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@Tierra Salvaje 2023

Primera edición: enero de 2023


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Primera edición: enero de 2023.

Título original: Malas decisiones

©Tierra Salvaje 2023

Imagen de portada: shutterstock


MALAS DECISIONES
Me llamo Sandra, tengo diecisiete años; él es Lucas, tiene veinte años y

estudia Medicina. Es un amor de persona, me cuida y me colma de

atenciones. Sé que está muy enamorado de mí y yo de él, por lo menos creo

que ese sentimiento que tengo es amor, aunque no lo sé definir muy bien, de

todas formas, hace poco tiempo que estamos juntos más adelante sabré si este

sentimiento es amor.

Yo sé que él no es virgen y ha estado con chicas. Él mismo me lo ha contado.

Yo sí soy virgen. He estado con chicos, pero no les he dejado llegar más allá.

Algún beso y algún toqueteo resumen toda mi experiencia sexual, pero sé que

con Lucas perdería mi virginidad.

A punto de cumplir mis dieciocho años estaba muy enamorada, pero seguía
siendo virgen, aunque Lucas me insistía en que nos acostásemos y ya le había

visto desnudo, mi miedo a meterme la pedazo de polla que tenía me asustaba.

Yo le había masturbado y se la había chupado. Tenía una polla preciosa, pero

muy grande y eso me atemorizaba, además, ya no tenía tan claros mis

sentimientos.

Estaba enamorada de Lucas, pero sentía que me faltaba algo. Mi entrega

hacia él no era total. Veía a mis amigas, todas ellas habían dejado de ser

vírgenes mucho antes que yo y eso me avergonzaba, siempre me preguntaban

por Lucas y su polla.

Me fastidiaba reconocerlo, pero envidiaba la vida de mis amigas que, sin ser

tan guapas como yo, se lo habían montado mucho mejor. Salían con chicos

que tenían pasta, las invitaban a fines de semana increíbles en sitios que yo

alucinaba cuando me enseñaban la fotos, yo les preguntaba de dónde sacaban

el dinero, pero ellas siempre me decían lo mismo:


—Mujer, se dedicará a sus cosas, nunca le pregunto, pero lo que sí me

interesa es el resultado final…mira, mira estas fotos.

Era frustrante, era la tía que estaba más buena del grupo, los tíos se morían de

ganas por separarme de mis bragas, pero se iban con las otras. Yo era terreno

vetado, tenía pareja, pero él con sus estudios y esa carrera que costaba un

dineral no podía tener esos detalles conmigo.

Un día hablando por teléfono con una amiga le pregunté por qué yo no podía

tener una vida como la de ella. Sentía que estaba regalando mi juventud a una

persona que no se la merecía, que se ocupaba más de sus estudios y de su

carrera que de mí… qué gilipollas fui, en ese momento firmé mi sentencia

para ser una desgraciada.

—A ver, Sandra, ¿tú te has mirado en el espejo?

—Pues sí -respondí extrañada.


—Sandra, que estás buenísima enseña más carne, que los tíos vean que si

vestida estás buena, desnuda tienes que estar de muerte. Sé más lanzada.

¿Qué quieres a Lucas? Vale, pero mientras te puedes follar a otros, coge

experiencia y disfruta de la vida. Somos jóvenes cuando nos pillemos por un

tío y lleguen los niños se acabó todo.

No lo pensé mucho y después de esa conversación empezó mi gran cambio.

Me compré ropa más provocativa, ropa que seguro que ni mi familia ni Lucas

aprobarían. Me sentía muy atractiva. Salía de mi casa vestida de una manera,

pero escondía la ropa que me quería poner en un bolso grande. Bajaba al

cuarto de contadores de mi edificio, donde me había preparado mi refugio

secreto y allí me cambiaba.

Vivía en un barrio del extrarradio de Madrid, donde el paro y las pocas

oportunidades para los jóvenes eran el pan nuestro de cada día. La gente se

buscaba la vida incluso rayando la ilegalidad.


Cuando solo faltaba poco más de un mes para mi dieciocho cumpleaños, una

amiga invitó a su primo a una fiesta que celebrábamos en una discoteca. Era

la fiesta de otra amiga que celebraba su mayoría de edad. Ese día yo iba

vestida de forma muy provocativa: una minifalda que no escondía nada y una

camiseta muy ajustada marcando mis tetas a la perfección, zapatos de tacón

para realzar mi trasero y un maquillaje acorde.

Mi relación con Lucas seguía adelante, pero estaba estancada, estaba en

época de exámenes y prácticamente no nos veíamos. Yo le seguía queriendo,

pero necesitaba algo más. Estábamos en la puerta de la discoteca esperando a

entrar y en ese momento el ruido de una moto llamó nuestra atención, era el

primo de mi amiga. Cuando se bajó y se quitó el casco me quedé mirándole

como una boba, era muy guapo y tenía esa pinta de malote que tanto me

ponía, además, con esa chupa de cuero y ese tupé estaba irresistible. Sentí un

cosquilleo y eso me excitó, cuando vino hacia nosotras me repasó de arriba


abajo. Me gustó mucho cómo me miró. Saludó a su prima y se dirigió a mí:

—Bueno, bueno… ¿y tú quién eres que nunca te había visto por aquí?

—Hola -dije nerviosa- soy Sandra.

Me dio dos besos muy cerca de la comisura de mis labios. Olía muy bien y su

seguridad me intimidaba.

—Encantado de conocerte, Sandra; mi nombre es Manuel, aunque me gusta

que me llamen Lolo, pero dime una cosa: ¿dónde has estado toda mi vida?

Reí nerviosa, me encantaba ese tío, me hacía sentir algo que desconocía, pero

que me gustaba. No se separó de mí en toda la tarde y al final de la noche me

llevó a casa en su moto. Más de un conductor se puso morado, con la

minifalda que llevaba iba enseñándolo todo. Nos seguimos viendo y

conociendo más. Empecé a sentir cosas por él que se supone que no debía

sentir, porque yo estaba enamorada de Lucas, pero ¿lo estaba? Empezaba a


dudarlo. Él seguía enfrascado en sus estudios, me decía que quería ser el

mejor para poder darme la vida que, según él, yo me merecía.

El día de mi dieciocho cumpleaños celebré mi fiesta en la misma discoteca

donde conocí a Lolo. Ese día llevaba un vestido entallado con una faldita de

vuelo, los chicos se giraban para verme y me decían burradas. Yo estaba

excitada y partida de la risa. Cuando llegamos ya nos estaban esperando,

Lolo me recibió con un pico en los labios y una caja grande que era mi

regalo. Nines, mi mejor amiga, me miró muy seria y se dirigió a mí:

—Sandra, ¿y Lucas?

—Está con sus estudios el lunes tiene un examen, le dije que viniera, pero me

dijo que me recompensaría, que esperase a que pasasen los exámenes y sería

increíble.

—Sandra, sabes que nunca te discutiré una decisión, pero os quiero mucho a
ti y a Lucas y no me gusta nada la actitud cariñosa que tienes con Lolo. No es

una persona que te convenga, créeme.

—Tranquila, sé lo que me hago.

A quién quería engañar estaba loquita por Lolo y esa tarde prometía ser

increíble. Nos metimos en la discoteca y empezó la fiesta. Yo estaba

encantada estaba en la pista de baile y era el centro de atención, buscaba a

Lolo con la mirada y le descubrí en la barra sentado y mirando cómo me

movía. De repente, solo tuve ojos para él, la música dejó de sonar en mi

cabeza y me dirigí hacia la barra donde estaba sentado. Me recibió y me

metió entre sus piernas, con una mano me agarró por la cintura y la otra la

puso en mi culo y me atrajo hacia él, pasé mis brazos por su cuello y nos

besamos con pasión, como hacía tiempo que nadie me besaba, en esos

momentos noté cómo me empezaba a mojar, notaba mi braguita empapada y

un cosquilleo en mi coño me hacía restregarme contra él.


—Ven conmigo, cariño -me dijo Lolo.

Yo me dejé llevar. Fuimos hacia los baños y nos metimos en el de caballeros.

Abrió una de las cabinas y nos metimos dentro. Nos besamos, nos comimos

la boca y por primera vez un hombre me tocó el coñito por debajo de mis

braguitas, un calambrazo recorrió mi cuerpo y abrí más mis piernas en clara

invitación a que siguiera.

—Mmm, Sandra, mi amor, cómo quería sentirte así, necesitaba tocarte.

Estaba derretida, caliente como un horno y encima con él, de Lucas ni me

acordaba, solo sabía que el hombre que necesitaba estaba conmigo y me tenía

a punto, quería darle mi virginidad a él, no es que los baños de una discoteca

fuese el sitio soñado, pero lo deseaba mucho en ese momento.

—Cariño, necesito que me folles -le dije convencida- pero ten cuidado

porque soy virgen.


Me volvió a besar con pasión, me comía la boca de maravilla y hacia

diabluras con su lengua. Bajó hasta dejar su cara a la altura de mi entrepierna,

metió las manos por debajo de mi vestido y me bajó las braguitas. Levantó mi

falda y miró mi sexo por unos instantes, estaba cachonda perdida necesitaba

sentirlo dentro de mí.

—Sandra, la próxima vez que vea tu coñito, lo quiero sin un pelo, ¿te ha

quedado claro?

—Lo que tú digas, mi vida, pero fóllame lo necesito.

Noté cómo se bajaba los pantalones y dejaba su polla al aire, enseguida bajé

mi mano y la pajeé delicadamente, estaba dura como una piedra. Sopesé

cómo era y no tenía nada que ver con la de Lucas, esta era más pequeña y

más fina, seguro que no me dolería tanto.

Me levantó una pierna y la sostuvo con su brazo, apoyó mi espalda en la


pared contigua a la siguiente cabina y me penetró. Noté un dolor agudo y un

fuerte pinchazo. No fue nada cariñoso. Empezó un bombeo brutal, pero,

curiosamente, al momento, un placer como nunca antes había sentido empezó

a poseerme.

—Así, mi amor, fóllame hazme tuya.

Estaba totalmente entregada disfrutando. Tenía mi cabeza echada hacia atrás

y mis ojos cerrados sintiendo los besos y la lengua de Lolo en mi cuello, de

repente noté cómo una gota caía en mi cara, pero no presté mucha atención,

yo gemía sintiendo sus embestidas llevándome a un orgasmo sin retorno, una

segunda gota me volvió a golpear en la frente y abrí los ojos… me quise

morir, Lucas estaba asomado por encima de la cabina del otro servicio.

Lloraba y las gotas que me golpeaban eran sus lágrimas. Me sentí la peor

persona del mundo, pero, en ese momento, Lolo con un golpe de caderas

clavó su polla en lo más hondo de mí y empezó a correrse desatando mi


orgasmo. Solo sé que cerré los ojos nuevamente y mordí mi labio inferior

para ahogar mi grito de placer. Noté dos lagrimas más de Lucas, pero no

quise abrir los ojos, cuando terminó y sacó la polla de mi interior, una mezcla

de flujo, sangre y semen resbalaba por mis piernas. No me sentía orgullosa

miré a Lolo y creo que, en ese momento, le odié. Le pedí mis bragas muy

seria.

—¿Qué te pasa, Sandra, no me digas que no has disfrutado? Ha estado muy

bien, además, tienes un culito que me vuelve loco.

Estaba de mal humor, Lucas, el amor de mi vida me había pillado follando

con otro, en ese momento pensé en lo que había hecho. A Lucas no le había

dejado ponerme una mano encima, él me había respetado, y a Lolo en poco

más de un mes le había dado mi virginidad, pero lo peor es que me había

gustado. Salí corriendo de allí. Nines me vio salir rápido, pero me paró:
—Sandra, ¿qué has hecho? He visto salir a Lucas llorando, me ha dicho que

quería darte una sorpresa, pero creo que la sorpresa se la ha llevado él.

—Joder, he sido una estúpida, me he dejado llevar por mis impulsos y me ha

pillado follando con Lolo.

—¿¡Cómo!? ¿pero tú eres tonta? Te dije que Lolo no te conviene, no sabes

dónde te metes.

Miré a Nines extrañada, Lolo tampoco era tan mala persona. Salí de la

discoteca necesitaba ver a Lucas y despedirme de él. Sabía que mi relación

con él se había acabado, pero necesitaba despedirme para hacerle saber que

en estos años le había querido mucho y de forma sincera. Al poco rato me

encontraba frente al portal de Lucas. Llamé al telefonillo sin saber muy bien

qué le iba a decir. Esperaba que fuese Lucas el que me atendiese, pero oí la

voz de su madre:
—¿Sí?

—Buenas noches, soy Sandra, ¿está Lucas?

El inconfundible zumbido de apertura me invitó a pasar. Subí rápidamente, su

madre me abrió la puerta y me miró de arriba abajo.

—¿Qué has hecho, Sandra?

—Por favor, ¿está Lucas? Necesito verle.

—Lucas está en su habitación. Está llorando como nunca lo he visto llorar, no

quiere volver a verte, ni yo que vuelvas a pisar esta casa, lárgate de aquí y

olvídate de mi hijo porque no te lo mereces, déjanos en paz.

Un portazo en las narices me anunció que todo había acabado. Estaba

destrozada, no quería terminar así. Volví a la discoteca, cuando entré Lolo

vino hacia mí pensé que iba a consolarme:

—Que sea la última vez que me dejas tirado de esta manera y encima por el
pichacorta de tu ex, eres mía, te he follado y te quiero a mi lado o detrás de

mí, pero que sea la última vez que desapareces, ¿te queda claro?

—Vete a tomar por culo, imbécil -le increpé dolida.

—Vete tú, niñata.

Vi cómo Lolo, la persona a la que le había regalado mi virginidad desaparecía

por la puerta. Mis ojos se inundaron de lágrimas y lloré desconsolada. Nines

me cogió de la cintura y ni nos despedimos de la gente, creo que ni se habían

enterado de lo que había pasado, me acompañó a casa y por el camino

hablamos de todo lo que había ocurrido. Ese día que prometía ser el más feliz

de mi vida, fue el más aciago: todo, absolutamente todo salió mal. Esa noche

me arrepentí de haberle dado mi virginidad a Lolo, me arrepentí de haberle

hecho tanto daño a Lucas y me di cuenta, en ese momento, que mi amor por

él no había desaparecido y que casi le amaba más.


Las siguientes semanas fueron horribles. No quería salir. Iba de casa al

instituto y al revés. Me encerré en mí, vi unas cuantas veces a Lucas, quise

acercarme a él, pero no me dejó, de Lolo no sabía nada, le llamé un par de

veces por teléfono, pero nadie contestó a mis llamadas. Mi vida era una

mierda, estaba muy deprimida.

Un viernes, al salir del instituto, me encontré a Lolo en la puerta con su moto

estaba guapísimo, me acerqué muy seria hacia él:

—Hola -le dije lo más fría que pude.

—Hola, princesa, siento lo del día de tu cumple, me comporté como un

imbécil. He venido a disculparme y a decirte que no puedo sacarte de mi

cabeza.

Todos mis males desaparecieron me lancé a sus brazos y le besé delante de

mis compañeros. Estaba en una nube.


—Cariño -me dijo Lolo- ¿te puedes escapar hasta el domingo por la mañana?

—Sí, mi amor, claro que sí.

Me fui a buscar a Nines, le di mi carpeta y le dije que llamase a mi madre,

que me iba a quedar en su casa a dormir, que me encubriese.

—Sandra, por favor, olvídate de ese tío, es un sinvergüenza, un golfo, no lo

hagas.

En ese momento, la mano de Lolo me agarró por la cintura atrayéndome

hacia él:

—Nines, sé buena y cubre a tu amiga que la voy a recompensar por lo mal

que se lo hice pasar.

Estaba emocionada, para mí era una aventura. Me monté en su moto y nos

fuimos hacia la estación de tren de Atocha. Nos subimos en el AVE y en

menos de dos horas estábamos en Valencia. Una sonrisa continua en mi cara


demostraba lo feliz que era en ese momento. Pedimos un taxi y Lolo le dio

una dirección que nos llevó a un hotel impresionante, cuando vi la habitación

con cama de matrimonio me lancé a comerle la boca a Lolo, bajamos a comer

y por la tarde nos fuimos de compras. Me compró ropa interior muy sexy y

dos vestidos con una faldita de infarto, dos bikinis mínimos que no cubrían

casi nada y un liguero con medias negras.

—Este fin de semana te voy a follar como te mereces, eres una princesa y así

te voy a tratar.

Cogí una de sus manos, la metí entre mis piernas y se la aprisioné para que

notase mi humedad.

—Mira cómo tengo el pantalón, estoy empapada. Necesito que me folles, te

necesito dentro de mí. Quiero sentir otra vez tu leche golpeando en mi útero.

Vi los ojos de Lolo brillar, fuimos a caja pagó todo y nos fuimos al hotel. Fue
maravilloso los dos desnudos sintiéndonos, me folló como quiso y cuanto

quiso, perdí la cuenta de mis orgasmos, era una máquina de follar. Estaba

encantada, por fin tenía la vida que deseaba con el hombre apropiado, me

acordé de Lucas vagamente y pensé que ese tipo de vida él no me la podía

dar. Nos quedamos hasta el domingo por la tarde. Llamé a mi madre que

estaba histérica preguntándome dónde estaba en realidad, porque ya había

descubierto que no estaba con Nines. Al final logré tranquilizarla, la felicidad

que irradiaba mi voz la hizo creer que estaba olvidando todo lo pasado.

Al día siguiente pedí hora en la esteticien del hotel para que me depilasen el

coñito, quería sentir la boca de Lolo en mi chochito, fue una sensación de

libertad increíble, y Lolo, por fin, me comió el coño, qué corrida más

impresionante… le dejé la cara brillante de mis jugos y me folló a placer.

El domingo por la noche, cuando me dejó en casa, nos prometimos amor

eterno. Amaba a ese hombre, era mi macho, me gustaba todo de él. Mi


cuerpo le pertenecía.

Al día siguiente, Nines me recibió con mala cara, me echó una bronca

impresionante, la había metido en un buen lio, sus padres la castigaron sin

salir un mes por encubrirme, pero me dio igual, yo era feliz. Todo iba sobre

ruedas con Lolo. Hubo más fines de semana increíbles follábamos hasta caer

rendidos, me sentía plena como mujer.

—Lolo, ¿cuándo me dejas en casa, a dónde vas?

—¿Por qué lo quieres saber?

—Es curiosidad.

Lolo se puso serio y me miró de una manera que no me gustó. Pensé que

éramos mucho más que amantes, que yo para él era mucho más, pero me dejó

claro que estaba equivocada:

—Que sea la última vez que me preguntas por mi vida, no tienes ningún
derecho a preguntarme nada. Yo soy el hombre y hago lo que quiero, pero tú

no, tú me debes un respeto y quiero saber todo lo que haces, ¿te queda claro?

Además, ¿de dónde crees que sale el dinero para tus putos fines de semana y

lo que te compro?

Me dejó helada esa respuesta, no me gustaron ni el tono ni la forma en que

me contestó, pero no fui capaz de reaccionar, en ese momento lo más

aconsejable habría sido mandarlo a la mierda, pero era estúpida e inexperta.

Algo en mi interior me puso en alerta, indagué por mi cuenta las correrías de

Lolo y no me gustó nada de lo que fui descubriendo: robos, droga,

prostitución… los trapicheos que tenía eran incontables, amén de la gente con

la que se juntaba. Decidí poner fin a aquello, no quería un hombre que me

diese una mala vida y lo que son las cosas, en esos momentos me acordé de la

seguridad que me ofrecía Lucas, no tenía dinero, pero el respeto y el cariño

con el que me trataba no tenían nada que ver con lo que me hacía este tipo.
Ocurrió lo que no tenía que ocurrir, pero estaba cantado, me quedé

embarazada, en todas las innumerables veces que Lolo me folló se corrió en

mi interior y no poníamos ningún medio anticonceptivo. Estaba muy

asustada, no había cumplido los diecinueve años y ya esperaba un hijo de una

persona que no se merecía mi cariño, aun así se lo comenté:

—¿Qué estás embarazada?, ¿… y seguro que es mío?

—¿Tú eres bobo, Lolo, acaso crees que me voy acostando con el primero que

viene? Pues claro que es tuyo, el hecho de que lo dudes es un insulto. Estoy

asustada ¿y eso es todo lo que se te ocurre decirme?

—Shh, baja los humos princesita. Tu obligación como mujer es poner los

medios para no quedarte embarazada, yo no me tengo que preocupar de una

mierda, solo follarte y correrme dentro de ti.

¡Madre mía! Pero con quién me había juntado, me acordé de Nines y de lo


que me decía, pero me acordé tarde, si antes de contárselo a Lolo estaba

asustada, ahora lo estaba más, me sentí muy sola.

—Bueno, princesita, tranquilízate. Voy a ver si arreglo tu metedura de pata.

Mañana te cuento algo.

Pasé la peor noche de mi vida, solo deseaba poner fin a esta pesadilla, una

vez que todo pasase lo tenía claro iba a mandar al cabrón de Lolo a la mierda.

No siempre todas las cosas salen como uno desea. Lolo quiso que abortase,

aunque no me hacía ninguna gracia tuvimos que reunir novecientos euros

para pagar mi aborto, cuando me llevó al lugar donde me lo iban a practicar,

mi instinto de supervivencia me dijo que saliese corriendo de allí, y eso hice.

Lolo montó en cólera conmigo y por primera vez me humilló en público, y

me dio un bofetón delante de todos nuestros amigos, solo Nines se interpuso

entre Lolo y yo para que no llegase a mayores, el muy capullo fue a pegar a
Nines, pero el novio de una amiga que estaba cachas le cogió del brazo y

paró esa locura.

—Tranquilito, Lolo, compórtate como un hombre y asume las consecuencias

de lo que has hecho -le dijo el novio de mi amiga.

—¡Qué lo asuma esta puta por su mala cabeza! -gritó Lolo.

Se fue hacia su moto y desapareció. Estaba hecha polvo, destrozada

anímicamente, lloraba sin consuelo. Mi mente no era capaz de aguantar las

consecuencias de todo esto, pero las cosas lejos de arreglarse iban a ir a peor.

Nines me acompañó a casa y subió conmigo. Mi madre, según abrió la

puerta, sabía que algo grave pasaba y me derrumbé, se lo conté todo, para mí

fue una liberación, en esos momentos mi mamá era la mejor, la que me

consolaría y me sacaría de mi problema. Nines nos dejó solas, mi madre,

lejos de consolarme, me soltó dos tortazos que me dejaron aturdida, me llamó


de todo y me mandó a mi habitación.

Mi llanto era angustiado. Pasadas unas horas se abrió la puerta y apareció mi

padre con cara de pocos amigos. Me asusté mucho, pero me levantó, me

abrazó contra su pecho y me besó en la frente, ese gesto me hizo llorar,

lloraba abrazada a él.

—Tranquila, mi amor -decía mi padre- verás como todo se arregla, vístete

que vamos a hablar con ese.

Mi padre era un hombre muy corpulento de casi dos metros de altura,

trabajaba en Merca Madrid de estibador. Era tarde casi media noche, cuando

llegamos llamé al telefonillo y sin preguntar abrieron. Mi padre se mantuvo

fuera del ángulo de la mirilla. Lolo abrió y lo soltó sin pensar:

—Princesa, tú por aquí a estas horas, ¿a qué vienes a que te folle y así hacer

las paces?
Mi padre apareció por la puerta y agarró a Lolo por el cuello y le estampó

contra la pared.

—Así que tú eres el hijo de puta que ha dejado embarazada a mi niña, y ahora

encima te quieres desentender.

El padre de Lolo apareció con un cuchillo jamonero. Mi padre echó mano a

su bolsillo y sacó una pistola apuntando al padre de Lolo que, de inmediato,

tiró el cuchillo y levantó las manos. Yo estaba muy asustada y lloraba sin

consuelo, no entendía toda esa violencia.

—Según lo veo yo -dijo mi padre- lo podemos hacer de dos maneras:

solucionamos esto como personas civilizadas o de aquí esta noche se llevan

dos cadáveres y yo voy a prisión.

—Tranquilo, compadre -dijo el padre de Lolo- vamos a sentarnos a hablar y

aclaramos esto.
Mi padre puso el seguro de su pistola y la guardó. Soltó a Lolo que estaba

rojo y le faltaba el aire. Pasamos a un salón destartalado. Todo estaba sucio.

Nos sentamos.

—Bien, compadre, dime qué es lo que quieres.

—Quiero que tu hijo se case con mi hija, no quiero que mi nieto sea un

bastardo sin padre.

—¡Papá! ¡Por dios! Eso no, yo no quiero a este hombre, es un bruto -dije

muy asustada.

—Haberlo pensado antes de abrirte de piernas, ahora asume tus decisiones -

dijo mi padre enfadado.

—Muy bien -dijo el padre de Lolo-, pero todo lo pagamos a medias y los

preparativos de la boda los hacéis vosotros.

Mi padre y el padre de lolo se estrecharon las manos. Habían sentenciado mi


futuro y me habían condenado a llevar una vida de mierda. Lolo me miraba

furioso, miró a mi padre y le amenazó:

—Viejo, no tienes ni puta idea de con quién te metes, te juro que tu hija va

ser una desgraciada.

Mi padre le dio un puñetazo que le lanzó contra el sillón y cayó de espaldas

con la cara ensangrentada.

—Creo que quien no tiene ni puta idea de con quién está tratando eres tú. Sé

de tus trapicheos y de tus negocios turbios, ¿conoces al rubio y al pelón?

La cara de Lolo cambió, se puso serio y desapareció su mueca de

superioridad. Se quedó pálido.

—Todos los días almorzamos juntos, un solo comentario mío y acabas en una

trituradora de carne. Ve con cuidado y haz feliz a mi hija.

Nos fuimos de esa casa. Lloré y le rogué a mi padre que, por favor, no me
hiciera eso, pero no obtuve ninguna respuesta. Esa noche no pude dormir

estaba aterrada, no reaccionaba. Ahora lo pienso desde la distancia y lo mejor

hubiese sido fugarme, pero no lo hice.

A los dos meses, con algo de barriguita y un traje de novia horrible me casé

con Lolo. Todo fue horrible, yo no quería eso, durante toda la ceremonia lloré

con desesperación, no podía creer lo que me estaba pasando y que nadie

hiciese nada para parar esa aberración, miré a mi madre rogándole que parase

esa ceremonia, pero me miraba avergonzada y agachaba la cabeza, no quise

decir el sí quiero, pero mi padre me obligó. No hubo convite, nadie nos

esperaba a la salida de la iglesia con el arroz, solo estaba Nines corrí hacia

ella y la abracé llorando.

—Nines, por favor, despiértame de esta pesadilla, mi vida se va a la mierda.

—Sandra, cielo, voy a luchar por ti, voy a intentar por todos los medios
sacarte de esta pesadilla.

Lolo me arrancó literalmente del abrazo con mi amiga. La boda se celebró un

día entre semana y por la tarde me vi entrando en la casa de Lolo a

empujones, me metió en una habitación y me forzó. Yo no quería hacer nada,

pero me dio dos tortazos, me arrancó la ropa y me tumbó en la cama:

—Me has jodido la vida, puta, tu vida va ser un infierno a partir de ahora, me

ha tocado cargar contigo y con lo que llevas en tus tripas, pero vas a ser mi

puta particular.

Lloré hasta quedarme sin lágrimas, la vida te puede golpear de muchas

maneras y muy crueles. Mi padre, la única persona que podía parar esta

vorágine falleció de un infarto. A los seis meses tuve un aborto, creo que

debido a mi estado de ánimo y las palizas que me daba Lolo. Estuve varios

días en el hospital, Lolo no se separó de mi lado, no por amor, sino por no


alertar a las enfermeras y médicos. Nadie se enteró y nadie fue a verme, me

dieron el alta y me encerró en una habitación, era la criada de esos dos

malnacidos.

Nadie se preocupó de mí, salvo Nines. Insistía en verme, pero tanto mi

suegro como Lolo no la dejaban, hasta un día se presentó con la policía, por

fin consiguió verme, se quedó asustada de mi aspecto, pero los policías

trataron el asunto como un incidente doméstico, desde ese día Lolo marcó a

Nines como un objetivo, la amenazó de muerte.

Mi vida era una auténtica pesadilla, vivía con un miedo continuo, la mala

nutrición y el estar encerrada todo el día sin ver la luz del sol mermaron mi

salud, no tenía fuerzas para nada. Un día se abrió la puerta por la mañana, era

mi suegro vi su mirada y me asusté, me violó en la misma cama que su hijo

me follaba todos los días, cuando llegó Lolo y me vio cómo me había dejado

se fue hacia su padre y le dio una paliza, esa misma noche salió de esa casa y
no le volví a ver más, pero Lolo me pegó hasta que perdí el conocimiento,

según él por puta, por no haber sabido parar a su padre, en mi empezó a

crecer un sentimiento de culpabilidad muy grande.

Intenté ser complaciente con él, ser más sumisa, parece ser que se tranquilizó

y me dejó algo más de libertad, pero estaba encerrada en esa casa, no tenía

teléfono, la puerta de la calle cerrada con tres cerrojos para que no saliese,

pero me planteé cuidarme. La única ventana que daba a la calle era pequeña,

pero entraba el sol, todas las mañanas tomaba el sol un poco, le dije a Lolo

que se pasase por una farmacia y me comprase un complejo vitamínico, hacía

ejercicio y empecé a recuperar mi belleza, Lolo se dio cuenta, eso le gustó:

—Vaya, princesita, te estás poniendo muy bien dan ganas de follarte.

—Gracias, cielo, lo hago por ti, para complacerte.

—Eso es, putita, ven aquí.


Llegué a su altura y me hizo arrodillarme, se sacó la polla y me hizo

chupársela.

—Traga, zorra, es mi leche, vamos trágatela.

No quería, tenía unas arcadas increíbles, de un tortazo me hizo que me

tragase toda su corrida. Me levantó, me bajó mis pantalones y mis bragas y

me quiso follar el culo, pero no le dejé, eso me costó una paliza brutal que me

dejó una semana en la cama.

Con treinta y siete años mi autoestima y la confianza en mí misma habían

desaparecido. Me sentía culpable de todo, mi único consuelo era acordarme

de mi relación con Lucas y el amor que nos teníamos. Lo que más me dolió

es que mi madre sabiendo lo que me pasaba hizo muy poco. Venía a verme,

pero su comentario era siempre el mismo, “hija hay que aceptar las cosas

como vienen”. Se desentendió de mí. Solo Nines, mi querida amiga, luchó


por mí hasta caer agotada, pero un cáncer de páncreas se la llevó. Lloré con

amargura, la única esperanza de mi vida me había dejado, esa misma mañana,

mi madre hizo acto de presencia en casa, la oí hablando con Lolo, al poco

rato se abrió la puerta de mi habitación y me sacó al salón, allí estaba mi

madre, estaba muy guapa, me miraba con desprecio:

—Hola, hija, ¿no saludas a tu madre?

Me acerqué y le di un casto beso, pero sin amor.

—Estoy aquí para que vayas al entierro de tu única amiga, quiero que veas

cómo todas tus esperanzas las entierran bajo tierra. He estado hablando con

Lolo, nos vamos al pueblo de Nines, la van a enterrar allí. Lolo ha depositado

en mí tu cuidado, voy a asegurarme de que no comentas con nadie lo que te

está sucediendo, siento decírtelo, pero es lo que te has buscado tú sola.

Mis ojos se anegaron de lágrimas, no lo podía creer, esa misma mañana Lolo
me dejó en el coche con mi madre e iniciamos el viaje al pueblo de Nines.

Lloraba en silencio. Pasada una hora mi madre paró en una área de servicio,

se bajó del coche y me ayudó a bajarme, cuando la miré sus ojos estaban

llenos de lágrimas:

—Mi vida, mi amor, perdona lo que has oído de mi boca, mi niña, por Dios

¿qué te han hecho?

Me abrazó con fuerza, estaba confundida, la persona que había visto esta

mañana no era mi madre, pero ahora su cariño me confundía.

—Sé lo que estás pensando, que estoy loca, pero he sido una cobarde, sabía

lo que estabas pasando y no he hecho nada, solo he reaccionado cuando fui a

ver a Nines en su lecho de muerte y me pidió que fuese fuerte y te rescatase

de esa casa, ella me explicó todo lo que habías pasado.

Acariciaba la cara de mi madre, ella besaba mi mano y acariciaba mi cabello.


—He tenido que hacer teatro, ganarme la confianza del hijo de puta de tu

marido, para sacarte de allí y que él no viniera, mi amor, por lo que más

quiero, que eres tú, que todo va a cambiar, ya lo veras, déjame a mí.

Por primera vez en muchos años me sentía feliz, libre, mi madre estaba a mi

lado, nos abrazábamos, sentía que no la había perdido, nos pusimos al día en

muchos aspectos, cuando nos montamos en el coche agarró mi mano y ya no

la soltó, no sé cuántas veces me pidió perdón, besaba mi mano y lloraba.

—Cariño, me he arrepentido de muchas cosas en mi vida, pero lo que más

siento es no haber parado esa boda, aunque tu padre me hubiese matado.

Toda mi vida he sido una cobarde, pero ahora estoy decidida, lo tengo todo

pensado, pero tenemos que ir con cuidado, Lolo tiene ojos y oídos por todos

los lados.

No sé por qué, pero me sentía a gusto y se lo pregunté:


—Mamá, ¿has vuelto a saber algo de Lucas?, ¿qué fue de él?, ¿terminó la

carrera?, ¿sabes si se ha casado?

Mi madre me miró con cariño, era la primera vez que podíamos hablar a solas

sin un censor al lado fiscalizando todo lo que hablábamos.

—Cariño, Lucas es un afamado cirujano plástico, al año más o menos de

vuestro incidente se fue a Estados Unidos con una beca a terminar la carrera,

allí se doctoró y se especializó. No se ha casado y hace años que vive en el

sur de Gran Canaria, allí ha montado un hospital y vive muy bien, se cuentan

por decenas las celebridades que se ponen en sus manos.

No sé por qué, pero un sentimiento de orgullo se apodero de mí, ahora me

daba cuenta de todo, todo el esfuerzo que hacía estudiando, sacrificando

muchas cosas lo hacía por mí, para que mi vida junto a él fuese increíble…

qué poco lo aprecié y cuánto daño le hice.


Llegamos al pueblo de Nines, nosotras nos alojamos en un hotel a las afueras

del pueblo. Iban a ser dos días sin el desgraciado de Lolo. Me sentía libre, no

quería pensar en el momento en que tuviera que volver. Bajamos a comer

pedí lo que quise, nadie me dijo nada ni me amenazó, durante la comida mi

madre y yo nos unimos aún más. A partir de ahora todo había cambiado.

Cuando terminamos, subimos a descansar y por la tarde nos vestimos de

riguroso luto y fuimos a la casa de los padres de Nines, allí tenían montado el

velatorio, fue muy duro ver a mi amiga, mi querida amiga irreconocible, la

enfermedad la había consumido, lloré su muerte y la seguiré llorando por

años, fue una de las mejores personas que he conocido. Estuvimos hasta la

madrugada, vi a muchas personas que hacía muchos años que no veía, bien

entrada la noche hablando con una amiga, alguien me tocó el hombro, era la

madre de Lucas, la miré asustada, pero ella lejos de mostrarse desagradable,

me miró con cariño, me abrazó y me dio un par de besos.


—Sandra, cariño, estas guapísima -me miró muy seria- todos los días me

arrepiento de lo que te dije aquel día que viniste a ver a Lucas, te deseaba lo

peor por haber hecho sufrir a mi niño, pero ninguna mujer merece pasar por

lo que estás pasando tú.

La noche fue larga, me emocionó ver a tanta gente. Nines era muy querida,

muy de madrugada nos fuimos a descansar, a las once de la mañana la

comitiva fúnebre salía de casa de los padre de Nines a la iglesia del pueblo y

de allí al cementerio, todo fue muy emotivo. No podía parar de llorar,

recordaba todas las vivencias que había tenido con ella, de repente un hombre

alto, vestido con un traje negro se puso en mi línea visual, miré y mis ojos se

llenaron de lágrimas nuevamente, era Lucas, los años le habían sentado muy

bien, estaba guapísimo, me miró fijamente, pero su rostro permaneció

impasible, sus sienes habían clareado, lucía un bronceado increíble.

No sé en qué momento desapareció, lo busqué con la mirada, pero no le vi,


llegué a pensar que mi imaginación me había jugado una mala pasada.

—Mamá… ¿has visto a Lucas?

—Cariño, ¿cómo le voy a ver? Está en Gran Canaria, su madre me ha dicho

que le ha sido imposible venir.

Fue decepciónate oír eso, creo que mi mente me jugó una muy mala pasada.

¿Qué me pasaba? Casi me negaba a aceptarlo, pero seguía muy enamorada de

Lucas, aunque nuestros caminos ya se habían separado hacía muchos años y

sería imposible volverlos a juntar. Hacía poco menos de veinticuatro horas

que no estaba en casa de Lolo y me parecían una eternidad.

El saber que había visto un espejismo y que en breve tomaríamos camino de

Madrid para regresar a mi oscura vida, hizo que me entristeciese más aun, mi

madre enseguida notó mi cambio de humor y me abrazó contra su pecho.

Estaba destrozada.
—Tranquila, mi vida, verás como todo va a ir mejor a partir de ahora.

Nos despedimos de la gente. Todo el mundo tenía teléfono móvil, todos

menos yo. Lolo no me dejaba usarlo. Mi madre dijo que si querían algo de mí

ella me haría llegar el recado, me animaron a escapar de aquella cárcel, pero

sabía que si hacía eso, tanto mi madre como yo terminaríamos muertas a

manos del indeseable de Lolo. Íbamos en el coche camino del hotel y mi

madre hizo una llamada:

—¿Lolo? Soy tu suegra, los padres de Nines nos han pedido que nos

quedemos hasta mañana y no he sabido negarme, estaban muy abatidos, te

llamo para que estés tranquilo, a mi hija la tengo muy atada en corto,

prácticamente no ha hablado con nadie y lo poco que ha hablado yo estaba

delante. Oye, otra cosa, creo que mañana por la noche estaremos allí, pero si

llegamos muy tarde Sandra duerme en mi casa y te la llevo el lunes por la

mañana, no queremos despertarte.


Mi madre colgó el teléfono, me miró con una gran sonrisa y me lanzó un

beso, ese detalle me animó un poco, había conseguido un día más gracias a

ella.

Cuando llegamos al hotel estaba hecha polvo. Me apetecía ducharme,

cambiarme y bajar a tomar algo fuerte. Cuando llegamos a la habitación, mi

madre tocó la puerta suavemente con los nudillos.

—Mama, ¿Por qué no utili…?

Se abrió la puerta y me quedé sin habla, allí delante de nosotras estaba Lucas.

Se había cambiado, ya no llevaba el traje, pero vestía de forma increíble,

parecía un Dios o por lo menos a mí me lo parecía.

—Lucas, eres tú, mi mente no me jugó una mala pasada.

Acaricié su cara y le abracé con todas mis fuerzas, él me estrechó contra su

pecho mientras me echaba a llorar. Mi amor, el amor de mi juventud, el amor


de mi vida estaba abrazándome. Estaba tan a gusto, tan feliz, que no me di

cuenta de nada, cuando quise reaccionar busqué a mi madre, pero me vi en el

interior de nuestra habitación abrazada a Lucas y los dos solos.

—¿Y mi madre? -pregunté intrigada.

Lucas esbozó una sonrisa encantadora, por Dios, cómo había cambiado, era

una preciosidad de hombre, no entendía cómo no le había echado el guante

ninguna mujer.

—Tranquila, Sandra, tu madre está junto a la mía, digamos que esto lo han

preparado ellas. Tu madre fue la que llamó y se puso en contacto conmigo,

me contó todo lo que habías pasado y estás pasando.

Bajé mi cara avergonzada. A mi mente vino ese aciago día en el que Lucas

me vio siendo follada por Lolo entregándole mi virginidad. Mis ojos se

volvieron a llenar de lágrimas, Lucas agarró suavemente mi barbilla y levantó


mi cabeza, me hizo mirarle, su cara reflejaba felicidad y eso me tranquilizaba,

se fue acercando muy lentamente y posó sus labios sobre los míos en un beso

eterno que me hizo ver las estrellas y parte del firmamento, nos saboreamos

lentamente y juntamos nuestras lenguas en un baile infinito. Me avergoncé de

mí misma estaba empapada, notaba mi humedad bajando por mis muslos,

pero a la vez me excitó aún más el notar una dureza conocida en mi pubis.

—Lucas, he pensado tanto en ti, en el día que me viste con Lolo, haciéndolo

en un baño…

—Shh, calla, mi niña, no revuelvas el pasado, déjalo como está, solo mira el

presente y tu posible futuro y decide qué es lo que quieres para ti. No te niego

que te odié, te odié mucho, pero ese sentimiento ha dejado paso a un cariño

que no soy capaz de quitarme de la cabeza, te quiero Sandra, nunca he dejado

de hacerlo, y no he querido conocer a ninguna otra mujer que no fueses tú.


Me sentía como en una nube, estaba flotando, me daba miedo decirle lo que

lo amaba, y me desesperaba por saber que tendría que volver a mi oscura

vida, estando rozando con los dedos la felicidad de encontrarme en los brazos

de la persona que más quiero.

Cerré los ojos y me entregue a él, me abracé a su cuello y le besé con

desesperación, sabía que si Lolo se enteraba de esto me mataría, pero era feliz

al saber que le iba a poner unos cuernos del tamaño de su ego. Lucas me

empezó a desnudar con mucho cariño y con una lentitud que me desesperaba,

necesitaba sentirme suya, necesitaba sentirlo dentro de mí, hacía muchísimos

años que un hombre no me daba placer, y quién mejor que Lucas para este

trabajo.

Me dejó solo con el tanguita, antes de tumbarme en la cama le desnudé a él

con desesperación, cuando vi su polla casi me corro de gusto: enorme, larga,

majestuosa, ni punto de comparación con la del pichacorta de Lolo. La


acaricié con reverencia y me la metí en la boca, la sensación era increíble, vi

cómo Lucas ponía un gesto de placer enorme, echaba su cabeza hacia atrás y

empezaba a hacerle una buena mamada. Me empleé a fondo, di lo mejor de

mí en esa felación, solo el ver la cara de Lucas ya era recompensa suficiente,

estuve unos cuantos minutos así, me dolía la mandíbula y las babas caían por

mi pecho, pero estaba feliz.

—Sandra, mi vida, no creo que aguante mucho más, me voy a correr.

Le miré a los ojos y me saqué su polla de la boca.

—En mi boca, mi amor, quiero saborearte.

Puse mis cinco sentidos en esa mamada, noté cómo Lucas se tensaba y se

hinchaba su polla, el primer latigazo de leche golpeó mi paladar, creo que

nunca he disfrutado más de una mamada y de que un hombre se corriese en

mi boca, su corrida fue muy abundante e inundó mis sentidos, pero no dejé
escapar ni una gota de su esencia, fue ambrosía para mi triste existencia,

estaba mojadísima.

—Sandra, ha sido increíble, nunca me habían hecho terminar de esta manera.

Le miré con cariño, me hubiese gustado decirle que era el primer hombre al

que le había pedido que terminase en mi boca sin sentir asco o temor, Lucas

me ayudó a levantarme, me besó sin sentir aversión al hacerlo, me frote

contra él, estaba muy cachonda, muy salida, quería hacer de todo con él, me

tumbó en la cama y me quitó el tanguita, lo cogió en sus manos lo acercó a su

nariz y cerrando los ojos aspiró sonoramente.

—Mi amor, qué bien hueles.

Me miró y posó sus labios sobre mi chochito brillante, babosito, reclamando

sus atenciones. No lo pude evitar, fue como un latigazo de placer por mi

espalda, me arqueé y emití un gemido largo, profundo, su boca hacía


diabluras, su lengua me mataba de placer, creo que no tardé ni medio minuto

en correrme escandalosamente en su boca, fue un orgasmo como hacía años

no sentía, no lo quería aplazar más le necesitaba dentro de mí, quería sentir su

polla en mi interior, llenándome, quería sentirme suya. Le atraje hacia arriba,

se paró en mis tetas y las saboreó, se recreó en ellas aumentando mi placer y

mis ganas de ser follada por él, cuando tuve su cara frente a mí le miré con

amor y le besé, notaba la punta de su polla en mi entrada, moví mis caderas y

me penetró ligeramente, fue una sensación increíble.

—Te deseo, mi amor, hazme tuya, quiero sentirla toda dentro de mí.

Noté cómo centímetro a centímetro la fue alojando en mi interior, el placer

era increíble, cuanto me arrepentí en ese momento de no haber entregado mi

virginidad a ese hombre, por miedo a su tamaño, por mi cabeza loca.

—Mi vida, qué placer, no pares.


Gemí como una gata en celo, quería ser su putita, sentí cómo su pubis chocó

con el mío, estaba llena de él, había llegado a sitios que nadie había

alcanzado y me daba un placer que no conocía, me aferré a él con brazos y

piernas, y empezó un bombeo feroz, estaba tan lubricada que el placer era

máximo, no tardé nada en alcanzar mi segundo orgasmo, arrollador,

fulminante, me dejó totalmente exhausta. Mi amado Lucas no se había

corrido todavía y notaba su virilidad dura, férrea, golpeando en mi interior,

me miró con cariño y se salió de mí:

—Mi amor, quiero follarte de todas las maneras posibles, he soñado tanto con

este momento que no soy capaz de hacerte ver lo feliz que me haces.

Con suavidad, me puso en cuatro, dejé mi coñito y mi culo expuestos, fue

muy delicado, metió su cara y me lamió y saboreó de nuevo, notaba cómo

mis jugos corrían por mis muslos, creo que cachonda no se correspondía con

mi condición en ese momento, iba más allá, noté cómo metía su polla
nuevamente en mi coño, cómo la metía hasta que no quedaba espacio entre

nuestros cuerpos, me sentía muy llena y empezó a bombear sin compasión.

—Lucas, mi amor, me matas, me estás matando de gusto.

Fue increíble, Lucas no paró de darme placer, hizo que alcanzase dos

orgasmos más y noté cómo se corrió en mi interior, ese momento fue sublime

notar cómo su esencia golpeaba en mi útero y me iba llenando fue un

orgasmo muy largo que nos dejó agotados y felices.

Esa noche no dormimos mucho, nos buscábamos, queríamos saciarnos de

nosotros, pero no teníamos fondo. Follamos, hicimos el amor, probamos

todas las posturas imaginables. Me folló en la ducha, creo que ese momento

fue sublime también, me empotró contra la pared y hasta que no me corrí

aullando mi orgasmo no dejó de bombearme. Un ligero toque en la puerta de

entrada nos hizo volver a la realidad, abrimos los dos en albornoz y allí
estaban nuestras madres, nos miraban divertidas.

—Vaya nochecita nos habéis dado -dijo la madre de Lucas- es que no habéis

parado, ¿de dónde sacabais la energía para seguir?

Nos miramos los dos, con esa mirada cómplice que solo los enamorados

saben y sonreímos pícaramente. Mi madre me miraba emocionada, le cogí

una mano y se la apreté fuerte dejándola notar lo feliz que estaba, veía sus

ojos muy brillantes, casi humedecidos, solo sonreí y se lo dije a las dos:

—Gracias por esto, no os imagináis lo feliz que soy ahora mismo.

Nos dieron una abrazo las dos y nos dijeron que antes de que siguiésemos

bajásemos a desayunar. Me encantaba sentirme parte de Lucas, el hacer todo

juntos, nos miramos sin perder detalle de cómo nos vestíamos, salimos de la

habitación y aparecimos por el comedor agarrados de la mano. Lucas se

comportó con una educación exquisita y me trató como a una reina, como a
una mujer le gusta sentirse frente al hombre que ama. Todo era nuevo para

mí, ese tipo de trato ya ni lo recordaba.

La mañana pasó como la noche, rápida y llena de placer. Hablamos mucho,

pero follamos más. Me di cuenta de que Lucas estaba obsesionado con mi

culo, todavía era virgen por ahí, pero ahora era suyo, únicamente de él y de

nadie más. Mi pensamiento me llevó a la cruda realidad, teníamos que

prepararnos para regresar a Madrid, aunque mi madre me dijo que teníamos

hasta el lunes por la mañana, conocía a Lolo sería capaz de presentarse en

casa de mi madre de madrugada para llevarme a mi cárcel. Mi mirada se

ensombreció y mi ánimo se vino abajo, después de haber probado la felicidad

no quería volver a estar con Lolo y en su casa, me negaba a volver, y así se lo

hice saber a todos, sabía lo que eso significaba, les ponía en un compromiso,

el carácter de Lolo era muy voluble e inesperado.

—¿Estás segura, cariño? -me preguntó Lucas- si me dices que sí, ni me lo


planteo, lo tengo todo pensado.

—Lucas, nunca he estado más segura de lo que quiero y de lo que siento. No

quiero volver. Quiero quedarme contigo.

Lucas fue a su habitación y trajo un sobre, en él estaban los papeles del

divorcio y los del acuerdo de separación, solo tenía que firmarlos, irnos a

Madrid y que Lolo los firmase, sería complicado, pero dejaría mi postura

clara. Ni me lo pensé, firmé todos los papeles, Lucas me miró con cariño, me

cogió de la mano y nos despedimos de nuestras madres.

—Hijos, tened mucho cuidado -dijo mi madre- ¿Lucas, por qué no os

marcháis a tu casa en Gran Canaria y que los abogados se encarguen de esto?

—No, no lo quiero así, quiero que el tal Lolo sepa quién se lleva al que él

cree su mujer, y que sepa que yo sí la voy a hacer feliz.

Un sentimiento de orgullo, de sentirme única para él me invadió, no pensaba


dejar que pasase nada, esto acababa de empezar y quería saber cómo

continuaba. Nos despedimos de nuestras madres, nos montamos en un lujoso

coche e iniciamos el camino hacia Madrid, desde que salimos Lucas agarró

mi mano, entrelazó sus dedos y no me soltó. Cuando aparcamos en la puerta

de la casa de Lolo, mi seguridad del principio cayó en picado estaba muy

asustada, pero Lucas estaba muy decidido, cuando entramos en casa de Lolo

lo primero que oyó Lucas fue a mi marido gritando:

—Puta, vete desnudando que te voy a follar hasta hartarme.

Me eché a llorar mi cuerpo reaccionó cobardemente y me blindé. Lucas

decidido fue hacia Lolo, le agarró del cuello y le empotró contra una pared,

como hiciera mi padre hace tiempo.

Estaba muy asustada, no sé muy bien cómo ocurrieron los hechos, de repente,

me encontré con una pistola apuntando a mi cabeza y a Lolo gritando:


—Si no vas a ser mía, no vas a ser de nadie.

Un forcejeo y dos disparos. Me asusté mucho vi a Lolo y a Lucas con los ojos

muy abiertos y me temí lo peor, pero cuando vi a Lolo con sangre en su boca

y doblando las rodillas me alegré. Lucas le dejó caer al suelo sabía que los

disparos cerca del corazón eran incompatibles con la vida, apoyó sus dedos

índice y corazón en la yugular y sacó su móvil para llamar al 112. A los

pocos minutos dos policías entraban por la puerta, no me separé de Lucas ni

un solo segundo, le demostré mi cariño y mi amor por él, extrañamente le

veía muy tranquilo, no así yo que era un mar de nervios. La noche fue larga,

al final el juez autorizó el levantamiento de cadáver, pero lo peor fue ver a

Lucas siendo esposado por los policías.

Me sonrió tranquilo y me dijo que me fuese a casa de mi madre que allí me

buscaría.
Sobre la cuatro de la mañana Lucas apareció en casa de mi madre, me abrace

a él y lloré, no sé si de alegría o de emoción. Me agarró la cara y me besó con

pasión y con cariño.

—¿Estás preparada para tu nueva vida, mi amor?

¿Qué si estaba preparada? Necesitaba iniciar mi vida con el hombre más

maravilloso que la vida me había dado. Tardé en darme cuenta que la persona

que me abrazaba por detrás por la mañana era un hombre que me respetaba,

fue un año duro, duro para los dos, pero fuimos salvando escollos y la

paciencia de Lucas y su amor dieron sus frutos, le buscaba a todas horas

necesitaba saber que aquello no era un sueño y esa noche, esa gran noche me

entregué completamente a él, le di todo mi cuerpo necesitaba que sintiese que

era suya y le entregué mi culo pensé que no se podía sentir más placer, pero

me equivoqué… me demostró que el placer era infinito y esa noche

experimenté los orgasmos más impresionantes de mi vida.


—Mi vida, te has quedado mirando a la nada -me dijo Lucas.

Estaba sentada a horcajadas sobre él notando su polla a lo largo de mi coñito,

mis caderas se movían cadenciosamente, de adelante hacia atrás,

masturbándome con ese pedazo de carne vi a Nines entrar en la terraza

llevando dos cafés y sonriendo de manera pícara.

—Señor, señorita: sus cafés. Espero que lo disfruten -dijo cómplice-. En mi

cabeza todo volvía a estar en su sitio, aunque para situar a algunas personas

tendría que usar mis recuerdos para mantener su vida en la mía.

Lucas volvió a hacerme el amor. Nunca creí que se podía querer tanto a una

persona.

Muchas veces he querido decirle lo mucho que he sentido el daño que le hice,

es muy difícil encontrar las palabras exactas, es irónico reconocer que todos

los años que pasé en esa vida que quiero olvidar, fue su recuerdo el que me
mantuvo con fuerzas para seguir.

He aprendido la lección y la he aprendido de la peor manera posible. Le he

regalado los mejores años de mi vida a un ser que no merecía ni mirarle a la

cara y eso me acompañará toda mi vida.

Siempre hay un precio que pagar por las malas decisiones, ahora sé que no

podré quedarme embarazada nunca debido al aborto que tuve en su día.

Lucas me ha insinuado que si deseo ser madre no habrá ningún problema,

siempre se puede adoptar. Soy muy feliz, me encanta la vida que tengo y las

sesiones de sexo interminables e insaciables con el verdadero y único amor

de mi vida.

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