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Museos generales, especializados, monográficos y mixtos (Luis Alonso Fernández)


Hemos de reconocer que cualquier clasificación de los museos entraña el riesgo de la redundancia, aunque sea parcial.
Incluso los museos generales -y por muy amplios que se hayan fija- do teóricamente sus objetivos y funciones-, en el
plano de la realidad todos ellos están de algún modo «especializados» desde su nacimiento «por su formación, por el
gusto de su fundador, por el país en que está situado, por las sucesivas directrices que ha pasado y por el edificio en
que encontró refugio», como escribe LUC BENOIST.
No obstante, existe una clara diferencia entre los museos generales y los especializados, entre los monográficos y los
mixtos. La distinta composición y naturaleza de las colecciones, y su «Cuantificación» objetual entre los primeros; el
perfil y carácter restringido o no de los exponentes en la configuración museística, entre los segundos, son
elementos diferenciadores, muchas veces determinantes, impuestos cuanto menos por la realidad histórica.
Precisamente, muchos de los museos generales fueron creados en los siglos XVIII, XIX y comienzos del xx,
procedentes del coleccionismo privado y dentro del espíritu enciclopédico de la época. Algunos de estos museos
han llegado a constituir un buen número de importantes colecciones especializadas, cualificadas para formar o
agruparse en más de una categoría de especialización. Se hace evidente este dato sobre todo en los más grandes
museos generales, poseedores de una riqueza patrimonial en cada uno de los diversos campos tan extraordinaria
cualitativa y cuantitativamente considerada que pueden competir sectorialmente o superar incluso a los propios
museos especializados en sus respectivas áreas.
Algunos de estos museos generales lo son por su carácter nacional. O dicho de otra manera, muchos museos
nacionales exponen normalmente colecciones generales en su edificio principal. tal como había sido inicialmente
previsto. Pero su evolución en el tiempo los ha empujado a buscar otros espacios, a causa de su crecimiento y de
otros factores coyunturales. Al instalar parte de sus colecciones en anexos, esta circunstancia ha terminado por
obligarles a dividir los fondos, animados también por el avance de los museos especializados.
Como consecuencia del enfoque cada vez más didáctico al que se vieron animados los museos en las postrimerías
decimonónicas y, especialmente, a lo largo de nuestro siglo, la división de las colecciones de estos museos nacionales
en las diferentes secciones especializadas se justifica particularmente por la voluntad de resaltar académicamente las
obras desde una perspectiva de las diversas disciplinas tradicionales. Ello ha sido también la causa de muchas
decisiones arbitrarias tomadas al respecto, originando tanto una «descontextualización» como una ubicación dudosa
de algunas piezas polivalentes, que pueden ser testimonios y contribuir igualmente al conocimiento histórico,
estético y tecnológico.
La mayor parte de los museos generales han sido creados para cumplir una misión global tanto en regiones como en
localidades determinadas, con el fin de promover -un dato inequívocamente ilustrado- el conocimiento entre los
habitantes de esa región o de ese área concreta.
Una tipología de museos que se ha difundido ampliamente tanto por los países occidentales como, sobre todo, por los
del desaparecido ámbito socialista del Este; y muy particularmente, por aquellas zonas del planeta integradas por
naciones jóvenes (Australia, Nueva Zelanda, Norte y Sudamérica) y por otras de influencia anglosajona , como la
India.
Uno de los fines prioritarios que tienen los museos generales en las áreas regionales o locales es el de servir de
intérpretes fidedignos de su historia natural y humana, (más o menos) casi siempre homogénea culturalmente
hablando en cada una de esas zonas.
Las exposiciones temporales, especialmente las preparadas por museos nacionales o recibidas en intercambios
especiales deben contribuir para que la comunidad a la que pertenece el museo vaya adquiriendo un mejor
conocimiento de la realidad nacional y de la herencia internacional.
Sin embargo, este tipo de museos se enfrenta normalmente a numerosos problemas de carácter de mantenimiento a
causa de los costes materiales, y de los distintos especialistas y conservadores que necesitan para atender y
rentabilizar las diferentes secciones (historia, arqueología, ciencias naturales, etc.) de que consta su colección.
Las variantes que suelen admitir los museos generales se centran a veces en la intensificación del programa de
servicios al público, más allá de las tradicionales y multidisciplinales funciones que deben cumplir, las cuales se
realizan a través de las exposiciones.
En otros casos, el espíritu del museo general se plasma en la creación de estas instituciones in situ, como ya hemos
apuntado, especialmente cuando se trata de zonas arqueológicas que pueden explicar así con mayor eficacia la
realidad natural o histórica de ese área. Y, por último, podemos admitir una cierta graduación en el concepto
«general» aplicado a museos de contenidos variados, no sólo a aquéllos que destacan por su cuantificación objetual.
Cuando se aplica el concepto general o especializado al museo de arte, por ejemplo, se contraponen al menos dos
sentidos de la concepción historiográfica y museológica.
En el primer caso, parece querer extractarse en ellos la idea de lo absoluto en el arte, como valor universal: el
discurso perfecto y acabado de la historia del arte en todas sus dimensiones -cronológicas, geográficas, estilísticas,
sociológicas...- y en su proyección museográfica en el museo.
Un poco parecido a lo que en el plano de la intención (del paradigma ideal de la imagen representada) formuló André
Malraux de su «museo imaginario» del arte universal.
Los museos especializados, más de acuerdo con la museología moderna, presentan en cambio la oportunidad de
profundizar en una parcela del patrimonio cultural a través de esa cuidada selección temática, técnica o
procedimental; una selección que se presenta como medio para la más completa información e investigación de esa
actividad concreta, cuya riqueza posible puede evidenciarse en la adquisición de conocimientos especializados en ese
terreno acotado.
Los museos especializados han tenido un respetable auge desde mediados del siglo pasado y aún hoy en día, aunque
los matices y el enfoque museológico-museográfico hayan variado en las dos últimas décadas.
El beneficio irreemplazable que para el público o para la materia propia de la especialización le proporciona esta
tipología puede a veces ensombrecerse ante el -si no descontextualización- ensimismamiento de su propia materia
concentrada. El máximo error consitiría en considerar esta especialización como un material completo de que se
dota al museo para cerrarse (acabarse) en sí mismo. La especialización no debe ser incompatible con un sentido de
integración universalista que es de hecho (y así debe ser considerado) la realidad del patrimonio.
Dentro de los especializados, los MUSEOS MONOGRÁFICOS cumplen con lo que por definición les corresponde: su
dedicación especial a determinados aspectos del arte, la historia u otras manifestaciones de la cultura. Por su
finalidad intrínseca, tanto los especializados como los monográficos en particular, la temática que abarcan puede ser
muy particular y diversa. Tan variada como diferentes son los campos, las materias, la realidad multiforme que ha
acompañado al hombre en su actividad a lo largo de la historia.
El MUSEO MIXTO, en cambio, es una consecuencia de la combinación de un museo general y de otro especializado.
En los mixtos de arte, puede apreciarse esta simbiosis al comprobar distintos espacios dedicados unos a la
explicitación de movimientos, tendencias, técnicas, estilos, etc., a través de las obras expuestas; otros -incluso a
veces en un mismo ámbito-, al resalte de una materia o aspecto del arte muy preciso.
Entre los museos especializados destacan aquellos que se orientan a la atención de una sola sección o un sector del
público, como los museos dedicados a los niños, que no son una parte o sección de un gran museo, dotados de un
programa específico de actividades y de una peculiar forma de instalar y presentar las obras.
• Ciudades-museo, museos al aire libre, museos jardines, reservas y parques naturales. El ecomuseo.
Además de los museos regionales, de los que realizan una actividad concreta y de los que atienden a un sector del
público determinado, como son los dedicados a los niños, entran en la definición de museos especializados también
los museos al aire libre, las ciudades-museo, los museos jardines, parques naturales y los ecomuseos. Todos ellos
encajan perfectamente en la definición de museo redactada por el ICOM en sus estatutos.
Los MUSEOS AL AIRE LIBRE no están ubicados en convencionales o innovadores edificios, pero sí han sido creados
para mostrar sus objetos en un recinto urbano, en los límites de un jardín o de un parque, o en los de un lugar
histórico determinado. Dependiendo técnicamente por su materia de las disciplinas científicas correspondientes,
presentan sin embargo delicados problemas museológicos y museográficos, y un amplio abanico de variantes:
museos de ciencias naturales (jardines botánicos y zoológicos), museos arqueológicos, museos etnográficos, museos
de la historia de la tecnología o similares; y museos de arte (jardines o espacios para la escultura).
Cuando el valor patrimonial y la función de conservación se hacen extensibles a recintos urbanos amplios o totales
éstos pueden calificarse como CIUDADES MUSEO. Deben ser consideradas como auténticas realidades museísticas
que han superado las barreras físicas impuestas por los objetos en los museos convencionales. Son conjuntos
monumentales, bienes urbanísticos, recintos antropológicos o históricos... relevantes que se integran por méritos
propios entre los bienes culturales de la Humanidad. Algunos -como ya adelantamos en su momento- han sido
proclamados, junto con numerosas reservas y los más ricos parques naturales, «patrimonio mundial » por la
Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural de la UNESCO.
Las ciudades-museo, típicas de países poseedores de culturas y civilizaciones antiguas - como los mediterráneos, por
ejemplo: Italia, España, Grecia, Francia, la desaparecida Yugoslavia, etc.- suelen ser motivo de estudios y de especiales
atenciones, como las de la citada Convención. Pero no solamente se trata de estas excepciones, sino de una más
detenida, cercana y continuada actuación sobre nuestro entorno patrimonial.
En mayor o menor grado, todas las ciudades y poblaciones con un poco de historia suelen tener al menos partes que
puedan considerarse monumentales; y en casi todas las latitudes del mundo -y a pesar del deterioro eco- lógico
evidente- existen espléndidas riquezas del patrimonio natural de conformación tropical o desértica, montañosas,
marineras o volcánicas etc., catalogadas como PARQUES NATURALES.
Si los museos al aire libre presentan especiales problemas de conservación, instalación, circulación de visitantes,
protección y seguridad, etc., a causa sobre todo de las inclemencias climáticas y su abierta exposición, las ciudades-
museo necesitan -como los parques- mayor acción conservadora si cabe, expuestas como están a un más intenso y
constante peligro de deterioro.
El ECOMUSEO es un nuevo tipo de institución museística impulsado y desarrollado principalmente por GEORGE
HENRI RIVIÈRE desde mediados de los años cincuenta. En esencia, según sus teorías, en el ecomuseo se imponen dos
temas, «hacia los que deben converger las presentanes museísticas: se trata del tiempo y del espacio en torno a un
territorio dado y las relaciones del hombre y la naturaleza». Dicho de otra manera, «Un ecomuseo es un instrumento
que un poder público y una población conciben, fabrican y explotan conjuntamente. [...] Una expresión del hombre y
de la naturaleza. El hombre es allí interpretado en su medio natural».
El propio Riviere dio tres versiones de la definición evolutiva del ecomuseo, que hizo públicas en reuniones de la
Comisión de Museología de la Conferencia Permanente de los Parques.
Primera, en 1973, basada en tres conceptos: «Museo de un nuevo género: interdisciplinariedad basada en la
ecología; unión orgánica con la comunidad; y participación de esa comunidad en su construcción y
funcionamiento».
Segunda, en 1976: «Museo que ha prorrumpido violentamente, integrado por un órgano primario coordinador y
órganos secundarios, cuyo objetivo es el de interpretar el medio ambiente natural y cultural en el tiempo y en el
espacio con referencias comparativas fuera de la comunidad».
La tercera, en 1980, que hizo variar sensiblemente sus definiciones anteriores, desapareciendo la palabra museo: «El
ecomuseo es la expresión del hombre y de la naturaleza; una escuela que ayuda a la formación de especialistas e
incita a la población a aprehender mejor los problemas de su propio medio; una escuela que asocia a esa población
con sus acciones de estudio y de protección y la incita a aprehender los problemas de su propio porvenir». (Cfr. La
muséologie, 1989, cit, págs. 146-165).

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