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EL CONTRACTUALISMO DE THOMAS HOBBES

Dr. Walter A. Córdoba

Thomas Hobbes, filósofo inglés, nacido en Westport el 5 de abril de 1588. Este


autor es considerado como uno de los fundadores de la filosofía política moderna, su
obra cumbre es “The Leviathan” (1651), este nombre merece un comentario: en
hebreo “Levyathan” es un horrible animal marino que aparece en la Biblia, en el
Libro de Job, y representa el demonio del poder, como una identificación monstruo-
estado.

La concepción de Hobbes sobre el “estado de naturaleza” parte de la visión del


hombre como un ser asocial, caracterizado por las pasiones y la violencia. El
hombre es un ser mezquino, beligerante y desconfiado. Esta concepción
antropológica, sostiene que la naturaleza humana se compone de razón y pasión. El
hombre es una especie de máquina de desear, siendo las pasiones los movimientos
que impulsan a los hombres a realizar determinadas cosas. Por esto, la constante
búsqueda de medios para lograr satisfacciones. Pero no sólo se desean cosas
materiales, sino también otras como el poder, “…el perpetuo e incesante afán de
poder, que cesa solamente con la muerte.” (HOBBES, 1992: pág. 79), la vanagloria
(poder sobre otros hombres) y el honor (reconocimiento de su poder).

1. La teoría contractualista 
1.1 Estado de naturaleza 

Los hombres, para Hobbes, son iguales por naturaleza, tanto en facultades del
cuerpo (fuerza) como del espíritu (razón). Hobbes comprende al hombre como un
ser racional. Por racional comprende lo aritmético, lo geométrico, es decir, la razón
exacta.
En el estado de naturaleza los hombres viven en una constante pugna por los
honores, riquezas y placeres, esto es el origen de la competencia y la lucha; esto
permite identificar en la naturaleza del hombre tres causas principales de discordia:
competencia (por el beneficio), desconfianza (por la seguridad) y gloria (por la
reputación), todo lo cual conduce a la enemistad y a la guerra. En el estado de
naturaleza no existe un poder común, encontrándose en un estado de guerra real o
potencial, de todos contra todos. En este estado de beligerancia, los hombres
dependen de su fuerza y de su capacidad para la supervivencia, apoyándose aquí el
principio de auto conservación.
En este estado natural no existe la ciencia, conocimiento, letras, propiedad,
industria, prevaleciendo una situación de continuo temor y peligro de muerte
violenta. Tampoco existen la ley y la justicia: Para Hobbes, la existencia de la ley
implica como condición necesaria la existencia de un poder común, y dado que en el
estado de naturaleza este poder no existe, tampoco existe la justicia, ni la injusticia.
Lo mismo ocurre con la propiedad, el derecho de propiedad es suplantado por el de
apropiación, cada uno posee todo aquello que pueda conservar. 
En el estado de naturaleza las reglas se definen como “la libertad que cada hombre
tiene de usar su propio poder como quiera, para la conservación de su propia
naturaleza, es decir, de su propia vida” “La vida es solitaria, pobre, embrutecida y
corta” (HOBBES 1992: pág. 103).

En un estado caótico, si bien los hombres son todos iguales por naturaleza, ninguno
es suficientemente fuerte como para no temerle a nada, ni tan débil que no pueda
ser peligroso. Todos los hombres, cualquiera sea, son desconfiables, “el hombre es
el lobo del hombre”, cada vecino es un enemigo que nunca respetaría al otro pues
no existen leyes, penas, moral o justicia en este estado natural, anárquico y violento.

1.2 La búsqueda de la conservación 

Según la teoría Hobbesiana los hombres, que profesan la libertad y el dominio sobre
los demás, por su racionalidad y pasionalidad tienen la posibilidad de superar el
estado de guerra, guiados por el principio de conservación; para lograr este
principio, en el estado de naturaleza no existe un poder común, que organice y
proteja, no existe el “terror” a un poder que obligue a su cumplimiento.

Así, la pasión y la razón son las que guían a los hombres a obedecer a un poder
común, para salir de aquel estado de guerra e inseguridad que caracteriza al estado
de naturaleza: el deseo de tranquilidad y de placeres sensuales. Las pasiones que
inclinan a los hombres a la paz son: el temor a la muerte, el deseo de las cosas
necesarias para una vida confortable y la esperanza de obtenerlas por medio del
trabajo. Es la razón la que puede crear “normas y leyes” para lograr la paz. Todo
esto se puede conseguir, según Hobbes, por medio del consenso mutuo.

1.3 La construcción del Pacto 

Para Hobbes la única salida para lograr la conservación del hombre es la


celebración de un pacto. Este pacto es un acto voluntario, que surge de la
deliberación, y que abre camino a la constitución de un poder común. Esta
constitución consiste en que los hombres confieran todos sus derechos y fortaleza a
un hombre o asamblea de hombres, y crear una sola voluntad. De tal forma, la
configuración de aquel poder común, va más allá del mero consentimiento o
concordia, es la unidad real de todo ello en una y la misma persona. El pacto es la
causa eficiente por la cual los hombres autorizan y transfieren a aquel hombre o
asamblea de hombres el derecho a gobernar, pero con la condición que a su vez,
renuncien a la pretensión de gobernar.

Así surge el Estado, cuya esencia consiste en constituirse como una persona que
surge de pactos mutuos, que han sido instituido con el fin de que pueda utilizar la
fuerza común, cuando lo juzgue oportuno, para asegurar la paz y defensa común,
con la utilización de “la fortaleza y medios de todos” (HOBBES, 1992; pág. 141). En
este caso, cuando el pacto es llevado a cabo voluntariamente, se puede hablar de la
constitución de un Estado político o Estado institución.

1.4 El poder soberano: el estado absoluto 

Instituido el Estado, los hombres libres se transforman en súbditos y quedan


obligados por el pacto, a considerar como propias las acciones y juicios que realiza
el soberano, estando impedido legalmente de crear un nuevo pacto, para constituir u
obedecer a otro soberano. Recordemos que en el pensamiento de Hobbes,
quebrantar un pacto es contrario a la ley de la naturaleza y constituye la esencia de
la injusticia. Los hombres tampoco pueden apelar a una autoridad superior a la del
soberano, pues implicaría recurrir a una autoridad divina, cuestión imposible pues no
existen pactos con Dios, sino por mediación de alguien que represente a la persona
divina. Por otro lado, el pacto realizado por los súbditos conduce a una tiranía de la
mayoría: debe reconocer todos los actos que el resto ha consentido, de lo contrario
se expone a ser eliminado por el resto. 

Una característica fundamental del poder soberano es que sus actos nunca pueden
constituir una injusticia para los súbditos, ni puede ser acusado de ello. Al acusar al
soberano de injusto, se acusa así mismo, de tal modo, el soberano no puede ser
castigado pues no se somete a ninguna ley. Una facultad del poder soberano es la
decisión sobre los medios de paz y de defensa, es decir, de la decisión sobre los
medios para conservar la paz y la seguridad, tanto en el ámbito interno como en el
externo. En este sentido, para Hobbes es inherente al soberano ser juez de qué
opiniones y doctrinas son adversas y cuáles conducen a la paz, teniendo un derecho
absoluto de censura, esto se fundamenta en la prevención de la discordia y la
guerra civil. También el soberano tiene el poder de prescribir las leyes civiles, las
cuales regulan la propiedad y las acciones de los súbditos; así como del derecho a
la judicatura para la resolución de controversias entre los súbditos. Hobbes
considera que estos derechos son la base donde se cimienta la soberanía,
constituyendo todos ellos en derechos inseparables: un Estado intrínsecamente
dividido no puede subsistir. En el caso de Inglaterra, Hobbes concibe a la separación
de poderes, entre el rey, los Lores y la Cámara de los Comunes, como el origen de
la guerra civil. 

La institución de un poder soberano, absoluto e ilimitado, es mejor que la condición


para evitar la miseria y la calamidad que imperan en el estado de guerra, en el que
el hombre es el lobo del hombre. La libertad de los súbditos está sujeta a los pactos,
es decir, a las leyes civiles. De esta manera, la libertad del súbdito está
circunscripta a la voluntad del poder ilimitado del soberano.

Hobbes, en su obra, establece que la obligación incondicional de los súbditos


respecto del soberano, pues este tiene la capacidad de protegerlos, pudiéndose
afirmar que el fin de la obediencia es la protección, ya sea en la espada del
soberano o en la propia; “los pactos que no descansan en la espada no son más
que palabras, sin fuerzas para proteger al hombre” (Hobbes, 1992; pág. 137). En
esta línea de pensamiento, se considera que la soberanía posee una pretensión de
inmortalidad, por su propia naturaleza, está sujeta a la posibilidad de una muerte
violenta, no sólo a causa de una guerra con un Estado extranjero, sino por “muchas
semillas de mortalidad natural, por las discordias intestinas” (Hobbes, 1992; pág.
137).  Por tal razón se opone a la idea de alcanzar la soberanía por medio de la
rebelión, ya que por un lado, conforme a la razón no puede esperarse que sea así, y
por otro, al ganarla de esa forma se enseña a los otros a hacer lo mismo. Sería la
amenaza de volver al estado de naturaleza, retornando al caos, al colapso a causa
del mal que produce la desobediencia.

La teoría contractualista de Thomas Hobbes no ofrece una explicación sobre los


orígenes del estado, no pretende realizar una construcción histórica, sino más bien
las bases para la fundamentación de la autoridad soberana que propone; siendo el
estado de naturaleza una construcción imaginaria, pero no carente de relevancia
empírica.

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