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Especialiad vs Especificidad en la clínica con niños y

adolescentes

Del texto de Alba Flesler:


En relación al psicoanálisis con niños son diversas las opiniones en
cuanto a situarlo como especialidad (rama de una ciencia, arte o
técnica que se ocupa de una de sus partes) o como constituyendo
el psicoanálisis mismo. El enfoque de ésta cátedra sostiene el último
posicionamiento.
La clínica psicoanalítica con niños y adolescentes constituye un
campo de especificidades que requiere inflexiones propias que es
necesario desplegar y profundizar.
 
Sigmund Freud escribe en 1909 “Análisis de la fobia de un
niño de cinco años”, analiza a un niño de cinco años a través del
padre, así inaugura la práctica psicoanalítica de niños. 

En las Nuevas Conferencias de introducción al Psicoanálisis, en


1932, plantea que “Ha resultado, en efecto, que el niño es un
objeto muy favorable para la terapia psicoanalítica; los resultados
son fundamentales y permanentes. Claro está que ha sido necesario
modificar la técnica creada para el análisis de adultos. El niño es,
psicológicamente, distinto del adulto; no posee todavía un
superyó…”. Es decir, cuando plantea las diferencias lo hace desde el
punto de vista metapsicológico. También afirma en este texto que,
en el caso de los niños, hay que tener en cuenta las transferencias
de los padres y que las resistencias son, muchas veces, las de éstos.

 Con ello Freud introduce la especificidad que supone la práctica


psicoanalítica con niños, y que va a constituir el eje de las
discusiones en las grandes controversias entre Melanie Klein y Anna
Freud, pioneras ineludibles en los inicios de las experiencias
psicoanalíticas con niños y primeras teorizaciones.

El marco teórico del psicoanálisis, al ser diseñado para pacientes


adultos, preñó el origen mismo del análisis de los niños de
obstáculos y contradicciones.

Por otra parte, si bien es cierto que el análisis de niños ha tenido


madre –en realidad más de una, ya que Melanie Klein y Anna Freud
se disputaron el niño como aquellas otras madres de la antigüedad
bíblica- . Si bien Freud nunca dijo ser el padre del Psicoanálisis de
niños, más bien expresó con regocijo que dejaba el niño a su hija. Y
no es necesario repetirlo pero bien sabemos cuánto desaconseja en
sus teorías que un padre haga precisamente eso: darle un niño a su
hija. Aunque es un tema colateral, tal destino no fue sin
consecuencias para Anna Freud.

Lejos pues de pintar condiciones alentadoras para el abordaje de los


niños, el padre del psicoanálisis planteó problemas y reparos cuando
se trataba de atender a aquellos que no se ajustaban al explícito
marco conceptual.

De esta manera, en el historial del pequeño Hans Freud pone los


puntos desde el comienzo. Aclara que si bien orientó el “plan el
tratamiento en su conjunto”, y hasta intervino personalmente una
vez en una plática con el niño, “… el tratamiento mismo fue llevado
a cabo por el padre”. Y agrega, para concluir, que “sólo la reunión
en una sola persona de la autoridad paterna con la médica, la
conjunción del interés científico con el tierno, posibilitaron en este
único caso obtener del método una aplicación para la cual de
ordinario habría sido inapropiado” (Freud 1909).

No menos decididas son las palabras con las que, en el historial de


una joven homosexual, se demora en enumerar detalladamente la
suma de “notas ideales” esperables para nuestra eficaz
intervención:

“El médico que debía tomar sobre sí el tratamiento analítico de la


muchacha tenía varias razones para sentirse desasosegado. No
estaba frente a la situación que el análisis demanda, y la única en la
cual él puede demostrar su eficacia. Esta situación, como es sabido,
en la plenitud de sus notas ideales, presenta el siguiente aspecto:
alguien en lo demás dueño de sí mismo, sufre de un conflicto
interior al que por sí solo no puede poner fin. Acude, entones, al
analista. Le formula su queja y le solicita su auxilio”.

Luego, en el mismo texto, nos advierte el destino que nos cabe en


caso de contrariar su advertencia al aceptar tratar a un sujeto que
no viene por sí mismo. Si son los padres quienes lo traen, pone por
ejemplo Freud, ellos:
“…demandan que se cure a su hijo, que es neurótico e indócil. Por
su hijo sano entienden ellos uno que no ocasione dificultades a sus
padres y no les provoque sino contento. El médico puede lograr, sí,
el restablecimiento del hijo, pero tras la curación él emprende su
propio camino más decididamente, y los padres queden más
insatisfechos que antes. En suma, no es indiferente que un individuo
llegue al análisis por anhelo propio o lo haga porque otros lo
llevaron; que él mismo desee cambiar o sólo quieran ese cambio sus
allegados, las personas que lo aman o de quienes debiera esperarse
ese amor”.

Se abren tres cuestiones, donde la tercera deriva de las dos


primeras:

-          La consulta por un niño y/o por un adolescente (el


lugar de los padres)

Un niño llega al consultorio de un analista por las resonancias que


genera en un adulto. Va de suyo, por lo tanto –y no es un dato
menor-, darle lugar e importancia a los acordes singulares que
despierta en aquel que nos llama. Cuando se atienden las
significaciones diversas que un niño recrea en el psiquismo de un
adulto, se encontrará, con no poca sorpresa, la condensada
localización que viene a ocupar un niño en cualquier ser humano.
Darles o no lugar a los padres en el análisis de un niño está en el
centro de una polémica en nuestra actualidad, pero que se situaba
ya en el inicio mismo del psicoanálisis de niños.

Ahora bien, para comenzar a pensar en el encuentro, no


puede dejar de considerarse otra variable que se nos impone como
fundamental a la hora  de analizar a un niño, se trata de la
presencia de los padres en el tratamiento.

-          ¿Qué es un niño y/ un adolescente en Psicoanálisis?

Con el fin de resolver la necesaria distinción entre un niño y un


adulto, las perspectivas evolutivas tradicionales subsumieron la edad
cronológica a estratos y etapas de crecimiento desplegados en
progresión espontánea. A partir de esos estratos se promovieron
técnicas con las cuales abordar las diferencias de cada tiempo de la
infancia. Otras posiciones, en cambio, consideraron que el analista
ha de sostener el análisis con el niño del mismo modo que lo hace
con los adultos, sin diferenciar un final de análisis de otro.

¿Es analizable un niño?

Para poder pensar esta pregunta en relación al recorrido


histórico del psicoanálisis trabajaremos los capítulos 2 y 3
del texto de En búsqueda del niño en la estructura. Alicia
Hartman (punteo)

- Ana Freud:
Podemos situar dos momentos en su producción

- 1927 “psicoanálisis del niño”. Etapa más productiva en la


que realizó interesantes preguntas entorno a la analizabilidad
del niño pero también en respecto a la clínica del niño en
relación a la estructura familiar (vean que esto no dista mucho
de cómo la concebimos nosotros)

- Plantea 3 criterios de analizabilidad que deberían darse

a) Conciencia de enfermedad

b) Confianza en el análisis y el analista

c) Decisión de analizarse

El niño no cumpliría con estos en principio entonces habla de un


período de entrenamiento que se vincularía con lo desarrollado
por Freud en “iniciación del tratamiento”

- 1947 “ la psicología del yo” (acá es donde derrapa)

Hasta el complejo de Edipo no podemos escuchar al


inconsciente… entonces podemos oficiar como ortopedia del yo
(OJO UNA DE LAS RAZONES POR LAS QUE ME ENCANTA DAR
ANA FREUD ES PORQUE SIEMPRE ESTAMOS TENTADOS DE
CAER TRANSFERENCIALMENTE EN ORTOPEDISTAS YOICOS)
El psicoanálisis debe inculcar valores morales, éticos y estéticos.
El analista debe ocupar el lugarl del ideal del yo. EN ESTO
CONSISTIRÍA EL PERÍODO DE PREPARACIÓN PARA CONCRETAR
LAS TRES CONDICIONES DE ANALIZABILIDAD.

¡!!!! Ana se hizo muy interesantes preguntas (vean en el texto) lo


absurdo fueron sus respuestas.

Melanie Klein:

A esta autora la respecto fundamentalmente por haberse animado a


atender en la trinchera, con niños muy graves, con psicosis y
autismo… abriéndose camino....

De nuevo…

¿es analizable un niño?

- La analizabilidad es posible porque EXISTE UN COMPLEJO DE


EDIPO TEMPRANO. El Super Yo deja de ser el heredero del
CDE para ser lo más arcáico porque proviene de las primeras
frustraciones orales

- Elabora su edificio teórico desde la experiencia clínica

- Eleva al niño a la dignidad del discurso analítico

- Crea al Juego como herramienta clínica homóloga a la


asociación libre (ojo porque para la autora el juego es un
producto) la idea de universalidad de las fantasías la lleva a
interpretar por fuera de la transferencia (y en esto la pega
Ana)

- A mayor grado de patología, menor grado de estructuración y


mayor necesidad de intervenir

- Le devuelve al niño el estatuto de sujeto

- Apunta a interpretar la angustia que siempre aparece desde el


exceso de sexualidad que impide la inscripción.
- Leer lo que plantea Hartmann en relación al caso Rita

Puntos cuestionables:

- Es cuestionable la idea de un inconsciente y fantasías


universales ya que ambos suponen un significante adosado a
un significado unívoco.

- Poco le interesan los padres reales, trabaja con la pareja


parental interna… esto la vuelve una teórica endógena
pensando un niño sin historia. Es lo que busca revertir su
discípulo Winnicott.

- El niño termina siendo analizable IGUAL que un adulto.

Volvemos al texto de Flesler

Para un adulto, un niño es el equivalente de una falta: ningún niño


llega al mundo sino le hace falta a alguien. Freud lo escribió con un
signo igual en sus equivalencias simbólicas (1917). También delimitó
la importancia del niño en el narcisismo de los padres “his magesty
the baby” (1914). Un ser humano llega pues al mundo tejido en el
entrecruzamiento de esos modos expectantes del adulto que en los
huecos de su trama le darán cabida como objeto del deseo y del
goce. Es importante tener en cuenta eso porque por ello lo traen a
consulta, pero también por ello lo sacan.

Un niño llega a existir, en principio, gracias a la significación que


guarda para otro en la estructura del ser humano, también para los
analistas. Por lo tanto, no es menos importante la pregunta ¿qué es
un niño para los psicoanalistas?, “dime qué es un niño para ti y te
diré cómo lo analizas” (Alba Flesler, 2007). El psicoanálisis de niños
como especialidad intentó responder a un problema: los niños no
eran abordables por la vía habitual destinada a los pacientes
adultos, por eso para los pequeños se creó una técnica especial.
Pero su aplicación no cesó de engendrar síntomas y revelar
inadecuaciones. Es que el psicoanálisis de niños como especialidad
tomó por objeto de su disciplina al niño, invitando a una confusión.
El objeto del Psicoanálisis no es el niño, tampoco el adulto sino el
sujeto. El objeto del Psicoanálisis no es el yo, ni la conducta, ni la
personalidad, ni los trastornos del Dsm. El objeto del Psicoanálisis es
el sujeto, por lo tanto, atiende al niño pero apunta al sujeto. Sujeto
que no es infantil, ni adulto ni adolescente. El sujeto al que me
refiero, sujeto de la estructura, no tiene edad pero sí tiempos. Al
considerar los tiempos del sujeto, enhebrados a la edad cronológica,
descomprimimos la clasificación tradicional en niños, adolescentes y
adultos.

Formalizado por Lacan en distintos momentos de su enseñanza, el


sujeto fue extractado diferencialmente del terreno de la conciencia y
también apartado del racionalismo cartesiano y del campo yoico.
Sujeto del lenguaje, en primera instancia, en la medida en que su
ser es un ser tocado por el lenguaje.

A ese sujeto, Lacan lo nombró con un neologismo parlêtre, término


que resulta de un apócope entre los verbos franceses hablar (parler)
y ser (être). Parlêtre nombra en su expresión misma aquello que del
ser se pierde en el encuentro con la palabra.

-          Consecuencias teóricas para el abordaje

Lo anteriormente expuesto nos lleva a interrogarnos las


configuraciones clínicas en los niños, ya que se trata de un aparato
psíquico en formación. En este sentido, Melitta Sperling en
“Psicoterapia del niño neurótico y psicótico” introduce una
diferenciación necesaria cuando abordamos la clínica con niños.
Señala que una perturbación en el sueño, por ejemplo, no
constituye una enfermedad sino un síntoma que, como muchos
otros, tales como las fobias y la enuresis, pueden presentarse en
una amplia gama de perturbaciones psiquiátricas que van de la
neurosis a la psicosis. Establece una diferenciación:

-los neuróticos padecen de conflictos internos inconscientes


entre el yo, y el superyó, con sentimientos de culpa;

-el niño que tiene problemas de conducta se encuentra en


conflicto con su medio,

Es decir, mientras el niño neurótico padece su neurosis, el que tiene


desórdenes de conducta busca que otros sufran.
                En esta misma línea, en la actualidad, Beatriz Janin, en
un artículo “Aportes para repensar la psicopatología de la infancia y
la adolescencia” propone hablar de:

-trastornos, cuando nos referimos a efectos de fallas en la


constitución del aparato psíquico, en los que la incidencia de los
otros es decisiva;

-y síntomas neuróticos, cuando están determinados por un conflicto


intrapsíquico.

Delimita así dos grandes tipos de patologías que corresponden a


diferentes momentos constitutivos del psiquismo, un antes y un
después de la consolidación de la represión primaria y la divisoria
intersistémica.

Por ejemplo, los temores tempranos como el miedo a la oscuridad,


delatan la constitución del objeto como tal y el terror frente a la
ausencia del mismo, mientras que en plena conflictiva edípica la
oscuridad se puebla de fantasmas y aparece el temor a los
monstruos derivados de procesos de desplazamiento y
condensación. En “Inhibición, síntoma y angustia” Freud dice
“cuando las fobias infantiles se fijan y se hacen más intensas,
subsistiendo hasta años ulteriores, el análisis muestra que su
contenido se ha unido a exigencias pulsionales constituyéndose
también en representación de peligros exteriores”.

Concluyendo

Desde los inicios del psicoanálisis, los psicoanalistas de niños


se han preocupado, de diversas maneras, por los momentos
fundamentales del psiquismo. Momentos constitutivos que se van
desplegando en las sesiones y en los que la intervención analítica
cobra dimensión estructurante del aparato psíquico.
Por lo tanto, cabe reconocer la especificidad del abordaje de los
modos del “decir” del niño y de los modos de intervención del
analista. Pero también resultan peculiares los interrogantes que se
abren, los puntos a investigar y los problemas teóricos que
aparecen.
Así pues, en el decir de Maud Mannoni (“El niño, su enfermedad y
los otros”) si bien el Psicoanálisis de niños opera en el mismo campo
que en el adulto –el lenguaje-, en el primer caso se trata de un
discurso colectivo. Por ello, el dispositivo analítico - la trasferencia-
también adoptará características particulares así como los modos de
intervención del analista.
Es fundamental tener en cuenta que la divisoria entre niñez y adolescencia
no es un hecho que pueda codificarse cronológicamente, sino que está en
articulación directa con los avatares de la estructuración psíquica. Es por
eso que conocer los momentos tempranos de esta estructuración se hace
imprescindible para poder conceptualizar las modificaciones que sufre el
aparato psíquico en la adolescencia.
En este sentido una perspectiva fuerte es que “el psicoanálisis
con niños es exactamente el psicoanálisis”, es decir que las
categorías para pensar la clínica son las mismas que usamos para
pensar el psicoanálisis en general. La particularidad radica en que
en la clínica con niños y adolescentes nos encontramos con un
aparato psíquico en formación.
 

Por lo anteriormente expuesto, desde el Psicoanálisis y para trabajar


con niños y adolescentes debemos comprender:
-el proceso de constitución subjetiva, es decir los modos de
estructuración del psiquismo y por ende sus avatares(desde Lacan,
Alaugnier, Winnicott, Freud, Doltó)
-así como los modos en que el niño se expresa teniendo en cuenta
dichos momentos constitutivos que serán determinantes de las
técnicas y modos de abordaje posibles (P. Gutton, Waserman).
Estos son los dos ejes del abordaje de niños.
 
Por otro lado, la clínica psicoanalítica con adolescentes en la actualidad
hace necesaria una constante revisión tanto conceptual como técnica del
trabajo psicoanalítico en hospitales, gabinetes psicológicos, centros de
salud y consultorios.
La demanda comunitaria en una sociedad en la que los adolescentes están
en situación de riesgo, hace imprescindible formar profesionales que
puedan dar una respuesta idónea en tanto las consultas tienen siempre,
en la adolescencia, un carácter de urgencia.
 

Bibliografía

-          Freud. S. Obras completas


-          Mannoni, Maud “El niño, su enfermedad y los otros”.

-          Lacan, J. Seminarios.

-          Flesler, Alba “El niño en análisis y el lugar de los padres”.

-          Sperling, Melitta “Psicoterapia del niño neurótico y


psicótico”.

-          Janin, Beatriz “Aportes para repensar la psicopatología de la


infancia y la adolescencia”.

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