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Imperio bizantino

Se denomina como Imperio romano de Oriente, Imperio bizantino o,


simplemente, Bizancio 3 a la mitad oriental del Imperio romano desde el 395,
que pervivió durante toda la Edad Media y el comienzo del Renacimiento. Su
capital se encontraba en Constantinopla (griego: Κωνσταντινούπολις,
actual Estambul), construida sobre la antigua Bizancio, importante ciudad
colonial de la Tracia griega fundada hacia eI 667 a. C. El Imperio bizantino es
también conocido como el Imperio romano de Oriente, especialmente para
hacer referencia a sus primeros siglos de existencia, durante la Antigüedad
tardía, época en que el Imperio romano de Occidente todavía existía. Debido
a su posterior carácter helenístico —al punto de reemplazar al latín por
el griego como lengua oficial— algunos historiadores han optado por
referirse a este Estado como un imperio esencialmente griego. 4
A lo largo de su dilatada historia, el Imperio bizantino sufrió numerosos
reveses y pérdidas de territorio, especialmente durante las guerras contra
los sasánidas, normandos, búlgaros, árabes y, por último, turcos. Aunque su
influencia en África del Norte y Oriente Próximo decayó como resultado de
estos conflictos, el imperio continuó siendo una importante potencia militar
y económica en Europa, Oriente Próximo y el Mediterráneo oriental durante
la mayor parte de la Edad Media. Tras una última recuperación durante
la dinastía Comneno en el siglo XII, el Imperio comenzó una prolongada
decadencia que culminó con la caída de Constantinopla y la conquista del
resto de territorios bizantinos por los turcos otomanos en el siglo XV.
Durante este milenio de existencia, el Imperio fue un bastión del cristianismo
e impidió el avance del islam hacia Europa Occidental. También fue uno de
los principales centros comerciales del mundo, estableciendo una moneda
de oro estable que circuló por toda el área mediterránea. Influyó de modo
determinante en las leyes, los sistemas políticos y las costumbres de gran
parte de Europa y de Oriente Medio, y gracias a él se conservaron y
transmitieron muchas de las obras literarias y científicas del mundo clásico
y de otras culturas.
En tanto que es la continuación oriental del Imperio romano, su
transformación en una entidad cultural diferente de Occidente puede verse
como un largo proceso que se inició cuando el emperador Constantino I el
Grande trasladó la capital imperial a Constantinopla en el año 330, continuó
con la división definitiva del Imperio tras la muerte de Teodosio I en 395 y la
posterior caída en 476 del Imperio romano de Occidente, y alcanzó su
culminación durante el siglo VII, bajo el emperador Heraclio I, con cuyas
reformas el Imperio adquirió un carácter marcadamente diferente al del
viejo Imperio romano. Algunos académicos, como Theodor Mommsen, han
afirmado que hasta Heraclio puede hablarse con propiedad del Imperio
romano de Oriente, pues este sustituyó el antiguo título imperial de
«augusto» por el de basileus (palabra griega que significa 'rey' o
'emperador') y reemplazó el latín por el griego como lengua administrativa en
el 620, tras lo cual el Imperio tuvo un marcado carácter helénico.
En todo caso, el término Imperio bizantino fue creado por la erudición
ilustrada de los siglos XVII y XVIII y nunca fue utilizado por los habitantes de
este imperio, que prefirieron denominarlo siempre Imperio
romano (en griego: Βασιλεία Ῥωμαίων, Basilía
Roméon o Ῥωμανία, Romanía) durante toda su existencia.

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