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Su ascensión al poder tras la muerte de 

Tiberio, en el año 37.


En primeros meses de su reinado respetó al Senado, devolvió a la Asamblea popular el derecho a elegir a los
magistrados, decretó amplias amnistías para los que habían sido condenados en tiempos de Tiberio y organizó
grandes espectáculos circenses.

Sin embargo, las cosas cambiaron de manera dramática tras una grave enfermedad, cuando empezó a dar
muestras de un carácter autoritario y de unos modos que lo acercaban más a las formas de gobierno de las
monarquías orientales que a las apariencias republicanas del Imperio.

Calígula eliminó rápidamente y sin proceso a su primo Tiberio Gemelo y al jefe de los pretorianos Macrón, e
impuso un protocolo monárquico en la corte en el que se impulsaba una divinización en vida del emperador.
Intentó gobernar apoyándose en el pueblo y en directa oposición al Senado.

Las arcas del Imperio Romano se vaciaron rápidamente ante la necesidad de pagar a las tropas y las fiestas en
la corte, por lo que decidió subir los impuestos y reanudar la política de eliminación física de senadores para
apoderarse de sus posesiones. Su política exterior fue un reflejo de las pulsiones orientalizantes que marcaron
su vida: aumentó el número de reinos vasallos en Oriente, al tiempo que reducía la autonomía de los
territorios occidentales.

En el año 39 llevó a cabo una expedición a Germania y la Galia septentrional. Tras una conspiración fallida
ese mismo año, encabezada por Cneo Cornelio Léntulo y Marco Emilio Lépido (este último casado con
Drusila, hermana del emperador), una nueva conspiración, organizada por su propia guardia, tuvo éxito el 24
de enero del año 41 y acabó con el emperador.

Nació el 31 de agosto de 12 en Antium (hoy Anzio, en Italia), fue el hijo más joven del general Julio César
Germánico y de Agripina la Mayor, nieto por adopción del emperador Tiberio.

El apodo de Calígula se lo ganó en su juventud en los campamentos militares, Calígula (en latín, diminutivo
del calzado militar romano), debido a los pequeños zapatos militares que usaba.

Fue nombrado por Tiberio, junto con su nieto, Tiberio Gemelo, coheredero al trono, aunque el Senado y el
pueblo eligieron a Calígula como su único emperador. Adoptó a Gemelo como hijo y más tarde ordenó
asesinarle. Fue clemente durante los primeros meses, pero se convirtió en un tirano depravado tras una
enfermedad mental.

Se ha dicho que había sufrido de epilepsia en su juventud, y que después se vería seriamente aquejado de
insomnio. Suetonio cuenta que no dormía más que tres horas por noche, y que lo asaltaban espantosas
pesadillas. Derrochó su fortuna en espectáculos públicos y proyectos de construcción de edificios, desterró o
asesinó a la mayoría de sus familiares, nombró a su caballo cónsul, se proclamó dios construyendo templos y
realizando sacrificios en su honor.

Es una ironía curiosa que Calígula haya sido criticado tanto por no mostrar emoción cuando ejecutaron a su
madre y hermanos, como, más tarde, por cometer incesto con sus hermanas. La historia es probablemente un
invento, pero Drusila era la hermana favorita de Calígula, y cuando ella murió, el 10 de junio del 38, ordenó
su deificación. Se anunció un período de duelo, y Calígula dejó Roma para buscar consuelo, viajando a través
de Campania y Sicilia.
Practicó ampliamente la confiscación (casi siempre ilegal) e hizo prácticamente obligatorio para todas las
personas ricas, el instituirle heredero de una parte de sus bienes. Además de aumentar los ingresos por esta
vía, suprimió algunos gastos, y entre ellos el importe de dinero que se entregaba a los legionarios cuando se
licenciaban, que fue reducido a la mitad (seis mil sestercios).

En el 41, los oficiales de su guardia conspiraron contra él y le asesinaron, nombrando como sucesor a su
tío Claudio.

El paso del tiempo no había hecho más que ensombrecer el recuerdo de aquel emperador de la dinastía Julio-
Claudia, que a los 25 años había sucedido a su tío abuelo Tiberio y que murió desastradamente en un pasillo
de palacio, apuñalado por los oficiales del ejército sublevados contra su tiranía. Para Suetonio y Dión Casio,
Calígula fue, en efecto, un déspota; más que eso, un «monstruo» del que tan sólo cabía enumerar
adulterios, confiscaciones y actos de crueldad.

Sin duda no era ésta una imagen imparcial, sino que respondía a una intencionalidad política y moral precisa:
la de advertir sobre los riesgos del poder personal y la necesidad de respetar la integridad de la nobleza y el
Senado de Roma, los que más sufrieron la persecución de Calígula. Con este fin, los autores posteriores
mezclaron los hechos ciertos con rumores, exageraciones y elementos puramente fabulosos, lo que hoy hace
difícil tener una visión objetiva del personaje y las circunstancias en que se movió. Además, en su execración
de Calígula los autores antiguos introdujeron una hipótesis explicativa que ha pervivido hasta la actualidad: la
de la «locura» del emperador. Ya el filósofo Séneca veía señales de desequilibrio mental en el mismo
aspecto físico del emperador, en sus «ojos torvos y emboscados bajo una arrugada frente...». Sólo así
podrían explicarse los desmanes de aquel joven que, por lo demás, como reconocen hasta los cronistas más
hostiles, poseía notables dotes intelectuales.

TORTURADO POR EL INSOMNIO


No hay duda de que Calígula sufrió varias afecciones que pudieron afectar a su equilibrio psíquico. Suetonio
menciona que durante su infancia sufrió ataques de epilepsia, pero al parecer éstos desaparecieron en la edad
adulta, aunque consta que a veces tenía desfallecimientos de los que le costaba recobrarse. Se sabe asimismo
que sufría insomnio. Según Suetonio, nunca conseguía dormir más de tres horas, e incluso en ese tiempo lo
asaltaban extrañas pesadillas. El mismo historiador afirma que el emperador se levantaba de la cama, se
sentaba a la mesa o se paseaba por las galerías del palacio, «esperando e invocando la luz». Ésa pudo ser una
de las causas de la irascibilidad y crueldad del emperador, aunque otros autores, como Séneca, dan la
explicación inversa: las noches en vela le servían para mantenerse alerta, vigilar y planear actos
criminales.

Los autores antiguos también coinciden en señalar que a los pocos meses de acceder al trono, en el otoño del
año 37 d.C., Calígula sufrió una grave enfermedad. No está clara la naturaleza de esta afección: se ha sugerido
que pudo tratarse de una crisis nerviosa, de una encefalitis –una inflamación del cerebro causada por algún
tipo de infección–, de hipertiroidismo o de la ya mencionada epilepsia. Filón de Alejandría, en cambio,
da una explicación de tipo moral: la causa de la crisis habría sido el cambio en los hábitos de vida de Calígula
al ser proclamado emperador, pasando de una existencia tranquila y saludable a toda clase de excesos, «vicios
propios para destruir el alma, el cuerpo y su mutua cohesión», sentenciaba. Otra hipótesis apuntaría a alguna
enfermedad venérea, que puede provocar problemas mentales o al menos desórdenes de conducta.

TODO ME ESTÁ PERMITIDO»


Los estudiosos actuales han desistido de encontrar una causa física determinada para la supuesta locura de
Calígula, y ni siquiera creen que ésta se hubiera originado en un momento preciso. Régis F. Martin, un
médico especializado en el estudio de las enfermedades romanas antiguas, piensa que la personalidad
perturbada del emperador se corresponde con el perfil de un psicópata.
Técnicamente, la psicopatía es un trastorno antisocial de la personalidad. En términos de psicología clínica,
un psicópata tipo sería una persona con un encanto superficial, autoestima exagerada, mentiroso patológico,
carente de remordimientos o empatía, emocionalmente superficial, sin control sobre la propia conducta, de
sexualidad promiscua, problemático desde la niñez, impulsivo, irresponsable y proclive a una conducta
criminal, así como con un historial de muchos matrimonios de corta duración. Hay que admitir que
estos rasgos se ajustan muy bien al retrato que Suetonio y otros autores hacen de Calígula.
Un pasaje de la biografía de Suetonio ofrece una clave para interpretar la conducta de Calígula mediante las
categorías de los propios romanos. El emperador habría dicho en una ocasión: «No hay nada en mi naturaleza
que exalte o apruebe más que mi adriatepsia», un término griego que podría traducirse como desfachatez,
falta de pudor o de vergüenza, pero también como indiferencia respecto a las consecuencias de sus actos sobre
los demás. En el mismo pasaje Suetonio recuerda una ocasión en la que Calígula fue reprendido por su abuela
Antonia y, en vez de inclinarse ante su autoridad, le espetó: «Recuerda que todo me está permitido, y con
todas las personas». El orgullo desmedido de quien se sabe destinado a reinar se dio la mano con una total
falta de escrúpulos morales para producir el «monstruo» del que hablaba Suetonio.

PALACIOS Y PUENTES DE BARCAS


La adriatepsia de la que hacía gala Calígula se tradujo de entrada en el fastuoso tren de vida que llevó. En
apenas un año, Calígula dilapidó la fortuna de tres mil millones de sestercios heredada de Tiberio. Según Dión
Casio, «empezó a gastar en caballos, gladiadores y en otras cosas semejantes sin ningún freno, y vació en
poquísimo tiempo el dinero atesorado, que era mucho». De sus banquetes se contaban asombrosas historias
sobre panes y manjares cubiertos con láminas de oro o sobre perlas costosísimas disueltas en vinagre (se le
atribuía, pues, la célebre anécdota del festín ofrecido por Cleopatra a Marco Antonio). Con ello, además,
forzaba la emulación por parte de los nobles que querían agasajarle invitándole a sus comidas; Séneca cuenta
que uno de ellos gastó en una velada la exorbitante suma de diez millones de sestercios.
No menos afamadas eran las residencias personales que se hizo construir, tanto en Roma –su nueva mansión
en el Palatino tenía como vestíbulo el templo de Cástor y Pólux– como en sus lugares preferidos de retiro:
Nemi –donde hizo construir sus dos célebres navíos gigantes, auténticos palacios flotantes– y la Campania.
En la bahía de Bayas, cerca de Nápoles, ordenó construir un puente de barcos para jactarse de cruzar el golfo
en su carro portando la coraza de Alejandro Magno, que mandó traer desde Alejandría para la ocasión.
Su vida amorosa también estuvo marcada por la falta de reglas. En sus cuatro años de reinado tuvo cuatro
esposas: tras divorciarse de Junia Claudila, estuvo dos meses casado con Livia Orestila, luego contrajo
nupcias con la riquísima Lolia Paulina –a la que prohibió tener relaciones con otros hombres tras divorciarse
de ella– y finalmente se casó con Milonia Cesonia, un mes antes de que diera a luz a su hija. Sus amantes
fueron incontables y de todas las clases sociales, y sus métodos para procurárselas eran brutales. A Livia
Orestila, por ejemplo, la violó en su propia ceremonia de esponsales y se casó con ella para repudiarla al cabo
de unos días.
Sin duda, hay una porción de infundio póstumo en estas acusaciones, como también en la de haber cometido
incesto con sus hermanas, especialmente con Julia Drusila, su preferida. De hecho, frente a lo que dicen
Suetonio y Dión, los contemporáneos Séneca y Filón nada mencionan al respecto, pese a que en otros
aspectos cargaron las tintas contra el emperador.
A Calígula también se le atribuyen diversas relaciones homosexuales, por ejemplo con el actor Mnéster o con
Emilio Lépido, su primo carnal y esposo de su hermana Julia Drusila. Antes de ser ejecutado, Lépido gritó
que había tenido relaciones sexuales con el emperador y que tenía el vientre dolorido de la pasión que en ellas
había puesto.

REY DE LAS ESTRATAGEMAS


Nada parece confirmar mejor la psicopatía que se ha atribuido a Calígula que sus actos de crueldad, a menudo
puramente gratuita. El propio emperador se regodeaba en su fama de sádico, hasta el punto de que se decía
que estaba totalmente seguro de ser el padre de la hija de su última esposa por los reflejos de crueldad infantil
de la niña, que intentaba meter el dedo en el ojo a cuantos se le acercaban. Aunque sin duda también aquí
resulta difícil discriminar entre los hechos ciertos y las reelaboraciones o invenciones pergeñadas para
denigrar la memoria del emperador.
Un ejemplo del modo en que Calígula podía ensañarse con aquellos que perdían su favor por los motivos más
fútiles lo ofrece el caso de Nevio Sutorio Macrón. Prefecto del pretorio bajo Tiberio y aliado clave de
Calígula en su acceso al poder, Macrón cometió el error de querer mantener su ascendiente sobre el nuevo
césar, dispensándole consejos y advertencias no solicitados. Calígula se hastió de aquella actitud, y según el
historiador Filón decía al ver aproximarse a su antiguo amigo: «Ahí llega el maestro de quien ya no necesita
lección alguna... ¿Cómo se atreve alguien a enseñarme a mí, que antes aun de ser engendrado fui
modelado emperador, cómo se atreve un ignorante a enseñar a quien sabe?». Para deshacerse de él,
Calígula ideó una estratagema característica. Tras ofrecerle un cargo en Egipto, hizo que lo acusaran de
lenocinio, esto es, de inducir a su esposa a prostituirse, algo de lo que el propio Calígula podía dar fe porque
había sido amante de Enia, la mujer de Macrón. Para transmitir los bienes a sus descendientes, el matrimonio
se suicidó.
Suetonio destacaba todavía otro rasgo de la personalidad obsesiva de Calígula: su violencia verbal. «La
ferocidad de sus palabras hacía todavía más odiosa la crueldad de sus acciones», decía el cronista. Al final, sin
embargo, esa costumbre le costó cara. El tribuno de una de las cohortes pretorianas, Casio Querea, era un
hombre ya mayor y de complexión robusta, pero que tenía una voz atiplada, debido quizás a una herida en los
genitales. Calígula se burlaba despiadadamente de su afeminamiento, llamándolo Príapo o Venus o dándole la
mano para que la besara con actitud y movimientos obscenos, según Suetonio. Harto de aquellas ofensas,
Querea se puso al frente de la conspiración que en enero del año 41 dio muerte
a Calígula, a su mujer y a su hija

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