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300 Millones...

nos muestra cómo una trabajadora doméstica llamada Sofía escapa de su realidad
soñando que, gracias a la intervención de un personaje imaginario apodado Rocambole como
referencia al personaje de Pierre Alexis Ponson du Terrail, recibe una herencia de trescientos
millones. Sobre la base de eso, ella moldea toda una vida en su realidad imaginaria, en la que viaja
por el mundo, se enamora y tiene una hija. En la obra, se hace una división entre el mundo astral,
que representa a los sueños de la sirvienta, y el mundo real.

La obra surgió de un hecho policial sobre el que Roberto Arlt tuvo que escribir una crónicasiendo
reportero del Diario Crítica, en el año 1927. Se trataba del suicidio de una sirvienta española, que
se tiró a las cinco de la madrugada a las vías del tren que pasaba frente a la casa en donde
trabajaba. Cuando empezó el autor a investigar sobre el caso en cuestión, le llamaron la atención
tres detalles: la dueña de la casa le comento que la criada no durmió la noche en la que cometió el
suicidio, que pasó la noche sentada en el baúl inmigrante, y que al salir a la calle, había dejado
encendida la luz de su habitación.

Después de este suceso, quedó en su cabeza la imagen de "una pobre muchacha triste que,
sentada a la orilla de un baúl, en un cuartucho de paredes encaladas, piensa en su futuro sin
esperanzas, al amarillo resplandor de una lamparita de veinticinco bujías".

Prólogo

Se muestra una realidad astral, en donde diversos personajes provenientes de los sueños de varias
personas, entablan un diálogo sobre los problemas de ser personajes de sueños. Se introduce al
personaje de Rocambole, héroe imaginario que idealiza los sueños de la sirvienta. También se
presenta al galán, que tendrá repercusión más adelante en la obra, y a otros personajes
secundarios: el hombre cúbico, la reina bizantina, y el demonio. Cada uno de los personajes
desarrolla los sueños de la persona que los invoca.

Primer acto

En el primer cuadro, aparece Rocambole, quien le da la noticia a la criada sobre su herencia de


trescientos millones. Las ensoñaciones de la sirvienta son interrumpidas por el timbre del servicio,
que genera una ruptura entre la realidad y el mundo de ensueño de la protagonista.

En el segundo cuadro, Sofía utiliza su herencia para realizar un viaje en barco. El capitán mantiene
un diálogo con ella, en donde hablan sobre el paisaje y sobre su vida. El autor remarca como la
protagonista, debe mantener su traje de mucama, a pesar de ser millonaria. Esto es usado para
generar el contraste entre el mundo al que pertenece y el mundo en el que sueña, recordando que
en la realidad, ella sigue siendo una simple criada. Luego, la criada sueña con el galán, y surge una
relación entre ellos. Por último, el timbre del servicio suena de vuelta, y en el mundo de sueños,
los fantasmas critican la imaginación de Sofía y se quejan por tener que pertenecer a su sueño.
En el tercer cuadro, se muestra que la criada se ha casado con el galán, con quien tuvo una hija.
Después de que el ama de cría hubiera salido al patio para amamantar a su bebé, se producen
gritos y entra avisándole a Sofía que robaron a su hija. De nuevo, el timbre interrumpe el sueño de
la sirvienta, y al irse, los personajes del sueño se muestran enojados por la excentricidad del sueño
de la criada.

Segundo acto

Sofía y Rocambole presencian el trato que un hombre, apodado “Compadre Vulcano”, le da una
chica de unos doce años llamada “Cenicienta”, apodo dado por trabajar en una mina de carbón.
Entra el rufián honrado, hombre que se dispone a “comprar” a la chica, pero al momento de
hacerlo, la criada y Rocambole salen de su escondite, y rescatan a la niña. Después de un diálogo,
Sofía descubre que la Cenicienta es la hija que le habían robado en el acto anterior. Esta escena es
interrumpida por la aparición de la patrona, que le dice a la criada que hace media hora que la
está llamando. Se ve cómo la protagonista intenta renunciar a su realidad, no acudiendo al
llamado del timbre de servicio, y prefiere vivir en su fantasía.

Tercer acto

La criada vive de nuevo con su hija, que ahora tiene veinte años. Ella entra y le dice a su mamá que
está enamorada, y luego hace pasar a su novio. Sofía se encuentra muy feliz de verla enamorada,
pero a la vez piensa que una vez que se case, la dejaría sola. La escena es interrumpida, esta vez,
por el hijo de la patrona, que borracho intenta penetrar en el cuarto de la sirvienta quien decide
suicidarse al verlo. Una vez hecho esto, los personajes de ensueño se ponen a bailar
frenéticamente festejando la defunción de la “sirvienta millonaria”, y el hecho de no tener que
sufrir más con sus fantasías excéntricas.

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