente,
seguido por Crabbe y Goyle—. Si él nos pone en peligro, debería irse... y
eso de que es el único que puede matar al Señor Tenebroso... no me hagas
reír.
Harry dirigió una mirada a todos los alumnos que abarrotaban el vestíbulo
y también se encaminó al comedor. Hermione se acercó a Ron, que aún
miraba furioso al chico de Hufflepuff y a sus amigos, y tiró de él.
363
mientras, él, que debía librar la batal a final, la batal a que terminaría con
la guerra, estaba tumbado en la cama, bajo la relativa seguridad que
Hogwarts y Albus Dumbledore ofrecían. Se sintió mal por el o, pero, como
Dumbledore le había dicho, nada podía hacer de momento. Nada, salvo
prepararse y comprender...
—¿QUÉ?
—Yo tampoco puedo creerlo —dijo Nevil e, tembloroso—. Tal vez sólo
sea un rumor.
—Estaba conmigo fuera cuando apareció la Marca, y luego, con el fol ón,
no sé dónde se metió. ¡No la encuentro por ningún lado!
—¿Rara?
—¿Y en la habitación?
364
—Sí —dijo Ron, que estaba pálido—. Esta tarde comenzaron a l egar
miles de cartas, cartas que estal aban y prendían fuego a todo. El
Ministerio es un caos, y al parecer han entrado un grupo de mortífagos,
dementores... y... dicen que también Voldemort.
—¿Voldemort? —se sorprendió Harry.
—No había ocurrido nunca algo así. Realmente debe creerse muy fuerte...
—dijo Ron, poniéndose más blanco a medida que pasaba el tiempo.
—A los prefectos nos han ordenado mantener a todo el mundo en las salas
comunes —dijo Hermione—. Al acabar la reunión, Dumbledore habló
conmigo y con Ron y nos explicó lo que pasaba.
—No. Estaba conmigo y luego la perdí de vista, pero estaba muy rara... —
explicó Luna.
—Tenemos que encontrarla —dijo Ron—. Bajemos al vestíbulo, a lo
mejor alguien la ha visto.
—¡Ron! —gritó.
Henry, explícanos...
—No tenemos alternativa —dijo Ron, con voz ahogada y débil—. Nadie
puede ayudarnos, no hay ningún miembro de la Orden aquí, todos están en
el Ministerio... y si no vamos será demasiado tarde...
365
—Esto podría ser una trampa —opinó Henry—. Recuerda la carta, Harry...
—Esto me da muy mala espina, pero no dejaré ni que a Ginny le pase nada
ni que vayáis solos.
—Hermione... yo... yo no quiero que te pase nada... otra vez —dijo Ron,
con la voz débil.
—Vale... ya está.
—Sí ¿y?
—Sí, la l evaré.
—Vamos —dijo.
—¿Por qué nos dejas salir, Malfoy? —le preguntó Harry mientras los
demás salían al exterior.
Malfoy no dijo nada y miró a Harry fijamente. Parecía muy contento, pero
Harry notaba en los ojos del Slytherin el inmenso odio que sentía hacia él.
366
—Nadie irá —dijo de pronto Harry, con voz autoritaria. Todos posaron sus
miradas en él, extrañados—. Voy yo solo —terminó.
—He dicho que voy yo solo. No permitiré que os pase nada malo. Soy yo
quien deber enfrentarse a él; es a mí a quien quiere. Esto es una locura, y
no permitiré que forméis parte de el a sin necesidad.
—¡NO! —gritó Ron, enfadado—. ¿Estás loco? ¡No vas a ir tú solo! ¡Es mi
hermana, y yo voy a ir, lo quieras o no!
Se irguió y le dio un beso en la boca. Ron cerró los ojos. Se quedaron así
unos segundos y luego se apartaron, se cogieron de la mano y pusieron la
otra en el cinturón.
— ¡Accio varitas!
367
36
El Infiltrado
—¿Pero qué dices? —se atrevió a preguntar Ron—. ¿Por qué estás al lado
de esos? ¿Y por qué tienes aún la varita? ¿Qué te pasa?
—Vaya... veo que has seguido un magnífico camino desde que saliste de
Hogwarts —le espetó Harry.
Henry se rió.
—¡Ooh! ¡Qué romántico! ¿Vas a defenderla con tu vida, Weasley? —se
burló Henry.
—¿Por qué? —le preguntó Nevil e, antes de que Harry pudiese decir nada
—. ¿Por qué trataste de defender a Ginny y ahora haces esto?
368
— para disimular.
Harry sintió un ramalazo de odio al oír aquel o, y sobre todo, al oír como
Henry l amaba estúpida a Ginny.
—Sólo tienes quince años... ¿Cómo puedes ser tan... tan...? —Hermione no
encontraba las palabras.
—Potter, Potter, Potter... ¿Cómo puedes ser tan estúpido? Birffen no era
mi aliado, no era nadie... Birffen sólo fue un cabeza de turco. Yo lo hice
todo: yo te hechicé y te puse el colgante, yo ataqué a Longbottom, yo le
eché la maldición imperius a Warrington, yo le envenené en la enfermería,
yo ataqué a Corner y a Chang...
Nevil e cayó al suelo, aul ando de dolor. Flint se rió en silencio. Harry
estaba horrorizado. Nevil e cada vez chil aba más y Henry no se detenía:
parecía estar disfrutando enormemente.
—Me temo que no... pero no sufrirán... ¿O prefieres quizás que ahora se lo
haga a el a? —preguntó Henry, señalando a Hermione. Ron la abrazó
contra sí.
369
Ron se dobló y cayó de rodil as, chil ando. Hermione se agachó a su lado,
mientras las lágrimas empezaban a correr por su cara. Harry estaba
completamente horrorizado..
¡DÉJALE!
—Vendrá —dijo Henry—. Lo del Ministerio sólo era una distracción para
alejar a Dumbledore y a los demás...
—Bueno, tal vez haya otros objetivos, pero son secundarios —aclaró
Henry.
—Por eso cogiste a Ginny, ¿verdad? Para obligarme a venir —dijo Harry.
¡Crucio!
Frunció el ceño con furia e intensificó el ataque. Harry dejó que el dolor,
la rabia, el odio... lo embargaran, dejó que su poder brotase, mientras el
dolor lo consumía... empezó a sentirse más fuerte, sintiendo que el dolor
se hacía menor, lejano... vagamente oyó a Flint gritarle a Henry que lo
dejase, más vagamente aún oyó el «¡Cál ate!» que Henry gritó en
respuesta. Dejó que el poder lo embargase aún más, y entonces levantó la
mirada. Al posar los ojos en los de Henry, un estremecimiento recorrió el
lugar. Harry gritó y Henry fue lanzado hacia atrás, cayendo de espaldas.
Los mortífagos miraron a Harry asustados.
—¡Bien hecho, Harry! —lo felicitó Ron—. Veréis aún de lo que es capaz
—amenazó mirando a los mortífagos.
—¿Qué diablos...?
Harry miró a Flint, chascó los dedos con furia y éste fue lanzado hacia
atrás, golpeándose la cabeza. Iba a hacer lo mismo con otro, cuando, en un
instante, Henry hizo un movimiento repentino con la varita y la Antorcha
saltó de las manos de Harry, apagándose y cayendo al suelo.
—Gracias por enseñarme esto, Potter. Es muy útil —dijo con satisfacción,
aunque parecía muy furioso—.
¡Accio Antorcha!
370
—Por eso estabas tan preocupado al día siguiente, ¿verdad? No era por
Hermione...
—Pues claro que no era por el a. Era la primera vez que había lanzado un
hechizo desmemorizante y necesitaba saber si el a se acordaba de algo.
Pude comprobar que no.
—Eso es lo más interesante de todo, Potter... —dijo Henry con una sonrisa
—. ¿Olvidas que sirvo al mago más grande del mundo? Supongo que te
preguntarás cómo no aparecía el acechador en el mapa del merodeador...
¿Verdad?
Harry no dijo nada, sólo esperó. Henry sonrió más y sacó un colgante que l
evaba al cuel o.
—Esto es una de las grandes obras del Señor Tenebroso. Él me lo
proporcionó. Observad... —Tocó un botoncito del colgante e
instantáneamente se volvió invisible. Harry abrió mucho los ojos. Un
momento después volvió a aparecer—. ¿A que es genial? Y no sólo eso...
si quiero, también evita que aparezca en el mapa del merodeador.
—Fácil, Potter... ¿Olvidas que uno de sus creadores está con nosotros?
—Colagusano...
—Colagusano, sí... y no fue esto lo único que hizo... mira lo que nos ayudó
a fabricar...
—Tenía que ir, tenía que aproximarme a vosotros... por eso hice lo que
hice. Por supuesto, no había riesgo: los dementores no me habrían atacado.
Tenían órdenes.
—No a las del Ministerio; pero te aseguro que sí a las del Señor
Tenebroso, Potter —apuntó Flint.
—Y tú querías l evar a mi hermana al baile, maldito cerdo... —dijo Ron,
mirando a Henry con furia.
—Un plan absurdo —dijo Harry—. ¿Para qué algo tan complicado?
—Qué ingenuos fuimos —se lamentó Harry—. Aquel día, cuando te vimos
en la enfermería junto a Warrington, creíamos que te preocupabas por él, y
tú... tú...
371
—Claro que fui yo, imbécil. Snape no sabía quien era yo, el Señor
Tenebroso no se lo había dicho a casi nadie. Además, no se fiaba del todo
de Snape y me ordenó echarle un ojo. El día que discutiste con él, yo os
seguí, invisible, y, gracias esta vez a un gran invento de los Weasley —
dijo, sacando del bolsil o unas orejas extensibles—, me enteré de la
verdad: que Snape era un sucio traidor que trabajaba en realidad para la
maldita Orden del Fénix.
—¿Por qué nos odias tanto? —preguntó Nevil e—. ¿Acaso no fuimos
amables contigo? ¿Acaso no te divertiste con nosotros?
»En cuanto a lo del monedero, no sabía cómo hacer para que te dieses
cuenta de que no lo tenías, así que convencí a Malfoy de que se burlara de
vosotros usando un galeón... no fue una gran idea, lo sé, pero fue lo único
que se me ocurrió... y funcionó —terminó Henry, muy satisfecho.
Henry se rió.
—Bueno, no conocemos exactamente los planes del Señor Tenebroso, pero
casi puedo jurar que no os va a enviar de vacaciones por ahí.
372
—Es imposible lo que has hecho. Sólo tienes quince años... ¿Dónde has
aprendido a hacer las maldiciones imperdonables, los hechizos
desmemorizantes y demás?
—Granger, a veces eres tan estúpida que no sé cómo has podido ser la
mejor estudiante de Hogwarts estos años... claro que, viendo de quien te
rodeas... —meneó la cabeza. Hermione parecía furiosa—. En fin, es obvio
que el mayor mago del mundo tiene métodos para evitar que el Ministerio
detecte ciertas cosas. Nadie sabe lo que ocurre aquí dentro, ni en otras
casas como ésta.
Hermione temblaba de la rabia. Harry no podía creer que una persona, que
un chico más joven que él fuera capaz de tales maldades. No podía
concebir que alguien tuviese tanta sangre fría... a su lado, Malfoy era casi
un santo.
—Llora, l ora, sangre sucia... ¿Crees que me vas a dar pena, o me voy a
arrepentir, sólo por que l ores o por lo que digas? Eres una estúpida.
—¡DEJA DE INSULTARLA! —gritó Ron—. ¡El a vale un mil ón de veces
más que tú!
—S-Sigue —dijo Hermione, sol ozando aún, pero con expresión firme—.
Sigue contando.
—Bueno... como decía, no te conté el por qué nos habíamos ido, ¿verdad?
Pues el motivo es sencil o: mi padre era un mortífago. Uno de los últimos,
en realidad. Entró al servicio del Señor Tenebroso unos seis meses antes de
su caída. Mi padre había deseado unirse a él desde que salió de Hogwarts,
y mi madre también lo apoyaba, aunque no era tan fervorosa. Mi padre fue
un mortífago muy poco conocido, creo que sólo el Señor Tenebroso y uno
o dos mortífagos más sabían su nombre... pero era inteligente, servicial y
dispuesto a todo.
»Mi familia, pese a ser de sangre limpia, nunca ha sido una de esas
familias «nobles», como se jacta Malfoy... y siempre los envidiamos. El
Señor Tenebroso fue el ídolo de mi padre, y su mayor sueño fue unirse a
él. No obstante, cuando cayó —su cara mostró desagrado— mi padre sabía
que todo había terminado para nosotros. Intentó encontrarlo, ayudarle,
pero no sabía cómo, y apenas conocía a los demás mortífagos.
Siendo así, pasamos a la sombra. Viendo cómo se ponían las cosas aquí,
decidió que nos fuésemos a Alemania. Al í la presión de los aurores era
menor que aquí, donde aún había mucha histeria, pese a haber 373
»Yo crecí oyendo a mis padres hablar del Señor Tenebroso. Leí libros
sobre él, sobre lo que había hecho, sobre lo que quería... se convirtió en mi
ídolo, l egó a apasionarme mucho más de lo que mi padre pretendía...
mucho más que a él, de hecho. Deseaba conocerle, verle, servirle y
ascender a su lado; me encantaba cómo se había encumbrado a pesar de
haber vivido en el espantoso mundo muggle... siempre soñé con ser como
él. Siempre.
—Estás loco —dijo Hermione.
—Weasley, Weasley... tú fuiste el que más trabajo me dio... tuve que hacer
un montón de halagos a tu mugrienta familia para ganarme algo de tu
confianza... ¿O crees que no noté que no te gustaba en exceso mi
Ron gruñó.
El Rey Weasley...
Henry sonrió.
—Bien... Cuando hace dos años mi padre notó que la Marca le escocía de
nuevo, supo que había regresado.
Hermione asintió.
—Vale. Como decía, mi padre se reunió con el Señor Tenebroso más tarde
y casi a solas. Entonces empezamos a arreglarlo todo para mudarnos aquí,
aunque mi padre estuvo un tiempo buscando seguidores en Alemania... y
gracias a él está aquí Rudolf —dijo, señalando al mortífago que estaba a
su lado, a la derecha de Flint. Rudolf se quitó la máscara e inclinó la
cabeza con una sonrisa. También era muy joven.
Harry observó la expresión soñadora de Dul ymer, que parecía estar ido,
como sumergido en su propio sueño... tenía la misma expresión de
devoción que había visto en Barty Crouch hijo.
»El Señor Tenebroso me dijo que los planes habían sido modificados, y
que tendría que tratar de acercarme a ti, proporcionarle toda la
información posible sobre tus amigos y vigilarte de cerca... y me entregó
todo esto
»Fue un plan muy inteligente, ¿no crees, Potter? El Señor Tenebroso usó
para acercarse a ti la única arma de la que Dumbledore no puede
protegerte...
Harry crispó los puños, enfurecido consigo mismo por haber confiado tan
ciegamente en alguien como Henry Dul ymer. Claro que el chico había
hecho muy bien su papel, de eso no cabía duda.
—No. Sólo Malfoy sabía que algo no era como parecía. Con los demás me
comportaba igual que con vosotros, lo cual me producía un intenso
desagrado, para qué negártelo.
—No lo digo por eso. Lo digo porque era tan fanático como tú... incluso
mató a su propio padre.
Henry se rió.
—¿Mal? Creo que en eso, nuestras opiniones difieren —dijo Henry con
una sonrisa—. Y respecto a Barty Crouch, sí, yo no mataría a mi padre,
pero no me extraña que tuviera esa devoción al Señor Tenebroso, él es tan
grande...
—Acabó besado por un dementor —le dijo Harry—. ¿Ése es el gran futuro
que tú esperas?
—Cada uno hace lo que quiere, pero al final, siempre hay que pagar —dijo
Luna, con aire filosófico.
—¡Vaya, qué gran frase! —se burló—. Pero ¿sabes? Creo que tienes
razón... vosotros habéis desafiado al Señor Tenebroso y ahora tenéis que
pagar.
Miró su reloj. Ya eran casi las ocho. Llevaban casi una hora y media al í,
esperando la l egada de Voldemort.
¿Qué habría pasado en el Ministerio de Magia? Miró a Ron, que parecía
extremadamente nervioso. Henry también le observaba.
Ron se mordía los labios de la furia, y apretaba tanto los puños que
clavaba los dedos en la palma de la mano. Sin poderse aguantar más, saltó,
antes de que Hermione pudiese agarrarlo, hacia Henry. Éste levantó la
varita, pero Ron fue más rápido y esquivó el hechizo, pegándole a
continuación un puñetazo en la cara a Henry, que cayó al suelo, con el
labio partido.
375
—Tira la varita —le dijo Harry a Henry, que estaba rojo de la ira y de la
rabia, y que a su vez apuntaba a Harry.
—No.
—Tírala, Henry, si no quieres probar lo que soy capaz de hacer... te
aseguro que si me dejo l evar no vas a acabar muy bien.
—No —repitió.
Alto, con una túnica negra, la cara como de serpiente, con dos rendijas en
lugar de nariz, ojos rojos y manos de largos dedos blancos que sostenían
una varita.
376
37
Harry y Voldemort
Dul ymer padre le puso una mano en el hombro a su hijo y le dio unas
palmadas. Ambos sonreían.
—Cál ate, Marcus. Eres patético. ¿Potter hace cosas sin varita? Es lógico,
idiota. Todos los magos pueden hacerlo. Bueno... —dijo, mirando a Ron—.
¿Tú eres Ronald Weasley, verdad?
—Si crees que yo voy a matar a mis amigos, estás más loco de lo que
pareces.
—¿Qué?
—Los sueños, Potter... ¿Te gustaron los sueños? ¿No te gustó el poder? Yo
puedo dártelo. Únete a mí, Harry... únete a mí y seremos los dueños del
mundo.
377
Voldemort se rió.
—Muy bien, Potter... muy bien. Déjate l evar, deja que el odio te l ene. Eso
es lo que tienes que hacer.
Demuestra lo que puedes lograr con el poder que te di, enséñame qué
haces con esa fuerza que me ha hecho a mí más poderoso de lo que nunca
he sido.
—Los sueños, Harry... ¿No tienes preguntas, dudas, acerca de los sueños?
—Los sueños sólo muestran lo que podría suceder si nos unimos —dijo
Harry.
Voldemort se rió.
—Tal vez sería divertido comprobarlo... pero temo que no va a ser posible.
He esperado mucho por este momento, y no quiero esperar más. Es hora de
unirnos, Harry.
—Sí, eso es cierto —reconoció Voldemort—. Por eso he hecho todas esas
cosas, por eso he atacado y matado a toda esa gente...
—¿Por qué? —gritó Harry—. ¿No lo hiciste para destruir a mis amigos,
para dejarme solo?
378
Voldemort se rió.
—Lo hice para que me odiaras, Potter... sólo para que me odiaras, sólo
para que en tu mente sólo existiera rencor hacia mí... Dime, ¿lo he
conseguido? ¿Me odias más que a nada en este mundo? ¿No deseas
matarme?
Harry temblaba, l eno de rabia y de odio como nunca. Todas las veces que
había creído sentir el odio más grande del que era capaz habían sido un
espejismo, porque no habían sido nada comparado con lo que sentía en ese
momento.
—: Ah... hurgar en la mente que nos une para ver más era cansado, muy
cansado... cada vez que lo hacía tenía que descansar durante días, pero
mereció la pena. Ahora me apoderaré de ti, y, debido al odio que sientes,
no podrás evitarlo. Tengo que agradecerte que hayas traído mi herencia —
añadió, señalando la Antorcha, que aún estaba en manos de Henry.
—¿Creías que era tan fácil, Potter? Me temo que aún no sabes con quién
tratas. Tal vez debería mostrártelo.
Tal vez necesites una lección para saber que no se juega conmigo. Tal vez,
sí...
Voldemort le apuntó.
379
—Mi idea era cortarte la cabeza —dijo Hermione, reuniendo todo su valor.
—Vale... da lo mismo —dijo Voldemort, más para sí mismo que para los
demás—. Sea como sea, el caso es que no voy a permitir esto...
— ¡Desmaius!
—¡No la l ames así! —gritó Ron—. ¡Tú también eres hijo de padre
muggle!
Voldemort dirigió sus fríos ojos de serpiente hacia Ron y éste palideció,
mientras el valor que le había invadido se disipaba de pronto.
—Sí, mi padre era muggle... pero yo corté esos lazos familiares de forma
drástica —dijo—. Y digamos que mi sangre, ahora mismo, no se podría
considerar muggle, chico... porque yo soy mucho, mucho más que un
simple mago, como quizás puedas comprobar pronto. Y ahora, ¿dónde
estábamos? —se preguntó, volviendo sus ojos hacia Hermione—. Ah, sí...
—Ya lo sé... tenemos que encenderla entre los dos, ¿verdad? Pues bien...
eso vamos a hacer.
Voldemort sonrió.
—Lo sé —dijo
—Sé muchas cosas, Potter. Muchas... la razón por la que puedes encender
la Antorcha es la misma por la cual he deseado matarte desde que retorné.
—¿Y cuál es esa razón? —inquirió Harry—. ¿Que yo poseo un poder que
tú no? ¿Que yo soy el único que puede derrotarte?
380
Harry miró a Voldemort con furia... así que ese era el gran secreto, el
motivo de su conexión inexplicable: Parte de Voldemort, parte de su
propia esencia estaba en él... así había conseguido espiarle la noche del
ataque a Azkaban, cuando habían empezado a desarrol ar sus poderes...
Ahora lo entendía todo. Voldemort nunca podría vivir con plenitud si él no
moría, y él jamás podría vivir porque Voldemort nunca le dejaría en paz...
uno de los dos debía de morir.
Voldemort sonrió.
—Potter, Potter... Tal vez piensas que soy estúpido, y que te la voy a
entregar sin más... pues no. Como dije antes, eres débil... yo tengo a tu
debilidad. Podrías hacer lo que quisieras, luchar, e intentar huir... pero no
lo harás. No lo harás porque si lo intentas... —apuntó con la varita a Ron y
lo atrajo hacia sí— él morirá. Henry lo matará.
Henry sonrió y apuntó a Ron con su varita. Harry apretó los puños de la
rabia. Sabía perfectamente que Dul ymer mataría a Ron sin dudarlo. Lo
veía en sus ojos. No sólo lo haría... sino que estaba deseando tener que
hacerlo.
Sin otra opción que hacer lo que Voldemort le decía y confiarse a la suerte,
Harry se dispuso a encender la Antorcha. Quizás una vez encendida y con
la mente clara, se le ocurriera qué hacer.
Mirando al señor Dul ymer con odio, Harry le lanzó la varita a Voldemort.
La situación era estupenda: sus amigos atados; Ron amenazado de muerte;
y él iba a luchar con Voldemort, el mago más grande del mundo, sin varita.
Si ésta era la batal a final, las cosas estaban muy mal.
Harry miró de nuevo a Voldemort, dejándose l enar por todo el odio que
sentía por él, por todos sus deseos de matarlo, sintiendo cómo el poder lo l
enaba. Voldemort lo percibió, porque sonrió. Eso era lo que el mago
deseaba, pero Harry no podía evitarlo. Luego miró a sus amigos,
recordando los momentos con el os, pensó en Ginny, en Ginny, de la que
no sabía nada, que quizás moriría sin haber vuelto a hablar con el a, sin
decirle lo especial que se había vuelto para él, lo mucho que había
cambiado... recordó la imagen de sus padres junto a su cuna, y una lágrima
resbaló por su mejil a. Voldemort sonrió con desprecio, y la Antorcha se
encendió, se encendió con una fuerza inusitada, y de el a salía una enorme
l amarada verde que los iluminaba a todos, dándoles un aspecto ponzoñoso
y fantasmal.
Sintió al instante todo su poder, toda su magia recorriéndole, lista para ser
usada... si tan sólo tuviese su varita...
381
«Pero también puedes detenerlo a él. Aún sin varita, puedes hacer
conjuros... recuerda el cierre de la mente.
Puedes hacerlo...».
Estiró la mano y su varita voló hacia él. Harry gritó y le lanzó un hechizo
aturdidor, pero Voldemort desapareció y apareció al instante, detrás de él.
—Fal o, Potter.
Pero Harry apenas les oía, porque sus cinco sentidos y toda su mente se
concentraban sólo en una cosa: derrotar a Voldemort como fuera, o, al
menos, liberar a sus amigos para que pudiesen huir de al í.
—¡No puedes escapar de mí, Potter! ¡Deseas el poder tanto como yo!
—¡No por encima de las vidas de mis amigos! —gritó—. ¡SÓLO DESEO
TENER AQUELLO QUE TÚ ME
ARREBATASTE, MONSTRUO!
Harry miró a Voldemort, pensando qué hacer. Estaba tan l eno de ira que
casi no se explicaba cómo la Antorcha aún ardía. Voldemort le miró con
sus fríos ojos, y sonrió.
—Perfecto, Potter. Nunca me has odiado más que ahora... Nunca. Eres
mío.
Intentó liberarse como la otra vez, pensando en sus amigos, en sus padres,
en todo lo bueno que tenía, pero no funcionó, y sabía por qué: la Antorcha.
La Antorcha permitía la dualidad, la favorecía, la usaba... y con el a,
Voldemort podía poseerle. Sintió cómo el poder que había puesto
Voldemort en él emergía, apoderándose de su mente, l enándole de deseos
de muerte, de deseos de poder, de dominación; visiones de grandeza, los
sueños de Voldemort, surgían en medio del dolor inimaginable que
atormentaba su espíritu.
382
Y Mientras miraba con desafío a esos ojos cargados de maldad, sintió que
se sumergía, que perdía contacto con el mundo, y que caía, más y más
profundamente, perdiéndose entre los recuerdos y vivencias que guardaba
la mente de su eterno enemigo.
383
38
Harry podía percibir los pensamientos del niño, así como los suyos. Se dio
cuenta de que aquel niño era Tom Ryddle; Tom Ryddle cuando tenía ocho
años. Estaba triste. No era feliz. No le gustaba el orfanato (eso era el lugar
donde estaba). Quería haber tenido unos padres, como otros niños que
conocía, pero no sabía nada de el os... de hecho, por una parte no los
quería, porque le habían dejado en aquel lugar horrible. A Tom no le
gustaba ningún niño de aquel lugar, y no tenía amigos, porque todos
pensaban que era raro. De hecho, era raro, porque a veces a su alrededor
pasaban cosas extrañas e inexplicables. Los niños mayores se metían con
él por cualquier cosa, y nadie le defendía, porque a Tom no le gustaba
ninguno de los otros niños y no se l evaba con el os; le parecía que él no
pertenecía a aquel lugar, él no era como los demás. No sabía en qué era
distinto, pero lo era; lo sabía.
Tom tenía ganas de decirle que se cal ara, porque él ni siquiera sabía
cuánto eran dos más dos, pero se aguantó. Era demasiado inteligente como
para dejarse l evar así. Si le decía aquel o, Brandon le empezaría a pegar
puñetazos. Por tanto, se levantó sin decir nada y se alejó despacio,
esperando que le dejaran en paz.
Afortunadamente para él, así fue. Robert Fils, otro de los amigos de John,
había dicho algo y los demás se habían reído, olvidándose de Ryddle, que
se sentó en un banco alejado, pero desde donde podía ver a sus enemigos.
Los miró con odio. Eran los chicos que más odiaba de todo el colegio, pero
no los únicos. Quizás a la mayoría no los odiaba, pero ninguno le gustaba.
Ninguno quería ser amigo suyo, y, realmente, tampoco él quería ser amigo
de el os. Algo en su interior le hacía alejarse de todo el mundo, porque
aquél no era su sitio.
Y de pronto, mientras Tom miraba, Harry vio cómo las cadenas del
columpio se rompían y John era lanzado al suelo, dando vueltas y
mojándose completamente en un charco. Tom sonrió. Le estaba bien
empleado.
Ojalá él pudiera hacer cosas como esa cuando quisiera... entonces nadie se
metería con él.
Pero Harry supo la verdad. El joven Ryddle no lo sabía, pero Harry estaba
seguro de que era el niño el que había roto las cadenas del columpio, tal
como él había inflado a tía Marge o hecho desvanecer el cristal que
encerraba a la serpiente del zoo.
384
Tom se levantó y se alejó, riéndose aún. Volvió una vez la cabeza para ver
cómo Jonh se levantaba, l eno de barro y maldiciendo. Tom se rió más.
Sólo lamentaba que no le hubiera pasado algo más grave. Más doloroso...
Salió de la enfermería, mientras los otros niños con los que se cruzaba se
reían de él, o le miraban raro.
Salió del edificio, que era lúgubre y triste, al patio. Era un día de
primavera, y hacía buen tiempo. Caminó por el patio, como siempre hacía,
hasta l egar al fondo del mismo, cerca de las verjas. Se sentó al í, entre los
matorrales, en un lugar que había descubierto y que era estupendo cuando
no quería que lo molestaran, que solía ser casi siempre. Se quedó un rato
al í, mirando al aire, hasta que un extraño sonido sibilante le hizo volver a
la realidad: una serpiente había salido de uno de los matorrales y se
acercaba a él, amenazante.
—¡Vete!
—Ven aquí.
Tom sentía que la serpiente no le haría ningún mal. ¿Cómo era aquel o
posible? Alargó una mano para tocarla, acariciándola. Le gustaba su tacto,
era suave... se dio cuenta en ese momento de que le gustaban las
serpientes, y aquel misterioso animal que le obedecía sería su mascota.
Quizá podría utilizarla...
Harry se asustó al ver lo que Tom estaba pensando hacer con la serpiente.
Él mismo le había lanzado una serpiente a Dudley, sí... pero había sido sin
querer, mientras que Tom lo estaba pensando con total sangre fría. Siguió
observando cómo el chico hablaba con la serpiente, ordenándole hacer
cosas, y finalmente le dio ciertas instrucciones. La serpiente se metió entre
los matorrales y Tom salió a la vista, esperando ver a John Brandon, lo que
no tardó demasiado en suceder. Cuando el chico vio a Tom, que le miraba
con descaro, se acercó a él, seguido por sus amigos.
385
Y mientras veía a Tom caminar por el patio, Harry sintió como la imagen
se iba otra vez, y se aclaraba de nuevo unos días después del incidente de
la serpiente.
sus amigos.
Tom no dijo nada más y siguió al profesor hasta el despacho del director,
donde éste lo dejó.
—Dilfuss.
El señor Dilfuss le entregó la carta que tenía en la mano, que iba dirigida a
él. Tom la miró y se dispuso a abrirla, cuando vio el sel o con el que estaba
cerrada. Nunca había visto aquel escudo, pero extrañamente, le sonaba
familiar. Sin hacer mucho caso, abrió la carta y empezó a leerla. Harry
observó que era casi idéntica a la que él mismo había recibido cuando
tenía once años.
Tom estaba alucinado. Aquel a carta quería decir... quería decir que era un
mago. Y eso era imposible...
¿Imposible? Recordó todas las cosas raras, el hecho de que hablaba con las
serpientes y otros muchos detal es, pero, sobre todo, dos cosas: la
sensación que siempre había tenido de que no pertenecía a ese lugar, y la
extraña familiaridad que el nombre de Hogwarts tenía para él.
—Te aseguro que sí —dijo Dilfuss, sacando una varita y haciendo levitar
unas carpetas del escritorio del director, que retrocedió algo asustado.
—El orfanato te dará una cantidad para tus libros —dijo el director—, al
igual que lo haríamos si estudiases aquí.
Ryddle se fue del despacho, dejando al director aún sorprendido por lo que
acababa de pasar. Mientras caminaba por los pasil os, se sentía más feliz
de lo que había estado nunca. Dejaría el orfanato y conocería un mundo
nuevo... un mundo que se prometía extraordinario. Era un mago. Un
mago... Brandon y los demás no volverían a molestarle. Nunca más. Ahora
lo sabía: él era superior a todos los demás chicos de aquel lugar. Era un
mago, un auténtico mago...
387
Antes de ir a Flourish y Blotts a por los libros, Dilfuss dejó a Tom ante Ol
ivander’s.
Así pues, Tom entró, y pronto el señor Ol ivander apareció para atenderle.
Harry lo reconoció, pero estaba mucho más joven que cuando él lo había
visto... unos cincuenta años más joven.
—¿Su nombre...?
—Veamos ésta... hace poco que la tengo, una combinación extraña, pero es
poderosa... núcleo de pluma de cola de fénix, madera de acebo, treinta y
dos centímetros, flexible.
—¡Magnífico! ¡Se l eva una varita excelente, señor Ryddle! Una de las
mejores que he fabricado, de hecho.
Harry veía cómo leía el libro, aunque no seguido, sino que de vez en
cuando parecía que avanzaba muy deprisa, y luego se detenía y la escena
volvía a transcurrir con normalidad.
Tras ver las cualidades de la casa de Slytherin, Tom supo que esa era la
suya: él tenía que estar al í. Era de Slytherin. Lo sabía. Aquel nombre
ejercía una atracción sobre él que no podía explicar... tenía que saber más,
mucho más sobre él.
Harry sintió cómo pasaban los días, y de nuevo se encontró con Tom
Ryddle, que leía sus libros en su cama, mientras los demás niños estaban
fuera y no le veían. Sólo faltaban dos días para que empezara el curso en
Hogwarts, y no veía el momento en que ese momento l egara y pudiese
abandonar, hasta Navidad por lo menos, el horrible orfanato.
Se maravil ó con todo lo que se podía hacer con la magia. Aquel o era
fantástico, era lo suyo. Aprendía rápidamente, muy rápidamente, como si
hubiese estado toda la vida viviendo entre magos. Le encantaba, le
fascinaba... y deseaba más. Deseaba saber muchísimo más...
388
—¿Y mi padre?
—No —confirmó el director, con pesadumbre—. Creo que aún vive, pero,
a todos los efectos, no eres hijo suyo.
Corrió por los pasil os, l eno de rabia, hasta l egar a su habitación, donde
cerró de un portazo y se tumbó en su cama. Su padre no quería saber nada
de él. Nada.
—¡Maldito seas! —gritó, l eno de rabia.
En ese momento, una lechuza entró por la ventana, dejando una carta
dirigida a él en su cama. No se sorprendió por el método de entrega,
porque Dilfuss ya le había explicado todo acerca de las lechuzas
mensajeras, pero sí se extrañó de recibir una carta por ese método, porque
él no conocía a ningún mago.
Tom:
Por desgracia, el parto fue difícil, y tu madre murió poco después de dar a
luz. Lo único que pudo hacer fue ponerte tu nombre, Tom Sorvolo Ryddle.
Tom por tu padre, y Sorvolo por tu abuelo materno. El a sabía que yo no
podía cuidar de ti, porque tenía que irme al extranjero un tiempo, ya que
no tenía trabajo aquí, pero me prometió que antes de que fueras a
Hogwarts te contaría la verdad, y eso estoy haciendo. Me gustaría quizás
habértelo dicho en persona, pero vivo en Turquía y no me ha sido posible
volver a Inglaterra. Espero poder ir a visitarte algún día.
Siento que te hayas enterado así, pero era una promesa que debía cumplir.
Suerte en Hogwarts.
Quería irse ya, alejarse del mundo muggle para siempre. Lo odiaba. Por
culpa de un muggle, su padre, vivía al í, en aquel lugar, donde no le
gustaba a nadie. Incluso el director le miraba raro ahora, como si temiera
que le fuese a convertir en rata o algo así. Slytherin tenía razón... los
muggles no eran de fiar.
389
Asombrado por la rápida transformación que Ryddle estaba sufriendo, por
la rapidez en que se l enaba de odio y rencor, acercándose cada vez más a
lo que l egaría a ser, Harry avanzó hasta el momento en que Ryddle
viajaba en el expreso de Hogwarts, solo en un compartimiento. Las
imágenes se sucedieron rápidamente hasta l egar a la estación de
Hogsmeade, donde se bajó.
Entró con los demás en el iluminado castil o, hasta una sala contigua al
Gran Comedor. Al í, Harry vio cómo Dumbledore, que debía de ser el
subdirector, les informaba que pronto tendría lugar la ceremonia de
selección. Algunos niños comenzaron a hablar, pero Tom no. Él esperaba
ansioso el momento de ponerse el Sombrero Seleccionador y que éste lo
mandara a Slytherin.
—Mi madre era una bruja, pero está muerta. Mi padre es muggle y no lo
conozco.
—Sí.
390
No había más información. No era raro, por otra parte, si sólo había habido
un hablante de pársel, y había vivido hacía casi mil años. No obstante, él
hablaba pársel también... y el Sombrero había dicho que era Slytherin.
Además, estaba el detal e de que Hogwarts le sonaba, igual que el nombre
de Slytherin... su facilidad para usar la magia... ¿Qué significaba? ¿Quería
todo eso decir que él era la reencarnación de Slytherin? ¿Podía eso ser
posible? No lo sabía... pero se moría de la curiosidad.
Luego las imágenes avanzaron más, pasando por pequeñas escenas de las
clases, en la sala común de Slytherin, los exámenes... y la l egada a King’s
Cross al final del curso.
Ése era el momento que Ryddle más había temido: la vuelta al orfanato.
Sólo serían dos meses, pero iban a ser dos meses terribles. Probablemente
Brandon y sus amigos querrían darle todas las palizas que se había evitado
ese curso, y él no podría hacer magia para evitarlo, o le expulsarían de
Hogwarts.
Tal y como había supuesto, nada más ser visto por John Brandon y sus
amigos, éstos se lanzaron hacia él.
—Bienvenido, Tommy —se rió John—. Ya nos veremos más tarde... —se
burló, mientras se alejaba acompañado por las risas de sus amigos.
Tom estaba dolorido, pero se aguantó. Ahora podía aguantar. Ahora que era
un mago, el mejor mago de su edad, podía aguantar, podía esperar... era
paciente, siempre lo había sido. Algún día, le devolvería con creces a John
Brandon todo lo que le había hecho.
Tom asintió.
Así pues, ese mismo día, tras el banquete, Tom se dirigió a hablar con el
jefe de su casa para que lo l evara junto a Dippet. El profesor así lo hizo, y
dejó a Ryddle frente a la gárgola de piedra, una vez pronunciada la
contraseña. Tom subió y esperó al director, que no estaba al í.
—Fue una decisión muy sencil a. Eres una auténtico Slytherin —respondió
el Sombrero.
391
Él tenía más derecho que nadie a estar en Hogwarts, y había estado lejos
durante once años... once horribles años.
Odió a su padre, odió a los muggles, odió a los sangre sucia, a los que se
burlaban de él por ser un sangre mezclada. Era un Slytherin con más
derecho que ningún otro...
Al í había algo para él: su destino. Ahora era el único de los descendientes
de los fundadores, y las cosas se harían como debían hacerse: echaría de
Hogwarts a los sangre sucia, vaya si lo haría. Se vengaría de todos... y
algún día, cuando fuese el mago más grande del mundo, tal como había
sido su antepasado, todos conocerían su nombre, su nombre... pero no ese
asqueroso nombre, Tom Ryddle... no el nombre de un estúpido muggle. El
Heredero de Slytherin se merecía un nombre mejor, un nombre digno de
él...
«mort». Eso sonaba bien... pero faltaba algo... y de pronto lo vio claro:
«Voldemort». Ése era el nombre, ése sería él... Lord Voldemort. Sonaba
terrible, sonaba poderoso... algún día, todo el mundo temería ese nombre.
Pensaba asegurarse de el o.
Sintió que alguien abría la puerta e hizo esfumarse las letras. Aún no era
momento de mostrar su nombre...
aún no.
Aunque, por otra parte... ¿por qué no? Dudaba que a alguien se le ocurriera
mirar al í, así que entró, aprovechando que no había nadie. Se puso a mirar
por todas partes: el suelo, las paredes, los retretes, los lavabos... abrió los
grifos distraídamente, mientras se miraba al espejo, y comprobó que uno
de el os no funcionaba. Lo miró y entonces sus ojos se abrieron
desmesuradamente. En el grifo había tal ada una pequeña serpiente. Tom
se agachó sobre él y la observó detenidamente. Tenía que ser aquel o.
Tenía que ser... lo era.
392
— Ábrete.
Mirando que no hubiese nadie, bajó por el a hasta l egar al túnel. Encendió
su varita y caminó, observándolo todo, casi sin poder contener su emoción.
Llegó al muro, y repitiendo las mismas palabras que ante el lavabo, el
muro se separó y penetró en la sala, una sala que hacía mil años que nadie
visitaba. Caminó por el a, lentamente, observando las columnas, hasta l
egar a la estatua de su antepasado. La contempló con devoción, sintiendo
que estaba culminando con su destino. Sintiendo que había nacido para
aquel o. Miró a Slytherin y le habló, usando la lengua pársel:
— ¡Dime algo, Slytherin, mi antepasado! ¡Soy tu heredero, y he venido a
por lo que es mío! ¡He venido a cumplir con mi destino!
Déjame...
— Tendrás todo la sangre sucia que quieras —dijo Ryddle, con una
sonrisa—. Aún no hoy, pero muy pronto.
393
Casi sin darse cuenta estaba frente al servicio de las chicas del segundo
piso. Ya que estaba al í... entró.
Abrió la Cámara y l amó al basilisco. Entonces, oyó abrirse la puerta del
retrete que estaba enfrente y oyó la voz de una chica.
Era una sangre sucia, esa l orona estúpida de Myrtle. Estaba muerta. Por
fin, estaba muerta. Soltó una risita de satisfacción y le ordenó al basilisco
que se fuera. Él, poniendo extremo cuidado, salió también del baño y se
alejó.
Ryddle, por su parte, cada vez que veía a Hagrid con Ogg le daban ganas
de reír... pero lo hacía en silencio, con disimulo.
Paseaba por el borde del lago, pensando... había estado cinco años
buscando, cinco años buscando la Cámara de los Secretos, y no iba a dejar
que su secreto se olvidara. Él se encargaría de que alguien pudiese volver a
abrirla, desde luego... y sabía ya cómo hacerlo... con magia oscura. Magia
oscura avanzada.
394
—Conserva mi alma y guarda mi recuerdo; que quien en ti esconda
secretos, que a cambio te entregue su alma; que quien escriba te entregue
su vida, que tú te vuelvas más fuerte; que su muerte sea tu vida, que tu
vida sea su muerte. Deja en él una marca perenne, guarda en ti un recuerdo
eterno.
Ryddle miró al chico con un odio visceral. Hacía años que nadie le l
amaba de esa forma... él era el heredero de Slytherin, y ningún estúpido
iba a osar insultarle. Nadie. Sonrió con maldad.
395
Salió por entre las estatuas de cerdos alados y se volvió una vez para
admirar el castil o en todo su esplendor.
Miró unos momentos más el lugar donde había pasado los últimos siete
años, el lugar donde había aprendido todo y donde se había convertido en
lo que era, y luego desapareció.
— Alohomora.
396
—Sí, lo es —dijo Tom con voz suave, aunque fría—. Hola, papá. He
esperado muchísimo tiempo para conocerte. Demasiado tiempo.
Tom se rió.
—Apuntó con la varita hacia su abuelo y sin dudar exclamó, l eno de odio
—: ¡Avada Kedavra!
—Vas a pagar por todo lo que sufrí... a los once años juré que me vengaría,
y soy una persona que cumple sus promesas.
—Pues yo lo sufrí año tras año, desde que tengo memoria... y todo te lo
debo a ti. Por eso he venido a darte la parte del dolor que te corresponde.
— ¡Crucio!
De nuevo, Ryddle se retorció sobre sí mismo, chil ando todo cuanto podía,
incapaz de liberarse de la maldición. Ryddle mantuvo la tortura durante
más de un minuto y luego se detuvo.
— Avada Kedavra.
El rayo verde salió de la varita y le dio a Ryddle en la cara. Éste cerró los
ojos con fuerza mientras chil aba, y acto seguido se desplomó en el suelo,
sin vida.
Media hora más tarde, sintió la puerta abrirse y oyó que dos personas
entraban al pequeño recibidor contiguo al salón. Ambas hablaban
animadamente. Voldemort sonrió.
397
Unos instantes más tarde, las dos personas que habían hablado entraron en
el salón y se quedaron mudos e inmóviles al verle al í. Voldemort las
reconoció: uno era, obviamente, John Brandon; el otro era Robert Fils.
—¿Quién eres tú? ¿Qué haces en mi casa? —preguntó John Brandon casi a
gritos—. ¿Cómo has entrado?
¡Habla!
—¿Te burlas de mí, Ryddle? Tal vez tengamos que darte un recordatorio
de lo que pasa cuando alguien me...
—No necesitas recordarme nada —repuso Voldemort con un tono frío que
paralizó a Brandon—. Recuerdo perfectamente todo sobre ti... por eso
estoy aquí. Por eso... y por una promesa.
—Ya está bien —cortó Brandon. Salió al recibidor, cogió una especie de
palo que parecía un bate y volvió a entrar en el salón—. Verás ahora,
imbécil...
Brandon lo miró con furia mientras se levantaba, pero también con miedo.
—Pues sí... resulta que soy un chico raro... —prosiguió Voldemort— muy
raro... y ahora he venido a compartir con vosotros algo de lo que aprendí
en mi colegio especial...
—Tú eres el premio gordo, John... tú para el final. Empezaré por Fils...
— Avada Kedavra.
Luego se volvió hacia su cama y le prendió fuego, al igual que a las demás
camas y a la habitación entera.
399
—No —replicó Voldemort, furioso—. Hay uno que rivaliza conmigo... hay
uno, pero después de esto, yo seré más poderoso que él. Lo seré.
—Venderás tu alma...
—Sí... lo haré. Y mi magia será aún más grande, y mi vida será larga, y
podré poseer a la gente mucho mejor que ahora... Y cál ate ya.
—Ya está todo, ¿no? —preguntó el otro mago, mirando con asco la poción.
—¿No?
—No; falta el ingrediente más importante.
—¿Cuál es?
Perdía fuerzas, y Voldemort era más alto y fuerte. La única vasija que
quedaba vacía se levantó en el aire y se colocó bajo el cuel o del mago que
moría, l enándose de su sangre.
Lentamente, cogió la vasija con la sangre del mago y la alzó en una mano,
al tiempo que en la otra alzaba la varita. Mientras vertía la sangre en la
poción comenzó a recitar el conjuro:
Vertió su sangre y la poción adquirió un tono rojo muy oscuro, casi negro.
Estaba lista.
También era más delgado. Miró sus dedos, que se había vuelto más largos.
Toda su piel era pálida. Salió lentamente del caldero. Se notaba... más
mágico. Y en su interior había desaparecido todo sentimiento humano que
hubiera podido albergar. Ahora era casi un dios... no lo era todavía, pero
había dado el primer paso. El paso más importante.
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Notó que veía... distinto, como percibiendo más detal es. Ahora no le
parecía que la habitación fuese oscura, aunque lo estaba. Cogió su varita,
acariciándola con sus nuevas manos e hizo aparecer un gran espejo. Se
miró en él. Miró su cabeza, sin pelo, su rostro de serpiente, sus ojos
felinos con bril os rojizos inhumanos, y sonrió. Tom Ryddle había
muerto... y Lord Voldemort había renacido en toda su plenitud.
—¡Morsmordre!
El mortífago asintió.
—¿Qué decía?
—Decía que... que el único con poder para derrotarle nacería a finales del
séptimo mes, amo, y que nacería de aquel os que le habían desafiado tres
veces...
—Alguien con poder para derrotarme... el único. Tiene que morir —se dijo
—. Tiene que morir. —Miró de nuevo a su sirviente—. Rabastan, ¿quién la
oyó?
—¿Señor?
pero daba igual. Ese crío no viviría para aprender a hablar. Eso estaba
decidido.
401
—Y bien, Colagusano... ¿Qué tienes que decirme hoy? Espero que sea algo
útil, estoy cansado de esperar... ese niño tiene ya más de un año... y tras él,
hay otro que también debe morir.
—Señor... p-puedo decirle dónde están. Los Potter me han hecho... me han
hecho su g-guardián s-secreto, señor... —farful ó Colagusano, muerto de
miedo.
—Sorpresa, Potter...
—¡Es él Lily, es él! ¡Coge a Harry y vete! —gritó James Potter, sacando su
varita al tiempo que sentía cómo su esposa profería un chil ido y subía por
la escalera.
James se irguió y decidido a presentar batal a lanzó un maleficio contra
Voldemort, pero éste lo repelió con un escudo que sacó de la nada. Un
instante después apuntó con su varita y murmuró:
— ¡Avada Kedavra!
—¿Te gusta jugar? —preguntó Voldemort con sorna... pero furioso. Había
escapado tres veces, pero esta vez no. Esta vez James Potter moriría.
— Avada Kedavra.
Por fin estaba muerto... le había dado muchos problemas, pero al fin había
tenido el final que esperaba a todos los que combatían a Lord Voldemort.
Subió por las escaleras y se acercó a una habitación, mientras en la planta
de abajo, el incendio crecía. Lily Potter estaba delante de la cuna de Harry,
que miraba la escena sin comprender.
—Por fin ese niño es mío —dijo Voldemort, mirando hacia el bebé de la
cuna.
—A Harry no. A Harry no. A Harry no, por favor... —suplicó Lily
402
403
39
Frente a Frente
—Eres más monstruo aún de lo que había pensado —dijo—. Eres... eres
realmente detestable... —hizo una breve pausa mientras levantaba su
varita—. Los niños del orfanato... ¿CÓMO PUDISTE HACER AQUELLO?
—No —respondió Harry con decisión. Todos los demás los miraban sin
entender de qué hablaban—. Yo jamás fui como tú. Jamás.
—¿Dos horas? —se sorprendió Harry. Para él habían sido casi como días...
—No pudiste poseerme —dijo Harry—. Tu plan ha fal ado. Todo lo que
has planeado no sirve para nada.
—Sí, es cierto... que mi plan principal ha fal ado —siseó Voldemort. Harry
frunció el entrecejo al oír lo de
«plan principal»—. Por eso tenía planes alternativos... planes que van muy
bien... por otro lado, matarte también es un excelente plan, ya te dije que si
te mato, seré aún más poderoso que ahora. No es lo mismo, pero bueno...
Mirándolo desde otro punto de vista, matarte es, en algunos aspectos,
mucho mejor plan... te ofrecería una última oportunidad de unirte a mí por
propia voluntad, pero... lo que he visto me dice que no aceptarás... lástima.
Pero claro, conozco tus debilidades, Potter. Ahora mejor que nunca.
Ron fue atacado por Flint, Nevil e por el mortífago que se l amaba Rudolf,
Luna por el otro y Hermione por Henry.
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—¡Te dije que te mataría, sangre sucia! —gritó el chico con voz cruel,
lanzándole a Hermione una maldición cruciatus que no dio en el blanco.
—Sí —contestó Harry. Se distrajo viendo cómo Dul ymer padre le lanzaba
una maldición asesina a Ron, que éste esquivó. Él le había lanzado un
maleficio de ceguera a Flint. Una vez esquivado el ataque de Dul ymer,
dio un latigazo con la varita y el antiguo capitán de quidditch comenzó a
sangrar por el cuel o, desplomándose.
Sólo se había distraído un segundo, pero fue suficiente. Por el rabil o del
ojo vio cómo Voldemort le lanzaba una maldición asesina que logró
esquivar con un gran salto impulsado con magia.
—¿No sabes hacer algo mejor? —se burló Voldemort—. No quieres usar
las Artes Oscuras, ¿eh, Potter?
Adiós.
Vagamente, Harry vio a Ron esquivar los hechizos de Dul ymer mientras
los veía horrorizado a él y a Hermione. Luna y Nevil e, por su parte,
acababan de vencer al mortífago de Luna. Hermione miraba con rabia a
Henry, que se preparaba para atacar.
—¡Adiós, Henry!
Entonces, Dul ymer padre vio lo que había sucedido y comenzó a gritar.
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— ¡Desmaius!
—¡Yo mismo os mataré a todos! —gritó el mago con furia. Sus ojos
despedían l amas. Agitó la varita y tanto Ron como Nevil e y Luna fueron
lanzados al suelo con fuerza. Hermione no cayó, porque no se había
levantado, y Harry resistió usando todo su poder para el o. Un momento
después, lanzó un potente ataque contra Voldemort y éste fue lanzado
hacia atrás, atravesando la puerta por la que había entrado y cayendo en la
sala contigua.
La sala en la que estaba ahora tenía sólo otra puerta aparte de aquel a por
la que Harry había entrado; quedaba en la pared de la derecha. Tampoco
tenía ventanas, pero había un sil ón en el a, algunas estanterías vacías de
madera y una chimenea apagada. En las paredes había antorchas que
iluminaban el lugar.
Quizás sólo Voldemort podría. Y él, por supuesto. Así se aseguraba de que
sus amigos no podrían seguirle.
—Sabes que sí lo es, Potter... sabes que digo la verdad. Puedes sentirlo. El
os no se marcharán sin ti... ¿No te parece fantástico tener tan buenos
amigos? Lástima que vayas a perderlos, ¿verdad? Pero tranquilo —
Harry tembló de la ira y apretó los puños. Sabía que aquel o era cierto. No
podía negarlo. Sabía que sus amigos no le dejarían, buscarían la forma de
entrar... y mientras, los mortífagos regresarían para para matarlos...
—Los has entrenado bien, tengo que reconocerlo —dijo Voldemort con un
deje de admiración en su voz—.
Pero a los demás no los engañarán. Ya saben de lo que sois capaces. Sin
embargo, no sufras. Como te he dicho, pronto estarás con el os...
—Lo sé, lo sentí... ahí comenzó el dolor... ¿Sabes qué veía yo, Potter?
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—Veía tu ridículo baile de Navidad, con esa chica estúpida. —soltó una
risotada gélida que habría hecho que a Harry se le erizase la piel si no
hubiese estado tan enfadado—. ¿Sabes? No soy muy bueno para esto,
Harry, porque nunca he amado a ninguna chica, pero debiste decirle que la
querías... ahora no tendrás oportunidad. Es una pena. Me imagino cómo
sufrirá el a cuando sepa que todos estáis muertos...
Voldemort sonrió.
—Sí, hice la poción... ¿te gustó mi hechizo? Fue esa poción la que me
permitió vivir tras recibir la maldición asesina que debía de haberte
matado, Potter. Creo que ha sido muy útil, ¿verdad?
—Sí... sabía que el a estaba tan l ena de esa antigua magia que podría
protegerte de mí y hacerme daño, pero el deseo de matarte nubló mi
mente. No me di cuenta de lo que acababa de pasar... —suspiró—. Un gran
error por mi parte, debo admitirlo, pero ya no importa, porque gracias a
ese error soy más fuerte aún que nunca. Yo te creé, Potter... en cierto
modo, eres como el hijo que nunca tuve...
—Sí lo eres... yo te di poder, yo hice que tuvieras que vivir sin padres...
todo lo que eres me lo debes a mí. Y
Se tiró a un lado para esquivar un nuevo rayo verde al tiempo que lanzaba
unas cuerdas desde su varita que trataron de inmovilizar a Voldemort, pero
éste hizo un suave movimiento con su varita y las cuerdas se convirtieron
en serpientes que se volvieron hacia Harry, dispuestas a atarcarle.
— ¡A él! ¡Atacadle a él! —siseó Harry, haciendo que las serpientes se
volvieran hacia Voldemort.
Harry apuntó a las serpientes con su varita y las hizo desaparecer, pero al
mismo tiempo, Voldemort dio un latigazo con la suya y Harry empezó a
sangrar por la cara. Tenía un corte bastante feo.
— ¡Incendio!
El sil ón comenzó a arder, con Voldemort atado a él. El mago chil ó, pero,
antes de que las l amas pudiesen hacerle algo, desapareció y apareció
detrás de Harry.
— ¡Impedimenta!
407
—¿Creías que era tan fácil? ¿En serio pensaste que me habías vencido? —
preguntó, mientras enviaba contra Harry un hechizo que lo lanzó contra la
pared que quedaba ahora a su espalda. Harry cayó, jadeando, e intentó
levantarse, pero antes de conseguirlo, Voldemort ya le había lanzado una
nueva maldición cortante, que casi logró esquivar, pero no del todo. Parte
le dio en el hombro, produciéndole una nueva herida que le escocía.
—¡Aún no! —chil ó, haciendo lo único que aún no había hecho: usar las
maldiciones imperdonables. Usar las mismas tácticas que él, las Artes
Oscuras. En su cabeza, una voz le dijo que no lo hiciera, pero no había más
salida. Levantó su varita con dificultad y exclamó—: ¡Crucio!
sólo podía intentar huir y procurar que el mago lo siguiera, para dar una
oportunidad a sus amigos. Pero,
¿cómo lo haría?
—Será mejor terminar —dijo Voldemort—. Tal vez aún pueda ocuparme
de algunos de tus amigos, para pasar el rato...
La cruzó sin mirar hacia nada, sólo pensando en escapar, cuando chocó
con alguien, haciendo que los dos cayeran al suelo.
Harry miró y vio que la persona contra la que había chocado era un
mortífago bajito. Sin tiempo para ver quién era ni pelear contra él, se
levantó con la intención de huir.
Harry respiraba con fuerza, l eno de odio y rencor: el hombre que estaba
frente a él había ayudado a Henry Dul ymer; el hombre que estaba frente a
él había provocado la muerte de sus padres, había matado a Cedric, estaba
con los asesinos de Sirius... lo odiaba, lo odiaba casi tanto como al mismo
Voldemort...
—No...
—Mejor, porque realmente, aquel os que me desafían lo pagan muy caro...
muy, muy caro.
—Sí, señor...
—Buena decisión, Peter. Buena decisión... Tienes que estar del lado de los
ganadores.
Sirius despedía furia por los ojos... Estaba tirado en el suelo, en la casa de
los gritos, mientras Remus y Sirius le apuntaban con las varitas, y Harry,
Ron y Hermione miraban... Llevaba a Voldemort en brazos, qué asco le
producía, y le daba de beber un extraño líquido que había sacado de la
serpiente... Se veía un cementerio y tenía una daga en la mano. Recitaba
un hechizo que le habían enseñado... Carne del vasal o, voluntariamente
ofrecida, revivirás a tu señor... agarraba la daga con fuerza y se disponía a
cortarse la mano... Estaba en una celda, con Voldemort. Voldemort
recitaba unas palabras sobre una persona tumbada de espaldas. Apenas se
veía nada.
—Sí... sí señor.
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—No... no lo sé, señor, yo... sentí como si... como si me hicieran algo en la
cabeza...
—Ya te dije que eso no debía preocuparte, Potter... ¿Por qué insistes? —Se
volvió hacia Colagusano—.
—Bien... perfecto.
Harry miró a Voldemort con odio. ¿Qué planeaba con Ginny? ¿Qué le
habían hecho? Dul ymer había dicho que Voldemort la quería
específicamente a el a... ¿Por qué? Si le iban a matar ahora, los planes de
Voldemort para Ginny no tenían nada que ver con él.
Harry apretó los dientes, sin decir nada. Voldemort lo miró y levantó la
varita.
—Adiós, Potter.
Pero Voldemort esquivó todos los ataques con su varita, y a cambió lanzó
una maldición cruciatus que Harry detuvo haciendo aparecer ante él una
gran piedra que reventó al ser alcanzada por la maldición.
Colagusano, agachado para evitar las maldiciones y los hechizos que
rebotaban, se fue moviendo hasta situarse por detrás de Harry, pegándose a
la pared del fondo, la que daba a la sala a donde el traslador los había l
evado horas antes.
Harry consiguió evitarla tres veces, al tiempo que esquivaba las flechas.
Entonces, aprovechando los breves momentos que tenía, hizo aparecer
diez largos cuchil os en el suelo, agitó la varita hacia el os, encantándolos,
e hizo que empezaran a perseguir a Voldemort. Mientras, se volvió hacia
la esfera plateada, le apuntó con la varita y gritó:
— ¡Deletrium!
La esfera plateada se desvaneció y Harry sonrió, volviéndose hacia
Voldemort.
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El rayo verde salió, pero Harry, a pesar del dolor, saltó hacia la derecha,
esquivando el rayo. Aún no había terminado de apartarse cuando
Voldemort ya había gritado:
— ¡Crucio!
—Sí... pero no funcionaría. Te liberarías, Potter. Eso que l evas dentro, sea
lo que sea, te permite liberarte...
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40
Pensó en sus padres. Quería que el os fuesen lo último que viese antes de
morir. Cerró los ojos. No quería ver el rostro de Voldemort más. Quería
ver a sus padres, sólo a el os... no quiso pensar en sus amigos, en toda la
gente que se sentiría decepcionada al conocer que había sido derrotado, en
toda la gente que tendría que sufrir a Voldemort, porque nadie podría
vencerle... el recuerdo de sus padres se hizo más nítido, y Harry sonrió.
Notó las manos de Colagusano agarrándole, y sintió su miedo... lo percibió
a través de la Antorcha, cuya l ama, con el recuerdo de sus padres, se había
hecho más intensa. Colagusano temblaba... temía a Voldemort, temía lo
que él sería a partir de ese momento...
Entonces Harry tomó una determinación: le dejaría un recuerdo a
Colagusano, un recuerdo para siempre...
Por favor, Harry... sé que soy detestable... ¿No sientes mi miedo, Harry?
He vivido con miedo desde hace años y años...
—¿Qué te pasa, Colagusano? ¿Tú también cierras los ojos? ¡No seas
cobarde! —exclamó Voldemort, furioso.
«Sí, debería haberlo hecho. Cedric y muchos otros estarían vivos... como
Sirius».
Sí, sí... no me hagas ver sus rostros más, por favor... por favor... ya no
puedo más... ya no soporto esto...
por favor... soy una basura, lo sé, pero...
«Pero ¿qué?».
«¿Qué?».
Haz lo que dice... la chica está en el sótano, bajando por las escaleras al
final del pasil o por el que yo venía...
Harry abrió los ojos del todo al oír lo que Colagusano le había dicho
mentalmente, mientras el rayo venía hacia él, y entonces...
412
—Gracias, Peter... —dijo Harry, levantándose, casi sin acabar de creer que
todavía estuviese vivo. Recordó las últimas palabras de Colagusano:
«Huye en cuanto pase...» Recogió rápidamente su varita y se dispuso a
irse, sin dejar de mirar cómo Voldemort se retorcía.
Harry miró con odio al mago. Recordó el terror que había percibido en
Peter, el miedo, la angustia... recordó todo lo que había visto en su mente,
todo lo que había pasado por culpa de Voldemort en los últimos años y lo
odió más que nunca, más que a nada... tenía que pagar. No podía irse sin
más. Tenía que terminar. Tenía que hacerlo... El ser que tenía delante ni
siquiera era ya humano, era un demonio... matarlo no era malo, matarlo
era justo...
—Mírame —dijo Harry, con tono frío, gélido. Sólo sentía odio y deseos de
venganza—. Mírame, monstruo, y recuerda todo el mal que has hecho.
Recuerda a Cedric Diggory, recuerda a Myrtle la l orona, recuerda a Peter
Pettigrew, a James Potter, a Lily Potter, a Sirius Black, a Penélope
Clearwater, a Hermione Granger, a Ron Weasley, a Ginny Weasley, a
Kingsley Shacklebolt, a Broderick Bode, a Gil ian Torch, a Maldius
Dawlish, a Richard Warrington, a Aldus Birffen, a Frank y Alice
Longbottom, a Nevil e Longbottom, a Luna Lovegood, a los chicos del
orfanato, a todos los que los dementores besaron en Hogsmeade y a tantos
y tantos otros...
Voldemort estaba aún dolorido, pero miró a Harry con odio... y una pizca
de miedo.
Estoy por encima de todo eso... la poción sólo fue el principio... no puedes
matarme...
—Hoy has ganado tú, Potter... gracias a la suerte, como siempre... y a ese
estúpido de Pettigrew... usé su mano para revivir... y matarlo fue doloroso,
muy doloroso...
—No puedo... luchar más —dijo Voldemort, dejándose caer—. Pero nos
veremos pronto, Potter... pronto.
Voldemort elevó la cabeza y esbozó una sonrisa que dejó a Harry helado.
—Gracias, Potter... creo que esto es aún mejor que haberte matado... de
momento, al menos.
menos frente a Harry. Los reconoció: eran Lucius Malfoy, Marcus Flint, el
alemán l amado Rudolf, Crabbe, Nott, Travers y Rookwood.
—¡Estás bien, estás vivo! —chil ó Hermione, con alegría. Ron también
sonrió, aunque cansadamente, y Luna soltó un suspiro de alivio.
—Aún tengo una cuenta pendiente contigo —dijo Harry, con la voz
cargada de odio.
Harry la miró con más odio aún, si tal era posible. La l ama de la Antorcha
bril ó más, y algunos mortífagos retrocedieron. Harry levantó la varita y
sin que a la mortífaga le diera tiempo a nada, gritó, casi sin pensar en lo
que hacía:
— ¡Crucio!
Bel atrix cayó al suelo, retorciéndose, mientras los demás miraban a Harry,
atónitos.
—¡Nadie va a irse! —gritó Bel atrix, lanzando contra Harry una maldición
asesina. Harry se agachó y agitó su varita, y Bel atrix cayó hacia atrás.
Hizo otro movimiento y Rodolphus fue convertido una rata. Iba a hacer lo
mismo con Rabastan, cuando un rayo aturdidor se dirigió hacia él,
proveniente de la varita de Rookwood.
— ¡Protego!
Ron no aguantó más y lanzó un corte hacia Malfoy, pero éste lo esquivó y
lanzó a su vez una maldición a Ron, que la desvió con un movimiento de
su varita.
Los mortífagos se prepararon todos para atacar, bajo las órdenes de Bel
atrix, que se había levantado.
Viendo la escena, Harry, casi sin pensar, hizo lo que su instinto, o quizás su
mente, concentrada gracias a la Antorcha, le decía. Agitó la varita con
fuerza, en un movimiento que nunca había hecho, un movimiento cuyo
conocimiento estaba quizás enterrado en lo hondo de su mente, o quizás lo
había aprendido cuando se había visto sumergido en los recuerdos de
Voldemort.
La punta de la varita bril ó, dejando una estela plateada que fue lanzada,
como una gran cuerda, a los pies de los mortífagos, estal ando y haciendo
que éstos cayeran hacia atrás. La estancia se l enó de humo y Harry gritó:
—¡CORRED!
Vio cómo Hermione le decía algo a Ron, y ambos creaban sendos clones
suyos mientras echaban a correr hacia la puerta donde estaba Harry. Luna
aturdió a un mortífago que intentaba ver algo y corrió también.
414
Pero Luna fue más rápida y le envió a Malfoy un hechizo que le rompió la
boca, haciéndole sangrar profusamente.
—¡Pasad al otro lado! —gritó Harry. Luego se volvió hacia Luna—. ¡Coge
a Nevil e! —le ordenó, mientras con otro movimiento de varita lanzaba a
Crabbe a la otra punta de la habitación.
—¡No hables! —le reprendió Hermione. Dio varios toques con su varita y
el aspecto de Ron mejoró un poco
Harry bajó a toda velocidad, apuntando al cuerpo inerte de Nevil e, que iba
delante de él, y oyendo el ruido que los hechizos producían en el piso de
arriba. Hermione iba detrás suyo.
415
—No se oye nada de lo que pasa arriba —comentó Hermione con tono
preocupado, mirando hacia atrás, hacia las escaleras.
—Voldemort dijo que todas las salas de esta casa o lo que sea estaban
insonorizadas. Desde aquí no podemos oír lo que pase arriba, ni al revés.
—Estarán bien —le aseguró—. Ron es muy bueno, luché mucho contra él,
y Luna tampoco lo hace mal.
—Lo sé, Harry... pero... he... he matado a una persona... —sol ozó.
—Yo provoqué la muerte de los dos mortífagos del bosque —dijo Harry
—. Nosotros no pedimos esto, pero...
— ¡Alohomora!
Pero no funcionó. Ginny se movió algo en los brazos de Harry, pero siguió
inconsciente.
—Me has ayudado tanto este año... no te vayas... vuelve, por favor...
—Harry... —murmuró.
Harry sintió que se l enaba de una ira tan intensa que parecía fuego.
416
—Hermione... —musitó.
—Creo que sí... —Miró hacia Harry y pareció dibujar una sonrisa en
medio del dolor que se reflejaba en su cara—. ¡Qué bien que estás vivo,
Harry! ¿Pudiste con él?
Empezaron a caminar, cada vez más rápido. Tenían que encontrar a Ron
pronto, pero no sabían dónde estarían los mortífagos. Doblaron la esquina
para entrar en el pasil o que conducía al principal, por donde volverían al
piso de arriba, cuando una puerta se abrió delante de Harry y un mortífago
salió de el a, haciéndoles detenerse en seco. El mortífago lanzó un hechizo
y Harry se apartó, pero golpeó a Nevil e, haciendo que él y Hermione
cayeran al suelo. El mortífago se dispuso a atacar de nuevo, pero Harry fue
más rápido.
Harry se volvió rápidamente y vio a Bel atrix Lestrange, que sonreía con
crueldad. Nevil e estaba en el suelo, y la mortífaga sostenía a Hermione, al
tiempo que apoyaba la punta de su varita en su cuel o.
—¡Bravo, Potter! —dijo Bel atrix—. Te defiendes bien... pero, ¿qué harás
ahora? Un solo movimiento en falso y tu querida amiga sangre sucia
morirá.
Harry dejó caer la Antorcha, que se apagó, pero el odio y el poder que le
embargaban estaban ahí... movió el brazo derecho hacia delante, dejando
caer la varita, pero al mismo tiempo, gritó:
—¡AHORA!
Bel atrix arrugó la frente, y Hermione se agachó. Harry no detuvo el
movimiento del brazo, sino que lo agitó con más fuerza hacia Bel atrix, y
ésta cayó hacia atrás, sorprendida, soltando a Hermione. Harry bajó el
brazo y la varita voló de nuevo hacia su mano, levantó el brazo y apuntó a
Bel atrix, que casi no había tenido tiempo de darse cuenta de qué había
pasado.
417
—Te odio —dijo Harry—. No sabes cómo te odio... vas a pagar todo el
daño que has hecho...
La ataremos. La aturdiremos.
Con esfuerzo, Harry soltó a Bel atrix, que cayó al suelo. El a comenzó a
jadear.
— ¡Desmaius! —exclamó Harry. El rayo alcanzó a la mortífaga y se
desmayó. Luego la ató y la metió en una de las habitaciones del pasil o.
—¡Al í están!
Sin volverse para mirar cómo los mortífagos los seguían, se precipitaron
escaleras arriba a toda velocidad. Al l egar arriba, Harry miró hacia abajo
y vio a los mortífagos, que comenzaban a l egar y empezaban a subir.
Salieron al pasil o, que estaba medio destruido por el combate que habían
tenido antes Ron, Luna y los mortífagos, y se metieron por una puerta
lateral, que conducía a otro pasil o.
—Sí, ¡vamos!
Corrieron lo más que podían, que, con Harry cargando a Ginny (aunque
hechizada no pesara nada) y con Nevil e apoyándose en Hermione, no era
mucho. Llegaron al final del pasil o y se detuvieron. Se oían voces a la
izquierda. Harry le hizo una seña a Hermione y a Nevil e para que
guardaran silencio y se acercaron lentamente a una puerta abierta.
—Un poco magul ado —dijo Ron, sin ocultar su alegría al ver que todos
estaban bien. Harry vio que tenía más heridas que antes, y su brazo le
volvía a sangrar.
Ron le sonrió.
Luna abrió los ojos y se levantó con ayuda de Ron. Harry observó que
también el a presentaba varias heridas y magul aduras.
—Tenemos que salir de aquí —dijo Nevil e, mirando hacia los mortífagos
desmayados. Les apuntó con su varita y los ató a todos.
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Caminaron lentamente por los pasil os, esperando l egar al final, o a una
puerta, o ventana, o algo. De pronto, sintieron ruidos y rápidamente se
metieron en una habitación. Harry se asombró al verla. Era muy grande, y
estaba l ena de cajas. Parecía una especie de almacén.
—Deben estar por aquí —decía una voz en el pasil o—. Encontramos a
Crabbe, a Nott y a Mulden atados ahí atrás.
Luna se estremeció.
—Sí, l amad a los demás. Por este lado no hay salida. Están atrapados.
Harry miró a Ron, que estaba a su lado, y éste le devolvió una mirada
preocupada.
Harry, Ron, Luna, Nevil e y Hermione no necesitaron oír más para echar a
correr, mientras los mortífagos irrumpían en el almacén, persiguiéndolos.
—¡Que no escapen! —gritó la voz de Bel atrix Lestrange por encima del
ruido de las cajas y las estanterías desplomándose.
—¿Qué hacemos ahora? —se lamentó Ron, mirando hacia atrás, donde los
mortífagos se abrían paso.
—Si no hay puerta, habrá que hacerla —dijo. Apuntó con su varita y gritó
—: ¡Deflagratio!
—¿Qué regalo? —preguntó Ron, viendo cómo las cajas ardientes volaban,
apartadas por los mortífagos.
los alrededores, así que corrieron hacia al á, reuniendo sus últimas fuerzas.
Harry se volvió, y observó la casa: era de dos pisos, y mucho más pequeña
de lo que parecía. Debía de tener un encantamiento aumentador en su
interior, porque ni siquiera la sala adónde el traslador los había l evado
cabría al í dentro.
Estaban justo al borde del bosque. Desde donde estaban, se podía ver
perfectamente la cabaña, solitaria.
Sintió que todo lo que había vivido esa noche se agolpaba en su mente: la
verdad sobre Henry, el ataque al Ministerio, la muerte de Peter, las
visiones de la mente de Voldemort... la confesión del mago de que todo lo
que había hecho durante el año había sido para que Harry lo odiara... La
visión de la muerte de sus padres, la huida de Voldemort, al que no había
podido matar... el dolor lo abrumó, lo l enó... el dolor era inmenso,
terrible... todo el dolor que no había sentido antes, que había postergado,
cayó sobre él de pronto, casi nublándole la vista.
—¡HACEDLO!
Ron y Hermione, sin entender muy bien, hicieron lo que Harry les pedía,
uno a cada lado, delante de Nevil e, Luna y Ginny.
— ¡DEFLAGRATIO!
420
Harry se levantó y miró a la casa, o más bien a los restos, que ardían. Vio
los cuerpos de varios mortífagos, que estaban en l amas. Otros empezaron
a moverse... Aún no podía creer lo que había hecho, lo que había
provocado...
Malfoy tenía la varita extendida y apuntaba hacia Harry, que abrió mucho
los ojos.
Harry chil ó. El rayo voló hacia el os, pero no iba dirigido hacia él. Surcó
el aire y golpeó en la cara sorprendida de Luna, que soltó un quejido de
sorpresa, antes de desplomarse. Estaba muerta.
— ¡LOUCURAE!
Harry sentía las frentes de Ron y Hermione contra la suya, y aquel o era lo
que necesitaba en ese momento.
Todo lo que necesitaba. Bueno... quizás todo no. Los tres se miraron a los
ojos, abrieron la boca, y pronunciaron a la vez dos simples palabras:
—Os quiero.
421
41
Ninguno de los cuatro había dicho nada aún, aparte de «estamos bien»,
desde que los habían encontrado junto al bosque y los habían traído a
Hogwarts. Permanecían serios y en silencio.
Dumbledore suspiró.
—Siento que hayas tenido que pasar por algo así... a veces, ninguna
elección parece buena, pero hiciste lo que debías. Salvaste tu vida y
también a un amigo tuyo. No te tortures más. Provocar la muerte de
alguien es algo horrible, pero a veces no hay opción.
422
—¿Usted lo sabía?
—Sí, tu madre era una persona que no conocía el odio o el rencor, aunque
tuviera un carácter fuerte. El a siempre perdonaba... siempre estuvo
dispuesta a perdonar a tu tía Petunia si el a cambiaba, a pesar de todo lo
que le hizo —comentó Dumbledore.
—Te salvó la vida —dijo Dumbledore, con una sonrisa triste—. Te dije
que algún día te alegrarías de haberle permitido vivir.
Voldemort dijo que era por haber usado su mano para revivir...
—Sí... Voldemort estaba en deuda con Peter de una forma muy poderosa...
—explicó Dumbledore—. Él dio su mano y recitó el hechizo. Voldemort
tendría que haber muerto, pero dado su condición actual...
Ron abrió mucho los ojos, y Hermione profirió un quejido; Nevil e estaba
con la boca abierta. Dumbledore bajó la cabeza y asintió, lentamente.
—¿Por qué? ¿Por qué no le pasó nada? ¿Cómo voy a matarlo si una
maldición asesina no le hace daño? —
—Te dije que no podrías derrotar a Voldemort con sus propias armas —
respondió Dumbledore, volviendo a mirarle a los ojos—. Él se protegió
contra lo único que conoce que puede hacerle daño: las Artes Oscuras.
—¿Qué?
423
—Él mató a Luna —dijo Hermione, con voz triste y ahogada—. Entonces,
yo... yo recordé a mis padres y... y le lancé la maldición de la locura con
todas mis fuerzas.
—¿Por qué no nos dijiste que habías hecho eso? —preguntó Ron.
»Harry, para ti no tengo palabras. Has logrado lo que casi ningún mago
antes que tú había hecho: derrotar a Lord Voldemort en un duelo. Le
demostraste quién eres, no te rendiste, y nos has dado a todos esperanzas.
Te aseguro que a estas horas no hay un solo mortífago que no te tema. Esta
noche has enfrentado una prueba terrible, quizás la más terrible que hayas
tenido en tu vida: te viste obligado a ver cosas espantosas, a enfrentar un
peligro inimaginable, pero te salvaste, y, aunque ahora sólo puedas pensar
en lo horrible que fue lo que hiciste al final, salvaste a tus amigos y a ti
mismo, y además, salvaste a un hombre, a Peter Pettigrew, de un mal
destino. Le ayudaste a comprender, y su sacrificio fue su salvación. No te
diré que no estés triste; no te diré que no l ores, incluso, porque eres joven,
y las vivencias de esta noche van más al á de lo que muchos magos adultos
podrían soportar, pero si te diré: alégrate; alégrate, porque tus amigos
están vivos, y esta noche, aunque no hayamos ganado la guerra, hemos
ganado una batal a.
—Aún no. Me comunicaré con él después... será duro hacerlo. El a era casi
su única familia.
Esto último hizo que Harry aún se sintiera peor. Sabía que las palabras de
Dumbledore eran ciertas; sabía que, si Luna no hubiese ido, quizás todo
habría sido mucho peor, pero... perderla ahora era duro, era duro, después
de lo que el a le había ayudado.
—No podía —respondió Harry—. Y veo que no soy el único. —Hizo una
pausa y acarició la cara de su amiga. Estaba húmeda—. Hermione, no l
ores...
—¡Maté a una persona, Harry! ¡Maté a Henry! ¡Sólo tenía quince años, y
yo lo maté!
—Aún así... aún así me siento mal, pero... gracias —dijo, forzando una
sonrisa.
—Todos nos hemos salvado la vida los unos a los otros en alguna ocasión
—dijo Ron—. Y así seguirá siendo.
425
—¿Qué?
—No... no te vayas. No me dejes sola.
—Está bien.
—Gracias, Ron...
—Soy yo el que debe daros las gracias —dijo Harry—. Por no dejarme ser
tan idiota y venir conmigo... por estar conmigo a pesar de todo. —Harry
sonrió—. Hasta mañana.
—El a escapó Harry —se lamentó Nevil e—. Escapó otra vez.
—No te haces una idea —dijo Harry, pensando en lo que había visto en los
recuerdos del mago.
—Sí... —respondió, con voz casi inaudible. Abrió los ojos y miró a Harry
—. ¿Qué sucedió, Harry? Recuerdo haber oído a Nevil e, a Ron... a Luna...
una explosión muy fuerte... ¿Qué pasó?
—Ginny, no...
Hermione y Ron despertaron con los chil idos de Ginny, y Ron miró a su
hermana.
—le pidió.
426
—¡Le está bien empleado! —chil ó Ginny, sol ozando aún más fuerte.
—Apenas nada. Sólo recuerdo que me dolía, y que recordé que... —Negó
fuertemente con la cabeza—. No quiero hablar de el o, fue demasiado
horrible... No quiero hablar de nada...
Ginny hizo caso a Harry y volvió a su cama, con los ojos l orosos.
El padre de Luna l egó media hora más tarde. Su expresión de tristeza iba
más al á de lo imaginable. Entró en la enfermería con Dumbledore, que
también lucía una grave expresión de pena y derrota, y con el profesor
Flitwick, que también parecía muy nervioso, y se acercó a la cama donde
reposaba su hija, sin decir nada. Descubrió su cara y nada más verla se
echó a l orar en silencio.
Harry lo miró desde su cama, con el corazón roto. Vio a Hermione, que l
oraba, a Ron, cuya expresión era de una inmensa tristeza. Nevil e miraba
al suelo, y Ginny observaba la escena como atontada, mientras las
lágrimas le caían por la mejil as.
—Sí —contestó Harry—. Si no, no les habría sido fácil... Luna era una
gran bruja. Era valiente e inteligente y... y me ayudó mucho este año.
Mucho... yo...
—No digas más... por favor... no digas más. No es necesario... no es
necesario... —balbuceó el señor Lovegood—. Sé que la habríais salvado de
haber podido... os... os agradezco que hayáis capturado a ese Malfoy... os
lo agradezco... Cuidaos...
—El entierro será mañana por la tarde... —dijo el señor Lovegood, como
si las palabras lo quemaran—. Si queréis asistir, podéis hacerlo...
Harry miró a Ginny, que al irse el señor Lovegood se había echado a l orar
desconsoladamente, hundiendo su cabeza en la almohada.
Media hora más tarde, tal como le habían dicho, Harry salió solo de la
enfermería y se dirigió al despacho del director, con paso cansado,
intentando no encontrarse con nadie, lo que, afortunadamente, consiguió.
427
Harry asintió.
—¿Y cómo haré eso? ¡No lo sé! No encuentro ese poder que pueda
vencerle, ese poder que él no tiene...
¿Lo tengo por él? ¿Por la cicatriz?
—¿De mi madre?
—Sí. Tu madre era una persona muy especial. Siempre dispuesta a ayudar
a todo el mundo, incluso a aquel os que la odiaban —contó Dumbledore—.
Era realmente una muchacha muy, muy especial. Siempre guardó afecto
por tu tía, a pesar de todo lo que el a la despreciaba. Y el amor de tu madre
por ti era realmente inmenso, Harry, inmenso e incondicional. Un amor tan
grande como ese debe ser tenido en cuenta. El hecho grandioso de la noche
en que Voldemort te atacó no reside simplemente en que tu madre hubiese
muerto para salvarte, cosa que han hecho más personas, sino en el
inconcebible amor que abrigaba tu madre... un amor que has heredado en
más de un sentido, porque está en tu corazón... y en tus venas.
—Sí... y tú lo hiciste con trece años. Harry, nadie, y digo nadie, antes que
tú, había hecho un patronus corpóreo con trece años. Nadie.
428
Harry asintió y se quedó un rato cal ado, mirando al suelo, mientras sentía
la mirada de Dumbledore sobre él.
—Profesor... Cuando Peter me estaba sujetando, sentí sus pensamientos.
Pude enviarle recuerdos a su mente, hablar con él... y pude ver también
recuerdos de Hermione, y de Ginny... ¿Por qué? ¿Por qué hace eso la
Antorcha?
—Sí, es cierto...
—El vínculo con el os es más fuerte, ya sin contar la inmensa amistad que
os une, que un vínculo muy poderoso también —explicó Dumbledore.
—¿Viste su infancia?
—Sí, él se dejó l evar por el que creía que era su destino... al contrario que
tú. Al igual que Henry Dul ymer.
—Sí, de hecho, Dul ymer me recordó mucho a Ryddle... tan engañoso, tan
aparentemente simpático y servicial, tan ambicioso y tan malvado...
—Lord Voldemort siempre ha tenido facilidad para fascinar a la gente,
para arrastrarla a su lado...
—Sí, es cierto... aunque yo conozco muy bien a Voldemort, temo que, por
desgracia, también él me conoce mucho a mí. Realmente Henry Dul ymer
me engañó. Realmente creí que era la respuesta a mis plegarias...
—Para distraernos —dijo Harry—, y para aumentar los lazos con otros
magos...
—¿Por mí?
—Sí. Sé lo que te gusta el quidditch, lo que te distrae... hace que te
mantengas ocupado. Eso fue lo que me dio la idea. Sabía que éste sería un
año terrible para ti, y quería evitar que te preocuparas más de lo necesario,
que te distrajeras... Y, aunque no terminó demasiado bien, creo que, al
menos en parte, logré mi propósito.
—¿Y Ginny?
—No lo sé —contestó Harry con sinceridad—. Tendré que hablarlo con los
demás.
—Lo intentaré.
—Dumbledore quería que bajáramos. Será duro, lo sé... pero creo que
debemos hacerlo. Tenemos que hablar con Sarah y... debemos mostrar que
somos fuertes; mostrar que no estamos vencidos... bajemos, pero
hagámoslo los cinco juntos... o los cuatro, si Ginny no puede.
Llegaron ante las puertas de roble del comedor, que estaban cerradas, y
escucharon el bul icio que había en su interior, el cual parecía ser menor
que otros días.
Harry empujó las puertas, que se abrieron, y entró, seguido de sus amigos.
Al hacerlo, todos en el Gran Comedor volvieron las cabezas para mirarlos.
Harry se detuvo y enfrentó sus miradas, al igual que sus amigos.
430
Harry recorrió con su vista las cuatro mesas y los rostros de sus
compañeros. No sabía cuánto sabrían de lo que había pasado la noche
anterior, pero desde luego, sabía lo que mostraban aquel os rostros que le
miraban: admiración.
La chica empezó a l orar más aún. Nevil e se adelantó con cierta timidez y
luego la abrazó, ante la atenta mirada de todos en el comedor.
—¡Me engañó! —gritó Sarah—. ¡Me engañó, Nevil e! ¡Todo este tiempo,
sólo era una mentira...! ¡Y ahora está muerto!
—Lo siento...
Los seis se sentaron, sin decir nada. Todos los Gryffindors les miraron,
dándoles apoyo aunque no abrieran la boca.
Harry sintió que todas las miradas caían en él en ese momento, pero no
prestó atención.
—Pero no le venció solo, porque no estaba solo: alguien dio su vida para
salvarle, alguien salvó su propia alma muriendo para hacer lo correcto,
para darnos a todos una nueva oportunidad. Alguien que equivocó el
camino, pero que rectificó a tiempo: Peter Pettigrew. Por su parte, Luna
Lovegood, a pesar de su valentía y de haber logrado escapar de la casa a
donde habían sido conducidos, fue asesinada a traición por un mortífago.
Harry dirigió una feroz mirada a Malfoy, y vio que Ron hacía lo mismo.
—¿No quieres decirlo? ¿No quieres decir que Ron y Hermione, una sangre
sucia y un pobretón, le lanzaron a tu padre una maldición tan potente que
está en San Mungo, completamente loco y con pocas esperanzas de
recuperación? —dijo Harry mordazmente.
432
—Adiós, Malfoy.
Pero Harry fue mucho más rápido. Sin apenas volverse, sacó su varita, la
dirigió hacia los tres Slytherins y la agitó levemente.
Harry guardó la varita y, acompañado por sus amigos y bajo la mirada del
resto del colegio, subió la escalinata para dirigirse a la sala común de
Gryffindor.
433
42
¿Esperanza?
Sin embargo, a ninguno de los cuatro les apetecía hacer nada aquel a tarde,
así que se quedaron mucho tiempo en la habitación, pese al buen tiempo
que hacía fuera. Harry observó los terrenos del colegio por la ventana,
dándose cuenta de que el bul icio del exterior era mucho menor que otros
años por las mismas fechas. Había alumnos fuera, sí, estudiando bajo los
árboles, o junto al lago, pero estaban silenciosos, como apagados.
—No creo que puedas hacerte una idea —respondió Ron sin mirarle.
Caminó por el castil o, por los pasil os desiertos, sin rumbo fijo.
Finalmente, terminó en el exterior. Muchos alumnos le saludaban al pasar,
pero Harry apenas hacía caso de ninguno. Llegó hasta la cabaña de Hagrid,
que estaba silenciosa, y Fang salió a saludarle. Harry acarició la cabeza del
perro distraídamente, pensando en donde estaría su amigo, en si se
encontraría bien...
Pensó en por qué había huido así de la sala común... y la única respuesta
que hal ó fue que tenía miedo.
434
—¿Y Nevil e?
—Ah... vale.
—Gracias, Colin —dijo Harry, algo apabul ado ante la emoción del joven.
Ron miraba a Colin como si estuviera viendo a Snape bailar con falda.
Harry y Hermione cruzaron una mirada exasperada.
—Está bien, Colin —concedió Harry, esperando así que el chico le dejara
en paz de una vez.
Colin hizo tres fotos y finalmente les dejó, con lo que los tres amigos
pudieron ponerse a estudiar Pociones, que sería el primer examen que
tendrían, el martes de la siguiente semana, a las nueve de la mañana.
—¡Harry!
—Ya lo sé, Hermione, pero no es tan sencil o cuando cada cosa que leo me
recuerda a las pociones de Voldemort y a sus propiedades útiles en las
Artes Oscuras...
Harry asintió.
435
Ninguno de los tres habló mientras bajaban al Gran Comedor. Era lunes,
era el día. Por la tarde sería el entierro de Luna. Y, como si el tiempo
también quisiera guardar luto, el día estaba oscuro y nublado, y amenazaba
l uvia. También el viento era bastante fuerte.
Tu padre se encuentra bien, Ron. Aún estará en San Mungo hasta el martes
o el miércoles, pero se encuentra bien. Realmente, Percy es el que más me
preocupa: aunque apenas resultó herido, está muy raro. Apenas habla, y
parece ido. Hemos intentado por todos los medios que nos diga lo que le
pasa, pero no hay manera. Ya no sé qué hacer con él.
Por lo demás, aquí todos estamos bastante tristes por lo que le pasó a
Kingsley, sobre todo Tonks, pero procuramos seguir adelante como
podemos.
Hermione, hija, tus padres se encuentran perfectamente, pero, al igual que
todos nosotros, están deseando verte, veros a todos, y comprobar por
nosotros mismos que estáis bien. ¡Aún no podemos creer la trampa en la
que fuisteis metidos! Cuando Dumbledore nos lo contó, creí que me
desmayaba, y a tu madre estuvo a punto de darle algo. Aún no logro
hacerme a la idea de que Harry haya tenido que vérselas con Quien
Vosotros Sabéis... ¡Qué mal debió de pasarlo!
Lamento muchísimo lo que le sucedió a esa chica, Luna... gente tan joven
no debería morir en una guerra, pero, a pesar de todo, nos alegramos
enormemente de que estéis bien. Sobre todo por Ginny. Dumbledore me
contó que Quien Vosotros Sabéis le hizo algo, pero que nadie sabe qué
fue... Aunque me digáis que está bien, y que no tiene nada, no estaré
tranquila hasta que la vea, y para eso aún falta casi un mes... Todos
estamos deseando que volváis.
—No fue culpa tuya, y estás bien. Eso es lo importante —dijo Harry.
—Sí, pero...
—Vamos, no te preocupes. El os están a salvo, y los verás pronto. Y será
mejor que nos vayamos o l egaremos tarde a Pociones —añadió, mirando
al reloj.
Unas dos horas más tarde, cuando la clase de Defensa Contra las Artes
Oscuras terminó, Dumbledore pidió a Harry, Ron, Hermione y Nevil e que
se quedaran un momento.
—De acuerdo. Al í estaremos —contestó Harry, antes de salir del aula con
sus tres amigos y dirigirse hacia la clase de Encantamientos.
436
—Pues son entonces cinco túnicas —dijo Harry—. Contando a Ginny, que,
por cierto, tenemos que ir a buscarla...
—Y yo —añadió Parvati.
Así, acabaron uniéndose también Colin Creevey y Katie Bel . Por tanto,
irían todos los miembros del ED de Gryffindor.
Harry, Ron, Hermione, Ginny, Nevil e y Katie Bel tocaron una, al tiempo
que los demás estudiantes hacían lo propio. Dumbledore miró que todos
tocaran las tazas.
Dumbledore les dijo que esperaran al í, y acto seguido entró en la casa por
una puerta trasera. Harry comenzó a caminar por el jardín, lentamente.
Ron, Hermione y Ginny le acompañaban, pero no hablaron.
Miró al cielo, que seguía encapotado y gris, triste, al igual que él mismo.
Recordó a Luna, pensando en que no volvería a hablar con el a, cuando una
voz soñadora resonó en su cabeza.
Harry esbozó una sonrisa y miró al cielo, dejando que el viento lo azotara
en la cara.
437
Todo el mundo lo hizo, sujetándolo con las dos manos. Harry miró hacia
Ginny, que derramaba lágrimas silenciosas. También Hermione hacía
esfuerzos para no l orar, pero tenía los ojos vidriosos. Cho, que estaba
detrás de Harry, l oraba abiertamente.
Ginny se echó a l orar más fuerte al oír aquel o, y Harry la abrazó contra
sí.
—...Su muerte es algo terrible, siendo tan joven, y nos ha afligido a todos,
aún en estos días donde este tipo de noticias son, por desgracia, tan
frecuentes. —Hizo una pausa y miró a todos los asistentes—. Todos los
que estamos hoy aquí, unos más, y otros menos, la conocíamos, y todos,
sin excepción, le teníamos cariño.
Fue valiente en vida, y será recordada en la muerte, en espera del
momento en que, como el a siempre creyó, volveremos a verla.
LUNA LOVEGOOD
«Adiós, Luna Lovegood. Gracias por todo... De veras siento esto, de veras
que sí... ojalá lo hubiese sabido, no te habría dejado ir, pero ahora no
puedo hacer nada. Lo siento... Lo siento de verdad.»
438
Una vez todos estuvieron reunidos, volvieron a coger las tazas, que los
devolvieron en unos segundos al Gran Comedor en Hogwarts.
Podéis retiraros.
Soñó. Estaba en la casa de los mortífagos, corriendo por pasil os sin fin.
Hermione iba a su lado, pero los pasil os no se terminaban, y no
encontraban a Ginny. Entonces, encontraban una salida al exterior, y
estaban todos juntos, Ginny incluida, pero aparecía Lucius Malfoy,
diciendo burlonamente «personalmente tengo una cuenta pendiente con
esa chica rubia...» y, al instante, Luna caía fulminada. Harry gritaba, pero
Malfoy sólo se reía más y más. Entonces aparecía Bel atrix, que también
se reía como loca, burlándose de Harry: «La echas mucho de menos, ¿eh?
¿La querías mucho, pequeño Potter?». Harry no podía parar de gritar, y sus
amigos parecían todos petrificados. Los mortífagos comenzaban a
rodearles, y entonces...
—Hola Harry —oyó que decían, a su espalda. Se volvió y vio a Luna, pero
muy distinta, como si tuviera luz propia. Sonreía.
Harry miró a los lados, sin comprender. No había nada, y, sin embargo,
notaba algo... algo bueno.
—Luna, yo...
—No, Harry. Estoy bien... lo siento mucho por mi padre, pero ahora estoy
con mi madre, y juntas le cuidaremos.
—Un poco —confesó—. Pero no estoy aquí por eso... sólo quería decirte
que gracias por todo a ti también.
439
—Hasta pronto, Luna —murmuró, antes de volver a dormirse, esta vez sin
soñar.
La mañana siguiente, Harry se levantó con más ganas que ninguno de los
dos días anteriores. Se encontraba mucho más enérgico, más contento.
Quizás se debía al sueño. No lo sabía, y, realmente, no le importaba.
Estaba algo más contento, más esperanzado, aunque fuese sin razón
aparente, y eso era bueno.
Así, fueron pasando los días hacia los exámenes. Los tres amigos parecían
estar, quien sabe por qué, un poco más alegres, y estudiar los distraía. Por
otra parte, parecía que sus conocimientos sobre magia hubiesen
aumentado mucho desde su reciente aventura, cosa que sorprendía
bastante a Ron y a Hermione, y no tanto a Harry, quien ya se había dado
cuenta que algo raro le había pasado en su enfrentamiento con Voldemort.
Probablemente todos sus recuerdos, conocimientos ocultos y poderes
habían despertado por fin...
Por fin l egó el día uno de junio, y, con el o, los exámenes, que se
prologaron durante toda esa semana y la siguiente. Harry, Ron y Hermione
quedaron bastante contentos de los resultados, descubriendo que, pese a lo
que les había pasado, eran muy buenos en magia. Harry no se sorprendía
demasiado de lo que podía hacer, aunque no se lo comentaba a nadie, pero
sí se extrañaba ante lo que hacían sus amigos. Ron, por ejemplo, en el
examen de Transformaciones había realizado un extraordinario hechizo
comparecedor que había dejado a McGonagal con la boca abierta. Incluso
Ron mismo se había sorprendido. Harry lo miró durante un rato,
repitiéndose la misma pregunta que lo reconcomía cada vez más a
menudo. ¿Qué les había pasado a Ron y a Hermione? Y, como siempre, la
respuesta se le escapaba. Ni siquiera Dumbledore había sabido
responderle.
440
Durante los siguientes días, Harry, Ron y Hermione pasaron mucho tiempo
paseando alrededor del lago, o sentándose bajo el haya, hablando, o
simplemente caminando, disfrutando de la mutua compañía que se daban.
Harry fue paulatinamente contándoles todo lo que había visto en la mente
de Voldemort, y todo lo que había pasado entre el os dos. Hermione se
quedó completamente horrorizada cuando Harry les describió las terribles
escenas que había presenciado.
Como todos los años, la comida resultó excepcional, pero el ambiente era
mucho menos festivo de lo que debería. En ese banquete se entregaba la
Copa de las Casas, que, por puntos, debería corresponder a Gryffindor,
pero en lugar de la decoración dorada y escarlata había estandartes y
crespones negros, en señal de duelo.
Harry estaba sentado entre Nevil e y Ginny, que seguía bastante triste, pese
a todos los intentos de sus compañeros y amigos por animarla. En los
últimos tiempos, Luna había sido su mejor amiga, y ahora la había
perdido. Por otro lado, las secuelas de lo que había vivido en aquel a casa,
fuera lo que fuese, no se habían borrado de sus ojos. Harry había intentado
de todo, pero no conseguía animarla, y había l egado a la conclusión de
que sólo necesitaba tiempo, como él lo había necesitado el año anterior.
El banquete transcurrió en relativo silencio, hasta que, al finalizar,
Dumbledore se puso en pie para su tradicional discurso de despedida.
Por eso os pido, que hagáis lo que hagáis, decidáis lo que decidáis, penséis
siempre en lo que es justo y lo que no, en lo que está bien y en lo que no,
en lo que os gustaría para vosotros y en lo que no os gustaría; haced
siempre lo correcto, porque nunca se sabe cuándo necesitaremos ayuda, ni
quién será la única persona que pueda dárnosla. Recordadlo, y procurad
estar unidos, porque todos, con nuestras diferencias, somos más fuertes
cuando estamos juntos.
—Hola, Harry...
—Hola Cho.
—Apenas hablamos desde lo que pasó, y yo quería decirte que eres muy
valiente, Harry. Que todos lo sois...
—No fue para tanto —dijo Harry, queriendo parecer modesto, aunque muy
halagado.
441
Cho le sonrió.
—Bueno, Harry... espero que nos veamos algún día. Cuídate y que tengas
mucha, mucha suerte.
—Adiós, Harry...
—Adiós Cho...
—Creo que voy a imitarte —dijo Harry, repitiendo el hechizo, que, para su
sorpresa, le salió algo mejor que a Ron.
—Vaya, valdrías para ama de casa, Harry —dijo Seamus, mirando el
resultado.
—No me gustó que te burlaras de mi hechizo. ¡Yo no sabía que era falso!
Ron miró a Hermione con cara de «no me metas en esto». Harry los
observó a los dos.
442
Harry se dejó caer contra el respaldo del asiento, un poco triste. Sus
amigos pasarían el verano juntos y él tendría que ir a Privet Drive...
—Pero este año estarás poco tiempo, te lo aseguro —dijo Ron—. Este
verano haremos todos los exámenes de Aparición...
—Sí, todos —confirmó Ron—. Puedes hacer igual los exámenes, y creo
que mi padre ha conseguido un permiso especial para ti, teniendo en
cuenta tu expediente...
—Eso sí, en cuanto cumpla los diecisiete y sea mayor de edad no volveré a
Privet Drive nunca. Jamás.
—Iremos a buscarte antes, creo —dijo Ron—. Y si no, insistiré sin cesar
para que lo hagan.
Harry le sonrió.
y el segundo casi fue peor, porque no había nada que hacer, y como no
podíamos participar en las reuniones de la Orden...
—Ya veo —dijo Nevil e, aunque su cara no podía ocultar que, a pesar de
todo, le encantaría ir a Grimmauld Place y estar con el os.
—No tienes por qué darlas —dijo Nevil e, que estaba muy rojo.
Al oír a Malfoy, Sarah soltó un chil ido de rabia y se levantó con intención
de golpearlo, pero Malfoy le apuntó y exclamó:
— ¡Impedimenta!
Sarah fue golpeada por el rayo y cayó hacia atrás, encima de Nevil e.
Pero esta vez fue Goyle el que hizo que Ron cayera hacia atrás. Harry
estaba observando todo, y ya era suficiente.
—¿Qué?
443
Harry lo miró un instante. Entonces, dejándose l enar de poder, levantó su
mano y la agitó hacia Malfoy, que cayó hacia atrás, tirando en el proceso a
Crabbe y Goyle. Harry dio unos pasos lentamente hacia el os, mientras
Draco, sorprendido, levantaba su varita.
La chica sonrió.
—Se lo merece —dijo—. Pero, si hubiera sido yo, les habría hecho algo...
Bueno, me voy. Gracias por todo de nuevo. —Miró a Nevil e—. Sobre
todo, gracias a ti. —Sonrió, se agachó y lo besó en la mejil a—. Adiós...
Nevil e no dijo nada. Su cara estaba más roja que el pelo de Ron, pero
sonreía tímidamente.
—Parece que te aprecia mucho, Nevil e —comentó Ginny, con una sonrisa,
en cuanto Sarah hubo salido.
—Fue una lástima que esa noche hubiera Luna l ena, con lo que me habría
gustado ayudar...
—Sí, siempre en las diversiones sin contar con nosotros —dijo Fred,
queriendo parecer ofendido.
—Ten familia para esto —añadió George, con la misma expresión que su
hermano.
Harry le sonrió.
444
—Bueno, me voy...
—No estarás solo —dijo Ron—. Insistiremos cada día para que vayan a
buscarte.
Harry les miró, y observó sus manos, que se habían cogido. Sonrió. Aún no
se había ido y ya los estaba echando de menos. A todos. Pero estaban ahí,
con él... y eso le tranquilizaba algo.
Harry dirigió una última mirada a Ginny, que le observaba con tristeza, y
le sonrió.
«Sí, quizás haya esperanza —dijo para sí—. Quizás aún la haya».
Bueno, hasta aquí hemos l egado. Por fin, tras largos meses, el libro está
completo. No todo me satisface completamente, pero bueno, en algún
momento había que terminar de revisar. Supongo que nadie está nunca del
todo contento con lo que escribe. Por ejemplo, capítulos que me gustaron
mucho fueron «El Sueño», «El Baile de Navidad», «La Historia de Tom
Ryddle», «Amor, Dolor y Muerte»... Otros, como el capítulo de las
pruebas de quidditch, no me gustaron tanto, pero bueno, así es... Quizás
sea algo más
Para los fans de Sirius que tal vez esperaran verle corretear por ahí, lo
siento... ya lo dijo Dumbledore, y Rowling lo confirmó: nada puede
resucitar a un muerto. Sin embargo, Sirius está presente, en el recuerdo de
Harry, y también lo estará en el libro siete... Rowling dijo que moría y que
había una razón para el o... y bueno, yo digo lo mismo.
Y bien, ahora una pregunta mía: ¿Alguien pensó realmente que Hermione l
egaría a morir? Supongo que no... ni Harry, ni Ron, ni Hermione podían
morir en el libro seis... aunque, del siete si que ya no se puede decir nada...
sólo que habrá muertes muy, muy dolorosas...
suponiendo que se le pueda l amar así, es odioso). Tan bien engañaba, que
incluso yo, que supe en todo momento lo que hacía, me sorprendí mientras
escribía el capítulo de «El Infiltrado», de lo malvado que era.
Agradecimientos:
Esta sección no podía faltar. Aunque, como dije, sólo me basé en los libros
y en mi imaginación para escribir éste, debo mucho:
A Daniela Lynx, sea quien sea, por su versión de «Harry potter y la Orden
del Fénix». Fue el primer fanfic que leí y lo que me impulsó a escribir este
libro... de hecho, la primera idea me vino justo al acabar de leerlo...
A Crazymam, escritora del fanfic, publicado en la web de la Warner
BROS.
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El Sueño
De Nuevo en Grimmauld Place
Ataque en el Callejón Diagon
La expresión de Dumbledore cambió. Parecía preocupado
Hermione y Harry le miraron como si estuviera loco
Profesor Dumbledore
Comienzo de Curso
La gente sencilla y de corazón porfiado.»
Henry Dullymer
El Segundo Sueño
De Mal en Peor
Explosiones y Pruebas de Quidditch
Los Competidores del Torneo
La Noche de Halloween
Las Semifinales Del Torneo
La Nueva Reunión del ED
El Ataque de los Dementores
TERROR EN HOGSMEADE
La comunidad mágica está aterrorizada debido a los terribles
sucesos ocurridos durante la jornada de ayer en el pueblo de
Hogsmeade.
Los Gigantes, las Arañas y los Centauros
La Reunión de la Orden
Un Poco de Historia Familiar
Discusión con Snape
El Peligro Acecha
La Confesión de Ron
Snape, en Peligro
Sin Hermione
El Tercer Sueño
La Tercera Profecía
Leyendas del Pasado
Defensa Avanzada Contra las Artes Oscuras
En la Cámara de los Secretos
La Antorcha de la Llama Verde
Caos
El Infiltrado
Harry y Voldemort
La Historia de Tom Ryddle
Frente a Frente
Amor, Dolor y Muerte
Huye en cuanto suceda.