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Equidad e Inclusión Social: Superando desigualdades hacia sociedades más inclusivas

La desigualdad continua siendo uno de los principales retos de los países de las Américas, y el
debate sobre sus raíces y consecuencias ha permeado todos los ámbitos de la política pública,
incluyendo el ámbito de la política. Puede argumentarse incluso que es un debate esencialmente
político, ilustrado por la tendencia reciente de introducir el tema social en el centro de la agenda
política en las Américas, región democratizada que se ubica comparativamente en posiciones
ejemplares en los índices que miden el nivel democrático (Wehr 2006) pero que aún registra
niveles preocupantes de pobreza y desigualdad.

La inclusión social es un concepto estrechamente ligado a la equidad. El Banco Mundial (2014)


define la inclusión social como el “proceso de empoderamiento de personas y grupos para que
participen en la sociedad y aprovechen sus oportunidades. Da voz a las personas en las decisiones
que influyen en su vida a fin de que puedan gozar de igual acceso a los mercados, los servicios y
los espacios políticos, sociales y físicos”. Por su parte, la CEPAL define a la inclusión social como el
“proceso por el cual se alcanza la igualdad, y como un proceso para cerrar las brechas en cuanto a
la productividad, a las capacidades (educación) y el empleo, la segmentación laboral, y la
informalidad, que resultan ser las principales causas de la inequidad” (CEPAL, 2014).

El Protocolo Adicional a la Convención Americana sobre Derechos Humanos en Materia de


Derechos Económicos, Sociales y Culturales, conocido como “Protocolo de San Salvador” (PSS) es
el instrumento jurídico interamericano que consagra los derechos económicos, sociales y
culturales del sistema interamericano de derechos humanos.

En este marco, los Estados Parte se han comprometido a “garantizar el ejercicio de los derechos
que en él se enuncian, sin discriminación alguna por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión,
opiniones políticas o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica,
nacimiento o cualquier otra condición social”. Una principal contribución de este instrumento está
asociado a la aprobación de un sistema de indicadores de progreso para la medición de los
derechos contemplados en el Protocolo, instrumento único que contribuye en los esfuerzos
estatales para traducir compromisos y obligaciones en materia de derechos, en particular
derechos a la seguridad social, salud, educación, trabajo y derechos sindicales, alimentación
adecuada, medio ambiente sano, y a los beneficios de la cultura, en políticas públicas que faciliten
el goce de esos derechos.

La “Agenda 2030” avanza en relación a la anterior e incorpora 17 Objetivos de Desarrollo


Sostenible (ODS) que dan un paso con mayor firmeza en establecer metas para reducir la
desigualdad entre países, promover el crecimiento económico sostenible, el empleo productivo y
avanzar en la eliminación de las desigualdades de género, entre otras. A diferencia de los
indicadores de progreso, tanto los ODM como los ODS permiten medir progreso de los Estados en
materia de condiciones de vida de la población, pero al ser indicadores sociales no están diseñados
para medir progresividad, que tal como se analiza a continuación, interseca derechos con políticas.

En cuanto a otros instrumentos e iniciativas de la OEA que se vinculan con la agenda de desarrollo
social y los esfuerzos de erradicación de la pobreza, se destacan: la Carta Democrática
Interamericana, la Declaración de Margarita, la Carta Social de las Américas y su Plan de Acción, así
como los Comunicados de los Foros Ministeriales de Desarrollo Social. Todo ello, en un contexto
regional que acompaña a las circunstancias nacionales de consolidación de las políticas e
instituciones de desarrollo social

Con la Carta Democrática Interamericana, se reafirmó que la lucha contra la pobreza,


especialmente la eliminación de la pobreza crítica, es esencial para la promoción y consolidación
de la democracia y constituye una responsabilidad común y compartida de los Estados
Americanos.

Las brechas sociales disminuyen cuando las personas usan y apropian la información y el
conocimiento para mejorar su día a día, su nivel de educación, su salud, esto sucede gracias a que
tienen más y mejor información, pueden forjar un mejor criterio para tomar decisiones, y acceden
a información del estado o a un trámite sin tener que desplazarse. Es allí donde realmente se
deben enfocar los esfuerzos de desarrollo para lograr sociedades más equitativas. Por lo tanto,
aunque exista nueva infraestructura, nueva información y servicios disponibles en línea, no se
conoce su disponibilidad y muchos ciudadanos no tienen el acceso o las habilidades para
utilizarlos. Además, no cuentan con la adecuada orientación y capacitación en el uso de estas
oportunidades para mejorar sus vidas y las de sus comunidades.

Las TIC permiten que todos los ciudadanos y ciudadanas tengan a su disposición la información y el
conocimiento para ejercer sus derechos económicos, sociales y culturales (DESC) en condiciones
de mayor igualdad. Hoy en día incluso se conceptualiza el desarrollo digital como el principal
objetivo de las acciones relacionadas con el uso y aprovechamiento de la tecnología (DIGITAL
PRINCIPLES, 2016).

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