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Una investigación que la SNMPE encargó a Macroconsult en junio del 2012 pone en relieve

una paradoja. Donde se instala una operación minera todo mejora (caminos, hospitales,
educación, telecomunicaciones, servicios públicos). También se eleva el nivel de ingreso de
la población. Todo bien hasta allí.

El problema es que las personas que lo hacen en mayor proporción son los quintiles locales
más altos (cursaron secundaria completa, o poseen un pequeño restaurant, o una combi).
Estos multiplican en 75% su ingreso respecto del previo. Los que están algo más abajo
(secundaria incompleta, tienen un pequeño garage para internet o fotocopias, o una
mototaxi solamente) incrementan sus ingresos en 20%. Pero los sectores de ingresos más
bajos (gente de campo en su gran mayoría) los elevan en sólo 8%. Y en todos los casos
esos porcentajes se aplican sobre una base cada vez menor: una cosa es 8% de cien soles
que de mil.

De otro lado, en general el sector urbano mejora su ingreso en 65%, mientras que el rural
en 35%. Y siempre sobre una base menor. Ver que los demás mejoran mucho y uno sólo un
poco es lo que dispara indignación… y de allí en rechazo a la minería.

Al concepto de pobreza absoluta que se basa en indicadores objetivos de necesidades


insatisfechas se suma el de pobreza relativa, que agrega los factores de contexto como
exclusión, dependencia y comparación con otros grupos del entorno. Este último genera un
problema estructural, pues así la operación minera sea dirigida por un ejecutivo
obsesionado con eficiencias y cash cost o a un ex director de una fundación benéfica
inspirado en proyectos en favor de la comunidad… el problema se les presenta a los dos por
igual.
Bajo el título de “Nueva Minería Exige Debate Nacional” (Movimiento Tierra y Libertad. Lima,
agosto 2012), una extensa red de organizaciones de izquierda inspirada en el neoextractivismo
publicó un planteamiento integral donde transmitía su visión de lo que la minería debiera ser en
el Perú. Lo particular es que -a diferencia de la permanente prédica acusatoria contra el sector y
el énfasis en cómo no debería desempeñarse- esta es una propuesta de cómo sí debería
hacerlo.

A lo largo del mencionado documento, que tiene un natural lenguaje crítico sobre la minería, es
posible identificar una serie de exigencias de diversa naturaleza, que en conjunto suman 40.
Lo curioso es que de esas 40, 25 se encuentran en gran medida ya implementadas por las
empresas mineras (promover proveedores locales, manejo del mercurio y cianuro,
transparentar pago de impuestos, publicar los EIAs, proteger salud de los trabajadores, etc.).

Otras 7 dependen más del Ejecutivo y del Congreso de la República que de las empresas
(aprobación de los EIAs por el Ministerio del Ambiente, transferir competencias ambientales a
las regiones, Ley de Ordenamiento Territorial, etc.). Finalmente, 8 tienen un carácter que va
más allá del sector minero pues corresponden a todo el sector productivo del país (promover
políticas de empleo, planificación anti holandesa, mantener Sedapal como entidad pública,
etc.). De modo que hay mucho más espacio de cooperación y coincidencia que de
desencuentro.

San Francisco de Asís viajó a Egipto durante la Quinta Cruzada para entenderse con el Sultán Al
Kamil (sobrino de Saladino) logrando una paz temporal entre cristianos y musulmanes. Henry
Kissinger viajó secretamente a China en julio de 1971 para entrevistarse con el Vicepresidente
Wang Qishan en plena Guerra Fría, lo que permitió una distensión que incluyó la famosa visita
de Nixon -reunión con Mao incluida- a ese país el año siguiente. Bueno, uno era santo y el otro
experto diplomático, pero personas al fin y al cabo. Cuando al interés compartido se le agrega
voluntad compartida, muchas distancias pueden reducirse.
Al sondear qué hay detrás de un conflicto social de gran magnitud muchas veces -no siempre,
pero sí muchas veces- se descubre un bien organizado plan que revela cómo un activista
antiminero logra construir una coalición, atrayendo y organizando -estructurando es la palabra
correcta- múltiples actores locales: profesores, gremio de transportistas, agrupación de
constructores, periodistas locales, entre otros.

A medida que se crea una atmósfera de cuestionamiento social a un proyecto minero o una
operación en marcha a través de la radio, volantes y persuasión boca a boca, el activista negocia
uno a uno la adhesión de los actores locales. Así obtiene de los profesores el compromiso de
movilizarse con una paralización de clases y llevando tanto a profesores como a alumnos a las
marchas, de los transportistas informales consigue el apoyo logístico con camiones y buses para
trasladar a los que protestan, de una asociación de constructores recibe un aporte de dinero
para financiar pancartas y alimentación de los que marchan así como el salario de los que
conformarán la primera línea (los operadores de megáfonos, piedras, llantas quemadas y cierre
de carreteras), de los periodistas radiales logra la difusión de arengas contra la mina basadas en
contaminación, entre otros.

Cuando el conflicto pasa a ser una crisis, viene de Lima la Comisión Ministerial de Alto Nivel para
firmar todo lo que le pongan al frente, incluidas las exigencias de los actores sociales que
formaron parte de la coalición y prestaron su cuota de acción o recursos para lo que realmente
les interesaba: reemplazo del director regional de educación por uno afín al sindicato local de
profesores para acceder a nombramientos, concesión de licencias y permisos de operación
formales a los transportistas informales, designación de un funcionario de obras del gobierno
regional que pueda orientar los contratos hacia la asociación de constructores, publicidad del
municipio a las radios locales donde trabajan los periodistas de la arenga. Por cierto, el
ecoactivista alcanza con ello su principal objetivo: poder político.

De modo que es posible descubrir detrás de determinados conflictos sociales que la poderosa
atracción que genera el discurso antiminero -y también contra otros sectores- es realmente el
ropaje de una gesta mercantilista de intereses particulares que nada tienen que ven con el
mensaje ambientalista. La capacidad de mapear así el entorno es lo que permite anticiparse a
movidas adversas.

Y atentos al Diccionario de la Real Academia Española sobre el término mercantilismo: espíritu


mercantil aplicado a cosas que no deben ser objeto de comercio.
Con elocuencia y marcado sentido estratégico, la publicación “Protegiendo a su Comunidad”
(FLACSO, 2009) constituye un claro y bien elaborado manual de cómo oponerse y provocar una
crisis a los proyectos mineros que dificulte o hasta impida su concreción.

La secuencia de pasos que propone (prepárese, forme una oposición local, construya alianzas,
utilice la ley y el proceso político, obstaculice el proceso, publicite y haga correr la voz,
organícese globalmente, entre otros) no resulta desconocida para quien ha debido lidiar con
activismo antiminero.

Conociendo lo que harán los opositores de un proyecto extractivo es posible potenciar la


capacidad de contención o neutralización de sus impulsores.

Protegiendo a su Comunidad (Contra las Empresas Mineras y otras Industrias Extractivas- Una
Guía para Promotores y Activistas Comunitarios, FLACSO 2009
https://www.flacsoandes.edu.ec/sites/default/files/agora/files/1314997227.dtflacso_2009_zorri
lla.pdf
Para el sector minero puede quedar claro que el activismo de la izquierda tiene la mira
puesta sólo a ellos. No hay oposición al sector bancario, de seguros, turismo, inmobiliario,
comercial, turístico, de servicios, agrícola, ganadero, industrial, en fin. Es antiminería y nada
más.

Una comprensión un tanto más clara de las concepciones de la izquierda planteadas por
Marx (lucha de clases, proletariado, plusvalía, acumulación, hegemonía, entre otros)
permite entender que la izquierda capitaliza para sus objetivos políticos determinadas
características del sector minero, que no puede aplicar hoy en otros sectores, pero que los
hará más adelante.

En ese sentido, el cuestionamiento a la minería actual es por su condición de sector


extractivo (alta visibilidad, imagen sesgada a la contaminación, ubicación en zonas de
poblaciones de bajos recursos, grandes ganancias, etc.), pero mañana los demás sectores se
verán cuestionados por su condición de ser empresas, pues son estas las que precisamente
generan la acumulación de capital y la diferencia de clases sociales.

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