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MARC

Nunca habéis pensado que os ha tocado vivir lo peor de vuestra vida. Desde
que ella me dejó perdí la ilusión, el dulce aroma de la vida. Me metí de lleno en un
túnel oscuro y sin salida. Primero fue el alcohol, luego las malas compañías y por
último las drogas. Hice todo lo que nunca hubiese tenido que hacer, todos aquellos
actos que te hacen perder el respecto por ti mismo, que te hacen perder la
humanidad que hay en ti, la inocencia que una vez te hizo sonreír. Me dejé
arrastrar por los instintos más bajos de supervivencia y sexo. Una especie de
ceguera atemporal, donde lo único importante era el mismo instante que estabas
viviendo, sumergido en una falsa espiral de fiestas continuas, regadas de alcohol y
drogas, y muchas chicas sin alma de sexo fácil y superficial. Nada me importaba,
ni yo mismo. Peleaba por dinero, robaba por dinero, y el dinero sólo servía para
continuar con aquella vida sin sentido. Perdí mi alma cuando ella me abandonó, ya
nada tenía sentido. Supongo que si hubiese tenido el valor suficiente me hubiese
suicidado, habría sido más rápido. Pero la vida tenía otros planes para mí. Y
vinieron de la mano de un buen amigo: Henry, era policía y le caí en gracia, decía
que le recordaba a su hijo pero que conmigo no iba a tirar la toalla y que me iba a
sacar de las calles quisiera yo o no. Su hijo murió envuelto en la misma espiral de
desenfreno en la que yo me encontraba entonces. Me arrancaba de las fiestas, de
los brazos de mis múltiples conquistas, borracho y drogado, con los restos de las
peleas aún en mi cara. Me arrastraba hasta su casa, me obligaba a ducharme con
agua fría y me hacía beber litros de café, me hizo cambiar las peleas callejeras por
el gimnasio. Fue el padre que nunca tuve. Gracias a él salí de la oscuridad y
comencé a ver la luz. Me matriculó en la escuela y me ayudó a terminar los
estudios, yo le admiraba a pesar de su duro carácter. Así que me hice policía como
él. Me dediqué a combatir todo en lo que antes había estado metido, y como
Henry, ayudé a los muchachos que aún tenían posibilidades a salir de las calles en
vez de meterles en la cárcel directamente. Aunque estaba al otro lado de las rejas
todavía estaba rodeado de las facetas más crueles y malvadas del ser humano, era
como vivir en el mismo infierno. Por eso acepté la plaza de sheriff en mi pueblo
natal, necesitaba algo de paz. Echaba de menos a mi ángel de la guarda. Allí me
enamoré de ella y allí quería regresar. Henry se había jubilado y me lo llevé
conmigo, encajó en aquella pequeña comunidad como si llevara allí toda la vida.
La primera visita que hice fue a mi madre, seguía internada en la residencia, desde
muy joven había empezado a sufrir trastornos de memoria, a veces no recordaba
que yo era su hijo. Pero esta vez sí, en cuanto me vio me dijo:

-Hola Marc, cariño. ¿Me has traído flores?

Pero después de media hora de amor maternal volvió a confundirme con el


enfermero. Ya estaba acostumbrado, y no me importaba, ella me había enseñado a
aceptarlo, mi Marie. Ella me había enseñado a querer a mi madre a pesar de sus
limitaciones, a no sentirme abandonado por ella y a perdonarla por dejarme sin
guía. Marie era mi luz. Por eso me sumergí en las tinieblas cuando me abandonó.

La vida no era igual sin ella, pero Henry me enseñó a sobrevivir en un


mundo gris y sin amor.

MARIE

Volver a la casa de la abuela me ha devuelto la paz. Era un tormento vivir


rodeada del ruido y la sinrazón de la gran ciudad. No me había dado cuenta de que
todo mi malestar lo provocaban los gritos, el estrépito del tráfico, la carrera sin fin
de los trabajadores, las luces parpadeantes de los neones, la contaminación, en
fin... el sinsentido de una vida acelerada y no vivida. El mal genio, el estrés, las
prisas, la locura por el consumo, por ser el mejor, por ganar más dinero... Mis
padres adoraban vivir aquí rodeados de lujos y gente chic, aparentar que eres
mejor, más guapo, más joven... Y yo me sentí siempre como una extraterrestre
caída en un mundo complejo que no acababa de comprender hasta que llegué aquí.
En cuanto entré en la casa y llegué hasta éste maravilloso jardín de la abuela, supe
que había llegado a mi hogar, a mi planeta. La paz del lugar me envolvió como si
fueran los amorosos brazos de mi abuela. Sentí que ella me daba la bienvenida y
me invitaba a quedarme. El único pesar que me acompañaba, era que hubiesen
tenido que morir mis padres para descubrirlo. Llegaban de unas de sus múltiples
fiestas cuando tuvieron el accidente, dejándome sola en aquel extraño e inhóspito
lugar, con mis jaquecas y mis crisis. Al revisar mis propiedades heredadas con el
abogado, él me aconsejó vender la casa de la abuela que estaba en mi pueblo natal,
antes de que perdiese su actual valor. Por eso regresé, y gracias a eso encontré el
paraíso. Estaba un poco retirada del pueblo, y los sonidos más fuertes eran los
musicales trinos de los pájaros y fresco rumor del riachuelo. No más jaquecas, no
más crisis. Ya no quise regresar a pesar de la insistencia de los abogados, aquel era
el lugar donde quería pasar el resto de mi vida. Estaba todo ajado y lleno de polvo
pero era maravilloso. No sé cuánto tiempo estuve sentada en el centro de aquel
inmenso jardín lleno de árboles, escuchando el suave murmullo de la naturaleza
porque la Luna vino a saludarme, la sonreí agradecida y las estrellas debieron
sentir envidia de nuestra recién estrenada amistad porque empezaron a
concentrarse en el cielo y titilar. El cielo nunca había sido tan bello en la ciudad,
las incansables luces de los rascacielos, las farolas, los semáforos y los carteles con
miles de anuncios, lo eclipsaban todo. Pero yo prefería aquel espectáculo
milenario, me imaginaba a los primeros hombres de la tierra contemplando
aquellas mismas estrellas.
Aquella casa y aquel pueblo eran donde yo había nacido y crecido, pero no
lo recordaba. Después del accidente mi cabeza quedó dañada, tenía lagunas de
memoria, y los retazos de recuerdos los confundía con sueños. No sabía lo que era
realidad y lo que no. Las jaquecas por el ruido también eran secuelas. Estuve en
coma unos años, cuando desperté tuve que aprender a hacerlo todo de nuevo:
hablar, caminar... aún no estoy recuperada del todo y a veces las palabras no
acuden a mis labios, sé que estaban dentro de mi cabeza pero no logro llegar a
ellas. Mis limitaciones me hacían sentir incómoda rodeada del glamour de las
personas con que se codeaban mis padres, porque mis conversaciones se perdían en
mi mente y no afluían a mis labios cuando las necesitaba. Pero mis padres insistían
en llevarme a sus fiestas y presentarme chicos solteros con la esperanza de casarme
con un buen partido. Nunca sentí nada especial por ninguno de ellos, como si mi
corazón no me perteneciera, como si mi corazón ya tuviera dueño, aunque no fuera
posible. No me sentía feliz con aquellas personas, no las comprendía ni ellos a mí,
como si hablásemos idiomas diferentes. Por eso me gustaba también la casa de la
abuela, podía alejarme de la gente, aislarse en aquel planeta de paz y armonía,
silencioso y tranquilo. Allí el tiempo parecía deslizarse sinuoso y lento entre las
flores y los árboles. Sólo necesitaba bajar al pueblo de vez en cuando a comprar
alguna cosa que necesitaba o a llevarle a Marta alguno de mis remedios caseros,
elaborados con las plantas que yo misma cultivaba. Me gustaba estar aislada del
mundo y sus gentes.

MARC

He recuperado algunas amistades de mi niñez, estoy empezando a


encontrarme a mí mismo, aunque dentro de mí sigue el gran vacío que ella dejó, y
seguirá así aunque conozca a otras mujeres maravillosas. Sólo hay una Marie para
mí, y es la dueña de mi corazón por siempre jamás. Es la causa de que no consiga
ser feliz, que la oscuridad siempre acabe envolviéndome. Necesito su luz, su amor.
Pero eso no va a ser posible, nunca más. Así que debo aceptar seguir viviendo este
camino gris y alternativo. Aquí también hay crímenes, robos y violencia, es lo
mismo pero en un ambiente más hogareño. Al acabar la jornada puedo visitar a mi
madre o estar con Henry y sus nuevos amigos, echando una partida de cartas y
contando chistes malos. Darme un revolcón con Katy, la camarera del Boston, o
jugar al billar con los chicos. No es mala vida pero es como vivir a medias, sin
aire, sin chispa... como aceptando un premio de consolación después de haber
tenido el cielo en tus manos. Mi Marie, cuanto te añoro.

MARIE

Después de limpiar la casa y el jardín, he descubierto un gran tesoro oculto:


el invernadero. Aún quedaba alguna planta sobreviviente de exóticas flores y
cajitas con semillas, que si tengo suerte serán futuras hermosas flores. De repente
lo vi, limpio y lleno de infinidad de colores y aromas, con flores de formas
increíbles compitiendo entre ellas por la gloria y la belleza. Allí vería crecer las
flores más bellas del planeta.

Soy feliz rodeada de mis flores, plantas y árboles, más que lo he sido nunca
rodeada de gente. Aunque a veces noto un vacío en el pecho, un hueco que necesita
ser completado, pero será otra secuela de mi accidente, no quiero darle mayor
importancia.

Ya he reparado toda la casa, los muebles, el tejado... he pintado la fachada y


la verja. El jardín está limpio, los árboles más frondosos, he colocado casitas y
comida para los pájaros en ellos, sus trinos me acompañan y ayudan a eliminar las
jaquecas. He reservado una zona para mis plantas medicinales que pongo a secar
en el techo del garaje, para que quiero un garaje sino tengo coche. Y mi bien más
preciado: el invernadero. Reparé los cristales rotos y ya tengo una numerosa
familia de orquídeas de diferentes formas y colores. Me paso mucho tiempo con
ellas mimándolas y cuidándolas. Y por las noches, disfruto de mi maravilloso cielo
estrellado desde mi lugar favorito, en un rincón del jardín tengo unos sillones y una
mesa, desde donde veo todos mis árboles y el cielo. A un lado el invernadero, si
dejó una ventana entreabierta se escapan por allí los dulces aromas de las flores, y
al otro lado el riachuelo que me acompaña con su frescor y su musical rumor. ¿Qué
más puedo pedir a la vida? Es perfecto, aunque a veces noto una ausencia a mi lado
como si me faltará una parte de mi misma, una parte de mi alma.

MARC

La casa de la vieja Teresa ha vuelto a renacer, en el pueblo dicen que ha


venido una mujer de la capital a vivir en ella. La ha reparado y pintado, y dicen
que hasta los árboles se ven más verdes y frondosos, como si hubieran vuelto a la
vida después de un largo periodo de letargo. Tengo que ir a conocerla y pedirle que
me venda unas flores. Marta dice que tiene un invernadero con flores exóticas,
quiero sorprender a mi madre con un ramo especial, ella adora las flores, se le
ilumina el rostro cuando las contempla. Pero he tenido mucho trabajo últimamente
y no he podido. El crimen no tiene descanso, siempre encuentran el modo de
envolverme con sus purulentos tentáculos. Necesito unas vacaciones: sol, playa y
chicas bonitas que me hagan olvidar por un momento la cara siniestra de la vida.
MARIE

La gente de este pueblo me agrada, son pausados y tranquilos, me sonríen


con cariño y no gritan cuando hablan. Los ancianos me cogen de la mano y me dan
suaves palmaditas, dicen que soy la viva imagen de mi abuela. Yo no la recuerdo,
ni los recuerdo a ellos pero tengo en casa un viejo álbum con fotografías. Creo que
mi abuela es la que sale siempre sonriendo, con una mirada dulce y amorosa. Me
gusta su rostro, sus gestos, debí quererla mucho porque mi corazón se regocija
como si la recordara.

MARC

Hoy voy a pasar a por las flores de mi madre, Henry dice que me
acompañará a la residencia. Creo que le gusta mi madre, se le ponen los ojos
brillantes cuando habla de ella y pone un tono meloso, como si ronroneara. Se ha
quedado en casa poniéndose su mejor traje y perfumándose, mientras yo recojo las
flores.

EL QUE TODO LO VE

-¡Hola! ¿Puedo pasar? La puerta estaba abierta. Soy el sheriff, me llamo


Marc Stelman.

-¡Hola! Ya voy, estoy en el invernadero.

-Quería saber si me vendería algunas flores. Son para mi madre, Marta me


dijo que tenía usted las flores más bonitas del mundo entero.
-¡Que exagerada! Ahora mismo salgo, estoy aquí abajo, he perdido mis... no
recuerdo como se llaman... pero sé que son importantes... Ya está...

Ella salió de debajo de la mesa de las orquídeas azules. Marc no había tenido
tiempo de cambiarse y venía con su uniforme. Marie se limpiaba de tierra la falda
de su sencillo vestido rosa pálido y se levantó despacio, con el pelo sobre la cara.
Se irguió girando al mismo tiempo la cabeza para colocar su melena roja donde
debía estar, despejando su rostro y ofreciéndole una de sus mejores sonrisas al
sheriff. Un sheriff mudo y congelado. La miraba con la boca abierta, con palabras
no pronunciadas en los labios, el rostro pálido como si la sangre hubiese
abandonado el rubor de sus mejillas y unas incipientes lágrimas acunadas en la
base de sus ojos azules.

-Soy Marie. - dijo ofreciéndole la mano.

Él no se movía, sólo la miraba como si fuera una estatua.

-No vendo mis flores, pero si son para su madre, le regalaré un ramo. - Él
seguía sin contestar.

-¿Sheriff? ¿Se encuentra bien?

-¿Marie?

-Si me llamo Marie. Estas usted muy pálido, porque no se sienta y le preparo
un té.

-Soy Marc.

-Sí, ya le oí. Marc Stelman, ¿no?

-¿No sabes quién soy?


-El sheriff ¿no?

-Pero, Marie, soy yo.

-Ya, ya veo que es usted. Porque no se sienta, parece a punto de desmayarse.

Ella le cogió de los brazos para guiarle hasta el sillón, y él le envolvió el


rostro con las manos.

-¿Eres tú?

-Vamos siéntese, le traeré un té.

-No, no te vayas. No vuelvas a irte nunca más.

Ella se rio. Y él le cogió con fuerza de las manos. Ya había recuperado el


color, y la miraba como si fuera una aparición.

-¿No te acuerdas de mí?

-Lo siento. Tuve un accidente y mi cabeza tiene muchas lagunas. ¿Fuimos


juntos al colegio?

-¿Un accidente? ¿Cuándo?

-No lo sé. Estuve varios años en coma y luego, tuve que aprenderlo todo de
nuevo. Sólo tengo recuerdos claros de ese tiempo, cuando vivía en la ciudad con
mis padres. Marta dice que fuimos juntas al colegio pero yo no me acuerdo de ella.

Marc se puso a llorar y se abrazó a ella, Marie se sintió un poco incómoda y


le dio unos golpecitos en la espalda.

-¿Porque no le preparo el ramo de flores para su madre?


Se levantaron y ella le ofreció su pañuelo para limpiarse, olía como ella,
como siempre había olido: a vainilla, limón y flores.

-¿Qué pasó? ¿Y tus padres? ¿Porque nadie me dijo nada? ¿Estás bien?

-No quiero hablar de ello.

-Pero...

-¿Qué flores le gustan a su madre?

Marc iba a acariciarle el cabello y ella se apartó.

-No haga eso, por favor. Me hace sentir incómoda. No me gusta que me
toquen.

-Perdón.

MARIE

Hoy he tenido una visita de lo más incómoda, el sheriff del pueblo ha venido
a verme y se ha puesto a llorar, un poco flojo para ser policía si se pone a llorar por
cualquier cosa. Sólo porque no me acordaba de él, pobrecillo. Debe ser muy tierno
y sensible porque iba a llevarle flores a su madre. Siempre pensé que los sheriffs
de pueblo eran tipos duros, con barba de tres días con la que encendían las cerillas
para sus cigarrillos. De mirada hosca y duras palabras, que gritaban palabrotas a
los malos mientras los detenían. Pero éste no, parece amable y educado, iba limpio
y olía muy bien, a madera de roble y regaliz. Sus ojos azules son tiernos y dulces,
No creo que de miedo a nadie. Me gustaría poder recordarle para que no se pusiera
tan triste.
MARC

Aún no puedo creer que la haya vuelto a encontrar. Un accidente ¿Cuando


tuvo ese accidente? ¿Porque nadie me dijo la verdad? ¿Y si no me dejó? ¿Tendría
el accidente el día que nos íbamos a fugar? ¿Se enteraron sus padres? Fue todo una
mentira entonces, ella no dejó de amarme, no me abandonó. ¿Qué pasó? Estuvo a
punto de morir y yo no estuve a su lado. Sus padres, seguro que fue cosa de ellos.
Ellos nunca aprobaron nuestra relación, yo era muy poca cosa para ellos. Seguro
que ni siquiera estuvieron en Europa, como me dijeron, fue todo una sarta de
mentiras, y yo un tonto. Nunca debí dejar de buscarla ni creer que no me amaba,
nunca. Imbécil, imbécil, soy un completo imbécil. ¿Cómo pude abandonarla?
Como pude creerme todas aquellas mentiras sin ni siquiera hablar con ella.
¡Mierda! ¡Joder! ¡Ostias! ¡Cielos! ¡Qué preciosa está! Sigue siendo un dulce ángel,
un pedazo de cielo, mi luz, mi vida... mi amor. Buscaré a sus padres y les obligaré
a decirme la verdad, No puedo creer que fueran capaces de hacerme esto. Nunca
les importó nada más que el dinero y su posición social. Malditos egoístas,
¡Malditos, una y mil veces!

EL NARRADOR

-¡Hola! Soy yo, el sheriff.

-¡Hola! Estoy aquí, en la cocina haciendo galletas.

Marc se apoyó en la jamba de la puerta, cuanto más la miraba más bonita la


veía. No había perdido su dulce mirada y su radiante sonrisa, iluminaba toda la
estancia. No podía evitar sonreír como un bobo.
-Huele muy bien.

-Pase, ¿le gusta el café? - asintió con la cabeza. - le preparé uno para que lo
tome con mis galletas. ¿Le gustaron las flores a su madre?

-Oh, sí. Le hicieron muy feliz.

-Me alegro mucho. ¿Se siente hoy mejor, sheriff?

-En la gloria. - y sonrió de oreja a oreja como un niño feliz. -¿Puedo pedirle
un favor?

-Claro. Dígame ¿Que necesita?

-¿Puedes llamarme Marc? - ella sonrió.

-Claro, Marc.

-Que bien suena mi nombre en tus labios. -ella se rio y se ruborizó


ligeramente.

-Dios, que preciosa eres.

-Por favor. - dijo poniéndose roja. -me da mucha vergüenza.

-Lo siento, se me escapó.

-¿Éramos amigos? Siento mucho no acordarme, yo...

-Tranquila, no pasa nada. Estás aquí, eso es lo importante.

-Gracias.

-¿Por?
-Por ser tan comprensivo y no presionarme. Cuando me esfuerzo mucho en
recordar suelen venirme jaquecas y...

-Será bonito volver a conocernos. Una segunda oportunidad.

-Sí, suena bien.

-Y así corregiré mis errores, no tuvimos un buen comienzo.

-¿No? ¿Qué pasó?

-Te tiré a un charco de barro con tu vestido favorito. - Marie volvió a reír.

-Como echaba de menos tu risa. - ella volvió a ruborizarse.

-Entonces, no empezamos con buen pie.

-Para nada. Tú me pintaste los vaqueros en venganza, estuve todo el día


paseándome por el colegio con unas flores en el trasero. Se rieron de mí toda la
semana, llamándome mariquita hasta que le partí la cara a Ben y dejaron de reírse.
Te tiré los spaghetti sobre la cabeza en el comedor y tú me llenaste la camiseta de
polvos pica pica, aún me entras ganas de rascarse cuando lo recuerdo. - Ella seguía
riéndose.

-Fue una guerra en toda regla. - entonces, sonó el teléfono de Marc.

-Lo siento, tengo que irme. - dijo después de contestar.

-Espere, llévese las galletas. - y se las colocó en una cajita. - son muchas
para mí.

-Gracias. ¿Puedo volver más tarde?

-Claro, cuando quiera.


-Bien. - dijo sonriendo de oreja a oreja.

Cuando llegó a comisaría estaba esperándole Sánchez.

-Han llegado los informes que me pidió sobre los señores Sthone. Murieron
en un accidente el año pasado.

-¿Los dos?

-Sí, murieron en el acto. Se les vino encima un tráiler, el conductor dio


positivo en la prueba de alcoholemia. Toda su fortuna pasó a manos de su hija
Marie Sthone, era hija única. No hubo nada irregular, fue un accidente fortuito.

-Gracias. ¿Y sobre la hija? ¿Tienes los informes médicos?

-Ella también tuvo un accidente muy grave, también la arrolló un camión.


Parece una maldición familiar. Estuvo a punto de morir, permaneció en coma
durante cuatro años, cuando despertó pensaron que no iba a volver a hablar ni a
andar, pero debe ser una luchadora nata porque poco a poco fue aprendiendo de
nuevo. Aunque no se recuperó del todo, el accidente la dejó secuelas y fue
ingresada en varias ocasiones con crisis severas. Pero no hubo investigación en
ninguno de los dos casos, se archivaron como accidentes, No se encontró ningún
indicio de sabotaje o atentado, sólo fue mala suerte. ¿Porque lo estás investigando
jefe?

-Es un asunto personal Pedro, gracias por todo.

La noche que Marie iba a escaparse con Marc, sus padres la descubrieron.
La encerraron en su habitación pero ella se escapó de nuevo. Su padre salió detrás
de ella cuando la atropelló un camión. La llevaron al hospital de urgencias, cuando
les dijeron que estaba en coma, decidieron irse a la capital, al mejor hospital de la
ciudad con los mejores médicos. Para que Marc no la buscara, dijeron en el pueblo
que se iban a vivir a Europa, donde Marie iba a casarse con un Conde. Nunca
aceptaron su relación, él era un don nadie que no tenía nada que ofrecerle a su hija,
de padre desconocido y madre loca, Marc se había criado casi sólo sin apenas
cariño y protección. Marie fue su tabla de salvación, ella le dio todo el amor que le
había faltado en su vida, le dio esperanza en un porvenir y confianza en él mismo,
sabía que si estaban juntos nada iría mal y serían felices para siempre.

MARIE

Cuanto me gustaría que papá y mamá estuvieran aquí conmigo. Y poder


acordarme de la abuela, estoy segura que nos llevábamos muy bien, no tengo
recuerdos pero si sentimientos, cuando miro sus fotos me embarga la alegría, el
amor, la ternura... es como una cálida oleada que hace sonreír a mi corazón, como
unas cosquillitas en el pecho. A papá y a mamá los añoro pero no siento tanta
cercanía y afinidad, y eso que a ellos si los recuerdo. Será porque nunca me hacían
sentir completa, era como si para ellos fuera imperfecta como si no estuviera a la
altura de sus expectativas. Pero en esta casa, con las estelas del alma de la abuela
por todas partes, me siento aceptada, querida, en paz conmigo misma. Éste es mi
lugar, aquí quiero vivir y morir. Mi cabeza no recuerda pero mi corazón si, vibra
de forma especial cuando estoy junto a lo que amé en el pasado. Me pasa con esta
casa, con Marta y con el sheriff, Marc. Cuando está a mi lado es como si... no sé,
es extraño, debimos ser muy buenos amigos porque sé que su recuerdo está
grabado en mi alma aunque mi mente no sea capaz de recuperarlo. Es una
sensación acogedora y envolvente, cálida y reconfortante. Tengo que pedirle que
me cuente más cosas de cuando éramos niños, así crearé nuevos recuerdos del
pasado, a través de sus ojos.

YO

-¡Hola! ¿Puedo pasar? Soy Marc.

-Estoy en el jardín. ¡Qué casualidad! Estaba pensando en ti.

-¿De verdad? - preguntó ilusionado.

-Me gustaría que me contaras más cosas de cuando íbamos al colegio, así
tendré recuerdos de mi pasado. Tú serás mi memoria. Ven siéntate a mi lado. Éste
es mi rincón favorito, desde aquí veo todo el jardín y el cielo. Es tan bonito aquí.
En la ciudad casi no se ven las estrellas.

-¿Viviste en la capital?

-Sí, pero no me preguntes más. No fui mi feliz allí. Cuéntame mejor como
era yo de niña. ¿Acabó la guerra entre nosotros?

-Eras una niña preciosa, siempre vestida como una princesa. Pero en el
fondo eras una rebelde, una luchadora. No te importaba mancharse aunque después
tu madre te castigara, cuando algo e te cruzaba por la cabeza tenías que hacerlo,
aunque luego sufrieras las consecuencias. Siempre fuiste muy valiente para
afrontar los castigos. Tú siempre decías alto y claro: he sido yo. En cambio yo
siempre soltaba la misma coletilla: yo no he sido, para librarme de los castigos que
eran interminables.

-¿Cómo firmamos la paz?


-Tú eras una defensora de pleitos pobres, de casos perdidos. Te pareció muy
cruel diseccionar ranas vivas y te colarse en la clase de Ciencias y las metiste todas
en tu mochila para liberarlas en la charca. Yo estaba escondido, preparando una
broma para Don Javier, el profesor. Y entonces, nos sorprendieron. Tú saltaste
enseguida en mi defensa, todavía no se habían dado cuenta que habías robado las
ranas. "He sido yo Don Javier" "Marc no tiene nada que ver en esto" Yo estaba
muy sorprendido, a pesar de ser enemigos declarados me estabas ayudando. Así
que cuando la primera rana croó, te cogí de la mano y escapamos juntos del
colegio, te acompañé a liberar a las ranas. Desde entonces, fuimos amigos
inseparables.

-Qué divertido. Nos caería un buen rapapolvo, ¿no?

-Tu padre pagó los gastos al colegio.

-Él siempre lo arreglaba todo con dinero.

-Sí, aunque te castigó una semana sin paga, pero no te importó, tú en


cambio, nunca le has dado importancia al dinero. Aunque una vez si lo hiciste.

-¿Por qué? ¿Para qué necesitaba el dinero?

-Nos encontramos en el bosque con una familia de gitanos que no habían


comido en días y a los que perseguían para echar del pueblo. Rompiste tu hucha y
le pediste dinero a tu madre, le dijiste que ibas a dar una fiesta a unos amigos, que
querías comprar comida y bebida. En cierto modo, no es mentir, dijiste, porque
realmente ibas a comprar comida y bebida para ellos, y le diste todo tu dinero para
que se pagaran un billete de tren.

-¿Porque no le dije la verdad a mi madre?


-Ella jamás te habría dado dinero para los gitanos, porque decía eran unos
ladrones y embusteros. Más bien hubiese llamado al sheriff para que los
encarcelada.

-¿Y tú?

-A mí me encantaba meterme en líos, fueran los que fueran. Y a tu lado todo


se convertía en una maravillosa aventura.

-¿Tus padres no te castigaban?

-Nunca conocí a mi padre, y mi madre nunca estuvo al cien por cien en la


realidad, su mente se pierde a veces en los laberintos de su cabeza. A veces, era mi
madre, otras una explotadora perdida en la jungla, otras una niña... Tú me
enseñaste a amarla en su singularidad.

-¿Yo?

-Te gustaba mucho mi madre, a pesar de su locura siempre fue muy


afectuosa. Te encantaba que te estrechara entre sus brazos, aunque creyera que eras
una sirena. Me hiciste ver que a pesar de sus lagunas, ella me amaba, y siempre era
un personaje importante y querido en sus aventuras imaginarias. Decías que me
llevaba en el corazón aunque su mente no siempre fuera consciente de ello.

-Eso es muy bonito.

-Antes de conocerte yo estaba enfadado por sus ausencias mentales,


necesitaba una madre normal que cuidará de mí, que me regañara y castigara. Pero
junto a ti aprendí a amarla y a valorarla. Ya no me avergonzaba, me convertí en su
paladín y me liaba a golpes con cualquiera que la insultara.

-Cómo me gustaría poder recordarla.


-Podemos ir a verla, ¿si tú quieres?

-Quiero, pero no me atrevo a salir mucho. El ruido me hace daño, me causa


jaquecas y malestar. Necesito el silencio de mi hogar.

-Yo puedo llevarte en mi coche, es un híbrido y apenas hace ruido. Podemos


ir con las ventanillas subidas, y en la residencia hay un jardín. No necesitamos
entrar dentro del edificio para verla. Estarás aislada. No permitiré que nada te dañe.

-¿Serás mi paladín?

-Seré todo lo que tú quieras.

-Que oferta más generosa. - ambos se rieron.

Marc le acarició el cabello y Marie notó un cosquilleo por todo su cuerpo,


inquietándola.

-Es muy tarde, por mi culpa no va a dormir lo suficiente, y mañana se


dormirá en el trabajo. Los malos pueden aprovechar para escaparse.

-¿Puedo venir mañana? Seguiré poniendo al día sus recuerdos olvidados.

-Claro, mañana pensaba hacer una tarta con los arándanos que recogí hoy.
Puedes venir a probarla.

-¿A qué hora?

-Cuando quieras, estaré en casa todo el día.

-Bien, hasta mañana entonces.


Marc fue a darle un beso en la mejilla pero ella se apartó y le ofreció la
mano. Aceptó resignado, aunque esa noche soñó que la besaba apasionadamente y
ella recordaba cuanto se amaban.

MARIE

Marc me da paz a la vez que pone patas arriba todos mis sentidos. Me asusta
pero a la vez pienso que nunca estaré más segura que a su lado. Siento que puedo
confiar en él como nadie en el mundo entero, como si no existiera la posibilidad de
que me traicionara o me abandonara. Nuestra amistad debía ser muy especial.
Añoro los momentos que compartimos y que no recuerdo. Estoy deseando que
venga y siga contándome cosas sobre nosotros. Su charla no me cansa ni me da
dolor de cabeza, como me ocurre con las demás personas. Su voz es una suave
melodía que me acuna y reconforta, podría estar escuchándole la vida entera.

MARC

Tengo que ir despacio o voy a asustarla. Pero me resulta tan difícil contener
las ganas que tengo de besarla y abrazarla, de dormir en sus brazos, de tocar su piel
desnuda, y escuchar sus jadeos de placer al oído mientras hacemos el amor. Añoro
su pasión, su risa, su dulzura, sus besos, el sabor de su piel, su aroma... Me había
resignado a no volver a sentir un amor así, y vivir sólo de su recuerdo. Pero ahora
que la he recuperado ha vuelto con más intensidad. No quiero decirla que nos
amábamos y que cree un recuerdo falso de nuestro amor, quiero que vuelva a
enamorarse de mí con la misma intensidad de entonces, o más como me ha
sucedido a mí. Sólo deseo estar a su lado, todo lo demás ha perdido interés de
repente. Me escapo de la oficina porque necesito verla, creo que los cacos están de
fiesta.

EL QUE VE

-¡Hola! Soy yo. Vengo a por mí tarta.

Marie no le oyó, estaba en el desván con las fotografías de la abuela,


memorizando sus caras. Lo cogió para bajar al jardín, a sentarse en su rincón
favorito y entonces, se chocó con Marc, que salía de la cocina buscándola. Chilló
asustada y soltó el álbum, Marc lo cogió al vuelo antes de que cayera y con la
mano libre sujetó a Marie por la cintura para que no se fuera al suelo con el ímpetu
del choque fortuito. Y así se quedaron un rato, escuchando el ritmo de sus
corazones, disfrutando del latido de sus cuerpos y absorbiendo sus aromas.

-Lo siento. – dijo al fina Marie.

-No, ha sido culpa mía. Te llamé pero debí esperar a que vinieras, pero no
pude esperarme quieto. Tenía que encontrarte.

-Pues ya me has encontrado. – Marie quiso separarse pero Marc no tenía


muchas ganas. - ¿Me sueltas, por favor?

Lo hizo pero antes colocó su pelo detrás de la oreja, con lentitud,


posponiendo la separación.

-Venía a probar la tarta.

-Claro, coge la bandeja con la cafetera, yo cojo la tarta. Vamos al jardín.


Cada uno cargado con sus cosas fueron hacia su rincón favorito, Marc giraba
la cabeza cada momento para mirarla y sonreírla, y ella le devolvía la sonrisa
tímidamente.

-¿Me contarás más historias sobre nosotros?

-Por supuesto. – Se sentaron y Marie le sirvió un café y una porción de tarta.

-Está deliciosa, esta es la receta de tu abuela, ¿no?

-Supongo que sí, la cogí de uno de sus libros.

-A ti te sale mucho más rica. –dijo con la boca llena.

-Gracias.

-¿Puedo tomar otro trozo? – Marie sonrió feliz porque le gustara.

Cuando iba a coger el plato con otro trozo, Marie lo retiró. Marc la miró
curioso.

-Un trozo de tarta por una historia. – Marc la cogió y empezó a hablar. Ella
se recostó en el sillón para escucharle.

-En una ocasión, nos colamos en la tienda de animales y liberamos a todos


los pájaros enjaulados. Nos pillaron porque el loro se encariñó contigo y no había
forma de convencerle para que escapara volando. Tu padre pagó al dueño de la
tienda los gastos ocasionados pero quería una compensación y pidió a la policía
que me llevará prisionero, tú te negaste y dijiste que habías sido el cerebro de la
operación y que me habías obligado a ayudarte, pero no te creyeron, así que le
cogiste las esposas al policía y te engrilletaste a mí. O los dos o ninguno,
sentenciaste y nos metiste en el coche patrulla. Tu padre le dio más dinero al
tendero y éste retiró la denuncia. Pero nos castigaron a no vernos. Durante unos
días tu madre te escoltó al colegio para evitar que nos juntáramos.

-¿Y dejamos de vernos?

-Para nada. Me llevaste a tu casa y dijiste que era un nuevo alumno del
colegio de intercambio, que era italiano y necesitaba tu ayuda. Para tus padres, los
niños pobres éramos todos iguales, no recordaban bien mi cara. Además me
disfrazaste, me pusiste unas gafas, me engominaste el pelo y me compraste ropa
nueva. Yo sólo decía: ciao, ragazza, un piacere y mille grazie signorina... Estuve
viviendo en tu casa un mes entero, hasta que tu madre se enteró por el director que
no había ningún niño de intercambio en el colegio. Hui a tiempo por la ventana. Y
después, con mis ropas de siempre y mi pelo despeinado tus padres no me
reconocieron.

-Éramos terribles ¿no?

-Más bien, inseparables.

Marc no tenía ningunas ganas de irse a su casa, estuvieron hablando hasta el


anochecer. Se quedó dormido, apoyado en su hombro. Marie intentó despertarle
suavemente, pero no hubo forma, él se acurrucaba junto a ella. Así que cogió una
manta que tenía en el sillón para taparse cuando se quedaba a contemplar las
estrellas, y la colocó sobre los dos. De todos modos no era la primera vez que
pasaba la noche en el jardín.

Cuando Marc se despertó le hizo muy feliz encontrase abrazo a ella, no pudo
evitar darle un beso en la frente. Ella murmuró entre sueños: "un poquito más,
mamá por favor" y se agarró a la manta. Marc sonrió e intentó levantarse sin
despertarla, cuanta falta le había hecho su dulce Marie. La cogió en brazos con
cuidado, con manta incluida pues la tenía abrazada como si fuera un osito de
peluche, y la llevó a su cama. La descalzó y se quedó un rato observándola, hasta
que no le quedó más remedio que irse.

Se cogió unos días libres, en la comisaría se extrañaron porque él nunca


faltaba al trabajo, ni se cogían vacaciones. Así empezaron los cotilleos sobre si
tendría, por fin, un lío con alguien. Marc tenía una sorpresa para Marie.

-¡Hola! Soy yo, Marc.

-Pasa, estoy aquí, en el invernadero.

Se quedó en la puerta, callado, observando con que mimo cuidaba de las


plantas. Tenía puesto de fondo y muy bajito, música clásica: Suite n° 13 Aria, de
Bach. Siempre le había gustado esa pieza, él jamás había oído música clásica hasta
que la conoció, ella le hizo amarla. Aunque escuchaban a los grupos de moda
como cualquier chaval, siempre había un momento para los clásicos, a solas,
cogidos de la mano contemplando el cielo. Desde que ella le dejó, no había vuelto
a escucharla.

-¡Hola! ¿Qué hora es? ¿Hoy no trabajas?

-Tengo unos días libres.

-¡Qué bien! ¿Te vas fuera?

-Había pensado llevarte a un lugar muy especial.

-¿A mí? Lo siento, no me gusta viajar ni visitar ciudades ruidosas. Te


agradezco mucho que pensaras en mí, pero desde que vivo aquí, lejos de los ruidos
y las prisas de la gente, no he vuelto a sentirme mal ni a tener jaquecas.
-Lo sé. Por eso te voy a llevar a un lugar donde sólo se escucha el viento
entre las hojas, el trino de los pájaros y el rumor del agua del río.

-Suena bien.

-Ni siquiera tendremos que ir muy lejos, es aquí en el bosque de las afueras
del pueblo. Quiero enseñarte algo muy especial para los dos.

-Ahora me ha picado la curiosidad. -le dijo sonriéndole.

-Tienes la sonrisa más bonita del mundo.

-Ya será un poco menos - dijo ruborizándose.

-La belleza está en los ojos del que mira. Puede que en el mundo haya
muchas mujeres hermosas, pero para mí ninguna tan bella como tú. Te recordaba
siempre sonriente y preciosa, pero desde que has regresado cada día te encuentro
más bonita. Iluminas el mundo con tu dulce sonrisa, como si fueras una estrella
caída.

-Creo que he alcanzado el límite de mi rubor, me arden las mejillas. - dijo


tocándose la cara mientras reía nerviosa.- Ha sido maravilloso, aunque sigo sin
creer que merezca tantos halagos, pero gracias. Y cambiando de tema, ¿porque ese
lugar es tan especial?

-Era nuestra casa.

-¿Qué? ¿Estuvimos viviendo juntos? ¿Éramos...?

-No, era la cabaña donde pasábamos los veranos.

-¡Ah! Por un momento pensé que... ¿Y mis padres? ¿Aceptaron por fin
nuestra amistad?
-No, eso nunca. Jamás me aceptaron, me querían bien lejos de ti. Lo
intentaron muchas veces, pero no lo consiguieron. Siempre nos las ingeniábamos
para estar juntos de un modo u otro.

-¿Por eso no te vi todos estos años? ¿Mis padres no te dejaron venir a


visitarme?

-Ni siquiera sabía que habías tenido un accidente, ni dónde estabas.


Desaparecisteis de la noche a la mañana, tus padres dijeron en el pueblo que os
habíais ido a vivir a Europa. No volví a saber nada de ti. Creí que te habías
olvidado de mí. Estaba seguro que si tú querías volver conmigo, ni tus padres ni
nadie podrían evitarlo. Sabía que serias capaz de saltar en paracaídas del mismo
avión si hubieses querido volver junto a mí. Pero no sucedió.

-Mis padres eran demasiado controladores y arcaicos, siempre defendieron la


división de clases, como si las personas que nacían pobres pertenecieran a una raza
inferior con la que no teníamos que relacionarnos. Cuando estuvimos en la ciudad
filtraba todas mis amistades, incluso me regañaban cuando me pillaban hablando
con los criados. Entre las lesiones de mi enfermedad y mis padres hicieron de mi
vida un infierno. Cuando llegué aquí, a casa de la abuela, fue como encontrar al
Paraíso. - Marc la abrazó y ella no le retiró, como otras veces, aceptó el consuelo
de sus brazos.

-Perdóname.

-¿Por qué? Tú no tuviese la culpa.

-Por no haber recorrido el mundo entero para buscarte.

-No te culpes, éramos unos niños. Tú no pudiste hacer nada.


-Ya no éramos niños, teníamos dieciséis años.

-Pues eso, unos niños. No le des más vueltas. Sucedió de ese modo, y
ninguno de los dos pudo hacer nada por cambiarlo. Si hubo algún culpable, fueron
mis padres, nadie más. Por cierto, ¿cómo es que nos dejaron pasar los veranos
juntos?

-No nos dejaron. Pero tú siempre encontrabas el modo de saltarte los


controles para que estuviéramos juntos. Tus padres se iban a veranear a las
Bahamas con un grupo de amigos, y a ti te mandaban a pasar el verano a un
campamento.

-¿Ibas al campamento conmigo?

-Mi familia no tenía dinero, era un campamento para niños ricos. Nos
quedábamos aquí en el pueblo.

-¿Y cómo conseguía escaparme del campamento?

-Le mandabas al director una carta escrita desde el ordenador de tu padre,


diciéndole que ese año te llevarían a las Bahamas con ellos, que cancelabas el
campamento.

-¿Y mis padres no se daban cuenta?

-El día que tenías que salir, tu padre te acompañaba hasta el autocar. Te las
ingeniabas para salir siempre tarde y que él no se quedará a despedirte. Le
saludabas desde la puerta del autocar, mezclándote con los otros niños y cuando él
se iba bajabas, diciéndole al monitor que te habías equivocado de autocar. Yo te
esperaba entre los árboles, con nuestras bicicletas para huir hacia el bosque sin que
nadie nos viera.
-¿Y vivíamos en el bosque escondidos todo el verano?

-Cada semana teníamos que bajar al pueblo para que llamaras a tus padres, y
les contaras lo bien que lo estabas pasando en el campamento, y para comprar
provisiones. Tú guardabas el dinero que devolvían a tus padres por no ir al
campamento y así teníamos para comprar comida. Pero íbamos al pueblo vecino
que está al otro lado del bosque para que no nos reconocieran.

-No se nos escapaba detalle, éramos tremendos. Hubiésemos sido unos


criminales perfectos, planeando golpes. - Marc se echó a reír.

-A pesar de las mentiras y travesuras, tú nunca hubieras hecho nada malo.


Siempre te movía la justicia y el honor, eras una especie de héroe enmascarado
luchando contra las injusticias, no podías ver una sin actuar. Aunque eso te trajera
problemas con los adultos, aceptaban los castigos con valentía. En estos casos, nos
venía muy bien que tu padre fuera rico e influyente, siempre pagaba las multas y
sobornaba a los afectados de nuestras cruzadas. Él siempre me culpaba a mí de los
líos en que nos metíamos, aunque en eso se equivocaba, tú eras la loca suicida y yo
la voz de la prudencia. Pero nunca me escuchabas y acababas convenciéndome.
Por más que se lo dijeras a tu padre, él nunca te creyó.

-Pobrecillo. - se burló ella riéndose.

-Ya hemos llegado.

La ayudó a bajar, cogió una enorme mochila y la cargó a la espalda. Cogió


de la mano a Marie y se internaron en lo más profundo del bosque. Más o menos
en el centro, llegaron hasta un enorme árbol y Marc la hizo mirar hacia arriba. Allí
estaba la casa del árbol más increíble que Marie hubiese podido imaginar. Su
corazón empezó a vibrar en reconocimiento, ya que su cerebro no podía, y la
inundó un sentimiento de bienestar y felicidad como el que había sentido al llegar a
casa de su abuela. Marc se atrevió a cogerla por la cintura, y como la cosa más
natural del mundo, ella hizo lo mismo sin dejar de mirar aquella maravillosa casa.

-Es alucinante. ¿Nosotros hicimos todo esto?

-Cuando regresé al pueblo estaba en muy mal estado, pero he ido


reparándola.

-Es increíble. Deberías ser arquitecto en vez de sheriff. Es un trabajo


fabuloso.

-¿Quieres subir?

Era una casa circular, construida alrededor del enorme tronco. Habían
aprovechado las gruesas ramas para sujetar el suelo. Dentro había unos muebles
preciosos labrados y decorados con flores que había hecho Marc. Había un
armario, una mesa y dos sillas, una especie de cocina con un hornillo de camping y
alacena, donde había vasos y platos. Una habitación, Marc había traído dos
colchones para no asustarla, pero antes había sólo uno, con unas gasas alrededor a
modo de mosquiteras. Todas las ventanas tenían sus cortinas y había traído flores
frescas para adornar la casa. Había cuidado todos los detalles, había comida en la
alacena, mantas y sábanas en el armario, jabón... El cuarto de baño estaba oculto
tras un biombo, como no había agua, tenía un depósito de agua de lluvia, un
mueble con espejito, palangana y jofaina como en las casas antiguas, y un orinal
para urgencias. Le explicó que se bañaban en el río y hacían sus necesidades en el
bosque. Para iluminarse tenían linternas y velas. Marie pensó que era perfecta.

-También aprendimos a pescar, preparábamos una fogata para asarlos. Y tú


buscabas bayas y frutos, también algunas setas y raíces para cocinarlas, siempre
fuiste muy buena con las plantas. Conocías todos sus nombres y propiedades,
querías ser botánica.

-Qué vida tan interesante teníamos. ¿Siempre andábamos de aventura en


aventura?

-Desde luego, contigo no había ni un segundo para el aburrimiento.

-¿Cuantos veranos pasamos aquí?

-Siete. La primera vez que lo hicimos teníamos ocho años.

-¡Vaya! Estoy impresionada.

-¿Estás muy cansada?

-No, lo cierto es que estoy mejor que nunca. Como llena de energía, este
lugar tiene algo mágico.

-¿Quieres que te enseñe nuestro sitios favoritos?

-Claro. Estoy deseando verlos.

-Te he traído un bañador y ropa de montaña. Espero que no te moleste.

-No, es fantástico. ¿Sabías todas mis tallas?

-Por supuesto. Soy policía, ¿qué esperabas?

-¿Por eso, o porque me conoces mejor que yo misma?

-Bueno, quizás sea por eso.

-Recuerdas más cosas de mí que yo, llevas ventaja, no es justo. Aunque...

-¿Sí? ...
-Que aunque no te recuerde, siento que te conozco mejor que a mí misma.
Tus gestos y tus palabras me resultan familiares, no extrañas ni desconocidas.
Cuando hice la tarta pensé que era tu favorita, por eso elegí esa receta.

-Es mi favorita. - dijo emocionado. - tu abuela la preparaba para mí.

-¿Cómo era mi abuela?

-La mujer más buena del mundo, todos la querían. Ella nunca quiso vivir en
la mansión con tus padres, se quedó en su casa cuidando de su jardín, como ahora
haces tú. Te pareces mucho a ella, más que a tus padres. Llevaba comida a la gente
más pobre del pueblo, nadie pasaba miserias si ella se enteraba, ayudaba a todo el
mundo. ¿Sabes que ella nos acogió cuando el banco nos quitó la casa? A mi madre
y a mí, nunca vi a mi madre tan feliz como cuando vivimos con ella. La cuidaba
como si fuera su hija. Cuando murió tu abuela tuve que llevarla a la residencia, no
podía cuidar de ella tenía que conseguir dinero para los dos. No siempre lo hice de
la forma correcta... Yo... sin ti yo...

Marie en un acto reflejo le abrazó, Marc se refugió en sus brazos y lloró


como nunca lo había hecho, por sus errores, por su ausencia, por haberla
encontrado de nuevo...

-Siempre creí que los sheriff eran hombres duros, como los vaqueros de las
películas. Tú eres un poco llorón, ¿no? ¿Cómo conseguiste el trabajo? - bromeó
para animarle.

-¿Eso piensas? ¿Que soy una nenaza? - ella se echó a reír.

-¿Crees que a tu madre le gustaría venir a vivir conmigo?

-¿Lo dices en serio?


-Claro, me hará compañía. Además, ninguna de las dos tenemos la cabeza en
su sitio, seguro que nos llevaremos estupendamente.

Marc la cogió en brazos y giraron, riendo. Al parar la dejó suavemente en el


suelo, no dejaba de mirar sus labios y desear besarla, pero no quería asustarla. Con
mucho esfuerzo se separó de ellas.

-Sería fantástico, siempre he querido sacarla de allí, pero no me atrevía a


dejarla sola en casa cuando yo trabajaba. Nunca sé cuándo tengo que salir
corriendo por una emergencia.

-Cuando volvamos, iremos a por ella.

-Gracias, muchas gracias.

MARIE

No sé qué me pasa cuando estoy con Marc, es como si una nube de felicidad
dejará caer una lluvia cálida sobre mí. Es oír su voz y mi cuerpo salta, activado por
una alerta en mi corazón. El musical tono de su voz ha debido quedar grabado en
las células de mi cuerpo, porque ellas reconocen su presencia y le dan la
bienvenida. Me reconforta y me excita a la vez, sus palabras son las que quiero oír,
sus ojos son los que quiero mirar, sus labios los que quiero ver sonreír, como si
nada más en el universo tuviera importancia, como si él fuera la razón de m
existencia. Y sin embargo, no puedo recordarle, a pesar de que lo intento con todas
mis ganas. Quizás sea mejor no luchar, si todo lo que viví a su lado debe quedar en
el olvido, o sólo en su memoria, debo aceptarlo y no seguir luchando con
imposibles que sólo me hacen infeliz. Es el momento de forjarme una nueva vida,
no mirar atrás con pesar sino hacia adelante con esperanza e ilusión. No quiero
pensar en lo que fuimos o en lo que hicimos, voy a ir conociéndole día a día, sin
más. Atrás quedó la soledad y el sufrimiento junto a mis padres y toda aquella
gente que me resultaba tan ajena y diferente a mí misma. Es hora de que tome las
riendas de mi vida y que sea yo la que elija las personas que quiero que formen
parte de mi vida. Ya no sufriré más por vivir en un pasado que no recuerdo.

El bosque era un lugar maravilloso, como de cuento. La casa alucinante,


parece mentira que dos niños construyeran algo tan bonito. De nuevo mi corazón
recordaba todos aquellos lugares, cada vez que Marc me enseñaba alguno de ellos
sabía que había estado allí y que había sido muy feliz, aunque mi mente no lo
recordara. La casa tenía un halo especial, como si el amor fuera algo corpóreo y
decorara las paredes de forma visible, estaba impregnado en cada detalle, en cada
esquina, en cada tabla… me daban ganas de quedarme allí a vivir para siempre con
Marc. Qué tontería ¿no? El aire del bosque era fresco y limpio, olía a hierba recién
cortada, a pino y madreselva… las plantas tenían un verde intenso y brillante como
bañadas en rocío… los arboles eran enormes, impresionantes, a su lado de sentías
insignificante y como si acabaras de nacer… el rio era de aguas cristalinas de color
verde azulado claro, incluso se veían los peces nadando y el fondo pedregoso… No
pude evitarlo, tuve que bañarme. Qué bueno que Marc hubiese sido tan previsor y
me hubiese traído un traje de baño, era muy cómodo y me quedaba perfecto, fue un
bonito detalle. El agua estaba helada pero me gustó. Marc se tiró detrás de mí
salpicándome, me dio por reír, él también parecía muy feliz, como si los dos
volviéramos a la infancia. Éramos dos niños jugando con el agua, persiguiéndonos,
salpicándonos, buceando detrás de los peces… Que maravillosa sensación, me
sentía libre y feliz como nunca. Bueno, supongo que cuando pasábamos los
veranos allí siendo pequeños era igual, pero como no lo recordaba era como si
fuera nuevo para mí. Si aquello había sido divertido, las cascadas fueron lo
siguiente. Además de ser un paisaje paradisiaco, era como un parque de
atracciones natural. Marc me cogió de la mano y me llevó por encima de las
cascadas y sin esperar a mi consentimiento, me llevó hasta el borde y saltamos,
cuando saqué la cabeza del agua me dio la risa nerviosa, había sido super
emocionante. A los lados, había unos toboganes de piedra por donde nos dejamos
caer. Me sentía como si tuviera diez años, era increíblemente revitalizante. Los dos
nos comportábamos como chiquillos. Agotados, salimos del agua y nos tumbamos
en la hierba, al sol para secarnos. Estábamos en silencio, intentando recuperar la
respiración. Con una mano acaricié la hierba, era como si me hablara, me
recordaba que antes había estado tumbada allí calentándome con ese mismo sol.
Marc me cogió de la mano que tenía a su lado, me estremecí. Mi mente quería con
todas sus fuerzas recordar aquellos días pasados, pero no hubo forma. Pero no
quise ponerme triste, había sido un día completamente feliz y no iba a echarlo a
perder, podía no tener recuerdos del pasado, pero estaba creando unos maravillosos
en ese mismo momento. Le sonreí y él me devolvió la sonrisa, estaba tan guapo.
Aunque tenía una pequeña sombra de tristeza, como añoranza de aquellos veranos
juntos. Quise borrarla y pasé los dedos por su frente, me atrapó la mano con
suavidad y se la llevó a los labios. Fue una descarga increíble de sensaciones, un
choque de terminaciones nerviosas, olas de escalofríos y de calor se unían creando
dibujos fractales en mi piel, me puse nerviosa y la retiré, devolviéndola a la fresca
y segura hierba. Pero él no se molestó y siguió sonriéndome con dulzura, sus ojos
tenían un brillo especial.

MARC
Nunca pensé cuando estaba restaurando la casa del árbol, que volvería a ver
a Marie dentro de ella. Era como si no hubiera pasado el tiempo, como si mi vida
sólo hubiese tenido un ligero paréntesis sin ella. En esta casa lo hicimos todo por
primera vez: nuestro primer beso, nuestras primeras caricias, nuestra primera vez...
todo envuelto en su dulzura, en su amor, en sus risas... Nunca jamás una mujer me
ha hecho sentir tanto y con tanta intensidad como Marie, como si mi cuerpo tuviera
un código secreto que sólo ella conociera. Me está costando un esfuerzo
sobrehumano mantener mis labios y mis manos lejos de su piel, como si fuera un
imán gigantesco que me atrajera con toda su fuerza. Pero tengo que tener paciencia
y ganarme de nuevo su corazón. No tengo miedo porque sé que acabará
enamorándose de mi de nuevo, porque nuestro amor es eterno e inmortal, por mil
vidas que viviéramos siempre acabaríamos enamorándonos, es inevitable.

Los primeros veranos que pasamos aquí nos dedicamos a construir la casa y
a jugar por todas partes, en el río, las cascadas... sólo teníamos una hamaca y
dormíamos juntos, muy pegaditos arropados con la única manta que teníamos para
darnos calorcito, aunque por el día hacía mucho calor, por las noches hacia algo de
frío. Pero éramos muy niños e inocentes, nunca le dimos más importancia que la
camaradería. Pero cuando Marie empezó a desarrollarse yo me di cuenta que era
una niña no mi camarada. Aquel verano empecé a comportarme como un extraño,
espiándola a escondidas y viendo fantasmas donde no los había. Yo tampoco sabía
explicarme que me pasaba, pero ver alguna parte desnuda de su cuerpo me
producía escalofríos y calor al mismo tiempo, sus labios parecían más rojos, su
pelo más brillante y sedoso, y su aroma alarmantemente sensual. Ella harta de mi
comportamiento, como siempre, enfrentó el problema con valentía y dijo que no
me dejaría salir de la casa hasta que no aclaráramos aquella situación. Acorralado
entre la espada y la pared le solté:
-Creo que gustas.

-¿Que te gusto? ¿Es que antes no te gustaba? ¿No somos amigos? ¿Qué te
gusta ahora que no te gustaba antes?

-No lo entiendes, que me gustas... que ahora... ¡que eres una chica!

-¿Y antes que era? ¿Una ardilla? - dijo riéndose.

-No te rías. Esto es muy serio.

- Vale. - dijo intentando no reírse. - ¿Te gusto como la crema de cacao? ¿O


como un helado triple con gominolas? ¿O...

-Te quieres callar ya. - hice una pausa dramática intentando contarle lo que
sentía sin asustarla. - me gustas como Andrea a Carlo.

-¡Ah! es eso. ¿Y por eso me mirabas de esa forma tan rara?

-Es que estás creciendo y tus... tus...

-¿Mis qué?

-Tus... que a veces tengo ganas de besarte.

-Haber empezado por ahí, hombre. Puedes darme todos los besos que
quieras. - me abrazó por el cuello me besó en la mejilla.

-Así no - dije enfadado porque no me comprendía.

-¿No? ¿Y cómo? A no, en la boca no, ¡qué asco!

Yo me enfadé y le di la espalda. Ella me puso la mano en el hombro.


-Perdona, no quería decir que tú me dieras asco. Es sólo que... Si es tan
importante para ti, estoy dispuesta a sacrificarme.

-¿Sacrificarte?

-Vale, quizás no sea la palabra correcta. Me presento voluntaria para el


experimento. - dijo riéndose de nuevo. Esta vez yo también me reí. -¿Porque
quieres besarme en la boca?

-Bart dice que no hay nada mejor en la vida que besar a una chica, que te
transporta al cielo en zero coma. Yo he pensado en muchas chicas del cole pero no
me dan ganas de besar a ninguna. En cambio tú... creo que quiero hacerlo todo
contigo, me gusta nadar contigo, montar en bicicleta, cuando nos tiramos de la
cascada... así que si tengo que besar a una chica, quiero que seas tú.

-Vale. Pero no prometo que me guste.

-Vale.

Yo estaba muy nervioso y ella intentaba no reírse. Me acerqué muy


despacio, ella cerró los ojos con fuerza y puso morritos. Al poner mis labios sobre
los suyos sentí como una descarga y me separé. Marie abrió los ojos y me sonrió.

-No ha sido tan malo. Me ha hecho cosquillas en los labios. ¿Quieres que
probemos otra vez?

Yo asentí con la cabeza, incapaz de hablar. Ella ladeó la cabeza con los ojos
cerrados, pero ahora suavemente y puso morritos. Fue un beso inocente, un leve
roce de labios, pero para mí fue lo más emocionante que había hecho en la vida,
hasta ese momento. Era más que subir al cielo, como había dicho Bart. Abrí los
ojos sonriendo como un bobo.
-Me ha gustado. - dijo Marie.

-¿Quieres ser mi novia?

-¿Y dejar de ser amigos?

-No eso no, seremos amigos por siempre jamás. Pero además, seremos
novios.

-¿Lo dices para seguir dándome besos en los labios?

-No, bueno si... No, quise decir no. Quiero besarte sí, pero... Nos estamos
haciendo mayores...

-Pero si sólo tenemos doce años. -dijo alarmada.

-Ya lo sé, pero algún día seremos mayores, y nos casaremos y tendremos
hijos.

-¿Quieres que tengamos hijos?

-Ahora no.

-Menos mal, estabas empezando a asustarme. - todo aquello le resultaba


divertido, sobre todo que yo me lo tomara en serio.

-Quiero decir, que si algún día, cuando sea muy, muy mayor, quiero casarme
y tener hijos, quiero que sea contigo. No quiero tener novias ni ahora ni nunca.
Quiero estar contigo toda la vida, con nadie más.

-Vale, ahora no sé qué decir. Yo nunca había pensado en eso. Ni siquiera


pensaba casarme.

-¿No quieres estar conmigo?


-Claro que sí. Amigos hasta la muerte.

-Novios también.

-Vale, novios también. Prometo que serás mi único novio, y que si algún día
decido casarme, será contigo. Pero como dejes de ser mi amigo por esto, te colgaré
de los pulgares de la rama más alta de éste árbol.

-Trato hecho. ¿Puedo besarte otra vez?

Aquellos besos fueron increíbles, inocentes, tiernos, dulces...

Sólo durante el verano dábamos rienda suelta a nuestro amor, cuando


estábamos solos en el bosque. Nos daba miedo que se enterasen sus padres y la
encerraran en un internado o algo peor. Así que cada verano dábamos un paso más
en nuestra relación. De besos inocentes, pasamos a besos apasionados que nos
dejaban sin aliento, luego vinieron las primeras caricias. Marie con trece años ya
tenía un cuerpo impresionante, sus pechos eran perfectos, pero aún no nos
atrevíamos a nada más. Pero al año siguiente exploramos nuestros cuerpos sin
pudor y llegaron los primeros orgasmos. Fue increíble, nos pasábamos casi todo el
día besándonos y tocándonos, conociendo nuestros cuerpos y toda clase de
sensaciones. Hasta que un año después nos atrevimos a cruzar el límite. Sólo
teníamos quince años pero ya estábamos seguros de nuestro amor. Antes de
hacerlo, preparamos una ceremonia, nos íbamos a casar y jurarnos amor eterno.
Decoramos la casa con flores blancas y cintas de raso, habíamos traído un colchón
y le colgamos desde el techo gasas blancas rodeándolo, nos pareció romántico.
Marie hizo coronas de flores para los dos. Nos juramos amor eterno frente al árbol
que era nuestra casa. Aquella fue nuestra primera vez, no la mejor, pero si la más
emocionante. Un poco torpes entre los nervios y las risas, pero fue increíble. Es
uno de los recuerdos que más me duele que haya perdido Marie. Algo irrepetible
que sólo quedará en mi memoria.

El último verano que pasamos aquí fue impresionante, como amantes


consumados e igualmente apasionados, tuvimos un sexo increíble. No quedó lugar
donde no hiciéramos el amor, en nuestra casa, en el bosque, en el río, bajo las
cascadas... Así que al regresar a nuestras casas, decidimos ponerle fin a nuestro
secreto y poder vivir nuestro amor libremente.

Como habíamos temido, sus padres se negaron rotundamente a que fuéramos


novios, y eso que no sabían que ya lo habíamos hecho, si se hubieran enterado creo
que ahora no estaría vivo. La prohibieron verme y la sacaron del colegio, para
llevarla a un internado. Se escapó de casa y vino a verme. Decidimos fugarnos y
casarnos de verdad, buscaríamos trabajo y nos iríamos a vivir a nuestra casa del
árbol, necesitábamos bien poco para vivir, sólo nuestro amor.

NARRANDO

-¿Crees que tu madre se acordará de mí?

Iban hacia la residencia, para llevar a la madre de Marc, Alba, a casa de


Marie. Si le gustaba la sacarían de la residencia para siempre. Y Marc, bueno, ya
casi vivía con Marie, porque cuando no estaba en el trabajo siempre corría a su
lado, muchas noches se quedaban dormidos en el jardín, contemplando las
estrellas.

-No lo sé. A veces tiene momentos de lucidez.


Marie le traía un ramo de flores, había elegido las más bonitas de su
invernadero. Pero cuando llegaron al jardín de la residencia y Alba la vio, ni fijó en
ellas. Corrió hacia Marie y la abrazó llorando.

-Mi princesita. Cuanto te he echado de menos. Qué guapa estás, y cuanto has
crecido mi amor.

El abrazo de Alba fue de lo más gratificante para Marie, ella no recordaba a


Alba, pero aquel abrazo era el que siempre había deseado que le diera su madre, y
se puso a llorar abrazada a aquella dulce desconocida.

-No llores mi amor, Ya estamos juntas otra vez, y nadie va a separarnos


nunca más. Yo cuidaré de ti, mi princesita.

Alba le acariciaba el cabello y le daba besos en la cabeza sin dejar de


abrazarla. Nunca Marie había sentido tanta ternura, estaba conmovida.

Marc no se atrevía a acercarse y romper aquel mágico momento. Pero Alba


miró a su hijo, y él supo que lo había reconocido.

-Vamos cariño, Marc nos llevará a casa. ¿Verdad mi cielo?

-Claro, mamá, ahora mismo.

Cuando ya estaban en el coche, Alba se perdió de nuevo en su cabeza.

-¿Vamos a ver a las hadas? Éste carruaje es mágico ¿no? no necesita


caballos. ¿Cómo funciona?

-Con polvo de hadas.

-Claro que tonta. - dijo riendo.


Marc hacía tiempo que había dejado de intentar traerla a la realidad, la
seguía la corriente. Prefería verla feliz, que perdida y triste. Marie le miró y él la
guiño un ojo.

-Es mejor así, ella es feliz de ese modo.

Marie le sonrió y le dio la razón con un movimiento de cabeza.

-Es usted un elfo, ¿Verdad jovencita? ¿De la realeza?

-No, sólo soy una doncella.

-Pues tenéis un porte real y muy distinguido.

-Gracias.

Cuando llegaron a la casa Alba reconoció los jardines, y Marie pasó de ser
un elfo a ser su abuela.

-Teresa, pero que bonito tienes el jardín. Está increíble, precioso. ¿Han
venido ya los niños? ¿Tenemos tarta para darles de merendar?

-De arándanos.

-¡Qué bien! La favorita de Marc.

Marie fue a por la tarta, mientras ellos se sentaban en los sillones del jardín.

Marc tenía ahora a las dos a su lado, había odiado siempre tener que dejarla
en la residencia. Ahora gracias a Marie estaba en el mejor lugar del mundo.

MARC
-Esta semana no vamos a ver a tu madre muchacho.

-¡Henry!

Dios mío, con todo esto de la llegada de Marie no me había vuelto a acordar
de Henry, imperdonable. Estaba tan feliz que me abalancé sobre el viejo, le cogí en
brazos alzándole del suelo y le besé en la mejilla. Al momento, vi cómo me
miraban mis compañeros y me di cuenta que estaba echando por tierra esa fama de
tío duro que me había creado. Le solté con mucho cuidado separándome de él,
puse cara de hombretón y voz ronca, dándole un golpe en el hombro.

-Eh, Henry que pasa tío. Ven a mi despacho, tengo algo que contarte.

Cuando cerré la puerta me deshice otra vez, le volví a abrazar contento.

-¿Qué te pasa muchacho? ¿Y esa cara de bobo?

-Oh, Henry. Ella está aquí.

-¿Quién?

-Marie, mi Marie.

-¿La chica que te rompió el corazón?

-No me dejó, tuvo un accidente.

Henry lo sabía todo de mí, era mi paño de lágrimas. Le puse al día sobre
Marie y su estado, y le dije que mi madre estaba con ella, que si todo iba bien iban
a vivir juntas.

-Podemos ir a verlas cuando salga del trabajo, hoy voy a salir pronto.
Cuando termine los informes pasó a buscarte.
LO ESTOY VIENDO

Marc y Henry fueron a visitar a las chicas, Henry se adelantó y las llamó
despacio, así que no le oyeron. Llegó hasta el invernadero y vio a las dos mujeres,
hombro con hombro junto a las flores. Hablaban en voz baja, se reían en voz baja,
como si les estuvieran contando secretos a las orquídeas. Se las veía muy felices,
como si el mundo fuera un lugar perfecto. Marc llegó en ese momento y le puso la
mano en el hombro al hombre, observando también a las alegres mujeres.

-¡Hola! -las dos se giraron a un tiempo.

-Hola, Marc mi amor. Mira ven, esta chica me está ayudando con las flores
de Teresa. ¿Cómo dijiste que te llamabas querida?

-Marie – aclaró ella sin dejar de sonreírla.

-¿Quién es ese hombre tan apuesto que viene contigo, hijo? - Henry se
hinchó como un pavo.

-Soy Henry, bella dama. - la cogió la mano y le besó el dorso como un


caballero. Alba sonrió divertida y le hizo una pequeña reverencia.

-Ella es Mary, Henry. - les presentó Marc.

-Encantada. -contestó Marie ofreciendole la mano.

-Un placer joven, es usted más bella de lo que me dijeron. - y le besó el


dorso de la mano, también.

-Ya será menos - dijo bajando la mirada y ruborizandose.


-Henry es como mi padre, cuidó de mí cuando más lo necesitaba. - aclaró
Marc.

El hombre se conmovió y abrazó al muchacho por los hombros,


estrechandole contra su cuerpo.

-¿No es usted demasiado joven para tener un hijo tan mayor? - Henry sonrió
halagador.

-Tengo edad suficiente para tener un nieto de su edad.

-Que exagerado. - Alba se reía con coquetería.

-¿Le apetecería dar un paseo por estos bellos jardines? - Henry le ofreció el
brazo, ella lo tomó sin dudar y salieron a pasear por el jardín.

Marc tuvo la osadía de darle un beso en la mejilla a Marie cuando se


quedaron solos y ella lo tomó con naturalidad sin apartarse.

-Todavía no hemos comido, ¿queréis acompañarnos? - ofreció la muchacha.

-Será un placer. Además, esta mañana no tuve tiempo para desayunar y estoy
hambriento.

Ella le sonrió, para Marc aquella sonrisa iluminaba más que el mismo sol.

-Voy a la cocina a preparar las cosas.

-¿Puedo ayudarte?

-Claro, vamos - le cogió de la mano, como cuando eran pequeños. Marc


miró aquel gesto como si hubiera encontrado un tesoro.
Mientras preparaban la comida hablaban de cosas intransdecentes.
Disfrutando de su compañía, sin más. Los dos sonreían sin parar, bromeando de
cualquier cosa. Pusieron la mesa en el jardín, a la sombra de las parras. Los
hombres antes de sentarse acomodaron a sus damas.

-Tu esposa ha preparado una comida deliciosa Marc. Me tienes que pasarme
la receta querida.

-Claro, cuando quiera.

-Está todo delicioso Marie.

-Gracias, me hace muy feliz cocinar para vosotros y que os guste tanto.

-¿Donde están los niños, hijo?

-En el jardín, mamá.

-No vienen a comer.

-Ya comieron antes, tenían muchas ganas de seguir jugando.

-Estos niños, que inquietos. La pequeña Anne es igual que tú, Marie.
Preciosa pero un ciclón.

-Ya te digo. El Huracán Catrina en persona.

Todos se rieron a la vez de las travesuras de los inexistentes niños. Todo por
Alba, así era feliz, porque cada vez que la llevaban la contraria o intentaban
regresarla a la realidad se ponía triste, y a veces enfermaba. Sin haberlo hablado
previamente los tres la seguían la corriente sin ningún problema. Mantenían una
conversación fluida a pesar de los saltos en el tiempo y las incursiones en los
mundos de fantasía de Alba.
Cuando Henry les contó que vivía en una pensión, Marie le ofreció quedarse
con ellas. La casa de su abuela Teresa era demasiado grande para ellas dos, y así
podría ayudarla a cuidar a Alba.

-¿Lo estás diciendo en serio?

-Por supuesto, así podrá ahorrarse también el dinero de la pensión, y


comprarse ese caballo que tanto desea.

-Eso sería fantástico.

-Roger tiene los establos cerca de aquí, podrías dejarlo allí hasta que te
compres tu propio rancho. - todos rieron a la vez.

-¿Me llevarás a cabalgar Henry?- preguntó Alba emocionada.

-Cuando tú quieras querida. - le cogió de la mano con cariño.

-De todos mis maridos tú eres mi favorito. - le dijo Alba. Volvieron a reír
como si fueran una sola carcajada.

-¿Cuando puedo traer mis cosa?

-Ahora mismo. Marc puede ayudarle mientras Alba y yo limpiamos la


habitación y ponemos sábanas limpias.

-Si - Alba aplaudió. - y está noche podemos hacer una fiesta en el jardín para
celebrarlo.

-Que buena idea Alba. Será muy divertido. - la animó Marie.

-¿Bailará usted conmigo Sir Lancelot? -dijo Alba mirando a Henry.

-Será un honor Milady. - y le volvió a besar el dorso de la mano.


Aquella noche fue especial para Marie, era la fiesta familiar que siempre
había deseado. Llena de amor, alegría, bromas, risas, baile... perfecto. Todos
ayudaron a prepararla, los chicos colocaron farolillos con velas de colores, Alba
colocó ramos de flores, Marie preparaba la comida con las recetas de la abuela, y
juntos pusieron la mesa con el mantel que guardaba Teresa para las ocasiones
especiales y su mejor vajilla. Henry trajo un vino francés que estaba exquisito y
Marc un champán para los brindis.

-He pensado que para que ésta celebración sea perfecta, Marc podría dejar su
habitación de alquiler y venir a vivir con nosotros. Todavía hay espacio suficiente
y podrías estar con tu madre como cuando vivía mi abuela Teresa. Estoy segura
que si ella pudiera vendría a dar su aprobación.

Alba se puso en pie aplaudiendo, Henry después, alzando su copa y


entonces, el viento sopló con fuerza y dejó caer una orquídea blanca en las manos
de Marc. Todos quedaron mudos, aquella flor era la preferida de Teresa.

-Teresa da su conformidad. - dijo alegremente Alba.

-Por Teresa. -gritó Henry ofreciendo su Copa.

Todos se pusieron en pie, alzando sus copas.

-¡Por Teresa! - gritaron al unísono.

-¡Por esta nueva familia que vamos a formar! - dijo Marc.

-¡Por la familia! -gritaron todos y brindaron.

-¡Hora del baile! - sentenció Henry. - bella dama, si me hicierais el honor. -


pidió a Alba con una reverencia.
Pasaron toda la noche bailando hasta que ya no pudieron más y cayeron
rendidos. Ninguno de ellos olvidaría aquella fiesta, ni Marie ni Alba tampoco.

Al día siguiente Marc trajo sus cosas y se instaló en la habitación que había
ocupado cuando vivía Teresa. Alba estaba feliz como nunca y tenía muchos más
períodos de lucidez que en la residencia. Marie adoptó a Henry y Alba como
padres, los padres amorosos y comprensivos que siempre quiso tener. Pero tenía
claro que no quería a Marc como hermano, aún no sabía exactamente lo que sentía
por él pero tenía claro que no era amor fraternal. Le encontraba demasiado
atractivo y emocionante para su tranquilidad. Cuando la tocaba, las energías del
universo recorrían su piel con una intensidad desbordante. Durante su recuperación
del accidente no estuvo con ningún hombre, exceptuando a Gabriel que la besó a
traición, y fue asqueroso, como si la hubiera besado un sapo, le dio tal guantazo
que tuvo los dedos marcados tres días. Sus padres la regañaron, Gabriel era un muy
buen partido, pero ella dijo que no se casaría con él ni muerta. Excepto aquel beso,
no recordaba ningún otro, no sabía si había tenido novio antes del accidente. Algo
había pasado porque tenía claro que no era virgen, pero no recordaba nada. Y le
daba vergüenza preguntar a Marc, si eran tan buenos amigos, él tendría que saber
si había salido con alguien.

Marc se levantaba temprano para ir a trabajar, pero cuando lo hacía ya


estaban Marie y Alba preparándole el desayuno. Luego, bajaba Henry bien peinado
y aseado, le guiñaba un ojo a Alba y ella reía coqueta. Desayunaban juntos y antes
de irse Marc le daba un beso a su madre en la mejilla y otro a Marie, que ya
aceptaba de buen grado, los besos y abrazos de todos ellos. A Henry le estrechan la
mano, ninguno de los dos querían poner en duda su imagen varonil frente a las
chicas.
Henry sacaba muchos días a Alba a pasear por el pueblo, y llevaban a la
tienda de Marta los encargos de remedios naturales que está le pedía a Marie. Así
ella se evitaba el ruido del trafico y las voces estridentes de los transeúntes, aunque
mucho menos molestas que las de la ciudad todavía le molestaban un poco.

Puesto que Henry ya se ocupaba de su madre, planeó unas vacaciones con


Marie en la casa del árbol.

-Vamos, a ver si conseguimos llegar antes de que anochezca. - rogó Marc.

-Lo llevas todo, hijo.

-Si, mamá.

-¿La loción para los mosquitos? ¿El protector solar? ...

-Si, mamá. Lo llevo todo. Venga que tenemos que irnos. ¡Marie! ¿Que te
falta?

-Ya bajo.

-¿Llevas tu chaqueta mi niña?

-Si Alba, ya la he cogido. - le contestó Marie con cariño.

-¿Y la manta?

-También.

-Vamos, Marie. - dijo Marc abriéndole la puerta del coche.

-¡Esperar! Os he hecho unas galletas para el viaje. - pidió Alba.

-¡Mamá! - se quejó Marc.


-No tardo nada - y salió corriendo a la cocina y regresó con una cajita.

-Gracias, mamá.

La dio un beso en la mejilla y la mujer sonrió feliz. Montaron por fin en el


coche, y Henry y Alba les despidieron saludandoles con la mano. Marc vio por el
retrovisor que Henry rodeaba por la cintura a su madre, pero no le molestó en
absoluto, al contrario, le gustaba la idea de que acabaran juntos.

Marc estaba pletórico, de nuevo volvían juntos a pasar el verano en su casa


del árbol. No sabía que iba a terminar pasando pero ya había decidido declararle su
amor a Marie a la luz de las estrellas. Lo tenía todo planeado, un día en las
cascadas, una cena romántica a la luz de las velas y una declaración en toda regla,
con anillo y todo. El anillo lo había comprado un día antes de su planeada fuga, y
lo había guardado todo éste tiempo, nunca tuvo el valor suficiente para deshacerse
de él. Y ahora había llegado el momento de dárselo. Estaba tan nervioso como
cuando era un adolescente inseguro.

Marie adoraba aquel lugar, y le gustaba aún más compartirlo con Marc.
Había tomado una decisión, iba a besarlo. No sabía porque pero pensaba que ya
tenía edad suficiente para tener un beso de verdad. Estaba muy segura que los
besos de Marc no serían como los del sapo Gabriel, sus labios prometían dulzura y
pasión. No sabía que pensaría él, pero estaba dispuesta a arriesgarse. Si la
rechazaba volverían a ser amigos y en paz.

Hacia bastante calor y los dos estaban deseando ir a nadar. Dejaron las
bolsas en el suelo sin colocar las cosas, se pusieron los bañadores y corrieron a las
cascadas cogidos de la mano, riendo como niños. Nadaron, saltaron y se
deslizaron por los toboganes. Hasta que el sol empezó a ocultarse y Marie se puso
a temblar de frío.
-Vamos, sal ya que tienes los labios morados.

-Un poco más.

-No seas niña y sal del agua, tenemos muchos días por delante.

Le ofreció la mano para ayudarla a salir del agua, estaba tiritando y se


abrazaba para entrar en calor. Marc cogió una toalla y la envolvió con ella. Le frotó
los brazos para que entrara en calor. Marie le sonreía agradecida, con aquel gesto
suyo tan dulce e inocente. No podía amarla más, era imposible. Marie le apartó el
cabello mojado de la cara, y le acarició el rostro con suavidad. Y antes de que le
diese tiempo a reaccionar ella le estaba besando. Estaba tan sorprendido que ni
siquiera le devolvió el beso. Ella se apartó despacio, con los ojos cerrados y
saboreando sus labios. Ese beso si había merecido la pena, ahora tenía un bonito
recuerdo. Había sido tan inocente y suave como su primer beso, pensó Marc. Ella
abrió los ojos y ambos se sonrieron como bobos. Marie iba a hablar pero no le dio
tiempo, Marc le cogió el rostro entre las manos y se lanzó a sus labios. Un beso
apasionado, con el deseo acumulado de todos aquellos años de ausencia, con todo
el amor reservado, con toda la pasión que no había sentido en otros brazos. Fue un
beso nuclear, una explosión que hubiese podido acabar con la tierra por su
intensidad, si no se hubiera derretido en sus cuerpos. Marc se apartó un momento
para ver su rostro y comprobar que era cierto, que estaba besando a su Marie. Y
entonces, ella tomó aliento y dejó escapar:

-¡Guau! Ha sido impresionante. ¿Los besos son siempre así?

-Sólo los míos - fanfarroneó él. Ella se rió.

-No has besado a nadie estos años.

-Una vez me besaron y fue asqueroso.


Marc se rió feliz ante aquella declaración, Marie era sólo suya. No era justo,
pensó que él hubiese tenido tantas amantes en su ausencia, sintió como si la
hubiera traicionado. Pero creyó que ella le había abandonado, que no le amaba, por
eso se entregó a los brazos de otras mujeres que no le hicieron feliz, sólo sentirse
vacío. Un sólo beso de Marie era suficiente para transportarlo al paraíso. La besó
de nuevo, sus cuerpos ardieron en llamas al instante que sus labios se rozaron.
Marie quería más, lo quería todo, si sólo con un beso se había sentido tanta pasión,
como sería llegar hasta el final. Nunca había estado tan ansiosa por descubrir sus
más íntimas sensaciones, ningún hombre le había provocado aquella curiosidad,
sólo Marc. Tiró las toallas al suelo deseando sentir su piel sobre la suya, sus manos
acariciando cada rincón de su cuerpo. Pero Marc con un esfuerzo sobrehumano se
retiró de ella, sujetandola por los brazos.

-Espera, no vayas tan deprisa. - le rogó.

-Lo siento, debes pensar que soy una descarada. Perdóname.

-No, por favor. No es eso. Es que quiero que éste momento sea muy
especial, que no lo olvides aunque vuelvas a tener mil accidentes. Quiero grabarlo
a fuego en tu piel. Quiero que sea eterno.

-Qué bonito ha sido eso. - le dio un suave beso en los labios sonriendo.

-Lo cierto es que tenía planeada una velada romántica para ésta noche.

-¿De verdad? - preguntó emocionada.

-Tengo que confesarte que pensaba seducirte. - ambos rieron.

-Vale, de acuerdo. Intentaré mantener las manos lejos de ti, aunque no se si


lo conseguiré. Y dejaré que me seduzcas.
-Si me dices eso me va a costar mucho contener estas ganas locas que tengo
de ti.

Ambos rieron nerviosos y se sujetaron por los brazos para separar sus
cuerpos. Cualquier roce les haría olvidar la promesa de esperar.

-Vale, lo mejor es que caminemos separados.

-Si, es lo mejor.

Marc había pensado en todos los detalles, incluso había traído un vestido de
fiesta para ella y smoking para él. La vendó los ojos mientras preparaba todo. Bajó
la mesa a los pies del árbol, velas, mantel de lujo, copas de cristal, flores... todos
los detalles clásicos que había visto en las películas. Su comida favorita y el mejor
de los vinos, y en la tarta, el anillo.

Marie estaba impresionada, había intentado retener las lágrimas pero cuando
le dio el anillo no pudo más, y se dejó llevar como una Miss al recibir su corona.
Pero Marc acalló su llanto con un beso de fuego.

-Ahora, el baile. - dijo poniéndo fin al beso.

-Si que lo tenías planeado. Te agradezco mucho todo el esfuerzo que has
hecho por impresionarme. Lo estoy, estoy sorprendida, impresionada, emocionada
y un millón de sensaciones más a las que no soy capaz de darles nombre. Pero
como vuelvas a besarme de esa manera y pedirme que deje de hacerlo para bailar o
cualquier otra cosa que no sea desnudarte y comerte a besos, te juro que...

No terminó la frase, le devoró la boca obligandola a callar. La cogió en


brazos sin dejar de besarla y la llevó arriba. Ya había dejado preparado el colchón
con sábanas limpias y perfumadas, velas iluminando la estancia y ramos de sus
flores favoritas que añadían un aroma exótico y excitante al ambiente. Se deshizo
de sus ropas con soltura y eficacia. Como había añorado aquella piel, aquellos
jadeos, aquella risa musical, su dulce voz suplicandole al oído más y más...

Marie no lo recordaba pero hicieron el amor en los mismos sitios que cuando
eran unos adolescentes enamorados locamente. Pero ahora, con más pasión si era
posible. Marie en un intento de recuperar la vida que recordaba y Marc
desesperado por tantos años de ausencia y por miedo a perderla de nuevo. Fue el
mejor verano de sus vidas.

Ya no volvieron a separarse nunca más, creando nuevos recuerdos que Marie


no olvidaría jamás.

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