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Capítulo II

Aproximación a la cultura política autoritaria. Interiorización


de las relaciones de poder/saber del continuum de
dominación

1.1 La historia la escriben los vencedores. El gran triunfo del Estado


contrainsurgente. ¿Hacia la transición democrática?

La cultura política autoritaria que impera en Guatemala debe ser entendida


inevitablemente como un producto de la historia reciente del país, cuyos elementos
epistemológicos y axiológicos se tejieron bajo la mano de hierro de las dictaduras
militares. En otras palabras, la cultura política hegemónica es el resultado de las
relaciones de poder y de saber constituyentes del regímen contrainsurgente, terreno en
el cual se conformó el “sentido común” de la población guatemalteca y por lo tanto la
dirección sociopolítica del país.
Necesario es señalar que la cultura política imperante no podría ser el resultado
de ningún otro proceso histórico local, ya que la firma de los acuerdos de paz, no
supuso una ruptura histórica al continuum de dominación de la alianza oligárquica-
militar y por ende no implicó un cambio en la dirección ideológica, política y cultural
del país.
Como señala Gramsci (1963), “no se puede separar la filosofía de la historia de
la filosofía ni la cultura de la historia de la cultura”. El pensamiento filosófico de una
sociedad así como la cultura de la misma tienen una historicidad concreta y se
conforman en la dialéctica que se teje entre las estructuras objetivas y las subjetivas.
Por lo que, cuando hablamos de “sentido común” y de cultura, hacemos referencia al
proceso de interiorización de la exterioridad y manifestación de la interioridad en la
exterioridad. En ese doble movimiento de las estructuras se conforma pues el
pensamiento filosófico de una sociedad y su bagaje cultural que es utilizado tanto para
darle sentido a la exterioridad como para entretejer y conjeturar opiniones desde la
interioridad (Bourdieu, 2003).
Sin embargo, para Gramsci (1963), referente teórico conceptual de esta
investigación, la concepción filosófica dominante de una sociedad no es una
estructura apolítica, sino que responde a los intereses particulares de la clase
dominante. En consecuencia, ese doble movimiento de las estructuras, esta sujeto de
antemano a una estructura de poder determinada. El orden axiológico y epistémico de
una sociedad la impone entonces la filosofía política dominante en determinado
período histórico.
Gramsci (1963) señala que ese mismo orden filosófico termina por constituir un
movimiento cultural que “produce una actividad práctica, una disposición en ella
contenida como “premisa implícita”, esto es, un “sentido común”. Gramsci (1963)
refiere que a esa “premisa implícita” podría llamárselo ideología, si al vocablo se le
da el significado superior de una concepción del mundo que se manifiesta
implícitamente en el arte, en el derecho, en la actividad económica, en todas las
manifestaciones de la vida personal y colectiva.
La ideología contenida en ese movimiento cultural, en esa actividad práctica, en
ese sentido común, tiene como objetivo, observa Gramsci (1963), conservar la unidad
ideológica de todo el bloque social basado y unido justamente en razón de aquella
determinada ideología.
La ideología dominante termina entonces siendo la materia prima con la que se
conforma la cultura y la subjetividad. Los habitus políticos y las disposiciones
subjetivas de una sociedad se tejerán siempre sobre la base de un sistema de ideas
dominantes a no ser que estas alcancen un nivel de autonomía lo suficientemente
sólido para cuestionar y abolir tales estructuras. Por eso, para Gramsci al igual que
para Bourdieu, “los sujetos no son marionetas de las estructuras pero tampoco dueños
de las mismas”. El pensamiento gramsciano puede considerarse, en ese sentido,
similar al de Pierre Bourdieu, debido a que su filosofía supera la falsa dicotomía entre
el objetivismo y el subjetivismo.
Gramsci es incluso un poco más optimista que Bourdieu. Para el filósofo italiano
los sujetos podrían llegar a ser dueños de las estructuras sí y solo sí existiese un
proceso conjunto de crítica cultural y de autoconocimiento político. Por ello para
Gramsci es tan importante la “contracultura” o “contrahegemonía”, pues solo a través
de esta actividad vital el sujeto puede “despojarse de la conciencia subvertida del
mundo” y librarse de las contradicciones entre la teoría y la praxis, es decir, entre la
forma en la que se concibe el mundo y la acción sobre este. Para Gramsci la critica
cultural asume el papel de la critica a la religión marxiana, dado que “la critica
cultural es al mismo tiempo la expresión de la miseria real y la protesta contra ella”.
Marx (1968) sostenía que “la critica a la religión significa, en germen, la critica
al valle de lágrimas del cual la religión es el reflejo sagrado”. Gramsci coloca esa
critica en las estructuras culturales que se vuelven, para decirlo en las palabras de
Marx (1968), “en el sol ilusorio que gira alrededor del hombre hasta que éste no gire
en torno a sí mismo”.
La afirmación del objetivismo que señala que los sujetos son “marionetas de las
estructuras” es entonces contingente y no categórica, al igual que sucede a la inversa
en el subjetivismo, en donde los sujetos son “dueños de las estructuras”. La dicotomía
entre objetivismo y subjetivismo es falsa, como bien observa Bourdieu (2003). Los
sujetos pueden o no tener autonomía frente a las estructuras, lo cual dependerá del
desarrollo de un pensamiento que logré crear un bloque ético-intelectual que haga
factible un progreso intelectual de las masas y no únicamente de un grupo reducido.
En tal sentido, las condiciones necesarias de la emancipación del sujeto de las
estructuras requieren el desarrollo de ciertas condiciones sociales, intelectuales y
políticas que permitan el cuestionamiento sistemático, coherente y dirigido de las
estructuras establecidas. Por ello Gramsci (1963) menciona que «el que una masa sea
inducida a pensar sobre el presente real con cohesión y dentro de una cierta unidad, es
un hecho “filosófico” más importante y “original” que la revelación de una nueva
verdad por el genio filosófico» (p. 64).
Si se observa con atención y se le da una lectura filosófica, la firma de los
acuerdos de paz, al ser una coalición entre dos concepciones del mundo, tenía la
responsabilidad de crear las condiciones necesarias para la emancipación del sujeto,
constituyendo una arena política en la cual fuera factible el desarrollo de una lucha de
clases por la vía democrática. Sin embargo, la paulatina cooptación de los poderes del
Estado y sus instituciones de justicia, aunado a las reformas neoliberales que se
pusieron en marcha inmediatamente después del cese al fuego, provocaron que la
“apertura” democrática se terminara convirtiendo en un espacio político para la
defensa de los intereses de las élites económicas, al más puro estilo de las
democracias schumpetterianas, preliclitando con ello el desarrollo de los movimientos
populares.
El cierre de los espacios democráticos por la hegemonía y la persistente tradición
de represión estatal, así como la transfiguración de la arquitectura contrainsurgente en
redes de corrupción, ha dado como resultado que el modo de pensar del periodo
anterior, el “sentido común” establecido por la filosofía política de la alianza
oligárquica-militar, no haya podido ser cuestionado y por ende superado.
De esta cuenta, las estructuras de poder y de saber establecidas por el continuum
de dominación y reafirmadas por el aparato estatal, han impedido el desarrollo de las
condiciones sociales, intelectuales y políticas que permitan a las clases subalternas
objetivarse, es decir, cobrar una autoconsciencia critica, histórica y políticamente
significativa que haga posible que formen parte de la lucha por la hegemonía sin
paternalismo alguno.
Gramsci (1963) señala que «la comprensión critica de sí mismo se produce
mediante una lucha por la “hegemonía” política de rumbos opuestos, primero en el
campo de la ética, luego en el de la política, para llegar a crear una concepción
superior del propio entendimiento de lo real [...]» (pp.73-74).
Sin embargo, en Guatemala la persistente tradición de perseguir, hostigar y
asesinar a líderes políticos, es decir, intelectuales orgánicos de las clases subalternas,
aunado al hecho de que los espacios de oposición democrática están cooptados por
ciertos grupos de poder, ha imposibilitado la objetivación de las clases oprimidas,
dado que este proceso está ligado a una dialéctica intelectuales-masa que no ha
podido desarrollarse, debido a las precarias condiciones objetivas de existencia que
mantienen al grueso de la población sumida en una suerte de oscurantismo político, en
donde no solo se niegan los crímenes de lesa humanidad, sino que además se
justifican por haberse dado en un contexto en el que la “libertad, soberanía e
independencia de la patria” estaba en entredicho.
A ello habría que agregar que los intelectuales orgánicos de clases subalternas
fueron cruelmente acallados, asesinados y exiliados en cantidades industriales por las
dictaduras militares. El desbaratamiento del movimiento popular por parte de la
arquitectura contrainsurgente y el miedo inducido por el terrorismo de estado a la
participación política, terminó por consolidar un habitus, en el sentido bourdieuano, es
decir, una estructura estructurada predispuesta a actuar como estructura estructurante,
en el que se rechaza la participación política y en el que se criminaliza los intentos de
transformación social.
En consecuencia, en Guatemala puede observarse una notable desorientación
política que se expresa no solo en el rechazo a lo “común”, como menciona Chaulón
(2019), sino también en la acentuación de los conflictos, en la permanencia de las
relaciones de poder/saber constituidas por la contrainsurgencia, en la canalización del
descontento popular en vías distintas a la organización política y en general en la
ruptura entre la teoría y la praxis.
El desbaratamiento del movimiento popular y la criminalización de las
organizaciones políticas de oposición durante las dictaduras militares, provocó una
polarización social sin precedentes en Guatemala y una ruptura histórica que impide a
las clases subalternas lograr una unidad política que les permita generar un
movimiento contrahegemónico, que englobe al grueso de la población y que haga
factible instaurar cambios sociopolíticos y culturales en la estructura social
guatemalteca.
En este contexto, la falta de cohesión política dirigida a la transformación de la
estructura social, ha provocado que la frustración y el descontento social por las
condiciones objetivas de existencia, se canalice y se exprese de forma violenta sobre
agentes sociales que son identificados por la población como los responsables de las
condiciones políticas del país, sin importar que estos se encuentren en la misma
condición de opresión que ellos. Es notable pues la falta de autoconsciencia política
de las clases oprimidas.
Gramsci señala que «la consciencia de formar parte de una fuerza hegemónica
dada (consciencia política) es la fase primera para alcanzar la ulterior y progresiva
autoconciencia donde, finalmente, se unifican teoría y práctica [...]» (pp.73-74).
Debido a la fragmentación del movimiento popular y de las organizaciones de la
sociedad civil, el descontento social no encuentra acicate en una plataforma política,
de modo que los problemas sociales se resuelven bajo el influjo de la estructura
estructurante del continuum de dominación.
En tal sentido, podemos entender a los linchamientos como el síntoma de la
ruptura entre la teoría y la práctica, es decir, entre la concepción que se tiene del
mundo y la acción sobre éste. Esta forma de violencia colectiva debe entenderse como
una “respuesta” ante los agravios del sistema político establecido. Sin embargo, en el
contexto de posguerra, las “respuestas” antes los agravios sistémicos no son dirigidas
hacia el mejoramiento de las condiciones de existencia, como ocurriría en una
sociedad unida políticamente, sino que se precipitan violentamente sobre agentes
sociales que cuestionan y transgreden el orden social que paradójicamente es la fuente
estructural de tales agravios.
El orden axiológico de los linchamientos en Guatemala tiene pues una
particularidad política. Comúnmente los linchamientos eran una herramienta punitiva
de los grupos en el poder para castigar y reafirmar la autoridad que había sido
cuestionada o transgredida. El suplicio público, como asevera Foucault (2007), no
tenía otro objetivo más que el de reafirmar la autoridad, por medio de un castigo
ejemplificante. Por ello históricamente los linchamientos se ejercen de arriba hacia
abajo, es decir, de las clases en el poder hacia las clases oprimidas, como sucedió en
Estados Unidos, país en donde se acuñó el termino “linchamiento” y en donde era
recurrente está práctica punitiva sobre los esclavos insurrectos.
Lo que hace particular al linchamiento en el presente es precisamente esa
inversión jerárquica. La violencia tumultuaria se ejerce desde abajo, pero no
necesariamente hacia arriba. El linchamiento se queda en los estratos bajos. Es por
esto que es factible sostener que los linchamientos son una forma de violencia
exclusiva de los estratos bajos de la sociedad y que denotan una clara ruptura entre la
forma en la que dichos estratos conciben al mundo y su acción sobre este.
La falta de unificación entre la teoría y la práctica, ha dado como resultado que el
descontento político no funcione como motor de avance del cambio social y que las
medidas autoritarias hagan las veces de “solución” a los problemas políticos del país.
Torres-Rivas (2003) mencionaba acertadamente que:
«la paradoja que experimentamos es que la paz que puso oficialmente fin a ese largo
período de violencia no ha sido vivida por la población como el fin de una guerra, y que
los escenarios del conflicto aún mantienen su presencia con muchos de los rasgos
culturales, políticos, ideológicas y militares del período anterior» (p.16).

En ese orden de ideas, lo que aquí denominamos “cultura política autoritaria”,


para hacer referencia al proceso de interiorización de la exterioridad y de
manifestación de la interioridad en la exterioridad, es una continuación de las
estructuras y relaciones de poder/saber instituidas por el continuum de dominación
durante las tres décadas en las que el país estuvo gobernado por las dictaduras
militares. Entendemos entonces que la cultura política del pensamiento hegemónico
es un elemento histórico estructural que esta enraizado en la subjetividad
guatemalteca y que lo estará hasta que la sociedad alcance y supere la contradicción
entre teoría y práctica, esto es, hasta que las clases subalternas se reconozca a sí
misma como cuerpo político y conciban el presente de manera histórica.
Cultura y subjetividad van de la mano en esta interpretación. Para nosotros tanto
la cultura como la subjetividad se interpelan mutuamente y de manera recíproca. Por
lo que la subjetividad y la cultura no son polos contrapuestos, sino más bien
complementarios. Las estructuras estructurantes son a la vez estructuras estructuradas,
puesto que la exterioridad internalizada es una exterioridad de antemano matizada por
la misma interioridad y esta a su vez se levanta sobre la base de relaciones de poder y
de saber previamente establecidas. En esa dialéctica se conforma el “sentido común”
y los patrones culturales, es decir, las predisposiciones sociales, los habitus
conductuales y epistémicos.
Apoyándonos en lo dicho, trataremos de analizar el orden axiológico y
epistémico de los linchamientos. Para lo cual hace falta primero entender la cultura
política autoritaria de la que el linchamiento es producto. Conviene entonces dirigir la
mirada hacia las continuaciones y transformaciones de las relaciones de poder y de
saber constituidas por el continuum de dominación. La clave del entendimiento del
autoritarismo que subyacente en la concepción política hegemónica, se encuentra pues
en la filosofía política de las clases dominantes del país.
Valiéndonos del material empírico recogido en el trabajo de campo y en la
etnografía virtual que realizamos, procederemos a identificar y analizar cómo las
estructuras estructuradas actúan en la concepción política del “sentido común” como
estructuras estructurantes y como estás crean a su vez nuevas estructuras
estructuradas.
Unas de las principales características que pudimos identificar es la continuación
de la concepción política amigo-enemigo o enemigo único. Esta tajante división entre
buenos y malos guatemaltecos, entre amigos y enemigos de la patria, etc., sigue
prevaleciendo en el pensamiento político de la población y de las élites guatemaltecas,
haciendo las veces de estructura estructurante en el sentir popular.
Debido a lo cual prevalecen también las medidas autoritarias como mecanismos
de resolución de conflictos, tal es el caso de la apelación dictatorial y la eliminación
de las “amenazas” que atentan contra la seguridad del país, como pueden ser la maras
y pandillas. No es casual que cuatro de los últimos tres gobiernos electos hayan
apelado al recurso de la “mano dura” como estrategia proselitista, como tampoco lo es
el hecho de que en la entrada de un número cada vez mayor de comunidades cuelguen
mantas vinilicas anunciando que “delincuente visto, delincuente muerto”, en tanto
respuesta a la ingente inseguridad de la que es víctima cotidiana el ciudadano
promedio.
Esta concepción política la podemos observar claramente en el discurso de los
usuarios de redes sociales, lo que nos permite relacionar el pensamiento
contrainsurgente con la cultura política hegemónica en Guatemala. En un vídeo
subido por Prensa Libre (2018) a la plataforma YouTube, en el que se muestra la doxa
del general José Efraín Ríos Montt, encontramos estás expresiones que nos dejan
atisbar el autoritarismo que subyace en el sentido común de la sociedad guatemalteca
y en la concepción política sobre la “seguridad”:

Comentarios tomados de YouTube: “así hablaba José Efraín Ríos Montt”, Prensa No. Me
gusta
Libre

Con este señor todos esos mareros ya los hubieran fusilado 387

En la actualidad urge un gobierno con los huevos bien puestos para exterminar a las maras y 351
extorcionistas como lo era el general Ríos Mont.

Este man ya hubiera terminado con las maras, salvadireñas que han tomado a Guatemala. 305

Todo marero y extorsionista deberá ser fusilado no asesinado, como quisiera escuchar decir eso a nuestro 268
presidente

Este men cuando estuvo en el mando, se mirava la diferencia. Podias salir en la calle y dejar las puertas 243
abiertas de tu casa y no pasaba nada ni el perro entra a sacarte la comida. No como ahora. Que mal por
mi guatebella.

Este sí se pasaba por los forros de los huevos a la delincuencia. 143

Lastima que no lo podemos revivir, este señor limpia a Guatemala en una semana, este aplaudiría a quien 135
mate delincuentes.

Ojala ubiera otros RIOS MONT para preseidente, mis respetos Sr, 108

esa mano necesitamos horita para. matar todos esos mareros 101

Me gusta tanto comentario positivo hacia el general (emojis), si no fuera por este señor seríamos 77
Venezuela 2!! Que viva el general ríos montt!!.

ahora que el general esta muerto (emojis) muchos lo extrañan jajajajajja pero si tenia sus huevos (emojis) 71
mi general para poner orden orden que hoy en dia le hace falta al pueblo de Guatemala

Así deberían de hacer con la. Delincuencia, agarran a uno y fusilado. 59

Cuando.biene otro con huevos no con huecadas.como los.de.hoy.cubriendo los delincuentes 45

General Rios montt no se te a de olvidar, naciste en Huehuetenango aya por Aguacatan, donde diste tus 42
primeros pasos antes de ser militar., nos distes fuciles M 1. con todo sus explosivos dijiste esto son frijoles
para acabar los subersivos...........

En un solo dia a Las 6 am fusiló a 21. Derechos humanos eran para El Pueblo, no para criminales 31

Este señor si tenia bien puestos los compadres aaa pero nadie hacia nada apoyarlo despues de la guerra 30
interna, y los derechos humanos se siguen cagando en Guatemala

Esos tiempos fueron buenos ahora ya ni a la calle puede uno salir q los mareros y delincuentes dominan el 20
pais. Que bueno fuera q hubiera otro presidente asi q no tenia miedo a nada.

Personas así, necesita Guatemala nuevamente 20


La herencia política de los militares aparece aquí más que como una vaga
reminiscencia. El discurso de los usuarios no solo denota una apelación dictatorial,
sino que además resulta notoria la concepción de enemigo único que subyace en la
mentalidad política de la población. Así, las maras, los pandilleros, los
extorcionadores y los delincuentes comunes, se agrupan en una única categoría: la de
enemigos internos, al ser ubicados como los responsables de la condición social
guatemalteca.
Los enemigos internos, como vimos anteriormente, se convierten, en esta
bipolaridad enfrentada, en los de “afuera” del cuerpo social, esto es, en otredades
negativas que deben ser castigadas y/o exterminadas por “el bien del devenir político
de la sociedad”.
La concepción de enemigo único funciona aquí como una fuente de consenso de
las medidas autoritarias y de la militarización de la sociedad. Por eso uno de los
usuarios del vídeo en cuestión comenta que «en la actualidad urge un gobierno con los
huevos bien puestos para exterminar a las maras y extorcionistas como lo era el
general Ríos Mont».
Lo que ha dado paso a que la inseguridad se convierta en un caldo de cultivo del
autoritarismo castrense. El concepto de “seguridad” que parece estar incrustado en el
sentido común del ciudadano promedio es el de “seguridad nacional”, propio del
pensamiento contrainsurgente, y no el de “seguridad democrática”, como resulta
evidente en este comentario: «todo marero y extorsionista deberá ser fusilado no
asesinado, como quisiera escuchar decir eso a nuestro presidente».
Esto debe entenderse no solo como parte de la herencia política de las dictaduras
militares y las élites económicas, sino también como parte de la permanencia de estos
grupos de poder dentro del andamiaje estatal y la vida cultural de la población. De
esta cuenta, el capital político de estos grupos de poder, tiene la capacidad para
difundir un discurso en el que estos aparezcan como una necesidad ante los problemas
ocasionados por la criminalidad.
Así, la cultura política del autoritarismo y el capital político castrense fueron
construyendo imaginarios necroempoderados, es decir, basados en una economía de la
muerte: «hacer morir, dejar vivir». En la concepción de seguridad del Estado de
seguridad nacional, los enemigos de la patria tenían que ser eliminados, ya que
atentaban contra la “libertad, soberanía y el progreso de la nación”. En tal concepción,
me refiero a la dualidad amigo-enemigo, subyacía ya una impronta necropolítica. Por
eso la muerte fue durante los tres décadas de dictaduras militares, un instrumento
político y un elemento importante de la gobernabilidad castrense.
De ahí que en los comentarios en cuestión podemos notar con facilidad que en el
sentido común de la población la eliminación del “otro peligroso” aparece como una
opción viable y legitima de resolución de conflictos, lo cual puede entenderse como
una continuación de las estructuras mentales de la contrainsurgencia. El “hacer morir,
dejar vivir” parece ser la máxima en la que los ciudadanos promedio depositan su
confianza, convirtiéndose así en un elemento fundamental de la cultura política
imperante.
Es una constante los comentarios que apelan a la eliminación del “otro
peligroso”. En uno de los comentarios que cuenta con el respaldo de 135 me gusta se
deja leer lo siguiente: «lastima que no lo podemos revivir, este señor limpia a
Guatemala en una semana, este aplaudiría a quien mate delincuentes ». En otro, con
101 me gusta, la economía de la muerte vuelve a estar presente: « esa mano
necesitamos horita para matar todo esos mareros ». En el siguiente, con 59 me gusta,
haciendo referencia al proceder contrainsurgente contra la subversión, se explicita que
«así deberían de hacer con la delincuencia, agarran a uno y fusilado».
Los comentarios citados podrían resultar una excepción a la norma, pero la
indagación etnográfica en redes sociales demuestra lo contrario. En otro vídeo subido
a la plataforma YouTube por Telediario, titulado “Imágenes inéditas de los
extorcionistas que fueron quemados vivos”, podemos encontrar un discurso que apela
inevitablemente a la eliminación del otro peligroso como mecanismo de resolución de
conflictos:
Comentarios tomados de YouTube: “Imágenes inéditas de los extorcionistas que No, Me
fueron quemados vivos”, Telediario gusta
Si se ase eso todos los dias en Guatemala la extorsión va a desaparecer lamentablemente la policia esta 31
con ellos no asen nada

JUNTOS PUEBLO, SICARIO VISTO SICARIO MUERTO.!! Asi de sencillo.!! 30

Asi se ase pueblo darles vaja a esos extorcionistas porque al otro dia sale dela carcel como si nada 21

Esto queda claro con los ladrones y extorcionista no podemos vivir juntos dentro de este mundo 17

No vayan a dejar que el Ministerio público capture a alguien dele con todo el pueblo este a tento 9

Excelente simplemente. Fenomenal. Me. Exita ver como estas lacras mueres los. Hijos de su rreputa madre. 9
Mareros. Ladrones de miarda

Todos los días que se quemen dos pandilleros diarios al año creo que ya se limpiado algo el país de todas 9
formas esas lacras no merecen vivir para mí está excelente esa acción de la población

Los derechos humanos mucho los defienden esos es lo malo 8

estos Patojos no son los verdaderos culpables. ay k prenderle fuego a los marereros.ellos sólo reclutan 8
Patojos para k agan el trabajo sucio y ellos vien gracias en las cárceles artandose. con los impuestos del
pueblo

Es que la gente ya esta cansada de tanta injusticia y que las autoridades no hacen nada y envés de proteger 7
al ciudadano trabajor defienden al malechor

Así somos el algunos departamentos de país por eso todavía podemos vivir en paz 6

Le vieran pegado fuego ala estacio. Policíaca y alos policias para que les quede claro todo el que este 5
afabor con los maliantes tambien seran parte del programa

Cuanta alegría da el saber que estas lacras están muertos :) 5

Por mi esta excelente Ojalá toda guatemala se levante y de esa manera acaben con toda esa basura lacras 4
de la sociedad muy bien echo

extorsion y secuestro...es el peor cancer de nuestra sociedad, y desgraciadamente las autoridades se ven 4
rebasadas... asi que no queda otra que , jusgar y poner castigo por mano propia.. la ley del pueblo..el pueblo
manda, el pueblo exige, el pueblo aplica su ley..derechos humanos, ya no los alcahueteo...!!

Por mi esta excelente Ojalá toda guatemala se levante y de esa manera acaben con toda esa basura lacras 4
de la sociedad muy bien echo

Mi opinión es q está bien xq ya mi gente está harta de tanta impunidad y el gobierno no hace nada,asi 4
deberían de hacer con todos los mierdas q hagarran ,ya cárcel no,es darles de artar a costillas del pueblo

Así tendrían que hacer con todos los preso 3

Así se hace ay que darle con todo a los pandilleros ISI los del Ministerio público va a querer capturar a 3
alguien por favor estén muy organizados para agarras los del Ministerio público y quemar los vivo
Ya se les acabo la chamba de robar ay muchas competencias de ratas por eso los queman jajajajajaja 3
pobres ratas también los mareros van a servir para hacer fogata jajajajajaja

Bien echo mi gente así se ase que siguen haciendo lo mismo 3

Así es como se tiene finiquitar a los criminales , y que no me jodan con los derechos humanos porque estos 2
perros viven de amenazar a familias enteras , de mutilar y matar inocentes si importar su sexo ni edad , en
todos los países se tiene que hacer , bravo .

Excelente felicitaciones a la población! Así van a acabar con ese cáncer, mi saludos! 2

Como podemos apreciar, la economía de la muerte se constituye en otro


elemento de la cultura política hegemónica. La inseguridad, en el marco de las
relaciones de poder y de saber constituidas por las dictaduras militares y reafirmadas
por las lógicas del modelo neoliberal, ha dado paso a que la muerte se convierta en un
activo político de cara a la defensa de la sociedad y un hecho posible en la
sensibilidad de la población.
Este último bloque de comentarios no solo reafirma el hecho de que las
relaciones de poder y de saber de la contrainsurgencia se han interiorizado, sino que
además saca a relucir otro elemento importante de la cultura política hegemónica, a
saber: el rechazo a las instituciones democráticas y de la sociedad civil.
En Guatemala es común el discurso que ubica a las instituciones democráticas,
como los Derechos Humanos y las ONG, como aliados de la delincuencia y del
terrorismo. Por parte de la población, los derechos humanos son vistos como
“alcahuetas” de los delincuentes, dado que en el imaginario colectivo estos no tienen
o no deben tener derechos, como también se deja leer en los comentarios.
Lo cual es indicativo de la concepción que se tiene sobre los delincuentes en
general y el modelo de gobierno al que se apela. Ambas concepciones pueden
entenderse como el proceso de interiorización de la exterioridad. Pues como bien
señala Garland (1999), los patrones culturales de una sociedad estructuran las formas
en las que concebimos a los criminales, proporcionando los marcos intelectuales a
través de los que percibimos a estos individuos y estructurando la forma de sentir
respecto a estos y la intensidad de los castigos que deben afrontar.
Por lo que la pedagogía de la crueldad con la que se expresan los usuarios de
redes sociales no debe ser entendida de ninguna manera como una suerte de
“desviación moral o psicológica”. El castigo, como sostiene Garland (1999), es un
artefacto cultural y la intensidad del dolor al que se ha de someter al sindicado de un
delito es también un producto de esa misma cultura.
La estructura estructurante conformada por las dictaduras militares y reafirmadas
por las lógicas del modelo de desarrollo neoliberal, son pues el marco al que se debe
dirigir la mirada si se quiere entender dicha pedagogía. El castigo democrático, es
decir, la prisión, resulta insuficiente para la población por una infinidad de variantes
que analizaremos más adelante, baste aquí con mencionar que en la subjetividad
guatemalteca las estructuras estructurantes de las democracias, los habitus
democráticos, aún no se han interiorizado, de tal suerte que en el sentir popular el
suplicio público y las ejecuciones sigan estando en boga como mecanismos de
justicia.
Snodgrass (2006) acierta al señalar que la mano dura no debe entenderse
entonces solamente como la exigencia de mayores castigos hacia la delincuencia, sino
como una gama de acciones que incluye el respaldo y legitimación a actos privados de
justicia por mano propia, el apoyo a la violencia estatal contra presuntos criminales y
el clamor popular por un líder fuerte (caudillo) como expresión de rechazo al Estado
de Derecho.
De esta cuenta la población no solo legitima que las políticas públicas de
seguridad estén orientadas hacia la represión, sino que también se hace participe de
las mismas, reprimiendo y controlando territorios mediante amenazas de
linchamiento. Lo que ha hecho posible la gradual militarización de la sociedad y el
retorno de los “líderes fuertes” como expresión de rechazo al Estado de Derecho.
La exigencia de mayores y severos castigos denota lo que hemos venido
recalcando: la existencia de una cultura política de corte autoritario y por lo tanto de
un tipo de subjetividad concreta que es incompatible con los habitus de las
democracias liberales. Es necesario traer a colación que en Guatemala, exceptuando la
década de 1944-1945, nunca ha existido una democracia mas que como una ficción
jurídica. El Estado de Guatemala, en tanto expresión de los intereses de la clase
dominante, no necesita de la consolidación de una democracia liberal. Todo lo
contrario, su optimo funcionamiento depende de una estructura que imposibilita el
juego democrático, como en cualquier otra formación social dominada por una
oligarquía, debido a que la naturaleza de los monopolios obstaculiza el desarrollo y
consolidación de las estructuras democráticas, como lo veremos en el siguiente
capítulo.
De momento basta con señalar que la estructuración de la sociedad
guatemalteca entra en conflicto con el desarrollo de la democracia y sus sistemas
punitivos. Por lo que el entramado político y económico de Guatemala es un terreno
fértil para las medida autoritarias. La apelación dictatorial y la persistente concepción
política amigo-enemigo, aunado a la creciente brecha de desigualdad e inseguridad,
suponen un caldo de cultivo para la emergencia de sistemas punitivos paralegales y
medidas estatales cada vez más represivas.

La ruptura entre teoría y praxis de las clases subalternas termina volcándose


contra ellas mismas. Ya que los sistemas punitivos paralegales y las medidas estatales
represivas
Chaulón (2019) menciona que un elemento recurrente del discurso de los
sujetos hegemónicos es el rechazo al “bien común”, de ahí que cualquier voluntad de
transformación social, sea desvirtuada y criminalizada en el discurso dominante.

Por otra parte, en el discurso de la derecha guatemalteca y de las clases


dominantes, los derechos humanos son tachados de defensores de la “delincuencia
terrorista”, apelativo con el cual denominan a los grupos y partidos políticos de
izquierda. Quizás el ejemplo más notorio de lo mencionado, es de la Fundación
Contra el Terrorismo Guatemala (FCTG), en cuya descripción se deja leer lo
siguiente:
«Somos una institución respetuosa del estado de derecho que surgió a la luz pública como
respuesta de ciudadanos libres trabajadores y que pagamos impuestos, ante la necesidad
de dar a conocer la verdad histórica de Guatemala. Nuestro propósito es evitar la
tergiversación de los hechos del pasado, como maliciosamente habían venido haciendo
algunas personas y organizaciones relacionadas con la delincuencia terrorista y violenta,
cuyo fin último hoy por hoy es acrecentar la polarización de la sociedad guatemalteca,
mediante señalamientos cargados de odio y resentimiento por la derrota que sufrieron en
una guerra que ellos provocaron [...] Quienes lucran con los problemas de nuestra Nación
y pretenden crear luchas estériles de clase o de carácter étnico, mediante un esfuerzo
coordinado con representaciones diplomáticas acreditadas en nuestro país, organismos
internacionales y la Iglesia Católica, deben saber que la FUNDACIÓN CONTRA EL
TERRORISMO al igual que la mayoría de guatemaltecos, desprecia su proceder [...]»
(Fundación Contra el Terrorismo Guatemala).

El discurso de la FCTG tal vez sea el que mayor relación guarde con el
pensamiento contrainsurgente y donde más explicita se encuentra la dicotomía amigo-
enemigo. Lo curioso del caso es que la FCTG se hace pasar por una organización de
corte democrático, “respetuosa del estado derecho y comprometida con la verdad
histórica de Guatemala”, pero al mismo tiempo promulga un discurso basado en la
exclusión, desvirtuación y criminalización de la oposición y defiende la verdad
contrainsurgente como si se tratase de lo que “realmente pasó”. Lo cual nos deja
entender la idea de “democracia” que defienden algunas organizaciones civiles de
derecha y la permanencia de la doxa contrainsurgente.
Chaulón (2019) menciona que un elemento recurrente del discurso de los
sujetos hegemónicos es el rechazo al “bien común”, de ahí que cualquier voluntad de
transformación social, sea desvirtuada y criminalizada en el discurso dominante.

Al ser una estructura estructurante, la contrainsurgencia fue constituida «como


una estructura económica, política, social y cultural concreta» (Chaulón, 2019, p.16),
es decir, como una concepción filosófica sobre el devenir de la sociedad, cuyos
basamentos están dirigidos a perpetuar el continuum de dominación. De ahí que,
como observa Chaulón (2019), el discurso hegemónico sea anti agrarista, anti
sindical, racista y patriarcal, porque posee un sentido contrainsurgente, al ser su
esencia lo anti común.
En tal sentido, la contrainsurgencia debe entenderse como parte insoslayable
del pensamiento de las élites económicas de Guatemala y su concepción política
reaccionaria, cuya tradición de dominación ha estado respaldada por la concepción
política amigo-enemigo. De ahí que el imaginario social persista la idea de “enemigo
único” que se antepone al progreso de la nación. Primero fueron los indígenas, luego
los comunistas y en la actualidad la figura en la que recaen los “males” de la nación
son los delincuentes, maras y pandillas, así como los defensores del territorio y los
derechos humanos, como lo veremos más adelante.

Al igual que sucede con el discurso de la población, en la doxa de la FCTG las


organizaciones

[Seguiré desarrollando con más datos empíricos este apartado, para dar
cuenta de las características de la cultura política imperante en Guatemala. Ya
cuento con los datos sistematizados, solo me falta terminar de redactar este
apartado, que cerrará este primer capítulo]

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