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CAPÍ TULO 14
SI MPOSI O 14
Marco Giovannetti
Departamento Científico de Arqueología
Facultad de Ciencias Naturales y Museo
UNLP – CONICET
Reinaldo Moralejo
Departamento Científico de Arqueología
Facultad de Ciencias Naturales y Museo
UNLP – CONICET
Evaluadores
Clarisa Otero
Instituto Interdisciplinario de Tilcara,
FFyL, UBA – CONICET
Í NDI CE
CAPÍTULO 14 - SIMPOSIO 14
Rodolfo A. Raffino*
Arqueología y paisaje
El título del simposio –“Espacios locales en el paisaje del Tawantinsuyu….”- nos induce a introducirnos
brevemente en la piel de la arqueología post-procesual, tendencia metodológica actual que considera a la
“Arqueología del Paisaje” como un conjunto de líneas de investigación orientadas hacia el estudio de la
estructura y conducta de las formaciones sociales del pasado, en la cual el paisaje cumple un rol protagónico.
Con objetivos puntuales, desarrollos metodológicos actualizados, y ciertamente sofisticados, esta tendencia
aparece en momentos históricos particulares y como resultado de reformulaciones teóricas y metodológicas
propias del crecimiento de la disciplina arqueológica. Quizás como producto de una influencia de la geografía
moderna, esta tendencia personalmente se nos ofrece como una versión remozada de lo que en su tiempo se
conocía como “Prehistoric Settlement Patterns”, también como “Spatial Archaeology”, por citar a quienes han
trazado los paradigmas científicos sobre esta especialidad arqueológica y cuyos textos, a modo de homenaje,
encabezan este artículo. Reconocimiento que ya tiene antecedentes personales (Raffino 2007, Caps. II y III).
Esta nueva forma de conceptualizar el paisaje estuvo acompañada de un cambio en la asignación de los
conceptos de hábitat, espacio, territorio o región concebidos en los modelos de la arqueología procesual, quizás
remitido a la materialidad de la cultura, el cual es reemplazado por el de este paisaje incentivando las variables
sociales, artísticas, ideológicas y simbólicas.
El paisaje tal como esa tendencia arqueológica contemporánea lo concibe se nos manifiesta como una
construcción teórica de carácter biocultural, en la que intervienen factores de índole geográfico, ambientales,
económicos, sociopolíticos, ideológicos y simbólicos; en definitiva un producto social e históricamente
construido. Los paisajes arqueológicos se asumen como espacios de acción y significación que articulan y
envuelven los diversos ámbitos que integran el colectivo humano: el territorio, la economía, el intercambio, la
vida doméstica, las relaciones de parentesco sanguíneo o social, las jerarquías políticas, la muerte y cualquier
otra variable de las formaciones sociales. Como producto social es un ámbito donde se generan y retroalimentan
las relaciones sociales. Todo ello en los diferentes niveles o escalas espaciales de acción: individual, familiar,
vecinal, comunal e intercomunal.
Para quien esto escribe, cuyas raíces metodológicas provienen de la arqueología procesual y sistémica como
marco teórico de rango medio (Merton 1964) dentro de una teoría mayor: el evolucionismo multilineal (Steward
1955), considero que la arqueología espacial se ha beneficiado considerablemente con la intromisión de la
*
CONICET - División Arqueología. Museo de La Plata - Facultad de Ciencias Naturales y Museo - Academia Nacional de la Historia.
rraffino@fcnym.unlp.edu.ar
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informática y, dentro de ella, de los llamados Sistemas de Información Geográfica, conocidos como SIG, junto a
las tecnologías geoespaciales, como la teledetección y los sensores remotos que están siendo aplicadas por las
nuevas generaciones de arqueólogo argentinos. En forma general, los SIG han sido conceptualizados como
herramientas, como una nueva tecnología, e incluso como una ciencia. Para mi es una técnica sofisticada y muy
valiosa que organiza, analiza, combina e interpreta información espacial; con lo cual supera abismalmente los
tradicionales procedimientos para capturar el paisaje y los hombres que lo cohabitan dentro del proceso
aristotélico de observar, describir y explicar el registro arqueológico del colectivo humano del pasado.
Son estas formidables herramientas metodológicas las que han logrado domesticar el paisaje. Sentado mi
parecer sobre la cuestión pasemos a practicar un poco de Antropología e Historia.
Similares conceptos desarrollará Wittfogel en su “Despotismo oriental” (1966: 265) al clasificar los patrones de
complejidad de las sociedades hidráulicas. Ubica al Perú Inca juntamente con el Egipto faraónico, la antigua
China de la época Chou y los Sumerios de Lagash como ejemplos de civilizaciones que alcanzan altos rangos de
crecimiento gracias al dominio del entorno físico para sus prácticas agrícolas intensivas.
Mas acá de estos calificados arquetipos de la historia universal comparada, la bibliografía americana nos ha
entregado en los últimos 150 años toda una legión de investigadores del fenómeno Inka y no creo equivocarme
al sostener que la mayoría de ellos han concluido que en la conquista y ocupación -dominio- de alrededor del 10
al 15% del total del paisaje sudamericano descansa la clave del fenómeno Tawantinsuyu. Todas las regiones
ecológicas de Pulgar Vidal (1946), Janca, Puna, Suni, Keshua, Yunga, costa pacífica, desierto y aún las florestas
tropicales amazónícas -aún no exploradas con rigor dado su paisaje de baja visibilidad arqueológica-, no
significaron obstáculos para la instalación de este Estado antiguo, el más desarrollado de la América
precolombina, el único imperio prehispánico que domesticó todos los paisajes que se cruzaron en su derrotero.
En cuanto a la sección del antiguo Kollasuyu, en especial el NOA, fenecida la errónea idea de su supuesta
marginalidad en relación a los mandatos provenientes del Cusco, los diagnósticos y reconocimientos
arqueológicos de ese paisaje son realmente pródigos, aunque no dejamos de sospechar que faltan aún por
discernir sobre muchos más. En esta dirección precisamente apunta la organización de este simposio.
Es público y notorio que la arqueología basa sus fundamentos en el registro material del pasado, sea éste
estructural o transportable, esto significa un cierto impedimento en el diagnóstico de sitios que, siendo coetáneos
al dominio Inka, no ofrecen testimonios de ellos en su patrimonio. Este problema, varias veces conversado con
los organizadores de este simposio y otros jóvenes investigadores y alumnos, ocurre particularmente en paisajes
donde se advierten señales de una ocupación imperial, pero en los cuales los indicios arqueológicos probatorios
aún no han sido registrados de manera concluyente. Entre ellos los interfluvios que separan los valles de Hualfín-
Abaucán y el que media entre Yocavil-El Cajón. También se observa en algunas quebradas situadas al poniente
del valle Calchaquí y al levante de la quebrada de Humahuaca en su ecotono transicional a la yunga. En Bolivia
asimismo lo hemos observado en el interfluvio que separa las quebradas potosinas de Suipacha y Talina, en las
tierras altas que faldean hacia el Río San Juan Mayo u Oro y en los fértiles valles de las yungas al naciente de
Tarija.
En estos ámbitos, estudiados por quien esto escribe, la habitabilidad humana prehispánica ha sido sostenida,
tanto en las etapas previas a 1471 d C. como durante los 60 años posteriores dominados por el Tawantinsuyu.
Sin embargo a pesar de que en sus enclaves aparecen sobrados testimonios arquitectónicos y restos tecno-
artefactuales de esas épocas, dichos componentes locales o regionales no nos indican un dominio estatal efectivo.
No ocurre lo mismo en el interfluvio que separa los valles de Famatina-Vinchina, donde se constata una
calificada presencia Inka, testimoniada por las instalaciones Pampa Real, Negro Overo y Chilitanca entre varias
más, con una clara causalidad minera y apoyadas desde el piedemonte oriental por Tambería del Inca. Ellos son
sostenidos ejemplos de un dominio con copiosos remanentes materiales.
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Quizás cuatro componentes arquitectónicos signifiquen eventuales excepciones a la regla y nos ayuden a
explicar estos “Espacios locales en el paisaje del Tawantinsuyu….” sin testimonios arqueológicos in-situ en
sitios locales. Tres de ellos son la expresión máxima de la arquitectura como reflejo del poder Inka: las
aukaipatas, las kallankas y los ushnos. El cuarto es el Capacñam, habida cuenta que se erige como el testimonio
más profusamente registrado por alrededor de 25.0000 km. aquí y allá en el paisaje del Tawantinsuyu, y para
fortuna de los arqueólogos de terreno no deja de entregarnos nuevos segmentos. Pero los especialistas en el tema
sabemos muy bien que los caminos andinos no sólo responden exclusivamente al impacto cusqueño, como que
fueron anteriores a él por muchos siglos y perduraron a la caída Inka. Sólo la precisa comprobación que la
técnica empleada en su construcción, sus asociaciones con otros enclaves del sistema y con tecno-artefacturas de
raíz cusqueña conducen a un diagnóstico ajustado.
En cuanto al complejo cívico-administrativo-ceremonial representado por aukaipata, ushno y kallanka, los dos
primeros han sido un inmenso foco de atracción para las comunidades locales de las wamanis conquistadas. No
es casual que en el “núcleo minero metalúrgico” compuesto por los valles de Hualfín, Abaucán, Andalgalá,
Famatina, Vinchina y Copiapó (Raffino et al. 1997: 65) se registran las asociaciones arquitectónicas-espaciales
aukaipata-ushno más relevantes de estas latitudes del NOA y Chile. Los enclaves de El Shincal, Hualfín,
Watungasta, Tambería del Inca, Chaquiago y Viña del Cerro nos muestran aukaipatas de grandes dimensiones
construídas ad-hoc para albergar grandes cantidades de personas y tampoco es casual la presencia del ushno y
kallankas contextualmente asociadas (Cuadro 1).
Tres de estas plazas poseen contextos arquitectónicos significativos; en El Shincal aparece rodeada de kallankas
y otra de grandes dimensiones se estaba construyendo en su sector oeste, no fue terminada pero se observa su
fachada enfrentando al ushno situado en el centro. En Tambería del Inca -también en construcción en las
vísperas del desembarco español- el ushno también central y dos grandes kallankas adosadas. En Watungasta se
constata una doble aukaipata, la occidental conteniendo el ushno y con una kallanka adosada (Raffino 2007:
figuras 2.20, 2.21, 4.20, 4.21, 7.2, 7.5, 7.9, 7.23).
Las dimensiones de las aukaipatas de Shincal, Tambería del Inca, Oma Porco y Watungasta superan las de las
plazas centrales de las actuales ciudades capitales del NOA como Salta, Catamarca y La Rioja. Estas últimas
convocan a miles de habitantes en festividades cívico-religiosas como (Fiesta del Milagro en Salta, El Tinkunaku
en La Rioja, La Virgen del Valle en Catamarca). Esto nos lleva a especular en cuantas y que cantidad de
peregrinos, sea de las parcialidades locales, los cacicazgos calchaquíes de la época, o los yanaconas y mitayos
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trasegados de otros paisajes, que pudieron convocar festividades como el Inti Raymi y el Capac Raymi. Así
como cualquier evento regular con fines cívicos, religiosos militares y aún comerciales en estas aukaipatas Inka.
Con la particularidad que no todos de estos peregrinos provengan de habitar instalaciones con la clásica
arquitectura cusqueña.
Esta inferencia tiene sustentos etnohistóricos de fuste: para la fiesta del Tintunaku de 1591 el Gobernador
Ramírez de Velazco señala la existencia de 10.000 naturales en La Rioja. Según el cronista Mariño de Lobera los
indios Guatungastas del Abaucán eran 15.000 en tiempos del pasaje de Almagro de 1536. Por su parte los
Famaifíles de la jurisdicción de Londres (v. g. El Shincal) sumaban entre 15 y 20 mil almas en el siglo XVI
según el historiador Lozano (Raffino 2004: Caps. I, II y X).
Conclusiones
La puerta interpretativa de esta cuestión está abriéndose y no dudamos que la antropología y la historia del futuro
nos brindarán nuevas respuestas científicas a estos interrogantes. Por el momento dejo planteado el desafío para
las nuevas generaciones de arqueólogos especializados en la cuestión Inka. Para ellos concluyo con un pequeño
consejo: el aludido método aristotélico no admite fallas en el proceso de observar, describir y explicar cualquier
fenómeno; de modo que un error en la estrategia observacional del dato de terreno inevitablemente desencadena
una creciente sucesión de errores cada vez más irreversibles.
Bibliografía
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