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EMOTIVISMO
EMOTIVISMO
Las ‘fotos de gatitos’ no habrían desentonado, desde luego, con las velitas
aromáticas, los posits con frasecitas empalagosas y los… ¡ositos de peluche!
que la gente depositaba en las Ramblas. En televisión tuve ocasión de ver
alguno de estos ridículos tenderetes; y también a unos tipos que se ofrecían en
la calle a dar «abrazos solidarios». Todas estas pamemas ocurrieron en las
horas inmediatamente posteriores a la masacre. Ignoro si las fotos de gatitos,
los ositos de peluche y los abracitos gratis evitan que se «amplifique el terror»;
pero, desde luego, estoy seguro de que a las alimañas yihadistas les tienen
que procurar una incontenible hilaridad.
Pero los ositos de peluche, las fotos de gatitos, los posits con leyendas
almibaradas y demás bazofias ternuristas no fueron ideadas para impedir la
propagación del terror, sino para satisfacción de nuestra debilidad mental. Son
la reacción fofa de una sociedad sin fibra moral, sin capacidad para
confrontarse con la tragedia, sin auténtica compasión. Una sociedad que ha
dimitido de la racionalidad (y, por lo tanto, de la posibilidad de enjuiciar, incluso
de reconocer, las calamidades que padece). Una sociedad que ha hecho del
aspaviento sensiblero una patética arma de defensa con la que finge
‘empatizar’ con el dolor ajeno, cuando en realidad lo único que anhela es evitar
que su delicada sensibilidad se lastime.