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Javier Darío Rico Arango

RELATO DEL MAL Y LA VIOLENCIA; LAS VERSIONES DE LA CRIMINOLOGÍA

En la Conferencia el Doctor Vicente Garrido parte de acotar su intervención en el marco de un


aspecto cultural de la criminología, en el entendido que trata de la figura del agresor como modelo y
reflejo de una sociedad. Plantea además el énfasis en un tipo de delincuente relaciona con la
construcción social de la imagen del delincuente, del mal. En tal sentido se centra en el tipo de
agresor que captura la atención social en cuanto al arquetipo del mal. Considera entonces que la
política criminal de un estado se relaciona íntimamente en cómo responde ante este tipo de
delincuentes, en el entendido que al ser estos la imagen social de la maldad, tienen la mayor
posibilidad de desestabilizar a la sociedad y requieren la mayor atención del estado para disminuir
su sensación de vulnerabilidad.

La imagen del mal a que hace alusión Garrido, se centra en los sujetos que cometen actos de gran
violencia sin que parezca que haya una justificación al respecto, sin que parezca, porque no se
puede comprender y aunque el acto siga siendo execrable, el delincuente no hace el mal porque si,
él tiene sus razones, aunque nos resulten incomprensibles.

Para Garrido es importante entender de donde surgen las imágenes del mal o la imagen del
delincuente perverso o violento, el Doctor Garrido explicaba en su conferencia que hace referencia a
un abstracto que tiene que ver con una especie de concepción que tiene la sociedad y que puede
llegar hacer dominante, sobre quien puede llegar hacer una persona malvada. En tal sentido,
Garrido continúa planteando que el origen de la imagen del mal, vienen de nosotros mismos cuando
pensamos en una persona de verdad mala, traemos a nuestro imaginario algo que difícilmente
podemos identificar como humano, una idea que continua vigente y tiene sentido. Por ejemplo, en la
obra de Frankenstein se gestó una imagen del mal como monstruo y malvado. Esto cobra gran
relevancia, al considerar que para esta época; siglo XIX, el cine y las novelas, empiezan a tener un
papel preponderante en la sociedad como elementos de la comunicación y por ende de la
construcción de los arquetipos culturales.

En la alusión a Frankenstein, la célebre obra literaria de Mary Shelley, Garrido argumenta que la
definición de la maldad en la obra es más compleja. En Frankenstein, el personaje principal es un
científico que crea un ser humano artificial, pero luego lo abandona y lo deja sin supervisión. Este
ser humano artificial, conocido como el monstruo de Frankenstein, se convierte en una figura
aterradora y violenta, que comete una serie de crímenes terribles. Garrido arguye que el monstruo
de Frankenstein no es inherentemente malvado, sino que su comportamiento violento es el resultado
de la falta de atención y cuidado que recibió de su creador y de la sociedad en general. Según
Garrido, esto demuestra que el comportamiento criminal no siempre se debe a una estructura
cognitiva distorsionada o a una predisposición hacia el mal, sino que puede ser el resultado de
circunstancias externas. La cultura lo percibe y lo trasmite respondiendo a las circunstancias, a los
problemas, a la realidad social. La producción cultural resultante es consumida de manera masiva
por la sociedad y esa ficción también ayuda a crear la realidad, porque los delincuentes o en su
defecto las futuras personas violentas también consumen esos iconos, esa realidad.
La imagen del mal evoluciona en diversos tipos de iconos o imágenes, inicia con la imagen del
monstruo, y luego se da lugar al desarrollo del loco y finalmente se llega a la imagen del psicópata
que es la última de las evoluciones de las imágenes mentales. A mediados del siglo XIX aparece
Lombroso con su teoría de que el criminal es alguien que representa una etapa evolutiva anterior y
por consiguiente de alguna manera es alguien animalesco pero esta imagen del malvado, del mal
como monstruo acompaño todo el siglo XIX de la mano de los precursores de Lombroso. La obra de
Mary Shelley, no pretendía crear un arquetipo de maldad, pero la imagen del “ monstruo”, como tal,
fue retomada por la ciencia.

En su disertación Garrido establece una relación entre la novela "El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr.
Hyde" de Robert Louis Stevenson y la imagen del mal y la maldad en la mente criminal. Señala
como en la novela, el personaje del Dr. Jekyll crea una poción que le permite transformarse en su
alter ego, Mr. Hyde, un ser despiadado y violento que comete todo tipo de atrocidades sin
remordimiento. Según Garrido, esta dualidad entre el Dr. Jekyll y Mr. Hyde simboliza la dualidad del
ser humano, en la que a la par de la bondad, se revela la existencia de una parte oculta y oscura en
la mente humana, capaz de cometer actos malvados y crueles. El Criminalista utiliza la novela como
ejemplo de la influencia de literatura y la cultura popular, en la forma en que percibimos y
entendemos el mal y la maldad. La figura de Mr. Hyde, el monstruo en la novela, es una imagen que
se corresponde con el arquetipo de Lombroso del criminal nato y despiadado. Garrido, menciona
que Stevenson presenta la imagen del mal como lo monstruoso y en tal sentido, la criminal renuncia
a su aspecto humano, se transforma en monstruo cuando comete actos malvados.

Siguiendo con la evolución de la imagen del mal, Garrido alude a la novela de Oscar Wilde; “El
retrato de Dorian Gray”. En la novela, el personaje principal, es un joven obsesionado con la belleza
y la juventud eternas, con el paso del tiempo, Dorian se corrompe moralmente y comete todo tipo de
atrocidades, mientras que su retrato se vuelve cada vez más horrible y grotesco. Según Garrido, la
novela presenta la idea de que el mal puede corromper a una persona y hacer que pierda su
conciencia moral, mientras que el retrato de Dorian Gray simboliza la conciencia del protagonista.
Establece una relación entre la imagen del mal y la conciencia, al utilizar el personaje del retrato
como una metáfora de la conciencia moral del protagonista, que lo enfrenta a su propia corrupción.
El mal sigue siendo algo monstruoso solo que no se muestra, se refleja, escondido en el retrato
monstruoso; el alma. El mal sigue siendo alguien despersonalizado, la imagen del mal continua
asociada a la del monstruo.

El jurista anota que ya para el siglo XX la imagen del mal cambia respecto a épocas anteriores.
Afirma que el mal ya no se presenta como una figura monstruosa o diabólica, como ocurría en
épocas anteriores. En cambio, Garrido argumenta que, en este siglo, la imagen del mal se ha vuelto
más sutil y se presenta en formas más humanas. puede aparecer en forma de un vecino amable que
en realidad es un asesino en serie, o en forma de un líder carismático que manipula a sus
seguidores para cometer actos terribles. Sostiene que esta imagen del mal más sutil y humana es
más realista que la imagen del mal monstruoso que se presentaba en épocas anteriores, y que
puede resultar más perturbadora porque es más difícil de detectar. Adicionalmente plantea que esta
imagen del mal humano es más común en la sociedad actual, ya que los asesinos en serie y otros
criminales violentos suelen ser personas aparentemente normales que pasan desapercibidas.

Según Garrido, esta nueva imagen del mal se reflejó en la aparición de los asesinos seriales en los
años 70s, que eran personas aparentemente normales y respetables que llevaban una vida cotidiana
aparentemente sin problemas, pero que en realidad eran capaces de cometer crímenes atroces.
Argumenta que la imagen del mal y los asesinos seriales de estos años, se vieron influidos por los
medios de comunicación, especialmente por las películas y las series de televisión que presentaban
a asesinos en serie como personajes fascinantes y atractivos. Esta representación glamorosa del
mal contribuyó a que los asesinos seriales se convirtieran en un fenómeno cultural y social que
llamaba la atención del público. Ello tiene un gran impacto, se puede decir que el mal lo provoca la
sociedad. Esa figura del mal en el sentido casi mitológico al que se hacía referencia a la persona que
mata sin ninguna razón, se retoma en el último tercio del siglo XX.

Señala Garrido que, en estos años y a principios de los 80s, La criminología da “una vuelta de
tuerca”, la imagen del mal, del delincuente, se deslinda inicialmente del monstruo, se les reconoce
como seres con capacidad para discernir entre el bien y el mal. Una imagen que se distancia del
arquetipo lombrosiano. Seres que incluso se identifican como alguien superior, tal como el icono del
lector que se representa en el “ silencio de los corderos”. El icono del malvado, se corresponde
entonces con aquella persona con capacidad para procurar la satisfacción de sus deseos
infringiendo el mayor daño sin ninguna clase de remordimientos, distanciándose conscientemente de
los cánones moral imperantes en la sociedad, lo que se denomina como psicopatía. Esa capacidad
de percibir a las personas como objetos y no como fines. En respuesta la política criminal se hace
más dura. En Inglaterra por ejemplo se inicia un movimiento legislativo para endurecer las penas
contra los depredadores sexuales; psicópatas sexuales

No obstante. La imagen del mal, nuevamente a través del cine recupera la identificación con el
monstruo, si bien se le identifica con la del psicópata, este aparece sin rostro, despersonalizado, una
máquina de matar y desde un punto de vista utilitarista es la imagen de un narcotraficante, de
Escobar, es la imagen de un ser superior que desarrolla mucho poder y corrompe, pero es también
un mal plausible de ser comprendido, es racional porque se ejerce desde el querer hacer. En cierto
sentido se habla de la mente criminal, en la estructura cognitiva del delincuente existe justificación y
razón para su actuar delictivo. Tal estructura cognitiva incluye la falta de empatía y una tendencia a
buscar la gratificación inmediata sin consecuencias, se trata de visión distorsionada de la moral que
le permite justificar cualquier tipo de acción delictiva.

En tal contexto Garrido enfatiza en el aporte que, desde las ciencias, se realiza a la criminología.
Mediante un enfoque científico, la ciencia del crimen, trata de acercarse al entendimiento de la
conducta criminal. La conducta criminal, se asocia entonces a factores fisiológicos y de la biología
del individuo. El psicópata se percibe como un ser anormal, enfermo. Detrás de esta concepción se
esconde la idea de que la moral se encuentra intrínsecamente unida a la cordura o a la salud mental.
La figura del psicópata queda atada a la locura; el loco, el monstruo, tales iconos del mal persisten
en nuestros imaginarios y forman parte de nuestra herencia cultural. Sin embargo, no se trata de
seres alienados, son en realidad tan humanos como cualquiera, con conductas peculiares. Este
argumento de la locura como eximente del delito pretende probar que el accionar del delincuente
psicópata es ajeno a su voluntad, pero es evidente que no es así, porque esto no solo son
consciente de sus actos, poseen incluso un intelecto superior. En tal sentido la psicopatía no es
reconocida como un eximente de la responsabilidad, generalmente tampoco como atenuante.

La sociedad y el arte; entendiendo por arte las disciplinas que representan el imaginario colectivo
han determinado arquetipos sobre aspectos las personas, el arte y la criminología con las ciencias
del crimen, interactúan e intervienen en la política criminal en especial porque las leyes no
responden de manera inmediata, al crimen y al criminal, más bien, lo hace como respuesta ante los
arquetipos y al imaginario colectivo.

Desde siempre la sociedad ha respondido a una imagen, y la política criminal no se puede hacerse a
espaldas de lo que una sociedad considera intolerables, los iconos heredados. En este sentido,
Garrido subraya la necesidad de una visión más integrada y holística del fenómeno del mal, que
tenga en cuenta la complejidad de los factores que contribuyen al comportamiento delictivo y las
múltiples dimensiones del fenómeno. Asimismo, Garrido destaca la importancia de la prevención y la
educación en la lucha contra el mal, y la necesidad de abordar las causas profundas que subyacen
al comportamiento delictivo.

Garrido busca desmitificar la imagen del mal y el psicópata, y en su lugar, busca comprender los
patrones de comportamiento de los delincuentes y las causas subyacentes de la conducta criminal.
Garrido cree que la comprensión de estos factores puede ayudar a prevenir el comportamiento
delictivo y mejorar la rehabilitación de los delincuentes. En conclusión, Vicente Garrido considera
que la imagen del mal y el psicópata es una construcción social que a menudo se exagera y se
simplifica en los medios de comunicación y la cultura popular. Por lo tanto, es necesario entender la
relación entre el mal y la violencia para poder abordar de manera efectiva el problema de la
delincuencia.

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