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Curso Monitor de Pádel Nivel I

Federación Madrileña de Pádel

5.1. PSICOLOGÍA DE LA ACTIVIDAD FÍSICA DEL DEPORTE.

OBJETIVOS ....................................................................................................................... 3
5.1.1. BASES PARA UN MODELO PSICOLÓGICO EN LA INICIACIÓN. ....................... 3
5.1.1.1. INTRODUCCIÓN. ............................................................................................ 3
5.1.1.2. OBJETIVOS DEL DEPORTE INFANTIL Y JUVENIL. ........................................... 5
5.1.1.3. ASESORAMIENTO EN LA INICIACIÓN AL DEPORTE. ................................... 6
5.1.1.3.1. Directrices para entrenadores y/o profesores. .................................. 7
5.1.1.3.2. Necesidades de los entrenadores. .................................................... 10
5.1.1.3.3. Directrices para padres. ...................................................................... 12
5.1.1.4. CONTRIBUCIÓN DEL DEPORTE EN EL DESARROLLO DE LOS JÓVENES. . 15
5.1.1.5. LA ACTITUD DEL ENTRENADOR. .................................................................. 16
5.1.2. FACTORES MOTIVACIONALES EN EL DEPORTE INFANTIL Y JUVENIL. ............ 17
5.1.2.1. MOTIVACIÓN Y CONCEPTOS BÁSICOS. ................................................... 17
5.1.2.1.1. Motivación en el entrenamiento. ...................................................... 18
5.1.2.1.1. Motivación en la competición. .......................................................... 20
5.1.2.1.3. Motivación después de la competición. .......................................... 21
5.1.2.2. VARIABLES QUE AFECTAN A LA MOTIVACIÓN. ....................................... 22
5.1.2.2.1. Estrategias psicológicas para potenciar la motivación:
establecimiento de objetivos. ............................................................................ 25
5.1.2.3. TEORÍAS SOBRE MOTIVACIÓN Y DEPORTE. ............................................... 31
5.1.2.3.1. Teoría de motivación de logro. .......................................................... 32
5.1.2.3.2. Teoría de motivación extrínseca o intrínseca. ................................. 33
5.1.2.3.3. Teoría de la atribución......................................................................... 34
5.1.2.3.4. Teoría de la autoeficacia.................................................................... 36
5.1.2.3.5. Teoría de la autodeterminación. ....................................................... 36
5.1.2.4. MOTIVOS DE PARTICIPACIÓN Y ABANDONO. ......................................... 37
5.1.2.5. OTROS ASPECTOS RELACIONADOS CON LA MOTIVACIÓN. ................. 37
5.1.3. NECESIDADES PSICOLÓGICAS DEL PÁDEL...................................................... 38
5.1.3.1. NECESIDADES PSICOLÓGICAS DEL PÁDEL. .............................................. 38
5.1.3.2. NECESIDADES PSICOLÓGICAS DEL ENTRENAMIENTO. ............................ 44
5.1.3.3. NECESIDADES PSICOLÓGICAS DE LA COMPETICIÓN. ............................ 47

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5.1.3.3.1. Precompetición. ................................................................................... 48


5.1.3.3.2. Competición. ........................................................................................ 49
5.1.3.3.3. Postcompetición................................................................................... 52
BIBLIOGRAFIA ................................................................................................................ 54

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OBJETIVOS

Objetivos generales. Se pretende poner las bases para que la práctica físico-
deportiva, en concreto el pádel, tenga un auténtico valor educativo y
docente, para realizar un buen proceso de iniciación y formación de
jugadores. Los contenidos están orientados a describir y explicar la conducta
humana en el contexto del deporte y a exponer la metodología de
investigación empleada para el estudio de la misma.

Objetivos específicos. Describir los principales ámbitos de aplicación de la


psicología en el mundo del deporte; conocer los factores que mejoran el
proceso de formación y especialización; describir el papel del técnico en la
adquisición de habilidades técnicas, físicas y psicológicas; identificar el papel
de los padres y favorecer su contribución.

5.1.1. BASES PARA UN MODELO PSICOLÓGICO EN LA INICIACIÓN.


5.1.1.1. INTRODUCCIÓN.

Definir el concepto de cualquier disciplina no es tarea fácil, máxime cuando


tanto su objeto de estudio como la metodología empleada varían en función
del modelo teórico que impera en un momento histórico concreto. La
psicología es una ciencia que estudia el comportamiento de los individuos,
pero para hacer una definición de una disciplina, es necesario delimitar su
objeto de estudio, el método que utiliza para estudiar ese objeto y los objetivos
que persigue esa disciplina. Esto es, ¿qué estudia?, ¿para qué lo estudia?,
¿cómo lo estudia?

 ¿Qué estudia? El objeto de estudio de la psicología es la conducta


humana, definiendo conducta o comportamiento como aquellos
esquemas complejos de reacciones que pueden tener especial
significado para el ser humano. La conducta humana presenta tres
modalidades: motora (toda manifestación externa que implica
actividades objetivamente observables), cognitiva (engloba todo
aquello que el sujeto piensa o siente) y fisiológica (son todas aquellas
actividades del sistema nervioso).

 ¿Para qué lo estudia? Los objetivos de la Psicopedagogía son describir


la conducta (reproducir lo que ha ocurrido), explicar el
comportamiento (implica responder a por qué ocurre una conducta y
cómo ocurre), comprender (implica buscar el sentido del
comportamiento en contraposición con la búsqueda causal del

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comportamiento), predecir (consiste en establecer supuestos o


anuncios de probabilidad de que ocurrirán ciertos comportamientos en
base al comportamiento actual o pasado) y modificar (supone cambiar
el comportamiento utilizando para ello las leyes explicativas existentes).

 ¿Cómo lo estudia? Utilizando el método científico.

Por tanto, en un intento de acercar la psicología a cualquier contexto de


actividad física o deporte debemos centrarnos en dos focos de atención: los
sujetos (practicantes) que hacen la actividad o el deporte y los procesos que
favorecen la enseñanza y el rendimiento. Respecto a los practicantes, resulta
importante conocer sus características, su desarrollo y las grandes diferencias
que hay entre ellos para poder hacer una enseñanza eficaz. Respecto al
proceso, debemos conocer los factores que influyen en el aprendizaje y las
estrategias que podemos utilizar para que éste se produzca.

Actualmente, los ámbitos de aplicación de la psicología del deporte son tres:


iniciación y formación, rendimiento deportivo y ejercicio físico y/o salud.

En el ámbito de la iniciación/formación, resulta muy necesario realizar un buen


inicio deportivo, tanto técnico, físico como psicológico. Las herramientas
psicológicas, por tanto, van a ir dirigidas a aportar conocimientos a los
técnicos, a favorecer el inicio y la adherencia de los deportistas, a desarrollar
entrenamientos ajustados a las distintas necesidades y a contribuir al
crecimiento físico y psicológico de los participantes.

En el ámbito del rendimiento deportivo, resulta importante diferenciar entre la


psicología que puede aplicar un psicólogo del deporte respecto a las
habilidades psicológicas y las que desarrolla un buen entrenador para obtener
el máximo rendimiento de sus deportistas. En este primer sentido, son muchas
las personas que pueden beneficiarse de éstos conocimientos, no sólo
deportistas y entrenadores, sino familiares, directivos, árbitros y jueces, etc. En
el segundo sentido el objetivo es claro, cómo favorecer el máximo rendimiento
deportivo, mejorando las estrategias que utilizamos tanto en los
entrenamientos como en las competiciones.

En el ámbito del ejercicio físico y/o salud, y dado el papel especialmente


relevante que el pádel ha adquirido en los últimos tiempos, el objetivo consiste
en dotar a los profesionales de estrategias psicológicas que favorezcan, tanto
el inicio de la práctica como el mantenimiento, así como de garantizar una
práctica saludable y la consecución de unos objetivos físicos y deportivos. No
todos los que practican pádel persiguen los mismos objetivos ni tienen las
mismas necesidades o riesgos. Unos lo hacen por razones de salud, otros por
cuestiones estéticas o de bienestar personal, por motivos sociales, etc.

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Debemos entender que no es labor del monitor formarles ni que rindan al


máximo nivel en cuanto a resultados, sino que lo verdaderamente relevante
consiste en adecuar la práctica a sus intereses particulares y necesidades,
ajustando a estas necesidades e intereses la dinámica del juego o de la
actividad. Muchas veces son las competencias personales y el clima que se
genera en un contexto deportivo determinado lo que va a garantizar un buen
proceso de enseñanza-aprendizaje y, sobre todo, la continuidad de los
participantes.

El pádel está viviendo una de las etapas más brillantes de su corta historia, y el
crecimiento del número de jugadores es un claro exponente. Se ha alcanzado
un nivel que pocos podían soñar hace años, pero estas cosas no ocurren al
azar, sino que responde a una infraestructura sólida y consolidada y en
constante desarrollo desde hace años. Por otro lado, no podemos olvidar que
el pádel en España tenía su base en los clubes, la mayoría de índole privada, y
que esto ha cambiado en los últimos años, destacando también el enorme
esfuerzo que se ha realizado en los últimos años para potenciar las
instalaciones públicas en las que se puede practicar, contribuyendo a la
popularización de este deporte y al enorme número de practicantes que
cada año se inician en esta actividad. Este aumento de la demanda junto con
la necesidad de adaptar la enseñanza y el entrenamiento a los requisitos
físicos y psicológicos que cada situación requiera, señala la importancia de
dotar a los futuros profesionales de aquellos conocimientos que les faciliten la
consecución de los distintos objetivos en cualquiera de los distintos ámbitos
donde desarrollen su trabajo.

5.1.1.2. OBJETIVOS DEL DEPORTE INFANTIL Y JUVENIL.

Cada vez es mayor la participación en programas deportivos de nuestros


jóvenes y resulta de gran importancia plantear una buena iniciación, puesto
que el deporte es la mejor herramienta para formar por el valor que le dan los
chicos a la práctica de actividades deportivas y por el impacto de la
experiencia deportiva en el desarrollo (físico, psicosocial, etc…). Por todo esto,
es un error orientar la iniciación según el modelo profesional anteponiendo
intereses de los adultos a los del deportista.

Las preguntas que debemos hacernos son: ¿Existe un deporte de competición


infantil educativo?, ¿cuáles deben ser los objetivos del deporte infantil?, ¿cuál
es el papel de las competiciones en el proceso de socialización de los
jóvenes?; ¿cómo deben de actuar los adultos y/o responsables? Existe una
enorme controversia en la respuesta a estas preguntas entre defensores y
detractores del deporte de competición para niños, y ni los unos ni los otros

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presentan suficientes trabajos empíricos para apoyar sus opiniones. El impacto


de las actividades deportivas en el desarrollo psicosocial de los niños es
variable, lo que nos indica que tal vez, la pregunta no sea si es buena o no la
competición, sino hablar de los efectos concretos en función de cómo y quién
la plantee.

En el estudio del abandono los resultados no son del todo claros. Algunos
autores como Orlick (1974) afirman que el elevado número de abandonos
refleja la inadecuación de la estructura organizativa del deporte infantil y
juvenil. Otros autores consideran que estas cifras se deben más a conflictos de
intereses con otras actividades (como la música) y como un proceso normal
de ensayo-error en la elección del deporte a practicar. A pesar de la falta de
acuerdo, en uno de los primeros trabajos sobre las causas de abandono de
Orlick (1974) donde resalta entre las razones fundamentales de abandono de
la práctica de un deporte el énfasis en la competición, por el programa en sí
(falta de diversión e insistencia en la victoria), por el entrenador (presiona
demasiado, muy crítico, trato diferencial…).

El deporte infantil debería desarrollar el aprendizaje del niño y su éxito debería


valorarse en términos de desarrollo personal. Así pues, el problema se produce
cuando en el deporte infantil se impone equivocadamente el modelo del
deporte profesional.

Los objetivos del deporte infantil pueden ser:

 Físicos  aprender nuevas habilidades, mejorar la condición física,


contribuir al desarrollo físico y motor, aprender hábitos saludables…
 Psicológicos  aprendizaje a ganar y perder, a gestionar la frustración,
a tener disciplina y entrenar la fuerza de voluntad, aprender
responsabilidad y el valor del esfuerzo, autogestión emocional y
superación de obstáculos, aprender deportividad y desarrollar
autoestima...
 Sociales  aprender a colaborar, cooperar y trabajar en equipo,
aprender liderazgo y habilidades de comunicación, a encontrarse con
amigos y hacer nuevos. En definitiva, a DIVERTIRSE Y PASARLO BIEN.

5.1.1.3. ASESORAMIENTO EN LA INICIACIÓN AL DEPORTE.

El entrenador es la figura clave en la iniciación deportiva, ya que es el que


planifica la actividad y el que interactúa constantemente con sus jugadores.
Algunas preguntas interesantes a formularse y que requieren un mayor número
de investigaciones:

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1. ¿Cómo lograr que la participación en competiciones constituya una


experiencia positiva?

2. ¿Por qué pierden motivación y les deja de parecer interesante?

3. ¿Cómo evitar abandonos de deportistas que se perciben “poco hábiles”?

5.1.1.3.1. Directrices para entrenadores y/o profesores.


Cuestionario, (CBAS) que categoriza las conductas que puede llevar a cabo
un entrenador en:

 Conductas reactivas a:
- ACIERTOS
*Refuerzo positivo
*No refuerzo
- ERRORES
*Animo al error
*I.T. al error
*Castigo
*I.T. punitiva
*Ignorar el error
- DISRRUPTIVAS
*Mantener el control

 Conductas espontáneas 
- RELEVANTES
*I.T. general
*Ánimo general
*Organización –
- IRRELEVANTES
*Comunicación

Se han hecho muchos estudios con la conducta de los técnicos, sobre todo en
deportes de equipo, y se ha llegado a las siguientes conclusiones:

1. Gran parte de las ideas que existen sobre la actuación de los


entrenadores se basan en intuiciones, observaciones aisladas y
anecdóticas. Algunos profesionales del deporte piensan que sólo hay
dos tipos de entrenadores: punitivo y reforzante; sin embargo, una
observación sistemática y continuada muestra que los estilos de
entrenamiento son más complejos y la importancia de la comunicación
permanente.

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2. Se confirma que la instrucción técnica es la categoría del CBAS que


emiten más frecuentemente los entrenadores.
3. Se confirma que los entrenadores emiten una frecuencia relativamente
baja de conductas punitivas. Parece que a medida que se sube de
categoría (de escolar a federado) aumentan las respuestas punitivas.
4. Los efectos de la preparación psicológica hacen aumentar la categoría
de refuerzo positivo, pero menos de lo esperado.
5. Los entrenadores que dan instrucciones técnicas son valorados de
forma más positiva que los que sólo transmitían ánimo y comunicación
general.
6. Los que utilizan más refuerzo e instrucción técnica contingente al error
también eran mejor valorados.
7. El refuerzo y ánimo contingente al error afectaba de forma positiva a las
medidas de autoestima al final de temporada, al aprecio a los
compañeros y el gusto por ese deporte.

A partir de los estudios realizados (consecuencias prácticas), se pueden


establecer una serie de pautas o directrices conductuales para mejorar la
iniciación deportiva y reducir el número de abandonos:

1. Cuando los niños están haciendo las cosas bien, hacerles muchos
elogios y darles mucho ánimo. Alabarlos con frecuencia y añadir
recompensas como una palmada en la espalda o una sonrisa amistosa;
la mejor forma de dar ánimo es centrar la atención en lo que los jóvenes
hacen bien más que en los errores que pueden cometer.
2. Hacer elogios de forma sincera. El elogio y estímulo son ineficaces a
menos que sean sinceros. Decirle a un deportista que lo hizo bien
cuando éste sabe que no fue así, transmite la idea de que sólo estamos
intentando que se sienta mejor. La falta de sinceridad debilita nuestra
credibilidad. Es bueno reconocer una mala actuación de forma
específica sin penalizar y ofrecer aliento.
3. Desarrollar expectativas realistas adecuadas a la edad y nivel de
capacitación, y esto hace que sea más fácil para el entrenador ofrecer
elogios sinceros. No se puede esperar lo mismo de un niño de 10 años
que de otro de 15.
4. Recompensar el esfuerzo tanto como el resultado. Es fácil ser positivo
cuando todo va bien. Desafortunadamente, las cosas no siempre
funcionan, los equipos pierden, y a veces juegan mal. Lo importante es
que se haya dado el 100% de esfuerzo, y que este esfuerzo se vea
valorado.
5. Centrar la atención en la enseñanza y entrenamiento de destrezas.
Todas las técnicas positivas de entrenamiento servirán de muy poco si
los jóvenes no comprueban mejoras en sus destrezas físicas. Es

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conveniente diseñar entrenamientos que eleven la participación al


máximo e incluyan una gran cantidad de actividades y una gran
diversidad de destrezas.
6. Modificar destrezas y actividades. Uno de los objetivos consiste en que
los niños experimenten éxito en sus ejecuciones. La modificación de
actividades para que éstas sean apropiadas desde el punto de vista del
desarrollo es una forma excelente de asegurar el éxito. (cambiar la
puntuación o jugar con hándicap, jugar en media pista…). Es muy
importante utilizar las progresiones de destrezas adecuadas
7. Modificar las reglas para elevar al máximo la participación. Las reglas
pueden cambiarse para asegurar el éxito y aumentar la motivación. Se
pueden cambiar las reglas tradicionales, poner conos, modificar tanteo,
limitar golpes, para ampliar recursos y la acción, todo lo que sea posible
para hacer el juego más emocionante y divertido.
8. Recompensar la técnica correcta no solamente el resultado. Un error
habitual en el entrenamiento de jóvenes consiste en premiar el
resultado de la aplicación de la destreza, incluso cuando la ejecución
haya sido incorrecta, y a largo plazo, esto no es demasiado
provechoso. Es conveniente alentar la técnica correcta con
independencia de cuál sea el resultado.
9. Cuando se corrigen errores, utilizar un enfoque positivo. Cuando se está
aprendiendo y se cometen muchos errores, primero hay que mencionar
algo que hizo bien, para disminuir la frustración derivada del error; en
segundo lugar, dar información que sirva para corregir ese error; y, por
último, finalizar de manera positiva con una observación alentadora
(“sigue así”, “es un golpe difícil pero lo lograrás”…).
10. Crear un entorno que reduzca el miedo a intentar nuevas destrezas. Los
errores son una parte natural del proceso de aprendizaje, por lo que hay
que normalizar que estos van a ocurrir y generar una atmósfera
estimuladora y en la que la burla no esté tolerada.
11. Ser entusiasta. Los niños responden bien a entornos positivos y
estimuladores. Alimentar el entusiasmo en la piscina, el gimnasio o el
terreno de juego es contagioso, y hay que sonreír, interactuar y
escuchar.

Las recomendaciones más generales para entrenadores del deporte infantil


podrían resumirse en:

- explicar las funciones del entrenador en el deporte educativo con niños.


- establecer objetivos de mejora de capacidades y destrezas, más que de
mejora de resultados.
- mejorar la comunicación y las interacciones con los jugadores, tanto en
partidos como en entrenamientos.

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- realizar un programa de asesoramiento a los padres sobre los objetivos de la


competición.
-educar con el ejemplo, que el entrenador sea un modelo de
comportamiento.

5.1.1.3.2. Necesidades de los entrenadores.


El entrenador es una pieza muy importante para el sano desarrollo del jugador,
de él van a depender muchas de las capacidades que los jugadores vayan
adquiriendo a lo largo de su paso por este deporte. Pero hay que pensar en las
necesidades que pueda tener el entrenador y en las variables psicológicas
que afectan a su rendimiento. Al igual que ocurre con los jugadores, los
entrenadores son personas y pasan por momentos buenos, malos y regulares y,
resulta muy relevante en el rendimiento final, el cómo cada entrenador
gestiona estos aspectos. Un buen asesoramiento psicológico puede ayudar al
entrenador a mejorar su conocimiento de sí mismo, a mejorar su control
emocional, a mantener un compromiso adecuado con las personas a las que
entrena, a potenciar sus habilidades de comunicación, etc. En definitiva, un
mayor conocimiento del funcionamiento psicológico va a permitir optimizar
mejor las cualidades que cada uno ya posee y va a permitir aprender
habilidades nuevas y muy beneficiosas para el trabajo diario con los jugadores.

Generalmente se habla del estrés de los deportistas, pero ¿qué ocurre con el
entrenador? El estrés es una respuesta del organismo ante situaciones internas
o externas que le resultan amenazantes, e incluye la movilización de recursos
fisiológicos y psicológicos para poder hacer frente a estas situaciones. Un
entrenador se puede encontrar cada día con este tipo de situaciones
estresantes: estilo de vida en el que los días libres, de descanso y vacaciones
son prácticamente inexistentes, con lo que eso conlleva a nivel familiar;
evaluaciones por parte de los padres o incluso de los propios deportistas;
comunicación con directivos de clubes o padres de jugadores; incertidumbre
con respecto al futuro o situaciones derivadas de competiciones en las que
participan sus jugadores…

La motivación es la fuerza que activa el comportamiento y lo dirige,


generando una energía que suele ser muy beneficiosa para la realización de
una acción. Hay muchos factores que pueden influir a la hora de generar una
adecuada motivación en los entrenadores: la propia satisfacción personal por
la actividad que se realiza, una implicación personal, una percepción de
progreso, unos retos deportivos atractivos y desafiantes, el refuerzo social … y,
sin embargo, no siempre se dan. A veces resulta más fácil o al menos tiene un
menor coste, entrenar a jugadores de menor nivel pero con menos implicación
emocional y/o riesgo laboral.

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La autoconfianza es la confianza que tiene el profesional en sus propios


recursos para alcanzar el éxito (entendiendo que éxito no es igual a ganar
siempre). Tener confianza significa tener un conocimiento real de las
dificultades a superar, de los recursos con los que se cuenta, de las auténticas
posibilidades que se tienen para conseguir el éxito y de la adecuada
utilización de las estrategias más útiles para poder sacar el máximo partido al
esfuerzo. Una real y adecuada confianza va a permitir entrenar de una
manera más eficaz y lograr un mayor ajuste entre las expectativas y los logros.

Tener un nivel adecuado de atención va a permitir que un técnico reciba y


asimile la información más relevante, esté alerta, analice datos, tome las
decisiones más pertinentes y pueda actuar a tiempo y con precisión. Con una
atención adecuada será más fácil darse cuenta de un fallo técnico, de
corregirlo a tiempo y adecuadamente; prestando atención será más fácil
también estar alerta sobre posibles situaciones internas que se pueden estar
generando entre distintos jugadores en un entrenamiento o entre los jugadores
y él mismo. En definitiva, niveles atencionales adecuados por parte del
entrenador le van a permitir seleccionar y procesar de manera más efectiva
aquella información más relevante para cada tarea o circunstancia y
mantener los niveles de alerta necesarios para prevenir cualquier dificultad.

El nivel de activación del organismo es un continuo de activación fisiológica y


mental que se extiende desde un estado de máxima calma hasta un estado
de máxima alerta y tensión. Dentro de este continuo hay un punto intermedio
donde cada uno rinde mejor en su cometido. Por ejemplo, el darse cuenta de
un error cometido por uno mismo en la planificación de un ejercicio, exige una
activación adecuada; lo mismo para una corrección técnica; o incluso para
saber escoger la mejor solución ante determinadas situaciones. Unos bajos
niveles de activación así como una activación o excitación excesiva van a
interferir negativamente en el rendimiento.

Todas estas variables influyen en el bienestar del entrenador y sobre todo en su


rendimiento. Como se ha dicho al principio, un mayor autoconocimiento,
aceptando lo que no se pueda cambiar y tratando de potenciar lo que sí es
mejorable, permite un mayor control sobre cada uno de estos aspectos. Esto,
junto con una mayor regulación emocional y niveles adecuados de
compromiso tendrá como consecuencia, un mejor rendimiento tanto en la
pista como fuera de ella, que se reflejará en una serie de conductas más o
menos eficaces.

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5.1.1.3.3. Directrices para padres.


En la iniciación deportiva tiene un papel muy importante el “triángulo
deportivo” formado por entrenador, deportista y padres. Así pues, se debe
asesorar a los entrenadores sobre los tipos de padres que pueden encontrar y
cómo tratarlos adecuadamente, para que asuman las responsabilidades
como padres. De esta forma, y enfatizando el asesoramiento a los
entrenadores y a padres, se pueden conseguir varios objetivos:

1. Establecer una buena comunicación entre los tres elementos del “triángulo”.
2. Lograr una orientación educativa de la práctica deportiva.
3. Evitar la presión por los resultados inmediatos y el consiguiente estrés de los
deportistas.
4. No tener más motivación que los propios deportistas.

Siguiendo el trabajo de diferentes autores, podemos decir que las funciones


más importantes de los padres en la iniciación son:

 Favorecer la participación deportiva. El sistema educativo actual y el


estilo de vida urbano, no siempre conceden el tiempo suficiente que se
merece la actividad física. Los padres han de plantearse el deporte
como una actividad extraescolar que se realiza en un club, patronato
escuela municipal o en el propio colegio. Los padres pueden favorecer
la participación informando de las diferentes posibilidades de practicar
deporte, animando a participar sin presionar y actuando como modelos
que llevan una vida activa.
 Ayudar a los hijos a que decidan cómo practicar el deporte. Los padres
deben asesorar en la elección de una especialización deportiva o en la
participación en diferentes deportes, así como en si es deporte
competitivo o recreativo. Es fundamental que los hijos elijan según sus
preferencias y que los padres ayuden a analizar las consecuencias de
las decisiones.
 Ayudar en la elección del deporte a partir de dos principios básicos,
que cada niño es importante y cada niño es diferente. Para esto
tendremos en cuenta las características individuales del niño (condición
física, autoestima…), características del deporte (recreativo o
competitivo, individual o de equipo…), calidad educativa de los
entrenadores y otras consideraciones prácticas (proximidad geográfica,
precio de la cuota…)
 Ayudar en las tareas logísticas del club o escuela. Además de asistir a
los entrenamientos o competiciones, y comprobar la progresión
deportiva de sus hijos, los padres pueden colaborar activamente como
miembros de una junta directiva en múltiples tareas, y expresar deseos y

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expectativas. Además, deben dar siempre una imagen positiva del club
o escuela a la que pertenecen sus hijos.
 Facilitar la participación deportiva y la elección de un club. Los padres
han de analizar si lo que ofrece un club corresponde a sus deseos y
expectativas. Que existan técnicos pedagógicamente cualificados,
que todos los niños tengan oportunidades de participar,
equipamientos…
 Mostrar interés por las actividades deportivas de los hijos. El hecho de
que los niños puedan hablar con sus padres de sus experiencias,
positivas o negativas, constituye una buena prueba del interés paterno
por lo que hacen sus hijos. Cuando los padres escuchan y dan consejos,
felicitan cuando hay mejoras, y se preocupan por cómo lo pasa el niño
antes de hacerlo por los resultados, este apoyo familiar proporciona
autoconfianza el niño para intentar nuevos retos.
 Asegurarse de que los niños practican el deporte de un amanera
saludable. Poner énfasis en la diversión y en el esfuerzo para hacerlo lo
mejor posible, evitando la presión por los resultados inmediatos. Para
ello, es necesario asegurarse que entre los objetivos del club o escuela
deportiva figuren los siguientes: aprendizajes de técnica y táctica
deportiva, aprendizaje de la deportividad a partir del respeto de las
reglas, adversarios y material.

La mayoría de los padres desean lo mejor para sus hijos en todos los aspectos,
y el deporte no es una excepción. Sin embargo, a veces, los padres
desinteresados o los preocupados en exceso por los logros deportivos, puede
tener una influencia negativa sobre la práctica deportiva de sus hijos. En las
relaciones padres-deportistas, Smoll (1986) etiqueta 5 tipos de padres que
pueden empeorar involuntariamente la calidad de le experiencia deportiva
de sus hijos:

1. Padres entrenadores auxiliares. Acostumbran a conocer el deporte que


practican sus hijos. A veces, contradicen las instrucciones del entrenador, y
debido a que el hijo está pendiente de las indicaciones o reacciones de los
padres se desorganizan el juego. Estos padres dan a conocer sus opiniones a
otros padres o directivos en momentos y lugares que no son los más
adecuados.

2. Padres hipercríticos que tienen generalmente expectativas y objetivos poco


realistas respecto a la progresión deportiva de sus hijos. Son demasiado
exigentes con la actuación de los jóvenes y casi nunca están satisfechos.
Refuerzan poco y critican a menudo, constituyendo una causa de estrés para
sus hijos.

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3. Padres vociferantes son aquellos que se suelen colocar junto a la pista, y


actúan como cuando presencian una competición profesional, hablando,
gesticulando o interactuando con los árbitros, jugadores o entrenadores
rivales, y, a veces, a miembros del propio equipo. Son poco pacientes,
escuchan poco a los demás y están poco predispuestos a cambiar su
conducta.

4. Padres sobreprotectores son aquellos exageradamente cautelosos con los


riesgos que comporta el deporte. Hacen comentarios angustiados sobre
algunas jugadas o movimientos y amenazan con sacar del club a sus hijos.

5. Padres desinteresados que no reconocen el valor del deporte en la


educación de los jóvenes, y se caracterizan por no asistir nunca a los
entrenamientos y competiciones de sus hijos ni se interesan por sus progresos.

Por último, señalar, que, la mayoría de los padres cumplen las funciones que se
han descrito, y realizan una contribución positiva a la iniciación deportiva de
sus hijos, ayudándoles en la elección, facilitando su participación y mostrando
interés por las actividades. Los problemáticos son una minoría frente a los que sí
colaboran, por lo tanto, es tarea de los técnicos mejorar la comunicación,
establecer pautas y normas y garantizar que se cumplan. Por ello, parecen
convenientes unas recomendaciones útiles para optimizar la actuación de los
padres:

- aceptar el papel del entrenador, los padres no han de sustituir al


entrenador ni han de interferir en su trabajo, aunque conozcan el
deporte; es importante que el entrenador tenga la confianza de los
padres.
- aceptar los éxitos y fracasos de los hijos. A veces, algunos padres se
muestran competitivos con sus hijos cuando éstos destacan,
recordando sus propios logros deportivos. Otras veces, se muestran
avergonzados después de una derrota. Lo importante es que se
preocupen de que sus hijos lo pasen bien y jueguen cada vez mejor,
de esta forma ayudaran a formar deportistas orientados a la mejora
de su propio rendimiento.
- mostrar dedicación e interés adecuados, evitando situaciones
extremas que nos hagan ignorar la práctica ni estar excesivamente
implicado en ella. Hay que interesarse, esforzarse por presenciar
algún partido, sin prometer nunca más tiempo del que realmente se
pueden comprometer.
- ayudar a que los hijos tomen sus propias decisiones, haciendo
sugerencias (no imposiciones) sobre el tipo de práctica más
recomendable para su hijo, pero intentar que éstos progresivamente
tengan su propio criterio y elijan su itinerario deportivo.

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- ser un modelo de autocontrol, ya que la conducta de los padres es


imitada por sus hijos. Si estos pierden el control con los árbitros o
adversarios, la tarea del entrenador para enseñar conductas
deportivas y autocontrol resultará mucho más difícil.

5.1.1.4. CONTRIBUCIÓN DEL DEPORTE EN EL DESARROLLO DE LOS JÓVENES.

Hemos visto como de importante es la implicación de los jóvenes en el


deporte, pero el deporte de competición no debe ser el único modelo de
deporte para niños. No existe una única definición universalmente aceptada
de deportividad, sino que hay que tratar de manera específica las conductas
deportivas y su conexión con el tipo de deporte, nivel de juego y edad de los
participantes.

Existen diferentes perspectivas sobre el modo en que el deporte contribuye en


el desarrollo de actitudes y conductas adecuadas. Con todo esto, podemos
preguntarnos ¿potencia el deporte el desarrollo del carácter? Si es así, ¿cómo
lo hace? A la mayoría de nosotros, nos gustaría creer que la participación en
programas de actividad física construye el carácter de manera automática,
intensificando el desarrollo moral y enseñando deportividad. Sin embargo,
existen pocas pruebas que respalden esta idea. La participación en
actividades o contextos deportivos no hace obligatoriamente a la gente peor
ni mejor. El carácter no se contagia, se enseña y esto requiere la utilización
sistemática de estrategias.

Podemos seguir diferentes estrategias para potenciar el desarrollo del


carácter:

1. Definir la deportividad en el contexto particular.

2. Reforzar y estimular las conductas de espíritu deportivo, y penalizar y


desalentar las que muestran el carácter opuesto.

3. Modelar las conductas adecuadas.

4. Transmitir racionalidad, subrayando el por qué, subrayar la intención de las


acciones estimular la empatía.

5. Discutir dilemas morales.

6. Incorporar los dilemas y las opciones morales a las prácticas y las clases.

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5.1.1.5. LA ACTITUD DEL ENTRENADOR.

Algunas personas creen que no corresponde a los profesores o entrenadores la


enseñanza de valores morales a los jóvenes, estas personas sostienen que el
carácter y la moral pertenecen al dominio de los padres. Sin embargo,
nosotros pensamos que eludir la educación respecto a valores básicos como
la honradez, la empatía, o los métodos para resolver disputas o conflictos es un
grave error y perjudicaría seriamente la contribución que el deporte o la
actividad pueda tener para el desarrollo psicológico de los jóvenes. Además,
está demostrado, que con intención o sin ella, los entrenadores influyen y
mucho en los valores y en la formación de los jóvenes.

En general, el entrenador tiene que tener una actitud constructiva dirigiendo


los entrenamientos de su equipo o deportistas. El trabajo de un entrenador no
consiste en reprender a los jugadores cuando hagan algo mal, no es necesario
estar de mal humor para conseguir que los deportistas trabajen y, por
supuesto, no tiene por qué insultar, menospreciar o descalificar a nadie. El
trabajo de un entrenador consiste en ayudar a los deportistas a rendir según los
objetivos establecidos y, para ello, es necesario mantener una actitud positiva
y firme a la vez.

Los aspectos que debemos tener en cuenta son los siguientes:


1. Crear un clima de trabajo agradable, donde predominen los retos
atractivos, alcanzables y los comentarios positivos y de ánimo.
2. Asumir que los jugadores no son perfectos y que cometen errores.
3. Asumir que los “parones” en el aprendizaje son parte del proceso, y que es
donde más aliento necesitan los deportistas.
4. Asumir que dar una explicación sobre lo que hay que hacer, a veces no es
suficiente como para que el deportista lo haga. Se necesita tiempo para
asimilar y dominar la información que reciben.
5. Cada persona tiene su propio ritmo de aprendizaje y debe ser respetado.
6. Mantener expectativas realistas entre lo que debemos exigir y permitir.
7. Valorar y premiar las conductas y el esfuerzo, no solo el resultado.
8. Destacar y reforzar las mejoras y lo que se va haciendo bien más que insistir
siempre en lo que falta por aprender. Analizar con objetividad tanto los
aciertos como los errores, siempre con el propósito de tomar decisiones
adecuadas respecto al próximo trabajo a realizar.
9. Paciencia y buen humor cuando las cosas no salen como se esperaba.
10. Tratar siempre a los jugadores con respeto y afecto. Son personas.

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5.1.2. FACTORES MOTIVACIONALES EN EL DEPORTE INFANTIL Y JUVENIL.

5.1.2.1. MOTIVACIÓN Y CONCEPTOS BÁSICOS.

La motivación es un tema central en cualquier actividad humana, ya sea en el


contexto escolar, en el deportivo, en la empresa, etc. El rendimiento y los
buenos resultados suelen asociarse al nivel de motivación que manifiestan las
personas. Sin embargo, a pesar de la importancia que se le ha dado en
deporte a este concepto, es difícil encontrar una definición precisa de este
concepto y también es fácil encontrar concepciones erróneas sobre la
motivación: confundir la motivación con el nivel de activación emocional o
arousal (muchos entrenadores creen que hay que utilizar técnicas en los
vestuarios para aumentar la motivación de los deportistas y utilizan gritos,
insultos, etc.), la idea de crear falsas expectativas respecto a las posibilidades
de alcanzar un éxito (la famosa frase de "tu puedes" tiene mucho riesgo, ya
que si la persona ve que no cumple con esas expectativas se produce el
efecto "boomerang" disminuyendo la motivación y la confianza) o considerar
que la motivación es un rasgo estable de la personalidad y por lo tanto
inmutable.

La motivación es un proceso individual complejo en el que inciden muchas


variables que interactúan entre sí. Vamos a definir motivación como la fuerza
que activa el comportamiento del individuo, lo dirige y mantiene hasta haber
alcanzado un objetivo, una meta. En esta definición nos encontramos con los
dos componentes de la motivación:

 La dirección, que indica la finalidad del comportamiento, es decir por


qué nos orientamos a uno u otro objetivo.
 La intensidad, por qué las personas persistimos en ciertos
comportamientos invirtiendo en ellos tiempo y energía.

La motivación es una variable que resulta imprescindible en cualquier contexto


deportivo, sea de competición o no. Cuando no es competitivo, la motivación
de los practicantes determina en gran medida la continuidad y la calidad de
su participación. En el deporte de competición, tiene una influencia decisiva
tanto en el entrenamiento como en la competición misma, ya que facilita que
los deportistas se encuentren alerta, física y mentalmente para poder afrontar
con éxito las demandas concretas que se plantean en ambos contextos.

La motivación es la clave del aprendizaje y, por supuesto, del rendimiento. Una


de las funciones claves del entrenador es la de saber motivar correctamente a
sus deportistas para alcanzar los objetivos establecidos. Podemos observar la
relevancia de la motivación cuando nos encontramos con deportistas que,
teniendo capacidad y facilidad para jugar, carecen del interés y deseo por

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mejorar o destacar; o cuando los resultados son adversos y encontramos


deportistas que tienen dificultades para perseverar y a veces se confían, se
conforman o abandonan.

Sin embargo, a pesar de la importancia que el mundo deportivo ha


concedido a esta variable, a menudo la motivación se confunde con otros
conceptos psicológicos o se ignora la complejidad de su significado y la forma
de actuar para mejorarla. Se han cometido errores, la mayor parte de las
veces por el enorme desconocimiento que ha existido sobre cuestiones
centrales relacionadas con la motivación: se han establecido mal los objetivos
o ni siquiera se han planteado, no se ha considerado la situación global del
deportista, sólo la deportiva dejando a un lado cuestiones que pueden ser de
gran relevancia para el jugador, actuar como si en la motivación sólo
interviniera el posible beneficio, (ganar partidos, ganar dinero, etc.) ignorando
cosas importantes como los costes (tipo de vida, horas de entreno, etc.), se
han utilizado incentivos inapropiados, no teniendo en cuenta cómo otras
variables psicológicas pueden afectar a la motivación, pero sobre todo, se ha
intentado intervenir “mágicamente” en momentos de temporada malos o
hacerlo sólo con un jugador cuando a veces, la falta de habilidad, la relación
con el compañero o técnico, es lo que dificulta la comunicación e interfiere
con la motivación.

5.1.2.1.1. Motivación en el entrenamiento.


El entrenamiento deportivo plantea numerosas exigencias que resultan muy
difíciles de responder en ausencia de una dosis alta de motivación. El
deportista tiene que afrontar largas, intensas y continuas sesiones de
entrenamiento, en las que debe abordar tareas, a veces no gratas, otras
veces aburridas, combatiendo y superando múltiples dificultades. Además, el
deportista debe sacrificarse en su vida cotidiana, controlando numerosas
cuestiones (dieta, horas de sueño, medicación, rehabilitación, etc.),
renunciando a muchas actividades ajenas a la práctica deportiva, limitando
sus relaciones sociales y a veces familiares y/o retrasando o impidiendo, a
veces decisivamente, sus posibles logros como estudiante o profesional en
entornos más estables y duraderos que el deporte. En definitiva, un jugador de
pádel debe aceptar y enfrentarse satisfactoriamente a las exigencias del
entrenamiento, que requiere una elevada dosis de motivación por los logros
deportivos y sus consecuencias, incluyendo las compensaciones materiales,
sociales o internas.

Puede ser de gran ayuda una motivación notable por el propio entrenamiento
(por las tareas y ejercicios concretos que se realizan), pero sólo si existe una
buena base de motivación por motivos más trascendentes. Este es otro error,

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ya que, a veces, algunos entrenadores se esfuerzan en hacer más atractivos e


interesantes las sesiones de entrenamiento, sin reparar en la situación de la
motivación más básica, y puede ser en ésta y no en los incentivos diarios
donde se encuentre el desajuste. También se puede dar al revés, que una
buena motivación básica no sea suficiente para mantener la motivación
cotidiana, sobre todo en períodos alejados de las competiciones. Por lo tanto,
la combinación apropiada para conseguir el máximo rendimiento debe incluir
una buena dosis de motivación básica competitiva (una motivación estable
por los logros deportivos y sus consecuencias) y una motivación más específica
por la propia actividad (el gusto y disfrute por la actividad). En ausencia de
motivación básica, es decir de compromiso para alcanzar una determinada
meta, nos encontramos con jugadores/as que se divierten y tienen una
elevada adherencia al entrenamiento, pero tienen dificultad para trabajar en
el día a día con la dedicación, intensidad, persistencia, tolerancia a las
dificultades y espíritu de superación que son necesarios para alcanzar grandes
retos. De hecho, cuando predomina este grado de motivación por la
actividad es posible que los deportistas adquieran un grado de conformismo y
comodidad manteniendo el nivel que ya tienen, sin complicarse y sin afrontar
situaciones estresantes (“llegaré hasta donde pueda”). En categorías de
menor rango competitivo, esta situación puede asegurar la permanencia y el
disfrute de los practicantes, pero para ser profesional esto puede resultar muy
grave, pues la mayoría de los deportistas deben seguir trabajando para
ensanchar sus propios límites, independientemente de lo que hayan
conseguido y eso es lo difícil.

El estancamiento de muchos deportistas promesa a veces tiene que ver con


una insuficiente motivación por alcanzar logros deportivos que requieren dosis
elevadas de sobreesfuerzo, sacrificio y disciplina; otras veces, por no haber
tenido en cuenta que, muchos de los deportistas, que reciben recompensas
(copas, premios, contratos, etc.) y refuerzos por sus logros en las etapas
iniciales, pierden casi la totalidad de ellas cuando pasan a jugar en categorías
absolutas. Pierden los refuerzos justo en el momento dónde las mejoras son más
lentas y las demandas del entrenamiento más duras. La motivación apropiada
favorece que el deportista obtenga el máximo beneficio del plan de
entrenamiento, reduciendo el absentismo de las sesiones y aumentando el
aprovechamiento del tiempo. A veces, observamos cómo jugadores dedican
horas y horas a pegar a la bola sin comprender que lo realmente importante
para mejorar es realizar entrenamientos de máxima calidad.

En el entrenamiento, debemos diferenciar distintos momentos siendo algunos


más críticos que otros. Los motivos que llevan a un jugador a entrenar el día
previo a un partido importante no son los mismos ni tienen la misma intensidad
que cuando se trata de un entrenamiento muy alejado de la próxima

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competición; tampoco se entrena igual el día después de una gran victoria


que el que se realiza después de una dolorosa derrota o cuando se realizan
partidos o se trata de entrenamientos en los que hay que afrontar de tareas de
considerable dificultad o esfuerzo.

5.1.2.1.1. Motivación en la competición.


En la competición, los deportistas tienen que enfrentarse a numerosas
dificultades que deben superar en el momento (un mal comienzo, problemas
en la relación, un ambiente hostil, buenos rivales, cansancio o dolor físico), y
deben rendir al máximo de sus posibilidades cualquiera que sea la situación, lo
que les exige, en numerosos casos, enormes sobreesfuerzos que son mucho
más probables en presencia de una elevada motivación.

Ejemplo  Pareja que ha preparado su partido ante un difícil rival y está


jugando bastante bien, por encima de lo que se podía esperar. Sus
adversarios, sin embargo, a pesar de no estar en el mejor momento
"mantienen el tipo". El partido está igualado, es largo y están cansados.
Llegado este punto, la pareja uno se conforma, ve que su rival no cede y está
muy satisfecho con lo que ha realizado hasta el momento. ¿Qué posibilidades
tienen de ganar este partido? Seguramente muy pocas ya que les falta
motivación para la victoria.

En la medida que la motivación por el reto de la competición sea mayor,


mayores serán también las probabilidades de que los deportistas superen
momentos difíciles por los que inevitablemente tendrán que pasar, aunque
también influirán otras variables como el control del estrés y la autoconfianza.
Sin embargo, en el deporte de competición no podemos olvidarnos que un
adecuado entrenamiento de la motivación significa controlar tanto el déficit
como los excesos.

Una motivación excesivamente elevada (por encima de la dosis apropiada


según la demanda de la situación) puede propiciar consecuencias muy
perjudiciales para el rendimiento, haciéndote actuar por debajo de tus
posibilidades reales. Una motivación excesiva durante la competición puede
contribuir a que el deportista llevado por su incontrolado deseo de ganar
realice acciones impulsivas inadecuadas (subir mal a la red, precipitarse al
golpear, etc.), puede realizar conductas de riesgo y puede perder la
perspectiva táctica más conveniente al estar su atención reducidamente
centrada por su deseo de ganar, olvidándose total o parcialmente de lo que
tiene que hacer para conseguirlo. Por lo tanto, la motivación tiene que ser
elevada para afrontar con éxito múltiples momentos difíciles que surgen en la
competición, pero no incontrolada, pues de esta forma es muy probable que

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se produzcan efectos que perjudicaran el rendimiento. De la misma forma,


cuando se trata de competiciones excesivamente fáciles, es especialmente
importante potenciar la motivación específica por estos eventos, pues es
frecuente que los deportistas los afronten con déficit de motivación, bajando
la activación y, en muchos casos, perjudicando a su rendimiento y
conduciendo a resultados deportivos adversos.

5.1.2.1.3. Motivación después de la competición.


Finalizada la competición, la motivación juega un papel importante en la
recuperación física y mental de los deportistas, sobre todo cuando la
experiencia no haya resultado favorable. La adecuada recuperación mental
de un deportista después de malos resultados o actuaciones deficientes será
fundamental para que compita con posibilidades de éxito cuando la siguiente
competición se encuentra próxima. También lo será para que siga trabajando
en los entrenamientos posteriores a la competición en la línea apropiada. Esta
recuperación mental dependerá, en parte, de que el deportista siga estando
motivado por un importante objetivo a medio-largo plazo y encuentre
incentivos cercanos que le ayuden a recuperar la ilusión y el rumbo, sin olvidar
la influencia decisiva que también pueden tener otras variables psicológicas
como el control del estrés, la autoconfianza y la presencia o no de
determinadas habilidades psicológicas.

En este apartado, es importante la evaluación que hace cada deportista y la


que se hace como pareja, sobre el rendimiento. Aquí cobra especial
importancia la evaluación y feedback del entrenador, aunque muy a menudo
no puedan estar presentes.

A menudo, sólo se presta atención al resultado, y muchas veces no guarda


relación con el juego desarrollado. Resultado y rendimiento pueden coincidir o
no, pero lo importante es que esta evaluación se realice en el momento
oportuno (una vez que el deportista se ha estabilizado emocionalmente) y de
la manera más objetiva posible. No es adecuado pensar que ganar implica
haberlo hecho todo bien, de la misma forma que perder no es sinónimo de
que todo haya ido mal. La evaluación objetiva y no emocional sobre el
rendimiento y el resultado deben contribuir a una mejor y más rápida
recuperación de los deportistas y puede ayudar a mantener o a reajustar los
objetivos establecidos. En pádel, a menudo esta evaluación no se hace en
equipo, y esto conduce frecuentemente a generar conflictos y
distanciamientos. Es importante destacar que siempre evaluamos conductas
(físicas, técnicas, psicológicas o tácticas) pero no valoramos la valía del
jugador.

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5.1.2.2. VARIABLES QUE AFECTAN A LA MOTIVACIÓN.


La motivación es una condición necesaria en el deporte, ya que sin ella es casi
imposible dedicar el tiempo, la intensidad, la concentración, el esfuerzo y el
sacrificio que la competición requiere. Por eso, es importante que los
entrenadores comprendan los aspectos que se relacionan con la motivación
de sus jugadores y aprovechen los recursos que ya existen y fortalezcan los
más débiles. Podemos detectar un déficit o un exceso y, éstos, pueden
deberse a diversas razones. Conocer qué es lo que ocurre es crucial para
diseñar un buen plan de intervención.

- Necesidades o intereses.

Cuando evaluamos la motivación de un deportista es necesario tener en


cuenta no sólo lo deportivo, sino aquellas otras necesidades o intereses,
tengan o no que ver con su deporte. Hablaremos de déficit, global o
específico, siempre que el deportista no alcance el nivel requerido para
realizar el esfuerzo físico y mental que conduce al máximo rendimiento. Todos
los que compiten se preparan para lograr el éxito y es el progreso en los
pequeños detalles lo que hace que unos ganen y otros no. En las fases
iniciales, la mayoría de los jugadores muestran interés por el deporte que
practican y las mejoras se observan fácilmente, pero en etapas más
avanzadas esto resulta más difícil, ya que cada vez hay más horas de práctica
y las mejoras son más lentas. Sabemos que el interés inicial no durará siempre,
pero la falta de interés global o específico debe corregirse lo antes posible. La
motivación en estos casos dependerá de si la experiencia de realizar ese
deporte resulta estimulante y gratificante para el deportista, de la inversión
realizada hasta el momento o de la existencia de otras alternativas o intereses
en la vida del jugador.

Ejemplo  un jugador que tiene un promedio de aciertos en el primer servicio


del 85% ¿debe trabajar este aspecto? La respuesta sería que sí, pues mejorar
ese aspecto puede marcar la diferencia que decida muchos partidos.

- Beneficios y costes.

Tener interés parece que no resulta suficiente para mantener la motivación


estable, la relación coste-beneficio será fundamental para el mantenimiento
en el tiempo de esta motivación. La motivación inicial será mayor cuanto más
atractivo sea para el deportista el potencial beneficio material, social o
interno; esta motivación se mantendrá y fortalecerá si el deportista va
consiguiendo el beneficio deseado y más aún, si percibe que lo consigue
gracias al esfuerzo o coste previsto. Cuando valoramos la motivación no
podemos pensar exclusivamente en los posibles beneficios para mantenerla ni
pensar que sólo existe en un solo tipo de beneficios. Estos pueden ser

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materiales (un buen contrato, trofeos, etc.), sociales (reconocimiento de los


demás) o internos (satisfacción por conseguir por el propio juego, por
aprender, por alcanzar un reto muy importante, etc.). Además, debemos
valorar el coste que cada jugador está dispuesto a aceptar para conseguirlos.
No tener en cuenta este coste, es quizás uno de los principales errores de
muchos entrenadores y dirigentes que piensan que se puede motivar sólo con
incentivos (si el coste es más elevado que el beneficio, aunque este sea
atractivo, puede ser que al deportista no le compense intentarlo).

En general, se acepta que el coste sea lo suficientemente alto como para que
el deportista valore que verdaderamente es importante el esfuerzo personal si
pretende alcanzar un determinado beneficio, aunque no tan elevado como
para que llegue a la conclusión de que se trata de un coste
desproporcionado, en cuyo caso no merecerá la pena insistir. Sólo se
pretenderá que un deportista afronte un coste elevado si el posible beneficio
a conseguir también es elevado y siempre en la medida en que el deportista
tenga recursos suficientes para ello y además crea que los tiene. En otras
actividades de la vida, la probabilidad de obtener un beneficio está más
ligado a llevar a cabo el coste correspondiente (en un examen, por ejemplo, si
se estudia el número de horas suficiente hay garantía de obtener el beneficio
esperado), pero en el deporte de competición esto no siempre es así, ya que
los beneficios dependen también de factores ajenos al deportista y fuera de su
control, como es el nivel de los rivales, y en concreto en el pádel, también
entra en juego el desempeño de tu pareja. Con demasiada frecuencia los
problemas en la motivación comienzan cuando se empieza a echar la culpa y
responsabilidad de los malos resultados a la persona con la que juegas en vez
de entender que el pádel es un deporte de equipo.

En cualquier caso, los beneficios deben cubrir una necesidad real y prioritaria
en el presente del deportista, pudiendo ser diferentes las necesidades de
distintos deportistas y también las de un mismo deportista en distintos
momentos de su carrera deportiva. Una de las claves de la motivación en el
contexto del deporte de competición consiste en vincular el rendimiento
personal y los logros deportivos con la satisfacción de las necesidades más
prioritarias. Por el contrario, cuando los objetivos deportivos apenas tienen
nada que ver con la satisfacción de las necesidades prioritarias, es difícil que el
deportista se interese lo suficiente y esté dispuesto a luchar e invertir un
esfuerzo enorme. La vinculación del rendimiento y de los logros deportivos a la
satisfacción de las necesidades más prioritarias constituye una útil estrategia
que favorecerá la disposición del deportista hacia el trabajo deportivo a
realizar. Por lo tanto, resulta imprescindible que el entrenador conozca cuáles
son esas necesidades básicas de sus deportistas.

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- Compromisos y otros intereses.

La motivación es un proceso complejo, que viene determinada por múltiples


factores. El interés de muchos jugadores jóvenes decrece en la medida que
aumenta el de sus padres, llegando a competir con otros intereses o
actividades alternativas y por mucho que intentemos hacer del entrenamiento
una actividad atractiva y que suponga un reto, muchas veces ya no depende
de la conducta del entrenador sino del compromiso que el jugador está
dispuesto a adquirir. Resulta más probable que abandonen o que jueguen con
menor dedicación aquellos jugadores que no obtienen los beneficios que
esperaban, que tienen adultos alrededor con más motivación que ellos
mismos, que no encuentran una buena relación entre las expectativas iniciales
y los resultados que van obteniendo, y también, otras veces, cuando las
opciones que se les presenta no son atractivas o son muy exigentes. Esto no
quiere decir que no haya que exigir, sino que esta exigencia debe ser
adecuada a cada edad y a cada jugador. Resulta difícil pensar que alguien
pueda comprometerse a realizar actividades que sean poco gratificantes y
con un coste elevado.

Un jugador, además de las exigencias deportivas tiene obligaciones


académicas, familiares y sociales a las que hay que prestar atención y tratar
de compensar para que la motivación se mantenga estable. No estará más
motivado aquel jugador que sólo piense en el pádel, sino el que tenga un
mayor equilibrio entre sus distintos intereses. Es cierto que en las primeras
etapas resulta más fácil, pues es cuando se produce el mayor número de
aprendizajes, existen pocas alternativas y la exigencia es menor, pero en la
adolescencia, las alternativas ya son varias y aumentan los costes (torneos de
mayor dificultad, menos premios, dificultad para compaginar los estudios,
pocas salidas, poco tiempo libre, muchos viajes, etc.), justo en el momento
donde se les exige que adquirieran un mayor compromiso y aumenten la
dedicación. Resulta muy difícil esta etapa en la vida de los deportistas y es
necesario ayudarles a tomar decisiones, en algunos casos estas decisiones
deben ir encaminadas a facilitar y fortalecer un compromiso sólido que les
mantenga estables incluso en los malos momentos y, en otros casos, para
permitir el abandono o una menor dedicación. Para facilitar la toma de
decisión y el compromiso resulta muy útil usar matrices de decisiones, con el
objetivo de sacar al deportista de perspectivas limitadas y erróneas en la que
sólo se contempla la relación a corto plazo, en vez de observar perspectivas
más amplias en la que también se consideren los beneficios a medio y a largo
plazo.

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5.1.2.2.1. Estrategias psicológicas para potenciar la motivación:


establecimiento de objetivos.
En los últimos años, se han identificado un elevado número de estrategias para
ayudar a las personas a alcanzar aquello que desean. El establecimiento de
metas es una de ellas, ya que no sólo ha mostrado su influencia sobre el
rendimiento en cualquier ámbito (educación, industria, comercio, deporte,
etc.) sino que se ha visto relacionada con cambios positivos en otras variables
psicológicas que afectan al rendimiento (dirigen la atención y la acción,
movilizan la energía, prolongan el esfuerzo en el tiempo, etc.) ayudando a los
deportistas a elaborar estrategias para conseguir esas metas.

El establecimiento de objetivos consiste, precisamente en la aplicación


sistemática y programada de los objetivos, siguiendo los criterios resultantes del
campo experimental. Para ello, basándose en el nivel que presenta el sujeto,
fijar una serie de pasos o etapas intermedias que conducen como último
escalón al objetivo final. Se ha señalado en multitud de ocasiones la
importancia de establecer objetivos de realización que propicien la
consecución de objetivos de resultado. Con frecuencia, la gente fija objetivos.
El problema, no radica en identificar los objetivos, sino en establecer objetivos
que proporcionen la dirección y el aumento de la motivación necesarios para
ceñirse a ellos y alcanzar lo propuesto.

En el ámbito del deporte es especialmente importante que se decida y


especifique con claridad cuál es la conducta-objeto, es decir, determinar si se
trata de establecer objetivos sobre conductas concretas (adquirir conductas
nuevas o eliminar algunas no deseables) o potenciar las que ya hace el
deportista de forma adecuada o si se refieren a resultados específicos que se
quieren alcanzar. Es importante que los objetivos sean atractivos y alcanzables.
En ocasiones, especificar el objetivo en términos operativos que permitan
identificarla y evaluarla sin ambigüedad, requiere que se precisen detalles
concretos que, en algunos casos, no estamos habituados a expresar, dando
por hecho que todo el mundo entiende a que se refieren. En otros muchos
casos, el objetivo final es más complejo y es necesario establecer objetivos
intermedios. A veces, esta técnica fracasa, pero no tanto debido a la
complejidad como al hecho de no saber utilizar la técnica de forma eficaz,
asumiendo, que por el sólo hecho de emplearla, se facilitará
automáticamente la ejecución.

La dificultad para establecer objetivos de forma realista y apropiada hace


necesaria la formación o las instrucciones sobre cómo se pueden establecer
objetivos de manera efectiva, cuál debe ser el diseño adecuado, el
compromiso requerido, el índice de dificultad y cómo evaluar el progreso y las
estrategias específicas para lograrlo. Antes de iniciar un plan de objetivos es
bueno seguir una serie de pasos:

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1. Evaluar la capacidad real del deportista y la situación en la que se


encuentra la conducta que se quiere alcanzar (por ejemplo, conocer
aspectos técnicos y físicos implicados en un golpe de cara a establecer un
plan de mejora concreto sobre ese golpe).

2. Evaluar el nivel de aspiraciones y nivel de compromiso para alcanzar las


metas a largo plazo (por ejemplo, en qué medida un determinado jugador
considera que debe mejorar un aspecto concreto y qué está dispuesto a
hacer para lograrlo).

3. Evaluar los medios y los recursos disponibles (por ejemplo, valorar en qué
medida un deportista tiene tiempo, dinero o personas que le ayuden a
alcanzar un objetivo).

4. Evaluar la viabilidad y la conveniencia de establecer unos determinados


objetivos en un momento determinado (por ejemplo, elegir convenientemente
cuándo es el mejor momento para introducir cambios técnicos o un trabajo
físico intenso).

La progresión y el establecimiento de objetivos no pueden ser iguales cuando


se trata de un deportista que empieza a uno que está ya en la elite. Muchos
entrenadores desconfían de la eficacia de un buen plan, a veces por no
haber confeccionado bien el mismo o no haber definido operativamente los
objetivos y, otras muchas veces, porque piensan que en determinados
momentos no es adecuado establecer objetivos (un niño que llega a una
escuela, etc.) cuando lo único importante sería conocer qué tipo de objetivos
podemos establecer en cada momento y cómo los vamos a adecuar en caso
de alcanzarlos fácilmente o no hacerlo (por ejemplo, en el caso anterior el
primer objetivo estaría relacionado con su adaptación al nuevo sitio).

Muchas personas definen un objetivo como una meta, patrón o propósito de


alguna acción, o incluso como un nivel de competencia o ejecución. Es
frecuente encontrarnos con sujetos que establecen metas muy subjetivas:
“quiero divertirme”, “pasarlo bien”, “hacerlo lo mejor posible”, “pasar todas las
previas”; sin embargo, otros centran su atención en metas más objetivas: “estar
entre los 100 primeros”, “adelgazar 5 kilos”, “correr 45 minutos 3 días a la
semana”, “reducir el número de errores no forzados un 50% en 6 meses”, etc.
Por lo tanto, una primera distinción en las metas puede ser entre subjetivas y
objetivas, que son en las que los psicólogos se han centrado principalmente.
Las metas objetivas podrían definirse como “conseguir un nivel específico de
competencia en una tarea, normalmente en un tiempo determinado” (Locke,
Shaw, Saari y Latham, 1981).

Según la definición de Burton (1984) y Martens (1990) las metas se dividen en


metas de rendimiento y metas de resultado. Los objetivos de resultado se

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centran en el resultado final (obtener una nota, un resultado, un número de


golpes, etc.), pero el logro no depende de los propios esfuerzos, sino de otra
serie de variables (por ejemplo, un jugador puede entrenar 5 horas al día y con
calidad y no lograr el objetivo de ganar un torneo). Los objetivos de
rendimiento se centran en los patrones o tareas que uno tiene que realizar y se
comparan con las propias ejecuciones anteriores. Este tipo de objetivos
tienden a ser más flexibles y a estar bajo control, permiten realizar ajustes en la
medida en que se van cumpliendo o no.

Por último, y como hemos comentado anteriormente, los objetivos pueden


establecerse con distintos períodos o plazos. En general, resulta conveniente
planificar objetivos a largo plazo respecto a la consecución de resultados, ya
que éstos deciden la meta a la que queremos llegar, decide el rumbo que
debe seguir el esfuerzo. Si no existen, el trabajo puede ser intenso pero inútil por
no tener dirección. Los objetivos intermedios progresivos, tanto de resultado
como de rendimiento o ejecución, fortalecen la motivación y la confianza y
permiten avanzar hacia los objetivos a largo plazo. No alcanzar los objetivos en
esta fase, nos permite evaluar qué es lo que ha ocurrido y replantear la
situación. Los objetivos a corto plazo serán los más próximos, los que de
manera prioritaria debe ocupar la atención del sujeto; pueden ser de
resultado y/o de rendimiento, siendo más frecuentes los últimos, debiendo
suponer un reto a la vez que ser alcanzables por el sujeto. Estos objetivos
permiten dirigir la atención hacia aquellas cuestiones más relevantes en cada
situación.

Los psicólogos que han estudiado el establecimiento de objetivos en otros


ámbitos señalan su importancia como técnica motivacional. Centraron su
atención en la idea de que la fijación de objetivos difíciles y específicos,
mejoraba sensiblemente el rendimiento más que si no existiese objetivo alguno
o si el objetivo consistía en hacerlo, simplemente, lo mejor que cada uno
podía. Los estudios realizados, han llegado a la conclusión de que el
establecimiento de objetivos funciona y con un alto grado de efectividad.
(Locke et al., 1981, Mento, Steel y Karren, 1987). La mayor parte de los estudios
demuestran su poderoso efecto tanto en población infantil como adulta. Sin
embargo, las investigaciones también demuestran que a pesar de ser un
método eficaz no se trata de un método infalible. Esto ha dado lugar a un
número elevado de estudios en los que se han examinado las relaciones
existentes entre los distintos tipos de objetivos. Parece obvio que, antes de
poner en práctica un programa sistemático de establecimiento de objetivos,
es necesario comprender todo el proceso y planificar cuándo y cómo ese
programa va a ser más eficaz.

En deporte, se entiende que el objetivo debe ser sólo de resultado: ganar. Esto
es cierto en el deporte de competición, pero no podemos olvidar que ningún

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deportista sale a perder. Pero en el pádel, igual que en otros deportes, siempre
hay un rival y que incluso realizando la mejor actuación posible se puede no
ganar. Es
importante que diferenciemos entre objetivos de rendimiento y resultado y
entre los objetivos de entrenamiento y los de competición. Si centramos a los
deportistas únicamente en objetivos de resultado de cara a una competición,
podemos generar más estrés y hacer que disminuya la motivación cuando
éstos no se alcancen. Hay que saber qué deportista se puede beneficiar de
según qué tipo de objetivo. Para algunos deportistas, el objetivo de pasar dos
previas puede generarle más estrés y hacer que su motivación sea
inadecuada porque esté determinada por el miedo; para otros, este objetivo
puede hacer que el deportista alcance la motivación óptima. En general, es
importante formular objetivos de ejecución que estén bajo el control del sujeto
y, además, debemos limitarnos a pocos objetivos pero relevantes.

Algunas de las premisas que deber cumplir un objetivo o meta son (Gould,
1993):

1. Establecer objetivos específicos  Los objetivos específicos afectan al


cambio de conducta más de lo que lo hacen los objetivos generales y, sin
embargo, muchos profesores, entrenadores, educadores, etc., siguen
diciendo: "haz lo que puedas". Los objetivos han de formularse en términos muy
específicos, mesurables y conductuales. Por ejemplo: "Voy a mejorar mi
técnica", es un objetivo general e impreciso; pero "voy a mejorar la potencia
en el remate y aumentar su efectividad de un 40% a un 60% en un periodo de
6 meses haciendo dos entrenamientos específicos de fuerza” es un objetivo
mucho más específico.

2. Establecimiento de objetivos de rendimiento o ejecución  En cualquier


ámbito de la vida tendemos a comparar nuestro rendimiento con el
rendimiento de otros. Es difícil pensar en deporte y no pensar en ganar, o
pensar en rendimiento académico y no pensar en aprobar. Sin embargo, el
énfasis excesivo en metas de resultado crean ansiedad y el sujeto dedica un
tiempo indebido a preocuparse en vez de centrarse en su tarea. Por cada
meta de resultado que se establezca tendría que haber varias metas de
ejecución. La consecución de esas tareas aumenta la probabilidad de
obtener el resultado deseado.

3. Establecer objetivos a corto plazo y a largo plazo  Los cambios importantes


de conductas no se producen de un día para otro, por lo que hay que fijar
objetivos tanto a corto como a largo plazo. Una fórmula que se ha empleado
con éxito, se refiere a la escalera de establecimiento de objetivos, colocando
el nivel actual de capacidad en el peldaño más bajo y el objetivo a largo
plazo en la parte superior. En el resto de peldaños se establece una progresión

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de las destrezas (objetivos a corto plazo) que deben superar los sujetos para
llegar al objetivo final.

4. Establecer objetivos difíciles pero realistas  Para que los objetivos sean
eficaces, han de ser lo bastante difíciles como para suponer un reto, pero
también lo bastante realistas como para que puedan alcanzarse. Las metas no
tienen valor si no se necesita ningún esfuerzo para llegar a ellas, pero si son
demasiado difíciles provocan frustración, disminuyen la confianza y debilitan el
rendimiento. Para ello, es necesario conocer la capacidad y el compromiso
que tienen las personas con las que se trabaja esta técnica. A veces, si no se
tiene mucho conocimiento, es preferible pecar de modesto y establecer
objetivos que se puedan lograr con facilidad e ir aumentando para que
supongan mayores desafíos.

5. Anotar por escrito los objetivos  Diversos psicólogos (Botterill, 1983, Harris
and Harris, 1984, Mc Clements, 1982), han recomendado que una vez fijadas
las metas hay que anotarlas y colocarlas en un lugar bien visible.

6. Desarrollar estrategias para el logro de objetivos  Al establecer un objetivo


es necesario desarrollar cuáles van a ser las estrategias que me permitan lograr
dicho objetivo. Por ejemplo, si quiero mejorar mi condición física, necesito
establecer el número de veces semanales que voy a dedicar a esto, qué
sesiones voy a realizar, etc. Las estrategias han de ser específicas e indicar el
grado de frecuencia y la intensidad a la que han de ser ejecutadas. Es
importante ser flexible en este tipo de estrategias. Si digo: "voy a realizar una
sesión de una hora lunes, miércoles y viernes", si un día no puedo, es mejor ser
flexible, y el día que no acuda sustituirlo por otro, pues el objetivo sigue siendo
3 sesiones a la semana.

7. Considerar la personalidad de los participantes  Las personas con nivel de


logro elevado, es decir, con una alta motivación para conseguir el éxito y un
bajo nivel de evitación de fracaso, asumirán rápidamente objetivos
desafiantes pero realistas. Sin embargo, las personas con un nivel de logro
bajo, es decir, con un alto grado de motivación para evitar el fracaso y un
bajo nivel para lograr el éxito, plantearan objetivos muy fáciles o muy difíciles.
Tener en cuenta estas diferencias es importante para lograr que se sientan
cómodos centrando su atención en la mejora personal.

8. Favorecer el compromiso con objetivos individuales  Una persona no


alcanzará un objetivo si no se compromete a ello. Es muy importante promover
el compromiso, estimulando el progreso y proporcionando feedback
constante. No es bueno que sean otras personas las que establezcan los
objetivos sobre los que debe trabajar una persona. Si queremos que una

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persona se implique en su progreso, es necesario que tome parte del proceso


de elaboración y fijación de los objetivos.

9. Proveer de apoyo a los objetivos  Existen otras personas que pueden


apoyar: padres, profesores, amigos, etc. Pero para ello es necesario informar y
formar a estas personas sobre cuáles son los objetivos y cómo pueden ayudar
a la persona a conseguirlos. Estas personas, pueden revisar los objetivos
individuales, preguntar por los progresos, empatizar con los esfuerzos, favorecer
un ambiente de atención, optimismo y estímulo, etc.

10. Evaluar los objetivos  Todo programa debe ser dinámico, los resultados
deben valorarse para comprobar la efectividad del programa. Es esencial el
feedback de rendimiento sobre el progreso. Las estrategias de evaluación de
los objetivos deben iniciarse al principio, para ver si se están cumpliendo o no.
La clave está en ser constante, ya que a menudo se dedica mucho tiempo a
la fijación de objetivos, que al final resulta tiempo perdido al no haber
realizado las dos acciones esenciales para que sea efectivo: evaluación al
deportista y feedback. Evaluar teniendo en cuenta el esfuerzo no sólo la
ejecución.

Los beneficios que tienen los programas de establecimiento de objetivos son:

1. Mejoran el clima y la atmósfera en general (los problemas de falta de


disciplina, pereza o impuntualidad se previenen cuando se unen objetivos
individuales y grupales).

2. Mejoran la comunicación y la empatía entre los miembros del grupo porque


la cohesión de un grupo aumenta cuando existen objetivos claros y
aceptados por todos los implicados.

3. Mejoran el crecimiento personal. Un jugador que participa en un programa


de establecimiento de objetivos incrementa su madurez, ya que participar en
el programa le obliga a mantener la disciplina y a desarrollar mecanismos de
autocontrol.

Los problemas que nos encontramos frecuentemente en estos programas son:

1. Fracaso en el establecimiento de objetivos específicos. A pesar de insistir en


la importancia de marcar objetivos en términos conductuales y específicos, a
menudo lo que hacen es identificarlos de forma general e imprecisa (“quiero
adelgazar”, en vez de especificar “quiero bajar 4 kilos y para ello voy a dejar
de comer pan y dulces y voy a hacer 50 abdominales diarios”); es necesario
establecer las características específicas de esa mejora.

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2. Establecer un número excesivo de objetivos demasiado pronto. A veces se


asumen demasiados objetivos a la vez. El deseo de mejorar hace que sean
excesivamente entusiastas y poco realistas. Si hay muchos objetivos, es
imposible controlar, proporcionar feedback, etc. Objetivos múltiples es posible
cuando la persona tiene mucha experiencia.

3. No adaptar objetivos cuando no se están alcanzando. Aumentarlos si son


muy fáciles o rebajarlos si son muy difíciles no suele ser tarea fácil. Se puede
solucionar de dos maneras: explicando los ajustes desde un principio para que
se vean como algo normal, o creando desde un principio la escalera de
objetivos.

4. Fracasar al establecer objetivos de rendimiento. A menudo, resulta más


difícil establecer objetivos de ejecución que de resultado. Hay que estar alerta
para no recalcar los objetivos de resultado.

5. No evaluar ni hacer un seguimiento. Hay que evaluar y desarrollar un plan


de seguimiento y revisarlo críticamente para dotarle de la máxima seguridad y
eficacia. Ha de ser fácil de ponerlo en práctica.

5.1.2.3. TEORÍAS SOBRE MOTIVACIÓN Y DEPORTE.


Existen muchas teorías sobre motivación, que se agrupan en 3 grandes
categorías: teorías biológicas de la motivación, teorías del aprendizaje y
teorías cognitivas.

- Teorías biológicas de la motivación. Reciben este nombre porque subrayan


la base biológica de la motivación, suponen que el motor de nuestra
conducta es algo interno al individuo. Estas teorías ponen de manifiesto que, a
pesar de la diversidad humana, el ser humano tiende a experimentar el mismo
tipo de necesidades, aunque las conductas que los sujetos pongan en marcha
y el objetivo al que se dirijan pueda ser muy diferente. La motivación es la
fuerza impulsora dentro de los individuos que les empuja hacia la acción. Esta
fuerza impulsora es producida por un estado de tensión, el cual existe como
resultado de una necesidad no satisfecha. En esta situación los individuos se
esfuerzan en reducir esa tensión a través de un comportamiento que les lleva a
la consecución de un objetivo, que va a satisfacer su necesidad, reduciendo
por tanto la tensión.

- Teorías basadas en el aprendizaje. Aunque admiten ciertas necesidades


biológicas, no basan la explicación de la motivación en necesidades, sino que
explican la conducta a través de asociaciones entre estímulos
(condicionamiento clásico) o a través de las consecuencias de la conducta
(condicionamiento operante).

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- Teorías cognitivas. Explican nuestra conducta basándose en procesos


cognitivos. Por ejemplo, cómo actuamos ante determinadas situaciones
depende de cómo interpretamos los estímulos presentes. La conducta dirigida
a objetivos dependerá de cómo se evalúen esos objetivos, de la valencia
(valor) que atribuyamos a esas metas. Otro factor importante son las
expectativas. Si tienes una alta expectativa de éxito con respecto a una meta
es más probable que pongamos en marcha una conducta dirigida a esa
meta que si las expectativas son bajas.

Aunque estas teorías se centran en diferentes aspectos, no son incompatibles


entre ellas, y lo que esto pone de manifiesto es la insuficiencia de una única
dimensión para explicar algo tan complejo como la motivación. Es obvio que
para ciertas conductas, como la comida o las conductas sexuales, hay un
claro componente biológico, pero para explicar qué es lo que mueve a la
conducta final del sujeto es importante tener en cuenta su historia de
aprendizaje (condicionamientos) y también su sistema de creencias y procesos
de pensamiento (aspectos cognitivos). Obviamente para otro tipo de
conductas (que es lo que nos motiva a estudiar una asignatura, hacer un
deporte o asistir a un cine) las dimensiones que explicarían la aparición de
estas conductas tendrían más que ver con aprendizaje y factores cognitivos.
De hecho, son muchas las teorías que toman aspectos de dos o de los tres
tipos de teorías básicas vistas.

Algunas de las teorías que nos sirven para explicar por qué la gente se inicia en
un deporte y por qué se mantiene son la teoría de motivación de logro, teoría
de motivación extrínseca o intrínseca, teoría de la atribución, teoría de la
autoeficacia y teoría de la autodeterminación.

5.1.2.3.1. Teoría de motivación de logro.


El término motivación de logro se acuñó hace más de 50 años para hacer
referencia a los esfuerzos de una persona por dominar una tarea, sobresalir,
superar obstáculos, rendir más que los demás y enorgullecerse de sus
resultados. La motivación de logro es una orientación de la persona hacia el
esfuerzo por tener éxito, hacia la persistencia a pesar de los fracasos y a la
sensación de orgullo por las ejecuciones. Por tanto, parece claro que en un
contexto como el educativo o el deportivo, esto que denominamos
motivación de logro sea muy importante.

Atkinson (1964) y McClelland (1961), padres de esta teoría consideran que la


motivación de logro depende de dos tipos de factores: factores estables de
personalidad o motivos y factores situacionales.

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1. Factores estables de personalidad. Todos tenemos dos motivos de logro


fundamentales:

* motivo de conseguir el éxito  capacidad de sentir orgullo o satisfacción


con las realizaciones

* motivo de evitar el fracaso  capacidad para sentir vergüenza o humillación


como consecuencia del fracaso.

Estos dos motivos son el resultado de experiencias tempranas de socialización


que enseñan a los sujetos a evitar el fracaso y buscar el éxito. La orientación
hacia el éxito es elevada en niños en los que se ha fomentado la
independencia, se les anima a iniciar actividades de manera autónoma, y se
les refuerza por alcanzar las cosas por sus propios medios, y a su vez, no se
castigan o se ignoran los fracasos. Los padres de estos niños habitualmente
tienen altas expectativas o al menos ajustadas, con respecto a sus hijos. La
orientación hacia la evitación al fracaso se relaciona con estilos educativos
negligentes (esperan mucho más del niño de lo que puede madurativamente
y fomentan la independencia sin ofrecer un apoyo suficiente (control de las
situaciones para que la probabilidad de que el niño salga con éxito sea alta).
Poca recompensa de los éxitos y críticas ante los fracasos.

2. Factores situacionales.

* Probabilidad de conseguir ese éxito/fracaso  evaluación de la dificultad


de la tarea a realizar (ganar al nº 1 o al nº 20).

* Valor incentivo asociado a ese éxito/derrota  evaluación de las


recompensas asociadas tanto al éxito como el fracaso (valor que se le
atribuye al éxito y al fracaso (ganar al nº 1 tiene más valor que al 20, perder
con el 1 tiene menos valor de fracaso que perder con el 20).

De cara al deporte, esta teoría destaca la importancia de: conocer la distinta


motivación de logro de los sujetos y ayudarles a establecer metas realistas
eligiendo tareas de adecuada dificultad; y tener en cuenta que todos los
participantes, independientemente de su mayor o menor necesidad de logro,
deben tener la posibilidad de disfrutar y realizarse con la práctica del deporte.

5.1.2.3.2. Teoría de motivación extrínseca o intrínseca.

Esta teoría parte del concepto de que a pesar de que existen unas pulsiones
instintivas en todos las personas, a través del aprendizaje se pueden adquirir
necesidades nuevas que actúan como motivadores de nuestra conducta. En
este sentido, existen diversas razones que llevan a la gente a practicar un
deporte: hacer amigos, desarrollarse personalmente, desarrollar habilidades
técnicas, satisfacer a los padres o parejas, disfrutar con el ejercicio, deseo de

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aventura, conseguir prestigio social, éxito, etc. Estas motivaciones se han


considerado como internas o externas a la tarea.

Se considera que un sujeto está motivado intrínsecamente cada vez que


realiza una actividad en ausencia de refuerzo externo o esperanza de
recompensa externa. Se considera que un sujeto está motivado
extrínsecamente cada vez que realiza una actividad movido por la presencia
de refuerzo externo o esperanza de recompensa que no esté relacionado
directamente con la tarea a realizar.

Se ha considerado que la motivación intrínseca es la más potente y aquella


que deben fomentar los educadores y entrenadores. Las personas con este
tipo de motivación persisten más en la tarea ante situaciones difíciles y son más
resistentes a los malos resultados, pues encuentran más placer en la realización
de la actividad en sí misma y no en el resultado obtenido.

Las motivaciones extrínsecas pueden socavar la motivación intrínseca, y más


en tareas que por sí solas ya son suficientemente motivantes, haciendo que la
razón externa (recompensa) pasa a ser más importante que la interna (el
placer de realizar la tarea).

Esta teoría destaca la importancia de tener cuidado con el abuso de la


competición en edades tempranas y con el significado que se le da a los
resultados.

5.1.2.3.3. Teoría de la atribución.

Según esta teoría, la conducta de rendimiento está determinada


fundamentalmente por las atribuciones (o explicaciones) que los sujetos
realizan ante los resultados obtenidos. Es decir, qué explicación (a que
atribuyen) dan a sus éxitos y a sus fracasos.

Las distintas causas a las que un sujeto puede atribuir sus éxitos y sus fracasos
pueden ser analizadas en tres dimensiones:

1. Lugar de control (locus de control). Donde se encuentra la causa, y puede


ser dentro del individuo (locus interno: esfuerzo, habilidad, inteligencia, haber
planificado bien la tarea) o fuera del individuo (locus externo: mala
preparación del contrincante, tarea es fácil, la buena suerte, se ha visto
favorecido por los árbitros, el nivel del rival era bajo).

2. Estabilidad. Se refiere a si la causa se considera estable (aptitudes, siempre


me falla la concentración, siempre me falla la táctica) o variable en el tiempo
(la suerte, el esfuerzo, fallos del contrario, pérdida de la concentración del
contrario o propia).

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3. Controlabilidad. Se refiere a si la causa es percibida como controlable por


parte del sujeto (esfuerzo, tiempo de entrenamiento, concentración) o no
(preparación del adversario, aptitudes del adversario, habilidades propias, la
climatología).

En general podemos ver como ciertos patrones atribucionales resultan


adaptativos y otros no. La motivación se verá favorecida si el sujeto atribuye
sus éxitos a un factor interno, estable y no controlable (capacidad) o interno,
inestable y controlable (preparación, esfuerzo). También se verá favorecida si
los fracasos los atribuye a factores internos inestables y controlables (esfuerzo),
ya que puede sentirse capaz de modificar las causas, o bien, los fracasos
pueden no incidir negativamente sobre la motivación si los atribuye a factores
externos que le permiten eludir su responsabilidad (dificultad de la tarea, mala
suerte).

La motivación disminuye si los éxitos se atribuyen a factores externos e


incontrolables (suerte) y los fracasos a factores internos, estables e
incontrolables (capacidad). El análisis de los resultados en términos de las
causas que los han provocado (atribuciones) dará lugar a ciertos sentimientos
en el sujeto y a ciertas expectativas con respecto a las actuaciones futuras. Si
el éxito se atribuye a un factor interno es probable que se sienta satisfecho
consigo mismo y mantenga expectativas positivas para el futuro, lo cual se
traducirá en una mayor motivación; si atribuye el éxito a causas externas,
probablemente se sienta satisfecho puesto que los éxitos suelen producir
satisfacción (aunque probablemente el grado de satisfacción sea menor),
pero las expectativas con respecto al futuro no las tendrá tan claras.

Si la causa es estable se sentirá satisfecho, pero lo más importante es que


mantendrá altas expectativas de éxito, ya que las causas que hayan
producido el resultado actual no cambian. Parece lógico suponer que el nivel
de expectativas de éxito será mayor si la causa es interna y estable. Si se
atribuyen a causas inestables las expectativas no serán tan positivas. Lo mismo
ocurre con el grado de control, si percibe que está bajo su control, las
expectativas serán más positivas que si percibe que están fuera de su control.

Tanto a nivel formativo como a nivel de competición, es importante eliminar la


"impotencia aprendida" (la indefensión aprendida), que produce cuando los
sujetos no advierten ninguna relación entre sus actos y los hechos que se
producen en una actividad determinada. Por tanto, perciben que los
resultados de sus acciones no están bajo su control, apareciendo así
sentimientos de incomprensión, temor y ansiedad, y disminuyendo la
motivación y el rendimiento. Este sentimiento puede ser la causa de muchos
de los abandonos.

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5.1.2.3.4. Teoría de la autoeficacia.

En cualquier contexto en el que el rendimiento es importante, no es suficiente


que el sujeto tenga capacidad para conseguir un buen rendimiento, sino que
además, el sujeto debe creer que tiene capacidad para ello. En la elección
de las tareas y en el esfuerzo que un sujeto invierte para conseguir algo tiene
una influencia decisiva la percepción que tiene sobre su propia habilidad para
conseguirlo.

De esta forma, los juicios que hacen las personas sobre su propia capacidad
para realizar una determinada tarea actúan como determinantes de su
motivación. Las investigaciones sobre autoeficacia ponen de manifiesto:
1. La fragilidad de las autopercepciones: una serie de fracasos consecutivos
hacen descender la autoeficacia percibida con el consiguiente descenso de
su rendimiento (no es un rasgo estable).

2. La estructura de las clases o entrenamientos debe ir dirigida hacia tareas


que, aunque conlleven un reto, sean accesibles y desarrollen la autoeficacia
percibida.

3. Los sujetos con alta autoeficacia son más resistentes al fracaso, se empeñan
más en conseguir el éxito e invierten más tiempo y esfuerzo en el desarrollo de
la actividad.

5.1.2.3.5. Teoría de la autodeterminación.

La teoría de la autodeterminación (Deci y Ryan, 1985) constituye un modelo


explicativo de la motivación humana que ha sido aplicado a diversos ámbitos,
entre ellos, la actividad físico-deportiva. Esta teoría se centra en la creencia de
que la naturaleza humana muestra características positivas persistentes, que
muestra repetidamente esfuerzo, iniciativa y compromiso en sus vidas, que la
teoría llama "tendencias de crecimiento inherentes". Se refiere a la necesidad
de sentirse competente y autodeterminado. Las personas también tienen
necesidades psicológicas innatas que son la base de la automotivación y la
integración de la personalidad. Identifica tres necesidades innatas que, si
están satisfechas, permiten el funcionamiento óptimo y el crecimiento:
competencia, relación y autonomía. Estas necesidades se consideran
necesidades universales innatas, no aprendidas (instintivas) y apreciadas en la
humanidad a través del tiempo, el género y la cultura.

De nuevo, y como hemos comentado anteriormente, la teoría de la


autodeterminación hace alusión a la importancia del entrenador como
promotor del rendimiento y la satisfacción del deportista. El entrenador es muy
importante en todos los momentos de la carrera deportiva de un jugador: en

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la iniciación, en la competición y en la búsqueda de la excelencia. El objetivo


es maximizar el rendimiento y el desarrollo personal de los deportistas.

5.1.2.4. MOTIVOS DE PARTICIPACIÓN Y ABANDONO.

Hemos estudiado cómo existen motivaciones primarias y otras motivaciones de


carácter psicosocial (la necesidad de afecto, de reconocimiento o de
autoafirmación) que nos impulsan a actuar. En el terreno de la enseñanza de
un deporte existen otras necesidades, como son el juego y el aprendizaje, que
son el motor de arranque para lograr alcanzar los objetivos planteados.

A pesar de la relevancia del tema, existen muchos profesores que tienen


dificultades para tratar con chicos que están desmotivados, y las dificultades
son diferentes según los niveles y edades. Mientras en algunas edades y niveles
el problema aparece por ausencia de juegos y aburrimiento, lo que genera
mucha indisciplina, en otros momentos, a medida que avanzamos de nivel y
edad, el juego disminuye y resulta necesario realizar más y más repeticiones,
con aprendizajes más lentos o menos visibles.

Muchas veces, los intereses de los deportistas se alejan enormemente de los


contenidos planteados en el entrenamiento o aparecen nuevos intereses
incompatibles con la actividad deportiva, y eso genera muchos abandonos;
otras veces, el número de abandonos va a estar motivado por el excesivo
énfasis en la competición. Por todas estas razones, parece que la figura del
profesor-entrenador, merece una atención especial por la influencia que tiene
en la motivación de los deportistas, ya que su comportamiento puede ser
causa para continuar en la práctica o para el abandono.

La credibilidad, la empatía y el poder, y el reparto de premios o castigos,


influyen decisivamente en la motivación de los deportistas. En las clases, el
juego se puede convertir en un medio de aprendizaje y de motivación muy
útil, pero no sólo con los más pequeños. Por otro lado, las situaciones
competitivas, pueden aumentar la motivación de los participantes, siempre y
cuando se traten de forma educativa y adecuada y no como fin en sí mismas.
En cualquier caso, parece importante conocer cuáles son las principales
razones que llevan a los deportistas a practicar una actividad concreta para
tratar de satisfacer esas necesidades y evitar así los abandonos.

5.1.2.5. OTROS ASPECTOS RELACIONADOS CON LA MOTIVACIÓN.

Se ha hablado mucho de los efectos negativos que puede tener un excesivo


énfasis en la competición. Sin embargo, tal y como se está desarrollando hoy
en día el deporte, parece inevitable que aquellos que quieran desarrollarse y
llegar al máximo nivel dentro de la práctica, deben aprender pronto a
competir. Una adecuada aproximación a la competición va a favorecer y
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mantener una buena motivación, además de incidir en otros aspectos muy


relevantes para las personas, como son los niveles de autoestima, el
autocontrol, la tolerancia a la frustración, la perseverancia ante las
dificultades, etc.

Tal vez, por eso resulta conveniente destacar algunos de los recursos que
podemos utilizar para que la competición permita un adecuado desarrollo:

- Hacer entrenamientos divertidos y con contenidos adaptados a las


necesidades, intereses y capacidad de los practicantes.

- Dominar la didáctica para dirigir al grupo sin generar conflictos y aceptando


los errores.

- Desarrollar la capacidad reflexiva para mejorar la motivación a medida que


se va teniendo más experiencia y se aprende a resolver los problemas.

- Plantear las tareas en forma de retos que sean alcanzables, tareas


demasiado fáciles o demasiado difíciles no resultan atractivas.

- El profesor es una pieza clave. Su actitud tiene una enorme influencia en la


motivación, ya que si el ambiente es relajado y distendido, habrá una actitud
más positiva que si el clima es tenso y estricto.

- Crear un clima de confianza, transmitirle al alumno la confianza en sus


posibilidades, a la vez que se le permite participar en la toma de decisiones.

- Enviar mensajes claros y coherentes, al igual que aprender a escuchar


activamente, hace mucho más fácil la comunicación.

- Posibilidad de ofrecer datos sobre los resultados del aprendizaje. Ser


constante y positivo durante todo el proceso. Dar feedback a todos los
jugadores por igual, independientemente del nivel o edad.

5.1.3. NECESIDADES PSICOLÓGICAS DEL PÁDEL.

5.1.3.1. NECESIDADES PSICOLÓGICAS DEL PÁDEL.


El pádel está evolucionado, como el resto de los deportes, hacia un estudio
más científico. En la actualidad no es raro ver cómo jugadores profesionales
viajan, no sólo con el entrenador, sino que tienen un grupo de profesionales a
su alrededor que les asesora en las diferentes áreas y que programan
cuidadosamente las actividades de cada jugador para obtener un
rendimiento óptimo. Al igual que cada deporte tiene una serie de
características técnicas, tácticas, fisiológicas, biomecánicas, etc., que los

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distingue de los demás, como también cada deporte presenta una serie de
exigencias psicológicas que es necesario conocer.

El pádel, precisamente, es uno de los deportes que reúne mayor complejidad


a la hora de establecer las características psicológicas óptimas que debería
desarrollar un jugador a lo largo de toda su carrera. Cuando hablamos de la
preparación específica de un partido, y analizamos deportes como la prueba
de velocidad de 100 metros en atletismo o natación, resulta más fácil
estructurar cuál debe ser la actuación del atleta o nadador y ver
concretamente cuáles son las variables psicológicas que son más
características. Por ejemplo, se puede analizar el tipo de atención más
apropiado para este tipo de prueba y ver su desarrollo a lo largo de la misma,
pues el tiempo es corto y siempre se repite lo mismo. En el pádel, esto es poco
menos que imposible, pero ello no ha impedido el análisis de sus necesidades
particulares.

El campo de la Psicología del Deporte ha contribuido de una manera


importante a la mejora del rendimiento, independientemente del nivel de
juego del deportista. En un primer momento, porque las habilidades
psicológicas del entrenador en la etapa de inicio o formación, pueden
contribuir a mejorar tanto los recursos técnicos, físicos como tácticos de los
jugadores/as; y en el máximo nivel, porque una vez que estos recursos son ya
elevados, alcanzar y desarrollar las habilidades psicológicas adquiere una gran
relevancia y marca grandes diferencias entre los que juegan bien de los que
además de saber jugar, ganan.

El entrenamiento psicológico debe ser integrado y practicado regularmente


desde las primeras etapas de juego, con la intención de realizar una buena
aproximación a la competición y prevenir dificultades futuras. Este incluye, no
sólo un trabajo dirigido a rendir más en los partidos, sino a cómo entrenar mejor
y planificar adecuadamente tanto los entrenamientos como los partidos. Esto
es, se trata de diferenciar entre ser persona, jugador y/o profesional. La
intervención incluye a deportistas, padres, entrenadores y demás personas
implicadas en esta actividad. No se trata de entrenar más horas, sino de
entrenar mejor, con la activación, confianza y atención suficiente que requiera
cada tarea del entrenamiento y con la presión adecuada. Hoy estamos
viendo cómo muchos adultos se centran en que los jóvenes entrenen más y
más horas en vez de planificar entrenamientos de calidad y ajustados a cada
edad.

Estamos hablando de la importancia de entrenar con calidad, pero, ¿cómo


podemos realmente aprovechar el tiempo de entrenamiento? Resulta
imprescindible utilizar procedimientos que ayuden a los deportistas a controlar
sus pensamientos, emociones y conductas de manera eficaz y constante para

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alcanzar unos objetivos deportivos determinados. Sin embargo, el


entrenamiento psicológico traspasa, la mayor parte de las veces, el mero
entrenamiento deportivo. Los jugadores se enfrentan con dificultades propias
del desarrollo o proceso de maduración, con el estrés académico, decisiones
respecto al nivel de compromiso, alternativas existentes a seguir en caso de
dejar el pádel, relaciones entre compañeros/rivales, la organización del
tiempo, conflictos familiares o problemas de cualquier tipo y cualquier aspecto
puede comprometer el rendimiento de los jugadores. Por eso es muy
importante establecer canales de comunicación adecuados entre todas las
personas implicadas, dialogar con los padres, jugadores y demás técnicos,
formando un mismo equipo que comparte objetivos comunes y que ordena
constantemente las diferentes prioridades que surgen en cada momento del
desarrollo de cada jugador. Pero lo que es válido para uno puede no serlo
para otro, como lo que fue efectivo una vez puede no serlo siempre.

Uno de los aspectos más cuestionados del pádel es cómo gestionamos con los
jóvenes jugadores la cantidad de presión que es adecuada a cada edad.
Muchos padres y entrenadores están buscando al niño prodigio, centrados, a
menudo, en el rápido aprendizaje de las habilidades físicas y técnicas,
olvidándose de que el síndrome de “burnout” ocurre con demasiada
frecuencia por meter mucha prisa y/o pensar que es necesario alcanzar el
éxito muy pronto y esto es falso. Tal vez, las habilidades físicas y técnicas se
aprenden muy pronto y además son imprescindibles, pero las habilidades
emocionales y mentales requieren mucho tiempo y esfuerzo para desarrollarlas
adecuadamente. Ganar en las categorías de menores no es garantía de éxito
futuro, es más importante formar bien.

Todo el mundo entiende el trabajo físico y técnico y el tiempo y esfuerzo que


supone alcanzar niveles óptimos. Sin embargo, se sigue pensando que las
habilidades psicológicas se adquieren simplemente por desearlas. De esta
manera, se piensa que con dar una instrucción del tipo “piensa con
confianza” o “tú puedes”, el deportista va a salir a la pista y va a jugar con
convicción. El entrenador debe guiar a sus jugadores, no sólo para ser buenos
competidores, sino que cuando se trabaja con edades tempranas, el
entrenador debe ayudar al deportista a desarrollar habilidades que
garanticen un buen funcionamiento psicológico para su vida futura. En
general, tanto los padres como los entrenadores deben tener una actitud
CONSTRUCTIVA dirigiendo a los deportistas, pensando más a largo plazo que
en el resultado inmediato. El trabajo de los adultos no consiste sólo en
reprender a los jugadores cuando algo va mal. No hay por qué estar de mal
humor para conseguir que los deportistas trabajen, y por supuesto, no hay por
qué insultar, menospreciar o descalificar a nadie. El trabajo de un entrenador
consiste en ayudar a los deportistas a rendir según los objetivos establecidos, y

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para ello, es necesario mantener una actitud positiva y sobre todo, tener
objetivos específicos.

Muchas veces, observamos que los errores se cometen en el acercamiento a


la competición por el excesivo énfasis que se da al resultado; en otras
ocasiones, en etapas más avanzadas, resulta difícil trabajar por objetivos a
largo plazo mejorando cada día los entrenamientos porque parece que lo
realmente importante es jugar muchos torneos y obtener muchos puntos. Los
esfuerzos deben ir dirigidos a integrar el entrenamiento psicológico en la
práctica regular, al igual que la técnica, la táctica y la preparación física, y
esto debe hacerse siempre a través del entrenador y en los casos dónde sea
posible, a través de la intervención directa del psicólogo, que puede trabajar
no sólo en la “rehabilitación mental” de los deportistas y en la prevención de
dificultades futuras.

Tal y como está organizada la competición, en las primeras etapas, cuando se


está formando a un futuro jugador es importante que el éxito se entienda
como el resultado directo de hacerlo lo mejor posible, y resulta obvio que para
que esto se lleve a cabo, es necesario el compromiso de todos. Para formar a
un jugador se necesita un contexto diario que refuerce su independencia y su
motivación por poner toda la energía en aprovechar el entrenamiento y todas
las experiencias a las que se expongan. En la edad infantil y juvenil se
producen algunos de los cambios más importantes en la vida de las personas,
tanto en el plano físico, cognitivo como en el social o emocional. Tener en
cuenta las diferencias en el desarrollo en las diferentes edades es importante
de cara a individualizar los programas de entrenamiento.

Hasta hace muy poco la investigación dentro del mundo del deporte se había
centrado en estudiar características internas de la personalidad del deportista
para predecir su conducta. Dado que esta aproximación no ofrecía buenos
resultados, resultaba evidente la necesidad de conocer tanto las
características personales como las diferentes situaciones que influían en los
momentos importantes. Además, el pádel, se juega en la modalidad de
parejas, por lo que no comparte rasgos con otros deportes individuales ni con
deportes de equipo, en los que existe un entrenador que toma las decisiones y
antepone, aparentemente, razones deportivas para tomar esas decisiones; en
pádel es importante transmitir respeto hacia el compañero y al compromiso
y/o la paciencia para construir parejas sólidas.

El pádel, al ser un deporte joven, ha tenido que recoger información de


estudios específicos provenientes del tenis, destacando los intentos en áreas
como las siguientes: obtener información sobre la actuación de los jugadores
en momentos críticos de un partido (Ranson y Weinberg, 1985; Silva y col. 1988;
Richarson y col. 1988), observar las características de la concentración y la

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atención (Nideffer, 1976), detectar las características de personalidad en los


jugadores (Daino, 1985) o analizar los pensamientos, sentimientos y conductas
de los jugadores durante los períodos entre puntos (Loehr, 1990). Todos estos
estudios nos ofrecen información sobre las características psicológicas que
tiene que desarrollar un jugador para ajustarse bien a cada situación; sin
embargo, no disponemos de ningún estudio estructurado que tenga en
cuenta todos y cada uno de los diferentes períodos relacionados con la
formación y desarrollo y sobre todo, estudios específicos del desarrollo de
talento en pádel.

Actualmente, sabemos que debemos centrar la atención, no sólo en el análisis


de actitudes, creencias, emociones y conductas, sino que nos interesa
conocer también la interacción del jugador con su pareja y con el ambiente
en las distintas situaciones de entrenamiento, precompetición, competición y
postcompetición. Interesa analizar cómo se comporta un jugador en estas
situaciones, cómo las afronta y cómo las resuelve. En definitiva, se trata de
saber si existen pautas de conducta desajustadas o inapropiadas en alguna
de estas situaciones para poder cambiarlas por conductas más adaptativas,
sin olvidarnos de potenciar las que ya el deportista ejecuta de forma
adecuada.

Cada deporte tiene una serie de demandas mentales y físicas determinadas.


Desde el punto de vista psicológico, el pádel está considerado como uno de
los deportes donde intervienen un mayor número de variables. Si examinamos
algunos aspectos característicos de este deporte, esta afirmación resulta
evidente por varias razones: es un deporte en pareja; cuando las cosas no
están saliendo bien no existen suplentes ni tiempos muertos; a excepción de las
competiciones en las que se compite por equipos, el entrenador no siempre
puede estar para dar instrucciones; existen unos adversarios reales, que, salvo
en las grandes competiciones, son los que juzgan si la bola ha entrado o no; no
hay un reloj que indique el final de un partido, luego siempre los jugadores se
encuentran en una situación vulnerable y no pueden dar en ningún momento
un partido por perdido o ganado; la longitud de los partidos y el carácter
mudable de las condiciones, pueden resultar agotadores; no hay una hora de
exacta de inicio del juego, luego hay que estar constantemente realizando
ajustes; es necesario estar concentrado durante períodos de tiempo muy
prolongados; y a veces, los cambios de viento, iluminación, superficie, ruido,
altitud, etc., pueden ejercer una influencia considerable en las condiciones
físicas del juego, etc.

Cuando se ha preguntado a diferentes jugadores que han tenido éxito en este


deporte, cada uno ha señalado aquellas destrezas que consideraban
relevantes para obtener el máximo rendimiento. Sin embargo, a pesar de las
diferencias, se ha encontrado que todos comparten un punto en común: la

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necesidad de desarrollar un jugador física y técnicamente capaz, con


confianza en esa capacidad y emocionalmente estable para aceptar la
presión, los cambios y las distintas responsabilidades que cada situación
conlleva. Sin embargo, en un deporte tan complejo, con tantas parcelas de
mejora, donde resulta igual de relevante el dominio de la técnica, de la
táctica, de los aspectos físicos y de los aspectos psicológicos, entendiendo
que el equilibrio entre todos ellos es el que garantiza el éxito, la incorporación
del trabajo psicológico ha sido muy desigual, desigualdad que ha venido
matizada, en gran medida, por el interés de los propios entrenadores,
deportistas y demás personas implicadas. El trabajo psicológico en el pádel se
ha realizado, o bien por sugerencia del entrenador, padres u otros miembros
del equipo, o bien ha sido el propio deportista el que ha solicitado la ayuda de
este profesional. Podríamos decir que, en los últimos años, las demandas
dentro de este deporte han aumentado considerablemente, a pesar de que
el tipo de intervenciones realizadas y los resultados conseguidos han sido poco
difundidos. En el mejor de los casos, encontramos entrenadores cualificados
que suelen emplear estrategias o habilidades psicológicas aunque no siempre
sepan qué o por qué las están utilizando, lo que nos indica que se podría
mejorar su rendimiento si aumentaran su conocimiento sobre el
funcionamiento psicológico. Algunas de las razones que consideramos
responsables de este hecho se refieren al desconocimiento respecto a las
posibilidades que ofrece este campo junto con la actuación profesional
inadecuada, que muchas veces ha abusado de la evaluación y/o ha utilizado
procedimientos amenazantes tanto para los propios deportistas como para los
entrenadores, que han acabado considerando dicha actuación como una
importante pérdida de tiempo, siempre escaso dentro de la concepción del
entrenamiento tradicional.

Las necesidades psicológicas y el tipo de entrenamiento psicológico varían en


función de las distintas etapas por las que pasa un jugador, desde el
aprendizaje de la técnica más básica hasta convertirse en un profesional. Es
cierto que, en este deporte, se empieza a competir a edades muy tempranas
y, a veces, con niveles de exigencia demasiado altos. No tener en cuenta los
diferentes niveles y las necesidades y exigencias que vienen marcadas por el
desarrollo de cada persona puede significar fracasar absolutamente en
nuestra intervención. Existen diferentes tipos de escuelas, diferentes niveles e
intereses, y es necesario conocer y analizar las características del club o
escuela para poder fijar los objetivos adecuados. Una vez que se establezcan
los objetivos, se planifiquen y programen los grupos, niveles, etc., de las
actividades que se van a realizar, es muy importante convivir en la dinámica
de un club, en las diferentes franjas horarias, para recoger aquella información
que pocas veces aparece reflejada en una encuesta y que sin embargo,
marca la forma de ser de ese club o escuela. Una escuela debe ser sobre todo

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educativa e integradora, donde tengan cabida tanto los practicantes que


adquieren un buen nivel deportivo por su talento y/o por su predisposición,
como los alumnos con menos facilidad para la práctica deportiva. Desde esta
perspectiva, podemos diferenciar dos enfoques muy diferentes, que hay que
tener en cuenta de cara a los objetivos de la intervención: el de la escuela
competitiva y el de la escuela social.

En el entorno de una escuela competitiva los técnicos se pueden encontrar


frecuentemente presionados por directivos, padres e incluso por ellos mismos,
en la búsqueda de objetivos a corto plazo, pero el profesional de la enseñanza
debe mantener un criterio acorde con la evolución de los jugadores. Por ello,
cada vez más, la labor de un equipo multidisciplinar es del todo imprescindible
para tener en cuenta aspectos relevantes en el proceso de entrenamiento en
unas edades tan cambiantes. La finalidad de una escuela social es algo
diferente, ya que no pretende conseguir el mayor número de éxitos sino
propiciar la oportunidad de practicar el pádel en un ambiente adecuado a
todos aquellos que lo deseen.

5.1.3.2. NECESIDADES PSICOLÓGICAS DEL ENTRENAMIENTO.


En general, el pádel es un deporte que no requiere de un elevado número de
horas de entrenamiento diario. En las primeras fases de iniciación y
perfeccionamiento, podemos encontrar niños que entrenan un par de horas a
la semana o niños que ya inician un entrenamiento diario de dos horas de
pádel y una de preparación física. A medida que avanza el nivel del jugador y
el compromiso dentro de la competición crece, también crece el número de
horas de entrenamiento.

En general, el tipo de entrenamientos, independientemente de la edad o el


nivel, siguen fases parecidas en cuanto a la distribución de tareas, aunque es
importante que ajustemos la carga física y emocional que añadimos en
función de la edad. Lo importante es aprovechar cada momento del
entrenamiento diferenciando la fase de aprendizaje, la de repeticiones y la de
ensayos de la competición (los partidos).

Por otro lado, es importante destacar que la rutina del entrenamiento


deportivo es la que va a marcar las pautas de entrenamiento psicológico a
seguir. Cada tipo de entrenamiento y en función de los objetivos técnicos,
tácticos o físicos a conseguir va a plantear unas necesidades psicológicas
diferentes. Cuando un jugador está trabajando en pretemporada, con mucha
carga de trabajo físico, a veces con poco o nada de pista y muy alejado de la
competición, es un buen momento para trabajar la motivación del jugador,
estableciendo objetivos a corto y largo plazo para fomentar su deseo y
compromiso y desarrollar la confianza requerida para poder alcanzarlos.

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Cuando el objetivo central consiste en el desarrollo de la resistencia, mientras


el entrenamiento de pádel se centra en repeticiones y ejercicios rutinarios, es
un buen momento para trabajar la motivación cotidiana, organizando
entrenamientos atractivos, con tareas que signifiquen un reto y que, a su vez,
favorezcan el control de la atención. Cuando el objetivo se centra en
incrementar la fuerza y sentar las bases del trabajo de potencia y alta
intensidad, resulta conveniente trabajar la regulación del nivel de activación y
ayudar al jugador para que afronte el estrés de este tipo de entrenamiento.
Reducir el estrés físico, también reduce el estrés psicológico. En otros
momentos del entrenamiento, donde las principales actividades consisten en
juegos competitivos y rutinas que imitan a partidos reales, pero todavía no se
alcanza el rendimiento máximo, es muy interesante que el entrenador sepa
sacar el máximo aprovechamiento de esas competiciones simuladas para
prevenir y controlar las dificultades futuras. Durante el período máximo o de
mantenimiento, las pautas de entrenamiento son lo más parecidas a las
condiciones reales de competición, y en los días de entrenamiento previos el
trabajo debería ser más suave y menos estresante, tanto desde el punto de
vista físico como emocional, para conseguir y mantener la mejor forma tanto
física como psicológica.

El entrenamiento basado en ciclos permite controlar mejor los niveles de estrés


y llegar con una mayor confianza a la competición, reduciendo el riesgo de
lesiones, sobreentrenamientos, fatiga o aburrimiento. Todo esto sin olvidarnos
de que los resultados que un jugador va obteniendo, la consecución de
objetivos, la relación entre sus expectativas y los logros que alcanza son
aspectos que van a condicionar y a marcarnos las pautas a seguir de cara al
entrenamiento psicológico.

Es importante destacar las diferencias respecto al entrenamiento psicológico


en función de si va dirigido a un jugador en pleno desarrollo que a uno que ya
es un profesional. En las primeras fases de un deporte, los padres,
entrenadores, profesores y amigos pueden "movilizar" a un jugador. Es enorme
la implicación que tienen los padres en este deporte y la necesidad de
integrarles en cualquier programa de entrenamiento psicológico que se
realice en edades inferiores es fundamental. Cuando una persona comienza a
jugar, las mejoras se producen rápidamente, con poco más que esfuerzo y
tiempo. En la medida que los jugadores empiezan a tener "éxitos" y van
mejorando habilidades, sus expectativas aumentan, algunas veces de forma
poco realista, y el éxito sólo aparecerá como consecuencia de haber
trabajado algo más y mejor que el resto de los jugadores. Sin embargo,
rápidamente se produce un enlentecimiento e incluso estancamiento, que los
jugadores deberían anticipar con la intención de establecer pequeños
incrementos. Este progreso irregular puede llegar a ser muy frustrante, ya que el

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trabajo duro de un jugador no siempre produce los resultados esperados y


puede influir en su motivación y confianza, por lo que es necesario elaborar un
buen sistema de entrenamiento que guíe el correcto desarrollo de las
diferentes áreas.

Sabemos que trabajar duro es muy importante, pero trabajar duro no significa
trabajar más, sino siempre mejor. Por lo tanto, el objetivo del entrenador y del
jugador ha de ser trabajar duro pero trabajar inteligentemente. Una vez que se
ha alcanzado el éxito, entramos en una fase más dura, ya que se trata de
estar a gusto con los nuevos roles y aceptar la responsabilidad que acompaña
a esta nueva situación. A menudo, nos encontramos con jugadores que se
colapsan y se retiran después de un gran avance porque no pueden aceptar
todo lo que la nueva situación trae consigo y no saben enfrentarse a las
nuevas responsabilidades. Según Kriese (1988), para alcanzar el éxito dentro
del mundo del deporte es necesario que se den tres ingredientes: la habilidad,
el deseo y las oportunidades. Existe una capacidad innata que tiene mucho
que ver con la habilidad que tiene cada jugador para aprender, sin embargo,
sabemos que la habilidad es algo que todo jugador puede conseguir a base
de trabajo y que la adquisición y mejora de la habilidad va a estar
directamente relacionada con el tipo de estrategias que se sigan; el deseo y
las ganas de superación son la base de la motivación y esto se traduce en el
trabajo diario del jugador, sin embargo, una persona excesivamente motivada
durante el entrenamiento, sin la posibilidad de jugar y de contrastar su
habilidad y desarrollo, no podrá salir adelante. El pádel está limitado por el
sistema de puntuación, clasificación y el ranking, cosa que no ocurre en otros
deportes, en los que los jugadores están considerados según sus habilidades,
en pádel depende mucho de cuántos torneos juegues y con y contra quién
juegues.

El objetivo de cualquier programa dirigido al entrenamiento consiste


necesariamente en ayudar a los jugadores a adquirir un compromiso con lo
que están haciendo y lograr el máximo esfuerzo y perseverancia en las tareas
diarias. A simple vista, puede parecer que esto es relativamente fácil si
tenemos en cuenta los enormes beneficios que puede reportar el conseguir
triunfar en este deporte, pero comprometerse es difícil siempre, ya que
compromiso significa riesgo. La mayor frustración que puede encontrarse un
entrenador es intentar motivar a jugadores que se niegan a aceptar ese
compromiso total. ¿Por qué este jugador no se esfuerza a diario?, tiene
cualidades, ¿por qué no las utiliza? El no adquirir un compromiso o hacerlo de
manera parcial, puede deberse a varias razones. En algunos casos, puede
significar que el jugador está preservando su autoestima, ya que siempre está
el pensamiento de "podía haberlo hecho mejor". De esta forma, parece
eliminar el riesgo, ya que desea todo lo que rodea a la victoria, pero arriesga

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sólo una moderada desilusión en caso de derrota. Pero en cada caso, es


necesario averiguar a qué puede deberse esta falta de compromiso. Una falta
de entrega en un entrenamiento puede tener que ver con el propio deportista
y sus intereses, con su confianza y los logros alcanzados, con la relación y
comunicación que mantiene con su pareja o con su entrenador, con su
situación personal deportiva y/o extradeportiva, en definitiva, con muchos
factores que es necesario tener en cuenta para alcanzar los objetivos
propuestos.

5.1.3.3. NECESIDADES PSICOLÓGICAS DE LA COMPETICIÓN.


En el pádel, existe un calendario de torneos que cada jugador va a planificar
según edad y categoría. En menores, la admisión en algunos torneos no
depende de la evolución del jugador en el ranking, sino del resultado en
partidos clasificatorios en torneos previos, circunstancia que es difícil de prever.
Estos condicionantes no se dan en otros deportes, donde la temporada es
prácticamente igual para todos los deportistas y se programa de forma casi
idéntica. Por lo tanto, uno de los principales objetivos de la intervención
psicológica en este momento va a consistir en lograr una adecuada
planificación y ajuste de resultados. Esto produce que haya jugadores que
compiten mucho más y tengan muchas experiencias de éxito frente a otros,
que aprenden muy tempranamente a aceptar resultados adversos.

A veces, cuando no se ha preparado convenientemente esta etapa, surgen


problemas en la transición de las categorías juveniles a las profesionales,
siendo necesario enseñar a los jugadores que las derrotas son necesarias en el
proceso de aprendizaje, y que su correcta asimilación contribuye a forjar un
carácter fuerte y luchador. Es necesario enseñar a ganar y a perder
aceptando, la frustración que supone una derrota. Como se puede observar,
la competición exige que los deportistas rindan al máximo en muchos y
diferentes momentos, y la posibilidad de que esto ocurra depende mucho del
trabajo que se realice en los entrenamientos.

Cuanto mejor se trabaje en el entrenamiento, mayor probabilidad de éxito


habrá en la competición. No se trata de entrenar muchas horas sino de
entrenar con calidad. De ahí la necesidad de desarrollar métodos de trabajo
en el entrenamiento dirigidos a adquirir y/o perfeccionar los recursos y
habilidades que ayuden a conseguir esos resultados. Dentro de la competición
podemos distinguir 3 momentos diferentes con necesidades psicológicas
específicas: la precompetición, la competición y la postcompetición.

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5.1.3.3.1. Precompetición.
El período previo a la competición es el momento en el que un jugador debe
preparar lo que va a hacer durante el partido. Se supone que el
entrenamiento ha sido el adecuado y que el jugador llega a la competición
en condiciones de poner en funcionamiento sus habilidades. La preparación
de un partido, puede y debería empezar el día antes del partido, si no antes, y
de nuevo a pesar de ser un deporte de pareja, pocas veces esto se prepara
en equipo. Es necesario que el jugador entienda que existe un elevado
número de variables que van a influir en el juego, que se pueden controlar. Por
esta razón, es bueno acostumbrarle a desarrollar una serie de rutinas que sean
consistentes. Para ello, se debe tener en cuenta cuáles son aquellas rutinas
con las que cada deportista se siente cómodo y confiado. Es muy importante
la individualización en esta fase, respecto a las conductas a desarrollar pero
siempre en combinación con una buena tarea de equipo. Teniendo en
cuenta las diferencias individuales, cada uno tiene que elegir qué tipo de
rutina va a llevar a cabo. Mientras hay jugadores que prefieren aislarse del
resto de los jugadores para concentrarse en el partido, otros consideran que es
mejor no pensar en el partido hasta unos momentos antes y comparten ese
tiempo con otros jugadores. Mientras unos jugadores eligen calentar 30 ó 40
minutos antes del partido, (incluso algunos llegan a sobrepasar el tiempo
conveniente) ya que les cuesta entrar en juego, otros entran directamente en
la pista sin calentar.

A pesar de estas individualidades, algunas de las consideraciones que debe


tener en cuenta un jugador de pádel a la hora de preparar un partido, son:

 Cuidar los detalles que puedan afectar al estado físico. Debe


encontrarse una rutina que permita al jugador estar cómodo y cuidar
todos los detalles necesarios: horas de sueño, alimentación, descansos,
calentamientos, etc.
 Evaluar el tipo de partido y el rol que desempeña. Parece increíble
pensar que todavía existen jugadores que prefieren empezar un partido
sin evaluar ni pensar en la situación que tienen que afrontar, tratando
de evitar, las dudas o ansiedad que esto puede generar. Sin embargo,
puede ser que lo que ocurra sea muy diferente a lo que uno se
esperaba y automáticamente se encuentra en una situación en la que
tiene que reaccionar urgentemente. Resulta conveniente hacerlo
primero de forma individual y luego en pareja.
 Anticipar la presión relacionada con el marcador. En función de la
evaluación que se ha realizado en el apartado anterior, el jugador
tenderá a presentar un determinado nivel de activación. Mientras
existen jugadores que juegan mejor cuando van por detrás, aunque sea
sólo unos puntos, ya que esa pequeña diferencia les mantiene con la

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tensión necesaria, otros jugadores no son capaces de soportar la


presión de ir por detrás y eso les conduce a cometer más errores.
Conocer esta cuestión y prepararse para controlarla es un objetivo
importante del período previo a la competición.
 Tener respeto al contrario. En relación con lo anterior, parece que la
clave para desarrollar un juego consistente y sólido consiste en lograr un
equilibrio adecuado entre el respeto y la confianza en uno mismo y el
respeto que hay que tener a los rivales. El estado que surge de sentirse
confiado pero en alerta, reconociendo las posibilidades propias pero
también la dificultad de la tarea, permite al jugador rendir al máximo
tanto física como mentalmente.
 Hacer un plan de juego. Pensar qué es lo que se espera de los rivales y
comprender qué estilo de juego se quiere desarrollar y cómo puede
afectar al propio estilo, al juego de cada uno de la pareja, dificultades
que puedan surgir, es uno de los aspectos más confusos a la hora de
planificar una estrategia de un partido. Saber exactamente qué hacer
en todas y cada una de las situaciones es prácticamente imposible,
pero es importante tener una serie de estrategias o planes a seguir en
situaciones que ya son conocidas. Se debe controlar cómo se quiere
jugar, cómo forzar los errores de los contrarios, etc. El objetivo es
imponer el estilo propio que más conviene y lograr que los contrarios
jueguen con un estilo que no les favorezca.

5.1.3.3.2. Competición.
Parece obvio que el trabajo psicológico debe empezar en el entrenamiento
deportivo con el fin de facilitar el desarrollo y la adecuación del mismo. Sin
embargo, no podemos olvidar la importancia de entrenar a los deportistas
para la competición. Si un deportista ha entrenado habilidades psicológicas y
ha podido prever dificultades que puedan surgir en la competición, es más
probable que llegue a ésta en mejores condiciones que otro deportista que no
lo haya hecho. Sin embargo, una de las primeras dificultades que nos
encontramos consiste en clarificar y adecuar las expectativas que presentan
los deportistas respecto al trabajo psicológico. Este trabajo no es sinónimo de
victoria, de la misma forma que su ausencia no es sinónimo de derrota.

La preparación psicológica, por sí sola, no proporciona una mejora del


rendimiento si las condiciones físicas y técnicas no están presentes. Por lo
tanto, es necesario tener en cuenta todas las áreas, sabiendo cómo
interrelacionan y que uno de los objetivos de la intervención psicológica
consiste en reforzar la sensación de control del deportista y no la de
dependencia. Uno de los primeros psicólogos que analizó un partido de tenis
(y es extrapolable a uno de pádel) fue Loehr (1990), quién afirmó que
aproximadamente el 25% del tiempo de un partido se utiliza para jugar puntos,

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mientras que el otro 75% del tiempo es juego pasivo. Parece obvio que, lo que
el deportista piense, sienta o haga durante este tiempo de pausa, va a ser
determinante en el resultado final del partido.

Cada vez existen más jugadores que deciden entrenar para perfeccionar su
rendimiento en la competición, debiendo distinguirse entre períodos de juego
activo y períodos de juego pasivo. La victoria final en la mayoría de los partidos
está determinada por el resultado de un número determinado de puntos clave
o puntos de máxima tensión, que determinan el momento crítico del partido.
La activación y la confianza pueden cambiar considerablemente en función
de quién gane los puntos clave. Los puntos de tie-break (muerte súbita), de
juego, de set o de partido, son esenciales. Los jugadores mejor preparados
mentalmente son los que suelen jugar bien estos puntos decisivos y
generalmente los jugadores más débiles los que se derrumban y los pierden.

Cuando se falla en estos momentos clave, ¿qué es lo que ocurre? Podemos


señalar cinco áreas en las que pueden encontrarse déficit que expliquen lo
que sucede: ejecución de los golpes, estrategia de juego, reacción
emocional, conductas interferentes o pensamientos perjudiciales. La clave
para mejorar esta situación, es averiguar dónde está el fallo concreto que
suele sufrir un jugador cuando está sometido a presión. Una vez que se
descubre el error, se puede intentar corregir, y esto resulta del todo imposible,
cuando en vez de analizar los errores propios, nos centramos en analizar y
criticar los errores del compañero/a.

1. ¿Qué golpes fallan? Después de un partido, lo primero que hay que estudiar
son los golpes utilizados en los puntos clave y pensar si en lo que se falla es en
la ejecución del golpe o el fallo es mental. Es posible que el golpe no sea lo
suficientemente seguro o sólido y que en tensión se cometan más errores. Por
ejemplo, hay un gran número de jugadores que en momentos críticos
cometen muchas dobles faltas y, sin embargo, no suelen establecer una
relación entre el control de un partido y la calidad de su segundo servicio, por
lo que apenas lo practican con el fin de mejorarlo. Muchos jugadores
atribuyen su pobreza de juego a factores mentales, cuando en realidad lo que
ocurre es que los golpes están mal entrenados. Si en momentos de tensión,
siempre falla el mismo golpe, parece razonable comenzar por perfeccionar
ese golpe, para mejorar las posibilidades de rendimiento.

2. ¿Qué pasa con la estrategia? Muchos jugadores piensan que tienen que
hacer algo diferente en los puntos importantes y, como consecuencia de ello,
se apartan del patrón de juego que han seguido hasta entonces y les ha ido
bien. Precipitarse, acelerarse y querer ganar muy pronto, o al contrario,
volverse conservador y esperar a que el rival cometa un error, constituyen
cambios en la estrategia habitual que conducen a un rendimiento peor en los

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puntos más importantes del partido. La clave que sugieren los expertos es NO
CAMBIAR NUNCA UNA FORMA DE JUGAR QUE ESTE SIENDO EFICAZ. Sea lo que
fuere lo que se ha hecho anteriormente, es mejor seguir haciéndolo que
cambiar la estrategia sin ningún motivo.

3. Fallo emocional. Es raro que en un punto crítico los jugadores presenten un


déficit de motivación, saben que es un momento importante y dan el 100% de
su esfuerzo. El problema puede venir después del punto, si se pierde. No es un
error sentirse nervioso en un punto importante. El problema aparece si no se
sabe controlar y perjudica el juego.

4. Conductas interferentes. Cuando el jugador se encuentra muy activado en


puntos críticos, suelen producirse cambios a nivel físico, tales como caminar
más deprisa, tomar menos tiempo entre puntos, distraer la mirada, cambiar los
rituales, cambiar en la respiración, cambiar la imagen, etc. A veces, los
cambios habituales de conducta van a minar o reducir considerablemente los
esfuerzos por jugar bien los puntos importantes. Es importante que el jugador
sea consciente de esos cambios y de los efectos que producen, para poder
intervenir e intentar controlarlos.

5. Pensamientos perjudiciales. Un número elevado de errores o un sólo error en


un punto clave puede llevar al jugador a desarrollar pensamientos negativos
que le alejen del juego. A menudo, los jugadores piensan en cosas que no
quieren que ocurran. Por ejemplo, "no puedo cometer errores". Hay que
enseñarles a pensar en lo que quieren que sí ocurra, verbalizar los patrones de
pensamiento negativo o regañarse a sí mismo verbalmente por jugar mal
algún punto, es una estrategia inútil que puede animar al jugador contrario. Lo
aconsejable, por tanto, es controlar estos pensamientos y mantener o recobrar
el estado óptimo.

En la competición, y más en el caso de que sea disputada, existen situaciones


muy estresantes para un jugador, que van a provocar distintas reacciones en
función del momento del partido en el que ocurran. De nuevo, es importante
estar alerta y preparado para poder animar cuándo esto ocurra con tu
compañero/a. Actualmente, y dada la excelente preparación física y técnica
que tienen la mayoría de los jugadores, la diferencia entre un jugador y otro
tiene que ver con este tipo de decisiones. Hay jugadores más flexibles, que
anticipan el juego y van modificando su táctica en función de los resultados
que van obteniendo. Saben "agarrarse" a la pista en una ventaja adversa y
mantener la ventaja cuando es a favor. Sin embargo, otro número de
jugadores, se empeña en tácticas que no dan resultado o simplemente juegan
sin táctica, con lo que no dirigen el partido sino que se encuentran a expensas
de lo que decida el contrario.

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Para poder prestar atención a lo que ocurre durante el juego es necesario que
el jugador haya entrenado previamente aquellos aspectos que le hacen
perder el control e "irse" mentalmente de la pista. Por ejemplo, si la tendencia
de un jugador es sobreanalizar los aspectos técnicos del juego en los primeros
minutos de un partido, y el resultado es negativo, tenderá a paralizarse, a tener
un nivel de activación inadecuado y a infravalorar las cosas positivas que
ocurran en la pista. Se frustrará y se criticará incluso ante un golpe muy bueno
del contrario, cuando lo conveniente sería aceptar sencillamente que el
contrario ha metido un buen golpe.

5.1.3.3.3. Postcompetición.
Lo que sucede después de un partido puede ser tan importante como lo que
ocurre antes y durante el mismo. De la misma forma que se emplea tiempo en
la preparación, es muy importante que los jugadores dediquen tiempo, tanto si
han ganado como si han perdido, a las cuestiones psicológicas del período
post-partido. La forma en que los entrenadores, padres y jugadores manejan
este período, puede acelerar o retrasar el ajuste emocional de los jugadores
después de un partido.

En algunas situaciones, en las que los jugadores han invertido mucho tiempo y
esfuerzo en los entrenamientos, la derrota va a doler mucho más que si no han
realizado una buena preparación. Generalmente, cuánto más grande es el
compromiso, más grande es el disgusto que produce la derrota. Pero sin ese
compromiso, la posibilidad de obtener éxito es mínima. Aunque el impacto
emocional negativo de una derrota es inevitable, cuando el jugador ha
puesto mucho de sí mismo en ese partido, es importante que los jugadores
aprendan a encajar las derrotas, separando el resultado del partido del
concepto de sí mismos. De esa forma, "sólo" se habrá perdido un partido, y no
se debilitará la autoestima, siendo la repercusión mucho menor que en caso
contrario. Por lo tanto, lo importante después de un partido, en primer lugar,
consiste en recuperar el equilibrio emocional. Un feedback negativo después
de una derrota, debe darse única y exclusivamente cuando se está seguro de
que el jugador no ha hecho todo lo que ha podido ni se ha esforzado. En el
resto de las situaciones, es necesario felicitarle por el esfuerzo y por las cosas
positivas que ha hecho, independientemente del resultado. A veces, es mejor
dejar las facetas técnicas y de estrategia para otro momento posterior (no
justo después del partido) e incluso para el día siguiente (dependiendo de la
proximidad del siguiente partido). Muchas veces, ante derrotas muy
inesperadas, el feedback puede realizarse inmediatamente después del
partido y jugando en la pista durante 20 ó 30 minutos, consiguiendo el
entrenado con esto disminuir la agresividad, el enfado y cualquier emoción

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negativa del jugador y permite al jugador dejar la pista con sentimientos y


pensamientos más claros y positivos.

De la misma forma que es necesario valorar y resaltar lo positivo del que ha


perdido, es necesario resaltar aquellas cosas que se han hecho peor y se
pueden mejorar cuando se ha ganado. Esto permite mantener al jugador
dentro de una correcta perspectiva. La clave es ayudar a cada jugador a
mantener un equilibrio. Para eso, se puede utilizar un registro muy simple, que
obligue al jugador a destacar las cosas más importantes del partido, las que
ha hecho mejor y las que ha hecho peor y le gustaría mejorar. Llevar un diario
con este tipo de registros ayuda a realizar este balance, y permite al jugador
revisar los datos cuando tiene que enfrentarse de nuevo a los mismos
jugadores. El entrenador puede facilitar el registro manteniendo una
perspectiva equilibrada, destacando los aspectos positivos tras una derrota,
siendo más crítico tras una victoria, no premiando el juego mediocre o
exclusivamente el resultado sino valorando el esfuerzo y la ejecución de
conductas que se han establecido previamente.

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BIBLIOGRAFIA
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- Balaguer, I., Duda, J.L. & Crespo, M. (1999). “Motivational climate and goal
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