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También fue signo externo de éxito y de victoria sobre los enemigos: en Egipto, las
sandalias del faraón llevaban pintados los rostros de los enemigos vencidos en la
suela en las ceremonias oficiales.
Con este fin, en la Antigua China, se les impuso a la mujer la reducción del tamaño
del pie hasta un tercio de su desarrollo natural para conseguir lo que ellos llaman
"la flor de loto", ideal de sensualidad y elegancia. Toda una barbaridad.
Los ciudadanos del imperio romano llevaban sandalias en casa: las solae, o
simples suelas de cuero unidas al pie mediante correas y sujetas con lazos y
cintajos. Puedes ver la historia de la alpargata.
El calzado solía combinar con el atuendo, por ejemplo, con la toga se usaba el
calceus o especie de borceguí, de empeine recortado en varias tiras de cuero que
se anudaban sobre el tobillo, que suele encontrarse en la mayoría de las estatuas.
En la Roma clásica el zapato rojo en la mujer era propio de las cortesanas, hasta
que el emperador Aureliano decidió llevarlos él…, decisión que afectaría luego al
Sumo Pontífice, de ahí que los Papas calzaran babuchas coloradas.
Pero todo esto era un calzado abierto. No podríamos llamarlo zapato. El zapato
comenzó su larga evolución a finales del siglo IV, y fue consolidándose en el
mundo bizantino tras la caída de Roma. Nacieron los zapatos cerrados y las
chinelas de cuero marrón oscuro o negro.
Entre los siglos VII al X el calzado occidental se transformó. Son célebres por su
elegancia los zapatos de Carlomagno. La Edad Media impuso nuevos derroteros.
Triunfa el zapato en punta curva, moda sorprendente por lo poco práctico que
resultaba, sobre todo cuando empezó a exagerarse.
Surgió el zapato de punta retorcida como distintivo de clase social: mientras más
centímetros medía la punta, mayor prestigio social denotaba quien lo calzaba. Se
llegó al absurdo, de modo que a menudo era imposible caminar con tales
artefactos, pero en vez de renunciar a tan absurdo aditamento lo que se hizo fue
sujetar la punta a la rodilla mediante una cadenita.
Ya los grandes zapateros de la Antigüedad, los hititas, clavetearon por primera vez
la suela de cuero de la bota con gruesas tachuelas de hierro para facilitar el
agarre, e inventaron el tacón como elemento que ayudaba a fijar el pie del jinete
en el estribo: las botas fueron las primeras en llevarlo. A su popularidad contribuyó
el que al ser de tierra las calles, la lluvia las convertía en un barrizal, por lo que el
tacón alto ayudaba: así aparecieron los zuecos.
El Barroco, de marcada preferencia por las curvas, puso de moda los zapatos de
tacón alto en un intento estético de realzar el busto en las damas, señalar
rotundamente los escotes y establecer el equilibrio de la silueta, aunque para ello,
como escribiría en sus Memorias el conde de Vauban, tuvieran que caminar
echando el cuerpo hacia atrás para no caerse de narices al suelo.
Todo fue cosa de Luis XIV, que no llegaba al metro sesenta, y era natural que
añadir a su calzado centímetro tras centímetro. Los nobles querían imitarle y no se
daban cuenta de que si todos aumentaban la altura de su tacón el monarca
quedaba siempre relativamente bajito.
En la elegante Francia del XVIII se puso de moda lo que se llamó la fine fleur de
las damas de la Corte, moda consistente en caminar sobre zapatitos de estrechez
increíble, con los que apenas se podía avanzar unos cuantos metros antes de
dejarse caer sobre los suntuosos sillones.
Se cuenta como anécdota que cierta cortesana del entorno de Eugenia de Montijo,
no pudiendo sostenerse por más tiempo sobre sus zapatos, cayó sentada sobre la
parte noble de un joven italiano que ocupaba el ángulo de un sofá.
Dicho caballero lanzó un quejido y la dama se disculpó. El caballero la tranquilizó
gentilmente, pero no sin cierta ironía diciendo: "Señora: el placer de teneros en
mis brazos es superior al dolor de sentiros de tal guisa entre mis piernas".
Son numerosas las rarezas y curiosidades al respecto de esta prenda. Los hititas,
que fueron los mejores zapateros de la historia, ofrecían a su dios de la lluvia un
vaso votivo en forma de zapato.
El procurador imperial romano Plinio cuenta en su Historia natural, del siglo I, que
para acabar con un hechizo o prevenirlo se escupía en el interior del zapato
derecho. Es asimismo antigua la convicción de que acarrea desgracia echar a
andar con un zapato solo, o perder un zapato mientras se camina o se baja una
escalera.
Ninguna explicación tiene querer huir del calzado verde. Pero las creencias
populares son así. Tiene sueño tranquilo quien coloca los zapatos de modo que
uno mire al interior del cuarto y el otro al exterior; si además se toma la precaución
de colocarlos en esa posición bajo la cama se evita contracciones o calambres en
las piernas; y poniéndolos bajo la cama en forma de cruz de san Andrés se cura el
reumatismo.
Da suerte lanzar un zapato a quien sale de viaje sin que él se dé cuenta; también
la da a quien queda en casa. No es bueno guardar zapatos viejos ni tirarlos, sino
quemarlos: esto último evita fiebres y otros desórdenes en la salud. Sin embargo,
la suela molida del zapato usado remedia el dolor de estómago; esta sorprendente
medicina estuvo entre los medicamentos favoritos de la farmacopea inglesa del
siglo XVII.
No deben ponerse sobre la cama, quien lo haga corre peligro de muerte, o perderá
el trabajo, el dinero y la casa. Colocar un par de botas sobre la cama augura
muerte en la horca.
Hoy atamos zapatos viejos al coche de los recién casados para desearle fortuna,
pero antiguamente se arrojaban a la cabeza de la novia para desearle
descendencia: el origen de esta creencia está en la asociación del zapato con el
pie, símbolo fálico en el mundo antiguo, de ahí que la relación del zapato con la
fertilidad sea universal: los esquimales escondían en la ropa de la mujer estéril o
entre sus cosas un trozo de zapato viejo.
En otros lugares, el novio cargaba con treinta pares de zapatos y los repartía entre
los parientes de la novia para que los lleven en su boda (ver historia de la pedida
de mano). En otros, solo la futura suegra recibe zapatos, acaso porque se dice
que regalar zapatos nos asegura que jamás volveremos a ver a la persona objeto
del obsequio.
Respecto a la palabra "calzado", es una voz que tiene un origen algo incierto. En
el poema del Mio Cid, del año 1140 se puede leer el vocablo "çapato". Del mismo
modo, en escrituras castellanas del año 978 se puede encontrar escrito
"zapatones aut abarcas". También en la Vida de Santa María Egipciaca, poema
hagiográfico del siglo XIII se lee: "Por alimpiarse de sus pecados non calçava
çapatos".
En partes del imperio austro-húngaro sigue viva la tradición de que los recién
casados pugnen por pisar uno al otro la zapatilla o el zapato en la convicción de
que quien lo consiguiera prevalecería sobre el otro.
Partes de un zapato
Aunque algunos zapatos tengan más elementos que otros (no podemos comparar
unas botas a unas chanclas), estas son algunas de las partes que nos
encontramos en un zapato común.
Suela: es la parte trasera del zapato y es la que hace contacto con el suelo.
Plantilla: la plantilla se coloca en el interior del calzado y es lo que separa nuestro
pie de la parte inferior del zapato. Protegen la zona interior del zapato y en
muchas ocasiones se pueden quitar y reemplazar.
La plantilla también ayuda a reducir el impacto del pie contra al suelo cada vez
que caminamos, y hoy en día se utiliza incluso en zapatos para mujeres. El
zapato es una pieza que se lleva en los pies y que sirve para proteger los pies
mientras realizamos diferentes tareas. El avance de los zapatos ha sido tal, que
hoy en día, algunos de ellos se los considera como obras de arte, y han recopilada
una larga lista de fetichistas tras ellos. Pero hasta llegar aquí, el calzado recoge
una larga historia
CARACTERISTICAS DE LA MATERIA PRIMA Y PRODUCTOS DEL
GIRO
Suavidad
Comodidad
Buen amortiguador de choques
Facilitar el impulso del pie
Prevenir accidentes
El corte
La planta
La suela
El forro
La planta: Es la parte del zapato que sirve de base para el montado del mismo y
es de cartón o material sintético, la planta está entre la suela y la plantilla, en
algunos zapatos lleva una costilla, que es una pieza de lámina que sirve para dar
firmeza y resistencia a esta parte.
La suela: Es la parte del zapato que está en contacto con el suelo y puede ser de
diferentes materiales como: cuero sintéticos, hule negro o de color, suelas
prefabricadas, crepé, o P.V.C (policloruro de vinil); sobre la suela la que descansa
todo el peso del cuerpo.
Forro: El forro puede ser de piel, de: carnaza, tela, piel sintética u otros
materiales.
En la parte del talón entre el forro y el corte, el zapato lleva una pieza llamada
contrafuerte, que le da forma y lo refuerza; en la punta del zapato se coloca un
refuerzo llamado casquillo.
Plantilla: Es una pieza de piel natural, o piel sintética, plástico o hule espuma, que
lleva el zapato por la parte interior y es para que no lastimen las costuras al pie,
muchos fabricantes le ponen una etiqueta de tela con la marca o nombre del
producto.
Las materias primas utilizadas en la elaboración del calzado sintético son:
INSUMO
Para el corte también se utilizan telas no tejidas (non woven) o fieltros por su
suavidad y flexibilidad.
Una ventaja notable en el uso de estos materiales, en comparación con las pieles,
es que el corte se realiza con menor de mano de obra, por la regularidad de sus
resistencia al corte; por otra parte la uniformidad de tamaño y calidad contribuye a
lograr un menor desperdicio.
En los tenis la mayoría de los materiales sintéticos utilizados están hechos con
telas y sólo una mínima parte se fabrica con fieltros (non woven).
En lo que respecta a los materiales para forros los básicos son los fieltros; también
los materiales tejidos pueden ser útiles. La importancia del forro es muy grande, ya
que aun con la mejor piel en el corte si el forro es de mala calidad, el resultado es
un mal calzado.
Relaciones insumo-producto: