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M.

Foucault: poder y ciencias humanas

Métodos, conceptos y problemas


Considerado en términos generales, el
pensamiento de M. Foucault puede ser
organizado en torno a tres etapas, cada
una de las cuales puede ser caracterizada
a partir de la utilización de un método
específico cuyo dominio de aplicación se
encuentra determinado por un cierto
concepto y cuyo límite de utilización
reside en una cierta problemática que
opera, en las dos primeras fases, como
bisagra respecto de la etapa siguiente.

Primera etapa

La primera de estas etapas reúne la producción foucaultiana a lo largo de la década del 60.
Su método es la arqueología en tanto procedimiento para la descripción de las prácticas
de ver y de hablar que permite atender a las regularidades en la mirada y el discurso (i.e.,
sujetos, objetos y categorías) y extraer lo visto en las prácticas de ver (visibilidades) y lo
dicho en las prácticas de hablar (enunciados). El rango de aplicación de dicho método se
encuentra determinado por el concepto de saber. Al respecto, el saber no es ni una
representación (el saber no reproduce al objeto sino que lo produce), ni un conocimiento
(el saber es previo a la agencia del sujeto epistémico, lo produce) sino unidad de la
diferencia entre las prácticas de hablar que operar como una fuerza determinante que
tiene hacia su límite y las prácticas de ver que funcionan como una fuerza determinable
que se presenta como aquel límite sobre el cual opera la capacidad determinante del
lenguaje. El problema que permite establecer el límite de aplicación del método
arqueológico es el de la equiparación de los heterogéneos o, lo que es lo mismo, la
pregunta: ¿cómo es posible que, siendo radicalmente heterogéneas (lo visto nunca es lo
dicho, lo dicho nunca es lo visto), los productos de las prácticas de ver y de hablar tiendan
a presentarse como equivalentes los unos respecto de los otros?

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Segunda etapa

La segunda etapa del pensamiento foucaultiano se despliega durante la década del 70. El
método que articula dicha etapa es la genealogía en tanto procedimiento para la
descripción de las prácticas de gobierno que permite precisar el origen múltiple (en tanto
es una relación, el origen del poder no puede sino estar en medio) y el desarrollo
necesariamente desviado (en tanto procede por captura, el poder no puede más que
derivar respecto de su origen o principio) de las relaciones de poder. El rango de
aplicación del método genealógico puede ser localizado en el concepto de poder, poder
que debe ser entendido no como una cosa, sino como una relación; antes como un
ejercicio que como una posesión; no en términos de acción sino de acción sobre acción
(práctica de gobierno); no como un efecto sino como un afecto; procediendo por
producción de sujeción y de verdad y no por represión e ideología. Por su parte, el límite
de aplicación del método genealógico reside en el problema del afuera del poder, esto es,
en la pregunta: ¿cómo pensar la producción del sí mismo, de la subjetividad, sin por ello
mismo reducirla bien a la producción de una identidad en el saber (sujeto epistémico o sí
en otro), bien a la producción de sujeción en el poder (sujeción política o sí para otro)?

Tercera etapa

La última fase de la producción foucaultiana se desarrolla en la década del 80. El método


que articula esta tercera etapa es la hermenéutica en tanto procedimiento para la
descripción de las prácticas de reflexión que permite atender a la distancia existente
entre, por una parte, la producción de la subjetividad ética (sí mismo) y, por otra, la
sujeción política (sí para otro) y la identificación epistémica (sí en otro). Dicho método
adquiere el rango de su aplicación en el concepto de subjetividad. Al respecto, la
subjetividad no debe ser entendida ni como un sujeto epistémico (i.e., un efecto del saber
que tiende a presentarse como fundamento de todo conocimiento), ni como un individuo
(i.e., un átomo político que, en la sanción de sus derechos, tiende a presentarse como
cerrado sobre sí) sino como un proceso de auto-constitución que, en la auto-afección o
afección de sí por sí mismo, logra sustraerse tanto respecto de las formas de saber como
de las relaciones de poder. El problema que tiende a presentarse como límite de este
método es el de la resistencia a la modulación: ¿cómo podrían las prácticas de reflexión
resistir al ejercicio de un poder que ya no se implementa preferencialmente en el sentido
de normalizar las conductas individuales (sociedad disciplinaria) sino de modular los
procesos poblacionales (sociedad de control)?

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Poder y saber
El poder es una a) relación de b) afección que abre la posibilidad de c) actuar sobre
acciones o procesos (práctica de gobierno). A lo largo del S. XIX, el ejercicio institucional
del poder tendió a adoptar dos formas: una compacta y fuerte y otra blanda y difusa.

La forma compacta o fuerte -también denominada disciplina- tenía I) por objeto el cuerpo
individual, II) por principio la noción de norma, III) por finalidad adiestrar el
comportamiento, IV) orientaba la atención hacia el detalle e implicaba, en su conjunto, V)
el ejercicio de una práctica de gobierno de la vida anclada en la producción de una
conducta humana normalizada.

Por su parte, la forma blanda o difusa -también denominada biopolítica- tenía I) por
objeto la población, II) por principio la noción de regulación, III) por finalidad equilibrar los
procesos poblacionales, IV) orientaba su atención hacia los grandes números e implicaba,
en su conjunto, V) el ejercicio de una práctica de gobierno de la vida anclada en la
producción de una cierta estabilidad en el decurso dela reproducción social.

Entendido como relación, el poder deja de poder ser concebido como opuesto al saber.
Más aún, en tanto relación de afección, esto es, en tanto ligadura que implica la necesaria
complementariedad de un afectar y un ser afectado, la relación de poder no puede
ejercerse sin constituir por su misma actividad un conjunto de formas que dan cuenta de
los límites de la afección que es puesta en juego. Así, la relación de poder puede ser
entendida como aquella instancia en virtud de la cual resulta pensable la efectuación del
saber como forma. Correlativamente, la efectuación de las formas de saber no se realiza
sin revertir sobre las relaciones de poder: el saber no es una mera expresión de las
relaciones de poder sino un efecto que interfiere sobre aquella instancia que lo efectúa,
esto es, que registra los límites de cada instancia de afección. Entendidos de esta manera,
la conexión entre saber y poder se presenta bajo la modalidad de la correlación, una
simultaneidad en la cual mientras el poder, en el ejercicio de la relación de afección,
constituye al saber, el saber, por su parte, lo interfiere en tanto precisa los límites del
ejercicio de esa afección que lo constituye.

Sociedad disciplinaria, panóptico y panoptismo


Una hipótesis atraviesa las conferencias reunidas en La verdad y las formas jurídicas y, en
general, la totalidad del período genealógico foucaultiano: ya no se vive en sociedades
donde la ley constituya el principal mecanismo de ejercicio del poder (i.e., sociedades de

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la ley); se vive en sociedades disciplinarias o de la disciplina. La emergencia de este tipo de
sociedades puede ser detectada en el análisis de las transformaciones experimentadas por
el sistema de la penalidad europeo entre los siglos XVIII y XIX y señala el ingreso en la edad
de la ortopedia social, esto es, el advenimiento de una época donde la práctica del castigo
tiende a subordinarse cada vez más a la práctica de la corrección y el principal objetivo del
ejercicio del poder reside en transformar la vida de los hombres -esto es, sus cuerpos y su
tiempo- en una fuerza productiva.

Fue J. Bentham (1748-1832) quien, a través de su proyecto panóptico, previó el esquema


o diagrama de este tipo de sociedades, sociedades cuyo origen puede ser localizado en la
captura y posterior reorganización bajo una forma autoritaria y estatal de un conjunto de
controles de origen popular o semi-popular llevada a cabo por la clase industrial y
propietaria europea. En una sociedad de este tipo, reina el panoptismo. Aun así, los
términos “panóptico” y “panoptismo” no deberían ser confundidos. “Panoptismo” es el
término que permite designar el diagrama o lógica general del poder que impera al
interior de la sociedad disciplinaria. “Panóptico” es el nombre que recibe el dispositivo
disciplinario o, lo que es lo mismo, la concreta disposición que tienden a adoptar las
prácticas de ver, de hablar y de gobernar en tanto efectúan, en una región determinada, la
lógica del espacio disciplinario y, más específicamente, un determinado modelo
arquitectónico omnivalente capaz de maximizar las condiciones para el ejercicio de una
vigilancia institucional del comportamiento de los individuos.

Tres son los aspectos que permiten caracterizar esta lógica de ejercicio del poder: a) la
vigilancia en tanto práctica del ver sin ser visto que se ejerce no tanto sobre un acto como
sobre una virtualidad y que tiende hacia la completa individualización del actuante, b) el
control ejercido a través del aislamiento de los individuos respecto del medio exterior
(encierro, secuestro, internación, reclusión, etc.) y c) la corrección en tanto método de
formación y transformación de la conducta individual o, lo que es lo mismo, en tanto
función de imposición de una conducta cualquiera a un individuo cualquiera que tiende a
hacer posible, más allá de cualquier especialización, un funcionamiento común y
convergente de las instituciones panópticas o disciplinarias en torno del interés por
generalizar el disciplinamiento de la existencia humana.

Considerados en su conjunto, estos tres rasgos permiten además determinar al menos


tres puntos en función de los cuales la lógica del ejercicio del poder en las sociedades
disciplinarias implica una variación respecto de aquella que resultaba habitual en las
sociedades de la ley: 1) en la mirada, el desplazamiento desde la mostración a la vigilancia,

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desde la arquitectura del espectáculo de la potencia (problema: ¿cómo hacer visible un
cierto acontecimiento para el mayor número de personas?) a la arquitectura de la
atención al detalle (problema: ¿cómo hacer visible el mayor número de personas para un
único observador?); 2) en la producción de riquezas, el paso desde la expropiación al
control, desde la apropiación de bienes a la normalización de las capacidades; y 3) en la
punición, el deslizamiento desde la destrucción y/o reparación a la corrección, desde la
eliminación de la infracción a la adaptación a la norma.

Disciplina y origen de las ciencias humanas


Tres son los temas que atraviesan las conferencias cuarta y quinta de La verdad y las
formas jurídicas: 1) el problema de la relación entre las formas de saber, las relaciones de
poder y las prácticas de punición y, más precisamente, la cuestión de la prisión en tanto
ejemplo privilegiado para el estudio de las modificaciones experimentadas por el sistema
penal europeo entre los siglos XVIII y XIX que son, a la vez, un síntoma de la emergencia
de una nueva lógica de ejercicio del saber-poder (i.e., la sociedad disciplinaria); 2) el
problema de la relación entre las formas de saber, las relaciones de poder y las relaciones
de producción o, lo que es lo mismo, la cuestión del trabajo en tanto ocasión privilegiada
para el pensamiento de las relaciones que vinculan a los hombres con la producción y para
la determinación de la naturaleza y el funcionamiento dela explotación capitalista; y 3) el
problema de la relación entre las formas de saber, las relaciones de poder y la verdad, es
decir, la cuestión de la ciencia en tanto revisión de las condiciones de emergencia y de la
funcionalidad de los saberes científicos sobre el hombre.

El abordaje de la tercera de estas cuestiones permite presentar el origen de las ciencias


humanas y, en general, el de todo el proceso epistemológico orientado a hacer del
hombre un objeto de ciencia, como estrechamente vinculado al conjunto de efectos
generados por el establecimiento y la entrada en funcionamiento de ese sub-poder
disciplinario que es, por una parte, condición del plus-valor capitalista y, por otra, la
condición última de la emergencia de una serie de saberes del individuo que no cesan de
proliferar a través de la red de instituciones de secuestro del siglo XIX. Así, el origen de las
ciencias humanas refiere a los saberes generados por las prácticas de vigilancia que el
poder disciplinario ejerce sobre los individuos sometidos a encierro o, lo que es lo mismo,
a los modernos procedimientos de examen que vienen a complementar las técnicas de
indagación medievales, procedimientos que: 1) intentan precisar la normalidad de una
conducta, saber cómo ocurre algo y ya no reconstruir un acontecimiento pasado, saber lo

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que ha ocurrido; 2) dependen del ejercicio de una vigilancia sin interrupciones y total y ya
no del testimonio de personas consideradas como capaces de saber; 3) permiten verificar
un comportamiento y ya no certificar una ocurrencia; 4) se organizan en torno de las
nociones de norma y corrección y ya no de existencia y certeza; 5) acompañan la
constitución de la de instituciones de secuestro y ya no el proceso de confiscación de la
justicia; 6) funcionan al nivel de la exacción capitalista de plus-valor y ya no al de la
apropiación feudal de bienes; y 7) sirven de basamento para la elaboración no tanto de
una observación de la naturaleza como de una ciencia de lo humano.

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