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Campus Virtual Sedronar

Géneros, diversidad
y consumos problemáticos.
Una primera aproximación
Clase 1
Perspectiva de género en consumos

Clase 1: Géneros, diversidad y consumos


problemáticos. Una primera aproximación.

Les damos la bienvenida a la primera clase del curso virtual “La perspectiva de género y
diversidad en el abordaje de los consumos problemáticos de sustancias”. El objetivo de
este curso es fortalecer la formación de equipos técnicos que trabajan en el campo de los
consumos problemáticos de sustancias desde una mirada desde la perspectiva de género
y la diversidad.

A medida que avancemos, los contenidos de las clases nos ayudarán a reflexionar sobre
nuestras propias prácticas, a repensar estrategias de intervención y a diseñar modos
de acompañamiento y cuidados que tiendan a ser libres de violencias, desigualdades y
opresiones basadas en el género.

En la clase inicial hicimos una presentación del curso y un breve resumen del contenido de
cada clase. También les compartimos una hoja de ruta donde pueden observar en detalle
el recorrido de las clases y una guía para navegar en el aula virtual y familiarizarse con ella.
Recuerden que si tienen alguna duda, pueden comunicarse por mensaje privado con su
tutor/a o enviando un mail a campusvirtual@sedronar.gob.ar

El foro de presentación continuará disponible por si alguien aún no ha realizado esa


actividad.

Esta primera clase es teórica-introductoria y presenta la perspectiva de género y


diversidad desde un paradigma integral. Además, vamos a familiarizarnos con varios
conceptos fundamentales para poder abordar los consumos problemáticos desde esta
mirada.

Lxs invitamos a comenzar haciéndonos algunas preguntas:

- ¿Qué significa incorporar una perspectiva de género y diversidad en el abordaje de los


consumos problemáticos? ¿Qué visibiliza esta perspectiva?

- ¿Es lo mismo atravesar una situación de consumo problemático para varones, mujeres,
lesbianas, gays, bisexuales, trans, interesex (LGBTI+)?

- ¿Cuáles son las especificidades del abordaje y las intervenciones desde una perspectiva
de género en las situaciones de consumo problemático?

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Durante el recorrido del curso iremos desarmando y problematizando estos interrogantes
y otras cuestiones vinculadas a distintas representaciones presentes en el terreno de los
abordajes de los consumos problemáticos.

Les invitamos a acceder al material. ¡Bienvenides!

Palabras clave: capitalismo, patriarcado, sociedad de consumo, consumos problemáticos


de sustancias, perspectiva de género, binarismo, diversidad sexual.

Contenidos:

1. El sistema capitalista, el patriarcado y el consumo.

2. La perspectiva de género: dimensiones para pensar los consumos problemáticos de


sustancias.

- Tres dimensiones del género desde las que pensar los consumos problemáticos:
simbólica, estructural e individual.

3. El sistema de asignación de sexo-género.

- Conceptos de sexo y género.

4. Identidad de género y consumos problemáticos.

5. Interseccionalidad: además del género ¿qué otros aspectos se interrelacionan a la hora


de pensar los consumos problemáticos?

6. ¿Qué aporta la perspectiva de géneros y diversidad al abordaje de los consumos


problemáticos de sustancias?

7. Reflexiones finales.

8. Referencias.

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1. El sistema capitalista, el patriarcado y el consumo

Abordar el tema de los consumos de sustancias requiere de un análisis que involucre


a las personas en su contexto y en su singularidad. Implica necesariamente analizar la
época, la sociedad, el contexto sociopolítico y cultural donde se producen. Este análisis
se profundiza cuando, además, buscamos reflexionar sobre los consumos de sustancias
desde una perspectiva de género y diversidad. En ese sentido, nos preguntarnos ¿cómo
pensar los consumos de sustancias en una sociedad capitalista y patriarcal ? ¿De qué
manera el capitalismo y el patriarcado inciden en nuestros modos de relacionarnos ,de
construir identidades y en nuestras prácticas de consumo? Y yendo todavía un poco más
lejos, ¿cómo estos sistemas determinan la lógica de las desigualdades, las violencias y la
exclusión?

El patriarcado y el capitalismo en tanto sistemas sociales, organizan y estructuran la vida


política, económica, social y cultural de las personas. Moldean desde los roles de género y
las relaciones sociales, hasta la división del trabajo y los modos de satisfacer necesidades.
Y, en consecuencia, producen y condicionan nuestras subjetividades, cuerpos, identidades
y modos de relacionarnos con otrxs y con el mundo. No sólo en las prácticas cotidianas sino
en todos los aspectos de nuestras vidas. Como sabemos, en las sociedades capitalistas las
prácticas de consumo se erigen como un gran ordenador de nuestras experiencias, y es
por esta causa que ya no podemos pensarnos sin la dimensión del consumo atravesando
nuestra subjetividad y constitución personal. Es por eso que podemos decir que el
consumo promueve relaciones y modos de satisfacción.

Vivimos en una sociedad de consumo, por lo tanto no nos resulta extraño ni absurdo
que las personas sientan que pueden alcanzar un determinado objetivo, sentir placer,
mejorar sus experiencias, restablecer cierto bienestar, atravesar un malestar o resolver
sus problemas a través de prácticas de consumo. O incluso, también, para sentirse parte
o experimentar alguna pertenencia a determinado grupo social. El consumo,como uno
de los modos de atravesar un malestar -o para sentirnos mejor- se instala y se legitima
socialmente. En ese sentido, los consumos problemáticos de sustancias se constituyen
como uno de los emergentes de un sistema que impone el consumo constante y que,
a la vez, estigmatiza y señala a personas que consumen de manera diferencial como ya
veremos a lo largo de este curso. Es por esto que resulta importante comprender los
consumos problemáticos en este marco contextual y situado, y no como el resultado de
voluntades individuales.

Existe una extensa tradición política, activista y académica que ha analizado la relación
entre el patriarcado y el capitalismo. Sin adentrarnos en profundidad en estos debates,
necesitamos detenernos brevemente en algunos rasgos generales para entender cómo las
relaciones entre estas macroestructuras determinan las dinámicas de nuestras prácticas,
nuestros modos de relacionarnos y las experiencias locales en los territorios.
Una amplia diversidad de investigaciones indagaron sobre la situación de las mujeres en
contextos particulares y si bien existen diversas teorías sobre el origen del patriarcado, se
desarrollaron análisis que demostraron que este sistema ha sabido adaptarse y mutar a
formas diferentes a lo largo de la historia.

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(...)Podemos definir al patriarcado como una forma de organización política,
económica, cultural, religiosa y social, un sistema de relaciones sociales que
se basa en el predominio de varones sobre el resto de las identidades de
género. Es un sistema que crea, sostiene y diversifica instituciones que
permiten no sólo su supervivencia sino también su reproducción. Algunos
ejemplos de estas instituciones son la familia, las instituciones estatales y
la escuela, entre otros, así como los partidos políticos, las organizaciones,
el mercado y los medios de comunicación. Estos últimos juegan un rol
fundamental en la reproducción de este sistema político de dominación:
cada vez que vemos en televisión programas o publicidades con mensajes
y discursos sexistas, en las que las mujeres son tratadas como objetos
sexuales o relacionadas únicamente con productos de belleza, alimentación
o de limpieza, o en las que las personas trans son objeto de cuestionamiento
debido a su identidad de género, estamos frente a la reproducción del
patriarcado. Cada vez que escuchamos “las niñas no hacen eso” o “los
niños no hacen aquello” estamos frente a la reproducción del patriarcado.
(ATE, 2019, p.24).

Sin embargo, reducir el patriarcado a un sistema de opresión de los varones sobre las
mujeres es una lectura que debe ser complejizada y profundizar un poco más. De lo
contrario, sería seguir reproduciendo la lógica binaria que el mismo patriarcado impone,
y perderíamos de vista las especificidades de lo que implican las jerarquías en torno a la
noción de género. El patriarcado oprime a todos los cuerpos y las identidades de género
que escapan al esquema binario de cisnormatividad y heterosexualidad obligatoria.

... no es lo mismo un varón cis que un varón trans o un varón homosexual. El patriarcado
se complementa con otros dos sistemas que son el cisexismo y la heteronormatividad.
Una persona cis es alguien cuya identidad y expresión de género coinciden con
el sexo asignado al nacer. El cisexismo es el sistema que privilegia las identidades
cis por sobre las identidades trans sobre la base de considerarlo algo “natural”. La
heteronormatividad funciona del mismo modo y ubica a la heterosexualidad como
la orientación sexual privilegiada. Según estos preceptos, lo que se aparte será
“anormal”, subordinado y susceptible de ser discriminado y violentado.

Hasta aquí, realizamos una breve descripción de algunos de los conceptos que hacen al
contexto social: sociedad de consumo, patriarcado y capitalismo.

Para finalizar este apartado, es importante comprender los consumos problemáticos de


sustancias en este gran marco estructural y con estos entramados que condicionan las
posibilidades de vida y no como el resultado de voluntades individuales. De esta manera,
ubicamos a las personas en el centro, es decir, tenemos en cuenta a cada sujetx en su
singularidad considerando su trayectoria de vida, su historia personal y colectiva, y
siempre en relación al contexto que brevemente caracterizamos.

A medida que avancemos, iremos introduciendo e incorporando una perspectiva de género


y diversidad que nos permita comprender las situaciones de consumos, por ejemplo, de
mujeres y población LGBTI+, y al mismo tiempo comprender y revisar la construcción de las
identidades masculinas condicionadas a cumplir con ciertos mandatos patriarcales ligados
también a las modalidades de consumo de los varones (cis) e identificar las violencias
desprendidas de las desigualdades basadas en el género.

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2. La perspectiva de género: dimensiones para pensar los consumos
problemáticos de sustancias

El género aquí funciona como una herramienta de análisis, un modo de conocimiento


de la realidad que permite comprender algunas de las diferencias existentes para iniciar
o continuar en el uso, abuso o adicción a sustancias. Al mismo tiempo, puede ayudar a
explicar las motivaciones de las mujeres, varones y colectivo LGBTI+ a la hora de pensar
las prácticas y las representaciones en torno al consumo de sustancias, así como también
las posibilidades de acceder a un tratamiento y sostenerlo.

Tres dimensiones del género desde las que pensar los consumos problemáticos:
simbólica, estructural e individual

Sandra Harding propone tres dimensiones del concepto de género que nos servirán para
abordar los consumos problemáticos (Jimenez Rodrigo y Guzman Ordaz, 2012).

La primera dimensión para pensar el género es la simbólica. Refiere a los modelos sociales
en torno a la masculinidad y a la feminidad (teniendo en cuenta sus variables en diferentes
momentos históricos y según las diferentes culturas y contextos sociales) que son
transmitidos en el proceso de socialización. Estas construcciones se sostienen y se manifiestan
en roles y estereotipos de género que funcionan como mecanismos de reforzamiento de
las diferencias entre los sexos que, como se dijo, refieren a las diferencias anatómicas.Los
consumos de sustancias están fuertemente condicionados por estos estereotipos. Los
modelos de feminidad y masculinidad han ido definiendo su aceptabilidad social como los
comportamientos adecuados o inadecuados para cada género.

Estos modelos tradicionales han actuado como frenos o aceleradores en la adopción


de determinados usos de sustancias, siendo éstos considerados muchas veces como
“propios de hombres”. De esta manera se contribuye a la invisibilización de los consumos
realizados por las mujeres así como a la estigmatización de las mujeres que consumen,
ya que,atravesar situaciones de consumo problemático de sustancias no iría acorde a los
modelos de feminidad impuestos. En ese sentido también, los usos de sustancias ilegales
han estado tradicionalmente asociados con el “riesgo” y la “transgresión” -componentes
esenciales de la masculinidad, pero incompatibles con la feminidad basada en el cuidado
y el autocontrol-, mientras que la mayor prevalencia de consumo de sustancias legales
es en las mujeres. Esto podemos verlo en un claro ejemplo: si un varón toma alcohol en
grandes cantidades, es posible que sea aprobado y halagado por sus pares varones por la
hazaña y potencia del aguante. En cambio, si una mujer realiza la misma práctica estará
mal vista y será estigmatizada.

En segundo lugar, existe una dimensión estructural del género, que alude a la forma
de organización social, a la división del trabajo entre los sexos y a las posiciones sociales
que de ésta se derivan y que condicionan el acceso a los recursos, entendidos estos en
sentido amplio; no sólo en cuanto a lo económico sino también al tiempo, la información,
los espacios de formación, el capital social o el poder. La distribución de las posiciones
sociales y recursos entre mujeres y varones ha determinado históricamente su relación
con diferentes sustancias en lo que se refiere a las posibilidades de acceso y de uso en sus
distintas modalidades. Los consumos problemáticos de sustancias se encuentran ubicados
en un tiempo y espacio concretos y situados en contextos sociales determinados donde
no todos lxs sujetxs cuentan con las mismas oportunidades de alcance. El género, al
actuar como delimitador de los espacios, tiempos y recursos, ha condicionado -facilitando
u obstaculizando- el acceso de las mujeres a determinados usos de drogas. Los consumos
problemáticos requieren, aunque de forma variable según las sustancias y su consideración
social y legal, de una disponibilidad de recursos económicos, sociales e informacionales

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desigualmente distribuidos entre mujeres, varones y población LGBTI+. Estas limitaciones
nos remiten necesariamente a la consideración de la interacción del género con la clase
social y otros factores de desigualdad social.

Por último, existe la dimensión individual y subjetiva. El género a nivel individual se relaciona
con las actividades, identidades y experiencias de mujeres, varones y el colectivo LGBTI+
en la vida cotidiana. Es decir, el modo en que las personas a partir de los marcos normativos
y las condiciones estructurantes, construyen su identidad de género en su vida diaria en
cuanto prácticas corporales, apariencia física, gestión y manifestación de las emociones.
El abordaje de esta dimensión implicaría preguntarnos por las motivaciones y sentidos
que mujeres, varones y colectivo LGBTI+ atribuyen a sus consumos problemáticos y cómo
dotan de significación a sus experiencias. Este elemento es fundamental para comprender
el impacto del género en los consumos problemáticos de sustancias, ya que mediante
estudios cualitativos se podrá contribuir a develar motivaciones y significaciones detrás
de los consumos sin despojar a las y los sujetos de su capacidad de agencia y reflexividad
en relación a la utilización de sustancias.

¿Qué consumos de sustancias suelen ser vistos como “naturales” para los varones?
¿Cómo se ve ese mismo consumo en mujeres? ¿De dónde crees que surge esta
diferenciación?
¿Qué características encontramos en los consumos de mujeres que son madres?
¿En tus prácticas de intervención encontrás motivaciones diferenciales según el género?

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3. El sistema de asignación de sexo-género

Hasta acá hemos dado cuenta del género como una herramienta de análisis en el abordaje
de los consumos problemáticos pero, ¿a qué llamamos género? ¿y sexo? ¿son lo mismo?

Desde los inicios del proceso de socialización se da por sentado que los seres humanos
se dividen fundamentalmente en dos grandes grupos: varones y mujeres. Ser varón o ser
mujer es algo que nos diferencia más que cualquier otra característica. Según el sistema
de pensamiento dominante a través del cual conocemos el mundo, ser varón o ser mujer
se define en función de la genitalidad. Esto significa que si un bebé nace con una vagina,
eso determina que será “mujer”, y de lo contrario será “varón”. La asignación de un rol a
cada persona en base a su genitalidad se denomina sexo y es por eso que se dice que hay
dos sexos: varón que se iguala a pene ,y mujer, a vulva. Esto, que dicho así parece algo
obvio, es el punto de partida del sistema de asignación de los géneros. Está basado en la
idea de que el sexo es una característica biológica que simplemente le da nombre a una
diferencia anatómica que existe entre las personas.

Sobre este sistema de asignación de sexo entendido como algo biológico, se monta el
género. El género se define social, cultural e históricamente. Abarca el conjunto de ideas,
representaciones y prácticas que se esperan de cada persona según el sexo asignado al
nacer. Refiere a aquello que la sociedad, a través de sus instituciones, ha establecido como
patrones de conducta para cada uno de los sexos y para las formas de relación entre ellos.

La asignación de género es estrictamente cultural y se produce desde que nacemos a


través de los procesos de socialización. El género asignado se refuerza a lo largo de toda
nuestra vida por la permanente presencia de mensajes, reglas, normas y consumos que
distribuyen los roles y comportamientos esperables en mujeres y varones. Podríamos
decir que la asignación de género es uno de los procesos de socialización que no termina
en la infancia sino que se perpetúa durante toda la vida en distintos ámbitos y espacios
como la escuela, la familia, los medios de comunicación, las instituciones religiosas, los
clubes, entre muchos otros. Esta socialización también regulará quiénes están más
habilitadxs para consumir, qué tipo de sustancias consumir, con quiénes, en dónde, y en
caso de necesitar ayuda, distribuye de manera binaria y desigual qué género debe darla,
y cuál recibirla. ¿Te suena esto?

Por si querés saber más sobre los conceptos de sexo y género...

Abordar la sexualidad desde una perspectiva de género permite hacer foco en las formas
en que sus prácticas, como en lo que se piensa acerca de él, es producto de construcciones
históricas, sociales y políticas que definen, entre otras cosas, cómo deben comportarse las
personas según estereotipos de masculinidad y feminidad, condicionando sus prácticas y
posibilidades de existencia; lo cual deriva, generalmente, en formas de opresión.

Gayle Rubin: Sistema sexo-género


Las teóricas feministas han producido una gran cantidad de conocimiento relacionado a
cómo se construyó y cómo se reproducen las relaciones de poder entre los géneros. El
trabajo de la antropóloga Gayle Rubin “El tráfico de mujeres” (1975), desarrolla el concepto
de sistema sexo-género para analizar las relaciones de sexualidad, producción y opresión.
También explica la construcción social en torno a la complementariedad de los sexos, la
heterosexualidad obligatoria, y la opresión de las mujeres por los varones a través de la
premisa fundamental del intercambio de las mujeres en el establecimiento de la cultura
a través del parentesco. De esta manera, la autora cuestiona el lugar de las mujeres en la
reproducción de la fuerza de trabajo a partir de las tareas domésticas y de cuidado.

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Las feministas de la segunda ola: Naturaleza (sexo) y Cultura (género)
El Ministerio de Salud de la Nación, en su material “Adolescencias LGBTI. : herramientas de
abordaje integral para equipos de salud” (2017) indica lo siguiente:

“Desde la década de 1970, las feministas de la segunda ola (Firestone, 1970;


Rubin, 1975, entre otrxs) señalaron que el sexo remite a la genitalidad de los
cuerpos y que el género responde a la expectativa social que se genera a
partir del sexo, incluso antes de nacer. En este sentido, distinguían el plano
biológico, anclado en el cuerpo y la genitalidad, del plano cultural vinculado
a las expectativas que existen sobre el género femenino y el masculino.
Esto le permitió al feminismo cuestionar los estereotipos de género con los
que nos criamos y con los que aprendemos a ser varones o mujeres en el
seno de una sociedad que tiene ciertas expectativas sobre nosotrxs en un
momento histórico particular. La distinción entre sexo y género posibilitó
denunciar, entre otras cosas, como nuestras culturas otorgan diferentes
oportunidades a mujeres y a varones a la hora de designar quiénes ocupan
posiciones de decisión o de influencia en la política, las familias, la ciencia
y la ciudad”.

Sin embargo, la diferenciación entre naturaleza (sexo) y cultura (género)


entró en crisis a partir de la llegada de la teoría queer originada en Estados
Unidos a finales de la década de 1980 y principios de 1990 (de Lauretis,
1987; Butler, 1990; Preciado, 2008, entre otrxs). Desde esta corriente
académica, activista y artística se pone en duda la correspondencia entre
sexo y genero: no todas las personas que nacen con pene serán varones ni
todas las personas que nacen con vagina serán mujeres. En este sentido,
las travestis, las masculinidades trans (también denominados varones
trans) y las feminidades trans (también llamadas mujeres trans) ponen en
jaque la relación directa entre sexo y género y advierten la necesidad de
comenzar a pensar en términos de identidad y expresión de género”.

Monique Wittig: La ideología de la diferencia sexual


En los años 80, Monique Wittig, feminista francesa y filósofa materialista, fue una de
las primeras teóricas en señalar que la categoría de sexo funciona haciendo pasar por
natural e inmutable una relación de poder que es siempre y ante todo, social. El éxito de
la idea de sexo (varón-mujer) radicaría en que oculta el carácter construído de lo que ella
llamó la “ideología de la diferencia sexual”. Esta ideología, según Wittig, es el producto
de un pensamiento dominante que invisibiliza el origen de todo tipo de desigualdades
(de clase, de raza y de género) imponiendo como verdad absoluta que los grupos
oprimidos son inferiores por naturaleza. En esa misma década, Adrienne Rich habló sobre
la “heterosexualidad obligatoria” como base de la opresión hacia las mujeres. La poeta,
teórica y activista lesbiana cuestionó la centralidad del matrimonio como institución
política, y la maternidad como imposición.

Judith Butler: La matriz heterosexual


Años después, la teórica feminista Judith Butler continuó criticando la idea de sexo como
algo biológico, inscripto en los cuerpos. Según Butler, no existe un sexo biológico (mujer-
varón) que exista antes del género (o antes de todas las expectativas sociales sobre lo que
implica ser mujer o varón). Expresa que no podemos siquiera imaginar la idea de que los
humanos no se diferencien en dos grandes grupos, opuestos y complementarios porque
este pensamiento se encuentra demasiado arraigado en nuestra manera de ver el mundo.
A ese pensamiento tan arraigado y binario Butler le llamó la “matriz heterosexual”. La
palabra matriz significa molde, justamente porque son esquemas a partir de los cuales
moldeamos nuestras experiencias y formas de pensar.

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Siguiendo los aportes de las autoras mencionadas, esta manera de ver el mundo -que
vamos interiorizando a lo largo de toda nuestra vida- acerca de cómo son y cómo deberían
ser las personas y las sociedades implica sostener que algunas cosas siempre fueron de
la misma manera o que son así “naturalmente”, por lo cual no tendría sentido pensar en
modificarlas. Una de las ideas más potentes del pensamiento hegemónico y dominante
en el que todos y todas solemos creer firmemente sin hacernos ninguna pregunta ni
cuestionarlo, es la división binaria de los géneros basada en el sexo asignado al nacer, y la
idea misma de que esa forma de entender la sexualidad, es del orden de lo natural.

4. Identidad de género y consumos problemáticos

Hemos visto que el género se nos presenta bajo la forma de un binomio: varón-mujer.
Resulta fundamental resaltar que todos, todas y todes tenemos una identidad de género.
Está explicitado en la Ley de Identidad de género N° 26.743 que fue reglamentada en
nuestro país el 2 de julio de 2012 y dispone el reconocimiento a “la identidad de género
y el libre desarrollo de la persona”. También conceptualiza la identidad de género como
“la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede
corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia
personal del cuerpo. Esto puede involucrar la modificación de la apariencia o la función
corporal a través de medios farmacológicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que
ello sea libremente escogido. También incluye otras expresiones de género como la
vestimenta, el modo de hablar y los modales” (Art. 1).

La ley permite que cualquier persona pueda cambiar el género asignado al nacer por
aquel que se corresponda con el cual se identifica y expresa.Esto quiere decir que este
marco legislativo considera que el sexo asignado al nacer no determina de una vez y para
siempre lo que unx es, en tanto la identidad no es un elemento estático sino que podemos
pensarnos como personas con identidades múltiples, flexibles y variables.

El concepto de identidad hace referencia al conjunto de rasgos o características de una


persona que permiten distinguirla de otras. Una persona no se define únicamente por su
género, o por su orientación sexual, o por su pertenencia a una clase social, una etnia, una
nacionalidad, un grupo etario, etc. El conjunto de estas u otras categorías impactan en el
cuerpo en simultáneo, se interrelacionan y construyen una identidad compleja.

La identidad de género de quien atraviesa una situación de consumo problemático nunca


es indistinta a la hora de pensar sus consumos ya que condiciona la modalidad, qué es lo
que consume, cuándo, cómo, dónde, con quiénes, al mismo tiempo que expresa mayor o
menor posibilidad de acceso a tratamientos en caso de necesitar ayuda. Es por eso que la
perspectiva de género y diversidad nos aporta herramientas para ampliar y profundizar
las tareas de prevención y abordaje dado que nos advierte sobre las desigualdades,
violencias y discriminaciones que suelen ser invisibilizadas cuando no se trabaja con ellas.

Esto lo veremos con más profundidad en la clase 4 cuando recorramos experiencias de


distintos dispositivos que trabajan en el abordaje de los consumos problemáticos de
sustancias y adicciones con perspectiva de género y diversidad.

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5. Interseccionalidad: además del género, ¿qué otros aspectos se interrelacionan
a la hora de pensar los consumos problemáticos?

En apartados anteriores hemos mencionado que además del género, existen otros aspectos
o categorías a tener en cuenta sobre las vidas de las personas ,ya sea que atraviesen
situaciones de consumo problemático o no: la etnia, la posición económica, la edad, la
religión entre muchas otras. Con esto nos referimos al concepto de interseccionalidad:
este enfoque es fundamental en los estudios feministas, siendo una de las contribuciones
de la teoría y el activismo más importantes de los últimos años. Su primera formulación
fue realizada por Kimberlé Crenshaw (1989), nutriéndose del pensamiento feminista
afroamericano. Este concepto revela que las desigualdades sociales son producidas por
las interacciones entre los sistemas de subordinación de género, orientación sexual, edad,
etnia, religión, origen nacional, situación socio-económica, etc.; que se constituyen uno a
otro de forma dinámica.

Tal como vimos desde el inicio de la clase, en las sociedades patriarcales como en la cual
nos desenvolvemos, existe una jerarquía de género determinada socialmente. Los varones
son los que detentan las estructuras de poder material y simbólico por sobre el resto de
las identidades de género. Esto podemos verlo reflejado si pensamos por ejemplo en los
principales referentes de los partidos políticos, en la dirección de las empresas, en los
altos cargos de los sindicatos, en la dirigencias de los clubes, en la ciencia, la psiquiatría
y cualquier otro espacio que se nos ocurra pensar. Pero no es lo mismo un varón cis/
heterosexual que un varón trans ni que un varón homosexual, porque como dijimos antes,
en una sociedad marcada por la cisnormatividad y heterosexualidad obligatoria, todo lo
que se aparte de esto será “anormal”, subordinado y susceptible de ser discriminado. Y si
en el contexto de una sociedad capitalista los varones trans y homosexuales además son
pobres, las discriminaciones y violencias se potencian.

Como sabemos, las mujeres ocupan también un lugar subordinado en el ordenamiento


patriarcal. Pero, si además una mujer es lesbiana, pobre, migrante, el acceso a bienes, a
recursos materiales y simbólicos y a derechos, es significativamente diferente al de un
varón cishetero e, incluso, al de una mujer cishetero con poder adquisitivo. Ahí es donde
podemos dar cuenta del concepto de interseccionalidad: al incluir las diferentes categorías
sociales de clase, género, orientación sexual y nacionalidad, estamos viendo la foto
completa de esa identidad y podemos comprender cuáles son sus privilegios y opresiones
dentro de la estructura social y su relación con las diferentes instituciones.

Comprender las identidades desde la complejidad y desde su carácter dinámico nos


puede ayudar a comprender las maneras en que el género se cruza o intersecta con otras
dimensiones y cómo estos cruces inscriben desigualdades, opresiones y privilegios en las
experiencias singulares.

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6. ¿Qué aporta la perspectiva de géneros y diversidad al abordaje de los
consumos problemáticos de sustancias?

En apartados anteriores dijimos que abordar los vínculos entre los consumos de sustancias
y la perspectiva de género y diversidad requiere mirar el contexto social y la época desde
donde se producen. También señalamos que al mismo tiempo, necesitamos analizar el
sentido que las personas construyen alrededor del consumo y cómo se inscriben en lo
singular de sus historias de vida y los espacios de pertenencia por los que transitan, el
lugar de trabajo, sus familias, etc.

Analizamos la categoría de género como un aporte fundamental en las dimensiones


contextuales, relacionándose, con la clase social y otras diferencias como la edad, la nacionalidad
o grupo étnico, que suelen darse por supuestas y nos llevan a hablar con frecuencia, por
ejemplo, de “las mujeres” como un colectivo homogéneo, como si fueran todas iguales,
invisibilizando una infinidad de experiencias e intersecciones. Ocurre lo mismo cuando
hablamos de la diversidad sexual.

De esta manera decimos que la perspectiva de géneros y diversidad favorece el ejercicio


de una lectura crítica de la realidad que nos permite develar posiciones de desigualdad
y subordinación. Al mismo tiempo, permite visibilizar los modos en que se determinan
y moldean los vínculos entre las personas. Cómo las relaciones de desigualdad entre los
géneros producen y reproducen distintos grados de violencia adquiriendo expresiones
concretas en todos los ámbitos en los que nos desenvolvemos las personas: el trabajo, la
familia, la política, las organizaciones, la salud, la sexualidad.

Con todo lo trabajado hasta acá, podemos afirmar que incorporar la perspectiva de
género y diversidad en los abordajes de los consumos problemáticos, permite:

Reconocer las relaciones de desigualdad que se producen entre los géneros a la hora
de pensar nuestras intervenciones: ¿Nos detuvimos a observar, por ejemplo, si se
reacciona de la misma manera si se ve tomando alcohol a un varón que a una mujer? Y
si esa mujer está embarazada, ¿se hace el mismo juicio? ¿A quién se le otorga un mayor
castigo social y por qué? Las mujeres y colectivo LGBTI+ ¿tienen iguales condiciones
de accesibilidad a tratamientos que los varones cis?

Visibilizar la existencia de sistemas que institucionalizan y reproducen una forma única


y legítima de vivir: ¿Alguna vez se pusieron a pensar, por ejemplo si hay dispositivos
de abordaje pensados para mujeres con hijos o hijas? ¿Para personas trans y travestis?
¿Encontramos abordajes diferenciales respecto a las identidades de género de las
personas? ¿A las personas trans se las penaliza socialmente por consumir de la misma
manera que a las personas cis? ¿Podemos pensar que los dispositivos de abordaje de
los consumos problemáticos históricamente estuvieron pensados para varones cis
y que esto tiene efectos concretos en los posibles tratamientos de mujeres, trans,
travestis y lesbianas? (todas estas preguntas las retomaremos más adelante).

Comprender que las relaciones de poder basadas en el género no son naturales sino que
responden a construcciones sociales e históricas que atraviesan a todas las personas:
¿nos preguntamos, por ejemplo, por qué cuando un varón consume alcohol se vuelve
“extrovertido” y por el contrario si una mujer lo hace se vuelve “menos femenina”?
¿Masculinidad y alcoholismo se retroalimentan? ¿Qué oculta la frase “Dale, tomá.
No seas maricón”? ¿Qué relaciones encontramos entre las responsabilidades en los
trabajos de cuidados que recaen en las mujeres cis, trans, travestis y el consumo de
psicofármacos? ¿Qué personas comenzaron a aparecer en las publicidades de cerveza,
que hasta hace unos años sólo aparecían en plano secundario y ahora se las muestra
como bebedoras? ¿Por qué crees que las incluyeron?

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Evidenciar que las desigualdades por diferencias de géneros atraviesan todo el
entramado social y se articulan con otras relaciones sociales como la clase, la etnia,
la edad, la identidad sexual y religión: por ejemplo, ¿son igualmente valoradas los
consumos de sustancias en una mujer migrante, una mujer que vive en un barrio
popular o una mujer universitaria de clase media? ¿Por qué solemos escuchar que las
mujeres-trans y travestis migrantes por delitos vinculados a tenencia y tráfico de
sustancias ya están “condenadas de antemano”?

Para seguir pensando y trabajando en los conceptos planteados, te invitamos a ver el


siguiente video: ¿De qué hablamos cuando hablamos de sexo, género e Identidad?

Si te interesa seguir profundizando en estos contenidos, te recordamos que podés acceder al


Glosario de este curso que conceptualiza algunas de las cuestiones que fuimos mencionando.

Además incorporamos el Anexo “Una breve aproximación a los consumos problemáticos de


sustancias” en donde podrán encontrar un acercamiento a la problemática, con definiciones
y concepciones acerca de los consumos, teniendo en cuenta la perspectiva histórica, cultural,
relacional y social. Incluimos este anexo como una herramienta que complemente y ayude a
la comprensión de la problemática desde una perspectiva de género.

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7. Reflexiones finales

En esta primera clase vimos que el sistema capitalista, el patriarcado, el mercado y la


sociedad de consumo actúan como determinantes en la manera en la que pensamos el
mundo y nos vinculamos y que eso tiene un efecto concreto a la hora de pensar los consumos
problemáticos. Para empezar a reflexionar sobre nuestras prácticas, presentamos lógicas
y dimensiones del género que se articulan directamente con las prácticas y modalidades
de consumo problemático de sustancias.

También vimos que todas las personas desarrollan su identidad en un contexto


determinado y que ese contexto siempre se ve atravesado por macroestructuras como
el capitalismo y el patriarcado. Estos fomentan y contribuyen al desarrollo de diversas
situaciones de desigualdad y violencias que acontecen y se reproducen en el plano de lo
político, lo económico, lo cultural y lo subjetivo.

Por último, hicimos un recorrido acerca de cuáles serían los aportes de la perspectiva de
género en el abordaje de los consumos problemáticos y planteamos algunas preguntas
disparadoras para visibilizar la necesidad de incorporar esta perspectiva en nuestras
intervenciones.

Hasta acá llegamos con la primera clase. En la próxima, trabajaremos sobre representaciones
sociales y estereotipos basados en los géneros y el abordaje de los consumos problemáticos,
teniendo presentes todos los conceptos que estuvimos recorriendo en la clase de hoy.
Luego de este cierre, les invitamos a realizar la actividad correspondiente a esta clase.

¡No duden en escribirnos ante consultas y comentarios!


¡Nos leemos pronto!

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8. Referencias

Asociación Trabajadores del Estado (2019) Diplomatura en operadorxs en promoción de


políticas de género y abordaje a las violencias. Módulo 1: Géneros y Derechos, una entrada
al género y la sexualidad. Buenos Aires.

Butler,J. (2008). Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del sexo.
Buenos Aires: Paidós.

Catinari, V.; Snardi, J.; Torres Cárdenas, M. (2016). De posibilidades e (im)posibilidades.


Hacia una construcción de género con equidad. En prensa Prácticas Culturales Y Género(s).

Contratá Trans. 19/5/2020. ¿De qué hablamos cuando hablamos de sexo, género e
identidad? Youtube. https://www.youtube.com/watch?v=rpc694bDWGo&t=3s

Facio, A. (2005). Feminismo, género y patriarcado, en: Revista sobre enseñanza del
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Buenos Aires. Paidos.

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e intersección con otros ejes de desigualdad en Oñati Socio-Legal Series, v. 2, n. 6 (2012)

Diferencias invisibles: género, drogas y políticas públicas. El enfoque de género en las


políticas europeas de drogas.

Maffia, D. (2011). El ocultamiento de las mujeres en el consumo de sustancias psicoactivas.


Unidad de Seguimiento de Políticas Públicas en Adicciones. Legislatura de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires.

Ministerio de Salud de la Nación (2017) Salud y adolescencias LGBT: herramientas de


abordaje integral para equipos de salud. 1a ed. Buenos Aires.

Red CAAC. (2019). Acompañamiento y cuidado desde una mirada integral comunitaria de
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En: Observatorio de Drogadependencias de Castilla-La Mancha, No 1-2005. p. 29-34.

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Monografía Humanitas, Fundación Medicina y Humanidades Médicas, Barcelona, volumen
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