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Realismo científico y vuelo a la referencia

Nélida Gentile

Resumen

En “The pessimistic induction, the flight to reference and the metap-


hysical zoo”, Bishop desarrolla una versión directa del argumento de la
inducción pesimista que, en su opinión, resulta inmune a los ataques re-
alistas e, indirectamente, refuerza la posición antirrealista. En el presente
trabajo se evalúa el alcance del punto de vista sustentado por Bishop y se
ofrecen razones para mostrar que si bien la versión directa de la induc-
ción pesimista parece reforzar la posición antirrealista, las consecuencias
que se siguen de tal formulación resultan decididamente problemáticas.

Abstract

In “The pessimistic induction, the flight to reference and the


metaphysical zoo”, Bishop develops a direct version of pessimistic
induction argument that, according to himself, comes about immune to
the attacks of realists and, indirectly, reinforces the antirrealism position.
In this paper Bishop´s view position is evaluated and reasons are offered
in order to show that although the direct version seems to reinforce
antirrealism, the consequences that follow from that formulation are
absolutly problematic.
2

El debate contemporáneo realismo-antirrealismo ha dado lugar a una


variada gama de argumentos en pro y contra de cada una de estas posi-
ciones. Pero la más fuerte defensa del realismo científico ha sido
apoyada en el llamado “argumento del no milagro” (Maxwell 1962;
Smart 1968; Putnam 1975; Boyd 1984; Kitcher 1993). En líneas genera-
les, las diferentes versiones de este argumento sostienen la creencia de
que el éxito de la ciencia muestra que nuestras mejores teorías son
aproximadamente verdaderas. La contraofensiva antirrealista, por su par-
te, toma como pivote el denominado “argumento de la inducción
pesimista” (Poincaré 1902; Laudan 1981,1984a). En opinión de Laudan,
la historia de la ciencia exhibe una amplia lista de teorías del pasado que
han mostrado un alto éxito explicativo y predictivo y que, finalmente,
fueron consideradas falsas. Por lo tanto, no hay razones para pensar que
nuestras mejores teorías actuales son verdaderas o aproximadamente
verdaderas. En el marco de este debate, Michael Bishop desarrolla un
minucioso análisis orientado a ubicar la discusión realismo-antirrealismo
fuera del ámbito de la filosofía del lenguaje. Más específicamente, en
“The Flight to reference, or how not to make progress in the philosophy
of science” (1998), un artículo publicado conjuntamente con Stephen
Stich, y posteriormente en “The pessimistic induction, the flight to refe-
rence and the metaphysical zoo” (2003), Bishop manifiesta que tanto los
realistas como los antirrealistas han apelado siempre a lo que denomina la
estrategia del “vuelo a la referencia” (flight-to-reference), esto es, que los
argumentos han estado siempre ligados a las nociones de verdad y refe-
rencia. Como fundamento de esta afirmación cita las propias palabras que
Laudan expresa en Science and Values cuando sostiene que muchas teo-
rías que fueron exitosas contienen términos que ahora creemos que
carecían de referencia; y recuerda que Kitcher –en su réplica a Laudan-–
trata de mostrar que muchos de los términos de teorías exitosas y obsole-
tas en algunas ocasiones refieren (cf. Bishop 2003: 163). En contra de la
estrategia del vuelo a la referencia, Bishop desarrolla una versión directa
del argumento de la inducción pesimista que, en su opinión, resulta in-
3

mune a los ataques realistas e, indirectamente, refuerza la posición anti-


rrealista.
El objetivo del presente trabajo es evaluar el alcance de punto de vista
sustentado por Bishop. En el primer apartado se caracteriza la denomina-
da estrategia del vuelo a la referencia. En el segundo, se presenta la
propuesta de Bishop, esto es, la reformulación directa del argumento de la
inducción pesimista. En la tercera y última sección se ofrecen razones
que, según creemos, debilitan la fuerza de la posición de Bishop: se con-
sidera que si bien la versión directa de la inducción pesimista parece
reforzar la posición antirrealista, las consecuencias que se siguen de tal
formulación resultan decididamente problemáticas.

1. LA ESTRATEGIA DEL VUELO A LA REFERENCIA


En “The Flight to Reference, or How Not to Make Progress in the Phi-
losophy of Science”, Michael Bishop y Stephen Stich caracterizan una
forma de argumentación, ampliamente utilizada –según su opinión– para
resolver problemas filosóficos, a la que denominan “estrategia del vuelo a
la referencia” (Bishop y Stich 1998: 34). En términos generales –
sostienen– quienes apelan a este argumento siguen la siguiente secuencia
de pasos: i) Ofrecen una explicación sustantiva de la relación de referen-
cia, ii) afirman que una expresión particular refiere (o no refiere), y iii)
extraen a partir de aquí conclusiones que van más allá de la referencia,
por ejemplo, sobre la verdad y la ontología. Bishop y Stich consideran
como teorías sustantivas aquellas versiones que conciben la referencia
como una clase de relación compleja entre los términos y las entidades o
clases de entidades en el mundo1. Pero sus críticas no están dirigidas
contra una u otra teoría de la referencia sino a lo que perciben como un
ilegítimo pasaje de las premisas a la conclusión y que bautizan, precisa-
mente, como un vuelo a la referencia. En efecto, a su juicio, cualquier

1
Bajo esta categoría agrupan tanto las teorías causales de la referencia de
Putnam y Kripke, como las teorías de las descripciones de Russell, Searle y Le-
wis (cf. Bishop y Stich 1998: 34n)
4

conclusión adecuada, debería afirmar algo sobre la referencia, pero en


lugar de ello, alude a cuestiones que nada tienen que ver con la referencia
sino, más bien, con la verdad y la ontología. La inferencia presupone,
pues, algún principio respecto de la relación entre referencia y verdad que
no está de ninguna manera justificado. Si el principio es constitutivo de la
referencia misma, entonces, la teoría sustantiva en cuestión debería mos-
trar que la relación de referencia satisface el principio; y si no es
constitutivo de la referencia, entonces, se deberían dar razones de por qué
la relación de referencia lo satisface. Luego, en la medida en que este
principio carece de fundamentación, toda tentativa de resolver problemas
en la filosofía de la ciencia apelando a la estrategia del vuelo a la referen-
cia fracasa.
Bishop y Stich ilustran su posición a través de lo que consideran como
un sofisticado intento, por parte de Kitcher, de usar la estrategia del vuelo
a la referencia en defensa del realismo científico. Describen entonces, en
primer lugar, la propuesta de Kitcher para evadir el argumento de Laudan
de la inducción pesimista. En The Advancement of Science (1993), Kit-
cher diferencia entre la referencia de expresiones tipo (type) y la
referencia de expresiones caso (token). Cada proferencia particular de una
expresión constituye un caso, una instanciación del tipo. Pero diferentes
casos del mismo tipo pueden estar asociados con distintos modos de refe-
rencia, que Kitcher agrupa, a su vez, en tres clases. El modo descriptivo
de referencia corresponde a la situación en que un hablante refiere a algo
que satisface una descripción particular, de manera que el referente es
aquello que satisface la descripción. El modo bautismal es aquél en el
cual la referencia se fija por ostensión. Por último, el modo conformista,
reúne todas aquellas instancias en que el hablante alude al uso que ha sido
transmitido, por medio de una cadena causal, desde que el término fue
introducido, ya sea ostensivamente o por medio de una descripción.
En la medida en que la referencia de un término tipo puede fijarse de
distintos modos, en algunas ocasiones de uso el término puede referir
exitosamente y en otras, en cambio, carecer de referencia. Así, afirma
Kitcher, cuando Prietsley usó “aire desflogistizado” con la intención de
referir a “la sustancia obtenida cuando el flogisto es eliminado del aire”,
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el modo de fijar la referencia de la expresión tipo es a través de una des-


cripción. Luego, la descripción es falsa, dado que no hay ninguna
sustancia emitida en la combustión y, por ende, la expresión tipo carece
de referencia. Pero, cuando Priestley usó la expresión “aire desflogistiza-
do” con la intención de referir a la sustancia que él y los ratones
respiraban –conocida como oxígeno– (cf. Kitcher 1993: 100), la manera
de fijar la referencia corresponde al modo bautismal y, en esta ocurrencia,
la expresión tipo refiere exitosamente. La conclusión que Kitcher extrae
de éste y otros ejemplos es que un término tipo puede referir exitosamen-
te aun cuando la ciencia contemporánea lo considere obsoleto, de manera
que muchas de las teorías que fueron exitosas pero consideradas falsas
refieren a cosas que realmente existen y muchas de sus afirmaciones son
verdaderas. De este modo, Kitcher enfrenta el más fuerte de los dardos
antirrealistas, a saber, el argumento de la inducción pesimista.
Pero, de acuerdo con Bishop y Stich, del hecho de que un término re-
fiera no se sigue que el referente exista y, por ende, tampoco que muchas
de las afirmaciones de teorías obsoletas sean verdaderas. En otras pala-
bras, la objeción subraya el ilegítimo pasaje de las premisas a la
conclusión, pues ello presupone un principio que, según los autores, de-
bería tener la siguiente forma (cf. Bishop y Stich 1998: 44):
Una proferencia de la forma “Fa” es verdadera sii (Ex) (esta instanciación
de “a” refiere a x y x satisface esta instanciación de “F —”)
Esto es, la estrategia del vuelo a la referencia exige un principio que
conecte la referencia con la existencia, principio que, por otra parte, no
conciben como una verdad analítica. Luego –sostienen-- es natural pedir
una justificación y ello es, precisamente, lo que la teoría de Kitcher –o
cualquier otra teoría sustantiva de la referencia– no ofrece.

2. INDUCCIÓN PESIMISTA SIN VUELO A LA REFERENCIA


En términos generales, tal como afirma Bishop, los realistas sostienen
que i) la mayoría de las entidades postuladas por nuestras mejores teorías
científicas existen, y que ii) la mayoría de las afirmaciones centrales de
nuestras mejores teorías científicas son verdaderas o aproximadamente
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verdaderas. A su turno, los antirrealistas se apoyan en el argumento de la


inducción pesimista y concluyen que i) y ii) son falsas. Bishop considera,
asimismo, que el antirrealista tiene una salida para enfrentar las estrate-
gias que, como la de Kitcher, intentan refutar la tesis de la inducción
pesimista. Todo lo que el antirrealista necesita es reformular el argumento
de tal modo que resulte inmune a las críticas realistas. Con este propósito,
Bishop desarrolla una “versión directa de la inducción pesimista” que
supone diferenciar dos sentidos de la noción de referencia: una noción
ontológica de referencia (referencia-o), y una concepción sustantiva de la
referencia (referencia-s). La noción de referencia-o está implicada por un
principio deflacionario:

(O) “T” refiere sii T (o los T) existe(n)

La concepción de la referencia-s, en cambio, supone que un término


“T” refiere exactamente si “T” se halla en una relación de referencia sus-
tantiva con algo. Esto es:

(S) “T” refiere exitosamente sii (Ex) (“T” Ref x)

La teoría de la referencia-s da cuenta de la relación sustantiva (Ref)


que hay entre una expresión y lo que ella denota: hay algo con respecto a
lo cual la expresión se halla en una relación de referencia apropiada. Las
teorías de la referencia-s generalmente definen las nociones de referencia
de tal modo que no todas las instancias de sustitución de (O) resultan
verdaderas. La razón reside en el hecho de que las teorías de la referen-
cia-s, a diferencia de lo que ocurre en el caso de la noción deflacionaria
de referencia, tienen una función interpretativa: una expresión token en
algunas ocasiones de uso puede referir y en otras ocasiones no. Así, es
posible que en el sentido deflacionario una expresión no tenga referencia,
pero que refiera en cambio en un sentido sustantivo (cf. Bishop 2003:
163). Por ejemplo, la situación descripta por Kitcher acerca de que en
algunas ocasiones de uso la expresión “aire deflogistizado” refiere a la
sustancia removida del aire mientras que en otras ocasiones refiere a oxí-
7

geno ilustra, precisamente, la modalidad de referencia-s. De ahí que la


estrategia de Kitcher permita, en principio, evadir el alcance de la induc-
ción pesimista, dado que el propio argumento de Laudan está formulado
en términos de referencia-s: hay una lista de teorías del pasado que fueron
exitosas y, sin embargo, sus términos no refieren.
La diferencia entre la referencia-o y la referencia-s refleja –egún lo
manifiesta el propio Bishop en una breve nota final– la distinción que
Kripke establece entre “referencia semántica” y “referencia del hablante”,
o la correspondiente de Grice entre “referencia convencional” y “refe-
rencia del hablante”. Esta alusión, por cierto, arroja algunos elementos
para clarificar la cuestión. De acuerdo con Kripke, el referente semántico
de una expresión está determinado por las convenciones del lenguaje y
ciertos hechos acerca del mundo. Si un hablante tiene un término en su
idiolecto, entonces, ciertas convenciones (dados diversos hechos acerca
del mundo) determinan el referente de su idiolecto. El referente del ha-
blante, en cambio, es aquél objeto acerca del cual el hablante desea
hablar, en una ocasión dada, y del cual él cree que satisface las condicio-
nes para ser el referente semántico de la expresión. De todos modos, no
es del todo claro que la distinción formulada por Bishop recoja exacta-
mente las ideas expresadas por Kripke.
Pero el aspecto que interesa subrayar, a los fines que nos ocupan, es
que, de acuerdo con Bishop, tanto los defensores del realismo como sus
oponentes, los antirrealistas, han apelado siempre a la noción de referen-
cia-s y, de este modo, han extraído conclusiones acerca de la existencia
de las entidades postuladas por las teorías (referencia-o) a partir de pre-
misas que sólo hablan de la referencia sustantiva. Su propuesta, entonces,
consiste en ofrecer una reformulación del argumento de la inducción
pesimista que no hace uso de la noción sustantiva de la referencia.
En efecto, de acuerdo con Bishop, el pesimista directo puede cons-
truir, como lo hace Laudan, una lista de teorías del pasado que hayan
sido exitosas y mostrar que las entidades postuladas no existen (Cf. Bis-
hop 2003:166). En otros términos, la diferencia entre el pesimista
indirecto y el pesimista directo reside en el hecho de que lo importante no
es si los términos teóricos refieren sino si las entidades postuladas exis-
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ten. Bishop es consciente de que preguntar si las entidades postuladas


existen es equivalente a preguntar si los términos tienen referencia-o;
pero lo esencial –a su juicio-- es que el argumento directo no emplea
ninguna noción de referencia-s. Una vez elaborada la lista, aun bajo el
supuesto de que las entidades postuladas por nuestras teorías actuales
existen –tesis central del realismo— el realista se verá obligado a concluir
que las afirmaciones teóricas no son verdaderas ni aproximadamente
verdaderas. En efecto, con la lista de teorías en mano ha de hacerse la
siguiente pregunta: ¿Nuestras teorías dejan un lugar en el mundo, por
ejemplo, para “aire deflogistizado”? La respuesta, naturalmente, es no. La
razón de ello reside en el hecho de que a la luz de las teorías actuales y
bajo importantes testeos empíricos, los químicos han demostrado que el
flogisto no existe. El realista seguramente podría argüir que algunas ve-
ces Priestley usó “aire deflogistizado” para referirse al oxígeno, esto es,
que “aire deflogistizado” refiere-s a oxígeno. Pero ello, de acuerdo con
Bishop, es muy diferente que afirmar que el aire deflogistizado existe.
Decir, como lo hacen los realistas, que las entidades postuladas por las
teorías científicas exitosas del pasado y del presente existen (incluyendo
aquellas teorías que los científicos actuales han desacreditando sobre la
base de argumentos empíricos) equivale, en opinión de Bishop, a creer en
el zoo metafísico. A menos que los realistas crean en el zoo metafísico,
no pueden sino aceptar este paso de la inducción pesimista directa: las
entidades postuladas por las mejores teorías científicas no existen. Luego,
sus afirmaciones no pueden ser verdaderas ni aproximadamente verdade-
ras.
Así, aun bajo la suposición optimista de que nuestras teorías actuales
son verdaderas, el pesimista inductivo ha encontrado suficiente evidencia
para pensar que el realista está equivocado, porque tal suposición compo-
ne una reducción al absurdo. Luego, sobre la base de esta evidencia, por
inducción enumerativa debería suponer que nuestras teorías actuales
postulan entidades no existentes y hacen afirmaciones sobre el mundo
que no son verdaderas ni aproximadamente verdaderas. Según Bishop, la
mejor manera de entender el proyecto antirrealista es considerando el
argumento de la inducción pesimista como un sub-argumento dentro de
9

un dilema: Si el realismo es falso, entonces, el antirrealismo es verdade-


ro. Si el realismo es verdadero, entonces, el antirrealismo es verdadero
(por aplicación de la inducción pesimista directa). El realismo es falso o
verdadero. Luego, en cualquier caso el antirrealismo es verdadero (Bis-
hop 2003: 168).
El próximo paso en la propuesta de Bishop es mostrar que la tesis de
la inducción pesimista directa queda a salvo de cualquier refutación que
se apoye en una teoría sustantiva de la referencia. Sinteticemos, pues, su
argumentación. La cuestión reside en saber si, de acuerdo con la teoría de
la referencia de los realistas, expresiones como “aire deflogistizado”
realmente refieren. Hay, entonces, dos alternativas:
1. Si no refieren, entonces la teoría de la referencia del realista no pro-
tege a éste de la inducción pesimista señalada por Laudan. Si los términos
de teorías obsoletas no refieren, entonces, sus afirmaciones no pueden ser
ni verdaderas ni aproximadamente verdaderas. Luego, la teoría de la refe-
rencia del realista no apoya el realismo.
2. Si refieren, entonces puede preguntarse si el realista aplica el es-
quema (O) a tales expresiones que refieren exitosamente. Y nuevamente
aquí se abren dos posibilidades:
2.1. Si no lo aplica, entonces, la teoría de la referencia del realista no
apoya el realismo.
2.2. Si lo aplica, entonces el realista cae en el zoo metafísico: debe
admitir no sólo que las expresiones de teorías exitosas y obsoletas refie-
ren, sino que las entidades postuladas realmente existen.
Si el realista no acepta el zoo metafísico y se detiene en 2.1., esto es,
no aplica el esquema (O), entonces pareciera que el realista afirma que
mientras las entidades postuladas por aquellas teorías no existen, los tér-
minos en cambio refieren-s a cosas reales como el oxígeno, y así las
afirmaciones centrales de aquellas teorías pueden ser verdaderas o
aproximadamente verdaderas. Pero, de acuerdo con Bishop, esta manera
de proceder es ilegítima, ya que si el realista arguye que “aire deflogisti-
zado” refiere-s a oxígeno, y ello significa que está ontológicamente
comprometido con la existencia del aire desflogistizado, entonces no está
autorizado a hacer tal tipo de juicios, pues desde laperspectiva del pesi-
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mista directo los científicos han encontrado suficiente evidencia para


pensar que las entidades postuladas por nuestras mejores teorías actuales
no existen. Y si bien el procedimiento del pesimista directo puede estar
equivocado, el realista no puede derribarlo sólo con las armas de una
teoría sustantiva de la referencia, con una teoría del lenguaje. Si el realis-
ta replicara que “aire deflogistizado” y “oxígeno” co-refieren de manera
sustantiva (co-refieren-s), se le recordará que está formulando afirmacio-
nes sobre las propiedades de las expresiones lingüísticas que nada tienen
que ver con la existencia de las entidades postuladas. Así, la formulación
directa de la inducción pesimista resulta, en opinión de Bishop, inmune a
todos los intentos que intentan revocarla apelando a una teoría sustantiva
de la referencia.

3. UN ANTIRREALISMO CONFLICTIVO

3.1. El retorno a la referencia


Bishop apoya su posición, como hemos señalado, en la distinción en-
tre referencia-s y referencia-o: si se formula el argumento de la inducción
pesimista sin apelar a la noción de referencia, entonces, el antirrealista
resulta ileso frente a los embates del realista. Pero cabe preguntarse, pues,
si la versión directa de la inducción pesimista logra, efectivamente, eli-
minar el uso de la noción de referencia y evitar así el vuelo a la
referencia. Hemos visto que, según Bishop, la referencia-o, a diferencia
de la referencia-s, hace hincapié en el hecho de si las entidades postuladas
por nuestras mejores teorías existen, no si sus términos refieren; y ello
queda expresado en un principio deflacionario que afirma que “T” refiere
si y sólo si T (o los T) existe(n). Ahora bien, ¿cuál es el significado preci-
so de este principio deflacionario? En el sentido deflacionario decir que
“T” refiere equivale a decir –según Bishop— que existe exactamente
aquello a lo que T refiere, y no otra cosa. Pero ese algo que existe tendrá
entonces que cumplir con algunas propiedades que forman parte del sig-
nificado de “T”, esto es, para saber si T existe debemos conocer
previamente al menos aquellas propiedades que son condición necesaria y
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suficiente para poder aplicar adecuadamente el término “T” a T. Y como


conocer esas propiedades no es más que conocer la referencia, la formu-
lación directa de la inducción pesimista cae en su propia trampa: de
manera subrepticia ha elevado su vuelo sobre la referencia. Si así, la dife-
rencia entre la referencia-s y la referencia-o no parece ser tan significativa
como Bishop cree.
Podría replicarse que para conocer si una entidad existe (o no existe)
no es necesario conocer el conjunto de propiedades necesarias y suficien-
tes recogidas en la definición del término usado para referir a la entidad.
Sin embargo, según creemos, en el nivel del conocimiento científico, al
menos, no hay otra posibilidad. Ilustremos la situación a través de un
ejemplo. Decir, por caso, “Aquí hay oro” implica conocer que ciertos
aspectos de la realidad indican que hay oro y no otra cosa. Supongamos,
además, que la sustancia frente a nosotros es amarilla, es maleable y se
disuelve en agua regia. La pregunta es, pues, si basta con estas propieda-
des. Naturalmente, cada una de ellas es una condición necesaria pero de
ningún modo suficiente para que una sustancia sea oro. Ser amarillo y
maleable son, obviamente, aspectos compartidos por más de una entidad,
y lo mismo ocurre con respecto a la circunstancia de disolverse en agua
regia, ya que ello también es propio del platino. Pareciera, entonces, que
en nuestro ejemplo del oro no es posible desconocer que se trata de una
sustancia cuyo número atómico en la tabla periódica es 79, si es que el
término “oro” ha de aplicarse unívocamente. Pero poseer peso atómico
79 constituye no sólo una condición necesaria sino, además, una condi-
ción suficiente. De manera que, al menos en el campo del conocimiento
brindado por la ciencia, sólo es factible afirmar si una entidad particular
existe (o no existe) si contamos con alguna descripción que sea condición
necesaria y suficiente. Luego, como ya hemos señalado, afirmar que un
término refiere no es más que afirmar que el referente existe.

3. 2. Referencia ontológica y semántica intensional


Aun si, en favor de la discusión, admitimos la relevancia de la distin-
ción entre ambos tipos de referencia y la crítica de Bishop de que tanto
realistas como antirrealistas han pretendido resolver problemas filosófi-
12

cos apelando a una noción sustantiva de la referencia –noción que sólo


tiene que ver con cuestiones de lenguaje--, de todos modos la posición de
Bishop se torna controvertida. Algunos años atrás, Bishop suscribió, en
contra de Kuhn y Feyerabend, el punto de vista de que siempre es posi-
ble formular una definición incompleta de los términos que componen
una teoría, de tal manera que queda garantizada la posibilidad de contar
con un lenguaje teóricamente neutral compartido por los teóricos en
competencia (cf. Bishop 1991). En otras palabras, Bishop apoyó la idea
de una semántica intensional sensible al contexto según la cual en algu-
nos casos un término puede expresar el concepto completo, mientras que
en otros contextos podría expresar un concepto incompleto: en ciertas
ocasiones de uso un término puede expresar el concepto completo, esto
es, incluir en el definiens del concepto sólo aquellas descripciones que
son condición necesaria y suficiente para su aplicación, pero ello no im-
pide, sin embargo, que en otras ocasiones el mismo término pueda
expresar un concepto incompleto, es decir, que incorpore en el definiens
descripciones tales que, ninguna de ellas, mencione propiedades que de-
pendan unívocamente de una teoría. Así, la definición incompleta de un
término “T” se fija por la conjunción de las oraciones que constituyen un
subconjunto propio de todas las oraciones de la teoría que contienen “T”,
subconjunto que excluye aquellas descripciones que son condición nece-
saria y suficiente.
Retomemos, para ilustrar su punto de vista, nuestro simplificado
ejemplo del oro. Conforme con la caracterización de definición incomple-
ta ofrecida más arriba, la definición de “oro” no puede incluir en su
definiens la oración “x es una sustancia química de número atómico 79”,
pues en la medida en que tal descripción constituye una condición nece-
saria y suficiente, estaríamos ofreciendo el concepto completo. De
manera que una definición incompleta podría formularse como sigue: “El
oro es definido como el único x, tal que x es amarillo, y x es maleable, y
x se disuelve en agua regia ....”2.

2
Bishop propone una explicación del significado y la referencia de los térmi-
13

Ahora bien, si aceptamos que hay una diferencia entre la referencia-s


y la referencia-o, podemos a su vez establecer una vinculación entre am-
bos tipos de referencia y las definiciones de los términos que aluden a
ellas. Hemos visto que un término refiere-o si y sólo si el referente existe,
y afirmar que el referente existe no es más, a nuestro juicio, que afirmar
que la entidad en cuestión satisface las propiedades necesarias y suficien-
tes que nos permiten aplicar unívocamente el término en una situación
particular. Si así, la referencia-o sólo puede quedar capturada a través de
la definición completa del término en cuestión. Por otra parte, como ya
señalamos, la relación de referencia-s supone que una expresión token en
algunas ocasiones puede referir y en otras no. Pero ello sólo es posible, a
nuestro entender, si la expresión no recoge el conjunto de propiedades
que son condición necesaria y suficiente para su aplicación, lo cual equi-
vale a decir que el token alude sólo a su concepto incompleto.
Pero ahora, entonces, Bishop queda enredado en los hilos del propio
ovillo que critica. La idea central desarrollada en 1998 y en 2003 ha sido
que tanto realistas como antirrealistas falaciosamente han intentado re-
solver problemas filosóficos apelando a una noción sustantiva de la
referencia que sólo atañe a propiedades del lenguaje. Sin embargo, con-
forme con nuestra argumentación, en 1991, él mismo ha usado –para
decirlo con sus propias palabras– una teoría sustantiva de la referencia
para resolver cuestiones de filosofía de la ciencia, a saber, enfrentar las
indeseables consecuencias generadas a partir de la tesis de la inconmen-
surabilidad.
En resumidas cuentas, entonces, la estrategia de Bishop para evitar el
vuelo a la referencia presenta dificultades que otorgan a su posición un
sesgo controvertido. Conforme con nuestro análisis podemos formular,
pues, el siguiente dilema: si Bishop no hace uso de la referencia-s (por
argumento directo de la inducción pesimista), entonces cae en el vuelo a
la referencia. Si hace uso de la referencia-s (por adopción de una semán-

nos que hace uso de la teoría de las descripciones definidas (cf. Bishop
1991:349).
14

tica intensional sensible al contexto), entonces, cae en el vuelo a referen-


cia. Hace uso de la referencia-s o no lo hace. De modo que, en cualquier
caso, Bishop cae en la estrategia del vuelo a la referencia.

REFERENCIAS

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Nélida Gentile
Universidad de Buenos Aires
nelgen@filo.uba.ar

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