Está en la página 1de 3

Pienso que en mi pubertad me dejaba llevar por mi curiosidad y me animaba a plantear

mis deseos a lxs otrxs. He tenido juegos sexuales con chicas y chicos ¿desde cuándo
empezó a importarme el género de las personas?¿Qué hago ahora con mi libido tan en
cautiverio?

Tengo cuatro  recuerdos sensoriales, borrosos y tergiversados de mi excitación


buscando un cauce.

Estamos de vacaciones en Mar de Ajó con mi papá, su novia y sus hijxs. Con el mayor,
entre risas y rubor, atravesamos una atracción nueva y sensual que nos arrebata cuando
estamos cerca. Nos hicimos unxs amigxs en la playa, que ahora están en nuestra casa.
Jugamos al cuarto oscuro y escondidxs en el placard nuestras bocas se rozan:
respiramos agitadxs nuestro aliento tibio, nos besamos quietxs en la oscuridad, nos
reconocemos expectantes pero sin hablar. Parece que es notorio lo que nos pasa, nos
cargan y todxs nos reímos.  No podemos ni queremos evitarlo. ¿Será que siempre me va
a atraer lo prohibido? Aprovechamos cada momento de soledad para acariciarnos los
labios.

Estoy con Lucía, en su habitación, en su cama, está arriba mío, usa la pierna de un
muñeco a modo de pene por debajo de su pantalón. Esa tarde nos turnamos para asumir
el “rol masculino”. A ella se le ocurrió la idea que, de manera implícita consta de: estar
arriba, portar el pene improvisado y ser más activa. Tenemos diez y once años. Nos
exploramos. Elsa va a llegar tarde así que estamos tranquilas. Nos frotamos vestidas, sin
tocarnos la piel, solo nos damos un beso dubitativo y  apretado, abrimos un poco la boca
pero nuestras lenguas no se tocan. Practicamos para estar preparadas para nuestra
“primera vez” (gracias a la temible charla que “siempre libre” nos dió hace unos días en
la escuela). Ahora que lo pienso mi primer beso fue con mi mejor amiga de la infancia
como juego preparatorio de lo real que ¡claro! eran los varones. Como si ese beso con
mi amiga no hubiera existido en realidad. Ese primer beso nacido de la urgencia de
experimentar para entendernos a nosotras y al mundo, cuidarnos y acompañarnos.

Estoy con Julio, el hijo de Florean, el primo medio retrasado de mi papá. Es un poco
más grande que yo, es moreno, flaco y alto. Tiene una sonrisa tímida que me gusta y
rulos. Estamos en el garage techado pero sin puertas de mis abuelos maternos. Más
exactamente en el 147 azulado del abuelo Luis, en la parte de atrás observándonos los
genitales. No sé cómo llegamos hasta ahí.  Nos tocamos temerosxs y fugazmente, me
acaricia suave. Seguimos mirándonos. El hecho de que nos puedan descubrir me
enciende secretamente. Una húmeda y acalorada complicidad me electriza en
resonancia con sus dedos que juegan con mi clítoris. (Todavía no sé que ese es su
nombre ni que sólo existe para el placer, aunque algo intuyo). Él no me pide nada y yo
no puedo más que disfrutar y temer ante la posibilidad del escarnio familiar.  Un grito
nos alerta de que tenemos que salir del auto rápido y alinearnos antes de llegar a la
galería del jardín. Otra vez mi abuela nos llama para tomar la merienda: nos preparó la
leche y un sándwich de jamón, queso y mayonesa. Mis mejillas están rojas y mis ojos
esquivos, ella pregunta mirándome ¿qué hacían adentro del auto?: Jugábamos abuela le
respondo rápido y como restándole importancia a su interrogatorio moralista,
disimulando la vergüenza y colmada de secreciones internas que estimulan mi sistema
nervioso.
Estoy en mi casa, en esta donde ahora escribo, pero antes de las dos remodelaciones, en
la habitación de mis padres, con  las vecinitas de al lado, no recuerdo ni sus caras ni sus
nombres, extras en mi vida, no como Lucía y Julio. Una tiene el pelo largo creo. La
carga erótica y sensorial de esta última imagen es más baja. Estoy empezando a tomar
conciencia. Tengo siete años, la vecina es apenas más grande. Jugamos y nos reímos
sentadas en la cama, veo el respaldo de madera con formas redondeadas. Ella deja el
espejito de marco verde que tiene en la mano, se saca los zapatos con los pies, se
acuesta sobre el acolchado marrón, se levanta un poco la pollera, se corre la bombacha y
me dice que la mire mientras abre las piernas. La hermanita de la vecina juega sola en el
piso. Veo por primera vez una vagina tan de cerca, me llama la atención, me intriga.
Verla me hace  pensar en la mía ¿se verá así también? Me doy cuenta que nunca antes
me miré los genitales. Me explica que cuando sos grande te sale un líquido, que es
normal, que a mi también me va a pasar pero a ella antes que a mi porque es más
grande, que a ella se lo explicaron. Desconfío. Estoy atenta y cautelosa ella habla todo
el tiempo. La nenita interrumpe el momento. La vecina de pelo largo se acomoda la
bombacha, se arregla la pollera y se pone a jugar con su hermana. Mientras tanto yo
agarro el espejo, me corro la bombacha y enfrente de dos niñas desconocidas, veo mi
vagina por primera vez. Me parece compleja e inquietante.
Un tiempo después los vecinos se mudaron y yo comienzo oficialmente a masturbarme:
aprieto las piernas, me acaricio, presiono mi clítoris, contengo la respiración: con mucha
dificultad y sin penetrarme llego al orgasmo.
Descubro el erotismo.
Me emancipa y empodera saber que puedo generarme tanto placer.

-----------------------------------------------------------

Antojo de caricias orales


Pajas lentas
que saborean el deseo
de disolverme bajo tu lengua.
Siento el cosquilleo eléctrico
en mi pelvis
de gata ronroneante.

-------------------------------------------------------------

Me alboroto pensando
en mis placeres,
inhalo profundo,
exhalo lentamente
y continúo.

Pienso en los hombres con los que tuve sexo,


en mis amantes favoritos,
en mis expectativas
tantas veces superadas por la realidad.

Mando dos mensajes:


miércoles y sábado,
los veo un día a cada uno
mientras fantaseo
con un encuentro entre los tres.

-----------------------------------------------

Me desnudo frente al espejo del baño.


La remera roza mis pezones,
que comienzan a exagerar su forma.
Vuela el short y la bombacha al mismo tiempo.
Entro a bañarme.
El agua corre siguiendo las líneas de mi cuerpo.
Vibran tus frases porno dentro de mí.
Me relajo
enjabono
acaricio
pellizco.
Me recorro con los dedos
como si fueras vos empujando en mi interior.
La espuma forma burbujas ardientes
que estallan en mi pelvis
y se derraman como lava orgásmica
haciéndome acabar con grititos cortos y gemidos fuertes.

También podría gustarte