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Sábado, 17 de septiembre de 2022

JAIR OCHOA
EL SERVICIO DIARIO
“Y allí me encontraré con los hijos de Israel, y el
tabernáculo será santificado con mi gloria. Y
santificaré el tabernáculo de la congregación y el altar:
santificaré asimismo a Aarón y a sus hijos, para que
me sirvan como sacerdotes” Éxodo 29:43, 44.
Los sacerdotes que oficiaban en el Santuario se
dividían en 24 turnos, o divisiones, cada una de las
cuales servía dos voces al uno, una semana por vez.
Los levitas se dividían en forma similar, como también
el pueblo. Los corderos destinados a los sacrificios de
la tarde y de la mañana eran provistos por el pueblo; y
la sección del pueblo que proveía los corderos para
una semana particular, mandaba sus representantes a
Jerusalén para aquella semana, a fin de que ayudasen
en los servicios, mientras que el resto del pueblo
permanecía en casa, celebrando una semana especial
de devoción y meditación. En ocasión de una gran
fiesta, como la Pascua o el Día de las Expiaciones,
gran número de sacerdotes era convocado al
santuario, y también un número correspondiente
de levitas.
El servicio diario incluía la ofrenda de un cordero
sobre el altar de los holocaustos cada tarde y cada
mañana, con las oblaciones y libaciones apropiadas,
el aderezamiento y el encendido de las lámparas en
el lugar santo, la ofrenda del incienso, con el
trabajo acompañante, la ofrenda de la oblación de
Aarón y sus hijos, la ofrenda de los sacrificios
individuales, como las ofrendas por el pecado, los
holocaustos, las oblaciones y las ofrendas pacíficas.
Además de estos deberes diarios, había muchos otros,
como los sacrificios de purificación, las ofrendas por
los leprosos, por los votos de los nazareos, por la
contaminación. También se necesitaban hombres para
llevarse las cenizas, proveer y examinar la leña que se
usaba en el altar, para custodiar el santuario, abrir y
cerrar las puertas, y actuar como cuidadores en
general. El recinto del templo era un lugar atareado
desde el alba hasta que las puertas se cerraban al
atardecer.
“Todas las mañanas y todas las tardes se
sacrificaba un cordero sobre el altar. Esto se hacía
para representar la muerte del Salvador. Mientras el
niño Jesús estaba mirando a la víctima inocente, el
Espíritu Santo le enseñó su significado. Comprendió
que él mismo, como el Cordero de Dios, debía morir
por los pecados del mundo” (La Única Esperanza, pág.
29).
“El culto familiar no debiera ser gobernado por las
circunstancias. No habéis de orar ocasionalmente y
descuidar la oración en un día de mucho trabajo. Al
hacer esto, inducís a vuestros hijos a considerar la
oración como algo no importante. La oración
significa mucho para los hijos de Dios y las acciones
de gracias debieran elevarse delante de Dios
mañana y noche. Dice el salmista: ‘Venid,
aclamemos alegremente a Jehová; cantemos con júbilo
a la roca de nuestra salvación. Lleguemos ante su
presencia con alabanza; aclamémosle con cánticos’”
(La Oración, pág. 197)

DOMINGO
1. Además de los sacrificios ofrecidos en el
santuario para el perdón de los pecados, ¿qué otro
tipo de ofrendas se presentaban?
Éxodo 29:38-40. Y esto es lo que ofrecerás sobre el
altar cada día: dos corderos de un año, continuamente.
39 Ofrecerás un cordero a la mañana, y el otro
cordero ofrecerás a la caída de la tarde: 40 Y con
un cordero una décima parte de un efa de flor de
harina amasada con la cuarta parte de un hin de
aceite molido; y la libación será la cuarta parte de
un hin de vino.
Se establece el servicio diario. Cada mañana había
de ofrecerse sobre al altar un cordero y otro
cordero a la caída de la tarde, como ofrenda
encendida a Jehová, en holocausto continuo por sus
generaciones, ambas con su correspondiente aderezo
de harina, aceite y vino (Éxo 29:38-41). 
Mientras era aún obscuro por la mañana, las puertas se
abrían y se permitía al pueblo entrar. Entre los
sacerdotes, se echaban suertes para determinar
quiénes habían de presentar el sacrificio, quién
había de asperjar la sangre, quién había de llevar
las cenizas, quién había de ofrecer el incienso,
quién había de aderezar las lámparas, y quién
había de proveer el vino para la libación. Los
sacerdotes habían pasado la noche en las
dependencias del templo, aunque únicamente a los
sacerdotes más ancianos se les permitía acostarse a
descansar. Se esperaba que los demás quedasen
despiertos y estuviesen listos cuandoquiera que los
llamasen. Por la mañana, antes de amanecer, se
bañaban, y cuando llegaba el momento de echar las
suertes, estaban todos listos.
El cordero ofrecido en el servicio diario era en
holocausto. Representaba a toda la nación, era una
especie de sumario de todas las ofrendas. Contenía
en sí las características vitales de cada uno de los
sacrificios: era una ofrenda de sangre, que significaba
expiación; era una ofrenda en substitución “será acepto
en favor suyo” (Levítico 1:4, V. M.); era una ofrenda
dedicatoria, completamente consagrada a Dios, y
consumida sobre el altar; era una ofrenda de olor
agradable, “ofrenda encendida de olor suave a
Jehová”.
Esto era tipo de la continua intercesión que Cristo hace
y para la cual vive (Heb 7:25), en virtud de su
satisfacción en la Cruz, para la continua santificación
de su Iglesia; aunque se ofreció a sí mismo una vez por
todas (Heb 9:12, Heb 9:26), aquella única ofrenda
tiene un efecto perpetuo. 
Esto nos enseña a ofrecer a Dios sacrificios
espirituales de oración y alabanza cada día,
mañana y tarde, en reconocimiento humilde de
nuestra dependencia de Él y de nuestras
obligaciones para con Él. El tiempo de la oración ha
de observarse tan estrictamente como se observa el
tiempo de comer.
“Cada mañana y cada tarde, se ofrecía sobre el
altar un cordero de un año, con las oblaciones
apropiadas de presentes, para simbolizar la
consagración diaria a Dios de toda la nación y su
constante dependencia de la sangre expiatoria de
Cristo. Dios les indicó expresamente que toda ofrenda
presentada para el servicio del santuario debía ser ‘sin
defecto’ Éxodo 12:5. Los sacerdotes debían
examinar todos los animales que se traían como
sacrificio, y rechazar los defectuosos. Solo una
ofrenda ‘sin defecto’ podía simbolizar la perfecta
pureza de Aquel que había de ofrecerse como ‘cordero
sin mancha y sin contaminación’ 1 Pedro 1:19. El
apóstol Pablo señala estos sacrificios como una
ilustración de lo que los seguidores de Cristo han de
llegar a ser. Dice: ‘Por tanto, hermanos, os ruego por
las misericordias de Dios, que presentéis vuestros
cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios
que es vuestro verdadero culto’ Romanos 12:1”
(Patriarcas y Profetas, pág. 320).
LUNES
2. ¿Cómo describen las Sagradas Escrituras estos
sacrificios y su propósito?
Éxodo 29:41, 42. Y ofrecerás el otro cordero a la
caída de la tarde, haciendo conforme a la ofrenda de
la mañana, y conforme a su libación, en olor de
suavidad; será ofrenda encendida a Jehová. 42 Esto
será holocausto continuo por vuestras generaciones a
la puerta del tabernáculo de la congregación delante
de Jehová, en el cual me concertaré con vosotros,
para hablaros allí.
Ahora el Señor empieza a describir los deberes
ministeriales de los sacerdotes, empezando con los
holocaustos que se ofrecían en la mañana y en la
tarde cada día. La primera responsabilidad de los
sacerdotes cada mañana era quitar las cenizas del
altar, encender el fuego y luego ofrecer un cordero al
Señor, símbolo de total devoción a Dios. Lev 6:8-13.
Este es un hermoso cuadro de lo que debería ser
nuestro «tiempo devocional» cada mañana. «Que
avives el fuego del don de Dios» (2Ti 1:6) literalmente
significa «avívalo hasta que arda fuertemente». Cuán
fácil es que el fuego se reduzca en el altar de nuestros
corazones (Apo 2:4) al punto de convertirnos en tibio
(Apo 3:16) y hasta fríos (Mat 24:12). El tabernáculo
fue santificado (apartado) por la gloria de Dios (Éxo
29:43), cuando su gloria entró en el Lugar Santísimo
(Éxo 40:34). Israel era la única nación que tenía «la
gloria» (Rom 9:4). El Espíritu de Dios vive en
nosotros y por consiguiente debemos ser un pueblo
separado para dar gloria a Dios (2Co 6:14-18; 2Co
7:1).
Al entrar el sacerdote en el santuario para ofrecer
el incienso, el cordero del sacrificio matutino, que
había sido previamente elegido y presentado a
Jehová, estaba atado a uno de los anillos del piso en
la parte norte del altar. Con un cuchillo se cortaba
la tráquea del cordero, y se recibía la sangre en un
tazón de oro y se la asperjaba en derredor sobre el
altar. Después de esto, se desollaba el animal y se lo
cortaba en varios pedazos. Las entrañas eran
colocadas sobre una de las mesas de mármol
provistas con este fin, y lavadas. Después de esto,
seis sacerdotes llevaban estos pedazos a la parte
superior del altar, donde eran colocados en orden y
quemados. Otro sacerdote llevaba la oblación de
harina; otro aún, la ofrenda de tortas del sumo
sacerdote; y aún otro, la libación. Las ofrendas
eran todas saladas con sal antes de ser
puestas sobre el altar.
El servicio vespertino, que se realizaba más o
menos a las tres de la tarde, era similar al servicio
matutino. Se mataba el cordero, se asperjaba la
sangre, se ofrecía el incienso, y se volvía a pronunciar
la bendición sacerdotal. Al obscurecer, se cerraban
las puertas.
Así se llevaba a cabo cada día del año el servicio
diario, inclusive los sábados y días de fiesta. El
sábado se ofrecían dos corderos por la mañana y
dos por la tarde, en vez de uno, como los días de
semana. En otros días de fiesta se ofrecían siete
corderos adicionales, pero en los demás el servicio
permanecía siendo el mismo.
Aunque el sacrificio matutino y vespertino era para
la nación en conjunto y no valía para alguna
persona específica, llenaba, sin embargo, un
propósito definido para con el individuo. Cuando
un israelita había pecado, había de traer una
ofrenda al templo y allí confesar su pecado. Sin
embargo, no le era siempre posible hacerlo. Un
pecador podía vivir a un día de viaje, o tal vez a una
semana de Jerusalén. Le era imposible venir al templo
cada vez que pecaba. Para estos casos, el sacrificio de
la mañana y de la tarde constituía una expiación
provisoria. Proveía un “manto” hasta el momento en
que el pecador pudiese comparecer personalmente en
el tabernáculo y ofrecer su ofrenda individual.
Esto queda ilustrado en el caso de Job. Sus hijos
“hacían banquetes en sus casas, cada uno en su día”
(Job 1:4). En tales festines, sucedían indudablemente
cosas que no agradaban a Dios. Job mismo temía que
sus hijos pecasen, y también que olvidasen o
postergasen la realización del sacrificio necesario. Por
esta razón Job “levantábase de mañana y ofrecía
holocaustos conforme al número de todos ellos.
Porque decía Job: Quizá habrán pecado mis hijos, y
habrán blasfemado a Dios en sus corazones. De esta
manera hacía todos los días” (versículo 5). Job ofrecía
un holocausto por cada uno de sus hijos. “Quizá
habrán pecado mis hijos”, decía. Creía que su ofrenda
constituía una expiación provisoria por ellos hasta el
momento en que reconociesen su culpa y estuviesen
dispuestos a presentarse a Dios ellos mismos.
Igualmente, el sacrificio matutino y vespertino era
una expiación provisoria en favor de Israel.
Significaba consagración y aceptación por
substitución. Acerca del holocausto individual se
dice: “Será acepto en favor suyo” (Levítico 1:4, V. M.)
Si la ofrenda individual era así acepta “en favor suyo”,
¿no podemos creer que la ofrenda nacional era
aceptada en favor de toda la nación?
Los sacrificios matutinos y vespertinos
simbolizaban no solamente la expiación provista
por el cordero, sino también la consagración de
toda la nación a Jehová. La víctima, totalmente
consumida en el altar, era emblema de los que
diariamente se dedicaban a Dios, cuyo todo estaba
sobre el altar, y que estaban dispuestos a seguir  al
Cordero, dondequiera que los condujese. Mañana y
tarde sus oraciones ascendían al Dios de Israel,
mezcladas con el suave incienso de la justicia y
perfección de Cristo.
“El ministerio del santuario estaba dividido en dos
partes: un servicio diario y otro anual. El servicio
diario se efectuaba en el altar del holocausto en el atrio
del tabernáculo, y en el lugar santo; mientras que el
servicio anual se realizaba en el lugar santísimo. ... El
servicio diario consistía en el holocausto matutino y
el vespertino, en el ofrecimiento del incienso en el
altar de oro y de los sacrificios especiales por los
pecados individuales” (Patriarcas y Profetas, pág.
320).

DIOS SE ENCONTRÓ CON SU PUEBLO


El Tabernáculo era el lugar que Dios eligió para
manifestar su presencia en medio de Su pueblo. El
Tabernáculo también se llama «santuario» y «tienda de
reunión» en el Antiguo Testamento y significa el lugar
de encuentro entre Dios y su pueblo elegido.
Nuestro Señor siempre tiene propósitos claros para
cada indicación dada en Su Palabra y siempre son para
dar gloria a Su nombre. Esto lo vemos en los
propósitos del tabernáculo establecidos por Dios a
Moisés:
Dios ordenó la construcción del tabernáculo para que
el pueblo viera su presencia entre ellos (Éx 25:8).
Dios quería un «lugar de encuentro» para comunicar a
Moisés las indicaciones para Su pueblo (Éx 25:22).
Los sacrificios se presentaban en el tabernáculo para
varios fines (Éx 29:14, 24, 28).
MARTES
3. ¿Cuán especiales fueron para el pueblo los
sacrificios diarios? ¿Qué profundo significado
tenían?
Éxodo 29:43, 44. Y allí me encontraré con los hijos
de Israel, y el tabernáculo será santificado con mi
gloria. 44 Y santificaré el tabernáculo de la
congregación y el altar: santificaré asimismo a
Aarón y a sus hijos, para que me sirvan como
sacerdotes.
Se reitera el propósito del tabernáculo y de sus
holocaustos. Es ahí donde el Señor se reunirá con su
gente, en donde hablará con ellos y les mostrará su
gloria.
Cristo murió por todos. Tanto el santo como el
pecador participan del sacrificio del Calvario. “Siendo
aún pecadores” ¡él dio su vida como rescate! Muchos
no harán la aplicación personal del sacrificio, pero
permanece el hecho de que Cristo murió por ellos. Si
lo aceptan su sangre los cubre. Ha sido hecha una
provisión amplia y completa para mi salvación. Cristo
“es Salvador de todos los hombres que creen” (1
Timoteo 4:10). Cada alma que vive hoy debe su vida
al Gólgota. Si no hubiese sido por “el Cordero, el
cual fue muerto desde el principio del mundo”,
Adán habría quedado sin esperanza. Las palabras:
“El día que de él comieres, morirás,” habrían sellado
su suerte para toda la eternidad (Apocalipsis 13:8;
Génesis 2:17). Pero se le perdonó la vida a Adán. No
murió. El Cordero tomó su lugar.
Así también sucede ahora. Dios no ha cambiado. El
pecado y los pecadores no tienen derecho a existir.
El pecado es tan ofensivo a la vista de Dios hoy
como en el huerto de Edén. Se permite a los
pecadores vivir y se les concede un sobreseimiento
de la ejecución únicamente en virtud de la sangre
expiatoria de Cristo. Porque murió el Cordero, viven
ellos. Se les concede tiempo de gracia. De día en día
Cristo les da vida, “si en alguna manera, palpando, le
hallen” (Hechos 17:27).
“El servicio matutino expiaba los pecados cometidos
durante la noche anterior, el servicio de la tarde
expiaba los pecados cometidos durante el día” —
Jewish Encyclopedia, tomo 2, pág. 277.
“El incienso, que ascendía con las oraciones de
Israel, representaba los méritos y la intercesión de
Cristo, su perfecta justicia, la cual por medio de la fe
es acreditada a su pueblo, y es lo único que puede
hacer el culto de los seres humanos aceptable a Dios.
Delante del velo del lugar santísimo, había un altar
de intercesión perpetua; y delante del lugar santo,
un altar de expiación continua. Había que
acercarse a Dios mediante la sangre y el incienso,
pues estas cosas simbolizaban al gran Mediador,
por medio de quien los pecadores pueden acercarse
a Jehová, y por cuya intervención tan solo puede
otorgarse misericordia y salvación al alma arrepentida
y creyente” (Patriarcas y Profetas, pág. 321).
MIÉRCOLES
4. Entonces, ¿en qué sentido especial deseaba el
Señor morar entre su pueblo?
Éxodo 29:45, 46. Y habitaré entre los hijos de
Israel, y seré su Dios. 46Y conocerán que yo soy
Jehová su Dios, que los saqué de la tierra de Egipto,
para habitar en medio de ellos: Yo Jehová su Dios.
Era una cosa que Él fuese a ser el Dios de ellos y
que ellos fuesen a ser su pueblo, pero que además él
quisiera habitar o levantar su tabernáculo entre
ellos era una realidad muy importante en la
experiencia de la nueva nación. Ellos debían
comprender no solo la trascendencia de su Dios,
que moraba en el cielo de los cielos, sino también la
inmanencia de su Dios, cuya morada estaba con
ellos. Su redención de Egipto había tenido lugar con
este propósito (Éxo 29:46).
La acción de Dios al sacar a los israelitas de Egipto
mostró su gran deseo de estar con ellos y protegerlos.
A lo largo de la Biblia, nos muestra que no es un
propietario ausente. Quiere vivir entre nosotros,
aun en nuestros corazones. No excluya a Dios de su
vida. Permítale ser su Dios al obedecer su palabra y
comunicarse con Él en oración. Permítale ser su
propietario residente.
¡Cuán gloriosamente se cumplen estas verdades en el
creyente cristiano! Ha llevado sus pecados al pie de la
cruz y por la fe ha recibido perdón del Señor. En
humilde obediencia ofrece sacrificios diarios de
alabanza y oración que son aceptables a Dios. Con la
ley escrita en su corazón experimenta la santidad de
El, por obediencia a la verdad mediante el Espíritu
(1Pe 1:22), y el Espíritu de Dios continuamente mora
con él.
“Como símbolo de la autoridad de Dios y
condensación de su voluntad, se le entregó a Moisés
una copia del Decálogo, escrita por el dedo de Dios
mismo en dos tablas de piedra (Deuteronomio
9:10; Éxodo 32:15, 16), que debían guardarse como
algo sagrado en el santuario, el cual, una vez
construido iba a ser el centro visible del culto de la
nación” (Patriarcas y Profetas, pág. 286).
SÍMBOLO Y PREPARACIÓN PARA EL
MAYOR SACRIFICIO
Mientras Dios deseaba enseñar a los hombres que
el don que los reconcilia consigo mismo proviene de
él, el gran enemigo de la humanidad procuró
representar a Dios como un ser que se deleita en
destruirlos. De este modo los sacrificios y los ritos
mediante los cuales el cielo quería revelar el amor
divino fueron pervertidos.
Con sus palabras y sus acciones, durante su ministerio
terrenal, el Mesías iba a revelar a la humanidad la
gloria de Dios el Padre. Cada acto de su vida, cada
palabra que hablara, cada milagro que realizara,
iba a dar a conocer a la humanidad caída el amor
infinito de Dios.
Mediante los patriarcas y los profetas, así como
mediante las figuras y los símbolos, Dios hablaba al
mundo del advenimiento de quien lo libertaría del
pecado (Exaltad a Jesús, p. 20).
JUEVES
5. ¿Quién era el símbolo en todo sacrificio? Por lo
tanto, ¿para qué estaba preparando el Señor a su
pueblo?
Ezequiel 46:13. Y sacrificarás a Jehová cada día en
holocausto un cordero de un año sin defecto, cada
mañana lo sacrificarás.
El servicio diario proveía así expiación por la
sangre del cordero; intercesión por la nube ascendente
del incienso; vida, física y espiritual, por el pan de la
presencia; luz por la lámpara del candelabro. Visto
desde el lado humano, el servicio diario significaba
consagración, ilustrada por el cordero sobre el altar;
oración, por el humo del incienso; reconocimiento de
una dependencia completa de Dios, por el alimento
diario; y comprensión de que únicamente por la luz
que Dios derrama sobre nuestra senda pueden ser
iluminadas nuestras obscurecidas mentes y vidas. El
servicio diario simbolizaba y significaba la
necesidad que tiene el hombre de Dios, y también la
completa provisión que hace Dios para suplir esta
necesidad.
1 Pedro 1:18-21, 10-12. Sabiendo que fuisteis
redimidos de vuestra vana manera de vivir, la cual
recibisteis por tradición de vuestros padres, no con
cosas corruptibles, como oro o plata; 19 sino con la
sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin
mancha y sin contaminación; 20 ya preordinado
desde antes de la fundación del mundo, pero
manifestado en los postreros tiempos por amor de
vosotros, 21quienes por Él creéis en Dios, el cual le
resucitó de los muertos, y le ha dado gloria, para que
vuestra fe y esperanza sean en Dios. ... 10Acerca de
esta salvación inquirieron y diligentemente indagaron
los profetas que profetizaron de la gracia que había de
venir a vosotros, 11 escudriñando cuándo o en qué
punto de tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que
estaba en ellos, cuando prenunciaba las aflicciones que
habían de venir a Cristo, y las glorias después de ellas.
12A los cuales fue revelado, que no para sí mismos,
sino para nosotros administraban las cosas que
ahora os son anunciadas por los que os han
predicado el evangelio por el Espíritu Santo
enviado del cielo; cosas en las cuales desean mirar
los ángeles.
Jesucristo es el Emancipador, por medio de Quien
somos libertados de la esclavitud del pecado y de la
muerte; es el Cordero sin mancha ni contaminación
(versículo 19). Cuando Pedro hablaba así de Jesús, su
mente se retrotraía a dos imágenes del Antiguo
Testamento: a Isaías 53, con su descripción del Siervo
doliente por medio de cuyo sufrimiento somos
salvados y sanados, y sobre todo a la del Cordero
Pascual (Ex 12:5). En aquella noche memorable
cuando dejaron atrás la esclavitud de Egipto, se mandó
a los israelitas, que tomaran un cordero, y lo
sacrificaran, y marcaran con su sangre el dintel y los
dos postes de las puertas; y, cuando el ángel de la
muerte pasara por la tierra matando a los primogénitos
de los egipcios, " pasaría por alto» -eso es lo que
quiere decir pascua- las casas así marcadas. Ese cuadro
del Cordero Pascual contiene las ideas gemelas de la
emancipación de la esclavitud y liberación de la
muerte. No importa cómo lo interpretemos: costó la
vida y la muerte de Jesucristo el libertarnos de la
esclavitud del pecado y de la muerte.
Jesucristo personifica el eterno propósito de Dios. Fue
antes de la creación del mundo cuando fue
predestinado para la Obra que se Le encomendó
(versículo 20). Aquí tenemos un gran pensamiento. A
veces tendemos a pensar en Dios primero como
Creador y luego como Redentor, como si Él hubiera
creado el mundo y después, cuando se Le rebeló,
encontró la manera de rescatarlo mediante Jesucristo.
Pero aquí se nos presenta a Dios como Redentor
antes de ser Creador. Su propósito redentor no fue
una salida de emergencia a la que se vio obligado
cuando las cosas se Le pusieron mal; estaba ahí
desde el principio, desde antes de la Creación.
Las circunstancias hacen preciosas a las cosas. El
hambre hace precioso el pan; la sed al agua; la pobreza
a las riquezas. El pecado y la condenación hacen
preciosa la sangre de Cristo.
1. Preciosa debido a su poder redentor.
«Rescatados… no con cosas corruptibles, como oro o
plata, sino con la sangre preciosa de Cristo» (1Pe 1:19;
Hch 20:28).
2. Debido a su poder purificador (1Jn 1:7). La
pureza va antes de la comunión.
3. Debido a su poder pacificador (Col 1:20). Da paz
a la ley quebrantada y a la conciencia culpable.
4. Debido a su poder reconciliador (Efe 2:13). El
parentesco de sangre con el cielo.
5. Debido a su poder liberador (Heb 10:19, Heb
10:20). El derecho a la condición de hijos.
6. Debido a su poder vencedor (Apo 12:11).
Venciendo al mundo, al temor de la muerte, y al poder
del diablo.
7. Debido a su poder conducente al cántico (Apo
5:9). ¿Quiénes pueden cantar como más que
vencedores por medio del poder protector de la sangre
del Capitán de ellos? Un nuevo cántico para nuevas
almas en una nueva esfera.
“De una raza de esclavos, los israelitas fueron
ascendidos sobre todos los pueblos, para ser el
tesoro peculiar del Rey de reyes. Dios los separó del
mundo, para confiarles una responsabilidad sagrada.
Los hizo depositarios de su ley, y era su propósito
preservar entre los hombres el conocimiento de sí
mismo por medio de ellos. De esta forma la luz del
cielo iba a iluminar a todo un mundo que estaba
envuelto en tinieblas, y se oiría una voz que
invitaría a todos los pueblos a dejar su idolatría y
servir al Dios viviente. Si eran fieles a su
responsabilidad, los israelitas llegarían a ser una
potencia en el mundo. Dios sería su defensa y los
elevaría sobre todas las otras naciones. Su luz y su
verdad serían reveladas por medio de ellos, y se
destacarían bajo su santa y sabia soberanía como un
ejemplo de la superioridad de su culto sobre toda
forma de idolatría” (Patriarcas y Profetas, pág. 286).
ORDEN EN EL CAMPAMENTO Y VIAJES
Bajo la dirección de Dios más adelante, Moisés
designa un orden religioso, los levitas, y les da los
recursos para construir el tabernáculo del pacto (Nm
1:48-54). También establece un campamento en donde
vive todo el pueblo, organiza a los hombres en edad
para pelear, por jerarquías militares, y designa
comandantes y oficiales (Nm 2:1-9). Además, crea una
burocracia, delega la autoridad a líderes calificados e
instituye un sistema judicial civil y un tribunal de
apelación (esto se narra en Éxodo 18:1-27, no en
Números). Para conquistar la tierra prometida (Gn
28:15) y cumplir la misión de bendecir a todas las
naciones (Gn 18:18), Israel debía ser ordenada de
forma eficaz.
VIERNES
6. Antes del nacimiento de Jesús, durante la hora
en que ascendía el incienso, ¿quiénes estaban juntos
en el atrio del templo para orar? Más tarde,
después de la ascensión de Jesús, ¿qué milagro se
hizo allí en su nombre?
Lucas 1:5, 8-10. Hubo en los días de Herodes, rey de
Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de
Abías; y su esposa era de las hijas de Aarón, llamada
Elisabet. ... 8 Y aconteció que ejerciendo Zacarías el
sacerdocio delante de Dios en el orden de su
clase,9 conforme a la costumbre del sacerdocio, le
tocó en suerte encender el incien so entrando en el
templo del Señor.10 Y toda la multitud del pueblo
estaba fuera orando a la hora del incienso.
Zacarías, el personaje principal de esta escena, era
sacerdote. Pertenecía a la orden de Abías. Todos los
descendientes directos de Aarón, el hermano de
Moisés, eran sacerdotes de nacimiento. Esto hacía
que hubiera demasiados sacerdotes para todos los
propósitos ordinarios.
Estaban divididos en veinticuatro órdenes o secciones.
No ejercían el sacerdocio todos más que en Pascua,
Pentecostés y Tabernáculos. El resto del año cada
orden ministraba dos períodos de una semana cada
uno. Los sacerdotes que amaban su ministerio
estaban deseando que les llegara su semana de
turno, que era lo más importante de su vida.
Los sacerdotes se tenían que casar con mujeres que
fueran de pura raza judía, y constituía un mérito
especial el casarse con una descendiente de Aarón,
que era el caso de Elisabet, la mujer de Zacarías.
Había tantos como veinte mil sacerdotes en total, así
es que había casi un millar en cada sección, y en ella
se echaban a suerte las intervenciones de los distintos
miembros.
Los sacrificios de la mañana y de la tarde se ofrecían
por toda la nación. Se sacrificaba en holocausto un
cordero de un año sin mancha ni defecto, con una
ofrenda de comida, de harina y aceite, y de bebida,
de vino. Antes del sacrificio de la mañana y después
del de la tarde se quemaba incienso en el altar del
incienso, para que los sacrificios se elevaran, como si
dijéramos, envueltos en un aroma agradable. Era
posible que a muchos sacerdotes no les
correspondiera quemar incienso en toda la vida; pero
si le tocaba en suerte, aquel día era el más grande de
la vida de un sacerdote, el más deseado y esperado. Y
aquel día le tocó en suerte a Zacarías, que estaría de
lo más emocionado.
Hechos 3:1, 2, 6, 7. Y Pedro y Juan subían juntos al
templo a la hora novena, la de la oración.2 Y un
hombre que era cojo desde el vientre de su madre,
era traído; al cual ponían cada día a la puerta del
templo que se llama la Hermosa, para que pidiese
limosna de los que entraban en el templo....6 Y Pedro
le dijo: No tengo plata ni oro; más lo que tengo te
doy: En el nombre de Jesucristo de Nazaret,
levántate y anda.  7  Y tomándole por la mano
derecha le levantó; y luego fueron afirmados sus pies
y tobillos.
El día se consideraba que empezaba a las 6 de la
mañana y terminaba a las 6 de la tarde. La hora
tercia eran las 9 de la mañana; la sexta, el mediodía,
y la novena, las 3 de la tarde; y estas tres eran las tres
horas especiales de oración para los devotos judíos.
Estaban de acuerdo en que la oración es eficaz a
cualquier hora; pero consideraban que era
doblemente preciosa cuando se hacía en el Templo. Es
interesante notar que los apóstoles seguían
observando las costumbres y los hábitos en que
habían sido instruidos. En esta ocasión, era la hora
de la oración, y Pedro y Juan iban al Templo como
otros muchos. Ahora tenían una fe nueva, pero no la
usaban como disculpa para dejar de cumplir la ley.
Eran conscientes de que la nueva fe y la antigua
disciplina podían y debían estar en armonía.
En Oriente era costumbre que los mendigos se
pusieran a pedir limosna a la entrada de los templos y
altares. Tales lugares se consideraban idóneos, lo
mismo que ahora; porque, cuando la gente va a dar
culto a Dios, está más dispuesta a ser generosa con
sus semejantes desvalidos. 
Este incidente nos coloca cara a cara con la cuestión
de los milagros en la era apostólica. Hay algunas
cosas que conviene decir acerca de ellos:
Esos milagros tuvieron lugar. Más adelante -en el
capítulo 4, versículo 16-, leemos que el Sanedrín sabía
muy bien que tenía que aceptar el milagro, porque no
podía negarlo. Los enemigos del Cristianismo habrían
sido los primeros en exponer la falsedad de los
milagros si ese hubiera sido el caso; pero ni siquiera
lo intentaron.
¿Por qué dejaron de producirse? Se han hecho
algunas sugerencias: 
(a) Hubo un tiempo en que los milagros eran
necesarios. Eran, por así decirlo, las campanas que
llamaban a la gente a la Iglesia Cristiana. Entonces se
necesitaban como garantía de la verdad y del poder
del Evangelio en su ataque inicial al mundo. 
(b) En aquel tiempo se daban dos circunstancias
especiales: la primera, que había hombres apostólicos
vivos que habían tenido una relación personal
irrepetible con Jesucristo; y la segunda, que existía
una atmósfera de expectación en la que la gente
estaba dispuesta a creer en lo imposible, y esa fe se
extendía como una inundación. Estas dos
circunstancias unidas tuvieron efectos absolutamente
únicos.
Pero la verdadera pregunta no es: «¿Por qué han
dejado de producirse los milagros?»; sino: «¿Han
dejado realmente de producirse?» Es un hecho
universal que Dios no hace por los hombres lo que
éstos pueden hacer por sí mismos. Dios ha revelado
una nueva verdad y un nuevo conocimiento a los
hombres, que siguen obrando milagros mediante esa
Revelación. Como dijo cierto médico: «Yo pongo la
venda, pero Dios es el que sana las heridas.» Hay
milagros por todas partes, si hay ojos creyentes que
los saben ver. Jesucristo discernía la obra de su
Padre en la naturaleza y en la vida; sabía que Dios no
ha dejado de actuar. Para la fe Dios está siempre
presente, siempre en control, y lleva adelante su plan
de amor para el bien de sus criaturas de una manera
que no siempre podemos discernir ni comprender. Sus
caminos no son nuestros caminos (Isa 55:8).
“Las horas designadas para el sacrificio matutino y
vespertino se consideraban sagradas, y llegaron a
observarse como momentos dedicados al culto por
toda la nación judía. ... En esta costumbre, los
cristianos tienen un ejemplo para su oración matutina
y vespertina. Si bien Dios condena la mera ejecución
de ceremonias que carezcan del espíritu de culto,
mira con gran satisfacción a los que lo aman y se
postran de mañana y tarde, para pedir el perdón de
los pecados cometidos y las bendiciones que
necesitan” (Patriarcas y Profetas, pág. 322).
SÁBADO
7. ¿A quién llegan las oraciones diarias de los
santos cuando el incienso de la gracia celestial
asciende?
Apocalipsis 8:3, 4. Y otro ángel vino, y se puso en pie
delante del altar, teniendo un incensario de oro; y le
fue dado mucho incienso para que lo ofreciese con
las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro
que estaba delante del trono. 4 Y el humo del
incienso subió de la mano del ángel delante de Dios
con las oraciones de los santos.
Como el antiguo altar de oro del incienso estaba
delante del lugar santísimo en el tabernáculo. El
cuadro es similar al del sumo sacerdote ministrando
en el día de la Expiación como se describe en Lev
16:12-13: “Después tomará un incensario lleno de
brasas del altar de delante de Jehová, y sus puños
llenos del perfume aromático molido, y lo llevará
detrás del velo. Y pondrá el perfume sobre el fuego,
delante de Jehová, y la nube del perfume cubrirá el
propiciatorio que está sobre el testimonio.”
El altar aparece frecuentemente en el escenario
celestial del Apocalipsis (6:9; 9:13; 14:18). No puede
ser el altar de los holocaustos, porque no hay
sacrificios de animales en el Cielo; es el altar del
incienso. Este estaba delante del Lugar Santo en el
Templo de Jerusalén (Lv 16:12; Nm 16:46). Estaba
hecho de oro, y tenía una base cuadrada de medio
metro de lado por un metro de altura. En cada
extremo tenía cuernos; era hueco, y estaba cubierto
de plancha de oro, y tenía alrededor como una
barandilla, como una balaustrada en miniatura, para
impedir que se cayeran los carbones encendidos. En
el Templo se quemaba y ofrecía incienso antes del
primer sacrificio del día y después del último. Era
como si las ofrendas del pueblo ascendieran a Dios
envueltas en un perfume de incienso.
Aquí tenemos la idea de que la oración es como un
sacrificio que se ofrece a Dios; las oraciones de los
santos se ofrecen en el altar y, como todos los otros
sacrificios, se elevan a Dios envueltas en el grato
olor del incienso. Puede que una persona no tenga
otra cosa que ofrecerle a Dios; pero puede ofrecerle
su oración, y siempre habrá manos angélicas
dispuestas para presentárselas a Dios.
“Y otro ángel vino y estuvo ante el altar, teniendo un
incensario de oro; y le dado mucho incienso, para que
lo ofreciera con las oraciones de los santos sobre el
altar de oro que estaba delante del trono. Y el humo
del incienso, que llegó con las oraciones de los santos,
subió delante de Dios de la mano del ángel.” Tengan
en mente las familias, los cristianos individuales, y
las iglesias, que están cercanamente aliados con el
cielo. El Señor tiene un interés especial en su iglesia
militante aquí debajo en la tierra. Los ángeles que
ofrecen el humo del fragante incienso están de parte
de los suplicantes santos. Entonces elévense las
oraciones vespertinas en cada familia hacia el cielo a
la fresca hora de la puesta del sol, hablando delante
de Dios -a nuestro favor- de los méritos de la sangre
de un Salvador crucificado y resucitado. Únicamente
esa sangre es eficaz. Sólo ella puede hacer
propiciación por nuestros pecados. Es la sangre del
unigénito Hijo de Dios, lo que es de valor para
nosotros, para que podamos acercarnos a Dios; es
sólo su sangre lo que “quita el pecado del mundo.”
Mañana y tarde el universo celestial contempla a
cada hogar que ora, y el ángel con el incienso,
representando la sangre de la expiación, encuentra
audiencia delante de Dios. HM, 1 de Junio de 1897.
“Los servicios religiosos, las oraciones, la alabanza,
la confesión arrepentida del pecado ascienden
desde los verdaderos creyentes como incienso ante
el santuario celestial, pero al pasar por los canales
corruptos de la humanidad, se contaminan de tal
manera que, a menos que sean purificados por sangre,
nunca pueden ser de valor ante Dios. No ascienden en
pureza inmaculada, y a menos que el Intercesor, que
está a la diestra de Dios, presente y purifique todo por
su justicia, no son aceptables ante Dios. Todo el
incienso de los tabernáculos terrenales debe ser
humedecido con las purificadoras gotas de la
sangre de Cristo. El sostiene delante del Padre el
incensario de sus propios méritos, en los cuales no hay
mancha de corrupción terrenal. Recoge en ese
incensario las oraciones, la alabanza y las confesiones
de su pueblo, y a ellas les añade su propia justicia
inmaculada. Luego, perfumado con los méritos de la
propiciación de Cristo, asciende el incienso delante de
Dios plena y enteramente aceptable. Así se obtienen
respuestas benignas” (Mensajes Selectos, tomo 1, pág.
404).
Dios los Bendiga
Jair Ochoa

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