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Resumen de Soiza Reilly

1. Clase de Edgardo Berg


a. Presentación del autor:
- Juan José de Soiza Reilly (1879-1959) fue un periodista y narrador uruguayo (nacido en la localidad de Juan Paysandú) que
desarrolló su producción literaria en la Argentina. Trabajó en los medios más importantes de su época. Sus crónicas,
entrevistas, sus anticipos novelescos y relatos fueron publicados en los diarios La Nación, La Prensa y El Mundo y en
revistas y semanarios como en Caras y Caretas, Fray Mocho y en la Revista Popular. Asimismo, desde 1925 hasta 1957,
estuvo dedicado a la radiofonía, trabajó primero en Radio Stentor y luego en Radio Belgrano. En el año 1907, fue enviado
por el semanario Caras y Caretas para realizar diversas entrevistas a personalidades importantes de la cultura del viejo
mundo; y, años más tarde, fue enviado como corresponsal de la Primera Guerra Mundial por el diario La Nación.

- Impulsó el surgimiento literario de Arlt (la hermandad y el diálogo entre ambos autores está ya inscripta en el título de la
novela Los siete locos) y el propio autor lo menciona como uno de sus referentes en algunas de sus Aguafuertes porteñas.
Arlt ya había hecho referencia de Soiza Reilly en su texto juvenil “Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires
(Tribuna Libre, 1920. Y más adelante, en dos de sus “aguafuertes”, lo menciona haciendo un juego notable de
acercamiento referencia, magisterio literario) y desplazamiento (distanciamiento estético): en “Este es Soiza Reilly”,
(diario El Mundo, (31/5/1930) y en “El cuento de la película” (El Mundo, 22/11/1930).

b. I Clase:
- En Soiza Reilly podemos comenzar a pensar en cierto cruce de géneros y de registros entre el periodismo y la ficción:
entre una suerte periodismo literario y una literatura periodística, si me permiten el oxímoron. Consecuentemente, en sus
textos, va a aparecer como sujeto de enunciación, la figura del escritor periodista que registra los acontecimientos y del
cronista recopilador de historias urbanas.
- Diálogo con Roberto Arlt: Los motivos de sus crónicas tendrán como ejes centrales, entre otros, el mundo marginal de los
bajos fondos, con sus personajes criminales, ladrones y prostitutas. En el recorrido por los sitios y las calles de una Buenos
Aires clandestina u oculta, alejadas de la moral y de las buenas costumbres burguesas, se pude establecer un posible diálogo
entre Soiza Reilly y Roberto Arlt. En este sentido, la experimentación que hace Arlt con el género periodístico (como
laboratorio de la ficción futura) tiene algunos lazos de unión con las crónicas urbanas del autor uruguayo. La circulación de
una lengua privada propia del argot carcelario, las prácticas clandestinas y la mostración del submundo del delito en, por
ejemplo, “Las timberas” o en “Buenos Aires tenebroso” parece hacerse presente, con algunos desvíos y desplazamientos, en
algunas “Aguafuertes porteñas” y en algunos relatos de Arlt (piensen tan sólo en la aguafuerte “Conversaciones de ladrones”
o en el cuento “Las fieras” de Arlt). Sin embargo, más allá del título de la novela de Reilly, La ciudad de los locos, que nos
puede reenviar a Los siete locos de Arlt, cuando ustedes lean la novela van a ver que poco tiene que ver una novela con la
otra (la de Soiza Reilly y la de Arlt). La densidad del mundo de Arlt (sus motivos, sus tratamientos y su sistema de
enunciación, la perspectiva de los espacios ensamblados asociados a los estados mentales de sus personajes, etc) o la
experimentación innovadora, si se quiere, con el género novelístico, en Arlt, se distancia claramente de la configuración
literaria y de la ideología estética de Soiza Reilly.
- Crítica sobre relación Reilly / Arlt: Josefina Ludmer, María Gabriela Mizraje, Juan Terranova lo colocan a Soiza Reilly como
el escritor precursor de Arlt o el maestro que Arlt desconoce. O lo ven a Arlt como un discípulo descarriado que sabe borrar
las huellas (de la apropiación y el delito literario) para desarrollar lo que ya estaba en germen en Reilly.
- Berg dice: toda operación crítica puede polemizarse con una lectura textual más atenta (que tenga en cuenta los
procedimientos, la ideología estética, los procesos constructivos, los marcos y las zonas de referencia textuales, la
conformación del universo textual y de los mundos posibles); y no solamente hay que atender, en una lectura crítica, a los
motivos y temáticas que establezcan presuntos paralelismos entre ambos escritores. Arlt quizá, como todo gran escritor no
se define o no se define, solamente por los motivos y los temas; sino y, en especial, por su tratamiento escénico y su
configuración y posición escrituraria (ideológica y estética). A veces los paralelismos son falsos y los espejos deforman. Más
que ver una sucesión lineal (causa-efecto) hay que percibir y formular, más bien una lectura desplazada y genealógica: leer a
Soiza Reilly desde Arlt para ver sus efectos, invirtiendo la cronología.

II

Juan José de Soiza Reilly comienza a escribir una serie crónicas bajo el pseudónimo de Agapito Candileja (que será luego el
narrador cronista de la novela La ciudad de los locos) en la revista Caras y Caretas, entre los años 1907 y 1908; y que, más
tarde, formaran parte de los primeros cuatro capítulos de su novela La ciudad de los locos; aventuras de Tartarín Moreira
que aparece por primera vez, en la ciudad de Barcelona (España) en 1914.
Josefina Ludmer en su libro El cuerpo del delito. Un manual (1999) va recuperar la figura del escritor Juan José de Soiza Reilly
a través de las distintas apropiaciones, transformaciones y mutaciones literarias del personaje de Moreira. Piensen tan sólo
en la novela de Eduardo Gutiérrez publicada a modo de folletín en el diario La Patria Argentina entre 1879 y 1880. Inspirada
en una crónica policial, Gutiérrez construye una figura literaria (basada en un personaje histórico) que tendrá efectos
ulteriores, a través de numerosas versiones y reversiones, tanto en la literatura (la novela de Gutiérrez, la pantomima de
José Podestá, las versiones teatrales hasta llegar por ejemplo a la novela de César Aira, publicada en 1975) como también en
el radioteatro y en el cine (entre otros filmes basados o que tienen como referencia la novela de Gutiérrez se destaca la
inolvidable película Juan Moreira de Leonardo Favio, realizada en 1973). Esas permutaciones y deslizamientos textuales a lo
largo de la historia cultural argentina, nos permiten pensar en el llamado “moreirismo”. A partir de esas conexiones posibles,
podemos entablar cierto diálogo intertextual o entre textos diversos, publicados en distintas épocas (acá habría que pensar
más bien en series textuales). Ludmer entonces ve ese eslabón y piensa a la novela de Soiza Reilly en ese contexto cultural
para situarla con precisión en su derrotero histórico (época del Centenario, Gobierno de Hipólito Irigoyen, Primera Guerra
Mundial, emergencia de la cultura de masas y del periodismo moderno).
- Piensen que en la novela de Reilly hay una primera escena que narra el narrador cronista (Agapito Candileja), donde se
traza la biografía del personaje y lo vincula con un doble linaje familiar. Por la rama paterna se lo relaciona con la famosa
familia de Moreira (su figura se remite al antepasado de la novela de Eduardo Gutiérrez que como recordamos está basado
en una crónica policial real, donde se testimonia su muerte por una partida policial en la localidad de Lobos); y por otro lado,
por su rama materna, se lo asocia a Tartarín de Tarascón (personaje de la novela francesa de Alfonso Daudet). Por lo tanto
asociado al título, el personaje de Reilly tiene un doble linaje que puede pensarse tanto como un linaje literario (la
vinculación con las dos obras, las dos series literarias) o en la mixtura de dos zonas de referencia bien marcadas (el personaje
real en que se basa Gutiérrez y el literario junto al personaje de la novela francesa).
Con ciertas reminiscencias que nos retrotrae a la imagen del escritor vinculado al modernismo (Rubén Darío) y a la bohemia
cultural de las primeras décadas del siglo XX, en el prólogo de su libro La ciudad de los locos, Reilly afirma: “MI LITERATURA
podrá ser mala, amorfa, inútil, hueca, jactanciosa, pedante... Sí. Pero no podrá parecerse a las demás LITERATURAS. Es mía,
EN MI, como afirmó Rubén Darío de la suya. (...) Mis frases acaban en puntos suspensivos. No son, como dijo algún crítico
estéril, caprichos de la tipografía. Terminan así, evaporándose, porque yo quiero terminar así, como el humo, las olas o las
nubes” (Soiza Reilly 2007: 115-116). “Esta novela no podrá ser medida por las gentes normales. Los imbéciles no la
comprenderán”
- El rechazo a las convenciones estéticas establecidas, la primacía de la singularidad y la construcción de una figura
excepcional de escritor, conjuntamente con la irónica apelación a una nueva competencia de lectura, refuerzan esa relación
y ese horizonte ideológico que apuesta a un lector futuro (la descendencia de padre a hijo de un libro postrero).
- Comentario Berg: Sabemos el lugar hegemónico que ocupó el conocimiento científico entre los saberes circulantes a fines
del siglo diecinueve y de su relación en la configuración de la literatura; la novela naturalista finisecular es una muestra
evidente de esa determinación y de esa interrelación. Tanto las ciencias naturales como las ciencias bio-médicas y un
conjunto de disciplinas y prácticas discursivas, como la fisiología, la eugenesia, la criminología de raíz lombroseana, la
psiquiatría, la teoría biológica de la degeneración social, el alienismo y el llamado higienismo social, entre otras, expandieron
sus instrumentos conceptuales y gnoseológicos, sus formas metodológicas e incluso sus estrategias discursivas al campo
cultural y literario.
- La literatura y la novela de las postrimerías del siglo XIX se presenta por momentos, como un discurso sucedáneo de la
monografía y el diagnóstico médico. En sincronía con los enunciados y saberes que circulan y que configuran el campo de lo
decible en el siglo XIX, la literatura, y en particular la novela naturalista, jugaron un papel de interferencia y, a menudo,
legitimaron los discursos hegemónicos y reforzaron las grandes líneas ideológicas imperantes de su época.
- Durante el período que va de 1880 a 1914, aproximadamente, se produce en la población de discursos sociales
emergentes, en la Argentina, una convergencia de tópicos, temas y argumentos entre los ensayos científicos y las
narraciones literarias. La múltiple imbricación de saberes científicos y literarios sería una de las características dominantes de
este período, que no sólo define la literatura en el espacio de la interdiscursividad e interferencia múltiple, sino que también,
opera como verdadera estrategia de legitimación del género novelístico y configura la función social e imaginaria del
escritor, en paralelo con la figura y el rol del médico y del investigador científico.
- Soiza Reilly se va a apartar, claramente, con La ciudad de los locos de la construcción textual de esa figura de escritor para
desplazarla por otra (el narrador como cronista/periodista) y de la concepción e ideología literarias propias del naturalismo.
Formulará una novela satírica (piensen en Mijail Bajtín y en la categoría de sátira menipea que el teórico ruso construye y en
la vinculación que establece con las utopías renacentistas, a la Tomás Moro) y una ficción contrafáctica (utópica) que
desmorona los enunciados hegemónicos del paradigma científico asociado al positivismo y a la formación del Estado
moderno y liberal.
- Luego de su ingreso al manicomio, producto del error del científico del doctor Jacinto Rosa, su padastro (luego, ante el
fracaso convertido en un perro rabioso), Tartarín Moreira va a encabezar una revuelta de locos incendiando primero el
hospicio para luego fundar Locópolis. Locopolís es un mundo donde la ilusión triunfa sobre la realidad mundana y el deseo
gobierna y ejecuta los actos de esa comunidad de “extraviados”. Es así como los locopolitanos quieren vivir en una sociedad
sin dinero ni propiedad, alejándose de los cimientos que sostienen y legitiman el capitalismo (clara entonación antiburguesa
y tardoromántica que se percibe sobre el plexo textual):
“No hay placer más hermoso en la vida que saber que todo lo que es nuestro
pertenece a los demás y que todo lo que pertenece a los demás es nuestro...Con tal
sistema, las cosas materiales carecen de valor y esa falta de precio suprime en los
hombres y mujeres el pecado de lujo” (218).

- Pero ese mundo al revés (de la que habla Bajtín a propósito de la sátira menipea), donde los locos disponen y construyen ese
mundo (como una isla utópica y una sociedad antiliberal) por fuera de cualquier gravamen y arbitrio burgués, hacia el final se
desmorona, hundiéndose sobre las aguas del mar. Un malentendido de los habitantes de Locópolis, ante la irrupción del
director del hospicio que sobrevuela en un aeroplano (piensan que van a ser otra vez llevados por su ex director al
manicomio), da lugar al suicidio masivo y al fin de una utopía.
- Espejo deformado y contracara de la Buenos Aires del Centenario, ese universo refutaba, si se quiere, los desmanes de la
ciencia positiva y de sus instituciones represivas de control. Es así como la novela termina con un envés y da lugar a un nuevo
relato de origen.
- Un comienzo si quiere post-humano impregnado por la anamorfosis y la mezcla biológica. Luego de la muerte del último
hombre (Tartarín Moreira) surgen los nuevos seres del porvenir, afirma la novela: una mezcla de orangutanes, hombres y
asnos. El anhelo fáustico de operar sobre la naturaleza y las mentes humanas se muerde la cola.
- La ciudad de los locos se proyecta como una novela que interroga y cuestiona los saberes científicos y se puede leer, en más
de un sentido, como contracara del proyecto liberal (sus instituciones, sus formas políticas) iniciado en el siglo XIX. Las
teorías científicas asociadas a la idea del progreso y a la evolución humana serán desmoronadas y puestas en cuestión a
partir de una novela utópica (tardoromántica y distópica podríamos decir) que deconstruye, punto a punto, los ideologemas
y las categorías básicas que informaban un episteme hegemónico, todavía reluciente en la época de aparición del texto
novelístico de Soiza Reilly.
- La intervención quirúrgica y la posibilidad de la creación de un “hombre nuevo”, en la novela, tendrán su contracara en la
mostración de un fracaso científico. La inoculación del fluido cerebral de un negro abisinio, idiota, sobre la base del cráneo
del violento Tartarín Moreira, jefe de las patotas de “los niños malos de familia bien”, más que generar un superhombre
(“...de la suprema idiotez debe surgir la suprema sabiduría”, se lee en la novela), transforman y degeneran al protagonista en
un loco, un sujeto alejado de las convenciones y de los parámetros científicos que definen la salubridad y el estatuto de lo
normal y lo anormal. Luego de producido el experimento demencial, Tartarín se despierta bajo el efecto de un delirio atroz y
comienza a romper muebles y a incendiar su propia casa.
- En más de un sentido, el experimento científico del padrastro del nieto de Moreira, director del hospicio, nos recuerda al
moderno Prometeo de Mary Shelley; si se me permite, la novela de Soiza Reilly , una suerte de Frankenstein criollo.

Bajtín: https://adelycac.wordpress.com/2015/11/27/menipea/

Su particularidad más importante consiste en que en ella, la fantasía más audaz e irrefrenable y la aventura, se motivan,
se justifican y se consagran interiormente por el propósito netamente filosófico de crear situaciones excepcionales para
provocar y poner a prueba la idea filosófica, la palabra, y la verdad plasmada en la imagen del sabio buscador de esta
verdad. Subrayamos que lo fantástico sirve no para encarnar positivamente la verdad sino para buscarla y provocarla y,
sobre todo, para ponerla a prueba (1986, 161).

Agrega Bajtín: “Las aventuras de la verdad en la tierra tienen lugar en los caminos reales, en los lupanares, en los antros
de ladrones, en cantinas, en plazas de mercado, en las cárceles, en las orgías eróticas de los cultos secretos, etc.” (1986,
162).
Bajtín cuenta como rasgo genérico-formal de la menipea la “experimentación psicológica”, que incluye los
estados alterados de conciencia (sueño, pasiones, ilusiones, locura, etc.) y el desdoblamiento o la duplicidad de la
personalidad. Este desdoblamiento siempre conlleva “junto con el trágico, un elemento cómico”. La
experimentación psicológica destruye la integridad o unidad del hombre de la tragedia y la épica, de su imagen y
su destino; es decir, exponen el carácter inacabado e imperfecto del hombre que ha dejado de coincidir con su
imagen. “Desde luego, en la menipea este carácter inconcluso y esta su no coincidencia consigo mismo son aún
elementales e incipientes pero ya están descubiertos y permiten una nueva visión del hombre” (1986, 165).

Esta nueva imagen de la humanidad, derivada de una novedosa representación de la espacialidad y la


temporalidad, es quizá la máxima aportación de la menipea a la literatura, pues siglos después rendirá sus frutos
al sustentar el género más representativo, a mi juicio, de la Modernidad: la novela.

Bibliografía

 Bajtín, Mijaíl. Problemas de la poética de Dostoievski. Trad. Tatiana Bubnova. México: Fondo de


Cultura Económica, 1986.

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