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sido la indecisión, en todos los ámbitos de mi vida, desde lo personal a lo profesional. En el ámbito
académico, cuando con 15 años nos obligan a decidir un camino científico u otro enfocado a letras y
sociales rechacé el que por entonces tenía planeado que iba a ser mi futuro (quería ser cirujana,
seguramente era un pensamiento motivado porque por aquel entonces Anatomía de Grey era la serie
de mi vida) pensando que no iba a ser capaz si quiera de sacarme el bachiller científico. Ahora miro
hacia atrás y pienso en aquella época y me da hasta pena de pensar en cómo el miedo y la inseguridad
han podido conducir las decisiones de mi vida.
Y si hablo de miedo e inseguridad es porque han sido dos sentimientos que han estado
presentes a la hora de elegir mi camino “profesional” después de la carrera. Carrera que hice sin saber
muy bien por qué y pensando que si no cambié de carrera o me salí directamente es porque no sabía
que otra alternativa elegir.
Fue haciendo las prácticas de la carrera (en un sitio completamente ajeno a lo que estudié)
cuando vi claro por primera vez lo que quería en mi futuro profesional, ayudar a mujeres y niños
víctimas de violencia género. Si pienso, es algo que realmente sabía incluso antes de comenzar la
carrera. Por experiencias personales, el ayudar a mujeres víctimas y sobre todo a niños que crecen en
un ambiente de violencia siempre ha estado como objetivo profesional, y mas que profesional diría
personal.
La elección del máster no fue cosa fácil, saqué un listado de todas las universidades de
España y fui una por una buscando máster de violencia de género, sin ser consciente realmente que
estaba limitando mis conocimientos si me centraba únicamente en violencia de género, ya que me
faltaba (y sigue faltando) una base teórica de todo lo relacionado con el género.
Tampoco es que fuese una lista muy grande ya que las ofertas de máster en violencia de
género son más bien escasas, pero igualmente me pasé el verano leyendo y releyendo las asignaturas
de todos los másteres relacionados con el tema hasta reducir la lista a dos, o el máster de Jaén o el de
Madrid (con la suerte de que fui admitida en ambos). Conscientemente sabía que el máster de Madrid
tenía unas asignaturas más amplias y no centradas en violencia de género, lo mismo sucedía con el de
Jaén, estaba centrado en violencia de género y pasaba de puntillas la base teórica. En aquel momento
yo era consciente de que las asignaturas del máster de Jaén me gustaban más, pero fui egoísta y
motivada por otros factores externos a lo académico decidí realizar el máster de Madrid.