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Viviendo mi juventud.

Prólogo:

Recuerdo que las mejores fiestas se dieron en aquel verano del 2018. Empezaba
a sentir las maravillas de la secundaria, fiestas, alcohol, sustancias para alucinar,
sexo, el placer en su máxima expresión. Ya no vivía con las inseguridades del
pasado, todos disfrutábamos nuestro mejor momento, nadie se quedaba atrás,
hasta los más puritanos fueron felices en aquellos días. Recuerdo todo aquello y
quisiera poder borrar un momento, solo ese, cometí un millón de errores, pero
daría lo que fuese por deshacerme de ese.

Un nuevo mundo

Escucho la alarma y extiendo mis brazos para buscar el teléfono, con intenciones
de posponer la, pero no lo consigo, lo que hace más sencillo levantarme. Espero
que este año sea distinto y no la porquería de año que fue el año pasado.
Tercero de secundaria era distinto, el penúltimo año. Los privilegios, las
aventuras, las chicas, todo cambiaba. Aún así me subí al coche sin demasiadas
ilusiones, después de todo la suerte nunca solía estar de mi lado.

-Voy a llegar tarde al trabajo Daniel, tendrás que irte caminando la próxima vez.
-Ay mamá -me quejo.
-Solo intenta dormirte menos tarde y estar en el auto a tiempo.
-Sí mamá, sí -digo con desganas potenciales.
- ¿Cómo te sientes? Es tu primer día de tu penúltimo año.
- Ay mamá, no vamos a hablar de cursilerías.
-Pablo solo te pregunto, intento comunicarme contigo.
-Sí, ajá. -Mamá se estaciona y yo salgo volando del auto.

Son las 8:30, llevo media hora de retraso, para mi fortuna estaban entregando
unos volantes y había revuelo en los pasillos, así que pude entrar sin problemas
al salón de clases. Horas y horas de escuchar sobre las exigencias de cada
maestro y sus métodos de evaluación hasta que por fin tenemos receso. Suena la
campana y todos saltan de sus asientos como niños de primaria hacia el patio. Al
salir observo a donde dirigirme, grupos formados, la gente riendo, comentando,
criticando a las chicas de octavo grado como de costumbre, los chicos de último
año manoteando a los de antepenúltimo año, y sí yo fui víctima de sus burlas y
manotazos el año pasado. Había deseado con todas mis fuerzas que ese año
terminara rápidamente, y cuando terminó desee que este fuese como de
costumbre el inicio de las grandes aventuras.
-Hay fiesta hoy en mi casa para celebrar este año – grita Selena subida en la
mesa. -Todos gritan.
-Bienvenidos capullos -grita el grandulón al lado de Selena. -Siento que me
empujan junto a un grupo.

Estamos ahí, mis compañeros y yo, siendo celebrados al nuevo mundo y los de
cursos inferiores aislados en la cafetería mirando, seguramente envidiando y
deseando que llegue su momento. Asistiría por primera vez a una gran fiesta, las
de Selena eran las mejores. Yo había ido a fiestas, y muy buenas, pero
incomparables con las organizadas por los de último año. Siempre había
asombrosos rumores de todo lo que pasaba y lamentablemente uno no tenía la
suerte de verlo en persona y mucho menos en las fotos tomadas como recuerdo.

- ¿Estás feliz? -Pregunta Jessica a mi lado.


-Siiiiiiii, clarooooo -grito.
- Que tal……. -no escucho con los gritos.
- ¿Qué? ¡te entiendo ¡- grito. -Me agarra por el brazo y me lleva a uno de los
banquitos bajo los grandes árboles del patio.
-Decía que, ¿Qué tal si vamos juntos a la fiesta?
-No es un baile de graduación Jessica.
-Ya lo sé estúpido, pero podemos ir juntos, me pasas a buscar.
-Sí, está bien.

Volvimos al grupo de gente que gritaba y se fotografiaba, cantaba y medio


bailaba, para luego seguir con las clases. Esas horas fueron eternas y los de
penúltimos años no nos concentrábamos, queríamos salir de allí e ir a vivir por
primera vez. Llegué a mi casa y empecé a buscar con qué iría, suena muy
afeminado, pero no sabía qué ponerme. A las 7 ya iba de camino a casa de
Jessica.
Jessica ha sido mi amiga desde el kínder, tuvimos un noviazgo espontaneo que
no sé si se podría llamar noviazgo, teníamos 12 años, luego se disolvió como la
fantasía que era y ni siquiera lo notamos, simplemente seguimos con nuestra
amistad de siempre, solo que sin besos. El año pasado fue una porquería para
todos, incluso para Jessica, había estado con un tipo de último año y se
difundieron unos vídeos íntimos de ella. Fue bastante duro y yo no sabía como
consolarla, gracias a Dios y por una extraña razón, sus padres no se enteraron.
Duró mucho tiempo para asimilarlo, afrontarlo y para que el resto de las
personas dejaran de mencionarlo. Yo temía por ella, siempre ha sido una chica
fuerte ante los demás, pero su capacidad de amar y de estar para otras personas
es fascinante. Estoy distraído, cuando la veo salir por la puerta me quedo atónito,
tiene un vestido largo rojo, abierto en su pierna derecha, hermosa como me lo
esperaba.
- ¿Dónde va tan radiante señorita?
-Con el caballero más varonil de esta noche a ver las estrellas -reímos.

Entramos y era una locura, como siempre, Selena se daba el lujo de traer a los
mejores Dj del país, internacionales, como fuese, su padre se encargaba de ello.
Selena no tenía que esperar que su padre no estuviese en casa por viajes de
negocios, como suele pasar en cualquier historia que se parezca al cliché de
nuestras vidas. Vaya que nuestra vida muchas veces se parece a las historias
americanas de la secundaria. A la derecha de la entrada vemos una mesa con
todo tipo de dulces y golosinas, papas fritas, carnes, palomitas, todo un bufé. A la
izquierda un gran refrigerador con solo cervezas, y más adelante un estante con
wisky. La gente amontonada bailaba y brincaba, todo un espectáculo. Me muevo
bailando y pierdo a Jessica de vista. Bailo, brinco, grito al igual que los demás y
siento la adrenalina en mi cuerpo, tomo una cerveza hasta el fondo para sentir el
ambiente, no Wisky, sería demasiado fuerte y terminaría mal en poco tiempo. La
música en vuelve mi cuerpo y dejo que fluya, bailo con cada músculo de mi
cuerpo y de repente siento que me tocan el hombro.

-Hola -me susurra al oído.


-Hola -tartamudeo.
-Soy Alicia.
-Un gusto, soy Pablo. -Alicia me coge de la mano y me lleva a bailar con ella.

Estuvimos un buen rato bailando música electrónica, dejando todo en la pista,


sentía su cuerpo de hermosa figura sobre mi pecho bailando.

-Vamos, busquemos una habitación.

La seguí un poco sorprendido y confundido a la vez. No sería mi primera vez así


que eso no me preocupaba, más bien me sentía sorprendido de que una chica
como ella se fijara en mi y encima tomase la iniciativa. Luego de una hora más o
menos, salimos del cuarto, cada uno, por su lado, me sentía usado de forma
jocosa y divertida. Salgo a la pista, bailo, tomo, juego con los de último año como
estrella de rock y me siento increíble.

En éxtasis

Abro los ojos y siento que mi cabeza trata de matarme, siento que todo da
vueltas, y observo a mi madre sentada a mi lado con un vaso en la mano. Me
insiste para que tome semejante barbaridad, una mezcla de especias, naranja, y
algunos de sus ingredientes para jugos verdes, toda una asquerosidad. Según mi
madre me ayudaría con la resaca más que una pastilla. Aproveché que salió a
comprar unas cosas y me dirigí a la farmacia. En el mostrador, una linda chica de
ojos café me atendía con mucha amabilidad y me daba su mejor recomendación
acerca de las pastillas contra la resaca. Intento prestar atención a o que dice,
pero su belleza me distrae, el escote poco pronunciado, pero bastante sexy en su
pecho hace que me descubra con los ojos en ellos, no parece sentirse incómoda,
me echa una mirada traviesa y ambos reímos. Hemos quedado esta tarde para
tomar un café. La verdad es que nunca llegamos al café, pasé a recogerla con la
excusa de no dejarla caminar, nos besamos de camino al café y nos desviamos a
su casa. Pensé detenerme, era mi segunda relación sexual en 2 días y sin
protección. Pienso en que debí comprarlos o ella debió tenerlos, trabaja en una
farmacia. Terminé por no detenerme, observo su cuerpo con detenimiento y no
veo nada que me indique que sea una chica descuidada en cuanto a su cuerpo y
su salud.

Al llegar a casa mi madre me pregunta dónde estuve, intento negarle que fui a
comprar una pastilla y le invento la excusa de que fui a visitar a Carlos. Carlos, era
un mujeriego de alto rango, todas suspiraba a sus pies, nunca entendí el motivo.
¿Qué puede ver una mujer en un tipo como él? ¿Qué podría yo ver en mujeres
que se fujan en tipos como él? Las engañaba, andaba con cualquiera, salía y en
cada fiesta, evento o reunión, ligaba con una chica nueva, sin mencionar que
cuando esa chica se marchara, si la fiesta seguía, Carlos conseguiría una nueva
conquista. Ni siquiera lo hacía discretamente, todo el mundo se enteraría al día
siguiente y él no se preocupa en ocultarlo.

-Pablooooo, la cenaaaa -gritó mi madre interrumpiendo mis pensamientos.


-Voyyyyy -le respondo de regreso. -Ella sabía que no iría hasta después de la
tercera llamada.

Bajo por las escaleras, y veo a Carlos allí sentado, mirando de una forma
indiscreta a mi madre, le doy una palmada en la espalda y lo miro con desprecio.

-Vamos Pablo, vine a visitarte -me dice con una gran sonrisa.

-Sí Carlos, eso veo. -Sabía que Carlos no lo hacía voluntariamente, es como si sus
ojos tuvieran que mirar cualquier dama que le pareciera atractiva, de una forma
no muy discreta.
-Tú mamá hace las mejores pastas -dice Carlos con media libra de espaguetis en
la boca.
-Lo sé Carlos, pero estas las hizo papá. -sonrío por lo que viene después de mi
comentario.

-Oh señor Castillo, discúlpeme, en serio. yo...yo -tartamudea como si hubiese


dicho algo demasiado grave.

-Descuida Carlos, me alegra que te gusten mis pastas -dice mi padre, observando
de forma extraña la forma en la que acaba Carlos con todo la cacerola de
espaguetis.

Terminamos de cenar, me vestí y Carlos y yo nos pusimos en marcha. Al salir veo


un Mercedes, diferente al que recuerdo, al parecer un nuevo regalo del papá de
Carlos. Iríamos a la fiesta de Sabrina. Las mejores fiestas eran las de Jessica y
Sabrina, todo tipo de alcohol y las mejores actividades locas, eran expertas en
convertir nuestros juegos de niños en nuevos juegos para "adultos"

Al llegar, vemos a Sabrina acercarse hacia nosotros, lleva un vestido tan corto
que no deja nada a la imaginación, un escote pronunciado en su busto y otro en
su espalda. Sabrina tenía uno de los mejores cuerpos entre las chicas de nuestra
generación, tan esculpido como si de una barbie se tratara. Carlos y ella habían
tenido algo el año pasado, nada serio, como era de esperarse. Carlos sale del
carro junto conmigo y abraza provocativamente a Sabrina, me sorprendía como
podían ser amigos, coquetearse y seguir como si nada, aun cuando Jessica, la
mejor amiga de Sabrina, se había enganchado sentimentalmente de Carlos, pero
ya eso es otra historia. Entramos y había decoraciones neón por todos lados,
pareciese como si celebráramos algo, pero no, según lo que cuentan era una
fiesta simple. Sabrina era la rival de Selena en cuanto a fiestas, era muy difícil
decidir quién de ellas era la anfitriona. Sin mencionar, que, en la fiesta de una, la
otra siempre buscaba la manera de lucirse. Imaginen eso, tu rival de fiestas se las
arregla para lucirse en tu propia fiesta, y lo logra.

Este es el último año de Carlos y se propuso extrañas metas, como el número de


chicas que quería conquistar antes de dejar la secundaria. A mi me estaba yendo
perfectamente según él, ya llevaba dos fiesta y dos chicas. Carlos decía que
subiría de nivel cuando lograra ligar con varias chicas a la vez. Siento que era
afortunado, iba en mi penúltimo año, pero desde la primaria ligaba muy bien, ya
había experimentado muchas cosas, eso me ayudaba a no ser un total novato en
ligar en estas fiestas, y a no quedar en ridículo. Mi mamá me advirtió que hoy
sería mi última salida a fiestas esta semana, que ya iban tres días seguidos y que
procurara no beber demasiado.

-Pablo -siento una mano en mi pecho.


-Sabrina.
-¿Cómo te la estás pasando? Es la primera vez que vienes a una de mis fiestas.
-¡Genial! Debo confesar que te la has lucido.
-Ya te acostumbrarás, haremos unas cuantas durante todo el año.
-Los de años anteriores no tendrán la suerte de venir a una de tus fiestas.
-Uy sí, que pena con esos bichos -dice riendo. -Toma apresuradamente el
contenido de su copa.
-Ese es el deber de ustedes los de penúltimo año, aprender y continuar con el
legado.
-Yo no seré de los que organicen las fiestas, eso te lo aseguro, además de que no
cuento con se presupuesto ni de broma.
-Tranquilo, estoy segura de que el grupo de Carlos y Stefan podrán con eso.
-¿Bailamos? -Pregunto por cortesía y sin imaginar que aceptaría.

Después de bailar un buen rato nos sentamos en la terraza con un grupo que al
parecer también se habían cansado de bailar. Hablamos sobre los chismes y
rumores que circularon en los últimos cuatro años, las bromas a los maestros y
estudiantes, todos los caos que muchos de nosotros dejamos como legado.
Cuando estaba en segundo de secundaria, Tommy, un chico con Autismo, tenía
problemas de incontinencia y algunos problemas con la movilidad de sus manos.
Un día, a unos amigos de Carlos se les ocurrió que sería divertido ponerle un
pañal, y así lo hicieron. El profesor de química nos informó que llegaría unos
minutos más tarde, así que levantaron a la fuerza al chico de su silla, le bajaron
los pantalones delante de todo el salón, mientras Tommy gritaba y lloraba en
descontrol, le colocaron el pañal y le ataron los brazos con una de sus medias.
Tommy duró llorando todo el rato, salió del curso avergonzado y en pañales para
encontrarse con media secundaria en el patio mirándolo y burlándose. Ha sido
una de las bromas más crueles que han hecho en mi opinión, aunque no la única.
-Fernando ¿Recuerdas cuando te desnudaste en casa de la profesora de química
y su esposo le pidió el divorcio porque pensó que eras el cuerno? -Pregunta a
risas Paola.
- ¿Se desnudó en su casa? -Pregunto asombrado.
-Sí y me llevaron a la policía, peor nada que mi edad y las influencias de mi padre
no pudiesen arreglar. -Todos estamos riendo, contando historias, cuando Sabrina
me agarra la mano y empezamos a caminar.

- ¿Qué pasa Sabrina?


-Shhh…

Caminamos hacia su cuarto y me pidió guardar el secreto. Cuando salí de aquella


habitación, recuerdo haber ligado con tres chicas más esa noche. Fue toda una
locura. Carlos no recuerda ni cuando llegamos a la fiesta a esa noche. Había
mezclado una que otra sustancia y no tenía recuerdos de nada. Cuando
hablábamos de esa noche, decía no recordar pero que estaba seguro de que se
la pasó genial. A la mañana siguiente no pude concentrarme en ninguna de las
clases, tenían un horrible dolor de cabeza. Recordé que la próxima semana sería
de pruebas semanales así que me tomé las tardes y las noches después de esa
fiesta, para dormir. Descansé, vi mucha tele, no salí. Me gustaba salir, estaba
viviendo la juventud en su máximo esplendor, pero también trataba de ser
responsable en cuanto a la escuela, se lo debía a mis padres. No era el mejor
alumno, ni siquiera estaba en el top 5, pero cumplía con mis cosas, aunque me
tardase. Dos días antes me preparé para la primera prueba, literatura. Vaya que
no había leído en un buen tiempo, así que para escribir el análisis que pedía la
prueba, me leí ‘’El teorema de Kathrine’’, algo incómodo de leer. Con esfuerzo
pude leer el libor y también prepararme para la prueba. Pasé todas las pruebas
con un índice de 7.5, bastante bien, mis padres estaban orgullosos, aunque
sabían que podía obtener más no me presionaban más de lo necesario.
¿Qué me está pasando?

He tenido dolores de cabeza muy fuertes, he pensado que es por el exceso de


alcohol, pero he empezado a tener fiebre. No había querido preocupar a mis
padres, y me ayudó que han estado viajando. He tomado uno que otro
medicamento y me siento muy débil. Esta mañana casi no me pude levantar, me
dolía bastante la cabeza. Tomé un taxi y fui a la escuela.

-¿No te bañaste hoy pendejo? -dice Carlos en tono burlesco.


-Me he estado sintiendo mal estos días.
-Te has metido tanto alcohol que no me sorprende.
-Tú también y estás bien.
-Sí porque no tengo un organismo de bebé -ríe escandalosamente.

Entramos a clase y las horas fueron más extensas que nunca, sudaba y me sentía
incómodo allí. En un momento dejo de pensar, y luego despierto en la
enfermería. Me preguntan si soy alérgico a algo, me dan algo para la fiebre y me
recomiendan ir al doctor. Mis padres estarían fuera por tres días. Estos días me
los pasé en mi habitación, comiendo, durmiendo y viendo televisión. Quisiera
decir que fueron vacaciones, tres días alegres sin colegio, pero no, los dolores de
cabeza han sido horribles por semanas, la fiebre viene y va, sin mencionar que el
día en que venían mis padres empecé a sentir unos dolores horribles de la
garganta. Oigo a mi mamá entrar en la habitación.

-Cariño, ¿Te sucede algo?


-He estado sintiéndome muy mal.
- ¿Los dolores de cabeza?
- Y fiebre, y dolor de garganta, y algo el cuerpo -digo quejándome.
- ¿Por qué no me has avisado? He estado muy ocupada, me hubiese dado
cuenta.
-Descuida mamá.
-Descuida nada, voy a llamar a tu papá y nos vamos al doctor.
Tenemos horas a mi entender en el hospital. Exámenes van y exámenes vienen,
me siento un conejillo de india. Entre estos procesos deciden hacerme exámenes
para Enfermedades de Transmisión Sexual, por rutina, porque no me la había
hecho nunca. Estoy pensando en todas las idioteces que he hecho y me asusto
un poco con el asunto de las ETS, no conozco mucho del tema, así que me asusto
aún más. Estoy en la sala de espera, y dicen mi nombre. Mi mamá tuvo que salir
a resolver algo urgente del trabajo así que estoy solo con mi padre. Nos dicen
que debemos volver a recoger los resultados. A los dos días llaman a la casa y me
asusto aún más. Mamá no estaba en casa y fui de nuevo con mi padre.

-Pablo Castillo -dice la enfermera. -Mi padre y yo nos levantamos.


-Que solo pase él por favor.

Al entrar veo tres médicos en la sala, me quedo en blanco y me asusto el triple


de veces, son tres médicos, ¿Y si es Cáncer? ¿Por qué pidieron que pasara yo solo
si es cáncer? ¿Por qué tres médicos?

-Mira Pablo, necesito que respires, sé que estás asustado, y esto será muy fuerte.
Pablo, hemos detectado anticuerpos para VIH. -Empiezo a llorar, siento que se
me hace un vacío en el estómago, que me falta el aire, y lloro, lloro como nunca y
no sé qué decir o hacer.

-Pablo, vamos a explicarte más adelante el tratamiento, descuida, hoy en día


podemos planificar tu tratamiento y vas a poder con esto, no te vas a morir con
esto Pablo, pero debo advertiste que te vas a morir con esta enfermedad, así que
tendrás que asumirla, porque no hay vuelta atrás -dic una doctora pelirroja de
ojos azules.

-¿Piensas que tendrás el apoyo de tu familia? -Pregunta el doctor en medio.

-Si no tengo el apoyo de mi familia no sé lo que haré doctor. -Llaman a mi padre


y yo no dejo de llorar. Mi padre se hecha a llorar conmigo un montón. -Bueno
Pablo, llegó el momento de madurar -dice mientras me da una palmada.
Cuando llegué a mi casa y le contamos a mi madre no se lo podía creer, lloraba y
casi no podía pronunciar ni una palabra. Me sentía asustado y mal conmigo
mismo, pero no podría describir lo mucho que me dolía haberles fallado. Me
habían educado bien, los valores necesarios, todo lo que he necesitado, siempre
han estado ahí. Me abrazaron muy fuerte y me expresaron que estarían conmigo
en todo este trayecto. Me advirtió que no se lo contara a nadie, ni siquiera a mis
amigos.

Eres un enfermo.

Mi madre me había advertido que no lo contara, pero necesitaba contárselo a


alguien, y lo hice. Carlos lloró, vaya que nunca lo había visto llorar, ni en el
funeral de su abuela, en nada. Lloró y me abrazó, pasó noches y noches
enviándome información que había leído internet, leyó bastante y me hablaba de
todo lo que descubría.
Empecé mi tratamiento, fue bastante difícil por mucho tiempo, mi organismo no
se lo tomaba bien. Ya después de todo este tiempo, me he acostumbrado y me
he sentido mucho mejor. Seguí asistiendo a la escuela, la gente no lo sabía, al
menos por ahora.

He estado conociendo una chica, hemos salido unas cuantas veces al cine,
quedamos en tomar un café hoy en la tarde. No he salido con nadie desde que
me diagnosticaron. Estoy sentado en la cama mirando el armario, no sé si pienso
en qué ponerme o en que ya tenemos un buen tiempo hablando y no sé si me
gustaría indicar algo formal, tampoco sé si ella lo había considerado. Pensé en
Gabriela, y en lo mucho que me gustaría sentarme a hablar de estas cosas con
ella, pero me he alejado bastante, incluso cuando ella ha intentado buscarme. No
quiero contarle a nadie más sobre mi enfermedad, y vaya que he logrado
llamarla enfermedad, antes solo la llamábamos ‘’Situación’’. A pesar de que
quería con todo mi corazón a Gabriela, y era mi mejor amiga, prefería mantener
esto conmigo, con el apoyo de mis padres y con que Carlos lo sepa, estoy bien.
Sigo sentado en la cama pesando en todas estas cosas y no tengo idea de cuando
voy a permitirme ponerme de pie. Miro el reloj y me quedan unos veinticinco
minutos para ducharme y reunirme con Briana. Decido poner voluntad en mis
pies, tomo la toalla y me dirijo al baño. Tengo ganas de meterme en la ducha,
pero no, no tendría tiempo de acostarme, zambullirme, mirar mis pies, tener la
mente en blanco, deprimirme, llorar un buen rato, se me hacía tarde. Abrí la
regadera y me entré de cabeza, dejé correr el agua por mi rostro un buen
tiempo, el suficiente para sentirme bien y no demasiado como para llegar muy
tarde. Aunque tenía muchos deseos de ver a Briana y reírnos por un buen rato,
también quería quedarme allí, bajo el agua.

Al salir de la ducha veo una camisa blanca con diseños sutiles y delicados, color
negro. Me asomo a la puerta y llamo a mamá, pero parece no estar. Hoy no era
un día especial, saldríamos como muchas otras veces, y mamá lo sabía. Me visto,
estiro mi pelo hacia atrás, me echo perfume y me pongo los zapatos. Hoy me
siento extraño, además de las sensaciones de tristeza que invaden mi cuerpo de
vez en cuando, siento nervios y no comprendo el porqué, siento que algo se me
olvida, que algo se me escapa. Salgo de prisa por las escaleras, veo una nota -
‘’Maneja con precaución’’-Mamá. Lo repito, este día ha estado más extraño que
de costumbre. Voy manejando hacia el café, pongo algo de música y me siento
en el final de una película, donde presentan a alguien manejando, marchándose
del lugar con una sonrisa en el rostro. Al llegar al café el mesero se me acerca y
me entrega una nota. –‘’¿Por qué no almorzamos en mi casa? -B. Empiezo a
escuchar mi corazón latir con todas sus fuerzas, siento una sensación de pesadez
en el pecho y no sé cómo moverme, respiro y tomo impulso para ponerme de
pie. Doy las gracias al mesero y me dirijo a su casa. Pienso en muchas cosas como
el hecho de que no le he contado sobre mi enfermedad, pero luego recuerdo
que al hablar con compañeros que conocí en el proceso de tratamiento, me
dijeron que era mi decisión contárselo a quién estuviese conmigo, que era parte
de mi privacidad, que todo lo que tenía que hacer era cumplir con mi parte y
cuidarme en todos los sentidos. Pienso en que soy indetectable, en que me
protegeré y no pasará nada, pienso en que aún así quiero contárselo, es mi deber
hacerle saber esto, explicarle que no voy a contagiarla pero que quiero que lo
sepa, es necesario. Llego a su casa, entro rápidamente y no veo a nadie. Una
nota en la puerta de la cocina –‘’Sube a la azotea’’. Sigo con los nervios de punta
y no entiendo absolutamente nada de lo que pasa. Al subir las escaleras, justo
antes de terminar los escalones, alcanzo a ver unos globos. Cuando al fin piso la
azotea, veo a un montón de gente, globos por todos lados, mesas al estilo picnic,
alcohol y bebidas frutales y de pronto suenan Las mañanitas. Estoy confundido, y
algo extrañado. Luego de unos minutos capto. Era mi cumpleaños. Había estado
tan ocupado con el asunto del tratamiento, esperando no morir en el intento
mientras mi organismo se adaptaba a los medicamentos, estudiando como
podía, sintiéndome triste, que había olvidado mi cumpleaños. Supongo que en
casa no me habían dicho nada porque ya sabían de esto. Miro a todos lados y la
gente empieza a acercárseme y a abrazarme. Felicitaciones por todos lados y
logro percatarme de Briana, con una gran sonrisa, en una esquina. Logro
separarme de la gente y dar un gracias generalizado para evitar más abrazos y así
poder llegar a su lado.

-¿Esto fue idea tuya? -pregunto.


-¿Te gustó?
-Claro, más bien, estoy algo sorprendido.
-Por eso es una sorpresa -reímos -Se me hizo más fácil que no recordaras tu
cumpleaños.
-Pues sí, he estado tan distraído que se me ha pasado.
-Ojalá no sea otra chica quien te tenga tan distraído.
-Bastante distraído he estado cada vez que te miro, no podría soportar más
distracción.
-¿Bailamos? -me propone.

Subieron la música, los que estaban sentados en las mesas se pusieron de pie, la
gente empezó a acercarse, a buscar con quién bailar, la risa sacudía los manteles
de forma sutil. La tarde se despedía. Yo bailaba con Briana, pasos lentos y suaves,
empezaba a sentir que ella podría ser con quién me animara a formalizar las
cosas, hablarle de lo que me ha pasado, de mi enfermedad. Mientras bailo con
ella, lo analizo, y pienso en sus posibles reacciones. No tengo idea de qué diré,
pero lo intentaré. Me acerco y ella coloca su cabeza en mi pecho. Estuvimos así
hasta que ya casi nadie bailaba y era de noche. La gente se sentó a descansar,
disfrutar el ambiente, charlas, hacer bromas y anécdotas como siempre. Me
siento con Briana en un sofá que dejaron justo para nosotros. Estamos
abrazados, hablando de que no sabemos absolutamente nada de las estrellas
pero que son hermosas y que de una u otra forma uno las siente mágicas.
Recibo un mensaje de mi mamá, me pedía que baje, que me esperaba afuera.
Me disculpo con Briana y le digo que vuelvo en un momento. Al llegar donde mi
mamá que me esperaba justo en la puerta me hizo algunas preguntas, quería
confirmar que estuviese bien, sabía que llevaba mi tratamiento al pie de la letra,
esto era lo menos preocupada que podía mostrarse. Le agradezco por todo y le
doy un beso en la mejilla.
Al llegar de vuelta a la azotea, observo a Briana en el borde mirando hacia abajo,
me le acerco por detrás y la rodeo con mis brazos. Se da la vuelta y algo en su
mirada ha cambiado. Le pregunto si le sucede algo, pero lo niega y meda un
beso. Me besa suavemente y me siento bien por primera vez en mucho tiempo.
Decidimos bajar a buscar más cervezas en la cocina, de camino, le doy la vuelta,
la beso suavemente y me alejo para ver sus ojos. Me agarra del cuello y nos
besamos mientras caminamos hacia una habitación. Cuando noes estamos
desvistiendo me percato que ha empezado a llorar.

- ¿Qué pasa Briana? ¿Hice algo? -pregunto preocupado.


-No quiero discriminarte, sé que si nos protegemos… -dice sollozando
- ¿De qué hablas Briana? -digo con los ojos como platos.
-Es que ya sé lo tuyo…
- ¿Co…cómo que ya sabes lo mío? -tartamudeo
-Lo siento….
- ¡Maldición Carlos!
-Es que Carlos se sintió mal de repente, empezó a llorar, nos fuimos hacia un lado
y me contó.
- ¡No! -tiro la mesita a mi lado -la veo asustada. -Me siento en la cama a su lado y
respiro.
-Juro que no quería hacerte sentir mal -dice apenada.
-Descuida, debí decírtelo, es solo que…
-Está bien, te entiendo, descuida, conozco algo del tema.

Nos quedamos recostados en la cama, no pasó nada, solo hablamos de distintas


cosas, por horas. Luego llegué a mi casa, le conté a mi papá lo que había pasado
y me consoló un poco, me dijo que todo estaría bien y me habló de lo que genial
que fue ella, y de lo mucho que le gustó la manera en que se comportó. Ese día, y
ese cumpleaños fue muy especial para mí, fue una noche de reflexión y buenos
momentos después de todo. Gabriela llegó a la fiesta algo tarde, peor alegró
verla. Después de que Briana y yo salimos de la habitación, vi a Gabriela sentada
en el borde de la azotea, me senté con ella y hablamos. Decidí que ya sería
momento de contarle, se lo merecía, la había alejado todo este tiempo, y ahí
estaba. Le conté sobre el VIH, recalqué que no era SIDA, le expliqué cómo he
estado llevando el tratamiento, lo que me había pasado con Briana hace un
momento, todo lo que no le había contado desde mi diagnóstico. Me escucho
con una gran calma, me dio un fuerte abrazo y sin decir mucho, supe que estaría
ahí para mi siempre, para lo que la necesitara. Briana se acerca y se sienta con
nosotros. Allí en el borde de la azotea compartimos uno de nuestros mejores
momentos y el peor de todos.

Escucho un golpe muy fuerte y unos gritos ensordecedores. Briana, Gabriela y yo


giramos para ver qué pasaba y veíamos a todos gritando y mirando hacia abajo
del otro lado de la azotea. Me paro lo más rápido posible, le doy la mano a
ambas y caminamos al otro borde. Al mirar me percato de que es Carlos quien
está en el suelo. Siento que no puedo respirar, los ojos lloran como si no
pudiesen hacer más, me duele mucho el pecho, es un dolor indescriptible, no sé
qué hacer, me agarro el pelo, me pongo de cuclillas y sigo llorando. De un
momento a otro me altero y pido que llamen a la policía, quien lo haya hecho
tenía que pagar por esto. Bajo inmediatamente las escaleras y escucho a Gabriela
pedir que me detenga, pero corro, como si la meta aún estuviese muy lejos.
Llego a la escena y me abalanzo sobre su cuerpo, me tiro en su pecho para ver si
escucho algo, intento revisar su pulso, aunque no tengo idea de cómo hacerlo,
nada, no respira, hay un charco de sangre a su alrededor, y yo lo sabía, sabía que
estaba muerto, pero llamo a la ambulancia y comienzo a darle respiración boca a
boca. Lloro y siento que me desgarro. La policía y la ambulancia llegan y lo
declaran muerto. Llaman a los testigos a testificar a la estación. Cuando voy
saliendo de la casa de Briana, ella y Gabriela le piden a mi madre que nos den un
momento. Gabriela me mira, me acaricia el pelo y me dice que nadie asesinó a
Carlos, se suicidó. Para mí era imposible creer algo como esto, imposible, Carlos
no lo haría, lo sé. Fui a casa y lloré toda la noche, quería parar porque mi pecho y
garganta dolían y estaba cansado, cansado de llorar, pero no pude detenerme.

Una semana después su mamá habló conmigo y reveló que Carlos tenía VIH en
etapa SIDA. Cuando me dijo eso lloré, lloré tanto que me tuvo que abrazar con
fuerza, ella perdió a su hijo y sé que su dolor era más fuerte, peor en aquel
momento dejé de pensar. Cuando pensé que podría algún día sobrellevarlo, no
superarlo porque sé que no podría, pero al menos sobrellevarlo, aunque tuviese
que pasar mucho tiempo, escucho a su madre decir que se suicidó al descubrir
que tenía SIDA. Le habían dado los resultados justo ese día. Lloró, lloró y le contó
a Briana que estaba muy preocupado por mí, cuando en realidad se desahogaba
desde dentro. Murió asustado, pensó que ese era su alternativa, y me duele
pensar eso. Había leído por su cuenta cuando supo que tenía VIH, peor
desconocía del tema, entendía que los que teníamos VIH podíamos salvarnos,
que SIDA era la sentencia de muerte.

Cualquiera pensaría que en pleno siglo 21, con tantos descubrimientos, mejoras
en la educación, en la tecnología, la desinformación sería casi inexistente, pero
ha sido todo lo contrario. En todos mis años vi el tema de las ETS de forma
superficial, causas, consecuencias, cómo protegerse, y eso es todo. La mayoría
de las veces esos temas nos los memorizábamos rápidamente para una
exposición, y ni siquiera sabíamos de lo que hablábamos, no oímos charlas, no
vimos un profesional que nos hablara de esto, nunca. Quizá Carlos no era el
mejor chico, ese a quien le confiarías tu hija, porque era un mujeriego. Pero, si
era el chico a quien le confiarías tu vida, tu lealtad. Se ha ido, pensó que no tenía
salida y se ha ido. Desearía poder haberlo si quiera notado. Todo fue muy rápido.
Llego el momento de decirle adiós, estoy en su funeral y nada es más triste que
su cara de 18 años en un ataúd. Encontramos una hoja debajo de su cama.

‘’Estoy enfermo’’ -Carlos Pratt

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