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Pensamiento de Henri de Lubac, SJ

Padre Jorge Olaechea

Febrero 2020

Introducción
El objetivo principal de este curso no es tanto memorizar las ideas de De Lubac (DL) sino aprender de él
a tener una mirada católica sobre la realidad.

En este curso estudiaremos dos obras:

CASD: Catolicismo, Aspectos Sociales del Dogma, publicado a finales de los 30s.

ASH: Ateísmo y Sentido del Hombre, publicado a finales de los 60s. En esta obra el autor
profundiza en cuestiones metodológicas y carga en ellas la experiencia del Concilio Vaticano II.

DL es una persona de gran integridad, fineza, reverencia. Sacerdote jesuita. Combatió en la primera
guerra mundial. El autor escribe algunas ideas novedosas que serían censuradas por la Iglesia. En su libro
Sobrenatural, dice que pensar que se puede comprender la naturaleza humana sin acudir a la gracia es
un error en el que la misma Iglesia ha caído en los últimos años. Juan Pablo II lo reivindica y lo nombra
cardenal en los 80s.

El autor acude ampliamente a la tradición de los padres. 1 Para el autor la pregunta central es la de la
relación de Dios con el hombre. Todo el pensamiento del autor está impregnada de un espíritu
misionero. Se hace la pregunta sobre la relación entre la Iglesia y el mundo, la Iglesia y el hombre. Sabe
que la verdad de Cristo es la verdad del hombre, la cual la Iglesia recibe y tiene el deber de anunciar al
mundo. Cristo es la luz para los pueblos. El hombre lleva la verdad dentro de sí, pero éste sólo puede
conocerla conforme la Iglesia se lo de a conocer. “El hombre supera infinitamente al hombre”. El
hombre no tiene por sí mismo la verdad sobre sí mismo. Esta idea es una revolución en la historia, en la
cultura. La novedad que tiene la Iglesia radica en el don que Cristo hace de sí mismo. La Iglesia es la
depositaria de la verdad de Cristo. Se interesa también por conocer la relación entre el espíritu santo y
la Iglesia. El intento de separar el Espíritu de la Iglesia ha estado presente al menos desde las ideas
milenaristas de Joaquín de Fiore.

La verdad del hombre, de Cristo y de la Iglesia están entrelazadas: la constitución Lumen Gentium refleja
esto. Esta constitución fue escrita en gran medida por De Lubac y Woytiwa. La única actitud cristiana es
la de contemplar el misterio de la Iglesia unido al de Cristo y sumergirse cada vez más en él.

Otro tema de interés para el autor es el ateísmo. Tiene varias obras dedicadas a él. Siguiendo el concilio,
considera que el ateísmo teórico quedó refutado, pero permanece el ateísmo práctico.

Sobre el método de DL. El autor vive anclado en la tradición. Sin por ello quedarse encerrado en ella
como un fósil. Renovación en continuidad: ésta es la hermenéutica católica. Todo ya fue dado por Cristo,
y esto debe presentarse de modos siempre nuevos para hacerlo comprensible en cada tiempo y lugar.
1
PG: Padres griegos. PL: Padres latinos, de Migne. Hace traducciones críticas al francés. Están compiladas en la
colección Sources Chretiennes.
Hay que darle vueltas a las frases e ideas del autor.

Preguntas:

¿Hay autores contemporáneos a De Lubac o antecesores directos a él que hayan ejercido influencia
sobre él?

Capítulo 0: Introducción

El subtítulo de la obra nos da la pauta para comprender la tesis del autor. Aspectos sociales del dogma.
Desarrollar por qué el catolicismo es esencialmente social.

El dogma es la otra cara de la moneda de la traditio. El dogma es aquello que es recibido de la tradición.
El dogma no es impuesto, es recibido.

El autor quiere refutar la popular idea de que el catolicismo es esencialmente individual, un asunto
privado que concierne la salvación del individuo y su responsabilidad frente a Dios.

DL percibe que en su contexto el fundamento de la religión como tal ya no es el foco de la crítica. No es


útil hoy en día hacer una apología de la religión. Es necesario mostrar, no demostrar, la fe. Mostrar el
contenido de la tradición, de la Escritura, del Magisterio.

La gran tesis del libro es que el Catolicismo es esencialmente social. No hay nada en el catolicismo que
no tenga que ver con la comunión de las personas, no sólo en sus consecuencias sino en sus mismos
fundamentos.

El problema es que muchas veces se ha tenido una comprensión individualista y moralista aún al interior
de la Iglesia. Hoy pensamos más en clave trinitaria. Por ejemplo, ya no se habla de la gracia sin referir
primero a la Trinidad. Se conectan los misterios uno con otro. Esto es algo que se había perdido.

El objetivo del autor es desarrollar ideas que informan toda nuestra fe. Mens catholica: una mente
católica. Un modo de mirar la realidad. El sistema operativo de nuestro organismo. El autor muestra el
fundamento comunional de muchos aspectos de la fe cristiana. Por ejemplo, los sacramentos. Cada uno
de ellos, en su modo de constituir el modo ordinario de comunicar la vida de Dios, tiene como base,
fundamento, consecuencia y fruto la comunión de las personas.

Cosas que no hay que dejar de mirar: vivimos en una época de altísima espiritualidad. En nuestro tiempo
hay muchas propuestas espirituales. “Todo el mundo es espiritual”. Hay que insistir en la encarnación.
En la carne. En la humanidad de Dios. Si algo tenía DL es una “humanidad muy grande”. “La gran
paradoja es la encarnación: Dios hecho carne”.

Segunda característica de nuestro tiempo: el narcisismo profundo de nuestra época. La tendencia a


curvarse sobre sí mismo. La auto-referencialidad que parece humanismo pero no lo es. Porque la verdad
del ser humano no está en el ser humano mismo, sino en Cristo. Nos hiciste, Señor, para ti. Creados a
imagen y semejanza de Dios.

Lo que tenemos que dar al mundo no es una búsqueda más. Sino lo que nos ha sido dado. Lo que otro
me dio. Yo no estoy al centro. Mi misma búsqueda no está al centro. El centro es Jesucristo. Dios hecho
hombre. Dios que se dirige al hombre y se hace hombre y entrega su vida por el hombre. Lo que
podemos ofrecerle al mundo es la verdad del hombre.
Y la verdad del hombre no está en él, sino en Cristo.

La mentira que hemos creído los modernos: Creer que ser en sí es más que ser en otro.

Ser en otro es más que ser en sí. Dios mismo es en sí en cuanto es en otro. El Padre es Padre en cuanto
es en el hijo. Por eso no puede decirse que primero es Dios y luego la Trinidad, primero la unidad y luego
la comunión de personas. La persona y la comunión está en el origen. Aristóteles se equivoca al decir
que la relación es un accidente y por tanto de categoría ontológica inferior a la sustancia, la única cosa
que existe por sí misma.

Creer que en cuanto soy más independiente, más “en mí”, soy más.

Existimos únicamente porque podemos existir en otro, porque nada hay en nosotros que no hayamos
recibido de Dios.

Leer más de una vez. Encontrar lo fundamental, lo esencial, y darle vueltas a eso. No es un libro tan
didáctico. Pone el ojo en lo esencial y muestra cómo eso siempre eha estado presente en la traditio de la
Iglesia.

Ateísmo y sentido del hombre


Hoy: páginas 7 a 48.

Algunos pasajes y preguntas de la lectura:

Qué tipo de diálogo está proponiendo De Lubac? Lo describe como enfrentamiento. Combate espiritual
necesitado de armas espirituales. Lucha interior y exterior.

Tanto la profundidad como la firmeza de la fe son función de la humildad del creyente.

El encuentro nos provoca para purificar nuestra fe, para sanearla, iluminarla, para que nos impregne
todavía más.

Esfuerzo de comprensión.

No combatimos al ateo, sino al ateísmo.

El ateísmo prefiere “desarrollar la fe que evacuarla”. Es decir, no contradice la fe, sino que la incorpora a
una teoría propia. El ateísmo contemporáneo propone una reducción.

--

Notas de clase:

Su libro es una propuesta metodológica sobre cómo el cristiano puede hacer frente al ateísmo.
Comprende el ateísmo no como una teoría sino como un fenómeno cultural. Por lo tanto, DL no elabora
aquí una refutación teórica del ateísmo, sino que propone pautas para que el cristiano dialogue con el
ateísmo.

El magisterio fundamentalmente enseña. Decir la fe. Por lo tanto, el magisterio no se preocupa


principalmente de argumentar, proponer teorías. Sus enseñanzas son “más premisas que conclusiones”.
Lo que exponen los documentos magisteriales del concilio son principios fundamentales de la fe. El
concilio enseña tanto una doctrina como una actitud con la cual la fe debe enfrentar el mundo. Por lo
tanto, su libro es un desarrollo de lo que significa enfrentar el mundo actual con una actitud católica en
la línea con las enseñanzas del concilio. Recuerda también que el cristiano debe permanecer anclado en
la tradición al tiempo que dialoga con el mundo y renueva su fe: “Toda renovación supone continuidad”.
Finalmente, nos recuerda que el hombre sólo se entiende a sí mismo desde Cristo.

Leer: Redemptor Hominis (primera encíclica de Juan Pablo II) y Gaudium et Spes 22. 47 87 115

Capítulo 1:

Cómo dialogar con un ateísmo que permea toda la cultura

Comienza con una idea que guía toda su obra: el mundo ateo propone un concepto del hombre distinto,
precisamente porque es un concepto del que Dios está desterrado. Esto es el drama del ateísmo. Un
ateísmo práctico: vivir como si Dios no existiese. No es que se tenga la teoría de que Dios no existe, sino
que Dios es irrelevante para la vida humana. Es el resultado cultural del ateísmo.

El cristiano debe enfrentarse con este fenómeno. Diálogo, enfrentamiento, y lucha. ¿Qué entiende De
Lubac por diálogo? La premisa de todo diálogo es la obediencia a la fe, y por lo tanto la humildad: el
reconocer que su fe no le pertenece, sino que la ha recibido gratuitamente. Para DL la motivación del
diálogo no es ganar un argumento, ni convencer al otro de una idea, sino ser un buen samaritano:
hacerse cargo de la persona que sufre. Y lo hace de modo cercano. Lo carga. Paga por sus cuidados. El
cristiano de hoy del mismo modo debe atender al ateo, hacerse cargo de él, curar sus heridas. Otra
imagen: el tesoro descubierto. La fe no nos pertenece, sino que ella nos lleva a nosotros. 2

Lejos de culpar al ateo de su falta de fe, DL señala las faltas de los cristianos que han contribuido al
desarrollo del ateísmo. Por ejemplo, el fenómeno tan común de imponer la fe. O de ahogarla en
sentimientos empalagosos. Por eso la lucha contra el ateísmo supone ante todo un esfuerzo interior.

Las reflexiones de este libro deben suscitar un esfuerzo de pensamiento y de vida a lo largo de todo el
camino. El no creer del otro debe interpelarnos. Debe cuestionarnos. Hacernos preguntar qué hay en el
no creer del otro. Por ejemplo, cuestionarme cómo estoy presentando mi fe.

Leer: Tomas Halik, Patience with God. 12.99 en kindle

Por el pecado original, todos llevamos un ateísmo en el interior de nuestro corazón. Por eso, el combate
contra el ateísmo es un combate espiritual. De esta lucha tanto el ateo como el creyente se benefician.
En particular el segundo crece en su fe.

Dios y la fe como una realidad postiza que viene a resolver desde fuera una realidad que tiene que ser
resuelta desde dentro.

Quiero volver al tema sobre las malas interpretaciones del concilio, el mileniarismo, el papel del Espíritu
Santo, y Joaquín de Fiore. Página 44.

2
No entiendo el concepto de evangelizar por obediencia a la fe que me lleva a mí. La fe no es mía, no es mi
proyecto personal, sino que yo pertenezco a ella y le debo obediencia. Me genera ruido porque cómo podré
evangelizar si yo mismo no estoy convencido de la verdad de la fe. Me parece a mí que la motivación debe ser
interior y no exterior.
Fides quarens intellectum – la fe quiere entender, comprender. La fe es un don sobre el que queremos
profundizar por medio de la inteligencia. Una fe enriquecida es una fe comprendida. Lo que consolida la
fe es el proceso de profundizar en ella mediante la inteligencia.

Actitudes católicas que propone DL:

Discernimiento:

Desconfiar de las respuestas fáciles

Observar y dejarse prender en él como en una red.

Valor: rechazar las fórmulas de compromiso recibidas sin crítica.

Permanecer lúcido. Se debe conocer la tradición. Padres. Concilios.

Mantener a Cristo al centro. Él es nuestro norte.

No asustarse ni dejarse deslumbrar por razonamientos y fórmulas nuevas que pretender resolverlo
todo.

Cómo entablar un diálogo con el ateísmo en un mundo que no quiere ser convencido de absolutamente
nada.

Día 3: Capítulos I a III de Catolicismo


Capítulo 1: El Dogma

Este capítulo aborda las cuestiones dogmáticas fundamentales sobre lo que se construye el resto de este
libro.

La dimensión de la comunión, también conocida como la dimensión social, del catolicismo, no es un


aspecto secundario sino fundamental de la fe cristiana. Sobre esto el autor desarrolla 4 puntos:

1. El punto de partida fundamental de la fe católica: la creación. Lo primero no es la naturaleza


sino Dios. Para comprender lo que nos es dado por la gracia, comprendemos primero lo que nos
es dado por la naturaleza.
a. Dios crea la humanidad como un todo único.
b. En la creación del primer hombre, Adán, comienza la creación del género humano. En
Adán todos nos encontramos presentes. Adán no es sólo el primero de muchos, sino
también aquél en quien están todos.
c. El modo católico de ver la humanidad: verla como una unidad. Esto no se opone a la
dignidad y unicidad de cada ser humano.
2. El principio de la unidad: la imagen y semejanza del hombre con Dios. Por qué todos los
hombres somos uno: porque en todos los seres humanos la imagen de Dios es la misma.
a. Esto es lo que explica no sólo la participación del hombre en Dios sino también la unidad
del género humano.
b. Por eso podemos decir “Padre Nuestro”. Al hacerlo nos reconocemos hermanos unos de
otros.
3. El pecado se comprende como fragmentación, como separación. Esta es la oposición a la gracia,
que es principio de unión. También lo describe como “individualización”: pasar de estar en
relación (ser persona) a estar aislado, separado (individuo).
a. Esto incluye la separación hombre-Dios, hombre-hombre, hombre consigo mismo, y
hombre-naturaleza.
b. El pecado es todas estas rupturas al mismo tiempo. No puede hablarse de ruptura con
Dios sin hablarse de una ruptura entre los hombres.
4. La redención: volver a unir lo que estaba separado. Reestablecer la unidad perdida, no sólo
entre el hombre y Dios, sino entre un hombre y otro.
a. La redención como con-corporación. No es que cada hombre se reinserta en el cuerpo
de Cristo, sino que se reinserta todo el género humano entero.
b. La encarnación es la clave para entender todo el cristianismo: ya en la encarnación está
la reunión en un solo hombre de todo el género humano.
c. En Cristo estamos todos, porque Cristo es de naturaleza humana. Toda la naturaleza
humana es asumida, la de cada uno, toda entera. Cristo es la salvación del todo.
d. Por eso la salvación de Cristo no es sólo una salvación personal, sino colectiva.
5. Algunas conclusiones:
a. Dios crea. Ese acto pone en el ser una realidad. Esta es la imagen misma de Dios. Esto es
lo que Dios crea, asume y redime. La persona posee la naturaleza. La naturaleza se hace
mía porque yo la asumo. Porque hay un ser personal que la posee.
b. Por eso el pensamiento católico debe ser desde la unidad.
c. La naturaleza humana es lo que tenemos en común todos los hombres. Pero también
tenemos en común que somos personas. Pero al mismo tiempo el ser persona es lo que
nos distingue unos de otros.
6. Preguntas que surgen:
a.

Capítulo 2: La Iglesia

¿Qué significa que la Iglesia sea católica?

La Iglesia es “Jesucristo extendido y comunicado”. La obra de reunión espiritual hecha necesaria por el
pecado, comenzada en la Encarnación y proseguida en el Calvario. La catolicidad no es cuestión de
geografía ni de cifras, sino un principio intrínseco a la Iglesia.

La Iglesia es católica porque se dirige a todo el hombre, a toda la humanidad, a toda su naturaleza. La
Iglesia quiere reunir a todos los hombres en Cristo precisamente porque en Cristo están todos los
hombres. La Iglesia es expresión de la unidad de todos los hombres.

Para comprender la catolicidad de la Iglesia hace falta primero comprender la unidad del género
humano: “la humanidad es una por su estructura divina”. Como se dijo antes: hay una unidad de la
humanidad porque toda ella es imagen de Dios. Luego, la misión de la Iglesia también es universal:
“revelar a todos los hombres la unidad que han perdido, restaurarla, y plenificarla”. Esto está
simbolizado en los doce apóstoles, que apuntan a la universalidad del mundo, la universalidad de la
Iglesia.
La Iglesia es literalmente la asamblea de los llamados. La unidad de personas llamadas por Dios. Esta
definición coloca la comunión antes del individuo. La Iglesia no se forma a partir de individuos que
deciden unirse para un propósito, sino que se forma a partir de un llamado de Dios. El hecho de que el
llamado preceda la decisión de cada persona particular hace que la Iglesia sea una obra no humana sino
de Dios. Lo mismo ocurre con las congregaciones religiosas al interior de la Iglesia católica. Hay muchas
obras humanas buenas fruto de la decisión de un grupo de personas con una buena intención. La Iglesia
es en primer lugar una obra de Dios que llama a los hombres. Esto tiene consecuencias importantes para
la evangelización.

La salvación es esencialmente comunitaria, y esto es algo que ya había sido preparado por la revelación
del antiguo testamento. En el AT los judíos tenían conciencia clara de que eran salvados no
individualmente sino colectivamente, como nación. Esto luego llega a su plenitud cuando los cristianos
comprenden que todos los hombres están llamados a ser salvados.

La Iglesia aparece constantemente personificada. La Iglesia puede ser considerada Madre: da a luz a sus
hijos, y llama y congrega a sus hijos en torno a Cristo. La Iglesia puede ser esposa: tanto como la virgen
fiel como la prostituta, la esposa infiel.

No se puede creer en Cristo sin creer en la Iglesia. Cristo es el único salvador. Sólo en la Iglesia Cristo
salva. SI Cristo es el sacramento de Dios, la Iglesia es como el sacramento de Cristo. La Iglesia representa
a Cristo. Hace presente a Cristo. La Iglesia continúa a Cristo mismo. Si la Iglesia es el cuerpo de Cristo,
Cristo está realmente en la Iglesia. Cristo es el sacramento del Padre. El lugar donde se realiza y
manifiesta la acción de Dios en el mundo es la Iglesia. Por eso en la Iglesia se realiza la unión de Dios y
hombres. Ver catequesis de la Iglesia de JPII.

Capítulo 3: Sacramentos

Sacramenta facium Ecclesiam.

Dada la participación en Cristo, por el bautismo nos hacemos plenamente hijos de Dios y se nos borra el
pecado original.

La Eucaristía como el sacramento de comunión, vínculo de caridad entre los hombres. Sin embargo,
frecuentemente esto es malinterpretado. Se entiende a nivel banquete: a nivel congregación. El
protagonista soy yo que quiero unirme a los demás y vivir la caridad con los demás. La unidad como si
fuese algo que yo construyo y yo hago. En realidad, Cristo es la paz. Cristo es quien nos une. Por otro
lado, en ocasiones se acentúa la presencia real al punto que se separa este aspecto del aspecto
comunional de la eucaristía. Esto tiene que ver con la idea del cuerpo místico.

Los tres elementos y grados de profundidad de los sacramentos:

 Sacramentum tantum: el signo exterior: el pan y el vino


 Sacramentum et res: la cosa contenida bajo el signo: el cuerpo y la sangre de Cristo
 Res tantum: hay algo más profundo aún que el cuerpo y la sangre de Cristo: la caridad. Por eso
el cuerpo místico de cristo es la Iglesia. Esta es la comunión de Dios con los hombres y la
comunión entre los hombres.

El vínculo estrecho entre el sacramento de la eucaristía y el martirio. Para poder hacerse eucaristía, hay
que morir a nosotros mismos. El grano individual tiene que morir a sí mismo para hacerse pan.
¿Por qué se pierde el énfasis en el tercer aspecto? FEU

Conforme la Iglesia se ve en la necesidad de afirmar la verdadera presencia de Cristo en la eucaristía, se


pierde el énfasis en el tercer nivel del sacramento: la caridad.

La ilustración enfatizó el hacer por encima del ser; el ser-en-sí por encima del ser-en-otro.

Capítuo IV: Vida Eterna

Dos ideas principales en este capítulo:

(1) La vida eterna debe comprenderse fundamentalmente en clave social.


(2) Si bien los santos ya gozan de la visión beatífica, aguardan todavía con esperanza la
consumación de la obra redentora de Cristo

Sobre la primera idea:

La vida eterna es la consumación del misterio de unidad hacia la que toda gracia está encaminada. Por
eso el cielo “ha sido concebido siempre en la tradición cristiana bajo la analogía de una ciudad”. Se trata
de una ciudad “compacta como una sola casa”, la sociedad católica perfecta que contiene a toda
criatura espiritual. Esta unidad, como se dijo antes de la Iglesia, no consiste únicamente en el resultado
de la suma de los “elegidos” (los santos, las almas en el cielo), sino en una unidad real y transpersonal.
Tampoco es una unidad basada en una “concordia exterior”. La unidad consiste en ser “una misma
cosa”, en estar “unidos al Bien que es único”, mediante “un vínculo de paz … en la unidad del Espíritu
Santo”, para conformar “un solo Cuerpo y un solo Espíritu”. Por eso no puede decirse que la unión sea
física o moral. Es una “unanimidad… que es a la vez imagen y efecto de la unidad de las Personas divinas
entre sí.” En una frase: “No comunidad de espíritu, sino Comunidad del Espíritu”. La gloria del cielo es
una participación de la naturaleza divina, que no es otra cosa que la “unidad perfecta… sin exterioridad
ni confusión, sin multiplicidad ni absorción”.

No sólo es social el “destino” sino también el camino que conduce a él. Desde los comienzos de la fe
cristiana ha existido “un sentido muy vivo de la solidaridad de todos los individuos y de las diversas
generaciones en la marcha hacia una misma salvación”. Precisamente porque la vida eterna consiste en
la plenitud de la unidad de todo el Cuerpo Místico de Cristo, la salvación no puede comprenderse ante
todo en clave individual. El cristiano pone su esperanza en una “salvación social”. De aquí surge la
pregunta que da origen a la segunda idea desarrollada en este capítulo: ‘Pueden las almas gozar de la
visión beatífica antes del Juicio Final? Es decir, ¿pueden algunas almas gozar de la gloria del cielo
mientras existan otras que aún se juegan su salvación en la tierra?

Sobre la segunda idea:

El autor comienza citando el dogma oficial de la iglesia, promulgado por el papa Benedicto XII en el siglo
XIV. Este papa condena “la opinión según la cual las almas de los elegidos debían esperar hasta la
resurrección final para gozar de la visión beatífica”.

El autor luego hace un largo recuento de las distintas opiniones que han existido en la iglesia sobre este
tema. Muchos teólogos, incluido el propio antecesor de Benedicto VII, Juan XXII, creían que los santos
esperaban a la puerta del cielo en espera del fin de los tiempos. Lejos de esquivar esta larga tradición, el
autor señala bases escriturísticas de esta creencia. Afirma que el evangelio “parece hacer depender
temporalmente tanto la recompensa como el castigo de un Juicio general que no tendrá lugar hasta el
fin del mundo”. Las ideas de resurrección y de vida eterna parecen estar unidas. Detrás de estas ideas, el
autor resalta una creencia subyacente fundamental: “la fe en la esencia social de la salvación”. Es decir,
detrás del error, hay una idea correcta, “que no hay salvación individual mas que en el interior de la
salvación del conjunto”. Es decir, mientras que la fe reconocía con razón una relación de causalidad
“muy real”, el error consistió en hacer de ello una interpretación temporal.

Habiendo clarificado que la relación de causalidad entre salvación social y temporal no equivale a una
relación temporal, el autor profundiza en el significado de la relación causal, en donde encuentra “una
enseñanza todavía actual”.

De Lubac se pregunta: “Mientras la Redención está todavía en marcha, mientras el Cuerpo no haya
alcanzado la plenitud de su estatura, ¿cómo un solo miembro conocerá su pleno desarrollo”. Con
Orígenes responde: “No hay más que un solo cuerpo, que espera su redención”, refiriéndose al Cuerpo
Místico de Cristo, la Iglesia entera. Según el autor, este pasaje está en armonía con lo que dicen
Atanasio, Ambrosio, san Bernardo, san Agustín, y el mismo santo Tomás de Aquino. Éste último
reconoce la dimensión social de la vida eterna al afirmar que el reino de Dios “no es otra cosa que la
sociedad ordenada de los que gozan de la visión divina”. Al mismo tiempo reconoce que “el alma no es
perfecta sin el cuerpo”, y que “la resurrección sólo puede tener lugar al final de los tiempos”. Por lo
tanto todos parecen coincidir con lo que san Bernardo apunta que son las dos condiciones de la
“felicidad perfecta”, “la resurrección del cuerpo y la reunión del número de los elegidos”. Esto se explica
porque ambas cosas son obras unitivas, realizadas por el mismo Espíritu: “tanto es así que la
resurrección de los muertos puede ser igualmente designada por la palabra que designaba ya la
formación de la Iglesia: congregatio”.

De Lubac hace suya la conclusión del padre Pierre Charles, a quien cita diciendo: “Una misma aspiración,
un mismo deseo, una misma pulsación ritman la vida de la Iglesia triunfante y de la Iglesia militante,
hasta el día en que Cristo quedará ‘perfecto’, es decir hasta el día del segundo advenimiento en la
gloria.” Dado que la obra de Dios, la obra de Cristo, es decir, la Redención, “es una”, la única Iglesia
permanece inacabada hasta el último día”.

Preguntas:

¿A qué se refiere el autor cuando dice que la unidad del cielo es transpersonal?

Notas de clase

El capítulo presenta un tema antropológico y teológico central para el resto de su libro y para la teología
de su época, aunque hoy nos pueda parecer claro. Se trata de una conclusión que permaneció abierta
dentro de la Iglesia durante 800 años. Esto es: el hombre tiene sólo un fin, un fin sobrenatural. DL lo
plantea de modo que resulta como una consecuencia lógica de lo que había tratado antes. Es decir,
parte de la idea de que la Creación es la obra fundamental de Dios, y de que la Redención no es sino la
“nueva creación” de Dios, para llegar a la escatología, y se pregunta: ¿en qué sentido la vida eterna es
social y comunional? Y otra pregunta relacionada: ¿Llegar al cielo es cosa mía, o cosa nuestra? Concluye:
Es cosa mía y cosa nuestra. Surge la cuestión: ¿cuál es la relación entre una y otra?
El cielo es el fin último del hombre. El cielo es el sentido de toda la realidad terrena, y el sentido último
del hombre. Por eso, dado que la creación y la vida terrena del hombre es fundamentalmente
comunional, se sigue que también el fin último, la vida eterna, el cielo, también es comunional. ¿Qué
significa esto?

El individuo no se disuelve en la vida eterna. El ser personal permanece después de la resurrección, y


llega a su plenitud en la gloria del cielo. Por lo tanto, la comunionalidad del cielo no disuelve a la persona
individual. La forma en que los judíos se refieren a la persona, al quién es de un sujeto, es mediante el
nombre. Por eso el nombre es fundamental para ellos, y lo vemos en la relevancia que cobra en
personajes claves de la Biblia, que cambian de nombre al recibir una misión divina (Abran, Abraham,
etc.). La otra forma de referirse a la persona es mediante el concepto de Rostro. Para resaltar la dignidad
insuperable de Dios, la literatura judía resalta que el nombre de Dios no puede pronunciarse, y su rostro
no puede verse.

En la escatología, deben mantenerse juntas dos cosas. Por un lado, la unidad de la gloria se apoya en
Dios mismo, que es en sí mismo misterio de comunión. Este es el misterio de la unidad en la diversidad.
La gloria del cielo por lo tanto es una participación en la naturaleza divina. Los dos misterios: el misterio
del cielo, y el misterio de la comunión y la unidad natural del hombre, que parte de la creación misma
del hombre, imagen y semejanza de Dios Trino. Estas son cuestiones que no quedaban totalmente
resueltas en el Antiguo Testamento, precisamente porque no quedaba clara todavía la naturaleza
trinitaria de Dios.

La comunionalidad de la vida eterna se encuentra claramente en las palabras de Cristo: Que sean uno
como nosotros somos uno (Jn. 17, 21).

En el resto del capítulo, DL se dedica a tratar una cuestión: el sentido de la comunión y de la unidad
respecto de la escatología era tan fuerte que se llegó a plantear la imposibilidad de la beatitud plena de
las almas hasta que el último de los santos haya entrado al cielo. Esta idea fue luego condenada. No es
verdad que los santos deben “esperar en la puerta del cielo” hasta el juicio final. Aún así, la controversia
sirve para demostrar el gran sentido comunional que la Iglesia ha tenido siempre sobre el destino de la
humanidad y sobre la salvación individual. No hay salvación individual más que en el interior de la
salvación del conjunto. Hay elementos de esto en la teología de Santo Tomás: “el fin de la criatura
racional es llegar a la bienaventuranza, que sólo puede consistir en el reino de Dios, el cual a su vez no
es otra cosa que la sociedad ordenada de los que gozan de la visión divina”.

No se puede anular la distinción entre el juicio personal y el juicio común. Lo que resucita es la parte
débil y frágil del hombre. No sólo es la resurrección de mi cuerpo, sino la resurrección del cuerpo, de la
persona entera, para la participación plena en el Cuerpo, la Iglesia triunfante. ¿Cuál es la gloria del hijo?
Que la gloria del Padre se realice. La obra del Padre ya está realizada, y todavía no. Cristo también
espera el cumplimiento definitivo de la obra del Padre. Cristo es la cabeza de ese Cuerpo que gime
todavía por su pleno cumplimiento. “La obra de Dios, la obra de Cristo, es una. Hay una sola Iglesia, y no
tres (militante, purgante, triunfante).

Agustinismo y teología moderna. En esta obra DL aborda la cuestión sobre la esperanza de Cristo.

¿Cómo algo creado para la comunión puede quedar fuera de la comunión con Dios (i.e. almas en el
cielo)?
¿Hay comunión entre las almas del cielo y las del infierno? Por la comunión, ¿no tendrían que sufrir las
almas del cielo por las del infierno?

En un sentido, el vínculo de comunión nunca se pierde, aún en el infierno. Porque la existencia continúa,
y la existencia refleja algún tipo de comunión. Siempre es mejor ser que no ser. Dios mantiene su
comunión y su fidelidad. Esto se refleja en su dejarnos permanecer en el ser, en la existencia, y en
cuanto a nuestra libertad.

Hasta el juicio final, la comunión entre las almas tiene una dimensión particular. Por eso la intercesión.
El sufrimiento real de los miembros sentido por otros.

«¿Cómo puedo vivir la felicidad plena en el cielo si un ser querido está condenado?

Capítulo V: La historia

“Únicamente el cristianismo afirma a la vez e indisolublemente, para el hombre un destino trascendente


y para la humanidad un destino común”. A partir de estos dos datos de la escatología DL estudia la
historia del hombre. Concibe, pues, la historia como un proceso encaminado hacia ese destino. El otro
carácter del dogma cristiano es el carácter histórico. La salvación cristiana es histórica, es la historia de la
penetración de la humanidad por Cristo.

Precisamente porque todo tiene una dirección y un sentido, la historia es lineal, no circular. Las miradas
sobre la historia no judeocristianas siempre son circulares, porque carecen de un concepto de creación y
un concepto de fin trascendente.

La vida histórica, geográfica y temporal de Cristo es salvífica. Por eso la historia es tan importante para el
cristiano. La explicación del origen y el final del mundo está fuera del mundo. En la revelación cristiana,
la revelación fundamental es la de un Dios que no es del mundo sino que está fuera del mundo. El ser
humano, fuera de esta revelación, nunca pensó esto. Aunque de jure, en principio, pudo haber sido
pensada, de facto no lo fue.

La razón que trata de entender la historia sabiendo que está cargada de sentido. Sabemos de dónde
viene y a dónde va, así como su centro.

Hermenéutica atea del cristianismo

Comprender al otro es englobar al otro dentro de mi propia visión. Comprender al otro es anexionarse al
otro. Esta es la estrategia del ateísmo contemporáneo. Es decir, no refutar el cristianismo como tal, sino
incorporarlo dentro de una visión más amplia. Al hacerlo se explica y se reduce el cristianismo. Se le
comprende como un paso natural al hombre, pero no el último, ni el definitivo. Lo que hace con el
cristianismo es “llevarlo al término a donde tendía desde el origen”. Hegel es el gran articulador de esto:
“Hegel es el filósofo que más ha contribuido al establecimiento y a la victoria del ateísmo”.

Hermenéutica cristiana del ateísmo

Capítulo 4: El aviso de la ciencia

En la época en que escribe DL, el desarrollo científico era tal que la cultura popular se cuestiona si esto
significa el fin de la religión y de la creencia en Dios.
La contribución que me parece más interesante es el papel que juega el descubrimiento científico en la
purificación de la fe.

Al mismo tiempo, la fe es una aliada de la razón crítica. Cuando se pierde la fe, comienzan a aparecer
toda clase de creencias mitológicas.

El ateísmo nos interpela y nos hace cuestionar: ¿en qué Dios creo?

El dios que desmienten los ateos es un dios falso. Los creyentes también son ateos respecto de ese dios.

El miedo puede ser una ocasión para purificar nuestra fe.

Crítica al poder. Dice, el mayor poder que podría alcanzar el hombre sería la inmortalidad terrena. Pero
luego dice, en tal caso, el hombre todavía tendría necesidad de encontrar el sentido a su existencia.
Pues el hombre inmortal no sería otra cosa sino la inmortalidad del hombre. Pues estaríamos siempre
encerrados en la “burbuja cósmica”.

En muchas ocasiones el escándalo eclesial termina por atentar contra la misma fe. Lo cual es un salto
ilógico.

El Dios cristiano no es el que suple las deficiencias humanas, o el que explica lo inexplicable, o el que
resuelve todos los problemas al final, o el que premia a los buenos y castiga a los malos. Dios es en quien
reside el sentido de la existencia del hombre. Y si el mundo tiene necesidad de caridad y luz, tiene sobre
todo necesidad de sentido. Por eso el cristiano es “el profeta del sentido” (Paul Ricoeur).

En la creación se explica tanto el valor de la persona individual como el anhelo comunional.

Sentido de la historia y sentido del hombre

Esta sección aborda la tensión que existe entre el hombre individual y el hombre en sociedad. Los
humanismos ateos absolutizan alguna de estas dos dimensiones sin lograr integrarlas en una visión
única. Por un lado se tiende a absolutizar la libertad y autodeterminación del hombre individual. Por
otro lado se valora tanto la humanidad en conjunto que se piensa que en ella radica el sentido del
hombre, en el progreso de la especie humana.

Me parecen interesantes los dos ángulos del humanismo que enfatiza y absolutiza la postura atea. Éstas
parecerían alinearse con las posturas más conservadoras y liberales. Me parece valiosa su idea de
rescatar lo que hay de verdadero en cada una. Especialmente como un punto de diálogo con los jóvenes
hoy. Evidentemente están mezcladas. Estas verdades son de origen cristiano. Pero son parciales.

Como hablar de estas verdades parciales al mundo de hoy. Como hacerles recordar a los “comunistas”
sobre el valor de la persona individual, y a los “capitalistas” sobre la importancia de la comunidad
humana?

La fe supone que lo primero no soy yo, o mi inteligencia, mi descubrimiento de la verdad. La fe es


siempre una respuesta a la iniciativa de Dios.

Reducir la fe a la búsqueda y la incertidumbre. El contenido fundamental de la fe es un sí a la redención


de Cristo. Pero efectivamente es un sí lleno de misterio.
Capítulo 7: La salvación por la Iglesia

Este capítulo aborda el problema de “la salvación de los infieles”. Es decir: ¿Se pueden salvar las
personas que no pertenecen a la Iglesia visible? Y también: ¿Si es posible salvarse fuera de la Iglesia
visible, para qué entonces pertenecer a la Iglesia visible, y para qué evangelizar?

La respuesta final va a ser la siguiente. La salvación sólo es posible dentro de la Iglesia. La Iglesia, el
Cuerpo de Cristo, es todo el pueblo de Dios, y esto incluye personas fuera de la Iglesia visible. La
salvación de las almas fuera de la Iglesia visible es posible, pero la salvación dentro de la Iglesia es el
camino ordinario, querido por Dios, y más perfecto. Las almas que se salvan sin conocer a Cristo y su
Iglesia visible son aquellas que, de haber conocido la Iglesia, hubieran aceptado la invitación a ser parte
de ella.

¿Por qué no conformarse con salvarse fuera de la Iglesia? Porque salvarse siempre es en la Iglesia. Y
hacerlo de facto es mejor que hacerlo de modo implícito.

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El problema de la salvación de los paganos es un problema en la teología católica en el que se cuestiona


la relación entre Dios y los paganos. Se hace la pregunta: si Dios ama a todos, de qué modo ofrece la
salvación a los paganos? Algunos han afirmado que «no cae ni una sola gota de gracia sobre los
paganos». Pero esto es rechazado por la Iglesia. Otros afirman que Dios se les revela a ellos por medio
de los milagros, pero esta respuesta es insuficiente porque hace de la excepción una regla. Otros
postulan una salvación natural, aunque no me queda claro a qué se refiere el autor con esto.

La respuesta de la Iglesia es que «la gracia de Cristo es universal, y el medio concreto de salvarse no falta
a ningún alma de buena voluntad».

Pero de esta respuesta se deriva un nuevo problema. Parece que la Iglesia hace dos afirmaciones
contradictorias. Al mismo tiempo que se afirma la universalidad del acceso a la salvación, se dice que «la
fe en la persona de Cristo y la incorporación a la Iglesia son condición de salvación». La primera parece
sugerir que la tarea de evangelización no es tan importante, mientras que la segunda la hace vital.
¿Cómo reconciliar que, por un lado, la salvación está disponible para el no cristiano, con la necesidad
urgente de la evangelización? ¿Es o no es necesaria la evangelización?

DL lo formula de este modo: «Si basta un cristianismo implícito para la salvación de quien no conoce
otro, ¿para qué lanzarnos a la búsqueda del cristianismo explícito?

Se parte de una convicción de fe: «La Iglesia es por las intenciones divinas y por la institución de Cristo el
único camino normal de salvación». Es decir: La Iglesia es necesaria porque Dios así lo dijo. Pero esta
respuesta es insuficiente: «una orden, incluso divina, no es jamás la razón última de nada. La razón
última del precepto no es el precepto sino la armonía». Se trata de averiguar por qué Dios establecería
una Iglesia visible con una tarea misionera siendo que también es capaz de suscitar la salvación fuera de
la Iglesia visible.

La respuesta tiene que ver con la unidad del género humano, el común origen y destino del hombre, que
es la vida de comunión. Todos los hombres forman parte de un mismo cuerpo. Por lo tanto, no son sólo
los miembros del cuerpo, sino el cuerpo como tal, que debe ser salvado. El cuerpo, la humanidad, debe
recibir «la forma de Cristo», y dice DL «esto no es posible sino por medio de la Iglesia Católica». La
Iglesia es necesaria porque (1) es la única mensajera integral y autorizada de la Revelación, (2) Por
medio de ella se extiende la práctica de las virtudes evangélicas, (3) Ella tiene a su cargo realizar la
unidad espiritual de todos los hombres». La Iglesia invisible «se identifica con la salvación final»; la
Iglesia visible «es el medio providencial de esta salvación.»

Fuera de la Iglesia visible, la plenitud del mensaje cristiano no se encuentra. Eso no significa que toda
cultura pagana esté totalmente corrompida. Simplemente que no han alcanzado la perfección cristiana.
«Fuera del cristianismo, nada llega a su término, hacia donde tienden sin saberlo todos los deseos
humanos, todos los esfuerzos humanos, que es el abrazo de Dios en Cristo». Todas las culturas,
religiones, y esfuerzos no cristianos por llegar a Dios deben ser «fecundados por el cristianismo para
producir su fruto de eternidad».

La unidad plena de la humanidad es posible solamente bajo el ideal cristiano, que es un ideal divino y no
humano, y que es llevado a su cumplimiento por el sacrificio de la sangre de Cristo bajo la asistencia del
Espíritu.

Por otro lado, Dios siempre actúa con el hombre, incluyendo su plan de redención. El hombre no es un
agente pasivo es su salvación, pues ello no sería acorde a su dignidad. Por eso la gracia de la salvación
no es externa, como un vestido que cubre la miseria del hombre, sino interna: la gracia de la cruz
transforma al hombre desde dentro, y le permite al hombre vivir la vida de Dios. Por eso el hombre debe
cooperar con su propia salvación, y por eso en la Cruz se une la revelación de Cristo y la fundación de la
Iglesia. Se unen revelación y redención.

La Iglesia no está acabada. Debe crecer. Extenderse por todas partes, para «permitir que el reino de Dios
profundice en toda alma». Esta conciencia está desde el origen de la fe cristiana: «siempre la iglesia ha
reconocido suya la carga de todo el género humano». Esto es la esencia del catolicismo: «su catolicidad
es también una perpetua exigencia… el principal oficio de sus pastores».

La Iglesia es entonces un «cuerpo en crecimiento… un edificio en construcción». A esta construcción ha


contribuido también el mundo pagano, preparando a la humanidad para recibir y acoger a Cristo. Y esto
tiene una consecuencia gigante: «Si una masa tan enorme de infieles… ha tenido que jugar en la historia
de nuestra salvación una función necesaria, es que tiene un lugar inevitable en nuestra humanidad, esa
humanidad tal como la han hecho a la vez la caída del hombre y la promesa del redentor». Este papel no
puede ser el de «un simple andamiaje… necesario para la construcción… pero que se retira luego».
Antes bien, debe considerarse que «La humanidad está hecha de personas, todas las cuales tienen un
mismo destino, singular y eterno, y cuyas relaciones no pueden concebirse como puramente
exteriores». La consecuencia de esto es que «los infieles deben beneficiarse a su manera de los
intercambios vitales de este Cuerpo». Se entiende así por qué también ellos pueden alcanzar la
salvación. Es una extensión natural del dogma de la comunión de los santos: «Si bien no están ellos
mismos situados en las condiciones normales de su salvación, podrán al menos obtener esa salvación en
virtud de los vínculos misteriosos que los unen a los fieles». Es decir, pueden salvarse «porque forman
parte integrante de la humanidad que será salvada».

Por eso, aunque es «suficiente» una cierta disposición como pagano para salvarse, la salvación por la
Iglesia visible es «necesaria». Esto es porque si lo menos es suficiente, debe forzosamente existir un
medio perfecto. Y esto supone que el medio perfecto sea más limitado y siempre en crecimiento. La
posibilidad de salvación fuera de la Iglesia supone una salvación ordinaria y más perfecta en la Iglesia,
precisamente porque tal posibilidad está fundada en la existencia de esa Iglesia y en la disposición del
infiel a adherirse a ella.

Lo menos (la salvación del infiel fuera de la iglesia visible) «es suficiente no en sí misma, por su propio
valor, sino en cuanto aspira al más, en cuanto estará dispuesto a perderse en ese más tan pronto como
le sean quitados los obstáculos exteriores que se lo ocultaban».

El autor luego insiste en el papel fundamental que juegan los paganos en la construcción de la Iglesia:
«judíos o gentiles, unos y otros han tenido relación con el mismo Cristo, han esperado al mismo Cristo,
han prefigurado, sobre todo por sus sufrimientos, esos sufrimientos que no perdonan jamás al justo, al
mismo Cristo».

Los gentiles «no han sido salvados por una pertenencia puramente espiritual e intemporal al alma de la
Iglesia, sino, por efecto de un vínculo muy real aunque indirecto y a menudo oculto, a su cuerpo».

El cristiano no debe, pues, evadir nada de lo humano, y colaborar con todo. Debe «trabajar con Dios y
los hombres en la obra de Dios en el mundo y en la humanidad». Por eso el católico tiene una gran
responsabilidad con los gentiles. Porque la gracia que ha recibido debe ser «dada en favor de los otros».
Esto se traduce en dos responsabilidades simultáneas: (1) favorecer la salvación colectiva del mundo
tomando parte en la construcción del edificio de la Iglesia desde la propia vocación y (2) ayudar a la
salvación personal de los que permanecen aparentemente infieles. Esta responsabilidad proviene «de
nuestra alma bautizada». Los talentos de cada uno deben ponerse a este servicio: «que el que sea
mayor entre vosotros sea como el que sirve». La riqueza que ha recibido el católico debe comunicarse,
pues «no hay ningún otro medio de conservar su riqueza». En efecto, «no se posee más que lo que se
da». Como Iglesia debemos abrazar la humanidad entera, interesarnos por toda ella. Nadie puede decir
como Caín que no es guardián de su hermano.

Notas de Clase:

El tema de este capítulo: la salvación de los infieles, y la aparente contradicción entre el dogma del
llamamiento universal a la salvación y el dogma de la necesidad de la Iglesia para esta misma salvación.
Si todos tienen la posibilidad de salvarse, ¿para qué queremos una Iglesia? Y no sólo se trata de justificar
su existencia, sino de explicar por qué es vital.

El por qué es necesaria la Iglesia está claro a partir de lo que se ha dicho antes en el libro. Pero en este
capítulo se responde a esta pregunta desde la objeción de la salvación universal.

Otro principio: la Iglesia no está aún acabada, sino que sigue en crecimiento. Hay que justificar por qué
debe seguir creciendo, por qué su espíritu misionero es vital, dado que la salvación es posible aún para
los que todavía no conocen a Jesucristo.
DL critica la distinción entre el alma y el cuerpo de la Iglesia. O la distinción entre Cristo y el Verbo. Para
el no cristiano, el logos es ese verbo que continúa salvando fuera de la carne de Jesús.

Qué cosa es la comunión de los santos: Habla de que como humanidad somos un cuerpo. Todo lo que
ocurre de bien en algún lugar, esa gracia y ese bien, esa cooperación con el misterio pascual de Cristo,
afecta a todo el cuerpo. Nuestro bien le hace un bien a toda la Iglesia, y nuestro mal le hace mal a toda
la Iglesia. Nuestro mal se inserta en el misterio de la iniquidad, el pecado de los demonios, y
colaboramos con la difusión de este misterio. Pero el bien y la comunión de los santos es más grande y
fuerte. Por el realismo que tiene el mal y el pecado, el bien y la comunión de los santos tienen que ser
aún mayores. Nada queda fuera de la salvación de Cristo, y por eso se dice en el Credo que Jesús «bajó a
los infiernos».

Desde el comienzo del cristianismo, se comprende que el cristiano tiene un deber con el mundo. Su fe
siempre debe ser misionera. Nuestro privilegio se debe entender en clave de misión: «Que el que sea
mayor entre vosotros sea como el que sirve».

Yo no tengo que pedirme a mí mismo lo que Dios no me pide. Dios no obvia mi naturaleza humana
caída. Pecado contra el Espíritu Santo: creer que Dios no puede salvarme. Rechazar su perdón, su amor,
su misericordia.

Capítulo 8: Predestinación de la Iglesia

«Si Cristo es el único salvador, como lo pretenden sus fieles, ¿por qué, pues, vino tan recientemente,
dejando mientras tanto perderse a tantos hombres?

La respuesta: «Cristo vino en realidad para todo hombre, de todo país y de toda época, puesto que vino
a conducir a su término a la humanidad entera, después de haberla preparado largamente».

Todo el plan del mundo, el plan divino, es «obra de una infinita paciencia».

La Iglesia y el mensaje de Cristo necesitaban de preparación para que pudieran ser acogidos por la
humanidad. Dios «nos acostumbra primero a ver la sombra de los objetos y el reflejo del sol en el agua,
a fin de que no quedemos cegados por una exposición directa a sus rayos». «La verdad debe madurar».
«La inteligencia humana había tenido que realizar grandes progresos para ser capaz de asimilar el objeto
de la revelación». Además, era preciso que «la humanidad hubiese realizado una larga y múltiple
experiencia de su miseria para que mejor reconociese la necesidad que tenía de un salvador».

Además, Dios nunca ha dejado de proveer la salvación de todos.

Los Padres concuerdan un dato fundamental: la unidad del género humano en su desarrollo temporal».

«Hay una armonía providencial de la historia». «Cristo es el director del coro a cuyo alrededor se ordena
toda la historia». Esto es necesario porque «Dios quiere que el hombre sea, no violentado, sino
persuadido». «La conversión que se le pide reclama una conversión total». El cristianismo era a la vez un
otoño y una primavera. Un cumplimiento y una esperanza.

Se integran así la historia y la Iglesia.

Discernimiento del signo de los tiempos y los modos en que el mundo pagano contribuyen a la
edificación de la Iglesia.
Me parece interesante la idea de DL sobre la forma en que se presenta la doctrina en la Iglesia.
Tradicionalmente la doctrina se ha enseñado en contraposición a la herejía. Esto ha sido útil para su
desarrollo y explicitación. Pero también tiene limitaciones, porque al enfrentarse una cierta herejía se
corre el peligro de descuidar otros aspectos del dogma igualmente relevantes. Para DL, la
contrarreforma y la ilustración pudieron contribuir a que se enfatizara menos la dimensión social del
cristianismo. Hoy es vital presentar la doctrina en positivo, de forma propositiva, y no solo en
contraposición a los errores típicos de la época. Quizá hoy en día son tantos los errores que hace falta
pensar cómo presentar la doctrina desde cero, afirmando más que contradiciendo.

Cuando se habla de la predestinación de la Iglesia, se hace referencia a los dolores de parto que sufre la
Iglesia hasta que toda la humanidad haya entrado en su seno. Este es el camino de maduración de la
Iglesia.

Predestinación: tenemos un destino al que estamos destinados. Se trata del destino final y del tiempo.
Hay un destino: la acogida de la humanidad entera en la Iglesia, la entrada del cuerpo entero de Cristo
en el Cielo. Esto se realiza en el tiempo.

Capítulo IX: Catolicismo

¿Qué cosa significa que la Iglesia sea verdaderamente católica? Cuál es la relación entre la catolicidad de
la Iglesia y el mundo. «Todo el género humano está gestándose en la Iglesia». La Iglesia es la madre que
abraza a toda la humanidad, que lejos de excluir a alguien, hace todos los esfuerzos por afirmar todo lo
bueno que hay en la persona. Porque todo lo que es verdaderamente humano le pertenece.

Capítulo X: La situación presente

Si nosotros tuviésemos que escribir un capítulo que se llamara así, ¿qué escribiríamos?

DL es consciente de estar viviendo en un tiempo en el que muchas heridas abiertas o respuestas


equivocadas o sesgadas deben repararse volviendo a las fuentes de la tradición de la Iglesia.

Este capítulo es un “canto por anticipado” de lo que sería el Concilio Vaticano II.

El tema de fondo más denunciado por DL es una «teología separada», un «dualismo» que no consigue
conciliar aparentes opuestos, «el foso abierto entre la naturaleza y lo sobrenatural». En aras de
combatir la herejía naturalista, se asume una concepción dualista del hombre en la que su dimensión
sobrenatural existe separada de su naturaleza. Pero, la imagen de Dios en el hombre no es algo
accesorio al hombre que se superpone a una naturaleza humana preexistente, sino que el hombre
mismo no se comprende sin referencia a la imagen que él es de Dios. Se pretendió distinguir la
naturaleza humana de su dimensión sobrenatural separando ambas, concibiéndolas con una existencia
posiblemente separada.

En la Iglesia, cuando se quiere responder a ciertas herejías, se «entra en la cancha» del hereje. Esto
resulta en que se termine hablando en el lenguaje del hereje, lo que conlleva ciertos vicios. Se pone
demasiado peso en algunas cosas en detrimento de otras. Un autor que habla de esto es Giovanni
Colombo, La cuestión de lo sobrenatural.

La realización del hombre no está dentro del hombre sino fuera del hombre. Por eso la persona es
trascendente. Por eso la persona sólo se realiza a sí misma cuando se entrega a sí misma a los demás.
El P. JO sugiere que el individualismo que acusa DL ha evolucionado a un narcicismo.

Individualismo, ¿una actitud de vida o postura teológica? Un poco de ambas.

Capítulo XI: Persona y sociedad

Como reconciliar «el carácter social del dogma y lo que se podría llamar el elemento unitario del
catolicismo». La respuesta a esto tiene varios niveles. Por último está el dogma de la Trinidad. Pero
también está la Iglesia. Una realidad que de facto es una pero de la que todos somos miembros. La
respuesta: a mayor comunión, mayor presencia personal. Es decir, ¿Cómo la humanidad puede ser una
unidad, y estar llamada a ser unidad, al mismo tiempo que preserva la distinción de las personas que la
integran? Dice DL: las partes concurren tanto más a la unidad cuanto son menos «trozos» y más
«miembros». También dice: «la distinción se acusa tanto más entre las diversas partes del ser cuanto
más estrecha resulta la unión de estas partes». Por eso, en el organismo vivo como en la Iglesia, «la
mayor individualidad de las partes resulta en beneficio de la unidad del todo». Nunca es más evidente
esto que en la Trinidad, la cual es el fruto al mismo tiempo que la consagración de la suprema Unidad. Y:
«la unidad no es en manera alguna confusión, del mismo modo que la distinción no es separación».

Por eso el hombre que se integra a la Iglesia, «el gran cuerpo espiritual del que ha de ser miembro», «no
se pierde o se disuelve, de la misma manera que no se pierde al someterse o unirse a Dios».

El concepto de persona no es un concepto filosófico al que uno pueda llegar. Es un concepto teológico
del que sólo se puede partir, porque la persona es un dato de la revelación. Proviene de la Trinidad y del
hombre creado a imagen y semejanza de ella.

La humanidad está unida por su comunión con Dios, a quien llama Padre Nuestro.

El pensamiento católico integra, unifica, las tendencias interiores y exteriores de la religión, porque
persona y universalidad nunca se oponen. Pero vivir de acuerdo a esto exige conversión.

El corazón es el centro de la persona. «Un corazón nuevo»: una persona nueva, una relación personal
nueva.

Al interior de la vida comunitaria deben permanecer unidos estos dos polos: la comunión, y la persona.
La comunión nunca debe anular la persona, y la persona nunca debe anular la comunión. El «índice de
catolicidad» se muestra por la capacidad de armonizar estas dos dimensiones.

Las consecuencias de esto para el misterio de la gracia y la libertad.

Entrar dentro de uno mismo y salir de uno mismo son un mismo movimiento hacia Cristo. Estos son los
dos llamados que la Iglesia siempre le hace al hombre. Para estar presentes unos a otros, hay que estar
presente a uno mismo. Solamente la persona puede estar presente, decir: Ad sun. Aquí estoy. Aquí
estoy Señor para hacer tu voluntad. Presencia ante Dios.

Olvidar a Dios es olvidar quién es el hombre, y esto es dejar de estar presente a uno mismo.

Nuestra participación en el misterio pascual de Cristo. Tengo que dejarme transformar por Cristo
adhiriéndome a su pasión, muerte, y resurrección. Por eso es un camino de conversión. Una constante
vuelta a Cristo. Volver nuestra mirada y corazón a Cristo, una y otra vez. Esto es morir y volver a nacer.
No hay resurrección sin muerte. Por eso es un paso, una pascua. En la formación tendremos que dar
muchos pasos. Y eso verificará nuestra vocación y a nosotros mismos. Dar cuenta de que el paso que
damos es verdadero. El punto de referencia siempre es Cristo. Verificar que esto es lo que queremos, y
por qué lo queremos. Y la Iglesia a su vez confirma y purifica el paso que se da, la vocación. Son dos
elementos: la libertad personal, y la verificación de la Iglesia en la comunidad. Esto exige abrirle el
corazón a la Iglesia, representada en la autoridad local. Esto es un desafío. Si alguno de estos elementos
falta la opción vocacional está incompleta y puede ser falsa.

La pasión según san juan de l’apoterie

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