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rr, por slr materialidad, dialécticamente forma-contenidort5t. Ahora bien, más que a estas razones de
itualidad pura de Ia poesía, reina y señora, tipo estrictamente trascendental, lo que proporciona a la
rs artes. Mucho más radical es al respecto orq.rite.t.,r" un pasajero estado de privilegio se deriva, talvez,
¿ndo establece que <<como quiera que las de la confusión de discursos, la yuxtaposición de 1os géneros,
rectura expresa de un modo intuitivo son el la frívola transmutación de 1o real en virtual y viceversa' La
r de la objetivación de la voluntad y, por arquitectura adopta los perfiles de lo semiótico, de io textual,
alor objetivo de lo que Ia arquitectura nos cle lo meramenie discursivo. Se convierte, como todo lo
lenre escaso... En este concepto, Io opuesto clemás, en texto, en mensaje, en signo, en relato' La banaiidad
nhsr, El ntun¿lo catno uoluntad y representaciín, Editorial r" Nlasiero. Roberto, [.:t{tic¡ Je h trqt)/ttfttr't' t¡acl Francisct¡ Campillo' La
)2, pp. t7 4-71 5 . 200i. p 2i6'
Balsa cle NIe<ILsa, Ifaclricl,
arte como expeúencia, trad. Jordi Claramonte, Paidós, Barce-
'-' Ídem. p¡. 281-282.
t' Ídcn, p. 286.
212 MANUEI, RUIZ ZA]VIORA
r5e
Hochman, Elaine S., l¿ Bauhaus. Crisol de ld modtrnidad, trad' Rmón Ibero'
Paidós, B¿rcelona, 2002. P. I 24.
MANUEI, RUIZ ZAMoRA
ESCRITOS SOBRE PoS-I ARTE 2L1
o si estuviera tratando de exorcizar sus com- (y protestante) de sublimación del trabajo y su puesta a dis-
.n la forma de Arte por anronomasia. ¿Qué posición del proyecto utópico de emancipación a través del
c,cultural del Arte, por ejemplo, para poder socialismo. La fe que se pregona en el manifiesto no es otra
¡strs aberraciones megalomaníacas que tan que Ia fe en el Partido'60. Por eso, Elaine S. Hochman, efl su
describe Deyan Sudjic en La Arqu)tectura del excelente monografía La Bauhaus, Cri¡ol de /a r¿adernidad,
.rrx en Arquitectura milagrosal El poder, y no conciuye qlre «a pesar de que el manifiesto de La Bauhaus
nsión más totalitaria, ha comprendido a la proclama la igualdad de las artes y los oficios manuales, los
.1ué punto el mito del Arte (y más si este se maestros que enseñaban estos úrltimos se sentían desde hacía
presentación simbó1ica de la Modernidad) le mucho tiempo como ciudadanos de segunda categoría; y de
Lado, una amplia cobertura para el uso hecho, Gropius los miraba despectivamenre»r.,r.
,ruropropaganda ¡ por otro, Lln paragr_ras de Esa condición visionaria de1 arquitecto que es capaz de
11 que resbala cualquier virtualidad crítica atisbar, más ailá de la ciega incomprensión del individuo
--¿. por orra parte, que potencia 1a impres_ común, el orden perfecro de 1a sociedad futura, queda recogi-
: pr-rbliciraria). da de forma magisrral en la película de King yidor The Fon-
.irso, ese proceso de deificación social de la tainbead. Basada en la confusa
c produjo de una forma repentina. Ya desde "filosofía, de la escritora
americana Ayn Rand, E/ nrunantial toma como pretexto la
:s posible detectar una especie de fortaleci- arquitectura en tanro actividad socialmente relevante para
o del imaginatio que rodea a la figura del exponer la fe de la aurora en las virtualidades del egoísmo
,.iÉn con ciertos elemenros paradójicos. La como elemento determinante del progreso social. El explícito
rnplo, había aspirado a devolver a 1as artes, mensaje que alienta en toda la película es que cualquier clau-
J. la concel.ción de la arquirecrrrra como dicación en tal sentido, cualquier transacción frente a la
ti1¿s, a su origen de condición artesanal, opinión de los otros, por ínfima qlre sea, cualquier debiiidad
.lnreara sin despreciar, ni mucho menos, las ante las sugerencias del hombre común supone, para el indi-
:1,rdes que comenzaban a ofrecer desde los viduo visionario, un fracaso sin paliativos, pues sólo el abso-
s de su tiempo. Así, Le Corbusier se inspi- luto de la propia idea llevada a la práctica es realmente digno
-ma de funcionalidad y consistent.ia que de respeto. La acritud del personaje protagonista, interpreta-
:ces de la ingeniería de su época, y en el do por un hierático y casi inhumano Gary Cooper, e inspirada
l Bauhaus se proclama clamorosamente: en la figura de Frank Lloyd \)7right, se caracteriza, a tal res-
ulrores, pintores, ¡todos tenemos que volver pecto, por una inflexibilidad inequívocamenre totalitaria,
rav una diferencia esencial entre el arrista y cuya obstinación, sin embargo, encuentra al final, tras haber
logrado vencer todas las resistencias que le oponen los envi-
onsignas podría producir, en principio, Ia lecidos partidarios de la opinión pública, 1a recompensa de
nos eocontramos ante un aparente despoja- ver reconocida la superioridad de sus deslumbranres anricrpil-
li.lades metafísicas de las qr-re se habían ido ciones y Ia realtzación, sin condiciones, de su utopía arqr-rrrec-
del artista y del arquitecto, pero lo
-gLrras
tónica. El plano frnal de 1a película, en e1 que G¿rn Coo:¡i.
r¿bía detrás de ellas, según pudo compro-
nre, no era sino la vieja pretensión marxista ""' .Deseamos concebir, crear junros el rr.r :::::- :: r- : : : :
clevará (...) al cielo
desclc ias manos cle n¡riiir:: :: .:::i ::, l
aueta fe (el subrayndo es mío) que ¡rronii i_:-:::: .,1-: : - .
e S-, Ia Baaúau:. Crisol
- : -
d¿ /a madernidad, uad. Ramón lbero, Hochman, Elaine S., o¡r. cit.. p. il.
, p. 724. r'i' Ídem, p. 20.i.
2t6 MANUEL RUIZ ZAMORA
tetas: ;cuáles son las capacidades objetivas caso de muchos edificios actuales- de manera que
e un arquitecto para que se atreva a propo- podrían colocarse en cualquier sitior163. La antítesis a
s casos, imponer fórmulas existenciales a este senticlo del lugar podría representarla la arquitec-
-rchas veces con un nivel de formación espe- ta anglo-iraní Zaha Hadid, que se vanaglo¡ia de no
rl.rblemente más alto que e1 de ellos? ¿De visitar nunca los h-rgares en los que van a construirse
.-es de la naüualeza se derivan sus contem- sus edificios. .Las cosas -sigue diciendo Scruton- tie-
lentales del reino del Bien, la Verdad y la nen que acoplarse entre sí, y con frecLrencia 1a ambi-
ción del arquitecto reside no en la individualidad de la
determinar las consecuencias que los presu- forma, sino más bien en la conservación de un orden
rnales que componen la mitología románti-
que es preexistente a su propia actividad. Creo, en
r¡n tenido en la forma de entender la efecto, que no deberíamos hablar de la arquirectnra
rrrna, así como en la impresión de inconsis-
como si fuera una forma artística independienre, sepa-
:sp¡enden algunas de sus realizaciones más
rada del urbanismo, de Ia jardinería, de la decoración
:,bre todo, en estas úrltimas décadas. Catego-
y del mobi1iario,161. Yo añadiría que no deberíamos
mo las de subjetividad, genialidad, rrascen-
peflsar Ia arquitectura como algo separado ni siquiera
,d". etc., han propiciado que el arquitecto
de Ia propia arquitectura.
¡lcio como si este fuera una obra .autóno-
:iones con el contexto físico, histórico o 2. El carácter de objeto público:
"Una obra arqurtec-
:esro de las Artes esta circunstancia apenas tónica se impone por la fuerza, quitándole a cada per-
.." impresión de intongruencia o exrrava- sona individual la posibilidad de elegir libremente
:nrada tan caracterísrica de muchos de 1os entre contemplarla e ignorarlar165. Esa mórbida nece-
rsentan etiquetados como Arte, en el reino sidad de expresión del yo, de subjetividad desatada, de
. es¿ condición meramente escultórica. en el egoiatría compulsiva que se apodera de1 resto de las
palabra, que se ha apoderado de algunas de artes en la modernidad, deviene simplemente inde-
n-rás significativas de los últimos años se cente cuando nos referimos a Ia arquitectura. La arqui-
';isunto de esta forma, en el fondo tan acrí- tectura no puede ser nunca expresión, y mucho menos
-1 rrabajo de1 artista (aquí con minúsculas). expresión de una determinada subjetrvidad.
lie de emergencia singular que se reafirma 3. Continuidad con las artes decorativas: «La arquitec-
<inalidad" y «espectacularidad", es, en su tura es ante todo un arte común... no persiglle por lo
in. la prueba más contundente de la super- general esos "significados" que le atribuyen los practi-
:rr¡i.lo estricto, que se ha ido exrendiendo cantes del Kunstgeschicbte, ti se presenta consciente-
quehacer arquitectónico.
mente como arte. Es una ampliación natural de las
r monografía, La e¡títica de la arquitecttu,a, actividades humanas normales y no obedece a ningún
i¡rla, entre otros condicionanres ineludibles
imperativo forzosor'66. Hasta tal plrnto es así, que
disciplina, algunos que deberían elevarse a «podría decirse que al proponer una estética de la
:eceptos:
r¿. lo menos que se ha de proponer es una refiere Llátzer Moix en su apasionante monografía sobre los
' 1a r.ida diaria. Hay que trasladarse de la delirios constructivos que se han producido en nuestro país
arre elevado a la de la sabiduría práctica en 1a última década, que Eisenman era ra1 vez brillante en sus
. Este punto es fundamental, ya que eso que
ideas, pero que carecía de experiencia constructiva, 1o que
:nomina arte común es, en cierta forma, Io podría traducirse en notables sobrecostes en el proceso de
rplamos desde Ia perspecriva histórica de Ia construcción de los edrficios. Para desarrollar la abocetada e
del Arte, y que podría denominarse simple- inconcreta propuesra del arquitecto americano, los promoto-
:ro «arte» (o post-arte en mi consideración res se vieron obligados a conrratar a una empresa local, cuyo
,lista del concepto), si le otorgamos al tér- arquitecto directivo declara lo siguiente:
:nlticado coridiano que tuvo hasta su enlo- "Thrdé un año en
recuperar el pulso de la obra. Hubo que producir 4.374 pla-
-¡lización en el mundo moderno168. nos y 139 tomos de documentos en los doce meses siguientes
;.cros más relevantes que contempla Scru- a ia firma de nuestro contraro. .. Para Ia reahzació¡ de este
naciones a la estética de la arqr,ritecrura es trabajo organizamos un equipo de 22 arqtitecros y 4) toge-
:ircia que en e1 diseño arquitectónico de nieros. Contamos además con el apoyo de maquetistas, infor-
. renido la técnica y las tecnologías. Cierta- máticos, consultores externos en acústica y equipamiento
:r¿nsformaciones no se habrían alcanzado escénico, personal administrativo, etcétera. Entre todos
r-ionalidades más específicas de Ia arquitec- sumamos, sólo ese primer año, 140.480 horas de rrabajo,,6e.
:.o rampoco habría podido rener lugar esa Pues bien, una vez desarrollados esros presupuesros ejecuri-
i:¡uaiizacrón en 1os proyectos arquitectóni- vos, las estimaciones económicas iniciales de Eisenman se
-cnologías ponen a disposición del Artista habían triplicado. Las desviaciones en el coste global de lici-
:ilidad de que cualquier sueño de la ruzón tación ascendieron en un I80,8%. En el caso de las obras de
:rse en Sus Consecuentes monstfuosidades urbanización en on 496%. En las de1 edificio de servicios
:qur rllo suponga qLre. posreriormenre. ver- centrales en ¡n 322,4Va, y en las de la biblioteca en un
:s rengan que venir a resolver los problemas 254,6%. Esa sobredimensión suicida en los costes corre cier-
'r;ies ocasionados por la despreocupación tamente paralela a la sobrevaloración especulativa que carac-
, \- que ios sobrecostes finales de la obra se teriza a la mayor parte de las piezas de lo que denominamos
-,,-anzal desproporciones exorbirantes. Son post-arte, pero existe una diferencia fundamental: mientras
:los que podrían aportarse a tales efectos, que en este úitimo caso hablamos de recursos, por lo general,
r ios que, en nuestro país, representan e1 correspondientes a instituciones privadas o coleccionistas
,. le Galicia o las popularmenre conocidas particulares, Ias irresponsabilidades megalomanías de 1a
-11a.
arquitectura contemporánea han sido sufragadas, casi inde-
-iudad de las Artes de Santiago es parricu- fectiblemente, con fondos públicos. La incidencia, por lo
.irro ¿ s5¡e respecto. Ya en su voto particu- demás, en el espacio habitable es incomparablemente mayor
rado que había optado por el proyecto de en este último caso.
,1 arquitecto §7ang había advertido, según Al haberse converrido en una parte privilegiada del reino
de la arbitrariedad y del capricho, Ia Arquitecrlrra, al igual
que el resto de las artes que englobo baio Ia denominación de
:::r¿ de ser un ,<arte común,, podría habede proporcionado
:-: manrenido al principio de este texto, la oportun:idad de
:: ie '6eMoix, Llátze4 Arquitecnrra nilagrosa. Anagrama, Barcelona, 2010, pp. 105-
las A¡tes a la tiera prometida de las a¡tes. 1 06.
222 MANUEL RUIZ ZA]VIORA
decir, puesto que apenas hay nada que merezca la pena decir-
se, sino aparentar qlle se dice algo, y que ese algo que se clice
tiene Llna dimensión trascendental, compleja, esotérica, tan
sólo al alcance de los espíritus más lúcidos y preclaros'
Howarcl Roark, el arquitecto preclaro de The Fountainbead,
también es un genio especulativo. El discurso, por liamarlo
de alguna forma, adopta r,rna función predominantcmente
disuasiva. No pretende, en realidad, explicar nada' En nin-
gúrn momento se ha pensado en el lengr-raje como vehículo de
aclaración y comunicación de presuPlrestos o ideas iniciales'
No se aspira en absoluto a iluminar las muchas zonas difi¡sas
que la evidencia compromete. No qr-riere tampoco ser un
cauce que conduzca a que las perplejidades de Ia razón se
encllentren con la razón de los contenidos. Más l¡ien al con-
trario: su propósito es precisamente generar entre L1n públiccl
carente de tradición analítica y que' en general, participa del
juego, una sensación de intimidación y temor ante la posibi-
lidacl de que se descubra 1a propia ignorancia o la incapacidad
de comprensión. La armazón teórica, tan banal por lo general
como esas opieles sensibles, con las que se recubre la frecuen-
te inconsistencia de los edificios, no es más qLle otro elemen-
to clue contribuye decisivamente a ia ceremonia de la
confusión: por un lado, la espectacularidad apabullante de 1as
formas, por otro, 1a inextricabilidad deiiberada de su Preten-
clicla justificación teórica. El discurso, no hay que decirlo,
carece cle cualquier consistencia, pero se sostiene en la propia
sr-rperchería, dotanclo por lo demás a la incongruencia del
artilugio cle una apariencia de fundamentación teórica o
reflexiva de la que, en realidad, carece. Mucho más que los
cimentos de1 propio edificio, es ese eniambre de palabras ei
qr-re sostiene socialmente 1a valiclez de la propuesta'
Esa pretenciosidad pseudofilosófica es, además, síntoma
cle otro de los aspectos que la arquitectuta ha terminaclo com-
partiendo con el resto de las Artes de nuestro tiempo: la
incorporación de io que podríamos llamar, con insolente
rimbombancia, una dimensión constitucional de fraudules-
cencia. Talvez en ningún otro lugar se l-ra dejado constancia
MANUEI RUlZ ZAI,IoRA ESCRIIoS SoBRE POSl.ARTF
rístico, se ha visto obligada a envolverse en de ese componente artero con mayor ironía que en la impres-
pseudo-conceptual que opera a modo de cindible sátira de Tom §7olfe ¿Quiín tente a la Balhaus feroz?,
lparente para incautos. Lo importante no es donde entre otras muchas divertidísimas anécdotas sobre los
apenas hay nada que merezca la pena decir- mitos de la arquitectura contemporánea se narra el encargo
que se dice a1go, y que ese aigo que se dice que ei Museo de Arte de la Universidad de Yale 1e formuló a
,ión trascendental, compleja, esotérica, tan un arquitecto, en aquel entonces, prácticamente inédito,
le los espíritus más lúcidos y preclaros. Louis Kahn, de quien tülolfe mantiene, de forma un tanto
,l arquitecto preclaro de Tbe Faantainbead, maliciosa, que el rasgo más destacado de su currículum con-
,nio especulativo. EI discurso, por llamarlo sistía en su amistad con el director del departamento de
. adopta una función predominantemente arquitectura. Cuando los administradores de la universidad,
-rende, en realidad, explicar nada. En nin- perplejos ante el proyecto que les puso por delante, le pidie-
ha pensado en el lenguaje como vehículo de ron explicaciones, Kahn, en una pose enteramente Howard
-rnicación de presupuestos o ideas iniciales. Roark, 1es cr¡ntestó lo siguiente: .¿Qr-ré quieren decir ustedes
bso.Luto a iluminar las muchas zonas difusas con que "no tiene nada que ver con el edificio original"?
compromete. No quiere tampoco ser un ¿Acaso no comprenden nada? ¿No lo uenl ¿.No ven r-rstedes 1as
zca a qlre las perplejidades de Ia razón se hiladas? Las hiladas ponen de manifiesto los cuerpos del edi-
¡ razón de los conteniclos. Más bien al con- ficio original. Reaelan la estructura. Durante un cuarto de
ro es precisamente generar entre un público siglo, dichos cuerpos han estado ocultos ba¡o Ia albañilería,
ón analítica y que, en general, participa clel escondidos por completo. A partir de ahora estarán al desc¡t-
ión de intimidación y temor ante Ia posibi- bierto.La forma pura, la be/leza, como quieran llamaria, sólo
rscubra la propia ignorancia o la incapacidad puede proceder de una eltructurcl de¡cabierÍarrt'-').
La armazón teórica, tan banal por 1o general Y, sin embargo, todo esto comienza a parecer ya, por Para-
sensibles" con las que se recubre la frecuen- frasear a Hegel, como una cosa del pasado: el estaliido de la
Je los edificios, no es más que otro elemen- burbuja inmobiliaria y la crisis brutai en la que se han visto de
ile decisivamente a la ceremonia de la pronto sumidas las economías de los países más desarrollados
lado, la espectacularidad apabullante de las o, dicho de otra forma, la irrupción de la realidad en esa
ia inextricabilidad deliberada de su preten- dimensión irresponsable de virtualidad estupefaciente en la
rrórica. El discurso. no hay qur decirlo. que hemos estado viviendo, abre ahora r¡n panorama esperan-
¡r consistencia, pero se sostiene en Ia propia zadoramente post-artístico. ¿Cabe plantearse que la arquitec-
,odo por lo demás a ia incongruencia del tlrra, tras sr-rs veleidades estetizantes, seir capaz de abrazar su
, apariencia de ftinclamentación teórica o condición de Cenicienta de Ias Artes y liderar, como debería
Lú. en realidad, carece. Mucho más que los iraber hecho en los prolegómenos de la modernidad, el proceso
pio edificio, es ese enjambre de palabras el ético (y, por supuesto, estético) que condr,rzctr hasta un más allá
,lmente la validez de la propr-resta. del idealismo artísticoi' Lo qure sí está claro, clesde luego, es
sidad pseudofilosófica es, además, síntoma que el nuevo l-rorizonte económico no es demasiado propicio
.cros qlre 1a arquitectura ha terminado com- para frivoliclades ego-megalomaníacas. Incluso entre las gran-
resto cle las Artes de nuestro tiempo: la des figuras estelares del panorarna arquitectónico se aprecia un
io que podríamos llamar, con insolente
ina dimensión constitllcional de fraudules- r70 \(/olfe, Tom,
¿Qaién teme a la Bauhaws ferozl, trad. Antonio-Prometeo Moya,
r ningúrn otro lugar se ha dejado constancia Anagrama, Barcelona, 2010, pp. 1,86-781.
224 MANUEI, RUIZ ZANIORA
qunos casos, a la luz de sus trayectorias, se sino que le otorga a este una significatividad y coherencia que
ltético, de adaptarse ideológicamente a las tal vez antes no tenía. En términos políticos, podría afirmar-
:ras. No es difícil, sin embargo, percibir se que necesitamos una arquitectura democrática, que con-
congénita para desprenderse de Ia cómoda temple las necesidades de los ciudadanos, qlle 1os integre en
esentado cierta superchería discursiva. Nue- una comLrnidad de incereses y esprranzas. frente a esa argui-
's de barro se levanran en eI templo de la tectura filototalitaria del Howard Roark de turno que se
rrentar seguir cumpliendo con el destino erige en constructor de un monumento ai Poder a través del
I Roark: sinergias, sostenibilidades, arqui- sujeto interpuesto que representa la espectacularidad de su
,icas, etc. Estertores desesperados de un propia obra. La buena arquitectura no humilla, sino que
¿ sin solución posible de continuidad. sa1va. Por parafrasear el título de un espléndido manifiesto
;e. sin embargo, signos de esperanza. Arqui- de1 arquitecto catalán José Antonio Coderch, ..ya no necesi-
nprendiendo hasta qué punto el ego es un taremos más genios".
e que está reñido con la buena arquitectura. Por terminar, según lo prometido, con la propuesta hei-
:n todo caso, ufl concepro difuso, y que una deggeriana, 1o qtie Heidegger propone con respecto a la
ualidades firncionales que conriene la arqui- arquitectura es algo muy básico en el fondo: ¿para qué una
rmpartida entre diversos profesionales que arquitectura de esta u otra forma si no tenemos noción del
nes para un mundo tan compleio como el sentido de nuestro habitar? La arquitectura que se desarrolla
nder hacer una Obra de Arte es la forma más en función de una finalidad sin fin termina siendo tan mons-
perpetrando una verdadera mamarrachada. truosa, y ran inútil, como el atleta que se aplica a llevar su
r. finalmente, en el tiempo es aquello que se musculatura hasta más allá de los límites de su propio cuer-
r, no Io que 1o ignora o Io desprecia. Que Io po. El Mr-rseo Guggenl-reim de Bilbao es un buen ejemplo de
rrmero que deja de serio, sin que ello signi- cuerpo sometido a toda clase de esteroides y anaboTtzantes. El
resignarse a una arquitectura virtualmente destino de la arquitectura tendrá que estar a la escucha de una
smos estéticos. disposición intrínsecamente filosófica que alumbre un senti-
:o de vista, la salida de este panorama de do esencial del constrr-rir. .,Pero dónde encontrar hoy et día a
r desconcierto pasa por un retorno al esta- Ios filósofos que sean capaces de proponer Lln sentido?
r de la arquitectura en ranto discipLna
:ptación de su carácter de saber eminente-
dicho de otra forma, de su condición de
que tenía el término antes de Ia moderni-
os tiempos de la arquitectura aurática. El
como objetivo último, es un lastre que se
arquitecto y su obra, distorsionando deci-
.tado que podría, de otra forma, ser verda-
,o. Lo mejor de 1a arquitectura de los
) encontramos en edificios humildes en los
se ha concentrado de forma, en muchos
una resolución honesta e integral de los
le presentaban, ofreciendo un resultado
lue no sólo se realza a partir del enrorno,