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Historia

La leyenda de los Maldonado

La leyenda de los Maldonado relata cómo esta familia, propietaria de la conocida como casa
del Águila o de Sande, ganó las flores de lis de su escudo al rey de Francia. Aconteció en
tiempos cuando Carlos I gobernaba el país. Tres caballeros franceses aprovechándose de la
hospitalidad de un noble cacereño que los alojo en esta casa , deshonraron a su hermosa hija.
Después de que los tres caballeros partieran, el noble descubrió la acción de los franceses y
este partió enseguida tras ellos después de hacer que su hija ingresara en un convento. Así, los
alcanzó en Perpignan, donde los reto a un duelo y les dio muerte con gran ensañamiento .La
venganza llegó a oídos del rey de Francia, que tenia fama de buen espadachín. Este pidió a uno
de sus vasallos que fuera en busca del cacereño y le diera escarmiento por verter sangre de sus
súbditos en su reino. Pero el noble, al igual que antes, venció de nuevo al enviado por el rey;
por lo que fue arrestado y llevado en presencia del monarca Francés.
Esta vez el rey le dejo escoger contrincante para un reto a muerte en ejecución de la sentencia.
El noble, conocedor de las habilidades del rey, escogió al monarca para batirse en duelo. De
nuevo el noble cacereño resulto vencedor, pero esta vez con la punta de su espada sobre el
cuello del rey a punto de acabar con él, este le espetó que pidiera lo que quisiera y se
marchara para siempre de su reino. El cacereño pidió entonces que le concediera cinco flores
de lis del escudo real en recuerdo de los cinco franceses que había derrotado en limpia lucha
como pago por la afrenta cometida con su hija. A lo que el rey le respondió: “os las llevareis
mal donadas”
“Maldonado” le gritaban los franceses en el camino de vuelta a la península. Dando origen del
apellido y el blasón. La hija, ya mayor, abandonó el convento para regresar a su casa y se hizo
construir la bella ventana gótica que se ve en la fachada y que los cacereños conocen
popularmente como la ventana de la monja.

Maldonado es un apodo que se usa para indicar a un individuo que era feo o ignorante, del
español mal donado que significa "mal favorecido", de mal , que significa "mal", más donado ,
que significa "dado, dotado".

Maldonado también era a veces un apellido habitacional, que indicaba a alguien que venía "de
Maldonado", un pueblo de la provincia de Albacete, España.
Maldonado es el 51º apellido hispano más común .

Origen del apellido :  español , portugués

Ortografías alternativas del apellido: de Maldonado, Maldanado, de Maldanado, Maledanado,


de Maledanado, Maldolado, Moldonado, Baldonado, Montano, Valdonado, Valdonao,
Maldonao

¿Dónde viven las personas con el apellido MALDONADO?

Según WorldNames PublicProfiler,  la mayoría de las personas con el apellido Maldonado viven


en Argentina, seguidas de concentraciones en España, Estados Unidos, Francia y
Suiza. Forebears incluye datos de distribución de apellidos de muchos países adicionales, e
identifica a Maldonado como el más frecuente en México y el más común en Puerto Rico,
donde ocupa el puesto 23 en la nación. La variante Maldanado es más común en los Estados
Unidos.

Según algunos registros, que durante el año 1860 donde se produjo la mayor migración de
europeos hacia las tierras argentinas, se teoriza que fue donde el apellido Maldonado llego al
país, algunos datos de la época marcan que la mayoría tuvo residencia en las partes del sur de
la nación, pero que algunos también quedaron en la capital federal, hasta que durante la
época de 1900 empezaron a expandirse en mas provincias, subiendo de a poco hasta llegar a la
zona norte como lo seria Chaco, Formosa, Corrientes.

También existe una leyenda que habla sobre una mujer de Buenos Aires que era una
Maldonado

LA MALDONADO(Leyenda)

Cuentan que cuando en 1.536, don Pedro de Mendoza fundó Buenos Aires, los españoles
tuvieron que rodear la ciudad con un cerco para protegerla de los ataques de los indios. Con la
amenaza de terribles castigos, las autoridades prohibieron a los habitantes salir del cerco. Pero
al poco tiempo se les terminó la comida y empezaron a morirse de hambre. Una mujer
española, llamada Maldonado, no quiso que ésa fuera su suerte, y un día cruzó el cerco y
escapó de la ciudad. Caminó y caminó hasta encontrar una cueva junto a un arroyo. Y allí,
cansada y hambrienta, se desmayó.

Fue entonces cuando de la oscuridad surgió una feroz hembra de puma, que dejó caer junto a
la mujer un pedazo de carne que le había sobrado. Cuando la Maldonado despertó, comió de
esa carne. Pero al rato sintió un rugido desgarrador que la sobresaltó. Se asomó de la cueva y
vio a la puma, que estaba echada y a punto de dar a luz. Como el parto parecía difícil, la
Maldonado ayudó a la dolorida madre. Los rugidos del animal se convirtieron en mansos
rezongos, y terminó lamiendo cariñosamente a sus dos flamantes cachorros. La mujer
permaneció quieta, mirando esa escena conmovedora. Poco después, los indios que
merodeaban cerca del arroyo se sorprendieron al ver a la mujer, la puma y sus crías, paseando
juntas y de inmediato sintieron un gran respeto por esa mujer que no les temía a las fieras.
Pero un día en que la Maldonado caminaba sola, fue capturada por varios soldados españoles
que se aventuraron en busca de alimentos. En la ciudad la enjuiciaron por haber traspasado el
cerco de protección, y la condena que le impusieron fue terrible: la ataron a un tronco al
costado del arroyo para que se la corrieran las fieras. Allí permaneció la Maldonado todo el día
hasta la llegada de la noche. El rugido de un animal salvaje pareció anunciarle su terrible final.
Luego vio la sombra de dos fieras trabándose en lucha, y poco después, una de ellas, la que
había salido victoriosa, se le acercó con sus brillantes ojos de fuego. La mujer, que esperaba la
muerte, sintió de pronto la caricia de una lengua áspera lamiéndole los pies.

Al cabo de tres días, los españoles volvieron al arroyo. Encontraron a la mujer custodiada por
una puma, que los atacó en cuanto se acercaron. Tuvieron que hacer disparos al aire para
ahuyentar al animal. La condena no se cumplió. Si las fieras no habían podido, ningún hombre
lo intentaría. Desataron a la Maldonado y la perdonaron

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