Está en la página 1de 2

LA PRUDENCIA

Por:Antoni Gutiérrez-Rubí

1 julio 2022

105
Reivindicar la prudencia en el ejercicio de las responsabilidades públicas no debería
ser solo un deseo bienintencionado o altamente recomendado. Debería ser una
exigencia para cualquier servidor público, también para cualquier proyecto político.
Un requisito imprescindible, aunque no fuera normativo.

La prudencia permite evaluar antes de reaccionar. Ponderar, analizar y calcular. Es


decir, pensar con método. «Los líderes prudentes se obligan a prestar la misma
atención a los defensores y los detractores de la línea de acción que están
planeando» afirma Michael Ignatieff, autor del libro Fuego y cenizas de lectura
aconsejada para cualquier líder político. En cambio, la turbopolítica —en la era de la
aceleración vital y la impaciencia social— se ha convertido en uno de los grandes
escollos para la política democrática, la que crea valor común, interés general y
amplias avenidas de progreso.

La prudencia, entendida como la templanza, el sentido común, el buen juicio y la


capacidad para encontrar un punto de equilibrio que guíe un determinado
comportamiento hacia objetivos medidos y justos, que cumplan con una visión
realista y posible, se vuelve una exigencia a los y las representantes públicos.

La prudencia también nos permite, no solo evaluar pros y contras, recursos y


objetivos, caminos y estrategias, sino orientarnos en el bien escaso por excelencia:
el tiempo. Solo los prudentes gestionan bien el tempo del tiempo. Avanzar (y
acertar) ante la visión estresante de un cronómetro que recuerda que hay un período
finito para cumplir con todo no es tarea fácil, aunque ineludible en la gestión de lo
público. Tan importante es el tiempo como el momentum. Los prudentes llegan a
tiempo. Se anticipan, se preparan, se organizan.

Finalmente, la prudencia también nos permite minimizar posibles errores, evitar


consecuencias indeseables de determinadas decisiones o acciones y evitar la
condición irreparable o irreversible que algunas decisiones políticas equivocadas,
sesgadas o insostenibles tienen sobre la vida de las personas.

La prudencia no tiene casi prestigio —ni espacio— en tiempos de testosterona


digital, arrogancia intelectual y vanidad pública. Pero resulta el ancla para el buen
gobierno, el interés general y el liderazgo ejemplar y transformador.

Publicado en: La Vanguardia (30.06.2022)


Fotografía: Tristan Colangelo para Unsplash

También podría gustarte