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PRO CESO DE V A L O R IZ A C IÓ N *
172 Así, por ejemplo, en 1844-1847 sustrajo parte de su capital a los nego-
cios productivos, para disiparlo en especulaciones con acciones de compañías
de ferrocarril. Y así también, en la época de la guerra civil norteamericana,
cerró la fábrica y echó a los trabajadores fabriles a la calle para jugar en la
bolsa del algodón de Liverpool.
epidemia de sobreproducción. El capitalista se planta tozudamen-
te sobre las partes traseras. ¿Es que el trabajador, sin más que sus
brazos, va a producir con su trabajo figuras en el aire, mercancías?
¿No ha sido él el que le ha dado el material con el cual y en el
cual únicamente puede el trabajador hacer carne su trabajo? Y,
puesto que la mayor parte de la sociedad está compuesta por tales
pobres de solemnidad, ¿no ha prestado él a la sociedad un servicio
inconmensurable con sus medios de producción, su algodón y sus
husos, no lo ha prestado al trabajador mismo, al que, por si eso
fuera poco, proveyó además de medios de vida? ¿Y no va a poder
meter ese servicio en la cuenta? Pero ¿no le ha prestado el traba-
jador el servicio recíproco de convertir algodón y husos en hilado?
Además, aquí no se trata de servicios.173 Un servicio no es sino el
efecto útil de un valor de uso, ya sea la mercancía, ya sea el traba-
jo.174 Pero lo que aquí cuenta es el valor de cambio. E l capitalista
pagó al trabajador el valor de 3 sh. E l trabajador le dio a cambio
un equivalente exacto en el valor de 3 sh. añadido al algodón. Va-
lor por valor. Y ahora de repente nuestro amigo, tan engreído hasta
hace un momento de su capital, adopta la modesta actitud de su
propio trabajador. ¿Acaso no ha trabajado él mismo? ¿No ha hecho
él trabajo de vigilancia, de supervisión del hilandero? ¿Y no forma
también valor ese trabajo suyo? Su propio overloo^er y su manager
se encogen de hombros. Mientras tanto, el capitalista ha vuelto a
asumir, con alegre sonrisa, su vieja fisonomía. Toda esa letanía ha
sido para tomarnos el pelo. El asunto no le importa un higo seco.
173 «Deja que ensalcen, que adornen y pulan... Que el que toma más o
mejor» (de lo que da), «eso es usura, y no se dice que ha hecho servicio a su
prójimo, sino daño, como con el hurtar y arrebatar. No todo lo que se llama
servicio y beneficio es servicio y beneficio al prójimo. Pues una adúltera y un
adúltero se hacen el uno al otro grande servicio y gusto. Un jinete hace gran
servicio de jinete a un asesino incendiario ayudándole a robar por los caminos,
saqueando tierras y gentes. Los papistas hacen a los nuestros grande servicio
no ahogándolos a todos, quemándolos, asesinándolos, dejándolos pudrirse en
mazmorras, sino que dejan vivir a algunos y los persiguen, o les toman lo que
tienen. El mismo Diablo hace a sus servidores grande e infinito servicio... En
suma, el mundo está lleno de grande, acertado y cotidiano servicio y benefi-
cencia» (Martin Luther, An die Pfarrherrn, wider den Wucher zu predigen, etc.,
Wittenberg, 1540).
174 En Zur K r i t i d e r Pol. Oe\. [Contribución a la crítica de la ec. pol.,
OME 21] observo a este propósito en la página 14 por ejemplo: «Se compren-
derá qué “servicio” ha de prestar la categoría “servicio” (Service) a economistas de
la especie de J. B. Say y F. Bastiat».
Nuestro capitalista confía esos y otros subterfugios no menos po-
dridos y semejantes patrañas vacías a los profesores de economía
política, especialmente pagados para eso. Él, por su parte, es un
hombre práctico que, ciertamente, no medita siempre en lo que
dice fuera del negocio, pero sabe siempre lo que hace en el negocio.
Miremos más de cerca. E l valor diario de la fuerza de trabajo
importaba 3 sh. porque en ella misma está objetivada media jor-
nada de trabajo, esto es, porque los medios de vida necesarios para
producir diariamente esa fuerza de trabajo cuestan media jornada
de trabajo. Pero el trabajo pasado que está en la fuerza de trabajo
y el trabajo vivo que esa fuerza de trabajo puede suministrar, o
sea, sus costes diarios de mantenimiento y su gasto diario, son dos
magnitudes enteramente distintas. L a primera determina el valor
de cambio de la fuerza de trabajo; la segunda, su valor de uso. El
que haga falta media jornada de trabajo para mantenerle en vida
durante 24 horas no impide en modo alguno al trabajador trabajar
un día entero. Así, pues, el valor de la fuerza de trabajo y su va-
lorización en el proceso de trabajo son dos magnitudes diferentes.
E l capitalista tenía presente esa diferencia de valor al comprar la
fuerza de trabajo. La útil propiedad de ésta de hacer hilado o botas
era una conditio sine qua non simplemente porque el trabajo, para
formar valor, se tiene que gastar de forma útil. Pero lo decisivo
fue el valor de uso, específico de esa mercancía, que consiste en
ser fuente de valor, y de más valor que el que ella tiene. Éste es el
servicio específico que el capitalista espera de esta mercancía. Y en
esto procede de acuerdo con las leyes eternas del intercambio de
mercancías. E l vendedor de la fuerza de trabajo, como el vende-
dor de cualquier otra mercancía, realiza de hecho el valor de cam-
bio de ésta y enajena su valor de uso. N o puede obtener el uno sin
entregar el otro. El valor de uso de la fuerza de trabajo, el trabajo
mismo, no pertenece a su vendedor, del mismo modo que el valor
de uso del aceite vendido no pertenece al tendero. El poseedor de
dinero ha pagado el valor diario de la fuerza de trabajo; por ello le
pertenece su uso durante el día, el trabajo del día. L a circunstancia
de que el mantenimiento cotidiano de la fuerza de trabajo cueste
sólo media jornada de trabajo, mientras que la fuerza de trabajo
puede actuar, trabajar, un día entero, la circunstancia, por tanto,
de que el valor que su uso crea durante un día sea el doble que su
propio valor diario es una especial suerte del comprador, pero en
modo alguno una injusticia infligida al vendedor.
Nuestro capitalista había previsto este caso que le da risa. Por
eso el trabajador encuentra en el taller los medios de producción
necesarios no ya para un proceso de trabajo de seis horas, sino para
uno de doce. Si 10 libras de algodón absorbían 6 horas de trabajo y
se convertían en 10 libras de hilado, entonces 20 libras de algodón
absorberán 12 horas de trabajo y se convertirán en 20 libras de hila-
do. Consideremos el producto de ese proceso de trabajo ampliado.
Ahora están objetivadas en las 20 libras de hilados 5 jornadas de
trabajo: 4 en la masa de algodón y husos consumida, 1 absorbida
por el algodón durante el proceso de hilatura. Pero la expresión de
5 jornadas de trabajo en oro es 30 sh., o sea, 1 libr. est. 10 sh. Este
es, pues, el precio de las 20 libras de hilado. La libra de hilado sigue
costando 1 sh. 6 d., igual que antes. Pero la suma de valores de las
mercancías echadas al proceso importaba 27 sh. El valor del hilado
importa 30 sh. El valor del producto ha aumentado 1/9 por encima
del valor adelantado para su producción. Los 27 sh. se han conver-
tido así en 30 sh. Han engordado con una plusvalía de 3 sh. Final-
mente se logró el escamoteo: el dinero se ha convertido en capital.
Todas las condiciones del problema han quedado satisfechas y
no se han lesionado en nada las leyes del intercambio de mercan-
cías. Se ha cambiado equivalente por equivalente. E l capitalista
pagó, en cuanto comprador, cada mercancía por su valor: el algo-
dón, la masa de los husos, la fuerza de trabajo. H izo luego lo que
hace cualquier otro comprador de mercancías. Consumió su valor
de uso. El proceso de consumo de la fuerza de trabajo, que es al
mismo tiempo proceso de producción de la mercancía, arrojó un
producto de 20 libras de hilado, de un valor de 30 sh. El capita-
lista vuelve entonces al mercado y vende mercancía, después de
haber comprado. Vende la libra de hilado a 1 sh. 6 d., ni un ápice
por encima o por debajo de su valor. Y, sin embargo, toma de la
circulación 3 sh. más de los que al principio lanzó a ella. Todo ese
decurso, esa conversión de su dinero en capital, ocurre en la esfe-
ra de la circulación y no ocurre en ella. Ocurre por la mediación
de la circulación, porque el proceso está condicionado por la com-
pra de la fuerza de trabajo en el m ercado de mercancías. N o
ocurre en la circulación, pues ésta inicia sólo el proceso de valori-
zación, que en realidad se desarrolla en la esfera de la producción.
Y así va tout pour le mieux dans le meilleur des mondes possibles.
A l convertir el capitalista dinero en mercancías que sirven de
constituyentes materiales de un producto nuevo, o de factores del
proceso de trabajo, al incorporar el capitalista a la muerta ma-
terialidad de esos elementos y factores la fuerza de trabajo viva,
convierte valor, trabajo muerto, pasado, objetivado, en capital, en
valor que se valoriza a sí mismo, en un monstruo animado que
empieza a «trabajar» como si tuviera amor en el cuerpo.
Si comparamos el proceso de formación de valor con el pro-
ceso de valorización, resulta que el proceso de valorización no es
más que un proceso de formación de valor prolongado más allá de
cierto punto. Si el proceso de formación de valor no dura más que
hasta el punto en el cual el valor de la fuerza de trabajo pagado
por el capital se sustituye por un nuevo equivalente, no pasa de ser
simple proceso de formación de valor. Si el proceso de formación
de valor prosigue más allá de ese punto, se convierte en proceso de
valorización.
Si luego comparamos el proceso de formación de valor con el
proceso de trabajo, este último consiste en el trabajo útil que pro-
duce valor de uso. El movimiento se considera aquí cualitativa-
mente, según su modo particular, de acuerdo con su finalidad y
con su contenido. En el proceso de formación de valor, ese mis-
mo proceso de trabajo se presenta sólo por su lado cuantitativo.
Aquí se trata ya sólo del tiempo que necesita el trabajo para su
operación, es decir, del período durante el cual se gasta útilmen-
te la fuerza de trabajo. Tampoco las mercancías que entran en el
proceso de trabajo valen ya aquí como factores materiales funcio-
nalmente determinados de una fuerza de trabajo que actúa según
fines. Cuentan sólo como cantidades determinadas de trabajo ob-
jetivado. E l trabajo cuenta ya sólo según la medida de su tiempo,
igual si está contenido en los medios de producción que si se trata
del añadido por la fuerza de trabajo. El trabajo importa tantos o
cuantos días, horas, etc.
Pero no cuenta más que en la medida en que el tiempo gastado
en la producción del valor de uso es tiempo socialmente necesario.
Y esto abarca varias cosas. L a fuerza de trabajo tiene que funcio-
nar en condiciones normales. Si el medio de trabajo dominante en
la hilatura es la hiladora mecánica, entonces no se puede entregar
al trabajador una rueca. Tampoco tiene que recibir, en vez de al-
godón de calidad normal, recuperado que se rompa a cada instan-
te. En los dos casos indicados gastaría para producir una libra de
hilado más tiempo de trabajo que el socialmente necesario, pero
ese tiempo excesivo no constituiría valor o dinero. El carácter ñor-
mal de los factores materiales del trabajo no depende, empero, del
trabajador, sino del capitalista. Otra condición es el carácter nor-
mal de la fuerza de trabajo misma. L a fuerza de trabajo tiene que
poseer la media dominante de habilidad, preparación y velocidad
en la especialidad en que se aplique. Pero nuestro capitalista com-
pró en el mercado de trabajo fuerza de trabajo de calidad normal.
Esta fuerza se tiene que gastar con la corriente media de esfuerzo,
con el grado de intensidad socialmente habitual. E l capitalista vela
por ello tan ansiosamente como porque no se despilfarre tiempo
alguno sin trabajar. El capitalista ha comprado la fuerza de tra-
bajo por un determinado período de tiempo. Está resuelto a que
no le quiten lo suyo. N o quiere que se le robe. Por último, no se
tiene que producir ningún consumo de materia prima o medios
de trabajo contrario a los fines, porque el material o los medios de
trabajo derrochados representan cantidades de trabajo objetivado
gastadas superfluamente, o sea, que no cuentan y no pasan al pro-
ducto de la formación de valor.175
gros atemorizan en poco tiempo a los caballos y les pegan hasta lisiarlos, mien-
tras que los mulos aguantan las palizas y la falta de un par de piensos de vez en
cuando sin sufrir perjuicio físico. Tampoco se enfrían ni enferman porque no
los cuiden o porque los hagan trabajar demasiado. No me hace falta ir más allá de
la ventana de la habitación en la que escribo para ver casi cada vez un modo
de tratar el ganado que para todofarmer del norte significaría el despido inme-
diato del mozo de cuadra».
176 La diferencia entre trabajo superior y trabajo simple, «skilled» y «uns-
killed labour», se basa en parte en meras ilusiones o, por lo menos, en diferen-
cias que hace mucho tiempo que han dejado de ser reales y sólo sobreviven en
convenciones tradicionales; en parte se basa en la situación más impotente de
Por otra parte, en todo proceso de formación de valor el trabajo
superior se tiene que reducir siempre a trabajo medio social, por
ejemplo, una jornada de trabajo superior a x jornadas de trabajo
simple.177 Así pues, se ahorra una operación superflua y se simpli-
fica el análisis mediante el supuesto de que el trabajador utilizado
por el capital ejecuta trabajo medio social simple.
C A P I T A L C O N S T A N T E Y C A P I T A L V A R IA B L E *
ciertas capas de la clase trabajadora, que les permite menos que a otras arran-
car el valor de su fuerza de trabajo. En esto, circunstancias casuales tienen
tanta importancia que unos mismos tipos de trabajo cambian de posición. Por
ejemplo, donde la sustancia física de la clase obrera está debilitada y relativa-
mente agotada, como ocurre en todos los países de producción capitalista de-
sarrollada, trabajos brutales que requieren mucha fuerza muscular se convier-
ten por lo general en superiores frente a trabajos mucho más delicados que se
hunden hasta el nivel de trabajo simple, como ocurre, por ejemplo, con el tra-
bajo de un bricklayer (albañil) en Inglaterra, que ocupa un lugar muy superior
al que ocupa el de un tejedor de damascos. En cambio, el trabajo de unfustian
cutter (cortador de fustán) se considera trabajo «simple», aunque cuesta mu-
cho esfuerzo físico y es, además, muy insano. Por lo demás, no hay que ima-
ginarse que el llamado sfylled labour ocupe un espacio cuantitativamente
importante en el trabajo nacional. Laing calcula que en Inglaterra (y Gales)
la existencia de más de n millones se basa en trabajo simple. Si se sustrae de
los 18 millones de habitantes de la época de su trabajo un millón de aristócra-
tas y millón y medio depaupers, vagabundos, criminales, prostitutas, etc., que-
dan 4.650.000 de clase media, incluidos los pequeños rentistas, los funciona-
rios, los escritores, los artistas, los maestros de escuela, etc. Para llegar a esos
4 2/3 millones Laing incluye en la parte trabajadora de la clase media, además
de banqueros, etc., todos los «trabajadores fabriles» mejor pagados. Ni siquiera
los citados brichlayers faltan entre sus «trabajadores potenciados». Y entonces
le quedan los n millones dichos. (S. Laing, National Distress, etc., Londres,
1844 [págs. 49-52,passim]). «La gran clase que no consigue dar por su alimen-
to más que trabajo corriente es la gran masa del pueblo» (James Mili en el art.
«Colony», Supplement to the Encyclop. Brit., 1831).
177 «Cuando se habla del trabajo como patrón del valor se entiende nece-
sariamente por trabajo de una especie determinada... es fácil averiguar la rela-
ción en que las demás especies de trabajo se encuentran con ella» [J. Cazeno-
ve,] Outlines ofPolit. Economy, Londres, 1832, págs. 22, 23).
Traducción: Manuel Sacristán. Fuente: OME 40, págs. 220-229.
riorización materializada de aquella fuerza.) Por lo tanto si se
pierde el valor de uso, se pierde también el valor. Los medios de
producción no pierden su valor simultáneamente con su valor
de uso, porque en el proceso de trabajo no pierden, en realidad,
la figura prim itiva de su valor de uso más que para conseguir
en el producto la figura de otro valor de uso. Pero aunque para
el valor es importantísimo el existir en algún valor de uso, en
cambio, le es indiferente cuál es el valor de uso en el que existe,
como lo muestra la metamorfosis de las mercancías. De eso se
sigue que en el proceso de trabajo no pasa valor de los medios
de producción al producto más que en la medida en que el me-
dio de producción pierde, junto con su sustantivo valor de uso,
también su valor de cambio. E l medio de producción entrega,
simplemente, al producto el valor que pierde como medio de
producción. Pero en este respecto los factores materiales del pro-
ceso de trabajo se comportan de maneras diferentes.
E l carbón con el que se calienta la máquina desaparece sin
dejar rastro, igual que el aceite con el que se engrasa el eje de
la rueda, etc. E l color y otras materias auxiliares desaparecen
también, pero se muestran en las propiedades del producto. L a
materia prima constituye la sustancia del producto, pero ha cam -
biado de forma. L a materia prima y las materias auxiliares pier-
den, pues, la figura propia con que entraron, como valores de
uso, en el proceso de trabajo. N o ocurre lo mismo con los medios
de trabajo propiamente dichos. Un instrumento, una máquina,
una nave fabril, un recipiente, etc., no sirven en el proceso de
trabajo más que mientras conservan su figura prim itiva y en-
tran cada día en el proceso de trabajo con la misma form a que
el día anterior. Y al igual que durante su vida — el proceso de
trabajo— , también después de su muerte mantienen frente al
producto su figura autónoma. Los cadáveres de máquinas, ins-
trumentos, edificios para el trabajo, etc., siguen existiendo se-
parados de los productos que contribuyeron a formar. Mas si
consideramos todo el período durante el cual sirve un medio de
trabajo así, desde el día de su llegada a los talleres hasta el día
de su destierro al trastero, observamos que durante ese perío-
do el trabajo ha consumido totalmente su valor de uso y, por
lo tanto, su valor de cambio ha pasado totalmente al producto.
Si una hiladora mecánica, por ejemplo, se amortiza en 10 años,
entonces es que durante el proceso de trabajo decenal todo su va-
lor se ha transmitido al producto decenal. E l período de vida de
un medio de trabajo abarca, pues, un número m ayor o menor
de procesos de trabajo repetidos con él. Y al medio de trabajo le
pasa lo que al ser humano. Todo ser humano muere 24 horas al
día. Pero a ninguno se le ve cuántos días exactamente ha muerto
ya. L o cual, empero, no impide a las compañías de seguros de
vida basarse en la vida media de los seres humanos para infe-
rir conclusiones muy seguras y, aún más, muy beneficiosas para
ellas. Lo mismo con el medio de trabajo. Por experiencia se sabe
cuánto resiste por término medio un medio de trabajo, por ejem -
plo, una máquina de cierto tipo. Supóngase que su valor de uso
en el proceso de trabajo dura sólo 6 días. Entonces es que pierde
por término medio en cada jornada de trabajo 1/6 de su valor de
uso, y entrega, pe o tanto, al producto diario 1/6 de su valor. De
este modo se calcula el desgaste de todos los medios de trabajo,
esto es, por ejemplo, su pérdida cotidiana de valor de uso y su
correspondiente transferencia diaria de valor al producto.
Así se manifiesta contundentemente que jamás un medio de
producción da al producto más valor del que pierde en el pro-
ceso de trabajo por aniquilación de su propio valor de uso. Si no
tuviera ningún valor que perder — es decir, si no fuera él mismo
producto de trabajo humano— , tampoco entregaría ningún valor
al producto. Serviría de plasmador de valor de uso sin servir de
plasmador de valor de cambio. Y así ocurre, efectivamente, con to-
dos los medios de producción presentes por naturaleza, sin acción
humana, como la tierra, el viento, el agua, el hierro en la veta, la
madera del bosque primitivo, etc.
A quí chocamos con otro fenómeno interesante. Sea una m á-
quina que vale, por ejemplo, 1.000 libr. est. y se desgasta total-
mente en 1.000 días. En este caso 1/1.000 del valor de la máquina
pasa diariamente de la máquina misma a su producto diario.
Pero al mismo tiempo, y aunque sea con vivacidad decreciente,
la máquina sigue actuando completa en el proceso de trabajo.
Así se muestra que un factor del proceso de trabajo, un medio de
producción, interviene entero en el proceso de trabajo, pero sólo
interviene por partes en el proceso de valorización. L a diferencia
entre proceso de trabajo y proceso de valorización se refleja aquí
en sus factores materiales, en el hecho de que un mismo medio
de producción cuenta globalmente como elemento del proceso
de trabajo, mientras que como elemento de formación de valor
sólo cuenta por fragmentos en un mismo proceso de produc-
ción.178
Por otra parte, y a la inversa, un medio de producción puede
intervenir entero en el proceso de valorización y no hacerlo más
que por trozos en el proceso de trabajo. Supongamos que al hilar
el algodón correspondieran siempre a 115 libras 15 libras que no
formaran hilado, sino sólo devil’s dust. A pesar de ello, si esa pérdi-
da de 15 libras es normal, inseparable de la elaboración media del
algodón, el valor de las 15 libras de algodón que no son elemento
del hilado pasa al valor del hilado exactamente igual que el va-
lor de las 100 libras que constituyen la sustancia de éste. El valor
de uso de 15 libras de algodón se tiene que pulverizar para hacer
100 libras de hilado. Por consiguiente, la disipación de ese algodón es
una condición de la producción del hilado. Precisamente por eso
entrega su valor al hilado. Y esto se puede decir de todos los excre-
mentos del proceso de trabajo, al menos en la medida en que esos
excrementos no forman a su vez nuevos medios de producción y,
por lo tanto, nuevos valores de uso autónomos. Así, por ejemplo,
179 Con eso se entiende la insulsez del soso J. B. Say, que pretende deducir
la plusvalía (interés, beneficio, renta) de los services productifs que prestan me-
diante sus valores de uso en el proceso de trabajo los medios de producción
tierra, instrumentos, cuero, etc. El señor Wilhelm Roscher, al que no le resulta
fácil dejar de registrar por escrito cualquier amable ocurrencia apologética,
exclama: «Muy acertadamente observa J. B. Say, Traité, 1 . 1, cap. 4: que el valor
producido por una prensa de aceitunas tras deducción de todos los costes es
algo nuevo, esencialmente distinto del trabajo por el cual se fabricó la prensa
misma». ¡Muy acertado! El «aceite» producido por la prensa es cosa muy dis-
tinta del trabajo que costó la construcción de la prensa. Y por «valor» entiende
el señor Roscher nada menos que «aceite», porque el «aceite» tiene valor y «en
la naturaleza» se encuentra petróleo, aunque «no mucho», relativamente, a lo
cual se refiere, probablemente, otra de sus observaciones: la naturaleza (!) «no
produce casi valores de cambio». A la naturaleza de Roscher le pasa como a
aquella virgen necia que se encontró, sí, con un niño, pero lo disculpaba di-
ciendo que era pequeñísimo. El mismo sabio (savant sérieux) observa además
en la ocasión mencionada: «La escuela de Ricardo suele subsumir incluso el
capital bajo el concepto de trabajo, considerándolo “trabajo ahorrado” . Esto es
inhábil (!) puesto que (!), como es sabido (!), el poseedor del capital (!) ha he-
cho, pese a todo (!), algo más que la mera (?!) producción (?) y (? ?) conserva-
A l convertir el trabajo productivo medios de producción en ele-
mentos constitutivos de un nuevo producto, el valor de aquellos ex-
perimenta una metempsicosis: pasa del cuerpo consumido al cuerpo
nuevamente configurado. Pero esa migración de las almas ocurre,
por así decirlo, a espaldas del trabajo real. El trabajador no puede
añadir trabajo nuevo, o sea, crear valor nuevo, sin conservar valor
anterior, pues siempre tiene que añadir el trabajo en determinada
forma útil, y no puede añadirlo en forma útil sin convertir produc-
tos en medios de producción de un nuevo producto y, por lo tanto,
sin transferir su valor al nuevo producto. Es, pues, un don natural
de la fuerza de trabajo en actuación, del trabajo vivo, el conservar
valor añadiendo valor; ese don natural no le cuesta nada al obrero,
pero aporta mucho al capitalista, a saber, la conservación del valor
capital presente.180 Mientras el negocio marcha viento en popa, el
capitalista está demasiado sumergido en su plusmanipulación para
ver ese don gratuito del obrero. Pero las interrupciones abruptas del
proceso de trabajo, las crisis, se lo hacen agudamente perceptible.18'
L o que, en suma, se consume de los medios de producción es
su valor de uso, por cuyo consumo el trabajo constituye productos.
ción del mismo (¿de qué mismo?): precisamente (?! ?) la abstención de su pro-
pio goce, por lo que ahora, p. e. (!!!) exige intereses». ¡Qué «hábil» es ese
«método anatómico-fisiológico» de la economía política que del mero «exi-
gir» desarrolla, pese a todo, precisamente «valor».
180 «De entre todos los medios auxiliares de la agricultura, el trabajo del
hombre es [...] aquel del que más depende elfarmer para la reposición de su ca-
pital. Los otros dos — los efectivos de animales de labor y los [...] carros, arados,
palas, etc.— no son absolutamente nada sin alguna cantidad del primero» (Ed-
mund Burke, Thoughts and Details on Scarcity, originally presented to the Rt. Hon.
W. Pitt in the Month ofNovember 7795, edit. Londres, 1880, pág. 10).
181 En el Times del 26 de noviembre de 1862 un fabricante cuyas hilaturas
ocupan a 800 obreros y consumen semanalmente, por término medio, 150 ba-
las de algodón de la India o unas 130 de algodón norteamericano, expone entre
lamentos a los lectores los costes anuales de los paros de su fábrica. Los estima
en 6.000 libras esterlinas. Entre esos gastos inútiles hay muchas partidas que
no nos interesan aquí, como son la renta de la tierra, los impuestos, los premios
de las pólizas de seguros, el salario de los obreros contratados por años, el del
manager, el del contable, el del ingeniero, etc. Pero luego calcula 150 libras es-
terlinas de carbón para calentar de vez en cuando la fábrica y poner ocasional-
mente en marcha la máquina de vapor, además de salarios para los obreros
que en trabajo eventual mantienen la maquinaria «en fluidez». Por último,
1.200 libras esterlinas por deterioro de la maquinaria, porque «el tiempo at-
mosférico y las causas naturales de ruina no interrumpen su efecto por el he-
cho de que la máquina de vapor deje de dar vueltas». Indica explícitamente
que esa suma de 1.200 libras esterlinas es tan baja porque la maquinaria se
encuentra ya muy desgastada.
Su valor no se consume en realidad1*2 y, por lo tanto, tampoco se
puede reproducir. Se conserva, pero no porque en el proceso de
trabajo se haga ninguna operación con él, sino porque el valor
de uso en el que existe inicialmente, aunque desaparece, desapa-
rece sólo en el sentido de que se sume en otro valor de uso. Por
eso el valor de los medios de producción reaparece en el valor del
producto; pero, hablando propiamente, no se reproduce. Lo que se
produce es el nuevo valor de uso, en el que reaparece el viejo valor
de cambio.1®3
Cosa distinta ocurre con el factor subjetivo del proceso de tra-
bajo, la fuerza de trabajo en actuación. Mientras que por su forma
adecuada a fines el trabajo transmite al producto el valor de los
medios de producción y lo conserva, cada momento de ese m ovi-
miento constituye valor útil, nuevo valor. Supóngase que el proce-
so de producción se interrumpa en el punto en el cual el trabajador
produce un equivalente del valor de su propia fuerza de trabajo,
en el momento, por ejemplo, en que mediante 6 horas de trabajo
ha añadido un valor de 3 sh. Este valor constituye el exceso del
valor del producto respecto del de los elementos imputables al va-
lor de los medios de producción. Es el único valor original que ha
surgido en el marco de este proceso, la única parte del valor del
producto producida por el proceso mismo. Es verdad que no hace
LA CUOTA DE PLUSVALÍA*
185 «Si contamos el valor del capital fijo aplicado, como parte del capital
adelantado, al final del año tenemos que contabilizar el valor restante de ese
capital como parte de los ingresos anuales» (Malthus, Princ. o f Pol. Econ.,
obtendríamos, respectivamente, 1.500 libr. est. y 1.590 libr. est. La di-
ferencia o plusvalía será, igual que antes, 90 libr. est. Por eso, siempre
que del contexto no se desprenda lo contrario, entendemos por capital
constante adelantado para la producción de valor sólo el valor de los
medios de producción consumidos en la producción.
Una vez presupuesto eso, volvamos a la fórmula C = c + v, que
Zs ~JL
sino v + p, o sea 90 libr. est. + 90 libr. est.: no 590 libr.est.,sino
180 libr. est. Si el capital constante, c, fuera = o — dicho deotro
modo, si hubiera ramas industriales en las que el capitalista no
tuviera que aplicar medios de producción producidos, ni m a-
terial bruto, ni materias auxiliares, ni instrumentos de trabajo,
sino sólo materiales naturalmente dados y fuerza de trabajo— ,
entonces no habría que transmitir al producto ninguna parte
constante de valor. Faltaría ese elemento del valor del producto
— 410 libr. est. en nuestro ejemplo— , pero el producto-valor de
180 libr. est., que contiene 90 libr. est. de plusvalía, seguiría sien-
do de la misma dimensión, exactamente, que si c representara la
m ayor suma de valor.
186 Nota a la 2.a ed. Se entiende por sí misma, con Lucrecio, que nil posse
crean de nihilo: de la nada no sale nada. «Creación de valor» es conversión de
fuerza de trabajo en trabajo. La fuerza de trabajo, por su parte, es ante todo
materia natural mutada en organismo humano.
expresa mediante £ . En el ejemplo anterior, pues, 90/90 = 100%.
187 Del mismo modo que el inglés utiliza rate ofprofits, rate o f interest, etc.
En el libro m se verá que la cuota de beneficio es fácil de entender en cuanto
que se conoce las leyes de la plusvalía. Procediendo a la inversa no se entiende
ni l’un ni l’autre.
188 [Nota a la 3.a ed. El autor utiliza aquí el lenguaje económico corriente;
Recuérdese que en la pág. 137 mostró que en realidad no es el capitalista el que
«adelanta» nada al obrero, sino el obrero el que lo hace al capitalista. F. E.]
189 Hasta aquí hemos utilizado en esta obra el término «tiempo de trabajo
necesario» aplicándolo al tiempo de trabajo socialmente necesario para la pro-
ducción de una mercancía en general. A partir de este punto lo usamos tam-
dor porque independientes de la forma social de su trabajo. Nece-
sarios para el capital y su mundo, porque la existencia permanente
del obrero es su base.
El segundo período del proceso de trabajo, en el que el traba-
jador pena más allá de los límites del trabajo necesario, le cuesta,
naturalmente, trabajo, gasto de fuerza de trabajo, pero no forma
valor para él. Form a plusvalía, la cual sonríe al capitalista con toda
la gracia de una creación de la nada. Llam o plustiempo de trabajo
a esa parte de la jornada de trabajo, y plustrabajo (surplus labour)
al trabajo gastado en él. Tan importante como, para entender el
valor, concebirlo como mero cuajo de tiempo de trabajo, como
trabajo meramente objetivado, así es de decisivo para el conoci-
miento de la plusvalía concebirla como mero cuajo de plustiempo
de trabajo, meramente como plustrabajo objetivado. La forma en
que se arrebata esa plusvalía al productor inmediato, al trabajador,
es lo único que distingue las formaciones económicas de la socie-
dad, por ejemplo, la sociedad de la esclavitud de la sociedad del
trabajo asalariado.190
Como el valor del capital variable = valor de la fuerza de
trabajo comprada por él, como el valor de esta fuerza de tra-
bajo determina la parte necesaria de la jornada de trabajo, y la
plusvalía, por su parte, está determinada por la parte sobrante
de la jornada de trabajo, se sigue que la plusvalía es al capital
como el plustrabajo al trabajo necesario, esto es, que la cuota de
la plusvalía — = — plustrabajo— Ambas razones expresan la
v trabajo necesario
P L U S V A L ÍA A B S O L U T A Y P L U S V A L ÍA R E L A T IV A *
191 Nota a la 2.a ed. La cuota de la plusvalía es expresión exacta del grado
de explotación de la fuerza de trabajo, pero no expresión de la magnitud abso-
luta de la explotación. Por ejemplo, si el trabajo necesario = 5 horas y el plus-
trabajo = 5 horas, el grado de explotación = 100%. La magnitud de la explota-
ción se mide en este caso por 5 horas. Pero si el trabajo necesario es = 6 horas y
el plustrabajo = 6 horas, el grado de explotación sigue siendo del 100%, sin
cambio alguno, mientras que la magnitud de la explotación aumenta en un
20%, pasa de 5 horas a 6 horas.
Traducción: Manuel Sacristán. Fuente: OME 41, págs. 143-153.