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León Tolstoi
Una carta a un periódico hindú titulado Carta a un hindú desembocó en una larga
correspondencia con Mohandas Gandhi, que estaba en Sudáfrica, influyendo
profundamente en Gandhi en el concepto de resistencia no violenta, un punto central de
la visión del Cristianismo de Tolstói.
Fue uno de los mayores defensores del esperanto, y en sus últimos años tras varias crisis
espirituales se convirtió en una persona profundamente religiosa y altruista, rechazó
toda su obra literaria anterior y criticó a las instituciones eclesiásticas en Resurrección,
lo que provocó su excomunión.
Junto con Eliseo Reclus fue precursor de lo que poco después se denominaría
"naturismo libertario". Tolstói, vegetariano como Reclus, escribe en su postrer libro
Últimas palabras (1909) que vivamos según la ley de Cristo: amándonos los unos a los
otros, siendo vegetarianos y trabajando la tierra con nuestras propias manos. Prueba de
su vegetarianismo son múltiples citas suyas, entre las que destacan:
“Un hombre puede vivir y estar sano sin matar animales para comer; por ello, si come
carne, toma parte en quitarle la vida a un animal sólo para satisfacer su apetito. Y
actuar así es inmoral.”
Tras ver la contradicción de su vivir cotidiano con su ideología, Tolstói decidió dejar los
lujos y mezclarse con los campesinos de Yásnaya Poliana, donde él se crió y vivió. No
obstante, no obligó a su familia a que lo siguiese y continuó viviendo junto a ellos en
una gran parcela, lugar al cual con frecuencia sólo llegaba a dormir, gastando la mayor
parte del día en el oficio de zapatero. Funda en la aldea una escuela para los hijos de los
campesinos y se hizo su profesor, autor y editor de los libros de texto que estudiaban.
Impartía módulos de gimnasia y que prefería el jardín para dar clases. Creó para ello
una pedagogía libertaria cuyos principios instruían en el respeto a ellos mismos y a sus
semejantes.
Tolstói intentó renunciar a sus propiedades en favor de los pobres, aunque su familia, en
especial su esposa, Sofía Bers, lo impidió. Intentando huir de su casa murió en la
estación ferroviaria de Astápovo, y entre sus últimas palabras, se oyeron éstas que
muestran, como ninguna de las muchas maravillosas que pronunció o escribió, la
grandeza de su alma: "Hay sobre la tierra millones de hombres que sufren: ¿por qué
estáis al cuidado de mí sólo?". Se le enterró en su casa en Nara.
(Wikipedia)
Capítulo 3
Distinción entre el arte y la belleza
¿Qué resulta de todas esas definiciones de la belleza? Prescindiendo de las que, por
inexactas, no responden a la concepción del arte y colocan la belleza en la simetría, en el
orden, en la armonía de las partes o en la unidad dentro de la variedad, o en las diversas
combinaciones de estos distintos elementos, dejando aparte los ensayos infructuosos de
una definición objetiva, todas las definiciones de la belleza propuestas por los tratadistas
de estética conducen a dos principios opuestos.
El primero es que la belleza existe por sí misma, que es una manifestación de lo
Absoluto, de lo Perfecto, de la Idea, de la Voluntad, de Dios. Por el segundo, la belleza es
solamente un placer especial que sentimos en ocasiones, sin tener para nada en cuenta el
sentimiento de las ventajas que puede producirnos.
El primero de estos principios ha sido admitido por Fichte, Schelling, Hégel,
Schopenhauer y los metafísicos franceses. Aun hoy acentúan las clases instruidas, sobre
todo los amantes de la tradición.
El segundo principio, aquel que dice que la belleza es una impresión de gusto
personal, lo aceptan los tratadistas ingleses y está en auge entre las modernas
generaciones.
Así es que sólo existen (cosa inevitable) dos definiciones de la belleza: una objetiva,
mística, confundiendo la noción de lo bello con la de lo perfecto o Dios, definición sin
fundamento real; y otra, por lo contrario, sencilla e inteligible, pero subjetiva, y que
considera la belleza como siendo todo lo que gusta. Por una parte la belleza parece como
algo sublime y sobrenatural, pero indefinido; por otra parte, se muestra como una especie
de placer desinteresado, que experimentamos. Esta segunda concepción de la belleza es en
efecto, muy clara, pero desgraciadamente es también inexacta, pues a su vez se extiende en
demasía, implicando la belleza de los placeres que se refiere a la alimentación, la bebida,
los vestidos, etcétera.
Es verdad que si seguimos las fases sucesivas de desarrollo de la estética, vemos que
las doctrinas metafísicas e idealistas pierden terreno, hasta el punto de que Verón y Sully
se esfuerzan en eliminar la noción de la belleza. Pero los tratadistas de estética de esta
escuela no predominan y la gran mayoría del público, así como los artistas y los sabios,
prefieren una de las dos definiciones clásicas del arte que basan éste sobre la belleza,
viendo en la misma o una entidad mística, o una forma especial de placer.
Procuremos examinar a nuestra vez esta famosa concepción de la belleza artística.
Desde el punto de vista subjetivo, lo que llamamos belleza es incontestablemente
todo lo que nos produce un placer de determinada especie. Mirándolo desde el punto de
vista objetivo, damos el nombre de belleza a cierta perfección; pero claro es que lo
hacemos, porque esa perfección nos produce cierto placer, de modo que nuestra definición
objetiva no es más que una nueva forma de la definición subjetiva. En realidad, toda
noción de belleza se reduce para nosotros a la recepción de determinada dosis de placer.
Teniendo esto en cuenta, seria natural que la estética renunciara a la definición del
arte fundado sobre la belleza, y que buscara otra más general, pudiendo aplicarse a todas
las producciones artísticas y permitiendo distinguir lo que depende o no del dominio de