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Sábado, 29 de abril de 2023

JAIR OCHOA
ABEL Y LA OBEDIENCIA
Abel significa “Dios es mi Padre.”
Abel (en hebreo:‫ הבל‬Habel "soplo, frágil", en griego: Αβελ,
en acadio: Ablu "hijo") El significado bíblico de Abel está
dado por el acto de algo pasajero, vano o efímero. Abel
del hebreo que significa halito, respiro, vapor, vanidad,
fuga o transitoriedad. Abel fue el segundo hijo de Adán y
Eva. 
Una palabra heb. Que se escribe de la misma forma y
significa aliento, vapor que es inconstante; pero más bien
debe ser ligada con una palabra acadia que significa hijo.
El significado de su nombre es dudoso; algunos creen
que Abel significa "aliento" o "vanidad", y otros creen
que es una forma de la palabra "pastor". Abel era un
hombre justo que agradaba a Dios.
Abel era pastor y fue conocido por traer a Dios un sacrificio
agradable, de los primogénitos de su rebaño. Caín, el
hermano mayor de Abel, era un trabajador de la tierra y no
trajo a Dios un sacrificio que le agradara. Caín se enfadó
por el descontento de Dios y mató a Abel. En una
impresionante imagen de la necesidad de justicia, Dios dijo
que la sangre de Abel clamaba a Él desde la tierra (Génesis
4:10). Como parte del castigo de Dios a Caín, la tierra ya no
le daría su fuerza y sería un errante y extranjero (versículos
11-12).
Cuando Adán y Eva tuvieron otro hijo, le pusieron el nombre
de Set -el nombre suena como la palabra hebrea para
"designado"- porque Eva dijo que Dios le había asignado
otra descendencia para reemplazar a Abel (Génesis 4:25).
La descendencia de Set era considerada como el linaje justo;
fue a través de la línea de Set que vinieron Enoc y Noé y
eventualmente parte de toda la humanidad. Génesis 4:26
dice que Set tuvo un hijo, Enós, y fue durante esos días que
"la gente comenzó a invocar el nombre del Señor". Abel
había adorado a Dios de forma correcta, y ahora la
familia de Set hacía lo mismo.
Jesús identificó a Abel como el primer mártir del mundo
(Mateo 23:35). Hebreos 11 elogia a Abel por su fe: "Por la fe
Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo
cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios
testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella"
(versículo 4). Abel "habla" en el sentido de que demostró una
verdadera adoración a Dios y sus acciones siguen siendo un
ejemplo de fe y justicia.
La sangre de Abel también se menciona en Hebreos
12:24, donde se compara con la sangre rociada de
Jesús, otro hombre justo que fue asesinado por
malhechores. La sangre de Jesús "habla mejor que la
sangre de Abel". La sangre de Abel clamaba venganza
contra el asesino; la sangre de Jesús clama por el perdón de
los asesinos (ver Lucas 23:34).
Abel era justo, pero su muerte sólo demostró la
pecaminosidad de la humanidad y puso de manifiesto los
efectos de la Caída. Abel fue asesinado y Caín castigado. La
sangre de Abel clamó para que Dios hiciera lo correcto.
Jesús fue justo -completamente- y su muerte dio lugar a
la posibilidad de vida. La muerte de Jesús puso de
manifiesto la pecaminosidad humana, aunque venció al
pecado y a la muerte en Su resurrección. La sangre de Jesús
es esencial para nuestra salvación. Su sangre expresa una
buena palabra, una palabra de expiación y de esperanza.
Un sacrificio de sangre, como el que Abel trajo a Dios en
Génesis 4, siempre ha sido necesario para expiar el pecado
(Hebreos 9:22). El primer sacrificio de sangre se ve en
Génesis 3 cuando Dios cubre a Adán y Eva con pieles.
Volvemos a verlo en la adoración de Abel en Génesis 4. La
ley mosaica formalizó un sistema de sacrificios a través del
cual Dios quería que Su pueblo escogido se acercara a Él. El
libro de Hebreos profundiza en que el sacrificio de Jesús es
mejor que el sistema de sacrificios del Antiguo Testamento.
Jesús ofreció Su sacrificio una vez y para siempre. Los
sacrificios anteriores eran temporales, imágenes de lo que
Jesús finalmente haría. La sangre de Jesús es una
expiación permanente. La sangre del sacrificio de Abel
era una sombra del mismo.
La Biblia no da mucha información sobre Abel, pero
podemos aprender varias cosas de lo que nos dice. Abel
demostró la verdadera adoración por su fe y por sus
acciones. Sabemos que no podemos agradar a Dios sin fe
(Hebreos 11:6). Estamos llamados a adorar al Señor en
espíritu y en verdad (Juan 4:24). Abel fue perseguido por
su fe; también nosotros lo seremos (Juan 15:20; 2 Timoteo
3:12). Dios escuchó el clamor de la sangre de Abel y
respondió; Dios está atento a nuestras vidas y a nuestras
necesidades.
En la historia de Abel también vemos que el plan de Dios no
se frustra. Caín fue desterrado, pero Adán y Eva recibieron a
Set, a través del cual vino finalmente el Mesías. Aunque Dios
pronunció una maldición sobre el pecado en Génesis 3,
también prometió un Salvador (Génesis 3:15). Abel fue una
víctima de la realidad de la pecaminosidad humana, sin
embargo, el Salvador prometido, Jesús, vino, y Su sangre
proclama algo mejor.
“La primera maldición se pronunció sobre la posteridad
de Adán y sobre la tierra, a causa de la desobediencia.
La segunda maldición vino sobre la tierra después que
Caín mató a su hermano Abel. La tercera y más terrible
maldición de Dios vino sobre la tierra con el diluvio”
(Consejos sobre Régimen Alimenticio, págs. 445-446).
BENDICIONES POR LA OBEDIENCIA
Obediencia es la premisa detrás de todas las promesas.
Dios te da sus promesas por gracia. Pero tú puedes
disfrutar de sus promesas cuando sigues sus
instrucciones.
DOMINGO
1. ¿Qué significa el nombre Abel y cuál era su
ocupación? ¿Qué ciudades de Israel y sus alrededores
recibieron su nombre en su honor?
Génesis 4:2; 50:10, 11. Después tuvo a su hermano Abel. Y
Abel fue pastor de ovejas, y Caín labrador. 50:10Y
llegaron hasta la era de Atad, que está al oriente del Jordán,
y allí tuvieron un grande y grave duelo. Y José lloró a su
padre durante siete días. 11Cuando los cananeos que
habitaban el país, vieron el duelo en la era de Atad, dijeron:
Gran duelo es éste de los egipcios. Por eso el lugar fue
llamado Abel Mizraim, que está al este del Jordán.
Abel Mizraim, La ruta que sigue el cortejo resulta extraña,
pues llega hasta la Transjordania, cuando el camino
normalmente usado para llegar a Hebrón era el que subía
por la costa egipcio-palestina. Se desconoce la ubicación
tanto de Atad como de Abel-mizraim. La era de Atad, que
en hebreo significa "era del Espino", quizá sea un lugar de
uso público donde la gente podía ir a trillar el trigo. Abel-
mizraim posiblemente significa "Prado de Egipto", pero
el narrador, jugando con las palabras abel y ebel, le da
el significado de "llanto o duelo de los egipcios".
Los cananeos (Gén 50:11) estaban impresionados por la
presencia de tantos oficiales egipcios y su lamento por Jacob,
a quien ellos conocían bien. Como reacción le dieron un
nuevo nombre al lugar, Abel-Mizraim, que significa
“lamento de los egipcios”. Cuando terminaron de
sepultarlo en la cueva del campo de Macpela (Gén 50:13)
todos los de la comitiva regresaron a Egipto.
Esta era la cueva comprada por Abraham (Gén 23:9), la
única parte de la tierra de Canaán de la que Abraham tenía
escritura (Gén 23:17). Este fue el lugar donde enterraron a
Sara (Gén 23:19), a Abraham (Gén 25:9), y a Isaac,
Rebeca, y Lea (Gén 49:31).
Números 33:48, 49. Salieron de Abarim y asentaron en los
campos de Moab, junto al Jordán frente a Jericó.
49Finalmente asentaron junto al Jordán, desde Bet Jesimot
hasta Abel Sitim, en los campos de Moab.
ABEL-SITIM = «valle (prado) de las acacias» en la
llanura de Moab, cerca del monte Peor, al este del río
Jordán. Fue lugar de uno de los campamentos de los
israelitas en la peregrinación por el desierto antes de la
muerte de Moisés (Nm. 33:49). Al sitio se le llama también
Sitim = = «acacia» (Jos. 2:1), y allí el pueblo fue seducido a
la impureza de la idolatría de Baal-peor por las mujeres de
Moab y de Madián y perecieron en gran número (Nm. 25).
Esta parte del viaje les llevó unos 38 años; no porque la
distancia fuera tan larga, sino porque Dios los llevó en
peregrinaciones porque la generación de incrédulos tuvo que
morir en el desierto antes de que una generación de fe
pudiera levantarse para tomar posesión de la Tierra
Prometida.
La lista de los campamentos de Israel llega rápidamente; se
dan más de 30 topónimos en rápida sucesión. Durante este
tiempo, hubo mucha actividad para el pueblo de Israel, pero
ningún progreso. No se acercaban más a la Tierra
Prometida y no se acercarían hasta que la generación
de incredulidad hubiera muerto.
Génesis 4:2; 50:10, 11. Después tuvo a su hermano Abel. Y
Abel fue pastor de ovejas, y Caín labrador. 50:10Y
llegaron hasta la era de Atad, que está al oriente del Jordán,
y allí tuvieron un grande y grave duelo. Y José lloró a su
padre durante siete días. 11Cuando los cananeos que
habitaban el país, vieron el duelo en la era.
1. Abel (De la palabra hebrea para Vanidad,
"probablemente llamado así por la brevedad de su vida";
griego Abel, de ahí la forma española).
En hebreo, Abel (‫ ;הבל‬Hével) significa «vapor» o
«aliento» —algo que está aquí hoy y se ha ido mañana—.
Según Proverbios, «conseguir tesoros con lengua mentirosa
es un vapor (‫ ;הבל‬hével) fugaz y una trampa de muerte»
(Proverbios 21:6). Lamentando la brevedad de una vida
humana, el salmista le dice a Dios: «Mi vida no es nada
ante ti. Ciertamente, toda la humanidad se mantiene como
un mero aliento (‫( »)הבל‬Salmo 39:5, consultar Salmo 39:11;
Salmo 78:33; Salmo 94:11; Salmo 144:4). De manera
similar, Job declara: «Detesto mi vida; no viviré para
siempre. Déjame solo, porque mis días no son más que un
aliento (‫( »)הבל‬Job 7:16).
A la luz del significado del nombre de Abel, los
hermanos no deberían sorprenderse al ver que apenas
seis versículos después del nacimiento de Abel, «Caín se
levantó contra su hermano Abel y lo asesinó» (Génesis
4:8). Aquellos que pueden leer la Biblia en su idioma
original no necesitan una explicación explícita de por qué
Abel recibe su nombre; cuando escuchamos que Eva tiene un
hijo llamado ‫הבל‬, sabemos que, como un vapor, ¡él no
estará por mucho tiempo! A pesar de esta tragedia, el
amor de Dios tiene la última palabra. Poco después de
la muerte de Abel, «Adán volvió a conocer a su esposa
Eva y ella tuvo un hijo y lo llamó Set ( ‫ ;ֵׁשת‬Shet), porque
dijo: “Dios ha sustituido (‫ ;ַׁשת‬shat) para mí otra
descendencia en lugar de Abel» (Génesis 4:25-26). A pesar
de que Abel deja el mundo como una brizna a manos de su
hermano Caín, Dios refuerza el linaje familiar de Adán y Eva
al nombrar a Set, quien, según la tradición judía, es una de
las personas más virtuosas en toda la historia bíblica.
Abel fue el segundo hijo de Adán. La palabra asiria aplu o
ablu, que forma Abal, es decir, "hijo," es la misma palabra,
no una coincidencia ortográfica, puesto que el hebreo y el
asirio son lenguas cercanamente afines. Algunos, como
Flavio Josefo (Ant., I, II), piensan que significa "aflicción" o
"lamentación". Cheyne afirma que "un correcto análisis del
relato favorece el significado de pastor, o más generalmente
de pastor de ovejas"; el asirio ibilu (Enc. Bib., s.v.) "carnero,
camello, asno, u ovejas salvajes."
2. (Cauce, pradera) Ciudad también llamada Abel-bet-
maacá o Abel de Bet-maacá. Se usa asimismo como prefijo
de nombres de diferentes lugares. (2Sa 20:18; véase ABEL-
BET-MAACÁ.)
3. En 1 Samuel 6:18 la Versión Torres Amat (1953) hace
referencia a “la Piedra Grande llamada después Abel”,
y la nota al pie de la página lee: “Abel significa ‘luto’ o
‘llanto’: nombre que se cree dado a aquel lugar por causa
de la gran mortandad de los betsamitas”. Sin embargo, en
las traducciones modernas por lo general solo se lee en este
pasaje “la gran piedra”. 
2 Samuel 20:14-15. Joab pasó por todas las tribus de Israel
hasta Abel Bet Maacá y todo Barim. Y todos los bicritas se
juntaron, y lo siguieron también. 15Llegaron y lo cercaron en
Abel Bet Maacá, y levantaron un terraplén contra la
ciudad. Y todo el pueblo que estaba con Joab trabajaba por
derribar la muralla.
Abel-bet-maaca (heb. ‘=bêl Bêth (ham) Maakâh,
“pradera de la casa [ciudad] de Maaca”). Ciudad
ubicada a unos 32 km al este de Tiro; dominaba el valle
superior del Jordán. El lugar también se llamó Abel-
maim,* porque se encontraba en una planicie bien
regada. Fue sitiada por Joab cuando Seba huyó a ella
después de su fracasada rebelión contra David (2Sa 20:14-
22). Fue atacada por Ben-adad de Siria en tiempos de
Baasa (1Ki 15:20; 2Ch 16:4), y finalmente conquistada por
Tiglat-pileser III, quien la llamó Abilakka y la incorporó a
una provincia asiria (2Ki 15:29). 
El ejército real había sitiado a la ciudad de Abel-bet-maaca.
Ya había construido la rampa que usarían para invadirla.
Estaba todo preparado para tomarla y destruirla. Todo el
movimiento bélico es porque allí estaba escondido Saba,
quien se había revelado contra David.
En los momentos de crisis aparecen personas especiales.
La mayoría, frente a la dificultad queda paralizada,
pero algunos tienen la capacidad de pensar, de actuar,
de intentar una solución. A lo largo de la historia
bíblica, encontramos a unos pocos héroes de la fe que
aprendieron a arrodillarse en esas circunstancias.
Y tú, ¿qué haces en los momentos de crisis? Dios conoce
nuestros corazones y es capaz de todo, pero en principio te
diría que es imposible que aprendas a arrodillarte en la
crisis, si estás acostumbrado a vivir de pie.
Lo cierto, en este relato, es que aparece una astuta mujer
que grita sola, para intentar solucionar el problema de
todos. Tal vez, ella no sabe quién es Joab ni lo que
realmente está sucediendo, pero actúa rápido y toma la
iniciativa.
Al conversar con Joab por las razones de la invasión,
escucha de boca del general que si le entregan al hombre que
él busca, el ejército se retira. Ella no duda: “Desde la
muralla arrojaremos su cabeza” (2 Sam. 20:21). El relato se
reduce a una frase: “Y fue tal la astucia con que la mujer
habló con todo el pueblo, que le cortaron la cabeza a Saba
hijo de Bicri y se la arrojaron a Joab” (2 Sam. 20:22).
Es posible que un pecado escondido en algún lugar de tu
corazón, que solamente tú conoces y que, íntimo y
profundo, te lastima, esté haciendo que te sientas
espiritualmente acorralado. No ves escapatoria para tu
futuro eterno porque sabes que ese pecado acariciado te
está dejando afuera del cielo. ¿Qué hacer? ¿Cómo
actuar?
Los momentos de crisis no son situaciones para jugar.
Son instantes excepcionales para tomar decisiones que
modifiquen tu realidad (presente y futura). Córtale la
cabeza a ese pecado, y arrójalo por la muralla de tu
vida.
LUNES
2. ¿Qué ejemplo dio Abel? ¿Cuáles son los beneficios
integrales para la salud de tal estilo de vida?
Génesis 4:4. A su vez, Abel trajo de los primerizos de sus
ovejas, con su gordura. Y el Señor miró con agrado a
Abel y a su ofrenda.
Las palabras “miró con agrado” o “miró propicio”,
significan en hebreo, mirar una cosa con ojeada penetrante,
ansiosa; que han sido traducidas “inflamar en fuego” de
modo que la aprobación divina del sacrificio de Abel, se vió
en que fue consumido en el fuego (Gén 15:17; Jue 13:20).
La ofrenda de Abel fue aceptable (Heb 11:4), no solo
debido a que era un animal, no solo porque era lo mejor
entre lo que tenía, ni siquiera porque se tratase de la
culminación de un corazón lleno de celo por Dios, sino
debido a que fue dado totalmente en obediencia con lo
que Dios había revelado.
Esta primera familia debe haber conocido un lugar definido
de adoración, por cuando ambos hijos trajeron ofrendas al
Señor. Quizás se deba a que la gloria de Dios habitaba en el
árbol de la vida, con el camino guardado por el querubín
(Gén 3:24). Heb 11:4 indica que Abel trajo su ofrenda por fe;
y Rom 10:17 enseña que «la fe viene por el oír». Esto
significa que Dios debe haber enseñado a Adán y a su
familia a cómo acercarse a Él, y Gén 3:21 indica que se
incluía el sacrificio de sangre. Heb 9:22 afirma que debe
haber derramamiento de sangre antes de que exista
remisión de pecado.
La gran diferencia fue que Abel ofreció con fe; Caín, no.
Había una gran diferencia en el principio que animaba a
uno y a otro. Abel ofrecía con la vista puesta en la voluntad
de Dios como norma suya, y en la gloria de Dios como
objetivo final, mientras que Caín lo hacía sólo por seguir la
corriente o por salvar su prestigio, no por fe, y así resultaba
en pecado. Abel era humilde y contrito, Caín, altivo y
complaciente; dentro de él anidaba la autoconfianza.
El escritor de Hebreos deja claro por qué la ofrenda de Abel
fue aceptada y la ofrenda de Caín fue rechazada: «Por la fe
Abel ofreció más excelente sacrificio que Caín» (Heb 11:4). La
ofrenda de Caín fue el esfuerzo de la religión muerta,
mientras que la ofrenda de Abel se hizo con fe, con el
deseo de adorar a Dios en espíritu y en verdad.
Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, y
de la grasa de ellas: Esto muestra que la ofrenda de Abel
fue muy especial. La grasa del animal era considerada
como «de lujo», e iba a ser entregada a Dios cuando el
animal fuera sacrificado (Lev 3:16-17; Lev 7:23-25). La
quema de grasa en el sacrificio delante de Dios se llama
un aroma agradable para el Señor (Lev 17:6).
La ofrenda de Caín era, sin duda, más agradable
estéticamente; la de Abel debe de haber sido un caos
sangriento. Pero Dios estaba más preocupado por la fe
que obra en el corazón que con la belleza exterior.
En este caso, es un cordero por hombre. Más tarde, en la
Pascua, será un cordero por familia. Luego, en el Día de
la Expiación, era un cordero para la nación. Por último,
con Jesús, hay un Cordero que quita el pecado del
mundo (Jua 1:29).
Caín demostró un orgulloso corazón incrédulo. En
consecuencia, él y su ofrenda fueron rechazados. Abel llegó
en calidad de pecador y, conforme a lo establecido por Dios,
por medio de su sacrificio expresaba humildad, sinceridad y
obediencia y fe. De este modo, al buscar el beneficio del
nuevo pacto de misericordia, por medio de la Simiente
prometida, su sacrificio tenía una expresión que Dios aceptó.
Abel ofrendó en fe pero no Caín, Hebreos 11:4. En todas las
épocas ha habido dos clases de adoradores, a la manera
de Caín y Abel; a saber, los orgullosos y endurecidos que
desprecian el método de salvación del evangelio, que
intentan agradar a Dios con métodos diseñados por ellos
mismos; y, los creyentes humildes que se acercan a él por
el camino que él ha revelado.
Ezequiel 44:30. Las primicias de todos los primeros
frutos, y toda ofrenda especial será de los sacerdotes. Le
daréis también al sacerdote las primicias de todas vuestras
masas, para que repose la bendición en vuestras casas.
Estas leyes se dieron en un principio al pueblo de Dios en el
desierto. Aparecen en los libros de Éxodo y Levítico. Revelan
la importancia de acercarse a Dios con respeto, y dan
principios a nosotros los Ministros y Obreros para que
vivamos por encima de todo reproche, a fin de cumplir
con su responsabilidad de enseñar al pueblo «a hacer
diferencia entre lo santo y lo profano» (Eze 44:23).
¡Dios siempre tiene maneras de recordar la fidelidad!
Los sacerdotes debían vestir vestiduras de lino no de
lana (Eze 44:17) cuando ministraran en el atrio interior.
Aquí hay una insinuación de que no vestían todo el tiempo el
atuendo sacerdotal. La lana los haría sudar (Eze 44:18): era
asimismo un producto animal, y el tocarlo contaminaría
ceremonialmente a un sacerdote. El lino, desde luego, es un
producto vegetal.
Los sacerdotes debían llevar el cabello recortado: ni
crecido, ni rapado (Eze 44:20). No podían beber vino,
cuando estaban en servicio (Eze 44:21). 
Los sacerdotes contraían matrimonio, desde luego,
dentro de Israel, con una doncella o con la viuda de un
sacerdote (Eze 44:22). Profetas y sacerdotes se casaban,
como lo hacían los apóstoles en los días del Nuevo
Testamento. El celibato del clero no surge ni de la tradición
hebrea ni de la cristiana, sino de influencias griegas, en las
cuales la naturaleza en general y el cuerpo humano en
particular eran considerados inherentemente malos.
Los sacerdotes no habían de comer ninguna cosa
mortecina (animal muerto por sí mismo; Eze 44:31),
puesto que no le habría sido extraída adecuadamente la
sangre. La oposición a comer sangre se extendió a la época
del Nuevo Testamento (Hch 15:28-29).
Yo seré su heredad: Este principio fue cierto en el tiempo en el
que el sacerdocio fue establecido por Moisés, y también sería
cierto en los días del templo de Ezequiel. No tendrían
verdadera herencia en la tierra de Israel; Dios mismo sería
su herencia.
“Al igual que los sacerdotes del Antiguo Testamento, los
sacerdotes de hoy no tendrán una herencia de tierra,
sino que tendrán al Señor como su herencia y podrán
vivir de las ofrendas del templo”.
Por analogía espiritual, podemos relacionar esto con nuestra
herencia en Dios. “Poseemos a Dios como la flor posee la luz
del sol; como un bebé a la madre. Todos sus recursos están a
nuestra disposición… Todos los recursos que han sido
puestos a su disposición en su ascensión y reinado eterno son
dones que Él tiene para los hombres”.
Aunque no tendrían la misma herencia de tierra que las
otras tribus de Israel, Dios prometió proveer para sus
sacerdotes. Una forma en que serían provistos era
recibir una parte de lo que llegaba al templo como
ofrendas. Se darán al sacerdote porciones de los
sacrificios y de las primicias.
“Los sacerdotes se ganan la vida haciendo el trabajo
especial que Dios les ha dado, y sus ingresos provienen
de las ofrendas (Eze 44:28-30). Dios todavía llama a
algunos a lo que llamamos servicio de tiempo completo, y a
vosotros dar para su sostén, le estamos dando a Dios, como
lo hicieron las personas que llevaban sus ofrendas al
Templo”.
Dios prometió que incluso en este período, habrá
bendición sobre aquellos que dieran para la obra de
Dios. La bendición no sería solo financiera, sino que
reposaría en vuestras casas.
Ninguna cosa mortecina ni desgarrada, así de aves
como de animales, comerán los sacerdotes: Las cosas
que hayan muerto de forma natural o hayan muerto en
algún tipo de accidente o por manos humanas, no
debían ser comida para los sacerdotes. Esto violaría el
principio de no tocar los cadáveres (Eze 44:25), pero
también sería una expresión de su confianza en que Dios
proveería. No tendrán que buscar comida en la basura
como lo hacían algunos animales.
Hechos 20:35. En todo os he enseñado que, trabajando así,
se debe ayudar a los necesitados, y recordar las
Palabras del Señor Jesús: Es más dichoso dar que
recibir.
Después de hablarles, Pablo se puso de rodillas para
orar con todos ellos. Todos los presentes lloraron
conmovidos y no se cansaban de abrazar y besar a Pablo
con mucho amor. Lo que más les dolió fue que les dijera que
no le iban a volver a ver. Y después le acompañaron al
barco.
No podemos hacer un análisis completo de un discurso
de despedida tan emotivo, pero hay cosas que resaltan
en él.
Lo primero es que Pablo dice ciertas cosas acerca de sí
mismo: 
(1) Había hablado sin miedo. Les había comunicado todo el
plan de Dios sin buscar ni la admiración ni el favor de
nadie. 
(2) Había vivido independientemente. Había cubierto sus
necesidades y las de sus compañeros con su trabajo, y aun
había podido ayudar a los necesitados. 
(3) Había afrontado el futuro con nobleza. Era cautivo del
Espíritu Santo, y en esa confianza se arriesgaba a lo que el
futuro le tuviera reservado.
Pablo exhorta a sus amigos. 
(a) Les recuerda su deber. Eran los encargados del rebaño de
Dios. Esa no era una obligación que ellos habían elegido,
sino para la que habían sido elegidos. Los siervos del Buen
Pastor tienen que ser buenos pastores del rebaño. 
(b) Les recuerda los peligros. El contagio del mundo siempre
amenaza. Donde está la verdad, la falsedad ataca.
Tendrían una guerra constante para mantener intacta la fe
y la iglesia pura.
En toda la escena se respira un afecto tan profundo como
puede albergar el corazón humano. Ese sentimiento debe
estar presente en todas las iglesias; porque cuando muere el
amor la obra de Cristo no puede más que secarse.
Más bienaventurado es dar que recibir: Sus últimas
palabras antes de partir, tomadas de unas palabras de
Jesús no registradas en los evangelios, son perfectas
para todo aquel que ministre al pueblo de Dios. Los
líderes deben estar más preocupados por lo que pueden
dar a su rebaño que por lo que su rebaño puede darles a
ellos.
Sin un corazón de sacrificio no puede haber un verdadero,
eficaz y eterno ministerio, y debe ser un sacrificio hecho con
gozo, si tomamos en cuenta toda la bendición que conlleva.
“Más bienaventurado es dar que recibir” es la mejor
bienaventuranza de todas. En el sermón del monte, Jesús
nos dijo cómo ser bendecidos; aquí ¡nos dice como ser
más bendecidos!
No nos debe tropezar el considerar que Jesús enseñó muchas
cosas que no están registradas en los evangelios; Juan nos lo
dijo también en Jua 21:25. Pero podemos confiar que Dios
ha preservado todo lo necesario de la enseñanza de Jesús.
“Abel trajo los primogénitos de su rebaño, y de los
mejores, como Dios lo había ordenado; y con humilde
reverencia presentó su ofrenda con plena fe en el Mesías
venidero. Dios la aceptó. Una luz procedente del cielo
consumió la ofrenda de Abel. Caín no vio manifestación
alguna de que la suya hubiera sido aceptada. Se airó
con el Señor y con su hermano. Dios estuvo dispuesto a
enviar a un ángel para que conversara con él” (La Verdad
acerca de los Ángeles, pág. 69). 
“La prosperidad espiritual está estrechamente vinculada
con la liberalidad cristiana. Los seguidores de Cristo
deben regocijarse por el privilegio de revelar en sus vidas la
caridad de su Redentor. Mientras dan para el Señor,
tienen la seguridad de que sus tesoros van delante de
ellos a los atrios celestiales. ¿Quieren los hombres
asegurar su propiedad? Colóquenla entonces en las manos
que llevan las marcas de la crucifixión. ¿Quieren gozar de
sus bienes? Úsenlos entonces para la bendición del
necesitado y doliente. ¿Quieren aumentar sus posesiones?
Escuchen entonces la orden divina: ‘Honra a Jehová de tu
substancia, y de las primicias de todos tus frutos; y serán
llenas tus trojes con abundancia, y tus lagares rebosarán de
mosto.’ Proverbios 3:9, 10. Procuren retener sus
posesiones para fines egoístas, y provocarán su ruina
eterna. Pero den sus tesoros a Dios, y desde aquel
momento llevarán éstos su inscripción. Estarán sellados
con su inmutabilidad” (Los Hechos de los Apóstoles, págs.
277-278).
MARTES
3. ¿Qué beneficios adicionales para la salud se obtienen
al obedecer la ley de Dios?
Levítico 26:3-6. Si seguís mis decretos, si guardáis mis
Mandamientos y los ponéis por obra, 4yo os daré lluvia a su
tiempo, y la tierra rendirá sus cosechas, y el árbol del
campo dará su fruto. 5La trilla se extenderá hasta la
vendimia, y la vendimia hasta la siembra; comeréis
vuestro pan hasta saciaros, y habitaréis seguros en
vuestra tierra. 6Y yo daré paz en la tierra. Y dormiréis,
nadie os quitará el sueño. Quitaré las malas bestias de
vuestra tierra, y la espada no pasará por vuestro país.
Este versículo es clave porque la recompensa de practicar
las enseñanzas del SEÑOR es una vida plena en todos
sus aspectos: prosperidad económica, seguridad social y paz
integral. Habrá consecuencias positivas de vivir en el
SEÑOR y consecuencias negativas al no vivir como Dios
quiere. Las bendiciones de Dios acompañan a las personas
fieles.
Dos caminos se abren en este capítulo ante nosotros: el
de obediencia y bendición y el de desobediencia y
miseria. Los caminos estrecho y de vida, y ancho y de
perdición.
Al considerar el primero de éstos comentaremos acerca
de:
A. Las características de los obedientes. Tal como se
observa en los versículos mencionados anteriormente,
1. RECHAZAN LOS ÍDOLOS (Lev 26:1). Ningún ídolo o
imagen tendrá una base de sustentación en sus pensamientos
o mentes. No se inclinarán ni se postrarán ante los dioses del
mundo.
2. REVERENCIAN LAS ORDENANZAS DE DIOS (Lev
26:2). No transforman el Día Sábado en un día de placer
egoísta, ni el santuario en teatro o centro de espectáculo, ni el
púlpito en un escenario de marionetas.
3. SON CONDUCIDOS POR SUS PALABRAS (Lev
26:3). Caminan en los estatutos del Señor, y no en la luz de
las chispas que ellos mismos hagan brotar (Isa 50:11). Para
ellos la Palabra de Dios, como el mismo sol, está afirmada
en los cielos (Sal 119:89).
4. SE DELEITAN EN HACER SU VOLUNTAD (Lev
26:3). La Palabra de Dios debe ser guardada, no como el
avaro guarda su oro, acumulado para la inutilidad, sino
como el guerrero guarda su espada. No es sabio el que
meramente escucha, sino el que pone sus palabras por obra
(Mat 7:24).
B. Las bendiciones que acompañan a la obediencia. El
camino de la obediencia es el camino de:
1. DAR FRUTO. «Yo daré vuestra lluvia en su tiempo, y la
tierra rendirá sus productos» (Lev 26:4). Por el versículo Lev
26:3, «Si andáis en mis estatutos», se ve que esta promesa
es condicional. El fruto depende de nuestra relación con Dios,
de donde procede todo fruto. Él sabe cuándo es el tiempo
debido. «A su debido tiempo segaremos» (Isa 44:3). La
lluvia de su bendito Espíritu del Cielo precede al tiempo de la
cosecha.
2. PAZ Y REPOSO. «Y Yo daré paz en la tierra, y
dormiréis» (Lev 26:6). El secreto de dar fruto y del reposo
reside en ser serenamente obediente a su santa voluntad. Al
ir siguiendo, Él hará y dará. En lugar de ansiedad y fatiga
hay paz y reposo (Sal 23:2). Tomamos su yugo, y sin
ningún secreto anhelo de popularidad hallamos reposo
para nuestras almas (Mat 11:29).
3. LIBERACIÓN DE LO MALO. «Y haré quitar de vuestra
tierra las malas bestias» (Lev 26:6). Hay muchos males
como «fieras», de los que incluso el cristiano necesita
liberación. La bebida fuerte, el amor al dinero, los amantes
de los placeres más que de Dios, la soberbia, la impaciencia,
la auto-afirmación. Éstas son malas bestias que se ven
frecuentemente en la tierra de la herencia de Dios, pero de
las que Él nos puede librar. Solo Él puede quitarlas. Véase
toda la lista en Gál 5:19-21.
4. PODER PARA VENCER. «Cinco de vosotros
perseguirán a ciento» (Lev 26:7, Lev 26:8). En esta guerra
espiritual no se trata de números ni de experiencia, sino de
«santidad a Jehová». Lo que Dios emplea son las cosas
débiles pero limpias (1Co 1:26-31). La espada de su Palabra
es poderosa para el derribo de todo refugio de mentiras.
«Cinco de vosotros». No muchos, pero totalmente de
acuerdo. Si dos de vosotros os ponéis de acuerdo en cuanto a
qué pediréis en Mi Nombre, os será hecho.
5. FAVOR DISTINTIVO. «Yo me volveré a vosotros»
(Lev 26:9). Los obedientes tienen continuamente la mirada
de su gracia especial sobre ellos (Rom 8:28). El Señor hará
la diferencia, de manera que no tendrán que rogar ni buscar
el favor de los impíos príncipes de este mundo. Él lo ha
prometido, de manera que podemos decir confiadamente: …
No temeré (Heb 13:5, Heb 13:6).
6. PROVISIÓN ABUNDANTE. «Pondréis fuera lo añejo
para guardar lo nuevo» (Lev 26:10). Las viejas bendiciones
no serán atesoradas debido a la cantidad y grandeza de las
nuevas. El viejo grano de nuestras experiencias espirituales
será empleado con liberalidad debido a la abundancia del
nuevo. Esto indica un estado de alma muy saludable, siendo
la senda del justo, que resplandece más y más como la
aurora. El viejo grano de la salvación debiera ser sacado
debido al nuevo bautismo del Espíritu Santo. Saquemos
también el viejo grano de la teología debido al nuevo, que es
anchura contra estrechez.
7. COMUNIÓN DIVINA. «Andaré entre vosotros» (Lev
26:12). Su presencia con nosotros es la prenda de la
prosperidad, del progreso, de la protección, de la pureza y
del poder. Aquella alma o vida poseída por el santo Espíritu
de Dios nunca dejará de encontrar deleite en un camino de
obediencia. El testimonio de aquella vida nunca quedará
silenciado por el terror ni azotado por calentura (Lev 26:16).
Mayor es el Espíritu de Cristo en nosotros que el espíritu del
Anticristo que está en el mundo (1Jn 4:4).
Deuteronomio 6:2, 3. Para que reverencies al Eterno tu
Dios, y guardes todas sus leyes y Mandamientos, tú, tu hijo y
tu nieto, todos los días de tu vida, para que se prolonguen tus
días. 3Escucha, Israel, y cuida de cumplirlos, para que te
vaya bien y te multipliques mucho, como ha dicho el
Eterno, Dios de tus padres, en la tierra que mana leche y
miel.
Para una nación que había vagado cuarenta años en un
árido desierto, una tierra de la que fluía leche y miel
sonaba como un paraíso. Les traía a la mente cosechas
abundantes, torrentes de agua, lluvias suaves y campos
florecientes repletos de ganado. Los israelitas pudieron
haber tenido todo eso cuarenta años antes. Núm 13:1-33
y Núm 14:1-45 explica cómo el pueblo perdió su
oportunidad. Moisés quería ayudar a su pueblo a evitar el
mismo error estimulando el apetito que tenían de una tierra
hermosa y explicándoles las condiciones para entrar a la
tierra.
El corazón de Deuteronomio se encuentra en este largo
segundo discurso de Moisés. "Esta, pues, es la ley" (Deu
4:44) la cual Moisés le explicó a Israel (cp. Deu 1:5). Después
de una breve introducción (Deu 4:44-49), Moisés le dio al
pueblo un entendimiento claro de lo que la ley dirigía con
respecto a su relación con el Señor en el tierra (Deu 5:1 - Deu
26:19), después concluía al relatar las bendiciones o las
maldiciones que vendrían sobre la nación como una
consecuencia de su respuesta a las estipulaciones de esta ley
(Deu 27:1 - Deu 28:68).
Los primeros tres versículos de este capítulo nos dan el
secreto de una vida feliz, fructífera y satisfecha. «Todo
aquel… que me oye estas palabras y las pone por obra, le
compararé a un hombre prudente» (Mat 7:24). 
Así, aquí tenemos:
I. Una solemne declaración. «Jehová es nuestro Dios,
Jehová uno es» (Deu 6:4). Éste es su Nombre glorioso y
terrible (Deu 28:58). «Yo y el Padre uno somos» (Jua 14:9).
II. Una actitud absorta. «Y amarás a Jehová tu Dios con
todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas»
(vpDeu 6:5). Si el Señor absorbe los afectos, no habrá lugar
ni para el yo ni para el mundo. No se hará provisión para la
carne (Flp 1:21).
III. Una responsabilidad en gracia (Deu 6:6-9). Cuando
se ame al Señor, sus palabras serán atesoradas, meditadas,
materia de conversación, escritas y vividas (Sal 1:2; Job
23:12).
IV. Una posesión inmerecida (Deu 6:10, Deu 6:11). La
herencia de los santos, presente o futura, no es el fruto de
nuestras propias obras, sino la consecuencia de la infinita
gracia (Efe 3:16-19).
V. Un recordatorio necesario. «Cuídate de no olvidarte de
Jehová, que te sacó de la tierra de Egipto, de casa de
servidumbre» (Deu 6:12). El recuerdo de que «eso eramos
algunos de nosotros» (cp1Co 6:11) nos servirá para mantener
nuestra simpatía hacia los inconversos.
VI. Una promesa condicional. «Y haz lo recto y bueno
ante los ojos de Jehová, para que te vaya bien» (Deu 6:18).
«Anda delante de Mí», le dijo el Señor a Abraham (Gén
17:1). Compórtate como en la presencia de Dios (Mat 23:8).
VII. La espera de un testimonio (Deu 6:21-25). «Entonces
dirás», etc. El testimonio de ellos, como el nuestro,
consistía en
1. UNA CONFESIÓN de su condición pasada. «Siervos en
Egipto» (Deu 6:21).
2. UN RECONOCIMIENTO de los justos juicios del Señor
contra el pecado (Deu 6:22).
3. UNA DECLARACIÓN de su poder para salvar «de
allá» (Deu 6:23).
4. UNA SEGURIDAD de su fidelidad a su Palabra «para
traernos» (Deu 6:23).
5. UNA ADVERTENCIA en contra de la incredulidad
(Deu 6:24).
6. UN ALIENTO a una obediencia implícita (Deu 6:25).
Proverbios 3:1-2, 8. Hijo mío, no olvides mi Ley, tu corazón
guarde mis Mandamientos, 2porque alargarán tu vida en
muchos años, y te traerán prosperidad. 8Y eso traerá
salud a tu cuerpo, y fortaleza a tus huesos.
Hablando en forma general, obedecer a Dios y vivir según
sus santos principios dará por resultado una mejor salud
(Pro 3:8) y una vida más larga, más feliz y más
próspera (Pro 3:16). Sin embargo, no se debe tomar este
principio general como una garantía absoluta para la
cual no hay excepciones. A veces son afligidos los justos
(Job 1:1-22; Job 2:1-13) y no viven una larga vida (Hch
7:59-60); por el contrario, algunas veces es el impío el
saludable y próspero (Sal 73:3; Sal 73:12; Stg 5:5),
aunque es seguro su juicio final (Sal 73:17-20; Stg 5:1-
4).
“La salud, la vida y la felicidad son el resultado de la
obediencia a las leyes físicas que gobiernan nuestro
cuerpo. Si nuestra voluntad y nuestros métodos están en
armonía con la voluntad y los métodos de Dios; si hacemos
lo que al Creador le place, él mantendrá el organismo
humano en buenas condiciones, y restaurará las facultades
morales, mentales y físicas, a fin de poder obrar por medio
de nosotros para su gloria... Si cooperamos con él en esta
obra, la salud y la felicidad, la paz y la utilidad serán el
resultado seguro” (Dios Nos Cuida, pág. 27).
“A medida que la verdad convierte al hombre, comienza la
transformación del carácter. Como resultado de la
obediencia se produce el aumento de la comprensión. La
mente y la voluntad de Dios llegan a ser las suyas, y al
buscar permanentemente el consejo de la Deidad, el
discernimiento crece en forma constante. Bajo la dirección
del Espíritu de Dios se produce un desarrollo general de
las facultades mentales que son consagradas a él sin
reservas” (Recibiréis Poder, pág. 60).
MIÉRCOLES
4. ¿Por qué Dios se dio a conocer con el nombre de
Jehová-rofi? ¿Qué maldiciones sobrevienen a todos los
desobedientes?
Éxodo 15:26. Y les dijo: Si oyes atentamente la voz del
Eterno tu Dios, y obras lo recto ante sus ojos; si prestas oído
a sus Mandamientos, y guardas todas sus normas, ninguna
enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti;
porque Yo Soy el Eterno, tu Sanador.

Jehová-rofi: El Eterno es tu Sanador ( Restaurador) Dios


prometió que si el pueblo lo obedecía estarían libres de
las enfermedades que infestaban a los egipcios. Muy
pocos supieron que muchas de las leyes morales que les dio
posteriormente los mantendrían libres de enfermedades. Por
ejemplo, la ley de Dios respecto a la prostitución los
mantendría libres de enfermedades venéreas. Las leyes de
Dios para nosotros a menudo están diseñadas para
mantenernos lejos del peligro. El hombre y la mujer son
seres complejos. Nuestros físicos, emociones y vidas
espirituales se encuentran entrelazadas. La medicina
moderna está reconociendo ahora lo que suponía estas
leyes daban por sentado. Si queremos que Dios nos
cuide, debemos someternos a sus instrucciones para
vivir.
Porque yo soy Jehová tu sanador. Esta promesa se expresa
con las palabras hebreas Jahvé Rofeca, y aseguran que
todo creyente que oye, atiende, entiende y obedece la
Palabra de Dios, puede esperar milagros de sanidad en
su vida y en otros, así como cuando Él convirtió en
dulces las aguas amargas del desierto de Shur.
Deuteronomio 28:15, 22, 27, 28. Pero si no obedeces al
Eterno tu Dios, para cuidar de poner por obra todos sus
mandatos y normas, que te ordeno hoy, vendrán sobre ti
y te alcanzarán todas estas maldiciones. 22El Eterno te
herirá de tisis, inflamación y ardor, con espada,
calamidad repentina y añublo, y te perseguirán hasta
que perezcas. 27El Eterno te herirá con la úlcera de Egipto,
con almorranas, sarna y comezón, de los que no puedas
ser curado. 28El Eterno te herirá con locura, ceguera y
turbación de espíritu.
Las maldiciones Deu 28:15-19 son paralelas a las
bendiciones en Deu 28:3-6. Dios les advirtió que las
mismas enfermedades y pestilencias que vieron entre los
enemigos vendrían sobre ellos, incluyendo las plagas que
Dios envió sobre Egipto (Deu 28:27). Una evidencia de su
ira sería la retención de la lluvia temprana y tardía (Deu
28:23-24;Deu 11:10-17; 2Cr 7:13-14; 1Re 17:1; Jer 14:1). Sus
enemigos los derrotarían; serían esparcidos como esclavos
ciegos por toda la faz de la tierra. En Deu 28:36 tenemos un
indicio de que Israel pediría rey (1Sa 8:1-22). Su tierra rica,
fluyendo leche y miel, se volvería un desierto. Y en lugar de
ser la primera nación de la tierra, sería «la cola» (Deu
28:44).
En Deu 28:48-68 tenemos la predicción de los
cautiverios de Israel y la remoción de la nación de la
tierra prometida. El versículo Deu 28:49 se refiere a
Babilonia en lo inmediato, pero en lo remoto a Roma (nótese
tanto el águila como el yugo de hierro; Jer 5:15). Aquí hay
un cuadro de los terribles asedios de Jerusalén (Lam 2:20-
22; Lam 4:10; Mat 24:19). Los versículos Deu 28:63-65
aclaran que la continuada desobediencia resultaría en
que Israel sería desarraigado de la tierra y esparcido
entre las naciones donde no habrá «descanso», un
cuadro perfecto de los judíos del mundo de hoy. ¿Qué
otra nación ha sufrido más que Israel? El versículo Deu
28:68 predice que algunos de los judíos serían llevados a
Egipto y esto ocurrió después que Tito conquistó a Israel en el
año 70 d.C. y transportó cierto número de judíos a Egipto.
El capítulo Deu 29:1-29 resume los hechos básicos del pacto:
Dios los redimió y ellos eran responsables de obedecerle;
si lo hacían, habría bendición; si no, Él los juzgaría.
Moisés les advirtió que incluso una persona podía
contaminar a la nación entera (Deu 29:18-19). 
“La enfermedad, el padecimiento y la muerte son obra
de un poder enemigo. Satanás es el que destruye; Dios el
que restaura. Las palabras dirigidas a Israel se aplican hoy
a los que recuperan la salud del cuerpo o la del alma: ‘Yo
soy Jehová tu sanador’. El deseo de Dios para todo ser
humano está expresado en las palabras: ‘Amado, yo
deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que
tengas salud, así como tu alma está en prosperidad’. ‘Él
es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus
dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de
favores y misericordias’” (El Ministerio Médico, pág. 13).
UN MÁRTIR POR CRISTO
La ofrenda de sangre de Abel, la cual fue aceptada por Dios
debido a su actitud interna, por ser de lo mejor que tenía,
acarreó nefastas y trágicas consecuencias para él.
Caín, hermano de Abel, en lugar de arrepentirse de su
desobediencia, llenó su malvado corazón de venganza, celos
y de odio hasta el punto de maquinar, tramar y llevar a cabo
el asesinato de Abel.
JUEVES
5. ¿Por qué Caín llegó a la ira y al fratricidio? ¿Cómo
quería justificar su pecado?
Génesis 4:5. Pero no se agradó de Caín y de su ofrenda. Y
Caín se airó en gran manera y decayó su semblante.
Caín al ver que no había ninguna señal visible de la
aceptación de su ofrenda pero si de la de su hermano Abel,
“se ensaño” lo que significa “arder en ira, enfurecerse”.
En lugar de reflexionar, arrepentirse y pedir perdón, se enojó.
Su rostro evidenciaba su enorme enojo, “decayó su
semblante”. La expresión de su cara y sus ademanes
corporales indicaban el enojo que llevaba adentro. Se
enojó con Dios y con su hermano. Caín no hallaba como
asimilar el golpe. La envidia lo consume, al no poder aceptar
que uno más débil, ante sus ojos, haya sido escogido por
Dios en lugar de él. El primer fratricidio de la humanidad
tuvo origen en la envidia
¿Te enojas y envidias al que le dieron el empleo en lugar
tuyo? ¿Te enojas y envidias porque le dieron a otro el
reconocimiento que tú creías que debía ser para ti? ¿Te
enojas y envidias porque tu debías disfrutar lo que el
otro está disfrutando? ¿Te crees que eres mejor que los
demás y que por eso los demás deben reconocerlo? Pablo
escribió: “Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada
cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto
de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura,
conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno”.
(Romanos 12:3) Hermanos ninguna crisis debe robar
nuestra fe y convertirnos en otras personas. Las crisis
deben estimularnos a esforzarnos y ser mejores. Porque
Salomón dijo: “El corazón apacible es vida de la carne;
Mas la envidia es carcoma de los huesos” (Proverbios
14:30)
Caín no pensaba en el arrepentimiento, sino en la venganza.
La única falta de Abel fue su rectitud y Caín quería su
lugar. Caín se sentía humillado y desplazado y quería
que se la pagaran. “Eurípides dijo: «La envidia es la
peor de todas las enfermedades humanas.» Había un
proverbio griego que decía: "La envidia no cabe en el coro de
Dios.» La envidia conduce a la amargura; la amargura,
al odio; el odio, al asesinato. La envidia es una cosa que
puede envenenar toda la vida y matar todo lo bueno”.
Caín le ofrece a su hermano un paseo amistoso como para
limar asperezas. Pero en realidad era para llevar a cabo sus
planes diabólicos. Es probable que mientras caminaban
empezara acusar a Dios de la injusticia que cometió en su
contra. Se menciona dos veces la palabra “hermano” en
este verso para señalar el terrible pecado que Caín iba a
cometer. Caín se ha entregado ya completamente Satanás.
Sólo tiene ante sí una meta, matar al objeto que le
atormenta. Caín quería matar a Abel porque él estaba
muerto de envidia. Job dijo: “Es cierto que al necio lo mata
la ira, Y al codicioso lo consume la envidia”. (Job 5.2) De
una manera fría y premeditada Caín conduce a Abel a
donde nadie los pueda ver. Se levantó contra él y lo mato.
Los lobos que habían estado encadenados en la celda de
su alma fueron sueltos. La palabra que usa Juan cuando
dice: “No como Caín, que era del maligno y mató a su
hermano” (1 Juan 3:12) La palabra “mato” sfázo
literalmente significa masacrar.
Es importante que toda persona escuche la llamada de
atención que Dios le dé. No hay que dejar que el Caín que
todos llevamos dentro salga y destruya lo más valioso
que podemos tener.
Muchos cuando las cosas no les salen como ellos
pensaban dejan salir a Caín. Otros cuando estén
borrachos o drogados dejan salir a Caín. Las
consecuencias son terribles. Hogares destruidos,
familias divididas, personas en prisión o en el panteón.
Salomón dijo: “El que fácilmente se enoja hará locuras”
(Proverbios 14:17) Dios sigue hablando y nosotros debemos
escucharle. “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis
vuestros corazones” (Hebreos 3:15)
Proverbios 27:4. Cruel es la ira e impetuoso el furor, pero,
¿quién parará ante la envidia?
Uno debiera vivir, dice Salomón, de modo que otros lo
alaben más bien que alabarse con su propia boca (Pro
27:2). Es más fácil llevar una carga de piedra o de arena
(Pro 27:3) que soportar la iracundia de un necio. Los celos
son aún más pesados que la ira (Pro 27:4). 
En todas sus manifestaciones, la ira es una expresión
peligrosa y difícil de controlar, como un torrente.
“La metáfora representa la ira como una fuerza espiritual
que es destructiva, irracional y violenta.”
Salomón señaló que existe un poder y una capacidad
destructiva en los celos que incluso puede ir más allá de
la ira. Puede crear un gran torrente de maldad. 
Fue la envidia lo que motivó a los líderes religiosos a
organizar la muerte de Jesús (Mat 27:18). ¿Quién podrá
sostenerse delante de la envidia? Salomón señaló que
existe un poder y una capacidad destructiva en los celos que
incluso puede ir más allá de la ira. Puede crear un gran
torrente de maldad. Fue la envidia lo que motivó a los líderes
religiosos a organizar la muerte de Jesús (Mat 27:18).
Envidia: “Es una emoción furiosa que a veces desafía la
razón y toma la forma de violencia destructiva, como un
fuego consumidor.”  
“La envidia es peor que los dos (ira y celos), en parte,
porque es más injusta e irracional, como no provocada por
ninguna provocación, como la ira y el enojo, sino que solo
procede de una malignidad de mente, por la cual un hombre
se aflige por la felicidad de otro hombre … y en parte,
porque es más secreta e indiscernible, y por lo tanto los
efectos dañinos de la misma son difícilmente evitables;
mientras que la ira se descubre a sí misma, y así
previenen y protegen a un hombre del peligro.”
Génesis 4:9. Entonces el Eterno dijo a Caín: ¿Dónde está tu
hermano Abel? Y él respondió: No sé. Acaso, ¿soy yo
guarda de mi hermano?
No solo desempeña Abel su labor a conciencia, sino que, en
sus sacrificios, se presenta a Dios con humildad. Sus
ofrendas son sinceras, mientras que Caín, orgulloso y
rebelde, lo hace con despotismo porque detesta la
autoridad divina. Su ofrenda es más un insulto y cuando
Dios expresa beneplácito por el juicio de Abel, Caín se
muerde los codos de la envidia. Por eso resuelve eliminar a
su hermano. En su insensatez piensa que nadie se dará
cuenta, y por eso miente cuando Dios lo cuestiona.
¿Acaso soy el guarda de mi hermano? Su misma
arrogancia lo delata. Su odio está gravado en todos y cada
uno de sus gestos. Su respiración es agitada, su voz
altisonante. Su ira es desproporcionada.
Dios lo condena a trashumar por el mundo sin rumbo
fijo. Sus hijos y descendientes llevaran en su frente, en su
rostro, en su alma, la marca de Caín, señal de la
insatisfacción. Sus portadores son, desde entonces, aquella
mitad de la humanidad que cree que la otra mitad le debe
resarcimiento. No tienen la habilidad de conciliar porque no
les interesa. Viven en una realidad distinta, ajena a los
demás.
Caín vivirá una existencia nómada, en busca de un oasis
donde reposar; sus descendientes arrebatarán tierras,
iniciarán pleitos y rencillas, que, con el tiempo, se
convertirán en guerras. Desde su óptica, los quenitas
(tribus de los descendientes de Caín) concluirán que para
construir hay que destruir, invadiendo y ajusticiando,
construyendo sobre víctimas y ruinas. Quizás, piensan
ellos, con la muerte de sus congéneres, puedan también
borrar su pasado y el de su ancestro. Su ideología es la
utopía, un paraíso propio. Sin Dios ni ley.
Pero la suya es una historia escrita en sus genes. Cada
cierto tiempo, los descendientes de Caín buscan
redimirse. Pero como la del primer fratricida, su
motivación está arraigada en el odio y la venganza. No
creen en la solidaridad ni en la reconciliación porque su
naturaleza es violenta y divisiva. Su memoria está
envenenada por la amargura. No reconocen ninguna
autoridad, material o espiritual; desconocen la lealtad y
el respeto a los padres y familia; quieren hacerles sufrir
lo mismo que ellos han padecido. No solo tienen
complejo de inferioridad, exacerbado por su mala fe,
sino que a este se ha añadido el de la culpa, cuyo peso,
en su conciencia, deben aligerar achacándosela a los
demás. Adoptan entonces el papel de víctimas. Su alma
se regodea en la impaciencia como castigo a su
desatino.
La desaprobación de la ofrenda de Caín engendra en él la
rebeldía, la desconfianza espiritual y la inmoralidad. El
resultado es una especie de angustia existencial. Se
identifica además el odio, la venganza y el resentimiento
como la causa de su infelicidad. Cíclicamente deben
buscar responsables de su mal. No entienden que la
satisfacción depende de una conciencia tranquila y por
ende su felicidad es elusiva.
Caín llega a establecer ciudades, pero estas devienen en
inmoralidad y decadencia. Su cultura está plagada de
mala conducta y conflictos sociales, políticos y religiosos.
Los hijos de Caín son irredimibles, no porque no tengan
oportunidades, sino porque en su falta de humildad, no
acatan las reglas ni aceptan responsabilidad en los
eventos en los que participan. No aceptan que su
desdicha sea de su propia hechura.
“Cuando Caín, movido por el espíritu malo, vio que no
podía dominar a Abel, se enfureció tanto que le quitó la
vida. Y dondequiera haya quienes se levanten para vindicar
la justicia de la ley de Dios, el mismo espíritu se manifestará
contra ellos. Es el espíritu que a través de las edades ha
levantado la estaca y encendido la hoguera para los
discípulos de Cristo. Pero las crueldades perpetradas
contra ellos son instigadas por Satanás y su hueste
porque no pueden obligarlos a que se sometan a su
dominio. Es la ira de un enemigo vencido.
Todo mártir de Jesús murió vencedor…
“El fratricida Caín tuvo pronto que rendir cuenta por su
delito. ‘Y Jehová dijo a Caín: ‘¿Dónde está Abel tu
hermano?’ Y él respondió: ‘No sé; ¿soy yo guarda de mi
hermano?’ Caín se había envilecido tanto en el pecado
que había perdido la noción de la continua presencia de
Dios y de su grandeza y omnisciencia. Así, recurrió a la
mentira para ocultar su culpa” (Patriarcas y Profetas,
pág. 55).
VIERNES
6. ¿Cómo consideró el Señor Jesús la muerte de Abel?
¿Qué atributo fundamental tenía este noble cristiano?
Lucas 11:51. Desde la sangre de Abel, hasta la de
Zacarías, a quien mataron entre el altar y el templo. Así,
se pedirá cuenta a esta generación.
Dios ahora le revela a Caín que Él, como el omnisapiente y
omnipresente Dios, sabe que Caín había matado a Abel y
había mentido. Dios usa lenguaje figurado para
representar la muerte de Abel: “La voy de la sangre de tu
hermano clama a mí”. Es evidente que la sangre de Abel
no “clamó” literalmente porque la Biblia enseña que los
“muertos nada saben” (Eclesiastés 9:5).
Jesucristo identificó a Abel como el primero de los
mártires justos por el camino de vida de Dios. Hablando
a los fariseos, quienes más tarde instigarían su martirio,
Jesucristo dijo: “Para que venga sobre vosotros toda la
sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la
sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías” (Mateo
23:35).
Hebreos 12:24 asemeja el sacrificio de Jesucristo al de
Abel —en que ambos dieron sus vidas por hacer lo
correcto— pero el “sacrificio” de Jesús “habla mejor que
la de Abel”.
La muerte de Abel debe recordarnos que el pueblo de Dios a
menudo sufre y es perseguido por obedecer a Dios. El quinto
sello del libro de Apocalipsis representa el martirio que
algunos del pueblo de Dios enfrentarán en el tiempo del
fin. Figurativamente, estos mártires claman: “¿Hasta
cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas
nuestra sangre en los que moran en la tierra?”
(Apocalipsis 6:10).
Las buenas noticias son que la profecía revela que los
mártires por la verdad de Dios serán recompensados por
su fidelidad (Apocalipsis 20:4).
Hebreos 11:4. Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente
sacrificio que Caín, y fue declarado justo, cuando Dios
aprobó sus ofrendas. Y aunque está muerto, aún habla
por medio de su fe.
La muerte no es nunca la última palabra de la vida del
justo.» Cuando una persona muere, deja algo en él.
Puede que sea algo malo que crezca y se extienda como un
cáncer; o algo hermoso que brota y florece sin fin. Deja una
influencia para bien o para mal; todos, cuando morimos,
seguimos hablando. Que Dios nos conceda dejar, no un
germen de maldad, sino algo precioso que produzca
bendición en las vidas de los que vengan detrás. Abel nos
dejó como huellas su Fé enorme.
La diferencia entre el sacrificio de Caín y el sacrificio de Abel
(Gén 4:3-5) no fue entre animal y vegetal. La diferencia fue
que el sacrificio de Abel fue hecho por la fe en el
Redentor Simbilizado.
“El sacrificio de Abel fue preferido al de su hermano por
ninguna otra razón más que este fue santificado por la
fe; porque sin duda la grasa de animales brutos no tenía
un olor tan dulce como para que su olor pudiera calmar
a Dios”. 
Es probable que Dios mostró su agrado por el sacrificio de
Abel consumiéndolo con fuego del cielo, como pasó con la
dedicación del tabernáculo (Lev 9:24), la del templo (2Cr 7:1)
y con las ofrendas hechas por David (1Cr 21:26) y Elías (1Re
18:38).
Justo después de terminar con el ejemplo de Abel, el
autor nos recuerda que la fe no es necesariamente
recompensada en la tierra. Pero Dios mismo da
testimonio de la virtud de los fieles. La sangre de Abel
todavía nos habla, recordándonos el valor de la
eternidad.
“Cuando por mi causa os vituperen y os persigan—dijo Jesús
—, gozaos y alegraos’. Señaló a sus oyentes que los profetas
que habían hablado en el nombre de Dios habían sido
ejemplos ‘de aflicción y de paciencia’. Abel, el primer
cristiano entre los hijos de Adán, murió mártir. Enoc
anduvo con Dios y el mundo no lo reconoció. Noé fue
escarnecido como fanático y alarmista. ‘Otros
experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones
y cárceles’. ‘Unos fueron atormentados, no aceptando el
rescate, a fin de obtener mejor resurrección’.
“En todo tiempo los mensajeros elegidos de Dios fueron
víctimas de insultos y persecución; no obstante, el
conocimiento de Dios se difundió por medio de sus
aflicciones. Cada discípulo de Cristo debe ocupar un lugar en
las filas para adelantar la misma obra, sabiendo que todo
cuanto hagan los enemigos redundará en favor de la
verdad. El propósito de Dios es que la verdad se ponga al
frente para que llegue a ser tema de examen y discusión,
a pesar del desprecio que se le haga. Tiene que agitarse el
espíritu del pueblo; todo conflicto, todo vituperio, todo
esfuerzo por limitar la libertad de conciencia son instrumentos
de Dios para despertar las mentes que de otra manera
dormirían” (El Discurso Maestro de Jesucristo, págs. 31-32).
SÁBADO
7. Haz una lista de algunos rasgos en la vida de Abel
que eran similares a Cristo. Además, ¿a quién simboliza
Abel?
Juan 1:36. Al ver a Jesús que pasaba, dijo: ¡Este es el
Cordero de Dios!
El primer derramamiento de sangre humana fue un
ensayo muy terrible. Independientemente de que el golpe
asesino de Caín haya sido premeditado, la vista de un
cuerpo humano sangrante debe haber sido una terrible
novedad para él. Caín no había sido endurecido por la
lectura de los detalles de una guerra, o por escuchar
narraciones de crímenes; el asesinato era un nuevo terror
para la humanidad, y él, que fue quien encabezó tal
violencia, debe haberse llenado de un confundido asombro
con el resultado de su golpe, y de temor por sus
consecuencias. Me parece verlo de pie junto al cadáver,
por un instante paralizado por el terror, sobrecogido por
el espectáculo de la sangre. ¿Acaso los cielos lanzarían
fuegos malignos sobre él? ¿Acaso la tierra ensangrentada
produciría veloces vengadores desde su suelo asombrado?
¡Cuántas preguntas deben haber surgido en la mente del
asesino!
Pero, he aquí, la tibia sangre de vida fluye en un arroyo
carmesí sobre la tierra, y un consuelo espantoso se abre paso
en la mente del perverso culpable, cuando observa que la
tierra absorbe la sangre. No se queda acumulada en un
charco, sino que la tierra abre su boca para recibir y ocultar
la sangre de su hermano. Tristes recuerdos salpican la
hierba y tiñen de rojo el suelo, pero aun así el terrible charco
se está secando, y el asesino siente un gozo momentáneo.
Hermanos, el plan que fue llevado a cabo en el Calvario
fue mucho más terrible, puesto que no fue el primer
hombre sacrificado, sino el propio Hijo de Dios; Él, que
era hombre pero que sin embargo era más que un
hombre, Dios manifestado en carne; fue algo terrible
cuando habiéndolo arrastrado ante el asiento del juicio
y habiéndolo condenado, a los gritos de "¡Fuera, fuera,
crucifícale!" en verdad se atrevieron a tomar los clavos y
clavaron al Hijo de Dios en el madero maldito,
levantando Su cuerpo entre la tierra y el cielo, y
contemplando Sus dolores hasta que concluyeron en Su
muerte, cuando traspasaron Su costado, y en el acto
fluyó de allí sangre y agua. Los escribas y fariseos
prosiguieron su camino diciendo "hemos silenciado la
voz acusadora. Ya no se escuchará más el clamor de
Quien decía '¡Ay de vosotros, escribas y fariseos,
hipócritas!' Ya no seremos molestados más en nuestra
hipocresía y formalidad por la presencia de un Ser puro
y santo, cuya sencilla honestidad era una dura censura
para nosotros. Lo hemos asesinado, lo hemos matado sin
justa razón, pero ya le pusimos fin. Esa sangre no tendrá
una voz."
Muy poco se imaginaban que aquel clamor de Jerusalén
ya había subido al cielo: "Su sangre sea sobre nosotros,
y sobre nuestros hijos," siendo registrado en las tablas
de la justicia, y muy pronto Jerusalén se convirtió en la
casa de un tesoro de dolor y una guarida de miseria, de
tal forma que no había habido nada parecido a su
destrucción, ni la habría tampoco, sobre la faz de la
tierra. Mucho más deleitable es el hecho que otra
exclamación más melodiosa subió al cielo desde la cruz
del Calvario. "Padre, perdónalos," resonó desde las
heridas de Emmanuel.
La sangre de Abel no carecía de voz y la sangre de Jesús
no era muda; clamó para ser oída en medio de los tronos
del cielo, habló a favor nuestro y no en contra nuestra; no
habló cosas malas, como pudo haberlo hecho, sino habló
mejor que la de Abel. No solicitó una venganza más
fiera que esa que cayó sobre Caín, no pidió que
anduviéramos errantes y fugitivos sobre la faz de la
tierra, para luego ser al fin desterrados de la presencia
de Dios y arrojados al infierno, sino que clamó "Padre,
perdónalos," y prevaleció, y la maldición fue quitada, y
una bendición vino a los hijos de los hombres.
Abel, el segundo hijo de Adán es, también, una figura del
Mesías: Abel fue pastor de ovejas: Jesús es el pastor de
almas, llama a los cristianos sus ovejas y a la Iglesia su
rebaño: “Yo soy el buen Pastor, y conozco a mis ovejas y
mis ovejas me conocen”.
El sacrificio de Abel fue agradable a Dios y el Caín,
rechazado; el sacrificio de Jesús es el único que Dios
acepta para la remisión de los pecados; los de la antigua
ley carecen de valor para este efecto: “Lo que se ofrece según
la ley no te complació. Digo entonces: Heme aquí, vengo
para hacer, Dios mío, tu voluntad; abolió el primer sacrificio,
para establecer le segundo (Hebr X, 9-9).
Abel por su piedad y su inocencia, excitó la envidia de
Caín, su hermano; Jesús, por su santidad y sus
milagros, se atrajo el odio de los judíos, sus hermanos.
Caín dijo a Abel: “Salgamos”, y cuando estuvieron en el
campo, lo mató; los judíos condujeron a Jesús fuera de los
muros de Jerusalén y lo crucificaron en el Gólgota.
“La voz de sangre de tu hermano clama hasta mí” dice Dios
a Caín; la aspersión de sangre de Jesús es más elocuente que
la de la sangre de Abel”, dice Pablo.
Adán es consolado por el nacimiento de Seth, hijo de
bendición, perpetúa la raza de los justos; Dios es, por así
decirlo, consolado de la muerte de Cristo, por el
nacimiento de una multitud incontable de cristianos,
hijos de Dios por adopción.
1 Corintios 15:20, 23. Pero lo cierto es que Cristo resucitó
de los muertos, y fue hecho primicia de los que
durmieron. 23Pero cada uno en su orden: Cristo la
primicia, después los que son de Cristo, en su venida.
La historia de Caín y Abel nos proporciona muchas
novedades en la historia de la humanidad: la primera
rivalidad entre hermanos, el primer asesinato, el primer
relato de la religión verdadera y falsa y, por supuesto, el
primer ejemplo de un héroe de la fe.
Nuestra esperanza no se basa en una supuesta
inmortalidad natural del alma, donde nuestro ser vuelve
a vivir eternamente reencarnándose innumerables veces
en otros cuerpos; ni en un pasaje directo al paraíso en
forma incorpórea luego de morir. Nuestra esperanza
está en la bendita resurrección de Jesús, que dejó vacía
la tumba de José, y en su pronta segunda venida en
gloria, a la Tierra, donde dejará vacías las tumbas de
todas aquellas personas a las que hemos aprendido a
amar en esta vida, incluyendo la nuestra. Si nos toca
pasar al descanso antes de que regrese, Jesús nos resucitará
y nos llevará para siempre al hogar verdadero, el celestial,
para gozar de la eternidad con él y con todos los hombres y
mujeres de buena voluntad que han vivido sobre este mundo,
y que se han puesto de su lado en esta gran batalla entre el
bien y el mal.
Hebreos 12:24. A Jesús, el Mediador del nuevo pacto, y a la
sangre rociada que habla mejor que la de Abel.
¿Qué dijo la sangre de Abel? ¿Acaso no fue una sangre de
testimonio? Cuando Abel cayó a tierra bajo el garrote de
su hermano, dio testimonio de la religión espiritual.
Caín era amante de una simple adoración externa, en la
cual no cabía la fe. Él amaba una adoración de
espectáculo y pompa; el adornaba su altar con frutas y
lo decoraba con flores; la suya era una religión de gusto
y elegancia, una religión inventada por él; pero estaba
exenta de toda referencia espiritual, creyente, y humilde
relativa al Libertador espiritual. Abel, en contraste,
estaba allí como el profesante de una religión sin
adornos, una religión de fe en el sacrificio prometido.
Sobre el altar estaba un cordero, sangrando por su
herida mortal, y colocado dispuesto para el holocausto;
era un espectáculo espantoso en el que el buen gusto no
se podía deleitar, algo de lo que los amantes de lo bello
huirían con rapidez. Abel había elegido tal ofrenda
porque Dios la había elegido, y porque era el medio
adecuado para conducir su fe al verdadero objeto, al
Señor Jesús. Por medio de la fe, Abel vio en el cordero
sangrante el memorial de la grandiosa propiciación del
Señor por el pecado, que no podía verse en la ofrenda de los
frutos de la tierra que hizo Caín, independientemente de cuán
gustosa podía ser esa ofrenda.
Abel se presenta ante nosotros como el primero en la
nube de testigos, dando un testimonio valeroso, y
preparado para sellarlo con su vida. Él murió como un
mártir de la fe, testimoniando esa verdad grandiosa,
semejante a Dios, que Dios acepta a los hombres de
conformidad a su fe. Todo honor a la sangre del mártir que
habla tan eficazmente a favor de la preciosa verdad.
Nuestro Señor Jesucristo, siendo también un testigo y
dando testimonio de la fe de Dios, habló mejores cosas
que Abel, porque tenía más cosas que decir, y habló con
un conocimiento más íntimo de Dios. Él era un testigo
más completo de la verdad divina de lo que podía ser
Abel, pues Él trajo la vida y la inmortalidad a la luz, y
habló claramente a Su pueblo acerca del Padre. Nuestro
Señor Jesucristo había estado en el seno del Padre, y
conocía el secreto divino; y este es el secreto que reveló a los
hijos de los hombres en Su ministerio, y luego lo selló con Su
sangre. No debe olvidarse que aunque la muerte de
Cristo fue principalmente una expiación por el pecado,
también fue un testimonio de la verdad, pues Él fue un
testigo para el pueblo, un líder y un comandante para el
pueblo, y como mártir agonizante y sangrante, será muy
claro para ustedes que esta sangre da testimonio de una
verdad más plena, más brillante y más gloriosa que el
testimonio que dio la sangre de Abel.
Apocalipsis 12:11. Ellos lo han vencido por la sangre del
Cordero y por la palabra del testimonio de ellos, y no
amaron su propia vida ni aun ante la muerte.
¿Hermanos, qué tono debe haber tenido la sangre de
Abel, y con qué poder debe haber subido al cielo? Pero
no somos libres de conjeturar en lo relativo al poder de
ese clamor, pues se nos dice que Dios lo oyó, y cuando lo
oyó, Él vino a pedirle cuentas a Caín, y dijo: "¿Qué has
hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí
desde la tierra." Luego vino la sentencia marchitante del
crimen. La tierra que había bebido la sangre se volvió
maldita para Caín, de tal forma que aunque la arara todo lo
que pudiera, no le podría dar una cosecha abundante;
aunque la trabajara como quisiera, con todo arte y
habilidad, nunca podría darle su fuerza a Caín. La
maldición original de espinos y cardos, que había caído
sobre la tierra cuando Adán sobrevivió, fue ahora
duplicada en Caín, de tal forma que sólo cosechaba
puñados y recogía escasas gavillas. Esta sería una
constante amargura mezclada con su pan diario,
mientras que por encima de todo ello, él recibió en su
corazón una maldición que lo convirtió en el esclavo de
sus propios espantos. Caín servía al miedo y al temblor
como si fueran sus dioses, y anduvo errante por la tierra con
oscuridad dentro de él y oscuridad a su alrededor, sin
gozarse nunca más, llevando el sello de reprobación fijado
en su frente. Su vida fue sin duda un infierno en la tierra, y
al fin fue arrojado para siempre de la presencia del Dios
Altísimo. La sangre tiene una voz, y cuando ésta es oída
contra un hombre, trae sobre él una maldición indecible.
Bien. Ahora, hermanos, es una tarea muy dulce pedirles
que vuelvan sus mentes de la sangre de Abel a la sangre
de Jesús. Estoy persuadido que ya reconocieron la voz de la
sangre de Abel, y quiero que sus mentes oigan con igual
claridad la voz de la sangre de Jesucristo, pues existen las
mismas razones para su fuerza, pero son mucho más
enfáticas.
¿Pueden colocarse en el Calvario ahora y pueden ver
cómo fluye la sangre del Salvador de Sus manos y pies y
costado? ¿Cuáles son sus propias reflexiones en cuanto a
lo que esa sangre dice a Dios? Piensen ahora al pie de la
cruz. Esa sangre clama en voz alta a Dios, y ¿qué dice?
¿Acaso no dice esto? "Oh Dios, esta vez no es
simplemente una criatura la que sangra, pues aunque el
cuerpo que pende de la cruz es la criatura de Tu Espíritu
Santo, es Tu propio Hijo el que ahora derrama Su alma
hasta la muerte. Oh Dios, es tu Unigénito, amado por
Ti, esencialmente uno contigo, Uno en quien te
complaces, cuya obediencia es perfecta, cuyo amor por ti
ha sido firme. Él es quien muere. Oh Dios, ¿acaso
despreciarás los gritos y las lágrimas, los gemidos, los
quejidos, la sangre de Tu propio Hijo? Muy tierno
Padre, con quien yacía Jesús antes de los cimientos de la
tierra, Él muere, y ¿no lo considerarás? ¿Caerá en vano
Su sangre en la tierra?
Luego, además, la voz argumentará: "No es únicamente
Tu Hijo, sino Tu Hijo perfectamente inocente, Quien no
tenía ninguna necesidad de morir, porque Él no tenía
pecado original que Le habría traído corrupción, que
además no tenía ningún pecado, que a lo largo de toda
la vida no había hecho nada digno de la muerte o de las
cadenas. Oh Dios, es Tu unigénito, quien, sin falta
alguna, es conducido como un cordero al matadero, y
está como una oveja ante sus trasquiladores. ¿Puedes
ver esto, Dios de todo, puedes ver al infinitamente santo
y justo Hijo de Tu corazón llevado a la muerte, puedes
verlo sin sentir la fuerza de la sangre cuando clama a
Ti?"
“Caín y Abel representan dos clases de personas que
existirán en el mundo hasta el fin del tiempo. Una clase
se acoge al sacrificio indicado; la otra se aventura a
depender de sus propios méritos; el sacrificio de éstos no
posee la virtud de la divina intervención y, por lo tanto, no
puede llevar al hombre al favor de Dios. Sólo por los méritos
de Jesús son perdonadas nuestras transgresiones. Los que
creen que no necesitan la sangre de Cristo, y que pueden
obtener el favor de Dios por sus propias obras sin que
medie la divina gracia, están cometiendo el mismo error
que Caín. Si no aceptan la sangre purificadora, están bajo
condenación. No hay otro medio por el cual puedan ser
librados del dominio del pecado” (Patriarcas y Profetas,
pág. 60).
“Por el decreto que imponga la institución del papado en
violación a la ley de Dios, esta nación [los Estados
Unidos] se separará completamente de la justicia. . .
Como el acercamiento de los ejércitos romanos fue para
los discípulos una señal de la inminente destrucción de
Jerusalén, esta apostasía podrá ser para nosotros una
señal de que se llegó al límite de la tolerancia de Dios,
de que esta nación colmó la medida de su iniquidad, y
de que el ángel de la misericordia está por emprender el
vuelo para nunca volver. Los hijos de Dios se verán
entonces sumidos en aquellas escenas de aflicción y angustia
que los profetas describieron como el tiempo de angustia de
Jacob. Ascienden al cielo los clamores de los fieles y
perseguidos. Y como la sangre de Abel clamó desde el
suelo, hay voces que claman a Dios desde la tumba de
los mártires, desde los sepulcros del mar, desde las
cuevas de las montañas, desde las bóvedas de los
conventos: ‘¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no
juzgas y vengas nuestra sangre de los que moran en la
tierra?’ (Apoc. 6:10)” (Joyas de los Testimonios, tomo 2,
pág. 151).
ESTUDIO ADICIONAL
LAS PRIMICIAS, LOS MÁRTIRES Y LA
RESURRECCIÓN
“Cristo resucitó de entre los muertos como primicia de
aquellos que dormían. Estaba representado por la
gavilla agitada, y su resurrección se realizó en el mismo
día en que esa gavilla era presentada delante del Señor.
Durante más de mil años, se había realizado esa ceremonia
simbólica. Se juntaban las primeras espigas de grano
maduro de los campos de la mies, y cuando la gente subía a
Jerusalén para la Pascua, se agitaba la gavilla de primicias
como ofrenda de agradecimiento delante de Jehová. No
podía ponerse la hoz a la mies para juntarla en gavillas
antes que esa ofrenda fuese presentada. La gavilla
dedicada a Dios representaba la mies. Así también
Cristo, las primicias, representaba la gran mies
espiritual que ha de ser juntada para el reino de Dios.
Su resurrección es símbolo y garantía de la resurrección
de todos los justos muertos. ‘Porque si creemos que Jesús
murió y resucitó, así también traerá Dios con él a los que
durmieron en Jesús’. “Al resucitar Cristo, sacó de la tumba
una multitud de cautivos. El terremoto ocurrido en ocasión de
su muerte había abierto sus tumbas, y cuando él resucitó
salieron con él. Eran aquellos que habían sido colaboradores
con Dios y que, a costa de su vida, habían dado testimonio
de la verdad. Ahora iban a ser testigos de Aquel que los
había resucitado.
“Durante su ministerio, Jesús había dado la vida a
algunos muertos. Había resucitado al hijo de la viuda
de Naín, a la hija del príncipe y a Lázaro. Pero éstos no
fueron revestidos de inmortalidad. Después de haber
sido resucitados, estaban todavía sujetos a la muerte.
Pero los que salieron de la tumba en ocasión de la
resurrección de Cristo fueron resucitados para vida
eterna. Ascendieron con él como trofeos de su victoria
sobre la muerte y el sepulcro. Estos, dijo Cristo, no son ya
cautivos de Satanás; los he redimido. Los he traído de la
tumba como primicias de mi poder, para que estén conmigo
donde yo esté y no vean nunca más la muerte ni
experimenten dolor” (El Deseado de Todas las Gentes, págs.
729-730).
Dios los bendiga
Jair Ochoa

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