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María Pozzio
Premio Eduardo Archetti 2006
Dibujo de Tapa:
Traducción:
María Pozzio
Madres, mujeres y amantes . . .
Usos y sentidos de género en la gestión cotidiana de las políticas de salud
ISBN:
Primera edición: Editorial Antropofagia, septiembre de 2011.
www.eantropofagia.com.ar
Capítulo 1:
¿Madres o Mujeres con hijos? La producción y actualización de
categorías estatales vistas desde el cotidiano de un centro de salud. . . . . . . 13
Capítulo 2.
“Estar entre mujeres”: espacios de sociabilidad y resignificación de
categorías estatales de parte de las destinatarias de políticas de salud . . . . . 30
Capítulo 3
Los Amores de Gabriela. Participación en políticas de salud, intimidad
y empoderamiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53
Reflexiones Finales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79
Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 88
Anexo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 92
3
“La palabra escrita me enseñó a escuchar la voz humana, un poco
como las grandes actitudes inmóviles de las estatuas me enseñaron
a apreciar los gestos”.
Memorias de Adriano. Marguerite Yourcenar
Introducción
Toda política, implícita o explícitamente, contiene una idea de género.
Las políticas no son sexualmente neutras y menos aquellas que se pro-
ponen intervenir sobre el cuerpo, la sexualidad y la reproducción, como
es el caso de las políticas de salud. Por eso, este libro busca acercarse
a los diversos usos y sentidos de género que tienen los distintos actores
que intervienen en la gestión de las políticas de salud.
Aludir a los usos y sentidos del género significa dar cuenta de las repre-
sentaciones en torno del ser mujer, de la maternidad, de la importancia
que ésta ocupa en las definiciones de los lugares legítimamente asigna-
dos a las mujeres en nuestra sociedad –lo que implica indagar también
en el lugar legítimamente asignado a los hombres–. Se trata de conocer,
por lo tanto, los distintos modos en que los actores significan, definen y
valoran las relaciones entre los géneros. Nuestro punto de vista estará
centrado en los actores y en la manera en que median e interpretan los
contenidos de las políticas.
Para ello, analizaremos las interacciones cotidianas entre los agentes
estatales que trabajan en un centro de atención primaria de la salud
(caps) y las “destinatarias” 1 de las políticas que desde allí se implemen-
tan. Entendemos que comprender la implementación de una política
desde las relaciones cotidianas de quienes las implementan y quienes son
“destinatarios” de las mismas, es una vía de acceso relevante al estu-
dio de cómo se organiza y funciona el Estado y cómo es definido y se
manifiesta en el curso de la vida de las personas.
Las “destinatarias” de esas políticas son mayoritariamente mujeres;
concentrarnos en ellas nos permitirá acceder a los diversos modos en
que las políticas las visualizan e interpelan: esto es, básicamente en su
rol de madres. Como contracara, daremos cuenta de la manera en que
estas mujeres experimentan y resignifican esa interpelación. Y para ello,
prestaremos especial atención a los modos en que articulan el rol de
madres con los otros roles de su vida cotidiana.
En resumidas cuentas, a través del punto de vista de los actores, podre-
mos entender y aproximarnos a los diversos usos y sentidos del género en
la gestión de las políticas públicas de salud. No se trata, pues, de realizar
un trabajo a nivel macrosocial, viendo los procesos políticos y sociales
que constituyen las políticas sanitarias, como lo haría un enfoque más
La investigación
El análisis desarrollado a lo largo del libro forma parte de mi tesis de
maestría en Antropología Social. Dicha tesis es una etnografía basada
en un trabajo de campo que se realizó en sucesivas etapas entre los años
2004 y 2007 en el centro de salud del barrio Península 2, en el Gran
La Plata. El interés original de ese trabajo era conocer una experiencia
de participación de un grupo de mujeres de un barrio periférico como
“promotoras” de salud. En un principio, dicha investigación estaba fuer-
temente permeada por supuestos teóricos dados por mi formación so-
ciológica. Además de eso, dada las características de la población, esas
categorías teóricas estaban impregnadas y casi se confundían –como sue-
le suceder en estos casos– con las categorías estatales utilizadas por las
políticas sociales para intervenir en los contextos de pobreza. Por ello,
el libro muestra el proceso por el cual debí “extrañarme” de todo este
arsenal teórico, para “antropologizar” mi análisis y mi mirada. O mejor,
para hacer de este trabajo un trabajo verdaderamente etnográfico. A
continuación, un breve resumen de ese proceso.
Partiendo entonces de todos esos supuestos teóricos, mi intención era
ver cómo estas mujeres –que había categorizado como jóvenes y pobres–
vivían aquella experiencia junto con médicos y personal de un centro
de salud. Siguiéndolas durante la realización de las “capacitaciones” y
2 Los nombres de lugares y personas han sido modificados con el fin de preservar la
identidad de nuestros informantes.
Introducción 9
Agradecimientos
La tesis que está por detrás de este libro fue posible gracias al lugar que
las mujeres del barrio me dieron en sus vidas: sin su confianza, ninguno
de estos análisis hubiera visto la luz. Gracias especialmente al cariño de
Coli y Julieta. Y también, a los profesores y compañeros de la Maestría
de Antropología Social del ides-idaes, generación 2006-2007, que en-
riquecieron e hicieron agradable esa etapa de formación y su producto
final. Muchas gracias al jurado de la iv Edición del Premio Archetti, por
darme la posibilidad de esta publicación. Tesis y libro deben su existen-
cia al apoyo constante y riguroso, a la insistencia, la reflexión conjunta,
pero sobre todo, a la confianza, de mi director y amigo, Germán Soprano.
Y también, a la paciencia de mi familia y mis amigos, que soportaron
las angustias y ansiedades del proceso, que además de ser un proceso
de trabajo intelectual se convirtió en un proceso vital, ligando nuestra
experiencia de investigación con otras experiencias y contextos que nos
12 Madres, mujeres y amantes
1 El personal de los centros de salud que no es municipal puede ser: personal provincial
que aún permanece de la época previa a 1992; médicos del Programa Médicos Comuni-
tarios; enfermeros y maestranzas de cooperativas.
13
14 Madres, mujeres y amantes
2 Una de las formas de comprender un sistema de salud está dado por sus niveles de
complejidad: así el primer nivel, dedicado a la prevención y la asistencia primaria, deriva,
en caso de necesidad, al segundo nivel, compuesto por los hospitales generales y de éstos,
se deriva al tercer nivel, hospitales especializados de alta complejidad.
Capítulo 1: ¿Madres o Mujeres con hijos? . . . 15
salud, son mujeres y chicos . . . Los tipos no vienen, mirá, solamente vie-
nen cuando precisan una certificado de buena salud para algún trabajo,
algo así . . . o por lo menos, no se levantan, yo vengo a la mañana y a la
mañana no vienen”. Luego, agrega “y si están enfermos, ya jodidos, van
directamente al hospital”. “Te lo pueden decir las chicas también” me
dice, refiriéndose a Maricel y a Blanca, que lo acompañan en la diminuta
cocina. Justamente yo estaba hablando de eso con ellas cuando él entró
e intervino. Cuando Thomas está allí, ellas le dan la razón, cuando se va,
se burlan, diciendo que “se la pasa hablando, como no hace nada . . . ”
“sí, no te podés concentrar porque él te saca charla . . . ” entonces, yo
pregunto lo obvio, pero “¿no atiende?”. La respuesta es un claro “No”
burlón; luego se ríen entre ellas y me cuentan que cuando alguien va,
sabiendo que hay un odontólogo, él los atiende “de parado” en la sala
de espera, les mira la boca y les dice algo. “Un día se puso con una
chica ahí, ella sentada en el banco, le sacó unos dientes, ahí nomás, sin
anestesia” me cuenta Blanca. “Sin anestesia, ¿estás segura?” interviene
Maricel “yo vi que se puso los guantes, pensé que le había dado aneste-
sia” “No, qué le va a dar”, se reían y yo no sabía si hablaban en serio o
exageraban la anécdota.
Alguien golpea la puerta de la cocina y sale Blanca porque hay gen-
te para vacunar: “hola mami, ¿a quién traés? –mirando los niños que
acompañaban a la mujer– bueno, a ver, dame las libretas”. Blanca me
había estado contando que llevan los chicos a vacunar las parejas só-
lo cuando los niños son “muy bebitos”, después van sólo “las mamás”.
Tanto Blanca, como Sara, la enfermera del turno tarde, se dirigen a las
mujeres como “mami”. Sara tiene la costumbre de salir con más frecuen-
cia al barrio: recorre las casas y conoce más a la gente, algunos chicos la
saludan, ella siempre tiene algún caramelo en el bolsillo de la chaqueta
rosada, “si te portás bien con el pinchacito, te doy un caramelo” suele
decirle a los chicos.
Aquí ya podemos comenzar a generar distinciones entre los agentes
estatales que trabajan en el centro de salud, distinciones que obedecen
en primer término, a sus diferentes formaciones académicas y profesio-
nales. Así, dentro de lo que se denomina el “equipo de salud” se hace
referencia a los profesionales de la salud, excluyendo de éste a los admi-
nistrativos; y dentro del universo de los profesionales, existe una clara
diferenciación entre médicos y enfermeros. Las dos enfermeras de la sali-
ta son enfermeras universitarias con título de licenciadas en enfermería.
Si bien son universitarias, es frecuente en el campo de la salud que se
subraye el lugar subordinado del enfermero respecto al médico.
20 Madres, mujeres y amantes
30
Capítulo 2. “Estar entre mujeres”: espacios. . . 31
2 Nos detenemos en esta descripción espacial porque el centro de salud de nuestro estudio
es diferente a las del resto de los centros de salud de la ciudad. Fue construido por una
asociación civil por lo que no sigue los planos y ni la organización edilicia de los otros
centros, construidos por el Municipio y/o La Provincia.
32 Madres, mujeres y amantes
3 Si bien estas mujeres se conocían con algunos de los agentes estatales justamente por
haber sido “promotoras” y haber trabajado en conjunto en el proyecto “Familias a cargo”
realizado durante el año 2004, el staff de profesionales del centro de salud había variado
un poco desde entonces y no todos tenían un trato personal con las ex “promotoras”.
Capítulo 2. “Estar entre mujeres”: espacios. . . 33
cuadras del centro de salud, en una zona que la gente del barrio solía
llamar “el asentamiento”, ya que la instalación de las viviendas era muy
reciente y mucha de la gente que allí vivía no pertenecía al barrio origi-
nal, surgido de la autoconstrucción de viviendas de la comunidad toba.
En el “potrero” que quedaba a un costado del asentamiento, las mujeres
del comedor jugaban algunos fines de semana contra equipos de otros
barrios, en una liga improvisada de mujeres que participaban en empren-
dimientos sociales del mtd. Las “chicas del fútbol” no tenían relación
con las que habían sido “promotoras”: del equipo, Coni era la única que
lo había sido. Y esto, según ella, hacía que sus compañeras de equipo la
respetaran y le hicieran algunas preguntas:
tuvo problemas con los planes en ninguno de los dos movimientos. Para entender este tipo
de fenómenos sobre el cotidiano de los planes y la pertenencia o no a los movimientos, es
clave el análisis de Julieta Quirós (Quirós, 2006).
6 Dirigente de la Unión de Mujeres Argentinas (uma), muy activa en la conformación del
grupo de promotoras de salud.
Capítulo 2. “Estar entre mujeres”: espacios. . . 35
7 Esto sucede en 2006, a casi dos años de que el grupo de “promotoras” dejara de fun-
cionar. En el próximo apartado trabajaremos sobre los significados de “volver a hacer
algo”.
36 Madres, mujeres y amantes
veinte mujeres, que realizaron junto con las militantes de la uma, una
“radio abierta”, “pintadas de murales” y “talleres basados en educación
popular”. Luego de estas actividades coordinadas por las militantes de
la uma, comenzaron a ser las mismas mujeres de Península las que rea-
lizaban talleres y charlas con sus “vecinos”, en clubes e instituciones del
barrio y barrios vecinos.
Esa primera etapa era recordada con mucho cariño y nostalgia por las
mujeres que luego formaron el grupo de “promotoras”. Se lo recordaba
como el momento fundante del grupo y por ello, consideraban a Estrella
Doria, una de las militantes de la uma más activa en la consolidación
del proyecto, como la inspiradora del mismo.
Un día, mientras realizaban unos afiches para una jornada de “pro-
motoras” de la municipalidad, Marcela, una de las mujeres, recordaba
la pintada de un mural que habían realizado en aquella época. Buscaron
una foto que una de ellas conservaba, donde estaban junto con las mili-
tantes de la uma todas las que habían participado de la “pintada”. En
la foto, posaban junto al paredón donde habían pintado un preservati-
vo gigante con una leyenda que decía “Usame”. Marcela recordaba: “la
gente pasaba por la avenida y nos tocaba bocina y nosotras los saludá-
bamos y nos reíamos”. Marcela reía al recordar el tamaño de ese “forro”
y la “carita sonriente” que le habían pintado: “cuando yo pasaba con el
colectivo y lo miraba al forro, parecía que el forro movía las manitos así
y me saludaba”.
En esos primeros tiempos, se pusieron en contacto con los médicos
del centro de salud del barrio de Santa Inés, vecino de Península -donde
todavía no se había construido el centro de salud-. Fue allí que conocieron
a la “doctora” Giorgi 11, de quien recibieron algunas capacitaciones y con
quien trabajarían más tarde en el proyecto de “Familias a Cargo” una vez
inaugurada la “salita” de Península. Del grupo original formado por la
uma, sólo 8 de las mujeres continuaron trabajando como “promotoras”
en el centro de salud en la época de Giorgi; con ella, ingresaron, en 2004,
en el programa “Redes” de la Municipalidad.
El grupo de 8 mujeres estaba compuesto por Coni, Gabriela, Vanina,
Clara, Marcela, Nori, Poli y Lali. Coni, Nori, Poli, Marcela y Lali, per-
tenecen a la comunidad toba 12. Sin embargo, dentro del grupo quienes
más afinidad tenían entre sí eran Coni, Gabriela, Vanina y Marcela.
13 Los trabajadores sociales eran pasantes y no pertenecían al staff permanente del centro
de salud.
Capítulo 2. “Estar entre mujeres”: espacios. . . 39
18 “Tanto la maternidad como la lactancia han sido fuertemente influenciadas por los
discursos de la salud, produciéndose de esta manera un proceso de medicalización que
vino a hacer énfasis en la función de reproducción asignada a las mujeres y otorgándole
una justificación científica de aparente carácter irrefutable” (Castilla, 2005).
19 Usamos aquí “biologicista” entre comillas ya que hacemos referencia al modo en que
algunos médicos generalistas utilizan para criticar el mmh.
42 Madres, mujeres y amantes
20 Como señala Auyero (2001) en la relación de mediación hay que tener en cuenta
además de qué se da el cómo se da.
21 Este planteo puede hacernos pensar que los planes de desempleo no son considerados
como “trabajo”.
44 Madres, mujeres y amantes
22 Para iluminar la relación entre lo doméstico, los cuidados y los roles asignados a las
mujeres es interesante mostrar que, tanto en las sociedades anglo-parlantes como en las
hispano-parlantes se da una asociación entre “mujer” y “rol doméstico”; pero, mientras
que a la labor en el seno del hogar en el idioma español se la denomina “trabajo domés-
tico”, en inglés, el mismo trabajo suele denominarse carework, cuya traducción literal
al español sería “trabajo de cuidado”. La leve modulación que implica esta traducción
diferente es para algunos traductores (Magdalena Holguín e Isabel Jaramillo, traductoras
de Siglo del Hombre editores) un intento por evitar, con la idea de cuidado presente en
carework, el sesgo despectivo que conlleva para muchos la idea de lo doméstico.
23 El programa de Jefe de Hogar desocupado implementado desde 2002 se rearticuló en
dos nuevos programas en 2005: un Seguro de capacitación y empleo, que continuaba bajo
la órbita del Ministerio de Trabajo, destinado a aquellos desocupados con posibilidades
de insertarse en el mercado laboral; y el Plan Familias por la inclusión social, depen-
diente del Ministerio de Desarrollo Social, destinado a promover el desarrollo, la salud
y la permanencia en el sistema educativo de los niños menores pertenecientes a familias
pobres.
Capítulo 2. “Estar entre mujeres”: espacios. . . 45
Los objetivos de este grupo eran un poco difusos. Coni quería “volver
a hacer algo, como hacíamos con las chicas, cuando estábamos en la sa-
lita” y ese hacer algo involucraba muchas cosas. Coni oscilaba entre la
idea de autogenerar actividades desde el grupo, convocando a charlas y
talleres; y en buscar el apoyo del centro de salud para volver a realizar
una tarea conjunta. En la primera opción, Coni estaba motivada por
algunas jóvenes simpatizantes del Movimiento de Trabajadores Desocu-
pados Aníbal Verón (mtd av) que colaboraban en algunas actividades
del comedor “El Galponcito” pero que no querían saber nada con el
centro de salud -en parte porque el director del mismo se había nega-
do a sus propuestas-. Por medio del “Movimiento”, planteaban, podían
conectarse con gente que viniera a darles talleres y realizar activida-
des de capacitación en salud para que la gente del barrio tuviera “más
herramientas de autocuidado”.
La segunda opción era la apoyada por Lorenzo, referente barrial del
mtd av. Inspirado en varios microemprendimientos del mtd, Lorenzo
aspiraba a que el “proyecto de salud” se convirtiera en una cooperativa
de promotores que realizara actividades en conjunto con el centro de
salud, lo que posibilitaría que los planes (jhd) de los que participaban,
se vieran jerarquizados económicamente por la Municipalidad (dicha
jerarquización aumentaba a casi el doble la suma recibida por el Plan).
Lorenzo conocía a un funcionario municipal y conocía también la lógica
del municipio, que fomentaba entonces la formación de cooperativas de
los beneficiarios del Plan Jefes. Sin embargo, esta opción chocaba con la
negativa del director del centro de salud, que “estaba cansado de seguir
formando promotores” y con los vaivenes políticos de un año electoral
-2007-, donde la política municipal estaba sujeta a la posibilidad de
cambios. El funcionario le prometía a Lorenzo la posibilidad del “pase a
cooperativa”, pero para ello había que esperar “lo que pase en octubre” 25.
Esto implicaba que para que el “proyecto de salud” que Coni se proponía
activar viera la luz, debían esperar –y contribuir a- la reelección del
intendente, cuestión que los simpatizantes y militantes del mtd av en
general rechazaban.
Dada esta situación, la opción más viable era la de “autogenerar”
actividades, pero Coni no se sentía capaz de gestionar un grupo por sí
misma, y en este sentido, sentía mucho la ausencia de Gabriela, que no
había accedido a su convocatoria por estar trabajando con el Federación
de Tierra y Vivienda (ftv) en la subsecretaría de Tierra y Vivienda 26.
25 En octubre de 2007 había elecciones generales. En el municipio se sospechaba la
posibilidad de que el intendente no fuera reelegido; dicha posibilidad se concretó y hubo
cambio de gestión municipal.
26 La negativa de Gabriela no tenía que ver con que el proyecto de Coni fuera del mtd
y ella participara en la ftv, dos movimientos que disputaban espacios en el barrio. De
48 Madres, mujeres y amantes
alguna manera, ellas eran ajenas a estas cuestiones, en parte debido a su amistad, y en
parte porque la relación de cada una con los movimientos no eran relaciones de lealtad
absoluta, sino más bien de simpatías y conveniencias transitorias. Gabriela me comentó
que tenía ganas de “hacerle el aguante a Coni”, pero justo el grupo “proyecto de salud”
se reunía los días que ella viajaba a Buenos Aires, por su trabajo con la ftv.
27 El comedor “El Galponcito” estaba en el asentamiento, cuya conexión de agua era
muy precaria: de una sola manguera debían abastecerse las casi cien personas que vivían
entonces allí. Una de las vecinas nos contaba cómo temprano en la mañana, cuando había
un poco más de presión, se hacían colas de “vecinos” con botellas de plástico y baldes
para cargar agua y tener para el resto del día. Además de la escasez, nadie confiaba
demasiado en que esa agua fuera “buena”, debido a que la manguera, que venía de una
conexión distante a dos cuadras, estaba pinchada en varios sitios.
Capítulo 2. “Estar entre mujeres”: espacios. . . 49
que “nosotros decimos que la sarna es como una venérea, porque se con-
tagian los que duermen juntos, así que es un buen modo de saber quién
duerme con quién”. El comentario generó unas cuantas risas y levantó
una serie de cuchicheos risueños que continuaron un rato, a pesar de que
la médica siguió su explicación y parecía un poco sorprendida del eco
que habían tenido sus palabras.
En un momento, un chiquito que daba vueltas por ahí se puso a llo-
riquear, molestando a la madre que escuchaba lo que la médica decía.
“No, no, ahora, no!... después”, lo retó la madre, llamando la atención
de todos y de la médica, que detuvo su parlamento: “quiere teta?” le
preguntó, “nooo, qué teta- le respondió la mujer-quiere una moneda!”.
La respuesta también generó algunas risas que parecieron dejar en un
lugar un poco ridículo a la “doctora”, que estaba finalizando sus expli-
caciones. Así, mirando el reloj y comenzando a ponerse de pie, Gálvez
dijo que le gustaría tener más tiempo y que en otra ocasión podrían
continuar. Pensando en posibles temas para esa próxima charla, Coni
agregó “aprovechando que somos todas mujeres, la próxima podríamos
hablar . . . ” Antes de que terminara la frase una voz la interrumpió con
picardía diciendo “ . . . de hombres” –no identifiqué quién fue–. Las risas
fueron generalizadas, así como el gesto un poco confuso y sonriente de
la “doctora”, que se sonrió por el remate pero se quedó sin saber bien
qué hacer cuando las risas continuaron.
Sobre lo descripto, caben varias reflexiones. En primer término, la
presencia del humor y la picardía como dimensiones que pueden revelar
relaciones y representaciones que, de otro modo, quedan opacadas. Co-
mo plantea Claudia Fonseca (2004) el humor puede ser una entrada a los
discursos alternativos: si bien en el humor aparecen imágenes estereoti-
padas, en nuestro caso, sobre el género, esos estereotipos son diferentes
a los presentes en el discurso hegemónico. Así, frente al estereotipo de la
“madre que da la teta” de la médica, la risa de las asistentes a la charla
de algún modo impugna esa representación normativa, revelando otras:
por ejemplo, las mujeres que estando solas sólo pueden llegar a hablar
de . . . hombres.
En segundo término, lo sucedido en esta charla nos muestra la im-
portancia de nuestra decisión inicial, de haber salido del centro de salud
para comprender, en todas sus dimensiones, las relaciones de estas muje-
res con los agentes estatales. Las mismas mujeres silenciosas que esperan
en la “salita” a ser atendidas y que “acatan” cada palabra de la médica
en la consulta, se permitieron chistes y risas en un ámbito que sienten
como más propio. La misma médica, que en la “salita” “caga a pedos a
las madres” y apenas las mira cuando sale del consultorio y pasa rauda
por la sala de espera, se muestra incómoda ante los chistes de las mujeres
Capítulo 2. “Estar entre mujeres”: espacios. . . 51
53
54 Madres, mujeres y amantes
A pesar del calor del mediodía, usaron el horno para cocinar las pizzas.
Una cortina colocada en la puerta de entrada, atenuaba el brillo del sol y
dejaba penetrar una suave brisa, pero adentro el calor era insoportable.
Estaban Vanina, Coni, Poli, Clara, Gabriela y algunos de los hijos de
ellas, que luego de comer, se fueron a jugar al patio, donde Vanina había
colocado una “pelopincho”.
La elección del mediodía para realizar la comida no fue casual, ya que
era durante el día cuando los hombres “no estaban” y las mujeres po-
dían “hacer sus vidas”. Sin embargo, el que pasó un rato por la casa fue
Daniel, el marido de Vanina. Daniel trabajaba en el Servicio Peniten-
ciario y según me habían contado, su relación con Vanina era bastante
conflictiva. Ella, cansada de sus maltratos, había querido separarse más
de una vez, pero él no se lo permitía. Daniel era un tipo celoso y como
estaba al tanto de mi trabajo con las “promotoras”, quiso ir a conocer-
me y también quiso que yo le realizara una entrevista, ya que él podía
“decirme algunas cosas de Vanina”. Su llegada tensionó un poco el am-
biente relajado que había hasta el momento. Se sentó junto a mí y me
dijo “yo no sé qué hablan de mí cuando no estoy, pero estoy seguro que
hablan de mí, vos debés saber ¿qué te dice ella de mí?”. Yo le respondí
que todas hablaban un poco de sus familias, pero que yo estaba más
bien interesada en su trabajo como “promotoras”, entonces hablábamos
principalmente de eso. Me sugirió que le hiciera la entrevista.
Accedí un poco para darle el gusto y otro poco para no generarle
problemas a Vanina. Le pregunté cómo evaluaba él el trabajo de Vanina
como “promotora”, a lo que respondió: “yo la veo como que creció, ella
no es de pensar las cosas que dice, pero ahora como que piensa más
antes de hablar, habla mejor, está cambiada, creció, pero está cambiada,
eso sí”. Mientras respondía me miraba fijo y al mismo tiempo, miraba
más allá de mí, como buscando a Vanina, como queriéndole hacer llegar
sus palabras. Terminó diciéndome “yo la amo, es la mujer de mi vida, y
quiero lo que le haga bien, lo mejor para ella, si esto es lo mejor, bueno”.
Mientras nuestra charla se desarrollaba, yo pensaba en los comentarios
que tanto Coni como Gabriela me habían hecho acerca de Daniel: que
era violento, que “estaba loco”, que “no la dejaba en paz” a Vanina, pero
sobre todo, que “estaba loco”. Fue un alivio para todas cuando se fue y
pudimos, más tranquilas, sentarnos a comer la pizza.
Después de comer y con los chicos afuera, las mujeres, un poco en
alusión a la visita de Daniel –que había puesto muy nerviosa a Vanina–
empezaron a hablar de sus maridos. Hasta ese momento, mi trabajo de
campo estaba principalmente basado en su trabajo de “promotoras” y no
le había prestado demasiada atención a las cuestiones más privadas de las
vidas de estas mujeres. Quizá por eso me parecía que era la primera vez
Capítulo 3. Los Amores de Gabriela. Participación 55
“Como que nosotras nos dimos cuenta que ellos (los maridos) no
son imprescindibles en la vida. Vemos todos los cambios en la mujer,
pero el hombre sigue siendo exactamente igual . . . Si vemos bien, todo
esto que te hablamos es fruto de nuestro cambio, que antes, nosotras,
viviendo en esta sociedad patriarcal, teníamos que cocinarles, lavarle,
todo y ellos llegan del trabajo y se tiran y nosotras seguimos. Es
nuestro cambio, todo lo que nosotras trabajamos en el grupo, que se
laburó mucho lo interno y esto es algo cotidiano, que no se dio por
el centro de salud ni el gobierno ni nada. Lo mejor que podés hacer
es juntarte con otras personas, escuchar sus experiencias de vida,
aprender a respetar lo que piensa el otro y eso te abre un camino:
56 Madres, mujeres y amantes
Conociendo a Gabriela
En la primera etapa de mi trabajo de campo, cuando me acerqué al
grupo de “promotoras” de salud, mi interés principal estaba puesto en
el concepto de empoderamiento y la idea de mi trabajo era analizar la
posibilidad que este grupo de mujeres, que participaban en políticas de
salud como “promotoras”, fueran mujeres “empoderadas”. Si bien esta
idea no fue descartada del todo, al ser puesta a dialogar con lo relevado
durante el trabajo de campo, sufrió modificaciones importantes que enri-
quecieron nuestra mirada tanto sobre el concepto teórico como sobre los
1 Este relato de Gabriela, finaliza haciendo alusión a “una cabeza más feminista” como
un elemento importante del “cambio interno” producido en ella y sus compañeras por la
experiencia que comenzó con los talleres de la uma. Es interesante hacer un paralelismo
entre esta narrativa y la que describe Laura Masson (2007) en su trabajo sobre las fe-
ministas en Argentina. La autora propone que estas mujeres, para describir qué es ser
feminista y cómo se produjo el cambio en sus vidas, hacen alusión a un ejercicio reflexivo
interno, realizado en talleres de “concienciación” donde, en el encuentro y la escucha entre
pares, se da una recuperación del deseo personal, del “propio yo” y del “propio cuerpo”
que provoca un cambio en su identidad: así llegan al “descubrimiento” en carne propia,
de la afirmación feminista por excelencia de que “lo personal es político”. Si bien, como
bien aclara Masson, el feminismo en Argentina es un fenómeno de mujeres de clase media
y media alta, mayormente universitarias, es interesante resaltar cómo, al menos en lo
referente al dispositivo de escucha y conversión, hay similitudes con la experiencia que,
vía la uma, Gabriela vivió con sus compañeras.
Capítulo 3. Los Amores de Gabriela. Participación 57
4 Casi todas las “promotoras” colaboraban o asistían al comedor “Umita”. Las que si-
guieron en el proyecto de la fábrica de pastas, fueron Clara, Lali, y en menor medida,
Coni y Marcela.
Capítulo 3. Los Amores de Gabriela. Participación 59
5 El club Las Lomas, quedaba en el barrio del mismo nombre, a cuatro cuadras de
Península. Cuando describimos el barrio en el capítulo 1, decíamos que la calle sobre la
que se encuentra el centro de salud, es la calle que divide estos dos barrios. A pesar de la
cercanía, Las Lomas es un barrio menos humilde que Península y la gente que vive allí
suele diferenciarse de los que viven al otro lado de la calle divisoria.
6 Fue “promotora territorial” en un proyecto de erradicación de basurales en dos barrios
“vecinos” a Península Asistió a estos proyectos como delegada de la ftv.
60 Madres, mujeres y amantes
10 Como plantea Hanna Arendt (1993), la división propuesta por Aristóteles entre
público-privado remite lo primero como lo político, el ámbito de la libertad y lo segundo
como lo familiar, el ámbito de las necesidades. Estas visiones sobre lo público se trans-
miten a la idea de esfera pública, que es todo aquello que no es lo doméstico y familiar.
Como bien señala Fraser (1997), la confusión principal derivada de esta idea es que lo
público así considerado remite a tres órdenes bien distintos: el Estado, la economía formal
–el mercado–, y los espacios del discurso público – aquí en el sentido más habermasiano
de esfera pública–. Algo similar se produce respecto a lo privado, donde se remite tanto a
la propiedad privada, los intereses privados -distintos del interés común-, y por otro lado,
lo privado como aquello relativo a la vida doméstica, íntima y familiar, incluyendo aquí
la vida sexual.
Capítulo 3. Los Amores de Gabriela. Participación 63
11 Después supe que “Mi chica de humo” es una canción del cantante melódico español
Emmanuel, que dice en una parte “Yo ya dejé atrás los veinte y ella probablemente, no
estamos para jugar no me va a transformar en crucigrama viviente. Ah, ah me entiende
me tantea ah, ah me enciende coquetea se evapora. Y yo qué sé ,dónde va, dónde vive y
todo está mal y siempre es igual y yo qué sé que no soy detective la paso fatal mi chica
de humo mi chica de humo” (el remarcado es nuestro)
64 Madres, mujeres y amantes
12 Este “Chat” consiste en enviar un mensaje a un número, con lo que uno ingresa en
un foro, donde pueden comunicarse con otras personas, recibir llamados y mensajes. Por
lo general, se usan seudónimos. Sólo basta para participar tener un teléfono celular con
servicio de mensaje de texto.
13 Es importante relacionar con el capítulo2, ya que esto sucede al mismo tiempo que
Coni está intentando sumar a Gabriela para su “proyecto de salud”; y Gabriela le dice que
le gustaría pero que no puede por el trabajo y porque justo las reuniones en el comedor
el Galponcito son los días jueves, día en el que ella viaja a Buenos Aires por la ftv, día
en que también se ve con sus amantes.
Capítulo 3. Los Amores de Gabriela. Participación 65
Desde los inicios del trabajo de campo, vemos el impacto de las ca-
pacitaciones recibidas en las vidas de estas mujeres. En esa instancia
temprana, ya podíamos observar un importante nivel de reflexividad so-
bre la relación entre los contenidos de las capacitaciones y sus propias
vivencias. La distinción entre “lo sexual” y “lo reproductivo”, no sólo
aparece como algo que han aprendido, sino como una dimensión que
empieza a tener influencia en sus vidas, sus conductas reproductivas,
sus deseos, como el que expresa Vanina al decir que “la mujer tiene que
ser libre con lo sexual” o “la mujer tampoco se tiene que embarazar sí o
sí”.
De algún modo, la autonomía de lo sexual respecto a lo biológico se
reproduce todavía hoy en algunos debates. Heilborn y Brandão (1999)
los sistematizan en dos grandes corrientes: la esencialista, que concibe a
la sexualidad como un mecanismo fisiológico para la reproducción de la
Capítulo 3. Los Amores de Gabriela. Participación 69
17 “Ta en iko mi en dhimo” es la expresión nativa en griego que quiere decir, según
Herzfeld, los asuntos domésticos que no deben exponerse en la esfera pública.
Capítulo 3. Los Amores de Gabriela. Participación 71
18 Esta resignificación no implica necesariamente tener amantes. Pero sin duda, tenerlos,
es una manera muy singular de resignificar esa participación, singularidad que vuelve más
inesperados aún, esos “resultados inesperados”.
Capítulo 3. Los Amores de Gabriela. Participación 73
debido principalmente a que le habían dicho que era una nena y ella ya
tenía tres nenas y deseaba un varón.
De alguna manera, el caso de Vanina nos muestra con mayor dra-
matismo los conflictos familiares e íntimos a los que la participación en
políticas da lugar; aunque en este caso, en oposición al de Gabriela, los
resultados a largo plazo no beneficiaron a Vanina, sino todo lo contrario.
Podemos arriesgar que su incipiente empoderamiento quedó bruscamen-
te truncado y que la mudanza a otra localidad, significó una especie de
disciplinamiento de parte de su marido, Daniel.
A Clara dejé de verla bastante tiempo ya que, según me habían conta-
do, uno de sus hijos tuvo un problema de salud y debió ser operado, por
lo que ella le dedicaba todo su tiempo. Sin embargo, cuando Coni quiso
reactivar el grupo desde el comedor de “El Galponcito”, Clara reapare-
ció y si bien era habitual en ella cierto pesimismo, parecía motivada con
la nueva propuesta. Pudimos hablar después de una charla organizada
en el comedor. En esa oportunidad, me contó que en el tiempo en que
yo había dejado de verla había tenido una nena, su cuarta hija, que se
llamaba Bárbara. “Me dijeron que tenía un problema en un ovario, por-
que no me venía, no me venía y me mandan a hacer una ecografía y ahí
me entero que estaba embarazada” me cuenta en voz baja. “Parece que
no hubiera sido promotora” me dice con un suspiro, que interpreté como
de resignación, ya que Coni me había dicho que al quedar embarazada,
Clara estaba intentando separarse y que, por eso, el marido “dudaba”
de la paternidad de su bebé.
Este comentario me hizo recordar algunos dichos de Gabriela sobre
casos similares: por ejemplo, sobre la hermana de su cuñada, cuya pare-
ja no quería “reconocerle” a uno de los hijos. Ese comentario no había
sido el único, por lo que -sumado al dato de las infidelidades de Gabriela-
comencé a preguntarme si la existencia de esta “sospecha” algo generali-
zada tendría que ver con que Gabriela no era la única que tenía “aman-
tes”. Si bien no me animaba a preguntar, sí pude saber qué opinaba ella
al respecto. En concreto, le pregunté si las dudas sobre la paternidad
–de la hija de Clara, del hijo de la hermana de la cuñada– se debían a
que estas mujeres habían sido infieles y me dijo que no sabía, pero “que
los tipos siempre sospechan”.
Esta “sospecha instalada”, en palabras de Gabriela, era bastante fre-
cuente, y en ese sentido me dijo que “si el adn fuera gratis, todos lo
harían” 19, “es como si para ellos, todas las mujeres fuéramos unas pu-
tas”. Este comentario tomó mayor relevancia cuando, en una entrevista
no tiene los problemas que tienen otras de las mujeres que conoce: puede,
a diferencia de Vanina, de Marcela y de otras, desarrollar sus tareas fuera
del hogar porque cuenta con la ayuda de su madre, que le cuida a los
hijos; no sufre, a diferencia de otras mujeres del barrio, de los “celos”,
la vigilancia de su marido ni de la “sospecha”. A los ojos de los demás,
Gabriela no es una “puta”. Sin embargo, esta preocupación por ser o no
ser una “puta”, o más bien, por ser o no ser acusada de tal, Gabriela me
la manifiesta como preocupación acerca de una de sus hijas -que estaba
entrando en la adolescencia-.
Un día, viajábamos a la Capital Federal para un acto que se organi-
zaba en homenaje a los 55 años de la muerte de Eva Perón. Gabriela
iba por la ftv –que organizaba el acto– y lucía muy orgullosa el chaleco
amarillo que la identificaba con dicho movimiento. Íbamos sentadas jun-
tas en el colectivo, viajando por la autopista; en el colectivo sonaba muy
fuerte desde la radio una cumbia que relataba el caso de una joven que
había sido violada: el cantante contaba que la chica víctima de la viola-
ción “usaba polleritas muy cortas, la pobrecita”. A raíz de esto, Gabriela
empezó a contarme que conocía la canción, porque sus hijas escuchaban
este tipo de cumbias, aunque a ella no le gustara que lo hicieran. Los
temas de este tipo de canciones le parecían poco apropiadas para sus
hijas, porque “son unas nenas”, pero al mismo tiempo, me confió con
preocupación que ella sabía que iba a “tener que tener mucho cuidado”
con Sofía, la más chica, de once años. “Yo ya la veo, los pantalones le
quedan bárbaros, no tiene cuerpo de nena y cómo se mueve . . . me parece
que me salió medio putita, todavía es chica, pero en unos años más . . . ”
No pude evitar preguntarle a qué se refería con “medio putita” y me
dijo que ella veía que, si bien era chica y todavía muy inocente “es muy
sensual” y que por eso mismo, trataba de explicarle lo mejor que podía
“las cosas”.
Gabriela, que había tenido su primer hijo a los 16 años, y ahora, con
32, tenía diversos “amantes” con los que mantenía relaciones ocasiona-
les, me contaba todo esto con una preocupación sincera. Sabía bien que
una cosa era “su experiencia” y otra muy distinta, lo que debía trans-
mitirle a su hija y deseaba para ella. Sin que yo se lo dijera, esta idea
estaba presente en su razonamiento porque luego me aclaró que “yo no
quiero que se apure, que haga cada cosa a su tiempo, no como yo”. Ella,
como mujer, tenía sus “amantes”, sus salidas, su espacio propio, donde
mezclaba las actividades laborales con las amorosas. Pero lo que organi-
zaba su vida era el bienestar de sus cuatro hijos, ellos eran lo prioritario.
Como su mundo doméstico estaba en orden, ella podía disfrutar de las
otras cosas para las que antes, en su adolescencia, “en el momento ade-
cuado”, no había tenido tiempo. Si alguno de sus hijos la necesitaba,
Capítulo 3. Los Amores de Gabriela. Participación 77
la “madre” se imponía sobre la “mujer” 22: el mismo día del acto que
narramos, estábamos paradas en el barrio, esperando a unas vecinas a
las que Gabriela había convocado para ir; al verlas llegar con unos nenes
pequeños y un bebé, les dijo “mirá, hace frío y esto va a terminar un
poco tarde, quedate, no te hagas problema” para luego decirme a mí
“vienen porque como tiene el plan, se siente en la obligación, pero yo
no las voy a obligar a ir con los nenes, con el frío que hace . . . ayer por
ejemplo, Fabiancito estuvo con una tos, si seguía así yo hoy no venía”.
Como decíamos más arriba, estos comentarios de Gabriela abonan la
idea de que la honra femenina está vinculada en un nivel importante
con la aptitud de ser una “buena madre” y cuidar bien a los hijos.
Unas semanas después, Gabriela me mostraba orgullosa el dvd que
sus hijos le habían regalado para el cumpleaños; estaba orgullosa de que
tuvieran un dvd y como era invierno, me decía “ahora los tengo a todos
acá –señalando la cama– los cuatro tiraditos viendo películas”. Un rato
antes, esa madre orgullosa de los cuatro hijos, me había contado una
de sus últimas conquistas amorosas. Por eso, sonriente y aludiendo a
mi complicidad, dijo “tengo una tía que dice, la mujer en la cama tiene
que ser una puta y para afuera, una señora . . . yo soy más o menos al
revés, afuera soy medio puta, pero acá adentro, soy una señora.” Luego,
reflexionando sobre su frase, agregó “bah, qué se yo, lo que pasa que es
así: o te ven en tu casa, toda una señora, o te ven como una puta, no
tienen término medio”.
De algún modo, su noción sobre qué es ser una “puta”, manifiesto
sobre todo en el temor a que su hija lo sea, deja entrever los límites de ese
proceso de desafío a los modelos vigentes de género que planteábamos
más arriba al reflexionar sobre los alcances de su propio proceso de
empoderamiento. Es decir, con el control de su cuerpo y su sexualidad,
en las relaciones con sus “amantes”, Gabriela desafía ciertas relaciones
del orden patriarcal; pero, al mismo tiempo, conciente de lo conflictivo
que esto puede ser -en el caso extremo de la canción que escuchábamos,
22 En estos casos, usamos las comillas para diferenciar los sentidos divergentes que tienen
para Gabriela estas dos facetas de su identidad: la “mujer” Gabriela es la que trabaja
para la ftv, viaja a la capital, sale con “tipos del chat”, mientras que la “madre” Gabriela
es la que se preocupa por sus hijas y que deja a su prole al cuidado de su propia madre,
Rosa.
78 Madres, mujeres y amantes
puede implicar una violación 23–, limita ese desafío a ciertas esferas de
su vida, reproduciendo en otras los modelos vigentes de género –siendo
una madre preocupada por sus hijos y que quiere que sus hijas “hagan
cada cosa a su tiempo” -.
Así, hemos visto que, reconstruir la trayectoria de Gabriela inserta en
su red de relaciones cotidianas, permite acercarnos al modo particular en
que una mujer que, en algún sentido podemos considerar “empoderada”,
busca y articula entre el “ser madre”, “ser una señora” y “ser una puta”,
su propio “término medio”.
En síntesis, los amores 24de Gabriela nos permitieron ver el modo pro-
blemático en que una mujer articula sus diversos roles; así, “madre”,
“mujer” y “puta” son las categorías que ponen en acto dicha articu-
lación, categorías que deben ser entendidas desde el modo en que los
actores las significan. A partir del estudio de la trayectoria de Gabrie-
la, del análisis de su “intimidad”, pudimos empezar a pensar que las
mujeres, interpeladas básicamente como madres por las políticas de sa-
lud, performan y actualizan ese rol ante los agentes estatales, al mismo
tiempo que desarrollan en sus vidas cotidianas, otros roles, relaciones e
identidades.
“Often those who -in defiance of the vast indeterminacies of social life
–claim that their ethnography is comprehensive are the most hostile
to the inclusion of lengthy passages of narrative, informant exegesis,
and that they contemptuously dismiss as folklore in ethnographic
accounts. It is easy to be holistic when one has predetermined the
parameters of the “whole”.
Michael Herzfeld (1997:23).
79
80 Madres, mujeres y amantes
Si las destinatarias de las políticas son definidas por éstas por su condi-
ción de madres; si la idea de mujer “bajo programa” nos permitía pensar
a la maternidad como requisito para acceder a las políticas; si con todo
esto sostenemos que “la mujer” es vista sólo como “madre”, es necesa-
rio interrogarse: ¿qué visiones legítimas se construyen desde las políticas
acerca de lo que debe ser y hacer una “madre”? ¿Sobre qué bases se
construyen dichas visiones? A lo largo del libro intentamos argumentar
que interpelar a las mujeres como “madres” hace referencia a una idea
de género tradicional, donde “la mujer” está ligada a lo doméstico y es
por lo tanto su condición femenina la que le impone el rol de cuidadora
del hogar. Esta idea, a su vez, se articula con una mirada de la biomedi-
cina –presente en la idea de salud de las políticas pero sobre todo, en la
formación de los agentes estatales– que naturaliza la categoría “mujer”.
Esta naturalización implica una percepción absolutamente esencialista
y biologicista del cuerpo humano -sobre todo de determinados cuerpos,
en este caso, de las mujeres-, que “supone teorizar, por ejemplo, que la
responsabilización de las mujeres respecto al cuidado de las criaturas
y los enfermos [ . . . ] son cuestiones que se explican por una biología y
una psicología diferencial que, en último extremo, se relaciona siempre
con la capacidad reproductiva femenina” (Esteban, 2006: 11). Si bien
matizada y entrecruzada con otras ideas y perspectivas, esta esenciali-
zación del cuerpo de la mujer y de la maternidad puede ser reconocida
en los programas que interpelan a las mujeres; pero de modo mucho
más contundente, se percibe en la práctica diaria de quienes ejecutan
esos programas.
Situados en el plano de las relaciones entre agentes estatales y destina-
tarias, vemos que el género como dimensión de análisis no alcanza para
comprenderlas. Lejos de una solidaridad intragenérica, vemos como la
“mujer” como categoría universal no existe, sino que existen “mujeres”
en plural y que para comprender su experiencia como tales, es necesa-
rio abordar otros principios de identificación en íntima articulación con
éste. Así, es claro que no es lo mismo “ser mujer” para Maricel, una jo-
ven obstétrica universitaria que trabaja en el centro de salud, que para
Coni, una mujer más joven que Maricel, pero de origen toba, madre de
dos hijos, desempleada y de condición humilde. En las relaciones entre
ambas no sólo se manifiestan las alteridades debidas a los lugares que
cada una ocupa en el seno de esa relación-agente estatal-destinatario;
médico-paciente- sino también, y con mucha fuerza, la clase social como
principio organizador de la diferencia en torno a la identidad de género.
Al mismo tiempo, en la experiencia de las “promotoras” de salud y los
“cambios internos” que esa experiencia les permitió vivir, comenzamos
86 Madres, mujeres y amantes
A modo de cierre
Quisiera agregar que -más allá de las posibles generalizaciones y los
aportes sustantivos demasiado singulares- si algo ha sido dicho y con
ello, contribuido al campo del conocimiento etnográfico de la realidad,
es que ninguna palabra ni idea puede ser comprendida fuera de flujo
contextual y relacional que la dota de sentido. Si la antropología nos
mostró, desde su origen, que los sistemas de clasificación son culturales,
la labor antropológica de este trabajo ha sido poner de manifiesto la red
de relaciones y significados que sustentan, en nuestro caso, clasificaciones
tan amplias y palabras tan generales y obvias como “salud”, “mujer”,
“madre” y “amantes”.
Reflexiones Finales 87
Si las palabras son sólo formas, diremos que las formas importan y que
revelarlas y explicitarlas es un modo de darles cierto anclaje, sin olvidar
que el flujo de la realidad y las relaciones humanas debe ser considerada
como una poética social cuyos diversos sentidos no pueden obviarse ni
suprimirse.
Por eso y para terminar, nos parece importante decir que más allá
de los significados y los modos en que el Estado y las políticas constru-
yen la ciudadanía de las mujeres, existen espacios que contestan dichas
construcciones estatales. Es decir, si existe un esencialismo en el modo
en que las políticas interpelan a las mujeres como madres –esencialismo
que en este y otros casos es casi inevitable–se pueden ver en las acciones,
relaciones y sobre todo, en los espacios de sociabilidad de las mujeres, el
reverso de aquel esencialismo que lo desarma, lo impugna y lo deja en
evidencia como construcción social.
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Acta de Constitución de la Federación de Medicina Familiar y General. Octubre
de 2000.
Anexo
Centro de Salud del Barrio Península:
Directora entre 2004 y 2005: Dra. Giorgi.
Director 2005-2007: Dr. Thomas.
Médica Generalista: Dra. Gálvez.
Pediatra del Plan Nacer: Dra. Mónica Abba.
Obtétrica: Maricel.
Enfermera turno mañana: Blanca.
Enfermera turno tarde: Sara.
Administrativa turno mañana: Mabel.
Médico residente: Dr. Salvador.
Promotoras de Salud:
Coni
Gabriela, casada con Emir, su madre es Rosa, su hijo menor Fabiancito y su hija
menor Sofía. Pamela es su vecina y Paula su amiga.
Vanina, casada con Daniel.
Clara, su cuarta hija es Bárbara.
Marcela.
Nori.
Poli.
Lali.
Doña Mirtha: arquera, pertenece el grupo de “las chicas del fútbol”.
Delia: pertenece el grupo de “las chicas del fútbol”.
Lorenzo: referente barrial del mtd-av en Península.
Dirigente de la uma: Estrella Doria.
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Anexo 93