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Sacrificio en Tlatelolco.

Hace 50 años en México se desarrolló un movimiento estudiantil que concluyó en tragedia: en

la matanza del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco. En este trabajo

se aborda el suceso medio siglo después, argumentando los siguientes elementos: i) algunos

sucesos en el desarrollo del movimiento; ii) se exponen las perspectivas de la memoria colectiva y
de la narrativa como abordajes de la vida social; iii) asimismo, se argumenta la narrativa

como una manera de trabajo de los movimientos sociales, donde el significado de lo humano

es clave; iv) retomando entrevistas hechas a participantes del movimiento y jóvenes que

asisten a algún acto de conmemoración, se reconstruye narrativamente el significado del

movimiento de 1968, lo cual se hace a través de tres ejes o categorías: a) momentos de 1968;

b) a 50 años de 1968: cambios y ecos, y c): qué significado tiene el movimiento de 1968.

2 DE OCTUBRE NO SE OLVIDA

El 2 de octubre de 1968 se llevó a cabo una

matanza estudiantil en Tlatelolco, la primera

registrada en el México moderno. Las balas salieron de dos grupos, el ejército y un grupo
paramilitar llamado Batallón Olimpia. Estos últimos se encontraban apostados en el edificio

habitacional Chihuahua, lugar donde estaban

los oradores del mitin que en ese momento se

realizaba en la Plaza de la Tres Culturas, Tlatelolco, al norte de la Ciudad de México. El

ejército, por su parte, se encontraba en la

Plaza. Entre las 5-6 de la tarde varias luces de

bengala cruzan el aire, como señal para que las

balas sean disparadas. Se detiene a los asistentes en el cuarto piso del edificio Chihuahua y

en la Plaza caen innumerables muertos.

1968 es el año de movilizaciones juveniles en

varias partes del mundo, de la resonancia de la

guerra de Vietnam rondando Latinoamérica,


del espectro del Che Guevara impregnando camisetas, mantas, ideologías y movimientos sociales,
y también el año de la fuerte y marcada

protesta juvenil y estudiantil en el México contemporáneo. Su eco, cincuenta años después,

se hace sentir. Lo que derivó en un movimiento

de amplio espectro y resonancia nacional, en

términos sociales, políticos y culturales, tuvo

un inicio que se ha denominado accidentado e

incierto (Guevara, 2004), pues basta mirar la

cantidad de movimientos estudiantiles que se

desarrollaron a inicios de los años sesenta, y su

culminación mediante la represión y la toma

de las instalaciones universitarias por parte de

la policía o el ejército (De la Garza, Ejea y Macías, 1986).

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