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Adecuación empírica y compromisos metafísicos

Nélida Gentile
UBA-UNLP

1. Introducción

En The Scientific Image (1980), Bas van Fraassen presenta su visión de la ciencia
como una alternativa al realismo científico. Conforme a su caracterización, el realismo
científico puede describirse bajo la tesis de que “las teorías científicas procuran
ofrecernos un relato literalmente verdadero de cómo es el mundo; y la aceptación de una
teoría científica conlleva la creencia de que ella es verdadera” (van Fraassen 1980: 8).
En contra de esta posición, van Fraassen formula su propuesta antirrealista a la que
denomina empirismo constructivo: “La ciencia se propone ofrecernos teorías que son
empíricamente adecuadas; y la aceptación de una teoría involucra solamente la creencia
de que ella es empíricamente adecuada” (Ibidem: 12). Van Fraseen no niega, por cierto,
que las teorías tengan valor de verdad, esto es, no las considera como meros
instrumentos o formulaciones metafóricas; por lo contrario, sostiene que el lenguaje de
la ciencia debe interpretarse de manera literal. Pero el reconocimiento por parte de van
Fraassen del sentido literal de las teorías científicas no lo conduce a asumir que aceptar
una teoría equivale a comprometerse con su verdad en lo que atañe a las porciones
inobservables del mundo. En efecto, el empirista constructivo se mantiene agnóstico
respecto de cualquier compromiso ontológico que vaya más allá de los fenómenos
observables. De manera que la aceptación de una teoría se restringe solamente a la
creencia de que es empíricamente adecuada, esto es, que lo que dice acerca de las cosas
y sucesos observables en el mundo es verdadero, que “salva los fenómenos”. En la
medida en que se muestra agnóstico respecto de las creencias que van más allá de lo que
sería posible confrontar directamente con la experiencia si se dieran las circunstancias
apropiadas, el empirismo constructivo de van Fraassen pretende brindar una visión de la
ciencia depurada de todo componente metafísico: “¡Adios a la metafísica!” como
expresa el slogan que formula en algunos de sus textos (van Fraassen 1991: 480; 1989).
En lo que sigue se procura demostrar que a pesar de su reticente actitud respecto de
cualquier aspecto que trascienda el mundo de lo observable, van Fraassen no puede
evitar la presencia de fisuras en los límites que traza para dejar fuera la metafísica. Más
específicamente, se sostiene que en su intento de restringir el objetivo de la ciencia a la
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búsqueda de teorías que sean sólo empíricamente adecuadas, acaba asumiendo un


compromiso más fuerte que el que conlleva el reconocimiento de la prosecución de la
verdad: el empirismo constructivo no consigue desvincularse completamente de una
platónica ontología poblada de entidades abstractas.

2. Enfoque semántico y adecuación empírica

van Fraassen caracteriza la adecuación empírica, el concepto que introduce frente a


la imposibilidad de establecer la verdad de las teorías científicas, en el marco de una
presentación no axiomática de las teorías. De acuerdo con la “concepción heredada”
(received view) desarrollada por los empiristas lógicos y sus continuadores, las teorías
propias de las ciencias fácticas son sistemas axiomatizados, de tal manera que los
axiomas correspondientes a cada teoría pueden reconocerse por sus características
sintácticas. En contraste con esa perspectiva sintáctica, van Fraassen apoya el enfoque
semántico introducido por Patrick Suppes. Conforme a esta propuesta, una teoría se
presenta directamente como una clase de modelos, sin atender a aspectos tales como la
axiomatización de la teoría dentro de un lenguaje formal.
En la terminología de van Fraassen, tales modelos son estructuras matemáticas
“llamadas "modelos de una teoría dada" sólo en virtud de pertenecer a la clase definida
de los modelos de esa teoría” (van Fraassen 1989: 366n). Asimismo, los modelos son
concebidos como representaciones de una variedad de mundos que serían posibles de
acuerdo con la teoría; mientras que el mundo real, a su turno, se identifica con uno de
esos posibles mundos (van Fraassen 1989: 226). En términos de la síntesis expresada
por Ronald Giere, de acuerdo con la concepción semántica, una teoría consiste de a) una
definición teórica que caracteriza determinada clase de sistemas y b) una hipótesis
teórica que afirma que ciertas clases de sistemas reales son miembros de esa clase.
De ese modo, para quienes adoptan la concepción semántica, el contenido empírico
de la teoría corresponde a la especificación de ciertas partes de estos modelos, las
subestructuras empíricas, que ofician como candidatos para la representación de los
fenómenos observables (van Fraassen 1980: 64). La diferencia entre esta concepción y
la versión tradicional de las teorías científicas se manifiesta también, entonces, en
cuanto a la cuestión del contenido empírico de las teorías. Pues, mientras en la
concepción sintáctica el contenido empírico de una teoría se cristaliza en un conjunto de
las consecuencias lógicas de sus axiomas, a saber, el subconjunto formado por aquellas
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oraciones que se deducen de los axiomas y pueden formularse en un “lenguaje


observacional”, los partidarios del enfoque semántico se verían liberados de las
complicaciones que origina el problema del significado de los términos teóricos.
Cualquier alusión al lenguaje puede considerarse ajena en la medida en que el contenido
empírico de la teoría aparece ahora como una propiedad vinculada con los modelos
considerados como entes matemáticos y no como entidades lingüísticas.
De modo consecuente, el concepto de adecuación empírica característico de la
concepción heredada queda ahora redefinido de manera muy simple: “la teoría es
empíricamente adecuada si tiene algún modelo tal que todas la apariencias sean
isomórficas con las subestructuras empíricas de ese modelo” (van Fraassen 1980:64).
Las apariencias, los fenómenos, el mundo observable, se identifican con las estructuras
o modelos del mundo que pueden ser discernibles a través de registros experimentales e
informes de medición. Por lo tanto, aceptar una teoría implica sólo la creencia de que lo
que dice acerca de los fenómenos es correcto.
Pero cabe subrayar que la expresión “todas las apariencias” no refiere solamente a
aquellas realmente observadas sino más bien a las que serían en principio observables.
De acuerdo con van Fraassen, que una entidad sea observable no implica que estén
actualmente dadas las condiciones para observarla: “X es observable si hay
circunstancias tales que, si X está presente ante nosotros bajo esas circunstancias,
entonces lo observamos” (van Fraassen 1980: 16). De este modo, la adecuación
empírica abarca no sólo la totalidad de los fenómenos presentes y pasados sino también
los futuros; va necesariamente más allá de lo que podemos conocer en un momento
dado, pues no todos los resultados de las mediciones están incorporados y nunca podrán
estarlo, ya que no podemos medir todo lo que podría ser medido (van Fraassen: 69).
Aun así, van Fraassen enfatiza que la exigencia de la adecuación empírica es mucho
más débil que la exigencia de la verdad, y restringirnos a la aceptación de las teorías nos
libra de la metafísica.

3. Entidades abstractas y compromisos ontológicos

Hemos visto que, de acuerdo con las explícitas afirmaciones de van Fraassen, la
noción de adecuación empírica nos permite alejarnos de la metafísica y atenernos
solamente a lo que es directamente confrontable con la experiencia. Pero, si bien ha
dejado atrás las complicaciones inherentes a la concepción lingüística, el costo que ha
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decidido pagar es su reemplazo por la entronización de ciertas estructuras abstractas.


Podemos preguntarnos, pues, si la actitud de van Fraassen resulta totalmente coherente
o sí, por el contrario, el empirismo constructivo no puede evitar traspasar los límites que
demarcan el mundo constituido por lo que es directamente observable. A fin de
responder este interrogante, será conveniente que analicemos brevemente las distintas
posiciones que históricamente se han ofrecido en relación con el estatus de las entidades
matemáticas y veamos cuáles son sus consecuencias para la evaluación de la postura de
van Fraassen.
El siglo XX ha sido escenario del desarrollo de tres concepciones clásicas en torno
de la fundamentación de la matemática: el logicismo, el intuicionismo y el formalismo.
Cada una de estas doctrinas reedita de algún modo, como señala Quine, las típicas
posturas medievales a propósito del problema de los universales, a saber, el realismo, el
conceptualismo y el nominalismo. Asimismo, si analizamos estas doctrinas a la luz del
criterio de compromiso ontológico formulado por Quine, esto es, que “ser es ser el valor
de una variable”, puede observarse que el desacuerdo entre las distintas posiciones
reside de modo explícito en el tipo de entidades que se admiten como objetos de
referencia de las variables ligadas (Quine 1948:33).
De acuerdo con la doctrina del realismo, los universales existen independientemente de
la mente, tienen existencia real. En su forma absoluta o extrema, cuyo máximo exponente
encontraríamos en la filosofía de Platón, los universales son independientes de los
individuos que los ejemplifican, esto es, se trata de universales ante rem. La moderna
manifestación del realismo en el ámbito de la matemática, el logicismo representado por
Frege, Russell, Whitehead y Church, se manifiesta por medio de la utilización de variables
ligadas para referirse a entidades abstractas tales como números, clases, infinitos actuales,
y demás.
El conceptualismo, por su lado, sostiene que los universales o entidades abstractas no
son cosas reales; existen sólo en tanto conceptos de la mente 1 . Su representante más
reciente en la fundamentación de la matemática es el intuicionismo suscripto, entre otros,
por Poincaré, Brouwer y Weyl. No se puede garantizar la existencia de entidades
matemáticas a menos que se sepa cómo se construyen: a la manera de Kant, las verdades

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En el debate acerca de los universales el conceptualismo adopta una variedad de matices de modo que a
veces se lo caracteriza como una forma de realismo moderado y en otras ocasiones se lo identifica con el
nominalismo. Asimismo, los neoescolásticos ubican la concepción Kant y algunos neokantianos como
Cassirer dentro del conceptualismo. Pareciera que es a posiciones de este último tipo a las que Quine
alude cuando establece una correspondencia con el intuicionismo en matemáticas.
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de la aritmética y con ellas las de la matemática toda constituyen verdades sintéticas a


priori derivadas de la intuición, una aprehensión de la mente de lo que ella misma ha
construido.

sophy, Version 1.0, London: Routledge


El nominalismo, por otra parte, sólo atribuye existencia real a los individuos; los
universales no son conceptos sino simplemente nombres (nomina) o vocablos (voces)
que poseen únicamente un estatus lógico: son el requisito necesario del pensamiento y
la comunicación. En el reino de las matemáticas, el formalismo comparte con el
intuicionismo la actitud de rechazo hacia la demanda de universales característica del
logicismo. Pero en contra del intuicionista, el formalista ni siquiera los admite como
entidades producidas por la mente. El formalismo concibe las matemáticas como un
mero sistema puramente sintáctico, un juego de notaciones sin significación.

4. ¿Adiós a la metafísica?

Retomemos ahora el criterio quineano de compromiso ontológico y pasemos luego a


examinar la noción de adecuación empírica tal como la formula van Fraassen en
términos de la visión semántica de las teorías. Si “ser es ser el valor de una variable”,
entonces –como afirma Quine– al decir que hay números primos entre 1000 y 1010 nos
estamos comprometiendo con una ontología que contiene números; cuando decimos que
hay centauros estamos obligados a sostener una ontología que contiene centauros; y
cuando decimos que algunas especies zoológicas son capaces de reproducirse entre sí
nos vemos obligados a reconocer como entidades las especies mismas por más
abstractas que éstas sean (Quine 1948: 28; 32).
Hemos visto que –de acuerdo con van Fraassen– una teoría es empíricamente
adecuada si tiene algún modelo tal que todas la apariencias son isomórficas con las
subestructuras empíricas de ese modelo. En este caso, el dominio de valores de las
variables que pueden figurar en el alcance del cuantificador existencial son los modelos
teóricos y las correspondientes subestructuras empíricas de los modelos. Luego, la
afirmación de que una teoría es empíricamente adecuada no parece dejar lugar para
evitar el compromiso con las entidades abstractas.
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En su defensa y a fin de morigerar sus compromisos, el empirista constructivo quizá


podría argüir que sólo está obligado a reconocer una ontología de subestructuras
empíricas, las estructuras que son isomórficas con los fenómenos. Esta parece ser, por
otra parte, la tesis que van Fraassen defiende en uno de sus últimos trabajos. En efecto,
en “Structure: its Shadow and Substance” (2006), aboga en favor de un enfoque al que
denomina “un estructuralismo empirista”. La clave de su nueva postura reside en su
intento de dar cuenta de ciertos aspectos que juzga acertados de la posición de Worrall,
la idea de que a pesar de los cambios conceptuales la ciencia exhibe una acumulación
del conocimiento. Según van Fraassen, intuitivamente diríamos que los fenómenos
parecen tener tanto cualidades intrínsecas como una estructura matemática. Pero
mientras la naturaleza de las cualidades intrínsecas que se atribuyen a los fenómenos
depende de cada teoría y varían por tanto de una a otra, las leyes de bajo nivel, aquellas
expresadas por medio de ecuaciones simples y que describen precisamente la estructura
fenoménica perduran, al menos como casos límite, en las teorías sucesoras. Así, los
colores, para citar uno de los ejemplos ofrecidos por van Fraassen, fueron primeramente
concebidos por Newton como cualidades de los rayos de luz y más tarde en términos de
longitud de onda. Hubo en este caso un importante cambio conceptual; sin embargo, las
leyes de reflexión y refracción de la óptica geométrica son descripciones matemáticas
simples de ciertos aspectos de los fenómenos que se mantienen en el pasaje de una
teoría a otra. Es la estructura superficial de la ciencia, la estructura fenoménica, la que
se mantiene estable frente al contenido teórico que se altera rápidamente (van Fraassen
2006: 304).
Admitamos, por mor de la discusión, que las subestructuras empíricas son
estructuras matemáticas de bajo nivel, ecuaciones relativamente simples, isomórficas
con la estructura del mundo observable. Sin embargo –como el propio van Fraassen lo
reconoce– siguen siendo estructuras matemáticas que, aun cuando son isomórficas con
las apariencias no se identifican estrictamente con ellas (van Fraassen 2006: 304). Y si a
esta situación agregamos que lo único que podemos conocer de los fenómenos es su
estructura, vía isomofismo con los modelos empíricos de la teoría, entonces el mundo
revelado por la ciencia ha quedado poblado de una plétora de estructuras matemáticas
que comprometen al empirista constructivo con una metafísica platonizante de entidades
abstractas.
Podría replicarse, por cierto, que el recurso de apelar a entidades abstractas no lleva
a comprometerse ontológicamente con ellas. En otros términos, podría no aceptarse el
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criterio ontológico de Quine y asumir, como lo hace van Fraassen respecto de las
entidades teóricas postuladas por las teorías científicas, una actitud agnóstica, esto es,
aceptar el lenguaje de las matemáticas sin admitir que las entidades abstractas existen.
No obstante, en este caso, más que adoptar una posición agnóstica, el empirista
constructivo sucumbiría, en un escepticismo radical. Pues, en la medida en que las
estructuras empíricas constituyen subestructuras de los modelos teóricos que definen la
clase de modelos de la teoría, si se suspende el juicio con respecto a la existencia de los
modelos teóricos, entonces debe suspenderse el juicio, también, en relación con los
submodelos que describen los fenómenos.
A fin de eludir la necesidad de optar entre el platonismo o el escepticismo, el
simpatizante del empirismo constructivo podría imaginar que su fundador defiende una
posición ficcionalista respecto del lenguaje de las matemáticas, una postura cercana, en
algún sentido, al formalismo. Pero esta interpretación parece incompatible con la
concepción semántica de las teorías, a menos que se considere que los modelos y
submodelos son meras inscripciones, conjuntos de manchas de tinta trazadas sobre un
papel. Y si algún otro ferviente devoto ensayara la posibilidad de conciliar el particular
empirismo de van Fraassen con el moderno intuicionismo, podríamos replicar que dada
la fuerte ligazón que esta posición mantiene con el apriorismo kantiano resulta difícil
imaginar cómo podría compatibilizarse con la postura del empirista constructivo.
Las razones que ofrece van Fraassen a favor del enfoque semántico, y en
consecuencia de su necesidad de hablar de modelos, son de naturaleza pragmática: la
diferencia con otros enfoques –sostiene– es una cuestión de actitud, orientación y
tácticas más bien que de doctrinas o tesis (van Fraassen 1989: 217). Pero, por otro lado,
en su explícito propósito de hacer justicia a la afirmación de Worrall respecto de que la
ciencia exhibe una acumulación de conocimiento, van Fraassen ha hecho una concesión
al realista al incorporar en su empirismo el componente estructural. Así, el
estructuralismo empirista que ahora nos presenta parece conducirlo, aun sin
reconocerlo, a postergar su intención de despedirse de la metafísica.

Referencias

Ladyman, J. (2000), “What’s Really Wrong with Constructive Empiricism?: Van


Fraassen and the Metaphysics of Modality”, The British Journal for the
Philosophy of Science, 51, pp. 837–56.
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McMullin, E. [2003], “Van Fraassen Unappreceated Realism”, Philosophy of Science,


vol 70, Nº 3: 455-478.
Rosen, G. [1994]: What is Constructive Empiricism?, Philosophical Studies 74: 143-
178.
van Fraassen, B. C. [1980]: The Scientific Image, Oxford: Oxford University Press.
van Fraassen, B. C. [1989]: Laws and Simmetry, Oxford: Oxford University Press.
van Fraassen, B. C. [2001]: “Constructive Empiricism Now”, Philosophical Studies
106: 151–170.
van Fraassen, B. C. [2003]: “On Mac Mullin’s Appreceation of Realism concerning the
Sciences”, Philosophy of Science, vol 71, Nº 1: 479-492.
van Fraassen, B. C [2006]: “Structure: its Shadow and Substance”, The British Journal
for the Philosophy of Science, vol. 57, Nº 2: 275-307.

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