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UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES

Facultad de Psicología
Carrera de Especialización en Psicología Clínica de la Discapacidad

Sexualidad y Discapacidad

Docente: Mgter. Marta Schorn


Código: CD 2001

Lic. Flores, Micaela Mariana


DNI: 37.180.126
Mail: floresmicaela.m@gmail.com
La huida a la sexualidad como búsqueda de reafirmación ante la
falta de audición

Cuando se carece de palabras para pensarse a sí mismo,


para expresar la angustia, el valor, las esperanzas,
no queda más que el cuerpo para hablar,
ya sea el cuerpo que grita con todos sus síntomas,
ya sea el que ejerce la violencia como solución.
Alisedo, Graciela (2018)

Introducción

En el presente trabajo se buscará articular los conceptos abordados en el seminario


“Sexualidad y Discapacidad” con fragmentos de la película Plemya (en español, La Tribu).
Dicho seminario se encuentra enmarcado en la cursada de la Carrera de Especialización en
Psicología Clínica de la Discapacidad, Universidad de Buenos Aires. En el mismo se
intentará dar cuenta de dichos conceptos tomando observaciones de la película, la cual se
sitúa en un internado para niños y adolescentes sordos en Ucrania en el período de la
Revolución Ucraniana de 2014.

Se hará foco en el análisis de ciertas características de Anya, una de las protagonistas de la


película, y su relación con Sergei, específicamente en el uso del cuerpo y de la sexualidad
como búsqueda de reafirmación ante la sociedad.

De qué hablamos cuando hablamos de sexualidad en discapacidad


Partimos de la definición de sexualidad que hace Jorge Casarella (2005) en el libro
“Sexualidad y Discapacidad”, donde la misma es entendida como aquello que, si bien
contiene a lo genital, no es sólo eso, y retomando la definición de Freud, dirá que es
además, una condición psíquica universal, esencia misma de la actividad humana.
Podríamos agregar, siguiendo a Marta Schorn (2020), que todos los seres humanos somos
seres sexuados desde que nacemos hasta que morimos, existiendo una sola sexualidad, la
cual tendrá características o manifestaciones particulares según las etapas o circunstancias
de la vida por las que una persona se encuentre transitando. “Sexualidad es una energía
vital, intransferible, inherente al ser humano y que se expresa en todo lo que la persona
hace como parte integrante de su personalidad. Sexualidad no es sinónimo de genitalidad
(…) la genitalidad es un aspecto importante de la sexualidad, pero no lo único” (p. 157).
Desde esta perspectiva, consideraremos a las personas con discapacidad también como
seres sexuados y con derecho a vivir su sexualidad de acuerdo a sus posibilidades y su
condición, volviéndose necesario que reciban información adecuada al respecto.

La historia de la sexualidad comienza en el encuentro madre-hijo, un encuentro que pone


en marcha el circuito de la simbolización y que le permitirá a ese bebé postergar sus
realizaciones eróticas puramente corporales, brindándole la posibilidad de dirigirse al
mundo social de la comunicación y del aprendizaje. Es a través del deseo de ese otro que
ese bebé podrá establecer un contacto psíquicamente placentero con el mundo y sus objetos
(Jerusalinsky, 1998, p. 109). Pero qué sucede ante la llegada de un hijo con una
discapacidad, cuando en el encuentro, lo que los padres ven es un cuerpo fallado que no
coincide con el ideal?

Nos centraremos en el caso puntual de la sordera, y en este sentido, no podemos perder de


vista lo que menciona Schorn en su texto “Las expresiones del silencio y la sexualidad”
(2015), donde menciona que muchas veces, ante la persona sorda se impone el tener que ser
“lo más parecido posible a ese grupo humano superior (los oyentes)”. Cuando falla la
aceptación por parte de los padres, de la falta de audición de su hijo o hija, lo que se va
estructurando es una visión débil o empobrecida del mismo, que irá entretejiendo la trama
de una sexualidad desvirtuada o confusa, donde “la mujer sorda, la adolescente sorda en
especial, buscará ser halagada, reconocida por el muchachito oyente, ofreciéndose
virtualmente para reparar su imperfección” (p. 3).

Anya: sexualidad y dominación. La búsqueda de reconocimiento a través de la


genitalidad

La película comienza con la llegada de Sergei, un joven de unos 17 años, al internado en el


cual pareciera que están celebrando el comienzo del año escolar. Lo recibe la directora
quien lo guía hasta el piso donde debe instalarse junto a sus pares. Esa tarde asiste a lo que
pareciera ser una clase de geografía, en la cual puede comenzar a observarse cierta posición
desafiante por parte de los adolescentes, y un trato algo brusco entre ellos. Luego de la
clase, lo invitan a Sergei a acompañarlos, guiándolo hacia una zona alejada de la institución
donde comienzan a hacerlo partícipe de sus negocios. Se incita a Sergei a participar de una
pelea con otros integrantes de La Tribu y al observar su buen desempeño, lo incluyen
dentro del grupo.

A lo largo de esta primera parte de la película puede observarse el negocio de venta de


drogas y prostitución que organizan los varones más grandes, con la incitación de dos
adultos. Además, se observa una ausencia casi total de docentes, directivos o cuidadores,
excepto en las horas de clase. No hay otros que cuiden, acompañen o medien los vínculos
entre estos adolescentes.

Anya es una de las dos jovencitas que forman parte de La Tribu, siendo quienes participan
de las salidas nocturnas junto al grupo a beber alcohol y tener relaciones sexuales con sus
compañeros. Además, son llevadas por uno de los jóvenes y un adulto (que hacia el final de
la película sabremos que es el docente del taller de carpintería) a una zona que pareciera ser
una playa de estacionamiento de camiones, para mantener relaciones sexuales con los
conductores a cambio de dinero, lo cual es gestionado y organizado por estos dos. Ambas
mantienen una actitud de compañerismo y complicidad entre ellas, preparándose con
entusiasmo antes de cada noche.
Podríamos tomar en este caso lo que Marta nombra búsqueda de reafirmación a través de
la sexualidad por la desvalorización acentuada por la falta de audición (1997, p.71).
Pareciera no haber lugar para la ternura, mostrando una actitud de omnipotencia ante un
otro oyente a quien satisfacer de alguna manera. Al no poder comunicarse con los oyentes,
buscan reafirmarse ante ellos a través de su desempeño sexual.

Estas adolescentes, de unos 17 o 18 años, son incitadas por el profesor que organiza las
salidas nocturnas y por otro hombre que pareciera pertenecer a dicha comunidad educativa
también, a irse a Italia a seguir “trabajando”. En una escena puede verse a este último llegar
con regalos para los cuatro (las dos muchachas, el profesor de carpintería, y el joven que los
acompaña por las noches, que es quien media entre Anya y su amiga, y los choferes de los
camiones encargándose del cobro y manejo del dinero). Les muestra fotos y les va
contando cuál es su plan. Podríamos pensar esta situación dentro del marco de la trata de
personas, dimensión que tal vez las jovencitas no lograban vislumbrar enceguecidas por la
propuesta. Unos días después son llevadas a comenzar con los trámites del pasaporte y
demás documentación. Alisedo (2018) dirá que aquellos que disponen de muy pocas
palabras, pocos giros expresivos, teniendo menoscabada su capacidad de simbolizar, la
capacidad de imaginar y de tener un papel en la sociedad, son los más desvalidos ante los
demagogos que aportan respuestas seductoras, los que ofrecen prótesis para la identidad.
“Para no estar reducidos a tener que pensarse y definirse únicamente en términos negativos,
como excluidos, desempleados, estigmatizados, pueden tener la tentación de precipitarse
sobre imágenes, sobre palabras, que recomponen mágicamente los pedazos” (p. 15). Dirá
que estos buscarán revertir su exclusión considerándose únicamente como sordos puros, o
enemigos de los oyentes, o dueños absolutos de la Lengua de Señas, o declarándose
opositores a esta. Todos hechos que parecen aportar remedios para la crisis. Y
agregaremos que “ser elegida por un oyente era no sentirse tan sorda ni tan dañada. Menos
aún, castrada. La sexualidad y el uso o las manifestaciones de la misma están relacionadas
directamente con la valorización o desvalorización que esa mujer tenga respecto de sí
misma” (Schorn, 2015, p.3).

Los procesos de socialización y la construcción de la identidad


Tomando la pregunta que Marta Schorn se realiza en uno de los capítulos de su libro “La
capacidad en la discapacidad” (2009) sobre cómo un adolescente sordo puede construir su
identidad psicosocial en una comunidad de oyentes, surge la pregunta por Anya, quien
transita su adolescencia en un internado en el cual todo el vínculo que puede observarse que
tienen los estudiantes con la comunidad oyente es o bien a través de la venta de llaveros y
muñequitos en el tren (donde también aparecen las conductas delictivas), o bien por las
noches en las actividades clandestinas que realizan bajo la supervisión de su profesor.
¿Cómo construir una identidad que le permita a estos jóvenes presentarse en plenitud ante
la sociedad, cuando esa sociedad los invisibiliza como sujetos deseantes, segregándolos en
una institución a las afueras de la ciudad? “La identidad es el reconocimiento de lo que uno
es, es la manera de presentarse que cada uno tiene” dirá Marta en su texto.

Además, retomando el texto de Franca Rella “sexualidad en adolescentes discapacitados


auditivos”, podemos decir que, si bien la adolescencia implica la madurez biológica y la
posibilidad del ejercicio de una sexualidad genital, es la cultura y época la que determina
las formas en que esos procesos se van a manifestar. En ese sentido, la autora cita a Berger
y Luckmann al mencionar la importancia de los procesos primarios y secundarios de
socialización. En cuanto a la socialización primaria, los autores mencionarán que es aquella
que se da dentro del núcleo familiar, presentando gran carga emotiva. En este proceso los
otros significantes hacen una definición sobre la situación del individuo la cual le es
impuesta como realidad objetiva. El individuo llega a ser lo que los otros lo consideran,
estructurándose la identidad del sujeto, su propio rol dentro de la sociedad, y el de los
demás (2001, p. 121). Por otro lado, la socialización secundaria es entendida como la
internalización de los submundos institucionales o basados en instituciones.

Franca Rella planteará que:

“mientras esté presente una simetría entre la realidad objetivo y subjetiva, se


construirá la identidad del individuo de forma esperada. Pero cuando estas
condiciones no se presentan en el individuo, éste experimenta una
socialización deficiente, en la que la identidad se construye con una alta carga
de estigmatización. En cuanto su condición de diferente lo diferencia de los
demás que no lo son entre ellos” (p.123)

Y agregará que cuando hay interferencias en el proceso de comunicación, como lo es la


aprehensión del lenguaje en el caso de la sordera, esto afecta directamente al proceso de
socialización y de construcción de la realidad subjetiva, lo cual determinará, como se
desarrolló a lo largo del presente trabajo, sus elecciones y prácticas sexuales. Si bien todos
en esa institución son sordos, no se observa la presencia de adultos que apuntalen y
comprendan las vicisitudes por las que están atravesando los jóvenes. No hay un otro que
promueva la elaboración del duelo por la pérdida auditiva, entendiendo según Schorn a ese
trabajo de elaboración como el reconocimiento de las limitaciones y de las adquisiciones de
todo lo que se pudo y se puede ir logrando en la vida. Las consecuencias de esta falta de
elaboración de dicha pérdida aumentan la disociación entre el mundo interno y el externo,
rigidizando el pensamiento de estos jovencitos, pudiendo hacer una huida a la sexualidad o
a una seudo-sexualidad (Schorn, 1997). No hay otros con quienes confrontar y
experimentar en esta etapa que debiera ser de búsqueda de autonomía. En oposición a eso,
hay una libertad y autonomía que podría interpretarse como desamparo, y viéndose fallidos
los procesos de socialización.

A modo de conclusión

Si bien a lo largo de la película no se observa una tendencia a la oralización en esta


comunidad ya que todos se comunican en LS dentro del instituto, gran parte de la
comunicación entre estudiantes y adultos se da sólo en función de la transmisión de los
contenidos escolares, poniendo el foco en lo académico sin atender a lo emocional, vincular
o al desarrollo psíquico de estos niños y adolescentes. Además, se observa un escaso
vínculo con la comunidad oyente, lo cual limita las posibilidades de una aceptación de la
sordera en términos de la conformación de una identidad sana. Schorn dirá que aquello que
no es reparado en la infancia emergerá luego en conductas con mayor compromiso
existencial en la adolescencia (2013).
Como dirá Elisa Nudman, el niño sordo necesita crecer con modelos identificatorios
inclusivos y fortalecedores, y no quedar segregado como el sordo dentro del grupo de
oyentes, lo cual evitará riesgos psicopatológicos (2015).

BIBLIOGRAFÍA

Alisedo, G. (2018): “Sordera infantil y educación. Factores de riesgo psicolingüístico”, en


Revista Desvalimiento Psicosocial, Vol. 5, N°1
Casarella, J. (2005): “Mejor hablar de ciertas cosas”. En: Sexualidad y discapacidad.
Buenos Aires: Miño y Dávila Editores

Jerusalinsky, A. (1988): “La sexualidad del deficiente mental”. En: Psicoanálisis en


problemas del desarrollo infantil. Buenos Aires: Nueva Visión

Nudman, E. (2015): “Identidad y comunidad de sordos”, en Una mirada transversal de la


sordera. Buenos Aires: COPIDIS
Rella, F. (2001): “Sexualidad en adolescentes discapacitados auditivos”. En: Psicología
preventiva y sordera. Buenos Aires: Lugar editorial

Schorn, M. (1997): “El niño y el adolescente sordo. Reflexiones psicoanalíticas”. Buenos


Aires: Lugar

(2015): “La vulnerabilidad del sordo: ¿verdad o falsedad?”. En Una mirada


transversal de la sordera. Buenos Aires: COPIDIS

(2020): “Sexualidad y discapacidad”. En: Discapacidad: Una mirada distinta, una


escucha diferente. Buenos Aires: Lugar Editorial

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