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Los astros más elegidos en la mitología de las diferentes culturas, para encarnar
la divinidad, son el sol y la luna, a los que se les otorgan distintos poderes. La
luna hace fluir la energía del cosmos en la naturaleza y en los procesos de
cambios, la mutación, la muerte y el nacimiento y renacimiento, poder que se
atribuye a su marea de sutil energía que impregna y mueve todos los elementos
de la naturaleza. Para algunas culturas, el hombre porta en su ser mucho de la
luna (psijé), así como del sol (nous) y de la tierra (soma). Es la tierra que pisa la
que reclama su cuerpo, y el tiempo hace que el principio de gravedad lo atraiga
más y más a la tierra, hasta abrazarlo en silencio.
“El héroe solar tiene además siempre una ‘zona oscura’: la de sus relaciones con
el mundo de los muertos, la iniciación, la fecundidad, etc. El mito del héroe
solar contiene asimismo elementos de la mística del soberano o del demiurgo.”
Ídem. Pág. 183.
El sol es siempre igual a sí mismo, no cambia, no tiene ‘devenir’. La luna, por el
contrario, crece y decrece, desaparece, su vida está sujeta a la ley universal del
devenir, del nacimiento y de la muerte. La luna, como el hombre, tiene una
‘historia’ patética, porque su decrepitud, como la del hombre, desemboca en la
muerte. Durante tres noches no hay luna en el cielo estrellado. Pero a esta
‘muerte’ sigue un renacimiento: la ‘luna nueva’. Esta desaparición de la luna en
la oscuridad, en la ‘muerte’, no es nunca definitiva”. Ídem. P. 188.
Transmutación del alma
• Un espíritu que morir no puede.
• “Por eso para Plutarco (…) para quien el hombre está
compuesto de cuerpo (soma), de alma (pyché) y de razón
(nous), las almas de los justos se purifican en la luna,
mientras el cuerpo vuelve a la tierra y la razón al sol.” Ídem.
Pág. 207.
• Ya nadie puede hacer derramar las divinas aguas para obtener para sí el
más divino de los sacramentos.
• Embebiéndose en el más inolvidable de los misterios.
• Y en la más terrible espera ante el instante por venir.
• Cuando una Ninfa espera, en la desnudez de su aliento, al mediodía.
• Pero ya nada hay que temer en tiempos posmodernos, porque se dice que
las ninfas han muerto.
• Que esa magia es imposible que acontezca en aguas de manantiales
contaminados y que Acteón ya no tiene La divina desnudez que mirar.
• “Por eso aparece, junto a la veneración de las ninfas (…) el miedo a las
ninfas (…) Las ninfas son además peligrosas porque en pleno día, a la hora
del calor, turban el espíritu de los que las ven. El centro del día es el
momento de la epifanía de las ninfas. El que las ve queda preso de un
entusiasmo ninfoléptico; así, Tiresias, al ver a Palas y a Cariclo; Sí también
Acteón al descubrir a Artemisa y sus ninfas. Por eso recomiendan no
acercarse en el centro del día a las fuentes, a los manantiales, a las
corrientes de agua o a la sombra de ciertos árboles:” Ídem. Página 239 -
240.
La Roca.
• ¿Por qué el hombre construye pirámides y templos de
piedra?
• Dólmenes y menhires, figuras en Tótem de sólida roca,
allí donde algo es adorado por lo que representa.
• Piedra divina en la magia que absorbe, majestuosa en
lo que se hace presente y tal hecho, la hace preciosa,
en el brillo de sus colores, y la seducción de sus
laberintos en esmeralda, seduce en un querer sin
poder olvidar.
• Piedra, fragmento de estrella en un cielo de tierra.
• Agalma, la de una mirada plena.
El misterio de la aparente inmovilidad
• Devoción por “eso” que está en el misterio de la inmovilidad, baúl y arcano del
tiempo, cifrado e inmutable, allí espera, siglo tras siglos.
• Piedra suave en alquimia, piedra de muralla en defensa, piedra en ataúd que
resguarda a los vivos ante el deseo de retornar de los muertos. Ante el deseo de
muerte que tienen los muertos hacia los que desearon su muerte, ya que ninguna
muerte es de muerte natural en el mundo antiguo; por ello, aquellos que causaron
una muerte no podrán descansar en paz y su acto se extiende a todos los de su
sangre.
• “La dureza, la rudeza, la permanencia de la materia constituyen para la conciencia
religiosa del primitivo una hierofanía. Nada más inmediato y más autónomo en la
plenitud de su fuerza, nada más noble ni más aterrador que una roca majestuosa,
que un bloque de granito audazmente erguido. Ante todo, la piedra es. Es siempre
la misma, subsiste, y lo que es más importante, golpea. Aun antes de cogerla para
golpear, el hombre tropieza con ella. Si no siempre con su cuerpo, sí al menos con
la mirada. Y percibe así su dureza, su rudeza, su poder. La roca le revela algo que
trasciende de la precaria condición humana: un modo de ser absoluto. Ni su
resistencia, ni su inercia, ni sus proporciones, ni sus extraños contornos son
humanos: son índice de una presencia que deslumbra, que aterra, que atrae y que
amenaza. En su tamaño y en su dureza, en su forma y en su color, el hombre
encuentra una realidad y una fuerza que pertenecen a otro mundo, distinto del
mundo profano del que él forma parte:” Ídem. Pág. 253.
La piedra nos remite a otro tiempo
• La piedra nos remite a otro tiempo, no es el material de construcción de la
posmodernidad; no es el plástico, ni el cartón, ni el líquido (líquido que cifra
nuestra época). Es esa fuerza en la piedra la que hacía que antiguas culturas
construyeran falos de piedra para simbolizar la potencia divina; un dios masculino
buscando a la diosa Nut en el cielo egipcio, en tensión con la gravedad de la tierra
que lo atraía hacia sí, granítico vuelo en fortuna de fecundidad.
• Se traslada una gran piedra hacia la tumba de un patriarca o una matriarca, para
fijar su alma a la piedra (ofrecerle una casa) y que, desde allí, gobierne y otorgue
sabiduría y fecundidad a su pueblo.
• No es un muerto que otorga fecundidad, es un espíritu que vela por el bienestar
de su comunidad y, por eso, se le otorgan ofrendas y el mayor de los respetos.
• Una piedra puede contener a un muerto en su tumba, como a la vez fijar su alma
al pie de su descanso; una piedra puede detener en muralla a un ejército; pueden
las piedras moverse de la montaña y aplastar al poblado; puede esa piedra ser la
piedra de Caín ante Abel o puede ser la piedra de David ante Goliat.
• “…el sentido originario de los monumentos líticos funerarios, porque la muerte
violenta deja un alma agitada y hostil, llena de resentimientos. Cuando la vida se
interrumpe bruscamente, se supone que el alma del muerto tiene tendencia a
continuar, junto a la comunidad de la que se le ha separado, el tiempo que
normalmente hubiera durado su vida.” Ídem. Pág. 255.
Flor de piedra revestida en velos
• Puede ser la piedra fundacional del Duomo de Santa
María del Fiore (flor).
• Flor de piedra revestida en velos, tenues en color de
vitro, transparencias para seducir a la luz de la
divinidad, y que ella ingrese majestuosa en su interior,
sin romper el cristal.
• Piedra mudada en altar para recibir la sangre del
sacrificio.
• Piedra de Betel para subir en escalera al cielo, (Beth -
el, casa de dios)
• Letras en escritura sagrada, piedras de la Ley.
• Espíritu petrificado de una divinidad o de antepasados
que suspiran un aliento inmóvil.
Una piedra que escucha y es testigo
• Piedras en runas que resguardan la sabiduría de Odín.
• Piedra sagrada pendiente del cuello de la dulce doncella.
• Agua que se torna piedra en los órganos del dolor.
• Angustia de un pétreo pesar.
• Sueño de Jacob que retorna en los sonidos de una canción.
• Esa piedra que será testigo de un pacto de Josué con Dios, y del compromiso de Labán con
Jacob, una piedra para la consagración de los hijos de Israel con Yahvé.
• “En su camino hacia Mesopotamia, Jacob atravesó Harran. “Llegó a un lugar en el que pasó
la noche, porque el sol se había puesto. Cogió una piedra que allí había, para que le sirviera
de cabecera, y se acostó en aquel lugar. Tuvo un sueño y vio una escalera apoyada en la
tierra, cuyo extremo llegaba al cielo, y he aquí que los ángeles de Dios subían y bajaban por
aquella escalera. (…) Zimmern ha demostrado que Betb-el, “casa de Dios” es a la vez un
nombre divino y uno de los apelativos de la piedra sagrada…” Ídem. Páginas 266 – 267.
• Ídem. P. 268. “Después de haber cerrado el pacto entre Yahvé y su pueblo, Josué “cogió una
gran piedra y la erigió allí, bajo la encina plantada en el lugar consagrado a Yahvé. Y Josué dijo
al pueblo: He aquí que esta piedra servirá de testigo contra nosotros; porque ha oído todas
las palabras que Yahvé nos ha dicho: ¡servirá de testigo contra vosotros a fin de que no
abandonéis a vuestro Dios! (Jos 24,26 - 27). Dios es “testigo” también en las piedras que
Labán erige con ocasión de su pacto de amistad de Jacob (Gn 31, 44s).”
Una idea transmutada en piedra para adorar, en el altar
los nuevos ídolos de la posmodernidad.
• Luego de estos hechos maravillosos, los hombres comenzaron a adorar las
piedras, por lo que la divinidad ordena su destrucción.
• Rígido el hombre en su imposibilidad de hacer metáfora.
• El hombre en el dogma de piedra.
• Piedra en literal dogma.
• Y así, una y otra vez ese eterno retorno.
• Una idolología puede ser la piedra de una nueva cultura, adorada, divina, y
todos creen que es la escalera al cielo, una terrena, una sin Dios que
encontrar, una con los peldaños de oro y, sobre esa idea en piedra, se
construye un altar y en ese altar se derrama en sacrificio la sangre de los
inocentes, para alimentar a los oscuros dioses del capital.
La piedra agujereada.
• Dicen los antiguos que para ver el mundo mágico es
necesaria una piedra horadada por el agua; una piedra
trabajada por la paciencia del tiempo y la constancia del
agua, gota a gota, en la insistencia de abrir una ventana a
una realidad extraordinaria velada por una mirada de
ensoñación.
• También dicen que los antiguos, en su embriaguez, se
divertían fabulando un mundo posible o un mundo
imposible que se escondía de todo lo posible.
• Pero es cierto que todo lo incierto tiene una razón que la
razón desconoce y que la verdad de la imaginación, en su
razón, se empeña en creer.
• Son voces de otros tiempos, escritas en caracteres sagrados
que ya nadie puede leer, porque la pasión de los hombres
abandonó su cuerpo.
Letras de fuego.
• Letras de los dioses que suspiraban fuego al dibujarse
su contorno en el cielo, por lo que para tal acto de
visión era necesario que lo ejecutara un hombre
consagrado dispuesto a morir, así como a renacer en
cada escritura que transmuta en una oración al cielo,
para que la letra mude a invocación en su vocación de
ser aliento; letra sometida al fuego y a la alquimia y, tal
acto, a la vez que la hacía desaparecer, la tornaba
inmortal.
• Letras de fuego que ingresan a un mundo invisible, a
un espacio de no olvido, a un refugio de susurros en
sueños, de fragancias en sonidos, de sabores en tacto
de emoción, eso que te toca y no percibes.
Donde todo es posible y todo vuelve a
comenzar.
• El portal para ese templo de letras olvidadas era sólo una
piedra agujereada por agua de mar, por agua en deshielo
de montaña, por agua en brizna de manantial, por agua en
lágrima, la de una doncella enamorada…
• No sólo se podía mirar por esa piedra agujereada, sino
también pasar por ella. Nunca nadie explicó cómo hacerlo,
o quizás era el espíritu el que era atraído a una realidad
inmaterial de la que no se podía substraer. Se decía que
pasar el espíritu por esa piedra era un renacer o quizás un
despertar.
• Un portal que la naturaleza ofrece para atravesarlo en un
ritual de ensoñación, y llegar allí donde todo es posible y
todo vuelve a comenzar.