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1.

Breve Introducción:

En los últimos años los casos de abusos sexuales a menores cometidos por adultos pertenecientes a
instituciones religiosas han causado una enorme oleada de indignación en el espacio público.

Sería un error, sin embargo, afirmar que la Iglesia sea ajena a esta bochornosa “mancha” que nubla su
credibilidad y reputación. Desde hace ya varios años, el Papa Francisco, siguiendo el camino ya trazado
por Benedicto XVI, ha sido notoriamente vocal y ha denunciado públicamente las conductas inapropiadas
del clero.

Un importante trabajo de transparencia que puede ejemplificarse en el discurso pronunciado por


Benedicto a la Curia Romana con ocasión de los saludos navideños del 28 de diciembre del año 2018,
donde reflexionaba sobre el origen de los abusos sexuales cimentando su reflexión sobre el pasaje del
pecado de David. El Papa se refería a la tríada del abuso del poder, sexual y de conciencia, y recalcó que
estas conductas hundían sus raíces en una percepción errónea del misterio.
“(…) hoy hay muchos «ungidos del Señor», hombres consagrados, que abusan de los débiles, valiéndose de su poder moral
y de la persuasión. Cometen abominaciones y siguen ejerciendo su ministerio como si nada (…) no temen a Dios ni a su
juicio, solo temen ser descubiertos y desenmascarados. Ministros que desgarran el cuerpo de la Iglesia, causando
escándalo y desacreditando la misión salvífica de la Iglesia y los sacrificios de muchos de sus hermanos. También hoy,
queridos hermanos y hermanas, muchos David, sin pestañear, entran en la red de corrupción, traicionan a Dios (…)”

Pocos meses antes, el Papa Francisco redactó su Carta al Pueblo de Dios, en la cual identificaba el origen
de los abusos como una actitud perniciosa llamada clericalismo, favorecida por sacerdotes y laicos por
igual. Además, en esta misma carta, Francisco extendía la problemática de los abusos sexuales a personas
en situación de vulnerabilidad. En nombre de toda la Iglesia reconoce y condena los actos tan
descabellados llevados a cabo por personas consagradas, clérigos, e incluso aquellos que tenían el deber
de velar por las personas en situación de vulnerabilidad. De nuevo, Francisco recalca la imperante
necesidad de luchar contra cualquier tipo de abuso sexual, de poder, o de conciencia.

Además, el pontificado ha sido especialmente preciso a la hora de dilucidar y denunciar públicamente las
causas de los abusos sexuales. El Papa Benedicto XVI en su Carta Pastoral a los católicos de Irlanda
afirmaba:
“(…)Ciertamente, entre los factores que contribuyeron a ella, podemos enumerar: procedimientos inadecuados para
determinar la idoneidad de los candidatos al sacerdocio y a la vida religiosa; insuficiente formación humana, moral,
intelectual y espiritual en los seminarios y noviciados; una tendencia en la sociedad a favorecer al clero y otras figuras de
autoridad y una preocupación fuera de lugar por el buen nombre de la Iglesia y por evitar escándalos, cuyo resultado fue
la falta de aplicación de las penas canónicas en vigor y la falta de tutela de la dignidad de cada persona (…)”

Sin embargo, a pesar de que la Iglesia se muestra enormemente arrepentida y no parece ampararse en
excusas y asume la responsabilidad completa de los delitos cometidos, los abusos sexuales a menores
parecen formar parte de “la historia olvidada”. Por ejemplo, hoy día es reconocido de forma consensuada
por los historiadores que los helenos practicaban la pederastia. Sin embargo, este delito es descrito como
un ejercicio libre de la sexualidad, algo completamente inexplicable. Existen, por tanto, actitudes que,
desde la percepción histórica de los hechos, blanquean los ultrajes contra la dignidad de los niños.

La pretensión de este breve escrito es, por una parte, dar visibilidad a los terribles delitos sexuales
cometidos contra menores acontecidos a lo largo de la historia, y, por otro lado, retratar, según las
evidencias históricas, cómo ha variado la postura y la denuncia de la Iglesia frente a los abusos sexuales
a menores acontecidos dentro de su institución.
2. Breve aproximación a los abusos sexuales a menores a través de la historia

Según Sáez explica en su artículo “Aproximación histórica a los abusos sexuales a menores” (2015) el
abuso sexual a niños se encasilla dentro del denominado maltrato infantil, término acuñado según las
consideraciones elaboradas por la Organización Mundial de la Salud.

Sáez explica que los niños no han sido objeto de protección. Más bien podría afirmarse todo lo contrario.
Puede concluirse que a lo largo de la historia los infantes han sido víctimas de múltiples y diversos abusos
y vejaciones, entre los que se incluye el abuso sexual. Lloyd deMause en su obra “Historia de la infancia”
recalca de una forma brillante que:
“la historia de la infancia es una pesadilla de la que hemos empezado a despertar hace muy poco. Cuanto más
retrocedemos al pasado, más bajo es el nivel de puericultura y más expuestos estás los niños a la muerte violenta, el
abandono, los golpes, al temor, y a los abusos sexuales”

En la Antigüedad, concretamente en Grecia, los niños sufrían todo tipo de abusos sexuales. En el caso
griego, la pederastia adquiría un valor exclusivo, pues los jóvenes entre 12 y 16 años eran iniciados por
adultos en una relación homosexual regulada por leyes y rituales que formaban parte de una macabra
formación humana en la que ellos eran meros sujetos pasivos. La formación de los infantes (niños de 12
años) incluía el cultivo de la sexualidad como método para conocer la belleza del cuerpo humano, algo
que Cantarella define como una “cultura de la bisexualidad”. No obstante, y curiosamente, sí se
consideraba un grave delito de pedofilia mantener relaciones homosexuales con niños de 12 años.

Eso, por supuesto, en lo concerniente a los varones menores griegos, pues aquellos menores
considerados como esclavos podían ser abusados sexualmente por su amo con total impunidad, pues
eran su propiedad.

Lloyd deMause explica que en Roma los niños también eran objeto de abusos sexuales, concretamente
del coito anal. El derecho penal romano castigaba estas conductas, como afirma Modestino, por medio
de la figura legal del estupro. Con el paso de la República al Imperio, la legislación comenzó a sancionar
la pederastia dentro de las conductas inmorales, con leyes como la Lex Scantina, que castigaba las
relaciones entre pederastas y menores de 17 años, y a los homosexuales pasivos. No obstante, las leyes
y constituciones promulgadas en el periodo imperial no amparaban de ninguna forma a los esclavos,
quienes quedaban completamente desamparados.

Fernández Urbiña en “El imperio romano como sistema de dominación”, explica que:
“la explotación sexual que sufrían centenares de niños y niñas abandonados por sus padres al poco de nacer. Convertidos
en esclavos, muchos caían en manos de codiciosos proxenetas y alimentaban en todo el Imperio un sórdido y boyante
mercado de prostitución infantil. La literatura cristiana abunda en referencias a este tráfico sexual de menores y lo
condena sin paliativos, lo que ciertamente es una de las aportaciones morales más encomiables del cristianismo primitivo.

No obstante, esta deplorable situación comenzó a mejorar a partir de la conversión del cristianismo en la
religión oficial del Imperio. Se produjeron importantes cambios legislativos que castigaron los abusos
sexuales a menores. En el año 342, con el mandato de los emperadores Constancio y Constante, se
condenaba la homosexualidad pasiva, delito que, con la entrada en vigor de las Instituciones de
Justiniano, se extendió a todo aquel que incurriese en pederastia. Es bien conocido que en el Imperio
Bizantino, que abanderaba el cristianismo original enfrentándose al papado de Roma, los abusos sexuales
a menores eran lamentablemente frecuentes, lo que hizo que en el Imperio Oriental los emperadores
impusieran severas penas a los abusadores sexuales.
Si avanzamos en la historia, podemos ver que en la Edad Media los abusos sexuales a niños se
categorizaban dentro del pecado-delito de sodomía, uno de los pecados más deplorables según la
concepción escolástica. No obstante, como señala deMause, era frecuente que los niños sufriesen
abusos, sobre todo en la Alta Edad Media. Este pecado recibía el apelativo de pecado nefando, y era
castigado tanto por la Iglesia como por la autoridad civil. En la España visigoda los sodomitas (pederastas),
victimarios y víctimas eran torturados mediante la castración, como estipulaba el Fuero Juzgo. El Fuero Real
añade a la mutilación por pederastia, la pena de muerte, y en las Partidas, se condenaban también a muerte,
pero sin ningún tormento previo.

3. La legislación Universal de la Iglesia frente a los abusos sexuales a menores:

Tras esta breve aproximación histórica al delito de abuso sexual a menores, he creído conveniente
centrarme en la Antigüedad y la Edad Media debido a la breve extensión exigida en este trabajo. Es
pertinente dar comienzo al estudio de la legislación universal que la Iglesia ha mantenido frente a los
abusos sexuales a niños desde la Iglesia primitiva hasta la actualidad.

Es evidente que la pederastia ha sido una práctica común a lo largo de la historia y a la vez reconocida
como delictiva, ya a partir de la Antigüedad. Tan grave llegó a ser la situación que la Iglesia primitiva se
pronunció en su momento y condenó los abusos sexuales a menores a pesar de que el maltrato infantil y
sexual eran habitual entre el clero. Sin embargo, estas prácticas siempre fueron penadas por la iglesia, y
por ello, a lo largo de los siglos trató de defender a los niños de este tipo de abusos. Por ejemplo, las
palabras de Jesús defendiendo a los niños de cualquier maltrato fueron enormemente inspiradoras para
San Pablo, y para los Padres de la Iglesia, como San Justino, y San Policarpo.

Si nos adentramos en el estudio de la Iglesia Conciliar, podemos ver que esta era plenamente consciente
de la existencia de abusos sexuales a menores por parte de los mismos clérigos. En el Concilio de Elvira
del año 301 d.C., el primer concilio cristiano celebrado en Hispania Bætica, se promulga que quienes
abusasen sexualmente de niños no podían recibir la comunión. También, el Concilio de Nicea celebrado
en el año 350 d.C. impone graves penas a quienes cometan abusos sexuales contra menores. Por ejemplo,
en De delictis, Fructuoso de Braga establece penas para los clérigos que abusan de menores como ser
azotado públicamente y humillaciones como raparles la cabeza al cero, junto con su reclusión de 6 meses
donde sólo podían comer pan de cebada tres veces por semana.

También los Libros Penitenciales redactados entre los siglos VI y XII condenan los abusos sexuales a
menores por parte de clérigos y religiosos, imponiendo severas penitencias. Según explica Karlheinz
Deschne en “Historia sexual del cristianismo”:
“el papa Adriano I, alardeando sin duda de las estrictas costumbres de su Iglesia, informaba a Carlomagno de que, antes
de ser consagrado en Roma, cada obispo era interrogado no sólo acerca de su fe, sus relaciones con mujeres casadas o
con muchachos, sino también sobre si fornicaba con bestias”

Estos textos evidencian el hecho de que los abusos sexuales cometidos por clérigos estaban muy
presentes en la Iglesia ya desde un periodo muy pronto de la Iglesia. El mismo origen del concepto de
sodomía corrobora esto: San Pedro Damián, en su Liber Ghomorreus advierte al Papa León que se están
produciendo abusos sexuales a niños por parte de monjes y clérigos, solicitando penas de reclusión para
éstos. En el III Concilio de Letrán celebrado el año 1179, se sancionaba las conductas delictivas sexuales: “todo
aquel que hubiera sido reconocido culpable de haberse entregado a los pecados de impureza contra la misma naturaleza,
será si es clérigo expulsado de la clerecía y relegado a un monasterio para que allí haga penitencia”.
El Papa Inocencio III en su Decretal Crimene Falsi imponía la degradación del clero que cometía abusos sexuales
a niños, y su entrega al poder secular. Eran disposiciones que evidencian, nuevamente, la necesidad que los
representantes de la Iglesia expresaban de reformar la vida del clero secular y regular.

La Reforma Gregoriana, por supuesto, no quiso pasar por alto esta vergonzosa situación, y por esta razón el
Cuarto concilio de Letrán, celebrado en 1215, sigue insistiendo en la pena de expulsión del estado clerical.
Además, dentro de la reforma gregoriana, podemos encontrar el Corpus Iuiris Canonici, que condena la
sodomía y el concubinato con la suspensión del oficio y beneficio, deposición, y la excomunión.

En el Quinto Concilio de Letrán (1512-1517) el Papa León X insiste en que los clérigos que abusen de niños
sean depuestos y entregados a la justicia eclesiástica o secular.

San Pio V (1566-1572) al corriente de la situación de inmoralidad sexual clerical, promulgó una primera
Constitución nada más llegar al pontificado en la que establecía que si un clérigo incurría en abusos sexuales
a menores debía ser depuesto y sufrir una pena semejante a la del orden civil’’. Dos años más tarde, promulgó
la Constitución Horrendus Illud Scellus, en la que establecía de forma rotunda la expulsión del estado clerical y
la pena de muerte para los clérigos sodomitas.

No obstante, una de las formas de abuso sexual que más preocupaba a la Iglesia era la conocida como el
pecado de solicitación. Este comenzó desde la implementación de la penitencia auricular y la desaparición
de la confesión y la penitencia pública en el III Concilio de Letrán. Los abusadores aprovechaban la
confesión privada para cometer abusos sexuales a los penitentes.

El Concilio de Trento tomó cartas en el asunto, pues la edad para acceder a la confesión era de 12 años,
y esto permitía que los clérigos abusasen de los niños. En 1561, el Papa Pio IV ante el hecho de que el
pecado de solicitación se continuaba, proclamó lo siguiente en su bula Cum sicut nuper:
“sacerdotes que intentaren, solicitan y provocar a cualquier persona que sea a cosas torpes y deshonestas, con ellos o con
otros, en el acto de la confesión, o antes o inmediatamente después… o tuvieran con ellas conversaciones o palabras
ilícitas o deshonestas, sean severísimamente castigados en el Tribunal de la Inquisición o por los Ordinarios de los Lugares”

Por su parte, el papa Gregorio XV amplió la tipificación de la solicitación, reguló cuestiones procesales y definió
penas concretas a través de la bula Universi Dominici Gregis de 30 de Agosto de 1622. Estableció penas
espirituales como la privación de beneficios, y la incapacidad perpetua, y también penas temporales, como el
exilio y la prisión perpetua. A nivel procesal bastaba sólo un testigo para condenar, a diferencia de los dos
testigos que prescribía el proceso habitual.

Según comenta Sáez, El proceso de regulación pontificia de la solicitación se cierra hasta el siglo XX con la bula
Sacramentum penitentiae del año 1741. Desde el siglo XVI hasta finales del siglo XIX, la Iglesia Católica legisla
y sanciona los abusos sexuales contra menores cometidos por clérigos mediante solicitación o sin ella. El siglo
XX introduce en la Iglesia la aceptación del proceso codificador de los ordenamientos legales de los Estados, y
se comienza a redactar el primer código de Derecho Canónico.

Por primera vez en la historia de la Iglesia se aplica el término pedofilia para referirse a los delitos sexuales
cometidos contra menores. Asimismo, aparecen las primeras penas fijas, entre las que se pueden destacar la
suspensión del abusador, su privación de cualquier oficio, beneficio o dignidad o cargo, y a ello se añade su
deposición.

Hubo cierta controversia al respecto, pues había canonistas como Werz, Vidal y Coronata que no consideraban
delito contra el sexto mandamiento aquello que no constituyese un delito mortal y público, lo que daba
amparo a los abusos cometidos en el Sacramento de la Confesión. Otros, como Salucci, entendían como un
delito contra el sexto mandamiento cualquier atentado contra la castidad contra menores de 16 años realizado
por el clérigo in sacris.

Tiempo después, entró en vigor el Código de Derecho Canónico de 1917. También, Pío Xi dictó de forma
reservada la Instrucción Crimen Sollicitationis en 1922, en la que se describían los procedimientos a seguir en
caso de que un sacerdote cometiese un delito de solicitación, y se añadían nuevas penas a los sacerdotes que
abusasen de menores.

El 16 de Marzo de 1926 el Papa Juan XXIII aprobaba la Instrucción de la Congregación del Santo Oficio Crimen
Sollicitaciones sobre el modo de proceder. Se establecía la misma pena para todos los clérigos que abusasen
de menores prepúberes que para los que habían cometido n delito de solicitación. Se les privaba de todo
beneficio, dignidad, se les incapacitaba, y en casos más graves la reducción al estado laical conforme al canon
2358 del Código de Derecho Canónico vigente.

Con la Constitución Apostólica “Sacrae disciplinae leges”, del 25 de enero del año 1983, el papa Juan Pablo II
promulgaba un nuevo Código de Derecho Canónico, en el que se establecía lo siguiente:
“El clérigo que cometa de otro modo un delito contra el sexto mandamiento del Decálogo, cuando este delito haya sido
cometido con violencia o amenazas, o públicamente o con un menor que no haya cumplido dieciséis años de edad, debe
ser castigado con penas justas, sin excluir la expulsión del estado clerical cuando el caso lo requiera”.

La situación se complicó para la Iglesia a partir del 30 de Abril del año 2001, fecha en la que salieron a la
luz graves escándalos de pedofilia que azotaban a la Iglesia. Ante esta situación, Juan Pablo II promulgó
el motu Proprio “Sacramentorum sanctitatis tutela”, que trataba las normas aplicadas a los delitos más
graves y reservados a la Congregación para la Doctrina de la Fe. Juan Pablo II decide incluir el abuso sexual
de los menores de 18 años dentro del lista de delitos canónicos reservados a la Congregación de la
Doctrina de la Fe, estableciendo, además, la prescripción del delito se extendiese en 10 años a partir del
cumplimiento de la mayoría de edad de la víctima.

El papado de Benedicto XVI, causó importantes cambies en la actitud de la Iglesia frente a esta situación.
decidió reformar algunos puntos sustanciales y procesales sobre los delicta graviora y por ello la Sagrada
Congregación para la Doctrina de la Fe promulgó el 20 de Julio de 2010 “Modificaciones a las Normas de los
delitos más graves”. Concretamente los artículos 6 y 7 de las normas establecen lo siguiente:
“Artículo 6

§ 1. Los delitos más graves contra la moral, reservados al juicio de la Congregación para la Doctrina de la Fe, son:

1º El delito contra el sexto mandamiento del Decálogo cometido por un clérigo con un menor de 18 años. En este número
se equipara al menor la persona que habitualmente tiene un uso imperfecto de la razón;

2º La adquisición, retención o divulgación, con un fin libidinoso, de imágenes pornográficas de menores, de edad inferior
a 14 años por parte de un clérigo en cualquier forma y con cualquier instrumento.

§ 2. El clérigo que comete los delitos de los que se trata en el § 1 debe ser castigado según la gravedad del crimen, sin
excluir la dimisión o la deposición

Art. 7

§ Sin perjuicio del derecho de la Congregación para la Doctrina de la Fe de derogar la prescripción para casos singulares
la acción criminal relativa a los delitos reservados a la Congregación para la Doctrina de la Fe se extingue por prescripción
en 20 años.
§ 2. La prescripción inicia a tenor del can. 1362 § 2 del Código de Derecho Canónico y del can. 1152 § 3 del Código de
Cánones de las Iglesias Orientales. Sin embargo, en el delito del que se trata en el art. 6 § 1 n. 1, la prescripción comienza
a correr desde el día en que el menor cumple 18 años”.

4. Conclusiones:

Como bien indica Sáez, los abusos sexuales a menores configuran, evidentemente, un “patrimonio
histórico de los horrores de la humanidad”. Los hechos demuestran que, durante prolongados periodos
históricos, los niños y niñas han sido tratados como meros objetos en manos de los adultos, desde la
Antigüedad hasta la actualidad. Podría decirse que actualmente el problema se ha minimizado, y
considero que esta afirmación no se debería tomar como cierta tan a la ligera, pues debemos recordar
que, por ejemplo, el tráfico de pornografía infantil o la explotación laboral de menores de edad
ejemplifican que los niños siguen siendo víctimas de todo tipo de abusos.

Al respecto de los abusos sexuales a menores cometidos por personas pertenecientes a la Iglesia, es
evidente que, a pesar de que la denuncia por parte de la institución fue pronta y seria, hoy día, bastantes
siglos después, estos delitos siguen produciéndose.
El estudio de la historia nos enseña que los menores son siempre los más vulnerables, y los abusos sexuales,
aunque sean menores que hace tres siglos, siguen ocurriendo, con el agravante de que no pueden defenderse.

Puede que esto se deba a que, en realidad, ni los Estados ni la sociedad comprenden realmente el sufrimiento
de las víctimas, y a pesar de que es una problemática con mucho “tirón mediático”, en realidad, no hay una
toma de conciencia que posibilite abordar el problema de manera efectiva. Según Sáez, opinión que yo
comparto, el abuso sexual a menores debe ser asaltado desde un prisma multidisciplinar, pues la realidad de
este bochornoso fenómeno es compleja.

Desde los mismos inicios de la Iglesia Católica se denunciaron los abusos a menores. La legislación eclesiástica
de entre los siglos VII y XX ha castigado de diversas formas a los clérigos que abusan de menores. Y
concretamente, durante el siglo XX, la Iglesia creó una nueva legislación canónica para sancionar los delitos.
No obstante, parece haber un problema de “desconocimiento” de estas medidas por parte de obispos y
superiores religiosos, lo que lleva a la no aplicación del derecho canónico vigente. No obstante, también han
habido graves y bochornosos casos de encubrimiento, que permitieron que religiosos siguiesen ejerciendo en
la Iglesia como si nada hubiese pasado. Benedicto XVI recuerda a los obispos su obligación de cumplir estas
normas, y el pecado que supone hacer caso omiso a las mismas, haciendo especial hincapié en que el abusador
debe ser juzgado por ordenamientos jurídicos estatales y eclesiales.

Además, la legislación de la Iglesia y los Estados, que han avanzado considerablemente en los últimos veinte
años en materia de protección del menor, aún deben establecer mecanismos que posibilite la denuncia de
estos delitos sin trabas administrativas, judiciales o sociales. Es preciso incrementar los medios humanos y los
recursos económicos derivados a tratar de prevenir estos delitos.

Bibliografía:
-Martínez, S. & José, G. (2015). Aproximación histórica a los abusos sexuales a menores. Eguzkilore: Cuaderno
del Instituto Vasco de Criminología, 29, 137-170. https://addi.ehu.es/handle/10810/24352?show=full

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particular y que había algunos procesos para atacar ese problema.


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-FERNÁNDEZ UBIÑA, J; “El imperio romano como sistema de dominación” en Polis Revista de Ideas y formas
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-DESCHNER, K; Historia sexual del Cristianismo, Editorial Yalde, Madrid 1993, p. 117.

-FOREVILLE, R; Historia de los Concilios Ecuménicos, Lateranense I, II y III, Editorial Esset, Vitoria 1969, p. 272

-CONCILIO DE ELVIRA

-PENITENCIALI COLUMMBANI: “Si uno ha cometido actos como sodomía, haga ayuno de diez años. Si un monje
ha fornicado una sola vez; tres años de penitencia, si lo ha hecho más de una vez siete años de penitencia”
LAPORTE, J; Le penitentiel de Saint Colomban, Desclee, Tournai 1958, pp. 91-92.

- PIO IV, Cum sicut nuper, Colección de las Bulas del Santísimo Padre Benedicto XIV, Madrid 1790, pp. 26-27

-GREGORIO XV, Universi Dominici Gregis, Colección de Bulas del Santísimo Padre Benedicto XIV, Madrid, 1970

- BENEDICTO PP. XIV, Constitución Sacramentum Poenitentiae, del de junio de 1741, en Código de Derecho
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- SAGRADA CONGREGACIÓN DEL SANTO OFICIO; Instruccio de modo proceden dis in causis solicitacionis,
opus.cit.

-SAGRADA CONGREGACIÓN DEL SANTO OFICIO, CRIMEN SOLLICITATIONIS disponibe en:


http://www.vatican.va/resources/resources_crimen-sollicitationis-1962_en.html [consultado: 19/06/15]

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