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La palabra creatividad forma parte de esos conceptos que son difíciles de definir y
sobre los que no existe un consenso en la literatura académica. Aunque en la
actualidad goza de muy buena prensa y es una palabra que se toma en sentido
positivo (de modo similar a lo que ocurre con la palabra innovación) no siempre ha
sido así. En la Edad Media era una noción blasfema y en el siglo XIX no era un
término popular. Es a partir del siglo XX cuando la palabra comienza a aplicarse
progresivamente en el sentido del infinitivo CREAR, del latín creare: ‘producir algo
de la nada’, haciendo alusión a la ‘facultad de crear’ o la ‘capacidad de creación’
del ser humano
Además de la visión corriente sobre lo creativo como aquéllo que aporta novedad
en un producto o un proceso o simplemente en la generación de una idea original
o con alto grado de novedad, en opinión de Mumford (2003, p. 110) ‘en el curso de
la última década hemos creído llegar a un consenso general en cuanto a que la
creatividad involucra la generación de productos nuevos y útiles’. Pero debajo de
esta afirmación, numerosos autores divergen y existen cientos de diferentes
versiones en la literatura académica Algunas de estas definiciones se focalizan en
la persona, otras en el proceso o en el producto creativo. Veamos algunos
ejemplos:
DEFINICIONES DE CREATIVIDAD
Piaget (1964): “La creatividad constituye la forma final del juego simbólico de los
niños, cuando éste es asimilado en su pensamiento”.
Barron (1969): “La creatividad es la habilidad del ser humano a traer algo nuevo a
su existencia”.
Sillamy (1973): “La disposición para crear que existe en estado potencial en todo
individuo y en todas las edades”.
Arieti (1976): “Es uno de los medios principales que tiene el ser humano para ser
libre de los grilletes, no sólo de sus respuestas condicionas, sino también de sus
decisiones habituales”.