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Roberto Arlt
En las primeras décadas del siglo XX, Arlt propuso un nuevo modo
de leer la literatura argentina por fuera de los cánones establecidos por la
cultura oficial, alejada de los criterios establecidos por las estéticas de su
tiempo. Al margen de las poéticas en pugna que distribuyeron los lugares
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1 Ver Roberto Arlt: “El idioma de los argentinos”, Aguafuertes porteñas. Buenos Aires:
Losada, 1990, 141-144.
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2Ver Oscar Masotta. Sexo y traición en Roberto Arlt. Buenos Aires: CEAL, 1982, p. 18-19,
nota al pie número 6.
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sociales que emergen y se dan cita sobre la ciudad de Buenos Aires: desde
sus numerosos reos y ex, pasando por los filósofos cesantes, los
engrupidores que dan la lata en el Congreso, el hombre corcho, el furbo, el
hombre corcho, el solterón, el esgunfiado, el parásito hasta llegar al
inefable squenum y los falsificadores de monedas. Así mismo, Arlt, con las
“Aguafuertes”, ensambla la noticia con mecanismos propios de la ficción
(la narración junto al diálogo que multiplica, al modo de un caleidoscopio,
las perspectivas), la investigación con la denuncia. Y en esto Arlt anticipa
varias décadas a Rodolfo Walsh, al configurar una especie de prehistoria
del relato testimonial o del registro de la no ficción. Basta leer, en este
sentido, los procesos de investigación y denuncia política en su aguafuerte
“Hospitales en miseria” o en “He visto morir” para ver la maestría con que
Arlt inscribe el suspenso a partir del fusilamiento, que él mismo presenció
como reportero en 1931, del dirigente anarquista Severino Di Giovanni.
La ciudad y sus relatos. La visión de Buenos Aires en las
“Aguafuertes” se abre paso al vertiginoso ritmo de la velocidad de las
máquinas que acortan las distancias y entrelazan los tiempos. Es así como
los espacios abandonados y sedimentados por los residuos que abandona
y olvida el nuevo proceso industrial del capitalismo sobre la periferia de la
ciudad (“Grúas abandonadas en la isla Maciel” es un magnífico ejemplo) se
entreveran con las imágenes hipermodernas; el kitsch onírico y los
paraísos artificiales que reproduce por ejemplo “Corrientes, ¡por la noche!”
(con sus mujeres ligeras que bailan al ritmo de las jazz-bands y bajo los
efectos de la cocaína, tal como nos cuenta Arlt en su conocida aguafuerte).
O se ensamblan con el encantamiento que genera la vulgaridad y la
exuberancia de lo cursi en un bar de Belgrano, como lo muestra Arlt en su
aguafuerte “Recreo alemán”.
Esa es la fluctuación y la oscilación con que se presenta Buenos
Aires en los textos de Arlt (tanto en sus aguafuertes, novelas y relatos);
como si en ella se perfilara el rostro de Jano; una imagen paradojal, si se
quiere, entre el paisaje industrial y ultramoderno y la presencia de lo
arcaico o el barrio, su imagen se esparce entre la ruina o el desecho y el
espacio virtual que anuncia el futuro. Como en las ensoñaciones
diabólicas del cine expresionista, la ciudad, en Arlt, siempre parece estar
puesta sobre la mesa de un laboratorio.
Entendida como máquina narrativa y propulsora de historias
alternativas o clandestinas, la ficción de la ciudad moderna en Arlt, puede
recorrerse en una serie de aguafuertes como “Silla en la vereda”, “El placer
de vagabundear”, “Calle única” o “Corrientes, por la noche! No solamente
pueden considerarse en convergencia/divergencia con la configuración
urbana de la producción novelística del autor (Los siete locos-Los
lanzallamas), sino como fragmentos discursivos que van armando la
“ciudad arltiana” entendida como texto. Textos construidos en torno a una
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Edgardo H. Berg