Está en la página 1de 117

1º Edición Febrero 2021

©Mia Ford
EL VECINO DE AL LADO
Título original: Next Door Daddy
©2020 EDITORIAL GRUPO ROMANCE
©Editora: Teresa Cabañas
tcgromance@gmail.com

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, algunos lugares y situaciones son producto de la imaginación de
la autora, y cualquier parecido con personas, hechos o situaciones son pura coincidencia.
Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en las leyes, queda rigurosamente prohibida, sin
autorización escrita del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier método o
procedimiento, así como su alquiler o préstamo público.
Gracias por comprar este ebook.
Índice
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Epílogo
Si te ha gustado este libro también te gustará
Capítulo 1

Zoe
Hay dos problemas importantes en mi vida.
El primero aparece cuando dejo mi pincel y suspiro por el trabajo inacabado en el caballete
frente a mí. Lo miro con cuidado, frunciendo el ceño ante las duras líneas de los bocetos y el
contraste de colores en el lienzo. He estado trabajando en esta pieza durante los últimos tres días.
No me gusta.
Con otro suspiro, la recojo y la llevo a un rincón de la habitación, donde hay otros lienzos
abandonados. Durante semanas, he intentado encontrar mi musa y terminar un cuadro. Pero no lo
consigo.
¿Quizás es por los colores? Cruzo la habitación y recojo mi paleta, estudiando las pinturas que
he imprimido en ella. Luego me giro para mirar los tubos de pintura dispersos por la habitación.
Tal vez debería pasar por una tienda de suministros de arte de camino a casa y comprar más
pintura. Ayer me di cuenta de que algunos de los tubos se están acabando.
Para comprar más pintura, sin embargo, necesito dinero. Para conseguir dinero, necesito
vender mis pinturas —lo que no sucederá mientras no pueda terminar una— o ir a mi trabajo, que
odio.
Hablando de eso...
Miro el reloj. Son las ocho y media de la mañana y llevo despierta desde hace un buen rato.
Fue una estupidez haber perdido tanto tiempo en un cuadro que no puedo terminar, pero estoy
desesperada por acabar algo.
Sacudiendo la cabeza, tomo mi taza de té y la llevo a la cocina para tirarla por el desagüe. Me
quito el delantal que llevo puesto y lo arrojo descuidadamente sobre el respaldo de una silla.
Puedo ver el sol brillando con fuerza y abro la puerta para respirar el aire fresco de la mañana.
Este es mi momento favorito del día, cuando el sol proyecta rayos de luz sobre la verde hierba
empapada de rocío, haciéndola brillar.
Aunque, si soy honesta conmigo misma, hay otra razón por la que esta hora del día es mi
favorita. Salgo a mi porche, justo a tiempo para ver la figura distante de mi segundo problema
salir de la casa de al lado.
Seth Gray, un residente rico y tan caliente como el sol. Mientras recorre el camino, veo que,
como siempre, lleva un traje. Observo cómo se ajusta el nudo de su corbata y recorro con la
mirada el largo de su cuerpo, apreciando la forma en que la tela color gris acero está cortada
perfectamente para adaptarse a su alta y delgada figura.
Fingiendo que estoy aquí para algo más que para echar un vistazo, recorro el camino hacia mi
buzón. En la calle, puedo ver un elegante coche negro, el conductor al volante entretenido con su
teléfono mientras espera a su jefe.
Me pregunto cómo sería ser tan rico que alguien te llevara todos los días al trabajo. Cuando me
mudé a esta casa, emocionada porque había ganado una pequeña fortuna en la lotería, no me
dijeron que viviría al lado de un verdadero multimillonario. Habría sido difícil no ver los amplios
terrenos y la enorme mansión de dos pisos de al lado.
Nunca he hablado con Seth tanto como me gustaría. Siempre está yendo de un lugar a otro, y sus
únicas visitantes parecen ser unas cuantas niñeras para su joven hija, a la que veo jugar en el patio
de vez en cuando. A veces, intento llamar su atención, pero nunca se fija en mí. Creo que ni
siquiera sabe que existo.
Por mi parte, en cuanto vi a Seth el día que me mudé, me resultó imposible apartar la mirada.
Todo en él me cautiva, desde su pelo negro azabache y sus ojos oscuros hasta sus largos dedos de
pianista, y la sonrisa que solo veo cuando su hija está cerca.
A veces, imagino cómo sería nuestro encuentro. Puedo imaginar la forma en que sus ojos se
posarían sobre mí, su profundo y delicioso tono de barítono mientras me habla, y la atracción que
sé que surgirá entre nosotros. Nunca he visto a la madre de su hija, ni lo he visto con una novia,
así que asumo que es soltero y que podría ser yo quien entrara en su vida.
—¡Sé buena! —Le oigo decir, al tiempo que se abrocha los botones de la chaqueta con una
mano, mientras carga con el maletín en la otra.
Ahora está tan cerca que puedo ver la concentración en su cara. Levanto la mano y abro la boca
para saludarlo, pero las palabras se atascan antes de que pueda forzarlas a salir, y ni siquiera se
da cuenta de mi presencia cuando pasa por la puerta y se mete en el coche.
El conductor sí lo hace. Me ha visto intentando hablar con Seth antes, y me mira con simpatía
antes de asentir con la cabeza a algo que dice Seth. Entonces se marchan. Encorvo mis hombros
con vergüenza y decepción, y suspiro.
Recojo mi correo y observo los dos sobres. Ninguno de ellos es muy interesante; uno lleva una
factura de la que me preocuparé más tarde, y el otro parece ser de la biblioteca local,
recordándome que tengo que devolver los libros que he pedido prestados.
Los libros en cuestión están en la mesa de la cocina, todos ellos sobre arte. Fui a la biblioteca
a pedirlos prestados hace unas semanas, con la esperanza de que mirar las fotos me inspirara,
pero había sido inútil.
Suspiro. El arte y Seth... los dos intereses más grandes de mi vida, y sigo sin hacer nada al
respecto. No puedo terminar un cuadro y no puedo decirle ni una sola palabra a Seth.
Mi teléfono suena en este momento y lo miro, sorprendida por el fuerte sonido que rompe el
silencio de la mañana. Por un momento, contemplo ignorarlo, pero luego suspiro y lo cojo. Solo
hay un número limitado de personas que me llaman.
—¿Hola?
—¡Zoe! —Reconozco la voz enseguida y suspiro; mi mejor amiga, Katherine. Debo
considerarme afortunada de que haya esperado tanto para llamar—. ¿Cómo estás?
—Ocupada —digo sin rodeos.
Katherine guarda silencio durante largos segundos.
—¿El cuadro no funcionó?
Hago un gesto de dolor. Ella me conoce mejor de lo que yo me conozco.
—No... no es bueno.
—Lo siento —dice Katherine con un suspiro—. ¿Qué vas a probar ahora?
—Mmm... ¿quizás un tema playero? —pregunto, golpeando mis dedos en la mesa—. Ya sabes,
con el amanecer, el agua y la arena... tal vez algo hermoso como eso me dé inspiración.
—Tal vez. —Katherine está de acuerdo—. O tal vez podrías intentar pintar a ese cachas que
vive al lado.
Me arrepiento del día en que le hablé a Katherine de Seth.
—Sabes que no puedo hacer eso —suspiro—. No le he dicho ni una palabra.
—Eso no significa que no puedas pintarlo —señala Katherine—. Después de terminarlo
podrías ir a mostrárselo. ¡Sería un inicio de conversación!
—Oh, sí, ya veo cómo sería —resoplo—. Yo le diría: «Oye, nunca hemos hablado, pero vivo
al lado y necesitaba inspiración para hacer arte, así que decidí pintarte».
—Eso me suena bien. —Se ríe—. En serio, Zoe, solo habla con él.
—Katherine, es un billonario —le recuerdo—. ¿Recuerdas aquella vez que lo buscamos? Es
famoso internacionalmente. No puedes ir y hablarle así a un tipo de ese estatus.
—No veo por qué no. —Casi puedo verla poner los ojos en blanco—. Si tiene un problema
con que alguien como tú hable con él, entonces es solo un snob y no vale la pena tu tiempo.
Suspiro.
—Ese no es el problema.
—No, el problema es que sigues pensando en él y ni siquiera le das una oportunidad. —Me
estremezco. Su voz se suaviza—. Solo ve por ello, Zoe. Eres preciosa, definitivamente te echará
un segundo vistazo.
No estoy segura de cómo responder.
—Tengo que dejarte, la tetera acaba de empezar a hervir.
—Sí, sí —dice Katherine—. ¿Te apetece tomar algo más tarde?
—¡Por supuesto! —Me alegra haber dejado de lado el tema de Seth—. ¿En el lugar de
siempre?
—Claro. —Se ríe.
Nos despedimos y cuelgo, sintiéndome un poco mejor. Katherine ha sido mi mejor amiga desde
que éramos niñas, y siempre puedo contar con ella para hacerme sentir bien.
Esta mañana, sin embargo, es difícil mantenerse optimista. Miro a mi alrededor. Los platos en
el fregadero, las pinturas esparcidas por todas partes… y recuerdo, una vez más, la forma en que
los ojos de Seth pasaron a través de mí, como si yo no existiera.
¿Esta va a ser siempre mi vida? ¿Encerrada en una casa pequeña y trabajando en un trabajo que
odio porque no puedo encontrar la inspiración para hacer lo que amo? ¿Suspirando por un vecino
que no me ve?
No me gusta mi jefe, es desagradable y me paga menos de lo que merezco. Tampoco me llevo
muy bien con mis compañeros de trabajo; Sadie pasa la mayor parte del tiempo al teléfono y Rick
es arrogante. Pero me gusta estar rodeada de animales. Como trabajo en una tienda de mascotas
puedo jugar con ellos mientras trabajo. Mis animales favoritos son los gatos y mi trabajo principal
es jugar con ellos, alimentarlos y mantenerlos limpios hasta que alguien entra a comprarlos. La
semana pasada trajimos algunos gatitos y son adorables, especialmente, una pequeña pareja negra
de hermanos que siempre están pegados.
A veces me pregunto si tener un animal cerca podría ayudarme. Cuidar de un animal me daría
algo que hacer, y podría no sentirme tan sola. Entonces recuerdo que no tengo dinero para
mantener a un animal y que tener uno cerca de las pinturas no sería una buena idea.
—Tendré un gato cuando sea rica y famosa —me prometo, mientras recojo unos tubos de
pintura vacíos y los pongo en la papelera, aunque al ritmo que voy, tendré suerte si alguna vez
consigo vender un solo cuadro.
Alejando los pensamientos oscuros, miro la hora. Todavía es temprano, y no tengo que ir al
trabajo hasta esta tarde. Bostezando, voy al baño y me miro en el espejo.
Tengo pintura en los dedos y mi pelo es un nido de rizos y nudos. Me saco la camisa por la
cabeza y la dejo caer al suelo. El lavabo blanco, que una vez estuvo impecable, está cubierto de
manchas de pintura. Tengo que limpiarlo bien uno de estos días.
Tal vez un poco más de sueño me haga bien. He estado despierta desde la madrugada,
trabajando en el cuadro que acabo de desechar, y tengo tiempo para una siesta antes del trabajo.
Voy a la habitación y me deslizo bajo las sábanas. No tardo en dormirme.

Por supuesto, sueño con Seth. No es la primera vez y no será la última.


Seth me sonríe, sensual y acogedor, mientras camina hacia mí con las manos en alto. Sus dedos
rozan la piel de mi suave hombro, y me estremezco al sentir sus callosas puntas de los dedos.
—Seth —gimo—. Te deseo tanto.
—Entonces puedes tenerme —dice Seth en voz baja.
Vuelvo a gemir y doy un paso adelante, presionando todo mi cuerpo contra el suyo. Él está
desnudo mientras que yo solo llevo la ropa interior, y el calor que nos rodea se inflama más
rápido. Las manos de Seth se levantan y enreda sus dedos en mi pelo sedoso, enrollándolo
alrededor de sus dedos.
—Qué hermosos rizos —ronronea, levantando un puñado de pelo para olerlo—. Hueles tan
bien.
Él también huele de maravilla. El olor de su colonia, profunda y almizclada, me está volviendo
loca. Me ahogo en un par de jadeos cuando sus caderas se apoyan en las mías, su erección me
presiona.
—¿Me deseas? —me pregunta—. ¿Quieres que te folle?
—Sí —gimo, con los ojos cerrados—. Fóllame fuerte, Seth.
Su risa retumba en su pecho y las vibraciones viajan por mis pechos al ser presionados contra
él. Me pregunto qué es lo que ve mientras me mira. ¿Ve la curva de mis caderas? Su mano pasa
por la piel lisa, sus uñas la raspan ligeramente, haciendo que se me ponga la piel de gallina. Luego
sus dedos encuentran el borde de mi sostén, y yo gimoteo mientras pasa una uña por debajo del
dobladillo, tocando la parte inferior de mi pecho.
Casi puedo sentir sus fuertes brazos rodeándome, envolviéndome en un calor cálido y
reconfortante. Llevo mis manos a sus hombros mientras explora lentamente mi cuerpo. Me
desabrocho el sostén.
—Tócame más —le ruego.
—Voy a prenderte fuego solo con mi toque —susurra en mi oído, y me estremezco.
Mi sujetador se suelta y los tirantes se deslizan por mis hombros. Los encojo y cae al suelo.
Mis pezones, ahora libres, se endurecen en el aire frío, y Seth agarra mi pecho izquierdo en una
mano, amasándolo suavemente. Entonces él pellizca el pezón, y yo me estremezco de nuevo.
—Seth —gimoteo inclinándome hacia atrás, su mano en la parte baja de mi espalda para no
caerme.
Seth se inclina sobre mí, sus ojos oscuros por el deseo, su cuerpo tan caliente que es como
estar cerca de un horno. Sus manos se deslizan hacia mi vagina tirando suavemente del pelo de mi
pubis, y los dedos de mis pies se enroscan mientras arqueo mi espalda.
—Más, más —jadeo, retorciéndome impaciente contra él, su polla presionando contra mi
muslo.
Entonces, de repente, él se retira.
—Todavía no —dice, con la voz baja, los ojos oscuros y atentos a los míos—. Primero, quiero
ver cómo te tocas.
Casi me desmorono en ese mismo momento. Seth, de repente, me empuja hacia atrás y choco
con la cama.
Empiezo a despertarme con un grito. Mis piernas yacen extendidas en las sábanas deshechas.
Echo la cabeza hacia atrás y gimoteo, las imágenes de mi sueño todavía me persiguen.
Cuando las sensaciones retroceden me quedo quieta un momento, tratando de calmar mi
acelerado corazón. La realidad regresa a mí y estoy de vuelta en mi cama, sola, parpadeando para
despejar el sueño de mis ojos. Recupero el aliento y miro al techo mientras mi temblor disminuye.
Luego giro la cabeza y miro el reloj. He dormido más de lo que esperaba. Si no me voy pronto
llegaré tarde al trabajo.
Una ola de soledad, casi tan fuerte como el placer que me había acunado, se cierne sobre mí.
Fue genial imaginar que Seth estaba aquí, y tener su imagen en mi mente mientras me tocaba solo
hace que mis deseos sean más poderosos. Pero me desinflo cuando tengo que levantarme y seguir
adelante con mi vida, que nada ha cambiado.
A veces, ese instante de gratificación no vale la pena.
Con un suspiro, me levanto de la cama. Estoy sudando y necesito una ducha rápida, a pesar de
haberla tomado antes. No quiero ir a trabajar oliendo a sudor.
Un día, me digo a mí misma, las cosas serán diferentes. Llamaré la atención de Seth y le
mostraré todo lo que tengo. A cambio, tomaré lo que me dé y lo exploraré tanto como pueda.
Hasta ese día, viviré mi vida como siempre he hecho. Iré a trabajar, lo observaré desde lejos y
trataré de pintar.
Es todo lo que puedo hacer ahora mismo.
Capítulo 2

Seth
—¿Te marchas?
Escucho la voz de mi secretario y esbozo una sonrisa cansada.
—Estaba a punto de hacerlo —digo—. ¿Y tú?
—No, mi jefe me ha dado un montón de papeleo que debo terminar —dice, y luego sonríe—.
Pero, si insistes, puedo dejarlo para mañana.
Me río y sacudo la cabeza. Jason Grant ha sido mi secretario durante tres años, y es brillante en
su trabajo. Tiene mucho sentido del humor y nunca deja que nada lo desanime, ni siquiera cuando
lo sobrecargo de trabajo.
—Probablemente, sea una buena idea —digo, y me estiro—. Hemos hecho mucho hoy;
podemos terminar mañana. Además, se está haciendo tarde.
Tarde es un eufemismo. Ya son las nueve de la noche. Alicia, mi hija de cinco años,
probablemente, ya esté en la cama, e Yvonne, su última niñera, seguro que está esperando
impacientemente a que llegue a casa para volver a la suya.
—¿Va todo bien? —me pregunta Jason.
—Creo que Yvonne va a renunciar —admito, expresando la preocupación que había estado en
mi mente toda la semana—. Ayer, Alicia fingió estar escondida en el jardín, e Yvonne pasó la
mayor parte del día bajo el calor, buscándola. Cuando volvió a entrar se encontró con que Alicia
se había comido una tina entera de helado.
Jason se estremece.
—Bueno, pero ella sigue ahí después de todo, así que eso tiene que contar, ¿no? Solo lleva
unas pocas semanas trabajando…
—Una semana —lo corrijo, sombrío, sin querer recordar cuántas niñeras han pasado solo
durante este año—. Realmente, pensé que Georgia, la última niñera, se iba a quedar. Estuvo dos
meses, la que más ha durado hasta ahora.
—¿Qué pasó con ella? —pregunta Jason con curiosidad.
Hago una mueca al recordar.
—Alicia desenterró algunos gusanos y se los puso en el pelo. Eso, aparentemente, fue la gota
que colmó el vaso.
—Odio decirlo, pero eso hubiera sido la gota que colma el vaso para mí también —dice Jason.
—Lo sé, la verdad, no me sorprendió... Pero hizo las cosas más difíciles —suspiro—. Ya casi
nadie está solicitando el puesto. Yvonne llegó en el último minuto. Si se va, no sé qué haré.
—¿Traer a Alicia al trabajo? —sugiere Jason.
Ambos nos tomamos un momento para considerar que mi hija de cinco años esté en la oficina.
Nos estremecemos.
—No creo que sea una buena idea —digo con firmeza.
Amo a mi hija. Alicia es lo único que me queda de mi esposa, que falleció hace cuatro años. Le
daría el mundo si pudiera. Desafortunadamente, Alicia no se porta bien cuando está lejos de mí, y
es un terror absoluto para sus niñeras.
Todo está llegando a un punto, que trabajar desde casa puede que sea la única opción para mí.
Ni siquiera quiero pensar en encontrar una nueva niñera si Yvonne se va... pero también sé,
basándome en cómo ha hablado ella últimamente, que voy a tener que enfrentar este problema muy
pronto.
—Ella haría un motín. —Ríe Jason—. O eso, o estaría gobernando la oficina en una semana.
Suspiro y me pongo de pie.
—Será mejor que me vaya a casa —digo recogiendo mi maletín.
Jason me saluda con la mano y regresa a su mesa. Yo me despido de la recepcionista con la
mano. Ella me devuelve una sonrisa cansada, y yo suprimo un bostezo al salir por las altas puertas
de cristal.
Mi coche ya me está esperando, detenido junto a la acera. Hace media hora le envié un mensaje
a Matt, mi chofer, y allí está. Puntual.
—Gracias —le digo a Matt mientras me deslizo en el asiento trasero.
—No hay problema —dice él con una leve sonrisa. Enciende el motor y se une al tráfico—.
¿Tuvo un buen día en el trabajo?
—Un día ocupado —le digo encogiéndome de hombros—. Ahora deseo llegar a casa y ver lo
que mi hija le ha hecho a su niñera esta vez.
Matt se ríe.
—Tiene sus genes. Es terca como una mula y siempre está decidida a salirse con la suya.
—Ojalá no hubiera heredado la terquedad —suspiro—. Ojalá tuviera el temperamento de su
madre.
Rose, mi bella esposa, era gentil y amable. Cierro los ojos y me inclino hacia atrás; todavía
hay días en los que su pérdida duele.
—Solo tiene algo de ansiedad por la separación —dice Matt, trayéndome de vuelta al presente
—. Lo superará.
—¿Cuándo? —pregunto haciendo una mueca—. Ella comienza la escuela el próximo año. ¿Va a
aterrorizar a sus profesores hasta que no tenga más remedio que educarla en casa? Esperaba que
las niñeras pudieran enseñarle y ayudarla a prepararse para la escuela, pero pasan la mayor parte
del tiempo corriendo detrás de ella y esquivando lo que les lanza.
—Tenga un poco de paciencia —dice Matt—. Creo que todo irá bien.
Suspiro. Es fácil de decir para él. No es él quien tiene que hacer malabarismos con una
compañía internacional y una hija que huye de cada niñera. Si hubiera alguien ahí fuera que
pudiera manejar a Alicia… Paso la mitad del tiempo en el trabajo preocupándome por cómo le va
a mi hija. Necesito a alguien que pueda mantener a Alicia a raya y ser amable con ella.
—¿Ha probado alguna de las agencias de niñeras? —me pregunta—. ¿No están entrenadas para
este tipo de cosas?
—Fue el primer lugar en el que busqué, pero no era bueno. Todas se fueron.
Matt silba.
Llegamos a la casa y me quedo mirándola fijamente durante un rato. Los jardines están oscuros
y solo hay una luz en la planta baja, lo que contrasta con la pintoresca casa de al lado, que está
iluminada con pequeñas luces solares que salpican el patio.
—Bueno —digo, sacudiéndome mis pensamientos—. Te veré mañana, Matt, gracias.
Salgo del coche y cierro la puerta detrás de mí. Mientras camino por el sendero escucho que se
va, dejándome solo para enfrentarme a la gran casa casi vacía y a la niñera enojada que, sin duda,
me está esperando. Cuento hasta diez, respiro y abro la puerta principal.
Yvonne está de pie en el pasillo, esperándome. Sus delgados brazos están cruzados, y tiene los
labios presionados en una fina línea. Sus hombros están rígidos. Es una mala señal.
—Yvonne —la saludo y trato de sonreírle.
Entonces veo el vendaje en su cabeza y cierro los ojos brevemente, rezando por un poco de
paciencia. Sé lo que pasará después.
—¿Un accidente? —pregunto.
—Había un coche en las escaleras —dice con rigidez—. Las subí para buscar a Alicia y volví
abajo al no encontrarla. El coche apareció en el tiempo intermedio.
Hago un gesto de dolor.
—Lo siento.
—No eres tú quien debe disculparse. —Respira profundamente—. Tengo suerte de no haberme
roto nada. Desafortunadamente, me he lastimado la espalda. Tendré que dejar el empleo.
—¿Solo hasta que te mejores?
Ella me mira y me dice claramente:
—No seas estúpido.
—Por favor, reconsidéralo —le pido, aunque sé que no lo hará—. Sé que Alicia es difícil,
pero es una chica muy dulce cuando la conoces.
—Si fuera tan dulce no habría intentado obligarme a renunciar — señala Yvonne.
—Ella tiene cinco años —respondo—. Tiene cinco años y me extraña, y está tratando de
llamar la atención.
Yvonne hace muecas. Sé lo que pasa por su mente. Piensa que Alicia puede tener solo cinco
años, pero es una princesa consentida que está decidida a hacer la vida difícil a todos.
He escuchado lo mismo de varias niñeras anteriores.
—No puedo permitirme que te vayas —insisto—. Tuve que tomarme varios días libres antes de
que solicitaras el puesto, y no creo que nadie más responda al anuncio.
Yvonne vacila por un momento, luego cuadra los hombros y sé que he perdido.
—Lo siento, Seth... no puedo seguir haciendo esto —suspira—. Sé que esto te está poniendo en
una mala posición, pero...
Parece sentirse culpable, lo que es más de lo que puedo decir de algunas de las antiguas
niñeras. Es por eso que suspiro de nuevo y trato de sonreírle.
—Entiendo —digo extendiendo mi mano—. Te deseo la mejor de las suertes.
—Y yo —dice Yvonne con una pequeña sonrisa, estrechando mi mano—. Y lo siento.
—Está bien—digo.
Excepto que no lo está, pero no se lo digo a Yvonne cuando sale de la casa dejándome sin
niñera una vez más.
Cuando se va, me siento pesadamente en una silla del comedor. No sé qué voy a hacer ahora.
No miento cuando digo que no creo que tenga más suerte con las niñeras. No puedo dejar a Alicia
sola, pero tampoco puedo dejar mi trabajo. No solo necesitamos dinero para seguir viviendo y
para el futuro de Alicia, sino que no puedo abandonar la empresa que he creado. Este es el trabajo
de mi vida.
He considerado trabajar desde casa, pero ¿cuánto tiempo podría durar eso? De todos modos,
solo necesito otro año, hasta que Alicia vaya a la escuela. Entonces podré volver a trabajar a
tiempo completo y ajustar mi horario de trabajo a las horas de la escuela.
Pero, mientras tanto, tengo que encontrar una solución.
Con un suspiro, saco mi teléfono y le envío un mensaje a Jason.
«Yvonne ha renunciado. Tráeme lo que necesite firmar».
En segundos, recibo una respuesta.
—Vaya. Lo haré.
Bueno, al menos el trabajo está bien por ahora. Una de las ventajas de ser el jefe es que puedo
tomarme un par de días libres si lo necesito. Desearía poder culpar a Yvonne por esto, pero no
puedo. No es culpa suya, pero es una pena que me haya dejado en una posición tan horrible.
Con un suspiro, saco mi portátil de mi maletín y lo enciendo. El anuncio que había escrito
cuando Georgie se marchó todavía está en mi mesa, así que lo abro y lo leo para asegurarme de
que no tengo que hacer ningún cambio.
Se busca niñera experimentada.
Buscamos una niñera responsable y cuidadosa para una niña de cinco años. Debe tener
alguna experiencia en el cuidado de niños pequeños, y debe ser madura, confiable y
experimentada. Se le requerirá que trabaje de lunes a sábado, desde las nueve de la mañana
hasta tarde. Las horas que excedan de las cuatro de la tarde se pagarán como horas extras.
Esta es una casa de no fumadores.

Sus deberes incluyen:


- Preparar comidas y bocadillos.
- Lavar y secar la ropa, según sea necesario.
- Llevar a la niña de excursión, según sea necesario.
- Enseñar a la niña el alfabeto y el cálculo básico.
- Un poco de limpieza general de la casa.
Se discutirán otros deberes y salarios en el momento del empleo, y me reservaré el derecho a
hacer una comprobación de antecedentes.
Por favor, envíen por correo electrónico un currículum actual con una carta de presentación
y referencias a Seth Gray. Correo electrónico: s.gray@aapparel.com.

No hay nada más que deba cambiar, aunque estoy considerando seriamente añadir: «Debe ser
muy versada en el trato con niños problemáticos» en la sección de tareas. Suspiro y encuentro los
sitios web que normalmente uso cuando busco niñeras, y pongo el anuncio en cada uno de ellos.
Sé que no funcionará. Cualquiera que mire regularmente estos sitios sabrá que he puesto este
anuncio más de una vez en un corto espacio de tiempo. Nadie en su sano juicio responderá a él.
Mi única esperanza es encontrar a alguien nuevo, alguien que no sepa que he estado intentando
desesperadamente encontrar una niñera para mi hija durante más tiempo del que quiero recordar.
Será un milagro si puedo encontrar a alguien así en los próximos días.
Termino de publicar el anuncio, me levanto y cierro la tapa del portátil con un bostezo.
Aflojando mi corbata, subo las escaleras y mis pies se hunden en la suave alfombra. No es muy
tarde, pero me siento ridículamente cansado.
La puerta de Alicia está medio abierta y me dirijo hacia ella, abriéndola un poco más. El suave
resplandor de la luz nocturna se extiende por su cara. Está agarrada a su muñeca favorita y se me
forma un bulto en la garganta. Rose hizo esa muñeca antes de morir, y Alicia nunca la pierde de
vista.
Abro la puerta y entro en la habitación, con cuidado de no pisar ninguno de los muchos juguetes
esparcidos por el suelo.
—¿Qué voy a hacer contigo? —suspiro.
Alicia se mueve, un ojo se abre brevemente. No parece verme, pero una pequeña sonrisa se
curva en sus labios mientras se vuelve a dormir, y tira de su muñeca con más fuerza.
Me inclino para besarla suavemente en la frente y luego salgo de la habitación. Me paso la
mano por el pelo. Ojalá supiera qué hacer. Puedo darle a mi hermosa hija todo lo que desea...
excepto lo que más parece querer, que es tenerme en casa con ella. No puedo resolver eso, por
mucho que quiera.
Una risa breve y sin sentido del humor estalla en mí. Matt tenía razón, Alicia se parece
demasiado a mí. Igual de terca y decidida a salirse con la suya.
Solo espero que no termine causando más problemas de los que ya ha causado.
Capítulo 3

Zoe
—Aquí, gatito, gatito. Ven aquí, tengo algo de comida para ti.
Los gatitos negros se aprietan contra la pared de su recinto y me miran con recelo, tratando de
decidir si vale la pena acercarse a la comida.
—Te acuerdas de mí, ¿verdad? —lo animo—. ¡Jugamos juntos ayer!
Bueno, agité una luz láser y ellos trataron de atraparla, sin darse cuenta de que yo era la que la
controlaba. ¿Esto cuenta?
Poco a poco, uno de los gatitos se despliega y se coloca sobre sus patas tambaleantes. Ambos
tienen diez semanas. Estuvieron con una familia de acogida antes de ser traídos aquí, ya que su
madre había fallecido en el parto, por lo que necesitaban ser alimentados con biberón durante
unas semanas. Ambos son bastante tímidos, y espero que un día, pronto, podamos encontrar una
familia para ellos que los quiera.
—Eso es —digo en voz baja—. ¿Tienes hambre?
Ella deja salir un maullido leve y se detiene a mirar a su hermano. Él parpadea lentamente
antes de ponerse de pie, y se acercan a mí. Me mantengo muy quieta, apenas me atrevo a respirar
mientras me miran, antes de empezar a mordisquear las galletas que les acabo de dar.
Sabiendo que no llegaré más lejos, pero contenta de que se hayan acercado a mí, salgo del
recinto, me estiro y me dispongo a hacer un descanso para el almuerzo.
—¿Terminaste?
Me doy la vuelta y me las arreglo para esbozar una sonrisa a Rick.
—Todo terminado —le aseguro—. Raven y Cobalt están comiendo también.
Raven y Cobalt eran nombres que su familia adoptiva les dio a los gatitos. Me gustan, así que
los uso tan a menudo como puedo, esperando enseñar a los gatitos a responder a sus propios
nombres.
—Bien —dice Rick. Me trago mi resoplido mientras él se hincha como un pavo real de gran
tamaño—. Ya puedes tomarte un descanso.
—Gracias —digo, viendo cómo se aleja. Frunzo el ceño—. Como si no fuera a hacerlo ya.
Sacudiendo la cabeza, voy a la sala de descanso y pulso el interruptor de la pequeña tetera.
Luego busco en la nevera hasta que encuentro el rollo de pollo envuelto que había decidido llevar
al trabajo. No hay cafeterías cerca de la tienda de mascotas para la que trabajo, y cada empleado
aprende muy rápido a llevar su propia comida.
A pesar de estar molesta con Rick, sonrío mientras me siento en la pequeña mesa, recordando a
Cobalto y a Raven. Desearía poder permitirme el lujo de llevarme a ambos a casa, pero no puedo.
Espero que encuentren buenos hogares.
Mientras me como mi panecillo, saco mi teléfono y busco un puesto de trabajo. Últimamente,
he considerado cambiar de empleo. Jugar con los animales es lo único que me gusta de este
trabajo y, por mucho que odie dejarlos, me resulta difícil quedarme en un lugar donde no me llevo
bien con nadie.
Incluso he solicitado algunos empleos, pero he sido rechazada. Con la suerte que he tenido
últimamente, no me sorprenden las negativas. Suspiro y busco nuevos anuncios.
—Un banco necesita un aprendiz… —Puede ser interesante—. Un empleado de ferretería, de
recepcionista, una enfermera, una niñera...
Pestañeo y vuelvo a leer el último. ¿Un anuncio de niñera? Pero no es el título del anuncio lo
que me hace prestarle atención. Es el nombre del anunciante.
—Seth Gray.
¿No había pensado ayer en Seth y sus siempre cambiantes niñeras? Parece que la última
también lo ha dejado. Es una pena. Seguro que sus problemas con las niñeras y su hija son los que
le están haciendo parecer tan cansado y estresado últimamente.
Me pregunto por qué Seth pasa por tantas niñeras. No veo mucho a su hija, pero cuando lo hago
es para verla jugar tranquilamente en el patio. A veces, incluso siento pena por ella, ya que no va
a la guardería ni tiene amigos de su edad. En cambio, tiene un padre que trabaja mucho y niñeras
que nunca se quedan mucho tiempo. Resoplo. Incluso yo duraría más tiempo que muchas de ellas y
eso que no tengo ninguna cualificación.
Vuelvo a mirar el anuncio. No indica específicamente que Seth esté buscando una niñera
profesional. Simplemente, dice que está buscando a alguien que esté acostumbrada a trabajar con
niños pequeños.
No tengo el tipo de experiencia que Seth está buscando, pero soy la mayor de una familia
numerosa y cuidaba a mis hermanos menores todo el tiempo.
¿Por qué no puedo solicitarlo? La emoción comienza a invadirme. No hay nada que me impida
solicitar el trabajo. Además, así podría acercarme más a Seth. Hago un par de cambios rápidos en
mi currículum y paso el dedo por el botón de «adjuntar».
Pero vuelvo a dudar.
¿Es buena idea? Estar tan cerca de Seth y verlo casi todos los días de la semana es como un
sueño hecho realidad, pero mi papel principal será cuidar de su hija y no puedo permitir que mis
sentimientos se interpongan en mi trabajo. Sin embargo, ¿por qué no puedo tener ambas cosas?
Frunzo el ceño mientras lo considero. ¿Podría cuidar a la hija de Seth a la vez que intento que
me vea como una pareja potencial?
Bueno... nunca lo sabré si no lo intento.
Hago clic y subo mi currículum y la carta de presentación. No hay preguntas adicionales que
responder, así que envío la solicitud y dejo caer mi teléfono sobre la mesa, respirando
profundamente.
Ahora todo lo que puedo hacer es esperar.
Me siento un poco tonta. Seguramente, Seth tendrá muchas niñeras haciendo cola para su
empleo, y mi currículum será desechado por mi falta de experiencia. Suspiro y me levanto para
prepararme una taza de café.

Espero, con una sonrisa en la cara, mientras mi cliente mira dos collares diferentes de perro.
—Me pregunto si el negro le quedaría bien —murmura—. O quizás el blanco. ¿Qué te parece?
—Me temo que no conozco a su perro —digo lo más amablemente posible. Llevo quince
minutos esperando que se decida—. ¿Qué raza de perro es?
—Un Golden Retriever, ¿no te lo he dicho? —El cliente se ríe, moviendo la cabeza.
—Cualquier color combinaría con su pelo dorado —digo—. Depende del color que le guste.
—O de qué color le gusta a ella —contesta el cliente.
—¿Tiene una preferencia de color?
—En realidad, no —reflexiona el cliente.
Que alguien me dé paciencia, por favor. Veo a Rick pasar, reabasteciendo comida para perros,
y le envío una mirada suplicante. Este es el tipo de trabajo que a él le gusta hacer, alardear todo lo
que sabe sobre collares hasta marear tanto al cliente que termine por escoger uno rápidamente.
Pero Rick me ignora o, simplemente, no se da cuenta, porque se da la vuelta y yo me quedo sola
con el cliente.
—Aunque me gusta el azul —dice el cliente de repente.
Así que, después de quince minutos en los que se ha tomado un tiempo agonizantemente largo
para escoger entre dos, ahora se decanta por uno nuevo… Esbozo una sonrisa forzada.
—Bien, el azul —decide el cliente, poniendo los otros dos en sus ganchos—. Aunque el rosa
es bonito... —murmura.
Finjo que no lo he escuchado y acelero el paso. Me siga o no, no me importa en absoluto,
mientras no tenga que tratar con él por más tiempo. Para mi alivio, me sigue hasta la caja
registradora sosteniendo un collar rosa, otro azul, y una bolsa de galletas para perros.
—He estado fuera durante algún tiempo —explica mientras escaneo los códigos de barras—.
Así que le compraré a Abby algunas golosinas para compensarlo.
—Suena bien. —Asiento con la cabeza—. ¿En efectivo o con tarjeta?
Me da unos cuantos billetes y le doy el cambio. Entonces, por fin, se marcha. Me pregunto si lo
veremos de vuelta en unos días para devolver el collar que no le gusta a su perro. Espero
fervientemente no estar trabajando cuando eso suceda.
—Casi es hora de cerrar, Zoe —dice Rick, acercándose a la caja registradora—. Dudo que
aparezcan más clientes.
Miro el reloj. La tienda cierra en diez minutos.
—¿Algo que quieras que haga?
—¿Podrías terminar de reponer las provisiones de pescado?
—Sí, claro.
Me apresuro a ir al almacén y encuentro una caja etiquetada. Tengo una bola de ansiedad en el
estómago que no tiene nada que ver con mi trabajo, y todo que ver con la solicitud que envié en el
almuerzo.
Sabiendo lo rápido que Seth necesita a las niñeras, no me sorprendería recibir una respuesta a
mi solicitud esta tarde o mañana, si es que recibo alguna. Anhelo revisar mis correos electrónicos,
pero todavía estoy en el trabajo y no puedo hacerlo hasta que terminemos.
Sin embargo, el tiempo parece pasar demasiado lento. Finalmente, quince minutos después de
cerrar las puertas, Rick se estira y mira la hora.
—Creo que hemos terminado por hoy. ¡Gracias, Zoe!
—¡No hay de qué! —Coloco el último juguete chirriante en el estante.
Espero un poco a que Rick no cambie de opinión, y voy a la sala de descanso a recoger mi
bolso. Saco mi teléfono. Hay un mensaje esperándome, así que inhalo profundamente y me preparo
para abrir el correo electrónico.

Querida Zoe,
Gracias por su solicitud. Ha sido recibida por el anunciante. Se le notificará en breve el
resultado.
Saludos,

El equipo de búsqueda de trabajo

Parpadeo. ¿Esto es por lo que me estaba poniendo tan nerviosa? ¿Un correo de confirmación?
Sacudo la cabeza y miro el techo, pensativa. De repente, el móvil vibra con un mensaje entrante.
¡Usted ha recibido un mensaje sobre su solicitud de empleo!
Se me acelera el corazón. Me da miedo abrirlo ahora que sé con certeza que es una respuesta
de Seth. Me quedo mirando la notificación tanto tiempo que la pantalla se oscurece. Lo toco
rápidamente y abro el mensaje. Es mejor terminar con esto cuanto antes.

Zoe,
Gracias por su solicitud para trabajar con mi hija. Su currículum es extenso, pero no tiene
la experiencia que solicité.

Dejo escapar un suspiro. No me sorprende. Sintiéndome un poco triste continúo leyendo... y


mis ojos se abren.

Sin embargo, las circunstancias me han hecho decidir ampliar un poco mi búsqueda. Si
está dispuesta, me interesaría encontrarme con usted mañana para una entrevista de trabajo. Si
siento que es una buena candidata, a pesar de su falta de experiencia, estaría dispuesto a
considerarla para el puesto. Por favor, hágame saber si mañana a la una del mediodía puede
pasarse por el café Darrose.

Gracias,

Seth Gray

Miro fijamente el mensaje y trato de absorber lo que estoy leyendo. Me doy cuenta de lo
desesperado que está por encontrar una niñera. Escribo un mensaje y después lo leo para
asegurarme de que suena lo suficientemente profesional.

Seth,
Gracias por esta oportunidad. El momento y el lugar son adecuados para mí. Le veré
mañana.
Zoe

Corto, al grano, y no revela lo emocionada que estoy. Por fin conoceré a Seth cara a cara. Me
pregunto si se habrá dado cuenta de la dirección en mi currículum. Si es así, sabrá que vivo justo
al lado de él.
¿Es mejor o peor que lo sepa? Definitivamente, podría ser un inicio de conversación: «Soy tu
vecina de al lado, pero no me reconoces porque siempre tienes prisa».
Me estremezco por cómo suena eso.
¿Qué ropa me pongo?
Salgo corriendo y me despido de Rick. Mi trabajo no está lejos de casa, y es mucho más barato
caminar con el pequeño salario que recibo. Mientras camino, pienso en lo que me voy a poner
para la entrevista. Sé que es ridículo preocuparse por la ropa que debo llevar en una entrevista
con Seth, pero no puedo evitarlo. Conociéndome, me pasaré las próximas dos horas revisando mi
armario. Es importante darle a Seth una primera impresión favorable. Además, quiero que Seth me
vea no solo como una posible empleada, sino también como una mujer.
Estoy nerviosa, pero me recuerdo que es solo una entrevista. He pasado por muchas. Sin
embargo, antes de enfrentarla, llamaré a Katherine para tener una segunda opinión.
Capítulo 4

Seth
Alicia ha decidido que no le gusta quedarse con mis padres si yo no estoy allí también. Me ha
costado una hora dejarla allí, con la promesa de un helado cuando la recoja si es buena, y ahora
llego quince minutos tarde a mi reunión con Zoe Jones, la candidata a ser la niñera de Alicia.
Aunque soy reacio a entrevistarla por su falta de experiencia, no tengo otra opción. Es la única
que ha respondido a mi anuncio.
Entro en la cafetería y miro a mi alrededor, tratando de ver a Zoe. Hay mucha gente en el local,
pero todos están sentados en grupos de dos o tres. Solo una mujer está sentada sola mirando su
teléfono, y me dirijo hacia ella esperando que sea la que busco.
Ella mira hacia arriba cuando me acerco y una sonrisa se extiende por su cara al reconocerme.
—¿Seth? —pregunta, poniéndose de pie y extendiendo la mano—. Soy Zoe Jones.
Ella tiene un agarre firme y seguro, y la miro un poco más de cerca. La mayoría de mis
anteriores niñeras eran mujeres mayores que tenían muchos años de experiencia trabajando con
niños. De alguna manera, esperaba que Zoe fuera igual, pero es bastante joven, más o menos de mi
edad. Y también es bastante guapa.
Mis ojos se posan en su figura y admiro sus curvas, sus pechos llenos y su trasero redondeado.
Tiene el cabello castaño, grueso y ondulado, y sus largas pestañas se agitan con suavidad sobre
sus brillantes ojos azules. Va vestida con buen gusto, con unos pantalones negros y una camiseta de
color rojo brillante. Cuando se inclina hacia adelante, capto un indicio de la parte superior de sus
pechos.
Me aclaro la garganta.
—Encantado de conocerte, Zoe —digo, haciendo un gesto para que tome asiento de nuevo—.
¿Has pedido?
—No —dice con otra sonrisa—. Pensé que sería educado esperar.
—Lo siento —digo, recordando que soy yo quien llega tarde—. Mi hija tiene algunos
problemas de ansiedad por la separación, y me he entretenido al dejarla con sus abuelos.
—Es normal. Tienes una niña pequeña y ella es lo primero.
Alejo mi mente de su apariencia; no estoy aquí para conquistarla, sino para ver si será una
buena niñera para mi hija. Ha pasado mucho tiempo desde que estuve con una mujer. Entre Alicia
y el trabajo, ya casi no tengo tiempo para salir. Zoe es, probablemente, la primera mujer a la que
he mirado con aprecio desde que Rose murió.
Pero si contrato a Zoe, será mi empleada, y mirarla de otro modo no estaría bien.
—Háblame un poco de ti —digo, llamando la atención de una de las camareras.
—Soy pintora —dice—. Actualmente, trabajo en una tienda de mascotas cerca de aquí. Vivo
sola en este momento.
—¿Qué clase de cosas pintas? —pregunto, curioso.
Ella suspira.
—La mayoría son bocetos sin terminar, si soy honesta. No tengo mucho tiempo y es difícil
encontrar inspiración. ¿A Alicia le gusta el arte?
Sorprendido por la repentina pregunta, parpadeo antes de contestarle. No esperaba que
preguntara por Alicia tan pronto; las demás niñeras siempre me daban sus credenciales primero.
Aprecio su interés. Alicia es con quien trabajará, después de todo.
—En ocasiones —digo—. Le gusta mucho dibujar.
—Las manualidades son una forma divertida de aprender —dice Zoe asintiendo con la cabeza
—. Puede que tengamos el arte en común y sirva para relacionarnos.
Yo lucho para no hacer muecas. Dudo que haya mucha unión.
—Hola —dice la camarera de repente, apareciendo detrás de mí—. ¿Qué van a tomar?
—Un café negro largo —digo con una sonrisa, y luego miro a mi compañera—. ¿Qué te
gustaría, Zoe?
—Un capuchino, por favor.
—¿Algo de comer? —pregunta la camarera.
Observo el menú por un momento y sacudo la cabeza. Zoe hace lo mismo.
—Gracias —le dice a la camarera.
—Volveré pronto con su pedido. —Y se marcha alegremente.
—¿No eres fan de la leche? —pregunta Zoe después de un momento de silencio.
—Siempre me olvido de comprar leche, y estoy tan ocupado en el trabajo que solo me detengo
lo suficiente para verter un poco de café en mi taza. Como resultado, me gusta el café negro. —
Sonrío.
Zoe se ríe. El sonido es agradable y me hace sonreír en respuesta.
—Tras leer tu currículum, es obvio que no tienes experiencia profesional en el cuidado de
niños —digo con seriedad.
—No la tengo, no.
Me preocupa esto. La única candidata que obtengo para el puesto es una mujer que no tiene
experiencia previa. Si no estuviera tan desesperado, no la habría considerado.
—¿Tienes alguna experiencia?
—Bueno... —Zoe se inclina hacia adelante. Lucho por mantener mis ojos en su cara, pero mi
mirada desciende de todos modos—. Soy la mayor de varios hermanos. Cuando era adolescente
cuidaba mucho de ellos.
—Es suficiente por ahora —le digo, aunque sea una mentira. No me convence, pero no tengo
otras opciones—. ¿No has hecho ningún curso de cuidado de niños?
—No.
Busco una profesional, no alguien que crea que puede cuidar de un niño como si fuera un
hobby. Estudio a Zoe y murmuro un agradecimiento a la camarera mientras se acerca con nuestras
bebidas. Zoe parece no molestarse por mi escrutinio; solo bebe a sorbos su café y espera.
—¿Has visto el horario? —pregunto finalmente.
—Sí. De lunes a sábado, desde las nueve de la mañana hasta tarde, probablemente, entre las
nueve y las diez.
—Bien —digo cautelosamente, ante tanta exactitud.
Ella se ríe y sacude la cabeza.
—Seth... soy tu vecina. Te veo ir y venir todo el tiempo.
La miro fijamente. Intento recordar la dirección de su currículum, pero no le había prestado
atención.
—¿Mi vecina? —Me las arreglo para preguntar.
—Justo al lado —confirma, y esconde una sonrisa detrás del borde de su taza de café—.
Siempre tienes prisa, así que no me sorprende que nunca te hayas fijado en mí. Estoy en la casita
con las luces solares en el frente.
Las mismas luces que había admirado la otra noche, antes de que Yvonne se fuera. Me froto la
frente sintiéndome un poco avergonzado.
—Lo siento.
—No te preocupes —dice ella al instante, dejando su taza—. Como dije, sé lo ocupado que
estás. Estoy de acuerdo con el horario.
—¿Estás segura? —Levanto una ceja—. Antes, dijiste que tenías muy poco tiempo para pintar.
Si realizas este trabajo tendrás aún menos tiempo.
—Está bien —dice Zoe encogiéndose de hombros—. Tendría los domingos libres, ¿verdad?
Puedo aprovechar el domingo para pintar. —Sonríe—. Tal vez pintar con Alicia me dé algo de
inspiración.
Me rio de la idea. A pesar de su falta de experiencia, Zoe ha llegado a la entrevista con una
respuesta preparada para todo. Todavía me sorprende el hecho de que sea mi vecina y que no me
haya dado cuenta.
—Ser tu vecina también implica que nunca tendré una excusa para llegar tarde —añade Zoe, y
esta vez me rio.
—Cierto —digo—. Solo tengo una última pregunta. ¿Por qué solicitaste este trabajo? No tienes
experiencia previa, ni cualificaciones...
Zoe lo piensa y se da golpecitos en la barbilla. Mis ojos son atraídos por su dedo, y luego se
quedan en sus labios llenos y pintados con un modesto lápiz labial.
—He estado buscando otro trabajo —dice, y arrastro mis ojos hacia arriba para encontrarme
con los suyos—. Cuando vi tu anuncio pensé en intentarlo.
No es la respuesta que normalmente me gusta oír, pues no se postuló porque amase a los niños.
Pero es una respuesta honesta y lo aprecio.
Termino el resto de mi café y le sonrío. Estoy un poco decepcionado, porque no siento que sea
el tipo de niñera que estoy buscando, pero también sé que mis opciones se están agotando
rápidamente.
—Gracias por reunirte conmigo —le digo—. Te dejaré seguir con tu día. Pensaré en tu
solicitud y en la entrevista de hoy, y te daré una respuesta tan pronto como pueda.
—Gracias.
Se levanta al mismo tiempo que yo, y luego se inclina para recoger su bolso. Su camisa se abre
un poco mientras lo hace, y miro su cintura desnuda antes de que se enderece.
Me reprocho a mí mismo. Qué poco profesional.
—Pagaré los cafés; es lo menos que puedo hacer —digo estrechando su mano.
—Gracias. —Sonríe ella—. Bueno, espero tener noticias tuyas pronto.
La veo salir, hipnotizado por el balanceo de sus caderas. Suspiro y me dirijo al mostrador para
pagar. No solo es una niñera no cualificada, sino que también me resulta difícil no mirarla, lo que
hace que contratarla sea una mala decisión por muchas razones.
¿Tenía alguna otra opción, sin embargo?
Cuando salgo de la cafetería reviso mis correos electrónicos. Como esperaba, no hay mensajes
relacionados con el puesto de niñera. Nadie más lo ha solicitado.
Recuerdo con tristeza la primera vez que puse el anuncio; me inundaron con tantos currículums
que fue difícil elegir entre ellos. Ahora, casi un año y medio después, tengo suerte si consigo una
solicitante. Si contrato a Zoe y sale mal, ya no habrá más niñeras.
Me meto en mi coche y cierro los ojos. Si puedo convencer a Zoe de que se quede, aunque sea
una semana, puedo organizar las cosas con Jason y la compañía para poder trabajar desde casa.
No es una situación ideal. Pero es un plan, por ahora.

Me despierto a la mañana siguiente con un gemido y me froto las sienes. Anoche fue difícil
dormirme, y ahora siento la falta de sueño.
Pero tengo una niña pequeña, así que tengo que levantarme y ocuparme de ella. Alicia ha sido
muy dulce estos últimos días. Parece ser consciente de que hizo algo malo, pero no está lo
suficientemente arrepentida como para no volver a hacerlo.
Hablando de eso...
Si escucho con atención, puedo oírla abajo. Probablemente, está jugando con sus juguetes
mientras espera a que me levante. Estoy casi tentado de cerrar los ojos durante un rato más, pero
sé que pronto vendrá a buscarme. Así que me arrastro y, bostezando, bajo las escaleras.
—Alicia —la llamo cuando llego a la planta baja.
Se escucha un estruendo y Alicia corre desde la sala con una amplia sonrisa en su rostro.
—¡Papá! —dice alegremente, lanzándose hacia mí.
La alcanzo y siento una sonrisa tirando de mis labios. Alicia ha sido la causa de todos los
problemas que he tenido en los últimos días, pero es imposible no sentirse feliz en su presencia.
Ella es muy difícil, pero es mi pequeña.
—¿Has dormido bien? —le pregunto.
—¡Si! —Me coge de la mano y tira de mi hacia la cocina—. ¡Tengo hambre!
Me rio.
—Ya lo veo.
Pongo pan de molde en la tostadora y me pregunto si sería mejor renunciar a la niñera y
quedarme en casa a partir de ahora. El constante cambio de niñeras, probablemente, esté alterando
a Alicia.
Suspiro y recuerdo el trato que estoy a punto de cerrar. Angel Apparel, la compañía de ropa
que construí desde cero, está tratando de unirse con una agencia de modelos internacional. El
impulso que ambos obtendremos de la asociación vale más que el estrés que me origina, pero
todavía hay muchas cosas que necesitan ser atendidas, como las finanzas. Si trabajamos duro,
podremos cerrar el trato en una semana, pero eso me obliga a resolver el tema de la niñera para
Alicia.
—¿Alicia? —pregunto mientras pongo un plato delante de mi hija. Ella mira hacia arriba con
curiosidad—. ¿Conoces a la señora de al lado?
—No —dice sin rodeos, haciendo crujir unas tostadas.
Suspiro. Parte de mí esperaba que Alicia reconociera a Zoe, haciendo las presentaciones más
fáciles para todos, pero parece que mi hija es tan ajena a nuestros vecinos como yo.
Antes de que pueda cambiar de opinión, le envío a Zoe un correo electrónico, informándola de
que tiene el trabajo y que sus deberes empiezan mañana por la mañana.
Hago una mueca. Espero no llegar a arrepentirme de esto.
Capítulo 5

Zoe
—¡Ya lo tengo! ¡Conseguí el trabajo!
Mi mano tiembla de emoción mientras miro el correo electrónico con el que me he despertado,
todavía incapaz de creer que esto sea real.
—Sin experiencia, sin cualificación... Debía de estar desesperado —dice Katherine desde el
otro lado del teléfono, divertida.
—Sí —admito—. He visto cuántas niñeras ha tenido. Ya he perdido la cuenta.
—¿Y sabes por qué todas las niñeras se van?
—No. Quise preguntar en la entrevista, pero Seth no lo mencionó y no estaba segura de si debía
curiosear.
—Por lo que has dicho, Seth no está mucho en casa, así que dudo que sea él el que está
causando que las niñeras lo dejen —comentó Katherine.
—Sí. Normalmente, dejan la casa justo después de que él llegue. Algunas duran más que otras,
pero todas acaban abandonando.
—¿Quizás el problema es la hija?
—Solo tiene cinco años, Katherine. —Rio.
—Los niños pueden ser terribles, a veces. Deberías ver a mi sobrina. Es una malvada
científica en formación.
—Lucy tiene doce años —señalo.
—Y cuando tenía cinco años era la mocosa más grande del mundo. —Ríe—. ¿Sabes algo sobre
la niña?
—Solo que tiene cinco años y algunos problemas de ansiedad por la separación.
—Ah —dice Katherine, como si eso lo explicara todo—. Así que es una niña muy rica a la que
no le gusta que la separen de su padre. Eso podría explicar lo de las niñeras.
—Yo pienso que no estaban cualificadas —replico poniendo los ojos en blanco—. Solo es una
niña pequeña. ¿Tan difícil puede ser cuidarla?
—Te lo recordaré más tarde —promete Katherine—. ¿Cuándo empiezas?
—Mañana —digo leyendo el correo electrónico de nuevo, grabando las palabras en mi mente.

Zoe,
Después de considerarlo detenidamente, he decidido que eres una candidata aceptable
para el trabajo. Por favor, llega mañana a las ocho y media de la mañana para que pueda
presentarle a mi hija.
Seth
—Te das cuenta de que no vas a pasar mucho tiempo con Seth, ¿verdad? —dice Katherine
irrumpiendo en mis pensamientos—. Vas a pasar la mayor parte del tiempo con su hija... Como
mucho, lo verás por la mañana cuando se vaya, y luego podrás hablar con él brevemente cuando
llegue a casa cansado del trabajo.
—Aprovecharé el tiempo que tengo.
Katherine guarda silencio por un momento.
—Sé que quieres seducirlo —dice sin rodeos, y yo hago una mueca de dolor—. No olvides
para qué estás ahí.
—No lo olvidaré —le aseguro.
Voy a ser la niñera de la hija de Seth, pero eso no significa que no pueda aprovechar la
oportunidad que tengo delante.
Pero antes de hacer nada más, necesito resolver otro problema. Despedirme de mi actual
puesto de trabajo.

A las ocho de la mañana del día siguiente estoy lista. Me siento ante mi mesa con una taza de café
que se enfría rápidamente. Echo un vistazo a mi ropa una vez más. Quiero verme lo
suficientemente bien para impresionar a Seth, pero, al mismo tiempo, voy a trabajar con una niña
la mayor parte del día.
Me pongo un par de vaqueros gastados y una camisa suelta que sienta bien en los lugares
adecuados; el cuello no es tan bajo como para ser indecente, pero sin duda llamará la atención si
Seth mira. Lo cual hará. Vi la forma en que sus ojos se dirigieron a mí en la entrevista, cuando me
incliné hacia él, o cuando me agaché para coger mi bolso. Me da esperanza saber que hay cierta
atracción física entre nosotros.
Ahora, sin embargo, es el momento de aprender más sobre él. Mis días de anhelar a alguien
inalcanzable desde lejos han terminado. El verdadero Seth Gray está ahora en mi vida.
Agarro mi bolso, cierro la puerta y respiro profundamente. Puedo ver el coche de Seth que ya
está esperando, y el conductor me observa con curiosidad mientras salgo de mi jardín y entro en el
patio de su jefe. Sus ojos se abren de par en par y me sonríe con el pulgar hacia arriba. Me rio. No
lo conozco, ni siquiera sé su nombre, pero es agradable ver que está feliz por mí.
El patio delantero es mucho más grande de lo que esperaba. Desde la ventana de mi cocina es
muy diferente. Hay grandes flores de hermosos colores que decoran el lado del camino, un cedro
llorón a un lado y una fuente al otro. Mi paso vacila ante esta exhibición de dinero. Ya no sé si es
una buena idea, pero es demasiado tarde para echarse atrás. Reúno coraje cuando llego a la puerta
principal, y presiono el timbre. Escucho con atención hasta oír el sonido de los pasos, y me
enderezo cuando la puerta se abre.
Si Seth está increíble en ropa informal, no es nada comparado con verlo vestido con traje.
Obviamente, está en el proceso de arreglarse la corbata. Los botones superiores de su camisa
están desabrochados, mostrando solo un indicio de su pecho liso, y su corbata azul cuelga
alrededor de su cuello. Los puños de su camisa también están sueltos, y veo el brillo de un reloj
de plata.
Mi boca se seca y la cierro antes de que cualquier sonido embarazoso pueda salir de ella.
—¿Zoe? —Está sorprendido de verme—. Llegas temprano.
—Lo sé —digo, aclarando mi garganta—. Espero que no te importe. Pensé que si venía
temprano no tendrías que apresurarte tanto con las presentaciones y la información.
Sonríe. Ya había sonreído varias veces durante la entrevista, pero esas expresiones habían sido
tensas y ansiosas. Ahora, sin embargo, la sonrisa florece en su rostro borrando algunas de las
líneas de preocupación en su frente, y me hace sonreír de nuevo.
—Gracias —dice, dando un paso atrás para permitirme entrar—. Alicia ha estado un poco...
problemática esta mañana.
—¿Cómo es eso? —Miro a mi alrededor.
El interior es más normal de lo que esperaba, con paredes suaves y cremosas y una alfombra
azul afelpada. Hay un retrato en la pared de Seth, una niña que debe ser Alicia, y una mujer con
pelo corto y rubio, y una sonrisa suave.
¿La madre, tal vez? Me pregunto dónde está.
—Ella es... —Seth duda—. Dijiste que te habías dado cuenta de que tengo muchas niñeras,
¿verdad?
—Sí.
—Alicia es un poco problemática. Quiere que me quede en casa, pero eso es imposible. —Se
pasa una mano agitada por el pelo—. Probablemente, deberías conocerla, antes que nada. —Mira
hacia arriba y levanta la voz—. ¡Alicia! ¡Zoe está aquí!
—¡Vete! —Escucho desde arriba, la voz apagada.
Seth se frota el puente de la nariz.
—Está un poco alterada.
Eso es un eufemismo. Las palabras de Katherine de ayer por la mañana regresan a mi mente.
Dijo que Alicia podría ser la causa de que las niñeras lo dejaran. Parece ridículo, pero...
—La traeré aquí antes de irme —promete Seth—. ¿Te importa? Estaba a medio vestirme.
Puedes mirar alrededor y familiarizarte con la casa.
—Gracias —le digo, mientras se apresura a subir las escaleras.
Miro a mi alrededor, un poco perdida. Puedo ver una enorme cocina a la izquierda, brillante y
limpia. Hay unas cuantas puertas más delante de mí y, todas menos una, están cerradas. Me dirijo a
la puerta abierta y miro dentro.
Es una enorme sala de estar con un televisor en la pared y un sofá con aspecto de peluche frente
a ella. Un lado de la habitación está cubierto de juguetes y hay un escritorio al otro lado cubierto
de papeles y lápices de colores. Esta debe de ser la habitación donde Alicia pasa la mayor parte
de su tiempo.
—¡No!
Salto y me balanceo al oír el sonido de los pasos estruendosos en las escaleras. Salgo por la
puerta, justo a tiempo de ver una pequeña silueta rubia corriendo por la cocina. Seth le pisa los
talones.
—¿Debería...? —pregunto con recelo.
—Sí... ven a conocer a Alicia —dice Seth con una breve sonrisa sin humor.
Sintiéndome repentinamente nerviosa, sigo a Seth a la cocina. Una niña pequeña está sentada
ante una enorme mesa, con el ceño fruncido mientras me mira fijamente.
—Alicia, esta es Zoe —dice Seth—. Ella va a cuidar de ti hoy. ¿Hay algo que quieras decirle?
Ella mueve la cabeza y mira hacia otro lado, y Seth suspira.
—Alicia —dice Seth otra vez, advirtiéndola con su voz.
Los hombros de Alicia se ponen rígidos. Entonces, de mala gana, se vuelve para mirarme.
—Hola —murmura.
—Hola, Alicia. —Le sonrío. Tal vez esté nerviosa por quedarse sola con un extraño.
Ella no sonríe. Sus labios forman una mueca y sus ojos se vuelven vidriosos cuando mira a su
padre.
—Papá... —se queja.
—Lo siento, cariño, pero tengo que ir a trabajar —se disculpa Seth.
La cara de Alicia se tensa, y vuelve a mirar hacia otro lado. Se cruza de brazos. ¿Dónde está la
linda niña que siempre veo jugando en el patio?
—Puede que te dé algún problema —me dice Seth entre dientes—. Hazlo lo mejor que puedas.
—Él se detiene mientras proceso esto, incapaz de creer que es el único consejo que puede darme
—. Si se descontrola, recuérdale que prometí llevarla a tomar un helado el fin de semana. Rara
vez hacemos mucho juntos, así que decirle que tengo un plan para pasar tiempo con ella suele
calmarla.
Pienso en todos los juguetes del salón; demasiados para un solo niño. Seth, en su intento de
calmar a su hija y pasar tiempo con ella, parece malcriarla.
—Estaremos bien. —Aunque ahora no estoy tan segura de eso. Le ofrezco una sonrisa—. Ya lo
verás.
No parece convencido. Después de todo, él conoce a Alicia mejor que yo.
—Gracias. —Recoge su maletín, cruza la habitación y besa a Alicia en la frente—. Sé buena,
Alicia.
No se enfada tanto como para no volverse para abrazarlo, y casi me derrito ante la adorable
vista. Seth está increíblemente bueno, pero la paternidad también le sienta bien.
—Volveré a casa más tarde —dice Seth—. ¿Va a resultarte un problema cocinar?
—Cocino mis propias comidas, así que no lo será —le digo—. ¿Quieres que te deje algo de
cenar?
—Lo que quieras hacer. —Se encoge de hombros, despreocupado—. Me marcho, que tengas un
buen día.
Oigo la duda en su voz mientras dice eso, como si supiera que no lo tendré. Escucho a Seth
salir de la casa, y luego me dirijo a Alicia. Para mi sorpresa, ella me mira directamente,
agarrando una muñeca de tela que ha visto mejores días.
—¿Te gustaría jugar a algo, Alicia?
—No —dice ella.
—Bueno... ¿Qué te gustaría hacer? —le pregunto.
Ella piensa por un momento y luego, como un rayo, se desliza de su silla y corre fuera de la
habitación. Estoy tan sorprendida por el movimiento repentino que me lleva un segundo
reaccionar. Llego a la puerta de la cocina justo a tiempo de verla desaparecer en la sala de estar.
Me decido y la sigo. Tal vez quiera ver la televisión. De repente, un osito de peluche impacta en
mi cara.
No me duele porque está hecho de un material esponjoso, pero estoy sorprendida. Suenan risas
agudas y frunzo el ceño. ¿Alicia está jugando conmigo? Me acerco con cautela y esquivo un
bloque de juguete que vuela hacia mí. Alicia se ríe de nuevo, pero no me divierte tanto; el oso de
peluche está bien, pero ese bloque podría haberme lastimado seriamente.
—Alicia, eso está mal —digo severamente—. No puedes tirarme bloques.
Alicia me hace burla y me lanza otro. No es un lanzamiento muy fuerte y lo atrapo fácilmente en
el aire. ¿Alicia no se da cuenta de que puede hacerme daño? ¿O la experiencia previa le ha
enseñado que estas payasadas la ayudan a deshacerse de las niñeras?
—Alicia, no. —Lo intento de nuevo.
El siguiente bloque se queda corto y cae al suelo.
«Gracias, Seth, por decirme que tu hija no va a escuchar ni una palabra de lo que digo». La
teoría de Katherine parece cada vez más probable.
De acuerdo, solo necesito hacer algo al respecto. Entro en la habitación, esquivo una muñeca y
me dirijo a Alicia. Ella retrocede, cautelosa, pero yo me siento en el suelo con los bloques.
—Si quieres jugar con los bloques, puedes ayudarme a hacer una torre —digo, poniendo cuatro
juntos para hacer un cuadrado.
Alicia observa con el ceño fruncido. Sin embargo, me complace cuando agarra uno verde. Pero
luego golpea la torre y la hace caer.
Respiro profundamente, rezando por paciencia.
—Si no te gustó esa torre, podemos construir una nueva —digo, colocando los bloques otra
vez.
Pero ella vuelve a tirarla con todas sus fuerzas, y un bloque rojo sale volando y me golpea en
el ojo. No ha querido hacerlo adrede, pues me mira sorprendida.
—¡Ay! —exclamo frotándome el ojo.
Alicia acerca su muñeca a ella.
—¿Estás bien? —pregunta en voz baja.
—Duele —le digo—. Pero estoy bien.
Su expresión, que es extrañamente vulnerable, cambia abruptamente y vuelve a ser la niña
hosca que sigue lanzándome bloques. Me arroja una muñeca y luego sale corriendo de la
habitación.
Suspiro. Puedo ver exactamente cómo va a ser este día.

En mis sueños, imagino a Seth llegando a casa, cansado del trabajo. Su hija tumbada
tranquilamente en la cama, y yo esperando a saludarle y contarle el buen día que hemos tenido las
dos. En mi sueño no estoy desplomada, con la cabeza palpitando.
Estoy absolutamente agotada.
Alicia se ha pasado todo el día corriendo y yo detrás de ella, tratando de que me escuche. La
única vez que se estuvo quieta más de diez minutos seguidos fue cuando se comió el sándwich que
le hice para el almuerzo. La salsa de espaguetis de la pared es un testigo de lo que hizo con la
cena.
—¿Zoe? —Escucho a Seth preguntar y levanto la cabeza—. ¿Estás bien?
—Sí, lo siento —gimo mientras me siento; me duele la espalda—. Lo siento, Alicia ha corrido
mucho hoy.
—Sí, pero... —Frunce el ceño y se acerca más a la luz para mirarme—. ¿Te has hecho daño?
—Solo me arrojó un bloque —le digo, encogiéndome de hombros.
—Lo siento —suspira y camina hacia el lavabo.
Observo cómo moja un paño con agua fría y me lo pone en la frente. La herida me duele un
poco, pero eso no es nada comparado con la chispa que me atraviesa al tenerlo tan cerca, mientras
estudia mi frente con el ceño fruncido. Está tan cerca que puedo oler su colonia; un olor a tierra
que me marea.
—Probablemente, debería haberte advertido antes de que aceptaras el trabajo —dice en voz
baja—. Pero estaba desesperado y no quería asustarte. —Hace una pausa—. ¿Estás asustada?
—Me asusta un poco su puntería —bromeo, y luego sacudo la cabeza, haciendo un gesto de
dolor—. No, no lo estoy.
—Alicia... es demasiado joven como para darse cuenta de las consecuencias de sus acciones
—dice Seth—. Pero sí se da cuenta de que la forma en que se comporta es lo que aleja a las
niñeras. Yvonne, mi última niñera... Casi se rompe la espalda tropezando con un coche que Alicia
puso en las escaleras para ella. La niñera anterior, Georgia, se rindió después del incidente de los
gusanos en su cabello. La niñera anterior a ella renunció cuando Alicia la encerró en el cobertizo
con las arañas…
No puedo evitar resoplar.
—Ella es muy creativa.
—No sé cómo hacer que se detenga —admite Seth—. Lo he intentado, pero termino
comprándole más juguetes o llevándola a parques temáticos cuando llora porque nunca estoy en
casa. No ha hecho daño a nadie todavía, pero... Entenderé que quieras dejarlo.
Es lo más inteligente. El sentido común me dice que corra, pero es mi corazón el que toma la
decisión final. Todavía recuerdo la forma en que los ojos de Seth se posaron en mí durante la
entrevista. Levanto los hombros y sus ojos se precipitan rápidamente hacia abajo, antes de que los
vuelva a levantar.
Pero no se trata solo de Seth. Alicia es una niña solitaria. Es difícil no verlo. Se siente sola
porque extraña mucho a su padre y no tiene otros niños con los que jugar.
No sé si hay algo que pueda hacer al respecto, pero no puedo irme todavía.
—No. —No me pierdo la forma en que Seth suspira de alivio—. Lo intentaré de nuevo
mañana.
—Gracias —dice Seth con una pequeña sonrisa—. Siento no habértelo dicho antes.
—No estoy segura de habértelo dicho, si la situación fuera al revés —le aseguro.
Me estiro y la parte inferior de mi camisa se levanta ligeramente destapando mi estómago. Él
me mira de nuevo y me hace sentir bien. Me hace sentir tan valiente que coloco una mano en su
hombro, y él se mueve sorprendido por el repentino toque.
—Te veré mañana —le digo.
—Sí, mañana.
Me doy la vuelta para irme. Puedo sentir sus ojos sobre mí mientras camino, y escondo una
sonrisa. Con Seth o con Alicia... no está todo perdido todavía.
Capítulo 6

Zoe
Hoy, estoy decidida a tener éxito.
Armada con nueva información, voy hacia la puerta principal de la casa de los Gray —o, mejor
dicho, de su mansión—, y toco el timbre. Seth abre la puerta, agradecido de que esté allí.
—Buenos días —saludo.
—Buenos días. Alicia está terminando de desayunar. Hoy llegamos un poco tarde.
—Está bien —digo—. ¿Estás a punto de salir?
—Ahora mismo —dice con un guiño—. Déjame despedirme de Alicia.
Desaparece en la cocina y luego regresa. Levanta los ojos para mirar el moretón rojo de mi
frente y sus labios se retuercen.
—Lo siento.
—Fue un accidente —digo quitándole importancia—. No te preocupes por nosotras, estaremos
bien.
—Gracias.
Luego se marcha y me quedo sola. Oigo el tintineo del metal mientras Alicia desayuna en la
cocina, y me acobardo antes de entrar.
—Hola, Alicia —digo.
Alicia mira hacia arriba. Su expresión es triste, y tengo la sensación de que Seth le ha hablado
esta mañana sobre el día de ayer. Como su padre, sus ojos se fijan en el moretón de mi frente, y
luego mira hacia otro lado murmurando algo entre dientes.
Limpio los pocos platos del fregadero que quedaron de la cena que le preparé a Seth anoche y,
al rato, Alicia termina sus cereales y se va corriendo.
Hoy, en lugar de seguirla, le quito el tazón y lo friego. Mientras seco los platos y los guardo, la
veo mirando hacia adentro por el rabillo del ojo. Se ve infeliz, como si negarme a jugar a un juego
que a ella le encanta la entristeciera. Observo cómo retira el brazo y me lanza un oso de peluche,
el mismo oso con el que me golpeó ayer por primera vez.
No me alcanza. Cae al suelo sin hacer ruido sobre las baldosas, y yo seco silenciosamente el
plato que estoy sosteniendo. Luego, una vez que lo guardo, me acerco a recoger el oso de peluche.
Con los ojos de Alicia sobre mí, pongo el oso en el armario más alto de la cocina, y vuelvo a los
platos.
—¡Ese es mi oso! —Alicia llora, y entra corriendo en la cocina.
—Lo sé —digo con calma—. Pero me lo has lanzado. Cuando te disculpes y lo pidas
educadamente, te lo devolveré.
Alicia se pone roja y sus pequeñas manos se aprietan a sus lados. Luego se da la vuelta y sale
corriendo. Escucho sus pasos en las escaleras, y luego todo se queda en silencio.
Ella no regresa cuando termino de lavar los platos, así que subo las escaleras sin prisa. Hay
varias habitaciones arriba, todas con las puertas cerradas. No me importaría ver la habitación de
Seth... pero me sacudo el pensamiento porque tengo cosas más importantes en las que pensar ahora
mismo.
La habitación de Alicia tiene un bonito cartel en la puerta con su nombre inscrito, así que llamo
educadamente. Cuando no hay respuesta, abro la puerta.
Un coche de juguete aterriza a mis pies.
—Parece que este coche también necesita ser guardado —digo encogiéndome de hombros.
Agarro el coche y me voy.
Abro la puerta más cercana a la habitación de Alicia y pongo el coche en un estante superior.
Sin embargo, antes de que pueda volver a cerrar la puerta, una muñeca de material rígido me
golpea la espalda. Luchando por no hacer una mueca de dolor, la recojo también y la pongo con el
coche.
Luego me giro para mirar a Alicia, que está parada en el pasillo, enojada y molesta. Hay
lágrimas en sus ojos, y me recuerdo a mí misma que no debo dejarme engañar por ellas; necesita
aprender que no puede tirar cosas a la gente cuando le apetezca.
No pretendo ser su blanco cada vez que venga a esta casa.
—¡Devuélvemelos! —me exige.
—No hasta que te disculpes y lo pidas amablemente —repito.
Vuelve a su habitación y da un portazo. Decidiendo no molestarla, bajo las escaleras y entro en
la sala de estar. Agarro el mando a distancia. Alicia ayer no quería ver la televisión, pero yo me
moría por probar esta enorme pantalla. Pongo el volumen bajo para escuchar a Alice, y al rato
oigo que su puerta se abre. Ella baja las escaleras y yo mantengo los ojos en la televisión, aunque
estoy muy atenta. Cuando una pequeña mesa de una casa de muñecas viene volando hacia mí, la
agarro antes de que me golpee y la guardo en mi bolsillo.
—¡Eso es mío! —grita.
—No hasta que te disculpes y lo pidas amablemente —le recuerdo.
Ella lanza un grito estrangulado y patea el suelo, lágrimas de ira corriendo por su cara. Parece
que no está acostumbrada a que le quiten sus cosas. Me siento un poco mal por un momento, antes
de recordar por qué estoy haciendo esto. Alicia tiene cinco años, empezará la escuela el año que
viene y necesita aprender que no puede actuar así.
Pero no puedo sermonearla. Un sermón entra por un oído y sale por el otro para la mayoría de
los niños de cinco años. No, tengo que recurrir a algo que tenga un impacto en Alicia. Mimada
como está, se pilla una buena rabieta y empieza a golpear bloques entre sí. Mantengo los ojos en
la televisión, ignorándola deliberadamente. Estoy tentada a subir el volumen, pero eso es algo
infantil; no tengo intención de entrar en una guerra de ruidos con una niña de cinco años.
Hay frustración en la cara de Alicia. Ella no entiende por qué no me está haciendo enojar. No
sabe por qué no corro tras ella, o le pongo caras graciosas cuando me tira cosas. Y no entiende
por qué le quito los juguetes y le pido que se disculpe por haberlos tirado. Me pregunto, por un
momento, cómo sus otras niñeras habrán lidiado con su comportamiento. ¿Lo habrían dejado pasar
con la esperanza de que mejorara?
—Dame caramelos —exige Alicia.
La miro con incredulidad. ¿En serio?
—No —digo, recogiendo el bloque y poniéndolo en el estante más alto de la estantería.
Me doy la vuelta a tiempo para verla arrugando la cara.
—¡Dame caramelos! —grita.
—No —respondo con calma—. Has sido muy traviesa, Alicia. No deberías tirar las cosas. Si
eres buena, te daré unos dulces.
Pero esta no es la respuesta que ella quería. Alicia grita, su cara se pone roja, y golpea el suelo
con los puños. Está en plena rabieta. Ninguno de mis hermanos tenía rabietas como esta, aunque
Nina solía llorar hasta que empezaba a tener hipo. Tal vez lo mejor es ignorarla, por ahora. No
creo que haya nada que pueda decir o hacer para calmarla, no a menos que esté dispuesta a ceder
y devolverle tanto los dulces como sus juguetes. La idea me tienta, solo para hacerla parar, pero
sacudo la cabeza. Necesita disciplina.
Así que me siento en el sofá y vuelvo a mirar la televisión, observándola por el rabillo del ojo.
Al cabo de un rato los gritos cesan, cuando se da cuenta de que no le presto atención. Hay
regueros de lágrimas corriendo por sus mejillas. Accidentalmente, ha roto uno de sus coches de
juguete. Solo entonces me muevo. Tomo unos pañuelos de la caja en la mesa de café, y me
arrodillo a su lado. Sus ojos me miran mientras le limpio suavemente la cara y la nariz, secando
las lágrimas y los mocos.
Luego recojo el juguete roto. No es nada que un poco de pegamento no pueda arreglar.
—¿Te gustaría venir y arreglar esto conmigo? —pregunto, sosteniendo el coche.
Los ojos de Alicia se dirigen al juguete.
—¿Puedes arreglarlo? —pregunta ella.
—Claro que puedo —asiento—. Solo tenemos que tener cuidado con el pegamento. ¿Te
gustaría ayudarme?
Sonrío cuando, muy lentamente, Alicia asiente con la cabeza.

Escucho a Seth caminando por el pasillo con cautela, quizás buscando algo que esté roto. Cuando
entra le sonrío desde la mesa que estoy limpiando.
—Hola —digo alegremente.
—Hola —responde, con la frente fruncida mientras pone su maletín en una silla y se afloja la
corbata. Observo cómo revela una piel suave, y aparto los ojos—. ¿Qué tal tu día?
—Nada mal —digo, encogiéndome de hombros—. ¿Y tú?
No responde, solo me mira fijamente con el ceño fruncido. No es la expresión que me gustaría
ver en su cara, especialmente, mientras me inclino sobre la mesa.
—No tienes que mentir —dice finalmente.
Levanto una ceja.
—¿Por qué crees que miento? —pregunto.
—¿Qué ha pasado? —me presiona.
Entonces me doy cuenta de cuál es el problema. Seth está acostumbrado a volver a casa y que
su hija haya hecho algo. Pero hoy no ha pasado nada.
—Bueno, Alicia se ha mostrado un poco reacia a irse a la cama, pero hoy se ha comido tanto el
almuerzo como la cena. ¡Oh! Ten cuidado, hay un coche de juguete en la mesa del salón, se está
secando. Tuvimos que pegar algunas partes de él.
—¿Por qué?
—Alicia tuvo una rabieta y lo rompió.
—¿Por qué fue la rabieta? —gime.
—Quería caramelos —digo mirándolo con atención. ¿Cómo se tomará el padre que le da todo
a su hija mis acciones de hoy?—. Me negué a dárselos.
—Espera... ¿En serio? —pregunta, sorprendido.
—En serio —digo irónicamente. Hago una pausa y luego decido decírselo todo—. Hay un oso
en la parte superior de este armario, una muñeca y un coche en el armario de la ropa blanca de
arriba, y un bloque en el estante superior de la sala de estar. Los puse allí después de que ella me
los tirara.
—¿Qué? —pregunta, incrédulo.
—Le dije que tenía que disculparse por haberlos tirado y pedirme que se los devolviera
amablemente —agrego—. No lo hizo, pero dejó de tirarme cosas después de que arreglásemos su
coche.
Seth sigue mirándome como si, de repente, no supiera quién soy. No me gusta esa mirada, y me
pone nerviosa cuando, finalmente, dejo de limpiar la mesa y me enderezo.
De repente, Seth se ríe.
—¿Sabes? No eres la primera niñera que intenta disciplinar a Alicia —dice, sacudiendo la
cabeza—. ¿Funcionó?
—Como dije, dejó de tirar cosas.
—¿Qué hicisteis después de eso?
—Casi todo el tiempo estuvo atenta a la tele. Ha sido un día bastante tranquilo. Creo que le
preocupaba que le quitara más juguetes.
—No está mal —musita Seth—. Así que la alimentaste, la mantuviste callada y la llevaste a la
cama, e incluso la disciplinaste con éxito. Eso es... más de lo que esperaba, para ser honesto.
—No soy una niñera cualificada, Seth, y siento que eso te preocupara. Pero te dije que cuidaba
a mis hermanos menores.
—Bueno, pues sigue con ello. Es mucho mejor de lo que hemos tenido antes.
Sonrío y me inclino sobre la mesa con los codos. Esta vez, Seth no pasa por alto mi escote y
mira hacia abajo. Le ofrezco una sonrisa lenta y meto un mechón de pelo detrás de mi oreja.
—Me parece bien —digo, bajando el tono de voz un poco.
Veo su nuez de Adán moverse arriba y abajo mientras traga. Entonces bosteza y el momento se
arruina, pero estoy contenta de haber obtenido un tipo de respuesta. Al menos, ya me ve como una
niñera capacitada. Ahora necesito recordarle que también soy mujer.
—Gracias —dice Seth—. ¿Te veré mañana?
—Definitivamente. —Me enderezo.
—Genial. —Me doy la vuelta para irme—. Ah, ¿Zoe?
—¿Sí? —Giro la cabeza para mirarlo.
Él sonríe; toda su cara se ilumina.
—Dejaré esos juguetes donde están. Estás tratando de enseñarle a Alicia una lección
importante... y me gustaría ver a dónde nos lleva.
—Gracias. —Sonrío y me sonrojo de placer por el elogio.
Lucho contra las ganas de saltar de alegría al salir de la casa. La forma en que Seth me ha
mirado... está impresionado conmigo.
Definitivamente, me alegro de haber solicitado este trabajo.
Capítulo 7

Seth
—Pareces feliz —dice Jason cuando entro en el trabajo.
Mi sonrisa se amplía. No puedo recordar la última vez que vine al trabajo sintiéndome tan a
gusto.
—Sí. Digamos que Zoe podría funcionar, después de todo.
—¿En serio? —pregunta con interés.
—Llegué a casa anoche, y me dijo que habían tenido un día tranquilo. Zoe le quitó algunos de
sus juguetes porque se los estaba lanzando, y le dijo que no iba a darle dulces.
—Esa mujer debe de ser una santa por la paciencia que tiene. —Sonríe—. No, en serio, eso es
impresionante. He visto a Alicia en una de sus rabietas. Me sorprende que no se haya rendido.
—Me ha dicho que casi lo hizo, pero se mantuvo firme. —Sonrío complacido conmigo mismo
—. Alicia me pidió los juguetes esta mañana y le dije que no sé dónde están, y que tiene que
preguntarle a Zoe.
—Eso es genial. Entonces, ¿cuál es el plan ahora? ¿Vas a seguir adelante con tu estrategia de
trabajo desde casa?
—Seguiré reflexionando sobre ello —digo con un guiño—. No sé qué va a suceder. Zoe solo
lleva dos días. Cualquier cosa puede pasar en una semana.
—Cierto —dice Jason—. ¿Cómo es ella como niñera?
—Por lo que deduzco, es estricta. Jason, me tomo el día libre mañana —digo con decisión—.
Haré parte de mi trabajo desde casa.
—Está bien, pero quiero saberlo todo el próximo lunes.
Pongo los ojos en blanco. Descubrí muy rápidamente cuando Jason empezó a trabajar aquí, que
es el mayor chismoso de la empresa. Pero no me importa; es leal hasta la médula y lo
suficientemente productivo como para que un par de rarezas pasen desapercibidas.
—Por supuesto —digo con una sonrisa.
Me vuelvo hacia el papeleo de mi escritorio. Las preguntas sobre Zoe pueden esperar; ahora
mismo, tengo una montaña de trabajo que hacer.

—¿Trabajarás en casa? —me pregunta Zoe a la mañana siguiente.


—Sí —digo acariciando mi maletín—. Estaré en el despacho, pero será como si no estuviera
aquí, de todas formas. ¿Está bien así?
—Es tu casa. —Ríe—. Está bien, y creo que a Alicia también le gustará.
—No le gustará —le digo—. Odia que trabaje en casa, ya que estoy lo suficientemente cerca
para jugar, pero demasiado ocupado para hacerlo.
—Oh. —Asiente con la cabeza—. Bueno, la mantendré ocupada. Traje un pequeño lienzo que
no he usado; tal vez le guste pintar.
—Suena genial —digo yendo hacia las escaleras—. Si me necesitas, estoy aquí arriba.
—Gracias —dice Zoe, alegremente.
Me encuentro con Alicia en las escaleras y me agacho para besarla en la frente. Ella hace un
gesto de dolor al ver el maletín en mi mano. Luego continúo hacia el estudio. Una hora después, ya
no puedo aguantar la curiosidad y abro la puerta con cuidado. Bajo sigiloso por las escaleras y
escucho a Zoe y Alicia en el salón. Observo a través de la puerta abierta.
Alicia está jugando en el suelo, golpeando los bloques de colores. Tiene una mirada oscura en
el rostro, pero lo primero que noto es la ausencia de su muñeca; la tenía cuando bajaba las
escaleras, así que, ¿dónde está ahora?
Entonces la veo. Está en el sofá junto a Zoe, y ella está girada para poder ver a Alicia con un
ojo y la televisión con el otro. El programa que emiten es sobre pesca, y no parece que Zoe esté
cautivada por él, solo finge que está viéndolo mientras Alicia la mira de vez en cuando.
Me siento indignado, al principio. Esa muñeca es la favorita de Alicia, un juguete que su
difunta madre le hizo. ¿Por qué se la quitaría Zoe? Entonces me obligo a calmarme. Zoe no conoce
la importancia de esa muñeca, y, según lo que me ha estado diciendo, probablemente, Alicia se la
tiró. Aunque eso también me sorprende. Alicia debió de enfadarse mucho para lanzarle su
preciosa muñeca.
Finalmente, Alicia se pone de pie y se dirige hacia Zoe. Está inquieta, y yo lucho contra las
ganas de entrar ahí y abrazarla.
Entonces...
—Lo siento —dice malhumorada, no es sincera en lo más mínimo—. ¿Puedes devolverme a
Julie?
Para mi sorpresa, Zoe sonríe y le entrega la muñeca, sorprendiendo también a Alicia.
—Asegúrate de no volver a tirarla, ¿vale? No creo que a Julie le guste mucho que la lancen por
los aires.
Alicia mira su muñeca y luego la abraza fuertemente.
—Gracias —dice, ahora más genuinamente.
Me retiro tratando de procesar lo que acabo de ver. Zoe me dijo que, en los días previos,
Alicia se había negado a disculparse o a pedir que le devolvieran sus juguetes adecuadamente.
Eso significa que acabo de presenciar la primera vez que lo ha hecho.
Y Zoe ha actuado admirablemente. Recuerdo lo que le dije a Jason ayer sobre que Zoe era
estricta. Estricta, pero justa.
Es una actitud que me gusta. En silencio, vuelvo arriba, complacido con mi descubrimiento.
Zoe es mejor niñera de lo que pensaba.
Pasan casi dos horas antes de que vuelva a mirar abajo. Esta vez, Alicia está jugando con la
muñeca que había visto en el armario de la cocina, y sonrío antes de volver al trabajo. A medida
que se acerca la cena, vuelvo a echar un vistazo y, esta vez, para mi sorpresa, Zoe y Alicia están
frente al lienzo que Zoe trajo hoy.
Pestañeo al ver eso. ¿Alguna vez he visto a Alicia haciendo algo voluntariamente con una de
sus niñeras? No, a menos que implique aterrorizarlas u obligarlas a correr detrás de ella.
Sin embargo, aquí está, dibujando en el lienzo con Zoe, y con la mirada concentrada. Me
acerco más con curiosidad y estiro el cuello para mirar por encima de sus hombros. El dibujo de
Alicia es un lío de líneas de colores. Un arcoíris.
Zoe, por otro lado, está dibujando un retrato de Alicia. Las líneas son ásperas, ya que está
usando un crayón negro, pero el dibujo en sí es bastante bueno.
—¡Acabado! —dice Alicia de repente, tirando el pincel con pintura púrpura.
—¡Y... yo también! —Sonríe Zoe.
—¿Soy yo? —pregunta Alicia con los ojos muy abiertos.
—¡Si! —exclama Zoe, orgullosa—. ¡Mira... parece que estás mirando por la ventana a un arco
iris!
La cara de Alicia se transforma mientras sonríe con un deleite impactante. Yo también sonrío,
tan feliz, que creo que podría estallar.
—Es un dibujo precioso —digo.
—¡Papá! —Alicia hace que Zoe salte mientras grita, y se arroja en mis brazos.
—Lo siento —me disculpo con Zoe.
—Está bien —dice ella, con la mano en el corazón—. Me has dado un susto de muerte.
En mis brazos, Alicia ríe. Zoe no lo oye, pero mi corazón casi estalla de felicidad.
—Creo que necesitas reanimarla, Alicia. ¿Puedes hacerlo?
Alicia me mira. Luego sonríe y coge del suelo un pequeño martillo de plástico para médicos.
—¡Te salvaré, Zoe! —exclama.
Luego golpea a Zoe en el estómago con el martillo. Me estremezco cuando Zoe se da la vuelta
sorprendida.
—Oops, eso ha sido culpa mía —digo.
—No me digas —jadea Zoe.
—Ya que estoy haciendo más daño que bien, las dejo solas, señoritas. —La sonrisa de Alicia
se marchita un poco, me inclino hacia ella y bajo mi voz—. Estoy orgulloso de ti por jugar tan
bien con otra persona, Alicia. Te veo en la cena.
—Vale.
—Y guárdame ese cuadro —le digo a Zoe—. Quiero colgarlo en algún sitio.
Zoe se ríe y se ruboriza, con aspecto complacido.
—De acuerdo, capitán.
Sonrío y salgo de la habitación. Mientras me voy, oigo a Zoe preguntar a Alicia qué le gustaría
cenar. Mi sonrisa crece a medida que Alicia responde. Hoy es el cuarto día que Zoe ejerce de
niñera y mi hija ya se está acostumbrando a ella. Quiero saber cómo lo ha hecho, aunque ya
conozco la respuesta. Zoe la trata como a una niña más, sin dejarse impresionar por la riqueza de
su padre. Y Alicia está respondiendo a eso sin darse cuenta. No está contenta de tener a Zoe en la
casa, pero sabe que ya no es la persona más poderosa de la ecuación. Zoe exige respeto, y lo da a
cambio.
Su competencia es asombrosa... y también es muy atractiva.
Sacudo la cabeza con una sonrisa de pena. No, no puedo ir por ese camino.
La ironía de que la única persona apta para el trabajo es alguien que ni siquiera está
cualificado para ello, no se me escapa. Espero que, con suerte, ella haya llegado para quedarse.

—Lo siento —le digo a Zoe mientras Alicia está arriba cepillándose los dientes.
—¿Por qué?
Me aclaro la garganta.
—Puede que te haya estado observando durante la mayor parte del día; tenía curiosidad por
saber cómo estabas. Espero que no te importe.
—Qué encantador —se burla. Luego se pone seria, pero su sonrisa permanece—. No me di
cuenta, pero está bien, Seth. Soy una extraña cuidando a tu hija y apenas tuviste tiempo de
conocerme antes de contratarme. Es natural que estés preocupado.
Observo lo hermosa que es. A veces es difícil apartar la mirada de ella, y me alegro de no
pasar mucho tiempo a su lado. Mi creciente interés se haría evidente inmediatamente, y no puedo
permitirlo. Es mi niñera. La estoy empleando. Si intento algo, sentiría que me estoy aprovechando
de ella.
—Ahora estoy mucho más tranquilo —le digo—. Vete a casa; yo acostaré a Alicia.
—De acuerdo —dice ella, bostezando y estirándose.
Yo miro valientemente hacia otro lado para no quedarme observando su escote. Esto se está
volviendo ridículo.
—Que tengas buenas noches, Zoe —le digo, despidiéndola.
Cuando se va, me relajo. Zoe es la mejor niñera que he tenido, no puedo estropearlo queriendo
acostarme con ella.
Capítulo 8

Seth
Una semana después, no puedo creer lo diferentes que son las cosas.
Cuando contraté a Zoe, no esperaba que durara más de una semana. Incluso pensé que tendría
suerte si duraba una semana completa. En mi mesa del despacho, todavía tengo los papeles que
tendré que firmar si termino trabajando desde casa, pero estoy empezando a pensar que no
necesitaré ese papeleo.
Las cosas han mejorado significativamente. Ya no me lleva una hora salir al trabajo por las
mañanas, tratando de convencer a Alicia de que tengo que ir a trabajar y de que estará bien sin mí.
De hecho, las dos últimas mañanas me encontré con Alicia preguntándome cuándo llegaría Zoe. Es
la primera vez que ocurre algo así.
Sin embargo, no es solo la actitud de Alicia hacia Zoe la que ha cambiado. Es la conexión que
veo cuando vuelvo a casa. La mayoría de los días, veo fotos esparcidas por la mesa. Ayer, Zoe
pintó con Alicia y metió todos sus juguetes en la caja que puse en su habitación con la esperanza
de que Alicia la usara. Y también hornearon galletas hace tres días.
Es increíble.
Es maravilloso.
Es... también un poco preocupante, si soy honesto.
—¿Por qué? —me pregunta Jason cuando digo esto, su frente se arruga por la confusión—.
¿Por qué ves como un problema esta mejoría?
—Bueno... es demasiado bueno, ¿sabes?
—Se lo que estás pensando —dice Jason, con la ceja levantada—. ¡Estás celoso!
—¿Qué? —pregunto, sorprendido.
—¡Piénsalo! —Jason se ríe—. Durante mucho tiempo, Alicia solo ha contado contigo. Ahora,
de repente, siempre está hablando de Zoe y haciendo cosas con ella, ¡y te sientes excluido!
—¡No es así en absoluto! —Bueno, tal vez un poco... pero estoy feliz con los cambios. Solo
necesito ajustarme a ellos un poco—. Cuando contraté a Zoe, me dijo que no tenía experiencia
profesional trabajando con niños, ¿verdad?
—Cierto —dice Jason—. ¿Qué importa eso, considerando el buen trabajo que está haciendo?
—Ella no tiene experiencia ni cualificación. —Me cruzo de brazos—. ¿Cómo es tan buena en
su trabajo?
—¿Esa es tu preocupación? —pregunta, incrédulo—. Algunas personas tienen buena mano con
los niños.
—Zoe ha disciplinado eficazmente a Alicia, e incluso ha conseguido que pase tiempo con ella.
Sin embargo, todas las niñeras profesionales y con mucha experiencia que contraté antes que a
ella, no pudieron hacer lo mismo.
—Tal vez esa es la diferencia —señala Jason—. Todas las niñeras se enfrentaron al trabajo de
manera profesional, mientras que Zoe se muestra con ella de un modo más personal, cuidándola y
enseñándole.
Frunzo el ceño. Yo también había llegado a la misma conclusión. Zoe no trataba a Alicia con la
misma distante profesionalidad que la mayoría de las otras niñeras, sino como a una niña que
necesitaba ser regañada cuando hacía algo malo, y recompensada cuando hacía algo bueno. Le
hablaba a Alicia con suavidad, pero con firmeza, y le dejaba claras sus expectativas sobre su
comportamiento.
—Sigue siendo demasiado bueno para ser verdad —digo—. Según Zoe, su única experiencia
con los niños fue cuidar de sus propios hermanos. No tiene sentido.
Jason pone los ojos en blanco y se aparta, dejando claro que piensa que estoy siendo ridículo.
—Esto no es un drama de espionaje, ¿sabes? Si crees que te ha mentido, entonces pregúntale
directamente y deja de darle vueltas.
Jason se va y yo me pregunto si debería hablarle a Zoe sobre esto. Si me ha mentido, ¿lo
admitirá tan fácilmente? Me doy cuenta de que hay una parte de mí que está tratando de encontrar
algo malo en Zoe. La necesito, así que no quiero que se vaya, pero me parece extraño que sea tan
perfecta. Repaso mentalmente lo que conozco de ella.
Creció en Minnesota con sus padres y sus hermanos. Dejó atrás a su familia hace cinco años,
cuando vino a Boston, porque esperaba que un paisaje diferente la ayudara a crecer como artista.
Fue a la Universidad de Boston y se especializó en arte. Le encantan los animales. Su mejor amiga
es una mujer llamada Katherine, a la que conoce desde que fueron a la universidad juntas. Le
encanta la jardinería.
No hay grandes secretos, pero levanto el teléfono. Necesito llegar al fondo de este misterio.
Parte de mí se siente un poco culpable, como si estuviera haciendo algo que no debería hacer,
pero la seguridad de Alicia es lo primero. Necesito saber más sobre la mujer que está cuidando
de mi hija.

Rastrear a Zoe Jones no es una tarea tan fácil como pensé que sería, y no consigo encontrar nada.
Entonces, al hacer clic en la web de una de las escuelas públicas en la que ella estudió, sigo un
enlace que me deriva a una especie de «salón de la fama», un espacio en el que se habla de los
logros, pasados y presentes, de los estudiantes de la escuela con la esperanza de convencer a los
padres de enviar a sus hijos allí.
Mis ojos topan con la fotografía de una joven sosteniendo un certificado. Es al menos diez años
más joven, pero reconozco la sonrisa de Zoe.
—Vaya —digo, leyendo el comentario al pie de la foto.
«Zoe Jones recibe un reconocimiento por su proyecto de arte, con el que participó en el
concurso del premio James y Audrey Foster de 2010».
Es curioso. Zoe me ha dicho, en numerosas ocasiones, que es una artista. Puedo ver la
evidencia de eso en mi casa. Sus bocetos son hábiles, y recuerdo haber pensado que la forma en
que usa el color en las pinturas es extraordinaria.
Sin embargo, no es hasta este momento, cuando miro a una joven Zoe que ha participado en uno
de los mayores concursos de arte en Boston y recibido un elogio por haberlo hecho, que me
parece que Zoe es realmente una artista. Me quedo mirando la fotografía, al tiempo que reparo en
que he encontrado la escuela en la que Zoe estudió.
Ahora puedo hacer algunas preguntas más.

Esa noche cuando me dirijo a casa, mi cabeza da vueltas mientras pienso en lo que he descubierto.
El personal de la escuela se acordaba de Zoe y había apoyado plenamente su ingreso en una
licenciatura de arte en el Boston College. Estaban muy orgullosos de ella.
También se acordaban de su familia, y pude localizarla gracias a la información que me dio la
escuela.
Lentamente, abro la puerta principal. Puedo oír el movimiento en la sala de estar. Sin embargo,
me detengo en el pasillo. De repente, no quiero mirarla a la cara, pues he invadido su privacidad y
he aprendido sus secretos porque no podía soportar el no saber.
Ahora me siento tonto, porque no descubrí nada horrendo. Ni siquiera descubrí una mentira.
Zoe no tiene ninguna experiencia profesional en el cuidado de niños. Pero eso no importa, porque
tiene cuatro hermanos menores, y el mayor de ellos es doce años menor que ella.
Resulta que la madre de Zoe fue madre adolescente; había cometido un error en su juventud y
se quedó embarazada. El nombre del padre de Zoe ni siquiera está en el certificado de nacimiento.
Casi diez años después del nacimiento de Zoe, su madre se volvió a casar y la pareja comenzó
a tener hijos. Zoe acababa de cumplir doce años cuando nació su hermano menor. El siguiente hijo
nació cuando ella tenía quince años, el siguiente cuando tenía diecisiete, y el más joven cuando
ella tenía dieciocho. Entre los doce y los dieciocho años, fue la niñera de sus hermanos menores.
Abro la puerta de la sala de estar. Zoe está sentada en el sofá observando un dibujo. Me tomo
un momento para verla sin que ella se dé cuenta.
—¿Seth?
Se da la vuelta, me ha visto, y parece confundida ante mi silenciosa entrada.
—Hola, Zoe —digo con una débil sonrisa.
—¿Va todo bien? —Se pone de pie.
—Sí, claro —digo—. Hoy he trabajado mucho, estoy bastante cansado.
—Está bien. —La visión de su cálida sonrisa hace que el calor se estanque en mi estómago, y
me maldigo a mí mismo—. Te he dejado la cena preparada.
—Genial —digo—. ¿Qué habéis hecho?
—Alicia tiene que elegir el plato —dice Zoe, sonriendo—. Así que, hicimos...
—Macarrones con queso —termino con un gemido—. Por supuesto. Viviría de eso si la dejara.
—Hoy estuvo muy bien, así que pensé en recompensarla. —Me guiña el ojo y yo tengo que
mirar hacia otro lado—. Tenemos que fomentar este buen comportamiento, ¿verdad?
Personalmente, empiezo a pensar que la presencia de Zoe es todo el estímulo que Alicia
necesita para comportarse bien, porque, de repente, ha encontrado una niñera que no quiere
perder. Sin embargo, me limito a asentir con la cabeza.
—Ha mejorado mucho en poco tiempo —digo.
—Hoy hemos redactado algunas cartas. Está emocionada por mostrarte cómo puede escribir su
nombre.
Sonrío, imaginando lo complacida que debe de estar Alicia. Uno de los requisitos de las
niñeras es que eduquen a mi hija y le enseñen lo que necesita saber antes de que vaya a la escuela,
pero eso, hasta ahora, ha sido imposible con su negativa a escuchar a ninguna de ellas.
—Eso es maravilloso —digo.
Zoe sonríe cuando entramos en la cocina, y se dirige a una pequeña olla. Puedo oler el queso
mientras quita la tapa. Hace que mi estómago retumbe.
—Huele bien —comento.
Se ríe cuando me acerco por detrás, y coge un plato que ha dejado en la encimera para mí.
Mientras lo hace, su camisa se abre un poco.
Mi boca se seca, porque no estoy preparado para la suave y expuesta piel de su espalda. Mis
dedos se mueven inconscientemente, me duele al tacto, mientras ella se inclina un poco. Es difícil
no notar la forma en que sus pantalones se pegan a sus piernas.
Entonces la razón me golpea y me aclaro la garganta haciendo que ella salte. Doy varios pasos
hacia atrás.
—Lo siento —digo, avergonzado.
Sin embargo, no soy lo suficientemente rápido para apartar la mirada. Ella parece notar la
dirección en la que mis ojos miran, y me siento mortificado. Aunque a ella no parece importarle.
Una sonrisa lenta, una que hace que mi aliento se recupere, se forma en sus labios, y luego me
guiña el ojo.
—Está bien —dice.
Doy unos cuantos pasos hacia atrás e interpongo la mesa entre los dos. Ya es bastante malo que
tenga problemas para mantenerme alejado de Zoe. Lo último que necesito es que ella también esté
interesada.
«Es una mala idea. Piensa en Alicia».
Zoe es increíble. No puedo permitirme perderla. Si pudiera convencer a mi cuerpo de eso.
Capítulo 9

Zoe
Seth no me ha tratado de forma diferente esta mañana, pero es difícil no recordar cómo sus ojos se
posaron en mí anoche, y cómo metió sus manos en los bolsillos como para recordarse a sí mismo
que tocarme es malo.
No pasó nada, por supuesto. Pero son esos pequeños momentos los que me dan la esperanza de
que él tenga algún interés en mí.
—¿Zoe?
Miro hacia arriba. Alicia está bostezando mientras baja, todavía en pijama. Ayer pasamos
varias horas corriendo por el patio, persiguiéndonos, así que no es una sorpresa que hoy esté
exhausta. Tal vez, si tengo suerte, hoy tendremos un día tranquilo; me siguen doliendo las piernas
por las actividades de ayer. Ha pasado tanto tiempo desde que cuidé al último niño, que he
olvidado cuánta energía tienen los niños.
—Buenos días, Alicia —digo con una sonrisa.
—¿Dónde está papá? —pregunta, agarrando su muñeca.
—Lo siento, Alicia, tenía que ir a trabajar —digo poniendo mi mano en su cabeza, suavemente
—. Me dijo que tenías mucho sueño esta mañana. ¿Recuerdas que entró en tu habitación para
decirte adiós?
Alicia se queda pensando y luego bosteza. Todavía está adormilada, por lo que no está muy
molesta por no haber visto a su padre esta mañana. Ambas nos llevamos mucho mejor que la
semana pasada, pero sus problemas sobre lo poco que ve a Seth no se han ido por completo.
—¿Quieres desayunar? —pregunto, extendiendo mi mano.
El estómago de Alicia retumba y me coge la mano, permitiéndome llevarla a la cocina y
sentarla a la mesa. Coloco algunos trozos de pan en la tostadora.
—¿Qué te gustaría hacer hoy? —le pregunto.
—¡Pintar! ¿Podemos, Zoe?
—Por supuesto.
—¿Podemos usar un lienzo grande?
—No tengo ninguno disponible —me disculpo—. Tengo que comprar más.
—Iremos a la tienda —decide Alicia. Luego hace una pausa—. ¿Por favor?
Me rio y le despeino el pelo, encantada. Hace una semana, ella lo exigía todo. Sigue exigiendo,
pero es un progreso que pida las cosas añadiendo un «por favor».
—Creo que estaría bien. —Ella me sonríe—. ¿Te apetece caminar hasta la tienda?
—¿Dónde está tu coche? —pregunta con el ceño fruncido.
—Yo... no tengo coche —digo con timidez.
El ceño fruncido de Alicia se profundiza.
—¿Sabes conducir? —presiona.
—Sí, pero los coches son un poco caros y no puedo permitirme uno.
Alicia parece un poco perdida en ese concepto. Esto me divierte; esta niña tiene tanto dinero
que no lo comprende.
—Está bien, no necesito un coche. —Sonrío—. Todo está muy cerca, así que puedo ir andando.
¡Ni siquiera necesito conducir hasta aquí porque vivo en la puerta de al lado!
Zoe se ríe de esto.
—¿Podemos visitar tu casa alguna vez? —pregunta—. ¿Por favor?
—Claro. Desayunemos y vistámonos, luego iremos a la tienda a comprar un lienzo —decido.
Emocionada ante la perspectiva, Alicia toma su desayuno rápidamente y salta de su silla. Sale
corriendo de la cocina y sube las escaleras a toda velocidad. Riendo, decido limpiar la cocina
más tarde y la sigo por las escaleras. Cuando entro en su habitación, me rio al verla luchando por
ponerse un bonito vestido morado de la manera incorrecta.
—Espera, Alicia, yo te ayudaré.
Le coloco bien el vestido y luego buscamos un par de zapatos blancos, sin los cuales, Alicia no
saldrá de la casa. Cuando los encontramos, la niña coge un pequeño bolso con forma de gato y se
lo echa al hombro.
—Estoy lista para irme —dice ella, como si fuera de la realeza.
—Muy bien. —Sonrio—. Déjame coger mi bolso y mis zapatos, y nos vamos.
Mi bolso y mis zapatos siguen en el pasillo, donde los dejé. En cuanto me los pongo, Alicia
abre la puerta principal casi saltando de la excitación.
—¿Vas mucho de compras? —pregunto mientras caminamos por el sendero del jardín y la
mano de Alicia se desliza hacia la mía.
—No. —Se encoge de hombros, como si esto no fuera importante—. Papá y yo nos quedamos
mucho en casa. Y con las niñeras también.
—Ya veo —digo.
La idea me hace sentir triste. Esta niña pasa la mayor parte de su vida encerrada en su propia
casa. Decido salir con ella más a menudo.
—¿Quieres trabajar más escribiendo tu nombre cuando volvamos? —pregunto—. Así podrás
enseñárselo a tu padre.
—¡Sí!
Las carreteras no están muy transitadas. Es temprano y la mayor parte del tráfico ya ha pasado.
La tienda de arte a la que suelo ir, un diminuto local que siempre tiene suministros increíbles, está
a solo tres calles de donde vivimos. Llevo a Alicia por un callejón diminuto y luego llegamos a un
parque, lo que hace que Alicia rebote de emoción al ver los columpios y a los otros niños jugando
en ellos.
—¿Podemos venir aquí? —ruega.
—Por supuesto. —Lo hablaré con Seth, pero dudo que tenga problemas con ello. Socializar
con otros niños de su edad es importante para Alicia—. ¿Quizás mañana? ¿O la semana que
viene?
—¿Podemos venir con papá? —pregunta esperanzada.
Yo enmascaro una mueca de dolor, pues eso significaría que el único día que podríamos venir
sería el domingo, que es el único día que tengo libre. No me importa hacer un día extra, pero no
estoy segura de que Seth esté de acuerdo con pasar su único día libre en el parque conmigo
mientras vemos jugar a su hija.
Lo más probable es que Seth insista en que me tome el día libre y lleve a su hija al parque él
mismo.
—Ya veremos —digo evasivamente—. Tendremos que preguntarle.
Alicia asiente con la cabeza y nos vamos del parque. La tienda a la que nos dirigimos está a
solo tres edificios de allí. Tiene una campanilla en la puerta que tintinea al entrar. Alicia mira el
interior de la tienda con los ojos muy abiertos, admirando la gran cantidad de pinturas, lápices y
otros materiales de arte. Se queda cerca, lo cual me alegra, pues aún no he hablado con ella sobre
la importancia de no correr desenfrenadamente en una tienda.
—¿Puedo ayudarle? —pregunta educadamente una mujer desde detrás del mostrador.
—Solo estamos mirando —respondo.
Alicia está tan entusiasmada, que quiero permitirle explorar cuidadosamente la tienda durante
unos minutos, antes de comprar el lienzo e irnos. Al cabo de un rato, compramos tres pequeños
lienzos, y termino comprándole a Alicia un pequeño paquete de lápices que le ha llamado la
atención.
—Esta es una recompensa por ser tan buena en la tienda —le digo con una sonrisa cuando se lo
entrego.
Hay una mirada de asombro en su cara, como si se sorprendiera de que le comprara algo que
no ha pedido. Luego caminamos a casa, y ella agarra sus lápices contra el pecho mientras yo
sostengo su mano libre durante todo el camino.
—¿Quieres usar pintura o tus lápices? —le pregunto.
Alicia mira sus lápices, vacilante.
—Pintar —decide cuando entramos en la casa.
—Entonces, ve a coger la sábana —le digo.
El otro día traje una sábana para proteger el suelo y Alicia corre a la sala de estar con sus
lápices nuevos que hacen ruido dentro de la caja. Sacudo la cabeza con una sonrisa y me retiro a
la cocina para limpiar. Cuando regreso a la sala, veo que Alicia ha extendido cuidadosamente la
sábana y ha colocado el lienzo en el centro. También ha localizado las pinturas y pinceles que dejé
allí, y los ha colocado todos en la sábana. Ninguno está abierto, ella me está esperando con su
muñeca.
Observo la muñeca con mirada curiosa. Cuando la semana pasada le pregunté a Alicia sobre
ella, me dijo que se llamaba Julie, y todo quedó ahí. Va a todas partes con ella, aunque no se la
llevó a la tienda. Quiero preguntarle a Seth. La muñeca está hecha a mano, y tengo curiosidad por
saber de dónde viene.
—¿Julie va a ayudar? —pregunto.
—Ella también quiere pintar —explica Alicia.
—Mientras tenga cuidado —le advierto—. No tiene ropa de protección y será difícil quitarle
la pintura del vestido.
Recupero dos batas manchadas de pintura y dejo caer una en la cabeza de Alicia, haciéndola
reír. Es demasiado grande para ella, ya que es mía, pero la protege mientras pintamos.
—¿De dónde sacaste a Julie, Alicia? —pregunto mientras abro cuidadosamente la pintura roja.
—Mami la hizo —dice Alicia con orgullo.
Me quedo en silencio. No sé mucho sobre Rose Gray; solo sé que existe gracias al cuadro del
vestíbulo, y sé su nombre porque Seth lo mencionó una vez. No hay más fotos de ella en la casa, y
no puedo evitar sentir curiosidad. ¿Quién era ella y por qué se fue?
Más importante aún, ¿hay alguna posibilidad de que vuelva y recupere a su familia?
No puedo hacerle estas preguntas a una niña de cinco años, así que sonrío a Alicia y le doy un
pincel. Más tarde, tal vez tenga el valor de preguntarle a Seth por Rose.
Esa misma noche, me siento a la mesa de la cocina, pensando. Soy incapaz de quitarme de la
cabeza a Rose Gray. Observé el cuadro del pasillo después de que Alicia se acostara. Su pelo es
el rubio que Alicia ha heredado, y su sonrisa es abierta y amable. En la foto, es hermosa.
Sin embargo, Seth nunca habla de ella, y ella no está cerca. Todo lo que queda es una foto
familiar y una muñeca cuidadosamente cosida a mano. ¿Qué le ha pasado?
Seth es tan popular que puedo buscar la respuesta, pero no quiero hacer eso. Incluso el
pensamiento me parece invasivo. Si quiero tener una relación con Seth, tengo que ser capaz de
preguntarle directamente. Así que, cuando oigo a Seth entrar, me enderezo y ensayo lo que voy a
decir.
Me siento inexplicablemente nerviosa, como si estuviera a punto de tocar un tema prohibido.
Podría ser un tema espinoso para Seth, y la única razón por la que quiero obtener respuestas es
por mi propio egoísmo; si Rose regresa, no tengo ninguna esperanza de atrapar a Seth.
—Hola —dice Seth con una sonrisa mientras entra en la cocina—. ¿Tuviste un buen día?
—Sí —le digo—. Espero que no te importe; he llevado a Alicia de tiendas.
Seth hace una pausa en el acto de quitarse la corbata.
—¿Cómo se ha comportado?
—Muy bien. Fuimos y compramos algunos lienzos porque ella quería pintar. Le compré un
pequeño paquete de lápices como recompensa.
—Eso es genial. —Sonríe—. Nunca aprobé las salidas con las niñeras porque siempre tuve
miedo de que desapareciera.
—Siento no haber preguntado primero. —Hago una mueca.
—No importa; ahora sé que puedo confiar en que salgáis juntas. Entonces, ¿habéis pintado todo
el día?
—Luego leímos un libro y vimos algo de televisión. —Me encojo de hombros—. Iba a escribir
su nombre de nuevo, pero se durmió temprano esta noche.
—Obviamente, quedó agotada. —Ríe.
—Sí. —Pienso en cómo sacar a relucir lo que quiero decir—. En realidad, Alicia me habló de
su muñeca hoy. Me siento mal por habérsela quitado en su momento, pues me ha dicho que su
madre la hizo...
Los hombros de Seth están tensos, y me regaño en silencio.
—La hizo —dice Seth después de un largo momento—. La hizo para Alicia justo antes de
morir.
Mi aliento se recupera. No esperaba eso, de alguna manera.
—Lo siento mucho…
—Fue hace cuatro años —dice Seth con una pequeña sonrisa—. No me sorprende que sientas
curiosidad.
Suspira y se sienta a la mesa antes de hacerme un gesto para que yo haga lo mismo. Dudo antes
de sentarme y me abrocho disimuladamente el primer botón de mi blusa; esta noche no es la noche
de la seducción.
—Rose y yo estuvimos juntos durante seis años, y casados durante tres —explica Seth—. Le
diagnosticaron cáncer en su adolescencia, pero una combinación de quimio y radioterapia
intensiva la curó después de que le extirparan el tumor. —Él suspira—. Hasta que regresó de una
manera más agresiva. Rose se pasó la mayor parte de nuestra relación entrando y saliendo del
hospital. En medio de todo eso se quedó embarazada. Estábamos muy emocionados, pero el
embarazo causó más estrés en su cuerpo. Después de que Alicia naciera, lo intentamos todo, pero
ella, simplemente... se desvaneció. Falleció poco después del primer cumpleaños de Alicia,
cuando le regaló esa muñeca. Se esforzó mucho por llegar a ese cumpleaños, y me alegro de que
al final se cumpliera su deseo.
Me trago un nudo en la garganta.
—Lo siento —dice Seth.
—No te disculpes —digo al instante—. Siento haber sacado el tema.
—Algunos días son todavía un poco duros para mí. —Sonríe, cansado—. La quería mucho, y
perderla fue lo más duro que he pasado. Una parte de mí todavía la ama.
Siento como si el suelo se abriera a mis pies. Desde lejos, siempre había visto a Seth como un
soltero muy guapo, al que siempre quise conocer íntimamente. Sin embargo, en la última semana,
he visto diferentes lados de él que me han hecho respetarlo aún más. A veces, cuando pienso en él
o lo miro, siento una emoción muy profunda, sentimientos que no creo que esté preparada para
sentir todavía.
—Gracias por decírmelo —digo tratando de sonreír—. Ahora tendré más cuidado con lo que
digo delante de Alicia.
—Gracias —dice Seth, con los hombros caídos—. No olvides que mañana es domingo.
—¿Qué? —Miro el calendario y no puedo evitar reírme. He perdido completamente la noción
del tiempo—. Gracias por recordármelo; creo que habría aparecido.
Seth se ríe, el sonido rompiendo el aire serio que nos rodea.
—Te veré el lunes —dice.
Me despido de él y salgo de la casa. Las luces solares del jardín iluminan tenuemente mi
camino, pero apenas presto atención. Miro hacia adelante sin ver.
Capítulo 10

Zoe
—¿Él es qué?
Desde mi sofá, Katherine Hale me mira fijamente, su mano se detiene mientras se lleva una
fresa a la boca. Luego sacude la cabeza con incredulidad.
—¿Así que él es un buen tipo que sigue anhelando a su esposa fallecida?
—¿Por qué te sorprende? —pregunto, confundida.
—Porque no es la imagen que proyecta…
Sonrío y sacudo la cabeza. Katherine y yo nos conocimos en el Boston College. Mientras yo me
especializaba en arte, ella se especializaba en sociología. Nos encontramos por casualidad en la
biblioteca, y nos pusimos a charlar. No es mi única amiga, pero es la mejor amiga que tengo.
—¿Y ahora qué? —me pregunta.
Hago una mueca.
—¿Qué más se supone que debo hacer? Todavía ama a su esposa, y sigue de luto por su muerte.
No puedo seducirlo.
Katherine parpadea.
—¿Qué piensas de Seth ahora?
—¿Qué quieres decir?
—Bueno, antes solo tenías una idea de él, pero ahora lo conoces de verdad. Todavía lo
quieres, ¿verdad?
Frunzo el ceño.
—Supongo que... Él tiene mucho dinero, pero trabaja muy duro. Es realista. Quiere a Alicia
hasta la médula y se esfuerza al máximo. También es un poco sarcástico, y está muy abierto a
nuevas ideas.
Katherine me mira fijamente. Sintiéndome un poco cohibida, encorvo los hombros.
—¿Qué?
—Nada —dice ella con una extraña mirada—. Tal vez deberías concentrarte en conocerlo
mejor.
—Eso es lo que creo —digo—. Sé un poco sobre él, pero creo que podemos ser amigos de
verdad.
—Amigos —murmura Katherine, y luego me sonríe. —¡No sé si será un buen plan!

Es lunes por la noche y bostezo mientras pulso el interruptor de la tetera. El día ha sido
productivo, pero agotador. En un esfuerzo porque el aprendizaje fuera divertido para Alicia,
dibujé una rejilla de rayuela en el suelo del porche con un trozo de tiza que encontramos en un
cajón. Pasamos todo el día jugando, hasta la hora de cenar.
Alicia está dormida, aunque solo sean las siete y media. No quiero sentarme a dormir, ya que
eso no parecerá profesional cuando Seth entre. Así que me estoy preparando una taza de café —o
dos— para mantenerme despierta.
Después de beberme el café, me pongo a fregar los cubiertos de la cena mientras tarareo una
canción. Entonces, como salida de la nada, una mano se posa en mi hombro. Casi golpeo el techo
de un salto, y dejo caer el plato en el fregadero. La espuma se extiende por todas partes
empapando la parte delantera de mi camisa.
—¡Lo siento!
Me giro para ver a Seth, que tiene las manos en el aire y una mirada avergonzada.
—¡Seth! —jadeo, tratando de calmar mi acelerado corazón—. ¡Llegas temprano a casa!
—Sí. —Sonríe—. Lo siento, no quise asustarte; pensé que me habías oído entrar.
—No te he escuchado. Alicia y yo hemos jugado a la rayuela todo el día y estoy un poco
cansada. Tengo los sentidos dormidos. —Rio.
—Debería haber llamado desde la puerta. Menudo salto has dado. —Sonríe.
Yo me echo a reír.
—Ahora estoy empapada. ¿Te importa si me lo quito? Tengo una camiseta sin mangas debajo.
—Adelante, no necesitas mi permiso —dice él, divertido.
Hace unos días no habría pedido permiso, solo lo habría hecho con la esperanza de seducir a
Seth. Pero ahora me siento un poco cohibida. Me doy la vuelta, notando que Seth también se la da,
y me quito la camisa. Por desgracia, soy tan consciente de que Seth está cerca, que me tambaleo y
se me engancha el brazo. Maldiciendo mi torpeza, trato de liberarme, pero en vez de eso, se me
queda atrapado el otro brazo.
—¿Necesitas ayuda? —me pregunta.
Qué vergüenza. Aunque ya no intente seducirlo, quedar atrapada en esta situación no es un buen
augurio para mis futuras oportunidades. Me ruborizo.
—Sí, gracias —digo.
Él da un paso adelante, agarra el dobladillo de la camisa y, suavemente, lo sube. Sus dedos
rozan mis brazos desnudos mientras lo hace, y mi aliento se recupera. Una chispa eléctrica se
desliza por mi columna vertebral.
—Lo siento, ¿te he hecho daño? —pregunta.
—No. —Mi voz es áspera y me aclaro la garganta—. Gracias, Seth.
—No hay de qué —dice.
Está tan cerca que puedo oler su colonia y el suavizante de su ropa. Su camisa me roza y sus
uñas me raspan la piel. Me estremezco. Todo mi cuerpo se mueve con la necesidad, y me
mantengo quieta por pura fuerza de voluntad. Finalmente, la camisa se suelta y Seth me la saca por
la cabeza. Lo miro y mi corazón se acelera. Las pupilas de Seth se abren de par en par. Sus dedos
aún no se han retirado de mi piel.
—¿Seth?
Parpadea y sacude un poco la cabeza, su cuerpo se balancea ligeramente como si estuviera
luchando consigo mismo. Pero no se mueve hacia atrás.
—Zoe —murmura.
El latido de mi corazón es tan fuerte que me sorprende que Seth no pueda oírlo. Intento
recordar mi determinación, pero es difícil pensar más allá de la mirada de Seth. No sé quién se
mueve primero. Los dedos de Seth tocan ligeramente mi hombro. Entonces mis labios se
encuentran con los suyos en un feroz beso.
Mareada por el deseo, mis brazos se enrollan alrededor de su cuello mientras lo acerco. Mi
boca se abre mientras nuestras lenguas se enredan. Seth se presiona contra mí y puedo sentir su
interés cuando nuestras caderas se juntan.
Tropezamos hacia atrás, y mi espalda golpea la mesa de la cocina. Solo entonces nos
separamos, jadeando por aire. Mi mano está en su cuello y puedo sentir su pulso acelerado bajo
mi palma. La sensación me fascina, y me inclino para lamer esa zona, haciéndole temblar.
—Mierda —silba, echando la cabeza hacia atrás—. Las cosas que me haces, Zoe... ¿Cómo...?
¿Las cosas que le hago? El pensamiento lógico se filtra lentamente. Está claro, de repente, que
Seth me desea tanto como yo a él. Pero ¿cuánto tiempo hace que se siente así? Coloco mis labios
en su cuello y aspiro profundamente. Él lanza un extraño gemido, sus dedos se clavan en mis
caderas.
—¿Qué te hago, Seth? —murmuro contra su piel.
—¿Qué? —jadea.
—¿Qué te hago? —repito, empujando mis caderas contra las suyas.
Seth gruñe y me presiona fuertemente contra la mesa.
—¿No lo sabes? —pregunta en voz baja, apretándose contra mí para hacer evidente su interés
—. Eres perfecta, Zoe. Nunca puedo apartar la vista de ti.
Gruño mientras enreda una de sus manos en mi pelo. La emoción que me atraviesa, sin
embargo, no es solo por la sensación de sus manos, sino por sus palabras. Hasta este momento, no
creía que hubiera logrado captar su atención. Me da un fuerte beso en los labios y luego se retira
un poco.
—¿Sabes cuánto he querido tocarte? —gruñe—. ¿Cuántas veces te he mirado y he querido
sentirte?
Mi cabeza da vueltas, pero me las arreglo para recuperar el control. Me agarro a sus hombros y
noto sus músculos. Me pongo de puntillas hasta que mis labios tocan su oreja y mi aliento hace
cosquillas en su piel.
—Entonces, tócame —suspiro.
El peso de esas palabras nos invade. Entonces Seth se mueve, usando su rodilla para separar
mis piernas mientras se desliza entre ellas.
—Voy a destrozarte —promete, con la respiración entrecortada mientras baja la cabeza para
besarme.
Entonces pienso en que es más temprano de lo normal, y Alicia está en la cama. ¿Estará
dormida? Hay algunas noches en las que deambula por las escaleras medio dormida. Si bajara
ahora...
Ese pensamiento hace que me aleje de Seth. Sin esperarlo, retrocede un paso y parpadea.
—Alicia —jadeo—. Podría bajar las escaleras.
En este momento, sé que todo podría arruinarse, pero él se resiste.
—Vale —dice, y entonces sus ojos ardientes se encuentran con los míos—. Dormitorio.
Da un paso adelante y me toma en sus brazos una vez más, besándome profundamente. Me
derrito mientras él domina el beso y tira de mi muñeca. Casi me tropiezo con los escalones al
subir, borracha de lujuria, y pasamos de puntillas por la habitación de Alicia. No hay sonido en su
habitación, así que entramos en la habitación de Seth y cerramos la puerta.
Veo que está decorada con buen gusto —con cortinas granates y muebles de madera oscura—,
antes de que me empuje contra la puerta cerrada. Seth me pellizca la oreja y luego empieza a
darme besos en la mandíbula. Sus dedos tiemblan, ¿somos conscientes de la magnitud de lo que
estamos haciendo? ¿Se ha dado cuenta y sigue queriendo esto tanto como yo?
—Llevas demasiada ropa —murmura, tirando del dobladillo de mi camiseta.
—Mira quién habla —le respondo, mientras mis dedos encuentran su corbata y deshacen el
nudo.
Nos separamos para que él pueda quitarme la camiseta y yo pueda desabotonarle la camisa. La
deslizo sobre sus hombros pasando las palmas de mis manos sobre su piel, sin apartar los ojos de
los suyos. Luego me inclino para morder la suave piel de su hombro.
—Joder, Zoe —jadea.
Su espalda se arquea y me doy cuenta de que es la segunda vez que ha tenido una reacción así
al morderle. Su cuerpo es receptivo bajo mi tacto, y sus ojos se oscurecen más, llenos de lujuria.
—Ayúdame con el cinturón —murmuro.
Él se pelea con la hebilla mientras yo me saco mis propios vaqueros, pateándolos a un lado.
Meto mis dedos bajo el dobladillo de sus pantalones y toco los calzoncillos de seda. Su piel está
caliente y lo deseo tanto. No hay nada que pueda detenerme ahora. He esperado tanto tiempo para
esto.
Entonces esbozo una sonrisa malvada y lo empujo por segunda vez. Me pongo de rodillas y
desabrocho el botón de sus pantalones. Su aliento parece detenerse mientras tomo suavemente su
cremallera con mis dientes y tiro hacia abajo. Luego le quito los calzoncillos y queda
completamente desnudo. Su polla erguida y dura se balancea delante de mí, y la tomo con la mano.
Él jadea y empuja hacia adelante. Ver el efecto que tengo sobre él es embriagador.
—Joder —gime.
Le sonrío y, antes de que pueda protestar, soplo suavemente sobre su polla, haciéndola temblar
salvajemente. Me atrevo a guiñarle el ojo antes de inclinarme y lamerlo. Su grito confuso no es
comprensible, pero estoy satisfecha con la reacción. La beso hasta llegar a la punta y me la llevo a
la boca, haciendo girar con la lengua el líquido salado. Las manos de Seth encuentran mi pelo, y
me tira de él casi dolorosamente, pero no me importa.
Tomo más de él y chupo ligeramente. Seth se estremece bajo mis manos, y puedo sentir la
lujuria que lo atraviesa. Quiero sentirlo dentro de mí, pero primero quiero mostrarle cuánto lo
deseo. Pero pronto siento sus manos tirando insistentemente de mí. Mi boca deja su polla y él
jadea con fuerza.
—Quiero entrar dentro de ti —dice bruscamente.
Observo su pelo despeinado y sus ojos salvajes, mientras él me empuja hacia atrás hasta que
caigo sobre el suave edredón. Seth agarra mis rodillas y las separa con las manos. Su verga se
presiona contra mi vagina cubierta por las bragas y me retuerzo debajo de él, sintiendo el calor y
la humedad que se acumulan entre mis piernas.
El fuego se arremolina a nuestro alrededor mientras Seth me baja las bragas. Yo me apresuro a
quitarme el sujetador. Mis caderas se doblan hacia arriba mientras sus dedos juegan entre mis
piernas. Mi cabeza cae hacia atrás.
—Sin juegos —jadeo—. Fóllame, Seth.
Él esboza una lenta sonrisa.
—Voy a follarte tan fuerte que no podrás caminar.
Entonces me penetra, y yo me aferro a sus hombros mientras se introduce centímetro a
centímetro. El calor sube hasta que me quema por dentro y por fuera, y se estrella contra mí,
golpeando un punto que envía placer más allá de mis sueños más salvajes. Sus caderas se alinean
con las mías.
—Tan unidos —gime—. Mierda, Zoe, me vas a matar...
Lo miro, buscando en su expresión alguna señal de arrepentimiento, pero no la hay. Entonces
aprieto las piernas alrededor de él y lo presiono más hacia mí, haciéndonos gemir a ambos.
—Fóllame —le pido.
Se retira y se desliza dentro de mí una vez más. Sus músculos se tensan debajo de mis manos y
toma velocidad. Mis caderas se encuentran con las suyas con cada empujón.
—Sí, apriétame con tu coño —jadea Seth—. ¡Haz que te sienta!
—Más —gimoteo en respuesta—. ¡Más fuerte!
Capítulo 11

Seth
Está justo delante de mí, absolutamente perfecta, desde sus increíbles curvas hasta sus ojos
ardientes.
Extiendo la mano y toco la suave piel de su brazo, mis dedos se deslizan sobre su cuerpo. Sé
que no debería estar haciendo esto. Una parte de mi mente maldice mi pobre autocontrol, pero a la
otra parte, esa que siente las piernas de Zoe a mi alrededor mientras nos besamos
desesperadamente, no le importa. Es lo mejor que me ha pasado.
—¿Puedes sentirme? —le pregunto, metiéndome en su cuerpo con un golpe duro que la hace
gemir—. ¿Puedes sentir lo profundo que estoy dentro de ti mientras te follo?
—¡Sí! —grita, y sus dedos se enredan en mi pelo—. ¡Sí, fóllame más fuerte, Seth!
Sonrío y me meto una vez más. Sus ojos se abren de golpe para encontrarse con los míos y, por
un momento, me pierdo en la lujuriosa neblina que le abre las pupilas. Mis impulsos vacilan ante
el fuego que me atraviesa y, de repente, su pierna se engancha a la mía y el suelo se mueve debajo
de mí. Cuando dejamos de movernos, ella se gira sobre mí, cortinas de pelo oscuro cayendo a
nuestro alrededor.
—Quiero sentirte, quiero que sientas cada parte de mí.
Se estremece y nuestros movimientos inician un baile perfecto. Nada más importa, ni Zoe es mi
niñera, ni existen mis recelos de sentir algo más que amistad por ella, ni siquiera los recuerdos
persistentes de Rose. Zoe está aquí, en el presente, y ella es todo lo que puedo sentir. De repente,
me detengo. No estoy listo para que todo esto termine.
—Seth. —Hay frustración en su mirada mientras intenta moverse—. Seth, ¿qué...?
La agarro y, con un movimiento suave, hago que rodemos una vez más. Estoy dolorosamente
duro, y mi cuerpo grita por la repentina pérdida.
La beso con pasión.
—¡Quiero sentirte más adentro!
Todo mi cuerpo se estremece ante sus palabras. Sin quererlo, acelero el ritmo, mis empujones
se vuelven más torpes a medida que la pasión se acumula dentro de mí, y tiemblo con la necesidad
de liberación. Sigo persiguiendo desesperadamente las sensaciones, sin querer soltarme, pero sé
que casi hemos terminado. No puedo aguantar mucho más. Agarro sus caderas y todo empieza a
explotar a mi alrededor.
Golpeo su punto de placer una vez más, y sus músculos vaginales se contraen. Nos
estremecemos y luego me relajo, cayendo ligeramente hacia adelante, pero con cuidado de no caer
encima de ella. Luego, lentamente, me retiro de Zoe, y me siento extrañamente vacío.
Todo se vuelve confuso. Nos acurrucamos bajo las sábanas y le paso un brazo por encima de la
cintura. Ignoro el insistente pensamiento de que tendré que afrontar las consecuencias de esto por
la mañana. Mi mente se apaga y me duermo lentamente.
Cuando me despierto, me doy cuenta de que hay algunas cosas que no están bien.
La primera es que estoy durmiendo en el otro lado de la cama. Siempre he preferido el lado
derecho, pero ahora estoy en el izquierdo, y eso me produce una extraña sensación de
desplazamiento. La segunda es que hay alguien conmigo en la cama.
Al principio, creo que me lo estoy imaginando. A veces sueño que Rose está conmigo, y
cuando me despierto me lleva un momento recordar que no lo está. Espero que la imagen se
desvanezca, pero después de varios segundos, sin embargo, la presencia en mi cama sigue ahí.
Me quedo quieto, escuchando. Sí, hay alguien tumbado a mi lado y, poco a poco, me doy la
vuelta. En cuanto veo a Zoe, los recuerdos de la noche anterior vuelven. La miro fijamente y me
maldigo a mí mismo y a mi falta de autocontrol, mientras recuerdo la forma en que me sentí
atraído por ella al sacarle la camisa por la cabeza. Quedé intoxicado por el rubor de sus mejillas
y por el tacto de su piel. No recuerdo cómo empezó o quién se movió primero, pero,
definitivamente, recuerdo ser incapaz de alejarme de ella.
Cada decisión que tomé se ha ido por el desagüe. Me juré a mí mismo que no haría esto. Bien,
lo he hecho, pero Zoe no puede ser mi amante. Es la niñera de Alicia, la mejor que ha tenido, y no
puedo ponerla en peligro solo porque no puedo quitarle las manos de encima.
—¿Qué hago? —susurro en voz alta.
Esta es una situación ridícula. He pasado por incontables niñeras y ninguna de ellas terminó en
mi cama. De acuerdo, todas eran mayores y ninguna tan hermosa como Zoe.
Levanto la cabeza y miro la foto de mi mesilla de noche. Estamos los tres: Alicia, Rose y yo.
Alicia está sentada en las rodillas de Rose, sosteniendo una flor blanca ligeramente arrugada en su
mano. Rose, que ya parece enferma, sonríe suavemente a la cámara. Y yo estoy mirando a las dos
mujeres más importantes de mi vida.
Excepto...
Anoche, ni una sola vez pensé en Rose, y esa conciencia me atraviesa como una flecha. Es la
primera vez que pongo los ojos en una mujer sin que Rose se entrometa.
«Supongo que alguna vez tendré que seguir adelante», pienso, con un nudo en la garganta. Pero
estar con Zoe no es lo adecuado. Sé lo que hay que hacer a continuación. Tengo que encontrar
alguna forma de mantener a Zoe en su cargo de niñera, o bien despedirla y dejar a Alicia sin la
mejor niñera que ha tenido. Me decanto por la segunda opción.
Pienso en despertar a Zoe para que podamos hablar de esto. Pero son las cinco de la mañana, y
ahora que el pánico inicial se está desvaneciendo, puedo sentir el sueño apoderándose de mí una
vez más. Es demasiado temprano, ya hablaremos de ello cuando la alarma de mi despertador
suene dentro de dos horas.
Me vuelvo a dormir mientras contemplo la cara dormida de Zoe.
Capítulo 12

Zoe
Cuando me despierto, sorprendida por el sonido de una alarma desconocida, Seth está sentado en
la cama, mirándome.
Hay una expresión sombría en sus ojos, y miento si digo que no tengo ni idea de lo que quiere
decir.
—Zoe. Tenemos que hablar.
—Sí —suspiro.
Sabía, incluso antes de que nos tocáramos, que esto iba a pasar.
—Primero... —Se ve extrañamente avergonzado—. Necesito disculparme contigo. Me he
aprovechado de ti, y debería haberme controlado.
Levanto una ceja. ¿Eso es lo que le está pesando ahora mismo?
—No te disculpes —digo sin rodeos. Una parte de mí espera que ese sea su único problema,
aunque sé que es solo una ilusión—. No me importó que te aprovecharas. De hecho, esperaba que
lo hicieras.
Me mira, sorprendido por mi confesión, y mi corazón se acelera.
Él tose y desvía la mirada.
—Ya veo. —Endereza los hombros y se repone—. De cualquier manera, hay muchas razones
por las que fue un error.
Sabía que iba a pasar, pero oír esas palabras aún me duele más de lo que esperaba. No hay
ninguna parte de mí que piense que fue un error.
—Alicia es la razón principal —continúa, sin mirarme a los ojos—. Zoe... creo que eres
hermosa y maravillosa. Pero también eres la niñera de Alicia. Si empezamos algo y sale mal, ¿qué
le pasará a ella? Has hecho mucho por Alicia. No quiero que te pierda.
Se vuelve hacia mí suplicante, pidiéndome que lo entienda. Y entiendo lo que dice. No me
gusta, pero lo entiendo. Para Seth, Alicia es todo su mundo y todo lo que le queda de la mujer que
tanto ha amado. Ha hecho todo por Alicia, así que tiene sentido que se retire por el bien de su hija.
Pero eso no lo hace menos doloroso.
Anoche conseguí todo lo que he querido durante tanto tiempo, y mucho más. Ahora me lo están
quitando antes de que tenga la oportunidad de explorarlo más a fondo.
—Viste a Alicia cuando llegaste —continúa Seth—. Estaba tan enfadada con el mundo, que no
quería a nadie más que a mí en su vida. En tan poco tiempo, ¡te ha cogido mucho cariño! No sabes
lo feliz que me hace eso. Todo lo que quiero es que ella sea feliz. Y tú la haces feliz. Por eso yo...
Se aleja y sacude la cabeza. Quiero saber desesperadamente qué iba a decir, pero no lo
presiono, porque ahora no es el momento. En cambio, respiro profundamente y me pongo una
sonrisa en la cara que no siento.
—Lo entiendo —le digo.
La cara de Seth expresa alivio y también frustración. Luego suspira y me ofrece una pequeña y
triste sonrisa.
—Gracias —dice.
Nos sentamos. Es un poco incómodo y no sé qué hacer a continuación. Sentarme en la cama con
un hombre que acaba de decirme que no podemos seguir con una relación me hace sentir cohibida,
como si no perteneciera a este lugar.
—Deberíamos... probablemente, levantarnos. —Él está tan incómodo como yo—. ¿Sabes
dónde está toda tu ropa? —me pregunta.
Mucha de ella está esparcida por la habitación, el resto debe de estar en la cocina.
—Sí —digo—. Creo que iré a casa primero y me cambiaré antes de que Alicia se levante.
—Claro —dice Seth con un guiño—. Te veré en un rato, entonces.
Sale de la cama y yo aparto los ojos, a pesar de querer mirar y recordar su cuerpo presionado
contra el mío. Una vez que ha cerrado la puerta del baño, yo también me levanto de la cama y
recojo mi ropa, me pongo los vaqueros y la camiseta sin mangas antes de salir de la habitación.
En una hora, tengo que volver aquí, y los dos tenemos que fingir que nada de esto ha pasado. Va
a ser difícil.
Abajo en la cocina, recojo mi camisa y mi bolso, y agarro mi teléfono. Hay un mensaje de
Katherine que envió anoche, y un bulto se me forma en la garganta mientras lo leo.
«¿Cómo ha ido?».
No quiero responder, pero ella entrará en pánico si no lo hago, así que escribo un mensaje y se
lo envío.
«No ha ido bien. ¿Hablamos luego?».
«Llámame cuando puedas».
Una risa estalla de mis labios y vuelvo a poner el teléfono en mi bolso mientras salgo de la
casa. El coche de Seth ya está esperando en la puerta, y el conductor levanta la ceja hacia mí,
desconcertado por verme salir de la casa de Seth tan temprano. Pego una sonrisa en mi cara y lo
saludo antes de escapar a mi casa.
Cierro la puerta tras de mí y respiro el familiar olor a pintura seca. No puedo evitar suspirar de
alivio y, finalmente, me relajo. Ahora que estoy lejos de Seth y en casa, mi mente se aclara lo
suficiente para poder pensar en lo que ha pasado. Seth y yo experimentamos una conexión muy
fuerte anoche. Nuestros corazones latían como uno solo, y todo mi mundo se redujo a él. Fue
embriagador, y anhelo encontrarlo y sentirlo de nuevo.
Aunque entiendo sus razones de considerarlo un error, no es posible que niegue la conexión.
No lo habíamos planeado, pero ocurrió y fue maravilloso. No fue un error. Pero Alicia está de por
medio y no quiero tener que dejarla, no cuando ya hemos hecho tantos progresos.
Solo desearía que Seth no hubiera descartado la posibilidad de que lo nuestro pudiera
funcionar. Miro por la ventana hacia la casa de Seth y siento un poco de vergüenza. Sabía, antes
de todo esto, que sería difícil atraer su atención, y lo fue aún más cuando me enteré de lo de Rose.
Hay una parte de él que siempre pertenecerá a ella. Tal vez todavía no esté listo para hacer
espacio en su corazón a alguien más.
Cansada, llevo mi ropa al baño y juego con los grifos de la ducha. Seguiré realizando el
trabajo para el que me han contratado. Es todo lo que puedo hacer ahora mismo.
Seth parece nervioso cuando vuelvo a entrar en la casa, aunque yo me siento mucho mejor después
de la ducha y con la ropa limpia. Me ofrece una sonrisa distraída mientras revisa su maletín.
—Lo siento, Zoe —dice—. Tengo una reunión importante hoy, y no puedo encontrar mis notas.
No las has visto, ¿verdad?
—Creo que vi una carpeta en tu cómoda.
A él se le ilumina el rostro mientras corre hacia las escaleras.
Sacudo la cabeza con una sonrisa mientras me quito los zapatos y me dirijo a la cocina. Alicia
está allí comiendo tostadas, y mira hacia arriba cuando entro.
—Buenos días, Alicia —digo con una sonrisa.
—Buenos días —responde la niña bostezando, como si prefiriera seguir en la cama.
—¿Qué te gustaría hacer hoy? —pregunto.
—¿Podemos ver una película? ¿Por favor?
—Claro que podemos. Escogeremos una después del desayuno, ¿vale?
—De acuerdo —dice Alicia con otro bostezo.
Es más que probable que se duerma durante la película, pero eso solo significa un día más
tranquilo para mí, así que no me voy a quejar. Escucho a Seth bajar las escaleras y dejo a Alicia
con su desayuno. Parece menos intranquilo, y lleva una carpeta amarilla en las manos.
—Gracias —me dice—. Alicia aún está cansada, así que espero que no te dé muchos
problemas.
—Ha pedido ver una película, así que dormirá un rato mientras la vemos —le aseguro.
Asiente con la cabeza y entra en la cocina. Los observo mientras él se despide de su hija con
una suave sonrisa, y se inclina para besarle la frente. El amor está grabado en cada línea de su
rostro, y me retiro. La escena es dulce, pero también un poco dolorosa, porque ahora sé a qué está
dispuesto a renunciar por su hija.
Seth sale de la cocina y se dirige hacia la puerta principal.
—¡Seth! —lo llamo. Él se da la vuelta y me mira—. Entiendo lo que hemos hablado esta
mañana, pero eso no significa que no podamos ser amigos, ¿verdad? —Respiro profundamente—.
¿Podemos... conocernos un poco mejor?
No responde de inmediato y mi estómago se tensa. Esta es la solución que se me ocurrió, la
única manera de saber que puedo vivir con lo que pasó y, aun así, obtener lo que quiero de alguna
manera. No quiero perderlo completamente.
Entonces, lentamente, sonríe. Parece satisfecho.
—Me gustaría —admite—. Sé que no pasamos mucho tiempo juntos por las tardes... pero
intentaremos hacer algo de tiempo.
Mi corazón da un salto y una enorme sonrisa se extiende por mi cara.
—Suena bien.
Me sonríe de nuevo y se va; la puerta delantera se cierra bruscamente detrás de él. Quiero
saltar y dar un puñetazo al aire, pero Alicia sigue en la cocina, y eso la confundiría. Pero hay una
excitación que burbujea en mi pecho.
He estado suspirando por Seth durante tanto tiempo. Anoche, finalmente, conseguí lo que
quería. Esta mañana, me lo quitaron. Entiendo por qué, y no voy a discutirlo con él, pero eso no
significa que no pueda intentar algo más.
Capítulo 13

Seth
Cuando Zoe propuso que nos conociéramos y fuéramos amigos, no puedo negar que sentí un poco
de emoción. Lo que pasó entre nosotros no puede volver a pasar, pero eso no significa que no
pueda tener otro tipo de relación con ella.
Al menos... eso es lo que pensaba hace dos días.
Resulta que no es tan fácil olvidar a Zoe. Cada vez que la veo, me asaltan flashes de ella
desnuda, de su cuerpo respondiendo tan ansiosamente a mi toque. Cuando me sonríe envía una
chispa eléctrica a través de mi cuerpo, y tengo que tener cuidado de no tocarla. No puedo quitarle
los ojos de encima. Veo la forma en que sus caderas se balancean mientras camina, la forma en
que habla, incluso la forma en que bosteza. Ayer estornudó, un sonido vergonzosamente fuerte, y
me pareció adorable.
Debería haber sabido que lo de la amistad no funcionaría.
—¿Estás bien?
Miro hacia la puerta. Jason está allí, con una mirada de preocupación en su rostro. Sé que debo
parecer exhausto; no dormí muy bien anoche. Me desperté en mitad de la noche, duro como una
roca, y, después de aliviarme en la ducha, decidí no volver a dormir, no fuera que tener más
sueños me quitasen el último trozo de mi cordura.
—Sí, lo siento, no he dormido bien —digo disimulando un bostezo—. ¿Tienes los documentos
de marketing?
—Aquí mismo. —Los deja en mi mesa—. ¿Quieres hablar de ello?
Estamos en el trabajo y tenemos mucho que hacer. No hay tiempo para hablar de asuntos
personales. Pero si no digo lo que está pasando, creo que me voy a romper por la presión, o voy a
agarrar a Zoe la próxima vez que la vea y la voy a llevar a mi cama otra vez.
No puedo permitir que ocurra ninguna de las dos posibilidades.
—Es Zoe —digo, frotando mis sienes.
—¿Hizo algo malo?
—Ojalá —resoplo—. Eso lo haría más fácil.
Le cuento lo que pasó, la historia se me escapa de las manos. A pesar de la mirada cada vez
más incrédula de Jason, me siento aliviado de poder decirle algo a alguien. Tal vez pueda darme
un puñetazo y hacerme entrar en razón.
—Vaya —responde Jason en estado de shock—. ¿Es Zoe la primera desde...?
—Desde Rose. Sí, lo es.
—Es joven y bonita, y también es buena con Alicia. Tal vez si das un paso atrás y lo piensas
así, todo desaparecerá.
—Es más fácil decirlo que hacerlo —me quejo.
De repente, Jason se ríe y lo miro ceñudo.
—Me alegro de que encuentres algo de humor en esta situación.
—Lo siento —se disculpa, aunque hay una sonrisa que se extiende por su cara—. Vamos, ¿no
ves que esto es algo gracioso? Sé que es un problema para ti, pero has pasado tanto tiempo
evitando al sexo opuesto, que ahora Zoe aparece y no puedes dejar de pensar en ella. Apuesto a
que Rose está ahí arriba riéndose de ti también.
Aunque frunzo el ceño, no puedo evitar pensar que tiene razón. Rose siempre tuvo un extraño
sentido del humor. Si me está cuidando, sé que encontrará muy divertida mi situación. Sin duda,
también animaría a Zoe. Ella querría que yo fuera feliz, después de todo. Pero no es tan fácil.
Tal vez, si no hubiera contratado a Zoe, podría haberle dado una oportunidad. Pero nunca
habría funcionado, de todos modos. Entre mis persistentes sentimientos por Rose y mi dedicación
a Alicia, no puedo dejar que nadie más entre en mi vida. La prueba de ello es que Zoe ha estado
viviendo a mi lado durante años, y nunca la vi hasta que la contraté.
Me hace sentir un poco mal. ¿A cuánta gente más he echado de menos porque no me he parado
a mirar alrededor? Tiene sentido que Jason y, tal vez, Matt, mi tranquilo conductor, sean mis
únicos amigos, y la única razón por la que tengo relación con ellos es por mi trabajo.
¿Cuándo comenzó mi vida a girar solo alrededor del trabajo y Alicia?
—Mira, Seth, entiendo que te preocupe perder a Zoe si las cosas van mal, por el bien de Alicia
—dice Jason—. Pero quizás deberías intentarlo.
—¿Qué? —Es todo lo contrario a lo que esperaba que dijera.
—Ha pasado mucho tiempo desde que conociste a alguien y deberías hacer algo para ti mismo,
para variar.
—Resulta que me gusta mi vida tal y como es.
Ambos sabemos que es una mentira en el momento en que las palabras salen de mis labios. No
estoy viviendo, realmente, si soy honesto conmigo mismo. Mi negocio y Alicia son las únicas dos
cosas que tengo. Eso, y la creciente ansiedad por mis problemas con Alicia.
Rose me regañaría si estuviera aquí, no puedo evitar pensar con una pequeña sonrisa. Entonces
me doy cuenta de que los pensamientos de mi difunta esposa no son tan devastadores como antes,
y cada vez son menos dolorosos a medida que me relaciono con Zoe. Cierro los ojos, sintiendo
una extraña mezcla de libertad y pérdida.
—Hay múltiples razones por las que no sería una buena idea que Zoe y yo estuviéramos juntos
—le digo a Jason—. Y todas giran en torno a Alicia. Ella adora a Zoe, a su manera. En realidad,
está dejando que Zoe le enseñe modales, letras y números. Si esto sigue así, estará más que lista
para ir a la escuela. No puedo permitirme perderla como niñera.
—Eso suena como si hubieras renunciado a que vuestra relación funcione antes de intentarlo —
señala.
Pongo los ojos en blanco.
—Aprecio tu opinión, pero no sabía que estuvieras tan interesado en mi vida amorosa —digo
irónicamente.
—Solo me preocupo por ti. —Ríe—. Nunca sales a tomar una cerveza conmigo, y siempre
estás agotado. Nunca se sabe, tal vez Zoe también sea buena para ti. Deberías pensarlo. —Se
encoje de hombros.
—Lo sé —digo, con una sonrisa irónica que curva mis labios—. Ese es el problema.
Suspiro. Lo que necesito es alejarme de la situación por unos días y poner mi cabeza en orden.
Pero no hay manera de que pueda hacer eso. Podría dejar a Alicia con Zoe, pero no quiero. Alicia
apenas me ve y sé que la mayoría de sus problemas provienen de lo poco que estoy con ella.
—Lo pensaré más tarde —digo con firmeza—. Ahora tengo mucho trabajo.
—Sí, señor. —Sonríe.
Frunzo el ceño. Necesito mejores amigos, si los que tengo solo se ríen de mí.

Con cierta inquietud abro la puerta de mi casa, esperando ver a Zoe en el pasillo. Llego muy
temprano, ya que nos las arreglamos para salir antes.
No hay nadie en el vestíbulo, aunque puedo oír los sonidos desde la sala de estar. Dejo mi
maletín en las escaleras para no olvidarlo, y me dirijo a la puerta abierta. Zoe y Alicia están
sentadas en el suelo; han juntado los bloques para formar una enorme y colorida nave espacial, y
ríen mientras intentan evitar que se desmorone.
Me tomo un momento para estudiar a Zoe. Sus rasgos están llenos de alegría, y no puedo evitar
pensar que está más hermosa que nunca. Los recuerdos de la otra noche empiezan a aparecer, y los
alejo a la fuerza. Ahora no es el momento. Me aclaro la garganta y miran hacia arriba,
sorprendidas. La cara de Alicia se ilumina instantáneamente y deja caer su extremo de la nave
espacial, haciendo que todo se desmorone. Se pone en pie y se lanza sobre mí.
—¡Papá! —grita.
—Hola, Alicia. —La atrapo entre mis brazos—. Hoy llego temprano a casa.
—Ya veo —dice Zoe, divertida—. ¿Alguna razón en particular?
—Cerramos un trato con otra compañía —le digo, complacido por el éxito—. Todos decidimos
ir a casa temprano para celebrarlo.
Bueno, Jason había hecho todo lo posible para convencerme de salir con él, pero no se me
ocurre mejor recompensa que ver a Alicia y llegar temprano a casa para cenar con ella. Tengo
muy poco tiempo libre para estar con mi hija durante la semana, así que es maravilloso tener un
par de horas extra.
—Bueno, si estás aquí, debería irme a casa —dice Zoe.
—No, quédate a cenar —la invito.
Las palabras se escapan sin mi permiso, pero no me arrepiento de haberlas dicho cuando, más
tarde, huelo el aroma a comida que proviene desde la cocina.
Alicia está emocionada y me pregunto si es porque esta será la primera vez que nos tiene a Zoe
y a mí con ella, aparte de los breves momentos en que nos cruzamos por la mañana. Mi estómago
refunfuña con entusiasmo ante el aroma, haciendo reír a Zoe, que me guiña un ojo cuando abre el
horno.
—¿Qué habéis hecho durante el día? —les pregunto.
—¡Hemos ido de compras! —dice Alicia, vibrando de emoción mientras se apresura a contar
su historia—. ¡Vimos un payaso!
—¿Un payaso?
—Había alguien vestido de payaso repartiendo globos para promocionar un negocio local —
explica Zoe.
—¿Conseguiste un globo? —le pregunto a Alicia.
—¡Sí! —exclama. Entonces se desinfla—. Lo reventé.
—Así que, mañana saldremos a buscar más globos —añade Zoe.
—Suena bien. —Rio—. Aseguraos de traer un globo para mí.
Hay una mirada cariñosa en los ojos de Zoe mientras nos mira a Alicia y a mí. Hace que mi
aliento se acelere y no puedo apartar los ojos. El hechizo se rompe cuando, de repente, sonríe y le
dice algo a Alicia sobre hacer dibujos en los globos. En realidad, no escucho. En vez de eso, me
invade la repentina y sorprendente comprensión de que Zoe y yo no podemos ser amigos.
Porque si lo intentamos, me enamoraré de ella.
Capítulo 14

Zoe
Intentar ser amiga de Seth es agradable. Durante los primeros días se esforzó en hacerme
preguntas y me ofreció información sobre él, aunque me encontré cayendo más y más
profundamente en esa relación.
Hasta que, de repente, él se detuvo.
No estoy segura de lo que pasó después de la noche en la que los tres cenamos juntos, pero
algo ha cambiado. Seth ya no está interesado en hablar; viene a casa, me da las buenas noches y
dice que necesita irse a la cama porque está terriblemente cansado. Por la mañana, sale corriendo
por la puerta sin apenas mirarme a los ojos.
Al principio no le di importancia, pero ya estamos a viernes, hace más de una semana desde
que empezó este comportamiento, y sé que algo está pasando. Intenté atraparlo cuando se fue esa
mañana, con la esperanza de preguntarle qué ocurría. ¿Está empezando a sentirse tan avergonzado
por lo que pasó entre nosotros que no puede mirarme a los ojos? ¿O ha decidido que no me quiere
en su vida después de todo? No saber me está matando, pero se escapa de mi alcance cada vez
que quiero exigir respuestas.
Si hubiera alguna manera de terminar este extraño estancamiento... Entonces pongo los ojos en
Alicia, y la respuesta me llega. Una sonrisa curva mis labios.
—Oye, ¿Alicia? —pregunto casualmente—. ¿Quieres ir al parque el fin de semana?
Alicia mira hacia arriba, repentinamente excitada, con los ojos bien abiertos.
—¿Contigo y con papá? —pregunta.
—Bueno... tenemos que preguntarle a tu padre, pero ¿puedes preguntarle si puede venir?
Me siento un poco culpable. Estoy usando a Alicia para llegar a Seth.
—¡Vamos mañana! —exclama Alicia—. ¡Papá ha dicho que mañana va a trabajar desde casa!
Estoy sorprendida. Seth no me ha mencionado nada de eso. Por otra parte, apenas me habla.
Entrecierro un poco los ojos. Una cosa es que no quiera tener una conversación personal conmigo,
y otra muy distinta que no me diga algo que pueda afectar a mi trabajo.
—Ya veo. Bueno, entonces mañana podríamos ir.
—¡Si! ¡Voy a llamarlo ahora!
Abandona los juguetes y corre a la cocina, donde hay un teléfono instalado en la pared. Por un
momento, me pregunto cómo puede llamar a su padre, luego recuerdo la pequeña nota de números
de teléfono en la pared. Es una de las primeras cosas que Seth me mostró en caso de emergencia.
Sigo a Alicia a la cocina y veo cómo marca lentamente un número. Luego presiona el teléfono
contra su oído.
Sonrío complacida. Parece que mañana iremos al parque.
Hay una expresión de mal humor en la cara de Seth cuando llego a su casa a la mañana siguiente, y
lucho para no reírme de él. Alicia se había pasado media hora rogándole por teléfono, y tuve que
quitárselo para terminar las negociaciones. Y al final todos llegamos a un compromiso; Seth
vendría al parque con nosotras, pero tendría que llevar su trabajo consigo.
Sin duda sabe que todo esto es culpa mía. Después de todo, permití que Alicia lo llamara. Sin
embargo, ignoro su mirada y paso por su lado sin preocuparme.
—¡Zoe! —Alicia se alegra cuando me ve. Hay una gran bolsa en el suelo de la cocina con una
gruesa manta encima—. ¿Estás lista?
—Lo estoy —digo con una sonrisa—. ¿Y tú?
—Sí. —Sonríe.
—¿A qué parque vamos a ir? —pregunta Seth, acercándose por detrás de mí.
—El que está más cerca —respondo—. Está solo a unas pocas manzanas de distancia.
—Vamos, entonces —suspira.
Al menos, se las arregla para sonreírle a Alicia mientras se agarra a su mano, y recoge la bolsa
con la otra. Yo llevo la manta. Nos marchamos, y me pregunto cuánto tiempo hace que Seth no
camina a ninguna parte. Es extraño verlo salir por la puerta sin el familiar coche negro que le
espera en la entrada.
Alicia está de buen humor y balancea su mano, la que está unida a la de su padre. Comparto una
sonrisa con Seth antes de que se dé cuenta y mire hacia otro lado. Pongo los ojos en blanco. Esto
ha durado demasiado tiempo.
El parque no está demasiado lleno de gente. Hay un puñado de niños columpiándose y un par
de padres observándolos de cerca. Los tres encontramos un lugar a la sombra y colocamos la
manta. Al extenderla, veo que es lo suficientemente grande para que quepamos los tres
cómodamente.
—Compré algo de comida —digo agarrando una bolsa.
—¿Qué es? —pregunta Seth con curiosidad—. No he preparado más que bocadillos y bebidas.
—¡Comida china! —digo con orgullo, sacando tres contenedores de cartón—. Le pregunté a
Alicia qué es lo que normalmente te gusta, Seth, así que espero que sea de tu agrado.
Seth mira los envases y su nariz se arruga ligeramente. Creo que Seth no es el tipo de persona
que come comida para llevar. Esa expresión, sin embargo, se convierte en shock cuando Alicia
agarra con entusiasmo el recipiente que le paso. Ambas hemos comido comida china para llevar
unas cuantas veces, y no tiene ningún problema con la comida barata.
Considero que es una pequeña victoria cuando Seth comienza a comer también, y pone una
mueca de deleite. Yo me rio, y él hace una mueca, casi como si todo volviera a la normalidad.
Una vez que terminamos de comer, Alicia sale corriendo hacia los otros niños.
—¿Crees que jugará con ellos? —pregunta Seth.
—Probablemente, no —admito—. No está acostumbrada a estar cerca de otros niños. Tal vez
deberíamos traerla aquí más a menudo.
—No es una mala idea —dice Seth encogiéndose de hombros—. Estará con otros niños en la
escuela, así que debería acostumbrarse.
—Cierto —digo, observando cómo sube una escalera y luego se lanza por el tobogán de
plástico, sin prestar atención a los otros niños que juegan a su alrededor—. Incluso podría hacer
algunos amigos.
—Nada me gustaría más que ver eso. —Sonríe.
Su expresión es suave mientras mira a Alicia. No puedo evitar pensar que me gustaría que me
mirara así, pero lo aparto de mi mente. Ahora mismo, necesito concentrarme en hacer que Seth me
hable de nuevo. Me percato del momento en que Seth se da cuenta de que estamos solos. Parpadea
y luego se aclara la garganta, sacando una gran carpeta de la bolsa.
—Debería trabajar un poco —dice.
—O podríamos hablar de por qué me estás evitando.
—No te estoy evitando. —Frunce el ceño.
Me quedo mirándolo fijamente.
—Pensé que nos íbamos a conocer mejor —digo, y no puedo detener el dolor que atraviesa mi
voz—. ¿No íbamos a ser amigos?
—Somos amigos.
—Dame un respiro, Seth. —Frunzo el ceño—. Empezamos a ser amigos, pero entonces me
diste la espalda. ¿Qué ha pasado?
Casi espero que Seth lo niegue, pero, en cambio, suspira.
—Tengo mucho en lo que pensar. Y siento que eso te haga pensar que te estoy evitando.
Entorno los ojos, porque no me está diciendo toda la verdad. Podría sonsacársela, pero
estamos en un lugar público y no es adecuado tener esa conversación aquí. Suspiro. Elegir venir al
parque no ha sido la mejor idea. Debí sugerir que hiciéramos una fiesta de té en casa, aunque
Alicia se está divirtiendo y eso hace que la frustración valga la pena.
Alicia aparece de repente.
—¡Zoe! —Me agarra del brazo—. ¡Ven a jugar en los columpios conmigo!
—¿Qué? —pregunto, sorprendida por su petición.
Alicia abre la boca y luego hace una pausa.
—¿Puedes, por favor, jugar en los columpios conmigo? —me pregunta de nuevo.
Debe de haberse tomado mi sorpresa como una advertencia. No puedo dejar de sonreír ni de
revolverle el pelo rubio, encantada.
—Ya que lo pediste tan amablemente —digo, poniéndome de pie.
—¡Si! —Sale corriendo para reclamar un columpio antes de que otro niño lo consiga.
Sonrío y miro a Seth. Vacilo ante la extraña expresión de su cara.
—¿Pasa algo malo? —pregunto.
—No... —Luego se ríe—. ¿Sabes? Estoy aquí, pero no me lo ha pedido a mí.
—¿Y eso te parece bien?
—Claro que sí —dice Seth con firmeza—. Significa que el mundo de Alicia se está
expandiendo. Soy muy feliz, aunque quizá esté también un poco celoso.
—Sigues siendo el número uno en el mundo de Alicia —le recuerdo.
De repente, me sonríe. No me ha sonreído en toda la semana, así que la expresión me coge
desprevenida.
—Lo sé —dice—. También sé que está en buenas manos contigo, Zoe.
Me ruborizo. Es un gran elogio.
—¡Zoe! —me llama Alicia—. ¡Tengo un columpio!
—¿Seguro que no quieres ir en mi lugar?
—Te lo ha pedido a ti —me recuerda Seth—. Y yo tengo mucho que hacer, de todos modos.
Yo asiento antes de alejarme. Alicia está sentada en el columpio, sus ojos ansiosos mientras me
ve acercarme, y sé que estaré por lo menos media hora empujando el columpio. Sin embargo, no
puedo evitar mirar hacia atrás por un momento. Seth me está mirando, pero hay una expresión
lejana en su cara, como si no me estuviera viendo realmente. Se ve extrañamente triste.
De repente, se ha dado cuenta de que ya no es el único en el mundo de su hija. Tal vez no esté
listo para esto, a pesar de lo mucho que lo quería.
Me alejo de Seth, mi corazón se apaga por lo solitario que parece. No le voy a robar a su hija.
Solo estoy ampliando su mundo. Estoy ayudando a Alicia a darse cuenta de que es posible tener
más gente en su vida que su padre y, a su vez, eso ayuda a Seth a entender que hay más en la vida
que el trabajo, cuidar de su hija y revolver los recuerdos de su amada esposa. Puede que sea
difícil ahora, especialmente para Seth, pero al final los ayudará a ambos a seguir adelante.
Cierro los ojos y me dirijo hacia donde Alicia me espera con impaciencia, sin volver a mirar a
Seth. Sé que, si miro hacia atrás por segunda vez, puede que no sea capaz de mirar hacia otro
lado.
Capítulo 15

Seth
A pesar de que me pasé la mayor parte del tiempo en el parque trabajando, vigilar a Alicia y Zoe
mientras corrían fue divertido. No puedo recordar la última vez que fui a algún sitio para
relajarme, y fue agradable sentarse al sol y empaparse de la atmósfera.
También me dio una nueva perspectiva. La exigencia de Zoe de saber lo que me pasa me llenó
de vergüenza. Pensé que estaba haciendo lo correcto, pero, de repente, me di cuenta de cómo haría
sentir a Zoe al ignorarla. Debió parecer que estaba jugando con ella. No creo que aceptara del
todo mi excusa, pero no dijo nada el resto del día. Simplemente, se despidió de nosotros cuando
volvimos a casa y se fue, prometiendo vernos a los dos el lunes. No parecía estar molesta, lo que,
irónicamente, me preocupaba aún más.
Sé que estoy tratando a Zoe injustamente. Desde que nos acostamos, algo entre nosotros ha
cambiado de manera irreparable. No puedo quitarme de la cabeza los recuerdos de su delicioso
cuerpo y paso las noches soñando con ella. Por las mañanas me emociona verla. Por las tardes,
hay una parte de mí que desea que ella no se vaya. Quiero verla sonreír.
Ha pasado mucho tiempo desde que sentí algo tan profundo como esto por otra persona. No
quiero alentar estos sentimientos, pero no se irán. Así que, por mi bien y el de Zoe, pensé que
sería mejor no acercarme tanto. Al final, sin embargo, parece que he causado más daño que bien.
«¿Es posible que Zoe y yo seamos amigos?», me pregunto desde la cama, mirando fijamente al
techo. Si me rindo y permito que Zoe se acerque, me preocupa no poder alejarme de nuevo. No
puedo permitirme perder a Zoe como niñera.
No...
Me doy la vuelta y miro el cuadro que está al lado de mi cama. Me pregunto si Zoe lo vio
cuando pasó la noche en esta habitación. Solo hay dos fotos de Rose en la casa. La primera está en
la puerta principal. La segunda está aquí.
La muerte de Rose fue dolorosa y también es parte del motivo por el que no me he permitido
acercarme a nadie desde entonces. No quiero pasar por ese dolor otra vez. Solo quiero
concentrarme en mi hermosa hija. Amaré a Alicia por mí y por Rose, y le daré todo lo que tengo.
Suspiro y entierro mi cara en la almohada. Alicia, Rose... Son solo excusas.

Me despierto por la mañana sabiendo que es domingo y que hoy no veremos a Zoe. Es su único
día libre. Trato de ignorar lo extraño que es que ella no esté aquí, y me doy la vuelta con la
intención de tratar de dormir unos minutos más en el único día libre que tengo.
Entonces mi puerta se abre de golpe y una niña rubia entra en la habitación y salta sobre mi
cama, aterrizando directamente sobre mi estómago.
—¡Uf! —Toso, al dejarme sin aliento.
—¡Buenos días, papá! ¡Hora de levantarse!
Gimoteo, pero sé que ignorarla no ayudará. Me siento, haciéndola caer en el colchón con una
risita, y bostezo.
—Muy bien, monstruo —digo con buen humor—. ¿Qué quieres hacer hoy?
Alicia pasa la mayor parte de la semana pensando en lo que podemos hacer juntos en mi día
libre. Hoy, sin embargo, Alicia se encoge de hombros. ¿Qué podría gustarle hacer? Entonces se
me ocurre una idea.
—Podríamos invitar a Zoe —sugiero.
Si invito a Zoe, puedo disculparme con ella. Entonces, quizás, podamos intentar eso de ser
amigos. Me sorprende la forma en que Alicia se ilumina ante la sugerencia. No pensé que quisiera
compartir nuestro único día juntos con alguien más, pero parece que le gusta la idea de tenernos a
Zoe y a mí para ella sola.
—¡Sí! —dice—. ¡Levántate, papá! ¡Tenemos que irnos!
Salta de la cama y sale corriendo hacia su habitación para vestirse. Yo rio y sacudo la cabeza,
antes de salir de la cama y encontrar ropa limpia. En media hora, después de una ducha rápida y
unas tostadas, estamos listos para irnos. Ayudo a Alicia a ponerse sus zapatos mientras se retuerce
con impaciencia, y sale disparada por la puerta en cuanto la abro. Luego se detiene y mira hacia
atrás.
—¿Dónde vive Zoe? —pregunta.
—Justo al lado, Alicia. ¿Ves esa casa con el bonito jardín? ¡Es la casa de Zoe!
Alicia mira con asombro la casa a la que estoy señalando. Luego corre por el camino con el
vestido revoloteando a su alrededor.
—¡Date prisa! —exclama.
Sacudo la cabeza y corro tras ella. La alcanzo cuando levanta el pestillo de la puerta.
—Apuesto a que Zoe se alegrará de verte.
Alicia rodea el pequeño muro del jardín y se apresura hacia la puerta principal de Zoe. Yo sigo
a un ritmo más tranquilo mientras Alicia me llama con entusiasmo, y subo los escalones del
porche justo cuando la puerta se abre para revelar a una Zoe confundida.
—¿Alicia? —pregunta. Está vestida con pantalones de deporte y una vieja camiseta pintada, su
pelo es un desastre. Me siento mal cuando pienso que sigue siendo absolutamente hermosa—.
¿Seth? ¿Qué estáis haciendo los dos aquí?
—¿Acabas de levantarte? —pregunta Alicia.
De repente, Zoe parece darse cuenta de lo que lleva puesto, y se ruboriza. Se aclara la
garganta.
—Eh, no, estaba pintando —dice con una sonrisa rápida y nerviosa. Da un paso atrás—.
¿Queréis entrar?
Alicia no necesita más invitaciones. Se agacha bajo el brazo de Zoe, y le ofrezco una rápida
sonrisa de disculpa mientras sigo a mi hija.
—Lo siento por esto —le digo.
—No, está bien —dice Zoe, pasándose la mano por el pelo y estropeándolo aún más—. ¿Pasa
algo malo?
—No, Alicia solo quería preguntarte si vendrías a visitarnos —digo, obviando que fue idea
mía—. Espero que no te importe; sé que es tu día libre.
Zoe parece conmovida.
—No me importa. Es muy dulce por su parte.
—Entonces, ¿te gustaría...?
—Papá, ¿podemos ver la casa de Zoe? ¿Por favor?
—¿Pensé que querías que Zoe viniera a la nuestra? —pregunto, sorprendido.
—¡No, quiero quedarme aquí!
—Eh... —Miro a Zoe, que se ríe.
—Por mi está bien —dice ella.
—Entonces podemos quedarnos un rato —decido.
Alicia aplaude y se vuelve hacia Zoe.
—¿Puedo pintar? —me ruega.
—¡Ah! Has visto mi pintura, ¿verdad? —Le sonríe a la niña—. Déjame traerte un libro de arte
y algunas pinturas. Y una bata —añade, mirando el vestido amarillo de Alicia.
—Gracias, te lo agradezco. —Rio—. La tintorería se quejó la semana pasada cuando le di
algunas de las ropas de Alicia con pintura.
Zoe se ruboriza al recordarlo. No nos lleva mucho tiempo colocar a Alicia frente al lienzo.
Solo entonces, me tomo un momento para mirar a mi alrededor con curiosidad. No es una casa
grande. Solo hay dos dormitorios, uno de los cuales Zoe ha convertido en una sala de arte, y un
gran espacio abierto que sirve como sala de estar. La cocina y el comedor están en la misma zona.
No hay mucho espacio para moverse, y no es tan grande como mi casa, pero es pintoresca y
acogedora. Es fácil ver rastros de Zoe por todas partes.
Durante un rato, nos quedamos mirando a Alicia. El silencio pronto se convierte en
incomodidad cuando me doy cuenta de que no tengo nada que hablar con ella. Sé algunas cosas,
pero nunca nos hemos sentado a conversar. En ocasiones, charlamos cuando nos cruzamos, pero
eso es todo. No soy el único que se siente incómodo. Zoe me mira por el rabillo del ojo, con los
hombros tensos. A medida que los segundos se convierten en minutos, me aclaro la garganta.
—Así que... tengo que decirte lo siento. —Los hombros de Zoe se relajan instantáneamente, y
esboza una pequeña sonrisa—. No quise hacerte sentir que estaba jugando contigo.
—Está bien —dice Zoe—. Pero, ¿sabes? Podrías haberme hablado de ello. No muerdo...
demasiado.
Inexplicablemente, recuerdo la forma en que ella me mordió el cuello… y corto el pensamiento
inmediatamente.
—Bueno, lo siento de todos modos.
—Está bien. —Hace una pausa—. ¿Cómo ha ido el trabajo?
¿Intenta charlar conmigo?
—Va bien. —Me encojo de hombros—. No es nada importante, pero estamos pensando en
abrir una nueva tienda...
Vamos hacia el pequeño sofá de Zoe y nuestra conversación comienza a saltar de tema en tema.
En algún momento, dejamos de hablar de mi trabajo y empezamos a hablar de los parterres de
Zoe, de los que está muy orgullosa. Yo le hablo de mis flores, que he cuidado meticulosamente
desde que Rose las plantó seis meses después de que Alicia naciera. Luego Zoe me habla de su
antiguo trabajo en la tienda de mascotas, y me confiesa que le encantaría tener un gato, pero no
puede permitírselo.
—¿Por qué no vendes un cuadro? —le pregunto con curiosidad; es una pregunta que me ha
atormentado desde que me di cuenta de lo buena que es.
—¿Sabes lo difícil que es eso? —resopla—. Además, antes tendría que terminar un cuadro.
—¿Estás trabajando en alguno?
—No... como tal —dice evasivamente, y luego cambia de tema y me pregunta por mi chofer, de
quien parece haberse hecho amiga a pesar de no saber su nombre.
Antes de darme cuenta, miro el reloj y veo que han pasado varias horas. Apenas puedo creer
que llevemos tanto tiempo aquí. En algún momento, Alicia entró en la sala y encendió la
televisión, y ahora está acurrucada felizmente entre los dos mientras hablamos.
Hablar con Zoe... es fácil. Sorprendentemente fácil. Creía que sería más difícil considerando
todo lo que ha pasado entre nosotros, pero las palabras fluyen sin pausa. Pienso en la noche en que
dormimos juntos. No fue difícil dar un paso adelante y tomarla en mis brazos. En ese momento, fue
la cosa más natural del mundo.
La miro fijamente. Ahora habla de su amiga Katherine, y su expresión es animada. Todavía hay
una mancha de pintura verde en su mejilla. Está tan llena de alegría que mi corazón se calienta sin
permiso.
Y, sin permiso, un pensamiento cruza mi mente.
Si lo intentáramos de verdad... ¿podría funcionar?
¿Podrían mis sentimientos, que se vuelven más profundos rápidamente, hacer que las posibles
consecuencias valgan la pena?
Me sorprende que una gran parte de mí quiera decir «sí». Pero entonces Alicia se pone a mi
lado y suspiro. Debo conformarme con lo que ahora tengo. No puedo permitir poner a Alicia en
peligro.
Capítulo 16

Zoe
El domingo fue como un sueño. Sin embargo, cuando los dos se fueron a casa, supe que ese sueño
no iba a durar. Me aferraría al calor de ese día y continuaría como estábamos. Ese pensamiento
duró hasta esta noche, lunes, cuando proceso las palabras que Seth acaba de decir.
—¿Qué? —pregunto, confundida.
—Te he preguntado si quieres sentarte un momento —repite Seth—. Ya sabes... para que
podamos hablar adecuadamente de cómo ha ido el día. Normalmente, no tenemos mucho tiempo
para hablar. —Hace una pausa—. A menos que tengas prisa.
—No —digo rápidamente—. Creo que es una buena idea.
Me sonríe, haciendo que mi corazón lata más rápido, y me siento a la mesa mientras recoge su
cena del horno. Luego se sienta frente a mí para que podamos hablar cara a cara.
—¿Cómo ha estado Alicia? —me pregunta.
—Bien —le digo—. Decidió hacer una obra de teatro con sus muñecas.
—¿Ella la dirigió? —pregunta, divertido.
—Por supuesto que no —digo con los ojos en blanco—. Julie dirigió y Alicia hizo de
protagonista.
—Claro que sí. —Ríe—. ¿Por casualidad la grabaste?
Saco mi teléfono y lo sostengo con una sonrisa petulante.
—Cada parte —digo con orgullo—. Ella insistió en ello. La avergonzará mucho cuando sea
mayor.
—Estoy almacenando videos, fotos e historias —me informa Seth—. Voy a presentarlos en su
decimoctavo cumpleaños, delante de todos sus amigos. Probablemente, heredará mi compañía esa
noche después de matarme por ello.
—No quiero imaginarme a Alicia como una adolescente todavía. —Rio. Ambos la imaginamos
de adolescente y nos estremecemos al pensarlo—. No tenemos que preocuparnos por eso durante
un tiempo, por suerte.
—Lo cual es bueno.
Nos miramos el uno al otro. Y luego, antes de saber por qué, nos reímos, tratando de
contenernos para no despertar a Alicia. Resoplo y me limpio las lágrimas de los ojos. Hay una
mirada extraña en los ojos de Seth. No la reconozco, pero sé que no me ha mirado así antes. No,
espera, sí lo ha hecho. El domingo también tenía esa extraña mirada.
¿Qué significa?
—Me alegro de que os hayáis divertido —dice Seth—. ¿Algún plan para mañana?
—Tendemos a hacerlos sobre la marcha —digo con una sonrisa—. Aunque, te iba a decir que
hay un carnaval que viene a la ciudad en unas semanas. ¿Te importa si llevo a Alicia?
—En realidad, deberíamos ir los tres juntos.
—Eso sería genial. —Parpadeo, sorprendida.
—No es que no confíe en ti —añade Seth—. Pero ¿te imaginas intentar controlar a Alicia tú
sola en una multitud como esa? Incluso entre los dos, nos costará retenerla a nuestro lado.
—Podemos trazar un plan. —Entonces bostezo y me pongo de pie.
—¿Te vas?
—Sí, estoy bastante cansada. —Sonrío—. Gracias, Seth.
—Te veré mañana, entonces.
Me marcho, y cuando la puerta principal se cierra detrás de mí, me siento feliz de que haya
querido hablar conmigo y buscar mi compañía.

Tres días después, que Seth quiera hablar conmigo todas las noches es muy sospechoso. Anoche,
cuando llegó a casa, puso al fuego la tetera y preparó dos tazas de café antes de que nos
sentáramos a hablar del día. La semana pasada fingía que yo no existía. Esta semana me está
prestando tanta atención que no sé qué hacer con ella. No quiero ilusionarme.
—¿No estás tratando de preguntarme algo? —pregunto mientras Seth me invita a sentarme.
—¿Qué quieres decir? —Frunce el ceño mientras se dispone a coger dos tazas.
—Bueno, es extraño que me ignores durante una semana, y ahora actúes como si fuera tu mejor
amiga —señalo sin rodeos.
Me siento un poco mal cuando Seth hace una mueca de dolor.
—Te lo dije, tenía muchas cosas en la cabeza la semana pasada —dice bruscamente—. De
todos modos, ¿importa? Íbamos a intentar conocernos mejor, ¿no? Después de...
Se aleja. Esta vez miro hacia otro lado, tratando de alejar los pensamientos de esa noche. Es
difícil, sin embargo; los recuerdos del cuerpo de Seth, su tacto, la forma en que estaba dentro de
mí, atormenta mis pensamientos y sueños. Y todo esto no ayuda, si soy honesta. La forma en que
ahora me trata y me mira… Me siento aterrada, pues regresan sentimientos para los que no estoy
preparada, especialmente, mientras estemos en este extraño limbo.
—Lo siento —dice Seth después de un momento—. No sabemos mucho el uno del otro, así
que... pensé en intentarlo.
Le echo un vistazo. No estoy segura de lo que estoy buscando. ¿Algún rastro de una mentira? Su
expresión es abierta y seria, y me siento relajada.
—Bueno, si tienes preguntas, házmelas —le digo.
Seth me sonríe y, cuidadosamente, trae a la mesa dos tazas de café en una mano, su plato con la
cena en la otra.
—¿Por qué no me hablas de ti? —dice—. Y después te contaré algo sobre mí.
—Bueno... creo que nunca te he contado toda la historia de mi experiencia como niñera.
—Eh... no —dice Seth, con la expresión confusa.
—Mis hermanos eran todos mucho más jóvenes que yo. Yo ya era una adolescente cuando
nació el siguiente niño. Mi madre era una madre adolescente, y ella y mis abuelos me criaron.
Mamá encontró a mi padrastro, y los dos se casaron y tuvieron cuatro hijos. Era difícil llegar a fin
de mes, así que a menudo ejercía de niñera. —Rio—. ¿Crees que Alicia es difícil? No sabes lo
que es difícil hasta que tienes cuatro niños con personalidades muy diferentes corriendo por toda
la casa.
—Eso suena aterrador —comenta Seth.
—Un poco —admito—. Pero los quiero mucho a todos.
—¿Sigues en contacto con todos?
—Por supuesto. Todos me apoyaron mucho en mi decisión de venir a esta ciudad. Querían que
siguiera mi sueño —suspiro, de repente, melancólica—. No es que haya logrado mucho desde que
llegué.
—¿Tus pinturas?
—Sí —digo sombría—. Me encantaría vender mis pinturas... pero no puedo terminar ninguna.
A veces pienso que es un sueño estúpido.
—No creo que sea estúpido. —Esa extraña mirada en sus ojos ha vuelto. Me sonríe—. ¿Puedes
mostrarme tus pinturas algún día?
—No son lo suficientemente buenas. —Me aclaro la garganta—. De todas formas, acabo de
darte dos informaciones. ¡Tu turno!
—Bien. —Ríe—. ¿Quieres saber cómo fundé Angel Apparel?
Me lleva un momento recordar que ese es el nombre de su marca de ropa.
—Claro.
—Bueno... en realidad, fue por Rose. —Se pasa una mano por el cabello—. Ya estaba enferma
cuando la conocí, y algunas mañanas le resultaba difícil incluso ponerse la ropa, con todos esos
botones, cremalleras, etcétera. Entonces encontró algunos de mis diseños de ropa, y me pidió que
le hiciera algunos. —Se encoge de hombros—. Y, a partir de ahí, bromeamos sobre hacer nuestra
propia marca de ropa. Y la broma se convirtió en un hecho, un año después. A todo el mundo le
gustó mi línea de ropa. —Su sonrisa se vuelve suave—. Todo lo que diseñé después de eso... lo
hice pensando en Rose, incluso después de que falleciera.
Me quedo sin aire. El amor en su voz... Es en momentos como este cuando me doy cuenta de
que hay pocas o ninguna posibilidad de que Seth y yo tengamos algo más.
—Debió de ser duro, cuando ella murió —digo en voz baja.
—Más difícil de lo que te puedes imaginar. Rose lo era todo para mí. Luego, de repente, se fue
y solo me quedó Alicia y mi empresa. Incluso años después, todavía pienso en ella.
—¿Por qué no hay más fotos por aquí? —pregunto.
—Después de morir, fue muy difícil verla. Cuando se hizo menos doloroso puse una foto en el
pasillo y otra en el dormitorio, y guardé el resto de las fotos en un álbum. Lo guardo para Alicia;
un día, quiero mostrarle lo hermosa que era su madre.
—Eso es maravilloso. —Se me hace un nudo en la garganta.
—No quiero que Alicia crezca sin saber que Rose existió —añade Seth—. Rose se esforzó al
máximo por ella; hizo esa muñeca mientras estaba enferma en la cama. Amaba a Alicia.
—Alicia también la ama —le aseguro a Seth—. Lleva a Julie a todas partes, y se sintió muy
orgullosa cuando me dijo que la había hecho su madre.
—Me alegro —dice Seth con una pequeña sonrisa. Se calla un momento antes de sacudir la
cabeza—. Lo siento, es todo tan… triste.
—Está bien —digo inmediatamente—. Estoy aquí si alguna vez quieres hablar.
La sonrisa de Seth crece. Luego extiende la mano y la pone sobre la mía. Su tacto es
electrizante; de repente, es difícil respirar. Espero que retroceda inmediatamente, como hacemos
cada vez que nos rozamos, pero no lo hace.
—Gracias —dice, simplemente.
No hay mucho que decir después de eso. Le cuento a Seth la nueva pasión de Alicia —tengo
muchos vídeos divertidísimos de películas caseras—, y luego me voy a casa, pues se está
haciendo tarde. Siento que estoy flotando, ya que noto su toque en mi piel. Y la forma en que me
mira, la chispa que prende en sus ojos me arranca escalofríos en la columna.
No importa lo difícil que sea la batalla por tener a Seth. No puedo dejar de pensar en él.
Mi mente me recuerda lo que podría tener si Seth no insistiera tanto en mantenerme a distancia.
«Él tiene una buena razón para ello», me recuerdo a mí misma.
No puedo evitar fruncir el ceño. Sus razones son buenas, sí, pero es difícil no desear algo más.
Si antes pensaba que era adictivo, cuando ni siquiera lo conocía, ahora me doy cuenta de que es
diez veces peor. Va a ser casi imposible sacarlo de mi cabeza si las cosas siguen así. Me pregunto
si Seth se estará viendo afectado como yo, aunque no es posible; a él se le ve muy sereno esta
semana. Si lo conociera mejor, diría que está intentando seducirme.
Ese pensamiento me hace reír, porque no creo que sea el caso. Seth ha dejado clara su postura
sobre la relación entre nosotros dos. Pero eso no significa que me tenga que gustar.
Capítulo 17

Seth
Varios días después, me despierta Alicia saltando sobre mí. Por un momento, creo que es
domingo. Entonces me doy cuenta de que es solo martes y que es muy temprano. Demasiado
temprano incluso para que mi despertador suene.
—¿Alicia? —gimoteo—. ¿Qué pasa?
—Papá —dice, y mis ojos se abren ante la seriedad de su voz.
—¿Qué pasa? —pregunto, sintiendo temor en el estómago.
Ella me mira y luego respira profundamente.
—Quiero un gato —declara.
La miro fijamente y ella me devuelve la mirada, decidida. Luego me desplomo de nuevo en la
cama. Sabía que esto iba a pasar, aunque no que lo hiciera tan temprano. Zoe ya me lo advirtió
anoche.
—Yo... la he llevado a la tienda de mascotas en la que trabajé —había dicho tímidamente—.
Quería ver si los dos gatitos con los que solía jugar habían sido adoptados. A Alicia le encantó
jugar con los gatitos que había allí.
Y ahora, por supuesto, Alicia quiere un gato. Casi abro la boca para decirle que sí, solo para
que salga de mi habitación y pueda dormir un poco más antes de que suene el despertador. Pero
decido considerarlo. En primer lugar, Alicia no tiene edad suficiente para cuidar de un gato. Si
compráramos uno, yo acabaría cuidándolo, o la pobre Zoe. En segundo lugar, recuerdo lo que Zoe
me dijo hace unas semanas:
—Sé que la estás malcriando porque te sientes culpable de trabajar tanto, pero tienes que dejar
de darle todo lo que pide. Te arriesgas a mimada en exceso.
Cuando dije que Alicia ya era una malcriada, Zoe resopló.
—Lo es —respondió ella—. Aunque no hay razón para empeorarlo.
Ahora inspiro profundamente.
—Tenemos que pensarlo un poco más, Alicia.
No es una total negativa, pero prefiero dejar el tema hasta que sea un poco mayor. Entonces, los
hombros de Alicia se desploman y casi me rindo en ese momento.
—Vale —resopla. Entonces se ilumina—. ¿Podemos comprarle un gatito a Zoe?
—¿Zoe? ¿Por qué?
—Zoe vive sola. Tal vez se sienta sola.
—Nos ve todo el tiempo, y tiene una muy buena amiga llamada Katherine. No creo que esté
sola. —Alicia me mira con el ceño fruncido y mueve la cabeza—. De todas formas, no se deben
comprar mascotas a nadie sin asegurarse de que quieren una —continúo.
—¡Zoe quiere un gato! —protesta—. ¡Pero no puede comprarlo, al igual que no puede comprar
un coche! —Se detiene, y entonces sus labios tiemblan—. ¡Zoe no tiene dinero!
—No, Zoe tiene dinero, aunque no tiene tanto como nosotros. Además, seguro que no tiene
mucho tiempo para cuidar de un gato.
—¿Así que tiene que elegir entre un gato y venir aquí? —pregunta.
—Así es —le digo.
—Oh. —Frunce el ceño—. Me alegro de que nos haya elegido a nosotros.
Me rio y le despeino el pelo.
—Yo también, Alicia. ¿Por qué no bajas y me dejas vestirme para que pueda hacer el
desayuno?
—¡Está bien! —dice alegremente.
Sale corriendo por la puerta en el momento en que suena mi alarma. No tardo en bajar las
escaleras, bostezando. Hoy va a ser un día muy largo. A las nueve menos cuarto, Zoe entra de
repente, pareciendo casi tan cansada como yo.
—¡Lo siento! —dice—. ¡No he dormido bien y cuando conseguí dormirme no escuché el
despertador! —Sus dedos todavía están abotonando su camisa, cubriendo sus amplios pechos.
Miro hacia otro lado.
—Está bien —digo—. Me voy o llegaré tarde.
—Está bien, nos vemos esta tarde —dice distraídamente, al tiempo que desaparece dentro de
la casa.
Cuando salgo empieza a llover. Va a ser un día maravilloso.

—Lo siento, pero estás muy mal —dice Jason cómodamente.


—Ya lo sé —le grito—. No necesito que digas lo obvio, ¡necesito que me ayudes a averiguar
cómo detener esto!
Jason, el secretario poco servicial, se ríe.
—Bueno, sigo pensando que deberías ir a por ello —me informa.
Yo levanto una mano desdeñosa. Voy a dejar de acudir a Jason para pedirle consejo, lo juro.
Tengo un verdadero problema, y él solo se divierte.
—Estoy haciendo apuestas sobre cuándo volveréis a estar juntos —me informa Jason—. Me
apuesto cincuenta a que eso sucederá en las próximas dos semanas.
—¿Con quién diablos estás apostando? —pregunto incrédulo.
—Con Matt —dice Jason.
—No sabía que os conocíais.
—Nos conocimos hace poco. —Sonríe—. Ambos tenemos que aguantarte, así que tenemos un
interés común —bromea—. De todos modos, bromas aparte, creo que deberías considerarlo
cuidadosamente. —Su expresión se vuelve seria—. Obviamente, te está volviendo loco, así que
sácala de tu vida.
—Y si la saco de mi vida, entonces, ¿qué? ¿Cómo puede seguir siendo mi empleada cuando las
cosas van mal entre nosotros?
—Estoy seguro de que lo averiguarás. —Se encoge de hombros.
—Bueno, no es eso de lo que quería hablar —le digo—. Quiero hacer algo por Zoe. La he
hecho pasar por mucho últimamente, y quiero demostrarle cuánto la aprecio. Cuánto aprecio que
sea la niñera de Alicia —añado, cuando veo la sonrisa que se extiende por los labios de Jason.
—Una linda cena a la luz de las velas debería ser suficiente —bromea.
—Vamos, Jason, estoy hablando en serio —digo.
—¿Qué quieres decir cuando dices que la hiciste pasar por mucho? —pregunta con curiosidad.
Hago una mueca. Esperaba que no se diera cuenta de eso.
—Quise darle la espalda la otra semana cuando me dijo si podíamos conocernos un poco
mejor —suspiro.
—Pero lo habéis arreglado, ¿verdad?
Le lanzo una mirada severa. Jason ni siquiera conoce a Zoe, pero es un gran partidario de una
relación potencial entre los dos.
—Sí, lo arreglamos —digo, exasperado—. Lo que ha empeorado las cosas, Jason.
—A mejor —señala con una sonrisa.
—A peor —digo firmemente—. No puedo creer que me esté pasando esto. La única persona de
la que no podía enamorarme, y... —Sacudo la cabeza—. De todos modos, ese no es el tema. ¿Qué
harías por alguien si quisieras darle las gracias?
—¿Flores?
—No, no quiero que se haga una idea equivocada.
—O la idea correcta —dice Jason con un guiño. Levanta las manos en señal de rendición
cuando lo miro fijamente—. Vale, vale. ¿Una cena tampoco te parece bien?
—Tendría que encontrar a alguien que cuidara de Alicia por la noche, y eso sería una pesadilla
—digo—. Mis padres están en el extranjero ahora mismo, así que ni siquiera puedo contar con
ellos.
—Bueno, ¿qué es lo que le gusta?
—Le gusta la jardinería y la pintura. —Hago una mueca.
—Entonces cómprale algunos materiales de arte —sugiere Jason.
—No tendría ni idea de qué comprar. Soy diseñador, no pintor. Alicia me sugirió que le
comprara un gato esta mañana, pero no sé qué hacer.
—Me parece un buen detalle. —Jason se encoge de hombros.
—¿Por qué es tan difícil? —Me paso una mano por la cara.
—Probablemente, porque lo estás pensando demasiado. Consíguele algo bonito, lo apreciará.
¿Le has preguntado a alguien más? —me sugiere—. ¿Como a su familia y amigos?
—Su familia vive en Minnesota. —Me encojo de hombros—. Tiene una amiga llamada
Katherine, pero no la conozco. De todos modos, tengo que dejar de perder el tiempo pensando en
ello, tengo que concentrarme en el trabajo.
—Podríamos preguntarle a Sarah. Ella es bastante estrafalaria y le encantan los romances.
—Esa es exactamente la razón por la que no se lo digo. —Pongo los ojos en blanco ante la idea
de hablar con la recepcionista sobre esto—. Eres un chismoso, pero sabes guardar secretos. Sarah
es casi tan chismosa como tú, y nunca guarda secretos.
—Bueno, en ese caso, estoy atascado, lo siento. No tengo ni idea de qué podrías hacer salvo lo
que ya te he sugerido.
—Bien —suspiro—. Gracias por tratarme de ayudar. Lo pensaré más tarde. Ahora trabajemos
o se nos acumulará el papeleo.
Jason hace una mueca de dolor.
—Bueno, quizás tengas suerte y te tropieces con una idea. —De repente, sonríe—. Aunque tal
vez deberías darle un par de días libres. Estoy seguro de que se está cansando de verte seis días a
la semana.
—Unas vacaciones no son una mala idea —digo ignorando la burla—. Me pregunto si tendrá
pasaporte. —Me encojo de hombros—. Lo pensaré más tarde, pero no es mala idea, Jason.
—Parece que ayudé después de todo. —Ríe.
Lo veo salir de la oficina con una sonrisa. A pesar de que Jason se burla de mí y me vuelve
loco, estoy muy contento de trabajar con él.

Cuando llego a casa, no estoy más cerca de resolver mi dilema. Averiguaré si Zoe tiene pasaporte,
aunque la idea de las vacaciones ya no me parece tan buena. Por muy egoísta que sea, no tendré a
nadie que cuide de Alicia si Zoe se va.
Hoy llego temprano otra vez, y Zoe agradece irse antes a casa. Está medio cubierta de harina y
de espuma por haber bañado a Alicia. Alicia se acerca a mí.
—¿Podemos leer una historia? —pregunta.
—Pronto, cariño, en cuanto cene y reflexione sobre un tema.
—¿Qué tema? —pregunta con curiosidad.
Parpadeo. Puede parecer ridículo pedirle consejo a mi hija de cinco años, pero Alicia ha
pasado mucho más tiempo con Zoe que yo.
—Estoy tratando de pensar en un regalo para Zoe, ya que ha sido tan genial con los dos —
admito—. ¿Se te ocurre algo?
La expresión de Alicia se ilumina de repente.
—¡Sí! ¡Ya lo sé!
—¿Qué es? —pregunto.
—¡Podemos hacer que Zoe sea mi nueva mamá! —dice con entusiasmo—. Es un buen regalo.
Casi me caigo de la silla. Miro fijamente a Alicia.
—Tu...
—Nueva mamá —termina por mí.
Mi boca se abre y se cierra, pero no sale ninguna respuesta.
¿Qué?
Capítulo 18

Seth
No sé por qué la inocente petición de Alicia tiene un efecto tan grande en mí, pero me resulta
difícil encontrarme con los ojos de Zoe a la mañana siguiente cuando le abro la puerta. Ella sonríe
ampliamente, y la miro como si nunca la hubiera visto antes.
«¡Podemos hacer que Zoe sea mi nueva mamá!».
No importa lo que haga, no puedo sacarme esas palabras de la cabeza. ¿Zoe como madre de
Alicia? Mi primer impulso debería ser burlarme de la idea. Zoe y yo nos acostamos una vez, pero
eso no significa que me vaya a casar con ella y convertirla en la madre de mi hija. Entonces, me
doy cuenta de que Zoe ya actúa como la madre de Alicia.
La reprende cuando se equivoca, la premia cuando lo hace bien, le enseña sus valiosas
lecciones de vida y la educa en mi lugar. Y Alicia se ha calmado significativamente. Ha perdido
mucha ira, hasta el punto de que puedo ver un futuro en el que mi hija asista a la escuela con sus
compañeros.
Así que, no debería sorprenderme que Alicia vea a Zoe como una especie de madre. Zoe ha
estado cumpliendo ese papel admirablemente, aunque no se dé cuenta. Sin embargo, Zoe y yo no
estamos juntos, y nunca lo estaremos.
«Entonces, ¿por qué es tan difícil sacarme la idea de la cabeza?».
—Buenos días, Seth —me saluda Zoe.
—Buenos días. —Doy un paso atrás para dejarla entrar.
—¿Alicia está en la cocina?
—Como siempre —digo con una sonrisa—. Cometí el error de comprar los cereales con forma
de dinosaurio, se lo ha tomado como un juego, y algunos han salido volando.
—Entonces la limpieza será la primera tarea de hoy. —Ríe.
—Lo siento.
—No pasa nada, es parte del trabajo.
Sus ojos bailan con alegría mientras mira hacia la cocina. Observo su expresión, y las palabras
de Alicia vuelven a resonar en mi mente una vez más.
«¡Podemos hacer que Zoe sea mi nueva mamá!».
—Voy a ver cuál es el daño. —Sonríe Zoe, y se dirige a la cocina.
La sigo. Una parte de mí quiere irse y aclarar mi mente, pero dejo mi maletín en la mesa del
comedor. También quiero asegurarme de que Alicia no esté causando demasiado desorden; sería
muy injusto dejarlo todo en manos de Zoe.
Afortunadamente, el desorden es pequeño. Alicia nos ofrece una sonrisa mientras deja caer su
cuchara en el tazón. Hay charquitos de leche sobre la mesa. Los cereales han desaparecido; debe
haber decidido que comerlos era mejor que luchar con ellos.
—¡Zoe! —exclama sonriendo—. ¿Puedes ser mi nueva mamá?
El mundo se congela. Zoe parpadea, aturdida por la pregunta, y yo apenas puedo creer lo que
oigo. Alicia no se ha olvidado de ello, después de todo, ni me escuchó cuando intenté explicarle
por qué llamar a Zoe «mami» no era una buena idea.
—¿Qué? —pregunta Zoe, casi como si no pudiera creer lo que oye.
No sé si debería reírme, intentar explicarle o escapar antes de que la situación se vuelva aún
más incómoda. En vez de eso, mis pies están pegados al suelo mientras trato de averiguar cómo
detener este choque de trenes.
—¡Eres una buena mamá! —dice felizmente. Luego se vuelve hacia mí—. ¿No lo crees, papá?
Zoe también se vuelve para mirarme, totalmente desconcertada por este giro de los
acontecimientos. Me las arreglo para darle una sonrisa.
—Niños, ¿verdad?
—...claro —dice Zoe, sacudiendo la cabeza.
¿Está un poco decepcionada por mi respuesta? ¿Esperaba que dijera algo más? ¿O es solo mi
imaginación?
—Tengo que ir a trabajar —digo, mi voz un poco alta—. ¡Que tengáis un buen día!
Entonces huyo. No estoy orgulloso de ello, pero no hay manera de que pueda mantener la
compostura por más tiempo, especialmente, con la forma en que Zoe me mira. Casi corro por el
camino y me meto en el coche.
Matt me levanta una ceja por encima del hombro.
—¿Todo bien, señor? —pregunta vacilante.
Respiro profundamente y le ofrezco una pequeña sonrisa.
—Digamos que los niños pueden ser muy embarazosos, a veces.
—¿Qué ha hecho Alicia esta vez? —Ríe.
Suspiro mientras Matt arranca el coche y se aleja de la acera.
—Le pidió a Zoe que fuera su nueva madre.
Matt se queda en silencio durante un largo momento. Y luego se ríe a carcajadas. Frunzo el
ceño. Ya tengo bastante con Jason burlándose de mí por todo este asunto, no necesito que Matt
también lo haga. Afortunadamente, mi conductor se calma y luego se aclara la garganta.
—¿A dónde, señor? —pregunta formalmente, aunque puedo ver en el espejo retrovisor la
curvatura en las comisuras de sus labios.
Abro la boca para decirle que me lleve a la oficina, pero no quiero estar encerrado en mi
oficina todo el día.
—¿Puedes llevarme al centro comercial? —pregunto—. Acabamos de abrir una tienda allí, y
me gustaría ver cómo van las ventas.
—Enseguida, señor —dice Matt.
Tal vez hacer algo productivo me quite todo esto de la cabeza. Aunque no he sido capaz de
sacar a Zoe de mi mente durante semanas, así que lo dudo.

En cuanto aparezco en la tienda el personal casi se cae al suelo, sorprendido y aterrorizado de


verme.
—¿Puedo hablar con su gerente? —le pido a la joven empleada.
—¡Sí! —exclama—. Voy a buscarla.
Ella sale corriendo y desaparece por una puerta trasera. Apenas unos segundos después,
aparece una mujer alta con el pelo recogido en un moño y aspecto nervioso.
—¡Señor Gray! —exclama dándome la mano para que la estreche—. Me llamo Elizabeth
Wilson. No esperábamos verle hoy.
—Estaba en la zona y pensé en pasar por aquí —digo—. ¿Es un problema?
—¡En absoluto! ¿Qué puedo hacer por usted?
—Esperaba ver los estados de ganancias, en particular, así como las hojas de encuesta que le
pedí que entregara a los clientes. Esta nueva línea casual es importante para mí.
—Si me da unos minutos, se los conseguiré —dice Elizabeth asintiendo con la cabeza.
—Esperaré aquí.
—Gracias.
Ella desaparece por la parte de atrás. Sonrío y miro a mi alrededor. La tienda está diseñada
con gusto, y hay un puñado de clientes dando vueltas. Luego miro a Melissa, la dependienta. Está
de pie detrás del mostrador nuevo, mirándome asombrada.
Esto es un poco incómodo. Me devano los sesos para decir algo, pero, en ese momento, para
mi alivio, mi teléfono suena y lo giro en mi bolsillo para poder ver el nombre en la pantalla.
Sonrío cuando veo quién es.
—Disculpe —le digo a Melissa—. Necesito contestar esta llamada.
—Por supuesto. Tengo que atender a estos clientes, de todos modos.
Me alejo y contesto la llamada.
—Hola —le digo calurosamente.
—Seth —dice la voz de Joseph Gray, mi padre—. ¿Cómo estás, hijo?
—Estoy un poco ocupado —admito. —¿Y tú cómo estás?
—Tu madre y yo acabamos de regresar al país, ¡aunque me hubiera gustado que nos hubiéramos
quedado en Italia!
—¿Y qué sería de mí? —pregunto en broma.
Joseph y Allison Gray son mis padres. Nací con dinero y pude viajar a diferentes países
cuando era un joven adulto, que fue lo que llenó mi cabeza con ideas de grandeza. Hoy en día, a
mis padres, ambos jubilados, les encanta ir de compras por todo el mundo y yo ayudo a que tengan
ese estilo de vida.
Estoy agradecido de tenerlos en mi vida. Ellos cuidan mucho de Alicia y la única razón por la
que no les pido que la cuiden más es porque temo volver a casa y encontrarme con que se la han
llevado de viaje a Francia.
—Te llamo para ver cuáles son los planes para el fin de semana —dice mi padre, con la voz
pesada.
—¿Planes? ¿Para qué? —Frunzo el ceño.
—Hijo... ¿no has mirado la fecha?
Abro mi agenda.
—Es seis de junio. ¿Y qué?
Mi padre no dice nada. Entonces, varios segundos después, la comprensión me golpea. Este fin
de semana... es el aniversario de la muerte de Rose. Durante cuatro años he visitado la tumba de
Rose en el aniversario de su muerte. El año pasado, por primera vez, llevé a Alicia, aunque era
demasiado joven para entenderlo. Cada año mis padres cenan con nosotros, ya sea en un
restaurante o en mi casa... Normalmente, planifico esta fecha con semanas de antelación; sin
embargo, este año…
Este año, no he pensado en ello en absoluto.
¿Qué ha cambiado?
Sé la respuesta casi de inmediato. Zoe.
—Tengo que irme. —Me ahogo y cuelgo antes de que mi padre pueda protestar.
Miro fijamente el teléfono. No sé qué pensar o sentir. Estoy extrañamente entumecido, como si,
de repente, estuviera fuera de lugar en el mundo que me rodea.
—¿Señor?
Miro hacia arriba. Elizabeth está de pie frente a mí con el ceño fruncido, y me pregunto cuánto
tiempo lleva intentando llamar mi atención.
—Tengo los libros.
—Gracias —digo automáticamente, aceptando el montón de libros y papeles que me entrega—.
Los miraré en mi despacho y nos pondremos en contacto con usted en breve. Gracias por su duro
trabajo.
Ella me mira fijamente, complacida por los elogios. Siento que debería sonreírle, pero no
puedo hacer que mis labios se muevan. ¿Qué me pasa? Nadie más parece notar algo raro mientras
me despido y salgo de la tienda. Apenas noto la multitud que se apresura a mi alrededor y, de
repente, me encuentro de nuevo en el coche, mirando fijamente al tirador de la puerta como si no
pudiera recordar cómo abrirla.
—Vuelve pronto —dice Matt mientras me subo al coche—. Ha sido rápido. —No respondo.
Matt me echa un vistazo rápido por el espejo—. ¿Todo bien, señor? —pregunta frunciendo el
ceño.
Miro los libros. Luego pienso en la llamada telefónica. Siento una extraña sensación de
pérdida, como si olvidarse de Rose fuera como perderla de nuevo. Y estoy enfadado conmigo
mismo, incapaz de creer que puedo olvidarme de Rose, el amor de mi vida, tan fácilmente, solo
porque una mujer hermosa me ha llamado la atención. Pero es más que eso. Estoy asustado,
porque ahora conozco la profundidad de lo que siento por Zoe.
No le digo nada de esto a Matt.
—Todo está bien —le digo—. Por favor, llévame a la oficina. Necesito revisar estos
documentos lo antes posible.
Matt frunce el ceño, pero no me cuestiona más. Miro por la ventanilla sin ver, intentando
calmar las emociones que empiezan a agitarse. Coloco las manos en mi regazo, porque me
tiemblan ligeramente. Ojalá pudiera tener una respuesta a todo esto.
Capítulo 19

Zoe
Experimenté una extraña sensación déjà vu cuando Seth volvió a casa esta noche, pues apartó la
vista de mí y me dio las buenas noches, diciendo que estaba cansado.
Fruncí el ceño sintiéndome desolada. A esta hora disfrutamos de nuestras conversaciones y no
entiendo por qué esta noche es diferente. Una noche Seth llegó a casa casi sin poder mantener los
ojos abiertos y, aun así, seguimos charlando durante quince minutos hasta que lo obligué a subir
las escaleras para que se metiera en la cama.
¿Es por lo que ha pasado esta mañana? No puedo negar que fue increíblemente incómodo. Sin
embargo, y aunque no me he considerado como una madre para Alicia, ahora no puedo sacarme la
idea de la cabeza. Si fuera la madre de Alicia, eso significaría que Seth y yo estaríamos juntos…
—¿Pasa algo malo? —pregunto.
Los hombros de Seth se tensan, y se gira para darme una sonrisa forzada.
—Son cosas mías —confiesa—. Sé que mañana es sábado, pero voy a quedarme aquí para
trabajar. Se lo haré saber a Alicia por la mañana.
—Probablemente, querrá ir al parque otra vez —bromeo.
Seth no sonríe, y mi propia diversión se desvanece. Algo no está bien.
—Este fin de semana no —murmura. Sacude la cabeza—. No importa. Buenas noches, Zoe.
Lo dice con firmeza, sin permitirme ninguna discusión.
—Buenas noches —le digo, confundida.
Seth no va a la cocina, donde le he dejado la cena, sino que sube las escaleras sin mirar atrás.
Más desconcertada que nunca, salgo de la casa y cierro la puerta con llave. No entiendo lo que
acaba de pasar. Frunzo el ceño y saco mi teléfono. Hay un mensaje en él, una cara sonriente de
Katherine en respuesta a una broma que hice sobre Alicia pidiéndome que fuera su madre.
¿Es eso lo que está pasando en la mente de Seth? No sé cómo decirle que no es un problema,
que entiendo que se trata de una pregunta inocente de una niña. Lo hablaré con él por la mañana.

No tengo la oportunidad de hablar con Seth sobre ello.


En el momento en que llego por la mañana, me dice bruscamente que Alicia está en la sala, ya
vestida y alimentada, y me dice que no debemos molestarlo durante el resto del día. Entonces sube
las escaleras de dos en dos y, segundos después, oigo una puerta que se cierra.
Confundida y un poco molesta, me dirijo a la sala de estar. Alicia se lanza hacia mí haciendo
pucheros.
—Papi está molesto.
—¿Sabes por qué?
—No. —Sus ojos rebosan de lágrimas—. ¿Lo sabes tú?
—Lo siento, no lo sé —suspiro. «Gracias, Seth, por dejarme con esto»—. Vamos a estar muy
calladas hoy, ¿de acuerdo? Podemos incluso hacer unas galletas.
Alicia se anima enseguida.
—¿Con glaseado rosa? —pregunta.
—Suena bien. ¿Quieres que veamos qué ingredientes tenemos?
—Sí —dice alegremente.
Contenta de haber logrado distraer a la niña, trato de sacar a Seth de mi mente. Alicia me lleva
al armario donde se guardan todos los ingredientes para hornear y lo abre, radiante.
—Bien, necesitamos harina, mantequilla, azúcar...
Descubro que no tenemos azúcar glasé, y que no hay suficiente leche para más de una o dos
tazas de café. Alicia y yo fruncimos el ceño, decepcionadas por el descubrimiento.
—Podemos bajar a la tienda —sugiero.
—¡Me pondré los zapatos! —Sus ojos brillan.
Ella sale corriendo de la habitación y yo la sigo a un ritmo más pausado. ¿Debo avisar a Seth
de que nos vamos? Acaba de decirme que no lo moleste, así que supongo que eso significa que
puedo actuar como si no estuviera aquí. Pero si baja las escaleras y descubre que nos hemos ido
sin decírselo, podría preocuparse.
Al final, le envío un mensaje de texto para informarle de dónde vamos. Luego enderezo las
correas de los zapatos de Alicia y le doy mi mano para que podamos salir de la casa.
—Vamos a la tienda de comestibles de la carretera. De esa manera podemos regresar
rápidamente.
—¿Lo van a tener todo? —pregunta dudosa, probablemente, pensando en la enorme cadena de
tiendas de comestibles a la que la lleva su padre.
—Tendrán leche y azúcar glasé, por lo menos. —Rio—. Es todo lo que necesitamos.
La tienda de comestibles en cuestión no es muy grande, pero los dueños son amables, y disfruto
comprando allí cuando necesito pan o leche. Hace tiempo que no voy, ya que están cerrados para
cuando termino de trabajar. Cuando entro, la expresión de la señora Brown se ilumina desde
detrás de la caja registradora.
—¡Zoe! —exclama—. ¡Pensaba que te habías mudado!
—No, acabo de conseguir un nuevo trabajo. —Rio—. Estoy trabajando como niñera para Seth
Gray.
—Oh, ¿ese joven tan guapo? —La señora Brown sonríe—. Y supongo que esta es Alicia Gray.
—Sí —digo, mirando hacia abajo para ver a Alicia medio escondida detrás de mi pierna—.
Alicia, esta es la señora Brown; es una de las dueñas de la tienda y es muy amable.
Alicia la saluda con la mano, no le gustan mucho los extraños.
—Es dulce —dice la señora Brown—. ¿Qué puedo hacer por ti, Zoe?
—Solo queremos leche y azúcar glasé. Estamos haciendo galletas.
—Eso suena divertido. Bueno, ya sabes dónde están.
Me rio y me dirijo hacia el fondo de la tienda. Encontramos primero la nevera y seleccionamos
una pequeña botella de leche. Alicia abre bien los ojos mientras mira las diferentes marcas. Luego
me dirijo a la sección de repostería; es pequeña, pero tiene una selección moderada de harinas y
colorantes alimentarios.
—Ahí —digo, complacida, al encontrar un paquete de azúcar glasé—. ¿Lista para irnos?
La niña está mirando unos cortadores de galletas. ¿Hay alguno en su casa? No recuerdo haber
visto ninguno.
—¿Quieres algunas formas? —le pregunto.
Alicia frunce el ceño y selecciona un par, que tiene forma de rosa.
—A papá le gustan las rosas —explica Alicia antes de que pueda preguntar—. ¡Siempre está
regando las rosas del jardín! Así que las galletas de rosas podrían animarlo.
Siento un nudo en la garganta. Alicia es demasiado joven para entender el significado de las
rosas del jardín, y me emociona que esté pensando en formas de animar a su padre.
—Creo que es una idea encantadora. Muy bien, vamos a pagarlo todo.
La señora Brown se despide alegremente de nosotras, diciéndome que la visite más a menudo.
—¡Ahora podemos hacer galletas! —Alicia aplaude mientras nos vamos.
—Sí. —Rio.
Alicia me sonríe. Entonces, sin avisar, se pone a correr.
—¡Oye! —protesto, sin poder evitar reírme mientras corro tras ella—. ¡Vamos, Alicia, está
demasiado lejos para correr todo el camino!
Pero terminamos corriendo, de todos modos. Alicia, la mocosa, no se queda sin aliento cuando
llegamos a la casa, pero yo apenas puedo respirar.
—¿Estás bien? —pregunta Alicia.
—Dame un minuto —jadeo, con las manos en las rodillas—. ¿Quieres llevar la bolsa a la
cocina?
Alicia corre hacia la cocina con la bolsa de la compra. Le envío un mensaje rápido a Seth para
decirle que hemos vuelto, aunque probablemente, ya nos haya oído. Me doy cuenta de que no ha
respondido a mi primer mensaje.
—¡Date prisa, Zoe! —grita Alicia desde la cocina.
—¡Ya voy! —Pongo los ojos en blanco ante su impaciencia.
No puedo evitar mirar las escaleras al pasar, y frunzo el ceño. No quiero preocuparme, pero no
puedo evitar preguntarme qué pasa por la mente de Seth. Sacudo la cabeza y echo un último
vistazo a las escaleras. Luego me dirijo a la cocina.
Ya le preguntaré a Seth más tarde.

Tras cerrar la puerta de la habitación de Alicia una vez acostada, observo la puerta cerrada del
despacho. Ha estado así todo el día. Seth no ha comido nada. Incluso la bandeja que le dejé en la
puerta con el almuerzo, está intacta.
¿Hago algo al respecto? Necesita comer, no importa lo ocupado que esté. Me acerco a la puerta
del estudio y llamo con firmeza.
—Voy a entrar —le advierto.
Abro la puerta. La habitación, para mi sorpresa, está oscura, iluminada solo por una pequeña
lámpara de escritorio, que proyecta sombras por todas partes. Seth está medio acostado en el
escritorio. Suspira cuando entro.
—¿Seth? ¿Está todo bien?
Seth gime y levanta la cabeza. Tiene los ojos inyectados en sangre y el pelo revuelto.
—No.
Ahí es cuando noto el olor a alcohol, que se hace más fuerte cuanto más entro en la habitación.
Veo la botella que está al lado de Seth, y el vaso que tiene agarrado con una mano.
—¿Estás borracho? —Me quedo boquiabierta.
Seth se ríe entre dientes y levanta su vaso, con un poco de líquido ámbar en él.
—Es un whisky muy bueno —dice.
Lo miro fijamente. ¿Cuánto tiempo llevará bebiendo? ¿Y por qué?
Tengo que andar con cuidado. No sé qué le ha hecho beber así, pero no puede ser nada bueno.
Doy un paso adelante y me sitúo justo en frente del escritorio.
—¿Quieres hablar de ello?
—¿Hablar? —Seth resopla y se sirve otro trago—. Contigo no.
Me aparto un poco, me duele.
—Vale, voy a decir que es la bebida la que habla —digo con toda la calma que puedo.
Seth se ríe y murmura algo en voz baja que no entiendo. Luego suspira como si cargara con un
tremendo peso sobre sus hombros.
—¿Sabes qué día es mañana? —me pregunta.
—¿Domingo?
Se burla de mí.
—Es día seis. ¡Día seis, Zoe!
Sacudo la cabeza, confundida. No sé qué significa eso. La expresión de Seth se contrae.
—¡Día seis! —grita—. El día que Rose murió.
Se me cae el estómago. Seth se desploma sobre el escritorio de nuevo, apretando los ojos.
—Lo siento —digo en voz baja.
Seth me mira y, de repente, se ríe de nuevo.
—Deberías sentirlo —dice, y yo frunzo el ceño sin entenderlo—. Porque lo olvidé. —¿Se
olvidó? Eso no tiene sentido—. Cada año, cada maldito año esta fecha me ha perseguido. ¿Y este
año lo olvido? —De repente, vuelve sus ojos llorosos hacia mí—. ¿Por ti?
—Eso no es justo —protesto, sintiéndome herida de que me culpe a mí.
—¡Lo es! —insiste—. Tú aspecto y tu maternidad... y el sexo... ¡Todo eso me ha distraído! Y
yo... y yo... —La ira estalla y deja salir un sollozo seco—. Me olvidé. Oh, Rose...
Lo miro fijamente. Hay un extraño zumbido en mis oídos. El corazón me late muy rápido. ¿Qué
se supone que debo decir a esto?
—Así que... ¡asume alguna responsabilidad! —exclama mirándome fijamente de nuevo—. ¡Al
menos podrías compartir un trago conmigo en su honor!
Me hundo en una silla frente al escritorio mientras Seth pone otro vaso y vierte un poco de
whisky. Estoy demasiado aturdida por lo que acabo de oír para protestar mientras me lo entrega.
—Por Rose —dice Seth con una sonrisa agridulce, levantando su copa.
—Por Rose —susurro, levantando la mía.
Bebemos, e ignoro la vocecilla que me dice que esto es una mala idea.
Capítulo 20

Seth
Este es el peor tributo que podría darle a mi difunta esposa.
Pero eso no me impide servir otro vaso para mí y para Zoe.
No es que me haya quedado en casa porque quisiera emborracharme. En realidad, he trabajado
la mayor parte del día. Sin embargo, mientras escuchaba los sonidos de Zoe y Alicia abajo, no
pude soportarlo más. Así que saqué una botella de whisky, diciéndome a mí mismo que solo
tomaría una o dos copas para calmar los pensamientos oscuros. Pero me he bebido una botella
entera.
Para empeorar las cosas, he arrastrado a Zoe a todo esto. Solo se ha tomado un par de copas, y
no está tan borracha como yo, pero lo suficiente como para tambalearse un poco y reírse de cada
chiste que hago. En cierto modo, sin embargo, me alegro de que esté aquí. Beber solo es aburrido,
pero ahora me siento un poco más alegre. No puedo dejar de reírme, lo cual es mucho mejor que
la depresión que me cayó encima hace una hora.
—Deberías comer algo —insiste Zoe—. ¡Vas a enfermar!
—Estoy bien.
Ella se balancea en su asiento y casi se cae. Yo me rio y extiendo la mano para ayudar a que se
estabilice. En algún momento, me siento en la silla que hay a su lado y tomo nota mental de
comprar sillas más cómodas.
—Estoy bien. —Ríe Zoe.
No respondo. Mi risa se detiene y mi garganta se seca. La blusa de Zoe se ha deslizado de su
hombro, revelando una piel suave y pálida de la que no puedo apartar la vista. Sé que no debería,
pero, de repente, paso mis dedos por su piel. Un escalofrío atraviesa a Zoe cuando la toco, sus
ojos se acercan a los míos y se oscurecen lentamente. El aire que nos rodea se vuelve
abruptamente pesado.
—Seth —dice Zoe—. Alicia, ¿recuerdas? Por eso no quieres esto.
—¿Y qué hay de ti? —pregunto, con la voz baja—. ¿Qué quieres, Zoe?
—Lo que siempre he querido —dice con la voz áspera.
No podría detenerme, aunque lo intentara. Extiendo la mano y pongo mis manos en sus mejillas.
Sus ojos se cierran.
—No puedo sacarte de mi cabeza —susurro—. Todo en ti es adictivo.
Me doy cuenta de que mi tributo a Rose ha ido de mal en peor. ¿Primero emborrachándome en
su memoria y luego seduciendo a otra mujer? Pero no quiero pensar en Rose. Quiero olvidar todos
estos horribles sentimientos, por eso empecé a beber. Solo quiero sentir a Zoe una noche más.
Zoe se inclina hacia adelante, su aliento en mi oreja, y se me pone la piel de gallina.
—Te he estado observando y deseando durante años. —Levanta sus manos y las pasa por mi
pelo, sus uñas rascándome el cuero cabelludo—. Te he observado cuidando de tu jardín, saliendo
hacia el trabajo, y me dolía no poder tenerte dentro de mí. Soñaba contigo, imaginaba todo lo que
me harías. Quería sentir tu cuerpo, sentir que me follabas tan fuerte que no podía pensar en otra
cosa que no fueras tú. —Jadeo imaginándolo. Puedo ver a Zoe tocándose a sí misma porque
necesitaba mi cuerpo—. Entonces empecé a trabajar contigo, tuvimos sexo y fue perfecto. Hasta
que decidiste hacerte el mártir. —Se inclina hacia adelante, sus labios rozan los míos
burlonamente—. Y todo este tiempo, solo he querido que me folles otra vez.
Me inclino hacia adelante y capturo sus labios. No quiero pensar en nada más. Su confesión me
está prendiendo fuego, y la quiero de todas las maneras posibles.
—Bien —digo—. ¿Quieres que te folle tan fuerte que no puedas pensar con claridad? Puedo
hacerlo.
La arrastro a un beso y le muerdo el labio inferior, exigiendo más acceso. Las sillas crujen
amenazantes bajo nuestro peso.
—Las sillas se van a romper —jadea Zoe.
Se levanta y tira de mí. Yo sonrío y pongo mi mano en la parte baja de su espalda. La ropa es la
única barrera entre los dos. Ella se aplasta contra mi cuerpo y yo capturo sus labios una vez más.
Paso mi mano por su muslo y la insto a levantar su pierna hasta mi cadera. Ella obedece y, sin
avisar, la levanto. Sus piernas me envuelven y sus brazos se agarran a mis hombros. Casi se funde
conmigo, y quiero quedarme ahí, sintiéndola, pero no es suficiente. Me doy la vuelta y la llevo
hacia el sofá.
Casi le rasgo los botones de la blusa por la impaciencia, y ella me tantea el cinturón. No quiero
que esto sea apresurado, pero tampoco quiero perder tiempo. La quiero a ella, ahora.
—Déjame decirte lo que voy a hacerte —le digo mientras le bajo los vaqueros. Sus caderas se
alzan mientras lo hago, permitiéndome pasar mis manos por su trasero cubierto por las medias—.
Primero, voy a follarte hasta que no puedas caminar. Luego me la vas a chupar y te voy a comer.
—Sonrío a su gemido—. Luego nos iremos a la cama... y te follaré otra vez.
—Mierda —silba Zoe, sus manos apretadas en mis hombros—. Fóllame ya, Seth, déjame
sentirte dentro de mí de una vez.
—Muy pronto —prometo con una sonrisa malvada
Ella empuja mis vaqueros hacia abajo, febril, con movimientos bruscos. Puedo ver la lujuria en
sus ojos, sentirla en la forma en que su cuerpo tiembla de necesidad. Yo no estoy mejor. Apenas
puedo controlarme mientras mis dedos vuelan sobre su cuerpo, pellizcando y agarrando,
presionando su piel como si fuera una droga. Todo lo que necesito es a Zoe.
El sabor de su piel y la lujuria que me recorre, me hacen avanzar. Ella se aprieta contra mi
polla de manera dolorosa, yo agarro el dobladillo de sus bragas. Deslizo mi mano por debajo de
ellas y mis dedos buscan el calor húmedo entre sus piernas. Zoe lanza un grito estrangulado
mientras la froto alrededor de su entrada. Ejerzo la presión justa para enviar chispas de placer a
través de ella, pero no lo suficiente como para darle lo que realmente quiere.
—¡Deja de jugar! —gime—. ¡Tómame ya!
—Todo a su tiempo. Voy a follarte, pero no hasta que me lo supliques.
Sus ojos se abren y su aliento se agita, mirándome como si reconociera esas palabras. No
recuerdo haberle dicho nada de eso antes, pero no importa. Lo que importa es la forma en que sus
pupilas se abren de par en par y su cuerpo se inclina hacia el mío, buscándome.
—Entonces deja de hablar de ello y hazlo —gime.
La empujo hacia atrás con un gruñido y aterriza en las suaves almohadas del sofá. Luego me
acerco a ella mientras retrocede, tan fuerte que le duele, y me poso sobre su cuerpo, agarrándole
las caderas mientras las levanta para intentar encontrarse con las mías.
Luego me inclino y tomo uno de sus pezones en mi boca, chupándolo mientras alcanza su
máxima dureza, y giro mi lengua alrededor del pecho. Ella jadea bajo mis atenciones, gimiendo en
frustración mientras mi mano sigue jugando con su vagina. Me alejo un poco para mordisquear la
piel de su seno y dejo pequeñas marcas de mordiscos a mi paso. Me pregunto si todavía estarán
ahí por la mañana, y mi ingle se tensa ante el pensamiento posesivo.
Soy el único al que ha permitido verla así, destrozada y necesitada, tan llena de lujuria que no
puede pensar con claridad. Muerdo más fuerte y sus manos tiran de mi pelo mientras gime. Luego
me acerco al otro pecho, dándole el mismo tratamiento, y ella se ahoga con un jadeo mientras, sin
previo aviso, mis dedos se deslizan dentro de ella.
—Por favor, por favor —gime.
—¿Por favor, qué? —pregunto con una sonrisa, levantando la cabeza.
—Oh, por favor, fóllame ya, fóllame fuerte —grita.
Ya casi no puedo ignorarla. Incluso aunque quiera, no puedo. Estoy tan duro que el mundo es
una neblina de dolorosa necesidad, y mis dedos se tambalean ligeramente cuando le quito las
bragas y luego salgo de mis calzoncillos, las últimas barreras entre nosotros. Entonces empiezo a
hundir mi polla en su cuerpo.
Todo se siente mucho más intenso que la última vez. Tal vez sea el alcohol. Tal vez es porque
he estado soñando con hacer esto de nuevo. Puedo sentir cada centímetro de su piel mientras me
deslizo dentro de ella, mientras se retuerce debajo de mí, apretando sus músculos a mi alrededor.
Mi cuerpo late y mis manos tiemblan en sus caderas mientras intento ir más profundo. Entonces me
encuentro con sus ojos, su expresión me dice que me mueva, y yo obedezco sin dudarlo.
—¡Sí! —grita—. ¡Seth, fóllame fuerte!
—Voy a follarte tan fuerte que todavía me sentirás cuando terminemos.
Pero estamos tan excitados, que ya puedo sentir que esto no va a durar mucho tiempo. Sus
piernas se deslizan, y levanto una mano de su cadera para mantener la pierna izquierda en su lugar.
Ella se encuentra con mis empujes alzando las caderas hacia arriba, con la cabeza echada hacia
atrás y la boca abierta.
Es demasiado. Me ahogo, jadeo y tiemblo, y, sin previo aviso, los fuegos artificiales explotan
detrás de mis ojos. Todo su cuerpo se estremece y se aprieta con una fuerza imposible, casi
dolorosamente me saca cada gota, y casi quiero llorar ante la repentina liberación.
Finalmente, mi cuerpo se relaja y me derrito encima de Zoe, tratando de no poner todo mi peso
sobre ella. Todavía estoy dentro, pero no puedo moverme mientras jadeo, aturdido por lo
repentino que fue el final.
—Joder —jadea Zoe—. Ha sido...
Ella se mueve, y envía débiles chispas que me atraviesan. Mi polla ya se mueve ligeramente
contra las sensibles y musculosas paredes de Zoe. Ella gime.
—¿Ya estás preparado otra vez? —me pregunta con sorpresa.
Lentamente, me deslizo fuera de ella, pero mis ojos se oscurecen con la creciente lujuria.
Debería parar esto aquí mismo. Ya hemos ido demasiado lejos. Pero no quiero que esta noche
termine nunca.
Quiero tenerla apretada contra mí todo el tiempo que pueda.
Capítulo 21

Zoe
Estoy sudando y me duele todo el cuerpo, pero no puedo evitar desear tenerlo dentro de mí una y
otra vez.
No soy tonta. Sé que esto no estaría pasando si Seth estuviera en su sano juicio. En cierto
modo, me estoy aprovechando de él; está consumido por la pena y el alcohol, pero tomo lo que me
da y finjo que todo está bien.
Excepto que no está bien. Nada va a ser lo mismo después de esto, lo sé tan cierto como que el
sol saldrá. Por la mañana, cuando ambos nos despertemos, doloridos y con resaca, recordaremos
lo que pasó y todo se desmoronará hasta convertirse en polvo.
Pero ya resolveré ese problema mañana. Ahora mismo, solo quiero a Seth.
Tras un pequeño intervalo en el que me lleva en brazos al dormitorio, continuamos haciendo el
amor durante horas. Entre nosotros todo parece perfecto, como si no hubiera nada en el mundo que
impidiera que estemos juntos. Como si su pasado no se interpusiera entre nosotros.
Cuando terminamos de hacer el amor siento que algo hermoso ha surgido esa noche entre
nosotros y no deseo que esto acabe.
Lo miro por el rabillo del ojo. Su cuerpo brilla de sudor y su pelo es un completo desastre. Sé
que no debo verme mejor. Giro la cabeza, sonriendo a Seth, y él me devuelve la sonrisa. Ojalá esa
expresión siguiera ahí por la mañana.
—¿Cómo te sientes? —me pregunta.
—Cansada. Agotada.
—Duerme, entonces. —Sonríe.
Nos metemos bajo las sábanas y me acurruco contra él. Su brazo me rodea los hombros. Me
siento en la gloria. Se siente maravilloso, y pongo mi cabeza contra su hombro. Ahora sé cómo
sería si estuviéramos juntos, y lo anhelo tanto… Me aprieto contra él y cierro los ojos. Puedo
tenerlo hasta la mañana, cuando nos enfrentemos a lo que ha pasado.
A pesar de mi agotamiento, sin embargo, pasa mucho tiempo antes de que el sueño me reclame.

Cuando me despierto a la mañana siguiente, Seth no está en la cama. Oigo el sonido de la ducha y
respiro profundamente, cerrando los ojos de nuevo. Seth se ha levantado antes de que yo me
despierte. No sé qué pasa por su mente, pero sé que no puede ser nada bueno.
Siento un dolor agudo en la cabeza, y hago una mueca al recordar que bebí demasiado. Busco
mi ropa y entonces recuerdo que la dejé en el despacho. Sería fácil escabullirme y no tener que
enfrentarme a esto, pero tal vez Seth tenga algo que decirme. Agarro una camisa del suelo, me la
pongo y me dirijo al estudio. De todas formas, no quiero tener esta conversación con Seth mientras
estoy desnuda.
Mi ropa está esparcida por el sofá. Me la pongo lentamente, haciendo un gesto de dolor cuando
veo que falta el botón superior de mi camisa. También tomo la ropa de Seth y la llevo de vuelta a
la habitación, justo cuando el agua de la ducha deja de correr.
Trago, me siento en una silla y espero.
Seth sale del baño. Tiene el gesto ceñudo y lleva una toalla envuelta alrededor de la cintura. Se
congela al verme completamente despierta y vestida, obviamente, esperándole.
—Zoe —dice, finalmente—. ¿Cómo has dormido?
—Bien.
Quiero ir al grano y él se da cuenta, porque suspira.
—Déjame vestirme —dice—. Y hablamos.
Asiento y observo cómo se dirige a su vestidor. Desaparece dentro, y yo inhalo profundamente,
tratando de calmar mi corazón acelerado. Sale vestido con ropa cómoda, pues hoy es domingo.
Con un gran suspiro, Seth se sienta en el borde de la cama. Se le ve cansado y una parte de mí se
siente culpable. Sin embargo, se necesitan dos para bailar el tango, y él ha estado tan dispuesto a
bailar como yo.
—Zoe, lo siento —dice Seth.
—Está bien... Los dos nos dejamos llevar —digo—. Nunca debí haberme sentado a beber, en
primer lugar, pero...
Recuerdo su confesión de que se había olvidado del aniversario de la muerte de Rose porque
estaba distraído. Y yo estaba demasiado aturdida para hacer otra cosa que no fuera tomar la
bebida que Seth me ofreció.
—Eso no importa —dice Seth, sacudiendo la cabeza—. No debería haber perdido el control.
—Me ofrece una pequeña y apretada sonrisa—. Todas las razones por las que esto no debería
haber pasado siguen en pie.
Me pregunto si recuerda mi confesión. Espero que no, pues admití que casi lo acosé durante
años, queriéndolo desde lejos.
—Lo sé. No volverá a suceder.
La expresión de Seth se convierte en una mueca.
—No, no volverá a suceder.
Mi corazón se contrae. De repente, sé lo que está a punto de decir. Quiero decir algo para que
cambie de opinión, pero mi mente está en blanco.
—Zoe, has sido la mejor niñera que hemos tenido. Eres increíble... y también eres preciosa. No
es un secreto que no puedo alejarme de ti. —Es un bonito cumplido. Pero, a la luz de lo que viene,
no me hace sentir feliz—. Pero una relación entre nosotros no puede funcionar —dice Seth con
firmeza—. Las consecuencias... —Cierra los ojos brevemente—. Prefiero que nos separemos en
buenos términos ahora, y ya afrontaré la ruptura que traumatizará a Alicia.
Abro la boca para responder, pero está demasiado seca. Trago y lo intento de nuevo.
—¿Qué quieres decir?
Seth parece que está luchando con las palabras; sin embargo, ya ha tomado una decisión.
—Zoe... esto ya no funciona —dice finalmente—. Lo siento.
Qué irónico. Seth se ha estado alejando de mí porque no quería perderme como niñera. Pero, al
final, ambos perdimos el control y él termina despidiéndome.
—¿Cómo se lo explicamos a Alicia? —pregunto en voz baja.
—No estoy... seguro.
Puedo oír el movimiento en el pasillo. Alicia está despierta. No es sorprendente; es media
mañana. Es más sorprendente que pueda oírla bajar las escaleras. Seth me ha dicho que siempre
viene aquí primero, encantada de ver a su padre.
Observo a Seth, que frunce el ceño, también confundido. Pero entonces los pasos de Alicia
vuelven a retumbar en el piso de arriba. Se hacen cada vez más fuertes hasta que, de repente, la
puerta de la habitación se abre de golpe y ella nos observa desde la puerta, aturdida.
—¿Zoe? —pregunta, inclinando la cabeza—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Ah... —Le echo un vistazo a Seth—. Tu padre y yo estábamos hablando de algunas cosas,
Alicia.
—¿Qué tienes ahí, Alicia? —pregunta Seth, señalando el recipiente que lleva entre las manos.
Los ojos de Alicia se iluminan y avanza a zancadas, radiante, para poner el recipiente en las
manos de Seth.
—¡Para ti, papá!
Seth lo abre con cautela y su aliento se recupera. Sus ojos se fijan en los míos, sorprendidos.
Espero que las galletas con forma de rosa no le hayan causado ningún dolor. Me encojo de
hombros con torpeza.
—Lo siento... supongo que puede ser un homenaje.
Hay un sinfín de emociones jugando en la cara de Seth. Se muerde el labio y cierra el
recipiente.
—O un recuerdo —dice suavemente.
—¿Te gustan? —exige Alicia con impaciencia.
—Por supuesto —dice Seth al instante. Se inclina y la besa en la frente—. Zoe y tú habéis
trabajado muy duro, así que nos las comeremos un poco más tarde, ¿de acuerdo?
—¿Zoe también? —pregunta.
Los dos nos miramos y dudamos, sin saber qué decir. ¿Cómo le damos la noticia a una niña de
cinco años de que va a perder a su niñera porque los dos adultos no tienen autocontrol?
—Alicia, tenemos que hablar contigo —dice finalmente Seth, intentando sonreírle—. Zoe es...
—Alicia, creo que no puedo seguir siendo tu niñera —le digo.
Sé que Seth es su padre, pero quiero hacer esto. He estado trabajando con Alicia durante
semanas. Ella merece oír algo de mí.
Alicia me mira, sin entender.
—¿Pero...? —dice ella, perdida.
—Han pasado algunas cosas y necesito estar en casa —le digo. Parte de mí desea volar de
vuelta a Minnesota y llorar en el hombro de mi madre—. Así que no puedo trabajar contigo por
ahora.
Alicia todavía no lo entiende. No me sorprende, pues mi excusa carece de detalles.
—Pero... —Sus ojos se llenan de lágrimas—. ¡Pero...!
—Está bien, Alicia —dice Seth suavemente—. Significa que voy a estar en casa por un tiempo,
¿vale?
—Además, vivo en la casa de al lado —le recuerdo—. Puedes visitarme cuando quieras, lo
prometo. ¡Espero que vengas a mi casa a jugar otra vez!
—¿Puedo? —Alicia jadea.
—¿Por qué no vas a la cocina, Alicia? —le pide Seth—. Voy a bajar y hacer el desayuno.
—¿Para Zoe también?
Seth me mira. Pero yo ya sé la respuesta.
—No, Alicia, tengo que irme a casa —digo suavemente.
—Oh —dice Alicia, decepcionada.
—¿Estás segura? —me pregunta Seth—. No me importa si...
—Estoy segura —lo interrumpo.
No lo miro. Siento un poco de frío y mucho dolor. No quiero estar más aquí. Siento como si me
hubieran rechazado de la peor manera posible. Seth puede ver algo de eso en mi cara, porque
asiente.
—Está bien —dice.
Abrazo a Alicia y luego salgo de la casa. Me cubro la cara con las manos y encorvo los
hombros, pero no puedo evitar que las lágrimas resbalen por mis mejillas. No es así como
esperaba que fuera todo. Y lo que es peor, ya echo de menos a Seth y a Alicia.
Saco mi teléfono del bolsillo y me tumbo en el sofá, mirando la pantalla oscurecida. Entonces
le envío un mensaje a Katherine.
«Seth y yo lo arruinamos todo. Perdí mi trabajo».
Pasa casi un minuto hasta que me contesta.
«¿Qué ha pasado?».
Hago una mueca.
«Te lo contaré más tarde».
«¿Quieres que te llame?».
Me rio sin humor. Es lo último que necesito ahora mismo. No puedo enfrentarme a hablar de
ello todavía.
Katherine me envía un emoji de cara triste, sabiendo lo que eso significa, y yo dejo mi teléfono
en la mesa de café. Debería levantarme y hacerme un café, o quizás incluso buscar agua y
aspirinas. Me duelen el cuerpo y la cabeza, y no puedo quedarme aquí todo el día. Pero no
consigo moverme, porque el corazón me duele más que nada. Una y otra vez, las palabras de Seth
resuenan en mi cabeza.
«Zoe... esto ya no funciona. Lo siento».
Más lágrimas recorren mis mejillas. Me sorprende lo mucho que duele esto, pero siento como
si me hubieran expulsado del lugar al que pertenezco.
Hicimos muchas cosas juntos. Alicia ha salido de su caparazón y se está preparando para la
escuela. Seth ha sonreído y reído más en las últimas semanas. Y la desesperada soledad que me ha
atormentado durante tanto tiempo se ha ido. Volví a tener gente en mi vida... y eran casi como una
familia.
Ahora todo eso se ha ido. Sabía que sentarme a tomar una copa con Seth era un error. Pero lo
hice. Porque lo quería tanto como él me quería a mí, y no había manera de que pudiera detenerme
después de sentir tanta electricidad entre los dos.
Ahora estoy sufriendo las consecuencias. Ya no tengo ni a Seth ni un trabajo. Tendré que
encontrar algo pronto. Tal vez pueda rogar al gerente de la tienda de mascotas que me devuelva el
trabajo, pero no creo que eso sea probable. Mi jefe nunca me dejará volver.
¡Hay demasiadas cosas que resolver! Pero no ahora. Ahora solo quiero llorar la pérdida.
Adoro a Alicia, y me encanta trabajar con ella. Va a ser difícil no poder ayudarla más. Y en cuanto
a Seth… ¿Cuándo crecieron mis sentimientos tanto como para sentir el corazón roto? ¿Cuándo
pasé de desearle a querer ser parte de su vida, aunque eso significase que nunca lo tendría?
No sé la respuesta a mis preguntas. Pero sí sé una cosa, y es que en algún momento me enamoré
de Seth,
Ahora es demasiado tarde para hacer algo al respecto. Seth ha dejado claro sus sentimientos, y
ha elegido alejarme para protegerse a sí mismo y a su hija.
Lo comprendo. Pero eso no lo hace más fácil.
Capítulo 22

Seth
Jason fue comprensivo cuando le dije que me tomaría la próxima semana de vacaciones mientras
decido qué hacer. Ya conoce el procedimiento, y me envía por correo electrónico todo lo que
necesito revisar.
Alicia es el principal problema, ahora mismo.
Como era de esperar, le dio un ataque cuando Zoe no apareció el lunes. El domingo por la
mañana no entendió bien lo que estaba pasando. He visto a Alicia tener berrinches, pero el que
tuvo el lunes cuando le dije que Zoe no vendría, que me quedaría con ella a partir de ahora, fue
épico. Gritó y lloró, y se tiró al suelo hasta que se puso azul.
Tres días después, Alicia ha descendido a un silencio hosco. Se sienta en silencio y ve la
televisión, come cuando yo se lo digo, y pasa horas abrazando a su muñeca con fuerza. Apenas me
mira o me responde, y tengo que convencerla de que se siente conmigo. En su mente debe de
verme como la razón por la que Zoe no va a volver. No está equivocada, en realidad.
Creo que mi pequeña está deprimida. Esperaba que Alicia no estuviera tan conectada con Zoe
como para que su partida la afectara tanto, pero parece que he subestimado el vínculo entre las
dos. Lo cual es estúpido, ya que Alicia ha llegado a preguntar si Zoe podría ser su madre. Alicia
no lo habría preguntado si no lo deseara en serio.
Me sorprende lo mucho que a mí también me duele la pérdida de Zoe. Hasta ahora no he sido
consciente de que me he enamorado de ella. Creo que empecé a notarlo cuando mi padre me
recordó el aniversario de la muerte de Rose, aunque no quise ponerle nombre a esa emoción
porque era demasiado grande y aterradora de comprender.
Ahora, sin embargo, Zoe se ha ido, y me quedo con una hija deprimida y con unos sentimientos
que me atacan salvajemente, por haber enviado lejos a la única persona por la que he sentido algo
profundo desde la muerte de Rose.
Con un suspiro, entro en la habitación de Alicia. Está jugando tranquilamente en el suelo con
sus muñecos. Tiene en la mano una muñeca pequeña con cara de querubín, y hay otras dos
muñecas —un muñeco y una muñeca—, a los que ha sentado uno enfrente del otro como si
estuvieran hablando. El simbolismo es imposible de pasar por alto.
—¿Alicia? —pregunto—. Es la hora del almuerzo.
Alicia me dirige una mirada perdida.
—Vale —dice después de un largo momento.
—¿Quieres ir al parque después del almuerzo?
Alicia sacude la cabeza. No ha querido ir a ningún sitio desde el lunes. Mi móvil suena en ese
momento, y lo miro con tristeza para ver otro correo electrónico de Jason. El trabajo ha sido lo
único que me ha mantenido cuerdo estos últimos días. Al centrarme en él, puedo fingir que Zoe no
ha dejado un agujero en mi corazón.
De repente, tengo una idea para intentar sacar a Alicia de su ostracismo.
—Alicia —la llamo suavemente. —¿Quieres ayudarme a dibujar en el estudio?
—¿Dibujar qué? —pregunta sorprendida.
—Ropa —digo, sonriéndole ligeramente.
Los ojos de Alicia se iluminan. Le encanta mi trabajo cuando se lo enseño. Le encanta el papel
especial que utilizo y los bocetos que surgen de debajo de mi mano. Y le encanta verlos cobrar
vida; cuando sale un nuevo catálogo de ropa siempre me siento con ella y se lo enseño. No diseño
tanto estos días. Tengo un equipo de diseñadores que están bajo mi estricto mando. Estoy más
ocupado dirigiendo la empresa.
Pero lo que necesito ahora es una salida creativa, y tengo la sensación de que Alicia también.
—Vamos —la animo—. Me vendrían bien algunas ideas nuevas.
Alicia lo piensa y luego asiente con la cabeza, poniéndose de pie y agarrando a Julie con
fuerza. Me sigue por las escaleras, y se anima aún más cuando abro la puerta del estudio.
—¿Puedo usar el papel? —me pregunta.
Dudo. Ese papel es caro, pero Alicia me mira con los ojos tan brillantes, que me encuentro
asintiendo con la cabeza.
—Por supuesto —digo—. Ven y siéntate en esta silla; podemos trabajar en esta mesa.
Mi banco de trabajo, que está frente a mi escritorio, es lo suficientemente grande para que
ambos nos sentemos cómodamente.
—¿Qué dibujo? —pregunta Alicia.
—Lo que quieras. —Sonrío, entregándole un lápiz afilado.
Ella se levanta y se pone a trabajar, y yo me rio al verla tan feliz. Yo también me pongo a
dibujar, trazando líneas cuidadosas. Dibujo un vestido con amplio escote que baja hasta la rodilla,
y luego trazo algunos pliegues para que fluya hacia afuera. Dibujo dos tirantes finos que se cruzan
cuidadosamente en la espalda. Estoy a punto de coger el color rojo, ya que era el favorito de
Rose, pero me encuentro agarrando el púrpura.
Cuando termino, me retiro. Es solo un bosquejo, y el diseño en sí es simple, pero ya me
empiezo a sentir mejor. Trato de imaginar a Rose con este vestido, la falda fluyendo alrededor de
ella con el viento. Sin embargo, a diferencia de otras veces, la imagen de Rose no me llega. En
cambio, aparece Zoe en mi mente, metiéndose su cabello oscuro detrás de la oreja mientras me
sonríe suavemente. Recuerdo que el púrpura es el color favorito de Zoe, y puede que sea por eso
por lo que lo he cogido.
Me cubro la cara con las manos. No voy a ganar, ¿verdad? No importa lo que haga, Zoe va a
seguir en mi mente sin importar lo que yo haga. Tal vez he sido un cobarde alejándola de nosotros,
pero…
—¡Papá, mira!
Miro el dibujo de Alicia. No me sorprende lo que veo. Hay una casa deforme al fondo, un
círculo garabateado encima que debe de ser un sol, y tres personas sonriendo. La figura más
pequeña está en medio de las otras y es Alicia. Las otras dos están a cada lado. Una figura lleva
pantalones cortos y pelo negro, y la otra lleva minifalda y pelo marrón. Solo podemos ser Zoe y
yo.
Mi corazón se acelera. Este es el deseo de Alicia. ¿Es egoísta de mi parte sacar a Zoe de
nuestras vidas por mis miedos?
«¿A quién estás protegiendo realmente? ¿A Alicia o a ti?».
No puedo negar que también estoy protegiendo mi propio corazón, pues ya ha sido destrozado
una vez en esta vida. No podría manejarlo una segunda vez. Sin embargo, nos estoy negando a los
tres lo que tanto queremos.
—Es un dibujo muy bonito, Alicia —digo con una sonrisa de dolor.
Alicia me mira con ojos suplicantes. Sé lo que va a decir antes de que lo diga.
—¿Podemos visitar a Zoe? —pregunta.
Dudo.
—Démosle un par de días más —decido.
Zoe, probablemente, no quiera verme ahora mismo… Aunque sé que solo es una excusa.
Podemos visitarla el fin de semana, cuando ambos nos hayamos calmado. Mientras este
pensamiento cruza mi mente, cierro los ojos y suspiro. Me arrepiento de haber dejado ir a Zoe.
Deseo que no sea demasiado tarde.
Capítulo 23

Zoe
Ha sido difícil dormir los últimos días. En mis sueños solo aparece el cuerpo de Seth, su sonrisa,
su risa, la mirada de sus ojos... La mayoría de las noches me despierto jadeando y dolorida por la
necesidad. Y cuando soy consciente de que Seth se ha ido, me hundo.
Cuando deje de doler tanto, me prometo a mí misma que iré a visitar a Alicia. Ella no merece
ser castigada porque los dos adultos sean idiotas. Tal vez hasta la invite a jugar y le muestre
algunas de mis nuevas pinturas.
A pesar de todo, la inspiración me ha golpeado. Es probable que el devastador dolor me haya
dado algo en lo que concentrarme. No está terminado, y me pican los dedos por coger el pincel y
continuar el trabajo. El bosquejo inicial ya está hecho, y paso mis dedos sobre las líneas. El
cuadro me pone terriblemente triste, pero, de alguna manera, también me ayuda, como si hubiera
puesto todo lo que siento en él.
Alcanzo el pincel, y estoy a punto de meterlo en la pintura amarilla cuando suena un golpe en la
puerta, como si alguien se hubiera chocado con ella. Salto, sorprendida por el sonido. Entonces
alguien pulsa el timbre con un toque apresurado y frenético, y doy un paso atrás, preguntándome si
debo llamar a la policía.
Hasta que escucho una voz familiar.
—¡Zoe! Por favor, Zoe, por favor, ¡abre!
Es Seth y parece desesperado. Mi corazón late de miedo y me apresuro hacia la puerta
principal. Seth está al otro lado, con la ropa deshecha y sudando como si hubiera estado corriendo
durante mucho tiempo. Su cara se derrumba de alivio al verme.
—Te juro, Seth, que si esto es una especie de truco...
—No es un truco —dice, sus ojos suplicando—. Por favor, Zoe... ¿está Alicia aquí?
Mi corazón se hunde.
—No, no está —digo—. ¿Por qué, qué ha pasado?
La expresión de Seth se desmorona, y parece que está a punto de llorar.
—Ha desaparecido —dice—. Ha estado... deprimida los últimos días, pero hicimos una
actividad juntos que la animó. —Sacude la cabeza—. No importa. Lo que importa es que he
subido a su habitación una hora después de acostarla, y ya no está en ella.
—¿Estará escondida en algún lugar de la casa?
—He mirado en todos los sitios. ¿Sabes en qué lugar podría estar? —Sacudo la cabeza—.
Maldita sea —maldice Seth, pasándose la mano por el pelo—. Pensé... cuando vi el dibujo pensé
que ella podría venir a tu casa.
—¿Qué dibujo?
Seth vacila, y luego saca un papel doblado y de buena calidad de su bolsillo.
—Por esto ha estado deprimida —dice Seth mostrándome el dibujo.
Cierro los ojos, porque me arden al mirar el dibujo.
—No he actuado como un buen padre, y también te he herido a ti. Lo siento.
—No es solo culpa tuya —digo al instante—. Ambos podríamos habérselo puesto más fácil en
lugar de desaparecer.
Los labios de Seth se retuercen en una mueca.
—No sé qué hacer ahora. No tengo ni idea de dónde ha ido.
Miro el dibujo y entonces me viene una idea.
—¿Y si ella pretendía venir aquí?
—¿Qué quieres decir? —pregunta, confundido.
Me muerdo el labio.
—¿Y si tenía la intención de venir a casa y no recuerda cuál era?
—Podría haber ido por el camino equivocado —dice Seth, con la cara blanca—. Podría
haberse perdido.
Nos miramos el uno al otro, golpeados por el horror. Si Alicia salió de su casa y giró a la
izquierda en vez de a la derecha... podría estar completamente perdida. Una niña de cinco años en
una gran ciudad a las diez de la noche.
—Déjame vestirme. —Entro en la casa apresuradamente—. Vamos a buscarla.
Corro hacia mi habitación y agarro un par de jeans y una camiseta con rastros de pintura.
Vuelvo a la puerta principal y encuentro a Seth en mi sala de estar, mirando la hora en su teléfono.
—Gracias —dice con la voz ronca cuando vuelvo.
—¿Se lo has dicho a alguien más?
—Todavía no —dice—. Esperaba que estuviera en casa o aquí…
—Si no la encontramos en treinta minutos, pediremos ayuda. Alicia no es estúpida. Cuando se
dé cuenta de que está perdida, se detendrá. No creo que haya ido muy lejos.
—Eso espero —susurra Seth.
Pongo mi mano en su hombro, haciendo que me mire. Me encuentro con sus ojos por primera
vez desde el domingo.
—Vamos a encontrarla —le prometo—. Y nos disculparemos con ella, ¿de acuerdo?
—Bien —dice Seth, enderezando los hombros—. ¿Por dónde deberíamos empezar? Tú
conoces estas calles mejor que yo.
—Hemos caminado mucho por los alrededores y la he llevado a varias tiendas.
—Iré por esa zona.
—Yo iré por el otro lado —digo—. Le mostré el recinto ferial en el que se celebrará el
carnaval, así que podría haberse dirigido hacia allí.
—Llámame si la encuentras. Yo haré lo mismo.
Salimos de mi casa. Las calles están oscuras, iluminadas solo por la luz de las farolas. Incluso
la luna se esconde detrás de las nubes, haciendo que el mundo parezca más oscuro de lo normal. A
lo lejos retumban los truenos, y recuerdo la predicción de esta mañana de que la lluvia estaba en
camino. Es una noche miserable para estar en las calles. Alicia debe de sentirse aterrorizada.
Tenemos que encontrarla.
Nos separamos y empezamos a buscarla en direcciones opuestas.
El recinto ferial está a solo diez minutos a pie de mi casa. Pero corro la mayor parte del
camino, mientras repito cada oración que se me ocurre para que encontremos a Alicia sana y
salva. Cuando llego al recinto ferial, me detengo. Me arden los pulmones y me duelen las piernas.
Observo las puertas cerradas. ¿Se habrá agachado Alicia bajo ellas? Es lo suficientemente
pequeña para hacerlo, pero yo no puedo.
—¿Está bien, señora?
Veo a un hombre mayor sentado en un banco con su esposa, que tiene la cabeza apoyada en su
hombro. Él me sonríe suavemente.
—¿Perdón? —pregunto estúpidamente.
—¿Necesita ayuda? Parece desesperada.
—Yo… ¿Lleva mucho tiempo aquí?
—Alrededor de media hora.
—Estoy buscando a una niña... Puede que haya venido por aquí —le digo—. Es así de alta... —
Hago una seña—. Tiene el pelo rubio y lleva...
Me detengo. No sé lo que lleva puesto.
—Lo siento, no la he visto —dice el anciano, disculpándose—. ¿Cree que entró en la feria?
—No lo sé. —Hay una bola de ansiedad y pavor en mi pecho.
—No hay forma de entrar ahí hasta por la mañana, pero tal vez podamos llamar a alguien. ¿Hay
un número en la puerta?
—No, que yo pueda ver. —Mis hombros se desploman—. Puede que ni siquiera esté ahí
dentro, de todas formas. Era solo una suposición, porque...
Porque fue el último lugar al que fuimos juntas.
—Espero que encuentre a su niña —me dice el anciano.
Le ofrezco una sonrisa enferma y tiemblo ligeramente. No sé qué hacer. Sigo adelante y,
entonces, mi teléfono suena. Es Seth, y lo cojo rápidamente.
—La tengo —dice antes de que pueda decir nada—. Está aquí... estaba en el parque.
El parque... Casi me derrumbo por el alivio que siento.
—Voy a sentarme y hablar con ella un rato... Está muy alterada —continúa Seth—. ¿Tú estás
bien?
—Ahora sí —le digo—. ¿Quieres que vaya mañana y...?
—Esta noche —dice Seth, cortando la frase—. ¿Puedes venir a casa? Dejé la puerta sin cerrar.
—De acuerdo. Os veo en un rato —digo, aliviada.
Corto la llamada y me quedo quieta durante varios segundos, respirando profundamente,
sintiendo que todas mis preocupaciones se desvanecen. Seth tiene a Alicia, está a salvo.
—¿Buenas noticias? —pregunta el anciano.
—Sí... la hemos encontrado —digo, con una sonrisa llorosa.
—Me alegro —asiente el hombre.
Pienso en lo horrible que pudo haber sido, pero respiro profundamente y me estabilizo.
Capítulo 24

Seth
Trato de recordar la ruta que Zoe toma para ir a las tiendas. Me cruzo con casas altas y árboles
enormes, sus ramas se mecen con el viento, largas sombras en el suelo. Debe de ser aterrador para
Alicia. Entonces veo el parque, que está escasamente iluminado. Lo escudriño con atención, y
entonces escucho un débil sonido. Me quedo quieto, apenas me atrevo a respirar.
Vuelvo a escucharlo. Un pequeño sollozo ahogado.
—¿Alicia? —pregunto, temblando.
Entonces el arbusto cercano cruje y una niña rubia sale detrás de él.
—¡Papá! —Alicia solloza y se me abraza fuertemente.
Dejo salir un grito de alivio y caigo de rodillas, abrazando a Alicia. Mi corazón se aligera al
instante.
—¡Lo siento! —solloza, agarrando mi camisa con sus pequeñas manos—. ¡Lo siento! ¡Solo
quería ver a Zoe!
—Lo sé. —Aprieto los ojos cuando las lágrimas empiezan a caer—. Lo siento, Alicia, esto es
culpa mía, debería haber hablado contigo de esto. Zoe también está aquí, te está buscando...
Estaba tan preocupada, y yo también.
—Zoe vive en la puerta de al lado, ¡pero no pude encontrar su casa, y... y...!
—Está bien —la tranquilizo de nuevo.
Alicia sigue llorando amargamente y yo la sostengo, meciéndola suavemente. Al final, sus
sollozos se calman y coloca la cabeza en mi hombro, totalmente agotada. Es entonces cuando
llamo a Zoe para avisarla, debe de estar muy preocupada. Le digo que la tengo y que me gustaría
que viniera esta misma noche a casa. Ella acepta. Entonces cortamos la comunicación y vuelvo a
respirar profundamente.
—Alicia —digo suavemente—. Vamos a sentarnos en ese banco y a hablar, ¿vale?
Asiente con lágrimas en los ojos. El viento es frío y me estremezco; no he pensado en coger una
chaqueta. Alicia, en cambio, fue lo suficientemente lista como para ponerse la suya, e incluso se
puso las botas.
—Alicia, ¿entiendes que estuvo mal salir corriendo así? —le pregunto—. Me preocupé mucho
cuando no pude encontrarte.
El labio inferior de Alicia tiembla.
—Quería encontrar a Zoe.
—Lo sé —le digo—. Y es culpa mía.
—Es que… no entiendo por qué Zoe ya no puede venir. ¡Quiero verla! —Llora de nuevo.
Suspiro. Somos tontos, los dos. ¿Cómo podíamos esperar que Alicia entendiera que Zoe, a
quien tanto quiere, desapareciera de su vida de repente?
—Lo siento —digo—. Deberíamos habértelo explicado mejor, aunque no es que haya una
buena explicación, salvo que Zoe y yo somos un par de idiotas.
Alicia me frunce el ceño y yo esbozo una sonrisa tímida. Nos quedamos en silencio durante un
rato. Ella balancea sus piernas y mira su regazo, y yo continúo sintiéndome aliviado. Ha sido la
hora más angustiosa de toda mi vida.
—¿Por qué viniste aquí cuando no pudiste encontrar la casa de Zoe?
Sus ojos me miran con tristeza.
—Me gusta venir al parque con Zoe y contigo.
Suspiro y estiro la mano para abrazarla de nuevo. Ella entierra su cara en mi hombro.
—Arreglaremos esto, de alguna manera —le prometo—. Tú y yo vamos a hablar con Zoe, y lo
arreglaremos.
Necesito hacerlo, por el bien de Alicia. Me he pasado todo este tiempo alejándome de Zoe por
el bien de Alicia y, ahora, para hacer feliz a mi hija, necesito acercarme de nuevo.
No sé si es lo correcto. Sé que no puedo controlar lo que siento por Zoe, especialmente, ahora
que sé lo que se siente al perderla. Si la invito de nuevo a mi vida, sé que me estoy abriendo a la
posibilidad de que suceda algo más entre nosotros.
Pero no quiero perder a Zoe otra vez.
—¿Podemos hacer galletas para Zoe? —me pregunta en voz baja.
—Podemos hacer muchas galletas —le prometo—. Podemos hacer algunas más con forma de
rosas. —Alicia me sonríe—. ¿Volvemos a casa? —sugiero—. Creo que Zoe nos está esperando.
Alicia levanta la cabeza, con los ojos bien abiertos.
—¿En serio? —jadea.
—En serio. —Sonrío. —¿Lista para irnos?
Alicia asiente con la cabeza. Está muy cansada, así que le permito que se suba a mi espalda,
con sus brazos alrededor de mi cuello. Camino despacio y siento el corazón ligero. Alicia está de
vuelta conmigo, y el mundo se ha llenado de luz. Sé lo que necesito hacer ahora. Zoe y yo
necesitamos hablar para llegar a algún tipo de decisión. Cuando llego a casa, Alicia se ha
quedado dormida. Las luces están encendidas, así que sé que Zoe está allí.
Cuando atravieso la puerta principal, Zoe aparece desde la cocina. Su cara está pálida y tensa,
pero se relaja instantáneamente al ver a Alicia a mi espalda.
—¿Está dormida? —pregunta en voz baja.
—Está exhausta —digo con una pequeña sonrisa—. Se va a decepcionar, tenía muchas ganas
de verte.
—Yo también quería verla, pero puedo esperar a mañana. Bueno, debería...
—Quédate —digo, y ella se queda congelada—. Voy a acostarla y luego… deberíamos hablar.
—Su cara no tiene expresión—. Si quieres.
Sus ojos estudian mi cara. No estoy seguro de lo que está buscando, pero debe haberlo
encontrado porque asiente con la cabeza.
—Está bien. Pondré la tetera. ¿Quieres café?
—Por favor —le digo—. Ha sido una noche larga.
Capítulo 25

Seth
Estoy muy cansado, pero intento que no se note cuando Zoe entra en la cocina, frotándose la cara
con la mano para ahogar un bostezo.
—Lo siento, es tarde —me disculpo.
Los dos estamos cansados, pero necesito hablar con ella. Hay una extraña tensión en el aire que
indica lo importante que es esto.
—Estoy bien —dice—. Correr con el frío que hace despierta a cualquiera.
—Lo siento —repito—. Gracias por ayudarme.
—No hice mucho —señala Zoe—. Tú eres el que la encontró.
—Claro que hiciste. Me diste una dirección para empezar. No la habría buscado por esa zona
si no hubiera sido por ti.
—¿Por qué terminó deteniéndose en el parque? No está exactamente cerca.
—Cuando no encontró tu casa, decidió ir allí porque tiene buenos recuerdos de ti.
—Oh —dice Zoe en voz baja, y se le hunden los hombros—. Le enseñé demasiado bien las
calles.
—No, es gracias a ti que está a salvo. Cuando no llegó a su destino, se dirigió a un lugar donde
se sentía protegida.
Zoe me ofrece una pequeña sonrisa. La miro con determinación; lo creo plenamente.
—Hablando de su deseo de encontrarme... —Cierra los ojos un momento—. Debí haberla
llamado o visitado. Estaba tan centrada cuidando de mis sentimientos heridos que no pensé en
ella.
—No eres la única —aseguro.
El aire entre nosotros se vuelve más pesado.
—Si sirve de algo, Seth, entiendo por qué te sientes así.
—No quiero que lo entiendas —digo. Zoe me mira sorprendida y yo me armo de valor—. No
tienes que entender que he sido un cobarde.
—¿Qué?
—Estaba huyendo —continúo—. Te alejé porque tenía miedo y cuando te acercaste demasiado
me distancié por completo. Eso no fue justo. Estos últimos tres días sin ti... Hay muchas cosas de
las que me arrepiento, y me voy a arrepentir de mi decisión durante mucho tiempo, porque me he
justificado tras la endeble excusa de que te apartaba por el bien de Alicia cuando, en realidad, es
que era incapaz de enfrentarme a ser herido de nuevo.
—Eso también es comprensible, Seth —dice Zoe—. Pasaste por una experiencia horrible con
la muerte de Rose.
Frunzo el ceño. De alguna manera, su comprensión me irrita. No quiero que lo entienda. Creo
que me sentiría mejor si me gritara.
—No importa —digo firmemente—. Lo que importa es el hecho de que he cometido un terrible
error. —Ella suspira—. No puedo alejarme de ti —confieso—. Cuando estamos juntos en la
misma habitación, mis ojos te siguen. Quiero oírte hablar y reír todo el tiempo… —vacilo. No
estoy listo para decir eso, todavía—. Te deseo tanto, todo el tiempo. Te quiero en mi vida, y me
asusto lo mucho que te necesito.
Zoe me mira fijamente. Y entonces, para mi horror, se ríe a carcajadas. Esa no era la reacción
que esperaba.
—Supongo que no recuerdas mi confesión, ¿verdad? —dice mientras se calma. Sacudo la
cabeza—. Seth, he intentado llamar tu atención desde el momento en que te vi. Podrías haberme
pedido que hiciera cualquier cosa, y la habría hecho, sin hacer preguntas. Cuando me diste este
trabajo, decidí intentar acercarme a ti. —Sonríe—. ¿No pudiste apartar tus ojos de mí? Eso es
porque quería que me miraras. Solo me detuve cuando me enteré de lo de Rose. Decidí intentar
ser tu amiga y, entonces... —Se encoge de hombros—. No pudo ser.
Dejo salir una risa incrédula. ¿Ella había tratado de seducirme? ¿Significa eso que todas esas
veces que se inclinaba, me guiñaba el ojo, se estiraba lentamente, me rozaba... eran sus intentos de
seducción increíblemente efectivos?
—Por Dios, Zoe —digo, sacudiendo la cabeza—. No sé si maldecirte por seducirme, o
maldecirme a mí mismo por ser tan idiota. —Yo también sonrío y nos invade un silencioso
entendimiento. Exhalo con lentitud y cierro los ojos brevemente. Ahora sé lo que haré. Lo único
que puedo hacer.
—Te quiero en mi vida —digo en voz baja—. Para ser la niñera de Alicia. Y para ser mi...
Para estar en mi vida de la manera que quieras.
Los ojos de Zoe se oscurecen.
—¿Lo dices en serio?
—Desde luego.
—¿Y no volverás a alejarte de mí?
—No. —Coloco la mano en su mejilla y sonrío cuando se inclina hacia ella—. Quiero saberlo
todo de ti y explorar cada centímetro de ti.
Me mira y, de repente, su sonrisa se vuelve malvada.
—No hay mucho de mí que no hayas visto, a estas alturas.
Me ahogo en una risa. Mi diversión, sin embargo, se convierte en pasión cuando ella se acerca
y me mira desafiantemente. El aire que nos rodea vuelve a ser más pesado, pero esta vez por una
razón completamente diferente.
—Pero no me importará si quieres echar otro vistazo —susurra.
Sonrío ligeramente y me inclino, mis labios rozando ligeramente los suyos. Ya me he prometido
a mí mismo que no huiré más.
—Me gusta cómo suena eso —ronroneo.
Sonríe contra mis labios y se acerca tanto que sus pechos presionan el mío. Capturo sus labios
en un beso ardiente. Zoe está aquí, está en mis brazos. La quiero y ella me quiere a mí. Nada más
importa.
Ella retrocede, su lengua se enreda con la mía y yo presiono la parte baja de su espalda. Mi
otra mano asciende bajo su camisa, rozando sus caderas y su estómago.
Cuando se retira, ambos jadeamos buscando aire.
—¿Al dormitorio? —pregunta.
—Sí —digo, y luego sonrío—. Necesito una cama adecuada si voy a follarte toda la noche.
—Dios, sí —gime.
Salimos corriendo de la cocina y subimos las escaleras. De repente, recuerdo la primera vez
que hicimos esto, cuando la ayudé a quitarse la camisa empapada en la que se había quedado
atascada. Sabiendo lo que sé ahora sobre sus intenciones originales cuando vino a trabajar
conmigo, es realmente gracioso que ese, su intento de seducción más exitoso, fuera un accidente.
Tan pronto como entramos en mi dormitorio, Zoe me empuja hacia atrás con una mirada
depredadora.
—Quiero saborearte —me dice, lujuriosa—. Quiero sentir cada centímetro de ti en mi boca
mientras te chupo hasta dejarte seco. Luego quiero ponerte duro otra vez para que puedas
follarme.
El aliento se me atasca en la garganta y ella me sonríe. Luego se aleja y yo parpadeo,
confundido. Ella empieza a quitarse la camisa con lentitud, pasando los dedos sobre su piel
mientras avanza, y a mí se me seca la boca. Me está haciendo un striptease.
—No mires hacia otro lado, y tampoco te toques —me dice.
Poco a poco, se revelan centímetros de su piel hasta que se saca la camisa por la cabeza,
despeinando aún más sus rizos. Queda en sujetador y vaqueros, y quiero acercarme para tomarla
en mis brazos. A continuación, se desabrocha el sujetador, y se saca los tirantes de un brazo y otro,
manteniendo las copas en su lugar. Entonces lo deja caer y sus pechos rebotan, los pezones se
endurecen en el aire fresco. Empieza a jugar con la cremallera de sus vaqueros.
—Mírate —me dice—. Estas a punto de reventar.
Mi erección está presionando incómodamente contra mis pantalones. Quiero masturbarme, pero
sé que no duraré mucho si lo hago.
—Casi hemos terminado. —Sonríe.
Se baja la cremallera y se pasa los pantalones por las caderas. Entonces se da la vuelta y se
inclina, ofreciéndome una panorámica estupenda de sus nalgas, que mueve hacia mí. Mira por
encima del hombro y me sonríe, sabiendo que me está torturando.
—Quiero follarte tan fuerte —jadeo, presionando mi mano contra mi erección; incluso esa
pequeña presión en mi polla me hace ver las estrellas.
—Lo sé.
Se endereza y se baja las bragas. Ahora está totalmente desnuda mientras se acerca a mí. Me
empuja hacia atrás hasta que mis rodillas golpean una silla, obligándome a sentarme.
—Echemos un vistazo, ¿sí? —ronronea, cayendo de rodillas ante mí.
Ella tira de la banda elástica de mis pantalones, y yo levanto las caderas, desesperado por su
toque. Ella los desliza y se lleva también mis calzoncillos. Mi polla se levanta orgullosa, libre de
sus confines.
—Voy a chupártela —promete Zoe.
Su boca está sobre mí, y echo la cabeza hacia atrás. Su boca se mueve constantemente sobre mi
polla, chupando, lamiendo y tragando, conduciéndome a un frenesí de pasión. Yo trato de alzar mis
caderas, pero Zoe me sujeta y se saca la polla de la boca con una sonrisa malvada.
—Todavía no, Seth —dice—. Me toca a mí. Tan pronto como hayamos terminado, puedes
follarme tan fuerte como quieras.
Mis manos le agarran el pelo, impidiendo que baje la cabeza a mi polla una vez más.
—Voy a follarte tan fuerte que seguirás sintiéndome la semana que viene —le prometo.
Ella sonríe y baja la cabeza mientras suelto su pelo. Me rindo a su toque, todo mi cuerpo
arqueado en la silla.
Esto es lo que necesitaba, todo este tiempo, y no voy a dejarla ir otra vez.
Capítulo 26

Zoe
Tener este tipo de control sobre Seth es embriagador. Está siguiendo cada una de mis demandas,
sometiéndose a mi toque y retorciéndose debajo de mí. Mis manos agarran sus caderas mientras
bajo mi cabeza y envuelvo mis labios alrededor de su polla una vez más, mi lengua rozando su
longitud y enroscándose alrededor de la punta.
Sin embargo, no puedo evitar estremecerme al pensar en lo que está por venir. Sé lo fuerte que
Seth puede follarme, y no puedo esperar a tenerlo dentro de mí una vez más, aplastándome contra
el colchón y hundiéndose profundamente dentro de mí.
Introduzco su polla un poco más en mi boca y él silba.
—¡Sí! —dice—. Tómala toda. Chupa todo lo que tengo.
Le doy una larga mamada y no puedo evitar que las caderas de Seth se doblen. Rápidamente,
relajo mi garganta mientras su pene se desliza más profundo de lo que esperaba. Me lleva un
momento ajustarme a la sensación, y tengo que retroceder un poco antes de volver a chupar.
Esta vez me muevo con sus caderas, levantando mi cabeza ligeramente mientras empuja hacia
arriba. Empiezo a jugar con sus pelotas, frotándolas y pellizcándolas mientras se ahoga y se
retuerce. Su agarre en mi pelo es un poco doloroso, pero me encanta lo que le hago.
—Zoe, voy a correrme —jadea.
Ahueco mis mejillas y chupo fuerte. Con un grito estrangulado, Seth se corre y se vacía en mi
boca. Sigo lamiendo su polla, que se ablanda rápidamente, y luego me lamo los labios mientras lo
miro.
—Me encanta tu sabor —digo—. ¿Quieres probarlo?
No le doy la oportunidad de responder. Me acerco para ponerle una mano en la nuca y lo
arrastro a un beso ardiente, metiendo su lengua en mi boca. Su lengua se arremolina alrededor de
mis encías.
—No hemos terminado todavía. —Rio—. Ahora me follarás, tal y como prometiste.
Quiero sentir cada parte de Seth en mí. No hace falta mucho más para que su polla se
endurezca. Jadea en mis atenciones, hipersensible después de haber tenido un orgasmo, y se
retuerce indefenso en su silla mientras froto mis dedos alrededor de la punta.
—Mírate, tan ansioso —me burlo—. ¿Qué quieres, Seth?
—A ti —gruñe, mirándome con ojos salvajes.
Un escalofrío me atraviesa.
—Entonces, toma todo de mí.
Me levanto y lo arrastro conmigo, presionando mi cuerpo contra el suyo una vez más. Es
diferente esta vez; ambos estamos desnudos, excepto por la camiseta que lleva Seth, y me deshago
de ella rápidamente. Paso mis manos por su suave pecho, sintiendo sus músculos. Araño sus duros
pezones, y él gime contra mi garganta.
Doy un paso atrás y lo arrastro conmigo a la cama. Me tumbo en ella, sentada en el borde, y él
se coloca entre mis piernas, que yo envuelvo alrededor de sus caderas. Siento su polla y me
estremezco con su calor palpitante. Está completamente duro.
—No sabes lo bien que te ves en este momento —dice Seth en voz baja—. Tus labios están
rojos y tu cuerpo tiembla, desesperado porque te folle.
—Sí, fóllame fuerte —le suplico.
Seth se inclina y me besa profundamente. Sus dedos encuentran mis pechos y me pellizca los
pezones de la misma manera que yo pellizqué los suyos. Las chispas vuelan en mi piel y rompo el
beso al echar la cabeza hacia atrás.
—Tan necesitada, Zoe —canturrea Seth—. Necesitada de que mi polla esté en ti, pero tienes
que esperar. Primero te voy a llevar al borde de la locura antes de follarte.
Mis ojos se ponen en blanco. Suena deliciosamente tortuoso. Sé que es su venganza por lo que
le acabo de hacer, y gimoteo mientras me retuerzo contra él. Jadeo mientras sus dedos acarician
mi estómago, y luego va un poco más abajo. Casi me olvido de respirar cuando presiona sus
dedos contra mi entrada, burlándose al no entrar en mí. Sé que pretende prolongar esto tanto
tiempo como pueda.
Su otra mano traza círculos alrededor de mi pecho. Sus ojos se encuentran con los míos y leen
la lujuria que siento. Entonces, agarro su mano y lentamente envuelvo mis labios alrededor de sus
dedos. El aire que nos rodea se vuelve eléctrico, chisporroteando a nuestro alrededor. Seth apenas
respira mientras le chupo los dedos, enroscando mi lengua alrededor de ellos de la misma manera
que lo hice con su polla. Mi mirada se vuelve desafiante.
—¿Y bien? —le pregunto—. Tu turno.
—Eso no es jugar limpio.
Sonrío y suelto sus dedos.
—Tú tampoco juegas limpio —le digo.
Nos miramos fijamente. Luego, sin ningún acuerdo previo, nos movemos. Los dedos de Seth se
deslizan dentro de mí justo cuando vuelvo a poner sus dedos en mi boca, chupándolos con fuerza.
Los dedos de Seth entran y salen, sus uñas rascando mis paredes internas. Jadeo y dejo caer la
mano de Seth mientras me mete un tercer dedo sin avisar, las yemas de sus dedos presionan mi
punto G antes de retirarse de nuevo.
—Yo gano —dice Seth con una risita oscura. Retira sus dedos. Están resbaladizos con la
humedad de mi cuerpo, y sus ojos están fijos en mí—. Tienes que probarte a ti misma —dice—.
Es justo que tú hagas lo mismo, ¿no crees?
Presiona sus dedos húmedos contra mis labios y yo los abro, invitándolo a empujarlo hacia
adentro. Chupo la humedad que hay en ellos. Cuando los retira, nos detenemos un momento,
jadeando. Mis piernas tiemblan de necesidad y su polla está dolorosamente dura contra mí.
Ninguno va a durar mucho más al ritmo que vamos.
—Seth —me quejo—. Fóllame, ahora.
Sus manos encuentran mis caderas y las agarra con fuerza.
—Como quieras —dice—. Voy a follarte duro y profundo, Zoe, exactamente como te gusta.
Gimoteo, esta vez sin palabras. Esto es lo que siempre he querido. Las últimas veces fueron
increíbles, más de lo que podía haber imaginado. Pero hay algo especial en que ahora estemos
aquí porque queremos estar, y no solo porque las circunstancias han contribuido a unirnos
accidentalmente. He elegido a Seth, y Seth me ha elegido a mí.
Mientras se enredan nuestras lenguas, lo siento entrar en mí, su polla rompiendo el anillo de
músculos de mi vagina, y jadeo contra su boca, haciéndole profundizar el beso mientras me
penetra centímetro a centímetro. Él rompe el beso y jadeamos con fuerza. Su cara se cierne sobre
la mía, y él es todo lo que puedo ver y sentir en este momento. Mi mundo entero se ha reducido a
su cuerpo y a la polla que late en mi interior.
—Muévete, Seth —gimoteo—. Te necesito.
Seth se mece contra mí, su polla se desliza sobre las paredes de mi vagina, y las chispas vuelan
mientras roza mi punto G, haciendo que mis ojos se cierren y mi espalda se arquee. Luego
comienza a retroceder, deslizándose burlonamente hacia afuera con lentitud. Puedo sentir los
músculos tensos de su cuerpo, y está temblando de necesidad al igual que yo, pero quiere
controlarse. Se retira hasta que solo la punta está dentro de mí.
Luego vuelve a golpear, duro y profundo, y yo grito, con los ojos en blanco. Después de eso,
Seth marca un ritmo agotador, sus caderas se mueven hacia dentro y hacia fuera, acelerando a
medida que encuentra su ritmo. Levanto las caderas para encontrar sus empujes, que me aplastan
contra el colchón con cada golpe de su polla.
—¡Más! —Lloro—. ¡Más rápido! ¡Más profundo!
Los empujes de Seth se aceleran aún más y mis piernas ceden, pero él me obliga a engancharlas
alrededor de sus caderas. La posición le da un nuevo ángulo para empujar, y golpea mi punto G
cada vez, haciendo que se me oscurezca la visión. Quiero quedarme así para siempre, sintiéndolo
a él y a sus empujes.
—Estoy tan cerca, Zoe. Córrete conmigo.
Intento aguantar tanto tiempo como puedo, pero pronto dejo de luchar. Me estremezco, mis
músculos se aprietan alrededor de Seth, mientras mi orgasmo me golpea tan fuerte que me
desmayo momentáneamente. Seth se mete en mi cuerpo un par de veces más, y termina por
correrse con la misma fuerza que yo.
Es increíblemente intenso, diferente a los demás orgasmos. Ha sido más íntimo, nos ha
conectado no solo en cuerpo, también en alma.
Finalmente, Seth sale de mí y me estremezco al sentir mis músculos sensibles. Se derrumba a
mi lado, tan exhausto como yo. Sin decir una palabra, casi por acuerdo tácito, nos metemos debajo
de las sábanas. Hay una pequeña parte de mí que se preocupa por el mañana. Esto ya ha sucedido
antes, y no ha terminado bien. Él parece intuir lo que pienso y coloca una mano sobre mi hombro.
—Duerme, Zoe —murmura—. Te prometo que todo estará bien por la mañana.
Permito que el movimiento relajante de su mano me conduzca al sueño. Entonces, como si
hablara en la lejanía, oigo su voz una vez más.
—Te quiero —susurra.
No sé si recordaré esas palabras por la mañana, ni siquiera estoy segura de si estoy o no
soñando. Pero sonrío de todos modos, y me acurruco en el calor que me rodea.
Capítulo 27

Seth
Me despierto antes que Zoe y permanezco en la cama estudiando sus rasgos, suaves en el sueño.
Está en mis brazos, su cabeza en mi hombro, y no puedo ni pensar en apartarla. En cambio, la
acerco y cierro los ojos.
Recuerdo las palabras que le susurré mientras se dormía. Una sonrisa curvó sus labios al
oírlas, aunque no sé si las recordará. Me he enamorado de Zoe Jones; esta es la verdad de la que
he pasado todo este tiempo huyendo.
Miro la foto de Rose, pero no me trae ningún dolor. Rose era especial para mí. Siempre será
especial para mí, lo sé. Pero ella ya no está aquí. Y yo sí. Como si presintiera mis reflexiones,
Zoe se agita y abre los ojos con un parpadeo. Se le ve feliz porque sigo en la cama junto a ella, y
los dos sonreímos.
—Tenemos aproximadamente quince minutos antes de que Alicia irrumpa en la habitación —le
informo.
—Estoy deseando verla. —Zoe bosteza y abre los ojos de nuevo—. ¿En qué estabas pensando?
—En Rose —digo honestamente—. Sé lo que ella pensaría de esto. Se alegraría. Sin embargo,
ella no va a desaparecer. ¿Estás de acuerdo con eso?
—Por supuesto, Seth, sé lo mucho que Rose significa para ti. —Sonríe suavemente—. Me
siento honrada de que también puedas hacer un hueco en tu corazón para mí.
Mi corazón se hincha de amor. ¿Cómo he tenido tanta suerte de tener a esta mujer en mis
brazos, sobre todo después de lo mal que lo he hecho?
—Será mejor que nos levantemos —suspira Zoe—. ¿Tenemos tiempo para una ducha?
—Una rápida —le advierto.
Me hace una mueca y se desliza fuera de la cama. Mueve sus caderas desnudas mientras camina
hacia el baño, y me guiña el ojo por encima del hombro antes de cerrar la puerta.
Gimoteo y me froto la cara. Ella va a ser mi muerte.
Nos las arreglamos para ducharnos y vestirnos en diez minutos. Miro al pasillo. No hay sonido
de movimiento desde la habitación de Alicia, pero eso no me sorprende. Ella debe de estar
agotada después de lo de anoche.
—Vamos —susurro.
Sintiéndonos algo infantiles, pasamos sigilosamente por la habitación de Alicia. Ella está
empezando a removerse, y nos apresuramos a bajar las escaleras, a la vez que reímos. Una vez en
la cocina, pulso el interruptor de la cafetera.
—¿Café? —le pregunto a Zoe.
—Sí, por favor. —Se apoya en la mesa del comedor con un bostezo. Luego me mira con una
expresión contradictoria—. Después de que Alicia se despierte... hay algo que me gustaría
mostrarte.
—¿Mostrarme? ¿Qué es?
—Te lo mostraré en su momento —dice Zoe con firmeza.
Abro la boca, quizás para intentar que me lo diga, pero entonces oigo pasos estruendosos
arriba que cruzan el pasillo, y oigo que la puerta de mi habitación se abre de golpe. Hay una
pausa, y luego Alicia baja corriendo las escaleras.
—¡Papá, me dejaste dormir! —La oigo gritar—. ¡Eché de menos a Zoe!
Se mete en la cocina aún en pijama, con la cara roja de ira. Sin embargo, se tranquiliza cuando
ve a Zoe allí de pie.
—Hola, Alicia. —Sonríe Zoe—. Nos diste un verdadero susto anoche.
Los ojos de Alicia se llenan lentamente de lágrimas. Luego, con un sollozo, se lanza hacia
adelante hasta caer en los brazos de Zoe.
—¡Zoe! —Envuelve sus brazos fuertemente alrededor de su cintura—. ¡Te he echado de menos!
—Yo también te extrañé, Alicia.
Con una pequeña sonrisa, observo cómo Alicia llora entre los brazos de Zoe, que le acaricia el
pelo en silencio y le permite sacarlo todo. Preparo dos tazas de café y, cuando Alicia empieza a
calmarse, preparo también un tazón de cereales.
—Voy a volver a ser tu niñera, Alicia. —El rostro de Alicia se ilumina—. No tienes que
aguantar más a tu padre.
—Oye —replico—. Soy una gran niñera.
—¿Cocinaste? —me pregunta Zoe levantando una ceja.
Frunzo el ceño. Zoe sabe muy bien que no sé cocinar. Paso por alto que Alicia y yo hemos
vivido de comida china barata los últimos días. Alicia se ríe. El sol de su sonrisa ilumina la casa,
ahuyentando la oscuridad que se había instalado aquí desde el lunes. Me siento aliviado al verla
tan alegre de nuevo.
—¿Significa eso que podemos ir al carnaval? —pregunta emocionada.
—Por supuesto —digo, antes de que Zoe responda—. Iremos los tres juntos, ¿qué te parece?
Alicia parece casi mareada de felicidad.
—No llega hasta dentro de una semana o así —advierte Zoe—. Así que tenemos que ser
pacientes hasta entonces.
—Pero podemos empezar a hacer planes —añado, sonriendo—. Dejaré que Jason se ocupe de
la oficina por mí; cada día es más competente.
—¿Jason? —pregunta Zoe con curiosidad.
—El seacretario de papá —dice Alicia pronunciando la palabra con cuidado. Dudo que sepa
lo que es un secretario.
—Me ayuda en la oficina cuando tengo que buscar una niñera —explico.
—Alicia, ¿te gustaría venir a mi casa un rato después del desayuno?
—¡Si! —exclama Alicia.
Tengo curiosidad por eso que me dijo que quería mostrarme, pero ahora es el momento de
ambas. Siento que me va a explotar el corazón. Estoy tan feliz que no puedo expresarlo con
palabras. Alicia es feliz y Zoe está de vuelta con nosotros.
Todo es perfecto.

Vamos con Zoe a su casa. Siento una intensa curiosidad, sobre todo, porque Zoe esquiva mi
mirada.
—¿Te gustaría dibujar, Alicia? —pregunta—. Tengo algunos lápices de colores para ti.
Alicia aplaude y Zoe la sienta a la mesa del comedor con papel y lápices de colores. Luego se
aclara la garganta.
—Por aquí —dice, conduciéndome a la habitación de invitados. Parece extrañamente nerviosa
—. Eh... Hay un cuadro que empecé, y creo que deberías verlo.
Hasta ahora, Zoe se ha negado a mostrarme sus cuadros. La sigo hasta la habitación y me
detengo cuando lo veo. Es solo un boceto de tres flores sin color, pero ya puedo ver lo hermoso
que será. Me acerco a él y paso mi dedo sobre la rosa dibujada, y miro a Zoe.
—La inspiración regresó después de que me despidieras —dice Zoe, aclarándose la garganta.
—Pero, ¿qué significa? —pregunto, perdido.
Zoe se ríe, parte de su vergüenza desaparece.
—Es una rosa —dice—. Es una rosa hermosa, pura y llena de amor. Es... es una rosa.
Rose... mi querida difunta esposa. Rose. Miro el cuadro con nuevos ojos y, de repente, me doy
cuenta de lo que Zoe está haciendo.
—Esto es un girasol —señala Zoe—. Hermoso y brillante, girando hacia el sol mientras
despliega lentamente su capullo, floreciendo con la luz adecuada. Para...
—Alicia —termino, me arden los ojos. Me vuelvo hacia la última flor—. ¿Y esta?
—Una amapola roja —dice Zoe en voz baja—. En el lenguaje de las flores... habla de pasión,
pero también de sacrificio y recuerdo.
Paso mis dedos por encima de esa flor. Entiendo exactamente por qué Zoe eligió representarme
en ella. Para cualquiera que mire este cuadro, son, simplemente, tres hermosas flores que se
entrelazan entre sí, conectadas para siempre.
—¿Hay espacio para otra? —pregunto en voz baja.
Me muestra un punto en blanco en el lienzo, justo entre la amapola y el girasol. Es la posición
perfecta.
—¿Qué flor escogerías? —me pregunta Zoe levantando una ceja.
—Un narciso. —Sonrío.
La frente de Zoe se arruga.
—¿Por qué un narciso?
—Un narciso representa un nuevo comienzo. Creo que te representa bien.
Zoe se ruboriza y yo le extiendo la mano para atraerla y besarla suavemente.
—Ya has oído lo que ha dicho Alicia —digo en voz baja—. Ahora nosotros también somos tu
familia.
—¿Y si rompemos?
Sé que me está poniendo a prueba, y yo la beso de nuevo.
—Entonces, sucederá sin más —digo, simplemente—. Pero nos centraremos en el presente.
Además, Alicia nunca me dejará volver a despedirte, así que deberías prepararte para estar a
largo plazo con nosotros.
—Puedo manejarlo. —Ríe—. Aunque, hablando de la familia... los míos van a querer
conocerte cuando se lo diga. Y mi mejor amiga, Katherine... ¿La he mencionado?
—De paso.
—Somos como hermanas. Pero vas a tener que esforzarte por caerle bien, porque está
dispuesta a colgarte de las pelotas.
La miro fijamente, horrorizado.
—¿Por qué?
—Bueno, necesitaba alguien con quien hablar mientras tú te comportabas como un idiota. —Se
encoge de hombros—. Pero no te preocupes, ya haremos algo para aquietar sus impulsos
homicidas. —Ríe.
Le sonrío y le paso un brazo alrededor de los hombros. Detrás de nosotros, Alicia dibuja
felizmente. No puedo sentirme más feliz en este momento.
Epílogo

Zoe
Tres años después
—¡Zoe!
Salto, y casi se me cae la bandeja del horno al oír el fuerte grito. El pequeño gato calicó que se
ha estado restregando en mis tobillos atraído por el olor de la comida, salta sorprendido.
Coloco la bandeja cuidadosamente sobre la mesa, justo cuando una niña rubia de ocho años
entra en la cocina vestida con una falda azul y una camisa blanca abotonada. Sonrío al verla con el
uniforme de la escuela, con la cola de caballo balanceándose sobre sus hombros.
—Hola, Alicia. —Cojo al gato del suelo y lo abrazo. Después de mucha deliberación,
compramos el gatito y lo llamamos Sophie—. ¿Tuviste un buen día?
—¡Si! —Deja su mochila sobre la mesa—. ¡Tengo deberes!
—¿Qué tipo de deberes? —pregunto con curiosidad, al tiempo que me quito los guantes de
cocina. Sophie ronronea, sin preocuparse en absoluto de que haga malabares mientras lo hago—.
¿Necesitas ayuda?
—¡De ninguna manera! ¿Por qué no estás vestida todavía?
Parpadeo, perpleja.
—Estoy vestida.
—No, ¿por qué no estás vestida para esta noche? ¿Dónde está tu vestido especial?
Rio al entender lo que dice.
—Todavía es pronto. Tu padre aún está en el trabajo.
Alicia se desinfla.
—Pero quería verlo...
Seth y yo hemos planeado una cena para esta noche. No es frecuente que salgamos solo
nosotros dos, especialmente, porque tenemos que buscar a alguien que se quede con Alicia. Hoy,
sin embargo, ella parece más emocionada por el evento que yo. La miro con curiosidad,
levantando una ceja.
—¿Porque quieres que me ponga ya el vestido?
—Porque es precioso, y porque quiero verte con él antes de que me marche con la abuela y el
abuelo.
Miro la hora. Son las cuatro de la tarde. Nuestra reserva es para las siete, y Seth estará en casa
entre las cinco y media y las seis. Quizás podría empezar a prepararme.
—¿Podrías echarle un ojo a estas galletas por mí? Pensé en prepararlas para tus abuelos.
—¿Puedo comerme una?
—Todavía no, están muy calientes —digo con una sonrisa—. Ahora deberías hacer tus deberes
mientras me ducho.
—Vale —dice, al tiempo que abre su mochila.
Deposito a Sophie en la mesa. El gato me mira, sin impresionarse, pero se distrae con Alicia
cuando ella le rasca la oreja. Subo a la habitación y, mientras busco ropa interior limpia, pienso
en los cambios que han ocurrido en mi vida en los últimos tres años.
Seth y yo funcionamos de maravilla como pareja. Hemos discutido por cosas de la
convivencia, pues a él le irrita que la pintura se seque en mi ropa, y a mí que él deje calcetines
sucios en el baño, pero nos amamos como locos. Hace casi un año, Seth me pidió que me mudara
con él, así que vendimos mi casa y renovamos una de sus habitaciones para crear un estudio para
mí.
Cojo mi ropa y cierro el cajón. Cuando miro hacia arriba, veo el lienzo que está colgado en la
pared. Cuatro hermosas flores se enroscan juntas: una rosa, un girasol, una amapola y un narciso.
Le regalé el cuadro a Seth y él decidió colgarlo en su dormitorio.
Ese cuadro permitió que se abrieran las compuertas. La siguiente pintura que completé, la llevé
a la tienda de arte local y la exhibieron hasta que alguien la compró. No gano mucho dinero con
mis pinturas, pero por fin estoy haciendo aquello que amo.
Me ducho y luego me maquillo. Seth me dijo que iríamos a un sitio elegante y quiero
esmerarme.
Cuando termino de maquillarme, asomo la cabeza por la puerta del dormitorio.
—¿Todo bien, Alicia?
—¿Ya estás vestida? —me pregunta ansiosa desde abajo.
—Cinco minutos más. —Sonrío y voy hacia el armario.
El vestido lo eligió Alicia. Me había rogado que la llevara conmigo cuando fui a comprarlo, y
se enamoró de un vestido largo de color púrpura, con una falda fluida y un escote en v. El material
es suave, con una tela transparente en la parte superior que brilla a la luz. Alicia dice que me hace
parecer un hada. Salgo de la habitación y los ojos de Alicia se abren al verme, pero antes de que
ninguna pueda decir algo, Seth aparece por la puerta de la entrada y fija sus ojos en mí.
—Estás preciosa —murmura.
—Seth. —Me sonrojo ligeramente por el elogio—. Llegas temprano.
—Salí tan pronto como pude. —Sonríe—. Me alegro de haberlo hecho. Estás impresionante,
Zoe.
—¡Ahora los zapatos! —exclama Alicia.
—De ninguna manera —digo al instante—. Mis pies no me perdonarán que me ponga tacones
dos horas antes de irnos. Esperaré a que nos vayamos.
Alicia hace pucheros y yo me rio, revolviéndole el cabello. Frunce el ceño y se retira a su
habitación en un suspiro.
—Está más emocionada por esta noche que nosotros —le digo.
—Le encanta visitar a sus abuelos.
Lo miro con recelo. Hay algo secreto en su sonrisa. Hace tiempo que siento que me oculta algo,
aunque me he contentado con esperar a que esté listo para decírmelo.
—Voy a darme una ducha y a vestirme —dice Seth, aflojando su corbata. Me da un beso rápido
en los labios al pasar por delante de mí.
Suspiro felizmente, y me dirijo a la cocina para ver si las galletas ya están listas para
colocarlas en un recipiente.
Alicia nos abrazó cuando la dejamos con los padres de Seth, y luego Matt nos llevó a la ciudad. A
pesar de mis preguntas, Seth se niega a decirme a dónde vamos exactamente.
—Ya lo verás —dice.
Finalmente, me rindo y me dedico a conversar con Matt, ignorando a Seth durante el resto del
viaje. Seth me sonríe, sin preocuparse en absoluto. Finalmente, llegamos al sitio, y mi mandíbula
cae.
—¿El Meritage? —pregunto con los ojos abiertos como platos—. ¿Es en serio?
—¿No dijiste que querías venir aquí? —pregunta, divertido.
—Sí, pero... —exhalo con fuerza—. ¡Me alegro de que me hayas obligado a vestirme bien!
Nunca habría ido al restaurante Meritage si no estuviera con Seth. Ubicado en el muelle, con
una hermosa vista del puerto y de la ciudad, es un lugar ostentoso y maravilloso. Casi me siento un
poco incómoda cuando pisamos la alfombra de felpa y caminamos a través de las puertas doradas,
viendo el ambiente del restaurante con sus manteles perfectamente blancos y la suave música que
suena.
Estoy tan fascinada mirándolo todo que apenas presto atención al anfitrión que sale a nuestro
encuentro y saluda a Seth. Después, nos llevan hacia una pequeña mesa colocada junto a la pared.
Seth retira mi silla para que tome asiento y luego se sienta frente a mí.
—Esto es asombroso, Seth —suspiro, incapaz de dejar de mirar a mi alrededor.
—Me alegro. —Sonríe con suavidad—. Quería llevarte a un lugar especial esta noche.
—Habría sido especial incluso si me hubieras llevado de picnic. Cualquier lugar es especial
contigo.
Aparece una camarera y nos da los menús. Miro las diferentes opciones mientras Seth pide una
botella de vino. Mi estómago ruge, pero no sé qué elegir.
—Os daré unos minutos para que miréis el menú —dice la camarera con una sonrisa.
—Gracias —le digo. Sacudo la cabeza ante Seth—. Todo tiene una pinta increíble. Sería feliz
pidiendo un filete.
—Podemos pedirlo. —Seth se ríe—. Pide lo que quieras, Zoe. Y si nos queda hueco después
de la cena, también habrá postre.
Yo me echo a reír.
Cuando nos decidimos, la camarera trae la botella de vino, nos llena las copas y luego toma
nota. Seth levanta su copa con una sonrisa.
—Por nosotros —dice.
—Por nosotros.
—Y por los nuevos comienzos.
Mientras bebe su mirada está enfocada en mí.
—Creía que nuestro nuevo comienzo empezó hace tres años —bromeo.
—Hay muchos comienzos diferentes —dice Seth con una sonrisa.
Entonces, lentamente y ante mis aturdidos ojos, se levanta de su silla y se arrodilla ante mí.
Saca una pequeña caja negra de su bolsillo. Los comensales a nuestro alrededor guardan silencio,
pero estoy tan conmocionada que apenas noto sus ojos sobre nosotros.
—Zoe —dice Seth, y me trago el nudo de la garganta—. Hace tres años fui un idiota. Tenía
tanto miedo de lo mucho que significabas para mí, y de lo profundamente que te metiste en mi
corazón, que fui un cobarde. Ahora, no me arrepiento lo más mínimo de haberte abierto mi
corazón. Me has devuelto a la vida, algo que no pensé que sucedería después de la muerte de
Rose. Estuviste ahí para mí y para mi hija cuando más te necesitábamos, y cada día desde
entonces ha sido una aventura tras otra. Te quiero mucho, y ahora quiero realizar un nuevo viaje
contigo.
Abre la caja a presión. El anillo interior es delicado y plateado, y los diamantes brillan bajo la
luz del restaurante. Es hermoso.
—Zoe Jones —dice Seth—. ¿Te casarías conmigo?
Solo hay una respuesta que puedo dar.
—Sí —digo, y las lágrimas se derraman por mis mejillas—. ¡Sí, por supuesto!
Me lanzo hacia él pasándole los brazos alrededor de los hombros, y lo beso profundamente.
Ahí es cuando me doy cuenta de que tenemos público, pues el restaurante entero estalla en
aplausos. Los dos reímos.
—Te quiero —dice, sacando el anillo de la caja.
Le doy la mano y él lo desliza sobre mi dedo. Me rio ante un recuerdo que me sobreviene.
—Imbécil —digo—. ¡Por eso me mediste todos los dedos de la mano hace dos meses!
—Bueno, no podía medirte solo el dedo anular porque me habría delatado. —Ríe—. ¿Estás
sorprendida?
—Mucho. No sabía que quisieras casarte de nuevo, aunque yo estaba feliz de estar contigo de
la manera que fuera—. Miro el anillo y sonrío—. Pero esto me hace muy feliz. Te quiero mucho.
Me besa de nuevo y se pone de pie para poder volver a su asiento. Sus ojos brillan de alegría.
—No puedo creer que Alicia se las arreglara para mantener esto en secreto. —Ríe—. Encontró
el anillo hace dos noches.
—¡Por eso está tan emocionada! Me sorprende que no te haya llamado ya para saber si me lo
has pedido.
—Por eso me he dado prisa.
Los dos reímos.
—¿Señor, señora? —La camarera deposita dos copas de champán espumoso sobre la mesa—.
Por favor, tomen esto, es por cuenta de la casa. Felicitaciones por su compromiso.
—Gracias —le digo.
—Su cena estará lista pronto —añade sonriéndonos. Agarra los menús y se marcha.
—Supongo que podemos esperar a planear la boda… —comento.
—De ninguna manera —dice Seth al instante—. Quiero que seas mi esposa cuanto antes, así
que planearemos la boda de inmediato. Podemos fijarla para el año que viene. Una boda discreta.
—A los periódicos no les gustará eso —advierto—. Todos los medios de comunicación van a
querer estar allí.
—Es mi boda, puedo hacer lo que quiera —asegura.
A Seth no le gustan los medios, especialmente, después de que una revista especulara el año
pasado que yo solo estaba con él por su dinero. Él la demandó por calumnias.
—Una boda tranquila suena bien —digo, imaginándola—. Alicia va a querer elegir mi vestido.
—¿La dejarás? Sé que ella eligió tu vestido de esta noche.
—Pero no mi vestido de novia —digo con un guiño—. Ese es mío.
—Buena suerte —dice Seth levantando su copa.
Los dos nos reímos de nuevo. Estoy tan mareada de felicidad ahora mismo… Tengo a Alicia y
tengo a Seth, y una vida por delante para disfrutarla.
Si te ha gustado este libro también te gustará
Todo comenzó como un juego… hasta que se me fue de las manos.
Isobel es mi secretaria. Una muchacha dulce, joven e inocente que me tienta con su
presencia.
Un día le propuse un juego atrevido. Creía que no lo haría, pero me sorprendió al
obedecerme.
Desde entonces el juego se ha vuelto cada vez más picante y siento que mi autocontrol se
está desvaneciendo.
Isobel es inocente. Y aún así, me encuentro cayendo más y más bajo su hechizo. A medida
que se acerca el final, me consume una necesidad salvaje.
Una cosa es segura.
Quiero más que su dulce inocencia.

También podría gustarte