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El nuevo Código Civil y Comercial (CCC) con vigencia a partir del 01/08/2015, derogó
los artículos 36, 37 y 38 de la Ley 20.266 (ref. por ley 25.028), regulando el contrato
de corretaje en el Capítulo 10 del Título IV dedicado a los contratos en general.
Como primera observación, destaco que por aplicación del artículo 7 del CCC, a partir de
su entrada en vigencia, las leyes se aplican a las consecuencias de las relaciones y
situaciones jurídicas existentes; por lo que es razonable pensar que las soluciones legales
traídas para el contrato de corretaje serán de entera aplicación a los contratos
de corretaje en curso de ejecución, pactados verbalmente o por escrito; ello sin perjuicio
del deber de las partes de ajustarse a las estipulaciones contractuales que sí estén
expresamente previstas en los contratos formalizados por escrito.
El CCC define al contrato de corretaje en el art. 1345 del siguiente modo: "Hay contrato
de corretaje cuando una persona, denominada corredor, se obliga ante otra, a mediar en la
negociación y conclusión de uno o varios negocios, sin tener relación de dependencia o
representación con ninguna de las partes".
Liminarmente, vemos que la intermediación en los negocios dejó de ser una facultad en
cabeza del corredor para convertirse ahora en una obligación: la de mediar en la
negociación y conclusión de uno o varios negocios.
Más allá de ello, la definición nos parece acertada pero algo acotada, pues bien podría
haber incluido algunas de las características o particularidades del contrato (como la
onerosidad de la actividad del corredor, su necesario profesionalismo, etc.). Esto nos
obliga a remarcar entonces lo que la ley no dice en cuanto a los caracteres del corretaje, el
cual desde nuestro punto de vista se trataría de un contrato (ahora) típico, accesorio,
bilateral, consensual, no formal, aleatorio, oneroso e intuito personae.
El art. 1346 CCC, con una confusa técnica de redacción, dispone que pueden actuar como
corredores personas humanas o jurídicas, y que el contrato de corretaje se entiende
concluido (vale decir, celebrado), si el corredor está habilitado para el ejercicio profesional
del corretaje, por su intervención en el negocio, sin protesta expresa hecha saber al
corredor contemporáneamente con el comienzo de su actuación o por la actuación de otro
corredor por el otro comitente.
El dato saliente y destacado de esta última norma es que tanto personas físicas como
jurídicas pueden ejercer la actividad del corretaje, sean estas últimas públicas o privadas,
sin distinciones de ninguna clase ni limitación alguna, lo cual equivale a decir que pueden
ejercer el corretaje todas las personas jurídicas privadas detalladas en el art. 148 del
CCC (sociedades, asociaciones civiles, simples asociaciones, mutuales, cooperativas,
etc.).
Además, la norma prevé que para ejercer la actividad de corretaje, los corredores deben
poseer título universitario habilitante a tales efectos e inscribirse en la respectiva matrícula
de su jurisdicción, en concordancia con lo normado en los arts. 32 y 33 del Decreto Ley
20.266 (t.o. ley 25.028) no derogado por la reforma.
Además, por aplicación del art. 320 del CCC, y con independencia de lo establecido en
leyes especiales, quedan excluidas de la obligación de llevar contabilidad las personas
humanas que desarrollan profesiones liberales y conexas no ejecutadas u organizadas en
forma de empresa. Ello sin perjuicio de poder hacerlo si solicitan su inscripción y la
habilitación de sus registros o la rubricación de sus libros.
El inciso c) del art. 36 de la ley 20.266 preveía la obligación del corredor de comprobar la
existencia de los instrumentos de los que resulte el título invocado por el enajenante. La
norma preveía que cuando se tratare de bienes registrables, debía recabar la certificación
del Registro Público correspondiente sobre la inscripción del dominio, gravámenes,
embargos, restricciones y anotaciones que reconozcan aquéllos, así como las inhibiciones
o interdicciones que afecten al transmitente.
Lamentablemente, tal obligación fue suprimida en la flamante regulación del CCC, lo que
apareja una incipiente desprolijidad e inseguridad en el tráfico comercial en el que
intervenga un corredor; sin perjuicio de considerar que será de toda lógica y aconsejable a
los fines prácticos que tales previsiones estén incluidas en el respectivo contrato
de corretaje que se formalice entre las partes.
El inc. d) del art. 36 de la ley 20.266 establecía la obligación del corredor de convenir por
escrito con el legitimado para disponer del bien los gastos y la forma de satisfacerlos,
como así también las condiciones de la operación en la que intervendrá y demás
instrucciones relativas al negocio; dejando expresa constancia en los casos en que el
corredor quede autorizado para suscribir el instrumento que documenta la operación o
realizar otros actos de ejecución del contrato en nombre de aquél.
El inciso i) del artículo 36 de la ley 20.266 establecía la obligación del corredor de entregar
a las partes una lista firmada, con la identificación de los papeles en cuya negociación
intervenga.
Sin perjuicio de ello, creemos que en el ejercicio de la profesión, el corredor que a pesar
de la derogación continúe con esta práctica, demostrará a sus clientes una debida
diligencia, profesionalismo y prolijidad en la forma de llevar adelante su actividad.
El inciso j) del artículo 36 de la ley 20.266 establecía la obligación del corredor de estar
presente en el momento de la firma en los contratos otorgados por escrito en instrumento
privado y de dejar en su texto constancia firmada de su intervención, conservando un
ejemplar bajo su responsabilidad.
Además, la norma preveía que en los contratos que no requerían la forma escrita, debía
entregar a las partes una minuta de la operación, según las constancias del Libro de
Registro.
En la nueva regulación del CCC, el inc. e) del art. 1347 solo prevé al respecto la obligación
a cargo del corredor de asistir, en las operaciones hechas con su intervención, a la firma
de los instrumentos conclusivos y a la entrega de los objetos o valores, solo si alguna de
las partes lo requiere.
Vemos que en la nueva normativa no es una exigencia legal que asista a la firma, y
aunque alguna de las partes requiera su asistencia, no es obligatorio dejar constancia
firmada de su intervención ni conservar un ejemplar del instrumento que se firme. También
dejó de ser obligatoria la entrega de una minuta de la operación en aquellos casos en que
los contratos no requieran la forma escrita.
Es ésta una modificación de la regulación legal de la actividad del corredor que incentiva la
informalidad del ejercicio de la profesión.
El art. 37 de la Ley 20.266 establecía, en el inc. a) que, salvo pacto contrario, surgía el
derecho a la percepción de honorarios desde que las partes concluyan el negocio
mediado. Además la norma disponía que la remuneración se debía aunque la operación
no se realice por culpa de una de las partes, o cuando iniciada la negociación por el
corredor, el comitente encargare la conclusión a otra persona o la concluyere por sí
mismo.
Además, la nueva legislación prevé que si no hay estipulación, esto es, si no hay contrato
de corretaje formalizado por escrito, el corredor tiene derecho a la remuneración de uso en
el lugar de celebración del contrato o, en su defecto, en el lugar en que principalmente
realiza su cometido, y a falta de todas ellas, la deberá fijar el juez.
El inc. b) del art. 37 de la ley 20.266 establecía que el corredor tenía derecho a que le sean
reintegrados los gastos convenidos y realizados, salvo pacto o uso en contrario.
El art. 1354 del CCC prevé precisamente la regla contraria, al decir que el corredor no
tiene derecho a reembolso de gastos, aun cuando la operación encomendada no se
concrete, excepto pacto en contrario.
4. Comentarios finales.
Ahora bien, lo que no me parece ni saludable ni razonable es que esta nueva normativa
contenida en los artículos 1345 al 1355 haya replicado casi textual y literalmente las
disposiciones del Proyecto de Código Civil y Comercial del año 1998, ya que ese Proyecto
fue redactado en el marco de otro escenario legal y otra realidad de mercado, mientras
aun no estaba vigencia la ley 25.028, norma que derogó los antiguos artículos 88 a 112 del
Código de Comercio y que reformó integralmente el texto del Decreto Ley 20.266 del año
1973.
Con tal basamento, entiendo que la reforma resulta inoportuna por incorporar términos
jurídicos (como la mención "comisiones" en lugar de "honorarios") y soluciones (como las
analizadas sucintamente en este trabajo) que no se adaptan a las previsiones del Decreto
Ley 20.266, que aún permanece vigente con excepción de los artículos 36, 37 y 38
derogados por el CCC.
Si bien esta puede ser una solución que refleja una realidad de mercado, puesto que es
moneda corriente la falta de formalización de los contratos de esta naturaleza, creemos
que lo conveniente hubiese sido mantener la obligación prevista en el derogado art. 36 inc.
d) del Dec. Ley 20.266 (según el texto de la ley 25.028), atento a que de tal manera se
coadyuvaría a una mayor jerarquización de la profesión y a una mayor y necesaria
seguridad en los negocios en los que interviene un corredor matriculado y habilitado para
actuar como tal.
En resumidas cuentas, ante los ojos de alguien que trabaja inmerso en el mundo de los
negocios jurídicos y en la intermediación y asesoramiento en el tráfico de bienes, la
reforma parecería atentar seriamente contra la seguridad jurídica y, sin hesitación alguna,
desalienta todo esfuerzo por un mayor profesionalismo en el ejercicio de la actividad.
Sin perjuicio de ello, estoy persuadido de que, tal como ocurre en otras ramas también
reformadas por el CCC, la jurisprudencia será la encargada de moderar las consecuencias
de tales deficiencias que trajo consigo el nuevo texto positivo, armonizando la regulación
propia del corretaje con las de otros institutos, tales como los referidos a la protección de
los usuarios y consumidores.