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El CdeC vigente, anclado en el acto objetivo de comercio, establece en su ART. 2 que: “los actos de comercio sean
o no comerciantes quien los ejecute, y estén o no especificados en este código, se regirán por las disposiciones
contenidas en él, en su defecto, por los usos de comercio observados generalmente en cada plaza y a falta de
ambas reglas por las del Derecho común”. De tal precepto se avanzan las siguientes interpretaciones:
- La tradicional y dominante, que señala que el ART. 2 CdeC enumera las FUENTES DEL DERECHO MERCANTIL,
no sólo conteniendo las fuentes o normas que rigen las instituciones y las relaciones jurídico-mercantiles, sino
que establece, además, el orden jerárquico que ha de seguirse: En primer lugar, se aplicará el CÓDIGO DE
COMERCIO (o Ley Mercantil); cuando no exista en él disposición aplicable, se estará a lo establecido en los
USOS O COSTUMBRE MERCANTILES; y tan solo cuando ninguna de ambas normas exista, deberá acudirse a las
REGLAS DEL DERECHO COMÚN (Derecho civil codificado o el recogido, en su caso, en las compilaciones
forales).
Como EXCEPCIÓN a lo expuesto, prevalecerán las reglas comunes sobre los usos mercantiles cuando se trate
de la mayoría de las cuestiones relativas al régimen jurídico general de los contratos mercantiles (que, si se
observa, es gran parte del Derecho Mercantil), de modo que, cuando para ellos no existan disposiciones
legales mercantiles, se acudirá al Derecho común civil o foral, sin aplicar previamente los usos mercantiles
(ART. 50 CdeC), los cuales sólo serán de aplicación si tampoco existieran normas civiles. Es decir, según lo
establecido en el ART. 50 CdeC, en materia de contratos mercantiles, los usos o costumbres mercantiles
pasarán a un tercer lugar, situándose por delante de ellos el Derecho común.
Finalmente, y aunque el ART. 2 CdeC invoca el Derecho común para regular relaciones jurídico-mercantiles,
ello no significa que éste adquiera la condición de fuente o norma mercantil; por el contrario, esta invocación
recuerda y pone de manifiesto el carácter especial del Derecho mercantil (integrado por la ley y el uso
mercantiles), frente al Derecho civil (como ordenamiento general), el cual sólo será de aplicación con carácter
supletorio en ausencia de normas estrictamente mercantiles. Por ello, se distingue entre:
El Derecho común como sistema supletorio (ART. 2 CdeC). El Derecho civil colma las lagunas impensadas
del Derecho mercantil (supuestos de hecho no contemplados en él), pero sólo una vez agotado el recurso a
la legislación mercantil (incluso de forma analógica) y a los usos del comercio.
El Derecho común como sistema integrador (ART. 50 CdeC). El Derecho mercantil es deliberadamente
fragmentario, no sólo respecto de la teoría general de obligaciones y contratos, sino también en los
contratos mercantiles que tienen su homólogo en el Código Civil.
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De acuerdo con esta interpretación, el ART. 2 CdeC vendría a cumplir la función de integración contractual.
Esta interpretación revisionista probablemente resuelve la aparente contradicción entre los ARTS. 2 y 50 CdeC:
el ART. 2 contendría las fuentes de integración del contrato mercantil, y el ART. 50 regularía un caso de
determinación de normas legales por remisión a otras normas, debiendo entenderse la referencia al Derecho
común del ART. 50 hecha a las normas imperativas generales sobre contratos del ART. 1254 CC, en tanto que
la remisión al Derecho común del ART. 2 lo sería a las normas dispositivas reguladoras de cada tipo
contractual.
1. LA LEGISLACIÓN MERCANTIL.
- Leyes especiales. Su elaboración se hace necesaria por subsistir la inadecuación del viejo CdeC a la actual
realidad política y económica, mientras que, a la vez, la proliferación de las leyes especiales desplegadas de él
da lugar a una dispersión normativa de efectos muy negativos para la seguridad jurídica y para la realidad del
mercado.
El reconocimiento en favor de las CCAA de la potestad legislativa deriva tanto de la CE (ARTS. 148 y 149) como de
lo dispuesto por cada Estatuto de la Autonomía.
Este poder de hacer leyes, es decir, normas jurídicas de validez general para el ámbito territorial de la CCAA,
compartido constitucionalmente por el Estado y por las CCAA, afecta profundamente al sistema de fuentes del
ordenamiento jurídico, y obliga a precisar con mucho cuidado como se ha operado en el ámbito del Derecho
Mercantil la distribución de competencias legislativas y de ejecución entre el Estado y las CCAA.
Para ello, es necesario partir de los ART. 148 y 149 CE. Los mismos no otorgan a las CCAA ninguna competencia en
el ámbito del derecho mercantil. Es más, el ART. 149.1.6 CE atribuye al Estado competencia exclusiva sobre la
legislación mercantil. Además, se otorga al Estado competencia exclusiva en materia de legislación sobre
propiedad industrial; bases de ordenación de crédito, banca y seguros; abanderamiento de buques; transportes
terrestres que transcurran por el territorio de más de una CCAA. Sin embargo, lo cierto es que son diversos los
Estatutos de Autonomía que atribuyen a las CCAA determinadas competencias sobre materias propias del
Derecho mercantil.
Del estudio conjunto de la CE y de los citados Estatutos puede extraerse las siguientes conclusiones (criterios a
tener en cuenta):
- El contenido del Derecho mercantil o la Ley mercantil es competencia exclusiva del Estado.
- En determinados sectores concretos y en virtud de lo dispuesto por los Estatutos de Autonomía, existe una
potestad legislativa y de ejecución compartida sobre materias jurídico-mercantiles, ya que o bien deberán
colaborar con el Estado (en el caso de la publicidad), respetar la legislación general (por ejemplo, en los
centros de contratación), o respetar las leyes de base o normas básicas del Estado (defensa del consumidor,
comercio interior, banca, crédito, seguros) (ART. 150.1 CE).
- En otros sectores, tan sólo existe en favor de las CCAA el reconocimiento de la potestad ejecutiva (propiedad
industrial, salvamento marítimo) (ART. 150.2 CE).
- Es necesario tener igualmente en cuenta la posibilidad de leyes estatales que atribuyan a las CCAA potestades
legislativas (ART. 150.1) o de ejecución (ART. 150.2), que afecten al ámbito del Derecho mercantil.
- Algunas de las materias que son competencia exclusiva del Estado según el ART. 149 no parecen hacer
referencia al ámbito del Derecho mercantil, ya recogido en el número 6 de dicho precepto, sino que más bien
se trata de materias propias del Derecho administrativo.
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- El Derecho o Ley mercantil del Estado deberán ser aplicables con preferencia en caso de conflicto con la
normativa de las CCAA, como se desprende de lo dispuesto en el ART. 149.3 CE y de concretos preceptos de
los Estatutos de Autonomía.
La complejidad de esta materia, así como su diferente regulación en los diversos Estatutos de Autonomía pueden
hacer necesarias, en el futuro, las LEYES DE ARMONIZACIÓN previstas en el ART. 150.3 CE, porque así lo exijan el
principio de unidad del mercado, los intereses generales e incluso el interés de los consumidores y de los agentes
económicos.
Estos principios deberán servir, en todo caso, de criterio interpretativo a la hora de fijar los límites y contenidos
de las competencias compartidas en materia del Derecho mercantil entre el Estado y las CCAA, a fin de tratar de
resolver los casos de solapamiento que se producen en la práctica. En este sentido, adquiere una importancia
excepcional la jurisprudencia del Tribunal Constitucional al interpretar los conceptos no siempre claros del ART.
149 CE.
La situación ha alcanzado grados de complejidad notables, y no faltan ejemplos de normas que participan de una
naturaleza mixta o híbrida. Es el caso de la LEY 7/1996, de 15 de enero, DE ORDENACIÓN DEL COMERCIO
MINORISTA, que expresamente señala que determinados preceptos de la misma serán de aplicación general por
ampararse en la competencia exclusiva del Estado para regular el contenido del derecho privado de los contratos,
en tanto que otros artículos se amparan en la competencia exclusiva del Estado para regular el Derecho mercantil
de la competencia, así como en otras competencias exclusivas del Estado; todo ello sin perjuicio de reconocer que
los restantes preceptos de la misma podrán ser de aplicación en defecto de legislación específica dictada por las
CCAA.
2. USOS DE COMERCIO.
El derecho mercantil posee un claro origen consuetudinario al haber sido formando a partir de la inadecuación
del derecho común, por los propios comerciantes, quienes con su conducta crearon las instituciones y las normas
necesarias para regular convenientemente las exigencias y los intereses de su tráfico profesional. Posteriormente,
se convierte en legislado, conllevando una progresiva pérdida de importancia del derecho consuetudinario.
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No obstante, en la actualidad se asiste a una importante revitalización de los USOS DE COMERCIO en el plano
internacional.
En el plano interno, el legislador español de 1885, al establecer el predominio jerárquico de las normas legales
sobre los usos de comercio, no desconoció dos circunstancias de gran interés. Es decir, los usos de comercio
(costumbre mercantil) surgen porque:
- La ley no puede recoger todo el Derecho objetivo, razón por la que se reconoce la eficacia normativa de los
usos en defecto de norma legal.
- Se respeta el poder de formación autónoma de normas mercantiles (usos de comercio) por parte de los
empresarios para regular instituciones o situaciones no previstas por la ley.
Esta es la causa del llamamiento a los usos mercantiles que refuerza el ART. 2 CdeC.
Del análisis del Código de comercio se desprende que la función de los usos de comercio es cuádruple:
- Establecer normas que colmen el total silencio de la ley, o sea, cuando esta no contiene norma alguna (los
actos de comercio se regirán, en defecto de ley, por los usos); serían los llamados usos normativos, que son
los únicos que, en sentido estricto, han de considerarse fuente de derecho por aplicación del ART. 1.3 CC.
- Concretar el mandato abstracto contenido en la ley, cuando ésta, por su inconcreción, sea inaplicable sin la
regla contenida en el uso.
- Fijar el contenido del contrato, cuando ni las partes ni la ley lo hacen expresamente.
- Resolver las dudas en la interpretación de los contratos (usos interpretativos que no constituirían, según la
opinión antes enunciada, verdadera fuente de derecho).
Si los usos de comercio son verdaderas normas de derecho objetivo, con la particularidad de que han sido
generadas por la propia práctica repetida y constante de una determinada conducta en el tráfico mercantil, no
cualquier práctica de esta naturaleza, por reiterada que sea, constituye necesariamente un uso de comercio.
Para su existencia es indispensable aquella práctica que haya creado conciencia general de su existencia y
obligatoriedad, que solo se da en los usos normativos (opinio iuris), con independencia de la voluntad de las
partes, a las que obligará o vinculará a menos que expresamente se pronuncien en contrario.
Por ello, la existencia del uso de comercio debería tener que ser probada por las partes, puesto que el juez tiene
obligación de conocer y aplicar el derecho. Sin embargo, el TS ha resuelto que, a menos que el uso sea notorio
debe ser alegado y probado por quien pretenda su aplicación.
En la doctrina, es frecuente que este último requisito se rebaje o, incluso, se elimine, pero algún grado de
convicción de la obligatoriedad debe exigirse para poder hablar de un uso normativo (que es Derecho objetivo).
CLASES DE USOS
- Usos comunes a todo género de actividad mercantil vs. usos especiales de una determinada actividad.
- Usos generales (todo el territorio nacional) vs. usos regionales, locales o de plaza.
El ART. 2.1 CdeC habla de los usos observados en cada plaza, pero ello no significa que no puedan existir
usos más extendidos (usos generales o regionales)
En caso de colisión entre usos generales o regionales y usos locales o de plaza, prevalecerán estos últimos.
- Usos normativos vs. usos negociales del tráfico:
Usos normativos:
a. Establecen normas en caso de silencio de la ley.
b. En sentido estricto, serían los únicos usos que son fuente del derecho (ART. 1.3 CC La costumbre sólo
regirá en defecto de ley aplicable, siempre que no sea contraria a la moral o al orden público y que
resulte probada. Los usos jurídicos que no sean meramente interpretativos de una declaración de
voluntad tendrán la consideración de costumbre).
Usos negociales o del tráfico, cuya función consiste en:
a. Fijar el contenido de un contrato (ARTS. 255 y 304 CdeC)
Es considerada fuente del Derecho mercantil por algunos autores.
ART. 255 CdeC (contrato de comisión): «En lo no previsto y prescrito expresamente por el comitente,
deberá el comisionista consultarle, siempre que lo permita la naturaleza del negocio. Mas si estuviere
autorizado para obrar a su arbitrio, o no fuere posible la consulta, hará lo que dicte la prudencia y sea
más conforme al uso del comercio.»
ART. 304 Ccom (contrato de depósito): «El depositario tendrá derecho a exigir retribución por el
depósito, a no mediar pacto expreso en contrario. Si las partes contratantes no hubieren fijado la
cuota de la retribución se regulará según los usos de la plaza en que el depósito se hubiere
constituido.»
b. Resolver dudas en la interpretación de un contrato (no serían nunca fuente del Derecho) ART. 1287
CC: «El uso o la costumbre del país se tendrán en cuenta para interpretar las ambigüedades de los
contratos, supliendo en éstos la omisión de cláusulas que de ordinario suelen establecerse.»
En principio, sólo son fuente del derecho los usos normativos. Los usos negociales e interpretativos sólo
disciplinan una determinada relación jurídica (se presume que han sido queridos por las partes). Sin embargo, con
el paso del tiempo los usos negociales pueden convertirse en usos normativos (y, con ello, en fuente del
Derecho).
VALIDEZ DE LOS USOS
Son válidos, sin duda, los usos secundum legem (que sean conformes con la ley) y praeter legem (que se ocupan
de una cuestión no regulada por ley). Pero ¿qué sucede con los usos contra legem (los que sean contrarios a la
ley)? En principio, la costumbre sólo regirá en defecto de ley aplicable (ART. 1.3 CC).
La dificultad, sin embargo, se presenta con las normas dispositivas del CdeC. Hay quien entiende que los usos sí
pueden contradecir lo dispuesto en una norma dispositiva, pero sólo si se demuestra que las partes, de forma
expresa o tácita, han manifestado su voluntad de que el uso forme parte de la disciplina del contrato.
Para otros, los usos no pueden contradecir nunca la ley mercantil, ni siquiera cuando ésta tiene carácter
dispositivo. Con independencia de ello, el uso ha de ser probado siempre por quien lo invoca, salvo cuando se
trate de usos notorios.
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En el sector de la contratación mercantil moderna, y salvando el plano del Derecho del comercio internacional, los
usos del comercio efectivamente están en franca decadencia como resultado de un conjunto de causas. Al no ser
una norma escrita, sino presente en la convicción de los comerciantes, su existencia, que puede variar de una a
otra plaza, es incierta. Incertidumbre que es incompatible con el moderno y ágil tráfico económicos. Además,
dado el carácter dispositivo de los usos, las partes pueden y suelen establecer cláusulas que impidan su aplicación
o que colmen la laguna de la ley en sentido distinto al contenido en el uso. Finalmente, al mismo resultado
conduce el renacimiento del formalismo propio de la moderna contratación mercantil en serie o en masa: la
utilización de contratos-tipo y la creciente utilización en ellos de extensas condiciones generales, que en
ocasiones reproducen los usos mercantiles, han debilitado la función de los mismos, suprimiendo su utilización o
impidiendo su nacimiento.
Sin embargo, su vigencia y utilidad es indiscutida en el ámbito internacional y eso se debe a que los convenios
internacionales existentes no cubren todas las materias y/o no han sido ratificados por todos los Estados.
Asimismo, aun cuando existan convenios internacionales que regulen una determinada materia, suelen presentar
muchas lagunas.
Si que es cierto que existen recopilaciones de usos internacionales (EJEMPLO: las Reglas y Usos Uniformes
relativos a los créditos documentarios), aunque no siempre son auténtica costumbre.
3. EL DERECHO COMÚN.
En defecto de la ley y la costumbre, en tercer lugar, es el DERECHO COMÚN el que se aplicará. El derecho común
(ius commune) es un término que hace referencia a un derecho que se aplica a la generalidad de los casos o
aplicable en oposición a un derecho especial.
POR TANTO, el derecho común solo será aplicable cuando no haya disposición aplicable en la ley mercantil ni en
lo establecido por los usos o costumbres mercantiles. Sin embargo, prevalecerá el derecho común sobre los usos
mercantiles cuando se trate del régimen de los contratos mercantiles. Además, no adquiere condición de fuente
o norma mercantil, prevaleciendo la especialidad de éste. Por tanto, el derecho común o civil solo sirve para suplir
las lagunas del Derecho mercantil. Es decir, se aplica con carácter supletorio para colmar las lagunas imprevistas,
en aquellos nuevos supuestos no contemplados en la norma.
Hasta la aprobación del Código de comercio de 1885, es decir, estando todavía vigente el Código de 1829:
- Las leyes de comercio se consideraban excepciones al Derecho común. Es decir, el Derecho mercantil como
Derecho excepcional.
- Como consecuencia, el Derecho privado común, en cuanto base del Derecho mercantil, era de aplicación
supletoria.
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Este derecho común enunciado en el ART. 2 CdeC no es una fuente del derecho mercantil por ser éste un derecho
especial, si bien es cierto que ambos derechos (mercantil y Civil) están estrechamente vinculados, hasta el punto
de que el derecho civil tiene un papel integrador en el derecho mercantil, cuando no se prevé ninguna regulación
porque se considera innecesaria.
En todo caso, el Derecho común no es una norma mercantil, sino que únicamente se aplica en ausencia de
normas estrictamente mercantiles.
- El Derecho derivado. Es el que dicta la propia UE en ejercicio de sus competencias legislativas (básicamente
Reglamentos, Directivas y Decisiones)
El TFUE incide directamente en el derecho interno español (ART.101 y ss), ya que contiene normas de defensa de
la competencia, ayudas públicas, concentraciones de empresas, etc. Está desarrollado por distintos tipos de
normas, entre ellas por Directivas y Reglamentos.
El Reglamento es directamente aplicable en todos los Estados miembros (es derecho interno); mientras que la
Directiva obliga a los Estados miembros a adaptar su derecho interno a lo dispuesto en la misma (no son normas
directamente aplicables), es decir, necesita normas de incorporación o transposición. Si el Estado no adapta esa
norma comunitaria marcada por la directiva en el plazo correspondiente será sancionado. Su función es la de
armonización de los derechos de los Estados miembros. Los Estados son libres a la hora de elegir la forma para
transponer la Directiva que, en principio, no es directamente aplicable en los Estados miembros, pero el derecho
interno debe interpretarse conforme a la directiva no incorporada y las directivas no transpuestas si son
aplicables, una vez transcurrido el plazo de transposición, en las relaciones entre particulares y el Estado (efecto
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directo vertical), pero no entre particulares (efecto directo horizontal).
En caso de que el Estado no transponga una Directiva o la transponga fuera de plazo, incurrirá en responsabilidad
y podrá ser condenado por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE).
La finalidad de buena parte del Derecho de la UE es conseguir el mercado común o interior, como un único
mercado en todo el territorio de la UE, sin fronteras interiores, en el que la libre circulación de mercancías,
personas, servicios y capitales está garantizada de acuerdo con las disposiciones del Tratado.
Muchas de las normas son recopiladas y tiene una gran importancia en esto la Cámara de Comercio Internacional
(de París), ya que en ella se recopilan lo que utilizamos para la contratación internacional. Entre ellas los
INCOTERMS que son cláusulas contractuales que se utilizan en todos los contratos de compraventa internacional
y se actualizan con el paso del tiempo. Los INCOTERMS establecen a partir de qué momento el poder de
disposición de la mercancía pasa del vendedor al comprador.
A nivel internacional existen principios interpretativos de los contratos, esos principios se elaboran por el Instituto
Internacional para la Unificación del Derecho Privado (de Roma) (UNIDROIT). Se utilizan en contratos de
compraventa internacional o de distribución, y el contrato establece el derecho (o convenio) aplicable, pero en
caso de que falle éste, se acude a estos principios internacionales. Y también se recurre a tribunales propios
mercantiles. La sede de arbitraje internacional más importante está en París.
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