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Mercantil I.
TEMA 2.- LAS FUENTES DEL DERECHO
MERCANTIL
El concepto de fuente, como medio del que se vale el derecho objetivo para
manifestarse, es el mismo en Derecho Mercantil que en Derecho Civil. De ahí que los
principios que consagra el Código Civil, sobre la falta de validez de las disposiciones
que contradigan otras de rango superior (art. 1.2 C.C.), y la enumeración de las fuentes
del ordenamiento jurídico; la ley, la costumbre y los principios generales del derecho;
sean aplicables al Derecho Mercantil. No hay que olvidar, que la suprema fuente del
ordenamiento jurídico, la constituye nuestra Constitución de 1978: «la fuente de las
fuentes», en frase de DÍEZ PICAZO, y recordar, además, la legislación de las
Comunidades Autónomas con algunas competencias en materia mercantil.
Fuentes formales:
Las primeras son los medios o formas de manifestarse las normas jurídicas (Ley,
costumbre y principios generales del Derecho); La doctrina jurisprudencial que de modo
reiterado establezca el Tribunal Supremo al interpretar y aplicar estas fuentes del
Derecho cumplirá la función – señalada en el art. 1.6 C.C.- de complementar el
Ordenamiento Jurídico.
Fuentes materiales:
Se refieren, como dice SÁNCHEZ CALERO, a las fuerzas sociales que crean las
normas (el Estado, las Comunidades Autónomas, la Unión Europea 1, etc.).
Las fuentes del Derecho Mercantil se especifican en el artículo 2.º del Código de
Comercio, al establecer que: «Los actos de comercio, sean o no comerciantes los que
los ejecuten y estén o no especificados en este Código, se regirán por las
disposiciones contenidas en él; en su defecto, por los usos de comercio observados
generalmente en cada plaza; y, a falta de ambas reglas, por las del Derecho
común.»
Fuentes directas:
Según este artículo, las fuentes del Derecho Mercantil que, podríamos denominar
directas, son la Ley (Código de Comercio y Leyes especiales); los usos de comercio, en
1
Esto se ha producido con nuestra adhesión a los Tratados de las Comunidades Europeas (Ver L
.Orgánica 10/1985, de 2 de agosto, de autorización a la adhesión y a la ratificación de los tratados,
publicados en el BOE de 1 de Enero de 1986, fecha en la que dicha adhesión produjo sus efectos), que se
han visto modificados por el Tratado de la unión Europea, que ha fortalecido la vinculación entre los
Estados miembros sustituyendo el término Comunidad Económica Europea por el de Comunidad
Europea.
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MERCANTIL
defecto de norma de rango legal, y con las precisiones que veremos a continuación y, en
último término, cuando no exista sobre la materia regla que emane de esas fuentes, el
Derecho común. Éstas son las fuentes directas del Derecho Mercantil, y éste su orden de
prelación para su aplicación.
Fuentes indirectas:
Pero, junto a estas fuentes, existen otras que podríamos calificar de indirectas, como la
jurisprudencia mercantil, e incluso, las condiciones generales de la contratación. (LAS
VEREMOS AL FINAL DEL TEMA)
Con relación al Derecho Mercantil valen en esta materia de fuentes las consideraciones
hechas anteriormente, en cuanto no existe un sistema de fuentes diverso para el Derecho
Mercantil. Sin embargo existe una especialidad en nuestro derecho pues las relaciones
mercantiles surgidas de los “actos de comercio” se regirán por las disposiciones
contenidas en el Código de Comercio (art. 2). Lo que implica que en el régimen de las
relaciones mercantiles prevalece la costumbre o el uso mercantil sobre el Derecho
Común.
1º.- Ley.
1.1.- Constitución, como norma suprema del Ord. Jurídico, vincula a los Jueces y
Tribunales, quienes interpretarán las leyes y los reglamentos según los preceptos y
principios constitucionales, conforme a la interpretación de los mismos que resulte de
las resoluciones del Tribunal Constitucional (art.5.1.LOPJ).
A pesar de que parte de la doctrina entiende que el principio de primacía del derecho de la Unión Europea
justifica situar a ésta por encima de la C.E., lo cierto es que son los arts. 93 de la C.E. los que permiten la
entrada en nuestro ordenamiento entrada de dicha regulación supranacional. De ahí que situemos en el
rango máximo a la C.E. por cuanto la soberanía nacional siempre se reserva esta competencia en relación
con los tratados internacionales.
En todo caso, respecto del principio de jerarquía normativa hay que recordar la
excepción que se articula vía artículo 50 del Código de Comercio, por la que el Dercho
Civil o Común precede al uso cuando no haya (art. 2.º del Código) disposición legal
mercantil en las materias que enumera (en contra de esta primacía del Derecho Común
sobre el uso de comercio, VICENT CHULIÁ, F.).
El art. 50 del C.de Co. abre el Título IV que se titula: Disposiciones generales sobre los
contratos de comercio y dispone que:
Artículo 50.
Los contratos mercantiles, en todo lo relativo a sus requisitos, modificaciones,
excepciones, interpretación y extinción y a la capacidad de los contratantes, se regirán,
en todo lo que no se halle expresamente establecido en este Código o en las Leyes
especiales, por las reglas generales del Derecho común.
Se trata pues, de una excepción a la jerarquía de fuentes establecida en el artículo 2.º del
Código de Comercio, pues según lo dispuesto en dicho artículo, en lo relativo a los
requisitos, modificación, excepciones, interpretación, extinción y capacidad de los
contratantes, señala que se rigen, en lo que no se halle establecido en ese texto, por las
reglas generales del Derecho Común. Es decir, el propio Código de Comercio llama al
Código Civil en la materia contractual para que, en su caso, supla las lagunas de
regulación y se apliquen sus normas (arts. 1254 y ss. del Código Civil). Esta limitación
es importante porque los usos precisamente donde tienen más relevancia es en el campo
contractual.
Cuando se habla de Derecho Común, o sea, del Derecho Civil como fuente del Derecho
Mercantil, tal como está enumerado en el artículo 2.º del Código Comercio, el término,
en realidad, no es exacto. Lo que sucede es que, como ramas de un mismo tronco, el
Civil y el Mercantil, han sido derechos muy vinculados, teniendo que recordar la vieja
aspiración de la unificación del derecho privado no lograda, todavía, en nuestro País.
Pero, mientras el Derecho Civil se refiere, en uno de sus aspectos, a la persona en
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general, las normas del ordenamiento mercantil están pensando, en virtud del carácter
especial con el que nacen, en el empresario como heredero del viejo comerciante.
C.de Co. Art. 2º:” Los actos de comercio, sean o no comerciantes los que los ejecuten y
estén o no especificados en este Código, se regirán por las disposiciones contenidas en
él: en su defecto, por los usos de comercio observados generalmente en cada plaza, y a
falta de ambas reglas, por las del derecho común”.
Fue pretensión del Código el Establecimiento de un sistema objetivo de Derecho mercantil de manera
que éste fuera el Derecho de los actos de comercio. Pero el Código partió de una técnica de delimitación
de la materia mercantil tan defectuosa que a la larga ha resultado inútil. Porque, como vimos en el Tema
1, el acto de comercio objetivo ( separado de su autor) es un concepto cuya esencia no ha podido aclararse
a pesar de los esfuerzos de la doctrina, y menos aún con la fórmula tan amplia como estéril que utiliza el
párrafo segundo del art. 2 de C. de Co., al decir que “ serán reputados actos de comercio los
comprendidos en este Código, y cualesquiera otros de naturaleza análoga” sin explicar dicha naturaleza.
Del texto del art. 148 de la Const. Deducimos que no se otorga a las C.C.A.A. ninguna
competencia en el ámbito del derecho mercantil, y el art. 149.1.6ª,9ª,11ª,13ª y 20ª
atribuye al Estado la competencia exclusiva sobre la legislación mercantil.
Con el fin de hacer efectivo el principio de unidad de mercado, en las últimas décadas se han llevado a
cabo importantes esfuerzos. Sin embargo, y a pesar de las medidas adoptadas, la fragmentación subsiste
en el mercado español, lo que se traduce en un elevado coste que dificulta de forma considerable la
actividad de las empresas. La necesidad de eliminar este coste así como los obstáculos y trabas
derivados del crecimiento de la regulación ha sido una de las principales demandas que los operadores
económicos han venido trasladando en los últimos años.
Esta fragmentación del mercado nacional dificulta la competencia efectiva e impide aprovechar las
economías de escala que ofrece operar en un mercado de mayores dimensiones, lo que desincentiva la
inversión y, en definitiva, reduce la productividad, la competitividad, el crecimiento económico y el
empleo, con el importante coste económico que supone en términos de prosperidad, empleo y bienestar
de los ciudadanos.
En el contexto actual, esta Ley busca establecer los principios y normas básicas que, con pleno respeto a
las competencias de las Comunidades Autónomas y de las Entidades Locales, garanticen la unidad de
mercado para crear un entorno mucho más favorable a la competencia y a la inversión, facilitando que
los agentes económicos puedan beneficiarse de las ganancias de una mayor dimensión en términos de
productividad y costes, en favor de la creación de empleo y de crecimiento, y en beneficio último de los
consumidores y usuarios que tendrán un mayor acceso a productos y servicios de calidad. Todas las
Administraciones Públicas observarán los principios recogidos en esta Ley, en todos sus actos y
disposiciones y para todas las actividades económicas, y especialmente en aquellas actividades que, bien
por su carácter estratégico (telecomunicaciones, energía, transportes) bien por su potencial para la
dinamización y el crecimiento económico (distribución comercial, turismo, construcción, industrias
creativas y culturales, alimentación, sector inmobiliario, infraestructuras) resultan de especial
relevancia para la economía.
a) Directivas comunitarias: Para el Derecho Mercantil son de gran importancia, sobre todo en
materia de sociedades o de situaciones de insolvencia. A partir de 1968 se han dictado varias Directivas
en puntos clave para las sociedades de capital, tales como la publicidad indispensable en la constitución
de las sociedades y la nulidad de las mismas; fusión y escisión de sociedades; cuentas anuales; capital
social; cuentas consolidadas de los grupos de sociedades; auditoria de cuentas; y sociedades de capital
unipersonales. Quedan pendientes de aprobación, entre otras, la Quinta y la Novena Directivas en materia
de sociedades, referentes, respectivamente, a los órganos sociales y a los grupos de sociedades y la
relativa a las OPAS que tras diez años de negociaciones no la aprobó a mediados de 2001 el Parlamento.
Estas Directivas en materia de sociedades, fueron incorporadas a nuestra legislación de sociedades
anónimas, por la Ley 19/1989, de 25 de julio, de: «Reforma parcial y adaptación de la legislación
mercantil a las Directivas de la CEE en materia de sociedades».
Directivas comunitarias cuando no han sido incorporadas por los Estados miembros, lo
cual se produjo en España después de haber ocurrido el hecho objeto del pleito. Se
planteaba la inaplicación de la Directiva de 25 de julio de 1985, y el artículo 28 de la
LGDCU de 1984. Considera el Supremo que, la entrada en vigor de una Directiva: «no
ocasiona su automática incorporación a los ordenamientos jurídicos de los Estados
miembros, para convertirse en derecho vigente y de obligado cumplimiento». La
Directiva de 25 de julio de 1985, al tiempo de los hechos, permanecía «latente», y, por
tanto, no obligaba, ya que se fijó un plazo de tres años para su entrada en vigor desde
que fue notificada a los Estados miembros).
Esta interpretación se ha sostenido respecto a lo que se llama (la sentencia emplea la expresión) efecto
horizontal, es decir, conflictos entre particulares, mientras que el efecto vertical comporta la de éstos y el
Estado correspondiente. Si una Ley vulnera alguna Directiva Comunitaria, entonces el TS dice que hay
que acudir al TC (STS de 10 de diciembre de 1990, y de 14 de febrero de 1991 del mismo Tribunal
Constitucional, que estima que, el Derecho Comunitario constituye: «un ordenamiento jurídico propio
integrado en los sistemas jurídicos de los Estados miembros, y que se impone a los órganos judiciales»).
Hay que hacer notar, en el orden jurisprudencial, la STS de 21 de junio de 1996, que establece que no
cabe que un particular imponga a otro obligaciones de responsabilidad basadas en preceptos de una
Directiva comunitaria (se refería a la de 25 de abril de 1995), por no haber sido adoptada por España en la
fecha del litigio. Criterio contrario sienta la STS de 8 de noviembre de 1996, considerando la primacía de
las Directivas comunitarias respecto de las normas nacionales, anteriores o posteriores a la Directiva (se
trataba de un caso de aplicación de la Directiva sobre cláusulas abusivas, 93/13 de 5 de abril). Tema que
vuelve a repetirse en una cuestión sobre renuncia del fuero propio y sumisión a otros Tribunales, y que la
STS de 20 de febrero de 1998 considera como abusiva, al aplicar, directamente, esa Directiva, siguiendo
la doctrina del Tribunal de Justicia de la Comunidad Europea. Recordamos lo expuesto en el Capítulo 1,
en relación, precisamente, con esa cláusula de sumisión [vid. apartado D), núm. 3].
de ellas que sean directamente aplicables (en la UE, las recomendaciones e informes no
son obligatorios). P.ej.: Decisión (UE) 2017/365 de la Comisión, de 4 de julio de 2016,
relativa a la ayuda estatal SA.36387 (2013/C) (ex 2013/NN) (ex 2013/CP) concedida
por España al Valencia Club de Fútbol Sociedad Anónima Deportiva, al Hércules Club
de Fútbol Sociedad Anónima Deportiva y al Elche Club de Fútbol Sociedad Anónima
Deportiva [notificada con el número C(2016) 4060].
d) Las sentencias del Tribunal de Justicia de la CE: con una labor equiparable a la
jurisprudencia española, han contribuido, decisivamente, a la resolución de problemas
que se han planteado en el orden mercantil.
La ley no puede recoger todo el derecho objetivo, razón por la que se reconoce la
eficacia normativa de los usos en defecto de norma legal y , además, se respeta el poder
de formación autónoma de normas mercantiles por parte de los comerciantes o
empresarios para regular instituciones, situaciones o relaciones no previstas por la Ley.
Si los usos mercantiles son generados por la propia actividad mercantil, cualquier
práctica de esta naturaleza, por reiterada que sea, no constituye un uso de comercio. Así
no lo son, los descritos en el art. 362 del C. De Co.. Para su existencia es indispensable
que aquella practica haya creado la conciencia general “opinio iuris”, de su existencia y
obligatoriedad, con independencia de la voluntad de las partes, a las que obligará o
vinculará a menos que expresamente se pronuncien en contrario.
En la formación histórica del Derecho Mercantil, los usos de comercio han tenido gran
importancia, ya que una de las características de esa evolución ha sido, precisamente, la
de ser un derecho consuetudinario, donde la costumbre; el uso comercial de los
empresarios en las operaciones mercantiles, fue conformando nuestra disciplina. Serían
los Estatutos de las ciudades italianas de la Edad Media el exponente del desarrollo de
los usos de comercio, aunque, como señala RUBIO GARCÍA-MINA, esa primacía de la
norma consuetudinaria sobre la legal, se ha pretendido conservar para la época moderna.
La Codificación, lógicamente, afectó a la importancia de los usos de comercio como
fuente del Derecho Mercantil, pero, sin embargo, no se suprimió de los textos, y como
hemos visto, el artículo 2.º del Código de Comercio de 1885 los enumera como fuente,
en defecto de regulación por él de disposiciones aplicables a un caso concreto,
exigiendo de los usos, la característica de que deben ser observados generalmente en
cada plaza. Por tanto, a los usos de comercio se les coloca, por el legislador, en segundo
lugar en la jerarquía de las fuentes del Derecho Mercantil, tras la Ley ;Código de
Comercio y Leyes especiales;, y antes que el Derecho común, con las excepciones
mencionadas del artículo 50 del propio Código de Comercio, ya que entonces, este
Derecho común antecede a los usos.
El uso de comercio es la costumbre del Derecho Civil, es decir, una práctica comercial
muchas veces repetida por los comerciantes en sus transacciones mercantiles. Esa
habitualidad y correlativa extensión del ámbito subjetivo, en cuanto a las personas a las
que afecta, es la que origina la fuerza normativa de los usos en la fase última de su
evolución (la génesis del uso puede sintetizarse así: en primer lugar, son prácticas
interpartes, entre dos comerciantes, pero posteriormente, a fuerza de su repetición van
superando ese ámbito inicial y aparecen los usos sociales independientes de la primitiva
voluntad de las partes de la aplicación de esa práctica. Se dice, entonces, que el uso se
ha convertido en un hábito social, se ha objetivizado ofreciendo una norma válida para
el tráfico).
De lo que antecede se pueden inferir las dos clases de usos comúnmente admitidas,
aunque no falten autores como URÍA (criterio mantenido en las sucesivas ediciones de
su Manual de Derecho Mercantil) que consideran que todos los usos de comercio son
normas de derecho objetivo, cualquiera que sea la función que realicen, y en tal sentido,
todos, a su juicio, son normativos. Estas dos clases son:
1.ª Usos interpretativos, que son los queridos por las partes de un determinado contrato,
remitiéndose a una práctica usual en el tráfico mercantil. La práctica repetida muchas
veces acaba por sobreentenderse, y, entonces, disciplinan sus relaciones en el tráfico
comercial, porque las partes así lo quieren.
2.ª Usos normativos, que son los que propiamente constituyen fuente del derecho, y
corresponden a la etapa que hemos señalado de generalización y objetivización de la
práctica comercial, convirtiéndose en un hábito social. Aparecen, pues, los usos
normativos como una norma de derecho válida para el tráfico mercantil y, disciplinan el
Grado en Derecho 10
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TEMA 2.- LAS FUENTES DEL DERECHO
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La Jurisprudencia del Tribunal Supremo admite la tradicional distinción entre los usos
interpretativos y los normativos, así, entre otras, la sentencia de 10 de julio de 1989, en
la que se afirma que, el uso normativo, se sitúa en el artículo 2.º del Código de
Comercio, como hemos visto, como fuente prioritaria en la relación con el propio
Código o Ley especial, en su caso (con las salvedades del art. 50 del mismo, en relación
a determinados aspectos de los contratos). Estos usos jurídicos, por tanto, no
interpretan, meramente la voluntad querida por las partes, y, según la STS de 8 de abril
de 1994, requieren la «convicción del cumplimiento de una norma jurídica». Es lo que
se corresponde con el momento en el que el uso se desconecta de la voluntad de las
partes, y se convierte en normativo.
Como observa EIZAGUIRRE, hay ocasiones en las que las partes no han previsto todos los pormenores
de un contrato, y las omisiones las tiene que suplir el Juez. Se dice, entonces, que el uso tiene una función
integradora, al ser uso normativo (en la STS de 9 de octubre de 1981, se puede apreciar un ejemplo de esa
calificación integradora del uso, en el caso de la venta de un cuadro de Sorolla falso, al negar el
comprador la autenticidad artística y pedir la nulidad del contrato. El Juez apreció, para dar la razón al
vendedor, que en Madrid existe un uso comercial: «generalmente admitido y observado», en términos del
artículo 2.º C. de c., según el cual, los comerciantes y vendedores de obras pictóricas de autores fallecidos
no contemporáneos, se limitan a expresar de buena fe que: «la obra vendida es propia y ejecutada de
manos de un artista determinado». Al estimar buena fe en el vendedor, se le absuelve de la demanda).
1.- Establecer normas que colmen el total silencio de la ley. Serían los que hemos
llamado “usos normativos”.
2.- Concretar el mandato abstracto contenido en la ley cuando ésta, por su inconcreción,
sea inaplicable sin la regla contenida en el uso
3.- Fijar el contenido del contrato, cuando ni las partes ni la ley lo hacen expresamente.
P.Ej: art. 255, 304 y 656 del C.de Co.
4.-Resolver las dudas en la interpretación de los contratos (usos interpretativos que no
serían propiamente fuente del derecho). (art. 59 y 52 C. de Co.)
Ya hemos dicho que el uso de comercio es fuente supletoria del Código de Comercio,
pues así se desprende del artículo 2.º de dicho Cuerpo Legal (en este sentido la
sentencia del Tribunal Supremo de 10 de julio de 1989 en un supuesto de reclamación
de cantidad por avería marítima y en relación con los usos comerciales de puerto, en
este caso el del Ferrol).
Pero puede haber algunos casos en los que el uso incluso puede primar como fuente
sobre la Ley, porque las partes así lo hayan querido. Ahora bien, en este juego de la
voluntad de las partes, para que el uso contra legem; el uso de comercio normativo ;
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Como conclusión de esta fuente histórica del Derecho mercantil, cabe decir que, aparte
de su adaptabilidad a las necesidades del tráfico comercial, tropieza con el gran
inconveniente, a diferencia de la Ley, de no constar por escrito. Por ello, como advierte
SÁNCHEZ CALERO, resulta difícil conocer cuáles son esos usos mercantiles, que han
sido, en cierto modo, sustituidos en los contratos por las condiciones generales de la
contratación. El uso tiene el serio inconveniente de su falta de fijeza y claridad. En los
esfuerzos de realizar una recopilación de los usos mercantiles, destaca la labor del
Consejo Superior de las Cámaras de Comercio, Industria y Navegación, con su:
«Recopilación de usos, costumbres y prácticas seguidas en España», del año 1964,
aunque esa labor se interrumpió.
Por su parte, el artículo 9.2 del Convenio de Viena sobre la compraventa mercantil
internacional, recoge la concepción de los usos del: «Uniform Commercial Code» de los
Estados Unidos.
Pero los usos de comercio, como señala VICENT CHULIÁ, se aplican a todos los actos
de comercio, por ejemplo, a la contabilidad de la empresa, y, en este sentido, es
interesante la sentencia del TS de 27 de octubre de 1997, que reconoce como función
del Instituto de Contabilidad y Auditoría de Cuentas (ICAC), la de recoger los «usos
contables» que complementan la legislación en la materia.
El uso debe ser probado ante el Juez, y se sobreentiende que no es conocido por el
mismo (en este sentido, la sentencia del TS de 2 de abril de 1993). Naturalmente, cabe
la excepción de que el uso fuera notorio, al que aludió la antigua sentencia de 27 de
abril de 1945, y a esa afirmación responde el Código Civil, tras su reforma de 1974,
cuando en el artículo 1.3.2.º, señala que la costumbre: «sólo regirá, en defecto de ley
aplicable, siempre que no sea contraria a la moral o al orden público y resulte probada».
Grado en Derecho 12
Mercantil I.
TEMA 2.- LAS FUENTES DEL DERECHO
MERCANTIL
FUENTES INDIRECTAS
Se pretende así distinguir lo que son cláusulas abusivas de lo que son condiciones
generales de la contratación.
El concepto de cláusula contractual abusiva tiene así su ámbito propio en la relación con
los consumidores. Y puede darse tanto en condiciones generales como en cláusulas
predispuestas para un contrato particular al que el consumidor se limita a adherirse. Es
decir, siempre que no ha existido negociación individual.
Esto no quiere decir que en las condiciones generales entre profesionales no pueda
existir abuso de una posición dominante. Pero tal concepto se sujetará a las normas
generales de nulidad contractual. Es decir, nada impide que también judicialmente
pueda declararse la nulidad de una condición general que sea abusiva cuando sea
contraria a la buena fe y cause un desequilibrio importante entre los derechos y
obligaciones de las partes, incluso aunque se trate de contratos entre profesionales o
empresarios. Pero habrá de tener en cuenta en cada caso las características específicas
de la contratación entre empresas.
I
El Capítulo I relativo a «Disposiciones generales», recoge el concepto de condición general de la
contratación basado en la predisposición e incorporación unilateral de las mismas al contrato. En su
formulación se han tenido en cuenta orientaciones jurisprudenciales anteriores, las aportaciones
doctrinales sobre la materia y los criterios utilizados por el Derecho comparado.
Se regula también su ámbito de aplicación tanto desde un punto de vista territorial como objetivo,
siguiendo en lo primero el criterio de inclusión no sólo de los contratos sometidos a la legislación
española sino también de aquellos contratos en los que, aun sometidos a la legislación extranjera, la
adhesión se ha realizado en España por quien tiene en su territorio la residencia o domicilio. En definitiva,
cuando la declaración negocial se haya producido en territorio español regirá (en cuanto a las condiciones
generales) la ley española, conforme al Convenio sobre la Ley aplicable a las Obligaciones Contractuales,
abierto a la firma en Roma el 19 de junio de 1980, ratificado por Instrumento de 7 de mayo de 1993
(«Boletín Oficial del Estado» de 19 de julio), al atribuirle el carácter de disposición imperativa (artículos
3 y 5.2 de dicho Convenio).
Desde el punto de vista objetivo se excluyen ciertos contratos que por sus características específicas, por
la materia que tratan y por la alienidad de la idea de predisposición contractual, no deben estar
comprendidos en la Ley, como son los administrativos, los de trabajo, los de constitución de sociedades,
los que regulen relaciones familiares y los sucesorios. Tampoco se extiende la Ley -siguiendo el criterio
de la Directiva- a aquellos contratos en los que las condiciones generales ya vengan determinadas por un
Convenio internacional en que España sea parte o por una disposición legal o administrativa de carácter
general y de aplicación obligatoria para los contratantes. Conforme al criterio del considerando décimo de
la Directiva, todos estos supuestos de exclusión deben entenderse referidos no sólo al ámbito de las
condiciones generales, sino también al de cláusulas abusivas regulados en la Ley 26/1984, que ahora se
modifica.
La Ley regula además en este capítulo los requisitos para que la incorporación de una cláusula general se
considere ajustada a Derecho y opta por la interpretación de las cláusulas oscuras en la forma más
ventajosa para el adherente.
II
El Capítulo II sanciona con nulidad las cláusulas generales no ajustadas a la Ley, determina la ineficacia
por no incorporación de las cláusulas que no reúnan los requisitos exigidos en el capítulo anterior para
que puedan entenderse incorporadas al contrato. Esta nulidad, al igual que la contravención de cualquier
otra norma imperativa o prohibitiva, podrá ser invocada, en su caso, por los contratantes conforme a las
Grado en Derecho 14
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reglas generales de la nulidad contractual, sin que puedan confundirse tales acciones individuales con las
acciones colectivas de cesación o retractación reconocidas con carácter general a las entidades o
corporaciones legitimadas para ello en el capítulo IV y que tienen un breve plazo de prescripción.
III
En el Capítulo III la Ley crea un Registro de Condiciones Generales de la Contratación, de acuerdo con
lo previsto en el artículo 7 de la Directiva y conforme a los preceptos legales de otros Estados miembros
de la Unión Europea. Registro que se estima sumamente conveniente como medio para hacer efectivo el
ejercicio de acciones contra las condiciones generales no ajustadas a la Ley. Se trata de un Registro
jurídico, regulado por el Ministerio de Justicia, que aprovechará la estructura dispensada por los
Registradores de la Propiedad y Mercantiles. Ello no obstante, las funciones calificadoras nunca se
extenderán a lo que es competencia judicial, como es la apreciación de la nulidad de las cláusulas, sin
perjuicio de las funciones estrictamente jurídicas encaminadas a la práctica de las anotaciones preventivas
reguladas en la Ley, a la inscripción de las resoluciones judiciales y a la publicidad de las cláusulas en los
términos en que resulten de los correspondientes asientos. La inscripción en este Registro, para buscar un
equilibrio entre seguridad jurídica y agilidad en la contratación, se configura como voluntaria, si bien
legitimando ampliamente para solicitar su inscripción a cualquier persona o entidad interesada, como
fórmula para permitir la posibilidad efectiva de un conocimiento de las condiciones generales. Ello no
obstante, se admite que en sectores específicos el Ministerio de Justicia, a instancia de parte interesada o
de oficio, y en propuesta conjunta con otros departamentos ministeriales, pueda configurar la inscripción
como obligatoria.
A diferencia de las condiciones generales, se estima procedente que también las Administraciones
públicas queden incluidas, como estaban hasta ahora, en el régimen de protección de consumidores y
usuarios frente a la utilización de cláusulas abusivas.
Al mismo tiempo se añade una disposición adicional primera a la citada Ley 26/1984,
haciendo una enumeración enunciativa de las cláusulas abusivas, extraídas en sus líneas
generales de la Directiva, pero añadiendo también aquellas otras que aun sin estar
previstas en ella se estima necesario que estén incluidas en el Derecho español por su
carácter claramente abusivo.
CAPITULO I
Disposiciones generales
2. El hecho de que ciertos elementos de una cláusula o que una o varias cláusulas
aisladas se hayan negociado individualmente no excluirá la aplicación de esta Ley al
resto del contrato si la apreciación global lleva a la conclusión de que se trata de un
contrato de adhesión.
En cuanto a la consideración de las CGC como fuentes (indirectas) del derecho nos
encontramos con dos tesis al respecto:
- Contractualistas: Niegan que se puedan considerar como fuentes las CGG. Pues
partiendo del principio de la autonomía de la voluntad, y de la premisa del 1255 C.C.
entienden que queda siempre a la voluntad de la parte la contratación o no de un
servicio , aunque sea con una mera adhesión o firma.
- Institucionalistas. Que parten de la eficacia que concede el Registro de la CGC,
dependiente del Registro Mercantil. Admiten su carácter vinculante y extrapolable para
otros contratos cuando se reconoce su legalidad por un operador jurídico (Registrador
Mercantil). Tras la Ley 5/2019, de 15 de marzo, reguladora de los contratos de crédito
inmobiliario, se ha producido en nuestro ordenamiento jurídico un impulso decidido en
Grado en Derecho 17
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LA JURISPRUDENCIA MERCANTIL
Tras la reforma del Código Civil, de 30 de mayo de 1974, el artículo 1.6 del mismo
asigna a la doctrina del Tribunal Supremo la función de complementar el ordenamiento
jurídico, lo cual se hace efectivo mediante: «la doctrina que de modo reiterado
establezca dicho Tribunal al interpretar y aplicar la Ley, la costumbre y los principios
generales del Derecho».
Con todo, no hay que olvidar que las sentencias del Tribunal Supremo, no vinculan con
carácter de generalidad, y de ahí, que puedan considerarse como fuentes indirectas del
Derecho Mercantil.
2. En todo caso, la jurisdicción del juez del concurso será exclusiva y excluyente en las
siguientes materias: