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Nunca habéis pensado que os ha tocado vivir lo peor de vuestra vida. Desde
que ella me dejó perdí la ilusión, el dulce aroma de la vida. Me metí de lleno en un
túnel oscuro y sin salida. Primero fue el alcohol, luego las malas compañías y por
último las drogas. Hice todo lo que nunca hubiese tenido que hacer, todos aquellos
actos que te hacen perder el respecto por ti mismo, que te hacen perder la
humanidad que hay en ti, la inocencia que una vez te hizo sonreír. Me dejé
arrastrar por los instintos más bajos de supervivencia y sexo. Una especie de
ceguera atemporal, donde lo único importante era el mismo instante que estabas
viviendo, sumergido en una falsa espiral de fiestas continuas, regadas de alcohol y
drogas, y muchas chicas sin alma de sexo fácil y superficial. Nada me importaba,
ni yo mismo. Peleaba por dinero, robaba por dinero, y el dinero sólo servía para
continuar con aquella vida sin sentido. Perdí mi alma cuando ella me abandonó, ya
nada tenía sentido. Supongo que si hubiese tenido el valor suficiente me hubiese
suicidado, habría sido más rápido. Pero la vida tenía otros planes para mí. Y
vinieron de la mano de un buen amigo: Henry, era policía y le caí en gracia, decía
que le recordaba a su hijo pero que conmigo no iba a tirar la toalla y que me iba a
sacar de las calles quisiera yo o no. Su hijo murió envuelto en la misma espiral de
desenfreno en la que yo me encontraba entonces. Me arrancaba de las fiestas, de
los brazos de mis múltiples conquistas, borracho y drogado, con los restos de las
peleas aún en mi cara. Me arrastraba hasta su casa, me obligaba a ducharme con
agua fría y me hacía beber litros de café, me hizo cambiar las peleas callejeras por
el gimnasio. Fue el padre que nunca tuve. Gracias a él salí de la oscuridad y
comencé a ver la luz. Me matriculó en la escuela y me ayudó a terminar los
estudios, yo le admiraba a pesar de su duro carácter. Así que me hice policía como
él. Me dediqué a combatir todo en lo que antes había estado metido, y como
Henry, ayudé a los muchachos que aún tenían posibilidades a salir de las calles en
vez de meterles en la cárcel directamente. Aunque estaba al otro lado de las rejas
todavía estaba rodeado de las facetas más crueles y malvadas del ser humano, era
como vivir en el mismo infierno. Por eso acepté la plaza de sheriff en mi pueblo
natal, necesitaba algo de paz. Echaba de menos a mi ángel de la guarda. Allí me
enamoré de ella y allí quería regresar. Henry se había jubilado y me lo llevé
conmigo, encajó en aquella pequeña comunidad como si llevara allí toda la vida.
La primera visita que hice fue a mi madre, seguía internada en la residencia, desde
muy joven había empezado a sufrir trastornos de memoria, a veces no recordaba
que yo era su hijo. Pero esta vez sí, en cuanto me vio me dijo:
MARIE
MARC
MARIE
Soy feliz rodeada de mis flores, plantas y árboles, más que lo he sido nunca
rodeada de gente. Aunque a veces noto un vacío en el pecho, un hueco que necesita
ser completado, pero será otra secuela de mi accidente, no quiero darle mayor
importancia.
MARC
MARC
Hoy voy a pasar a por las flores de mi madre, Henry dice que me
acompañará a la residencia. Creo que le gusta mi madre, se le ponen los ojos
brillantes cuando habla de ella y pone un tono meloso, como si ronroneara. Se ha
quedado en casa poniéndose su mejor traje y perfumándose, mientras yo recojo las
flores.
EL QUE TODO LO VE
Ella salió de debajo de la mesa de las orquídeas azules. Marc no había tenido
tiempo de cambiarse y venía con su uniforme. Marie se limpiaba de tierra la falda
de su sencillo vestido rosa pálido y se levantó despacio, con el pelo sobre la cara.
Se irguió girando al mismo tiempo la cabeza para colocar su melena roja donde
debía estar, despejando su rostro y ofreciéndole una de sus mejores sonrisas al
sheriff. Un sheriff mudo y congelado. La miraba con la boca abierta, con palabras
no pronunciadas en los labios, el rostro pálido como si la sangre hubiese
abandonado el rubor de sus mejillas y unas incipientes lágrimas acunadas en la
base de sus ojos azules.
-No vendo mis flores, pero si son para su madre, le regalaré un ramo. - Él
seguía sin contestar.
-¿Marie?
-Si me llamo Marie. Estas usted muy pálido, porque no se sienta y le preparo
un té.
-Soy Marc.
-¿Eres tú?
-No lo sé. Estuve varios años en coma y luego, tuve que aprenderlo todo de
nuevo. Sólo tengo recuerdos claros de ese tiempo, cuando vivía en la ciudad con
mis padres. Marta dice que fuimos juntas al colegio pero yo no me acuerdo de ella.
-¿Qué pasó? ¿Y tus padres? ¿Porque nadie me dijo nada? ¿Estás bien?
-Pero...
-No haga eso, por favor. Me hace sentir incómoda. No me gusta que me
toquen.
-Perdón.
MARIE
Hoy he tenido una visita de lo más incómoda, el sheriff del pueblo ha venido
a verme y se ha puesto a llorar, un poco flojo para ser policía si se pone a llorar por
cualquier cosa. Sólo porque no me acordaba de él, pobrecillo. Debe ser muy tierno
y sensible porque iba a llevarle flores a su madre. Siempre pensé que los sheriffs
de pueblo eran tipos duros, con barba de tres días con la que encendían las cerillas
para sus cigarrillos. De mirada hosca y duras palabras, que gritaban palabrotas a
los malos mientras los detenían. Pero éste no, parece amable y educado, iba limpio
y olía muy bien, a madera de roble y regaliz. Sus ojos azules son tiernos y dulces,
No creo que de miedo a nadie. Me gustaría poder recordarle para que no se pusiera
tan triste.
MARC
EL NARRADOR
-Pase, ¿le gusta el café? - asintió con la cabeza. - le preparé uno para que lo
tome con mis galletas. ¿Le gustaron las flores a su madre?
-En la gloria. - y sonrió de oreja a oreja como un niño feliz. -¿Puedo pedirle
un favor?
-Claro, Marc.
-Gracias.
-¿Por?
-Por ser tan comprensivo y no presionarme. Cuando me esfuerzo mucho en
recordar suelen venirme jaquecas y...
-Te tiré a un charco de barro con tu vestido favorito. - Marie volvió a reír.
-Espere, llévese las galletas. - y se las colocó en una cajita. - son muchas
para mí.
-Han llegado los informes que me pidió sobre los señores Sthone. Murieron
en un accidente el año pasado.
-¿Los dos?
La noche que Marie iba a escaparse con Marc, sus padres la descubrieron.
La encerraron en su habitación pero ella se escapó de nuevo. Su padre salió detrás
de ella cuando la atropelló un camión. La llevaron al hospital de urgencias, cuando
les dijeron que estaba en coma, decidieron irse a la capital, al mejor hospital de la
ciudad con los mejores médicos. Para que Marc no la buscara, dijeron en el pueblo
que se iban a vivir a Europa, donde Marie iba a casarse con un Conde. Nunca
aceptaron su relación, él era un don nadie que no tenía nada que ofrecerle a su hija,
de padre desconocido y madre loca, Marc se había criado casi sólo sin apenas
cariño y protección. Marie fue su tabla de salvación, ella le dio todo el amor que le
había faltado en su vida, le dio esperanza en un porvenir y confianza en él mismo,
sabía que si estaban juntos nada iría mal y serían felices para siempre.
MARIE
YO
-Me gustaría que me contaras más cosas de cuando íbamos al colegio, así
tendré recuerdos de mi pasado. Tú serás mi memoria. Ven siéntate a mi lado. Éste
es mi rincón favorito, desde aquí veo todo el jardín y el cielo. Es tan bonito aquí.
En la ciudad casi no se ven las estrellas.
-¿Viviste en la capital?
-Sí, pero no me preguntes más. No fui mi feliz allí. Cuéntame mejor como
era yo de niña. ¿Acabó la guerra entre nosotros?
-Eras una niña preciosa, siempre vestida como una princesa. Pero en el
fondo eras una rebelde, una luchadora. No te importaba mancharse aunque después
tu madre te castigara, cuando algo e te cruzaba por la cabeza tenías que hacerlo,
aunque luego sufrieras las consecuencias. Siempre fuiste muy valiente para
afrontar los castigos. Tú siempre decías alto y claro: he sido yo. En cambio yo
siempre soltaba la misma coletilla: yo no he sido, para librarme de los castigos que
eran interminables.
-¿Y tú?
-¿Yo?
-¿Serás mi paladín?
-Claro, mañana pensaba hacer una tarta con los arándanos que recogí hoy.
Puedes venir a probarla.
MARIE
Marc me da paz a la vez que pone patas arriba todos mis sentidos. Me asusta
pero a la vez pienso que nunca estaré más segura que a su lado. Siento que puedo
confiar en él como nadie en el mundo entero, como si no existiera la posibilidad de
que me traicionara o me abandonara. Nuestra amistad debía ser muy especial.
Añoro los momentos que compartimos y que no recuerdo. Estoy deseando que
venga y siga contándome cosas sobre nosotros. Su charla no me cansa ni me da
dolor de cabeza, como me ocurre con las demás personas. Su voz es una suave
melodía que me acuna y reconforta, podría estar escuchándole la vida entera.
MARC
Tengo que ir despacio o voy a asustarla. Pero me resulta tan difícil contener
las ganas que tengo de besarla y abrazarla, de dormir en sus brazos, de tocar su piel
desnuda, y escuchar sus jadeos de placer al oído mientras hacemos el amor. Añoro
su pasión, su risa, su dulzura, sus besos, el sabor de su piel, su aroma... Me había
resignado a no volver a sentir un amor así, y vivir sólo de su recuerdo. Pero ahora
que la he recuperado ha vuelto con más intensidad. No quiero decirla que nos
amábamos y que cree un recuerdo falso de nuestro amor, quiero que vuelva a
enamorarse de mí con la misma intensidad de entonces, o más como me ha
sucedido a mí. Sólo deseo estar a su lado, todo lo demás ha perdido interés de
repente. Me escapo de la oficina porque necesito verla, creo que los cacos están de
fiesta.
EL QUE VE
-No, ha sido culpa mía. Te llamé pero debí esperar a que vinieras, pero no
pude esperarme quieto. Tenía que encontrarte.
-Gracias.
Cuando iba a coger el plato con otro trozo, Marie lo retiró. Marc la miró
curioso.
-Un trozo de tarta por una historia. – Marc la cogió y empezó a hablar. Ella
se recostó en el sillón para escucharle.
-Para nada. Me llevaste a tu casa y dijiste que era un nuevo alumno del
colegio de intercambio, que era italiano y necesitaba tu ayuda. Para tus padres, los
niños pobres éramos todos iguales, no recordaban bien mi cara. Además me
disfrazaste, me pusiste unas gafas, me engominaste el pelo y me compraste ropa
nueva. Yo sólo decía: ciao, ragazza, un piacere y mille grazie signorina... Estuve
viviendo en tu casa un mes entero, hasta que tu madre se enteró por el director que
no había ningún niño de intercambio en el colegio. Hui a tiempo por la ventana. Y
después, con mis ropas de siempre y mi pelo despeinado tus padres no me
reconocieron.
Cuando Marc se despertó le hizo muy feliz encontrase abrazo a ella, no pudo
evitar darle un beso en la frente. Ella murmuró entre sueños: "un poquito más,
mamá por favor" y se agarró a la manta. Marc sonrió e intentó levantarse sin
despertarla, cuanta falta le había hecho su dulce Marie. La cogió en brazos con
cuidado, con manta incluida pues la tenía abrazada como si fuera un osito de
peluche, y la llevó a su cama. La descalzó y se quedó un rato observándola, hasta
que no le quedó más remedio que irse.
-Suena bien.
-Ni siquiera tendremos que ir muy lejos, es aquí en el bosque de las afueras
del pueblo. Quiero enseñarte algo muy especial para los dos.
-La belleza está en los ojos del que mira. Puede que en el mundo haya
muchas mujeres hermosas, pero para mí ninguna tan bella como tú. Te recordaba
siempre sonriente y preciosa, pero desde que has regresado cada día te encuentro
más bonita. Iluminas el mundo con tu dulce sonrisa, como si fueras una estrella
caída.
-¡Ah! Por un momento pensé que... ¿Y mis padres? ¿Aceptaron por fin
nuestra amistad?
-No, eso nunca. Jamás me aceptaron, me querían bien lejos de ti. Lo
intentaron muchas veces, pero no lo consiguieron. Siempre nos las ingeniábamos
para estar juntos de un modo u otro.
-Perdóname.
-Pues eso, unos niños. No le des más vueltas. Sucedió de ese modo, y
ninguno de los dos pudo hacer nada por cambiarlo. Si hubo algún culpable, fueron
mis padres, nadie más. Por cierto, ¿cómo es que nos dejaron pasar los veranos
juntos?
-Mi familia no tenía dinero, era un campamento para niños ricos. Nos
quedábamos aquí en el pueblo.
-El día que tenías que salir, tu padre te acompañaba hasta el autocar. Te las
ingeniabas para salir siempre tarde y que él no se quedará a despedirte. Le
saludabas desde la puerta del autocar, mezclándote con los otros niños y cuando él
se iba bajabas, diciéndole al monitor que te habías equivocado de autocar. Yo te
esperaba entre los árboles, con nuestras bicicletas para huir hacia el bosque sin que
nadie nos viera.
-¿Y vivíamos en el bosque escondidos todo el verano?
-Cada semana teníamos que bajar al pueblo para que llamaras a tus padres, y
les contaras lo bien que lo estabas pasando en el campamento, y para comprar
provisiones. Tú guardabas el dinero que devolvían a tus padres por no ir al
campamento y así teníamos para comprar comida. Pero íbamos al pueblo vecino
que está al otro lado del bosque para que no nos reconocieran.
-¿Quieres subir?
Era una casa circular, construida alrededor del enorme tronco. Habían
aprovechado las gruesas ramas para sujetar el suelo. Dentro había unos muebles
preciosos labrados y decorados con flores que había hecho Marc. Había un
armario, una mesa y dos sillas, una especie de cocina con un hornillo de camping y
alacena, donde había vasos y platos. Una habitación, Marc había traído dos
colchones para no asustarla, pero antes había sólo uno, con unas gasas alrededor a
modo de mosquiteras. Todas las ventanas tenían sus cortinas y había traído flores
frescas para adornar la casa. Había cuidado todos los detalles, había comida en la
alacena, mantas y sábanas en el armario, jabón... El cuarto de baño estaba oculto
tras un biombo, como no había agua, tenía un depósito de agua de lluvia, un
mueble con espejito, palangana y jofaina como en las casas antiguas, y un orinal
para urgencias. Le explicó que se bañaban en el río y hacían sus necesidades en el
bosque. Para iluminarse tenían linternas y velas. Marie pensó que era perfecta.
-No, lo cierto es que estoy mejor que nunca. Como llena de energía, este
lugar tiene algo mágico.
-¿Sí? ...
-Que aunque no te recuerde, siento que te conozco mejor que a mí misma.
Tus gestos y tus palabras me resultan familiares, no extrañas ni desconocidas.
Cuando hice la tarta pensé que era tu favorita, por eso elegí esa receta.
-La mujer más buena del mundo, todos la querían. Ella nunca quiso vivir en
la mansión con tus padres, se quedó en su casa cuidando de su jardín, como ahora
haces tú. Te pareces mucho a ella, más que a tus padres. Llevaba comida a la gente
más pobre del pueblo, nadie pasaba miserias si ella se enteraba, ayudaba a todo el
mundo. ¿Sabes que ella nos acogió cuando el banco nos quitó la casa? A mi madre
y a mí, nunca vi a mi madre tan feliz como cuando vivimos con ella. La cuidaba
como si fuera su hija. Cuando murió tu abuela tuve que llevarla a la residencia, no
podía cuidar de ella tenía que conseguir dinero para los dos. No siempre lo hice de
la forma correcta... Yo... sin ti yo...
-Siempre creí que los sheriff eran hombres duros, como los vaqueros de las
películas. Tú eres un poco llorón, ¿no? ¿Cómo conseguiste el trabajo? - bromeó
para animarle.
MARIE
No sé qué me pasa cuando estoy con Marc, es como si una nube de felicidad
dejará caer una lluvia cálida sobre mí. Es oír su voz y mi cuerpo salta, activado por
una alerta en mi corazón. El musical tono de su voz ha debido quedar grabado en
las células de mi cuerpo, porque ellas reconocen su presencia y le dan la
bienvenida. Me reconforta y me excita a la vez, sus palabras son las que quiero oír,
sus ojos son los que quiero mirar, sus labios los que quiero ver sonreír, como si
nada más en el universo tuviera importancia, como si él fuera la razón de m
existencia. Y sin embargo, no puedo recordarle, a pesar de que lo intento con todas
mis ganas. Quizás sea mejor no luchar, si todo lo que viví a su lado debe quedar en
el olvido, o sólo en su memoria, debo aceptarlo y no seguir luchando con
imposibles que sólo me hacen infeliz. Es el momento de forjarme una nueva vida,
no mirar atrás con pesar sino hacia adelante con esperanza e ilusión. No quiero
pensar en lo que fuimos o en lo que hicimos, voy a ir conociéndole día a día, sin
más. Atrás quedó la soledad y el sufrimiento junto a mis padres y toda aquella
gente que me resultaba tan ajena y diferente a mí misma. Es hora de que tome las
riendas de mi vida y que sea yo la que elija las personas que quiero que formen
parte de mi vida. Ya no sufriré más por vivir en un pasado que no recuerdo.
MARC
Nunca pensé cuando estaba restaurando la casa del árbol, que volvería a ver
a Marie dentro de ella. Era como si no hubiera pasado el tiempo, como si mi vida
sólo hubiese tenido un ligero paréntesis sin ella. En esta casa lo hicimos todo por
primera vez: nuestro primer beso, nuestras primeras caricias, nuestra primera vez...
todo envuelto en su dulzura, en su amor, en sus risas... Nunca jamás una mujer me
ha hecho sentir tanto y con tanta intensidad como Marie, como si mi cuerpo tuviera
un código secreto que sólo ella conociera. Me está costando un esfuerzo
sobrehumano mantener mis labios y mis manos lejos de su piel, como si fuera un
imán gigantesco que me atrajera con toda su fuerza. Pero tengo que tener paciencia
y ganarme de nuevo su corazón. No tengo miedo porque sé que acabará
enamorándose de mi de nuevo, porque nuestro amor es eterno e inmortal, por mil
vidas que viviéramos siempre acabaríamos enamorándonos, es inevitable.
Los primeros veranos que pasamos aquí nos dedicamos a construir la casa y
a jugar por todas partes, en el río, las cascadas... sólo teníamos una hamaca y
dormíamos juntos, muy pegaditos arropados con la única manta que teníamos para
darnos calorcito, aunque por el día hacía mucho calor, por las noches hacia algo de
frío. Pero éramos muy niños e inocentes, nunca le dimos más importancia que la
camaradería. Pero cuando Marie empezó a desarrollarse yo me di cuenta que era
una niña no mi camarada. Aquel verano empecé a comportarme como un extraño,
espiándola a escondidas y viendo fantasmas donde no los había. Yo tampoco sabía
explicarme que me pasaba, pero ver alguna parte desnuda de su cuerpo me
producía escalofríos y calor al mismo tiempo, sus labios parecían más rojos, su
pelo más brillante y sedoso, y su aroma alarmantemente sensual. Ella harta de mi
comportamiento, como siempre, enfrentó el problema con valentía y dijo que no
me dejaría salir de la casa hasta que no aclaráramos aquella situación. Acorralado
entre la espada y la pared le solté:
-Creo que gustas.
-¿Que te gusto? ¿Es que antes no te gustaba? ¿No somos amigos? ¿Qué te
gusta ahora que no te gustaba antes?
-No lo entiendes, que me gustas... que ahora... ¡que eres una chica!
-Te quieres callar ya. - hice una pausa dramática intentando contarle lo que
sentía sin asustarla. - me gustas como Andrea a Carlo.
-¿Mis qué?
-Haber empezado por ahí, hombre. Puedes darme todos los besos que
quieras. - me abrazó por el cuello me besó en la mejilla.
-¿Sacrificarte?
-Bart dice que no hay nada mejor en la vida que besar a una chica, que te
transporta al cielo en zero coma. Yo he pensado en muchas chicas del cole pero no
me dan ganas de besar a ninguna. En cambio tú... creo que quiero hacerlo todo
contigo, me gusta nadar contigo, montar en bicicleta, cuando nos tiramos de la
cascada... así que si tengo que besar a una chica, quiero que seas tú.
-Vale.
-No ha sido tan malo. Me ha hecho cosquillas en los labios. ¿Quieres que
probemos otra vez?
Yo asentí con la cabeza, incapaz de hablar. Ella ladeó la cabeza con los ojos
cerrados, pero ahora suavemente y puso morritos. Fue un beso inocente, un leve
roce de labios, pero para mí fue lo más emocionante que había hecho en la vida,
hasta ese momento. Era más que subir al cielo, como había dicho Bart. Abrí los
ojos sonriendo como un bobo.
-Me ha gustado. - dijo Marie.
-No eso no, seremos amigos por siempre jamás. Pero además, seremos
novios.
-No, bueno si... No, quise decir no. Quiero besarte sí, pero... Nos estamos
haciendo mayores...
-Ya lo sé, pero algún día seremos mayores, y nos casaremos y tendremos
hijos.
-Ahora no.
-Quiero decir, que si algún día, cuando sea muy, muy mayor, quiero casarme
y tener hijos, quiero que sea contigo. No quiero tener novias ni ahora ni nunca.
Quiero estar contigo toda la vida, con nadie más.
-Novios también.
-Vale, novios también. Prometo que serás mi único novio, y que si algún día
decido casarme, será contigo. Pero como dejes de ser mi amigo por esto, te colgaré
de los pulgares de la rama más alta de éste árbol.
NARRANDO
-Mi princesita. Cuanto te he echado de menos. Qué guapa estás, y cuanto has
crecido mi amor.
-Gracias.
Cuando llegaron a la casa Alba reconoció los jardines, y Marie pasó de ser
un elfo a ser su abuela.
-Teresa, pero que bonito tienes el jardín. Está increíble, precioso. ¿Han
venido ya los niños? ¿Tenemos tarta para darles de merendar?
-De arándanos.
Marie fue a por la tarta, mientras ellos se sentaban en los sillones del jardín.
Marc tenía ahora a las dos a su lado, había odiado siempre tener que dejarla
en la residencia. Ahora gracias a Marie estaba en el mejor lugar del mundo.
MARC
-Esta semana no vamos a ver a tu madre muchacho.
-¡Henry!
Dios mío, con todo esto de la llegada de Marie no me había vuelto a acordar
de Henry, imperdonable. Estaba tan feliz que me abalancé sobre el viejo, le cogí en
brazos alzándole del suelo y le besé en la mejilla. Al momento, vi cómo me
miraban mis compañeros y me di cuenta que estaba echando por tierra esa fama de
tío duro que me había creado. Le solté con mucho cuidado separándome de él,
puse cara de hombretón y voz ronca, dándole un golpe en el hombro.
-Eh, Henry que pasa tío. Ven a mi despacho, tengo algo que contarte.
-¿Quién?
-Marie, mi Marie.
Henry lo sabía todo de mí, era mi paño de lágrimas. Le puse al día sobre
Marie y su estado, y le dije que mi madre estaba con ella, que si todo iba bien iban
a vivir juntas.
-Podemos ir a verlas cuando salga del trabajo, hoy voy a salir pronto.
Cuando termine los informes pasó a buscarte.
LO ESTOY VIENDO
Marc y Henry fueron a visitar a las chicas, Henry se adelantó y las llamó
despacio, así que no le oyeron. Llegó hasta el invernadero y vio a las dos mujeres,
hombro con hombro junto a las flores. Hablaban en voz baja, se reían en voz baja,
como si les estuvieran contando secretos a las orquídeas. Se las veía muy felices,
como si el mundo fuera un lugar perfecto. Marc llegó en ese momento y le puso la
mano en el hombro al hombre, observando también a las alegres mujeres.
-Hola, Marc mi amor. Mira ven, esta chica me está ayudando con las flores
de Teresa. ¿Cómo dijiste que te llamabas querida?
-¿Quién es ese hombre tan apuesto que viene contigo, hijo? - Henry se
hinchó como un pavo.
-¿No es usted demasiado joven para tener un hijo tan mayor? - Henry sonrió
halagador.
-¿Le apetecería dar un paseo por estos bellos jardines? - Henry le ofreció el
brazo, ella lo tomó sin dudar y salieron a pasear por el jardín.
-Será un placer. Además, esta mañana no tuve tiempo para desayunar y estoy
hambriento.
Ella le sonrió, para Marc aquella sonrisa iluminaba más que el mismo sol.
-¿Puedo ayudarte?
-Tu esposa ha preparado una comida deliciosa Marc. Me tienes que pasarme
la receta querida.
-Gracias, me hace muy feliz cocinar para vosotros y que os guste tanto.
-Estos niños, que inquietos. La pequeña Anne es igual que tú, Marie.
Preciosa pero un ciclón.
Todos se rieron a la vez de las travesuras de los inexistentes niños. Todo por
Alba, así era feliz, porque cada vez que la llevaban la contraria o intentaban
regresarla a la realidad se ponía triste, y a veces enfermaba. Sin haberlo hablado
previamente los tres la seguían la corriente sin ningún problema. Mantenían una
conversación fluida a pesar de los saltos en el tiempo y las incursiones en los
mundos de fantasía de Alba.
Cuando Henry les contó que vivía en una pensión, Marie le ofreció quedarse
con ellas. La casa de su abuela Teresa era demasiado grande para ellas dos, y así
podría ayudarla a cuidar a Alba.
-Roger tiene los establos cerca de aquí, podrías dejarlo allí hasta que te
compres tu propio rancho. - todos rieron a la vez.
-De todos mis maridos tú eres mi favorito. - le dijo Alba. Volvieron a reír
como si fueran una sola carcajada.
-Si - Alba aplaudió. - y está noche podemos hacer una fiesta en el jardín para
celebrarlo.
-He pensado que para que ésta celebración sea perfecta, Marc podría dejar su
habitación de alquiler y venir a vivir con nosotros. Todavía hay espacio suficiente
y podrías estar con tu madre como cuando vivía mi abuela Teresa. Estoy segura
que si ella pudiera vendría a dar su aprobación.
Al día siguiente Marc trajo sus cosas y se instaló en la habitación que había
ocupado cuando vivía Teresa. Alba estaba feliz como nunca y tenía muchos más
períodos de lucidez que en la residencia. Marie adoptó a Henry y Alba como
padres, los padres amorosos y comprensivos que siempre quiso tener. Pero tenía
claro que no quería a Marc como hermano, aún no sabía exactamente lo que sentía
por él pero tenía claro que no era amor fraternal. Le encontraba demasiado
atractivo y emocionante para su tranquilidad. Cuando la tocaba, las energías del
universo recorrían su piel con una intensidad desbordante. Durante su recuperación
del accidente no estuvo con ningún hombre, exceptuando a Gabriel que la besó a
traición, y fue asqueroso, como si la hubiera besado un sapo, le dio tal guantazo
que tuvo los dedos marcados tres días. Sus padres la regañaron, Gabriel era un muy
buen partido, pero ella dijo que no se casaría con él ni muerta. Excepto aquel beso,
no recordaba ningún otro, no sabía si había tenido novio antes del accidente. Algo
había pasado porque tenía claro que no era virgen, pero no recordaba nada. Y le
daba vergüenza preguntar a Marc, si eran tan buenos amigos, él tendría que saber
si había salido con alguien.
-Si, mamá.
-Si, mamá. Lo llevo todo. Venga que tenemos que irnos. ¡Marie! ¿Que te
falta?
-Ya bajo.
-¿Y la manta?
-También.
-Gracias, mamá.
Marie adoraba aquel lugar, y le gustaba aún más compartirlo con Marc.
Había tomado una decisión, iba a besarlo. No sabía porque pero pensaba que ya
tenía edad suficiente para tener un beso de verdad. Estaba muy segura que los
besos de Marc no serían como los del sapo Gabriel, sus labios prometían dulzura y
pasión. No sabía que pensaría él, pero estaba dispuesta a arriesgarse. Si la
rechazaba volverían a ser amigos y en paz.
Hacia bastante calor y los dos estaban deseando ir a nadar. Dejaron las
bolsas en el suelo sin colocar las cosas, se pusieron los bañadores y corrieron a las
cascadas cogidos de la mano, riendo como niños. Nadaron, saltaron y se
deslizaron por los toboganes. Hasta que el sol empezó a ocultarse y Marie se puso
a temblar de frío.
-Vamos, sal ya que tienes los labios morados.
-No seas niña y sal del agua, tenemos muchos días por delante.
-No, por favor. No es eso. Es que quiero que éste momento sea muy
especial, que no lo olvides aunque vuelvas a tener mil accidentes. Quiero grabarlo
a fuego en tu piel. Quiero que sea eterno.
-Qué bonito ha sido eso. - le dio un suave beso en los labios sonriendo.
-Lo cierto es que tenía planeada una velada romántica para ésta noche.
Ambos rieron nerviosos y se sujetaron por los brazos para separar sus
cuerpos. Cualquier roce les haría olvidar la promesa de esperar.
-Si, es lo mejor.
Marc había pensado en todos los detalles, incluso había traído un vestido de
fiesta para ella y smoking para él. La vendó los ojos mientras preparaba todo. Bajó
la mesa a los pies del árbol, velas, mantel de lujo, copas de cristal, flores... todos
los detalles clásicos que había visto en las películas. Su comida favorita y el mejor
de los vinos, y en la tarta, el anillo.
Marie estaba impresionada, había intentado retener las lágrimas pero cuando
le dio el anillo no pudo más, y se dejó llevar como una Miss al recibir su corona.
Pero Marc acalló su llanto con un beso de fuego.
-Si que lo tenías planeado. Te agradezco mucho todo el esfuerzo que has
hecho por impresionarme. Lo estoy, estoy sorprendida, impresionada, emocionada
y un millón de sensaciones más a las que no soy capaz de darles nombre. Pero
como vuelvas a besarme de esa manera y pedirme que deje de hacerlo para bailar o
cualquier otra cosa que no sea desnudarte y comerte a besos, te juro que...
Marie no lo recordaba pero hicieron el amor en los mismos sitios que cuando
eran unos adolescentes enamorados locamente. Pero ahora, con más pasión si era
posible. Marie en un intento de recuperar la vida que recordaba y Marc
desesperado por tantos años de ausencia y por miedo a perderla de nuevo. Fue el
mejor verano de sus vidas.