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ENCUBRIMIENTO INSTITUCIONAL
23 agosto, 2008 por JUAN JOSE DIAZ GUEVARA
En su oportunidad, la prensa internacional sostuvo “Los datos de ese informe -el primero de las
autoridades eclesiásticas que reconoce tal número de abusos sexuales- serán estudiados por la Comisión
de Investigación creada por el Gobierno irlandés para abordar el asunto de abusos sexuales en la Iglesia
Católica. La publicación de estas cifras es resultado de una investigación interna de la diócesis de Dublín
y del Servicio de Protección del Menor, que han analizado 5.600 expedientes de religiosos. Los nuevos
casos en la diócesis de Dublín, que dirige el arzobispo Diarmud Martin, serán estudiados por la comisión
de investigación del Gobierno irlandés. La diócesis no ha incluido nombres en su documento, pero la
prensa asegura que entre ellos hay, al menos, cuatro curas condenados por pederastia: Ivan Payne, Tony
Walsh, Paul McGennis y Thomas Naughton. Desde el pasado octubre, cuando el arzobispo Martin
publicó un informe preliminar, su diócesis ha pagado 300000 euros por acuerdos extrajudiciales y un
sacerdote ha sido apartado de sus funciones mientras se investiga una acusación formulada contra él. La
congregación dublinesa calcula que en estos momentos existen 68 denuncias contra curas diocesanos y
sospecha que otros siete pueden estar también implicados en abusos sexuales a menores. También estima
que 23 antiguos religiosos de esta diócesis están acusados de esos delitos, al tiempo que otros cuatro son
sospechosos. Además, el documento recaba datos procedentes del análisis del llamado “Informe sobre la
diócesis de Ferns”, situada en el condado de Waterford, al sureste de Irlanda. El “Informe Ferns” reveló el
pasado mes de octubre (entiéndase del año 2006) más de cien casos de abusos sexuales de menores
cometidos en esa congregación durante 1962 y 2002 por 21 sacerdotes, algunos de los cuales trabajan o
trabajaron en algún momento en la de Dublín. Este documento también analizaba la respuesta de la
Iglesia Católica irlandesa a las acusaciones de abusos presentadas por las víctimas durante los últimos 40
años y criticaba la actuación de la Policía Nacional (la Garda), cuyas investigaciones consideraba
“inadecuadas”. Por ese motivo, desde 2003 la diócesis de Dublín ha invertido 2,5 millones de euros en
servicios de protección del menor, que incluyen seguros especiales para hacer frente a las
compensaciones económicas y los gastos legales del proceso.”
Cabe acotar, que en el propio Informe Ferns, se estableció, que en cuanto a éstos asuntos, en la iglesia
católica existía una cultura de secretismo, así como miedo al escándalo que llevó a los obispos situar a los
intereses de la iglesia católica por encima de los intereses de las propias víctimas.
Este informe fue el primero en relacionar la conducta de las iglesias con un Decreto Secreto del Vaticano
para tratar a los sacerdotes pedófilos. Sin embargo a razón de la cantidad de éstos casos lo que se presume
es que ésta directiva más que buscar la sanción del sacerdote infractor persigue silenciar los alegatos de
abusos sexuales en contra de menores.
A ello se suma, el hecho de que cuando se le comenta ésta clase de hechos a un sacerdote, éstos invocan
el secreto de confesión mediante el cual la persona o quien abusó de ella, están prohibidos de hablar sobre
lo acontecido. En este extremo, desde la perspectiva de la víctima ¿Por qué se debería permanecer en
silencio por algo que uno no comenzó?; desde la perspectiva de quien escucha lo acontecido (un
sacerdote) y del delincuente (otro sacerdote), es el silencio que forma parte del Decreto Secreto de la
Iglesia llamado “Delito de Solicitación” (“Crimen Sollicitationis”) establecido dentro de la Congregación
de la Doctrina de la Fe, redactada en 1962 y extendida a todos los Obispos Católicos de todo el mundo.
Ésta Directiva indicaba cómo se debería actuar contra los sacerdotes que cometían ésta clase de abusos
sexuales, incluyendo también los actos obscenos con jóvenes de cualquier sexo. La norma bajo
comentario prescribía textualmente el cumplimiento del absoluto silencio por parte de la víctima, del
sacerdote que cometía el acto y de cualquier otro testigo; por lo que quebrantar el secreto de confesión
traería consigo la Excomunión.
Tom Doyle, experto en Derecho Canónico, sostuvo que “…A pesar de que afirman que el
documento ya no estaba en vigor después de la promulgación del Código de Derecho
Canónico en 1983, este no es el caso. Contrary to what would have happened under ordinary
circumstances, the 1962 Instruction remained in force until May, 2001, when Pope John Paul II
promulgatedSacramentorum Sanctitatis Tutela . Contrariamente a lo que habría ocurrido bajo
circunstancias normales, la Instrucción de 1962 se mantuvo en vigor hasta el mes de mayo de
2001, cuando Pope John Paul II promulgó Sacramentorum Sanctitatis Charles. The new
procedures themselves, which were the subject of the papal letter cited above, were issued on
may 18, 2001 under Cardinal Ratzinger’s signature. Los nuevos procedimientos, que fueron
objeto de la carta papal antes citada, se publicaron el 18 de mayo de 2001 por el cardenal
Ratzinger quien la firma. This document itself states that the 1962 instruction, Crimen
Sollicitationis , was in force until 2001 (The English translation below was taken from the
USCCB translation: En este documento se establece que la instrucción de 1962, Crimen
Sollicitationis, estuvo en vigor hasta el año 2001”.
En consecuencia ésta figura del Derecho Canónico ha sido un indicador de una política
institucional a nivel mundial de encubrimiento de casos de abuso sexual en contra de menores
cometidos por sacerdotes de la iglesia católica; siendo actualmente según directivas papales
competencia exclusiva del Vaticano, es decir todos las denuncias por ésta clase de abusos
deben presentarse exclusivamente en Roma.
Según Doyle, el actual Papa Benedicto XVI fue el encargado de hacer cumplir más de tres décadas ésta
norma y que incluso ha designado al nuevo encargado de su cumplimiento, lo que quiere decir que ni la
política y el tratamiento institucional a ésta clase de delitos ha cambiado.
Ante el Escándalo O’ Grady aludido anteriormente, el 2002 en EE.UU la Iglesia Católica creó la “Junta
Nacional de Revisión” siendo su primera misión evaluar todos los casos relacionados; sin embargo su
presidente el ex gobernador de Oklahoma Frank Keating renunció después de un año, pues en palabras
que virtiese al The Angeles Time “ Rechazar las citaciones del Gran Jurado, Suprimir los nombres de los
clérigos acusados, ese es el modelo de una organización criminal, no de mi iglesia”; la verdad eso resulta
preocupante, por mi fe y la imagen que tengo de la iglesia dejada por nuestro señor Jesús, motivo por el
cual analizaremos la figura del encubrimiento del delito de abuso sexual de menores dentro de nuestro
contexto legal peruano, tomando como estructura del presente, los sólidos argumentos doctrinales
establecidos por la Dra. Emperatriz Pérez Castillo.
c. El sujeto encubridor no debe haber intervenido en el hecho punible previo ni como autor ni como
partícipe
La regulación del encubrimiento real en el Código Penal Peruano, no señala expresamente si el
encubridor debió o no tener participación en el hecho punible previo.
Sin embargo a nivel jurisprudencial, el Tribunal Constitucional ha establecido mediante Sentencia N°
003-2005-PI/TC, de fecha 9 de agosto de 2006, que, éste precepto se justificaría en el derecho del
ciudadano a no autoincriminarse; criterio que compartimos ya que si bien éste derecho no se encuentra
consagrado constitucionalmente, tal como ha establecido el colegiado “se trata de un derecho
fundamental de orden procesal que forma parte de los derechos implícitos que conforman el derecho al
debido proceso penal, este último reconocido en el inciso 3) del artículo 139 de la Constitución”, en
aplicación del artículo 8º inc. g) de la Convención Americana de Derechos Humanos, que reconoce
expresamente como parte de las “Garantías Judiciales” mínimas que tiene todo procesado, el derecho a no
ser obligado a declarar contra sí mismo ni a declararse culpable. Por otro lado, desde un punto de vista
dogmático, las únicas fases punibles en el iter criminis de un delito son la consumación y la ejecución.