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LA RECONQUISTA
DEL LEJANO ESTE
DE RUSIA
El Kremlin impulsa el regreso de descendientes de cristianos rusos
perseguidos por sus creencias para repoblar y trabajar las tierras de
sus ancestros
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Fedor Kronikovski (a la izquierda) conversa con Ulián Murashov (derecha). Al fondo, los
dos hijos de la familia, Agripina y Filaret, junto a otro niño. P.B.
PILAR BONET
Dersú 9 MAR 2018 - 20:40 CET
Dersú, una aldea de cabañas de madera cubiertas de nieve, ha sido el principal destino de
los inmigrantes de origen ruso procedentes de Latinoamérica, que se han acogido a los
planes de Moscú para la colonización del Lejano Oriente. En Dersú viven 74 Viejos
litúrgica del patriarca ortodoxo Nikon en el siglo XVII. Los raskolniki, como se les conoce,
se dispersaron por la periferia de Rusia y en parte se exiliaron. Los que ahora vienen a
Rusia, en su mayoría, completan un periplo alrededor del mundo que se inició en China,
donde se refugiaron de la revolución bolchevique y la guerra civil, y siguió en los años
sesenta en Uruguay, Brasil y Bolivia cuando las relaciones entre Moscú y Pekín se
deterioraron.
junto con su esposa Ksenia y sus 12 hijos, llegó a esta localidad en 2012 en busca de un
lugar más apto para la agricultura y la ganadería que los pisos de la guarnición militar en la
frontera con China, donde las autoridades les alojaron durante un año tras su llegada desde
Bolivia. En aquel país, los Murashov cultivaban decenas de hectáreas en la provincia del
Rusia, la patria de sus antepasados, vendieron todo lo que tenían. Sus actividades en Rusia
son las mismas que desempeñaban en Bolivia, con la diferencia de que el clima en esta
región rusa solo permite una cosecha anual. Los Murashov y los parientes que les han
arrendadas. La familia tiene 100 cabezas de ganado y vende productos lácteos y pan una
en la pared de su izbá. Ksenia lleva un vestido largo y un pañuelo a la cabeza. Ulián luce
una larga barba rojiza. “En Bolivia me llamaban gringo”, bromea en un castellano marcado
por el acento portugués. Ulián consiguió con celeridad el pasaporte ruso, pero conserva
también el pasaporte de Brasil, país en el que vivió antes de trasladarse a Bolivia. De ahí su
“La primera impresión que nos produjeron, por su ropa y por la manera de expresarse en
ruso, fue la de una representación teatral de otra época”, dice Fedor Kronikovski, que desde
el verano pasado es el defensor oficial de los derechos de los Viejos Creyentes inmigrados.
Antes de que le nombraran, en Dersú ardieron dos casas pertenecientes a los Viejos
El jefe de los Viejos Creyentes y el jefe del Estado ruso se entendieron en los primeros
contactos jamás mantenidos entre el máximo responsable del poder civil en Rusia y el
desarrollo del capital humano del Lejano Oriente planea una gira por Brasil, Bolivia,
Uruguay y Argentina en abril para exhortar a las comunidades locales de Viejos Creyentes
Moscú temen que la captación de nuevos inmigrantes pueda verse afectada por problemas
“¿Acaso somos tan valiosos? Se me caen las lágrimas y estoy profundamente agradecido
cuando pienso en la impresionante atención que nos presta el Estado [ruso], pero las
autoridades locales no tienen interés por este programa de asentamiento y muchos aquí nos
ven como parásitos y nos rechazan”, afirma Ulián. “Yo sé que el Gobierno está peleando,
pero tiene que renovar las alcaldías, que están en manos de mafias”, afirma el colono,
“Los Viejos Creyentes destrozan la complicidad entre las autoridades locales que apenas
tienen recursos y los empresarios que tratan de influir en ellas mediante el dinero”, dice
Kronikovski, según el cual “los que contemplan a los Viejos Creyentes desde una posición
egoísta son minoría”. “La mayoría”, dice, “quiere ayudarlos porque piensan que el país los
En la espaciosa cocina-sala de estar de los Murashov, los dos hijos menores, Agripina de
siete años y Filaret, de 12, observan al extranjero con curiosidad. Su escolarización corre a
cargo de una maestra que dos veces por semana les da clase a domicilio. Estos días se
alojan en la casa Fedor Kilín y su esposa Tatiana, los padres de Ksenia, que han venido de
visita desde Svobodna, su lugar de residencia en la vecina provincia del Amur. Estos
de los zares. El primer grupo de colonos dispuestos a asentarse en Dersú llegó el día de
Dersú recibió ese nombre en homenaje al cazador Dersú Uzalá, inmortalizado por Akira
Kurosawa, el cineasta japonés que llevó a la pantalla el relato del geógrafo y oficial zarista
Vladímir Arsénev. La aldea se llamaba antes Lauliu, pero los topónimos chinos o de
comunidades autóctonas del Lejano Oriente fueron sustituidos tras el enfrentamiento militar
ruso-chino de 1969 en Zhenbao (Damanski para Rusia), una isla del río Usuri, que es
frontera entre los dos países. Zhenbao está en la zona de más de 300 kilómetros cuadrados
que Rusia cedió a China en virtud de un tratado bilateral ratificado en 2005.
Los viejos creyentes construyen amplias izbás en Dersú. Los Murashov disponen de pozo y
una bomba, por lo que albergan en su cocina las lavadoras automáticas de otras familias de
la comunidad.
Ulián Murashov en el exterior de
su casa. P.B.
La familia recela de los periodistas en general, pero se muestra hospitalaria con este
periódico y el idioma castellano alternado con el ruso suena exótico en estos parajes
nevados. Ksenia nos ofrece té, pan y mermelada caseros, mientras Ulián y el defensor de
sus derechos se enzarzan en un debate sobre el equipo agrícola que la compañía petrolera
estatal Rosneft ha regalado a la comunidad. El equipo es para todos, pero debe registrarse a
nombre de una sola persona y a Ulián teme que el titular tenga que asumir las reparaciones
Kronikovski intenta convencerle de las virtudes del trabajo en común, pero Ulián dice
sentirse más cómodo con la cosechadora que él construyó a partir de chatarra. “Todo lo que
necesito es tierra y algo de ayuda para comprar semillas y combustible. Los créditos
bancarios, que hay que devolver mes a mes, no están pensados para la agricultura, y las
becas del Estado son muy burocráticas”, señala el colono, al que el Gobierno ruso pagó el
traslado y el transporte de enseres desde América Latina y ayudó con una subvención
financiera.
Ulián se queja también de la especulación de los intermediarios y Kronikovski admite que
“los empresarios chinos son más atractivos que los rusos porque ofrecen equipo y créditos a
los agricultores a cambio de comprarles toda la cosecha”. “Moscú debería preocuparse más
y hacer que fuera más ventajoso trabajar para sus empresarios”, dice.
Los Viejos Creyentes no fuman ni beben y tienen numerosa prole. También son críticos y
responsabilidad. El Estado desde Moscú los trata como si fueran ejemplares de una rara y
apreciada fauna. Los vecinos de estos inmigrantes los ven, sin embargo, de otro modo. Este
periódico oyó como Ulián y uno de sus hijos, barbudo como él, eran insultados entre
dientes por una mujer que pasó junto a ellos en Roschino. Según cuentan, la mujer era
amiga de la acusada de prender fuego a las casas de Dersú. Tatiana, jubilada, refunfuña
porque a los nuevos vecinos “se lo dan todo" y ella sólo tiene una pensión de 11.000 rublos
dos horas de coche de Dersú, también ha tenido choques con los vecinos. Llegado en 2014
desde Bolivia en compañía de sus padres y hermanos, Venedikt se casó en Rusia con Faina,
confiesa que a veces se desespera y tiene ganas de abandonarlo todo. A sus hermanos les
pasa lo mismo, pero “no saben adónde ir”. Cuenta que un dirigente local, ahora
encarcelado, le robó 5,3 millones de rublos (unos 76.100 euros) y que de su opinión
depende ahora que lo dejen en libertad condicional. “Debería decir que lo dejen en la cárcel
hasta que me haya pagado lo que me robó”. Entre las experiencias negativas, Venedikt
Reutov cuenta los 700.000 rublos que se vio obligado a entregar a una persona que
WhatsApp e Instagram en sus móviles. Sonríen para las fotos y sueñan con ir de vacaciones
a Estados Unidos, donde viven sus parientes, miembros de la diáspora de los Viejos
Creyentes rusos. De América Latina, Venedikt añora los cocos, los mangos y las tres
cosechas al año.