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IV DOMINGO DE CUARESMA

“Domingo Laetare”

Antífona de entrada Cf. Is 66, 10-11


Alégrate, Jerusalén, reuníos todos los que la amáis, regocijaos los que estuvisteis tristes para
que exultéis; mamaréis a sus pechos y os saciaréis de sus consuelos.

Sacerdote: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.


Todos: Amén

Sacerdote: La gracia y el amor de Jesucristo, que nos llama a la conversión, estén con todos
vosotros.

Todos: Y con tu espíritu

Sacerdote: El Señor Jesús, que nos invita a la mesa de la Palabra y de la Eucaristía, nos llama
ahora a la conversión. Reconozcamos, pues, que somos pecadores e invoquemos con
esperanza la misericordia de Dios.

(Breve silencio)

Todos: Yo confieso ante Dios todopoderoso

y ante vosotros, hermanos,

que he pecado mucho

de pensamiento, palabra, obra y omisión:

Y, golpeándose el pecho, dicen:

Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,

a los ángeles, a los santos

y a vosotros, hermanos, que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor.

Sacerdote: Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y


nos lleve a la vida eterna.

Todos: Amén

Sacerdote: — Tú, que nos has hecho renacer por el agua y el Espíritu: Señor, ten piedad.

Todos: Señor ten piedad.

Sacerdote: — Tú. que enviaste al Espíritu Santo para crear en nosotros un corazón nuevo:
Cristo, ten piedad.

Todos: Cristo ten piedad

Sacerdote: — Tú. que eres el autor de la salvación eterna: Señor, ten piedad
Todos: Señor Cristo

Sacerdote:

Oh, Dios, que, por tu Verbo, realizas de modo admirable la reconciliación del género humano,
haz que el pueblo cristiano se apresure, con fe gozosa y entrega diligente, a celebrar las
próximas fiestas pascuales. Por nuestro Señor Jesucristo.

Todos: Amén

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

2 Crón 36, 14-16. 19-23

La ira y la misericordia del Señor serán manifiestadas en el exilio y en la liberación del pueblo

Lectura del segundo libro de las Crónicas.

En aquellos días, todos los jefes, los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades,
imitando las aberraciones de los pueblos y profanando el templo del Señor, que él había
consagrado en Jerusalén.

El Señor, Dios de sus padres, les enviaba mensajeros a diario porque sentía lástima de su pueblo
y de su morada; pero ellos escarnecían a los mensajeros de Dios, se reían de sus palabras y se
burlaban de sus profetas, hasta que la ira del Señor se encendió irremediablemente contra su
pueblo.

Incendiaron el templo de Dios, derribaron la muralla de Jerusalén, incendiaron todos sus


palacios y destrozaron todos los objetos valiosos. Deportó a Babilonia a todos los que habían
escapado de la espada. Fueron esclavos suyos y de sus hijos hasta el advenimiento del reino
persa. Así se cumplió lo que había dicho Dios por medio de Jeremías:

«Hasta que la tierra pague los sábados, descansará todos los días de la desolación, hasta
cumplirse setenta años».

En el año primero de Ciro, rey de Persia, para cumplir lo que había dicho Dios por medio de
Jeremías, el Señor movió a Ciro, rey de Persia, a promulgar de palabra y por escrito en todo su
reino:

«Así dice Ciro, rey de Persia: El Señor, Dios del cielo, me ha entregado todos los reinos de la
tierra. Él me ha encargado construirle un templo en Jerusalén de Judá. Quien de entre vosotros
pertenezca a ese pueblo, puede volver. ¡Que el Señor, su Dios, esté con él!».

Palabra de Dios.

Todos: Te alabamos Señor


Salmo responsorial. Sal 136, 1-2. 3. 4-5. 6 (R/.: 6ab)

R/. Que se me pegue la lengua al paladar

si no me acuerdo de ti.

V/. Junto a los canales de Babilonia

nos sentamos a llorar

con nostalgia de Sión;

en los sauces de sus orillas

colgábamos nuestras cítaras. R/.

V/. Allí los que nos deportaron

nos invitaban a cantar;

nuestros opresores, a divertirlos:

«Cantadnos un cantar de Sión». R/.

V/. ¡Cómo cantar un cántico del Señor

en tierra extranjera!

Si me olvido de ti, Jerusalén,

que se me paralice la mano derecha. R/.

V/. Que se me pegue la lengua al paladar

si no me acuerdo de ti,

si no pongo a Jerusalén

en la cumbre de mis alegrías. R/.


SEGUNDA LECTURA Ef 2, 4-10

Muertos por los pecados, estáis salvados por pura gracia

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios.

HERMANOS:

Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los
pecados, nos ha hecho revivir con Cristo —estáis salvados por pura gracia—; nos ha resucitado
con Cristo Jesús, nos ha sentado en el cielo con él, para revelar en los tiempos venideros la
inmensa riqueza de su gracia, mediante su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. En efecto,
por gracia estáis salvados, mediante la fe. Y esto no viene de vosotros: es don de Dios. Tampoco
viene de las obras, para que nadie pueda presumir.

Somos, pues, obra suya. Dios nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las
buenas obras, que de antemano dispuso él que practicásemos.

Palabra de Dios.

Todos: Te alabamos Señor

Versículo antes del Evangelio Cf. Jn 3, 16

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito;

todo el que cree en él tiene vida eterna.

EVANGELIO Jn 3, 14-21

Dios envió a su Hijo para que el mundo se salve por él


Sacerdote: El Señor esté con vosotros
Todos: Y con tu Espíritu
Sacerdote: Lectura del santo Evangelio según san Juan.

Todos: Gloria a ti Señor

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:

«Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del
hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.

Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él
no perezca, sino que tenga vida eterna.

Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve
por él.

El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el
nombre del Unigénito de Dios.
Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque
sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no
verse acusado por sus obras.

En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas
según Dios».

Sacerdote: Palabra del Señor

Todos: Gloria a ti Señor Jesús

(HOMILÍA y momento de silencio)

(Nos ponemos en pie)

Todos:

Creo en Dios, Padre todopoderoso,

creador del cielo y de la tierra.

Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,

En las palabras que siguen, hasta María Virgen, todos se inclinan.

que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,

nació de santa María Virgen,

padeció bajo el poder de Poncio Pilato,

fue crucificado, muerto y sepultado,

descendió a los infiernos,

al tercer día resucitó de entre los muertos,

subió a los cielos

y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.

Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.

Creo en el Espíritu Santo,

la santa Iglesia católica,

la comunión de los santos,

el perdón de los pecados,

la resurrección de la carne

y la vida eterna. Amén.

LITURGIA EUCARÍSTICA

Preparación de los dones

Sacerdote:
Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre,
que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros pan de vida.

Todos: Bendito seas por siempre Señor

Sacerdote:

Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este vino, fruto de la vid y del trabajo del hombre,
que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros bebida de
salvación.

Todos: Bendito seas por siempre Señor

Sacerdote:

Orad, hermanos, para que este sacrificio, mío y vuestro, sea agradable a Dios, Padre
todopoderoso.

(Nos ponemos en pie)

Todos: El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para
nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.

Sacerdote:

Señor, al ofrecerte alegres los dones de la eterna salvación, te rogamos nos ayudes a celebrarlos
con fe verdadera y a saber ofrecértelos de modo adecuado por la salvación del mundo. Por
Jesucristo, nuestro Señor.

Todos: Amén

Sacerdote: El Señor esté con vosotros

Todos: Y con tu Espíritu

Sacerdote: Levantemos el corazón

Todos: Lo tenemos levantado hacia el Señor

Sacerdote: Demos gracias al Señor, nuestro Dios

Todos: Es justo y necesario

Sacerdote:

En verdad es justo y necesario,

es nuestro deber y salvación

darte gracias siempre y en todo lugar,

Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno

por Cristo, Señor nuestro.

Por él concedes a tus fieles

anhelar, año tras año, con el gozo de habernos purificado,

los sacramentos pascuales,


para que, dedicados con mayor entrega

a la oración y a la caridad fraterna,

por la celebración de los misterios que nos dieron nueva vida,

lleguemos a ser con plenitud hijos de Dios.

Por eso,

con los ángeles y arcángeles,

tronos y dominaciones,

y con todos los coros celestiales,

cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

Todos: Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu
gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo.

Sacerdote:

PADRE misericordioso, te pedimos humildemente, por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, que
aceptes y bendigas estos ✠ dones, este sacrificio santo y puro que te ofrecemos, ante todo, por
tu Iglesia santa y católica, para que le concedas la paz, la protejas, la congregues en la unidad y
la gobiernes en el mundo entero, con tu servidor el papa Francisco, con nuestro obispo Carlos.

Acuérdate, Señor, de tus hijos [N. y N.] y de todos los aquí reunidos, cuya fe y entrega bien
conoces; por ellos y todos los suyos, por el perdón de sus pecados y la salvación que esperan, te
ofrecemos, y ellos mismos te ofrecen, este sacrificio de alabanza, a ti, eterno Dios, vivo y
verdadero.

Reunidos en comunión con toda la Iglesia, para celebrar el domingo, día en que Cristo ha vencido
a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida inmortal veneramos la memoria, ante todo, de
la gloriosa siempre Virgen María, Madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor; la de su esposo, san
José; la de los santos apóstoles y mártires Pedro y Pablo, Andrés, Santiago y Juan, Tomás,
Santiago y Felipe, Bartolomé, Mateo, Simón y Tadeo; Lino, Cleto, Clemente, Sixto, Cornelio,
Cipriano, Lorenzo, Crisógono, Juan y Pablo, Cosme y Damián, y la de todos los santos; por sus
méritos y oraciones concédenos en todo tu protección.

Acepta, Señor, en tu bondad, esta ofrenda de tus siervos y de toda tu familia santa; ordena en
tu paz nuestros días, líbranos de la condenación eterna y cuéntanos entre tus elegidos.

(Nos arrodillamos)

Bendice y santifica esta ofrenda, Padre, haciéndola perfecta, espiritual y digna de ti: que se
convierta para nosotros en el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo amado, Jesucristo, nuestro Señor.

El cual, la víspera de su Pasión, tomó pan en sus santas y venerables manos, y, elevando los ojos
al cielo, hacia ti, Dios, Padre suyo todopoderoso, dando gracias te bendijo, lo partió y lo dio a
sus discípulos diciendo:

TOMAD Y COMED TODOS DE ÉL,

PORQUE ESTO ES MI CUERPO,


QUE SERÁ ENTREGADO POR VOSOTROS.

Del mismo modo, acabada la cena,

tomó este cáliz glorioso

en sus santas y venerables manos,

dando gracias te bendijo

y lo dio a sus discípulos, diciendo:

TOMAD Y BEBED TODOS DE ÉL,

PORQUE ESTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE,

SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA,

QUE SERÁ DERRAMADA

POR VOSOTROS Y POR MUCHOS

PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS.

HACED ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA.

Proclamemos el Misterio de la fe.

(Nos ponemos en pie)

Todos: Sálvanos, Salvador del mundo, que nos has liberado por tu cruz y resurrección.

Sacerdote:

Por eso, Padre, nosotros, tus siervos, y todo tu pueblo santo, al celebrar este memorial de la
muerte gloriosa de Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, de su santa resurrección del lugar de los
muertos y de su admirable ascensión a los cielos, te ofrecemos, Dios de gloria y majestad, de los
mismos bienes que nos has dado, el sacrificio puro, inmaculado y santo: pan de vida eterna y
cáliz de eterna salvación. Mira con ojos de bondad esta ofrenda y acéptala, como aceptaste los
dones del justo Abel, el sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe, y la oblación pura de tu
sumo sacerdote Melquisedec.

Te pedimos humildemente, Dios todopoderoso, que esta ofrenda sea llevada a tu presencia,
hasta el altar del cielo, por manos tu ángel, para que cuantos recibimos el Cuerpo y la Sangre de
tu Hijo, al participar aquí de este altar, seamos colmados de gracia y bendición.

Acuérdate también, Señor, de tus hijos [N. y N.], que nos han precedido con el signo de la fe y
duermen ya el sueño de la paz.

A ellos, Señor, y a cuantos descansan en Cristo, concédeles el lugar del consuelo, de la luz y de
la paz. Y a nosotros, pecadores, siervos tuyos, que confiamos en tu infinita misericordia,
admítenos en la asamblea de los santos apóstoles y mártires Juan el Bautista, Esteban, Matías y
Bernabé, Ignacio, Alejandro, Marcelino y Pedro, Felicidad y Perpetua, Águeda, Lucía, Inés, Cecilia
y Anastasia y de todos los santos; y acéptanos en su compañía, no por nuestros méritos, sino
conforme a tu bondad.
Por Cristo, Señor nuestro. Por quien sigues creando todos los bienes, los santificas, los llenas de
vida, los bendices y los repartes entre nosotros.

Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo
honor y toda gloria por los siglos de los siglos

Todos: AMEN

(RITO DE LA COMUNIÓN)

Sacerdote: Llenos de alegría por ser hijos de Dios, digamos confiadamente la oración que Cristo
nos enseñó:

Todos:

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona
nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la
tentación, y líbranos del mal.

Sacerdote:

Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados
por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación,
mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.

Todos: Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria por siempre, Señor.

Sacerdote:

Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: «La paz os dejo, mi paz os doy»; no tengas en cuenta
nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Todos: Amén

Sacerdote: La Paz del Señor esté siempre con vosotros

Todos: Y con tu Espíritu

Todos: Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo: Ten piedad de nosotros. Cordero de
Dios que quitas el pecado del mundo: Ten piedad de nosotros. Cordero de Dios que quitas el
pecado del mundo: danos la paz.

Sacerdote: Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a
la cena del Señor

Todos: Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para
sanarme

(COMUNIÓN)

Sacerdote: Oh, Dios, luz que alumbras a todo hombre que viene a este mundo, ilumina nuestros
corazones con la claridad de tu gracia, para que seamos capaces de pensar siempre, y de amar
con sinceridad, lo que es digno y grato a tu grandeza. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos: Amén
Sacerdote: El Señor esté con vosotros

Todos: Y con tu espíritu

Sacerdote: Inlinaos para recibir la bendición

Defiende, Señor, a los que te suplican, fortalece a los débiles, vivifica siempre con tu luz a los
que caminan en sombras de muerte, y, libres de todo mal por tu compasión, concédeles llegar
a los bienes definitivos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos: Amén

Sacerdote: La bendición de Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre
vosotros y os acompañe siempre

Todos: Amén

Sacerdote: Glorificad a Dios con vuestras vidas. Podéis ir en paz

Todos: Demos gracias a Dios

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