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Antropología Teológica – Alberto Ares

CREO EN DIOS, CREADOR DEL CIELO Y LA TIERRA


Torres Queiruga, Andrés

Existe en nuestro imaginario común la imagen de la religión como algo que viene de
fuera y que permanece con nosotros como un ámbito paralelo, frente a la vida en la tierra.
Mucho se ha profundizado en esta dicotomía entre lo sagrado y lo profano. Sin negar la parte
de verdad que ello encierra queremos desenmascarar los posibles errores y equívocos que se
plantean en este razonamiento.

1. Recuperar la humanidad de la religión.

1.1. La religión, respuesta humana a un problema humano.


“La religión resulta ser una cosa bien terrena, pues nace de las necesidades, de las
búsquedas, de las esperanzas, de las angustias y las ilusiones más entrañadas en la realidad
humana. Habla de la vida y la muerte, de la conducta individual y de la relación con el próximo;
se refiere a todos los aspectos de la existencia”. (pag. 34) Y si bien existe una tendencia en la
religión de acentuar el aspecto sobre-natural, siempre se hace refiriéndolo a la vida del día a
día.
Definición de religión: Es una elaboración humana; la visión que un determinado grupo
de hombres y mujeres tienen acerca de los problemas fundamentales que les presenta la
existencia, con las correspondientes pautas de conducta que de esa visión se derivan. (pag.
34).
Ateo y creyente viven en la misma realidad y frente a los mismos problemas. Mientras el
primero cree que la realidad se basta así misma, el creyente ve en el mismo modo de ser de la
realidad un indicio de que no está fundamentada radicalmente en sí, sino que existe una fuerza
creadora que la habita, sustenta y promueve.
El creyente vería esta revelación en la realidad como venida de Dios, de esa fuerza
creadora; y pese a que la percibe como específica, y la concreta en la religión, como respuesta
a esa revelación, no parte de una realidad particular sino que parte de una realidad común la
cual es interpretada de una determinada manera.

“El creyente y el no creyente no habitan mundos diversos; simplemente, habitan


de manera distinta el mismo y único mundo. Ambos viven la misma vida, sólo que la
viven de un modo diferente”.(pag. 35)

1.2. La trampa del dualismo religioso.


Si seguimos el argumento planteado en el epígrafe anterior esto hace tambalear las
implicaciones que el modelo dicotómico trazaba a la vida ordinaria. Dos esferas: Dios/el
hombre, lo sagrado/lo profano, lo específico/lo común al género humano,...y la necesidad de
buscar caminos, sacrificios, cumplimientos,... para poder acceder a esa esfera sagrada. No es
de extrañar en este esquema que Dios aparezca en ocasiones como un atentado contra la
autonomía humana, un enemigo de la vida del ser humano.
Si bien este esquema no deja de ser en cierta manera una caricatura que exagera
algunos elementos y puede tener una visión sesgada del planteamiento, lo que quiere acentuar
son las consecuencias tan hondas y troncales que tiene una concepción de la vida y de la
religión para la vida de la humanidad y de los sujetos.
Este planteamiento saca a la luz dos puntos importantes:
a) La superación de la sospecha de que todos los esfuerzos de renovación en el
cristianismo no son más que acomodaciones externas, sin anclaje en las raíces,
pasajeras y que al final dejan todo como estaba. No nos quedamos en la superficie,
sino que vamos a la raíz del planteamiento.
b) Deja entrever este planteamiento que no es una crítica que destruya la fe (como han
acentuado tantos) sino que va dirigida a mostrar el dinamismo de la presencia del
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Dios cristiano, con una nueva comprensión, una nueva vivencia y una nueva praxis.
Un Dios que no niega nuestro ser sino que lo afirma, lo funda y promueve su libertad.

2. Desde la filosofía: Dios en nosotros, nosotros en Dios


Hay que intentar en este punto afianzar unos conceptos sólidos sin perder nunca de
vista la referencia a la presencia de Dios viva en la sensibilidad y la imaginación.

2.1 La idea de creación.


Son muchos los que sostienen que se trata de un concepto exclusivamente bíblico, en el
sentido de que tan sólo resulta accesible por medio de la revelación. Yo tiendo a pensar lo
contrario.
La idea de creación tiene su raíz en la experiencia del carácter contingente del
mundo.1 Esta experiencia lleva a la intuición de una realidad que lo fundamenta todo en su ser
y en su existir; ya lo interpretemos como Ser Supremo, el Uno que respira sin aliento, lo
Sagrado o el Yahvé creador de la tradición cristiana.
Lo importante es dejar claro que es el fundamento de la realidad en sí misma, de nuestro
radical hecho de ser, no de una cualidad o modo de ser particular en el mundo.
La experiencia del asombro (zaumádsein): ¿Por qué hay ente y no más bien nada? 2
En la creación es la cosa misma en su total existir, en su ser real, la que resulta puesta. No es
que exista primero la cosa y luego reciba algo desde fuera, sino que la cosa, simplemente “no
es” y su ser consiste en “recibirse a sí misma”. Es decir, la realidad creada está siendo desde
su creador (metáfora del carpintero). Es por tanto una creatio continua.
Es substancial no matar ese carácter dinámico de la idea de creación, y a la vez tener en
cuenta dos aspectos fundamentales: El conjugar la diferencia del Creador y la criatura, y al
mismo tiempo, el carácter único e insuperable de su unidad con lo creado.

2.2. Diferencia cualitativa y unidad radical


La extrañeza ante la contingencia del mundo hace surgir la intuición de lo totalmente otro
que lo funda y lo sostiene. Dios se descubre en cuanto siendo como no es el mundo: lo
necesario frente a lo contingente, lo absoluto frente a lo relativo, lo infinito frente a lo finito. Dios
y la criatura son lo que el otro no es.
El camino iniciado es un intento de explicar el sentimiento de la contingencia en el
dinamismo más genuino de la sensibilidad actual, liberándolo del dualismo religioso en el que
se había petrificado la vivencia tradicional.
La teología negativa ponía el énfasis en que “Dios no es”. La experiencia religiosa viva
suele insistir en que Dios “es”, mientras que todo lo demás “no es” 3.
Pero nunca esa diferencia es distancia o yuxtaposición, ya que la profundidad infinita
de la diferencia hace que se realice en la máxima unidad. No existe otro límite que de la
identidad total (panteísmo).
Las realidades mundanas están al mismo nivel, por eso son competitivas y excluyentes,
pero con Dios no sucede así, pues no está en paralelo con nosotros. Él es el que “hace ser” a
todo lo demás, es perpendicular u ortogonal a las criaturas (Zubiri).

Cuanto más presente esté el creador, tanto más hace ser a la criatura, es decir,
cuanto más se reciba de Él, más se realiza la obra creadora. “Ser”, para la criatura,
significa estar siendo traída a la existencia: es como estar “siendo sida”, no como algo
que fagocita a la criatura, sino como una apertura y una donación del creador.

1
Kart Jaspers observa que no pocas veces son los niños o los enfermos mentales los que con más pureza se acercan a este
asombro. J.M. Lustinger: “estábamos de vacaciones, también a la orilla del mar. De pronto me sobrecogió el sentimiento
metafísico de la contingencia...Las olas y las mareas que destruyen nuestras obras hechas en la arena me hacían descubrir la
fragilidad y la vaciedad de las cosas”.
2
Leibniz, Heidegger y Schelling.
3
Podrían citarse muchos textos bíblicos, igual que otros textos sagrados en distintas religiones.
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Experiencia religio-filosófica antigua:

Pablo: “puesto que en Él vivimos, nos movemos y existimos”, “porque somos de su linaje”.
(Hch. 17, 28-29)4.
Platón: Compara la idea de Bien (símbolo supremo de Dios) con el sol, que no da sólo la luz
inteligible, sino el ser y la existencia.
Upanishads y el tao: Trata de que el discípulo caiga en la cuenta que: “eso eres tú”.
Corán: “más cerca de nosotros que nuestra propia yugular” (50,16)

Filosofía moderna

Nicolás de Cusa: Dios como el non-aliud (distinto en cuanto no distinto, pues nada hay en la
criatura que no sea de Él, o sea Él).
Eckhart: Dios como “negación de la negación”.
Leibniz: Hombre como un “pequeño dios” (petit dieu).
Hegel: Critica el dualismo de Kant entre criatura y creador. El verdadero ser de lo finito es El
Infinito que lo funda, lo dinamiza y lo realiza transcendiéndolo.
Fichte: Dios aparece como el ser verdadero, que “es” y se expresa a través de todo,
principalmente de la existencia humana. No lo vemos, perdidos como estamos en las figuras,
pues nuestro mismo ojo es un estorbo para nuestro ojo; pero cuando despertamos, la Divinidad
misma aparece de nuevo en ti, en su forma primera y original, como vida, como tu propia vida,
la que tú debes vivir y vivirás.
Schelling: Deus est res cunctas (Dios es todas las cosas). Acusativo, entonces el verbo ser
tiene el doble significado de producir lo distinto de sí y, al mismo tiempo, de mantenerlo en sí,
de serlo él mismo. Ricoeur lo expresa como: “Dios es/hace todas las cosas”, “Dios es a todas
las cosas”.

2.3. El Dios vivo de la filosofía


El Dios de la vida religiosa auténtica no podía reconocerse en esa figura seca y extraña.
Se abre una tensión que siempre ha existido entre la consideración filosófica, más volcada en
el rigor conceptual y la consideración vivencial-religiosa más volcada en la vivencia religiosa 5.
Pero esta diferencia no tiene porque ser oposición.
Como ya adelantábamos, la inmanencia de Dios en nosotros, ese “ser sido” de lo finito
por lo finito, no significa anulación, sino afirmación y potenciación.

Dos posturas:

1. Dios y hombre desde la competencia; “economía carencial” de las relaciones


mundanas (la modernidad)
Feuerbach: Para que el hombre sea todo, el hombre tiene que ser nada.
M. Merleau-Ponty: La libertad humana moría al contacto con lo absoluto.
A. Camus: Dios como dueño, “yo no puedo comprender lo que puede ser una libertad que me
fuera dada por un ser superior”.
Sartre: Me hacía falta un Creador, y me daban un gran jefe.

2. Dios y el hombre desde la gratuidad, el amor, la libertad y el conocimiento.


Kierkegaard: La omnipotencia comporta la determinación de poder retomarse a sí misma en
su exteriorización, de modo que, justamente por eso, lo creado, gracias a la omnipotencia,
puede ser independiente. La bondad consiste en dar sin reserva, pero permaneciendo
independiente y mostrándose así todopoderoso.
4
Alude a Arato, del s.III a.C.
5
Pascal: “¡Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob; no Dios de los filósofos y de los sabios!”.
Heidegger: Critica a la ontoteología, como promulgadora de un Dios a quien el hombre no puede rezar no hacer sacrificios,
ante el que no puede caer de rodillas, ni tampoco tocar instrumentos ni bailar.
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Schelling: Afirma la soberanía de Dios, preservando la libertad humana.
Kart Jasper: La libertad siendo la marca fundamental de nuestra humanidad, se reconoce
fundada en la transcendencia, y es tanto más libre cuanto más fundada se experimenta:
“Cuando soy propiamente yo mismo, sé que me soy regalado a mí mismo. Ser existencia
coincide con mi saber acerca de la Trascendencia como el poder por el que yo mismo soy”.
Spinoza: Amor Dei intellectualis: El amor intelectual del espíritu respecto de Dios es una parte
del amor infinito con que Dios se ama a sí mismo.
Fichte: Nosotros no lo podemos amar a Él, sino que sólo Él es capaz de amarse a sí mismo en
nosotros.
Eckhart: El ojo con que veo a Dios es el mismo ojo con que Dios me ve; mi ojo y el ojo de Dios
son un mismo ojo, un solo ver, un solo conocer y un solo amar.
Hegel: Fascinado por Eckhart postula que nuestro saber acerca de Dios es idénticamente un
llegar a saberse de Dios en nosotros.
Nicolás de Cusa: la “visión de Dios”, como un “ser nosotros vistos por Él”. Nuestro mirar y
comprender a Dios es ya siempre un ser mirados y conocidos por Él.
Zubiri: Nuestro vivir es, en un sentido profundo y realísimo, ser vividos por Dios. Nosotros
vivimos con la misma vida de Dios.
S. Pablo: “vivo, mas ya no vivo yo: es Cristo que vive en mí”.

La religión no cae del cielo; nace de la tierra humanísima de nuestra experiencia


más profunda, en la medida en que la reconocemos habitada por la presencia creadora
de Dios. Ese Dios es “alto por encima de nuestra más elevada altura, pero más íntimo
que nuestra más frontal intimidad”.

3. Desde la teología: hijos en el Hijo


Si el peligro de la filosofía con respecto al acercamiento a Dios es la abstracción, el
peligro de la religión es el de la deformación. Puesto que la religión no cae llovida del cielo,
lleva siempre en su carne las heridas de la historia.

Definición de religión: La toma de conciencia de la presencia viva de Dios en la vida


humana a través de nuestras capacidades limitadas y bajo nuestros esquemas y categorías.

Imagen de Dios:
a) Proyectamos muchas veces nuestros miedos, resentimientos y ambiciones individuales.
b) Tendemos a incluirla en una red que refleja las estructuras de prestigio, dominación e
incluso explotación.

3.1. El difícil camino de Dios en la religión


El camino de la Revelación: Podríamos ver la historia humana como la continua
búsqueda del rostro auténtico de Dios, como una difícil marcha de purificación, de reforma y
profundización; como la lucha amorosa de Dios por hacerse un hueco en la conciencia humana
venciendo las resistencias de nuestro instinto, egoísmo o voluntad de poder. Es el camino de
toda toma de conciencia humana acerca de Dios. Ni siquiera es que nosotros lo andemos
buscando y Él esté quieto, y por eso pasamos de lado; es más bien que Dios está intentando
darse a conocer, solicitando amorosamente nuestra atención, llamándonos de mil maneras a
una concepción justa de su presencia salvadora.
En la revelación bíblica ha habido una tendencia a sacralizar literalmente la Biblia; se
tiende a entender que sólo la revelación bíblica abre el acceso a Dios, y que sólo en Cristo se
llega a un verdadero conociendo; sintiendo que las deformaciones sólo las tendrían los de
fuera: la razón de los filósofos y la religión de los paganos.
Hoy en día esto es intolerable, ya que tanto la filosofía, como las otras religiones se han
acercado con sumo respeto y con tesoros de experiencia religiosa al Transcendente.
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Es doloroso ver como se absolutizan etapas del camino, perdiendo la frescura y el
horizonte al que tiende el continuo peregrinar del pueblo de Dios 6.
Si todas las expresiones del Dios castigador, justiciero,... son vistas como la etapa de un
camino, de un camino de maduración, de pedagogía humanizadora de Dios, entonces las
viviremos reconociendo honestamente que son fases que nos han abierto los ojos para
acercarnos más al misterio.

3.2. La superación del “dios demoníaco” en el AT


Si reconocemos las deformaciones que se han producido a lo largo de la historia de
salvación en la percepción de Dios, podremos sacar tres enseñanzas:
1) Que podemos reconocer limpiamente y sin rodeos esas limitaciones, sin dejar de
respetar la imagen y sin ningún tipo de engreimiento “modernocéntrico”, viendo cada
figura como parte de una etapa del camino.
2) Nos sentimos libres para avanzar sin miedo, abandonando dicha imagen si fuera
preciso.
3) Podremos salir al paso de la sospecha de capricho o arbitrariedad hermenéutica en
la selección de los textos bíblicos. Sabiendo que toda elección no va a ser neutral, y
viviendo la tensión que los mismos autores bíblicos sintieron para plasmar las
intuiciones y experiencias del Dios de la vida. Lo cierto que para ayudarnos en este
punto tendríamos un criterio orientador seguro y definitivo: la figura de Dios vivida y
proclamada por Jesús de Nazaret. Desde aquí podremos jerarquizar textos,
situándolos en el camino dinámico de la revelación.

Existen inmunerables textos a través de los cuales se puede percibir lo que de


demoniaco parece haber en Yahvé; un Yahvé que llena al hombre de miedo y terror. Creemos
que no puede extrañar de entrada, que el carácter grande y desconocido de lo religioso suscite
pavor, se traduzca en imágenes terribles y aparezca como tremendum.

3.3. Lo “tremendum”, superado por lo “fascinans”


Si realizamos una lectura que vaya a la raíz, y que no se quede inmóvil en lecturas
sesgadas, nos maravillamos al ver como la experiencia religiosa logra convertir estas imágenes
de Dios “tremendas”, superando miedos y abandonando rasgos mágicos y naturalistas para
caminar hacia una imagen del dios que “nos fascina”.
Pues lo mismo que encontramos textos en los que abunda “lo tremendo”, no es menos
cierto que ya desde el Éxodo tenemos la imagen de un Dios que salva y libera, que establece
una alianza. El caso de los profetas constituye un caso único en la historia de las religiones
manteniendo viva esta imagen de Dios a lo largo de la historia. Lo tremendum no desaparece
del todo, pero cede continuamente lugar al fascinans: al carácter protector, agraciante y
salvador de Dios7.
Oseas, a través de una lectura personal de su propia experiencia vital intuye y proclama
el perdón incondiconal de Dios. Esta es la auténtica dirección de la diferencia divina.
Tenemos una percepción visceralmente diferente a la tomada por Dios: Ante una ofensa...

Hombre Castigo Amor y perdón


Tremendum: Separado e intocable Fascinans: Proximidad
Dios
(Alejamiento) salvadora
Concibe la... Grandeza Santidad

6
Lutero es puesto como un ejemplo de lectura de la Biblia en un sentido literal, que tanto ha influido en la posterior teología y
comprensión del mundo y de lo sagrado. De esta exposición se pueden sacar dos enseñanzas:
1) La interpretación literal cristalizando una parte del camino es un error que ha traído consecuencias nefastas.
2) El valor educativo de la Biblia como escuela de maduración de la Humanidad (y del individuo).
7
Amos subraya la justicia protectora para con los débiles y oprimidos; Isaías, la santidad; Jeremías y Ezequiel, la preocupación
por el individuo; el Déutero-Isaías, sustenta al justo en su sufrimiento; Oseas, el amor.
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Tenemos que caer en la cuenta que cuando logramos reconstruir lo Sagrado desde su
intención genuina, cuando lo reconocemos como Dios vivo y verdadero, no es fascinans y
tremendum, sino únicamente fascinans; tan fascinante y maravilloso como su amor infinito y su
perdón sin fronteras.

3.4. La culminación en Jesús: Dios como “Abbá”


Veremos la culminación de este cambio en la vida de Jesús. Jesús rompe con el
tremendum profético de Juan sobre el día de Yahvé, centrando su mensaje en el anuncio del
Reino como salvación; un Reino de amor y perdón para pobres y pecadores, excluidos; un
amor incondicional.
La relación tan estrecha de Jesús con Dios, nos deja ver la peculiar relación filial que les
unia, al llamarle abbá. Jesús enlaza y da culminación a toda esa tradición que puede tener una
experiencia capital en Oseas, pero que va recorriendo todo el AT: Dios como pastor, viñador,
como esposo fiel y amoroso, de amor eterno y sin fisuras, padre y madre; de un Dios en el
encuentro íntimo: Abbá.

4. Transición

Hemos visto dos caminos en la relación entre lo Divino y lo humano.

a) Camino filosófico, que se apoya en la idea de creación, acentuando la unidad en la


diferencia, con el peligro de panteísmo.
b) Camino de la vivencia religiosa en su transcurrir histórico , con un apoyo mayor en la
Biblia, esforzándose por la unidad, pero acentuando la diferencia; con el peligro de
dualismo.

No es fácil encontrar el equilibrio.


Algunos abogan por el panteísmo (pan en théo: todo en Dios): unidad-en-la-diferencia.
(Tradición hinduista y la teología del proceso). “Somos movidos por una respiración más
grande que la nuestra” (Plotino).
Otra cara de la misma moneda podría expresarse como la “Inmanencia del amor”;
este fenómeno que tanto impresionó al joven Hegel: “el amor es un diferencial entre dos
que, sin embargo, no son simplemente diferentes entre sí. El amor es la conciencia y el
sentimiento de estos dos, de existir fuera de mí y en el otro: yo no poseo mi
autoconciencia en mí, sino en el otro; pero este otro, el único en el que estoy satisfecho
y pacificado conmigo (...), en la medida en que él a su vez está fuera de sí, no tiene su
autoconciencia sino en mí”.

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