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IMPERIO EXPANSION TERRITORIAL Y

ORGANIZACION POLITICA

Desde una perspectiva geográfica, Roma fue un imperio capaz de abarcar tres continentes: Europa,
principalmente la cuenca del Mediterráneo; el Norte de África, y Asia Menor, o lo que actualmente se
denomina el cercano Oriente u Oriente Medio.

El Imperio romano fue el periodo de la civilización romana posterior a la República y caracterizado por
una forma de gobierno autocrática. En su apogeo controló un territorio que abarcaba desde el océano
Atlántico al oeste hasta las orillas del mar Caspio y Rojo al este, y desde el desierto del Sahara al sur
hasta las orillas de los ríos Rin y Danubio y la frontera con Caledonia al norte. Debido a su extensión y
duración, las instituciones y la cultura romana tuvieron una influencia profunda y duradera en el
desarrollo del lenguaje, la religión, la arquitectura, la literatura y las leyes en el territorio que gobernaba.
Durante los tres siglos anteriores al ascenso de César Augusto, Roma pasó de ser uno de los tantos
Estados de la península itálica a unificar toda la región y expandirse más allá de sus límites. Durante esta
etapa republicana su principal competidora fue Cartago, cuya expansión por la cuenca sur y oeste del
Mediterráneo occidental rivalizaba con la de Roma. La República se hizo con el control indiscutible del
Mediterráneo en el siglo II a. C., cuando conquistó Cartago y Grecia.

Los dominios de Roma se hicieron tan extensos que el Senado fue cada vez más incapaz de ejercer
autoridad fuera de la capital. Asimismo, el empoderamiento del ejército reveló la importancia que tenía
el poseer control sobre las tropas para obtener réditos políticos. Así fue como surgieron personajes
ambiciosos cuyo objetivo principal era el poder. Este fue el caso de Julio César, quien no solo amplió los
dominios de Roma conquistando la Galia, sino que desafió la autoridad del Senado romano.

El sistema político del Imperio surgió tras las guerras civiles que siguieron a la muerte de Julio César. Tras
la guerra civil que lo enfrentó a Pompeyo y al Senado, César se hizo con el poder absoluto y se nombró
dictador vitalicio. En respuesta varios miembros del Senado orquestaron su asesinato, lo que supondría
el restablecimiento de la República. El precedente no pasó inadvertido para el sobrino e hijo adoptivo de
César, Octavio, quien se convirtió años más tarde en el primer emperador tras derrotar la alianza entre
su antiguo aliado Marco Antonio y la reina egipcia Cleopatra VII. Octavio mantuvo todas las formas
republicanas de gobierno, pero en la práctica gobernó como un autócrata. En el año 27 a. C. el Senado le
otorgó formalmente el poder supremo, representado en su nuevo título de Augusto, convirtiéndolo
efectivamente en el primer emperador romano.

Los dos primeros siglos del Imperio vieron un período de estabilidad y prosperidad sin precedentes
conocido como la Pax Romana. Sin embargo, el sistema construido por Augusto colapsó durante la Crisis
del siglo III, un prolongado periodo de guerras civiles que dio inicio al periodo denominado como el
Dominado, durante el cual el gobierno adquirió un carácter despótico y más afín a una monarquía
absoluta. En el año 286, en un esfuerzo por estabilizar al Imperio, Diocleciano dividió la administración
en un Este griego y un Oeste latino. Para este punto Roma ya había dejado de ser la capital del Imperio.
El Imperio se volvió a unir y a separar en diversas ocasiones hasta que, a la muerte de Teodosio I en el
395, quedó definitivamente dividido en dos.

Los cristianos ascendieron a posiciones de poder tras el Edicto de Milán promulgado por Constantino I, el
primer emperador en bautizarse como cristiano, en 313. Tiempo después inició el Período de las grandes
migraciones, el cual precipitó el declive del Imperio romano de Occidente. Con la caída de Rávena ante
Flavio Odoacro y la deposición del usurpador Rómulo Augústulo en el 476, se señala tradicionalmente el
fin de la Edad Antigua y el comienzo de la Edad Media, aún cuando toma cada vez más relevancia la
consideración de la Antigüedad tardía como una época de transición entre ambos periodos.

El Imperio romano de Oriente proseguiría casi un milenio en pie como el único Imperio romano, aunque
usualmente se le da el nombre historiográfico de Imperio bizantino, hasta la caída de Constantinopla
ante los turcos otomanos de Mehmed II en 1453.

El legado de Roma fue inmenso, especialmente en Europa Occidental; tanto es así que varios fueron los
intentos de restauración del Imperio, al menos en su denominación. Destacan las campañas de
reconquista del emperador Justiniano el Grande en el siglo VI y el establecimiento del Imperio carolingio
por Carlomagno en el año 800, el cual evolucionaría en el Sacro Imperio Romano Germánico. Sin
embargo, ninguno llegó a reunificar todos los territorios del Mediterráneo como una vez logró la Roma
de tiempos clásicos. Según ciertas periodizaciones, la caída del Imperio occidental y oriental marca el
inicio y fin de la Edad Media.

En el inmenso territorio del Imperio romano se fundaron muchas de las grandes e importantes ciudades
de la actual Europa Occidental, el norte de África, Anatolia y el Levante. Ejemplos son París (Lutecia),
Estambul (Constantinopla), Viena (Vindobona), Zaragoza (Caesaraugusta), Mérida (Augusta Emerita),
Milán (Mediolanum), Londres (Londinium), Colchester (Camulodunum) o Lyon (Lugdunum) entre otros.

El imperio romano se basaba en un sistema de poder centralizado en la figura del emperador, facultado
para legislar, comandar el ejército, y presidir la religión. El emperador contaba con un cuerpo consejero,
llamado senado, y una institución representativa del pueblo romano, llamada asamblea o comicios.

CAIDA DEL IMPERIO ROMANO

Odoacro, rey de los hérulos, derroca al último emperador de Roma, Rómulo Augústulo, el 4 de
septiembre de 476. Este hecho marca el fin del Imperio Romano: desaparece el imperio occidental
mientras que el imperio oriental bizantino sobrevive hasta la caída de Constantinopla, en 1453.

El Imperio Romano de Occidente estaba sumido en graves conflictos políticos, económicos y sociales
desde hacía mucho tiempo mientras diferentes pueblos germánicos construían reinos en los territorios
europeos que habían formado parte del todopoderoso imperio de Roma.

3 fechas son decisivas en la caída del Imperio Romano: la batalla de Andrinopla (9 de agosto de 378), la
invasión y saqueo de Roma (390) por los galos, que nunca había sido invadida durante ocho siglos, y el
derrocamiento del último emperador de Roma (4 de septiembre de 476). Una coalición de tribus
germánicas derrotó el 9 de agosto de 378 al ejército romano durante la batalla de Andrinopla, en las
llanuras al noroeste de la ciudad romana de Adrianópolis, actualmente Edirne, en la Turquía europea.
Esta derrota marca el inicio del declive real irreversible del poder de Roma, con la progresiva pérdida de
autoridad sobre su vasto dominio territorial. Unos años más tarde, en el 386, una gran invasión de
pueblos godos impone a Roma importantes pérdidas territoriales.

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